Descifrar el cerebro nos permitirá educar mejor
Rafael Yuste
Descifrar el cerebro nos permitirá educar mejor
Rafael Yuste
Neurocientífico
Creando oportunidades
La neurociencia nos muestra nuevos caminos en la educación
Rafael Yuste Neurocientífico
Rafael Yuste
Neurobiólogo y profesor de Ciencias Biológicas y Neurociencia en la Universidad de Columbia de Estados Unidos. Rafael Yuste es el codirector del Instituto Kavli de investigaciones neurológicas de dicha Universidad desde 2004 y el ideólogo del proyecto BRAIN (acrónimo inglés de Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies), es decir, ‘Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras’ un proyecto en la vanguardia científica mundial que persigue la creación de un “mapa” del cerebro humano. Uno de los grandes retos de Yuste es poder entender cómo se genera el comportamiento del ser humano en base a los circuitos de neuronas. “Es posible que veamos en nuestras propias vidas cómo se descifra el cerebro, y por fin podremos educar a los niños de una manera más eficaz”. Este científico es también pionero en la aplicación de técnicas de imagen y fotoestimulación para acercarse a los secretos del aprendizaje: “Una de mis pasiones es entender qué le pasa a tu cerebro cuando tienes un pensamiento; para intentar averiguar cómo se aprende, necesitamos saber primero qué es un pensamiento”, asegura.
Transcripción
Nos interesa el cerebro por eso, por entendernos a nosotros mismos. Cómo somos, cómo surge toda nuestra vida mental de lo que llevamos dentro del cráneo. Total, que hasta hace dos años estaba colegiado como médico generalista en Madrid, pero no he practicado la medicina desde que salí de la facultad. De hecho, hice la parte de la clínica dentro de la facultad de Medicina en la Concepción, en la Fundación Jiménez Díaz. Y ahí me dieron facilidades para salir al extranjero durante mis estudios y trabajé en un sitio en Inglaterra donde acabé ya… Fue una experiencia crítica trabajar con un sudafricano que se llama Sydney Brenner. Es un judío sudafricano que fue la persona que descubrió que el código genético tenía tres letras. Brenner me mandó a Estados Unidos y me dijo lo que decían en las películas del Oeste: «Go West, young man». «Vete al Oeste, joven». Pues me dijo: «Rafa, vete al Oeste, joven». Fui a Nueva York y estoy todavía en Nueva York. No he salido de allí, de la Gran Manzana. Pero bueno, esto es más para que hagáis preguntas vosotros, no que suelte yo el rollo aquí. Y me podéis preguntar de cualquier cosa.
Os pongo un ejemplo. Cuando os sentáis a ver la tele… Imaginaros si intentaseis ver una película mirando solamente un píxel. Por mucho tiempo que estuvieseis mirando ese píxel, no os enteraríais de lo que pasa en la película. Porque la película, la imagen en la pantalla, surge de la interacción entre píxeles. Es lo que llamamos los científicos una «propiedad emergente». Que surge de la interacción entre partículas o entre píxeles, o entre neuronas. Y por mucho que estés mirando un píxel, por definición, nunca verás la película. Imaginaros que el cerebro es como una pantalla, que tiene 80 mil millones de píxeles, y que en esa pantalla las neuronas se activan en patrones en el espacio y en el tiempo igual que los píxeles se activan en una pantalla de televisión. Y si no las capturas, si no ves la pantalla entera, no te enteras de lo que ves. Y ahí es donde empieza el proyecto BRAIN. De pensar que nos hemos equivocado en la neurociencia porque hemos ido a ver lo que hacen las neuronas individuales y teníamos que haber ido a ver lo que hacen las neuronas en conjunto.
¿Y por qué no hemos ido a ver lo que hacen las neuronas en conjunto? Porque no tenemos técnicas para verlas todas. Tenemos técnicas de hace mucho tiempo, casi 100 años, para verlas de una en una, pero no verlas en conjunto. Entonces, la propuesta del proyecto BRAIN es: Vamos a desarrollar técnicas para mirar todas a la vez, o cuantas más posibles, para ver las propiedades emergentes de los cerebros para ver, por fin, la pantalla de televisión y ver lo que se está echando en esa pantalla para enterarse de la película. Y este proyecto se lo presentamos al presidente Obama y le encantó. Entonces, él lo cogió, le cambió el nombre, porque siendo el presidente de los Estados Unidos le puedes cambiar el nombre a las cosas. Y le puso el nombre de BRAIN, le puso su imprenta. Todo el mundo ya reconoce que el proyecto BRAIN es de Obama. Y lleva ahora mismo tres años, estamos en el cuarto año. Hay 500 laboratorios metidos trabajando en desarrollar técnicas para registrar la actividad global de cerebros enteros en animales pequeñitos, animales más grandes, y se espera llegar a seres humanos en 10 o 15 años, lo que dure el proyecto. Este proyecto no va a curar las enfermedades y no nos va a enseñar cómo funciona el cerebro, pero nos va a dar las herramientas para hacerlo.
“Para intentar averiguar cómo se aprende necesitamos saber primero qué es un pensamiento”
Lo llamaba Cajal «las selvas impenetrables», donde muchos investigadores se han perdido. Y él lo decía de sí mismo, porque estuvo él toda su vida intentando descifrar estas marañas y no pudo. Sobre todo en la corteza cerebral de los humanos, que es la mayor parte de nuestro cerebro, que la tenemos justo debajo del cráneo, y es en realidad lo que nos hace humanos. La compartimos con los mamíferos, pero tenemos una corteza muy desarrollada. Entonces, esas marañas de conexiones no se entienden. Nadie las ha mapeado y no se sabe qué sentido tienen. Un descubrimiento que puedo resaltar en los últimos años es el estudio de cómo el cerebro de los mamíferos, cuando el animal se mueve… Esto se ha estudiado, sobre todo, con ratones y ratas. …cómo sabe dónde está. Y eso también es posible que funcionemos de una manera igual nosotros. Resulta que tenemos una especie de GPS en el cerebro que nos mapea, nos dice dónde estamos con relación a lo que tenemos alrededor.
No es un GPS que nos dice que estamos a mitad de Madrid, pero nos dice que estamos en una habitación rodeados de paredes, con esta gente. Y hay una zona del cerebro que sabe dónde estamos en relación con las cosas que vemos de fuera. Entonces, cuando nos movemos, se piensa que se utiliza esta información para mapearnos a nosotros mismos dentro de una especie de mapa mental del mundo. Y eso se ha descubierto hace relativamente poco. Les dieron el Premio Nobel a dos noruegos y un americano que lo descubrieron. Bueno, que descubrieron una parte del cerebro que funciona de esta manera. Lo llaman el «hipocampo». Y la gente lo describe como «el GPS del cerebro». Eso quizás sea uno de los logros más espectaculares de la neurociencia. Tenemos un mapa espacial del mundo dentro de nuestro cerebro. Otra pregunta, venga.
Tendría unas consecuencias para la medicina directas, transformadoras. Y lo último, que es una cosa que yo creo que también nos va a venir, es una revolución en la tecnología. O sea, en los últimos 30 años estamos en medio desde entonces, de una revolución industrial punto dos, que es las computadoras, la tecnología de computación. Desde el desarrollo de las computadoras digitales el mundo ha cambiado y nuestra vida nos ha cambiado. Entonces, pensad qué va a ocurrir. Toda la tecnología de computadoras actualmente está basada en unos algoritmos matemáticos y en una arquitectura de computadoras que son relativamente simples y no se aprovechan. Imaginaros cuando descifremos los secretos del cerebro, no solo de las personas, sino incluso de animales, y que podamos copiar estos algoritmos y entender cómo lo hace la naturaleza y estos algoritmos imitarlos con nuestra tecnología. O sea, tecnología inspirada por la biología. Bioinspirada. Yo creo que es bastante de esperar que esto transforme a la tecnología computacional y esto lleve a la humanidad también a otra revolución industrial punto tres, que será la neurotecnología, donde ya la información sobre el cerebro se incorpore a las máquinas, a las computadoras y a las herramientas que utilizamos los humanos.
Por ejemplo, ¿qué es un pensamiento? Para intentar averiguar cómo se aprende sería bueno saber qué es un pensamiento. Pues es que no sabemos lo que es un pensamiento. Y una de mis pasiones es averiguar qué le ocurre a un cerebro cuando tiene un pensamiento. Cuando tú tienes una idea, ¿qué pasa en tu cerebro? Algo tiene que pasar, si no, no tendrías esa idea. Si apagas el cerebro, no hay más ideas. Si lo enciendes, hay ideas. Entonces, ¿cómo se correlaciona la actividad de las neuronas con el tener un pensamiento? Y cuando tú piensas, cambias de un pensamiento a otro. Es como una especie de navegación mental. Pues hay gente que dice que esto que os contaba antes de las células del hipocampo que te dicen dónde estás en el espacio también hay gente que dice que el cerebro evoluciona para solucionar problemas espaciales. Y ese hardware se utiliza mentalmente, y que cuando nosotros pensamos es una especie de andadura mental. Vamos de una idea a otra idea, a otra idea, a otra idea. Como si fuésemos de un sitio a otro sitio, a otro sitio físicamente. Una de las teorías que estamos intentando investigar sobre el origen de los pensamientos es precisamente esa.
Yo soy también educador, yo doy clase. Soy profesor de la facultad de Biología y tengo que dar una asignatura todos los años. Y te digo por experiencia personal, yo no soy un experto en educación. Simplemente de mi experiencia personal de dar clases, yo siempre tengo la sensación que lo que más me ha marcado a mí en mi educación ha sido el contacto personal con un profesor o una profesora. O sea, el uno a uno. Eso sí que se me ha quedado marcado. La inspiración de una persona en concreto que la conoces, hablas con ella y te relacionas. Entonces, yo siempre pienso que la manera ideal de educar es uno con uno. Ahí lo que hago algunas veces es darla en plan tutoría, que cada estudiante, todas las semanas, tiene que escribir un ensayo sobre un tema, yo se lo corrijo y me siento con el estudiante y lo discutimos. Así es como enseñan, por ejemplo, en las universidades inglesas, en Cambridge y en Oxford.
La base de la educación es la tutoría, el uno a uno. La motivación es también fundamental, el incorporarles en las clases a base de preguntas cuando tienes un grupo grande. En mi experiencia personal, lo que me parece mejor es tratarles directamente. Contacto personal, inspiración directa. El estimularles. Y que se involucren emocionalmente. Eso sí es cierto. Eso también a la pregunta sobre la memoria, el aprendizaje. El cerebro nuestro tiene componentes emocionales que están anclados en el funcionamiento del sistema nervioso. No podemos disociar. Y los componentes emocionales te ayudan a aprender. La repetición te ayuda a aprender porque se supone que los circuitos neuronales se reactivan y se hacen más fuertes. Y estar involucrado emocionalmente también te ayuda.
Y si me quedase así, completamente sin moverme, pues igual mi cerebro no funciona igual. El involucrarles físicamente en el aprendizaje, que hagan cosas con sus manos o que se muevan, eso yo creo que debe de ayudar. Me parece lógico pensar que ayude. Una cosa que no he comentado es el dormir. A todo esto, sabéis que pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo y no sabemos por qué dormimos. Es uno de los grandes misterios de la neurobiología. Te dice también… Yo me siento un poco avergonzado de que no os pueda contar para qué sirve el sueño. Pero no sabemos para qué sirve el sueño. Y no solo los humanos, todos los animales duermen. Pasan gran parte de su vida en la Tierra durmiendo y no se sabe para qué. Y dices: «Bueno, pues les quitas el sueño». ¿Pues sabes qué? Si les quitas completamente el sueño, les matas. Se mueren los animales, o las personas también. Es una manera de torturar el no dejar dormir. Pero si en vez de quitarle el sueño lo reduces, el aprendizaje empeora. Parece que durante el sueño, parte de lo que ocurre es que se reactivan los circuitos que has utilizado durante la vigilia, cuando estabas despierto, y que quizá eso ayuda a que se consoliden las cosas nuevas que has aprendido. Hay bastante evidencia que el interferir con el sueño interfiere con el aprendizaje. Con lo cual, yo creo que sería bueno el pasarte ese consejo. Asegurarte de que los estudiantes duerman. Bueno, dentro de lo que… No durante la clase, evidentemente.
Cajal hablaba del «mortero cerebral» que se afirma, y ya, aunque le parchees el ojo el resto de su vida, ya no tiene efecto. Hay un período de mucha plasticidad en el cerebro donde la información del exterior te cambia la estructura, que son los períodos críticos. Que por cierto, se han descrito no solo para la visión, pero para todo. Por ejemplo, el aprender a andar tiene un período crítico. El aprender a hablar. Por eso sabéis lo difícil que es aprender un idioma a partir de los 10 u 11 años porque se ha cerrado el período crítico del aprendizaje de tu lengua materna y la siguiente pues ya es diez o 100 veces más difícil. Pero hay períodos críticos que duran más o menos tiempo durante la infancia e incluso la adolescencia. Hay algunos períodos críticos que están todavía abiertos hasta la adolescencia. Entonces, tenéis que saber que por eso es tan importante la educación, porque se puede influir en el cerebro durante el período crítico.
Y desde ese punto de vista, no es cuestión de meter cantidad, sino calidad de información. Un tipo distinto de información, yo creo que eso tiene que ser bueno porque permitirá que el entramado cerebral tenga como una riqueza estructural mayor que si expones a la persona solo en una cosa. También una anécdota. Cuando me crie en Madrid, a mí me gustaba la música. Estudié también música en el conservatorio. Que estaba en la calle Ópera entonces. Y tenía un profesor que decía que la mejor manera de educar es exponer a la gente joven a cosas excelentes, exquisitas. O sea, ponerles directamente en contacto con obras de arte… De arte del tipo que queráis: literatura, música, pintura. O con situaciones que consideras excelentes en la vida. Comportamientos ejemplares, biografías de cierta gente… Y, en ese sentido, es un poco… No te puedo decir que la neurobiología demuestra que eso es cierto, pero es una anécdota, simplemente. Yo tengo la sensación que eso también ayuda. A los estudiantes míos les doy para leer todas las semanas artículos que yo considero que son muy buenos, son ejemplares, para que ellos vean directamente lo que es bueno. Y no sé, igual no les sirve, pero igual un poco sí les desarrolla el gusto y el espíritu crítico. Y lo último que os diría…
Nosotros, en la Universidad de Columbia… Es una universidad americana, que es un sistema distinto al europeo. No solo al español, sino al europeo en general. Pero… Tenemos la característica de que todos los estudiantes tienen que leer durante año y medio a los clásicos. Sobre todo griegos y romanos. Con alguna cosa adicional desde entonces, pero es lo que llamamos el «Currículum Central». El Core Curriculum. Y, como decía antes, les ponemos directamente en contacto con obras excelentes. Lo mejor de la tradición cultural. Y se reúnen en pequeños grupos, como estábamos comentando antes. Alrededor de una mesa. Los que quepan alrededor de una mesa es como el grupo ideal donde está todo el mundo como al mismo nivel, el profesor con los estudiantes. Y entablan una discusión sobre lo que han leído y tienen que escribir también. Escribir yo creo que es algo fundamental. Porque cuando escribes piensas. Mi maestro el sueco una cosa que nos decía, que era muy divertido, es que nunca sabías lo que habías hecho hasta que lo escribías. Cuando lo escribías te dabas cuenta, por fin, qué es lo que estabas haciendo todos estos meses. Y yo creo que cuando escribes piensas de una manera como más clara, más incisiva. Entonces, a los estudiantes les hacemos leer los clásicos, discutirlos, escribir durante año y medio. Y la idea es que así los entrenamos a saber pensar. Sería el mejor regalo que puedes hacer a una persona que estás intentando educar: enseñarles a pensar. Porque el conocimiento que les puedes dar, se lo das y se le puede olvidar. Y lo pueden adquirir ellos también. Leen un libro y lo adquieren.
Pero la manera de pensar, el saber pensar, es como ser un todoterreno, luego ya… Les enseñamos a pensar y les mandamos adonde quieran. Si quieren hacer Leyes, Medicina, Ingeniería, que sean poetas… Lo que quieran, pero ya saben un poco cómo moverse, cómo desbrozar un camino que no conocen. Es un poco como lo que decía en el Libro Rojo de Mao Tse-Tung, que si quieres quitarle el hambre a una persona le das un pescado. Si le quieres quitar el hambre durante un día. Pero si le quieres quitar el hambre para siempre, le enseñas a pescar. Pues, en ese sentido, lo que estamos intentando yo y mis compañeros en la Columbia, es enseñar un poco a pensar a los estudiantes a base de entrenarles. La repetición es buena, pero no en el sentido de machacarlo como nos hacían a nosotros cuando yo estaba en la escuela. El ver la misma cosa desde distintos puntos de vista, el involucrarles emocionalmente, el tratar con ellos directamente. Y quizá esta es la razón por la que yo pienso que es tan efectiva la educación uno con uno, es precisamente porque te involucras emocionalmente.
Si estás hablando con una persona, tienes una involucración emocional con ella. ¿Sabéis lo que dicen? Que la mayor parte de la información que transmitimos cuando hablamos no es lo que decimos, sino la manera en que lo decimos. Y eso lo han medido. Solamente el… No sé cuál es el porcentaje, pero es muy menor. El contenido del habla es menor comparado con la expresión facial y la expresión corporal. Y también el tono de la voz y todo eso. Por eso los actores profesionales transmiten, porque utilizan todos estos trucos. Bueno, «trucos», la base del teatro. Entonces, esto yo creo que igual que lo han descubierto en el teatro, esto puede ser también utilizado de una manera positiva para la educación, para transmitir el conocimiento. Y otra cosa que no he comentado que yo creo que es muy importante es la pasión. El estar apasionado por el tema. Si tú estás apasionado por un tema, es contagiosa. Entonces, estás hablando con un grupo de gente y algunos se apasionan también por el tema. Y si puedes transmitir esa pasión a los estudiantes, yo creo que es el mejor regalo. Es también una cosa… Yo tengo dos hijas y también pienso mucho cómo es la mejor manera de educarlas. Y también tenía la sensación…
A mí me encanta que se apasionen por un tema. Me da un poco igual cuál sea el tema. Pero que sepan un poco el involucrarse emocionalmente por algo. Yo creo que esa es una cosa buena. Esto que estábamos hablando antes de cómo ser un todoterreno en la vida. Si puedes hacer eso, te sueltan en el mundo. Pues nada, acabas de pastor de cabras. Pero sabes que te apasiona lo del pastoreo de cabras, haces un queso especial, ¡bum! Y ya está. Y contribuyes a la humanidad de una manera completamente distinta a la que querían tus padres pero muy importante, ¿no? Y te realizas a ti mismo. Yo creo que es bueno tener esta pasión. Entonces, no sé, son, como te digo, ideas que, desafortunadamente, no están ancladas en la neurobiología todavía. Son un poco de experiencias personales, de las cosas que he visto en mi propia vida. Pero yo supongo que esto debe tener una razón de ser neurobiológica que igual tiene que ver con esto que estaba comentando antes de la combinación en nuestro cerebro de las partes emocionales del cerebro, y cómo están influyen en las conexiones sinápticas y cómo pueden ayudar, quizá, a que los cambios en el cerebro sean más efectivos.
Sí. Sí, yo creo que sí. Piénsalo de esta manera. Hablamos de una máquina biológica, que es el cerebro. Y el aprendizaje es algo que ocurre allí dentro. Si aprendemos cómo funciona, seguro que podemos mejorar la manera en que lo hacemos funcionar, ¿no? No es una idea tan descabellada. Ahora, ¿cómo? Eso es una cosa que depende de cómo funcione el sistema. Pero, por ejemplo, te cuento, para que os hagáis una idea, el tipo de experimento que hacemos nosotros en Nueva York para entender estas preguntas tan básicas como qué es un pensamiento. Y también os cuento cómo ocurrieron estos experimentos. Hemos desarrollado técnicas… Como os decía antes, el problema fundamental de la neurobiología, desde mi humilde punto de vista, son las técnicas. Las técnicas que tenemos son bastante primitivas y no han evolucionado mucho, y tenemos que inventar técnicas nuevas.
Y en este sentido, las personas que inventan técnicas nuevas son las que de verdad abren puertas nuevas. Aunque los científicos nos las demos de ser muy inteligentes y que se nos ocurren grandes y brillantes ideas, al fin y al cabo solo podemos ver lo que nos enseñan las técnicas. Y, quizá, la gente que de verdad tira del carro son las personas que inventan técnicas nuevas. Estamos desarrollando técnicas para ver la actividad de partes enteras de un cerebro, por ejemplo… Bueno, «partes enteras»… Todavía estamos hablando de cientos de neuronas solo. O sea, que son muy pocas. Pero estamos haciendo unos experimentos en la corteza visual de un ratón para entender si cuando el animal ve una cosa, qué le ocurre a la corteza visual, que responde a lo que está viendo. Y nos dimos cuenta que había grupos de neuronas que se disparaban juntos. Entonces, tenemos la hipótesis de que la percepción, la percepción visual es un grupo de neuronas que se disparan juntas en la corteza visual. Entonces, para probar esa hipótesis necesitamos maneras de estimular estas neuronas y generar una percepción como falsa. No enseñarle nada al bicho, darle a las mismas neuronas y decir: «A ver si piensas tú que lo has visto».
Estamos haciendo estos experimentos. ¿Y sabéis qué? El animal piensa que lo ha visto. O sea, sustituimos… El experimento es: le enseñamos un objeto. Vemos con un microscopio especial qué neuronas se disparan. Las catalogamos, decimos: «Son estas, tal y tal». Y con otro láser le encendemos estas neuronas cuando no está viendo el objeto. Y hemos entrenado al animal para que, por ejemplo, chupe una cánula donde le damos un poco de jugo cuando ve el objeto. Y cuando encendemos estas neuronas chupa como si lo hubiese visto. Pues eso nos empieza a dar la pista de que quizá la idea, la percepción de un objeto, sea un grupo de neuronas que se disparen juntos. Yendo un poco a la pregunta que hacía antes de qué es un pensamiento, qué es una percepción. Te puedes creer que estamos haciendo estos experimentos, y como prueba le encendemos varias neuronas al ratón para ver si el microscopio funciona. Pero al azar. Nosotros comparamos esto a como si estuviésemos tocando el piano con los circuitos neuronales. Imaginaros que cada neurona es como una tecla del piano y entramos nosotros con nuestros láseres y vamos a tocar distintas teclas para ver qué es lo que ocurre. Entonces, para probar que nuestro método funcionaba es como si estuviésemos…
Le estimulamos muchas neuronas a la vez como si estuviésemos tocando el piano con el brazo a ver si se oye algo, ¿no? Y las neuronas se disparan. Y dices: «Bien, funciona. Podemos estimular estas neuronas con las técnicas ópticas». Bueno, y me viene más tarde y dice: «Rafa, tengo que decirte una cosa. Estas neuronas que yo las estimulé para que se dispararan juntas están todavía disparándose juntas ellas solas, sin que las estimule». Y digo: «¿Cómo ha pasado?». Las hemos… A base de estimularlas, las hemos conjuntado y funcionan ya ahora ellas solas como si fuesen un grupo de neuronas. Entonces, hemos demostrado directamente una plasticidad en el cerebro a base de estimular neuronas juntas, que las podemos pegar. Volviendo a tu pregunta, si el aprendizaje tiene que ver con enlazar grupos de neuronas juntos y sabemos cuáles hay que enlazar, imagínate que lo hagamos desde fuera.
Les damos a estas neuronas para pegarlas igual que las pegamos ahora sin querer, de una manera accidental. Y ahí también os digo, con toda humildad, que muchos descubrimientos científicos son por azar. Estás buscando una cosa, sabes muy bien lo que buscas, pero te encuentras otra cosa distinta. Y ahí, claro, tienes que tener un poco la sabiduría o la intuición de decir: «Esto es una cosa que puede ser importante. Cambiamos de rumbo, vamos por la derecha en vez de por la izquierda». Y esto es un clásico ejemplo que me ha ocurrido en mi vida. Uno de los grandes descubrimientos en mi carrera ha sido este. Y ocurrió por azar. Pero esto daría pie a terapias… Bueno, «terapias»… A técnicas educativas que utilicen el conocimiento sobre el hardware para mejorarlo.
Si medís la actividad cerebral, estamos utilizando siempre todo. Y esto es uno de los grandes misterios de la neurociencia. ¿Qué es esta actividad continua, espontánea, que está siempre ocurriendo? Esto lo descubre un alemán, que fue la persona que inventa el electroencefalograma en 1922. Se llama Hans Berger, un médico alemán. Inventa el cacharro y el primer experimento se lo pone a su hijo de 14 años. Le dice: «Niño, ven para acá», le pone el cacharro en la cabeza, y le dice: «Mira por la ventana». Y se lo puso en la parte visual, en la parte occipital. Y cuando el niño estaba mirando por la ventana, ondas cerebrales. Con lo cual dice: «¡Bien! Te estoy midiendo la actividad cerebral». Y le dice: «Bueno, niño, ahora cierra los ojos». Y él lo que se esperaba es que se hubiese apagado. ¿Pues sabes qué? Igual o más con los ojos cerrados que con los ojos abiertos. De hecho, la actividad con los ojos cerrados que descubrió Hans Berger es una actividad fuerte y sincronizada. El famoso ritmo alfa de diez hercios. Diez veces por segundo: «Bum, bum, bum». Y dice: «Bueno, ¿qué es esto?».
La actividad espontánea, la manera tradicional de pensar del cerebro, que viene de Cajal y de un contemporáneo suyo que se llamaba Sherrington, es que el cerebro, como decía antes, funciona a base de neuronas individuales y que la neurona hace una cosa y le pasa la bola a otra neurona que hace otra cosa y le pasa la bola a otra neurona. Y eso se convierte en un enorme reflejo. Una especie de reflejo. Le das un input, bum, bum, bum, bum, y sale un output. Todo el cerebro es igual: una tabla de reflejos. Cuando hacemos algo, tenemos un estímulo, bum, bum, bum, bum, y sale una respuesta. Pero eso estuvo bien hasta que encuentra Berger que el cerebro está siempre activo aunque no haya estímulo. Incluso la corteza visual. Aunque no haya información visual, está activa igual. ¿Qué es eso? No sabemos lo que es. Pero debe ser muy gordo, porque lo tienen todos los animales. Y se gasta en esta actividad espontánea gran parte de la energía que consume el cerebro, que es gran parte de la energía que consume todo el cuerpo. O sea, si esto fuese… Si la actividad espontánea del cerebro fuese el ruido de la máquina, por ejemplo, pues la naturaleza lo hubiese apagado porque se está comiendo toda la glucosa.
Entonces, hay una teoría que yo creo que tiene cierto sentido que sugiere… Esta es la otra manera de pensar. Y eso tiene que ver también con lo que decías de las computadoras. Que los circuitos cerebrales tienen neuronas conectadas entre sí. Eso lo descubrió precisamente un aragonés, Rafael Lorente de No, que fue discípulo de Cajal. En el mismo laboratorio donde Cajal propone la teoría neuronal descubre su discípulo que las neuronas están conectadas entre sí haciendo como bucles, como circuitos reentrantes. Y él propone que eso está fabricado para generar actividad espontánea. Lo llamó «actividad reverberante». Como reverbera. Estimulas el cerebro y se queda ahí: bum, bum, bum, bum. Un eco que sigue ahí para siempre. Entonces, la idea es que lo que hace el cerebro está fabricado para generar esta actividad reverberante. Esta actividad espontánea. Y es muy importante, desde mi punto de vista, porque sugiere que la naturaleza encuentra una manera de fabricar una especie de segunda dimensión del mundo que es una dimensión virtual.
Porque en el momento que tienes estos estados de actividad que no se corresponden con la realidad, que no están estimulados por la realidad, los puedes utilizar como referencia abstracta. Pueden ser pensamientos, por ejemplo. O pueden ser estados que se refieran a estados del mundo Ahí lo que estás haciendo es como una realidad virtual. Entonces, volviendo un poco al hilo, es posible que la actividad espontánea sea un reflejo de una realidad virtual que tenemos siempre en nuestro cerebro. Y, de hecho, esa realidad virtual es nuestro mundo. El mundo según lo experimentamos estaría generado internamente por el cerebro. Aunque tú pienses que me estás viendo a mí, en realidad lo que estás viendo es la imagen de tu cerebro de mí. Y por eso cierras los ojos y sigues imaginándome que estoy aquí y tienes la misma actividad. Entonces, esa manera de pensar resulta que encaja con una tradición en la filosofía occidental que es la filosofía de Kant. Los filósofos… Los metafísicos han estado intentando descubrir la naturaleza de la mente humana.
Y explicar por qué la mente humana se adapta al mundo. Que es un problema bastante gordo. ¿Por qué lo que pensamos se adapta a la realidad exterior? Y la versión tradicional de los empiristas británicos es que la mente humana se adapta al mundo porque la mente copia al mundo. Somos un reflejo del mundo. Lo que tenemos dentro es lo que viene de fuera. Y Kant dice: «No, no, no, es al contrario. Lo que vemos fuera es lo que tenemos dentro. El mundo es un reflejo de la mente». Estas ideas de intentar explicar la actividad espontánea es posible que tenga que ver con esta realidad virtual. Estamos un poco viviendo cada uno dentro de nuestro propio mundo, que está generado por nuestro cerebro. Y cuando estamos despiertos, esa realidad virtual se adapta al exterior a base de nuestros sentidos. Y eso es importante, porque si no se adaptase al exterior pues sería un desastre para la evolución. No podrías comer, beber, reproducirte… Estarías abocado al fracaso. Te eliminarían a las primeras de cambio como animal. De hecho, cuando no se adapta al exterior, pueden ser, por ejemplo, los enfermos esquizofrénicos.
Que viven en una realidad que no está perfectamente adaptada a lo que ocurre fuera. Oyen voces. Pero es que si les miras el cerebro, se encienden los circuitos igual que si estuviesen oyendo voces del exterior. Ellos no pueden distinguir entre las voces que oyen con las voces reales, porque es lo mismo. Y volviendo un poco, retomando lo del sueño, es posible que los sueños es cuando tienes esta máquina de realidad virtual desconectada del exterior. Cuando no están involucrados los sentidos. En el sueño apagas los sentidos y sigue la bola funcionando. Entonces, esa es un poco la idea. Estaríamos utilizando siempre el 100% del cerebro. Si no lo utilizas para acordarte de los números de teléfono, que lo hacíamos antes de niños y ahora los tienes todos en el móvil, pues esas neuronas hacen otra cosa, no te preocupes. Ahí no se desperdicia nada.
Vamos a ver, yo pondría la afirmación al contrario. Yo estaría dispuesto a garantizarte que las diferencias en personalidad y las diferencias en el comportamiento y en las mentes humanas tienen que ver con ese sustrato. Tiene que haber seguro diferencias. Porque, un poco siguiendo el argumento, no hay magia negra. No te sale la personalidad así, bum, de la cabeza como si fuese humo. Sino que tu mente está generada por la actividad de neuronas ahí. No hay nada más, si lo abres no es que haya otra cosa. Es lo que hay, ¿no? Y si lo dañas, tienes problemas mentales. Ya hay relación causa-efecto entre el hardware, la estructura del cerebro, y las habilidades mentales, con lo cual… Yo estoy seguro que las diferencias que hay entre personas están ancladas en las diferencias en el hardware. Y pueden ser diferencias grandes, de tamaño, o pueden ser diferencias ya microscópicas. Y yo creo que estas son las que importan.
El pronóstico incierto tratamiento no tiene. Y es un dolor, en la escala del uno al diez, el diez. El peor dolor que puedes tener. Estos son los pacientes que se suicidan. Porque no puedes evitar el dolor con ningún tratamiento farmacológico. Me tocó la china. Voy al mayor especialista de dolor. Bueno, a un gran especialista del dolor en Nueva York. Y le digo: «Soy neurobiólogo, dime las cosas claras». Y me dice: «Rafa, no sabemos…». Lo que os acabo de repetir. «Ni la etiología, ni la fisiopatología». Y le digo: «¿Y el pronóstico?». «Incierto». Digo: «Joder… Vaya cruz. ¿no?» Y me dice: «Te voy a tratar con todo por si algo funciona». Entonces me dio un tratamiento farmacológico, las máximas dosis de opiáceos, benzodiacepinas, antidepresivos, opioides… Todo. Por supuesto, el ibuprofeno… Todo a la máxima dosis, todos los días. Y el dolor igual. Era tan fuerte que no podía dormir, tenía que medicarme para dormir. Mes tras mes, los peores meses de mi vida. Y fíjate como es la vida, subiendo en el ascensor a la consulta de este médico, en Manhattan, coincido con su… Lo que llaman el «attending physician», que es como la médico que le ayuda a ver pacientes. Como la segunda de a bordo. Y me dice: «¿Has probado la meditación?». Y digo: «¿Cómo voy a probarla? Si no me creo nada». Y me dice: «Te doy el hombre de esta persona, Jon Aaron. Hace un curso de meditación a conciencia plena. Pruébalo».
Total, empiezo a leer y resulta que en la clínica de dolor de la Universidad de Massachusetts hace como 20 años un médico, Jon Kabat-Zinn, desarrolla un método de meditación a conciencia plena para ayudar a los pacientes que tienen problemas de dolor crónico. Como os digo, es, quizá, el peor síndrome que te puede tocar. Y según Kabat-Zinn, funciona. Y este método se esparce por todo Estados Unidos y por muchas partes del mundo, aquí también lo hay, y es el famoso curso de ocho semanas en las cuales tienes una sesión conjunta con un grupo de personas de tres horas y luego una serie de ejercicios de meditación que tienen que ver con la respiración. Un poco controlar la respiración. Lo que llaman el «body scan», escaneo mental del cuerpo. Que son técnicas que vienen del budismo de hace más de 2000 años y que las adopta Kabat-Zinn, les quita un significado religioso, y las empaqueta en un cursillo de estos para la aplicación en la clínica.
Bueno, pues no tenía nada que perder. Me apunto al cursillo. Destrozado, claro, como os podéis imaginar. Empiezo el cursillo tomando nueve tipos de medicamentos a la vez y cuando acabo el cursillo solo estoy tomando dos, porque los he ido bajando de dosis y los he ido descartando. Y a los pocos meses ya no tengo dolor, se me ha quitado. Y digo: «Bueno, pues igual ha sido la meditación». Ahora, como buen científico, no puedo demostrar que es la meditación porque igual se hubiese curado solo. Ahí los científicos tenemos que hacer lo que llamamos el «control». Otra persona, otro Rafa con mi mismo dolor, a este le das meditación y a este no. Y si se cura el de meditación, ahí ya te lo puedes empezar a creer. Entonces, yo no hice control porque solo soy uno. Con lo cual, no te puedo demostrar que la meditación fue lo que me quitó el dolor. Pero pienso que está muy relacionado. Entonces, desde entonces, no he dejado de meditar. No por el dolor, sino porque también noté que me ayudaba en general, en la vida. Y es una cosa que os recomiendo a todos que lo miréis, que os enteréis de qué va la cosa. Y me parece que es una muy buena receta en contra del estrés del mundo moderno, sobre todo en la vida en las ciudades.
Cuando yo tomé el cursillo este, aunque el cursillo fue diseñado para enfermos de dolor, la mayor parte de los que lo tomaban no tenían ningún problema médico, lo tomaban porque querían bajar el estrés y conseguir relajarse. Pero se ha demostrado ya de una manera… Con controles, con pacientes que tienen el mismo problema médico, a unos les haces meditar y a otros no, que ayuda, no en todo, pero en ciertas cosas muy específicas como el dolor crónico, ayuda en la depresión, ansiedad. Y… Ataques de pánico, por ejemplo, ahí te ayudan estas técnicas. Pero hay muchos otros problemas mentales o psíquicos que no te ayuda en absoluto cuando hacen comparaciones con controles. No es una panacea. Pero sí ayuda en ciertas cosas concretas. Y eso también da indicación de que hay algo real ahí, que no es como un efecto placebo, que te crees que te mejora la vida. No, hay ciertas cosas que te ayuda y otras que no te ayuda. Lo están en algunos sitios en EE. UU. Se recomienda… Lo empiezan a hacer en escuelas. Yo sé que en Wisconsin lo hacen en los kindergartens. Aunque yo lo recomendaría, sobre todo, a los adolescentes. Porque yo he tenido dos adolescentes en casa y digo: «Estos necesitan meditación».
Aunque empieces con el mismo ADN, puedes dirigirte en direcciones distintas. Pero hay mucha concordancia en estos gemelos. Son estudios fascinantes. Tienen muchas concordancias en enfermedades, en patrones de comportamiento, en personalidades, características no solo físicas sino también mentales. Y esto que estaba diciendo antes de que el cerebro es parte del cuerpo, pues si ocurre en el cuerpo, ¿por qué no en el cerebro? Es bastante lógico de esperar. Los gemelos univitelinos tienen también diferencias entre ellos. Son personas distintas. O sea, que no es todo genético. Y luego, cuando crecen en distintas poblaciones porque les adoptan dos familias distintas, muchas veces te sorprende lo similares que son en ciertas cosas. A veces se casan incluso con el mismo tipo de persona. Y el mismo año. Cosas de estas que dices: «¿Cómo puede ser posible?». Pero hay también muchas diferencias. Nuestro campo no lo sabe todavía, pero hay evidencia por los dos lados. Hay rasgos que son heredados y rasgos que no son heredados.
O sea, no está hablando… No son palabras al azar, hay un patrón, pero no puedo descifrar el sistema. Eso es lo que nos pasa a los neurobiólogos. Abrimos el cerebro y tenemos patrones de neuronas que se disparan, y nos impresiona porque no son al azar, hay una cierta lógica, pero no entendemos la lógica. Es un ejercicio de criptografía. Necesitamos que alguien escriba el diccionario que descifre el código neuronal o el código cerebral. Yo creo que eso será… Cuando lleguemos a ese momento, la neurobiología se convertirá en una ciencia madura como es ahora la genética, como puede ser la física o la química, que tienen sus bases centrales ya bien ancladas. Estamos en un momento, quizá, parecido al que estaba la genética antes del descubrimiento del ADN. O al que estaba la física, quizá, antes de las leyes de Newton.
En cambio, un autómata, si quieres hacerlo que se comporte de una manera homogénea y coordinada, para cada cosa que hace tienes que solucionar otra vez el problema de coordinarlo todo otra vez. Es mucho más fácil referirlo a un concepto de yo que esté inscrito de alguna manera física en el sistema nervioso, y ese concepto lo aplicas a todo. Entonces, estamos intentando investigar este problema en los nidarios, que son los primeros animales que tienen neuronas. Las medusas, los corales, las anémonas de mar y las hidras, que son como medusas de agua dulce. Estamos investigando las hidras. Resulta que tienen una actividad coordinada de muchas de sus neuronas que disparan juntas de una manera espontánea. Esto que estamos hablando de la actividad espontánea. Pues igual la actividad espontánea es el yo, es la idea de: «Chicos, somos uno. Respondemos todos a la vez», y esta es la manera en que la naturaleza escribe el concepto de identidad. Es un gran misterio. Yo creo que es una pregunta válida y muy interesante y que es una cosa que puede dar mucha profundidad a la neurobiología. Si entendemos que parte de lo que hace el cerebro es generar el concepto de yo…
Pero yo, no solamente de una persona, sino de un animal también, entonces igual con esa pieza del puzle ya metida empiezan a encajar las otras. Yo lo que os quería traspasar es, aparte de la ignorancia que tenemos, también el entusiasmo de vivir en el momento en el que vivimos porque es posible que veamos en nuestras propias vidas cómo se descifra el cerebro. Y va a ser un momento espectacular en la historia. Yo creo que será una transformación como cuando el hombre inventa la rueda o como cuando se inventa el alfabeto. Va a haber un cambio, un antes y después. Yo lo veo como un nuevo Renacimiento, que habrá una… Primero, nos entenderemos a nosotros por dentro. Podremos, por fin, educar a los niños de una manera basada en el hardware que tienen. De manera más efectiva. Podremos responder a todas las preguntas que habéis hecho, que son fundamentales. Yo creo que tendrá repercusiones también en la sociedad. Cambiarán las reglas sociales. Al entender por qué la gente piensa de una manera y cómo decide, yo creo que ese tiene que ser… No sé, el conocimiento siempre ayuda, siempre es bueno, y podrá levantar estos prejuicios que tenemos, atávicos, de unos contra otros, de ciertos grupos sociales. Nos hará entendernos de una manera más humana.
Espero que tenga grandes consecuencias para la medicina y también para la tecnología. Es una cosa que tenemos que asegurarnos también que sea desarrollada de una manera que sea buena para la humanidad. Y ahí os involucraría a vosotros en cada una de vuestras vidas y vuestros trabajos, que penséis sobre estos temas en el futuro, cuando se van desarrollando, porque necesitamos la voz de toda la ciudadanía para llevar este coche por el buen camino. Porque sabemos que esto va a cambiar la sociedad, pero tenemos que asegurarnos que vaya por un camino la sociedad que sea bueno para el futuro de la humanidad, que no se pueda utilizar en contra de la humanidad, abusar de estas tecnologías, de esta información. Estamos en un proceso de cambio, pero esto va a ser un cambio a mejor y necesitamos también el apoyo vuestro, el apoyo social, para poder seguir realizando nuestro trabajo para poder ayudar también a los pacientes. Es indispensable. Muchas gracias a todos.