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El increíble poder de nuestros sentidos

Diego Golombek

El increíble poder de nuestros sentidos

Diego Golombek

Biólogo


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Su capacidad para comunicar ciencia de manera accesible y entretenida, ha convertido a Diego Golombek en uno de los científicos más queridos y respetados de Argentina. Según afirma: “La ciencia está en todos lados, en la vida cotidiana. La ciencia es eso que te pasa cuando no te das cuenta”. Golombek es doctor en Ciencias Biológicas y especialista en cronobiología, la disciplina que estudia los ritmos biológicos en los seres vivos, sus alteraciones y los mecanismos de regulación; como el sueño, la actividad cerebral o el sistema endocrino. Asegura que los seres humanos somos “un cerebro con patas, pero también un reloj ambulante”, refiriéndose a la importancia de estos ritmos a la hora de planificar nuestras vidas: “El sueño es tan vital como comer. Es fundamental escuchar nuestro reloj biológico y aplicarlo en nuestra vida”. Diego Golombek defiende con fervor el poder de la curiosidad y el pensamiento científico: “Si uno piensa científicamente, cae un poco menos en los sesgos, es menos prejuicioso, no acepta cualquier argumento, pide evidencia”. Para él, esta forma de analizar la realidad influye en la empatía y en la forma que entendemos el mundo: “Eso nos hace ser mejores ciudadanos y mejores personas”, concluye.

Diego Golombek es licenciado y doctor en Biología de la Universidad de Buenos Aires. Es investigador superior del CONICET, profesor en la Universidad de San Andrés y profesor titular en la Universidad Nacional de Quilmes. Fue Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) y presidente de la Sociedad Argentina de Neurociencias. Ha publicado alrededor de 180 artículos científicos y 20 libros, y realizado ciclos televisivos y exposiciones interactivas. Recibió, entre otros, el premio nacional de ciencias “Bernardo Houssay”, la beca Guggenheim, el premio Konex de Platino en comunicación, el Premio Latinoamericano de Popularización de las Ciencias y la Orden de las Palmas Académicas del gobierno de Francia. Ha sido nombrado personalidad destacada de las ciencias en la ciudad de Buenos Aires, y coordinó el Programa Nacional de Popularización de Ciencia e Innovación. La UNESCO le otorgó el premio Kalinga, la mayor distinción a nivel mundial en popularización de la ciencia.


Transcripción

00:13
Diego Golombek. Muchas muchas gracias por estos aplausos tan científicos, tan espontáneos por otro lado, pero científicos, sí, porque los aplausos también son científicos. Lo que yo les quiero contar es que la ciencia está en todos lados. No está solamente en los recuerdos que tenemos de la escuela, en los libros de texto o en los laboratorios, donde hacemos cosas raras, sino que está en cada uno de ustedes, en cada una de ustedes, en el micrófono por el cual estoy hablando, en estas luces, estas cámaras, los asientos que tienen, la ropa que tienen… Y también esos aplausos. Recién estaba pensando que es raro hablar de ciencia. La ciencia no se habla, la ciencia se hace. Es un oxímoron decir que hablamos de ciencia. ¿Y cómo se hace? Con experimentos. Me acompañan con un primer experimento que pensé recién mientras estaba entrando y es verdad esto. Les pido que nuevamente aplaudan hasta que yo les diga que paren de aplaudir. Adelante, aplaudan. Sigan, sigan, sigan. Un poquito más. Listo. Funcionó perfectamente. ¿Alguien se dio cuenta de qué funcionó? ¿Por qué les hice aplaudir y por qué les pedí que siguieran un rato? A ver, ¿cómo empezaron a aplaudir? ¿Empezaron, más o menos, juntos? ¿Más o menos separados? Separados, cada uno aplaudía al ritmo que quisiera. Y les estuve… ¿Cuánto? 15 segundos, la nada misma. Y, de pronto, comenzaron a aplaudir todos juntos. ¿Saben qué demuestra eso? Que son un público de humanos. Yo tenía que cerciorarme, a propósito, de esto. Porque los únicos que son capaces de sincronizarse a un ritmo externo somos los humanos.

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Hay experimentos con animales de laboratorio… Lo pueden hacer. Habrán visto papagayos o esto… Pero en el campo, en la naturaleza, la sincronización es algo que nos define como humanos. Cantar, aplaudir al mismo tiempo, bailar, con la excepción de los biólogos, que no nos llevamos muy bien con esa parte del mundo. Pero es extraño que algo nos defina como humanos científicamente. Aplaudir, por ejemplo, hacer ruido. ¿De dónde habrá salido eso? Bueno, no somos los únicos. También hay chimpancés que aplauden para llamar la atención. Es una forma de decir: «Aquí estoy». Y parece que lo tenemos de hace mucho mucho mucho tiempo. De estas cosas les quiero hablar hoy. De la ciencia, no que hago en mi laboratorio, aunque un poquito podemos hablar también de esto, sino de la ciencia que está, aunque no nos demos cuenta. Parafraseando por ahí al extraordinario científico Juan Lennon, John Winston Lennon, que dijo… No sé si se acuerdan, en su último disco, Lennon le hace una canción a su hijo, a Sean Lennon, y le dice: «La vida es eso que nos pasa cuando estamos ocupados haciendo otros planes». «Life is what happens to you, etc.». Bueno, la ciencia también. La ciencia es eso que nos pasa cuando no nos damos cuenta, cuando aplaudimos, cuando estamos en la cocina, cuando estamos en el baño, cuando estamos en el autobús… Pasa ciencia. La propuesta para este rato que vamos a estar juntos, aprendiendo juntos, es que no pase, que nos detengamos un momento a ver dónde hay ciencia, que allí pongamos la lupa, el microscopio, nuestra atención…

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Así empecé yo a hacer ciencia. Yo soy biólogo, trabajo en neurociencias, trabajo con un pedacito de cerebro que mide el tiempo y les cuento cómo empecé. Me habían dado una tarea… Yo era muy joven, recién entraba a la universidad, y mi proyecto de investigación era medir la temperatura de zarigüeyas. Es más, la temperatura rectal de zarigüeyas. Es más, medida manualmente. Así que se imaginan lo que era este joven midiendo temperatura. Básicamente, metiéndoles un termómetro en el culo a las zarigüeyas, para decirlo técnicamente. Y empecé haciéndome preguntas como cualquier otro. No tenemos nada de especial los científicos, más que profesionalmente hacernos preguntas. Nos invito, entonces, a pensar un poco en la ciencia cotidiana, la ciencia que te pasa cuando no te das cuenta. Así que hablemos de eso. Me encanta, es el tema que más me apasiona. Más allá de mi ciencia, lo que yo hago en mi laboratorio, me apasiona esto: la ciencia que te pasa cuando estás cortando cebollas, cuando estás haciendo un asado, cuando estás bañándote… Una operación muy recomendable por la ciencia, por otro lado. Pasa ciencia, no dejemos que pase. ¿Tienen ganas? ¿Hablamos de esto? Adelante.

04:42
Susana. Hola, Diego. Soy Susana y quiero hacerte una pregunta. Tú has hablado bastante de la ciencia y cómo la ciencia se conecta con el ayudarnos a generar decisiones más creativas. Entonces, la pregunta que yo me hago es: ¿qué opina la ciencia acerca de la creatividad? A ver si tú nos puedes explicar un poquito y si hay como una fórmula científica para que podamos ser más creativos.

05:14
Diego Golombek. Muy buena pregunta. ¿Sabés que sí? Sabés que la respuesta es sorprendentemente sí. Porque uno piensa… A ver, ¿quién piensa en las ideas? ¿Quién es creativo? Bueno, los filósofos, no sé, los creativos, los de «Mad Men»… ¿Se acuerdan de que estaban siempre pensando nuevas cosas? No, los científicos también, los neurocientíficos también y los psicólogos y las psicólogas, por supuesto, también. Y hay mucha ciencia de la creatividad, que tiene unos cuantos años, yo te diría que es de mediados del siglo XX hasta ahora, y ha avanzado mucho en las nuevas técnicas para entender qué le pasa al cerebro. Y te lo podría resumir. Hay una receta científica para la creatividad y tiene simplemente cuatro ingredientes que son: trabajo, trabajo, trabajo, disrupción. Parece muy simple, pero no es tan simple. Resulta que nada surge de la nada. No existe una musa que te sopla una idea al oído, que se te acerca y te dice: «Ahora, ve por este lado». No, de ninguna manera. Uno tiene que ser experto en los temas que maneja y eso solo se consigue con trabajo, trabajo, trabajo. Ser obsesivo con lo que uno maneja. De hecho, el gran Luis Pasteur decía: «La inspiración solo viene a las mentes preparadas». ¿Por qué? Pues sí, a veces se nos ocurren grandes ideas, pero depende de lo que hayamos pensado antes, pero ahí viene la disrupción. Y hay pruebas, hay bastante evidencia científica de esto, de que cuando nos volvemos expertos en un tema, las distintas cuestiones que vamos acumulando están en los distintos lugares del cerebro, en distintas cortezas. Y cuando te permitís correrte de ese lugar, ir a pasear, salir a tomar algo con un amigo, darte una ducha, conducir por un lugar distinto… Cualquier cosa que te saque de esa rutina, tal vez, solo tal vez, se junten esas ideas que venías condensando de algún modo durante todo ese trabajo.

07:01

Y ahí se produce la creatividad. Y hay muchos ejemplos de esto, hay muchos ejemplos cotidianos, de nuevo. ¿No les pasa a ustedes que están trabajando, trabajando así: «No puede ser», y, de pronto, les aparece una idea? Bueno, no viene de la nada, viene de todo lo que trabajaron previamente. La disrupción sola no te garantiza nada, no es que vayan a tomar algo y se les van a ocurrir ideas. Y tampoco el trabajo solo te lo garantiza. Y tenemos tantos ejemplos en la historia de la ciencia de esto, incluso hay ejemplos… Les encanta a los historiadores de la ciencia hablar de los sueños. Científicos y científicas que soñaron grandes cosas y cuentan un poco esto. Por ejemplo, un gran científico llamado Kekulé, un químico orgánico alemán. El chiste de los químicos es: «Kekulé y su hijito…». Perdón, esto… No sé… Ay, perdón, corten, corten. Resulta que Kekulé tenía que encontrar la fórmula del benceno. Benceno es lo que está en los encendedores de cigarrillos. Y trabajó mucho en esto y no encontraba la fórmula. Y cuenta Kekulé que una noche soñó con un monstruo mitológico: el uróboros. El uróboros es la serpiente que se come la cola. Tal vez la hayan visto en algún grabado, en algún cuadro… Se despertó y dijo: «Claro, soy un tarado. Yo estaba buscando el benceno, como empezar aquí y terminar aquí. ¿Y si es un uróboros? ¿Si se come la cola? ¿Si es circular?». Ese mismo día hizo los experimentos, hizo los cálculos y encontró el primer compuesto redondo de la química orgánica, el primer compuesto cíclico, y abrió una nueva puerta para la química.

El increíble poder de nuestros sentidos. Diego Golombek, biólogo
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¿Será verdad? ¿Habrá soñado con el uróboros? Pongámosle que sí, ¿por qué negarlo? Pero cualquiera de nosotros sueña con el uróboros, se despierta y dice: «Vieja, me cayó mal la comida». No piensan en una fórmula rara. ¿Por qué él pudo hacerlo? Porque venía trabajando. Yo lo dije rápido, pero lo importante de la historia es que venía trabajando arduamente en el tema. Y nos pasa a todos. Todos somos científicos en ese sentido. Todos podemos combinar distintas ideas, traerlas al mismo lugar y lograr algo innovador. ¿Por qué? Porque hemos trabajado, trabajado, trabajado y nos hemos corrido de ese trabajo. Muy sencillamente, eso es un resumen de muchas investigaciones de la ciencia de las ideas, de la ciencia de la creatividad.

09:19
Ginette. Hola, Diego, ¿cómo estás? Mi nombre es Ginette. Quería preguntarte si podemos reprogramar nuestra mente, nuestro cerebro, para ser más eficientes y, quizás, tal vez, más felices en nuestra vida cotidiana.

09:35
Diego Golombek. Mirá, ¿sabes qué? Contrariamente a lo que la mayoría de nosotros estudiamos en la escuela, por lo cual… Al menos yo, cuando estaba en la escuela, el mito, la verdad de ese momento, era que, en el cerebro adulto, las neuronas que se mueren no se recuperan. Hoy sabemos que no es así, todo lo contrario. Existe neurogénesis en el cerebro adulto y las charlas entre las neuronas cambian permanentemente. Es tan complejo, hay gente que dice que nunca lo vamos a entender. Yo creo que sí, vamos a tardar un poco. ¿Pero qué tenemos aquí adentro? Tenemos números, tenemos números astronómicos, tenemos 100.000 millones de neuronas. No se puede pensar en 100.000 millones de algo, da tortícolis, uno se marea con eso. Y no solo eso, esas 100.000 millones de neuronas charlan entre sí, se comunican entre ellas y resulta que cada neurona charla en promedio con otras 1.000. O sea, estamos hablando de 100.000 millones con tres ceros más. No sé ni cómo se llama ese número. Y no solo eso, resulta que las charlas entre las neuronas cambian permanentemente. Eso se llama neuroplasticidad o plasticidad neuronal. E insisto, pasa todo el tiempo. No venimos prefabricados con una idea y ahí queda, sino que permanentemente nuestro cerebro se va reprogramando. Por supuesto, hay cosas que ayudan a que lo reprogramemos. Y algo que no ayuda, pese a que está en el imaginario popular, es lo que se llama gimnasia mental. Hacer un montón de sudokus, un montón de crucigramas te transforma en una experta «sudokóloga» o «crucigramóloga». No necesariamente extrapola otras funciones.

11:10

¿Sabes qué es lo que sí funciona para mejorar estas funciones, esta génesis de nuevas neuronas o nuevas charlas entre neuronas? Lo mismo que te dice un cardiólogo es lo que te tiene que decir un neurólogo: el ejercicio físico moderado. El ejercicio físico, que el cuerpo esté bien, hace que el cerebro se pueda programar mejor. Y esto lo sabemos hace relativamente poco, con lo cual tenemos excusas a los que no nos gusta el ejercicio. Tenemos excusas. Antes no se sabía. Así que es permanente esa reprogramación. Y ahora preguntabas por, más allá de la reprogramación, la felicidad. ¿Cómo podemos hacer para estar felices? Yo les dije al principio: «Hablar de ciencia no tiene sentido». La ciencia se hace y se hace con experimentos. Y les propongo, entonces, un nuevo experimento, que es muy sencillo. No sé si tienen un lápiz o un bolígrafo a mano, posiblemente no, sino un dedo. Y si no tienen dedo, el dedo del vecino. Es lo mismo. Entonces, con ese lápiz, bolígrafo o dedo del vecino, les voy a pedir que hagan este experimento. Así, los quiero ver a todos así. Están hermosos, lo saben. Ahora, la pregunta es: ¿no se sienten mejor? Mientan, digan sí, si no, se acaba el experimento. Control, experimento. Cuando hacen esto… ¿Cómo que no? ¿Cómo que no? ¿Qué estudió para hoy? ¿Qué estoy haciendo así? Estoy haciendo esfuerzo en una sonrisa. Es lo mismo. Hacer esto o esto es lo mismo. Estos músculos le están diciendo al cerebro que la están pasando bien. Entonces, es el mejor antidepresivo posible.

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Ahora la vida me sonríe. Esto no es nuevo. Esto es algo que descubrió el fundador, el padre de la psicología experimental, William James, el hermano de Henry, el novelista Henry James, que dijo: «Tenemos todo equivocado. Nosotros pensamos que primero nos emocionamos y luego actuamos. Primero estamos contentos o felices y luego sonreímos». Y él dijo: «Es al revés. Primero actuamos y luego el cuerpo nos convence de que estamos emocionados». Por eso, el experimento tan sencillo es que forcemos al cuerpo una situación particular. Esta y estos músculos le van a decir al cerebro: «Mirá, la está pasando bien, qué raro, ¿no?». O bien, podemos hacer lo contrario. Poner cara de enojados y ahora vamos a estar pasándola como el orto, diríamos en Argentina, como el culo, en España. Estos músculos le van a decir al cerebro: «La estás pasando mal». Entonces, consejo para ser felices: actuar como si estuvieras feliz. Parece extraño, parece magia. No, no lo es. Por supuesto, eso no alcanza. También busquemos situaciones en las cuales seamos felices. Pero un poquitito ayuda. Forzar esa actitud corporal frente a algo y el cerebro, de alguna manera, va a buscar atajos para pasarla mejor. Después, por supuesto, busquemos la felicidad. Y lo último que te digo es que… Uno de los experimentos más famosos del mundo es el experimento de felicidad de Harvard, el «Harvard Happiness Study». Es uno de los experimentos más antiguos, se hace desde la década de 1930. Se sigue a muchas personas a lo largo de toda su vida y ahora se sigue a sus hijos y a sus nietos para ver qué nos puede predecir la felicidad de esa gente. Y uno puede pensar, no sé, ¿tener más dinero? No. ¿Tener más salud? No, la salud tampoco. Lo que más predice la felicidad son las relaciones humanas significativas. Por lo tanto, si queremos perseguir la felicidad, tengamos buenas relaciones. Tengamos buenos amigos, buenas relaciones de pareja, de familia, de trabajo… Eso no sé si te garantiza, pero sin eso no vas a alcanzar la felicidad. Así que es eso y esto.

14:49
Mujer. Hola, Diego. Mucho gusto. Tú dices que los seres humanos no solo somos un cerebro con patas, sino, cito textualmente, «también somos relojes ambulantes» y quería preguntarte: ¿exactamente a qué te refieres con esto?

15:04
Diego Golombek. Que somos un cerebro con patas tiene que ver, es una metáfora, por supuesto, con que lo más importante que somos es el cerebro finalmente. El cerebro es el que controla el cuerpo, el que tiene que ver con las emociones, con la toma de decisiones… Pero, por supuesto, el cerebro en el marco de un cuerpo. Y ahora sabemos muchas cosas más. Ahora sabemos que ni siquiera nuestro cuerpo es todo nuestro. Tenemos visitas. Tenemos más células extranjeras que nosotros mismos. Todas las bacterias, todo el microbioma. Y recién estamos empezando a entender cómo se charla ese microbioma con el cerebro. Por lo tanto, sí, somos muchos en nuestro cerebro. Pero hay un pedacito de cerebro que mide el tiempo y le dice al cuerpo qué hora es. Se llama el reloj biológico. Yo estudio ese pedacito de cerebro. Y ese pedacito de cerebro hace que seamos, casi te diría, personas distintas a lo largo del día. Vos no sos la misma persona a la mañana, a la tarde o por la noche, porque tu reloj biológico manda señales diferentes al cuerpo. Tomás un remedio a la mañana, funciona distinto si lo tomás a la noche. Te hacen un análisis clínico a distintas horas, los valores van a ser diferentes. Tu corazón, tus pulmones, tus músculos, tu predisposición a hacer ejercicio o a dar un examen cambia a lo largo del día por la acción de este reloj biológico. Claro, no somos todos iguales en cuanto al reloj biológico. Hay personas que son más matutinas, que se levantan muy temprano y andan fenómeno, andan muy bien a la mañana, y ya a la tarde, como que no, ya no quieren saber demasiado.

16:33

En la jerga, llamamos a esas personas «alondras» por un ave que canta muy temprano. Y, por otro lado, hay personas que les cuesta mucho despertarse por la mañana y veo que hay varios que dicen… Y recién por la tarde empiezan a estar mejor. Les llamamos «los búhos». Es más, hasta hay casos de alondras muy extremos, personas extremadamente matutinas, que conocen a una persona búho muy extremo, a una persona extremadamente vespertina, y se casan. En esa ocasión, los hijos son un milagro. No hay forma de explicarlo biológicamente, claramente. Pero conocer tu reloj biológico, conocer el tictac, escuchar el tictac de tu reloj biológico te permite ser más eficiente, ser más feliz, atendiendo a la pregunta anterior también, porque el estado de ánimo también cambia a lo largo del día, y estar sincronizado contigo misma y con la naturaleza. Nosotros tendemos a estar desincronizados con el mundo. ¿Por qué? Porque nuestro reloj biológico marca una hora y la sociedad manda otra. Seguramente, todos ustedes se despiertan con alarma por la mañana. Todos lo hacemos, ¿verdad? Eso quiere decir que no nos estamos despertando en el horario en el cual nuestro cuerpo quisiera despertarse, salvo casos extremos de personas muy alondras posiblemente. Eso quiere decir que estamos desincronizados. Tiene nombre técnico esto, se llama «jet lag» social. Ustedes saben lo que es el «jet lag», muy conocido. Es cuando uno vuela atravesando husos horarios y cuando llegás al destino, el horario del mundo es distinto al horario tuyo y tardas unos días, estás medio zombi, hasta que finalmente te sincronizas. Te puede pasar sin moverte de tu casa. ¿Por qué? Porque tu reloj biológico no responde al horario social. Ejemplo típico del «jet lag» social: los y las adolescentes que están literalmente dormidos por la mañana porque, por su reloj biológico, tienen la hora retrasada, apunta un horario más tardío.

18:28

Igual no sería problema, salvo que al día siguiente el liceo, la escuela secundaria, comienza muy temprano por la mañana. En Argentina, por ejemplo, empieza a las 7:20, siete y media de la mañana el colegio secundario y los chicos y las chicas están dormidos literalmente, no figurativamente. Uno le hace un electroencefalograma y estos chicos están dormidos. Si uno pudiera escuchar al reloj biológico y hacer políticas públicas en función de esto, estaría mucho mejor. Las clases empezarían un poco más tarde. No es que queremos que empiecen a las diez de la mañana, pero a las ocho, ocho y media sería extraordinario. Lo mismo cuando uno tiene que trabajar en distintos turnos. Aquellas profesiones que tienen que trabajar una semana de día, otra de tarde, otra de noche… Los turnos rotativos. Las personas que hacen guardias: las médicas, los enfermeros, la gente de seguridad… No estamos preparados, no venimos preparados de fábrica para eso. Estamos preparados para un mundo que ya no existe. Un mundo el cual tiene días y noches predecibles, tiene estaciones predecibles… Y nosotros somos bichos diurnos. Evolucionamos para estar activos de día y para estar dormidos y seguros durante la noche. Bueno, eso lo hemos roto. Y las consecuencias son que estamos de mal humor y, además, nos enfermamos mucho más. Si vamos en contra de este reloj biológico, nuestra salud se resiente. Por eso, tenemos que escuchar al reloj biológico y por eso somos relojes con patas. Todo lo que hacemos no lo hacemos solamente en el espacio, lo hacemos en el tiempo. Eso lo estudiamos nosotros los cronobiólogos y somos maravillosos, como pueden ver, como científicos. Están perdiendo efusividad. Están perdiendo efusividad.

20:13
Milton. Hola, Diego, soy Milton. Quería preguntarte: ¿cómo influye ese reloj biológico en la toma de decisiones y qué nos recomendarías para reprogramarlo con mayor rapidez?

20:25
Diego Golombek. Excelentes preguntas. Porque algo en lo que influye el reloj biológico es en nuestra cognición. Por ejemplo, en tomar decisiones. Es algo que estudiamos en el laboratorio. Si uno, por ejemplo, pasa la noche sin dormir, estás de guardia o dormiste mal, tus decisiones van a ser más erradas que de costumbre. Siempre son erradas, siempre son más subjetivas que objetivas, pero el sueño influye muchísimo en esa toma de decisiones y tal vez tomes decisiones diferentes a lo largo del día. ¿Sabes cómo estudiamos esto hace unos años con unos colegas? Estudiamos a gente que juega al ajedrez, pero, por Internet, juega a un ajedrez virtual. Y resulta que los ajedrecistas están bastante chiflados, no sé si conocen a alguno, y juegan todo a lo largo del día. Hay gente que juega a la mañana, a la tarde, a las tres de la mañana, a las cuatro de la mañana… Y pudimos estudiar la toma de decisiones en función del horario en el cual era tomada esa decisión. Porque la gente que sabe de ajedrez, no es mi caso, le pone un número a cada decisión del ajedrez. «Esta fue buena, esta fue más o menos, esta fue mala» en función de cómo siguió la partida. Y esas decisiones, la fuerza de esas decisiones varió a lo largo del día. ¿Y sabés de qué dependía? Del reloj biológico. Uno podía predecir qué personas… Algo trivial, tal vez, algo de sentido común. La ciencia a veces es ponerle números al sentido común. Uno podía predecir que las personas más alondra, las personas más matutinas, iban a tomar mejores decisiones durante la mañana y peores decisiones a la noche y viceversa con las personas más «buhosas». Así que el reloj biológico claramente influye en esto. Y la otra pregunta que me hacías es cómo reprogramar, cómo mejorar esto del reloj biológico.

21:58

Primero, escucharlo, sin duda. Escuchar al reloj biológico, saber que uno rinde mejor, se siente mejor y tratar de adecuar su situación laboral, escolar y familiar a esto sería ideal. A veces, no podemos claramente. Resulta que el reloj biológico no está completo si no charla con el ambiente, si no se comunica con la naturaleza, si no se sincroniza con la naturaleza… Y el principal sincronizador de nuestro reloj es la luz. La luz solar o la luz artificial, incluso. Con lo cual, lo mejor que uno puede hacer es exponerse a la luz por la mañana, pero no a cualquier luz. Resulta que la luz por la mañana temprano adelanta el horario del reloj biológico. La luz a últimas horas de la tarde retrasa el horario del reloj biológico. Entonces, si uno sabe que tiene que ajustar su horario interno, adelantando o retrasando su reloj biológico, tendrá que pensar: «¿A qué hora me tengo que exponer a esta luz?». Y digo la luz del día y no la luz de la noche. Porque la luz de la noche, la luz que todos llevamos a nuestra cama… Nadie duerme solo, todos dormimos con pantallas: pantallas del teléfono celular, de la «tablet», de la computadora, de la televisión… Es la luz mala. En el campo, en Argentina, está la fábula de la luz mala: «Allá lejos, vio don Zoilo, sí, la luz que…». No, la luz mala es la que uno se lleva a la cama. Esa «tablet», ese celular que tú te llevas a la cama, como todos nos llevamos, le está diciendo al reloj biológico que es de día. «Sigue de largo, no hay problema».

23:27

Con lo cual, vos retrasás tu horario de sueño y tu sueño no es tan bueno. Y si no los convenzo con esto, tengo algo más para convencerlos. Resulta que la luz, aunque sea una luz muy muy pequeñita… Por ejemplo, uno está viendo la televisión, viendo la tercera temporada de una serie, y se queda dormido. Esa luz de nada, que tiene unos pocos metros, también puede afectar al reloj biológico. ¿Y saben qué más? Engorda. Tomá, vieron, no eran los ravioles, no era el asado. Era la tele prendida a la noche en el dormitorio. Entonces, la tele hay que exiliarla. Ojalá pudiéramos exiliar las pantallas del dormitorio. Es muy difícil, al menos retrasémoslas. ¿Necesitamos dormir con el celular acá al lado? ¿Nos van a llamar a las tres de la mañana de Estocolmo para decir que ganamos el premio Nobel? No, difícil a estas alturas. Que esté más lejos, no pasa nada. Porque es muy tentador tenerlo acá y encenderlo. La «tablet» o lo que fuera. Entonces, primero la luz para sincronizar bien. ¿Ejercicio físico? Sí, sin duda, pero durante el día. Durante el día, el ejercicio físico y la exposición a la luz te hacen que luego duermas muchísimo mejor. La comida también, por supuesto. Uno tiene que… El viejo refrán, el viejo adagio de «Desayunar como un rey, almorzar como un príncipe, etc.» funciona. Es cierto para el reloj biológico. Si uno pudiera separar el horario de la cena, el horario nocturno de la cena, del horario de irse a dormir, dormiría mucho mejor. En España, esto es más difícil, porque España es un país noctámbulo, es un país búho. Y nosotros, en Argentina, heredamos eso. Nosotros tenemos la misma costumbre de cenar tarde y cenar cerca del horario de dormir.

24:58

Eso no es bueno. Y, además, la cena, tanto en España como en Argentina, es la comida más fuerte. Es el momento en el cual se junta la familia o se juntan los amigos. Entonces, bueno, hacemos todo mal, por decirlo en términos sencillos. Tendríamos que cenar más temprano… No como una serie escandinava, no se preocupen, no tenemos que cenar a las seis de la tarde. Más temprano y más liviano. Hay muchos otros ejemplos de qué hacer. El dormitorio ideal, por ejemplo, para esto es un dormitorio oscuro, por lo que ya les decía, porque muy poquito de luz puede influir en que uno duerma mal o que sus ritmos biológicos no se sincronicen bien. Obviamente, silencioso. ¿Y saben qué más? Templado. Por la noche, necesitamos bajar la temperatura del cuerpo para que el reloj biológico esté bien. Entonces, si durante el invierno nos llenamos de estufas o de mantas, no va a funcionar esto. No les digo que tengan frío, de ninguna manera, pero tampoco se mueran de calor. Finalmente, fíjate, todos los consejos que estoy dando de cómo mejorar la sincronización del reloj biológico son, insisto, consejos de sentido común, consejos de abuela. Y ya sabemos, las abuelas siempre tienen razón. Con lo cual, no queramos pelear al sentido común. Hay que dormir bien, no solamente por dormir bien, sino para estar bien de día. Y para eso, el reloj biológico tiene que estar fuerte y bien sincronizado.

26:20
Gino. Hola, Diego, ¿qué tal? Te quería preguntar: ¿qué funciones vitales cumple el sueño y cómo afecta a nuestra salud mental y física?

26:28
Diego Golombek. Excelente. Me encanta la palabra que usaste: «vital». Porque el sueño es vital. El sueño no es apagarse simplemente y descansar. El sueño es vital y lo sabemos desde hace muchos años. Hace muchos años, se hicieron experimentos… Hoy no se hacen por cuestiones éticas, hemos cambiado la forma de pensar esto. En los cuales se privaba a animales de laboratorio de sueño, no se les dejaba dormir. Pueden pensar: «Bueno, les pasarán cosas». No, se morían y se morían en dos semanas. Lo mismo que se muere un animal si no come. Conclusión: dormir es tan vital como comer. No vayamos a esos extremos de privar de sueño. Pero pensemos en qué pasa si uno duerme mal, duerme poco o duerme a deshoras. La respuesta a lo que me estás preguntando, Gino, tiene que ver con… El experimento sería… Yo voy a saber qué pasa con el sueño cuando no lo tengo. Hay un extraordinario neurólogo, mi favorito, uno de mis héroes, que se llamaba Oliver Sacks. Tal vez les suene una película llamada «Despertares», de 1980, que Robin Williams hace de Oliver Sacks. Extraordinario. En uno de los libros, Sacks dice: «La palabra favorita de la neurología es “déficit”». ¿Por qué? Porque casi todo lo que sabemos sobre el cerebro es cuando algo anda mal, cuando hay una lesión, un trauma… Por lo tanto, ¿cómo podemos saber cuál es la importancia vital del sueño? ¿Qué pasa cuando no lo tenemos? Pasa de todo. Primero, obviamente, estamos somnolientos. Si uno no duerme bien, duerme a deshoras o duerme poco, al día siguiente tiene sueño. Es lo más obvio. Segundo, no tan obvio, estamos de mal humor. El sueño influye en el estado de ánimo, como todo el mundo sabe.

27:59

Cuando uno no duerme bien… No se me acerquen, porque les ladro, no les hablo. Pero no solamente eso. Como vimos hace un rato, la luz de noche y la falta de sueño nocturno inciden en el metabolismo. Por ejemplo, uno engorda más. Y si esto se vuelve crónico… Importante. Todas estas cosas que yo les estoy diciendo es cuando la falta de sueño es crónica, no cuando es agudo. No pasa nada si una noche te vas de juerga y no duermes, si te quedas trabajando o estudiando algunas veces. El problema es cuando esto se vuelve crónico. Por ejemplo, engordás. Y puede ser una predicción de que puedes desarrollar enfermedades importantes, como diabetes o síndrome metabólico, si esto es muy crónico. Pero también sucede que el sueño consolida la memoria y el aprendizaje. Para aprender bien algo, hay que dormir. Por lo tanto, si uno tiene un examen al día siguiente, lo peor que puede hacer es la noche heroica. Quedarse estudiando toda la noche es la garantía de que no te vas a acordar de nada. Yo les recomendaría: estudien una cosa, váyanse a dormir y rueguen que les tomen esa cosa en el examen, porque de eso se van a acordar. Pero no solamente eso. También nos pone, más o menos, susceptibles a enfermedades en general. El sueño fortalece el sistema inmune. Con lo cual, si uno no duerme bien, frente a las mismas condiciones, es más posible que te agarres una infección. De alguna manera, tu sistema inmune va a estar más débil para defenderse de una bacteria o de un virus si no dormiste bien. Y muchas otras cosas más. Uno crece durante el sueño. La hormona de crecimiento, en la etapa de crecimiento, en la etapa de la pubertad, se secreta si uno duerme y de noche en oscuridad. Si uno no duerme, no hay oscuridad o no ocurre en el horario adecuado, la hormona de crecimiento no se secreta bien y la gente no crece como corresponde. Durante el sueño, también se repara el cuerpo porque uno tiene energías para eso. Durante el día, estamos usando energía para todo.

El increíble poder de nuestros sentidos. Diego Golombek, biólogo
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Para correr, para buscar cosas, para trabajar, para comer, etc. De noche, parte de esa energía repara el cuerpo. No solo repara el cuerpo, se saca de encima, se quita de encima las sustancias tóxicas. Fijate en la importancia que tiene el sueño y todo eso lo sabemos por experimentos de privación de sueño tanto en animales como en humanos. Con lo cual, recomendación: no lleguemos a esos extremos. Ahora, es importante contarlo, porque la gente no sabe esto. La gente piensa que el sueño es un lujo. Si lo tengo, lo tengo, si no, no pasa nada. No, no es un lujo, es una necesidad y las pruebas son estas. Que si no lo tienes, te enfermas, tienes más accidentes, eres menos productivo… Y lo último que te cuento es que también tiene consecuencias económicas. Uno puede calcular cuánto le cuesta a un país, a una sociedad, la falta de sueño. En promedio, es entre un 1% y un 3% del producto bruto interno. Muchísimo dinero. Acabamos de calcular eso para Argentina y nos dio que la falta de sueño, con los datos que tenemos de sueño en Argentina, le cuesta al país, o bien podría ahorrarse, que es otra forma de pensarlo, un 1,3%, 1,27% del producto bruto interno. Es muchísimo dinero. Con lo cual, el sueño también tiene que ser una política pública. No es solamente una cuestión de salud, es una cuestión que influye en toda la sociedad. Así que, bueno, espero convencerlos un poco. Ustedes son unos cuantos, así que, a partir de ahora, si ustedes les dicen a diez personas que tienen que dormir y, después, esos les dicen a otras diez personas y así, sucesivamente… Y todos me escriben… Si todos me escriben en un momento con un cheque a nombre del laboratorio, creo que vamos a dormir muchísimo mejor.

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Mujer. Hola, Diego. Hablas sobre el enorme impacto que tiene el sueño en todos los aspectos de nuestra vida. Estamos en una época de información y desinformación, ¿qué mitos te gustaría desterrar, de una vez por todas, con respecto al sueño?

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Diego Golombek. Hay muchos realmente. Es muy bueno estudiar mitos porque ahí uno aprende muchísimo, tratando de desmitificar esos mitos. Por ejemplo, hay toda una rama de neuromitos, de mitos del cerebro. También hay somnomitos. Somnus, el dios del sueño. Hipnos, el dios del sueño. El principal es que cuando dormimos, todo se apaga. El cerebro se apaga para que podamos dormir. Es falso, ocurre todo lo contrario. El sueño es un proceso activo. Para dormir bien, se tienen que encender áreas del cerebro. Si no se encienden esas áreas, no dormimos bien. Entonces, es al revés de lo que la gente piensa. No te dormís apagando todo. Hay que encender el sueño. Hay un cuento bellísimo, que les recomiendo mucho, de Ray Bradbury, el escritor de ciencia ficción, un cuento infantil. Se llama: «La niña que iluminó la noche». Y habla un poco de esto, de las cosas que hay que iluminar para que la noche se pueda encender realmente. Así que, primer mito: el sueño no es apagarse. Después, hay muchos otros mitos. Por ejemplo, el mito de «No despiertes a un sonámbulo». No, porque se muere si lo despertás. Todo lo contrario, el sonambulismo no es nada grave. Hay distintos grados de sonambulismo. El más común es muy tenue, es gente que habla en la cama, como mucho se sienta en la cama. Después, existen algunos que caminan. Es raro que exista el sonambulismo de dibujo animado, que va así hacia el refrigerador y se prepara un sándwich. Eso es raro, sospechen. Sospechen si alguien en la familia está todas las noches yendo a prepararse algo para comer. Pero no es nada grave despertarlos.

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Por otro lado, es necesario, sobre todo, si caminan. ¿Por qué? Porque se van a lastimar. Si una persona está dormida, literalmente dormida, y, efectivamente, camina, se va a caer en la escalera, se va a tropezar, si sale a la calle ni qué hablar. Es raro que esto ocurra. Por tanto, sí, con mucho cariño, con mucho amor, despiértenlos, acompáñenlos nuevamente a la cama para que puedan conciliar el sueño nuevamente. Después, hay muchos otros mitos alrededor de los sueños, dado que estamos hablando del sueño. Una parte del sueño son los sueños. Primero, que algunas personas sueñan y otras no. Falso, todos soñamos. Lo que ocurre es que no todos recordamos los sueños. Si ustedes tienen la oportunidad de ver a alguien durmiendo en la cama, van a ver que, cada tanto, esa persona, profundamente dormida, va a empezar a mover los ojos muy rápidamente. Eso se llama, fíjense qué poéticos somos los científicos, movimientos oculares rápidos. Podrían buscar otro nombre. O, en inglés, «rapid eye movement», REM, como la banda de rock. Resulta que, si uno despierta a una persona cuando está moviendo los ojos muy rápidamente, es muy probable que te cuente qué estaba soñando. Si vos la despertás en cualquier otro momento, es mucho menos probable.

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No quiere decir que no esté soñando, pero es mucho más probable que lo recuerde. Y esto, curiosamente, nos pasa a todos varias veces por noche. Soñamos unas cuatro o cinco veces por noche. Si recordamos un sueño, es el último. Es el último periodo REM que ocurre justo antes de despertarnos. Los otros posiblemente quedaron totalmente apagados. Mito tercero o cuarto. Ya perdí un poco la cuenta. El sueño favorece la creatividad. Ese es verdadero. Ese es de los verdaderos. Relacionado con una pregunta que me hicieron hace rato de «tips» para la creatividad, el sueño ayuda mucho. Dormir sobre un problema puede hacer que al día siguiente te despiertes con la solución. Es más, hay dos momentos, hay dos fases en el sueño que son particularmente propiciadoras de la creatividad. El momento en el que uno se está por dormir y el momento en el que uno se acaba de despertar. Ahí es cuando se te ocurre la idea maravillosa con la cual vas a dominar el mundo. El problema es que te olvidás enseguida. Por eso, no estamos todos dominando el mundo todos los días finalmente. Solución a ese problema que nos pasa a todos: libretita al lado de la cama. Funciona extrañamente. Claro, hay que hacerse un hábito de esto. Uno tiene la libreta al lado de la cama. En cuanto se despierta, está esa idea y uno la anota. O cuando se está por dormir, uno la anota. Los primeros días cuando se despierten, van a ver la libreta y va a decir… No va a decir absolutamente nada, no van a entender nada. Pero si lo hacen un hábito, hay varios «papers» al respecto, va a decir que sí, efectivamente, hay una idea nueva o algo que te va a disparar durante el día más creatividad.

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Y así muchas otras. ¿Si se pueden inducir sueños? La respuesta es sí. Se puede aprender a hacer sueños lúcidos. Son estas personas, muy pocos, entre un 5% o un 10% de la población como mucho, que pueden dominar los sueños. Pueden hacer una especie de elige tu propia aventura, bueno, elige tu propio sueño. Quiero ir por allí, quiero ir por este lado. Sé que estoy soñando. Ya que estamos con literatura, también les recomiendo un libro bellísimo de un escritor norteamericano llamado Jesse Ball, que es un libro muy muy pequeño, que es justamente sobre sueños lúcidos. Un libro entre la ficción y la no ficción, que es muy interesante para leer. Así que los sueños son una máquina de mitos por todos lados. ¿Son premonitorios? No, no son premonitorios. Uno tiende a soñar con lo que le pasó ayer o lo que le pasó la semana pasada y lo junta de maneras extrañas. Último mito que te cuento. ¿Cómo decirlo? Dormir es morir un poco. Fijate que el dios del sueño, Hipnos, en la mitología griega, era el hermano de Tánatos, el dios de la muerte, y los dos vivían por ahí en el inframundo. No, no es el hermano de la muerte, de ninguna manera. ¿Pero por qué nos viene este mito? Porque hay algunos fenómenos del sueño que se parecen bastante. Hay algo que se llama parálisis del sueño, que ocurre cuando uno se despierta y no se puede mover, pero es consciente de que se despertó. Es relativamente común en la adolescencia, la primera juventud, y, después, en general, espontáneamente desaparece. Las primeras veces que le pasa a la gente, la gente narra: «Bueno, ya está, me morí, ya está, se acabó, ¿qué voy a hacer? Bueno, era esto, no era tan malo, pero, bueno, ¿qué voy a hacer?». Y unos segundos más tarde, que te parecen interminables, uno puede comenzar a moverse. Entonces, hay que desmitificar también la parálisis del sueño. No es nada grave, salvo lo psicológico. Uno tiene que aprender a relajarse, a pensar, a contar ovejas, si es necesario, no para dormirse, sino para despertarse en este caso, y, al cabo de un ratito, te vas a poder despertar. Y así podríamos seguir hablando un rato largo, pero persigamos los mitos. Los mitos son una forma de explicar lo inexplicable, de explicar lo que somos como humanos, incluyendo lo que le pasa al cerebro y, en este caso, lo que le pasa al sueño.

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Aymen. Hola, Diego, ¿qué tal? Soy Aymen. Había leído que habías comentado lo siguiente, que me parece súper interesante, que era que el mundo no existe, lo que existe son nuestros sentidos que nos hablan sobre el mundo. Y lo que pasa es que yo quería saber cómo nuestros sentidos llegan a moldear nuestra percepción de este mundo.

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Diego Golombek. Uf, qué pregunta. Eso da para que nos mareemos un poco. Fijate que en el sistema nervioso, en la psicología de la percepción, hay dos conceptos totalmente diferentes, que son el de sensación y el de percepción. Sensación es cuando un estímulo impacta tus sentidos. Viene luz e impacta en mi retina o viene un sonido e impacta en mi tímpano, mi oído… La percepción es la explicación de esa sensación, la interpretación de eso. Por ejemplo: uno puede tener la sensación de unas manchas blancas sobre un fondo azul, un fondo celeste, y la percepción de un cielo con nubes. A veces, se confunden uno y otro. A veces, puede haber percepción en ausencia de sensación. ¿Cómo puede ser eso? Parece raro. ¿Cómo uno puede percibir algo si no hay un estímulo ahí afuera? Por ejemplo: ¿alguien recuerda el cuento de «El corazón delator» de Edgar Allan Poe? Es un cuento extraordinario, como todos los cuentos de Poe, donde hay un señor que había asesinado a otro, lo había escondido, lo había enterrado en su casa. Y pasa la policía por la casa de este señor, pero por otro motivo, le venían a preguntar si había escuchado algo raro. No lo venían a acusar, pero este estaba con tanta culpa que, de pronto, empieza a escuchar el corazón de la persona que había matado. Fuerte, cada vez más fuerte hasta que confiesa: «Sí, sí, fui yo, que paren ese corazón, por favor». Está percibiendo el corazón, pero, obviamente, no hay sensación. Es más, recién hablábamos de los sueños, ¿los sueños no son un poco percepción sin sensación? Uno está soñando con una persona, con una casa. Bueno, no está viendo a esa persona y esa casa, está percibiéndola. Así que separemos esos dos términos. Pero yendo específicamente a tu pregunta, te quiero llevar a un poeta que una vez escribió algo extraordinario, que dijo: «Si las puertas de la percepción se abrieran, todo se le aparecería al hombre como es: infinito». ¡Chan! No están temblando, no se están haciendo pis.

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Pruebo de nuevo. «Si las puertas de la percepción se abrieran, todo se le aparecería al hombre como es: infinito». ¿Qué quiere decir eso? Las puertas de la percepción, de hecho, dieron nombre a una gran banda en California en los años 70, The Doors. El nombre «The Doors», de Jim Morrison, lo tomó de un libro llamado «Las puertas de la percepción». Muy importante, para la ciencia, este detalle, por supuesto. ¿Qué quiere decir esta frase? Las puertas de la percepción son los sentidos. Y los sentidos son mentirosos. Mienten, roban cosas que están en el mundo y hacen aparecer cosas que no están en el mundo. Por ejemplo, aquí, entre nosotros, hay ultrasonidos, pero nuestro sistema, nuestra puerta de la percepción no escucha, no capta ultrasonidos. Aquí, entre nosotros, hay rayos ultravioleta, hay rayos infrarrojos. Nuestra puerta de la percepción no los capta. Inventan cosas que no están y roban cosas que sí están. Hagamos un pequeñísimo experimento. Yo les pidiera que apretaran ligeramente un ojo del lado de la nariz. Así ligeramente, que no salgan volando los ojos. Seguramente están sintiendo que se están tocando el ojo, ¿verdad? Pero, además, ¿están viendo algo? ¿Están viendo una mancha? Seguramente están viendo una mancha. Puede ser blanca, puede ser negra, no importa. Esa mancha no existe. No hay una sensación, no hay luz que provoque esa mancha. Ahora, la explicación es muy sencilla. Finalmente, se trata de que, al apretar el ojo, están deformando los fotorreceptores y lo único que le puede decir un fotorreceptor al cerebro es: «Hay luz, vi luz y subí», básicamente. Entonces, esa mancha la inventan los sentidos y, a veces, roban cosas. Otro experimento, les pido que… A ver, a ver si me sale bien. Les pido que pongan los dos pulgares, así como estoy yo, más o menos, a esta distancia, ¿qué serán esto, 15 centímetros? Y miren el pulgar izquierdo con el ojo derecho. Yo estoy mirando bien de frente el pulgar izquierdo con el ojo derecho. Y ahora les pido que muy lentamente acerquen y alejen. Lo están haciendo muy rápido. Muy lentamente, acerquen y alejen los pulgares.

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Hay un momento en el cual este pulgar, el pulgar derecho, desaparece. ¿Cómo? ¿Cómo? Bueno, también es muy sencillo de explicar eso. Hay un lugar de la retina que no tiene fotorreceptores. Se llama punto ciego. En algún momento, este pulgar, la luz que refleja este pulgar cae justo en el punto ciego y lo dejan de ver. Para el cerebro, ese punto ciego no existe. Es una trampa de los sentidos. Por eso, yo digo que los sentidos son tramposos. Después, se pueden hacer una cantidad de experimentos… Hay uno truculento. ¿Quieren uno truculento? Se lo tenían guardado. Uno truculento, de hace mucho tiempo, se hizo con sapos. Un señor llamado Roger Sperry, que ganó el premio Nobel, por otro lado. Resulta que los sapos y los anfibios, en general, tienen la propiedad de regenerar neuronas mucho mejor que los mamíferos. Entonces, Sperry estaba midiendo cómo un sapo puede, una vez que tiene una lesión en una neurona o en un nervio, regenerarlo. Entonces, tengo el sapo, yo soy el sapo, tiro un poco de este ojo y le corto el nervio óptico. Corto el nervio óptico para ponerlo de vuelta y ver si se puede regenerar. ¿Pero qué hizo Sperry ahora? Cortó el nervio óptico, le dio la vuelta al ojo y lo puso de nuevo. Con lo cual, tenemos un sapo con un ojo al derecho y un ojo al revés. ¿Lo entienden? ¿Lo ven todos? Ahora, le pongo una mosca a este sapo, le tapo este ojo que está al derecho, le pongo una mosca aquí arriba y a la izquierda. ¿Qué va a hacer el sapo? Además de quejarse frente al sindicato de sapos, por supuesto.

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Una mosca acá arriba y este ojo está al revés, el nervio óptico está intacto. ¿Qué va a hacer? Va a intentar comerla. Pero no va a hacer… Como debe hacer un sapo de bien. Va a sacar la lengua para allá y para abajo. ¿Por qué? Porque el ojo le está diciendo al cerebro: «La mosca está ahí atrás». Y ese sapo no aprende porque sigue a sus sentidos. Ese sapo, si yo le dejo este ojo tapado, se muere de hambre porque no puede comer esa mosca que está ahí arriba. Y eso que… Bueno, obviamente es muy sanguinario este experimento, nuevamente. Nos pasa todo el tiempo. Nosotros solamente conocemos el mundo a través de los sentidos. No tenemos otra forma de conocer el mundo, no hay percepción extrasensorial para ciencias naturales, al menos. A veces, no nos alcanzan los sentidos. Queremos estudiar algo, ¿qué hacemos? Hacemos prótesis de sentidos. Para entender algo muy chiquitito, ¿qué hacemos? Inventamos un microscopio. Para ver algo muy lejano, ¿qué hacemos? Inventamos el telescopio. ¿Por qué? Porque tenemos que mejorar esos sentidos, pero no tenemos otra forma de verlo. Pero, en el fondo, entender el mundo es entender lo que le dicen los sentidos al cerebro. Y, de nuevo, son falibles, son falsos, a veces inventan cosas y tenemos que vivir con eso. ¿Qué le vamos a hacer? Es lo que vino de fábrica, con eso vivimos.

45:45
Giselle. Hola, Diego. Soy Giselle. Te quería preguntar qué podemos aprender acerca de nosotros mismos al estudiar cómo percibimos el mundo.

45:55
Diego Golombek. Está muy relacionada con la pregunta anterior, pero vamos a darle una vuelta de tuerca a esto. Si efectivamente solo percibimos el mundo a través de los sentidos y los sentidos son falsos, le agregamos una cosa más. Son falsos de manera diferente en cada uno de nosotros. Hay tantos mundos como personas. El mundo para cualquiera de ustedes es diferente al mundo para mí, ni qué hablar con otros animales. ¿Cómo es el mundo para un murciélago? ¿Cómo es el mundo para una bacteria? ¿Cómo es el mundo para una hormiga? ¿Para una planta? Hay tantos mundos como seres vivos. Eso a mí, la verdad que no me deja dormir, lo cual es raro, porque estudio el sueño. Así que algo raro pasa con esas cosas. Pero me parece que lo que nos dicen los sentidos sobre lo que somos tiene que ver con eso. Y hay algo más sobre lo que somos que te puedo contar. A ver, uno podría pensarse… La gran pregunta de la biología es: ¿qué es esto que somos? ¿Qué soy yo? Es la pregunta lo que nos deja con los ojos abiertos frente al microscopio. Y uno podría pensar… Bueno, es bastante fácil. Uno es un montón de células. Soy un montón de células, células del corazón, células del hígado, células de huesos… Y los meto en una coctelera, agito un poco y sale un Dieguito. No me convence. Bueno, ¿qué hace la ciencia? Le pone números a esto. OK, pongámosle números. Somos nueve botellas de sangre, somos dos metros cuadrados de piel, somos cinco millones de pelos. Esta parte me pone mal. ¿Podemos cortar? Bueno, y eso… No, yo no soy eso. Nos falta algo para ser eso. Bueno, hay cosas que nos hacen individuos, por supuesto.

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Las huellas dactilares son tuyas y no son iguales a las de tu compañero ni a las mías. El iris, la forma del iris es diferente en cada persona. La forma de caminar, la forma de hablar es diferente en cada persona. Ciertas células son como una marca personal. Por ejemplo, ciertas células del sistema inmune son una marca personal. De hecho, ustedes tal vez hayan escuchado hablar de las Abuelas de Plaza de Mayo, en Argentina, que hacen esta lucha extraordinaria por restituir a los nietos secuestrados durante la dictadura. Cuando comenzaron a buscar a los nietos, las tecnologías de ADN no estaban tan modernas como ahora. No es que uno podía ir y hacer una prueba de ADN. Estudiaban estas células del sistema inmune para lograr eso. Y uno puede decir: «Bueno, ya está. Entonces, somos eso. Somos nuestros genes, las herramientas o las instrucciones para fabricar herramientas». Más o menos, no me convence tanto. A ver, si es así, mis genes son 99% iguales a los de cualquiera de ustedes y 99% iguales a los de los chimpancés. ¿Que yo soy 99% chimpancé? Bueno, sí, pero también soy 50% banana. Porque el 50% de mis genes es igual al de las bananas. Elijan. Un día quieren despertarse más chimpancés, otro más bananas. A ver, no tiene sentido pensar así, falta algo. Claro, eso es lo que traés de fábrica. Falta lo que hacés con lo que traés de fábrica. Lo que uno podría llamar ambiente o cultura.

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Y la relación entre lo que traés de fábrica y lo que hacés con lo que traés de fábrica son los sentidos. Son nuestra puerta de entrada al mundo. Y eso soy yo. La mezcla perfecta entre lo que heredé de papá y mamá y lo que hice para eso. Lo que heredé de papá y mamá tiene límites. Mi color de ojos, si soy más alto, más bajo… Lo que hago con eso a través de los sentidos no tiene límites. Nadie está predestinado. Y eso es un mensaje muy nuevo de la biología. La biología supo ser determinista cuando aparecieron los genes en escena. Hoy no. Y el mensaje más fuerte que podemos dar es: «Uno es lo que pueda y lo que quiera ser y lo que el ambiente le permite hacer a través de los sentidos». Hay una gran escritora argentina, una cuentista, que se llama Hebe Uhart. En una entrevista, recuerdo que le preguntaron a esta escritora: «Hebe, dígame, ¿se nace escritor?». Y la respuesta fue: «No, se nace bebé». ¡Claro! Y ahí uno le agrega todo lo que necesita para fabricar un futbolista, una escritora… Y los sentidos son fundamentales ahí, porque son nuestra puerta de entrada al mundo. Sin esos sentidos, que son distintos en cada uno de nosotros, seríamos todos iguales y, por suerte, no lo somos.

50:15
Hombre. Hola, Diego. Buenas tardes. Muy didáctica la última respuesta que has dado. Tengo deficiencia visual y quiero hilvanar la pregunta con la percepción que tiene la ciencia, de la respuesta que has hecho antes, de la percepción y de los sentidos. Cuando una persona tiene la carencia de un sentido, ¿cómo funcionan el resto de sentidos para suplir y complementar esa carencia o esa falta, por ejemplo, la falta del sentido visual?

50:48
Diego Golombek. Hay experimentos en los cuales se hace privación de ciertos sentidos en animales de laboratorio y se ve qué sucede con los otros sentidos. Cuando esos experimentos son muy tempranos en el desarrollo, se ve que hay una compensación. Si a un animal muy joven, a una cría de ratón o de rata, se le priva de algún sentido, se ve que se puede producir el cableado como para suplir un poquitito esto. Obviamente, va a tener deficiencia de ese sentido, porque no lo tiene, pero otros pueden empezar a ser un poco más preponderantes. También hay experimentos en los cuales no se priva del sentido, sino de ciertas características del sentido. Por ejemplo, hay un experimento de hace mucho tiempo en el cual a gatitos se les hacía vivir en un mundo vertical, un mundo donde todas las rayas eran verticales. Entonces, las áreas visuales secundarias, que están por aquí atrás, se desarrollaron de esa manera. Esos gatos de adultos no ven estímulos horizontales. No aprendieron que existen este tipo de rayas. Se cableó, en esas etapas tan tempranas, el sentido de esta manera. Esto no quiere decir, y esto también es un neuromito, que hay ventanas absolutas siempre en los sentidos. Que si uno no hace algo hasta determinada edad, ya está. Si uno no aprendió un segundo idioma en la infancia o a tocar un instrumento, no está. No, de ninguna manera. Te puede costar un poco más, más adelante, pero lo vas a poder lograr. Si la deficiencia del sentido es temprana, puede haber mecanismos de compensación anatómicos, fisiológicos. Si la deficiencia del sentido es mucho más tardía, en general, no se van a dar tanto estos mecanismos de compensación fisiológicos o anatómicos, pero sí los culturales. Una persona que empieza a tener una deficiencia visual… Le pasaba a mi padre, por ejemplo. De pronto, desarrollaba un olfato diferente, un oído diferente, pero no porque le cambiara el cerebro, sino porque hacía un esfuerzo concreto para hacerlo, sin darse cuenta, un esfuerzo inconsciente, y con eso compensaba un poco esta falta visual.

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La visual, en particular, para nosotros es muy importante. Somos los humanos, los primates, seres bastante visuales. Y, de pronto, descubrimos que también somos seres auditivos, que también somos seres olfativos, que lo tenemos un poco relegado los humanos. La importancia del olfato para la memoria, por ejemplo. No la consideramos y es importantísima. Recordamos muchas cosas por el olor que tenía un fenómeno determinado, la casa de nuestra abuela… De hecho, un olor te puede llevar a escribir una novela de 3.000 páginas, como «En busca del tiempo perdido», que comienza con esa escena muy famosa, Swann se come una magdalena, un «croissant», y eso le lleva a una novela de 3.000 páginas, nada menos. Entonces, concretamente, cuando la deficiencia es temprana, hay bastante demostración de que hay cambios anatómicos y fisiológicos. Cuando la deficiencia es tardía, no necesariamente pasa eso, pero hay cambios ambientales. Uno esfuerza más, entrena más otros sentidos para suplir un poco esto que le falta. Y si la deficiencia no es muy grave, ni te das cuenta de que esa persona tiene alguna deficiencia visual, auditiva… Porque aprendió a moverse de esa manera. No olvidemos también que somos seres sociales. También podemos suplir parte de esa deficiencia sensorial con el trabajo en equipo, con lo que pasa alrededor. Somos un poco esos tres monos que uno se tapa los ojos, otro la boca, otro los oídos, pero entre los tres entienden un poco de qué trata el mundo. Y eso me parece maravilloso, que podamos suplir deficiencias individuales, sean de los sentidos cognitivos o de lo que fuera, porque vivimos en un mundo en constante unión, en constante trayecto entre las personas. Ojalá aprendamos a hacerlo no solamente para los sentidos, sino para muchos otros devenires del ser humano.

54:34
Israel. Muy buenas, Diego. Mi nombre es Israel. Y me gustaría saber qué piensas en torno a la ciencia, en concreto, si crees que esta tiene la respuesta definitiva a quiénes somos o tan solo es un punto de partida.

54:48
Diego Golombek. A ver, yo tendría… Por una cuestión de lealtad sindical, tendría que decir: «Sí, por supuesto, la ciencia tiene la respuesta». El problema creo que no es la respuesta, sino la pregunta. Y quiero explayarme sobre eso. Las respuestas aparecen si uno inventa tecnología. El problema de la ciencia es formularse preguntas. Por ejemplo, ¿cuál es la pregunta a lo qué somos? ¿Cómo se formula esa pregunta? ¿De quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Qué es la conciencia? La conciencia entendida como que tengo un cuerpo. Me pincho y me duele. O veo un suéter en un color rojo y qué es ese «rojismo» acá adentro. A veces, nos cuesta mucho más formular las preguntas que hacer las respuestas. Entonces, desde ese punto de vista, la ciencia siempre es un punto de partida que nunca termina. Una buena pregunta científica no se agota en una respuesta. Una buena pregunta científica te abre nuevas preguntas, nuevas puertas… Lo cual es un poco para volverse loco, porque en algún momento quieres una respuesta. Tenemos respuestitas en la ciencia, pero no tenemos grandes respuestas. Una buena respuesta es aquella que te genera un montón de otras preguntas. Por ejemplo, lo que veníamos diciendo antes, la gran pregunta de qué es lo que somos. Hace un ratito habíamos definido algo como la mezcla entre lo que traemos de fábrica y lo que hacemos con lo que traemos de fábrica, pero resulta que lo que traemos de fábrica también es muy variable. Hay sabores como si uno va a una heladería y tiene los sabores de los helados. Hay sabores en lo que vos podés traer como instrucciones para fabricar cosas. Ejemplos. ¿Cuántos de ustedes…? A mí no me sale muy bien. ¿Cuántos de ustedes pueden hacer esto? Bueno, algunos pueden, otros no pueden. ¿Cuántos pueden…? Este me sale bien. ¿Cuántos pueden doblar el pulgar casi 90 grados? Bien, muy bien, muy bien. Aquí hay gente rara. ¿Cuántos pueden hacer esto, tipo señor Spock? A algunos les va a costar un poco más. A ver, ¿qué más puedo preguntarles? ¿Cuántos cuando sonríen, les salen hoyuelos aquí? ¿O tienen un hoyuelo aquí en el mentón, en la pera? Ahora, no me miren, no me miren.

56:48

¿Cuántos de ustedes tienen el pelo…? Me están mirando. Me están mirando. Me están mirando. Cómo son, ¿eh? ¿Cuántos tienen el pelo…? Imagínenselo. Tú me comprendes, ¿verdad? Sí, bien. Muchas gracias. ¿Cuántos en el pelo les nace como una línea así o tiene un piquito? Algunos de ustedes van a tener el pelo así y tienen un piquito. Bueno, algunos sí, otros no. O tóquense el lado de adentro del pabellón de la oreja. ¿Vieron que hay como un serruchito? Como un cuchillo. Y hay un triángulo de ese serruchito que es un poquito más largo que el resto. Algunos lo tienen mucho más marcado que otros. O me puedo meter con intimidades. Por ejemplo, puedo preguntarles, ¿cuántos tienen pelos en los dedos de los pies? No, no quiero saber. No me interesa. Todo eso, los que dijeron sí, no, más o menos, es porque todos son mutantes. Se lo tenía que decir. Todos somos mutantes, todos tenemos variaciones en eso. Y eso es un punto de partida. Es un punto de partida entender que todos tenemos diferencias y entender, tratar de hacer las preguntas para esas diferencias es empezar a comprendernos a nosotros mismos. Nos falta mucho para eso. Y, además, la gran paradoja en neurociencia es una cuestión de jerarquías, porque es tratar de entender al cerebro humano, que hace un rato dijimos «somos un cerebro con patas», con una herramienta tan compleja como el cerebro humano. Hay algo ahí que no termina de cerrarnos. ¿Podremos hacerlo algún día? ¿Podremos entendernos completamente nosotros a nosotros mismos? Yo creo que sí, yo soy optimista en ese sentido. Creo que vamos a seguir formulando mejores preguntas, la tecnología nos va a ayudar para esto, pero ojalá que nunca se acabe ese camino. Sería muy aburrido que tuviéramos todas las respuestas. Creo que es mucho más divertido y más interesante que, a medida que recorremos un camino como humanidad, aparezcan nuevas preguntas que nos vuelvan locos, que digan: «no lo puedo entender» y así sucesivamente haya generaciones que sigan haciéndose preguntas. Entonces, volviendo a tu pregunta, creo que inequívocamente ahora sí podemos decir, con todo este recorrido, la ciencia es un punto de partida. Si fuera un punto de llegada, sería enormemente aburrido y nos quedaríamos sin trabajo.

59:06
Mujer. Hola, Diego. Tú dices que no somos tan racionales como creemos. ¿Cuáles creés que son los sesgos más comunes que cometemos los seres humanos y qué nos recomendarías para tomar decisiones más racionales?

59:18
Diego Golombek. Efectivamente, no lo digo yo, lo dice mucha bibliografía al respecto, varios premios Nobel incluso, como Daniel Kahneman y otros popes de este tema. Todos pensamos que somos bichos racionales, que nos dan elegir entre dos opciones y elegimos la mejor, la más práctica, la que tiene mayor valor, la que es más barata… Y es mentira. Ni siquiera somos irracionales, somos hasta predeciblemente irracionales. Y acá estoy citando el título de un libro de otro de los importantes capos de este tema, que es Dan Ariely. Podemos predecir cuán irracionales vamos a ser. Te ofrezco una serie de objetos o de situaciones en que decidas y puedo predecir cómo te vas a equivocar en eso. Y es irracional, es inconsciente. Al ser inconsciente, no nos lo podemos sacar de encima. Y cuando uno dice la palabra «inconsciente», tiene que detenerse un poquito. A ver, ¿cuáles son las funciones más importantes que tiene el cuerpo humano? No sé, respirar, que lata el corazón, que las glándulas secreten hormonas… Todas inconscientes. Es como si la evolución no hubiera confiado en nosotros, si la evolución hubiera dicho: «Estos tarados se van a olvidar de respirar, los saco de la conciencia, los pongo en automático». Los sesgos son inconscientes. Lo que quiere decir que evolutivamente vienen de hace mucho tiempo y uno no puede detenerlos. Entonces, ¿para qué estudiarlos? Si son inevitables, ¿para qué los voy a estudiar? Bueno, porque también hay evidencia de que hay metacognición de los sesgos. O sea, si uno conoce los sesgos, puede caer un poquito menos en ellos. Si yo sé que me voy a equivocar, que voy a ser subjetivo y voy a ser emocional, tal vez, antes de tomar una decisión, me detengo. Me detengo un poquito y digo: «A ver, ¿por qué estoy decidiendo esto? ¿Es tan racional como lo que pienso? ¿Qué opina otra gente?». A ver, el tener equipos, y si los equipos son diversos, es un poco una vacuna contra caer sistemáticamente en los sesgos.

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Sin embargo, seguimos cayendo y con eso tomamos decisiones. Un ejemplo de los muchos que puede haber. Imagínense que ustedes tienen que tomar una decisión entre dos personas. ¿Quién les gusta más? ¿Quién les parece más confiable? Cualquier opinión que quieran tomar. Y yo les presento aquí dos personas generadas por inteligencia artificial o dibujadas por computadora, no son reales, pero diseñadas estas dos caras… El experimento se llama «el experimento de Tom y Jerry», por otro lado, que así se llaman estos dos personajes. Diseñados de manera que yo sé, yo puedo predecir que la mitad de ustedes van a elegir a Tom y la mitad de ustedes van a elegir a Jerry. Están diseñados de esta manera. ¿Y ahora qué pasa? Ahora agrego una tercera cara. Es un sesgo esto, es el sesgo de la tercera opción. Es parecida a Tom, pero un poquito deformado, o parecida a Jerry, pero un poquito deformado. ¿Me siguen hasta aquí? Y ahora les digo nuevamente: ¿a quién eligen de estos tres? Resulta que cuando yo pongo al Tom deformado, todos ustedes van a elegir al Tom normal y nadie va a elegir a Jerry. Cuando pongo al Jerry deformado, todos ustedes van a elegir al Jerry normal y nadie va a elegir al Tom. Se entiende, por poner una tercera opción, yo estoy sesgando sus decisiones. Esto tiene una consecuencia práctica. Imagínense que quieren ir… En argentino, se diría «ir de levante» a un boliche, «de ligue» sería en español. ¿Cuál es la forma de asegurarse de que les va a ir bien? Tienen que ir con un amigo o una amiga que sea muy parecido a ustedes, pero un poquito más feo. ¿Qué hacen con esto? Sesgan las decisiones de la gente. Pues no los van a estar eligiendo a ustedes, van a estar eligiéndolos a ustedes en relación a su amigo o amiga que… Bueno, ¿qué va a hacer? Que sea un buen amigo, así no se enoja demasiado. Y los sesgos ocurren todo el tiempo. Sesgo de confirmación, por ejemplo. Sesgo de confirmación se refiere a que todos tenemos ideas previas sobre algo, pensamos algo.

1:03:19

Cuando viene alguien y nos dice algo que está de acuerdo con lo que nosotros pensamos, lo consideramos verdadero, le damos valor de verdad. No bello o me parece interesante, verdadero. Cuando viene alguien con argumentos que están en contra de lo que nosotros pensamos, lo consideramos falso. Y eso pasa todo el tiempo. Conocer los sesgos nos ayuda un poquitito a no caer tanto en ellos. Vamos a seguir cayendo, insisto, pero podemos caer un poquitito menos al entender cómo funciona nuestro cerebro. Lo loco es que son inconscientes, pero después algo nos convence, a la conciencia nos llega la noción de que tomamos una decisión adecuada, objetiva, etc. El inconsciente nos engaña permanentemente como los sentidos. Uno toma una decisión por cosas que no tiene ni idea, por su historia, por cuestiones emocionales… Y, después, se convence de que la tomó porque era la mejor decisión. No, no es así. En general, somos irracionales. Hay 300 sesgos y no estoy diciendo el número al azar, sino que hay definidos, incluso algunos matemáticamente. Hay cualquier cantidad de sesgos. Son fascinantes, porque es entender un poco cómo funciona una persona, por qué crees en algo… Yo estoy acá como científico. Diego Golombek, científico, les estoy hablando de algo. Y ustedes, más allá de que algunas cosas les puedan sonar medio raras, van a tender a creer en lo que yo diga. Eso es un sesgo. Se llama principio de autoridad, según el cual algo es verdadero de acuerdo a quién lo dice. Esto es verdadero porque lo dice un científico, lo dice un premio Nobel, lo dicen tus padres, lo dice la maestra, lo dice tu jefa…

1:04:43

Bueno, en ciencia, afortunadamente, no es así. En ciencia, no hay o no debiera haber principio de autoridad. En ciencia, las cosas no son verdad por quien las diga, porque las dice una premio Nobel. En ciencia, las cosas son verdad porque se demuestran de cierta manera. Es una forma de romper con los sesgos. Y eso, es algo que podríamos devolverle al mundo, desde la forma de entender ciencia a partir de la educación, la educación básica en ciencia tiene que servir para eso. No tiene que servir para formar muchos más científicos. Ojalá muchos chicos, muchos niños, muchas niñas quieran hacer ciencia. Pero, aun así, la enseñanza, la educación científica, sirve para romper sesgos. Sirve no para ser más y mejores científicos, sino para ser más y mejores personas. Porque si uno piensa científicamente y cae un poco menos en los sesgos, es menos prejuicioso. No acepta cualquier argumento, sino que pide evidencia para ese argumento. Y es un mejor ciudadano, una mejor ciudadana y una mejor persona. Si no les vendí la ciencia con esto, ya no sé qué decirles, muchachos.

1:05:48
Alejandro. Hola, Diego. Mi pregunta es sobre la televisión y las redes sociales, que citan estudios científicos para apoyar noticias que, en ocasiones, son contradictorias. ¿Qué herramientas puede sugerirnos para valorar y desmitificar estos datos científicos que recibimos a diario?

1:06:03
Diego Golombek. Sí, lamentablemente, es muy cierto lo que estás diciendo, Alejandro, que a uno le pueden disfrazar algo, «como esto lo dice la ciencia». No es así, es peor todavía, te diría. Y hay incluso un sesgo nuevo, bastante reciente, que se refiere a que las informaciones falsas, exageradas o representadas erróneamente, en todo caso, llegan a mucha más gente, llegan más rápido y llegan más lejos, se distribuyen, incluso geográficamente, mucho más. Lo cual tenemos un enemigo bastante formidable en esto. Y acá, me parece que tenemos que hacer un poquitito de cátedra desde cómo funciona la comunicación profesional de la ciencia. Cuando uno hace un hallazgo… Que cada tanto ocurre, la verdad que es raro que un científico descubra algo de la nada. Los científicos no tenemos noticias, tenemos historias, historias muy largas que uno incluso ha heredado de su mentora o de su mentor y la hereda a sus estudiantes. Pero, bueno, en el camino aparecen algunas cuestiones. Bueno, no es que vos agarrás un megáfono y le comentás al mundo: «Descubrí esto». Lo tenés que publicar y ese proceso de publicación lleva una serie de referatos, de evaluaciones, por PARES, de editores… Un montón de idas y vueltas y no siempre hay final feliz con esto, no siempre podés terminar publicándolo. Esos mecanismos de validación de la ciencia profesional, de alguna manera tendríamos que contar el espejo en los mecanismos de validación de la comunicación pública de la ciencia, que es parte de la ciencia. La ciencia no es ciencia hasta que no se comunica. Como decía un viejo periodista científico en Argentina: «La divulgación científica es la continuación de la ciencia por otros medios», como un poco parafraseando el arte de la guerra.

1:07:43

Entonces, eso que nosotros, más o menos, sabemos hacer, aún con falencias, hay que admitirlo, que son ciertas alarmas de seguridad. Cuando uno va contando profesionalmente algo de ciencia, tendríamos que aplicarlo en la comunicación pública. Por ejemplo, cuando uno lee una noticia, a ver, ¿cuáles son las fuentes? ¿Hay fuentes aquí? ¿Hay científicas y científicos que dicen esto? ¿Hay fuentes independientes de esto? ¿Hay una racionalidad en el argumento? ¿Sabemos el método por el cual se llegó a un cierto resultado o solamente nos dice un resultado? Vieron que hay un formato de noticias científicas que indefectiblemente comienza diciendo: «un grupo de científicos». Siempre empiezan así. Un grupo de científicos de la Universidad de algo con «ch», de Chicago, Massachusetts, Michigan… Carabanchel. O sea, un grupo de científicos de la Universidad de, lo que quieras, descubrió el gen de la estupidez. Punto, ya está, es la noticia. No, no, no, espera un momento. ¿Quiénes son? ¿Por qué es anónimo? ¿Qué hicieron? ¿Cómo lograron esto? ¿Hay explicaciones alternativas? Todo eso que nosotros aprendemos en una carrera científica e intentamos enseñar a nuestros estudiantes, tendríamos que compartirlo en la comunicación pública de la ciencia. Es más, somos responsables de eso. Un poco tendríamos que aprender que contar lo que hacemos, para los científicos, es parte de lo que hacemos. Parece un trabalenguas, pero no lo es.

1:09:14

Es que contar la ciencia es parte de hacer ciencia. Y, normalmente, no lo es. Vos llamás a un científico para que dé una nota y le va a costar un poco, porque dice: «Después van a tergiversar lo que digo o lo van a leer mis competidores y lo voy a simplificar demasiado y no va a estar bien». Bueno, tenemos que educarnos mucho a nosotros mismos desde la ciencia, porque contar la ciencia es una obligación del científico y creo que esa es la mejor manera de enfrentar la epidemia de desinformación, de «fake news», etc. Involucrarnos desde la ciencia en eso y no simplemente quejarnos. A nosotros nos encanta quejarnos: «Mirá lo que dicen estos periodistas». Es la eterna lucha del bien contra el mal. O sea, de la ciencia contra el periodismo. Bueno, no es tan así. Afortunadamente, hay eslabones en el medio, hay extraordinarios divulgadores, extraordinarias periodistas, pero hay un poco de pelea entre ambos porque son lógicas distintas. ¿Cómo se soluciona eso? Formando más y mejores periodistas científicos. Formando más al público para que pregunte, para que no se quede con algo superficial y, sobre todo, involucrando más a los científicos. Parte de nuestro trabajo debería ser contar la ciencia. Si no, después no nos podemos quejar cuando empiezan a decir que la ciencia no sirve para nada. Bueno, si yo no la defendí, es un poco tarde para quejarnos. No es la culpa nuestra en este caso, pero tenemos que aprender a defender la ciencia contándola con sus maravillas y también con sus fracasos y sus miserias.

El increíble poder de nuestros sentidos. Diego Golombek, biólogo
1:10:37
Karen. Hola, Diego. Mi nombre es Karen. Soy emprendedora y lidero proyectos, lidero personas. Me interesa mucho el tema del liderazgo. En uno de tus libros, comentas qué habilidades debería desarrollar un líder teniendo en cuenta el conocimiento que tenemos sobre el cerebro. Así que me interesaría saber qué herramientas o recomendaciones prácticas nos darías, no solo a emprendedores, sino a cualquier persona que quisiera presidir su vida.

1:11:01
Diego Golombek. Muchas gracias por la pregunta. Sí, es un libro que se llama «Neurociencias para presidentes», al cual te estás refiriendo, que está inspirado en otro libro. Vale la pena decir cuál es la fuente. Un libro de hace muchos años que se llamaba: «Física para presidentes», «Physics for Presidents», creo que está traducido incluso. En el cual el autor daba un curso en la universidad, pero decía que uno no puede llegar a ser un jefe de un estado moderno sin saber cómo funciona el mundo, sin saber las cosas más básicas de cómo funciona el mundo, qué es la energía, qué es la materia, cómo se intercambian una y otra, etc. Creo que tenemos unos cuantos ejemplos que hay gente que llega a ser jefe de Estado sin saber mucho cómo funciona el mundo, pero saquémoslos de encima. Ahora que sabemos mucho sobre el cerebro, porque la verdad que en las últimas décadas hemos aprendido mucho más sobre el cerebro que en toda la historia de la humanidad, tenemos la responsabilidad de que eso se sepa, que se conozca, sobre todo, en tomadores de decisiones y, sobre todo, en tomadores de aquellas decisiones que influyen no en su núcleo íntimo, sino en todo un Estado, en un país, en lo que tú lideras, en tu grupo de gente, en una empresa… Por eso, la neurociencia, o al menos algunos preceptos de la neurociencia y también de la psicología, entendiendo la psicología como el estudio del comportamiento y la neurociencia como el estudio de las bases neurales del comportamiento, son fundamentales para este proceso de liderazgo, de trabajo en equipo, de motivación, de toma de decisiones… Entonces, de nuevo, hay que hacer mucha divulgación, mucha comunicación pública rigurosa, sin caer en metáforas vanas, en analogías que no funcionan, en exageraciones, para ver qué sabe la ciencia sobre, por ejemplo, cómo hacer motivación. Si tú lideras un equipo, tienes que motivarlo, tienes que entender cómo hacer para que quieran trabajar y que lo entiendan como una parte importante de sus vidas. Y hay ciencias sobre esto.

1:12:49

Por ejemplo, sabemos que la motivación depende de que las personas valoren su trabajo. Muy sencillo esto, pero bueno, ¿cómo lo sabemos? Con experimentos. Yo les pido a cada uno de ustedes que me fabriquen… ¿Vieron esos muñequitos que son los «Bionicle»? Esos que pueden hacer… Los «Transformers», esos. Bueno, me lo traen aquí adelante. Yo puedo hacer dos cosas. Puedo reciclar las partes de los «Transformers» para que sigan funcionando y puedo hacer una caja grandota o agarrar el «Transformer», decir: «Ajá», y ponerlo aquí exhibido para todo el mundo. Ese segundo grupo va a estar mucho más motivado y va a seguir haciendo nuevos «Transformers» con muchas más ganas. O bien saber que lo que hacemos ayuda. Eso es tremendamente motivador. Hay un experimento hecho en un hospital, que quería hacer un «nudge». Un «nudge» es un empujoncito para que la gente se lavara más las manos en el hospital. Entonces, tomaron dos lavatorios de manos y en uno pusieron un cartel que decía: «Lavar las manos previene enfermedades». En el otro, pusieron un cartel que decía: «Lavar las manos previene que tus pacientes se enfermen». ¿Y después qué hicieron? Midieron el peso del jabón en cada uno de los lavatorios, bajo la idea de que si la gente se lavó las manos, el jabón va a estar más liviano. En el segundo caso, el jabón estaba mucho más liviano. ¿Por qué? Porque habías inducido a que la gente pensara: «Lavándome las manos estoy ayudando a alguien, estoy ayudando a mis pacientes». Lo mismo con el trabajo en equipo, tan fundamental. A ver, lo que pueden hacer 10, 15, millones de cerebros trabajando juntos es exponencial. Ejemplos de esto. ¿Ustedes saben lo que es el CAPTCHA? Esas letritas medio torcidas que tenemos que llenar para entrar a un sitio web para demostrar que somos humanos y no una máquina. Eso lo inventó un científico guatemalteco llamado Luis von Ahn, un genio realmente.

1:14:40

Y en una época, había dos CAPTCHA. Uno se llamaba CAPTCHA y el otro, no era poeta, muy originalmente, se llamaba reCAPTCHA. ¿Qué va a ser? Uno de los dos era para demostrar que efectivamente éramos humanos. El otro no. El otro era para enseñarle a leer a las computadoras. Cuando comenzaron estas pruebas de Luis von Ahn, los programas de reconocimiento de caracteres no eran perfectos. Entonces, uno ponía un escaneo de un manuscrito antiguo o unas letras que no se leían bien, las computadoras no leían muy bien. Nosotros sí. No nosotros: uno, dos, tres… Millones de nosotros, resolviendo esos CAPTCHA, lo hacíamos perfecto. El promedio se acercaba muchísimo a la perfección. Y con esos millones de cerebros, le enseñamos a las computadoras a leer. Por eso, justamente, el líder adecuado tiene que saber construir equipos, equipos diversos que piensen diferente. A ver, si yo, por ejemplo, ahora les preguntara: ¿cuál es la altura de la Estatua de la Libertad? Y cada uno de ustedes va a pensar un número, van a pensar 10 metros o van a pensar 500 metros. Ahora les digo, bueno, durante… No lo vamos a hacer, pero háganlo después, con esto pueden ser el alma de la fiesta, si lo saben. Es fantástico. Después, les pido: «Ahora discutan entre cuatro o cinco de ustedes durante un minuto cuál sería la altura de la Estatua de la Libertad y lleguen a un número en conjunto». Ese segundo número se va a acercar muchísimo más, pero muchísimo más a la altura real de la Estatua de la Libertad. ¿Por qué? Porque alegramos diversidad justamente a esto, a la toma de decisiones o a la estimación de un número. ¿Qué más tenés que saber como emprendedora, como líder, como presidenta? Tenés que saber que somos bichos mucho más emocionales que racionales, aun cuando nos convencemos de que somos más racionales.

1:16:29

Por lo tanto, si uno quiere ayudar a tomar decisiones, tiene que apelar a la emoción. Ejemplo muy cercano, el ejemplo que tuvimos en la pandemia. ¿Cuánta gente, con buenas intenciones incluso, pensaba que no había que vacunarse? Porque había escuchado por ahí: «Las vacunas hacen mal y estas se acaban de fabricar. No tienen ninguna prueba». ¿Qué dice uno? «Léete 20 “papers”, léete 100 “papers”, vas a ver…». Bueno, eso no sirve para nada. No podemos apelar solamente a la razón. Tenemos que apelar a cuestiones también emocionales para que la gente al menos se ponga en un plano de poder discutirlo, que abra la puerta para poder discutirlo. Lo mismo pasa con tu grupo. Con tu grupo, puede ser tu emprendimiento, puede ser tu país. Si uno va solamente apelando a lo racional… Lo racional es importantísimo, la ciencia es un emprendimiento, una aventura racional, pero si no entendés que también somos eminentemente emocionales, no funciona. Cuestiones de memoria y aprendizaje, lo que sabemos desde las neurociencias para aportar a la educación. Ustedes saben que el prefijo «neuro» está muy de moda. Estamos en la época del «neurotodo»: «neurofútbol», «neurohelado», «neurocafé»… En algunos casos, exagerando. Hay «neurogym», hay «neurogym kids» con gusto a fresa, también si quieren. «Neuromanagement», lo que quieran. Bueno, uno de esos «neuros» es neuroeducación. Es poco feliz porque se confunde con todos estos otros «neuros» que están dando vueltas, pero sabemos mucho ahora de cómo el cerebro aprende y eso lo tenemos que aplicar en la escuela, en la educación continua, en un trabajo. No para reemplazar la educación jamás, la educación es el bien más preciado que tenemos, pero sí para aportar algunas ideas de cómo prestar atención, qué pasa con la concentración, qué pasa con la memoria, qué pasa con los esquemas de lectura…

1:18:18

Así que realmente como neurocientíficos, como científicos en general, tenemos esa responsabilidad de todo lo que aprendimos de la ciencia, que parte puede ser muy aprovechada en procesos de liderazgo. Y son muchos. Cuidado cuando te parece un cartel de «neuroliderazgo», «neurocoaching», «neurodulces»… Fijate qué hay detrás de eso, pero a veces hay gente muy seria detrás de eso, con la cual uno puede aprender mucho. Si te causa dudas, pensá por qué te causa dudas, porque tal vez tengas razón. Pero hay mucho material realmente y los científicos estamos deseosos de ayudar, no queremos guardarnos el conocimiento, queremos que ese conocimiento se democratice, que sirva para ser más felices, para ser mejores personas, para tener mejor calidad de vida y, en tu caso, para tener mejores emprendimientos y, por qué no, mejores países.

1:19:13
Daniela. Hola, Diego. Soy Daniela. Bueno, comenzaste hablando un poco de tu interés por la ciencia en la cotidianeidad, así que mi pregunta va a ir por ahí. Sé que escribiste dos libros, uno de ellos es «El parrillero científico». Así que la pregunta sería que nos cuentes algún «tip», de manera científica y objetiva, que nos pueda decir cómo hacer el mejor asado.

1:19:39
Diego Golombek. ¡Mirá vos! Me da curiosidad por qué esa pregunta viene con acento argentino. No sé por qué.

1:19:47
Daniela. Por eso digo, iba por el lado de la ciencia y la cotidianeidad.

1:19:50
Diego Golombek. Muy bien, muy bien. Efectivamente, es la pregunta más importante de todas, claramente. ¿Qué hay mejor que un buen asado? Bueno, también puede haber vegetarianos, los respetamos, pero podemos poner también cosas vegetarianas en la parrilla, perfectamente. No me vengan con eso de «Si me pusiste carne, no me ponés choclos». No, no, no, paren, paren. Todo tiene un límite, todo tiene un límite. Dicha esta advertencia, al igual que todo lo que venimos diciendo, en la parrilla, en los asados, hay muchísima ciencia y todas las ciencias que se les ocurren. Hay termodinámica, por ejemplo. Termodinámica es movimiento del calor. ¿Y no es eso hacer un asado? ¿No es generar calor? ¿Y qué es el calor? ¿Qué es el fuego? ¿Por qué se prende fuego? Bueno, hay que entender qué es el combustible, qué es el comburente… Los elementos del fuego son muy sencillos. Algo que se prenda fuego, que puede ser carbón, madera, papel para comenzarlo… Algo para comenzar el fuego: los fósforos, oxígeno, que, por supuesto, es muy necesario. Y el elemento más importante de todos, que creo que esto es lo que se maneja bastante bien en Argentina, en Uruguay, etc., es el tiempo. Uno de los elementos más importantes para el asado es el tiempo. Un buen asador comienza el asado mucho más temprano. ¿Y por qué es eso? Porque, así como hay termodinámica, que es este movimiento o transferencia de calor por conducción, por radiación, por convección, etc., ese calor tiene que hacerle algo a la carne. Y ese algo lo puede hacer rápidamente o lo puede hacer lentamente. Y la diferencia no es menor. Por eso, los franceses no tienen ni idea de cómo se hace un asado.

1:21:25

Por supuesto. ¿Qué pasa si uno lo hace lentamente? Hay componentes en la carne que, si uno los calienta parejo y despacio, muy despacito, se hacen mucho más tiernos. El colágeno, que es una parte dura de la carne, con tiempo y calor se gelatiniza, se vuelve gelatina. Y la gelatina es mucho más blandita y mucho más rica para comer. Así que el tiempo es importantísimo. Y, además, hay otros trucos para el tiempo en el asado. Imaginen que hacen un asado de un trozo de carne con hueso. El hueso es nuestro mejor aliado en la parrilla. ¿Por qué? Porque es un disipador de calor. El hueso no es algo concreto, tiene un montón de agujeros ahí adentro. Nuestros huesos y el hueso de la res que estamos usando, del cerdo, de lo que sea que estamos usando para hacer el asado. Si uno pone la carne, hueso para abajo, uno piensa: «Estoy perdiendo calor». No, todo lo contrario. Está aprovechando el hueso para que transmita ese calor homogénea y lentamente a la carne. Y cuando uno ve que la parte de arriba de la carne ya está un poquito doradita, le da la vuelta unos pocos minutos y la carne está perfecta. ¿Qué más? No cortar el asado. Los jugos de la carne son bastante preciosos para esto. En general, es agua, no es sangre. No se preocupen. Cuando sale ese jugo con color, no es sangre. La res, en general, se desangró en el matadero antes de esto. Perdón si alguno es medio impresionable con esto. Es agua con un poquitito de mioglobina, es el pigmento que tienen los músculos de la carne. Pero si uno lo abre, de pronto expone muchísima más superficie al calor y, a través de esa superficie, ¿qué pasa? Se evapora el agua. Y si se evapora el agua, la carne está menos tierna. ¿Por qué? Porque el mito dice que eso cierra los poros de la carne y los jugos, la humedad queda bien adentro. ¡Mentira! La carne no tiene poros, no tiene agujeros. Sí, se va a seguir evaporando el agua.

1:23:39

¿Qué es lo que sucede? Cuando uno calienta bruscamente casi cualquier comida, se produce una reacción química súper compleja, se llama la reacción de Maillard, el francés que lo estudió, que es que, cuando se calientan aminoácidos y azúcares, bruscamente, se producen miles, literalmente, miles de olores nuevos, sabores nuevos y colores nuevos. Por eso es el doradito que tiene la carne o una tostada. Y es muy rico eso. Esos sabores son realmente deliciosos. Por tanto, cuando uno los come, saliva más, porque la carne es más rica. Entonces, al salivar más, te parece que está más húmedo. No, no está más húmedo. Está rico porque lo hiciste bien, pero no cerraste ningún poro. Una de las dudas en la ciencia del asado, en la ciencia de la parrilla, es mecánica. Es la altura de la parrilla, la forma de la parrilla, si tiene que ser cilíndrica o tiene que ser en V. Y tiene mucho que ver. Es una pregunta muy relevante. Uno podría decir… A ver, yo puedo tener bastante fuego aquí abajo y poner la parrilla bien alta, o poco fuego y poner la parrilla más baja y es lo mismo. ¿Saben qué? No es lo mismo. Es ideal tener un fuego medio y una altura que uno pueda ir gobernando porque las distintas carnes necesitan distinto tiempo. Con lo cual, si tienen un fuego muy alto y la parrilla ahí arriba y lo sacamos, bueno, la gente va a tener que esperar un montón. Vamos a tener que sacar un trozo de carne en un momento y, tal vez, una hora más tarde, el siguiente. Lo mismo si lo ponemos muy abajo. Con lo cual, hay un tipo de brasero, no sé si se utiliza aquí en España para las parrillas, que te permite ir sacando brasas a medida que las necesitas. Se pone al costado de la parrilla. Y lo ideal es una mezcla de carbón y leña para esto, porque el carbón tiene una enorme capacidad calorífica. El carbón básicamente es madera casi seca del todo, el carbón vegetal, pero no da gusto, no da olorcito rico.

1:25:32

En cambio, la madera no tiene, en general, tanta capacidad calorífica, pero da un humo muy rico. Entonces, uno, en el brasero, pone una mezcla adecuada de carbón y leña, va recogiendo eso y eso le da control sobre el fuego. Le da mucho más control que la altura de la parrilla porque uno recoge esas brasas y las va poniendo en el lugar adecuado para que cada trozo de carne tenga el calor adecuado. Hay carne que no se cocina. Las morcillas se calientan. Entonces, si uno pone la morcilla al comienzo con el resto de la carne, va a salir quemada obviamente. Hay carnes, por el contrario, que requieren muchísimo más calor y mucho más tiempo, los cortes más gruesos, por supuesto. Y esto me lleva a otra ciencia del asado, que esto ha causado divorcios, «Capuletos y Montescos». La sal en la carne, ¿antes o después? He visto parrilleros en actitud… Tienen cuchillo en la mano, cuidado con los parrilleros. Y vieron que siempre está la persona que llega temprano a la parrilla y se pone atrás del parrillero y dice: «Ah, vos lo hacéis así. Ah, bueno, bueno…». Y después, se pone a hablar. No inviten a esa gente. ¿Qué pasa con la sal? La sal, de nuevo, depende del trozo de la carne. La sal le hace bien al asado. Pero depende muchísimo de cuán grueso sea el corte que tenemos. Si tenemos un corte de un cuarto trasero de res, enorme así, y lo salamos, la parte del medio ni se entera de que hubo sal. No hay forma de que llegue. Con lo cual, esa parte del medio, obviamente, va a haber que salarla después. Y no tiene sentido llenar de sal lo de afuera, porque afuera va a estar incomible y lo de adentro no le va a haber llegado esto. Por el contrario, si es un churrasco, un bife, algo más finito, sí hay que pasarlo por sal. Va a ayudar a la cocción, va a hacer la masa homogénea y le va a dar mucho mejor sabor. Entonces, respondiendo a esta idea de qué hacer con el fuego: controlarlo, que el fuego no nos controle a nosotros. Somos un poco prehistóricos, sobre todo los animales parrilleros como nosotros, que, en general, suelen tener un cromosoma X y un cromosoma Y, que son los más brutos de todos. Pero controlemos el fuego, con eso vamos a controlar el asado.

El increíble poder de nuestros sentidos. Diego Golombek, biólogo
1:27:37

Bien, muchísimas gracias. Muchísimas gracias por la atención, por las preguntas. Vi que estaban prestando mucha atención y eso me fascina porque es lo que me gusta hacer. No sé cuánto les convencí, espero que un poquitito de esto que decíamos al principio, que la ciencia está presente en todo lo que hacemos. Por un lado, uno lo puede estudiar eso profesionalmente. Es lo que yo hago, es lo que hacen mis colegas, y es maravilloso, lo recomiendo enormemente. La carrera del científico es una belleza. No pasan días sin que descubras algo. Algo que no le importa a nadie, pero no importa. Lo descubriste y, durante un ratito, le robaste secretos a la naturaleza. Había algo que solo sabía la naturaleza y, de pronto, por un momento, vos también sos el dueño de eso. Eso es maravilloso. Pero aún sin ser científico profesional, podemos tener esta sensación. Sería muy egoísta por parte de los científicos que nos la guardáramos para el laboratorio, para el microscopio, para el tubo de ensayo… Y yo lo que quiero es contagiarles un poco de eso, contagiarles de que esa sensación de descubrir, de sacudir a la naturaleza preguntazos y ver qué pasa, está al alcance de todos. Y nos vuelve mejores personas, nos vuelve más felices. Ojalá sea así. Ojalá puedan preguntarse más cosas. La pregunta no tiene muy buena prensa. Fíjense que, en la escuela, los estudiantes, las estudiantes no suelen preguntar mucho y menos que menos a un colega, menos que menos a un compañero. Pues no, eso no está bien. Ojalá podamos romper un poco ese prejuicio y hacer más preguntas. Para la ciencia, ninguna pregunta es un disparate. Toda pregunta es válida, toda pregunta que surge de una curiosidad genuina es válida. Y eso fue un poco el ejercicio que hicimos aquí.

1:29:17

Preguntas desde lo que ustedes me estuvieron diciendo, de los sentidos, del sueño, del asado, de lo que fuera. Preguntas de por qué la gente canta en la ducha. No sé, ¿cuántos de ustedes cantan en el baño? A ver, reformulo la pregunta. ¿Cuántos de ustedes se bañan? Bueno, suponiendo que se bañaran, muy recomendable. ¿Les gustaría cantar? ¿Alguna vez cantaron? Sí, todo el mundo alguna vez cantó. ¿Por qué? Bueno, esa es una pregunta científica. No se la voy a contestar, porque quiero que la piensen un poquito. Porque detrás de toda pregunta, hay un camino. Y ese camino, créanme… Y creo que lo vivimos en este rato de ‘Aprendemos Juntos’. Créanme que nos hace mejores personas y nos hace más felices. Espero que hayamos pasado un rato, una hora y pico, no sé cuánto, de un poco más de felicidad. Porque la ciencia, si sirve para algo, es para eso, para mejorar nuestra calidad de vida, para hacernos más felices y para ser mejores personas. Seamos científicos por un rato largo. Muchísimas gracias. Bueno, está bien, está bien, les voy a contestar, está bien. Sé que no van a poder dormir. Uno puede pensar: «Yo canto en la ducha, pues no me escucha nadie». Les tengo noticias. Uno se va a bañar… Vámonos, vámonos, por favor. Uno puede decir: «Bueno, canto en la ducha porque, no sé, estoy más relajado, estoy más contento». No, ¿por qué no cantas en tu cuarto o en la cocina? Puedes decir: «Estoy solo». Podrías estar solo en cualquier lugar de la casa y no cantás en general. Algo debe tener el baño de especial, ¿verdad? Claro que sí.

1:30:46

A ver, pensemos en un baño. Suele ser un lugar pequeño, en general cerrado, y en las paredes del baño, a diferencia de otros lugares de la casa, suele haber azulejos o cerámicos. No hay madera, ladrillo o chapa. Resulta que si uno le canta a un ladrillo, la historia de mi vida, le canta a un ladrillo, el ladrillo tiene un montón de agujeros, tiene mucho aire, se chupa el sonido, no me lo devuelve. Un azulejo me lo devuelve. Está dando vueltas. Imagínense que todos nosotros fuéramos un coro de 50 personas y hay dos que cantan horriblemente mal. No voy a decir quiénes. Cantamos todos juntos. ¿Vamos a escuchar a esos dos que cantan mal? No, se van a promediar con el resto. Entonces, si uno canta y el sonido empieza a estar ahí mucho tiempo, y canta mal, cala una nota, le sale mal una nota, no la va a escuchar, se va a promediar con el resto. Además, el baño es una cámara de reverberancia. Quiere decir que hay notas que suenan más fuertes que otras, las notas graves suenan más fuertes que las agudas. ¿Y uno cuándo canta mal? Uno canta mal justamente cuando canta agudo y no se escucha tanto en el baño. Conclusión científicamente comprobada, en el baño todos somos María Callas, todos somos Gardel. No, mejor, más que Gardel, otro Carlos, todos somos Darwin, que vale la pena.