COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

El objetivo no es la cima, es el camino

Millán Ludeña

El objetivo no es la cima, es el camino

Millán Ludeña

Deportista extremo y conferenciante


Creando oportunidades

Millán Ludeña

Millán Ludeña, ecuatoriano y atleta extremo, se ha convertido en un referente global al alcanzar límites insospechados. Ha corrido en escenarios tan dispares como el Sahara y la Antártida. Sus historias, que comparte con pasión, mezclan aventura, motivación y ciencia del rendimiento humano, ayudando a desafiar límites y alcanzar metas.

A lo largo de su trayectoria, Ludeña ha llevado el cuerpo y la mente a condiciones extremas, convirtiendo cada desafío en una lección de resiliencia, disciplina y crecimiento personal. Su experiencia como deportista le ha permitido explorar no solo los confines del planeta, sino también los de la voluntad humana, inspirando a miles de personas a aceptar la imperfección, disfrutar el camino y valorar en quiénes nos convertimos mientras avanzamos.


Transcripción

00:03
Millán Ludeña. Yo soy Millán y hace diez años decidí no vivir condenado en el éxito. Y fíjate que es medio a contracorriente esto, porque normalmente buscamos el éxito. Y yo me doy cuenta alguna vez que mi definición de éxito en su momento era conseguir lo que yo quería hacer. Y hay momentos que cuando lo consigues, no lo quieres. Y ya es muy tarde. Ya pasó el tiempo. Y ahí me di cuenta que quizás había otro concepto que me interesaba más: ser feliz. Y para mí, éxito podría ser el hecho de conseguir lo que quiero y felicidad, querer lo que acabo de conseguir. Y ese balance interesante entre ser felizmente exitoso o exitosamente feliz, a mí me interesó muchísimo. Porque fíjate que uno se siente exitoso cuando se siente en plenitud. Y tú estás en plenitud cuando eso se basa en una buena base de felicidad. Y no lo digo yo, ya lo dijo Aristóteles hace unos cuantos años: “El fin último del humano es buscar la felicidad”. Yo lo encontré y años atrás estaba en Ecuador pretendiendo correr mi primera carrera de montaña. Yo quería correr diez kilómetros y terminé en una ruta de cincuenta kilómetros. Y como nunca había corrido diez y nunca había corrido cincuenta, lo único que pasaba en mi cabeza era: “Guau, ¡qué diez kilómetros tan largos!” Y yo seguía y seguía y seguía y seguía y ya no corría, ya caminaba, ya me quejaba, ya empezaba a gatear y toda la cosa… El punto es que la pude terminar y cuando la terminé dije: “A ver, un ratito, porque yo quería correr diez kilómetros y al final he podido correr cincuenta”. Y marqué mi nuevo karma de vida y dije: “Yo no vuelvo a correr o yo no vuelvo a hacer en mi vida nada con lo que no me asuste”. Así lo planteé. Me voy a ir un poco más atrás a mi infancia. Yo soy de Ecuador y me crié en un barrio marginal. En un barrio en donde fácilmente está el 40% de la población latinoamericana. Fácil. Si yo habría sido peruano, seguramente habría aparecido en el Callao. Si hubiese sido argentino, seguramente en Villa Fiorito o en Villa 31. Si hubiese sido mexicano, en Tepito o en Juárez, tal vez. El hecho es que también me crié en un barrio marginal. Y en estos barrios, fíjate, tienes todo para pensar que nada vale la pena. Nada. Problemas de drogas, pandillas, limitación en educación, en salud, en seguridad, en fin, tienes todo. Y tú vas concluyendo de a poquito siendo niño, que está bien para los otros, menos para ti. Algún día, diez años, me diagnosticaron epilepsia. Y mi mamá me dio la definición de epilepsia en casa. Yo ya conocía al menos la palabra célula y me dice: “A ver mijito, usted tiene epilepsia y eso significa que las células en tu cabeza se mueven más rápido. Y si se mueven más rápido, se conectan más rápido. Y si se conectan más rápido, puedes pensar más rápido”.

03:14
Millán Ludeña. Y yo con mis ojazos le digo: “Mamá, ¿o sea que soy inteligente? «Muchísimo más inteligente”. Y yo

06:54
Millán Ludeña. Así me lo planteé. Porque si le echas cabeza, fíjate esto, si yo hubiese conseguido cupo en diez y habría acabado la carrera, siempre habría pensado que acabo de ganar diez y nunca habría pensado que acabo de perder cuarenta. Esa pregunta me la llevé a mi vida propia. Y en la misma metáfora, en la misma analogía, yo estaba en la relación con mi pareja, con mi familia, con mis amigos, en el trabajo era de diez y no de cincuenta. Entonces digo: “Yo no vuelvo a hacer en mi vida nada con lo que no me asusté”. Diez años más adelante he desafiado los lugares más extremos en la Tierra. Corrí, efectivamente, 160 kilómetros en la Patagonia argentina, el lugar más salvaje de América. Luego me voy al desierto del Sahara a pretender correr 250 kilómetros en el lugar más caliente del mundo. Luego, un año más tarde en la Antártida, 100 kilómetros a 40 grados bajo cero. Luego digo: “A ver, si ya corrí en el más salvaje, ya corrí en el más caliente, ya corrí en el más frío, ¿por qué no me voy al sitio más profundo de la Tierra y lo conecto con el punto más cercano al sol?” ¿Ustedes recuerdan a los mineros chilenos, los que quedaron atrapados? ¿Sí? ¿En 2010 habrá sido? Ellos se quedaron a 720 metros de profundidad. 720 metros. Dijo el periodista: “Los estamos sacando del punto más profundo de la Tierra”. Yo, que estaba bien cómodo en mi sofá, me levanté. Y digo: “¿Será el punto más profundo de la Tierra?” La respuesta es que no. El punto más profundo de la Tierra está en Sudáfrica, a 3.563 metros de profundidad. Casi cuatro kilómetros, imagínate abajo. Y yo digo: “Me voy a meter en ese hueco y en un pedazo de un kilómetro, porque había un kilómetro, voy a correr 21 kilómetros. Un medio maratón, como un ratón. 1-2-3-4-5-6-21. Salgo a la superficie y vuelvo inmediatamente hacia el Ecuador. En el Ecuador está el punto más cercano al sol, la cima del volcán Chimborazo, 6.310 metros sobre el nivel del mar. ¿Resumen? 4.000 metros para abajo, 6.000 metros para arriba. Son 10.000 metros. 10.000 metros es de aquí a la atmósfera. Voy a Récord Guinness, lo planteo y digo: “¿Quién lo hizo?” Nos contestan: “No hay humano que lo haya intentado”. Yo, imprudente, como siempre digo: “Mi equipo lo va a hacer”. Nos lanzamos a hacer esta aventura. Hicimos un documental, ya está en plataformas mundiales, y efectivamente relata cómo conecto, por primera vez en la historia, el punto más profundo de la Tierra con el punto más cercano al sol. ¿Para qué lo hice? ¿Para qué lo hice? Al final del día lo estoy haciendo porque me di cuenta que la palabra imposible es precisamente eso, una palabra. Y a veces, la utilizamos como comodín de vida. A veces, la utilizamos como filosofía de vida. A veces, cuando dudamos, no dudamos en decir: “Es imposible”. ¿Sabes por qué? Porque nadie te va a reclamar de que no hayas hecho algo imposible, por definición.

10:24
Millán Ludeña. Por eso, como el cerebro aprende por repetición, repetición, si empezamos a decir que es imposible a todo en tu vida, muy pocas cosas en tu vida serán posibles. Y cuando muy pocas cosas son posibles, tú crees que tu propia vida es chiquita. Porque mentes chiquitas viven vidas chiquitas. Mentes grandes, viven vidas grandes. Y la mente también la podemos entrenar desarrollando nuestra propia confianza. Cuando confías en ti, te empiezas a atrever más. Y esa confianza, esa actualización de autoestima, la podemos hacer desde hoy, haciendo pequeños pasitos. Este chiquito de diez años en Ecuador que había resuelto ir a las pandillas, porque quizás era su única opción en ese momento, tiene dos cosas en común contigo. La primera, todos queremos avanzar en la vida. Con eso satisfacemos nuestra necesidad de crecer en ella. La segunda, todos elegimos siempre nuestra mejor opción. Y con eso resolvemos nuestra necesidad de buscar la certeza, de saber que estamos haciendo lo correcto. Porque nadie se arrepiente de haber hecho lo correcto. Así que yo supongo que tienen varias preguntas sobre estas aventuras. Así que voy a abrir el micrófono, voy a abrir el espacio y encantado de poder compartir con ustedes.

12:16
Sergio. ¿Qué tal? Mi nombre es Sergio Garrido. Es muy inspirador, de verdad, escucharte Millán. Y quería preguntarte, porque hablas de correr en la Antártida, en el Sahara, ¿cuáles han sido esos momentos en donde de pronto has sentido que el miedo o este sentimiento tan inherente al ser humano de sentir miedo en el momento, te hicieron de repente frenarte en algún momento y pensar que no podías seguir?

12:38
Millán Ludeña. Yo viví una buena cantidad de años pretendiendo vivir sin miedo. Yo pensaba que se podía vivir sin miedo. Hasta que me di cuenta que el miedo es una de las seis emociones básicas que tenemos los humanos. Pretender vivir sin miedo implica deshumanizarte. O sea, realmente implica deshumanizarte. Y yo dije: “No quiero dejar de ser humano, quiero ser un gran humano y si eso implica tener miedo, pues tendré miedo”. Lo que sí cambié fue mi relación con él. Hoy yo lo considero un gran asesor en mi vida que se activa cuando algo que considero valioso podría estar en peligro. Entonces hoy escucho cada vez más a mis propios miedos. Los analizo y los reflexiono, y en función de ellos actúo. Ya no es que no quiero tener miedo, ahora lo veo como un gran aliado. Y eso es maravilloso. Porque con eso puedes ir avanzando y siempre con un asesor presente. Yo antes pensaba que las personas que eran valientes era porque no tenían miedo. Hoy ya lo entiendo. Realmente, las personas que somos valientes es porque estamos muertos de miedo. Y desde allí damos el primer paso. Para mí hay dos tipos de personas en la montaña. Cuando nos paramos frente a la montaña, hay un tipo de personas que dice: “¿Cómo lo hago para subir?” Y el segundo tipo de personas dice: ¿Cómo lo hago para bajar?” Que no es lo mismo. Y yo cuando entendí eso dije: “Claro, me voy a brincar la parte y voy a pasar a la parte realmente posibilitadora”. Y empecé a preguntarme: “¿Cómo lo hago para conseguir lo que quiero conseguir?” En ese momento ya no te estás preguntando si lo puedes hacer o no. Sino que te estás preguntando: “¿Cómo creo el abanico para buscar alguna opción para conseguir lo que quiero?” Y eso ya es maravilloso, porque en el camino te vas dando cuenta que vas creando escenarios, que vas creando caminos. Mi mamá tiene una frase que a mí me encanta muchísimo. Es: “Tú te subes al caballo y ahí te acomodas en la silla”. En ese orden. En ese orden. Normalmente tenemos mucho miedo a fracasar porque hemos comprado el modelo de ser perfectos. Los perfectos, por definición, no se equivocan. Yo no sé tú. Yo no he encontrado a nadie perfecto que haga cosas perfectas. Lo que yo sí me he encontrado es a gente imperfecta que hacemos cosas imperfectas con lo que tenemos y desde donde estamos. Y cuando tú haces algo imperfecto, abres todo un mundo de posibilidad, porque ya está la primera versión.

15:43
Millán Ludeña. Desde la primera versión solo puedes subir y mejorarlo y mejorarlo y mejorarlo y mejorarlo y mejorarlo. En ese momento te permites quitarte de la maleta de la perfección y pasar una vida completamente posibilitadora desde el intento. Por eso les contaba que yo decidí hace algunos años no vivir condenado en el éxito, sino realmente, realmente, intentando cosas en la vida. Yo hasta me podría definir que ni siquiera sé si la palabra existe, una especie de ‘intentador’. Yo disfruto mucho intentando el tema. Y esto lo aprendí en la montaña, fíjate. La primera vez que fui a la montaña yo iba caminando y caminando y caminando y caminando y cansándome, cansándome, cansándome, con peso, con peso, con peso. Y lo único que yo tenía en mi cabeza es: “Arriba tiene que valer la pena esto. Tiene que valer la pena. No tendría sentido estar sufriendo tantas horas para nada”. Llegué a la cima. Les voy a hacer un spoiler a los que no han ido a alguna cima de montaña. Hay nada. Nada. Y yo llego y tengo la frustración inmensa de ver nada. Bajo, fastidiado, casi como decepcionado. Y voy bajando, bajando, bajando. Y de repente levanto la cabeza y veo el paisaje más bello que había visto en mi vida. Y me quedé impresionado. Y seguía bajando y seguía viendo un paisaje bellísimo. Y allí entendí. No es la cima, es el camino. Si pones atención en el camino, la cima es lo de menos. Si pones atención en el intento, el éxito es lo de menos. Porque la vida se mide por el camino recorrido, no por lo que llegaste a conseguir. De hecho, no importa lo que vayas consiguiendo, importa la persona en la que te vas convirtiendo. Porque eso es lo valioso. ¿Recuerdan ustedes su gran éxito en la vida? ¿Sí? ¿Cuánto tiempo duró esa emoción? ¿Dos años? ¿Cinco meses? ¿Dos semanas? ¿Dos días? ¿Dos horas? No es mucho. Eso es muy efímero. Es muy efímero. Lo que realmente vale la pena es la nueva persona en la que te has convertido. Entonces, respondiéndote, Sergio, yo creo que el principal desafío es crear un estado emocional tan grande y tan positivo con el que te permitas crear una historia que vale la pena. Cuando tú crees esa historia, efectivamente empiezas a crear toda una estrategia para conseguirlo. Porque no hay estrategia perfecta que pretenda tapar el hueco de una mala historia.

19:00
Millán Ludeña. Nadie va a perseguir lo que no cree que merece. Nadie. Y solo lo vas a creer cuando te cuentas una historia que valga la pena en tu propia vida. Yo le llamaba antes ‘vida’, hoy le llamo ‘existencia’. Porque me di cuenta que cuando hablaba de vida, hablaba de una especie de cosa infinita que nunca termina. Entonces, puedo hacer esto mañana o pasado, o en siete años. Cuando la empecé a llamar existencia, lo vinculé a una especie de inventario. Y un inventario es limitado. Y yo sé que efectivamente tengo una existencia limitada, que no sé qué tan grande es o qué tan chiquita es. Solo sé que está limitada. Y en ese momento, sentarme a reunirme con alguien, tomar un café, tener una reunión, ir a hacer lo que tengo que hacer, es saber que te estoy dando un pedazo de la existencia que me queda. Y ahí agarra todo sentido. Porque empiezas a preguntarte: “¿Qué quiero hacer con la existencia que me queda?” ¿Lo ven? ¿Ustedes recuerdan cuando los celulares estaban arrancando y había estas tarjetitas que tú raspabas y había un código para tener un saldo? Llegaba un mensaje, ¿cierto? Y te avisaba: “Estimado cliente, le falta un dólar”. ¿Qué pasaba en ese momento? Todas las llamadas que ibas a hacer, las reducías a esto. Todo lo que ibas a decir, lo reducías a esto. Te convertías en realmente eficiente con ese dólar. Yo creo que es muy similar a la vida, con dos diferencias. La primera, no hay mensajito que nos avise del saldo. La segunda, no hay recarga.

21:07
Mafer. Hola, ¿qué tal? Un gusto de conocerte. Soy Mafer y bueno, mi pregunta es: ¿cómo te preparas mentalmente y físicamente cuando tienes estas pruebas extremas? Y también, ¿qué nos recomendarías para nuestra vida cotidiana? Gracias.

21:23
Millán Ludeña. Que no vayas al Sahara. A lo mejor estamos de acuerdo con esta frase. Seguramente la han escuchado. La mente todo lo puede hacer. Todo. Yo también la escuché. Solo que alguna vez me pregunté: “A ver, ¿si la mente todo lo puede hacer, de pronto, es un gran negocio entrenar la mente para que pueda hacer más cosas? Y el punto es eso, que entrenamos todo menos nuestra mente. Y la realidad que vives, que vivimos, depende de nuestros pensamientos. Aquí deben haber fácil, fácil, más de mil realidades, unas más bonitas que otras. ¿De qué depende? De los pensamientos que tengamos. Y esos pensamientos de cómo se expresan con las palabras que usamos. Por eso es que el tamaño de nuestra realidad depende del tamaño de nuestra lingüística. Es importantísimo eso. Porque las palabras que usamos, son las palabras con las que estamos definiendo constantemente nuestra realidad. Valdría la pena cuestionarnos: ¿Cuál es la palabra que más uso y cuál es la que menos uso?» Porque efectivamente

24:30
Millán Ludeña. Nosotros debemos tener más o menos unos 90.000 pensamientos al día. 90.000, de los cuales repetimos el 90%. Lo que hoy estás pensando ya lo pensaste ayer, 90%. Imagínate si esos pensamientos no fuesen tan bonitos. Es literalmente vivir una condena. Ahora imagínate si esos pensamientos fuesen bien bonitos. Es literalmente vivir un paraíso. ¿Quién elige qué quiero pensar mañana? Uno mismo. Y yo lo que hice fue organizar mis pensamientos para que el Sahara sea lo más presente en mi vida. Entonces puse toda mi energía a la construcción de este proyecto y ahí me di cuenta de esta maravilla. Como tienes atención, energía y enfoque limitado cada día, tiene todo el sentido del mundo determinar qué es lo que quieres hacer. En economía, en administración, lo llamarían ser estratega. Para mí la definición de ser estratega es que aprendas a descartar. Y no descartar malas ideas, eso es fácil. Descartar también buenas ideas. Entonces, estás siendo estratégico cuando tienes la capacidad de decir no a otras buenas ideas y ser fiel y comprometido a la idea que ya decidiste hacer. No te ves más sexy o bueno, quizás sí, siendo ‘multitasker’. Está bien. El punto es que si vas a pretender conseguir algo grande en tu vida, de pronto un gran negocio es que tengas enfoque. Y para que tengas enfoque tienes que aprender a decirle no al resto. Entonces, cuando yo puse el Sahara por todos lados, lo que estaba haciendo era constantemente tener presente mi objetivo. ¿Qué más hice? Las horas que estaba despierto, cada cuatro horas sonaba mi alarma. Y mi compromiso había sido, durante los dos primeros meses de entrenamiento, cada vez que suene la alarma, yo voy a saber algo nuevo del Sahara. Nuevamente estaba asegurándome que de los 90.000 pensamientos, el que me interesaba en ese momento más esté en los primeros lugares. Así fue como lo hice. Así desarrollé mi enfoque. Como funcionó eventualmente, pues lo hice en la Antártida. Ya se imaginan al otro lado. Ahí estamos hablando de 40 grados bajo cero. El congelador que tienes en tu casa debe estar en -2º, -3º. Esto está a -40º. Y ahí corrimos, ojo, en verano. Aquí se ha registrado la temperatura más fría de la historia de la humanidad, ochenta y nueve grados bajo cero. Entonces, cuando digo -40º suena calentito. No está tan caliente que digamos, solo que es más calentito que -89º. Y fue la misma historia.

27:41
Millán Ludeña. Crea un escenario que puedas replicarlo donde te puedes asegurar que lo que estás persiguiendo esté entre los primeros lugares en tu pensamiento. De hecho, una gran forma de poder descartar es preguntándote: “La opción que tengo al frente, ¿con esa opción me acerco a mi objetivo o me alejo de este?” Cuando lo tienes claro, es muy fácil contestar a esta pregunta.

28:09
Fátima. Hola Millán, ¿cómo estás? Soy Fátima. Gracias por compartir tu historia con nosotros. Y bueno, mi pregunta es que después de tantos logros deportivos, ¿cómo estás manteniendo viva la motivación? Gracias.

28:25
Millán Ludeña. Yo cuando siento que empiezo a levitar me voy corriendo inmediatamente a la montaña. Porque la montaña, para mí, es un gran maestro de vida y no importa qué tan rápido vayas, en algún momento te vas a cansar. Porque realmente es inmensa. Y cada pasito que das en la montaña te das cuenta de lo pequeñitos que somos ante la inmensidad. Y ahí me doy cuenta de dos cosas que para mí me parecen maravillosas. Hay cosas que controlamos en la vida y hay cosas que no controlamos en la vida. Normalmente ponemos nuestro enfoque en lo que sí controlamos. Y lo que no controlamos, pues no controlamos. Me di cuenta, en medio de una gran tormenta en la montaña, que aunque no controlé las condiciones, sí podía controlar mi actitud. Porque la actitud que uno tiene, que tú tienes, es la actitud que quieres tener. Y eso es crear un gobierno propio donde tú gobiernas tu propio destino. Eso es maravilloso. O sea, independientemente a las cosas que hayan ocurrido en nuestra vida, saber que tienes el poder de definir la actitud que quieres tener es maravilloso. Así que la próxima vez que estés molesta, que estés molesto, que sepas que lo estás porque lo estás decidiendo. También puedes asumirlo y es responsabilidad de cada persona. A mí me encantó eso, decir: “Guau, puedo construir mi destino de acuerdo con mis actitudes”. Regreso, con las actitudes estás haciendo el estado emocional adecuado para crear una historia que valga la pena. ¿Quién ha escuchado aquí esta frase que al parecer es muy común? “Somos el arquitecto de nuestro destino”. ¿Ustedes la han escuchado? ¿Sí? En mi país, en Ecuador, es muy común. “Somos el arquitecto de nuestro destino”. Yo creo que está incompleta. Somos el arquitecto de nuestro destino y también somos el albañil de éste. ¿A qué me refiero? Que no es suficiente pensarlo. Esa casa se construye haciendo la mezcla. Cuando mezclas el cemento, la piedra, el agua, unes las varillas…, allí construyes la casa. Y obviamente tiene todo el sentido del mundo hacer una casa desde planificación y desde planos. Estoy de acuerdo. Solo que esta primera parte es completamente insuficiente. Por eso es que soñar es lindo y también condenatorio al mismo tiempo. Para mí, los sueños se contradicen por definición. Uno quiere tener libertad financiera y trabajar poquito. Uno quiere mejorar su estado de salud y comer lo que le da la gana, ¿cierto? Uno quiere tener la energía de increíble y dormir cuando yo quiera. Lo que no se contradice son los planes. Cuando tú tienes un plan es porque has tenido la capacidad de viajar en el tiempo, ir al futuro, verte convertida, convertido, en la persona que te gustaría ser y desde allí conseguir lo que has querido. Como tiene sentido, regresas al presente y lo empiezas a trabajar. Así funciona. Lo empiezas a trabajar. Y cuando tienes un plan, tienes pasos a ejecutar. Entonces no se trata de realmente ver el proyecto muy grande, muy inmenso y todo, sino realmente enfocarse en lo pequeño. Pensar en macro y ejecutar en micro. Así funciona Sahara es una carrera de 250 kilómetros. Yo habré entrenado unos ocho meses para eso.

32:33
Millán Ludeña. Entrenamientos diarios de ocho kilómetros, doce kilómetros, quizás, veinte como máximo. Y cada día que entrené, solo estaba pensando en lo que tenía que hacer en ese momento. No subestimes la capacidad del día presente. No necesitas irte y enfocarte en lo gigante. Necesitas comprometerte con lo chiquito, con lo pequeño. Por definición, los pequeños dan pasos pequeños, no dan pasos de gigante. En algún momento fuiste chiquito y tus pasos eran pequeños. Con esos pasos pequeños empezaste a crecer y la distancia de tus pasos empezó a ser más grande. Así funciona la vida. Es biología. No hay pequeños dando pasos de gigantes. Los gigantes dan pasos de gigante. ¿Cómo se convierte uno en gigante? De pronto es una gran pregunta. Caminando desde pequeño. El primer gran paso es maravilloso. Cuando das el primer gran paso, regreso a Aristóteles, habrás caminado más de la mitad del camino. Y yo soy un creyente. Una vez estaba parado frente a una montaña y yo me acuerdo de haber andado como unos quince kilómetros, tal vez. Y mi cerebro no entendía cómo un paso iba a hacer la diferencia. Un paso de un metro. Y entonces lo empecé a llamar pereza, ocupamiento, cansancio y un poco de cosas para no dar ese paso. Cuando lo di, me di cuenta que nunca había estado tan cerca de la cima hasta ese momento. Ahí está la belleza, en permitirte confiar en los procesos. Confiar en el proceso. Si yo pongo a Dios en un capítulo completamente aparte, yo soy un creyente que el tiempo es el principal juez en nuestras vidas. Con el tiempo, solo con el tiempo, tú te darás cuenta y avanzarás al sitio que te mereces. Porque somos el resultado de decisiones. Decides, actúas; actúas, ejecutas; y eventualmente te vas ubicando en el sitio que te mereces. Así funciona. Cuando yo regresé de la Antártida, y ya me había convertido en una de las catorce personas en el mundo que hemos sido capaces de correr más de 100 kilómetros en el lugar más caliente y más frío, dije: “Ok, ¿cómo lo hago para ir al punto más profundo de la Tierra y conectarlo con el punto más cercano al sol?” Y cuando lo conseguí, bajando de esa montaña dije: “Ok, si ya corrí en el lugar más caliente, en el más frío, en el más profundo y en el más cercano al sol, ¿entonces qué?” ¿Sabes que me pregunté? “¿Cómo lo hago para ir un poquito más cerca del sol?” Y la respuesta quizás es: “Bueno, pues ya te queda el espacio”.

35:56
Millán Ludeña. Siguiente pregunta. “¿Cómo lo hago para ir al espacio?” Fíjate, te brincas la primera, poco o nada importa si es posible o no. Cuando te preguntas cómo lo hago para ir al espacio, ya no te estás cuestionando si es imposible. Y de ahí empiezas a buscar opciones. Esa es la belleza con la mente con la que estamos y vivimos, que tenemos la capacidad de crear opciones. Cuando tenemos opciones y sabemos que somos dueños de uno mismo, realmente podemos elegir el camino que queremos caminar. Diez años, me habían diagnosticado con epilepsia y podría ser fácil el día más complejo de mi vida. Estábamos en el bus, en el camioncito, regresando a casa. Yo estaba sentado junto a la ventana me acuerdo, viendo las calles. Mi mamá estaba aquí al lado y mi mamá me dice, en ese borde cuando quieres llorar y estás siendo valiente, en ese bordecito, en ese tono de voz y me dice: “’Mijito’, usted tiene que aprender a rechazar su destino”. Yo no lo entendí. Lo entendería años más tarde. Cuando tú rechazas tu destino, estás poniendo la decisión de que podrías crear tu propio destino sobre el que la gente cree que tú deberías tener. En otras palabras, cuando tú rechazas el destino que la gente dice que tú deberías tener, te estás permitiendo realmente ser dueño de tu vida. Y desde allí, saber que cada día en tu vida es una oportunidad maravillosa para convertirte en la persona que siempre has querido.

37:57
Megumi. Hola Millán. Realmente está siendo muy inspirador escucharte y, bueno, mi nombre es Megumi.

38:03
Millán Ludeña. Nosotros no atravesamos desiertos ni escalamos montañas, pero estoy segura de que todos tenemos muchos miedos y atravesamos dificultades. Y quería saber qué nos recomendarías tú para esos momentos. Yo estoy seguro que en la vida tenemos oportunidades 24/7. A veces pensamos que son problemas y a veces pensamos que son grandes oportunidades. Y son oportunidades para crecer. No hay forma de crecer desde la comodidad. Hay forma de vivir, de flotar y todo… De crecer no. Y regreso, es un tema biológico. Cuando éramos embriones, por mitosis, dividíamos. Cuando hacemos ejercicio, las fibras tienen que romperse para poder crecer el músculo. Y creo que la vida es así. Hay estos techitos, hay estos tiempos en donde tenemos que tomar decisiones. Y aunque son problemas, cuando los vemos hacia atrás fueron una gran oportunidad. Todos los crecimientos que hemos tenido en nuestras vidas seguramente vinieron de una especie de problema. Porque vivimos constantemente esto que Campbell llama: “El viaje del héroe”. Una vía muy normal hasta que llega el llamado a la aventura. Y ante ese llamado de la aventura, tendemos a rechazarlo porque no nos sentimos listos. Y luego llega el siguiente llamado a la aventura hasta que nos enfrentamos y nos damos cuenta que sí podíamos hacerlo y nos convertimos en otras personas. Y ahí pasamos al elixir de nuestra vida y con las reflexiones y queremos aportar desde la nueva persona que somos. Eso jamás habría pasado. Jamás, si no habríamos tomado el llamado. Jamás. No hay forma. No hay forma. Por eso, esto que en su momento podría llamarse un problema, son oportunidades de vida que realmente Dios las pone en nuestro camino y nosotros somos quienes las tomamos o no. Lo lindo es que con cada oportunidad de vida estamos creciendo. ¿Creciendo hacia dónde? Efectivamente hacia donde queramos. Mi primera carrera en montaña me perdí. Y yo no estaría aquí si no me hubiera perdido. Cuando me fui a la Patagonia, eran 160 kilómetros. ¿Cómo alguien, que solo había corrido cincuenta y por error, ahora estaba corriendo 160 kilómetros? Es como una locura doble o algo así. Entonces me dediqué básicamente a ver lo que la gente hacía y yo estaba copiando. Y si alguien tomaba agua, yo tomaba agua. Si alguien orinaba, pues yo orinaba. Si no tenía ganas de orinar, me quedaba esperando a que termine de orinar. El punto es que estaba copiando todo. 58 horas después pude acabar la carrera. La pude acabar. Y ahí dije: “Guau, claro, las personas realmente crecemos solo cuando nos enfrentamos a nuestros miedos”. Crecemos en la penumbra, crecemos en la incertidumbre, crecemos en el no saber qué hacer.

41:20
Millán Ludeña. Es una maravilla permitirnos hacer eso. La fortuna de poder crecer desde el atrevimiento. Yo no estaría contándote ahora esta aventura, mi siguiente aventura, sino estaría dispuesto a atreverme. Y en ese atrevimiento seguramente hay un precio que pagar. Porque la gran pregunta, que para mí son dos, es, la primera, saber si merezco o no lo que estoy persiguiendo. Nadie persigue en la vida lo que no cree que merece. La segunda, es saber si estoy dispuesto a pagar el precio. Porque, como ya sabremos todos aquí en esta sala, todo tiene un precio. Y a veces, a veces, nos acostumbramos a vivir un poquito gratis. En realidad, pagar el precio significa también ser dueño de nuestra propia vida. Han pasado diez años y yo he terminado corriendo, efectivamente, en los lugares más extremos, más complejos, más salvajes y más atrevidos en la tierra. Y correr en el lugar, efectivamente, en la Patagonia argentina, imagínate en un lugar completamente inhóspito con cero experiencia, metido completamente en una montaña, enterándome que no hay forma de evacuarme, sin mayores elementos técnicos para salir de ahí, atrapado y al mismo tiempo desafiándome a crecer. Un año después estaba en el desierto del Sahara. 250 kilómetros, en siete días, solo cargas una mochila que quizás tiene unos 15 o 14 kilos de peso, donde llevas tu comida, tus cosas, no te dan agua porque te dan agua en la carrera, ni medicina y ahí vas avanzando pasito a pasito, entendiendo que la única forma en la vida quizás es seguir avanzando. A veces uno elige el plan B porque el plan B existe. El plan B siempre es más chiquito, más fácil, más inmediato que el A. El problemita es que cuando estamos en el B, hay un C, que es más chiquito, más fácil, más inmediato que el B. Y así terminamos en el F, consiguiendo metas nivel F y viviendo una vida nivel F, deseando la vida nivel A. Entonces, cuando uno quiere vivir una vida a nivel A, asegúrate de estar parado construyendo y ejecutando el plan A. Porque cuando uno le coquetea a todo el abecedario, ocurren dos cosas. La primera, cada una de estas letras recibe un poquito de energía. Sí. La segunda, ninguna de estas letras recibe la energía suficiente para realmente convertirlo en algo de verdad. Porque estamos muy enfocados en ser exitosos.

44:30
Millán Ludeña. Lo que no nos estamos preguntando es: ¿de qué tamaño es el proyecto que estamos persiguiendo? Fíjate en esto, si yo lo defino como éxito, el hecho de conseguirlo, voy a intentar siempre hacer algo que entre más chiquito sea, más posibilidades de éxito voy a tener, porque más posibilidades de conseguirlo voy a adquirir, ¿cierto? Entonces, como yo quiero ser exitoso, lo que hago es reducir el tamaño del proyecto para concluirme exitoso. ¿Qué pasaría si en lugar de reducirlo me permito soñar y ampliarlo y paso del éxito al intento? Cuando tú intentas algo, activas nuevamente tu capacidad de la ilusión. Yo he escuchado últimamente que la ilusión está mal vista y dicen: “Ay mírala, que ilusa, que iluso”. El hecho real es que todo lo que hemos conseguido en la vida en algún momento no existió y solo hicimos existir porque tuvimos la ilusión, la ilusión de pensar que sí lo podíamos conseguir. Así que, sugerencia, permitámonos volver a soñar, volver a ilusionarnos, volver a emocionarnos con la tan simple idea de saber que eso que siempre hemos querido lo podemos obtener. Y esa persona que siempre hemos querido ser, también podemos hacerla desde la definición de éxito y de reto. Porque como yo lo digo en mis conferencias en el mundo: “Si el reto, si el reto, no te hace temblar las piernas, no es lo suficientemente grande para ti”. Deja de llamarle reto a cualquier cosa, porque a partir de ahora serás tú quien va a definir qué quiere hacer con sus propios límites. Muchísimas gracias. Muchas gracias por la invitación. Gracias. Muchas gracias. Gracias.