El papel de Internet en el futuro de la educación
Vinton G. Cerf
El papel de Internet en el futuro de la educación
Vinton G. Cerf
Co-creador de Internet
Creando oportunidades
Una mirada educativa a la creación de Internet
Vinton G. Cerf Co-creador de Internet
Vinton G. Cerf
“La historia de Internet nos enseña el enorme potencial que tiene interconectar la inteligencia humana de forma abierta” (Andreu Veà, Cómo creamos Internet, 2013). Sin duda, uno de los grandes protagonistas de esa historia es Vinton G. Cerf. Si Gutenberg revolucionó el mundo con la invención de la imprenta en el siglo XV, en los años 70 del siglo XX Vinton Cerf y Bob Khan crearon los protocolos técnicos que hacen posible que hoy en día estés accediendo a esta página, es decir, los cimientos de Internet y del mundo digital que hoy conocemos. Cerf ha recibido numerosos premios, entre los que destacan el ‘Premio Turing de las Ciencias de la Computación’ en 2004 y el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2002 (compartido con Lawrence Roberts, Robert Kahn y Tim Berners-Lee).
La pasión por el conocimiento de este ingeniero no tiene límites. A sus 77 años es vicepresidente mundial y “Chief Internet Evangelist” de Google. En Aprendemos Juntos, Vinton Cerf reflexiona sobre las posibilidades educativas de Internet, cómo ayudar a los profesores y sobre la importancia del pensamiento crítico a la hora de enfrentarse a los contenidos de la red.
Doctor honoris causa por más de una decena de universidades, es además cofundador de Internet Society, institución desde la que Cerf defiende la neutralidad de la Red y mira con esperanza el crecimiento de movimientos tecnológicos y creativos que fomentan la difusión libre del conocimiento para miles de millones de personas de todo el mundo.
Transcripción
Durante toda mi vida ha habido mucha gente que destacaba a la hora de enseñarte a hacer algo. Déjame hacer una elipsis al presente, porque hay algo que merece la pena contar. Yo trabajo para Google y me apasiona el buscador de Google, lo uso a diario. Mucha gente decía que los jóvenes acudían a YouTube cuando aprender algo, y yo pensaba: “Bueno, ya crecerán y acabarán yendo al buscador de Google”. Pues un fin de semana, mi mujer y yo quisimos hacer una receta con berenjena. No sabíamos cómo hacerla, ya la habíamos probado y nos encantaba, y dijimos: “Igual estos jóvenes tienen razón”. Así que me metí en YouTube y puse: “Cómo cocinar berenjena”, y encontré como diecisiete tutoriales de cómo cocinarla, incluso la berenjena esta fina, larga y gris, que nunca la había visto, yo conozco la típica berenjena más oscura y gorda. Así que nos pusimos y conseguimos cocinarla estupendamente.
La razón por la que te cuento esto es porque es una prueba del «aprendizaje a la carta”. Mucha gente te contará una historia parecida cuando quiso reparar algo, por ejemplo, “cómo reparar tal cosa”. Es increíble la cantidad de gente que se toma la molestia de hacer un vídeo para enseñarte a hacer algo. Creo que, en muchos aspectos, es algo totalmente novedoso de nuestra civilización, porque, literalmente, existen miles de millones de personas conectadas y esas personas no están en tu barrio o en tu entorno. No puedes encontrar la respuesta de forma local, pero la puedes encontrar online. Y creo que es asombroso. El aprendizaje a la carta puede ser una pieza clave para el futuro de la educación.
El proyecto ARPANET, que fue el predecesor de Internet, diseñó una red de conmutación de paquetes y, para hacer una analogía, si coges una postal, ¿de qué consta?, de una dirección, un remitente y cierto contenido. La metes en un buzón y asumes que el servicio de correos la enviará a la dirección adecuada, aunque no está garantizado, esto se llama comunicación de “mejores esfuerzos”. Primera analogía, tenemos postales y tenemos paquetes de Internet. Segundo, si metes dos postales en el buzón dirigidas a la misma dirección, no necesariamente saldrán en el mismo orden que tú las introdujiste. Esto también ocurre en los paquetes de Internet. Por último, existe la posibilidad en Internet de introducir un paquete de información y extraer dos. Hasta donde yo sé, Correos no ofrece ese servicio. No es un sistema fiable ni te asegura nada si pierde o duplica información, por lo que debes estar pensando: “¿Por qué iba a querer un sistema así entonces?”. Y la respuesta es que cuando tú pones otra capa de disciplina por encima, lo llamamos “protocolo de transmisión”, numeras todos los paquetes y si se queda fuera de servicio, los almacena y, si se pierden, los reenvía. Y este es el sistema de arquitectura de capas que sí que lo fiable al final. Si piensas en el sistema de la postal y reflexionas sobre cómo lo usarías para una comunicación fiable, ahí tienes la idea de cómo funciona Internet. Volviendo al tema principal, hemos tenido muchas experiencias con ARPANET antes de que Bob y yo fuéramos a Stanford en la primavera del setenta y tres para diseñar lo que hoy conocemos como Internet. Y eso estuvo motivado por otro problema práctico. Nada de esto viene por ciencia infusa, sino que viene tras enfrentarnos a un problema y a cómo solucionarlo. En eso consiste la ingeniería. La ingeniería convierte la ciencia ficción en realidad.
Pues Bob vino a mi laboratorio en Stanford y me dijo: “El ARPANET fue un éxito y tuvimos estas aplicaciones, pero ¿cómo podríamos aplicarlo en comando y control, que era lo que Paul Baran intentaba hacer en los sesenta?”. Eso tenía implicaciones y me gustaría enfatizar en que muchas veces el problema dictamina cuál puede ser la solución. En este caso, Bob dijo: “Si vamos a utilizar ordenadores en comando y control, deberán estar en barcos en el mar, en aviones y en todo tipo de vehículos, pero el diseño original de ARPANET era para ordenadores fijos en laboratorios cerrados”.
Y empezó a trabajar ya entonces en una red de conmutación de paquetes de radio y en un sistema de satélite para la comunicación entre barcos y entre barco y costa. Cuando lo presentó en Stanford, decía: “Tenemos estos tres tipos de redes y tenemos que descubrir cómo interconectarlas de una manera uniforme. Ah, por cierto, en esta misma calle, en el centro de investigación Xerox Palo Alto, Bob Metcalfe está inventando el Ethernet”. Ya teníamos cuatro sistemas de conmutación de paquetes. Cuando empezamos a trabajar en ello, el problema ya dictaminaba cuál iba a ser la solución. Estoy seguro de que no quieres que entre en detalles, pero me gustaría destacar la importancia de prestar atención a las limitaciones de un problema porque te suelen dar diferentes formas de solucionarlo. Así nos fuimos acercando a la arquitectura de Internet, a partir de la naturaleza del problema.
De hecho, fue muy inteligente, dijeron: “Lo financiaremos todo, no escondáis vuestros resultados, compartidlos para que podamos avanzar más rápido”. Ya tuvimos experiencias sobre cómo la gente usaba la red, evidentemente, el correo electrónico ya existía y las listas de distribución mediante correo eran cada vez mayores. Una de las primeras que recibí era sobre amantes de la ciencia ficción, porque claro, éramos ingenieros, algo frikis y discutíamos sobre quién era el mejor autor. siguiente que recuerdo era del Yum-Yum, la lista de distribución de esos restaurantes. Ya habíamos visto las posibilidades sociales de Internet desde el comienzo. Yo anticipaba cosas así, ahí no pensaba que iba a estar disponible para el público general. Y en mil novecientos ochenta y ocho, empecé a preguntarme cómo podría hacerse, porque, hasta esa fecha, todas las redes de Internet estaban financiadas por agencias gubernamentales. En Estados Unidos, había cuatro.
Estaba el primitivo ARPANET, del Departamento de Defensa, el internet de la NASA, el del Departamento de Energía y la Red de la Fundación Nacional de Ciencia como backbones, que daban lugar a doce redes diferentes de nivel intermedio que daban servicio a tres mil universidades. Ya teníamos un gran número de redes, pero todas pertenecían al gobierno. Tenías que estar en un proyecto del gobierno para tener acceso a ellas o estar becado de alguna forma por alguna agencia gubernamental de investigación. Así que, en mil novecientos ochenta y ocho, empecé a preguntarme si aquello era posible para el público general y asumí que el gobierno no iba a pagar por el uso individual, por lo que tendría que haber un motor económico que sufragara todo. Pensé: “¿Cómo vamos a convencer al sector privado de que la red de conmutación de paquetes son una buena inversión?”. Así que conseguí el permiso del gobierno de Estados Unidos para conectar el sistema de correo de MCI a Internet como un experimento técnico, pero la razón real era romper la barrera de que el tráfico comercial no podía circular por los backbones del gobierno, y me dejaron hacerlo.
Y en mil novecientos ochenta y nueve anunciamos que teníamos este sistema interconectado con el sistema de correo de MCI. En cuanto se hizo público, Telemail, Ontime, CompuServe, todas estas empresas privadas de correo que estaban desconectadas, se conectaron a Internet y se dieron cuenta de que había clientes que estaban atrapados en pueblos pequeños y que, de la noche a la mañana, podían comunicarse con cualquier persona gracias a Internet. Ese mismo año, nacieron tres empresas proveedoras de servicios de Internet, UUNET, PSINet, y Surfnet en California. En mil novecientos ochenta y nueve empezamos el camino de la comercialización de servicios de Internet y el resto es historia. Tengo que decir algo que quizá no entra del todo ahora, pero el siguiente gran hito que ocurre es Tim Berners-Lee, que estaba en el CERN e inventa esta cosa llamada World Wide Web y la anuncia en diciembre del noventa y uno y prácticamente pasa sin pena ni gloria excepto para dos tipos del Centro Nacional de Aplicaciones Computacionales en la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, Marc Andreessen y Eric Bina, que vieron este cúmulo de páginas de texto y dijeron: “¿Y si creamos una interfaz de usuario gráfica?”.
Y lo hicieron, la llamaron Mosaic, un navegador que se descargó más de un millón de veces. Y un señor llamado Jim Clark, fundador de Silicon Graphics, dijo: “Madre mía, esto es algo grande”, y fichó a Marc Andreessen y Eric Bina, los llevó a la costa oeste y fundaron Netscape Communications en mil novecientos noventa y cuatro. Un año después, salieron a bolsa, sus acciones se dispararon y la bomba estalló. La gente tiraba el dinero a cualquier cosa que tuviera que ver con Internet. Y en abril del 2000, todas esas startups se quedaron sin dinero y aquello colapsó. Los CEO se preguntaban qué pasaba. No habían entendido la diferencia entre capital, que es finito, e ingresos, que debían ser constantes. Pero las redes siguieron creciendo. Y en 2007 ocurre otro gran hito. ¿El qué? Pues lo que tienes en el bolsillo o en el bolso. Steve Jobs anuncia el iPhone y deja a todo el mundo de piedra porque es una tecnología que aúna dos cosas. Hace Internet accesible desde cualquier lugar si tienes cobertura, y hace al móvil más útil porque todo el contenido de Internet está ahora en la palma de tu mano, sin contar la otra cosa maravillosa que es tener una cámara incorporada, poder sacar fotos y vídeos y subirlos a YouTube u otras plataformas.
Ese es, probablemente, el siguiente gran hito que ocurre. Y yo no predije nada de todo esto, pero sí por una cosa. Bob y yo tuvimos mucho cuidado cuando diseñamos todo esto en hacerlo todo lo abierto que pudiéramos para que otros pudieran aplicar nuevos protocolos o nuevas aplicaciones. Lo hicimos extensible en términos de nuevos protocolos paralelos en capas horizontales y nuevas posibilidades en las verticales, que es como se creó la World Wide Web. Tim Berners-Lee puso HTTP encima de TCP IP y funcionó. Y hoy en día, en dos mil veinte, sigue siendo cierto que la gente puede extender en ambas direcciones la funcionalidad de Internet y por eso sigue premiando la creatividad humana una y otra vez.
No es nada descabellado pensar en cosas que, aunque no sepamos cuáles serán, nos cambiarán la vida y, como consecuencia, habrá que adaptar nuestras habilidades a estas nuevas demandas y requisitos. Voy a darte un ejemplo. Ya se están construyendo robots, ya sean robots móviles con brazos y piernas o máquinas robóticas que construyen cosas como los coches de Tesla. Esos robots han reemplazado a la mano de obra humana. Sin embargo, han creado una oportunidad para nuevos trabajos, porque alguien tiene que diseñar los robots, mantenerlos, programarlos y demás.
Todo eso son nuevos trabajos. Lo que significa que tendremos que aprender nuevas cosas para seguir. Tampoco podemos volver a la escuela. Antes, ibas a la escuela, aprendías, ganabas dinero y te jubilabas. Cuando la fase de ganar dinero se extiende sesenta, setenta u ochenta años, vas a tener que seguir aprendiendo para seguir cobrando. Así que tendríamos que seguir yendo a la escuela y aprender cosas nuevas y creo que Internet tiene mucho que decir al respecto. Ahora más que nunca, por la pandemia, hemos visto que los docentes no disponen de las mejores herramientas para la enseñanza online, no son ideales para la docencia. Los webinars están de moda, pero no se consigue la misma dinámica que la que consigues con un grupo de gente sentado en una mesa y discutiendo sobre un problema. Creo que Internet tiene mucho que decir, puede revertir el concepto de enseñanza.
En la universidad de Stanford y en muchas otras han terminado por decirles a los estudiantes que vean los vídeos de las clases, vídeos que pueden ver todas las veces que quieran. El profesor no creo que esté por la labor de repetir la clase, pero para eso está el vídeo. Después, se juntan en clase, en caso de que no haya pandemia, y tratan los problemas juntos. Dan la vuelta a la experiencia educativa. En lugar de escuchar la clase y hacer los deberes en casa, escuchas la clase en casa y haces los deberes en el aula. Creo que esta reversión tiene mucho futuro, creo en el aprendizaje online. Creo en la eliminación de la distancia y en la oportunidad de tener acceso a cualquier contenido en cualquier lugar para desarrollar tu propio aprendizaje. Ese es el primer papel que puede tener Internet. El segundo es la de acceder a la información de manera instantánea, que es similar al aprendizaje a la carta en la medida en que accedes al contenido cuando lo necesitas. No sé si te pasa, pero yo escribo mucho y no puedo escribir sin estar conectado. Estoy a mitad de una frase y necesito comprobar un dato y mi memoria, seamos claros, empeora con el tiempo. Por lo que tener acceso a esta información en cuanto la necesitas es tan cómodo que estoy seguro de que será todavía más clave en el futuro.
Desde tu punto de vista, todo parece igual porque se controla desde un portátil, que es probablemente lo mismo que harías si estuvieras en un laboratorio real, un portátil que lo controla con un programa. Podemos crear estos falsos entornos y mezclar el mundo real y el virtual y creo que, para ciertos tipos de disciplinas, podría funcionar. No es lo mismo que estar en un laboratorio mezclando compuestos químicos y oliendo el ácido sulfhídrico, que huele a huevo podrido, no te lo recomiendo, pero ocurre. Así que tenemos esta posibilidad virtual.
Por otro lado, y creo que es importante, mucha investigación se ha llevado a cabo compartiendo datos, compartiendo procesos, programas, algoritmos, ese tipo de cosas. Y estamos empezando a ver avances rápidos en resultados científicos porque la gente tiene acceso al trabajo de los demás, no solo a los artículos publicados que, por supuesto, son muy importantes, sino también al software y a los datos que se han ido obteniendo. Y se pueden crear archivos que pueden ser utilizados una y otra vez o experimentos que pueden repetirse. Creo que es un avance en el conocimiento científico. Internet tiene mucho peso ahí y estoy seguro de que muchas otras ideas vendrán, en las que no he pensado, que mejorarán el uso de esta tecnología.
Tenemos que llevar a cabo políticas que fomenten que el sector privado invierta en tecnología, necesitamos acciones como que el gobierno sufrague parte del coste o ayude a la gente que no se lo puede permitir. Hay un sinfín de políticas que se podrían llevar a cabo para reducir esas brechas. También tenemos mucho trabajo en la divulgación del trabajo en un contexto de tecnología online. Y también es una oportunidad para todo el mundo para tener trabajos que apuesten por el mundo online en lugar de estar atrapado en un trabajo que no pueda realizarse porque no se puede hacer online. Todavía hay muchas cosas que hacemos en el mundo real, cortarse el pelo, aunque yo no tenga que preocuparme por ello, ir a un restaurante de cena, etcétera, servir a otras personas. Es decir, hay trabajos que tenemos que proteger y, para ello, acabar con la pandemia. Internet y la tecnología tienen mucho que decir para solucionar ese problema. Ahora que tenemos una vacuna y empezamos a vacunarnos, espero que la situación mejore.
Habrá otras pandemias y espero que aprendamos de esta y que apliquemos las herramientas que tenemos ahora de una forma mejor de lo que lo hemos hecho ahora y no experimentemos todas estas desorganizaciones, pero la inclusión, por volver a la pregunta, es vital para asegurarse de que cualquiera que necesite usar estas tecnologías pueda hacerlo para hacer del mundo un lugar mejor.
Estas son las mismas cuestiones que se plantean a menudo los científicos. Fíjate, imagina que eres científica y tienes una teoría sobre cómo funciona algo. Pero como científica, tienes que poder probar tu teoría, así que haces un experimento que, si no consigue demostrar tus predicciones, tendrás que volver atrás, replantear tu teoría. Después, haces otro experimento y obtienes resultados, pero resulta que algunos de esos resultados no encajan con tus predicciones. Lo primero que haces es plantearte si el experimento salió mal. Y cuando te convences de que el experimento no salió mal, tienes que volver al inicio y plantearte por qué tu teoría no predijo esta parte de resultado. Si eres una buena científica, adaptarás tu teoría a estos resultados. Pero déjame decirte lo que ocurre. Eres científica y yo acudo a pedirte consejo. Así que voy, te digo que tengo un problema y te lo cuento. Tú me aconsejas que debo hacer algo, X. Yo te lo agradezco un montón y sigo con mi vida, pero diez años más tarde, vuelvo y sigo teniendo ese problema, ¿qué puedo hacer? Y lo que me propones es que, tras diez años de estudio y habiendo redefinido tu teoría, ahora debería hacer Y en lugar de X. Eso provocará en mí una de dos reacciones. La primera es: “Ah, gracias, ahora tengo el resultado de diez años de investigación, haré Y”. La otra reacción es: “O sea, que me mentiste hace diez años, no voy a creerte ahora porque me mentiste entonces”.
Por desgracia, hay una parte de la población que se comporta de esta manera. No entienden que la ciencia no es una verdad absoluta, sino la mejor aproximación que tenemos a la verdad actualmente. Tenemos que conseguir que la gente lo entienda. Tienen que comprender la idea de que la mejor aproximación no necesariamente es siempre la más precisa. Una vez que esto se acepte, si se acepta, que la gente podrá lidiar con la desinformación mucho mejor porque entenderán estas dinámicas. Eso hará que la gente sea un poco más científica.
En primer lugar, creo que enseñar a la gente programación es una forma de enseñar también pensamiento crítico, porque cuando te enfrentas a un problema en programación, tienes que desarticularlo entero y entender las dinámicas y los requisitos del código desde los cimientos y reensamblarlo entero, eso es la ingeniería de sistemas. Es un ejercicio de reflexión muy útil, lo puedes aplicar a cualquier cosa, marketing, ventas, fabricación, cualquier cosa que requiera un análisis puede beneficiarse de este tipo de habilidades. Así que creo que todo el mundo debería probar la programación. También tienen la experiencia de cometer errores, que nosotros llamamos “bugs”. Y no son fáciles de encontrar. A veces son fallos tontos, otras veces, muy sutiles. Y creo que cualquiera debería experimentar lo complicado que es encontrarlos, así podrían apreciar, en primer lugar, qué implicaciones tendrían y también se darían cuenta de que un fallo de diseño en un programa es el mismo tipo de problema de diseño en un programa de marketing o cuando estás escribiendo un libro y ya tienes el argumento y se te desordena totalmente y tienes que reordenarlo.
Eso, por un lado. Estoy totalmente de acuerdo en que no deberíamos enseñar exclusivamente ciencias, matemáticas e ingeniería sin humanidades. Cuando estaba estudiando en Stanford, daba una clase que siguió durante muchos años llamada “Civilización occidental”. Ahora miro atrás, yo sabía la importancia que tenía porque sabía que, en mi carrera, no tendría tiempo de leer a los clásicos y agradecí de verdad que se me exigiera esa asignatura. Pero ahora, mirando atrás, ojalá hubiera incluido también civilización oriental junto a la occidental, como se hace a día de hoy. Creo que la asignatura abarca mucho más de lo que abarcaba hace cincuenta años, y aprender y entender las humanidades es muy importante. Fíjate cuántos matemáticos o físicos son también músicos, por ejemplo. Posiblemente, es porque las matemáticas y la música comparten mucho contenido, pero soy un férreo defensor de la mezcla de ambas y te agradezco que me lo hayas preguntado.
Esto puede ser un problema con los bits que se almacenan correctamente en algunos medios, no saber cómo están codificados. Pensemos un momento, las imágenes tienen un código digital concreto, el .jpeg y otros tantos que son estandarizaciones para representar imágenes y tú tienes un software que decodifica correctamente esos píxeles y los traduce en píxeles que tú puedas ver. ¿Qué pasa si el software que interpreta esos bits no funciona en los actuales sistemas operativos y ordenadores que tenemos? Solo tendríamos un montón de bits. O peor. ¿Y si tenemos una hoja de cálculo y la única forma de poder entender y utilizar esa hoja de cálculo es con un programa como el Microsoft Excel, por ejemplo, para poder utilizar esos bits que te muestran la hoja de cálculo y su funcionamiento?
Si no existe ese software, todos esos bits que antes almacenabas y que eran útiles ya no lo son. La gente tiene trillones de fotografías en sus móviles. Esas fotos están almacenadas en la nube o en el mismo móvil o quizá en ambos sitios. La cuestión es ¿qué te asegura que seguirán disponibles para tus hijos, nietos y bisnietos? Sabemos que podemos imprimir fotos y que duran ciento cincuenta años, aproximadamente. Pero no hay ningún medio digital que yo sepa que dure tanto tiempo. ¿Cómo llevamos a cabo un proceso que sea asequible y sostenible y que copie toda la información necesaria en nuevos medios y que asegure que el software que puede interpretarlas esté disponible? No hay una solución mágica. Tenemos que fijarnos en modelos de negocio que sean sostenibles y que nos permitan esto. Si copias algo en tu disco duro y lo guardas bajo llave y esperas que la información siga ahí, aunque siga, imagina que tienes un conector físico, te garantizo que, en la historia de la informática, los conectores no dejarán de cambiar, cosa que me vuelve loco.
Seguro que hay motivos de peso para ello, existe el USB, el USB-C, micro USB y los miles de adaptadores, pero, a veces, ya no funcionan. Yo no creo que tengamos un sistema que asegure el mantenimiento del contenido digital a largo plazo. Y creo que es un problema que debe tratarse. Hay algunas empresas que ya están empezando a planteárselo en términos de siglos en lugar de décadas. Sigue siendo un problema, sí.
Creo que las escuelas necesitan separarse un poco de la clase magistral y acercarse más al concepto de «aprender haciendo». “Vamos a hacer X”. Y puede que X sea algo analítico, no tiene por qué ser algo físico, pero intentar hacer algo es mucho más importante que oír cómo se hace. Evidentemente, todo tiene que empezar por alguien diciéndote: “Esto tienes que hacerlo así o te quemarás o harás estallar el laboratorio”. Pero la parte importante es intentar hacer algo. A veces, consiste en escribir una tarea en lugar de leer el trabajo de otro. Intentar escribir algo te enseña lo difícil que es escribir una frase coherente, escribir una tesis, razonar de manera ordenada o dar con un argumento creativo que suficientemente complejo para mantener a la gente interesada leyéndolo hasta el final del libro. Pero hay que intentarlo. Eso es lo que marca la diferencia. Ese es el tipo de cosas que introduciría en la educación.
Sospecho que, si hubiera algún profesor entre nosotros, me diría que eso es lo que ha intentado hacer lo últimos doscientos años. Tenemos que ayudarlos. Y aquí entra otra vez el feedback. Los profesores necesitan ayudarnos a entender qué es lo que deberíamos hacer para facilitarles ese tipo de enseñanza. Aunque yo no tenga las respuestas para ello, los profesores sí, creo que deberíamos preguntarles.
También tenemos el episodio de Italia donde los hospitales necesitaban respiradores y, de nuevo, unos adultos juntaron su conocimiento en Internet y solucionaron el problema. Hemos visto un montón de ejemplos increíbles de gente creando equipos de manera remota por todo el mundo, compartiendo conocimiento gracias a Internet y haciendo del mundo un lugar mejor. Me gustaría que nos dieras tu opinión para cerrar esta maravillosa entrevista sobre estos fenómenos que hemos presenciado.
Lo que me imagino que vendrá es que veremos una aplicación de la impresión 3D en robótica de una manera interesante. Imagina que tienes una fila de impresoras 3D que utilizan materiales diferentes, e imagina un robot que puede ir moviendo esos productos parcialmente impresos entre las diferentes y consigues que los posicione de la manera correcta. No es tan sencillo como parece preformar una cosa parcialmente hecha y meterla en una plantilla de la manera correcta para que la siguiente impresora 3D pueda añadir sus impresiones en la parte adecuada. Tal y como están programadas estas impresoras, tienes que escribir un algoritmo que describa lo que deben hacer y lo puedes compartir con cualquiera en Internet. Y tenemos estos diseños de código abierto como GitHub o getLab, que tiene más que ver con productos de software, pero cualquier cosa programable puede figurar en el archivo y tú puedes descargarla y cargarla en tu impresora 3D para que la imprima.
Es lo mismo que ocurrió con la World Wide Web, aquí tenemos una analogía. Cuando apareció, no existía la figura del webmaster, pero ocurrió que los navegadores tenían la habilidad de mostrarte el hipertexto marcado que producía la página y eso era increíble. Significaba que podías trastear con el código HTML, cambiarlo, probar nuevas cosas y mostrarle al mundo lo que habías hecho. Eso desembocó en que cualquier webmaster enseñaba a otro webmaster nuevas funcionalidades de este ámbito y que, finalmente, se diseñaran herramientas para hacer más sencillo ese trabajo con HTML. El movimiento maker tiene mucho que ver porque permite compartir mecanismos con los que se hacen esas cosas y, así, aprender todos de todos. Y, de nuevo, también podemos tener esa perspectiva no solo en cosas físicas, sino en el conocimiento compartido para que avance la ciencia, la tecnología, que mejore la habilidad de la gente en la cocina o su habilidad para escribir y compartir información. Si normalizamos la noción de aprendizaje colectivo, creo que nuestra sociedad habrá ganado mucho.