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Cómo reírse en un mundo enfurecido

Jorge Volpi

Cómo reírse en un mundo enfurecido

Jorge Volpi

Escritor


Creando oportunidades

Jorge Volpi

Jorge Volpi es un escritor mexicano que se define más por lo que no es que por lo que es. A lo largo de su vida, ha sentido frustración por no haber sido científico, director de orquesta, historiador o psicoanalista, profesiones que siempre le atrajeron. Sin embargo, encontró en la escritura de ficciones su verdadera vocación, influenciado por su padre, un cirujano apasionado por la cultura y la literatura.

Volpi ha explorado diversos géneros literarios, desde cuentos y novelas hasta ensayos, obras de teatro y guiones para televisión y cine. Su obra más reciente, "La Invención de Todas las Cosas", refleja su interés por la naturaleza humana y la ficción como una herramienta evolutiva esencial. Volpi también ha sido un crítico de los sistemas educativos actuales, abogando por una enseñanza que incluya todas las formas de ficción, no solo la literatura. Su vida y obra están marcadas por una constante búsqueda de comprensión del mundo a través de la narrativa y la ficción.


Transcripción

00:06
Jorge Volpi. Hola. Muchas gracias a todas y a todos por acompañarnos y muchas gracias a todos los que nos ven también. Soy Jorge Volpi y yo me defino más por lo que no soy que por lo que sí soy. Soy sobre todo un científico frustrado, un director de orquesta frustrado, que es lo que más me hubiera gustado ser en la vida. También me hubiera gustado ser historiador o psicoanalista. Y, por supuesto, siempre me he preguntado por qué me dedico a escribir ficciones. Yo creo que tenía que ver con mi padre. Mi padre era cirujano, era, sin embargo, un gran lector y le encantaba todo el mundo de la cultura. Era de esos viejos médicos humanistas que existían en México y en tantas otras partes, interesado en todos los temas posibles, con una enorme curiosidad. La hora de la comida en la Ciudad de México con él era siempre muy especial. Siempre ponía música clásica, ópera o canciones de Agustín Lara, que era la otra gran pasión que tenía en esa época. Y luego siempre nos contaba una historia.

 

Nos contaba una historia que venía, sobre todo, de su pasión por la historia de Europa. Él era hijo de italiano, entonces siempre sintió que pertenecía a esa tradición europea y entonces se le interesaba particularmente. O nos hablaba de los libros de los que él era apasionado, sobre todo literatura francesa e italiana. La literatura en español no le interesaba particularmente. O nos resumía fragmentos de ópera y nos la hacía un poco para niños y nos contaba de qué trataba cada ópera, que era otra de sus grandes pasiones. Y al mismo tiempo nos ponía música clásica y nos hacía pruebas para ver si reconocíamos la ópera o reconocíamos la sinfonía o la música de cámara en turno. Pero sobre todo contaba historias. Yo creo que él no se daba cuenta porque su gran ilusión hubiera sido que yo o que mi hermano hubiéramos sido médicos, ninguno de los dos. De hecho, es lo que sí jamás pensé que iba a estudiar.

 

Pero yo creo que sin darse cuenta ahí me transmitió ese virus por contar historias, simplemente contándoles él. Ese virus que llega hasta el día de hoy en mí y que en realidad es parte de nuestra naturaleza humana y es a lo que le he dedicado mi libro más reciente, La Invención de Todas las Cosas y muchas reflexiones que he hecho a lo largo de los años. Sobre todo en el campo de la literatura, en cuentos, en novelas, en relatos, más recientemente también en ensayos, en obras de teatro, en guiones de series de televisión, en guiones de películas. Así que, pues, hablemos hoy, si quieren, justo de todas estas inmensas variedades de la ficción. Muchas gracias.

03:17
Andrés. Hola, Jorge. Me llamo Andrés. En La Invención de Todas las Cosas nos expresas que todo lo que vivimos es una ficción y eso nos hace más humanos. ¿Podrías ampliarnos, por favor, esa idea?

03:33
Jorge Volpi. Claro. Muchísimas gracias por la pregunta. Pues, sí, ese es el centro de mis reflexiones recientes. Creo que si algo nos hace humanos, si algo nos hace verdaderamente humanos, es justamente la ficción. Compartimos con los otros animales y, particularmente, con nuestros parientes más cercanos, los primates, inteligencia, emociones, lenguaje, la capacidad de tener una vida social compleja. Incluso, hay quien dice que ciertos, por lo menos, rudimentos del arte ya están presentes entre algunas especies animales. Hay unos experimentos y unas observaciones muy interesantes, sobre todo, tanto con primates como con delfines. Por supuesto, también los primates utilizan herramientas, aunque sean también incipientes. Y, sin embargo, ¿qué es lo que nos diferencia de ellos? Y es, sobre todo, la ficción, o sea, la capacidad que tenemos de producir ficciones del mundo y ficciones de nosotros mismos. Sobre todo, a partir de ese otro elemento que no tienen los animales de manera natural, que es el pensamiento simbólico y el lenguaje articulado. Tienen, por supuesto, pensamiento, tienen lenguaje, pero no articulado.

 

Yo le llamo ficciones, a lo que también los filósofos le han llamado representaciones o que los neurocientíficos le pueden llegar a llamar patrones. Es decir, la manera como nosotros nos aproximamos a la realidad. Que esa es otra cosa que quisiera, digamos, puntualizar. Yo creo, a diferencia de, digamos, también hay filósofos idealistas que piensan que la realidad no existe, que todo está en nuestra cabeza, que todo es parte de la conciencia y que la realidad no está ahí. No, yo creo que la realidad existe. Existe esta mesa, existe este estudio, existen ustedes que están aquí contemplándome y existo yo. Eso, digamos, es mi presupuesto. Pero la única forma que cada uno de nosotros tenemos de acercarnos a la realidad y, por lo tanto, también a los otros, es a través de la ficción. ¿Por qué de la ficción? Porque nuestro cerebro todo el tiempo está completando la información que proviene de los sentidos y, por lo tanto, de la realidad y forma justamente ficciones, que es nuestra única forma de relacionarnos precisamente con esa realidad que está ahí. O sea, ustedes lo saben. Nuestros sentidos recogen información del mundo, de la parte de afuera, la llevan hacia nosotros y el cerebro la procesa. Sin embargo, el trabajo no acaba ahí como se pensaba antes.

 

Ahora sabemos que el trabajo, esa parte solo es la mitad. No es que el mundo esté ahí y nosotros lo observamos. Es que el mundo está ahí, nosotros lo observamos y lo transformamos internamente. Es muy claro verlo con la parte de la visión. O sea, uno tiene la sensación de que yo estoy aquí, los observo a ustedes y es como tenemos la sensación de que vemos el panorama completo, que veo desde la última fila de allá hasta la última de acá y así como si fuera un plano entero. Y esto no es así. Ahora sabemos y se hace este ejercicio utilizando aparatos sofisticados y computadoras y ordenadores, es muy fácil ver cómo sí funciona. Nuestros ojos no están viéndolo todo, sino que hacen una especie de barrido todo el tiempo de la realidad que tenemos enfrente. Esos movimientos oculares muy rápidos que se llaman secadas. Y en esos movimientos, el ojo solo se detiene en algunos lugares, no en todo. Se detiene, por ejemplo, y esto es muy insignificativo cuando lo vemos en un video, se detiene ahí a lo mejor y luego aquí, luego acá, luego acá, luego acá y luego ahí. Y ya. No es que esté viéndolo todo. Está sacando información precisa solo de esos cuantos puntos. Esa información llega hasta el ojo, con el nervio óptico llega hasta el cerebro, a las zonas visuales del cerebro. Y ahora sabemos que la información que va del cerebro al ojo es mucha más que la que va del ojo al cerebro. ¿Por qué? Porque el cerebro completa todo lo demás. O sea, tenemos estas informaciones así sesgadas y el cerebro las llena.

 

Entonces, estamos construyendo ya desde ahí ficciones del mundo todo el tiempo. Todo el tiempo es la única manera que tenemos de hacerlo. No tenemos otra. Entonces, claro, la realidad está ahí, pero la completamos todo el tiempo. Y nuestro cerebro, para lo que está preparado, para lo que la evolución lo hizo la máquina más sofisticada que existe en el universo conocido, a lo mejor hay extraterrestres que la tengan todavía más sofisticada que nosotros, pero hasta donde sabemos es esta, es precisamente para adelantarse a lo que va a pasar después y para completar la información que nos proporcionan los sentidos. Entonces, ahí están las ficciones. A esto hay que añadir una siguiente parte. No solamente producimos ficciones del mundo, sino que con el lenguaje y con nuestra capacidad narrativa, esas ficciones las engarzamos en el tiempo y construimos historias. Además de ser seres ficcionales, somos seres narrativos.

El yo probablemente sea también una ficción del cerebro, esa ficción que nos hace creer que hay alguien que tiene control de lo que decidimos, de lo que va pasando en nuestras vidas, de lo que vamos haciendo.

 

Es una especie de ilusión, pero una ilusión muy útil, evolutiva, que nos permite justamente creer que tenemos esa capacidad de acción. Aunque a veces lo que decidamos en realidad sea el 5%, el 3% de lo que vemos en el día, el resto lo hace nuestro cerebro sin que ese yo se dé cuenta. Pero ese yo es narrativo. Ese yo engarza los sucesos en el tiempo. Entonces, vamos creando también ficciones que son siempre narrativas, que se extienden en el tiempo. Y eso es maravilloso. Y los seres humanos estamos todo el tiempo a hitos de esas ficciones narrativas, de esas historias que se nos cuentan. Porque a eso hay que añadir un elemento más. Nuestro cerebro no diferencia justo los patrones que provienen directo de la realidad de aquellos que solo imaginamos. La única manera que tenemos de diferenciarlos es por el contexto. Porque yo me acuerdo que este patrón, que esta ficción, viene de haber estado hoy aquí frente a la otra, que es que simplemente me lo estoy imaginando. Pero fuera de ese contexto, en realidad, las imágenes que tenemos en el cerebro, sean de la imaginación o sean de la realidad, son idénticas. Así que a la hora que vivimos una historia, a la hora que está siendo contada una historia, esa historia la vivimos como si fuera real. Y esto, pues, es fabuloso porque eso es lo que hace que seamos seres ficcionales y seres narrativos y que pasemos buena parte del día encantados y fascinados con este mundo de historias narrativas ficticias.

 

Hay una encuesta que siempre me gustaba mencionar cuando hablaba sobre todo de un libro anterior, de Leer la Mente, que es muy significativa. Pero en universidades en Estados Unidos se hizo y yo creo que sería igual si se hiciera en universidades en México, en España, en otros países. O no solo en universidades, sino simplemente en una población más alta, mientras que en promedio esos estudiantes estadounidenses dedicaban a la ficción entre 5 y 8 horas diarias. Ficción quiere decir observando todas las variedades de la ficción. O sea, leyendo novelas, que lo hacían menos, viendo videos, viendo series de televisión, viendo cine, utilizando redes sociales, jugando juegos de video entre 5 y 8 horas diarias. En cambio, en promedio, estos estudiantes de universidad, imagínense, dedicaban en promedio 5 minutos al sexo. Eso quiere decir que somos una especie rarísima. O sea, que prefiere reproducirse en la ficción que reproducirse en el fondo en la realidad. Y eso no deja otra vez de ser fascinante. La ficción es una herramienta evolutiva central para el ser humano. No es una forma de entretenimiento, no es para pasar un rato. Es lo que nos hace humanos y lo que ha permitido que seamos la especie que gobierna el mundo.

12:37
Narqui. Hola, Jorge. Mi nombre es Narqui. Y con lo que dices de que todo es una ficción, nuestros recuerdos, entonces, también lo son. ¿Cómo construir, entonces, una memoria que nos permita avanzar?

12:53
Jorge Volpi. Bueno, es muy interesante lo que planteas porque entronca con lo que hablábamos un poco antes, en el yo como ficción. Y abundo un poco en el tema para luego ir a la parte de los recuerdos que estás preguntando. Nuestro cerebro está conformado por 96,000 millones de neuronas conectadas todas en paralelo. Una capacidad, por lo tanto, de cómputo inaudita. Pero en paralelo están todas conectadas y reaccionan justamente frente a la realidad así. Los neurocientíficos no se explican hasta el día de hoy cómo en esta arquitectura cerebral aparece el yo. Porque el yo es todo lo contrario. No es en paralelo, es como decíamos antes, lineal. Y por eso es narrativo. Y no se sabe.

 

Hasta el día de hoy es uno de los grandes problemas de la neurociencia no saber por qué aparece eso que llamamos yo, conciencia, autoconciencia. De hecho, es tan difícil que habiendo tantos problemas complejos en la neurociencia, es a lo que los científicos le llaman el problema difícil, the hard problem. Saber por qué la conciencia aparece en el cerebro. Y no hay una explicación clara. Hay ideas al respecto, ideas de que es un fenómeno emergente de la complejidad misma de un sistema como el propio cerebro. Hay quien dice que pudo haber ocurrido gracias a que nuestros antepasados primates comían hongos alucinógenos y esos hongos alucinógenos provocaron que apareciera la conciencia. A mí me gusta más decir que justo el yo es esa ficción del cerebro, como decíamos antes. Esa ficción que nos hace creer que alguien está al mando. O sea, que yo estoy al mando de mi cuerpo y que, por lo tanto, con mi cuerpo puedo hacer una enorme cantidad de cosas que me permitan sobrevivir y reproducirme y hacer todo lo que hacemos los seres vivos. Y es fascinante porque tal vez sea así. O sea, en ese sentido de ficción, el yo y la autoconciencia, este bucle extraño que nos vemos a nosotros mismos como una gran ficción de entrada. Una gran ficción porque también está basada en hacernos creer que en el presente somos uno solo y de que en el presente somos coherentes con todo lo que hemos sido antes. Y esto, por supuesto, también es una ficción porque nuestra memoria justo no funciona así.

El cerebro humano, como el cerebro de todos los seres vivos y particularmente el humano que es el más sofisticado, no fue, vamos a decirlo así, diseñado por la evolución, no evolucionó para ser una especie de biblioteca o de archivo. Que eso siempre ha sido, aunque se ha utilizado mucho, una muy mala metáfora. El cerebro no funciona realmente en una biblioteca o en un archivo. O sería una biblioteca o un archivo rarísimo gobernado por un bibliotecario o un archivista loco que de repente saca un libro, le arranca una página, la mezcla con otro, borra una, tira otro. Pues imagínense lo que sería una biblioteca que tuviera un bibliotecario, un archivista. Sí, pero así es como funciona el cerebro. Porque el cerebro no está diseñado para almacenar información. Almacena información porque lo necesita para con esa información imaginar el futuro.

 

El cerebro es, dicen los neurocientíficos, sobre todo una máquina de futuros, no una máquina de pasados. Y para esto el cerebro tiene muchas herramientas para poderlo utilizar. La más importante es esa a la que llamamos olvido. El olvido, esta barredora, no es un error. No es que lamentablemente perdamos información solo porque sí. No, el cerebro lo tiene como herramienta para que de tantos y tantos patrones o de tantos y tantos recuerdos que vamos almacenando, lo que hace el olvido es irlos haciendo cada vez más destilados, más esquemáticos, de tal manera que nos sirvan mejor para que cuando se presenta una situación nueva en el futuro que se parece a esa, podamos identificarla y podamos prever qué hacer en esa circunstancia. Por eso lo primero que se pierde son los detalles mínimos. Digo, a eso añadir que también se pierde información cuando se mueren las neuronas o cuando simplemente hay procesos químicos, eléctricos en el cerebro que hacen que se pierda información. Entonces, todo eso provoca que, además, los recuerdos no son fiables.

 

Cada vez que recordamos, manipulamos el recuerdo. Cada vez que recordamos, ya no recordamos, además, la primera vez que recordamos, recordamos el recuerdo de la última vez que lo utilizamos. Y lo utilizamos para que en el presente nos haga creer que somos coherentes. Y, claro, esto es una herramienta que nos sirve para sentirnos bien en el mundo, para creer que somos solo uno. Pero no somos solo uno, hemos sido muchos a lo largo de la historia. Por eso yo digo, hemos sido legión. Pero al mismo tiempo vamos creyendo que somos solo uno, lo que nos permite dar coherencia. Esto es a lo que los científicos llaman el sesgo del presente que nos marca todo el tiempo. Por eso vamos alterando la forma como nos contamos. Entonces, por supuesto, visto desde esta perspectiva, lo autobiográfico siempre es ficcional. Mientras que en el mundo anglosajón, en las librerías, hay un apartado que dice ficción y hay un apartado que dice no ficción, fiction, nonfiction. Y en el de nonfiction ponen las memorias y las autobiografías, pues no, se equivocan de dónde deberían de estar. Deberían de estar más para acá, deberían estar más cercas de ficción porque todo el tiempo estamos recreándonos en la ficción. Ahora, eso no quiere decir que todo nuestro pasado sea falso porque, insisto, la realidad existe, lo que hemos vivido está ahí. Y todo esto, además, va marcado porque los recuerdos son sobre todo emocionales.

Las emociones que provoca cada recuerdo quedan en la mente y quedan también en el cuerpo. Y eso nos permite también que estén ahí, que vivan. Así que en la segunda parte de tu pregunta, que tenía que ver en cómo hacer memorias fiables, bueno, para eso los seres humanos también hemos inventado todas esas otras formas de tener una memoria externa, no solo nuestra memoria interna, que no sirve muy bien para eso, sino la memoria externa. La memoria externa que tiene que ver, sobre todo, con el lenguaje en primera instancia. La poesía como una primera forma de mnemotecnia.

 

O sea, la poesía existe en todas las culturas, tiene que ver con la capacidad justamente que nos permite el ritmo de la poesía de recordar y poder repetir un acontecimiento, una historia. Y además de transmitirla así. Luego será la escritura, cuando aparezca finalmente la escritura en el mundo que apareció en dos lugares distintos, no conectados, dos veces, que eso es muy bonito en la historia de la humanidad. Aparece primero en Sumeria y desde ahí se expande muy rápido a Egipto y desde ahí a todo el continente euroasiático africano. Será la misma forma de escritura. Y luego, varios siglos después, pero de manera absolutamente independiente, se vuelve a inventar en Mesoamérica y llegará a la única civilización antigua mesoamericana que tenía escritura completa, que eran los mayas. Entonces, esas dos formas de escritura también son formas justamente de recuperar la memoria. Y luego, a partir de ahí, pues ya todos los otros instrumentos que a día de hoy, tecnológicos, nos permiten almacenar memorias también de nosotros y constatar los hechos. Y la otra que siempre ha existido, confrontar nuestra memoria con la memoria de los otros. Para que la ficción de lo que yo he vivido se contraste con la ficción de la que ha vivido el otro para que en eso y de los otros se puedan ir construyendo verdades colectivas.

Gabriela
21:15. Hola, Jorge. Mi nombre es Gabriela. Actualmente, vivimos ficciones muy pesimistas y negativas. ¿Qué ha pasado con la utopía? Y, ¿por qué crees que hay tan pocas historias que le abran paso a la esperanza?

21:28
Jorge Volpi. Bueno, claro, cuando hablamos de ficciones, no hay que creer que estamos hablando siempre en positivo. O sea, la ficción es la manera como el ser humano se relaciona con el mundo y con la realidad. Pero eso no quiere decir que las ficciones sean por fuerza positivas. Las ficciones son igualmente negativas. Ficciones han provocado las peores conductas imaginables entre los seres humanos. Guerras, violaciones, asesinatos, masacres, genocidios han sido provocados por ficciones. De la misma manera que también las grandes epopeyas y las grandes construcciones colectivas de la humanidad también están sustentadas en ficciones. Porque tenemos que entender que somos sobre todo animales, animales como tantos y somos primates. Y entre los primates, los seres humanos, somos la especie al mismo tiempo más violenta y más cooperativa. Las dos cosas de manera simultánea. Y esto también es asombroso. Y eso va a estar siempre en la naturaleza humana. Por eso, a la vieja pregunta filosófica, si el hombre es esencialmente malo, esencialmente bueno, bueno, ni bueno ni malo, pero es violento y cooperativo más que cualquier otra especie.

 

¿Somos el hombre lobo del hombre o el buen salvaje? Las dos cosas. Somos el hombre lobo del hombre y el buen salvaje de manera simultánea. Está en nuestra naturaleza. Y las ficciones que hemos construido los seres humanos van en esos dos lados. Las ficciones que refuerzan nuestros lados más violentos y las ficciones que refuerzan nuestros lados más cooperativos. Las ficciones han servido para justificar, para alentar y para dar vida a una u otra fase de nuestra naturaleza humana. Entonces, tenemos eso. Ficciones que son terribles. Aquellas, sobre todo, que se basan en señalar las pequeñas diferencias que distinguen a un ser humano de otro para justificar que hay seres humanos que merecen menos poder, menos oportunidades de futuro, menos riqueza que otros. Mientras que hay ficciones cooperativas que justo intentan borrar estas pequeñas diferencias y hacernos dar cuenta de que somos parte de la mayor ficción probablemente que hayan creado los seres humanos, que es la ficción de humanidad. Aquella que nos hace a todos parte de una misma especie.

 

Por supuesto, nuestra otra gran ficción es la esperanza. Nuestro cerebro que está construido precisamente para imaginar el futuro, la esperanza hace justamente que ese futuro sea mejor que el presente en el que estamos. En nuestra época, claro, hay tantos problemas políticos, sociales, económicos, tanta desigualdad, que sigue siendo difícil imaginar que hay espacio para la esperanza. Pero la esperanza es justamente lo que define nuestra naturaleza humana también y hay que confiar en ella.

24:49
Christopher. Hola, Jorge, soy Christopher. En tus últimas novelas analizas el fenómeno de la violencia en nuestro país. Independientemente de las causas que tú crees que son, ¿tú crees que se pueda construir un futuro no violento?

Jorge Volpi
25:02. Bueno, ahí volvemos a un tema muy delicado del que hablábamos, a esta doble naturaleza del ser humano, el más cooperativo y el más violento entre los primates. Y, por lo tanto, algo que está ahí en nosotros y que es muy difícil de controlar. Entonces, por supuesto que yo creo que hay que ir construyendo cada vez más ficciones cooperativas que puedan limar cada vez más nuestros lados más violentos. Y eso hemos ido haciendo a lo largo de la historia de la civilización y de la historia de la cultura. Intentar que esas ficciones de cooperación sean más poderosas que las ficciones violentas. Pero esa naturaleza humana violenta, de todas maneras, va a estar ahí. Y si no encontramos marcos con los cuales hacer que esa violencia disminuya, no lo vamos a lograr. México se ha convertido en uno de los países más violentos de América Latina, sobre todo a partir de que en el año 2006 se iniciara la llamada guerra contra el narco. Desde entonces, acumulamos ya cerca de medio millón de muertes violentas y más de 150 mil desaparecidos, que son cifras que serían propias de una guerra civil. Entonces, por supuesto que es una de las situaciones más preocupantes de México, mi país, país que en cualquier caso está en una situación de una enorme gravedad todavía, porque estas cifras de violencia no han disminuido.Bueno, pero no es el único lugar.

 

Estamos viendo en esta época también la terrible violencia que está devastando Gaza o la guerra de Ucrania y los conflictos que sigue habiendo en muchas otras partes del mundo. Pese a que es el momento global que en la historia de la humanidad menos violencia hay. Pero aún así, donde hay violencia puede reclurecerse a los grados que estamos viendo en estos ejemplos simplemente que he dado. Entonces, entre las ficciones que hay que construir no solamente están las ficciones simplemente abstractas de humanidad, de respeto al otro, de respeto a las ficciones ajenas, de tratar de que las pequeñas diferencias no sean significativas, de que no te discriminen por tu tamaño, por tu peso, por tu sexo, por tu género, por tus creencias, por tu color de piel, sino que haya un concepto general de humanidad. No, también tenemos que construir las instituciones que parten de ficciones, pero instituciones reales que permitan justamente ir acotando esos sistemas de violencia, sobre todo en esos lugares donde es tan difícil frenarla. Y está siendo un desafío inaudito.

 

En el caso de México, ha habido muchas iniciativas distintas. Se ha logrado en pequeños lugares, justamente cuando la cooperación general provoca que en esas comunidades violentas se puedan aislar desde el principio los elementos más subversivos y los que más están provocando esa violencia. Y entonces puedan, a través de esas cadenas, saber acciones comunitarias más un sistema de derecho que funcione. Pero en la mayor parte del país no existe. Así que tenemos un desafío enorme, digo, como sociedad, como mexicanos, pero también para simplemente todo el planeta, para encontrar estas ficciones y estas instituciones que surgen a partir de las ficciones que permitan que lo cooperativo venza a lo violento.

28:38
Adam. Hola, Jorge. Soy Adam. En tu último libro mencionas dos ideas extendidas, la del buen salvaje y la del hombre es lobo para el hombre. Ambas nos dejan sin opciones. Mi pregunta es, ¿dónde queda la libertad? ¿Es posible?

28:53
Jorge Volpi. Bueno, un poco lo del hombre, el lobo del hombre, y lo de- lo trataba de responder antes. Entonces, voy a ir más hacia la parte de la libertad que también es interesante. Se ha discutido mucho sobre si la libertad humana existe o no, si existe o no el libre albedrío. Ahora sabemos, con todos estos conocimientos neurocientíficos, que en esta arquitectura del cerebro, de 86 mil millones de neuronas en paralelo, más la conciencia, autoconciencia o yo en lineal y siguiendo la línea del tiempo y ese yo narrativo, la mayor parte de las decisiones que tomamos en el día las toma el cerebro ese en paralelo a lo que el gran científico Kahneman llama el cerebro rápido. Porque es rápido. O sea, justo porque se necesita ser rápido. Por eso es en paralelo, para tomar las decisiones muy rápido.

 

Si dejáramos que el cerebro lento, que es el del yo, tome la mayor parte de las decisiones del día, ya seríamos una especie extinta, ¿no? Como tantas otras. O sea, si estamos en la selva y vemos que viene un tigre para cazarnos y el yo es el que se tiene que preocupar sobre, ¿qué haré? ¿Iré para allá o iré para allá? Pues, el tigre llega, te come. El cerebro rápido, en cambio, justamente, con los patrones que sabe de lo que significa un tigre, de la velocidad de todo, no tiene que calcular nada. Corre y punto. O se esconde y ya, para tratar de sobrevivir. ¿Cuándo funciona entonces ese cerebro lento para tomar decisiones? Cuando tenemos tiempo para hacerlo. O sea, cuando la vida nos da un margen de poder realmente sopesar una decisión, ver pros y contras. Y es cuando nos confundimos más. O sea, cuando estamos en el momento de confusión, es justo cuando tenemos un problema y tenemos tiempo para decidir. Cuando no tenemos tiempo, pues, el cerebro decide y punto. Ya hizo lo que hizo y luego ya vemos qué hacemos con ello.

 

Pero no, de la otra manera, ahí es donde está el margen de decisión.

Ahora, aún ahí hay dudas de que en realidad haya libre albedrío en términos neurocientíficos. Hay varios estudios que también han sido cuestionados recientemente, pero en cualquier caso están, en donde, por ejemplo, a una persona le ponen una lata de Coca-Cola y una lata de Pepsi-Cola, conectado, desde luego, a máquinas de resonancia magnética funcional y de todos estos sistemas para poder ver el funcionamiento del cerebro. Y la señal que emite el cerebro para elegir la Coca-Cola frente a la Pepsi-Cola aparece antes de que el yo diga que quiere la Coca-Cola. O sea, ¿qué significa esto? Pues que tal vez ni siquiera ahí, teniendo tiempo, es el yo el que termina decidiendo, sino el cerebro mismo sin la presencia del yo. Pero bueno, pasa en cualquier caso y eso es lo que me gusta, digamos, de explicarlo así, como con el yo. La libertad, el libre albedrío es una ficción necesaria para el ser humano. Probablemente no sea cierto, probablemente no tenemos esos márgenes de libertad, más que si acaso muy reducidos, pero al mismo tiempo, esa ficción hemos creado de que somos libres y es necesaria porque es la que nos permite asumir responsabilidades, la que nos permite asumir consecuencias de nuestros actos. Y es una ficción social también, por lo tanto, porque nos permite relacionarnos con los otros a partir de esa libertad que parece que tenemos. Así que es casi como si existiera.

32:31
Yelixa. Hola, Jorge. Me llamo Yelixa. Mi pregunta es la siguiente. En el mundo existe la inteligencia artificial, ¿verdad? Y esta está enfocada ya en las artes. Mi pregunta, ¿es relevante la creación de la ficción? ¿Y por qué las máquinas no la realizan?

32:49
Jorge Volpi. Bueno, en realidad las máquinas la realizan cada vez más. Sí, nos encontramos en un momento novedoso en la historia de la humanidad y de las ficciones, porque por primera vez no va a ser la mente humana de manera directa, sino esta inteligencia artificial que es producto de la inteligencia natural, la que va a estar creando ficciones cada vez más contagiosas, cada vez con mayor capacidad de llegar a públicos más amplios y en todos los géneros distintos de la ficción, incluidos los artísticos.

 

A día de hoy, ya en el campo, por ejemplo, de la música o del diseño, la inteligencia artificial generativa, que es la que estamos utilizando cotidianamente en ejemplos como ChatGPT y todas estas otras variedades, está creando ya obras que incluso un experto no sabe diferenciar de una producida por el ser humano. O sea, pasaría en ese sentido metafórico una especie de test de Turing, que es el test de la inteligencia, pero en este caso el test de la efectividad ficcional de algo producido por la inteligencia artificial. Y claro, es muy desconcertante. En video cada vez está pasando más. En literatura estamos todavía, digamos, es quizás el lado donde menos ha avanzado la inteligencia artificial, porque todavía hay sobre todo cuestiones que tienen que ver con el doble sentido, con el humor y con el contexto, que todavía las redes y los algoritmos producidos por la inteligencia artificial no han llegado del todo, pero donde en cualquier caso, digamos, ya están produciendo narraciones de la inteligencia artificial de un nivel de un ser humano adolescente, que no es poca cosa.

 

Todavía un experto es capaz de diferenciarlo, pero en cualquier caso estamos cerca de que eso también llegue a pasar pronto. Y claro, es muy inquietante. Nos lleva a esa otra gran ficción que parece definir nuestra relación con la tecnología y particularmente en esta época, que es Frankenstein, ¿no? De Mary Shelley. A la idea terrible o desconcertante o inquietante de que el ser humano puede crear una máquina capaz de salirse de control y volverse más inteligente y entonces seguir sus propios fines, que también estaba luego en las leyes de la robótica de Isaac Asimov y que está ahí como una presencia ominosa. Pero más allá, digamos, de que esto lo tengamos ahí como una especie de miedo ancestral, pese a que la inteligencia artificial es un producto de la inteligencia nuestra, muy pronto es posible que los seres humanos, la mayor cantidad de ficciones que consuman sean ficciones hechas por inteligencia artificial. Con el peligro que ya estamos viendo, por ejemplo, de los deepfakes. O sea, esta manera como la inteligencia artificial es capaz de sustituir seres humanos diciendo, haciendo cosas, sobre todo en términos políticos, que luego engañan durante un buen tiempo a buena cantidad de personas. Y esto no va a ser sino reforzarse y reforzarse. Es una novedad en la historia de la ficción y, por supuesto, es muy inquietante.

36:03
Eligia. Hola, Jorge. Mi nombre es Eligia. Tienes un libro titulado Leer la mente. Es de ciencia y arte. Desde ese punto de vista, mi pregunta es, ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando leemos historias?

36:23
Jorge Volpi. Bueno, el libro Leer la mente se dedica justamente a eso, a tratar de explorar, y es la primera vez que lo hice y de ahí deriva este libro más reciente, qué pasa en nuestro cerebro cuando estamos frente a ficciones o cuando el cerebro produce ficciones. Y es un poco lo que decía con anterioridad, lo más sorprendente es que el cerebro cuando produce o está frente a ficciones, se comporta igual que frente a la realidad. Precisamente de ahí deriva mi idea de que todo es ficción en ese sentido, en que no tiene manera el cerebro de distinguir justamente la ficción de la realidad. Y a eso hay que añadir un elemento adicional que tiene que ver con que los mecanismos emocionales y los mecanismos de la empatía se desatan de manera idéntica frente a ficciones que frente a la realidad. Eso es lo que tiene el poder de la ficción. Por eso nos conmovemos, lloramos, reímos cuando estamos frente a una serie de televisión, frente a una película, frente a una obra de teatro, cuando estamos leyendo una novela.

 

Pero también eso es lo que provoca que esa otra gran ficción que es la música nos conmueva sin que siquiera sepamos muy bien por qué. O nos conmueva, o nos exalte, o nos deprima. Porque las ficciones provocan reacciones en nosotros como si fueran reales. Y eso, de todas maneras, no deja de ser fascinante porque nos permite aprender cosas, aprender cosas de nosotros mismos y aprender cosas de los otros. Cuando yo me pongo en el lugar de una ficción, es decir, cuando yo estoy viendo una serie de televisión, pongamos por caso, y me identifico con la protagonista, aprendo de lo que significaría ser otro, otra en este caso, por ejemplo, si fuera siendo de un hombre a una mujer. Y además aprendo más de mí mismo. Me pongo en esa situación, la experimento, la exploro. Mi cerebro vuela con eso para tratar de imaginar cómo me comportaría si yo fuera esa persona. Y aprendo tanto del otro, aunque sea ficcional, como de mí mismo. Y eso es lo que hace fascinante y al mismo tiempo tan poderoso nuestra fascinación por la ficción.

38:28
Michael. Hola, Jorge. Mi nombre es Michael. Primero, agradecerte por estar presente acá hoy. Y, bueno, su imagen es la de un escritor erudito de alta cultura, que habla temas serios, pero en su obra también habla de mucha ironía. Mi pregunta es, ¿qué importancia le da al sentido del humor?

38:50
Jorge Volpi. Bueno, al sentido del humor me parece crucial. Me parece crucial también incluso como una parte de lo humano y como una parte de nuestras ficciones. Yo siempre he creído que uno de los mayores problemas de las personas es tomarse uno demasiado en serio. O sea, no importa lo que uno se dedique, tomarse con demasiada seriedad siempre me parece algo para desconfiar de quien lo hace. Porque si en realidad somos todos ficciones, o sea, si nuestro yo está construido con ficciones, si ni siquiera yo estoy muy seguro de lo que me acuerdo, ni de lo que soy, ni de lo que creo, no digo con esto que no haya que creer en nada. No, uno puede tener, digamos, principios firmes y ideas claras. Pero aún así, el humor lo que da es una pizca de autocrítica. O sea, una pizca de que a lo mejor no soy yo el que tiene la verdad. A lo mejor la verdad la tiene el otro. O a lo mejor yo que quiero tener la verdad soy un poquito ridículo creyendo que tengo la verdad. Y eso hace que precisamente otra condición que es netamente humana es el humor.

 

Digo, los cachorros de muchas especies se hacen bromas y juegan, que de ahí tal vez derive. Pero el ser humano es el único que convierte eso otra vez en una ficción lingüística, humorística, que distancia de la seriedad, que distancia de la creencia absoluta. Las sociedades sanas probablemente sean aquellas que son capaces bastante de reírse de sí mismas. Cuando no se puede una sociedad reír de sí misma, habla de que probablemente hay mecanismos autoritarios que lo impiden. Si pensamos en la broma de Kundera, esta novela fantástica que ahora podría ser muy real, de alguien que hace una broma y con eso termina con una vida deshecha por una simple broma, es algo que en nuestra época vuelve a pasar. En una época polarizada, en una época en donde cada sector de la sociedad, que normalmente ahora nuestras sociedades están casi divididas a la mitad, cada quien cree tener una verdad absoluta, pues, claro, el humor te hace pensar que quizás no sea la tuya, que quizás la verdad está en otro lado.

 

Y justo hablando del humor y de la falta de sentido del humor, escribí un libro de cuentos reciente que se llama Enrabiados. Bueno, recopilé porque hay cuentos de varias épocas. Porque me parecía, es un libro, digamos, que planeé en la pandemia, que la emoción que dominaba a las personas durante la pandemia, sobre todo, si estábamos todos conectados a la pantalla todo el día, pero que no ha cambiado una vez que terminó la pandemia, es la rabia. Es una sociedad en la que vivimos, una sociedad enrabiada. Y tiene que ver con una rabia por sentirse uno agraviado porque su esperanza no se lleva a cabo, porque siente que sus perspectivas de futuro, las de sus hijos son peores que las de otro momento. Cierto o falso no importa. Lo que importa es que esa es la sensación. Y eso provoca rabia. ¿Rabia hacia quién? Y ese es el otro gran peligro.

 

A veces no se sabe hacia quién tener la rabia. Y aparecen estos seres, estos líderes populistas de izquierdas, de derechas, no cambia mucho, que instrumentalizan la rabia y la dirigen hacia un sujeto ficcional al cual echarle la culpa de todo. Eso está pasando muy claramente en nuestra época en Europa, sobre todo, y en Estados Unidos con los migrantes. Los migrantes, yo lo soy aquí, claramente muchos de ustedes lo son. Nosotros somos privilegiados, pero los migrantes reales, los migrantes que cruzan la frontera entre Centroamérica, Guatemala y México y que luego se internan a la frontera entre México y Estados Unidos, los migrantes que parten en pateras de todas las costas africanas para llegar a Europa, son el eslabón más débil de la humanidad. O sea, son personas que no tienen nada y abandonan todo solo porque tienen esperanza. Y a esos son a los que líderes como Trump o tantos líderes populistas en Europa convierten en el gran enemigo. Entonces, ahí es donde está la rabia. Y está en muchas otras partes. Entonces, en estos relatos intentaba contrarrestar la rabia ¿con qué? Precisamente con el humor.

 

Ver que nuestras redes sociales están diseñadas para la rabia, que muchas de nuestras instituciones, de nuestras conversaciones están diseñadas para la rabia. Y entonces, intentar que la sátira sea ese instrumento, como decía anteriormente, para tratar de que esa rabia se vea de otra manera diluida. Porque justo el humor es algo que está casi peleado con la rabia. Cuando uno está furioso, los otros se pueden reír de uno, pero uno furioso no se puede reír de uno mismo. O sea, tiene que bajar la rabia para que uno por fin pueda verse y decir, qué ridículo era yo, tan enfadado y tan enojado, y tan rabioso contra alguien. Entonces, sí, yo recomiendo muchísimo leer sátira y leer este humor.

 

No deja de ser muy significativo y es muy peculiar lo que pasa en la literatura en español y particularmente en España. La gran literatura española nace con el humor. Es decir, nace sobre todo si pensamos con el Quijote o con el Lazarillo. O sea, dos y con la picaresca en general. O sea, ejemplos clarísimos de sátira y de humor que hacían que en su época la gente se desternillara de risa por lo que se iba contando en estas historias. Y de pronto eso desapareció. En nuestra tradición en español, el humor se ve como un género menor. En inglés, donde recuperaron justamente al Quijote muy pronto, cuando en España dejó de ser popular, se ve como una tradición igualmente poderosa que la seriedad del drama o de la tragedia. El humor es también un gran género literario. En español no. Quien ejercita el humor se le ve como algo menor, menos interesante, porque todo tiene que ser un tanto solemne. Y yo creo que eso hay que combatirlo. Hay que combatir con, sobre todo, con asumir que el humor también puede ser un gran afilado instrumento de crítica social, un gran afilado instrumento de construcción de identidades, del yo, que puede ser interesante en ese sentido.

 

Y a mí me encanta cuando encuentro un libro en donde finalmente me haga reír. Me parece fascinante. El más reciente que he leído, que realmente me sacó muchas sonrisas porque es una sátira muy ácida, de la cultura de la cancelación, vista de los dos lados, de las víctimas y de los victimarios. Pero al mismo tiempo, un tema serio, está lleno de humor. Es Bad Hombres, se llama, como el nombre que le puso Trump a los migrantes justamente mexicanos que llegaban a la frontera, pero ella lo usa en otro sentido. Bad Hombres, una novela muy divertida y al mismo tiempo muy inteligente de la escritora argentina que vive en Barcelona, Pola Oloixarac.

45:44
Oriana. Hola, Jorge, ¿qué tal? Mi nombre es Oriana. Al principio nos conversabas un poco sobre tu padre y sé que tienes un libro donde hablas sobre él. Ahora mi pregunta es la siguiente. ¿Tú crees que a veces nosotros como hijos invertimos mucho tiempo en examinar a nuestros padres, tal vez con la finalidad de entendernos a nosotros mismos?

46:04
Jorge Volpi. Pues sí. Como contaba, tuve un padre fantástico, pero al mismo tiempo un padre difícil, con el que yo siempre tuve, o casi siempre, una buena relación. Cuando mi padre- Cuando murió mi abuela, mi padre nos contaba que él como duelo se puso durante un año una corbata negra. Esa era su forma de duelo, muy típica de esa época. Yo que no uso corbata, menos que no haya otro remedio, pues no me iba a poner una corbata un año. Entonces, decidí otra cosa. Decidí durante un año entero, como mi padre, escribir un libro, pero solo ese año. O sea, decidí, era muy planeado, empezarlo en enero, después de que muriera mi padre en agosto, el siguiente enero, empezarlo en enero y terminarlo en diciembre, fuera como fuera, porque iba a ser solo un año de duelo.

 

Mi padre era médico, entonces decidí que iba a hacer un libro no solamente sobre mi padre, sino sobre la medicina, sobre el cuerpo, sobre la relación de mi padre con el cuerpo, siendo cirujano, y sobre la relación mía con el cuerpo y con mi padre, y sobre la relación de mi padre y mía con México como cuerpo social. Ahí fue como fue aumentando. Decidí que iban a ser 10 capítulos, que cada capítulo iba a estar centrado en un órgano distinto del cuerpo, los ojos, las piernas, el hígado, el corazón, el cerebro, el oído, y que a partir de ahí iban a ser ensayos autobiográficos y narrativos sobre mi padre para tratar de contar todas estas historias entrelazadas. Y este libro siempre supe cómo titularlo. Le robé el título a mi mejor amigo, a Eloy Urroz, que siempre pensó que iba a escribir un libro de poemas que se iba a llamar Examen de mi Padre. Y siendo un libro sobre mi padre, que era cirujano y que examinaba cuerpos todo el tiempo, pues me pareció que era el título perfecto. Y para mí sigue siendo probablemente el libro más íntimo y más significativo que he escrito en ese sentido emocional, porque necesitaba contarlo.

 

Fue un proceso muy interesante en el doble sentido de escritura y de emoción. Y en efecto, me hizo pensar en mi padre todos los días. Me sentaba en la mañana, escribo solo por las mañanas normalmente, pero todas las mañanas es pensar en mi padre. Para quienes no creemos en la inmortalidad del alma, que nos parece una pura ficción, la única forma de inmortalidad que existe es pensar en los que no están, pensar en los que se han ido porque no están cerca, o pensar en los que se han ido porque se han muerto. Mientras alguien piensa en uno, es cierto que vive. O sea, en nuestros cerebros viven las personas por más que estén muertas. Y eso es fascinante y es bonito. Entonces, hacerlo de manera así significativa durante un año me parecía todavía más fuerte. Sí, yo creo que muchas personas están marcadas justamente por sus padres y necesitan explorar qué significa la relación de sus padres con ellos. Digo, yo lo hago escribiendo libros. Hay personas que lo hacen haciendo constelaciones o yendo a terapia psicoanalítica, que es claramente también esta búsqueda de lo que va pasando y cómo se van transmitiendo ficciones, a veces ficciones traumáticas, de padres a hijos, a nietos, de muchas maneras. Y esta también es la gran exploración de la literatura. El tema de los padres, no solo del padre, sino de la madre.

 

Ahora murió mi madre y estoy pensando si escribir o no sobre mi madre, pero todavía no lo decido. Pues, es la manera de que tenemos, por un lado, de tenerlos vivos y por el otro, de entendernos mejor qué era lo que tú estabas preguntando, Oriana. Y es una de las grandes vetas de la literatura. Si vemos simplemente la tragedia griega, que son historias de familias horribles, como tantas, como tantas en el presente, y tratar de entender cuáles son los mecanismos, es tan fascinante y a veces tan desconcertante y tan duro en muchos momentos, porque no sabemos bien cómo nos comportamos, qué es lo que hacemos porque queremos hacerlo y qué es lo que hacemos porque tenemos algo que nos llega de las ficciones, de las emociones, de atrás y que nos obligan a llevarlo a cabo, pues hace que, claro, las familias son el lugar perfecto para explorar justamente todo tipo de ficciones que significa para explorarnos a nosotros mismos.

50:48
Cecilia. Hola, Jorge, soy Cecilia. Un gusto escucharte, la verdad, lo primero. Y lo segundo, bajando a la escritura, ¿qué tiene que tener para ti una novela o un relato para que sea bueno y qué claves darías de lo que llama tu atención?

51:11
Jorge Volpi. Bueno, eso es una pregunta dificilísima, Cecilia, pero al mismo tiempo se puede responder, creo, de alguna forma. Más que bueno o malo, yo creo que la primera cuestión es si es profunda o superficial. También para no decir de otra manera, comercial o no comercial, no. Eso sí se vende, no se vende, no. Sobre todo, si es profunda o no es profunda la exploración que está haciendo o de una parte de la realidad o sobre todo de la naturaleza humana en cualquiera de sus manifestaciones. Si se trata simplemente de una escritura que lo único que hace es repetir lo que ya se ha dicho y que se ha convertido, digamos, en cliché, que no está expresando realmente ninguna preocupación auténtica, sino repitiendo las de otros por cualquier motivo, que lo hace con ese sentimiento de hacerlo solo porque escribir eso le va a dar otra cosa y no por la escritura misma.Y si se queda en ese nivel, insisto, llamar superficial, es cuando creo que está en ese lado.

 

En el otro, cuando esa obra, la intención del autor es despojarse de todos los prejuicios, de todos los clichés que tenga y contar lo que verdaderamente le importa. Y lo que verdaderamente le importa, pues, necesariamente va a estar ligado con su propia experiencia o con la experiencia de los otros. Y tratar de explorarla lo mejor que pueda con las herramientas que tenga, eso ya va a ser lo que distingue, yo creo, que una ficción importante de una que no lo es. Y luego, lo que es cierto, digo, también más allá de eso, luego hay recursos técnicos de cada tipo de ficción que alguien maneja mejor que otro o que conoce mejor que otro o donde alguien tiene un poco más de talento, si es que esto existe, que otro. Pero todo eso finalmente se aprende. Se aprende la parte técnica y eso es menos importante. Digo, en literatura, como en todas las ficciones, forma es fondo. O sea, no estoy diciendo que haya que separar la manera como se escribe de lo que se escribe. Siempre debe estar correlacionado por completo. Y en la manera como se escribe, también puede ser profundo, superficial, igual que lo que se está contando. Yo creo que es ahí donde se juega simplemente que una ficción pueda llegar a convertirse en una ficción perdurable, una ficción que conmueva, interese, sacuda, divierta a otros.

 

A una ficción frente a la que uno simplemente levanta los hombros como ante tantas y tantas ficciones que recibimos todos los días en todos los formatos, que no son más que la repetición sin ningún riesgo y sin ninguna profundidad de jugarse uno mismo en esa ficción lo que está intentando.

53:58
Paloma. Hola, Jorge, ¿qué tal? Me llamo Paloma y te vi una entrevista en la que decías que no podíamos seguir educando a nuestros niños en el siglo XIX. ¿Qué importancia le das a la educación y a la cultura en la vida?

54:13
Jorge Volpi. Pues sí, Paloma. Me temo que no solo en España y en México, sino en la mayor parte del mundo, es como si los sistemas educativos se hubieran quedado petrificados en muchos sentidos en el siglo XIX. Sobre todo en lo que tiene que ver con la literatura y la ficción. O sea, en la mayor parte de nuestros países, todavía en las escuelas primarias, secundarias y hasta antes de la universidad, se enseña literatura, pero no se enseña ninguna otra variedad de la ficción. Porque en el centro de la imaginación en Occidente, en el siglo XIX, estaba la literatura. Se pensaba que ahí era donde se estaba discutiendo lo central que formaba a esas sociedades.

 

La verdad es que con el paso del tiempo, a partir del siglo XX, el centro de la imaginación ya no está en la literatura. No es que la literatura haya desaparecido, pero se ha ido haciendo más marginal. Y ese lugar lo ha ido ocupando otras áreas. Digo, siempre estuvo de cerca el teatro y la ópera, que eran otras maneras, pero cuando llegamos al siglo XX, teatro y ópera, sobre todo, van hacia el mundo audiovisual. Y ahora ahí está el centro. Y está el centro en lo audiovisual y está en otro lugar, muy importante todo lo que tiene que ver con el nuevo mundo tecnológico digital y la literatura, que también está aquí como una parte importante, pero ya no central. En cambio, a nuestros niños en las escuelas, a niños y a jóvenes, les seguimos dando clase de literatura como si no hubiera pasado nada de esto, como si la literatura fuera lo único. Y para colmo, lo hacemos obligatorio. Después del proceso de enseñarles a leer a los niños, que siempre es fascinante para los niños, cuando el niño ya puede, no necesita de alguien que le cuente las historias, sino que las puede leer él mismo. Luego de ahí, van a la escuela y lo que normalmente les enseña es a odiar los libros en vez de lo contrario, porque se vuelve una obligación.

 

Y como dice el gran Daniel Pennac, el escritor francés en este libro muy bonito, que se llama Como una novela, el verbo leer como el verbo amar no debería conjugarse nunca en imperativo. Nunca debes decirle a alguien lee como nunca debes decirle a alguien ama. Amame, no. O lee, no. Si quieres, lee. Y si me amas, amame. Pero no en obligación. Y lo que hacemos en las escuelas es obligarlos a sí. Y en cambio, los dejamos libres y, vamos a decirlo, selváticos frente a todas las otras ficciones que los rodean la mayor parte del día. O sea, este otro cambio drástico en nuestra época, que es que ahora los seres humanos, sobre todo los jóvenes, están todo el día siendo cyborgs conectados a los teléfonos, que les seguimos llamando así, pero que son computadoras de bolsillo, sometidos todo el tiempo a estar viendo y presenciando ficciones y todo el tiempo a estar también produciendo ficciones ahí directamente. Y los abandonamos ahí como si eso no fuera parte central de sus vidas. Y ahí que hagan lo que puedan, porque nadie les enseña nada. Es como un territorio que ellos tienen que explorar solos. Y ese territorio es un territorio salvaje. Es un territorio donde no tienen elementos para saber qué ficciones son buenas, de qué ficción son malas.

 

Buenas y malas, ¿qué quiere decir? Ficciones que refuerzan lo cooperativo frente a ficciones que refuerzan solo lo violento. No tienen parámetros para distinguir técnicamente una ficción mejor de otra, que es lo que normalmente queríamos enseñarles en lo literario. O sea, decirles, esto es interesante porque revela cosas de la naturaleza humana. Por eso lee el Quijote o lee Dostoievski. Y no leas, en cambio, no sé, Mi lucha, de Hitler. En cambio, en el mundo este donde ellos están, no les enseñamos nada. O sea, yo lo que creo que ha sido una propuesta que he hecho en México y alguna vez lo he escrito también aquí en España, pero desde luego nadie me hace caso, tiene que ver con que en las escuelas, por lo menos primarias y secundarias, yo creo que la clase debería ser de ficción. Ahora, claro, eso conlleva la profesionalización de profesores que ya no deberían de ser de literatura solamente. No es que no sepan de literatura, es que deberían de saber de literatura, pero también de las otras variedades de la ficción, sobre todo las más cercanas a los jóvenes. Comic, novela gráfica, juegos de video, series de televisión, cine y cómo se hacen y cómo funcionan los videos en YouTube o en TikTok. Por decir simplemente, donde están todo el día. Para que entonces un profesor pueda guiarlos y también pueda hacerles ver las conexiones que hay naturales entre la literatura, la gran literatura y todas estas variedades y que descubran que también hay grandes videojuegos, que en este momento hay algunos que son probablemente de lo mejor que está produciendo en ficciones en nuestra época, al mismo tiempo que se producen grandes ficciones literarias, audiovisuales. Ahí hay otro lugar maravilloso de ficciones. O que sepan series de televisión, cuáles pueden ser mucho más interesantes que otras. Lo mismo que hacemos con la literatura.

 

Yo creo que en ese momento, en lugar de que nuestros jóvenes odien la literatura porque les parece aburrida, obligatoria y parte de, pudiera relacionarse mejor con todas las otras, con la especificidad de lo literario, que también es por eso por lo que no va a desaparecer. Las otras ficciones nos enseñan otras cosas, pero la literatura es aquella que más nos permite creer que nos adentramos en la conciencia de otro ser humano. Eso no lo logran las otras. Las otras logran otras cosas. Si podemos combinar eso con las otras, yo creo que para los jóvenes va a ser mucho mejor.

59:56
Carlos. Hola, Jorge. Me llamo Carlos. Excelente charla. Muchas gracias. Oye, yo quiero saber un poco de tu formación. ¿Te acuerdas cuando eras niño lo que leías y qué fue lo primero que te enganchó? Y por otra parte, ¿cuándo tuviste claro que querías ser escritor? Gracias.

1:00:18
Jorge Volpi. Pues muchas gracias, Carlos. Mi papá, en efecto, mi padre era hijo de italiano, pero ya nació en la Ciudad de México, pero se seguía sintiendo italiano. Y nos hacía creer que éramos italianos. Esa era otra ficción. O sea, que nos hizo sentir como que éramos italianos que por error habíamos acabado en ese país que a él le parecía exótico y no tan bonito. Y siempre tuvo nostalgia de Italia, a donde nunca fue. Odiaba viajar. Odiaba viajar. Nunca fue a Italia, pero se sentía como italiano. Y sobre todo, no se sentía bien en México. En mi casa no se comía chile ni se comían frijoles, porque eso le parecía como de mexicanos. Entonces, se comía pasta. Una pasta que, por supuesto, no se parecía en nada a la pasta italiana, ¿no? Pero– Y mi papá era así, ¿no? Se sabía de memoria las calles de Roma y nos las decía, pero nunca fue porque nunca quiso ir. Entonces, ahí había una ficción extraña. Cuando ya años más tarde, que esta anécdota siempre la cuento porque me parece muy significativa. Cuando años más tarde yo escribía y leía, le dije, tienes que leer 100 años de soledad, papá. Así como tú me has recomendado tantos libros que no leía, tú tienes que leer 100 años de soledad. Y me dijo, bueno, pues los voy a leer. Y los leyó en italiano. O sea, leyó la traducción de 100 años de la soledad al italiano.

 

Entonces, mis primeras ficciones, en realidad, que yo recuerdo, ficciones, claramente ficciones. O sea, no solo las ficciones que él me transmitía como, no sé, la religión católica o la conciencia de clase o la identidad que teníamos de ser medio italianos y medio mexicanos, que todas estas ficciones que nos transmitía, pero no. Digamos, si ya vamos a ficciones que eran claramente ficciones, en realidad, las primeras, yo creo que a lo mejor también es tu caso, eran las caricaturas. Decimos, en México, los dibujos animados de la televisión que nos dejaban ver sin límite. O sea, eso sí, mi padre no tenía ningún- Así como ahora queremos hacerlo con el teléfono, en esa época el peligro era la tele y él no tenía ningún problema. Entonces, veíamos televisión todo el día. Entonces, sobre todo, caricaturas, dibujos animados y programas de televisión que yo creo que fueron mis primeras ficciones que recuerdo. La primera que recuerdo de televisión que me dejó muy marcado y a día de hoy sigo creyendo que es una gran ficción, es La Dimensión Desconocida, Twilight Zone, en su primera vertiente. Esta serie de Rod Sterling de entre misterio, terror, sobrenatural, que la recuerdo todavía en blanco y negro. O sea, recuerdo verla todavía en televisión en blanco y negro y me marcó muchísimo.

 

Luego, en segundo lugar, mientras mi padre nos hablaba de todas estas cosas sofisticadísimas que a él le interesaban de historia, de ópera, de música, de literatura, lo que le gustaba, gustaba a mi mamá o a mi madre, eran los programas policíacos y las series de misterio y las películas de terror que veía un poco escondidas de mi papá, porque eso sí no le gustaba tanto que viéramos. Entonces, con mi madre por la tarde o por la noche antes que llegara mi padre, o incluso cuando él estaba haciendo cosas, veíamos. Entonces, yo creo que influyó mucho en mí estas series de misterio para pensar que todo es un misterio que hay que resolver. Que yo creo que eso lo tengo también muy claramente, tanto en lo que escribo como en mi vida en general, como la curiosidad por resolver y tratar de entender por qué funcionan las cosas. En cambio, no nos dejaban ver telenovelas mexicanas, eso sí. También estaban prohibidas las telenovelas. La manera de prohibir era muy rara, ¿no? Finalmente, de mis padres, lo que prohibían, lo que nos permitían ver de ficciones. Y desde luego también, luego ya llegaba mi padre por la noche y por supuesto veíamos con enorme felicidad todos El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado. O sea, mi mexicanidad yo creo que proviene, digamos, de verlo. Y todavía sigo recordándolo con nostalgia, porque era un momento también bonito por la noche en familia ver esos que eran los programas cómicos prototípicos.

 

Ahora, ya sí voy, digamos, al libro. A los 12 años se estrenó en la televisión mexicana Cosmos de Carl Sagan. Esta serie de televisión maravillosa que yo creo que es a la que le debo, digamos, tantas y tantas cosas, incluso escribir ahora La invención de todas las cosas. Este libro yo creo que le debe mucho a los 12 haber visto la serie de televisión Cosmos. Porque la serie de televisión, como ustedes saben, de un gran científico, Carl Sagan, que como él mismo decía en la serie, hablaba de lo más grande y de lo más pequeño, de las galaxias, los agujeros negros, el origen del universo. Y por el otro lado, de las partículas subatómicas, de los átomos, de las células, de la vida, en un recorrido que además él presentaba en la serie como si fuera ficción. Si ustedes recuerdan, se llama Cosmos, un viaje personal, porque en la serie él hacía como que estaba en una nave espacial y en esa nave espacial exploraba el universo. Entonces, eso es lo mismo que yo he querido hacer siempre y que ahora he intentado hacer en este libro. Es decir, contar una historia rigurosa, de ciencia, de cultura, a través de las herramientas de la ficción que ya estaban ahí. Después de ver la serie, le pedí a mi papá que me comprara el libro que había salido después de la serie, que era un libro bellísimo, una enorme cantidad de imágenes del universo y de planetas y de cosas. Y ese fue el primer libro que leí por gusto. Fue mi primera lectura por gusto, no obligado.

 

Luego de ahí leí todos los libros que había en español de Carl Sagan, uno tras otro, y luego mucha divulgación científica. Al mismo tiempo que, por el lado de mi madre, también en algún momento dije, pues, quisiera leer algo que se parezca a las series de misterio a dimensión desconocida que veíamos. Y alguien me recomendó, no sé si mi madre o quién, leer los cuentos de Edgar Allan Poe. Y esa fue mi siguiente lectura, ahora sí, ya de literatura, por placer. Luego, muchos años después, he hecho con Fernando Iwasaki una edición de los cuentos de Edgar Allan Poe y es como llegar otra vez a ese mismo lugar de la infancia. Entonces, ahí están un poco esas ficciones. Y la siguiente con la que terminaría, digamos, de contarte esta parte, tiene que ver con que después, digamos, de estar leyendo ciencia y de estar leyendo Edgar Allan Poe, llego a la secundaria, o sea, un par de años después. Y tengo unos muy buenos profesores de historia. Entonces, ahí la historia se vuelve otra de mis grandes pasiones. Me gusta tanto y me centro en que me gusta la edad media. ¿Por qué la edad media? Pues, no sé exactamente. Tal vez porque era lo que estaba en la escuela, pero me apasionó. Y entonces, decidí, como se decide a los 13 años, que yo quería ser medievalista. Que, claro, ser medievalista en México, donde no hubo edad media, pues, no deja de ser una contradicción. No los hay. Hay mexicanos que se dedican a esto, pero es raro porque ahí no lo tienes directamente. Tienes culturas prehispánicas y luego ya tienes el mundo que empieza desde el Renacimiento, pero no la edad media como tal. Y no solo eso, sino que planeé, bueno, leí muchísimos libros sobre la edad media. Todos los que llegaban a mis manos era lo que más leía durante esos años de 13, 14, 15 años. Era lo que más leía. Todo. Filosofía, literatura, todo. Pero no leía por ser estas materias, sino por ser de la edad media.

Y luego planeé escribir una enciclopedia de la edad media. Porque también me encantaba leer enciclopedias. Entonces, quería escribir una enciclopedia de la edad media. Entonces, planeé una enciclopedia de la edad media en 20 volúmenes. Hice el índice y decía que iba a tratar cada uno de los volúmenes. Y luego escribí el prólogo a esa enciclopedia. Yo creo que el prólogo a esa enciclopedia imposible de la edad media que sí escribí, en realidad, fue el primer texto de ficción que escribí conscientemente. Porque existía el prólogo de voy a hablar sobre esto y luego sobre esto y la enciclopedia tendrá no sé qué. Por supuesto, esa enciclopedia nunca se escribió. O esa enciclopedia es La invención de todas las cosas, el libro que estoy ahora presentando y que acabo de publicar. Y por último, esto es hasta los 15. A los 16, estaba estudiando en una escuela de hermanos maristas en la Ciudad de México, que era famosa porque había habido, por casualidades o por cosas en otras épocas, muchos escritores que habían estudiado ahí. Mexicanos. Allí habían estudiado Carlos Fuentes, Jorge Ibargüengoitia, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Gonzalo Celorio. En fin, muchos escritores mexicanos importantes.

 

Y había la leyenda de que había un concurso de cuento y se decía que Carlos Fuentes, cuando estaba en la escuela, había ganado los tres primeros lugares del concurso de cuento con tres seudónimos diferentes. Cuando conocí a Carlos Fuentes muchos años después, que era muy generoso y nos hicimos amigos, y luego cuando revisé su archivo que está en la Universidad de Princeton, en realidad ganó no los tres primeros lugares, era mentira. Ganó los nueve primeros lugares con nueve seudónimos diferentes. Uno de esos cuentos, no el que ganó el primer lugar, por cierto, creo que el que ganó el segundo o tercero es «Chuck Mull», ese cuento que está en los días enmascarados de Carlos Fuentes que sigue siendo un cuento maravilloso y que escribió cuando él tenía 16 años. Entonces, mi amigo Eloy, del que ya he hablado, estudiaba también en esa escuela y que ya escribía poesía, me dijo que por qué no participábamos en el concurso de cuento que había ganado Carlos Fuentes. Entonces, escribimos nuestro primer cuento. Eloy escribió un cuento católico que se llamaba «Julito y su muerte», que era como una reelaboración de «La pasión de Cristo», pero en San Jerónimo, en la Ciudad de México. Y en donde, esto todavía me acuerdo, donde a Julito que era Jesucristo, en vez de que lo crucificaran, lo atropellaba el tren que pasaba por ahí. O sea, lo amarraban los malos, que eran los fariseos y así lo amarraban a las vías, llegaba el tren y lo apachurraba. No estaba tan mal. El mío, ese quedó en quinto. El mío, que era un cuento horrible y del que no les voy a hablar, a diferencia de eso, que se llamaba «La virgen y la serpiente» y luego quedó en tercero.

 

Y conocimos al estudiante que ganó el primer lugar, que era Ignacio Padilla, que se convirtió luego en nuestro gran amigo y con el que formamos un grupo literario que se llamó El Crack. Y que murió hace unos años en un accidente de coche, lamentablemente. La unión de estos tres jóvenes ahí en esa escuela fue lo que nos convirtió a los tres en escritores, yo creo. O sea, los tres teníamos todas estas inquietudes, pues, no sé, culturales, intelectuales. Pero el participar en el concurso, el haber ganado estos premios, el conocernos y el retroalimentarnos, fue lo que ya me convirtió en escritor. O sea, a partir de ahí, yo sabía que lo que quería dedicar mi vida era, sin decirlo así, a tramar ficciones. Y luego estudié otra cosa, estudié derecho y luego hice muchas otras cosas, pero desde los 16 tenía ya claro que esa iba a ser mi vida en la ficción.

1:11:36
Alejandra. Hola, Jorge. Soy Alejandra. La verdad es que es una delicia escucharte y me surgen mil preguntas, pero te quiero hacer una que es un poco extraña. En tu libro, La Invención de Todas las Cosas, aparece el bicho en el que se convierte Gregorio Samsa en la metamorfosis de Kafka. Y quisiera saber si despertaras algún día siendo una persona o una cosa diferente, ¿qué o quién elegiría ser?

1:12:05
Jorge Volpi. Bueno, gracias, Ale. Una pregunta interesante siempre está. Y volvería a lo que decía al inicio de esta charla con ustedes. Yo quisiera despertar y ser director de orquesta. O sea, si yo le pudiera vender mi alma al diablo, a Mephistófeles, como no crea en el alma, entonces se la vendería encantado para que me convierta en director de orquesta. Entonces, quisiera despertar y poder ser director de orquesta. ¿Por qué? También me lo sigo preguntando porque esa es mi fantasía. Digo, fantasía que hace, por supuesto, que llegue a mi casa. Desde que tengo, o sea, la música clásica, la ópera. Me gusta todo tipo de música, pero en particular, digamos, esta. Desde que tenía igual 13, 14 años, ya me ponía frente al equipo de sonido y dirigía. Luego, no me he sentido tan mal porque hace poco, aquí en Madrid, a Gustavo Dudamel, diciendo que él hacía lo mismo. Entonces, ya me siento menos ridículo de- Que él también llegaba a su casa y también dirigía con su batuta el equipo de sonido. Yo lo sigo haciendo hasta el día de hoy, no se lo digan a nadie.

 

Y porque también a los 13, ahí otra vez con otro amigo de la escuela, a él también le gustaba muchísimo la música clásica. Su padre era un melómano y tenía una colección de discos enorme. Y entre los dos, pues, éramos los dos niños más raros de la escuela, lo que eran los únicos que nos interesaba la música clásica y hablábamos sobre ella. Y luego, he estado ligado a la música clásica de otras maneras siempre. Sobre todo, digamos, fue mi primer trabajo. Mi primer trabajo en la vida fue en la Escuela Vida y Movimiento, que es el Conservatorio de Música de la Ciudad de México. Entonces, ahí entré a trabajar cuando estudiaba derecho. Era el encargado de las clases y de los salones y de los horarios de los maestros y de estas cosas técnicas. Pues, yo tenía 19 años. Pero también era el encargado de la orquesta de jóvenes de la escuela. Y tenía yo la misma edad prácticamente que tenían los estudiantes de la escuela. Entonces, mis primeros grandes- Bueno, muchos de mis grandes amigos ya en la vida profesional son músicos que estudiaban ahí. Mis primeros amores, todos frustrados, fueron ahí en la escuela de música. Entonces, supongo que de ahí viene una carga emocional con la música.

 

Ahora también me dedico a programarla y lo he hecho en muchos lugares. No soy músico, pero al menos he tenido la posibilidad de hacerlo desde esta otra vía. Y esto me permite, pues, justo también cerrar diciendo, el gran poder de la ficción es poder ser otros y no ser solo uno mismo. Todos estamos solo encerrados en nuestro cuerpo. No porque seamos distintos del cuerpo. No soy dualista. Nuestro cuerpo y nuestra mente es parte de lo mismo. Pero solo estamos aquí.

 

La única manera que podemos ser otros, reinventarnos, o sea, no tener un Mephistófeles que te convierta, sino que pueda ser también un director de orquesta o una directora de orquesta, viendo Tar, la película reciente con Cate Blanchett, es porque la ficción nos permite tener unas vidas distintas de las que tenemos y nos permite estar en los otros. Nos permite rescatar vidas posibles de todas las maneras que no tenemos en esta cosa a la que le solemos llamar realidad. Por eso somos ficciones, que vivimos entre ficciones, que nos enamoramos de ficciones, que a veces morimos por ficciones, que a veces esas ficciones son mucho más importantes que la realidad misma porque se confunden con esa realidad. Y nos permiten también esta otra cosa maravillosa para la que sirven las ficciones, que es para no estar solos. Gracias. Gracias por estar. Gracias por su entusiasmo, su paciencia y sus aplausos. Muchas gracias.