“El amor justifica que estamos vivos”
Andrés Cepeda
“El amor justifica que estamos vivos”
Andrés Cepeda
Músico y compositor
Creando oportunidades
“La música me devolvió la voz”
Andrés Cepeda Músico y compositor
Andrés Cepeda
Ganador de 4 premios Grammy Latinos y con más de tres décadas de trayectoria, Andrés Cepeda es uno de los músicos más queridos y reconocibles de Colombia. Desde sus inicios con el grupo Poligamia hasta su exitosa carrera como solista, ha construido un repertorio de rock, baladas, boleros y pop que han acompañado a varias generaciones.
Para Cepeda, la música es comunicación, terapia y compañía. De niño encontró en ella una forma de superar su tartamudez y, años después, fue el puente que le permitió mantener el vínculo con su padre enfermo de Alzheimer. Su voz cálida y sus letras románticas convierten cada concierto en un espacio de encuentro, emoción y memoria. Más allá de los premios y reconocimientos, Cepeda defiende la importancia de cantar al amor y de crear canciones que acompañen los momentos más íntimos de la vida.
Transcripción
Gracias. Bueno, pues muchas gracias por acompañarme hoy. Yo soy Andrés Cepeda. Soy colombiano, bogotano. Tengo 52 años, me dedico a la música hace un poco más de 30. Nací en una familia rodeado de música, rodeado del amor por el arte en general. Soy el menor de cinco hermanos, un niño muy consentido. Y me encontré con la música muy temprano, había este ambiente en casa y me permitió acercarme a la música desde muy chico. Mi hermano estudiaba piano clásico, mi papá violonchelo, mi mamá tocaba el tiple, la guitarra, cantaba. Mis parientes también hacían música. Las reuniones familiares siempre estaban llenas de música. De modo que, tan pronto tuve oportunidad, empecé con el piano, como a los cinco años, y fui acercándome a la música poco a poco. Cuando llegué a la adolescencia, formé mi primera banda con compañeros del colegio, una banda que se llamaba Poligamia. Teníamos 14, 15, 16 años, más o menos, y nos juntamos para hacer música. Empezamos a escribir, a intentar sonar juntos, y ahí más o menos andábamos cuando reunimos un dinerito para hacer nuestra primera grabación. Entre los compañeros reunimos la platica de la mesada del colegio, lo que nos daban para comprar el mecato en el recreo, y reunimos un dinerito que nos alcanzó para contratar dos horas de estudio en un estudio de una persona que nos recomendaron, que tenía un precio asequible, que era fácil ir a trabajar allá. Llegamos al estudio y en ese momento yo, como venía estudiando piano, era el pianista de la banda, y otro de mis compañeros, que también tocaba el piano, era el cantante, y este chico había escrito una canción muy linda que queríamos grabar.
Llegamos al estudio, cada uno hizo su parte. Tocamos esta canción, que era una baladita, no tenía batería, era solo unos teclados y unos sonidos que lo acompañaban y la voz. Y mi compañero que había escrito la canción y cantaba en la banda estaba enfermo, tenía una laringitis y no podía cantar, pero ese era el momento que teníamos. Habíamos reservado, no teníamos más dinero, había que hacerlo ahí y ahora. Y la persona que estaba al frente de la grabación en la parte técnica, el ingeniero, nos dijo: «Muchachos, ya no les queda mucho tiempo. Para que salgan con algo de aquí, ¿alguno de ustedes sabe la canción? ¿La puede cantar?». «Yo la puedo cantar, yo la puedo cantar». Bueno, Andrés va a la cabina, se pone los audífonos, canta la canción y resulta que salió bien. Enviamos esa canción a un concurso de música del cual resultamos ganadores, y zas, me convertí en el cantante de la banda de una manera absolutamente casual y sorpresiva y ya me tocó ponerme la camiseta de cantante de ahí en adelante. Al ganar el concurso de radio, el premio consistía en que esa canción la iban a tocar las emisoras a nivel nacional de esta gran cadena que había organizado el concurso, y entonces esa exposición ya me ubicó como el cantante de la banda. No hubo vuelta atrás. A mi amigo se le pasó la laringitis y nada que hacer, ya le tocaba quedarse como el teclista. Y así empezamos. Esa fue una gran casualidad. Y la persona que estaba en el estudio, que sugirió que alguien más cantara la canción, que terminó siendo como nuestro mentor, se convirtió en el mánager de la banda. Eso fue en el año de 1992. Se convirtió en el mánager de la banda y fue el mánager de la banda hasta que la banda se disolvió. Y, cuando inicié mi carrera de solista, continuó siendo mi mánager, y sigue siendo mi mánager hasta el día de hoy, lo cual no es muy común.
Normalmente los artistas no tienen relaciones muy largas con sus mánagers, normalmente son tormentosas y difíciles. Yo he sido muy afortunado. Encontré una persona que cree mucho en lo que hago y que ha sido una gran ayuda y un gran amigo en este camino. Y nos conocemos y empezamos nuestra relación desde el día cero y eso es algo muy especial. Y habla de las casualidades. De hecho hay otra un poco más adelante, cuando la banda se disuelve. Yo resuelvo buscar otro camino, que es la producción, la composición y la ingeniería. Empiezo a trabajar en diferentes estudios, hago música para televisión, comerciales, etc. Y estoy en eso produciendo un disco que había escrito para que lo cantara otra persona, y esa otra persona finalmente decide firmar un contrato con otra productora discográfica. Y me quedo yo con el disco en la mano, prácticamente hecho, y la persona que había mandado hacer el disco, quien está pagando por el disco, me dice: «Andrés, no podemos desperdiciar el trabajo, las canciones están bonitas, ¿por qué no las cantas tú?». «No, es que ya no me interesa estar frente al micrófono, yo quiero ser productor y compositor». «Pero, hombre, las canciones son tuyas, están bonitas, te representan, cántalo. Hagamos una cosa, cántalo, yo te lo compro, yo te lo pago y lo publicamos y yo hago la inversión y vamos 50-50». «Pero ¿sin poner dinero?». «No, no, vamos 50-50, yo hago la inversión». El mánager me dice: «Oye, este contrato no lo vas a ver todos los días, ve y grabas el disco». Y entré al estudio, grabé mi disco, un disco además muy personal, todas canciones mías, en un momento importante de la vida en donde estaba teniendo mi primera gran… ¿Cómo se llama? Había tenido mi primer gran amor y ese amor se había ido, y entonces estaba yo inspiradísimo, con el corazón muy roto. Y hago este disco, no sé qué, lo entrego, me dan mi dinerito, yo feliz me voy para mi casa. Y, bueno, ya salí de esto, sigo mi camino.
Y a los dos o tres meses me llaman de esta discográfica y me dicen: «Queremos que asistas a la convención anual». Y, cuando llegué a la convención, me entregaron mi primer disco de oro por ventas extraordinarias del álbum. Y yo: «¿Cómo así?». Me dijeron: «Sí, el álbum va muy bien. Estamos sonando en muchos lugares. Queremos que recibas el disco de oro y este chequecito, y además queremos que te organices, porque hay muchas ofertas para salir a hacer los conciertos». No podía creerlo. Mi mánager me dice: «Aquí vamos otra vez». Nos organizamos, armé mi banda, montamos una pequeña oficina. Eso fue en el año 2000, 2001. Y por esa casualidad, ese chico que no grabó, que firmó con otra productora, finalmente nunca sacó un disco, y esa, digamos, esa reculada de ese artista me dio la oportunidad de iniciar mi carrera como solista. Es un álbum que se llama «Sé morir», que fue el primer álbum como solista que presenté. Es un álbum muy, como decimos nosotros, muy entusado. Es un álbum con mucha daga. Y comencé este camino que me ha traído hasta acá. Hemos hecho alrededor de unos 15 álbumes de estudio y otros cuantos en vivo, y ha sido una carrera que me he disfrutado mucho. Me siento muy agradecido, muy orgulloso de poder hacer el oficio que hago, y vivo de, por y para la música. Estoy encantado de compartir con ustedes este rato y estoy, por supuesto, deseoso de escuchar las inquietudes, preguntas y comentarios que quieran hacer, así que bienvenidos.

Entonces, sí, para mí es un tema que tiene todo que ver con la comunicación, y para mí sigue siendo sorprendente y sigue siendo maravilloso ver cuando eso sucede. Y, volviendo al tema de la comunicación y de la magia que tiene la comunicación mediante la música, hay un momento en la vida en que cobra un valor muy especial. Hace unos años… Bueno, mi mamá falleció hace más de 20 años, un poco más, y quedé con mi padre, quedamos los dos y empezó a darse entre los dos una relación, una gran cercanía. Al contrario que mi mamá, quizá podía temer que no nos lleváramos bien o que nos distanciáramos. Pasó lo opuesto, nos hicimos grandes amigos y nos acercamos aún más. Mi padre siempre fue un gran consejero. Con él yo discutía y planeaba el repertorio, la música que iba a grabar, siempre le mostraba en lo que estaba trabajando, me daba su opinión, me daba sus ideas. Y en algún momento empecé a percibir que empezaba a perder su capacidad cognitiva. Empezó a padecer de Alzheimer, que es un proceso gradual, tú lo vas notando. Y, poco a poco, este personaje, que era un tipo muy vital, muy inquieto, un gran conversador, un tipo genial, empieza a apagarse, apagarse, apagarse, hasta que llega el punto en el que ya no habla y, obviamente, olvida las relaciones, olvida quiénes son sus hijos, cómo se llaman, todo lo que tiene que ver con los síntomas del Alzheimer. Y descubrí, por un libro que encontré, que la música abría como unas ventanas de comunicación con el paciente de Alzheimer, una cosa absolutamente fantástica. Inicialmente me recomendaron que lo pusiera a escuchar su música favorita en los audífonos.
Él se sentaba, yo le ponía su música favorita, ya fueran los boleros o los tangos o el jazz o la música clásica que más le gustaba, y yo notaba junto con mis hermanos que la reacción suya ante ese estímulo era muy impresionante. Era como si se iluminara otra vez, como si volviera a conectarse por unos minutos, aunque fuera, con nosotros, y la música hacía como que una parte de su cerebro se volviera a encender. Eso era muy emocionante. Y después empecé a tratar de no hacerlo con los audífonos, sino con la guitarra. Me sentaba con él, tocaba sus canciones, la música que más le gustaba, y empezaba a cantar y se sabía todas las letras de memoria. Y empezaba a conversar y contaba anécdotas, recuerdos que llegaban a él. Era como si se iluminara su cerebro, era muy emocionante, y para nosotros era una pequeña ventanita a ese ser que ya no veíamos. Esos momentos de música para nosotros cobraban un tremendo valor. Y en ese proceso de acompañarlo a escuchar la música que más le gustaba, obviamente, empezamos con mis hermanos y yo a recordar y a recopilar cuáles eran esas canciones que habían sido importantes para él. Y venían desde su infancia hasta los años más recientes de su vida. Le cantábamos tangos, le cantábamos boleros, le cantábamos baladas, le cantábamos música colombiana, le cantábamos vallenatos. Y este hombre era feliz y volvía a ser la misma persona durante esas sesiones de música. Muy emocionante para nosotros, muy conmovedor. Y nos ayudó, creo que tanto a él como a nosotros, a paliar un poquito esa circunstancia tan dura que es la pérdida de la memoria y de otras facultades mentales. Esa fue una experiencia muy especial que más adelante me condujo a recoger esas canciones y hacer de ellas un álbum que titulé «Me estás haciendo falta. Las canciones que cantaba mi papá».
Y eran todas esas canciones que cantaba mi viejo durante su vida, en las reuniones familiares o con sus amigos, como fuera, y que las convertí en un disco que después convertí en una gira. Y fue una experiencia muy linda y fue muy emocionante poder salir a recorrer el mundo, porque estuvimos en muchas partes, cantando las canciones favoritas del viejo y teniendo siempre presente que esas canciones y ese ejercicio que hicimos con él en sus últimos años fue un milagro, nuevamente, como te digo, de comunicación. Gracias.


Y luego empecé a ser un poquito más consciente de los cuidados y de la responsabilidad que tenía con mi propio instrumento, con la voz. Y entonces resolví, primero, que yo no iba a hacer conciertos tan largos. Yo tenía la buena o mala costumbre de hacer conciertos de más de tres horas. Yo gozo mucho en el escenario, me parece lo máximo, no me quiero bajar nunca. Pero era un poco un abuso. Y el abuso era aún mayor cuando después del concierto seguías con la bohemia hasta el otro día. No era tan buena idea. Cambié un poquito esos hábitos y me volví un poquito más consciente y más responsable con la posibilidad de cantar. Pero sí, claro, fue un momento de mucho temor y de mucha incertidumbre. «Bueno, ¿qué voy a hacer? ¿Será que voy a escribir canciones para otras personas?». Esa era una posibilidad. «¿Puedo producir música para otros artistas?». Es algo que me encanta, era otra posibilidad. Mi profesión es la ingeniería de sonido. «Bueno, ¿puedo regresar a este oficio que practiqué muchos años cuando era más joven?». Pero, claro, ver que de pronto no podía volver a cantar para mí fue algo muy muy miedoso. Pero, por fortuna, con la ayuda de un tremendo doctor especialista, un otorrino especialista en gente que trabaja con la voz, logramos salir adelante. Y ya no me excedo tanto con la voz como antes, ni con la noche, y estoy tranquilo y funciono muy bien y ya soy un poco más consciente de mis capacidades y de mis límites.
Cuando uno está haciendo música, por decir algo, para hacer un nuevo álbum, una nueva producción, tal cual, uno tiene muchas canciones, escribe muchas, recibe muchas. Pueden llegar a ser 20, 30 canciones para sacar 10. Empieza ese proceso de selección y para mí, en ese proceso de selección, la audiencia es una gran inspiración, porque yo trato de ponerme en los zapatos de la audiencia y trato de dejar ver qué tanto me emociona lo que estoy haciendo. Cuando yo percibo que una canción que estoy escribiendo, que estoy grabando, me genera una emoción fuerte, yo la siento como en el estómago y la siento en la garganta. Cuando estoy cantando una canción que me emociona, que creo que puede emocionar a alguien más, se me cierra un poquito la garganta y tengo como esta emoción a flor de piel. Me imagino cómo lo va a poder sentir la persona que lo escucha, y eso para mí es un gran indicador. Si yo logro sentir esa sensación o esa sensibilidad sobre la obra que estoy haciendo, cuando me imagino que estoy al otro lado del parlante o al otro lado de la pantalla o al otro lado del escenario, sé que esa canción debe tener un chulito y debe ser de las que se publican. Y con cierta frecuencia acierto. No siempre, pero con cierta frecuencia acierto y me doy cuenta de que esa canción puede resonar en alguien más. Y se vuelve como un círculo vicioso, como algo un poco adictivo. Tú quieres volver a generar otra vez esa sensación y volver a repetir esa emoción de recibir la respuesta del público. Y ahí ese seguidor o ese fan se convierte en inspiración y en guía para escoger el repertorio, sobre todo, más que para escribir las canciones o para escribir las letras. Es más como… Quiero volver a sentir ese cosquilleo y lo busco imaginándome que soy la audiencia.
Eso para mí es un ejercicio delicioso y, como te digo, se vuelve algo como adictivo. Cada álbum que vas a empezar a hacer es la oportunidad de tratar de volver a lograr lo mismo. Y no siempre es fácil, no todas las canciones están inspiradas, no todos los álbumes salen como uno quisiera, pero uno trata de que esa comunicación, esa sensación, se vuelva a dar. Y realmente lo sientes… Hoy en día lo puedes percibir más o menos a través de las redes sociales. Es un instrumento que te permite muy bien sentir, entender qué está recibiendo la gente y si están vibrando contigo o no. Pero realmente lo vas a sentir cuando estés en el escenario. Ahí es cuando se pone a prueba el trabajo. Saliste y cantaste la canción y de repente salieron al baño… Pero de repente puede ser una en que se conectan y dicen: «Uy, esto estuvo bien hecho». Gracias.

No toda la música sirve para meditar, para estudiar, para bailar, para enamorarse, para perrear, para lo que tú quieras. Debe haber música para los diferentes momentos de la vida. Y tiene que haber alguien que se ocupe de la romántica. Y yo pensaba que éramos poquitos, pero me doy cuenta de que no somos tan pocos. Y me doy cuenta sobre todo en estos últimos años en que digamos que ha sido tan predominante el género urbano en la industria musical, por ejemplo, que es un poco más escueto y un poco más crudo con sus letras y con sus propuestas, un poco más, digamos que sí, parecido, homogéneo. Quienes nos dedicamos a algo diferente hemos encontrado que hay un público muy grande y un universo muy grande para nuestra música. Personajes como, no sé… Les puedo poner un ejemplo de un artista español que admiro mucho, que es el señor Alejandro Sanz, por ejemplo, que está dedicado a lo mismo, a cantarle al amor. Es un tipo que no para de trabajar. O una persona, como mi compadre Fonseca, que también, dentro del género que es un poco más tropical, le canta al amor. Y no paramos de trabajar. Y les puedo dar muchísimos ejemplos de artistas que nos dedicamos a esto y encontramos que hay un apetito y un deseo por escuchar esta música. Es una necesidad muy humana. Y, como les digo, tiene que haber una variedad en la propuesta musical que le permita al ser humano escoger qué música quiere para qué momento, qué música necesita para cada instante de la vida. Creo que es algo que hay que seguir haciendo. Sobre todo si es algo que con lo que naciste y con lo que creciste y con lo que te formaste, no tendría mucho sentido dejar de hacerlo o cambiar el estilo o el género porque algo diferente está de moda. Eso siempre va a pasar en la industria musical y en el arte en general. Es un péndulo que va y vuelve. Estuvo de moda el rock y de repente vuelve un poco. Estuvo de moda la música electrónica y vuelve un poco. Estuvieron de moda las baladas y vuelven un poco.
Ahora hay una cantidad de gente jovencísima en Latinoamérica y en otras partes del mundo, sobre todo de habla hispana, haciendo bolero. Me imaginé que era un género que ya muy pocos cultivábamos, y resulta que hay una cantidad de gente que está interesada en el sonido. Creo que uno tiene que ser fiel a esa vocación y fiel a esa respuesta que tiene el público, que espera recibir de su artista nuevamente esa dosis de romanticismo, llamémoslo así. Hay que estar prestos para hacerlo, sobre todo si es algo que a uno realmente le nace, realmente le gusta hacer. A mí me encanta hacer este tipo de música, me encanta cantar este tipo de historias, y creo que vale la pena seguirlo haciendo, sobre todo porque es algo que a mí como artista y como persona me llena mucho y sé que voy a encontrar una respuesta positiva.
Yo, secretamente, estaba fascinado con la chica, y empezamos a conversarnos, empezaron las miraditas y empezó esta cosa. Y, finalmente, terminamos teniendo, entablando una relación. Tuve que, obviamente, frentear al amigo y decirle: «Mira, está pasando esto. Yo me estoy enamorando de esta chica». Y este gran amigo no solamente fue generoso entendiendo la situación, sino que creo que también llegó en un momento en el que él estaba un poquito desencantado, quizá. Entonces, hubo la oportunidad y se pudo conversar y se pudo resolver el tema. Pero, cuando estábamos en este proceso de enamoramiento que todavía estábamos como a escondidas, por decirlo así, yo, hablando de las serenatas… Ella vivía en un segundo piso. Los que conocen Bogotá van a saber que me refiero al parque del Virrey. En un edificio en el parque del Virrey, en un segundo piso. Así que había más o menos un acceso posible a su ventana, a su balcón. Y yo llegaba por las noches, con cierta frecuencia, llegaba con mi guitarra, me hacía delante del jardín del edificio y cantaba una o dos canciones, y ella me ayudaba a subir. Yo me metía por la ventana, básicamente. Y, sí, y ahí teníamos nuestro encuentro, la vaina, y, en una de esas, como a la tercera o cuarta vez que se me ocurría a mí hacer esto, el celador del edificio nos pilló y llamó a la policía y despertó a la mamá. Todo mal. Y entonces, claro, me detuvieron. Y me llevaron con todo y guitarra a ese CAI que queda ahí sobre la quince en el parque. Y no tenía en dónde mejor guardarme que en el baño de la estacioncita de policía, que se llama el CAI.
Y yo estaba en el CAI enamoradísimo y, además, como medio traumatizado por el tema, y escribí esta canción. Hoy quiero ser la luz que se coló por su ventana, para verla dormida. Quiero creer las palabras que nos sostendrán mañana, ser feliz de mentiras. Y estoy aquí, sentado enfrente de su casa, rogando al cielo que escuche mi voz. Y no me iré hasta que venga la mañana, se asome usted por la ventana y me rompa el corazón, y me rompa el corazón. Gracias.
Y ahí encontré la inspiración para hacer el álbum. Te puedo mencionar muchos. Muchos giran alrededor del eje norte-sur de la ciudad, que es la Carrera Séptima o la Avenida Caracas, todos esos lugares que uno frecuenta o que transitaba para ir a los sitios que eran importantes para la vida. Y eso se ve reflejado en el álbum «Bogotá», que tiene muchas canciones. La mayoría de las canciones habla de lugares así, de ese tipo de lugares. De hecho, ahorita hay un relanzamiento del álbum que se llama «Bogotá Deluxe», que trae otras tres canciones que no habíamos publicado en donde también hablamos de los cerros de Bogotá, de las avenidas, de lugares como icónicos, pero no necesariamente icónicos en la ciudad, sino icónicos a manera personal. Claro, pues yo hablo de Bogotá porque es mi ciudad, pero todos tenemos una relación con el entorno. El entorno nos forma y nos conduce hacia ser quienes somos, y quienes hemos nacido en una ciudad, en una urbe como Bogotá o como Madrid o como Buenos Aires o como México, como miles de ciudades, tenemos una relación particular con una ciudad que odiamos y amamos al mismo tiempo. Siempre es un poquito… Hay una contradicción siempre ahí, porque son lugares que son difíciles, que son duros, que son complejos, pero en los cuales uno… Es el telón de fondo de la vida, finalmente, es el lugar donde uno nace. O, si naciste en un pueblito, también tienes un arraigo y una relación con ese lugar y con la gente con la que creciste. Y a mí me pareció interesante hablar de Bogotá, por eso y porque algunos de mis compositores y autores favoritos me permitieron conocer sus ciudades a través de sus obras. Antes de visitar Buenos Aires o Madrid, yo ya tenía una idea fantástica de las ciudades por leer a los cuentistas o a los novelistas o escuchar a los autores.
A mí la Madrid que me pinta un tipo como Joaquín Sabina es la Madrid de él. No sé si sea la mía, pero, cuando vengo a la ciudad finalmente y la conozco, empiezo a reconocer los lugares que nombra y los momentos y las épocas que nombra. Y lo mismo me pasa, por ejemplo, con Charly García o con Fito Páez en Buenos Aires. Bueno, así cada ciudad tiene su representante. Y uno logra ver a través de los ojos y de las letras y de las emociones de estos autores cómo entienden y cómo presentan al resto del mundo sus lugares, sus ciudades. Y yo de alguna manera quería hacer algo similar con Bogotá, y me di cuenta de que no muchos le habíamos cantado a Bogotá aún. Ahora hay mucha gente que se está dando cuenta de que eso es interesante. Hay una generación de gente joven que viene de Bogotá que está escribiendo sobre su vivencia en la ciudad. Me parece importantísimo. Pero yo quería un poquito llevar a otros oídos y a otras audiencias cuál es mi experiencia en cuanto a lo que es vivir en una ciudad como en la que yo nací y crecí. Gracias.
Para mí son dos cosas… Las más importantes en mi vida hoy es eso, la relación con mi esposa, con toda la familia que nos rodea, y, obviamente, la relación con el oficio. Para mí son dos pilares importantísimos y me llenan muchísimo. Y, a pesar de que no me hace sufrir, entonces ya no escribo tantas canciones de desamor, sigue siendo una musa en muchos sentidos. Y, cuando necesito escribir canciones de desamor, pues nada, reviso el pasado un poquito y me acuerdo. Pero para mí son dos cosas que me hacen muy feliz y que suman al 100 % lo que disfruto y lo que me hace feliz de la vida.

Pero, obviamente, hay unas favoritas. Te voy a mencionar. «Tengo ganas» es una. «Besos usados» es otra que quiero mucho. «Lo mejor que hay en mi vida», que tú decías, Andrea, es una de mis favoritas. Y hay otras que no son tan conocidas también que me hacen muy feliz. Pero esas canciones que no me gustan no las volví a cantar. Me di cuenta de que afortunadamente no son muchas, pero no fueron aciertos, no porque no pudieran ser populares, sino porque no me representan tanto. Pero la mayoría me gusta cantarlas. Por eso el problema que tenía de hacer conciertos tan largos, porque me amañaba. Pero, sí, uno crea una relación con esas canciones. Hacen parte de uno. Y la gente se preguntará: «Pero, bueno, ¿de verdad no te cansas de cantar esas mismas, qué sé yo, 20 canciones, 25 canciones todos los días?». Sí puede pasar. Ahí es donde uno juega con los formatos. «Hagamos las sinfónicas». Ahorita acabo de hacer una vaina… Estoy grabando un álbum para acabar con «big band». Hice cuarteto de jazz. He hecho un disco de solo guitarra y voz con otras canciones. Uno trata de encontrar con las herramientas musicales que hay a la mano maneras diferentes de presentar esas canciones o de disfrutar de esas canciones, para que el mismo artista y la gente que lo acompaña en el escenario sientan un poquito de frescura y de renovación, y también la gente que va a ver los espectáculos. Creo que jugar un poco con los formatos y la manera de presentarlas ayuda a que uno siga enganchado con esos temas, con esas canciones. Y pasa una cosa. Cuando la canción realmente te gusta y te hace sentir y te vibra y esto, cuando tú la interpretas, sobre todo en un escenario, cuando tú la interpretas, te pasa un poquito lo que al público. Revives el momento en que la hiciste o la cantaste o la escribiste o lo que fuera. Y ese volver a vivir esas emociones es genial. Es como volver a ver una película que a uno le gusta mucho.
Es como encontrarse un diario viejo de cuando uno estaba más joven y encuentra algo que uno escribió o que uno dijo. Uno se conecta con esa persona que uno fue o con esa persona que uno ha sido. Y ese refrescar de las emociones es una sensación muy bonita. Y vuelve uno a sentirse como si tuviera los 25 años de cuando lo escribió. Hay como una conexión con ese momento que hace que uno tenga una relación muy especial con las canciones. Porque las canciones… La gente piensa que… Yo creo que a ti también te debe pasar. La canción tal, sí, puede que te acuerde de fulanita, pero realmente la canción te está hablando desde ti, te está acordando desde ti y de lo que tú eres o eras y lo que sentiste o sientes. Y esa relación es que yo le dediqué la canción a fulanita. Está bien, pero realmente es contigo la vaina. Y al intérprete le pasa lo mismo. En esa canción que hizo para fulanita o para tal ocasión resulta que estás hablando de ti mismo. Y es una canción que te habla de ti y cuenta cómo tú te sentiste o cómo te sientes. Y yo creo que ese es el amor que uno establece con esas obras.
Pienso que una de las cosas primeras que uno tiene que preguntarse es qué es lo que lo motiva y qué es lo que quiere y cuáles son esas expectativas. Y, normalmente, esa persona que te contesta que quiere ser reconocido y famoso… A esa persona le va a costar mucho trabajo, porque siento que, cuando esa es la meta y esa es la expectativa, son posturas que hacen que se aleje de ti. No sé si me explico bien. Cuando la motivación es el reconocimiento y la fama o el éxito o como quieras llamarlo, te va a esquivar un poco más. Cuando la motivación y las expectativas son un poco más modestas y más de carácter íntimo y personal, creo que tienes más chance. «Es que yo quiero hacer esto porque quiero llegar a un estadio». Uy, no estás tocando la fibra de lo que realmente es ser un artista. Si la tocas y llegas como un proceso personal de creación y de expresión y de comunicación, puede que eso te lleve allá. Pero, si la expectativa y la meta es algo como tan material y tan tangible, va a ser aún más difícil. Las demás creo que son frases de cajón. Yo pienso que hay un diálogo que uno tiene que tener consigo mismo para entender por qué quiere hacer esto. Y, en la medida en que uno sea honesto o transparente con esa respuesta, vas a encontrar los caminos que te van a llevar a algo más. Como dicen, por añadidura vas a encontrar otras cosas que tienen que ver más con lo material o con lo que llamamos el éxito.
Pero conozco gente que no es famosa, pero que son muy exitosos porque han sido muy felices haciendo música. Y creo que esa tiene que ser la principal meta, la plenitud de disfrutarse el oficio. Y, cuando tú estás enfrascado y sumergido en esa plenitud y en esa felicidad de hacer algo que te gusta, aparecen esas otras cositas. Cuando buscas esas otras cositas primero, estrellarse es muy fácil. Lo he visto suceder y lo he visto suceder conmigo mismo. De hecho, lo he visto en la experiencia que he tenido como «coach», entrenador y jurado de «realities» de música. He estado muchos años haciendo las temporadas de «La Voz» y «La Voz Kids». Un trabajo muy lindo. Esa es una de las fuentes de donde concluyo un poco esto. Ese chico o ese concursante que llega enamorado de su voz y enamorado de la posibilidad de cantar y no esperando el reconocimiento o la exposición, esos chicos llegan muy lejos. Y no necesariamente son los que ganan. A veces los que ganan no se dan cuenta de que la meta no era ganar el concurso. A veces la meta es aprender en el camino y utilizar de pronto la plataforma o esa visibilidad o ese concurso para que sea un escalón más en la carrera y en el proceso. Vas a ver que pasa muchísimo con los «realities» de talento que la persona que gana no. El que descalificaron como a mitad de camino, que se estaba esforzando mucho y que estaba de pronto más interesado en disfrutarse la cosa que en brillar y salir divino en las cámaras y cantar la mejor canción y dar la nota más alta, ese chico que no tiene esas pretensiones de repente consigue una carrera. Y te voy a poner un ejemplo chiquitico. Español. David Bisbal. Bisbal no ganó, pero ganó en la vida, porque se hizo una carrera tremenda, creo que porque tenía, además de un gran talento, una relación muy bonita con su arte, con su talento, con su música.
Y, bueno, ya vemos los resultados. Y yo he visto pasar eso en el programa en que he participado en varias ocasiones. Ese chico que sale en la primera, segunda, tercera ronda, no llega a la final, de repente nos da unas sorpresas increíbles.
Y eso hace que de pronto los colombianos seamos capaces de entender el mundo de muchas maneras. Todos tenemos un amigo pastuso, costeño, caleño, paisa, bumangués, santandereano, rolo, llanero, y todos son distintos. Y el venir de un país así creo que nos hace ver el mundo de una manera un poquito más abierta y más pluralista. Creo que es una bonita manera de entender el mundo cuando uno viene de Colombia y sabe que puede haber tantas maneras de entender la vida y la forma de ser de las personas. Creo que en eso ha influido la nacionalidad y mi país en mí y seguramente también en mi obra. Y es una cosa que me hace sentir orgulloso porque hoy en día, y hace poco más de 20 años, la música colombiana es muy importante en el mundo. Y creo que es por eso, creo que tiene que ver con eso, porque las expresiones son múltiples. Y hay gente haciendo urbano, hay gente haciendo rock, hay gente haciendo jazz, hay gente haciendo folclor, hay gente haciendo clásica, hay gente haciendo de todo y destacándose en todo. Si tuviéramos una sola manera de expresarnos, no tendríamos el alcance que tiene la música colombiana hoy. Y eso es algo de lo que me siento muy orgulloso. Gracias.
Y, para concluir este rato que me han regalado, les quiero agradecer mucho su presencia, sus preguntas, su disposición. Es muy lindo que hablemos de música. Es muy lindo que hablemos de amor como hemos hablado hoy. Es muy lindo que hablemos de diversidad, de expresión, de arraigo, de pertenencia. Ha sido un placer compartir con ustedes y con la producción este ratico. Nos podríamos quedar un buen rato hablando y cantando, seguramente aquí nos dan un poco más de gasolina y nos podemos quedar mucho tiempo. Pero no, les agradezco de verdad por el espacio. He sentido que hemos pasado un día muy lindo. Me hubiera gustado tener más tiempo para conversar con ustedes, pero bueno. Es el formato y funciona increíble. Gracias por sus preguntas y por su interés. Y me gustaría despedirme de ustedes con un trocito de una canción. Me encontré una flor. Fue en la ruta para Islamorada, si mal no recuerdo. No tenía color, pero todavía no marchitaban sus pétalos negros. Yo toda la noche la cuidaba, con cariño la besaba, y con el tiempo de mí se enamoró. De colores ahora brillaba y su belleza la admiraba todo el mundo que algún día la vio. Pero las flores son así, yo a las malas lo aprendí, que no basta con darle el corazón. Porque en esta vida cruel cada fiel tiene su infiel, y una abeja por su miel me la robó.