De aprendiz a chef de alta cocina
Andoni Luis Aduriz
De aprendiz a chef de alta cocina
Andoni Luis Aduriz
Cocinero
Creando oportunidades
La cocina es una escuela para la vida
Andoni Luis Aduriz Cocinero
Ser creativo no es solo ser ocurrente
Andoni Luis Aduriz Cocinero
Andoni Luis Aduriz
Cuando Andoni Luis Aduriz tenía 14 años, un orientador escolar acudió a su colegio para sugerir salidas profesionales a los alumnos. A quienes tenían calificaciones medias sugirió que eligieran entre academias militares, formación profesional, oficios y trabajos manuales, como si su futuro dependiera de esa decisión. La madre de Aduriz, que conoció el hambre en la Guerra Civil y la posguerra, decidió que su hijo mal estudiante sería cocinero: "Si estás en una cocina, al menos, comerás".
Así comenzó, casi accidentalmente, la carrera del chef Aduriz, considerado uno de los máximos exponentes de la Nueva Cocina Vasca, Premio Nacional de Gastronomía, dos Estrellas Michelín y símbolo de la creatividad gastronómica. En su proyecto Mugaritz, que no es un restaurante sino un "experimento", Aduriz ha desarrollado una investigación interdisciplinar que conecta la gastronomía con la filosofía, el arte, el teatro o la neurociencia. Y donde, además, innovan con sabores y texturas para narrar historias más que preparar platos.
Autor de libros como 'Cocinar para vivir', 'Mugaritz: A Natural Science of Cooking' o 'Innovación abierta y alta cocina', el chef Aduriz es conocido por su inquietud intelectual y social, que le ha llevado a colaborar en varios proyectos solidarios y construir en Mugaritz un santuario donde estudian y se forman las jóvenes promesas de la cocina. "Pensé: Si algún día tengo un proyecto, ya sé lo que voy a sembrar ahí. Conciencia crítica, solidaridad, creatividad, la mirada creativa, el inconformismo, la capacidad de sacrificio, la resiliencia. Esto es lo que pasará en Mugaritz porque yo lo voy a cultivar". Y así se cumplió el deseo de su madre, y Aduriz nunca pasó hambre.
Transcripción
“Mugaritz no es un restaurante, sino un error del sistema”
Claro, ahí había una cuadrilla de sátrapas de agárrate. O sea, ahí había chavales que estaban encantados porque así como mis padres eran de un estrato muy humilde, un hijo de hostelero que le va bien, pues maneja otro… Y encima estaban en la provincia. Algunos eran de la provincia, a veces de otras provincias. Entonces estaban en un piso alquilado con dinerito y la vida loca. Entonces aquellos chavales lo que menos les interesaba era la escuela cocina, a algunos sí, a muchos no. Entonces yo, bueno, transitaba, ahí iba la escuela, suspendía Cocina, suspendía Gimnasia… Gimnasia, te ponías el chándal y aprobabas. Bueno, yo suspendía Gimnasia. Y no suspendía Religión porque fui de los tres de cuarenta que me apunté a Ética. O sea, fíjate que siempre he sido raro para todo. Entonces yo iba allí, de aquella manera, aprobando, suspendiendo, aprobando, suspendiendo. Tengo que decir, y esto es verdad, que más allá de mis calificaciones o mis habilidades, yo me esforzaba, o creo que me esforzaba, porque yo sabía el esfuerzo que suponía para mis padres los estudios y la ilusión que ellos habían puesto. Entonces, aunque yo no fuera más que un poco… la referencia fuera esa, aferrarme a eso. Yo trataba de esforzarme.
Es decir, al final, mira, una de las cosas que más me gusta es esto: mantener diálogos, «sobremesear». ¿Sabes lo que tiene una sobremesa? Mira, una sobremesa… cuando conoces, además, a una personalidad, permite una cosa extraordinaria, y es que baja la guardia. O sea, un poco… se desabrocha un poco ese ese uniforme de…
Nosotros, a los clientes, o a los cómplices, no les damos ninguna referencia a las que habitualmente están ellos acostumbrados. Pero no porque nos haga gracia ir contracorriente, sino porque todo eso se ha ido construyendo a lo largo de 22 años en un proceso de maduración, en un proceso de reflexión. Te pongo un ejemplo. Tú imagínate que llegas a un espacio donde tu capacidad de decisión es bastante limitada, porque al final decidimos nosotros. ¿Por qué? Primero, porque a veces hay que proteger al cliente de sí mismo. A veces piden mal. Entonces yo sé lo que hay en el mercado y qué está bien. Y yo sé lo mejor que hemos sido capaces de hacer hoy, entonces ya elijo yo por ti y luego, si quieres, tú me crujes o te enfadas, pero yo voy a elegir, porque a veces, insisto, a veces hay que proteger al cliente de sí mismo. Esta la primera. La segunda: todos tenemos en la cabeza, un poco, cómo se estructura no solamente un menú, sino los libros de cocina, aperitivos, ensaladas, verduras, sopas, pastas, huevos, pescados, carnes, quesos, postres, por ejemplo, es una estructura, todo el mundo la tiene en la cabeza, está ahí, te persigue, está ahí, como todo el rato en el subconsciente. Cuando vas a un restaurante más o menos parte de eso te lo vas a encontrar, en Mugaritz, un poco ‘Alicia en el país de las maravillas’, dijimos: «¿Por qué tiene que ser una sopa esto? Este plato no es una sopa, ni esto es un pescado, ni esto es una carne». Entonces, ¿cómo nosotros lo etiquetamos?
Nosotros cuando hacemos una elaboración le ponemos un una etiqueta diferente. Por ejemplo, esto es un desafío. Esto es una oportunidad. Esto es una técnica. Esto es un relato. Entonces, claro, tú llegas a un espacio donde todas esas referencias han volado. No hay nada en la mesa, es una mesa desnuda. En muchos casos no hay cubiertos. No tienes capacidad de decisión. No hay postres, pero sí hay dulces. En ese momento tú no puedes abstraerte de lo que está sucediendo, tú eres parte. En ese momento, tú tienes que ser responsable de la propia vivencia que se va a producir ahí. Tú tienes algo que decir en todo eso. Entonces, claro, esto es lo que nosotros tratamos de producir, ¿no? Es un poco performativo si quieres, pero todo esto nace hace como quince años, quince o doce, pierdo la noción, ¿eh? Vino António Damásio con Hanna Damásio, dos de los neurocientíficos más importantes que hay en el mundo y ellos son muy reconocidos y, de hecho, eminencias y los más citados en todo lo que tiene que ver con cerebro y emociones. Entonces, nos dijeron una cosa que nos cambió la cabeza. Fíjate lo que puede hacer una frase o lo que puede hacer una palabra o una reflexión en un momento determinado, nos dijeron: «Oye, vosotros sois muy creativos, ¿eh? En la cocina. Bueno, fantástica esta creatividad. Pero eso no es lo importante. Eso no es nada importante. Bueno, nada no, es importante, pero no es lo más importante. Lo más importante, lo verdaderamente relevante es que vuestra creatividad está haciendo creativas a las personas que están participando de ella».
Entonces, de repente, imagínate tú para mí, que soy un escapista, me encuentro que aquello que yo presentía o podía intuir alguien me lo confirma. Entonces, nos damos cuenta de que a través de la cocina podemos conseguir que la gente cambie su mirada, pose la mirada, ya no solo sobre la comida, sobre cualquier cosa, de una forma mucho más abierta. Mucho más afilada como un cuchillo. Y dijimos: «Este es el camino. A partir de aquí lo vamos a cuestionar todo y nuestra creatividad y nuestras reflexiones las vamos a materializar en algo que realmente ayude a que el mundo sea distinto, porque el mundo puede ser distinto. Pero lo vamos a hacer de a pocos y con conocimiento». Claro, si tú vienes por primera vez a Mugaritz te explota la cabeza porque hay muchas cosas que no se parecen en nada o hay bastante distancia con lo más convencional. Pero lo vuelvo a decir, a mí no me hace ninguna gracia ser ocurrente ni ser un contestatario. No, no, no, a mí no me interesa eso. A mí me interesa lanzar hipótesis. Es decir, al final lo que tú ves ahí o te encuentras ahí son veintidós años de trabajo, miles y miles de horas de reflexión, de plantear cosas, de diálogos con gente…
“Si no tuviera curiosidad, me apagaría”
Tú ves un movimiento peristáltico en ese cuerpo, que parece un extraterrestre, y claro, la primera pregunta es si se come. La segunda es si será tóxico y cómo se le quita la toxicidad. Tercero, ¿cómo se debe cocinar para sacarle sus cualidades, para que exprese sus mejores características? A ver, si las cosas se explicasen por sí solas yo no tendría que estar haciéndome estas preguntas. Entonces, claro, ¿qué pasó? Que un poco como respuesta contestataria ante estas críticas que se nos estaban haciendo yo dije: «Señores, Mugaritz es un restaurante de relatos. Si no hay capacidad de contextualizar lo que estamos haciendo, todo esto solo es materia y no tiene sentido». Porque a mí no me importa tanto cómo robarte el corazón, no me importa que sea con una piel de mandarina, con una cáscara de plátano, con un huevo o con un lingote de oro. Yo el objetivo lo tengo muy claro. Yo tengo que conmoverte de alguna manera y conseguir, si puede ser, que te vayas más creativo o que te vayas con alguna duda encima, pues yo estaré encantado, ¿no? Entonces, claro, a veces necesito contextualizarte, porque si yo no te contextualizo por qué hemos hecho las cosas… todo queda, insisto, en el mundo de las ocurrencias, puede parecer que queda en el mundo de las ocurrencias. Y ese no es mi mundo. Eso no es mi mundo.
Entonces, bueno, sí. Y luego, cuando tú despiertas o trabajas una conciencia creativa, una mirada creativa, te das cuenta que un poco, en lo que la gente suele fallar es en no estar atento a las oportunidades que surgen en los tránsitos, en los caminos. A veces hemos acertado cuando nos marcamos un objetivo y lo hemos conseguido, a veces, pocas, pero a veces ocurre. Pero muchas más, la mayoría de ellas, lo que sucede es que cuando tú vas buscando algo, aparece una cosa diferente. Te pongo un ejemplo. Mira, estábamos haciendo unos merengues sin huevo. Entonces, ocurrió una cosa muy curiosa, porque en ese momento teníamos un… era un japonés absolutamente estructurado, un tipo… vamos, que estos sí que son académicos y ortodoxos. Entonces aquel hombre hace con lino hace unos merengues. Bueno, creo que era lino, pero el caso es que no era un merengue a partir de huevo, de albúmina de huevo. El tipo hizo el merengue, lo metió en el horno, lo dejó secar y resulta que salían huecos.
Pero también impactaba muchísimo porque era la primera guerra en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, se estaban cometiendo crímenes de lesa humanidad, de estos terroríficos. Y la gente decía… Era una guerra sorprendente porque, aparte de estar en Europa, era una guerra de gente como tú. De hecho, era más guapa que tú porque son de ojos azules, rubitos, gente guapísima. Claro, en las guerras tú estabas acostumbrado a ver conflictos de gente que no se parece en nada a ti, de otros colores de piel, estaturas, otras culturas, otras miradas. Aquellos eran como tú, eran como tu vecino, como el vecino de enfrente, como el pescadero y el carnicero, como el tío del polideportivo. Y se estaban masacrando, pero con ganas. La creatividad, cuando se pone a disposición del mal, es todavía más creativa. No me expliques cómo. Entonces, claro, yo estando en El Bulli me hacía una reflexión, decía: «¿Cómo es posible que esta gente que es como nosotros escondan dentro de sí estas monstruosidades?». Entonces, ¿qué es lo primero de lo que te das cuenta? Pues una cosa que te das cuenta es que los ecosistemas empujan en una u otra dirección. Un ecosistema puede hacer que una persona saque todos los demonios y toda esa capacidad imaginativa para hacer el mal. Entonces, claro, yo dije: «Si esto es así, si el ecosistema es tan importante para que esta persona tan bonita se convierta en un monstruo, seguramente el ecosistema puede revertir la situación. Podemos conseguir que esos ecosistemas se pongan a favor un poco del impulso de los atributos que a mí me interesaría cultivar». Entonces yo dije: «Yo lo tengo claro, si un día tengo un proyecto, yo ya sé que voy a sembrar ahí, voy a sembrar la conciencia crítica, voy a sembrar la solidaridad, voy a sembrar la creatividad, la mirada creativa, el inconformismo, la capacidad de sacrificio, la resiliencia», ponle más atributos.
Dije: «Esto es lo que pasará en Mugaritz, esto es lo que va a pasar porque yo lo voy a cultivar». Y como somos miméticos y la gente cuando llegue se va a pensar que somos medio secta porque van a ver esto, pero en el fondo van a querer sobrevivir, van a decir: «¿Esto de qué va? Ah, de sensible. Vale, pues voy a hacer que soy sensible». No, lo que pasa es que trampa, tramposo.
O sea, en Mugaritz no sobra nadie, nunca ha sobrado nadie porque todo el mundo tiene algo para dar. Y todo es complementario, porque lo que a mí me falta me lo va a dar otro. Esto cuando tú lo entiendes, y hay un poco de todo, ojo, y hay un poco de todo, y tienes la habilidad de explicarlo, de contarlo, de transmitirlo y de pedirle a la gente también qué esperas de ellos suele funcionar. Y quizás es el legado de esa casa. Quizás es el legado. Es decir, que los chicos y chicas que han pasado por ahí en estos 22 años, se han ido por el mundo, han montado sus proyectos y todos, muchos, con un nivel de autoestima y de capacidad de saber apostar por lo que ellos quieren y no tanto por lo que deberían de apostar que es muy, quizás es lo más bonito que hemos podido hacer. Y mira, nosotros apelamos, o buscamos, o tratamos de alcanzar la excelencia, no lo conseguimos, pero realmente… y esto, Noel, tenlo por seguro, nuestra vocación es hacer lo mejor posible las cosas. Hasta el punto de que las bayetas que ves allí, incluso cómo está estructurada la cocina, casi un poco en exceso, todo cuidado en exceso, responde a una cosa muy simple y es que cuando tú le das importancia a lo que no es importante, lo que es relevante adquiere mucho más peso. Tú puedes ir dando pasos para atrás donde nada es importante, o pasos para adelante donde todo es importante. Esta es la decisión, esto ya cada uno tiene que decidir, un poco, en qué partido quiere jugar, en qué liga quiere jugar.
Lógicamente, dentro de lo que es los maestros que acumulas a lo largo de toda una vida, ¿no?, en mi caso están mis padres. Mis padres han sido ejemplares. Ha sido gente, por ejemplo, con una capacidad… con un nivel de dignidad extraordinario. Yo venía de un estrato muy, muy, muy humilde y ellos siempre han tenido un coraje y una capacidad sacrificio para que sus hijos tuvieran un futuro mejor, extraordinario. Un nivel de honradez maravilloso. Más allá de eso, yo fuera de cámara te he comentado, o sea, a veces esos referentes que te ayudan a caminar en una dirección concreta, que tú los llenas de valores y que lógicamente tienes que creer en algo, ¿no?, necesitamos creer en algo. Creer es crear, ¿no? Pues a veces lo mejor que te puede pasar es no conocerlos, porque cuando con esas referencias que de alguna manera te impulsan, tienes un contacto directo, ves la parte quizá más humana, llena de huecos por los que se escapa, pues quizá, toda esa voluntad y todos esos valores que tú le veías.