El piano de Charly García y el arte de disfrutar del momento
Luciano Mellera
El piano de Charly García y el arte de disfrutar del momento
Luciano Mellera
Comediante
Creando oportunidades
“El humor es una cuestión de necesidad y supervivencia”
Luciano Mellera Comediante
Luciano Mellera
Si hubo algo que destacó en la infancia de Luciano Mellera fue la alegría. Sus padres y su hermano, a cada cual más divertido, convirtieron el humor en una forma de comunicación, con la sonrisa y la carcajada siempre a punto. Durante un tiempo, esa vis cómica innata le llevó a simultanear otros trabajos con su auténtica vocación: subir al escenario para interpretar monólogos cómicos. Después, su formación en la Escuela Superior de Creativos Publicitarios y su trabajo como publicista quedaron atrás para dedicarse exclusivamente al humor, algo que ha recogido en memorables sketch como "Agarrá la pala" y en su filosofía de vivir y aprovechar el momento. "No hace falta pasarla mal, no hay que sentirse culpable ni hay que permitir que te hagan sentir culpable si vos disfrutás de tu trabajo. Si vos te ganaste tener tiempo libre, no es culpa tuya que el resto no. Me encantaría que todos tuvieran tiempo libre y que puedan disfrutar del ocio y apreciar el arte y estar con sus seres queridos y elegir tal vez no hacer nada. Tengo fe de que en algún momento eso va a suceder, con una igualdad que hoy no estamos alcanzando, pero no es culpa de los que hoy tienen un trabajo que los gratifique", reflexiona el cómico.
Mellera es también el primer comediante que llevó el stand up comedy al estadio Luna Park, al Teatro Colón y Movistar Arena en Argentina, después de participar en cinco ediciones de TEDx RíodeLaPlata y estrenar su primer especial de comedia original, 'Infantiloide', en Netflix. En la actualidad, el cómico argentino compagina sus giras internacionales con su participación en podcast de humor como 'Aislados' y 'Guía de supervivencia'.
Transcripción
Hay muchas técnicas, estrategias y formas para optimizar esas ideas, esos chistes que se te ocurren y para poder trasladarlos arriba de un escenario o al formato o a la plataforma que sea. Se puede eso ensayar y se puede perfeccionar con el tiempo, pero creo que, sobre todo, lo que se necesita para hacer comedia es sentir la pulsión, la necesidad de hacer reír al otro. Es raro que alguien quiera empezar a hacer «standup» o vivir de la comedia por algo económico. Yo creo que todos los que empezamos a hacer comedia lo hacemos como una necesidad y, si después se puede vivir de eso, es un regalo total. Pero la búsqueda tiene que ser que el otro sea feliz gracias a vos. Y la verdad que cuando se logra eso uno se siente completo por un ratito al menos.
“Todo el tiempo suceden cosas graciosas o pasibles de ser llevadas a un escenario”
Pasa muy seguido que la gente se pone de novia después de venir a ver, pero muchas veces, cuando yo hablo con la gente, cada tanto dicen: «Yo tengo una pregunta, pero no es para vos, es para mi pareja: ¿Te querés casar conmigo?» Adelante de todos. Eso me parece tremendo. Es una responsabilidad increíble y hermosa también. Y a mí me encanta y bienvenido siempre y muchas veces los caso yo en vivo, oficio de casador con «s» y robamos un anillo por ahí de alguien que se ofrece y le ponemos ahí y después nada, la vida dirá qué pasa después, pero pocas cosas más raras que esa. Después, una vez una chica también adelante de todos, un «show» muy grande… Una chica le había ofrecido casarse a su novio y después de eso el «show» ya estaba para terminar. Pero una chica estaba desesperada que quería agregar algo y fue como: «Bueno, sí, decime». Y era una chica de 16 años que dijo: «Quiero aprovechar que hay este ambiente así tan relajado y tan de buena onda, y quiero aprovechar y contarle a mi mamá que me gustan las mujeres». Y hubo un segundo de silencio y explotó el teatro, un aplauso de apoyo hermoso a ese momento y la chica llorando y la mamá también. Y la mamá estaba como… Y le preguntamos a la mamá como: «¿Querés decir algo?». Y la mamá dijo como: «Si bien no me sorprende, no lo sabía, pero está perfecto y no me importa de qué forma lo haga, mientras ella ame y se deje amar, para adelante». Y fue como: «¿En serio, esto en un “show”, en un espectáculo público?». Y después, pensándolo, tiene sentido. Tiene sentido porque qué mejor momento para hablar de algo tan lindo, tan íntimo, que rodeado de risas. Así que, no sé, deben haber pasado más cosas, pero a mí esas cosas que por ahí son simples a mí me impresionan un montón. Y después, sí, por ahí alguno en algún momento se desmayó y hubo que llamar un médico y después todo el resto del «show» estaban todos preguntando si sobrevivió o sobrevivió. No sé, que me lo diga. No sé si sobrevivió. Espero que sí.
Y ahí empecé a encontrarme un poco más con una parte mía que nunca había llevado al escenario, que tiene que ver con estar expuesto, con estar sin red, con estar ahí, al borde del abismo, teniendo que resolver rápido, muy rápido, porque no puedo dejar un hueco, porque se ven los hilos y se ve que estoy pensando y se ve que no tengo nada con que salir. Y además de rápido tiene que ser gracioso, porque no es una conversación nada más, es un «show» de comedia. Entonces tengo que encontrarle la gracia. Y ahí me conocí mucho más como comediante, porque empezó a salir sin filtro la comedia que estaba en mí. Porque cuando uno escribe un monólogo tiene mucho tiempo de corregir, de reparar, de repensar, de preguntar. Y cuando uno tiene que improvisar, todo eso sucede en una fracción de segundo. Tu cerebro tiene que hacer todos esos procesos a la vez y tirar. Y muchas veces se habla mientras se piensa. Se empieza una frase sin saber dónde va a terminar esa frase. Entonces hay una cuota de confianza en el público, en el que van a estar conmigo y de que no van a intentar hacerse los graciosos, simplemente van a colaborar y me van a ayudar a mí a ser gracioso. Y hay una cuota muy grande de confianza en uno mismo, porque yo tengo que confiar en mí, en que voy a ser rápido, en que voy a ser gracioso y que además va a aflorar de mí algo sin filtro que tiene que ver con la esencia. Y yo tengo que confiar en mi esencia. Si en mis principios hay algo oscuro o poco deconstruido o que tiene que ver con el odio, eso se va a notar, eso es imposible en tan poco tiempo de esquivar.
Entonces yo tengo que confiar en que mis bases son honestas y son no cancelables para eliminar ese momento de censura y poder hacerlo más rápido todavía. Tengo que permitirme confiar en mí y que salga de adentro mío la comedia más cruda. Y eso yo lo agradezco mucho, porque me empecé a conocer a mí como comediante mucho más y permitir que la gente también me conozca a mí como comediante mucho más, porque es eso, es lo que hay. Muchos en las redes sociales dicen: «Esto está todo armado», muchos comentan: «Esto está todo armado, son actores pagos los que están en el público y está todo prearmado y guionado». Y yo siento dos cosas muy fuertes con eso: por un lado es un piropo, porque estás creyendo que yo guioné y preparé algo que realmente se me ocurrió en el momento. Eso es un piropo que viene desde el odio, pero es un piropo, porque me estás diciendo que está tan cerrado que parece manufacturado y no lo es. Y por otro lado, siento: «No tenés idea lo que implicaría armar esto». Sería muchísimo más difícil armar eso, hacer una puesta en escena, contratar actores que sean diferentes en todas las funciones, contratar actores que hablen antes que el resto, porque yo recién ahora estoy poniendo micrófonos, porque ahora me estoy encontrando con teatros más grandes en los que si hay 3000 personas, el que está atrás de todo no me puede gritar. Entonces les tengo que dar un micrófono. Ahora, tal vez podría ser más dudoso que le den los micrófonos solo a los actores pagos, ponele, pero cuando me están gritando del público, yo no podría hacer que los actores griten y que el resto se quede callado.
Me grita, levanta la mano y yo señalo. A veces me gritan y empezaron a hablar. A veces está la oscuridad total. Yo la mayoría de las veces tengo las luces de frente y al público no lo veo. Yo ahora a ustedes los estoy viendo a todos, pero en mis «shows» el público no se ve. Entonces me tira cualquiera lo que quiera y sería muy difícil, porque yo durante la semana me tendría que poner a guionar cuál es la pregunta, me tendría yo que poner a googlear datos curiosos para que ellos me los tiren, yo pensar cuál sería la respuesta, pensar con mi grupo de amigos, de comediantes, con mi novia, con mi hermano, cuál sería la respuesta más adecuada y que salga y yo tener que actuar. Y además yo no soy actor. Si bien oficié de actor en algún momento, yo no soy actor, yo soy comediante, entonces me costaría mucho. Se notarían, se verían los hilos de que eso está armado. Agradezco que lo piensan, pero les prometo que no, no haría nada armado porque se notaría, porque también estaría traicionando la confianza de los que sí me creen y también porque me aburre. Me aburre a mí hacer algo armado. Ya yo tengo la parte armada del monólogo, que me encanta hacerla, porque es lo que hago de hace mucho tiempo, pero cada vez que se viene la parte de la improvisación, quien me vino a ver a un «show» se da cuenta que mi cara cambia, que yo me pongo contento, porque me da una adrenalina tremenda no saber qué va a pasar. A mí me gusta mucho eso, me gusta ponerme en esa situación de presión y de que me pongan entre la espada y la pared para tener que sacar algo gracioso como sea. Muchas veces no sale algo gracioso. Obviamente que yo no voy a subir los videos en los que dije un chiste idiota en el que la gente no se rio, pero la mayoría de las veces sí, y la gente también lo agradece, porque entienden esto, entienden que es algo genuino, que es algo espontáneo, es algo único y muchos vuelven a las funciones.
Me dicen: «Buenísimo. ¿Cuándo vuelves acá, que quiero volver a ir?». La parte del monólogo escrita va cambiando, pero muchas veces ven la misma parte de monólogo, pero como el resto del «show» es improvisado, siempre sale algo nuevo. Y yo lo agradezco muchísimo, porque es una gimnasia hermosa y porque esa adrenalina hace que yo lo disfrute muchísimo. Si querés improvisar, improvisá. No hay mucha más vuelta que eso. Si lo querés hacer… ¿Vos sos comediante?
Te diría que es de mis únicos ídolos desde chico, y siempre me contaba historias de Charly, siempre me contaba cosas, anécdotas y yo todo el tiempo le insistía: «Contame más, contame más, quiero saber de Charly, quiero saber.» Y él me decía: «Pero te gusta un montón Charly, te gusta mucho.» «Pero sí, sí, me encanta, me encanta.» Me dice: «Bueno, yo te voy a traer un regalo, te voy a traer una especie de minicomponente, un estéreo que tenía Charly que no funcionaba, pero lo había escrito Charly, te voy a traer eso». Le digo: «No, me vuelvo loco, ¿me traés eso? Pero es un tesoro». Me dice: «Ah, te gusta en serio Charly.» «Pero te estoy diciendo que sí, me encanta Charly, me vuelve loco Charly.» Y dice: «Te voy a traer algo mejor.» Entrábamos a ese trabajo a las seis de la mañana y cayó a las seis de la mañana a la oficina con un teclado de Charly gigante que había sido de Charly y estaba todo escrito por él, pintado con aerosol. Es un teclado de esos que tienen como efectitos, cada número es un efecto diferente y él se había anotado los números preferidos de él para rápido acceder a eso. Y me lo trae y le digo: «No, no, no. No puedo aceptar esto. Es demasiado, mucha responsabilidad.» Me dice: «No, no, en serio, en serio. Tomá. Yo tengo un montón.» Ahora les cuento por qué. «Te lo doy solo con una condición: no podés venderlo nunca.» Digo: «No, pero no se me ocurriría. Yo puedo quedar en la calle, voy a estar abrazado a mi perrita y al teclado así.» «Toma, tuyo.» Y me fui a mi casa con eso. Y un día fui a la casa de Lucas y él había trabajado en un bar del cual Charly también era como una especie de socio, participaba ahí. Por ruidos molestos cerraron ese bar y, cuando cerró ese bar, bueno, él tuvo que hacer trabajo comunitario y empezar de vuelta a sus 28 o 29 años trabajando conmigo.
Y un día voy a la casa y veo que en su casa tenía todo lo que era la decoración de ese de ese bar, que eran los instrumentos de Charly. Tenía la guitarra con la que había tocado en el «Unplugged» de MTV y tenía cuadros que había pintado Charly, que es un artista maravilloso. Tenía cosas que le mandaban los fans a Charly. Todo eso estaba decorando el bar y le quedó a él. Y me contó que había una puerta de un placar, de un ropero de Charly, que la había dibujado Charly. Y por esa puerta, en su momento, le habían ofrecido como que te diga 5000 dólares. Y yo le dije: «¿Por qué no la vendés? Vendela ya mismo. ¿Tan encariñado estás con Charly? Tenés un montón de cosas. Vendés esa y es el sueldo de un año entero trabajando al lado mío. Renunciá y hacé otra cosa y vendé eso, desprendete, que tenés un montón de otras cosas. ¿Tanto lo cuidás?». Me dice: «No, a mí Charly no me importa tanto. Yo estoy esperando que Charly se muera y, cuando eso pase, todo va a subir de precio una barbaridad.» Y digo: «Bueno, está bien. Yo, para mí, igual tendrías que vender eso, pero bueno, vos hacé lo que quieras.» Yo me quedé con ese teclado. Los dos dejamos de trabajar, porque esos son trabajos de paso. Él estaba de novio con otra compañera nuestra ahí del trabajo. Cada tanto nos veíamos. Después ellos se van para un lado, yo para el otro, se terminan separando también y años después me escribe esta chica porque iba a hacer de productora mía en una provincia de Argentina del sur, lo cual ya era mucha coincidencia.
Y ahí empezamos a hablar nuevamente. Y a los pocos días me dice: «Lucho, te acordás de Lucas?». «Sí». «Se murió». Lucas, con 30 y pocos años falleció, tenía un problema en los pulmones y más allá de la tristeza por él, me trajo a la memoria este momento de especular con: «Voy a esperar, voy a dejar para después». Y me hizo replantear como un montón de cosas internas de: «Tal vez es especular un poquitito menos y hacernos cargo de que la vida es hoy, es ahora. No siempre va a haber un después». Tal vez era más simple la cosa, pero a mí me agarró por ese lado. Y el teclado ese, que lo tenía colgado de una tanza con la que él me lo había regalado, con un hilo, lo enmarqué, lo puse con un vidrio y ahí estará siempre. Cada vez que me mudo lo primero que pongo: el tecladito de Charly.
Para eso me sirve muchísimo. Pero sí, siempre se conversan los chistes antes de llevar al escenario para testear un poquitito las aguas, para ver qué le provoca a la gente de alrededor y eso es una vara para medir lo que puede llegar a pasar después. Igual también el comediante va ejercitando y va puliendo su criterio, su sentido común y uno ya se va dando cuenta más o menos de que algo tiene el potencial de hacer reír sin cuestionarlo demasiado. Cuando hay una duda es ahí donde se consulta y se trabaja también, porque siempre hay que es una idea en bruto, en crudo y siempre hay que pulir un poquitito. Siempre la síntesis ayuda muchísimo en el humor. Por ahí la idea que se nos ocurre, nos vamos por las ramas y un gran desafío de la comedia es la síntesis de tratar de decir con pocas palabras y tal vez ayudado con gestos, o a mí me sirve mucho hacer énfasis en determinadas palabras, como en la palabra énfasis recién, porque yo sé que yo necesito esa ancla, ese punto para que la gente entienda adonde voy. El relleno acompaña y decora, pero hay ciertas palabras o conceptos que tienen que quedar muy claras para poder seguir adelante. Eso tal vez es lo que ayuda en la síntesis. Saber cuáles son los puntos, las lianas en las que yo me tengo que agarrar y después tratar de que el resto sea una decoración que sume y no que te aleje del objetivo que es comprender mi idea original.
Siempre recuerdo que una chica, una oyente de «Aislados», nos dijo que una vez estaba con un grupo de amigas y estaban hablando de algo y ella dice: «Ay, esto lo hablé el otro día con unos amigos y lo que estábamos diciendo…» y ahí se dio cuenta que no lo hablo con amigos, que lo escuchó en «Aislados», y eso habla de lo que sintió ella. Ella siente, como muchos, que cuando está escuchando el podcast la quinta silla es ella y está rodeada y está callada escuchando. Y a mí me pasa muchas veces eso con «Aislados». Yo estoy ahí sentado y los escucho a ellos tres y estoy callado porque la estoy pasando bien y no hace falta ni siquiera agregar nada. A veces agrego porque es mi trabajo, pero muchas veces estoy ahí escuchando y la paso bárbaro y entiendo que a ustedes les pase lo mismo, porque a mí me pasa con otros podcast. Pero gracias, gracias por escuchar «Aislados» y me alegra acompañarte.
Cada uno tiene sus límites. Obviamente, cada comediante y cada público, cada persona tiene sus límites. Me parece que ahí hay que trabajar y ejercitar un poco el respeto. Un respeto de ambos lados. Si yo sé que a vos te duele esto, tal vez no te voy a hablar de esto, pero también del otro lado es entender que si para mí el límite está corrido del tuyo, no tengo porque compartirlo con vos. Mucha gente se regocija en comentar dónde está. «Acá te pasaste. Yo te bancaba». Hay muchos comentarios hacia los comediantes de: «Yo te bancaba, a mí me hacías reír, pero hablaste de esto y ya no te sigo más». Y es como… tal vez podemos aprender que todos tenemos pensamientos diferentes y diferentes principios, o que nos pasan cosas opuestas con respecto a lo mismo. Y tal vez no siempre me interesa saber dónde está tu límite. Te lo puedes guardar para vos el límite tal vez. ¿No te hace reír esto? Pues no te rías, nadie te está obligando a reírte. Y también hay algo muy importante que la mayoría de la gente lo entiende, por eso digo que se pueden hacer chistes con todo: yo, sobre todo, confío mucho en mi público y esta línea de la que hablamos se fue corriendo a lo largo del tiempo. Hoy ya sabemos que no está bueno reírse de ciertas cosas, pero en los 90 no lo sabíamos todavía o no estaba tan conversado el tema. Y esa línea se fue corriendo. Y los comediantes que hacían comedia en los 90 o la gente de a pie que hacía chistes en los 90 o en los 80 donde la mujer era cosificada, donde cualquier discapacidad era un punto de risa, donde la diferencia era una cuestión de burla, los chistes estaban en esa línea. Esa línea estaba en otro lado y la gente se reía de otras cosas.
Hoy la línea está en otro lado y es injusto juzgar los chistes de esa época con la línea de hoy. Eso es lo que hay que aprender también. Hoy estamos acá. Hoy entendemos que este es el límite. Los chistes de hoy en adelante van a ser juzgados con este límite. Es completamente injusto juzgar el humor de esa época con los límites de esta. Es como juzgar a alguien por cómo se vestía en esa época. Obviamente que si vemos a la gente, los peinados que tenían en los años 70 y los pantalones y los sacos y las combinaciones que hacían eran ridículos, pero era otra época. Lo mismo, hoy no podemos poner en tela de juicio los principios de quien hace un chiste teniendo en cuenta dónde estaba esa franja hace tanto tiempo. Aprendimos. Y además, ya que somos tan tolerantes y que estamos tan deconstruidos, podemos aprender que la gente se puede equivocar y que puede mejorar y que puede deconstruirse a lo largo del tiempo, y que el mismo comediante que hizo un chiste en los 90 o en los 2000 riéndose de algo que hoy no lo haría, hoy ya no se ríe de eso y hubo un proceso y hay que abrazar eso que se aprendió, que todos aprendimos, el público y quien está haciendo el chiste. Entonces me parece que eso también es parte importante. Me gustaría que tratemos de que cuando consumimos humor no estemos juzgando, no estemos tratando de encontrar dónde el otro pisó el palito para exponerlo en redes e intentar cancelarlo. «Miren, se rio de esto, es tremendo, es una mala persona, no le den un micrófono nunca más». Me parece que es todo lo contrario. Dentro de la deconstrucción, gran parte es aprender y enseñar. Ya que estamos aprendiendo sobre tolerancia, toleremos, y en vez de enojarnos, compartamos el mensaje que creemos nosotros que es el correcto. Y con respecto a los límites, cada uno tiene los suyos. Que se los guarde. Y si no te causa gracia, no te rías y pasá al siguiente comediante.
Es como: «Miren, entendí este chiste, fíjense ustedes si también lo entienden». Y obviamente que cuando uno le muestra el video, cuando uno va a ver al comediante y se lo quiere mostrar a alguien, lo que estás haciendo es estás viendo si se ríe en el momento donde para vos corresponde que se ría y ahí vas juzgando a la otra persona, vos decís si es bueno o no. Yo no sé si alguien se puede determinar si es bueno o malo dependiendo de cuándo se ríe o no, pero sí qué códigos maneja, cuáles son sus límites también, porque también una de las características del humor y una de las tareas del comediante es buscar los límites de la comedia. Es jugar con eso, es hacer equilibrio entre lo que está avalado socialmente y lo que es un poquito tabú. Entonces también está bueno testear las aguas con la gente que te rodea con la comedia. Es saber hasta dónde llega, hasta dónde tolera, hasta dónde aguanta, hasta dónde entiende que eso es un chiste y hasta dónde se lo toma personal. Obviamente que es una maravillosa forma de conocer gente realmente. ¿De qué se ríe? ¿Cómo me hace reír? Pero también ¿de qué se ríe? Y sí, la inteligencia siempre está presente en el humor. Yo creo que hay diferentes también niveles de complejidad en el humor. Yo me puedo hacer el intelectual y decir que me causa gracia el humor sumamente sofisticado y pensado y con una estructura difícil de verle los hilos, pero yo veo a un mono oliéndose el dedo y cayéndose para atrás en una rama y me muero de la risa. Yo veo un pingüino que se tropieza y se cae de cara y lo tengo que ver 100 veces ese video. Y digo: ¿hay inteligencia en eso? No me importa. No sé, creo que el objetivo es pasarla bien, del humor y de la vida en general. No sé, no hay que ponerle tampoco la presión al humor de que te haga cosquillas en el cerebro a nivel intelectual, yo creo que con hacer pasar un grato momento ya cumplió su cometido y adelante.
Y en el público se nota muy rápido eso. Cuando estás receptivo todo fluye, todo sale, es imposible que esa función salga mal, porque todo va a ir sobre ruedas. Cuando entro y yo ya veo que el público está o distraído, o están muchos con el teléfono, que es un mal actual que a mí particularmente me afecta a niveles que no debería, tal vez, pero es algo con lo que lucho, porque también es algo que a mí me pasa, que estoy mucho tiempo con las pantallas. Yo no nací con tanta pantalla y ser consciente de ese cambio es un poco desesperante, de que estamos más conectados que nunca y a la vez estamos más solos que nunca. Porque sí, puedo hablar con gente que está del otro lado del mundo, pero en definitiva estoy solo, por ahí no tengo contacto físico con gente por días. Entonces mucha gente que viene a ver el «show» viene porque me vio en un video, porque me vio en redes sociales y por ahí me conoció. Entonces dice: «Voy a verlo en vivo». Y cuando vienen a verme, en vez de mirarme, ponen un teléfono entre los dos para hacer un video, vienen a verme en vivo y me hacen un video en vez de verme en vivo. Me ven después en un video y para eso se hubieran quedado en su casa, porque el video ese lo voy a subir yo después con una cámara mejor que tu teléfono, que está temblando así, que está en la oscuridad y yo necesito conexión con la gente. Yo necesito que nos estemos mirando, que nos estemos prestando atención, que nos escuchemos ellos a mí y yo a ellos. Y el teléfono atenta contra eso. Y eso se nota muchísimo, si yo salgo al escenario y la mayoría de la gente está con el teléfono en la cara, yo sé que va a ser muy difícil eso. Obviamente que siempre está la posibilidad de revertirlo y de mejorar, pero la predisposición inicial marca una tendencia bastante clara que, por haberlo hecho muchos años esto, lo fui aprendiendo.
Se va midiendo la temperatura del público y uno lo va lo anticipando. Pero sí, hay diferentes públicos y sí, hay a veces que tienen más ganas de participar que otras. Yo creo igual que esto que está pasando ahora, que muchos comediantes lo hacemos porque es como la forma de difundir lo que hacemos, que es participar con la gente, improvisar y compartir eso en redes, porque si nosotros compartiéramos lo que hacemos en el «show» que está guionado, eso vence. Entonces en cada «show» tengo que escribir una hora de material nuevo y obviamente que no va a estar a la altura de algo que por ahí lleva meses escribir. La parte de la interacción, si bien no es todo el «show», muchos vienen al «show» creyendo que todo el «show» es interactivo y no, es la parte más corta del «show» esa, pero es la que compartimos porque es la que se renueva. Es la infinita. Si compartiéramos la otra parte, cuando venís al «show», ya la escuchaste. Y el humor en gran medida tiene que ver con la sorpresa, con no anticipar lo que va a venir. Con romper el eje de lo esperado, de lo esperable. Si quemáramos esa sorpresa, mucha menos gente vendría a los «shows». Por eso se comparte esa otra parte. Y muchos de los que vienen al «show» vienen con la intención de participar. Entonces, si hay muchos vergonzosos, yo sé que hay un gran porcentaje que quiere participar, porque quiere formar parte del «show», algunos siempre tienen necesidad de protagonismo, que por ahí no se atreven a hacer lo que hacemos nosotros arriba del escenario, que obviamente el comediante tiene necesidad de protagonismo, por algo estoy solo, con un micrófono, sin más escenografía que yo mismo, pero muchos por ahí lo hacen desde un lugar de imposición, desde el público, interrumpiendo, molestando. Entonces, permitirles un momento de tener la palabra calma esos momentos. Y siempre va a haber alguien que tenga ganas de sumar en el mejor de los casos.
No sé, por ejemplo eso. Yo en Argentina digo «pileta», acá tengo que decir «piscina». Y después por ahí ablandar un poquito las «sh», que en Argentina, sobre todo en Buenos Aires, que es de donde soy yo, todo es con «sh»: «shopping, gallina, llave, lluvia». Y tal vez tengo que ablandar levemente. Pero también entiendo que muchos de los que me vienen a ver, la gran mayoría, vienen a verme porque ya saben un poco de lo que hago y si me vieron en algún momento ya entienden el código de cómo es que hablo, entonces no tengo que modificar demasiado. Ya saben que yo hablo con «sh» y ellos en su cabeza hacen la traducción. Reitero que yo confío mucho en el público y eso me da mucha libertad también. Y en el momento de improvisar, simplemente es lo que hablábamos antes, me tengo que dejar llevar y no hay mucho tiempo para intentar traducir. Y se puede. Es una conversación. El «standup» es una conversación. Se dice que es un monólogo, pero claramente hay un diálogo. El público responde. Responde con risas, con aplausos, con silencios, muchas veces corrigiéndome. Si yo vengo acá y digo «pileta» y hay un argentino, el público me dice: «Piscina», entonces yo ya sé que tengo que corregir y no pasa nada. Y si no pregunto: «¿Cómo se dice acá, se dice pileta o cómo le dicen?» «Piscina». Nosotros en Argentina decimos «antiparras», acá le dicen «gafas», gafas de natación. Lo pregunto ahí, no pasa nada, porque la gente también valora eso. Valora la intención del esfuerzo por la comunicación y el esfuerzo está siempre de ambos lados: de mi lado hablando y, desde el otro lado, escuchando.
Yo creo que todavía no me acostumbré. Me sirvió muchísimo la pandemia, la época en la que tuvimos forzosamente que dejar de subirnos a un escenario por dos años me hizo dar cuenta de que no estaba siendo consciente de que vivo de esto. Lo había metido en mi día a día como lo más normal del mundo y no es lo más normal del mundo. Y que me falte eso me hizo concientizarlo y extrañarlo. Y creo que ahí, de hecho, a partir de la pandemia, mi carrera cambió radicalmente. Empecé a permitirme hablar mucho más con el público, empecé a llegar a gente de otros países y gran parte tiene que ver con eso, con empezar de vuelta a valorar algo que ya me parecía cotidiano y que, si bien lo es, no dejo de estar agradecido.
Y con respecto al futuro, siempre la base es poder seguir haciendo esto. Eso es constante desde que arranqué. Poder seguir haciendo comedia. Segundo y cerca es poder seguir viviendo de la comedia, que no es lo mismo. Yo por muchos años hice comedia sin vivir de la comedia y estaba muy agradecido. Para mí vivir de la comedia es casi un milagro. Poder seguir haciendo comedia, poder seguir viviendo de la comedia y seguir creciendo siempre. Poder seguir generando material que esté a la altura de lo que la gente espera de mí y sobre todo de mi autoexigencia, que es muy grande. No sé si eso se nota, pero yo tengo una exigencia muy grande conmigo mismo y no me permitiría darles algo de lo que yo no estoy orgulloso. Por eso tal vez a veces me cuesta mucho escribir material nuevo, por eso me quedo con mi monólogo durante mucho tiempo, porque siento que lo nuevo tiene que estar a la altura y cada vez la presión es más grande y, cuanto más exposición uno tiene, la responsabilidad crece. Obviamente que no tengo la responsabilidad de un neurocirujano, pero como hablábamos antes, hay mucha gente que le hace bien la comedia, que la acompaña, y yo tengo que estar a la altura de eso. La pandemia me hizo entender eso también. Mucha gente hablándome directamente de: «Necesito que hagas comedia». Por eso tuvimos que encontrar los comediantes formas nuevas, plataformas nuevas para hacer comedia: los «streamings» y estar en vivo y en directo para nosotros no volvernos locos y para seguir dando ese servicio que es más vital de lo que yo creía. La gente necesita distraerse, la gente necesita entretenerse, porque si no, es solo producción, es solo trabajar, comer, dormir y morir. En el medio hay que hacer cosas que te diviertan y muchos de nosotros la diversión la encontramos con la comedia. Me di cuenta de eso hace relativamente poco y eso es una presión. Entonces, que hacia el futuro, poder seguir manteniendo un nivel con el que yo esté satisfecho y ustedes también. No necesito plantearme mucho más que eso, la verdad.
Obviamente que yo entiendo esa diferencia, pero tal vez a quien le hablo es a la gente que más me consume, que es una franja en el medio, que tal vez es una franja muy grande en la que también me encuentro yo, en la que obviamente que hay que elegir, pero ya sabemos que no es necesario pasarla mal. En Argentina he tenido charlas con mucha gente con respecto a una frase o a un concepto que entiendo que acá se repite, que tiene que ver con «agarrar la pala». Acá creo que es «pala y pico, pico y pala». Esto de «agarrar la pala» viene de una época en la que el trabajo era sufrir, era partirse el lomo y eso era la producción. Obviamente que eso sigue sucediendo y va a seguir sucediendo, porque hay que trabajar la tierra, hay que construir edificios, pero no es la única salida, no es la única opción. Hay gente que disfruta realmente agarrando la pala, que le gusta estar bajo el sol. Yo no podría. Y agarrar la pala no es solamente agarrar la pala, literalmente, es trabajar de algo que tal vez no es lo que más feliz te hace, pero es donde vos te sentís cómodo, donde encontraste tu rol tal vez. Yo trabajé de muchas cosas antes de ser comediante. Esa es mi pala. Trabajar en un «call center» nueve horas por día, trabajar en oficina sobre algo que no me interesaba, 12 horas por día para llegar a mi casa muy cansado, irme a dormir para el otro día repetir y así para tener 15 días de vacaciones. Hay mucha gente que necesita eso porque hay mucha gente que no podría tolerar lo que, por ejemplo, me pasó a mí en cuarentena, que es estar dos años casi sin ganar un centavo.
Hay gente que le cuesta afrontar eso. Yo no sé cuánto voy a ganar a fin de mes. Yo si me enfermo, yo si me quedo sin voz, ese tiempo tengo cero ingresos y hay gente que no puede convivir con esa incertidumbre. Es algo con lo que tiene que aprender el que trabaja para sí mismo, el que trabaja con algo que tiene que ver con el arte, con trabajos que son inestables. A mí hoy me va bien y puedo viajar por mi país y por el mundo yendo a enfrentarme, a encontrarme con mucha gente, pero todos mis primeros años yo tenía otro trabajo en la oficina, trabajaba mis 10, 11 horas, a la noche, cada tanto, tenía un bolo, tenía un «show» y al otro día lo mismo. Eso por ahí tiene que ver con el sacrificio. Pero no hace falta pasarla mal, no hay que sentirse culpable ni hay que permitir que te hagan sentir culpable si vos disfrutás de tu trabajo. Si vos te ganaste tener tiempo libre, no es culpa tuya que el resto no. Me encantaría que todos tuvieran tiempo libre y que puedan disfrutar del ocio y apreciar el arte y estar con sus seres queridos y elegir tal vez no hacer nada. Y un día, si no tenés ganas de levantarte de la cama, no te levantás. Me encantaría que todos lo hagan. Tengo fe de que en algún momento eso va a suceder, con una igualdad que hoy no estamos alcanzando y de la cual soy consciente también, pero no es culpa de los que hoy tienen un trabajo que los gratifique, no es culpa de ellos. Y esta acusación de: «Eso no es trabajo, agarrá la pala». Ese dedo muchas veces me señala a mí. Yo ya aprendí que a mí no me tiene que afectar.
Yo ya lo aprendí y, sin embargo, cada vez que lo escucho me pica y lo digo, pero no me pica a mí, porque yo ya lo aprendí, porque hay mucha gente que se quiere dedicar al arte, a la música, a trabajos no tradicionales y que no se animan porque está ese dedo señalándonos muchas veces desde arriba, desde sus padres, muchas veces desde afuera, juzgando un camino que es necesario para llegar hacia el tener el tiempo libre, hacia poder apreciar y ganarse ese momento de ocio. Es una responsabilidad muy grande también tener tiempo libre, porque cuando uno se halla con las manos con tanto tiempo libre a disposición, hay que llenarlo también a veces, y hay que aprender a convivir con eso. No estoy diciendo que eso es sufrir, pero también hay que saber que hay que honrar ese tiempo que uno se ganó trabajando, trabajando sonriendo, pero trabajando, en definitiva. Y me gustaría que la gente que no lo logró porque no le interesa o porque todavía no lo consiguió, en vez de enojarse con los que sí lo logramos, traten de ver, si es que lo quieren hacer, cómo lo hicieron y fijarse que tal vez se puede, en muchos casos no se puede, pero en muchos casos sí se puede. Y esos dedos son los que le están diciendo… le están nublando la vista. Ojalá todos puedan. Yo pude y sigo pudiendo hasta el momento. Nunca hay que dar el partido ganado hasta el último día, pero yo hoy puedo y lo agradezco e intento honrarlo. Espero que los que lo quieran hacer lo logren, y los que no, no es culpa nuestra.
Les quiero agradecer a todos, a la gente de la producción, a todos los que vinieron acá, la verdad me lo hicieron pasar muy lindo. Espero que ustedes hayan tenido un grato momento. Y como para cerrar quería decir que yo creo que todos, como humanos, uno de nuestros desafíos es intentar encontrar la forma de sumar. No hace falta que sea una fuente de ingresos financieros esa forma de sumar, la búsqueda debería estar ligada a la felicidad, a la felicidad propia y a la felicidad ajena. No dejemos de buscar la manera de sumar. Yo sospecho que encontré la mía en la comedia y espero que ustedes encuentren la suya. Y, si todavía no llega, sigan con alegría. Siempre buscando. Gracias.