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Creencias heredadas del pasado

Julia Borbolla

Creencias heredadas del pasado

Julia Borbolla

Psicóloga


Creando oportunidades

Julia Borbolla

Julia Borbolla es psicóloga clínica con más de cuatro décadas de experiencia, reconocida por su trabajo en el acompañamiento de niños, adolescentes y familias. Fundadora de la Asociación Antenas, ha desarrollado proyectos innovadores para la atención emocional infantil, como el programa Antenas para niños hospitalizados.

Su enfoque integra la psicología con herramientas lúdicas y teatrales, utilizando el “terapi-teatro” para facilitar la expresión emocional y la resiliencia en jóvenes. Julia ha sido conferencista, autora de libros sobre crianza y adolescencia, y asesora de padres y educadores en temas de desarrollo emocional. En lo personal, ha construido una vida familiar sólida, con más de 49 años de matrimonio y una relación cercana con sus hijos, a quienes considera sus grandes maestros.

Su trayectoria está marcada por la reflexión sobre las huellas de la adolescencia en la vida adulta y la importancia de resignificar experiencias para crecer y sanar.


Transcripción

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Julia Borbolla. Hola. Feliz de estar aquí. Muy honrada de que me hayan invitado esta vez. No vamos a hablar de niños, vamos a hablar de adultos. Y vamos a hablar de estos restos de adolescencia que todos los adultos tenemos, porque yo creo que todos nos acordamos de nuestra adolescencia. Es una etapa tan importante, tan crucial. Yo le llamo la etapa de probar motores, porque cuando eres niño te llevan, te traen, te dejan o no te dejan, pero el momento que eres adolescente ya pruebas tus propios motores y empiezas a decir bueno, a mí me educaron católico, apostólico, romano, pero yo soy budista. O mi mamá dice que eso no está bien, pero por qué no va a estar bien. Es el momento en el que te enfrentas a tu propia identidad, a tu propia pertenencia. La pertenencia y la adolescencia es importantísima y es un momento tan, tan crucial, porque si lo analizamos es cuando tomamos decisiones, a qué nos vamos a dedicar. Empezamos a elegir relaciones de pareja. Y dependiendo cómo nos fue, nos quedan grandes éxitos, triunfos que en la adolescencia se sintieron espectaculares. Aquella vez que hicimos aquella obra de teatro y lo visualizas maximizado y ahí te deja como una palomita de éxito y también deja heridas. Heridas profundas. Heridas que muchas veces no tuvieron tiempo de cicatrizar y que vuelven a salir cuando somos adultos. Heridas, porque si sufrimos la muerte de alguien cuando éramos niños no las manejaron, se fue al cielo, hizo una estrellita. Pero si se te muere alguien cuando eres adolescente, no es una estrellita y lo estás viviendo desde tu propia experiencia y esto puede marcar el resto de tu vida, dependiendo qué pasó. Dicen, bueno yo consuelo mucho a las mamás y les digo: “No, no se va a quedar así, aguantar al adolescente”, yo le digo: “No, no se va…” “Pero Julia pero ¿cómo cuánto tiempo?” Lo malo es que ahora sí tenemos adolescentes seniles, como de 30, pero bueno. Pero finalmente entramos en razón. Finalmente entramos en razón porque hay que cumplir con la quincena, porque hay que ir a trabajar, entramos en este razonamiento. Pero eso no quiere decir que nuestra adolescencia no siguió por ahí creando ideas, creencias y no siguió por ahí tratando de cerrar heridas que sin saberlo, nos siguen lastimando. Y hoy vamos a hablar de eso precisamente, de cómo influye o cómo ha influido tu adolescencia en función de la vida adulta que hoy tienes, en función de cómo crías a tus hijos, en función de a qué te dedicas. Porque no fue así como ‘random’, fue un proceso que se fue dando y yo no pensaba que iba a ser esto y acabé haciendo esto otro. Y yo veo muchísimas mamás que llegan al consultorio con muchos temores que no son de sus hijos, son de ellas cuando eran niñas o cuando eran adolescentes. Este papá celoso a rabiar que tiene una niña y no la deja salir ni a la esquina, digo este fue un carambanas, este tuvo que ver con varias, dejó a varias por ahí porque ese miedo no surge de la conducta de la niña, surge de lo que yo fui capaz de hacer cuando tenía 17 años. Esto es realmente lo que nos marca de alguna manera. Y bueno, yo estoy aquí para que me hagan preguntas, para que me digan algo. Creo que hay por ahí Braulio, Braulio quería preguntar algo.

4:19
Braulio. Un gusto estar aquí escuchándote. Comentabas que las heridas no resueltas en la adolescencia traen consecuencias en la vida adulta. ¿Qué tipo de consecuencias serían estas?

4:34
Julia Borbolla. Uy, bueno, podría decirte primero una consecuencia social, puede ser fobia social, puede ser ansiedad o porque no fui muy visto o muy aceptado, y ahora quiero ser aceptado y corro para que me acepten porque a tal edad ni me pelaban. No ligué a nadie, nadie me volteó a ver. Esa es una herida social. Puede ser también una herida de crianza, un fracaso. Un fracaso en un proyecto que yo tenía, tuve que repetir año y todos mis compañeros pasaron y entonces yo ahora tengo que sobresalir intelectualmente. Puede ser también en la crianza, como decía yo. O sea, tengo un hijo y revivo muchos de los temores o muchos de los miedos que en mi tiempo tuve. Desafortunadamente, muchas mujeres u hombres que vivieron abuso sexual tienen el miedo constante de que sus hijos estén en ese riesgo. Aunque me dijeron yo ya lo trabajé, yo ya lo viví, ya fui a terapia, pero checame al chamaco, no vaya a ser. O sea, si vemos que esas heridas pueden ser de fracaso o por ejemplo, el esquema familiar en el que viviste y muchas veces si yo tuve un padre alcohólico y cuando soy adulto mi marido llega alcoholizado, mi reacción no va a ser hacia ese alcohólico, sino hacia el alcohólico de mi juventud, el que me lastimó porque era mi ídolo y de repente mi padre, que tanto admiré, está perdiendo toda la figura. ¿Sí me explico? O sea, la reacción que podemos tener hacia otros, a lo mejor no obedece a esos otros, obedece a una serie de creencias que mis heridas me dejaron. ¿Sí? “Los hombres son malos, las mujeres son ingratas. El dinero es lo más importante”, cuántos niños están oyendo y jóvenes: “El dinero, y no tenemos dinero, y cuenta si nos va a alcanzar.” Y entonces dicen: “No, esto no me va a ganar, esta herida de que yo no pude ir a aquellas vacaciones como todos mis compañeros del colegio, ahora yo tengo un yate y no tengo un yate porque me guste navegar, ni sé dónde está el timón ni sé cómo, pero el yate los va a apantallar y si me encuentro a mis cuates de la generación.” Yo de verdad me encantaría ver así como en esto, en estas escenas, una comida de generación de tus compañeros. Ya 50 años, más o menos adultos, yo espero que no quede ninguno en la adolescencia senil, y viendo qué presume cada quién o qué busca cada quien en esa reunión. Y hay el que no va, hay el que no va, porque se quedó con un resentimiento por un rechazo tal vez. Y ese resentimiento se le quedó como pegado. ¿Sí me explico? La adolescencia es un momento de eventos muy fuertes, muy, muy fuertes y el dolor que pudiste haber sentido por un bullying es la gran necesidad que después vas a sentir por ser aceptado o porque nadie te vea la cara de menso. A eso me refería.

8:11
Hombre 2. Pues primero que nada, muchas gracias por compartir tu tiempo y tu conocimiento con nosotros y pues mi pregunta va encaminada a que mencionabas que muchos de los miedos en la crianza vienen de las heridas o cosas que vivimos durante la adolescencia propia. ¿Cómo podemos hacer para que esas huellas se puedan transformar en algo positivo y no repetir patrones con nuestros futuros o presentes hijos?

8:34
Julia Borbolla. Esta pregunta me parece muy, muy, muy interesante y muy productiva. Mira, yo creo que lo más importante primero es identificar si tengo huellas. O sea, ¿cuál es mi temor? o ¿qué es lo que más me preocupa? Identificar si esa huella es solo mía. Yo fui una adolescente muy chaparrita, tardé mucho en desarrollarme. Mi hija es muy chaparrita por otra condición. Y yo me identifiqué queriéndola: “Ponte tacones, mijita. Ponte…”, casi le ensarto el cigarro para que se note que era grande. Y ahí no fui yo, te voy a ser franca, fue ella que me dijo: “Mamá, ese era tu problema, no el mío.” Me cayó la boca. Entonces yo creo que para no caer en eso tenemos que reconocer primero qué heridas tenemos, observar si nuestros hijos se encuentran en esa condición, porque a lo mejor yo tengo una herida de inadecuación. Fui la burra de mi salón y siento que soy inadecuada y a lo mejor tengo un hijo muy seguro y lo quiero proteger de que no se sienta inadecuado. Entonces, identificar cuál es tu huella, identificar la conducta de tus hijos para ver si está justificado ese miedo y después resignificarlo. Resignificar significa: ¿para qué me sirvió? O qué voy a lograr con esto o que bueno que tengo un hijo que me está enseñando. Los hijos enseñan, los niños enseñan y entonces me estoy dando cuenta que para él no es tan importante, ¿por qué sigue siendo para mí? Yo creo que nos puede servir muchísimo observar a nuestros hijos, las fortalezas de nuestros hijos y a partir de ahí quitarnos creencias. O sea, la creencia de que si tiene dos amigos, yo veo muchos papás que dicen: “Esa, no es sociable, el niño no es sociable. Ay doctora, por favor, que sea social.” Y el niño llega, es un adolescente de 16 años que dice: “Julia, yo soy muy feliz, tengo tres cuates, nos llevamos de pelos, los demás son una bola de mensos. Yo me lo paso muy bien. Mi mamá quiere fiesta cada fin y quiere relajo, yo estoy bien.” Y ahí te das cuenta que la mamá tenía miedo, pavor de que el niño tenga tres amigos, porque para ella el ser aceptado por todo un grupo era fundamental y le dolió no serlo. Claro, no me meto, no me meto en la vida de los papás. Quiero hacer esta aclaración, porque luego van a decir no le lleves al niño a Julia porque te va a psicoanalizar. Pero me doy cuenta y de alguna manera le digo: “Hay una creencia en ti en algún momento que te hace pensar que tener tres amigos nada más es no ser sociable, pero tu hijo está muy contento desde ese lugar y hay que respetar el temperamento.” El temperamento es algo que traemos y hay que aprenderlo. Entonces ahí identifica y generalmente todos dicen: “Sí, es que yo cuando tenía su edad…”, y ahí sale la herida que en ese momento la podemos resignificar y decir: “Bueno, pero hoy eres una madre de familia funcional y le estás dando a tu…” Y entonces le cambiamos el significado a esa herida para volverlo experiencia positiva.

12:12
Mujer 1. Gracias por acompañarnos Julia, y escucharte, ¿si consideras que el entorno en el que te desarrollas influye en el comportamiento de los adolescentes?

12:22
Julia Borbolla. Sí, definitivamente influye. Mira, yo veo cuando los adolescentes quieren, cuando les hago una proyección, siempre trabajamos en cómo te ves en diez años, cómo te ves en 20 años. La mayoría de los jóvenes que tienen una familia estructurada, que pudieron vivir en una familia en donde había cordialidad, en donde la pareja de sus padres tenía una buena relación, buscan eso, lo ven como algo aspiracional. “Yo quiero tener mis hijos, dos, le reducen el numerito, dos. Quiero estudiar en el extranjero y no, ya para tal edad ya tendré mis dos hijos y entonces iré y…” O sea, ves que su proyección de vida tiene mucho que ver con la vida que tienen. Cuando tenemos jóvenes que han vivido en familias, o sea desintegradas o conflictivas, o que no tuvieron padre, por ejemplo, que no conocieron a su padre, se vuelven súper papás, papá presente o por ejemplo, tuve un chico que me dijo: “Mi papá y mi mamá no se podían separar, si mi mamá tenía que ir a algún lado, mi papá la tenía que acompañar, yo no voy a hacer eso en mi vida.” Casi siempre educas en función de cómo te educaron y quieres reparar en tus hijos o reparar. Y muchos jóvenes buscan o imitar o irse todo lo contrario. “Fueron tan estrictos conmigo que no.” El típico ejemplo que yo doy es este hombre que no tuvo nada, que creció a partir del trabajo, casi que vendía periódico y fue creciendo y luego se volvió millonario. Cuando tiene hijos les da todo antes de que lo pidan, les da de más, por sus propias heridas. Y yo siempre le digo: “¿Qué fue lo que te hizo llegar hasta donde estás hoy?” “El esfuerzo, el no poder, el tener.” Dije: “No le castres a tu hijo la ambición.” Y esos niños después reciben reproches de ese padre que le dice: “Yo a tu edad ya estaba yo picando piedra y tú velo”, y me dan ganas de decirle al papá: “¿Pues él qué culpa?” Tú lo pusiste en esa condición.” Los hijos nos enseñan muchas cosas, son nuestros grandes maestros. En mí, yo creo que yo he aprendido de los niños, de los jóvenes, he aprendido muchísimo. Y claro que sí, veo, me doy cuenta enseguida cuando un padre es una imagen importante para un adolescente y ¿sabes cuál es el mayor freno de un adolescente? El compromiso emocional que sus padres le imprimieron. Cuando los padres le dicen: “Tú eres inteligente, yo confío en ti, hijo, tú eres inteligente.” “No hombre, por Dios.” “Tú eres honrado, eres guapo, eres inteligente.” El joven siente la losa del pípila encima. Y cuando yo le pregunto: “¿Qué te frenó para no probar la mota o para no tomarte la pastilla que te ofrecieron? ¿Por qué? ¿Fue miedo? ¿Fue…?” Me dijo: “No, es que si mi papá se enteraba se iba a desilusionar de mí.” Yo creo que el confiar en tus adolescentes es la mejor garantía de seguridad.

16:03
Aurora. Hola Julia, mucho gusto. Soy Aurora, tengo 40 años, tengo un adolescente de 16 y mi pregunta es la siguiente: hablabas acerca de los adolescentes, pero ¿cuál crees que es la chispa que debemos mantener nosotros para tener una vida lo más plena posible?

16:23
Julia Borbolla. Me parece también muy buena pregunta, sobre todo porque tienes un adolescente, y verás en ella todo el entusiasmo y también la ingenuidad que tú tenías. Yo creo que tenemos que conservar un cacho de ese adolescente. Todo el mundo tenemos que conservar un cacho de esa adolescente que se atrevió, que a lo mejor se puso un vestido atrevido o que bailó en tal lado. Ese adolescente que la corteza prefrontal está en remodelación. Entonces, pues por eso se van a Acapulco, de un plumazo pues por qué no brindamos en Acapulco ¿no? Creo que tenemos que conservar ese adolescente para no caer en: “No puedo disfrutar la vida.” El adolescente disfruta. “Ya, tengo examen mañana veré, si no me soplan.” Y uno dice: “Este niño es un irresponsable.” A veces hay que ser irresponsables, a veces hay que regresar a esa ilusión que te daba salir. Yo tengo 49 años casada con el mismo señor y te quiero decir, y lo voy a presumir porque estoy muy contenta. Me invitó a que celebremos nuestros 50 años de novios, a que nos fuéramos de viaje y dije: “Voy a dejar el consultorio, los pendientes, lo no sé qué…” Y dije: “A la goma.” ¿No? Creo que todos tenemos que hacer un ‘back’, y pensar ¿cómo me fue?, ¿qué me pasó?, ¿qué experiencias viví que me dolieron? y a lo mejor comentarlas a nuestros propios adolescentes. Yo perdí a uno de mis hermanos en un accidente automovilístico cuando yo era adolescente y cuando mis hijos fueron adolescentes y querían manejar, no te cuento, ¿verdad? El temor, porque decía: “Esto no me lo contaron.” Yo lo viví y lo viví con un profundo dolor. Y a mí sirvió mucho hablarles y decirles: “A ver, yo tengo un problema, yo viví la muerte de mi hermano en un accidente de coche y a mí me da pánico que ustedes salgan en un coche, pero este es un problema mío, no es de ustedes. Lo único que les puedo pedir es que tengan precaución, porque sí pasa y que me tengan paciencia.” No había celulares en esos tiempos, benditos mis hijos que se salvaron. Pero dije: “Nada más que tengan una atención conmigo de avisarme, ya llegué, es lo único.” Pero sí les aclaré que era una herida mía y la traje a la luz como herida y afortunadamente ellos, ellos la sanaron con su conducta y con su responsabilidad. Entonces yo creo que sí tenemos que analizar ahora que pues que tengo 71 años y tengo mi chat de todas mis amigas del colegio, todas, el chat ya se volvió, ya saben, la que no tiene reuma tiene la ciática y la otra la van a operar, recomiéndenme un dermatólogo. Pero bueno, pero cuando nos reunimos, nos reunimos desde la juventud, nos reunimos desde la trampa: “Te acuerdas cuando le llevamos el agua del escusado a la madame de francés y nos carcajeamos.” Y en ese momento revives y llegas a tu casa de 15 años, llegas a tu casa jovial y llegas. Y cada encuentro con mis amigas es un encuentro con esa juventud, desde otro lugar.

20:23
Julia Borbolla. Claro que te puedo decir que muchas dicen: “No, yo esos desayunos no voy, son una bola de sangronas, no me prestaron la goma.” ¿Ya sabes? Que dices: “Reina, vienes cargando la goma.” De verdad. Luego también ves pues todo lo que la vida te enseña y dices: “Esa que era la más ‘wow’, la que…” Yo me acuerdo que a la salida del colegio llegaban los chavos en moto, ahí arrancando la moto. Por mí nadie fue en moto, nadie fue en moto. Yo sí me sentía ‘loser’, de verdad. Pero luego dices: “Bueno, qué bueno que nadie fue en moto porque conseguí un buen galán”, pues lo conservo, fíjate, fue bueno. Y aquella que tenía tanto éxito en aquel momento se quedó con el amor romántico juvenil, que esa es una herida que también puede quedar. La idea del amor romántico, si te quedas pegado en eso, fracasa tu matrimonio. Fracasa tu matrimonio, porque entonces él tendría que llegar y verme y decir: “Hola, ya llegué.” Y yo… Cuando ves, yo veo las películas que ella llega, se sirve una copa de vino y él llega del trabajo con el saco echado en el hombro, no se ha despeinado, el hombre no viene cansado. “Mi vida hoy estás más guapa que antes.” Y hacen el amor en la encimera de la cocina. Y yo digo: “No, pues eso no lo hemos ensayado, la verdad.” Pero me queda claro que eso no era el amor, ni yo lo estaba esperando. ¿Sí me explico? Cuanta gente se queda pensando en la Cenicienta. Yo digo: “La Cenicienta no tenía costumbres de reina ni de princesa. Se casó con un príncipe y ella trapeaba piso. Si se quedó en ese canal adolescente, hoy está divorciada del príncipe, seguro.” Digo, no les quiero arruinar el cuento, pero muchas veces no nos podemos quedar con heridas, pero sí nos tenemos que quedar con éxitos. El triunfo de la medalla de excelencia o el triunfo de el examen que nadie pasó, yo lo pasé. Es el motor de tu vida futura. ¿Sí? Yo estoy hoy sentada aquí platicando muy a gusto con ustedes porque en la adolescencia me dieron la oportunidad de subirme a un escenario. Yo para los deportes negada, negada, no me ha coincidido una raqueta con una pelota jamás. Yo hago así, la pelota va pa’ acá, yo hago así, la pelota va pa’ acá. Y eso era una herida importante para mí, una herida de: “Ay, no, que no me toque Julia en el equipo porque vamos a perder.” Eso a los 13 años es una daga de fierro en tu vida. Y una bendita maestra, bendita maestra, me dijo: “Oye, yo te veo en la cárcel de los quemados todos los días, todos los recreos estás en la…” “Pues sí madre porque me queman. Empieza el juego y ya estoy quemada.” “¿Y a ti qué te gusta hacer?” “A mí me gusta ser actriz.” No se me nota, ¿verdad? “Pues vamos a hacer una obra de teatro.” Y entonces todas las que no me escogían porque era yo la mala en deporte, querían un papel en mi obra de teatro.

24:07
Julia Borbolla. Entonces dije: “Espérame porque estoy haciendo scouting. No sé, no sé, ahorita no necesito personajes de ese tipo.” O sea, y fue la adolescencia, fue una experiencia adolescente que me dio una seguridad mucho mayor de la seguridad que me puede dar tener seguidores hoy. ¿Sí me explico? O sea, yo veo que, ¿cuántos seguidores?, yo no sé eso de los seguidores, no baso mi éxito en eso, sino lo baso en que logré y superé, no era buena para una cosa, pero soy buena para otra, y esto me parece que fue un parteaguas de mi adolescencia. Entonces yo quisiera hoy que todos se fueran con un, como un souvenir, con un souvenir de su adolescencia, con un souvenir positivo, con aquel triunfo, con aquel éxito, con aquella persona que te vio de una manera especial, con eso y quitarnos las creencias. ¿Qué es esto? Las creencias se quedan pegadas mucho en la adolescencia. La gente es mala o la gente es buena. Cualquiera te puede engañar. Lo que lograste o lo que no lograste tiene un gran significado en tu vida adulta. Y tenemos que ver qué creencias sí nos sirven y cuáles nos están estorbando. El adolescente bueno, el adolescente aplicado, el de la excelencia, el que sacaba diez, el que todo mundo aplaudía, puede ser hoy un hombre de 60 años tan bueno que resulta malo, tan bueno que él mantiene a la ex mujer que es una desgraciada y que tiene tres amantes juntos. Le resuelve todos los choques al niño malcriado que choca a diario un coche diferente porque él es el bueno. ¿Me explico? Tiene el complejo de ser el bueno. “La bondad me gratificó y yo tengo que seguir siendo bueno.” Y se va a morir siendo tan bueno que no va a haber alguien más bueno que él para mortajarlo. ¿Suena fuerte, verdad? Suena fuerte. Analicemos qué creencias tenemos, qué creencias se nos quedaron y luego hagan este ejercicio, yo se los recomiendo porque yo lo hago muy seguido. Digo: “A ver, yo creo que las mujeres son envidiosas.” Ay, porque yo tenía cada compañera bien envidiosita. Las mujeres son envidiosas. ¿Qué me pasa a mí, Julia, hoy cuando yo pienso que las mujeres son envidiosas? Pues me pongo a la defensiva, me alejo. ¿Cómo sería yo sin ese pensamiento? Pues mucho más libre, mucho más espontánea. No me preocuparía por lo que traigo puesto. Sería mucho mejor. Ok, ¿puedo recordar algún evento en el cual alguna mujer de mi vida no fue envidiosa? Ah no, bueno, sí, Tere, no, mi amiga Tere no. Y mi tía Marta, linda. Y la prima de Elena que fue, ay no. ¿Entonces? Entonces esa creencia de todas las mujeres pues ya no se sostuvo. ¿Sí? Esto es un ejercicio muy saludable. Cuando tiramos por la borda una creencia, cuando decimos: “No, pues no, no es así. No siempre es así.” Y en las creencias yo les puedo asegurar que un 80% de las creencias que ustedes tienen se formaron en su adolescencia, pero tienen tiempo, 50 años es muy buen tiempo, 30 y tantos.

28:08
Julia Borbolla. O sea, ya no seguí preguntando edades, pero tenemos toda una vida por delante para tirar creencias que nos frenen y para revivir creencias que nos impulsen. El adolescente cree: “Yo voy a hacer Julia, voy a hacer un proyecto”, porque todos los adolescentes son influencers, son innovadores y van a hacer el negocio de tal cosa. “Y entonces, yo claro, y me va a salir” y los oyes y dices: “Este cuate ya tiene asegurado el éxito.” Digo en su cabeza, porque el fracaso luego. Pero dices cuántas veces necesitamos esa idea, esa idea de: “No, pues sí, y yo lo hago y entonces reparto, claro.” Tuve un adolescente, tuve, yo tenía un curso que era adolescentes de emprendedores, porque claro, cuando un adolescente, cuando la mamá quiere traer al adolescente a la consulta, el adolescente no quiere ir. “¿Yo que le voy a ir contar una señora que ni conozco mis problemas?” Y llegan así, ¿sabes? “Sí, no, 2, 3, equis.” Es divino, es divino. Entonces dije, y cuando el adolescente quiere terapia, la mamá o el papá dice: “No, ¿por qué, qué te pasa? ¿Por qué quieres ir? ¡No! Aquí estamos tus padres contigo.” Entonces no es buena combinación. Yo dije: “¿Cómo los traigo?” Con la lana ¿Quieres ganar dinero? Todos los adolescentes quieren ganar dinero. Ok, vamos a organizar un grupo. Y organicé un grupo de emprendedores de nueva generación en el cual tú tenías que tener un proyecto de un dinero que necesitabas. Entonces el que más necesitaba dinero era para un iPhone, veintitantos mil pesos. Había otros que querían una cafetera express para su cuarto exclusivo. Había otros que querían, no sé, los zapatos de marca porque sus amigas las tenían. Cada quien tenía un objetivo y ellos tenían que tener un proyecto que no fueran rifas, ni sorteos, que fuera o consignación o servicios. Y entonces llegó uno divino, piercings y tatuajes, todos, todos. Me costó trabajo descifrar el ojo porque… Tocaba la guitarra, él era rockero y entonces dije: “Ok, tu proyecto…” Él quería una guitarra acústica de quién sabe qué tanto, que costaba también un dineral y le dije: “Ok, ¿qué podrías hacer?” “Yo puedo dar clases de guitarra.” “¿A quién?” “Pues a las chavas, a los chavos, a los chiquillos, 13, 14.” Él tenía 16. “A los chiquillos de 13.” Me parece bien. “Facilísimo, yo les enseño, voy, ya.” Y le digo: “y ¿quién te va a pagar?” “Qué? La mamá.” “La mamá. te va a ver así como estás.” “Ah sí ¿verdad?” Y me encantó su respuesta. “Cuando la mamá vea cómo toco la guitarra, va a querer que su hijo la toque como yo.” Ese adolescente que hoy debe ser ya un señor, me encantaría encontrármelo y decirle: “¿Sigues pensando, sigues haciendo eso?” No lo he visto en la tele, no lo he visto todavía despuntar artísticamente, pero esa semilla de yo puedo, que a lo mejor es iluso en ese momento, pero es finalmente un motor. Entonces, bueno, qué les puedo decir. Los adultos somos adolescentes crecidos. Luego tenemos chavi rucas, porque además les digo lo más grande de todo, que de verdad que el creador nos hizo una trampa mortal, porque fíjense, justo en el momento en que y lo vemos ahora que tú me decías que tienes 40 años y tienes tu adolescente, justo cuando viene tu crisis de la edad adulta, esa crisis de no, pero el suetersito, esa crisis de ya no me puedo poner ese vestido porque ya el bracito ya me cuelga o el señor que dice no, ya la panza, se me ve mucho la panza. Cuando el señor ya tiene dinero para comprarse el descapotable, pero ya está calvo. Esa es la crisis de la edad adulta. ¿Y cuándo sucede? Cuando tienes un adolescente, es la misma edad. La edad en la que tu hijo o tu hija te dicen: “Ma, eso es de rucos.” Te pega porque tú empiezas a pensar que ya estás ruca. Es la combinación molotov, porque si analizan a un niño de siete años es igual que un adolescente. Un niño de siete años dice: “Yo solo, tú no sabes, la miss dijo y yo lo hago solo.” Es idéntico, solo que no sabe manejar y no se va sin que tú lo lleves.

33:38
Julia Borbolla. Pero es igual. Pero tú eres más joven y entonces no te amenaza. Pero cuando ves salir, a mí me tocó ver a mi hija, fuimos de compras, ahí estábamos en el centro comercial y yo vi un suéter idéntico al que yo llevaba a la Ibero. “Ay, mira mi suéter, era idéntico, ya se volvió a usar. Señorita, me lo da en talla 46.” Mi hija adolescente iba conmigo. No dijo nada. Se metió conmigo al vestidor, me puse el suéter y dije: “No, no, no es igual. No tiene la misma forma, no.” Me lo quité. Y ella muy decentita me dijo: “Ma ¿te importa si lo pido en mi talla?” “Ay, no, mi amor, pídelo. Pero no está bien. No es igual al mío.” Cuando ella se lo puso, sí era igual al mío. Y eso te pega. Y ahí tienes que decir: “A ver, ¿tengo la necesidad de estar como estaba a los 15 años? No.” No tengo ninguna necesidad. Nadie me robó un solo año de vida. Todos los años los he vivido. La vida no me queda a deber. ¿Sí? Y entonces no, no pretendo ser chavi ruca, ni pretendo ser de esos de pelo en pecho, medallita de oro. Ligar. No. No. Ya tuviste tu época. No quieras ligar, a ver, chamaca, porque luego te bajan la moral. Pero bueno, finalmente la conclusión es, todos tenemos por ahí un cacho de adolescente que hay que sacar de vez en cuando y el adolescente vive su esencia intensamente. Vamos a destramparnos, ¿no? No creo que le hagamos daño a nadie. A lo mejor los hijos nos critican un poco: “¡Ay mamá!” Pues ni modo, yo juego canicas, sigo jugando canicas. Yo conservo niña, cachos de niña, cachos de adolescente y asumo que soy una viejita. Sí también, pero nadie me ha robado un minuto. Entonces pues seguiré intentando rescatar esas partes adolescentes de éxito y tratando de sanar esas heridas que de alguna manera me hacen sobre compensar algunas cosas. A lo mejor sí quise ser actriz y pues no pude porque era yo niña obediente y mi papá me dijo: “Yo no quiero ver mi apellido en la marquesina del teatro Blanquita.” O sea que pocas esperanzas, ¿no? Me hubiera dicho, no sé, en New York, en Broadway o algo así, pero no en el Teatro Blanquita. Y ahí yo, perdón, ya estoy aquí psicoanalizandome enfrente de ustedes, pero la verdad dije: “No, no puedo fallar a la expectativa.” Y entonces dije: “Bueno, pues actuaré de otra manera.” Hoy hago teatro con mis alumnos, con mis pacientes, hacemos terapi-teatro y esa asignatura, que quedó sin cumplirse en mi adolescencia, hoy se cumple con creces haciendo terapia con teatro y viendo cómo los jóvenes se desinhiben y sacan todas sus ilusiones a través de una obra teatral.

37:10
Julia Borbolla. Entonces yo hoy estoy feliz de estar aquí en el escenario, anunciada como gran actriz y muy contenta de poder aportar un poquitito de reflexión a todos ustedes y agradecerles sobre todo por su tiempo para escuchar. Muchas gracias.