“Cuando los migrantes llegamos al mar, la batalla está perdida”
Ousman Umar
“Cuando los migrantes llegamos al mar, la batalla está perdida”
Ousman Umar
Emprendedor social
Creando oportunidades
“La crueldad de esta historia pertenece a miles de personas”
Ousman Umar Emprendedor social
Ousman Umar
Dolor, miedo y sufrimiento. La historia de Ousman Umar tiene este denominador común con la de los miles de migrantes que cada año se juegan la vida para llegar a Europa. Lo atípico de su periplo le corresponde al azar.
Umar cruzó a pie el desierto del Sahara con tan solo 13 años. Vivió cuatro en la Libia de Muamar el Gadafi. Fue víctima de las mafias, objeto de extorsión y maltrato, perdió a su mejor amigo y vio morir a muchos otros compañeros en el camino. En 2005 llegó en patera a la isla de Fuerteventura. Confiesa que sobre España “solo conocía dos palabras: “Spain” y “Barça””, y la suerte lingüística hizo que le mandaran a la ciudad de Barcelona. Durmió en la calle durante meses y, de nuevo, el azar hizo que se topase con Montse, la madre de la familia que asumió su tutoría legal hasta que cumplió la mayoría de edad.
Umar no sabía español ni catalán. En pocos años, mientras trabajaba en un taller de bicicletas, obtuvo el graduado escolar, un Grado en Relaciones Públicas y Marketing en la Universidad Formatic de Barcelona y un Máster en Dirección y Gestión de ONG en la ESADE.
Hoy, convencido de que “la solución es evitar que futuras víctimas caigan en este infierno”, Ousman Umar se ha marcado dos objetivos: dar voz a los migrantes y fomentar la educación en los países de origen. El primero lo ha conseguido en ‘Viaje al país de los blancos’, el libro donde relata su historia. El segundo, fundando su propia ONG: ‘NASCO Feeding Minds’ una iniciativa con la que ha puesto en marcha proyectos de alfabetización digital en su Ghana natal. “La educación es el motor para la transformación de cualquier sociedad. La formación y la información son la clave”, sentencia.
Transcripción
Mi nombre es Ousman Umar. Soy de Ghana. Sé que nací un martes. Pero no sé ni de qué mes ni de qué año, porque en mi tribu esto no importa. Lo más importante es el día de la semana en que naciste. Al nacer, mi madre murió en el parto. En mi tribu, la tradición de los Walas, cuando una desgracia como esta ocurre, se considera que el niño es maligno, por lo tanto tiene que morir. Este era mi caso. Soy consciente de que soy una de las personas más afortunadas de este planeta. Mi padre era el chamán, el líder de la tribu y por eso consiguió salvarme la vida. Viví en mi pueblo hasta los nueve años. No teníamos escuela en mi pueblo, por lo tanto para ir al colegio había que caminar siete kilómetros cada día, catorce en total. Vivíamos básicamente de la ganadería y de la agricultura. Si había que comer carne ibas a la selva a cazar o cogías un pollo en el corral. Las casas estaban hechas de barro. No había luz eléctrica. Teníamos dos ríos, uno se llama Fia, el otro Asukatia. Fia era para beber, Asukatia era para lavarse.
A los nueve años la curiosidad me llevó a salir del pueblo hacia la ciudad y, finalmente, a los trece años me marché fuera del país en busca de llegar al país de los blancos, tal como se titula el libro que acabo de publicar. Con trece años tuve que cruzar todo el norte de África, pasando por el desierto del Sahara, que fue el primer gran reto que tuve que superar. Resumiendo, de cuarenta y seis personas que empezamos el viaje, tres semanas más tarde solo seis llegamos vivos a Libia. Os aseguro que la realidad supera la ficción. Una vez en Libia, las cosas tampoco fueron sobre ruedas. Estuve allí cuatro años. Ser negro y vivir en Libia era prácticamente un delito. Viví cuatro años, conseguí reunir 1.800 dólares y volví a caer en manos de la mafia, ya que me dijeron que en cuarenta y cinco minutos desde Trípoli, la capital de Libia, llegaríamos al paraíso. Así empezó esta última etapa también. Crucé Túnez, Argelia, Mauritania, Marruecos, Sahara Occidental… finalmente, fue allí donde cogimos las pateras. Tuve que coger la patera dos veces porque el primer intento fracasó, una de las dos pateras se hundió y nadie sobrevivió.
Uno de mis mejores amigos, Musa, también murió. Es verdad que muchos dicen que el gran cementerio es el mar Mediterráneo. Yo creo que es antes. El cementerio más grande es el desierto del Sahara. Volví otra vez al desierto hasta que la mafia nos trajo más material, más personas. Volvimos a hacer una segunda salida. Ocurrió exactamente lo mismo: en el medio del mar una de las pateras también se hundió. Las ciento cincuenta o doscientas personas que iban en aquella patera tampoco sobrevivieron. Sapashini, Anas Amilo, Tola, nadie sobrevivió. Tras cuarenta y ocho horas navegando prácticamente sin rumbo conseguí llegar a la isla de Fuerteventura. Aquí determinaron que tenía menos de dieciocho años. Por lo tanto, la ley internacional me amparaba y tenía derecho a residir en España. El día 24 de febrero del año 2005, finalmente conseguí llegar a la ciudad de Barcelona, con una mano delante y otra detrás. Prácticamente analfabeto. Sin saber castellano ni catalán, solo hablaba inglés, árabe, wala, hausa, asante y dialectos africanos. Estuve dos meses malviviendo en la ciudad de Barcelona. Sentirse solo en una ciudad como Barcelona… no tengo palabras adecuadas para transmitir esa sensación. Comía solo cuando alguien tiraba comida a la basura, pan seco, y si llegaba a tiempo, claro.
Pero el ángel de la guarda que me protegió durante el momento de mi nacimiento no me abandonó tampoco. Curiosamente, un día sentado en un banco me llegó una señal, dijo: «Ousman, levántate, ve a hablar con esa señora que te va ayudar». Me dirigí a una señora que se llamaba Montse, no la conocía de nada y le empecé a explicar quién soy. No entendió nada, pero tuvo tanta curiosidad por entender qué le quería explicar que me cogió la mano, nos apartamos, sacó su móvil y llamó a su marido a casa. El marido sí que hablaba inglés. Armando me hizo mil y una preguntas, lo que aún recuerdo es que me preguntó cuántos años tenía. Le contesté que había nacido en martes. Me dijo: «Fantástico, pero ¿cuántos años tienes?». Yo: «Jolín, te lo acabo de decir, nací un martes». Armando y yo no nos entendíamos, así que le devolví el teléfono a Montse. Entre las cuatro palabras de inglés que sabía Montse y las señales, Montse y yo nos entendimos. Aquí aprendí un mensaje muy potente que es: cuando dos personas quieren, se entienden. Montse no sabe inglés, yo tampoco hablaba catalán ni castellano, pero nos entendimos. Me dio su número de teléfono, me invitó a desayunar y me hizo entender que si no conseguía llegar a la Cruz Roja, que no volviera a dormir en la calle, que la llamara por teléfono. Esta fue mi salvación.
Acabaron acogiéndome como mis tutores legales hasta los dieciocho años. La primera noche que dormí en casa de Montse y de Armando recuerdo que tuve ropa limpia después de dos meses, agua caliente, comida caliente… Montse me acompañó a mi habitación, me metió en la cama como si fuera un niño de cinco años. Me dio un beso aquí en la frente, apagó la luz y salió de la habitación. El mundo me cayó encima literalmente hablando. Por primera vez, aquella noche ya no tenía que luchar. Pasé toda la noche llorando, preguntándome por qué, por qué y por qué. ¿Qué he hecho mal para merecer tanta tortura? Si realmente estaba predestinado que esta familia estaba aquí esperándome, ¿qué he hecho mal para sufrir tanto? ¿Por qué he tenido que pasar por todo aquello? ¿Por qué Sapashini no? ¿Por qué Musa no? ¿Por qué yo? Pasé toda la noche llorando hasta el día siguiente por la mañana, cuando llegué a la conclusión de que la pregunta no tiene que ser «por qué», sino «para qué» me serviría aquella experiencia que había adquirido durante el viaje.
Para dos razones. Para dar voz a todas aquellas personas, almas, que no consiguieron llegar con vida y, obviamente, por eso no pueden explicar su historia. Darles voz. En segundo lugar, trabajar en el origen del problema para evitar que futuras víctimas caigan en este infierno. De aquí nació el proyecto «NASCO Feeding Minds», alimentando mentes: aliméntame la mente, no me alimentes la barriga. A partir de aquí encontré la paz conmigo mismo y la razón de estar vivo. Descubrí que los blancos son ingenieros o médicos, no por el hecho de ser blancos, sino que estudiaron para serlo, así que si yo estudiaba también podría llegar a ser médico. Igual que salí desde mi pueblo porque quería ser blanco, cualquier cosa menos ser negro, pues puse toda esta energía en estudiar. En trece años, desde 2005 hasta el 2013, pasé por todo el sistema educativo y estudié ADE, Relaciones Públicas y Marketing, Química dos años, no la acabé, y acabé haciendo un posgrado en ESADE de Dirección y Cooperación Internacional. Y fundé la ONG «NASCO Feeding Minds» en el año 2012, que actualmente beneficia a veintitrés escuelas, ocho aulas informáticas, más de quince mil niños ya han pasado por las aulas…
Recibimos varios reconocimientos internacionales como, por ejemplo, la reina de Inglaterra que nos dio el premio de los emprendedores sociales de la Commonwealth. Luego la ONU también nos hizo reconocimiento, invité a mi hermano Benasco , quien se quedó allí, a que viniera a recibir el premio conmigo. Tardó cinco horas contra los cinco años que tardé yo en llegar aquí. Esa es la muestra de que pueden venir de otra manera, sin saltar las vallas de Melilla ni las de Ceuta. Tampoco les hace falta coger la patera arriesgando su vida de aquella manera para llegar aquí. Alimentando mentes les podemos salvar la vida en sus casas. Esta es mi historia. Dicen que cuando uno habla lo que hace es repetir lo que ya sabe, pero quizá si escucha aprende algo nuevo. Así que estoy abierto a vuestras preguntas para también aprender de vosotros. Muchas gracias.
"La educación es el motor para la transformación de cualquier sociedad"
Me conoció porque yo había vuelto y estaba haciendo escuelas. Y me dijo que quería ir a Libia como yo y le faltaban cien euros, para entendernos, para ir a Libia. Fue muy chocante, pero le dije lo mismo: «El auténtico paraíso está aquí. Está en tu casa. Alimenta tu mente que tú llegarás donde tú quieras». Baba me hizo caso. ¿Puedes imaginar que tres años más tarde, cuando volví este verano, me encuentro con Baba y aquellos trescientos euros los invirtió en aprender el oficio de electricista? Tres años más tarde ya ha aprendido su oficio, ya sabe hacerlo. De hecho, la casa donde dormimos con los cuarenta y tres voluntarios este verano fue Baba quien electrificó el aula. Así que cualquier joven ghanés o africano que quiera hacer lo mismo, lo que le diré es exactamente lo que dije a Benasco, a Baba o a Youssef. También hay que reconocer que África es el continente más grande del mundo, tiene cincuenta y cuatro países. Las razones por las que se marchan no son las mismas. Cada país tiene su realidad, pero al menos en los países donde no están cayendo bombas, no hay guerra, etc. Creo sin duda que la solución está ahí, no aquí en España, ni mucho menos.
Tras cuatro o cinco horas, más o menos, conduciendo, nos empaquetaron a diecisiete o dieciocho personas en cada uno de esos 4×4… Pues más o menos después de cinco horas pararon de repente y dijeron: «Tenéis que bajar porque tenemos que ir a buscar agua, gasolina… y os vendremos a buscar». Pasaron veinticuatro horas. Nunca más volvieron. El día siguiente se levantó un chico del grupo y dijo: «Yo conozco el camino y me voy. Esos ladrones nos han abandonado». De la misma manera que entre un italiano, un español y un sueco, aunque todos sois blancos, hay diferencias, los negritos también tenemos muchas diferencias, pero muchísimas. Así que nos miramos entre los que estábamos ahí sentados y nos dimos cuenta de que el único que tenía rasgos de ser de la zona norte de África era aquel chico que se iba y, por lo tanto, era en el único que podríamos confiar. Nos levantamos todos y le empezamos a seguir. Cuando él se dio cuenta que le estábamos siguiendo, paró y dijo: «Si me queréis seguir, me tenéis que dar dinero. Si no, no me sigue nadie». Es decir, aprovechó sus conocimientos sobre el desierto para vaciarnos de los bolsillos todas las monedas que nos quedaban. Estuvimos 19 días caminando con él.
Hay una película que se llama ‘Viven’. No sé si alguien la ha visto. Yo no comí carne humana, pero lo que os puedo garantizar es que la realidad supera la ficción. Quien conseguía mear para bebérselo era el más afortunado. En fin. He explicado esta historia muchísimas veces, y estoy dispuesto a explicarla millones de veces. Porque es mi misión. Pero lo cierto es que no soy un robot, soy una persona y no es una historia que haya leído. Cada vez que explicó la historia vuelvo a vivir esa experiencia. Así que si algún momento me emociono, por favor, me perdonáis, pero no soy un robot. No tenéis la más mínima idea que quiere decir vivir un único día en el desierto. Y me cuesta sacar las palabras adecuadas para transmitir lo que realmente vivimos en aquel infierno. Lo que os puedo decir es que de las cuarenta y seis personas que empezamos el viaje, solo seis llegamos vivos a Isir (Libia) tres semanas más tarde. Esa es solo la primera fase. La segunda fase es superar los cuatro años de vivir el segundo infierno, que es ser negro y vivir en Libia durante la dictadura de Muamar el Gadafi. Cuatro años. Levantarte por la mañana, conseguir que se ponga el sol y que estés vivo, a salvo, era un éxito.
Después de cuatro años volví a caer en manos de los traficantes. Te dicen: «En cuarenta y cinco minutos llegarás al paraíso». Había ganado 1.800 dólares. Cuatro años trabajando. Se lo vuelves a entregar a la mafia, salí de Libia a Túnez, de Túnez a Argelia, en Argelia nos cogió la policía, nos volvió a enviar otra vez a Malí y volvimos a subir otra vez. Esta segunda vez cruzamos hasta Marruecos, de Marruecos a Mauritania, Sahara Occidental y nos dieron madera para que fabricáramos nosotros mismos las pateras. Fabricamos dos pateras para ciento cincuenta o doscientas personas cada una. En la primera salida, en los primeros kilómetros se hunde la patera en la que iban los compañeros. Musa murió en aquel intento. Volví otra vez al desierto. Estuve casi un mes hasta que la mafia trajo más personas, más material, fabricamos dos pateras de nuevo y en esta segunda salida en el medio del mar también se hunde la patera en la que iban los compañeros. ¿Te imaginas cuarenta y ocho horas sentado? No es una patera, es un ataúd, literalmente hablando. Cuarenta y ocho horas sentado en un ataúd, en una cosa de estas… Sin saber nadar, sin comer y sin beber. No puedes ni dormir.
Solo la agonía de pensar que en dos minutos podía estar en el fondo del mar, te mata antes de caer en el agua. Por eso sigo diciendo que la solución no está en el mar, está ahí, en el origen del problema. Cuando llegamos al mar la batalla está perdida. Es mi opinión, pero os lo digo sinceramente. Cuarenta y ocho horas más tarde, prácticamente sin gasolina, la barca choca contra las rocas de Fuerteventura. Se vuelca de noche y bajo la lluvia. No sé nadar. No sé cómo, pero consigo salir. Estoy en el CIE un mes y pico, y luego me llevaron a Málaga. Tuve suerte porque me dijeron que era menor y la ley internacional me amparaba. Por lo tanto, tenía derecho a residir en España. En Málaga me preguntaron en qué lugar de España quería residir. Solo sabía dos cosas de España, el «Spain» y el «Barca», solo me sonaban dos nombres. Estos, no sabía nada más de España. Al final acabaron entendiendo que me refería al «Barça». El día 24 de febrero llegué a la ciudad de Barcelona con una mano delante y otra detrás. Estuve durmiendo en la calle, obviamente, hasta que un gran milagro volvió a ocurrir otra vez. Una familia catalana me acabó acogiendo como mis tutores legales hasta que cumplí los dieciocho años.Aquí volví a ser persona. A tener un cariño como cualquier persona merece. Y empecé a estudiar. Quizá igual que vosotros. Yo empecé muy tarde, con dieciocho años prácticamente. Parecía misión imposible. En fin, así fue mi viaje.
El racismo es miedo a lo desconocido, falta de conocimiento
En mi aldea, por ejemplo, no tenía PlayStation, entonces, para jugar también, igual que aquí recolectan o recogen cromos, nosotros recogíamos pájaros. Había tres modelos diferentes y cada modelo tenía un valor. Y cuando llegaba la temporada, el primero que conseguía coger el primer pájaro era el rey del mambo. ¿Por qué? Porque si tú tienes el primero en tu jaula, pues claro, era mucho más fácil coger más pájaros. Entonces, tenía un pequeño vasito con agua y ponía mucha pimienta. ¿Por qué? Porque, claro, el pobre pajarito tomaba el agua, le picaba la boca y cantaba más. De manera que cuanto más cante, más pájaros lo escucharán y vendrán, así cojo más pájaros. Llegué, dejé mi jaula con el pájaro y me fui a esconder, de repente escuché mucho ruido, que cantaba demasiado. «¡Uf! Hoy me he pasado un poco con la pimienta. ¡Pobre pájaro!». Entonces, salí corriendo para ir a ver qué ocurría. Cuando llegué había una serpiente rodeando la jaula, intentando coger el pájaro que tenía dentro. Como iba corriendo la serpiente se pensaba que le iba a atacar. Entonces, al llegar a la serpiente, me asusté y frené de golpe, me giré y me puse a correr en dirección contraria. La serpiente, viendo que la quería atacar, se asustó y también se puso a correr en dirección contraria. Así que iba corriendo y de repente digo: «¿Pero de qué corres si la serpiente va hacia allí? ¿Por qué te vas? ¡Vaya gilipollez!».
La realidad es que tenemos miedo a lo desconocido. Este es el gran aprendizaje que saqué como conclusión. El racismo como tal, creo que es una falta de conocimiento. Si tú me conoces no vas a tener miedo de que te vaya a robar el móvil. Eso no quita que viva o no el racismo. Lo he vivido. Por ejemplo, subes al metro, voy con una camisa normal y corriente, con el pelo así… Y claro, una señora tenía el bolso aquí… el negrito está aquí. Te mira de arriba abajo. Te hace varias miradas que… Y luego si el negro está aquí, coge el bolso y lo pone aquí. Pues me ha pasado. ¿Y qué siento cuando ocurre esto? Pues me río. ¿Por qué? Porque si esta mujer, esta señora, me conociera es obvio que no escondería su bolso porque sabe que no le voy a robar. ¿Me explico? Nosotros vivimos en nuestra propia jaula mental que hemos creado. El rechazo de esta persona es por falta de conocimiento.
También es cierto que antes de 2007 nadie hablaba de que había inmigración o de que os quitábamos los trabajos, ¿me explico? Es decir, tenemos que ser un poco más empáticos con la realidad, porque es que la realidad supera a la ficción y tenemos que ser realistas y saber que las personas… nosotros aquí creemos que somos españoles, somos de aquí, pero también hemos tenido que emigrar y mucho. Así que las personas que dicen esto, yo les recomendaría que reflexionen un poco, que repasen la historia.
"Todos deberíamos admirar a nuestros profesores y creo que la sociedad no les devuelve el reconocimiento que merecen"
Que es la filosofía de la ONG que he fundado, que es «Feeding Minds». Así se llama. Aliméntame la mente, deja de alimentarme la barriga. Llevamos más de cien años, desde que acabó la Segunda Guerra Mundial. Aprobaron las leyes de la ayuda humanitaria en 1951. Siguen enviando kilos y kilos, toneladas de arroz a África. En otros países no quiero meterme, pero en Ghana, de donde vengo yo, cae una semilla y brota una planta. ¿Por qué tienen que enviar el arroz desde fuera? Ghana es el tercer país del mundo que más cacao produce. ¿Sabéis dónde comí chocolate por primera vez? En España. La geopolítica es compleja. No quiero meterme en ello, pero lo que sí quiero destacar es que tenemos que dejar de culpar a los demás. Tú y yo empezamos hoy, ahora, a actuar dentro de nuestras posibilidades.
En «NASCO: Feeding Minds», tal como indica su nombre, fomentamos la educación, la formación y la información en el origen del problema. Después de todo lo que he vivido me di cuenta que la falta de formación y de información es el cáncer del primer mundo, de nuestra sociedad actual. Nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido acceso a la información como hoy. ¿Por qué tantas personas siguen muriendo por falta de formación y de información? NASCO se fundó en el año 2012 después del fracaso de conseguir apoyo del ministro de Educación ghanés. Yo diseñé el proyecto. Fui a picar puertas, obviamente allí en Ghana, y costó mucho llegar a hablar con el ministro Educación. Me dijo que no tenía doce mil euros, que es lo que costaba comprar cuarenta y cinco ordenadores, dos profesores, mesas y poner en marcha la prueba piloto de «NASCO: Feeding Minds». No tenía ese dinero el ministro, pero me hizo un gran favor porque gracias a su negatividad me di cuenta que yo soy el ministro de Educación de Ghana. Soy el presidente del mundo. Soy el secretario general de la ONU, igual que tú. Somos los presidentes de nuestro mundo.
Nadie va a venir a solucionar problemas para ti, solo depende de nosotros. Y si soy el ministro de Educación de Ghana, es mi responsabilidad que hayan ordenadores en, al menos, una escuela. Así que al volver… trabajaba como mecánico y tenía ocho mil euros en la cuenta, pero no llegaba. Les pedí a dos amigos que me prestaran dinero. Fui a Ghana, compré cuarenta y cinco ordenadores, contraté a dos profesores, compré los muebles que hacían falta y pusimos en marcha el aula informática en 2012. El 12 de septiembre de 2012 abrimos las puertas de esta aula informática. Al volver a España me di cuenta de que una cosa es sentirse millonario y otra es ser millonario. Yo me siento millonario, sin duda, no tengo límites. Pero claro, no soy millonario, hay que sea realista. Así que puedo comprar ordenadores para una escuela, pero no podré seguir comprando para todas. Incluso los primeros sueldos de los profesores, los pagaba de mi sueldo. Empecé a hablar con empresas y me di cuenta de que cada cuatro años las empresas cambian sus equipos informáticos. Les pido que me cedan este material informático. Nos dan un apoyo económico para que podamos enviar este material hasta allí y montamos proyectos sociales para o en nombre de las empresas.
De manera que tirando una piedra matas dos pájaros. Un material informático que para ti está obsoleto, le da una gran oportunidad a muchísimas personas que pueden tener un futuro mucho mejor gracias a tu ayuda. En el mundo global todos salimos ganando. ¿Por qué? Porque la vida útil de esos equipos se alarga. Ya no se tira. Y NASCO funciona básicamente para fomentar la alimentación de las mentes. Desde 2012 hasta ahora, ¿qué hemos conseguido? Actualmente tenemos ocho aulas informáticas montadas, hay veintitrés escuelas que la utilizan. Desde 2012 hasta ahora han pasado más de quince mil personas. Este año tenemos tres mil ochocientas personas repartidas en las veintitrés escuelas. Mientras estamos hablando tengo un contenedor que enviamos en julio que acaba de llegar al puerto de Ghana y sigo luchando con el gobierno, para que me baje el impuesto para poder pagar y sacar el contenedor. Razones para no levantarse, para no hacer nada, hay millones. El éxito es, a pesar de todo, seguir luchando cada día al levantarme y pensar: «Lo voy a conseguir». Es el tercer contenedor que envío. Obviamente, hay que reconocer el apoyo de muchísimos voluntarios y gente que nos ayuda, porque hasta ahora nunca hemos conseguido ninguna subvención pública. Nada. Son personas que se hacen socios, me escuchan, entienden que la realidad, lo que vivimos, solo lo conocemos nosotros y que la solución no está aquí, en España, tampoco está en el mar.
Y se hacen socios, empiezan a apoyarnos para que podamos seguir alimentando mentes, para que estas personas se salven a sí mismas, sus vidas y sus casas. Aparte de varios proyectos que han ido saliendo, como la Cooperativa de Mujer, el deporte con valores, educación ambiental… Y aprovecho esta plataforma, también, para pedir ayuda a cualquiera de vosotros que tenga ganas de conocer más a fondo o que quiera dejar su granito de arena para que podamos seguir alimentando mentes, para que esas personas salven su vida y sus casas porque la solución está en el origen.
Y sobre todo, el sistema solar. Porque claro, para mí todo esto no existía. También fue Eduardo quien me llevó por primera vez a una montaña, la Pedraforca, en Barcelona, y vi la nieve por primera vez en mi vida. Claro, a mí no me entraba en mi cabeza que de repente el mundo está congelado totalmente. Y también debo reconocer el gran trabajo que hizo Luis Cerrado, que es un profesor de Bachillerato, de Química, y en segundo de Química me acuerdo que en clase nos dibujaba el ácido acetilsalicílico y nos explicaba cuáles son los enlaces que rompían y liberaban calorías para curarse el dolor de cabeza. Y yo le miraba a Luis y le decía: «A mí no me vas a engañar». Y dijo: «¿Cómo?». Y yo: «¿Cómo me vas a tomar el pelo así, tan descaradamente?». «Pero, ¿a qué te refieres?». «Pues que no me creo que si tomo la aspirina me va a curar el dolor de cabeza». Dice: «¿Por qué no?». Y yo: «Pues porque mi padre cuando tengo dolor de cabeza tiene que montar un tinglado para curar el dolor de cabeza. ¿Me estás diciendo que si tomo esta cosa me va a curar? Hombre, a mí no me engañas, ya me han engañado bastante. O sea que un poco de cuidado». Se empezó a interesar por cómo lo hacía mi padre etc. Y me hizo entender que si quería entender si existe la magia negra o si la aspirina realmente hace algún efecto que tenía que estudiar farmacia o química, porque claro, cuando llegas al bachillerato aún no sabes qué quieres hacer. Y cuando salí del bachillerato hice la selectividad, pues escogí química. Estuve dos años y obviamente fue suficiente para entender varias cosas.
"El éxito es seguir luchando y, cada día al levantarme, pensar: «Lo voy a conseguir»"
Estamos hablando de personas con nombres y apellidos. En las noticias solo llegan números: «Han llegado trescientas personas en barca». Son personas con nombres y apellidos, con hermanos y hermanas, con mujeres, con novias, igual que cualquier ser humano. En mi patera había dos bebés. Fui el último en salir porque era el más pequeño aparte de esos niños, cuando llegué a la costa donde estaba la policía con la gente yo no vi aquellos bebés, tampoco vi sus cadáveres. Cuando llegamos al mar, David, te digo que la batalla está literalmente perdida, ¿dónde estamos los que llegamos aquí vivos? Mendigando por las ciudades como vemos cada día. ¿Esta es la acogida? ¿Esta es la solución? Yo creo que no. Llevamos más de cien años de urgencias, desde 1951 llevamos enviando millones, y millones, y millones de euros de ayuda humanitaria. Seguimos constantemente con la urgencia. Si no cambiamos la estrategia nada va a cambiar.
Hagamos el favor, una vez, solo una vez, cambiemos la estrategia. La caridad como tal no va a solucionar el problema de la pobreza. Son ellos quienes conocen su realidad, qué necesitan, qué les hace falta. Si con doce mil euros, menos incluso, un analfabeto como yo, que lo era en su momento, actualmente hay más de quince mil personas que tienen acceso a la educación digital gracias a un negrito como yo. ¿Por qué? Porque vengo de la tribu, entiendo mi realidad, conozco a mi gente, sé qué hace falta. Es muy heroico sacar cadáveres. ¿De qué sirve? Los cadáveres ya están muertos, de qué me sirve ir ahora al mar a buscar el cadáver de Musa. ¿De qué me sirve? La solución es evitar que futuras víctimas caigan en este infierno porque nadie lo merece. Nadie lo merece. Yo creo que entre todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad. Dejemos de culpar a los gobiernos y que cada uno haga lo que pueda.
Hay una frase de Eduardo Galeano que decía: «Personas pequeñas en lugares pequeños haciendo cosas muy pequeñas, estos son realmente los que van a cambiar el mundo». Aquí viene la gran cosa. Cuanto más pequeña, mucho mejor. Nosotros, cada uno de nosotros, debemos ser el cambio que queremos ver en nuestro entorno, en nuestra sociedad, en nuestro país, en el mundo entero. Si no puedes volar, corre. Si tampoco puedes correr, camina, si no puedes caminar, gatea, pero siempre sigue moviéndote. Os dejo con esta frase. Y aprovecho para dar las gracias a cada uno de vosotros y vosotras por venir, porque creo que el tiempo es una de las cosas más importantes de nuestra sociedad. El máximo regalo que me podéis hacer es vuestro tiempo para compartir y seguir aprendiendo juntos, porque el tiempo es lo único que no se puede sustituir. Los cinco minutos del verano pasado ya no van a volver. Pasó. Así que lo más valioso que tenemos es el tiempo. Así que muchísimas gracias por regalarme vuestro tiempo para aprender junto a vosotros. Muchísimas gracias.