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Una novela sobre el miedo a ser papá

Juan Pablo Villalobos

Una novela sobre el miedo a ser papá

Juan Pablo Villalobos

Escritor


Creando oportunidades

Juan Pablo Villalobos

Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973) es escritor mexicano cuya obra transita entre el humor, la autoficción y la exploración de la identidad. Creció entre Guadalajara y Lagos de Moreno, Jalisco, y estudió Letras en Xalapa, Veracruz. Ha vivido en Barcelona y Brasil, experiencias que han marcado su visión y su lengua, y que se reflejan en su literatura y vida cotidiana.

Villalobos es autor de novelas como Fiesta en la madriguera, Si viviéramos en un lugar normal, Te vendo un perro, No voy a pedirle a nadie que me crea y El pasado anda atrás de nosotros, entre otras. Su narrativa explora temas como la migración, la familia, la paternidad y el fútbol, siempre desde una perspectiva irónica y autocrítica. Ha escrito también en portugués y ha sido traducido a varios idiomas.

Además de su labor literaria, imparte talleres y participa en medios de comunicación. Villalobos defiende la literatura como espacio de convivencia y responsabilidad social, y considera que la escritura y la lectura son actos colectivos que nos conectan con los otros.


Transcripción

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Juan Pablo Villalobos. Yo soy Juan Pablo Villalobos y soy escritor y me gustaría empezar a hablar justo de lo que es la materia prima para nosotros los escritores, que es la lengua. Y también me voy a justificar porque de alguna manera quiero pedir perdón de entrada por mi manera de hablar, porque sé que a los mexicanos nos ofende mucho, nos sentimos como traicionados cuando alguien adopta maneras de hablar extranjeras. Pero sucede que es inevitable y sobre todo para alguien como yo, que lleva muchísimos años viviendo fuera de México. Y yo digo que en nuestra manera de hablar también está nuestra historia, está el rastro de todos los sitios donde hemos vivido, por donde hemos pasado, las experiencias que hemos tenido, las personas con las que hemos convivido. Yo nací en Guadalajara y después me fui a vivir al pueblo de la familia de mi padre Lagos de Moreno, en Los Altos de Jalisco, “un pueblo”, porque es una ciudad en realidad de más de 100 mil habitantes, pero en México eso se suele considerar un pueblo. Y después viví de nuevo en Guadalajara. De allí me fui a Xalapa, Veracruz, donde estudié la carrera de letras. Vine a Barcelona y allí conocí a la que es mi esposa, que es brasileña, así que fuimos a vivir a Brasil, volvimos de Brasil a Barcelona y en todo este recorrido digamos que yo fui adquiriendo nuevas maneras de expresión, nuevas palabras, nuevas formas de enlazar las frases, nuevas expresiones de sorpresa, nuevos insultos, nuevas groserías, nuevo todo y evidentemente uno trata a veces de ser fiel a su origen y tiene que hacer un esfuerzo muy grande, yo le llamo un esfuerzo nostálgico, por mantener una identidad que estaría en principio arraigada al lugar donde uno nació o donde uno creció, Pero evidentemente es una batalla perdida, es decir, por contagio y por nuestra cotidianidad y por nuestras interacciones de todos los días se nos van pegando cosas. Y claro, llegará el día en que nos escuchemos en alguna conversación, tengamos la capacidad de salirnos de nosotros mismos y vernos desde afuera y descubrir ¿quién es ese que está hablando? ¿Por qué está hablando de esta manera? Y por supuesto que esto dé cara a la familia, los amigos y en un caso como el mío que tengo también contacto con lectores y con gente que me conoce por mi participación, ya sea dando clases, talleres o también por mi participación en medios de comunicación, suele incluso ofenderse por la manera en que hablo. ¿Quién es este? ¿Por qué habla como Hugo Sánchez? Y de hecho hablaremos de fútbol en algún momento, espero. Me gustaría mucho hablar de fútbol, que es un tema importantísimo en mi vida. Y para terminar esta introducción y dejarles hablar a ustedes, quería decir que sí creo que tenemos que adoptar, digamos, nuestras maneras de hablar en el presente, que son fieles a quienes somos. En mi caso, hay un rastro de mi paso por México, por supuesto, 30 años de mi vida transcurrieron en México y soy un escritor mexicano, pero no soy solo eso, soy más cosas. Hay una parte mía que tiene que ver con mi vida en Barcelona. Hay una parte mía que tiene que ver con mi vida en Brasil también, he adoptado muchas cosas de Brasil y además tengo una cotidianeidad, en casa hablamos portugués también, así que todo esto se mezcla y mi vida es esto y por lo tanto se manifiesta en mi manera de hablar y por supuesto, en mi manera de escribir. Así que yo les dejo la palabra, quien quiere empezar preguntando algo estoy aquí a su disposición.

04:14
Público. Hola Juan Pablo, una pregunta. Una buena parte de tu obra se sustenta en el humor y lo absurdo. ¿Qué te hace sentirse tan a gusto contando desde este punto, desde este lugar, tus historias?

04:29
Juan Pablo Villalobos. Muchas gracias por la pregunta. A ver, yo creo que el humor, antes de ser una estrategia narrativa, es una actitud ante la vida y también una actitud ante la escritura. Creo que uno no puede pretender ser chistoso o ser gracioso o provocar la risa si no asume de entrada una determinada actitud. Y creo que esto tiene que ver con de alguna manera desprestigiar, ahora lo voy a explicar, suena muy fuerte, desprestigiar la figura del escritor. Es decir, el escritor suele ser visto muchas veces como una figura seria, una figura de autoridad, una figura que tiene mucho prestigio y que tiene que ser respetada, una figura que es escuchada y a veces incluso venerada o admirada, y por lo tanto se le da mucha importancia. El error es que el escritor mismo se dé a sí mismo demasiada importancia. Yo creo que el humor es un buen corrosivo para desprestigiar el creerse mucho. Creérsela mucho quiere decir ser engreído y a partir de ser engreído, ser prepotente, ser arrogante y asumir una posición jerárquica donde tú te sientes superior a los demás. Y hay mucho humor hablando ya un poquito así de teoría del humor que tiene que ver con ese sentido de la superioridad. Es decir, nos reímos de otro. Yo me coloco en una situación de superioridad en la cual me río de otro, eso es verdad. Pero también podemos hacer un humor auto irónico donde yo soy capaz de desdoblarme. Yo soy capaz de salir de mí mismo y reírme de mis propias circunstancias, reírme de mi propia vida, reírme de mi propio prestigio. Recuerdo que hace muchos años, 30 años quizás, cuando yo estaba estudiando en la Facultad de Letras en la Universidad Veracruzana, nos vino a visitar Augusto Monterroso, un grandísimo escritor mexicano nacido en Guatemala, porque los mexicanos nacemos en muchos lugares y Monterroso es muy famoso por un cuento que se llama El dinosaurio, que es el cuento más breve del mundo, se dice, y de la historia que es un cuento que simplemente dice: Y cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí. Y este cuento está dentro de un libro que se llama Obras Completas, que también es muy gracioso, que es un libro muy cortito y su obra es muy humorística, pero lo que a mí me interesó mucho de su visita fue que esa actitud se trasladaba no solo al papel, al texto, sino a la manera en que él encarnaba la figura del escritor. Él vino a encontrarse con un grupo de estudiantes, todos éramos fanáticos de su escritura y lo primero que hizo fue contarnos una anécdota de algo que le había sucedido supuestamente, yo creo que era un chiste. Pero que quería marcar muy bien la posición en la cual él se colocaba dentro de la tradición literaria mexicana y respecto de otros escritores. Contaba que en alguna ocasión había estado en una presentación de uno de sus libros y cuando terminó se acercaba la gente a saludarlo, a felicitarlo, hablar con él y en algún momento una persona dijo maestro, me encanta su obra. Le empezó a decir con un lenguaje muy ampuloso, muy florido, que las grandes virtudes que tenía su escritura, etcétera. Y Monterroso agradeciendo, le preguntó ¿qué es?

07:40
Juan Pablo Villalobos. ¿Qué libro? ¿Qué es lo que más te gusta? ¿Qué es lo que más te ha gustado de lo que has leído de mi obra? Y esta persona le contestó El dinosaurio. Le dijo ah, ¿y qué le pareció? Y le contestó no sé, voy a la mitad. Entonces esto nos da una idea de él, como ya de entrada se colocaba en esa posición de reírse de sí mismo. Yo creo que ahí está la cuestión. Hay que aprender a reírse de uno mismo si uno quiere que los demás rían. Entonces ahí hay una cuestión de reír juntos. Salimos de esa posición, de reír del otro, ofreciéndonos primero nosotros mismos como material de comedia, somos objeto de risa y a partir de ahí pareciera que se nos da permiso para que otros puedan reírse con nosotros. Y hay de alguna manera, esta idea de que no es lo mismo reírse de otro que reír juntos. La idea que a mí me interesa y que de alguna manera he tratado de trabajar en mis libros, es justamente que el yo, salga de esa posición autoritaria o esa posición de figura prestigiosa y sea capaz de ofrecerse como motivo de risa. Entonces, por eso muchas de mis novelas son auto ficción, no autobiografía. Son novelas donde utilizo mi propio nombre, pero lo que cuento no es verdad, es decir, no ha sucedido, es ficción. Por eso se llama esto autoficción. ¿Y por qué lo hago? Justamente porque el personaje que se llama Juan Pablo Villalobos en mis libros es un personaje torpe. Es un personaje bastante incapaz, bastante tonto, que se mete en un montón de problemas y de accidentes y que espero la gente no crea que soy yo porque creo ser un poquito menos torpe de lo que digo en esos libros. Entonces hay algo allí que por supuesto, en origen tenía que ver con lo que a mí me gustaba leer. Es decir, yo prefiero leer una literatura que al mismo tiempo que me instruya, vamos a decirlo así, al mismo tiempo que me dé algo, motivo para pensar, motivo para reflexionar, sentimientos, emociones. Trasladar a través de lo que leo, mis propias experiencias, también me gusta divertirme y me gusta reírme. Entonces, por supuesto que en origen había una especie de imitación. Nosotros muchas veces los escritores empezamos tratando de parecernos a aquellos escritores que nos gustan y por lo tanto yo trataba de parecerme a ciertos autores como Monterroso, a quien yo admiraba.

11:08
Público. Hola buenas. Bueno, como sabemos, tus libros nos hacen reír. A veces tenemos intrigas, a veces algunas interrogantes, pero ¿tú crees que el humor puede ser risa en general, para todo?

11:23
Juan Pablo Villalobos. El humor tiene que ver con la sensibilidad y el humor necesita insensibilidad. Voy a explicarlo con una anécdota que sucedió cuando cuando yo era niño, en mi pueblo, en Lagos de Moreno, con mi hermano menor, con Luis Alfonso. Salimos de casa, íbamos a la tiendita a comprar golosinas y entonces nos encontramos en el camino a la tienda que había una zanja y aunque podíamos rodear, y lo desafié a que saltara, entonces él saltó y cayó dentro de la zanja. Cuando me asomé para ver qué le pasaba, tenía el rostro completamente ensangrentado. Evidentemente me asusté. Mi reacción fue asustarme y lo saqué de allí, lo llevé a casa. Nuestro padre es médico, imagínense la que me cayó. Me regañaron muchísimo, me castigaron, etcétera. No había nada de chistoso en esa anécdota por supuesto. Sin embargo, pasaron los años y esa anécdota se volvió una anécdota humorística que prueba una de las frases más repetidas cuando se habla de comedia. Una fórmula que se dice drama más tiempo es igual a comedia. Es decir, el tiempo cura todo, ese es el mensaje. Todas las historias que nos puedan parecer dramáticas, tristes, incluso horribles, conseguimos convertirlas en anécdotas, a veces humorísticas o al menos, a veces al menos no tan dramáticas con el paso del tiempo. ¿Qué tanto tiempo tiene que pasar? Depende que tan grave haya sido esa historia. Creo que todos podemos recordar alguna de esas anécdotas pensando, por ejemplo, en relaciones amorosas, que nos duele mucho los rompimientos, pero después podemos contar esas historias, incluso riéndonos de nosotros mismos o riéndonos de nuestros exes. Pero esto funciona así, hay una insensibilidad que se activa con el tiempo. Cuando estamos muy cerca, somos sensibles y no podemos reír. Esto que sucedió con mi hermano no era motivo de risa porque estaba sangrando y entonces me daba miedo en realidad que le había pasado y si se habría lastimado y si acaso iba a tener consecuencias. Pero uno de las formas del humor más básicas que se llama el slapstick es este humor de resbalones. Es un humor, el más elemental, que tiene que ver con golpearse, y da risa. ¿Por qué da risa? Porque es una alteración de la cotidianeidad. Si nosotros vamos caminando un grupo de amigos y uno de ellos cae, la reacción es reír, en esto que hablábamos de la superioridad. Nos sentimos superiores al otro porque nosotros no nos caímos y nos reímos del que se cae. Pero si nos damos cuenta que ese amigo que se cayó se fracturó la pierna, ya no nos reímos, paramos de reír, nos asustamos porque se activa la sensibilidad. Evidentemente hay quien sigue riendo. Hay gente que tiene más capacidad de reír, reírse de las desgracias, reírse de los demás, es así. El humor es complicado, es complejo y contiene un componente de humillación grande. Es decir, muchas veces aquel de quien nos estamos riendo se siente humillado. Por eso es que digo que no se puede reír de todo. Evidentemente, yo no estoy a favor ni de la censura ni de establecer límites, pero sí creo que cada quien se tiene que hacer responsable de sus propios chistes.

14:24
Juan Pablo Villalobos. Es decir, no vale hacer un chiste y después esconder la mano como se dice, o después quejarse de que está siendo censurado. No es censura, porque el chiste ya lo hiciste, censura es que no te permitirán hacer el chiste. Y por supuesto que yo no estaría a favor de que a esa persona se le llegue a linchar o se le llegue a qué se yo, a judicializar, a meter a la cárcel o que pierda su trabajo, etcétera, por un chiste. Creo que sí somos capaces los escritores, los cineastas, los humoristas o ustedes en la vida cotidiana son capaces de crear una atmósfera de ficción ahí realmente ensanchamos las posibilidades de humor. Tenemos que ser capaces de, a través de la ficción, producir esos espacios de libertad. Volviendo al asunto de la sangre, que es un inhibidor de la risa, la sangre nos lleva al miedo, al terror. Pero también es verdad que si se exagera mucho y esto lo hemos visto muchas veces en el cine, si no es realista, si salen chorros y chorros y litros y litros de sangre, como se vuelve inverosímil, posiblemente a cierto tipo de espectadores o de lectores les pueda resultar chistoso. No a todos, de nuevo, porque hay diferentes umbrales de sensibilidad y evidentemente allí nos movemos en territorios muy turbios. Y yo creo que la cuestión es que aquel que haga el comentario o aquel que escriba o produzca o filme algo relacionado con el humor en estos ámbitos, simplemente tiene que asumir la responsabilidad de que habrá algunas consecuencias y que no puede simplemente escudarse en el argumento de la libertad de expresión, porque eso es cobarde.

16:54
Claudia. Hola Juan Pablo. Mi nombre es Claudia. Quisiera hacerte una pregunta respecto a la introducción que has dado. Hay una película que se llama Martín (Hache) y que uno de los personajes dice que lo importante o lo que realmente se extraña al migrar no es el país, sino el barrio, aunque te mudes unas cuadras. Entonces, yo quisiera preguntarte de manera personal ¿cuál es ese lugar que tú extrañas y cómo es?

17:28
Juan Pablo Villalobos. Más allá de lo evidente que es, la respuesta fácil es hablar de la familia y de los amigos. Creo que hay algo que sí se mantiene a lo largo de todo el tiempo y que creo que es muy simbólico, muy representativo de la cultura mexicana y que se queda marcado a fuego y que no podemos dejar y es la comida. Digamos que no solo se trata de los ingredientes o de los sabores. Se trata de que hay unas maneras de convivir, unas maneras de cocinar, unas maneras de consumir esos platillos que están asociados a maneras de ser. Y creo que hay cierta espontaneidad asociada a la manera en que nos juntamos, a la manera en que nos reunimos, en que convivimos, en que comemos en México, quizás de una manera un tanto más desorganizada, que yo extraño muchísimo. Ya hay muchísimos restaurantes mexicanos en cualquier lugar del mundo pero digamos que están desnaturalizados en sus formas, es decir, uno no va a un restaurante a comer tacos. Eso es absurdo, uno va a una taquería y uno va a un puesto de tacos que está en la calle, a veces en un carrito, a veces en una mesa, en un lugar uno los come de pie o en un banquito de plástico. En un plato cubierto con una bolsa, la cosa más antiecológica que existe pero bueno, es así. Uno va en cualquier momento, los puestos cierran muy tarde, uno va a la mitad de la fiesta, que es una cosa gloriosa, es decir, estar a las 2-3 de la mañana, no voy a decir cómo, y de pronto alguien dice vamos a los tacos. Y ese momento es de verdad, si no lo conocen, es muy triste que no exista esa experiencia en sus vidas, de verdad lo digo, ir en la madrugada a comer tacos o antes de ir a casa sabiendo que eso te va a salvar la vida. Y como esto, por supuesto, el asunto de las recetas familiares y de los platillos que van pasando de generación en generación también, ahora que yo ya soy papá desde hace muchos años en casa he tratado de que se mantenga eso, pero está todo trasladado, modificado, pierde espontaneidad y eso no he dejado de de extrañarlo. También tengo que reconocer que a mí me conviene mucho por mi profesión y sobre todo porque yo escribo novela, que la novela es, necesita de mucho tiempo, mucha concentración, mucha atención, entonces la espontaneidad no es buena. Y me refiero a que en México, por ejemplo, la gente es más invasiva en el sentido de que puede aparecer en tu casa o puede llamarte y decirte veámonos ahora dentro de cinco minutos o estoy aquí, baja y nos vamos a comer. Eso aquí, o al menos en mi experiencia en Barcelona es más organizado que por una parte me da pena, pero por otra me permite trabajar. Y yo creo de verdad creo que habría escrito mucho menos viviendo en México. Quizás habría comido más tacos, pero no, seguramente habría comido más tacos, pero el costo hubiera sido que habría escrito quizás dos o tres libros menos.

21:16
Público. Hola Juan Pablo. Justamente hablando de cuántos años llevas fuera de México y cuántos años has vivido en Brasil, ahora en España. ¿Cuál es tu relación? ¿Cómo vives ese amor de lejos con México, con tu familia, con tus seres queridos?

21:32
Juan Pablo Villalobos. Suceden aquí dos historias respecto de las casas de la familia que creo que son muy interesantes para pensar, como los que estamos lejos nos relacionamos con eso. La casa de los abuelos se quedó sola por primera vez hace un mes y entonces mi reacción, que fue una reacción completamente nostálgica, era hay que mantener eso como si fuera un museo, como si la casa de los abuelos fuera un sitio que había que preservar porque ahí estaba la memoria compartida de la infancia, de mis hermanos, de mis primos. Y lo comenté en un chat de WhatsApp con mis hermanos y claro, la respuesta de ellos que estaban ahí era es la peor idea que has tenido en tu vida. Y es verdad, solo vamos a acabar peleados todos, etcétera. No, no debes de hacerlo. Y creo que en realidad uno tiene que pensar hacia futuro, no hacia atrás. Me pasó un poco lo mismo con la casa de mis padres, mis padres, mi papá tiene 94 años, está muy grande. Y esa casa que fue la casa donde crecimos, es una casa grande porque somos cinco hermanos, pero ahora solo viven mis papás y mi hermana, esa es una casa que se ha quedado sobredimensionada para las necesidades de la familia y ahí también hay una incógnita de qué va a pasar con esa casa. Y creo que en mi última novela, en El pasado anda atrás de nosotros, justamente la vuelta a la casa familiar es esa reflexión que es un tema clásico de la literatura diría, la vuelta a casa está en, digamos, en La Odisea, por ejemplo. Ya está la ida y la vuelta, son dos temas que no se pueden separar, irse de casa y volver a casa. En la Odisea, Ulises se va, pero se va para volver y Telémaco, que es el hijo de Ulises, pues se va también para traer al padre de vuelta. Así que en esa novela yo exploraba justamente el cómo desde la distancia, quienes estamos fuera, quienes hemos migrado, nos relacionamos con eso. El proceso de desapego, el proceso de desarraigo, el proceso de desconexión sentimental y emocional, la transformación que vas viviendo y cómo cada vez que vuelves y te reencuentras con tu familia, con tus amigos, etcétera, hay un extrañamiento, una especie de sospecha, de miradas de sospecha entre unos y otros. Ahora, también hay que decir que quizás suena como algo muy especial porque un mexicano que vive en España, pues tiene 10 mil kilómetros de distancia de su familia y de su origen. Pero estos fenómenos suceden simplemente porque te cambias al pueblo de al lado. La única diferencia es que puedes estar allí más rápido. Ni siquiera hay que atravesar el mapa, sino que puede ser dentro de la misma ciudad.

24:35
Público. Hola Juan Pablo. Oye, en tu primer libro, Fiesta en la madriguera, habla sobre el miedo a la paternidad. ¿Cómo has lidiado con eso ahora que eres padre? ¿Cuáles eran tus miedos?

24:49
Juan Pablo Villalobos. A ver, yo ese libro que es la primera novela que publiqué lo empecé a escribir en 2006, justo cuando mi esposa estaba embarazada y digamos que fue una reacción muy instintiva al proceso que empezaba y digamos que fue tal cual como una somatización. El libro es casi como una somatización de algo que me estaba entrando, como una especie de ataque de pánico de qué iba a pasar cuando fuera padre y como no se me ocurrió ir a buscar trabajo, sino ponerme a escribir un libro que quizás hubiera sido más práctico y más realista tomar decisiones respecto al futuro. Pensé que había que ponerse a escribir algo sobre eso y originalmente la idea era muy sencillita y era un cuento. Yo pensaba voy a contar la historia de un niño que quiere tener un animal muy difícil de conseguir y que era un hipopótamo y que bueno, básicamente la idea era no va a conseguir el hipopótamo, evidentemente. Y en ese proceso pues él va a entender cosas de la vida, como sucede en la mayoría de las historias de iniciación que son de niños o adolescentes y un aprendizaje hacia la madurez. Lo que pasa es que se me fue complicando la historia conforme la iba escribiendo. Resultó que se me ocurrió que el niño no quisiera solo un hipopótamo, sino un hipopótamo exótico, que es un hipopótamo enano de Liberia. Luego se me ocurrió que el niño sí pudiera tener el hipopótamo. Y pensé bueno, ¿quién podría comprarle a su hijo un hipopótamo? Entonces toda esa historia se fue transformando y me fui como alejando de que yo estaba escribiendo sobre la paternidad y sobre mi hijo. Y fue una maniobra de distracción muy interesante, porque en realidad me sentía tranquilo, como de estar escribiendo una ficción muy exagerada, muy absurda, cuando en realidad seguía hablando de lo importante que era, qué iba a pasar cuando yo fuera padre. Creo que de alguna manera casi todos mis libros han sido un paso entre diría, libros de ser hijo, Fiesta en la madriguera, Si viviéramos en un lugar normal, Te vendo un perro, No voy a pedirle a nadie que me crea. Y luego libros de ser padre, La invasión del pueblo del espíritu, Peluquería y letras, El pasado anda atrás de nosotros. Cambiar el lugar desde el cual ves el mundo y desde el cual cuentas siendo hijo o siendo padre. Y se trata de ocupar el lugar del Padre. Y aquí estamos hablando justamente de llegar a una determinada edad en la que por simples matemáticas, por simple aritmética, pues los abuelos desaparecen, los padres fallecen o están ya muy grandes, están dependientes. Eres tú quien se tiene que hacer cargo de ellos y entonces cambia el lugar en el que estás y hay que asumir el lugar del padre. Y creo que últimamente pienso mucho en eso, en cómo se podría leer la literatura. Primero pensando si la persona que escribió el libro ha sido o no ha sido padre o madre, que eso es algo muy interesante.

28:05
Juan Pablo Villalobos. Hagan el ejercicio. Cuando estén leyendo un libro, vayan a investigar la biografía y vean si esa persona ha tenido o no ha tenido hijos. Se nota, se nota. No digo que sea mejor o peor, simplemente estoy diciendo que se nota. Es otra perspectiva, es otro punto de vista, otros problemas, otros conflictos. Y después creo que claramente hay mucha literatura que se hace desde el punto de vista del hijo, como fueron todos esos primeros libros. Y luego otra literatura que ya es la de ocupar el lugar del padre. Para mí ha sido un proceso de aprendizaje escribiendo esos libros de cómo madurar y cómo pasar de una posición a otra posición. Yo, es que yo entiendo la escritura justamente como a como un lugar, un espacio, el tiempo que dedicas a la escritura lo entiendo, no como la ejecución de una idea o de un plan, como que yo ya tengo de antemano decidido todo lo que quiero escribir y entonces solamente me pongo escribirlo sino que yo normalmente empiezo con una idea muy vaga, muy pequeñita y poco a poco sobre la marcha la voy explorando y voy viendo a dónde me lleva, porque entiendo que la escritura es un proceso de aprendizaje y un proceso de maduración de la propia historia. Es decir, aprendes a escribir el libro que estás escribiendo y después ya no sabes escribir porque tienes que escribir otro libro y eso que aprendiste solo servía para la novela anterior y de alguna manera eso se tiene que renovar cada vez. Creo que Fiesta en la madriguera sí que puede ser leída como una novela sobre la paternidad, pero desde el punto de vista del hijo, porque el narrador es un niño y por lo tanto no puede comprender realmente todo lo que está sucediendo a su alrededor y menos la vida de su padre. Hay un misterio en quién es el Padre que yo creo que ese es uno de los grandes misterios de la vida y de la literatura. Si realmente llegamos a conocer a nuestros padres, luego cuando vuelves, cuando avanzas y llegas a esta edad y a la posición en la que estoy yo y a esas otras novelas, hay otro misterio, el misterio de los hijos. ¿Realmente conocemos a nuestros hijos? ¿Llegaremos a conocer a nuestros hijos? Y eso también es un un misterio fascinante.

30:54
Público. ¿Tú te has dado cuenta de que el pasado se encuentra detrás de nosotros? ¿Tú crees que la nostalgia nos sea útil en el presente o nos haga daño?

31:08
Juan Pablo Villalobos. Yo creo que hay, digamos, una nostalgia que se vive en lo íntimo, que quizás es la que nos mantiene conectado con nuestros orígenes. Y luego creo que hay una nostalgia que puede manifestarse de manera social, que creo que es muy peligrosa. Esta nostalgia nos dice que el pasado fue mejor y hay entonces la tentación de la vuelta atrás y esto tiene que ver con que tenemos unas estructuras narrativas arquetípicas nosotros muy, muy, muy arraigadas. Por ejemplo, todos los, muchos de los discursos utópicos, cuando hablamos de la utopía tienen que ver con la Edad de Oro, por ejemplo, o el paraíso perdido, y son épocas o lugares que se quedan atrás en el tiempo y a los que habría que volver. Nos expulsaron del paraíso, queremos volver al paraíso. Tuvimos una época de oro y ya no estamos allí. Esto está en nosotros, esa tentación o esa promesa de que algo hubo, algo glorioso atrás. Eso está muy arraigado. El problema es que no podemos volver atrás. A veces las vivimos de manera privada y no vemos como esas añoranzas o esas nostalgias se trasladan a lo social y sí pueden volverse sin que nos demos cuenta, a veces, alimento de ideas que desde mi punto de vista son nocivas, tóxicas, peligrosas. Y creo que ahí es donde hay que estar alertas.

33:05
Público. Hola, aquí una tapatía, Juan Pablo. Me gustaría saber, bueno, tú empezaste escribiendo poesía y mucha de tu poesía se convirtió en canciones. Me gustaría saber si todavía hay música en lo que escribes y a qué suenan tus libros.

33:18
Juan Pablo Villalobos. Es muy modesta mi historia de poeta y de cancionero. Es una, digamos, una anécdota típica, creo yo, de la adolescencia. Yo empecé a a relacionarme con la literatura, digamos, por una necesidad de expresión que tenía que ver mucho con algo que nos sucede en esas épocas. Tendrá que ver seguramente con muchos componentes biológicos, hormonas, confusión. Despertar a la conciencia del mundo en el que vives, una conciencia social, el despertar sexual. Todo está sucediendo al mismo tiempo y es muy complicado sobrellevarlo. Y digamos que la manera en que yo empecé a tratar de canalizar todas esas confusiones fue a través de la lectura y de la escritura. Y no sé por qué en, digamos, los primeros libros que me llamaron la atención eran libros muy, muy torturados, vamos a llamarlos así, es decir, me gustaba el existencialismo, me gustaba la poesía maldita. Me gustaba todo este arte que tenía que ver con con ideas más bien oscuras o más bien tristes, vamos a decirlo así. Y entonces empecé a escribir imitando eso. Y también me gustaba mucho la música, pero nunca tuve habilidad para tocar la guitarra o ningún instrumento musical. Soy bastante inepto para cuestiones rítmicas y para todo aquello que tenga que hacerse con las manos, soy muy torpe. Así que me volví como el intelectual del grupo. O sea, como que todos eran los músicos y eran los que eran realmente atractivos y yo era el nerd que estaba detrás, como escribiendo las letras, que además eran como plagiadas, también hay que decirlo. O sea, entre los poemas que leía, más los libros que estaba leyendo, más las canciones que en mi inglés de aquella época, que era muy malo, traducía mal las letras, así que no había plagio. Y tenía un grupo de amigos que formaron una banda de rock. Los años ochentas en México, fue la época en la que inició un movimiento que se llamaba rock en tu idioma o rock en español también. Llegaban las bandas argentinas, las bandas españolas y luego surgió un movimiento en México y eran como los tres centros de lo que era el rock en español, México, Argentina y España. Entonces este grupo hacía muchos covers de grupos de la época y después poco a poco empezaron a hacer sus propios temas y esas canciones eran las mías. Luego, como en toda historia de esa época, la banda se separó porque no era suficiente con que fueran malos, había que hacer dos bandas malas, o sea, como si hay un grupo malo, por qué no dos malos. Entonces se pelearon y se separaron y yo me fui con unos, por supuesto tenía que tomar partido. Entonces como mi mejor amigo, hasta hoy en día sigue siendo mi mejor amigo, Rolando tocaba la guitarra en un grupo, cuando él se salió, me fui con él y entonces les prohibimos usar mis letras porque eran mías. Todo esto sucedía en Lagos de Moreno, Jalisco.

36:36
Juan Pablo Villalobos. Ojo, no sucedía en Manchester, no sucedía en la Ciudad de México ni en Buenos Aires, sucedía en Lagos de Moreno. Hubo una historia muy graciosa de una noche en que estábamos paseando por el pueblo y nos habíamos enterado de que había habido un concierto donde los del primer grupo habían cantado una de mis canciones y yendo por el centro del pueblo, los vimos y estaban comiendo tacos en la esquina. Entonces nos bajamos ahí en el puesto de tacos y empezamos a discutir allí sobre las canciones y el taquero nos miraba mientras cortaba la carne, la cebolla y el cilantro, no se podía creer la discusión que teníamos sobre los versos de una canción que decía no, no es la misma canción. Y yo, sí es la misma canción y le repetía los versos. Pero eso fue solamente en esa época. Tuve, digamos, mi fugaz época de poeta y luego empecé a escribir cuentos y de ahí me pasé a a la novela y digamos que mi carrera de poeta se acabó cuando se perdió la carpeta donde tenía todos mis poemas, porque tenía todo a mano en hojas desbalagadas y las fui acumulando y las tenía en una carpeta. Y un amigo me dijo hagamos un performance con tus poemas. Idea genial. Entonces me dijo dámelas y yo organizo y hacemos un performance. Y perdió la carpeta y había allí a lo mejor 150 poemas o algo así, malísimos todos. Qué bueno que se perdieron. Ahora espero que estén perdidos, o sea, si aparecen por allí en algún momento y alguien detecta que son míos tendremos un problema muy grande. No yo, tendrán un problema muy grande los pobres lectores que lleguen a esos poemas.

39:13
Público. Hola Juan Pablo. Se dice que de niño rompías muchos vidrios. Nos puedes contar un poco hacia dónde van tus tiros ahora con la escritura.

39:25
Juan Pablo Villalobos. A ver, habría que explicar la anécdota porque es verdad que en mi casa éramos los que manteníamos una vidriería, o sea, nosotros solos dábamos de comer a una familia de vidrieros. Yo vivía en una casa colonial típica de México, donde está el patio al centro y las habitaciones alrededor y las ventanas tenían vidrios y nosotros jugábamos al fútbol en el patio, con el resultado de que casi todas las tardes rompíamos algún vidrio y entonces había que llamar de emergencia al vidriero para que mi papá no se diera cuenta. Que mi papá estaba en el consultorio, volvía en la noche y había que reponer el vidrio antes de que él regresara. Y a mí me gusta mucho la idea del accidente, o sea, lo accidental. Y creo que hay que tener cuidado cuando uno apunta a algo, no es lo mismo romper un vidrio porque querías chutar la pelota hacia la portería y eres tan malo que la chupaste al vidrio, que apuntar directamente al vidrio y querer romper el vidrio y esto lo digo porque creo que en la escritura hay que tener cuidado con no dejar muy claras las intenciones de lo que estás haciendo. Y si tú quieres atacar algo, si tú quieres denunciar algo, si tú quieres, digamos, dejar clara en tu escritura cuál es tu posición política o tu posición estética, creo que esas intenciones tan directas se acaban convirtiendo muchas veces en panfletos, en demagogia y en algo que a mí me resulta poco interesante. Evidentemente uno quiere decir algo y uno quiere decirlo desde un lugar, desde una ideología, desde una manera de ver el mundo. Pero creo que uno tiene que distraerse, uno tiene, esas cosas tienen que suceder por accidente. Y yo suelo tratar de empezar a escribir con planteamientos muy abiertos que puedan llevarme a casi a cualquier lugar. Y trato de que la escritura mantenga esa libertad, que no me vaya cerrando el camino, que no me vaya estrechando las posibilidades. Y de esa manera parece que voy inventando sobre la marcha y van sucediendo cosas inesperadas y esas cosas inesperadas en realidad no son tan inesperadas porque es porque, digamos, no es que alguien me haya poseído y se haya puesto a escribir por mí, eso no existe. No es que alguien me haya sustituido y de pronto se le empiezan a ocurrir cosas, no, esas cosas que yo no veía venir son lo que viene más profundo de mí mismo. Son lo que viene realmente de la psique, digamos, o lo que viene realmente de ese lugar donde están nuestros sueños, nuestros traumas, nuestros miedos, nuestros también nuestras ambiciones, nuestras añoranzas. Y creo que si uno está vigilando mucho hacia dónde apunta, eso no sucede si uno ejerce un control sobre la escritura o sobre la vida muy neurótico, si uno quiere saber todo el tiempo qué es lo que va a pasar, no deja que otras cosas sucedan y uno tiene que abrirse y permitir esa libertad para que afloren las cosas y uno rompa vidrios por accidente, sin querer y no porque uno está apuntando allí, porque eso el lector lo percibe, se vuelve previsible, predecible, aburrido o incluso se puede sentir como aleccionador o moralizante, que son dos cosas que a mí tampoco me me interesan en el arte o en la literatura.

43:28
Público. Juan Pablo, mencionaste que eras fan del fútbol. ¿Consideras que inspira positivamente el fútbol en la literatura?

43:36
Juan Pablo Villalobos. A ver, sí. Pero como yo soy de un equipo muy malo, positivamente no. Entonces eso va a necesitar una explicación. Yo creo que el equipo está muy ligado al origen, volvemos a la cuestión de la infancia, la adolescencia, a la formación de nuestra, de nuestros sentimientos, a la educación sentimental. Hay una parte de la educación sentimental que pasa por el fútbol y en mi caso, yo soy del Atlas de Guadalajara, que pasó 70 años sin ser campeón. Yo nací en 1973 y entonces fue campeón en 2021. O sea, yo pasé 51 años, bueno no menos, 40 y tantos, sin ver campeón a mi equipo. Esto era muy inspirador. Yo estaba escribiendo una novela del Atlas. La novela tenía una idea básica que era que el Atlas nunca iba a ser campeón. Esa novela de la que escribí unos cuantos capítulos, se echó a perder cuando el Atlas fue campeón, que yo hubiera preferido que no fuera campeón. A ver, no es cierto, pero sí. No estoy haciendo una épica de la derrota. O sea, no quiero decir que se trata de ser perdedor. Creo que el fútbol tiene algo que a mí me gusta muchísimo, que es la promesa de que algo va a pasar y no solamente con tu equipo, sino con el partido que quieres ver. Hay una fantasía de que algo va a suceder en ese partido, algo especial. A veces sucede, muchas veces no. Entonces el fútbol también puede volverse decepcionante, pero se renueva porque hay otro partido y otro y otro y otro, hay muchísimos. Entonces se queda abierto. Y cuando tú eres de un equipo que no es muy triunfador, eso está siempre allí y se alimenta esa especie de promesa, algún día, algún día, algún día. En 1999, el Atlas fue líder y perdió la final. Entonces fue el mejor Atlas de la historia, el Atlas de Ricardo Antonio La Volpe, entrenador argentino genial que luego fue entrenador de la Selección mexicana y en el 99 jugó la final y fue a penales, fue dramático y no solo fue a penales, sino que fue a la muerte súbita dentro de los penales. Ese momento, que por aquí le voy a pedir ayuda porque yo traje aquí una memorabilias. Este momento, me lo voy a quedar por aquí, eso, déjamelo aquí. Ahora hago uso de todo esto. Ese momento nunca, nunca se me va a olvidar, porque por primera vez parecía que eso iba a ser y eso estaba allí, estaba a tocar, como se dice. Jugábamos el primer partido en Guadalajara, fui al estadio, 3-3. Partidazo. Era el Atlas de Rafa Márquez por cierto que luego vino al Barça. Después vamos a al segundo partido a Toluca, 2-2.

46:38
Juan Pablo Villalobos. Partidazo. Tiempo extra, penales, 5-5 los penales, sexto penal, el séptimo penal. Estoy con mis amigos en un bar, en una cantina, en realidad en Guadalajara, atlista. Los camareros, los meseros vestidos del atlas, banderines, banderas, todo el bar adornado con los colores rojinegros. Y estamos ahí con las televisiones viendo el partido, cuando va a chutar el séptimo penal, no sé si decir su nombre, pobre, de que volver a recordar que “El Jerry” Estrada falló el penal, no debería de haberlo dicho, pero bueno, pobre. “El Jerry” Estrada va a chutar el séptimo penal y lo falla. Entonces se generó un silencio absoluto en aquel lugar que estaba llenísimo y de gente un poco bebida, se generó un silencio completo y solo se escuchaba al comentarista que decía Atlas, digo, Toluca campeón, Toluca campeón, etcétera. Nadie hablaba, nadie se movía. De pronto alguien tímidamente hacía la seña de pedir la cuenta y yo estaba con Manuel, padrino de uno de mis hijos, los dos así en la barra como en una película mexicana de los años cincuentas. Y de pronto él simplemente golpeó la barra y gritó ¡Arriba el atlas! Pero un grito super dramático, se quitó la camiseta, me dio un beso y me la regaló. Entonces es esta camiseta que está aquí y que me ha acompañado en todas las mudanzas que he hecho, Veracruz, Barcelona de una casa a otra, de Barcelona, 18 casas en Barcelona, Brasil, etcétera. Nunca me la he puesto porque es muy grande, pero sin embargo siempre la tengo en un cajón y cada vez que abro ese cajón la veo y hay algo allí como que me reconforta, me conecta con ese momento e insisto, no con el momento perdedor, sino con la promesa, la esperanza de que algo emocionante va a suceder. Es justamente el tema de una de mis novelas, una novela muy cortita, que es una novela de fútbol que se llama Al estilo Jalisco y que es una novela de nuevo muy absurda, que tiene que ver con la selección brasileña, que ahí también hay una cuestión familiar, como ya comenté, yo soy un poco brasileño, a través de mis hijos y a través de mi esposa. Este libro yo lo escribí en portugués y después lo reescribí en castellano y es la historia de un mexicano que vive en Brasil y al cual se le ocurre un negocio muy tonto que es hacer un espectáculo de la mejor selección de la historia, que fue la de México 70, la de Pelé, Jairzinho, Gerson, Tostão y hacer una especie de espectáculo como el de los Globetrotters, donde un equipo de súper jugadores va a ser como las, va a repetir las jugadas de la selección brasileña del 70.

49:53
Juan Pablo Villalobos. Y es la base de una historia cómica donde ese grupo de jugadores brasileños van a México y les sucede todo tipo de desastres. Pero todo tiene que ver justamente con esa promesa de felicidad que nos trae el fútbol. Y como en el intento de lograrla, como el fútbol es en mayor o menor medida impredecible, algo mágico acontece y el Atlas es campeón. Porque en el 2021 yo estaba en Brasil de vacaciones cuando el Atlas jugó la final y fue a penales de nuevo, contra León, que además fue glorioso porque León es la ciudad vecina de mi pueblo y los de Lagos y los de León, pues pues digamos que no nos llevamos bien. Así que ganarle a León era todavía mejor y allí sí, ganamos. Y estaba con mi hijo, que esto es lo interesante de las cosas que pasan de padres a hijos. Yo a mi hijo le dije tú puedes hacer lo que quieras en la vida, absolutamente eres libre de todo menos de elegir equipo en México, tú eres del Atlas. Lo demás realmente te doy la libertad absoluta de que hagas lo que quieras, pero tienes que ser del Atlas. Y ahí fue el momento glorioso de verlo campeón. Pero algo también se perdió. Luego fuimos bicampeones porque fuimos campeones de nuevo el siguiente año, así que yo hice una promesa en ese entonces en redes sociales, que si el Atlas era campeón, yo leería en voz alta el Pedro Páramo en una cantina, en el mismo bar donde sucedió lo de la camiseta. Y lo hice y ahí me regalaron las bufandas, esta la del Atlas campeón y luego como el siguiente año, porque no nos bastó con una vez, pues el atlas bicampeón. Fue como un milagro, o sea, la segunda vez yo estaba en Madrid, cuando fue el partido, en la Feria del Libro y me tocó escucharlo por la radio, ni siquiera lo vi y ya fue como que ni siquiera era como sí, claro, somos los campeones, cómo no vamos a ser bicampeones. Y me sentí mal, me sentí sucio.

52:44
Público. Hola. Dices que el fútbol es un espacio donde se tolera lo irracional. ¿Tú piensas que esto lo hace más humano o más peligroso?

52:55
Juan Pablo Villalobos. Yo creo que lo humano es peligroso. O sea, creo que el fútbol muchas veces se vuelve la manera en que canalizamos otras cosas, las frustraciones que tenemos en la vida cotidiana, los miedos o las decepciones o las desilusiones o nuestros, o incluso nuestras esperanzas, nuestros anhelos las colocamos en nuestro equipo, las trasladamos allí y se ponen en escena. O sea, hay algo teatral en el fútbol que a mí me interesa, que es justamente esta dimensión de lo ensayado, porque el fútbol se practica y cada vez más los entrenadores son más intervencionistas en tratar de controlar y dominar cómo se juega, pretenden que se sigan ciertos movimientos. Quizás lo más evidente tiene que ver, por ejemplo, con las jugadas a balón parado, como se ensayan ciertas técnicas de ciertas jugadas y esto le da como un carácter teatral al fútbol de tratar de reducir lo impredecible. Sin embargo, el fútbol sigue siendo impredecible. La pelota es redonda, entonces ya por definición, a veces rebota mal, se va para otro lado, alguien mete la mano y yo creo que eso hace que a veces parezca injusto. Creo que hay equipos que han merecido más de lo que han obtenido en términos de triunfos y sin embargo los recordamos. Los recordamos porque nos dieron placer, porque nos entretuvieron, porque fueron memorables. Ahora, cuando eso se traslada a la derrota, allí puede surgir la violencia muchas veces y hay ciertos fenómenos de rivalidades que pueden ser mal entendidos. Y ahí sí veo que hay un problema que tendría que atajarse porque lo bonito del fútbol es que tendría que empezar y terminar en el campo en esos 90 minutos. Luego es verdad que es el deporte del que más se habla, es el deporte del que más se explica. Y por eso también resulta tan difícil escribir sobre fútbol, porque el fútbol ya está narrado y el fútbol ya está explicado. Hay tertulias, hay programas de radio que hablan horas y horas y horas de fútbol. Qué vas a añadir a eso, a todo eso que ya se está diciendo. Y ha habido y hay narradores que son geniales, que incluso uno puede ver en ellos cierto talento literario, digamos, en su forma de narrar. Ahora ¿qué más añadimos a eso? Por eso es tan difícil narrar el fútbol. Creo que la cuestión del peligro siempre va a estar allí. Pero los humanos somos eso, somos lo mejor y lo peor al mismo tiempo. Somos la luz y la oscuridad. Y por eso creo que hay que hacerse cargo y hay que ser responsables, que yo creo que es algo que también traslado a la escritura y al arte, y con esto quizás me gustaría ir terminando para conectarlo con algunas cosas de las que he ido hablando. Creo que el ejercicio de la escritura, como cualquier creación artística, conlleva también una responsabilidad.

56:08
Juan Pablo Villalobos. Hay discursos que circulan y a los cuales contribuimos desde la literatura, por ejemplo, y que esos discursos pueden volverse peligrosos, como decíamos ahora. Entonces hay allí algo que hay que pensar. No se trata de limitar, de censurar, de restringir lo que cada uno tenga que decir. Se trata simplemente de que seamos conscientes de que hay un efecto y unas consecuencias de aquello que hacemos y como cualquier actividad en la vida, podemos ser llamados a rendir cuentas y eso es parte de lo que significa vivir en sociedad. Creo que al final la literatura muchas veces se piensa en la lectura y se piensa en la escritura como actividades solitarias. Eso es medio verdad, ni se escribe ni se lee solo. Y no solo me refiero a que haya talleres y clubes de lectura, que también me refiero a eso, que es leer juntos, escribir juntos. Sino me refiero a que uno no escribe solo uno escribe en un contexto, uno escribe acompañado de toda esa gente que conoció, uno escribe influido por todos esos otros escritores y escritoras que leyó, por todas esas obras que aprecia. Uno escribe también muchas veces ya imaginando un lector. Entonces no, uno no es, no es una actividad solitaria y la lectura tampoco lo es. La lectura es lo que nos conecta al mundo y nos conecta también a otras realidades que no podríamos vivir y que nos quedan lejos, ya sea en el tiempo o en el espacio. Creo que el gran asunto de la literatura no es construirnos una identidad individual, no es enriquecernos personalmente. No es que a partir de la, a través de la lectura voy a conseguir tener un yo más culto, más fuerte, más sabio, etcétera. Se trata de cómo podemos estar todos juntos. Es decir, el gran tema de la literatura es la convivencia. Cómo es posible que existamos todos en un lugar, que nos aceptemos, que nos perdonemos, que nos respetemos. Y yo creo que ahí está el, o ahí debería estar, al menos, como entiendo yo, la contribución de la literatura.