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Cómo no traspasar tus miedos a tus hijos

Eva Bach

Cómo no traspasar tus miedos a tus hijos

Eva Bach

Pedagoga


Creando oportunidades

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Eva Bach, pedagoga, escritora y pionera en educación emocional, comparte su experiencia como maestra para iluminar las carencias en comunicación y empatía: «saber mucho no es suficiente». Cree firmemente que enseñar con sensibilidad forma mejores personas. ¿Cómo educar de verdad si no aprendemos a mirar y escuchar con el corazón?

Con la calidez de una buena maestra, nos invita a repensar la educación emocional y desmonta lo que considera «disparates emocionales». Alerta sobre ideas simplistas como «piensa en positivo y todo irá bien», critica el efecto de influencers que reducen las emociones a «fast food» y propone herramientas como la técnica del semáforo y trabajar la autoestima y la empatía juntas: «Eres una maravilla y el otro también lo es».

Eva nos anima a los padres a trabajar nuestra propia consciencia para no traspasar miedos a los hijos. Convencida de la educación como «un acto de amor», nos recuerda quiénes son los verdaderos maestros que dejan huella: «aquellos que no solo transmiten conocimiento, si no también afecto, emoción y calidez humana».


Transcripción

00:03
Eva Bach. Soy Eva Bach, pedagoga, maestra, escritora, especialista en educación emocional y llevo toda mi vida trabajando para la infancia. Primero, directamente con niños y niñas. Después, con sus familias y educadores.

00:19
Tatiana Lara. Hola, Eva. Soy Tatiana Lara, consultora en «branding» y comunicación educativa, y me encantará hablar contigo del bienestar emocional. Cuéntame… Empezaste como docente en infantil y secundaria, y ahora resulta que eres una de las mujeres más «top» hablando de todo el tema emocional. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Cómo ha sido ese momento? ¿Y cuál es el propósito que te mueve y el objetivo con el que hablas?

00:47
Eva Bach. Pues, Tatiana, estoy encantada de estar aquí contigo y de hablar de este tema que me apasiona. Como pedagoga, yo quise pasar por la escuela para conocer de cerca la realidad del aula, porque me di cuenta enseguida de que hay muchas teorías y, a veces, incluso políticas educativas que se hacen sin haber pisado un aula. Entonces, cuando entré en la escuela, en esos siete años que estuve en infantil y primaria, me di cuenta de que había dos tipos de problemas. Había unos problemas que son naturales del crecimiento humano: dificultades, retos y necesidades, que son propias de cada etapa psicoevolutiva y que, por lo tanto, son inevitables y, yo diría, incluso necesarios. Sin embargo, había un segundo tipo de problemas que tenían que ver con la falta de capacidad adulta para dar respuestas adecuadas a esos primeros problemas. Y eso conllevaba que estos problemas naturales del crecimiento se enquistaran, se cronificaran, se complicaran… Y ahí fue cuando me di cuenta de algo que luego la neurociencia corroboró más tarde, que en aquel momento no le supe ni poner nombre, pero que fue el nuevo paradigma de la inteligencia emocional, que parte de la premisa de que una mente brillante, una trayectoria académica excelente o un cociente intelectual alto no garantizan el éxito en la vida, entendiendo por éxito a una persona feliz, responsable, autónoma y solidaria. Esto lo constaté en la escuela.

02:35
Eva Bach. Vi profesorado con grandes conocimientos, pero también con grandes déficits en cuanto a la comunicación, en cuanto a las relaciones personales… Entonces, es evidente que saber mucho no es suficiente. Saber mucho es necesario. No es que no importe saber, pero no es suficiente. Necesitamos saber utilizar, de un modo inteligente y ético, aquello que sabemos. Lo que sabemos hay que saber usarlo bien y para hacer el bien. Howard Gardner, el psicólogo profesor de Harvard, decía: «Una persona inteligente puede hacer saltar el planeta por los aires». Por tanto, necesitamos algo más que saber. Muchos títulos colgados en una pared, muchos logros o muchos éxitos no son garantía de ser persona. Hay la historia de una formadora, de una conferenciante, que, ante un auditorio lleno de educadoras y educadores, les hizo una serie de preguntas. Empezó preguntando si sabían decirle el nombre de las diez personas más ricas del mundo. Nadie supo decir los diez. Si sabían decirle el nombre de los premios Nobel de aquel año. Tampoco. Los ganadores de los Óscars. Tampoco. Tres directores de una orquesta tan prestigiosa como la Filarmónica de Viena. Tampoco.

04:05
Eva Bach. Entonces, la conferenciante dijo: «Vamos muy mal. Vamos a cambiar de tercio. A ver, ¿quién me sabe decir el nombre de alguien que os haga sentir importantes, queridos?». Todo el mundo. «El nombre de tres personas que son importantes para vosotros». También. Entonces, les dijo: «El nombre de un profesor o profesora que haya dejado huella en vuestra vida». También. Entonces, les dijo: «Si sois educadoras, educadores, la pregunta más importante de todas es otra, y es: ¿habría algún alumno, o cuántos alumnos, que os pondría a vosotros en la lista de esos profesores que os han dejado huella?». Entonces, aquí hay algo muy importante. Y es… Esos profesores que dejan huella conjugan saber y sensibilidad, conocimiento y humanidad. Cuando pregunto en cursos a docentes por algún profesor que haya marcado esa diferencia en sus vidas y luego les pregunto qué es lo que más les marcó, lo que destacan de esa persona, qué es lo que más huella dejó en ellos… La mayoría… Llevo ya casi 4.000 respuestas recogidas. Sobre un 90 % recuerdan mucho más lo personal, lo humano, lo emocional y lo afectivo que lo académico, los conocimientos y el saber. Lógicamente, los profesores que nos han dejado huella todos tienen conocimientos buenos de su área, pero tienen también calidad y calidez humana. ¿Y qué ocurre con lo emocional? Pues que puede dar al traste, puede echar a perder esa calidez y esa calidad humana. Eso fue lo que hizo que me interesara muchísimo por todo el tema emocional y que saliera de la escuela para empezar con mi propia ITV emocional, que creo que todos y todas deberíamos hacer.

06:09
Tatiana Lara. Te he escuchado un montón de veces hablar sobre la importancia de la autoestima y la empatía y de trabajarla al mismo tiempo. Dime, ¿cómo podemos hacerlo? Y, por favor, dame un ejemplo para que me sea mucho más fácil entender.

06:22
Eva Bach. En todas las formaciones que hago sobre autoestima, o conferencias sobre autoestima, y en las que hago sobre empatía, siempre hago esta relación entre las dos y siempre incido en lo que dices: en que tienen que educarse y desarrollarse conjuntamente. Porque hay una cita de Pau Casals, el músico, que dice que a los niños les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la capital de Francia y por dónde van los ríos, y que tendríamos que explicarles también que son una maravilla, que son únicos, que nunca ha habido nadie igual que ellos en toda la historia de la humanidad… Y fíjate que luego sigue la cita con algo que me parece todavía más bonito, que es: «Si tú eres una maravilla y el otro es una maravilla, podéis haceros daño entre maravillas. Tenéis que cuidaros, tenéis que protegeros…». Entonces, esta cita aglutina las dos: autoestima, eres una maravilla, y empatía, el otro también es una maravilla. Tú le puedes decir a tu hija, a tu hijo: «Eres la más guapa del mundo», pero en la otra casa será la más guapa la niña o el niño de esa casa. Entonces, hay que desarrollarlas conjuntamente, porque… Fíjate, si desarrollamos empatía sin autoestima, estamos forjando personas que se anulan a sí mismas, estamos con la negación del yo, con siempre poner por delante las necesidades de los otros, que es algo con lo que hemos crecido muchas generaciones. Y si ahora te vas al otro extremo y quieres educar solamente para la autoestima, pues estarás fomentando el narcisismo y el egocentrismo y, por tanto, estarás priorizando solo las necesidades propias y olvidándote de las de los demás. Por tanto, tenemos que tener siempre en cuenta esto: «Tú eres una maravilla, el otro también, y entre maravillas tenemos que cuidarnos y protegernos».

08:25
Tatiana Lara. Dime, Eva, ¿cuáles son los errores más comunes a nivel emocional que tienes localizados en las personas? Esos errores que llamas «disparates emocionales».

08:36
Eva Bach. Sí, entiendo por disparates emocionales todo aquello que desbarata, que perjudica o puede perjudicar un crecimiento, una educación, una transmisión emocional sana… Entonces, entre ellos, hay un montón… Tengo identificados casi 30, pero, por citar algunos… Por ejemplo, cuando decimos que las emociones ingratas, como la tristeza, el miedo y la rabia, son insanas y son negativas, cuando son absolutamente necesarias, como todas las demás. Lo que sería negativo e insano es que estas emociones se hicieran perpetuas, se cronificaran. Por ejemplo, cuando decimos que podemos escoger siempre lo que queremos sentir. No es cierto. Se puede escoger cómo reaccionamos, pero escoger siempre y, desde luego, escoger cómo reaccionamos necesita un entrenamiento, pero escoger siempre lo que queremos sentir no es así. También que cambiando un pensamiento se cambia automáticamente una emoción… Pues no. Todo esto son cuestiones que tenemos que matizar, como, por ejemplo, pensar que, si sonríes, te das autoafirmaciones positivas constantemente y piensas solo en positivo, todo te va a ir bien. O creer, por ejemplo, que en la vida todo es cuestión de actitud. La felicidad y todo… Hombre, la actitud es muy importante, pero hay cosas que no dependen de la actitud y que puedes tener una buena actitud y salirte mal. Eso es realismo.

11:30
Eva Bach. No todas las educaciones emocionales y transmisiones emocionales son buenas. Las hay insanas, las hay desacertadas… A mí, en estos momentos, una de las que más me preocupa, por el impacto social y educativo muchas veces negativo que está teniendo, es la que denomino modo «influencer», porque es un tipo de transmisión que es como un escaparate que aglutina despropósitos y carencias de cualquier otro tipo de transmisión desacertada. Entonces, las hay buenas… Es la propia de los «youtubers», «tiktokers», «instagrammers»… «Charlataners», como digo a veces. Es cierto que hay buenos contenidos, y yo personalmente sigo algunos, y esto es evidente, pero a veces es un tipo de transmisión con muchas contrapartidas. Por ejemplo, es un circo ininterrumpido 7/24. Le tienes que poner fin tú, porque aquello no para, te engancha. Otro aspecto: fomenta el narcisismo, la autopromoción, una exaltación del yo… Muchas veces, los mensajes y los contenidos de los «influencers» giran solo, gravitan alrededor de sí mismos. No citan a otros autores, otras fuentes… Es muy presuntuoso quien cuelga todos los días cosas sobre estos temas… En este caso, hablo de los temas emocionales que son los míos. Pues creer que tú tienes todos los días cosas interesantes que decir y que el mundo necesita que se las digas cada día. Ahí se crean unas dependencias mutuas… Tú de tus seguidores también, no solo tus seguidores de ti. Luego, tiene otra contrapartida… Como dice José Ramón Ubieto, psicólogo: «Secuestran la atención». Porque pasamos de un inicio de un «post», a otro inicio, a otro inicio… Sin pararnos a reflexionar. También son comprimidos que puede que tengan un efecto intenso, puntualmente intenso, pero suele ser efímero.

13:44
Eva Bach. Ninguna depresión, ningún malestar profundo, ninguna soledad interior, ningún desierto existencial o angustia existencial se cura con un «reel» de Instagram o con un vídeo de TikTok. Además, crean adicción. ¿Por qué? Pues porque, precisamente, como sus efectos son puntuales y efímeros, pueden entretener el hambre, pero no alimentan. Y enseguida necesito otro, necesito ir a buscar otro… También van en detrimento de algo que estamos viendo, que a mí me preocupa mucho de la formación presencial, de la lectura, de la conversación cara a cara reposada, que implica mucha más cercanía, mucha más interacción, mucha más implicación, mucho más compromiso, mucha más interpelación personal… Y, desde luego, también es cierto que este tipo de transmisión, muchas veces, nos dicta verdades desde fuera, cuando las verdades más importantes para las personas son verdades que tienen que florecer dentro. Decía Consuelo Martín, que fue catedrática de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, que no valen las mismas instrucciones para todos y que cada persona tiene que encontrar su modo de ser congruente, consecuente con su verdad interior. Por lo tanto, esto no es algo… Esto no es un «fast food», esto no es un «take away», sino que es de cocción lenta y personalizada. Y mucho de lo que corre por redes, a través de «influencers» y demás, tiene todas estas contrapartidas y algunas más.

15:32
Tatiana Lara. Eva, soy madre de una niña de 14 años y, como todos los padres, tengo ese miedo de traspasar mis problemas emocionales a ella. Me encantaría que nos dieras un consejo de cómo eliminar estos miedos que entran por naturaleza para que no les afecte.

15:53
Eva Bach. Decía Gurdjieff, el sabio armenio: «¿Quieres ayudar a tus hijos? Pues trabaja en ti». Lo que los padres y madres hacemos con nuestro propio mundo emocional es más poderoso que lo que hacemos con las emociones de nuestros hijos. Entonces, ¿qué necesitamos para no traspasarles nuestras carencias, nuestros miedos, nuestras dificultades emocionales? Lo primero es consciencia. La consciencia siempre es un bálsamo y una luz muy poderosa que nos ayuda a darnos cuenta cuando estamos alteradas, cuando estamos superadas… De hecho, hay una gran diferencia entre tener una emoción y que la emoción nos tenga, nos secuestre. Y esa diferencia la marca la consciencia y la honestidad de reconocer aquello que son límites, que son dificultades nuestras. Cuando esto nos ocurre, cuando nos damos cuenta, podemos recurrir a una técnica que es universal, que sirve para muchas emociones: la técnica del semáforo. Cuando nos notamos sobrepasadas emocionalmente, pues luz roja, párate. No es el momento de decidir, de comunicar, de sacar todo lo que estás sintiendo… Para nada, párate. Date un tiempo en ámbar para buscar alguna herramienta, algún espacio, algún recurso que te ayude a calmarte… Puede ser decirte: calma, calma, calma, calma… Como si fuera un mantra.

17:27
Eva Bachj. Puede ser respirar, pueden ser muchas más. Cuando te has calmado, cuando estás en disposición ya de volver a atender a tu hija de una forma serena, de una forma empática, de una forma asertiva… Entonces, ya te puedes volver a dar la luz verde para actuar. También, para niños muy pequeños, se puede utilizar la misma técnica, pero en este caso, la técnica de la tortuga, que es lo mismo, pero nos metemos dentro del caparazón para relajarnos, para tranquilizarnos… Entonces, les enseñamos a ellos, con esa técnica de la tortuga, la del semáforo. Otra cosa importante es revisar nuestros estilos emocionales. ¿Qué estilos emocionales estamos utilizando con nuestros hijos? Porque hay varios estilos emocionales que son insanos, que son desvirtuados, que no son empáticos… Por ejemplo, los estilos que niegan o ignoran las emociones o determinadas emociones. Por ejemplo, no se hablan. Hay emociones que no se hablan, que no se nombran. No vamos a hablar de la tristeza porque nos vamos a poner todos tristes. A lo mejor a mí me cuesta la tristeza, pues no hablo de tristeza. Están los estilos emocionales también que las reprimen. Estas suelen llevar el «no» delante: no llores, no te quejes, no te enfades, no te preocupes, no tengas miedo… Como si, con un «no» delante, la emoción desapareciera. Luego, están también los estilos emocionales que se hacen adictos a una emoción y aquella la aceptan, pero cualquier otra no. Por ejemplo, pueden aceptar la tristeza, pero no la rabia. O la rabia, pero no la tristeza. O siempre la alegría.

19:14
Eva Bach. Aquí tenemos que estar siempre todos contentos. Por tanto, están dejando una parte emocional sin atender. Están también los que quieren cambiar las emociones al instante por otra: «Estás triste, alégrate. Estás desanimada, anímate. Estás enfadada, cálmate, tranquilízate…», que a veces la persona se altera más aún. «Tienes miedo, confía». Esto no es así de automático. Están los estilos, lógicamente, que hacen chantaje emocional. «Mira qué mal estoy, qué triste estoy por tu culpa». Esto es terrible. Son estilos que no ayudan a crecer sanamente. Por tanto, si queremos no traspasar a nuestros hijos nuestros miedos y nuestras limitaciones, tenemos que ser conscientes de todo ello y tenemos que evitar, sobre todo, tres cosas, que son la sobreprotección emocional… Si no les dejamos experimentar malestares para que no lo pasen mal, tampoco les vamos a poder ayudar a desarrollar herramientas para enfrentarse a la tristeza o a las situaciones difíciles que la vida les depare, porque se las va a deparar seguro. Otra cosa que tenemos que evitar es la desprotección emocional, que es lo contrario: dejarles solos ante aquello que es superior a su capacidad de comprensión o a sus recursos o a veces ponerles dificultades emocionales extras para hacerles fuertes. Que eso no hace falta… Con las que trae la vida, vamos sobraditos.

20:47
Eva Bach. O sea, yo nunca me he puesto a planificar dificultades para mis hijos o para mis alumnos. Simplemente, afrontar las que la vida trae. Y luego, también hay que evitar lo tercero: la desconexión emocional, que, en este sentido, como padres y como madres, son esas sutilezas que desatendemos, son esas indelicadezas que cometemos a veces, incluso con buena intención, pero que hieren. Y que, reiterado, si esto se hace reiteradamente, puede ser tan perjudicial como algo puntual, virulento o agresivo. Dicho esto, para tranquilizarnos, no hay padres perfectos. Winnicott decía que los niños ni siquiera necesitan padres perfectos, necesitan padres y madres «just OK», suficientemente buenos, porque no existen perfectos. Carles Capdevila decía que sería muy raro que algún día hubiera un padre perfecto o una madre perfecta, y fueras tú.

21:49
Tatiana Lara. Eva, las nuevas generaciones, las de hoy en día, está claro que se expresan mucho mejor que nosotros. Cuando están tristes, lo dicen. Cuando están alegres, cuando están entusiasmados, emocionados… Afortunadamente, es una realidad. Pero ¿qué podemos hacer nosotros para mantener esa situación?

22:09
Eva Bach. A mí me gusta hablar de una imagen que resume muy bien lo que es la educación emocional de nuestros hijos y que nos ayuda a ayudarles. Es la imagen de un corazón. A mí me gusta representar la educación emocional con un corazón con ojos, oídos y boca. ¿Por qué? Porque para mí educación emocional es ponerle ojos, oídos y boca al corazón para poder ver, para poder escuchar, para poder expresar lo que nos sucede por dentro y ayudar también a nuestros hijos a que lo expresen y poder ver también qué les está sucediendo a otras personas. Ojos para poder ver, mirar lo que hay detrás de sus conductas, que a veces pueden ser inadecuadas, pero puede que obedezcan a sentimientos, a deseos, a necesidades que son legítimas y que no saben expresar adecuadamente. Si las sabemos ver, les sabremos ayudar a encontrar formas positivas y adaptadas de expresar esos sentimientos y esas necesidades. Oídos para escuchar más allá de lo que nos dicen, también lo que no nos dicen. Y boca para que nuestras palabras salgan de nuestro corazón y lleguen al suyo. Esta imagen también nos sirve para algo que es muy importante para ayudarles: la comunicación. Una comunicación emocionalmente sana o resonante significa ponerle corazón a la mirada, a la escucha y al habla. Y es que tenemos que hablar de sentimientos con ellos y ellas desde pequeños.

25:02
Eva Bach. Me viene la historia de aquel rey que tenía un hijo y mandó llamar a un sabio a su corte para preguntarle cuándo tenía que empezar a instruir a su hijo en los grandes temas de la vida. Y el sabio le preguntó qué edad tenía su hijo. El rey le respondió: «Seis años». Y el sabio le dijo: «Pues ya vais seis años tarde, majestad». Hay que empezar desde la cuna porque aunque no entiendan las palabras, el significado semánticamente, sí captan la connotación emocional y sí captan lo que sale de nuestro corazón y eso ya llega al suyo. Y, para una buena comunicación emocional, tenemos que utilizar, desde el principio, la autoestima y la empatía. Por tanto, las dos palabras más importantes en la comunicación son «tú» y «yo», que forman un «nosotros». Por tanto, «Yo pienso… ». Esto, con adolescentes, es fundamental: «Yo pienso, ¿tú qué piensas? A mí me parece, ¿a ti qué te parece? A mí me preocupa, ¿a ti qué te preocupa? A mí me gusta, ¿a ti qué te gusta? A mí me hace sentir bien, ¿a ti qué te hace sentir bien? Yo creo que conviene, ¿tú qué crees que conviene o que te conviene?».

26:25
Tatiana Lara. Hemos visto películas maravillosas, como «Inside Out», donde se habla de las emociones, se trata el tema de gestionar las emociones en los adolescentes, en un niño… Pero es verdad que existen niños, adolescentes, adultos también, que no saben poner nombre a los sentimientos, a las emociones que ellos tienen. ¿Cómo podríamos ayudar a estas personas a ponerle nombre a lo que ellos sienten?

26:52
Eva Bach. Pues mira, películas como «Inside Out» nos han ayudado a poner nombre a emociones que son muy humanas, muy naturales, muy cotidianas… Y, desde luego, aumentar nuestro vocabulario emocional es imprescindible, porque es muy pobre. Es importante que mamás y papás conozcamos las emociones básicas universales. Esto tiene una dificultad y es que no hay acuerdo en cuáles son. Hay muchísimas clasificaciones… Yo conozco casi 30. Y, por tanto, es difícil. Mowrer habla de dos: placer y dolor. José Antonio Marina nombra 19 campos sentimentales y, entre medio, todo lo que te puedas imaginar. Sigo a Eric Berne, psiquiatra canadiense, que habla de cinco emociones básicas: amor, alegría, tristeza, rabia y miedo. Me gusta la dimensión del amor también como emoción, aunque el amor es mucho más que emoción. El amor es una metaemoción, es un metasentimiento, es un impulso vital, es una energía primordial de la vida, es un valor… Pero Norberto Levy, médico argentino, decía que cuando podemos encontrar el amor donde parece que no está, es cuando accedemos a la sabiduría de las emociones. Por tanto, está detrás su falta o su necesidad, también su presencia… Pero es cierto que tiene una dimensión emocional siempre el amor. Entonces, otra cuestión, otra premisa esencial para educar emocionalmente bien a nuestros hijos e hijas es que sepan que todas las emociones son legítimas.

28:42
Eva Bach. Lo que puede no ser legítimo es lo que hacemos con ellas. Podemos sentir cualquier cosa, tenemos derecho a sentir cualquier cosa. No tenemos derecho a hacer cualquier cosa con lo que sentimos. Tenemos derecho a enfadarnos, tenemos el deber de aprender a canalizar, a transformar, a expresar nuestro enfado de forma que no dañe ni nos dañe. Otra cuestión fundamental: todas las emociones son necesarias. Todas. Lo que ocurre es que tenemos que ayudarles a expresarlas en su medida suficiente. La clave en salud emocional es la palabra «suficiente»: ni exceso ni carencia de ninguna emoción. Hay un aforismo precioso, anónimo, que lo refleja de una forma muy bonita. Dice así: «Ten la suficiente felicidad que te haga dulce, los suficientes tropiezos que te hagan fuerte, la suficiente tristeza que te haga humano y la suficiente esperanza que te haga feliz».

29:51
Tatiana Lara. Desde pequeños, nos han enseñado, por lo menos a mi generación, a nosotros, a estar siempre al pie del cañón, a no llorar por tonterías, a ser fuertes, a estar ahí arriba, te sintieras como te sintieses… Pero es verdad que todas esas formas de enseñar, de decirnos, se han quedado completamente obsoletas. Y a mí me gustaría que nos dijeras cómo podemos trabajar nuestra propia resiliencia en este aspecto en el que nos enseñaron de una forma, bueno, pues…

30:26
Eva Bach. No sana.

30:27
Tatiana Lara. No sana. Cuéntame.

30:29
Eva Bach. Pues hay una metáfora que se utiliza mucho para explicar qué es la resiliencia, que tiene que ver con tres elementos, el huevo, la zanahoria y el café, cuando están sometidos a una fuerte presión, como la del agua hirviendo. Entonces, ¿qué le ocurre a la zanahoria cuando hierve mucho rato? Pues que se ablanda. Y si la dejas hirviendo, se deshace. ¿Qué le ocurre al huevo? Que se endurece. Y si lo dejas mucho rato y se va el agua, explota. A nosotros nos enseñaron a ser huevo. Fuertes, como tú decías. ¿Y qué le ocurre al café? Pues que tiñe el agua, transforma el agua, suelta su aroma, su esencia… Entonces, nos dicen: «Hoy en día, ser resiliente significa ser café». Pero cuidado, porque no podemos ser siempre café. Si queremos ser siempre café también, el café se quema si lo dejas mucho, mucho, mucho rato también. Por lo tanto, si queremos sacar siempre, dar lo mejor, siempre estar ahí arriba, siempre estar fuerte… Ahora en versión café, antes en versión huevo. Nos va a ocurrir lo mismo. Y es cierto, a muchos nos educaron para ser huevo… A mí me educaron para ser huevo. Luego, me deshice como una zanahoria. Yo digo: «Si no nos tomamos nuestros momentos zanahoria y nuestros momentos huevo, que a veces hay que sobreponerse, otras veces hay que quedarse con la pena, con el dolor y transitar por aquello, vamos a ser café descafeinado o aguachirri».

32:05
Eva Bach. Gabor Maté, médico canadiense, dice que la huida de la vulnerabilidad es una huida del yo, que intercepta, inhibe la maduración. Es decir, que sin vulnerabilidad emocional, por tanto, sin momentos zanahoria y sin momentos huevo, no hay crecimiento, no hay madurez. Nuestra capacidad de resiliencia, si es real, si no es fachada, dice él, nace de la vulnerabilidad. ¿Y qué es la vulnerabilidad? La vulnerabilidad significa, etimológicamente, «capacidad de ser heridos». Todas las personas podemos ser heridas. Y más los niños, niñas y adolescentes, que no han podido desarrollar los mecanismos de defensa, que se supone que sí que deberíamos poder desarrollar los adultos. Pero también, aunque tengamos mecanismos de protección, también nosotros podemos ser heridos. Entonces, la vulnerabilidad es una cualidad humana inevitable que hay que poder abrazar y poder aceptar, porque no siempre vamos a poder sentir lo que queremos sentir, no siempre vamos a poder escoger lo que queremos sentir, no siempre que la vida nos da limones, vamos a poder hacer limonada… A veces, no la podremos hacer de inmediato, otras veces igual nos sabe amarga esa limonada, otras veces igual no la podremos hacer… Quizás habrá ocasiones en que lo que tendremos que hacer será aprender a sobrellevar esos limones que nos ha dado la vida sin que nos pesen mucho ni nos amarguen mucho. Por tanto, la frase: «Cuando la vida te dé limones, haz limonada». Cuidado, cuidado, porque no siempre, ni inmediato, ni va a poder ser. A veces, no nos va a quedar más remedio que decir que sí a aquello que sentimos, aunque nos resulte ingrato, aunque no queramos sentirlo, aunque sepamos que sería mejor sentir otra cosa y querríamos sentir otra cosa… Pero el hecho de decir: «Mira, no sé sentir otra cosa. Por más que quiera, no soy capaz y cuánto me gustaría sentirlo, pero, de momento, no lo consigo». Cuando somos capaces de este acto de humildad y de honestidad, algo se calma, algo profundo se calma y empieza a remitir eso que no queríamos sentir en alguna medida.

34:44
Tatiana Lara. ¿Crees que preguntar «¿Cómo te sientes?» al otro es más que suficiente o debemos preguntar de otra manera? Si es así, ¿cuál sería o de qué manera debemos preguntar?

34:57
Eva Bach. Preguntar «¿Cómo te sientes?» se ha convertido en una especie de moda desde que sabemos que las emociones son importantes. Es como si preguntándolo, ya tenemos la sensación de que estamos atendiendo las emociones, pero esto no siempre es así. Preguntar «¿Cómo te sientes?» a veces puede incluso ser contraproducente. Hemos pasado de preguntarle a nuestros hijos «¿Qué has hecho hoy en el cole?», cada día, «¿Qué has hecho hoy? », a preguntar «¿Cómo te sientes? ¿Cómo estás hoy?». Puede ser igual de cansino. Si se convierte en un formulismo, acaba robotizando las relaciones y acaba siendo un interrogatorio. Entonces, en muchos foros y jornadas, se ha puesto de moda preguntar al público que valoren con una palabra su estado emocional o que lo puntúen del cero al diez, por ejemplo. Nos ayuda a tomar conciencia de las emociones y, en este sentido, es bueno. Pero fíjate, si no se da el contexto adecuado, si no hay suficiente confianza y consentimiento, si, por ejemplo, no hay un ambiente proclive, pues al final esto se puede vivir como una intromisión, como una intimidación. Por tanto, interesarnos por cómo se sienten nuestros hijos, las personas de nuestro alrededor, es indispensable para proteger y cuidar su crecimiento y su salud emocional.

36:25
Eva Bach. Sin embargo, el mero hecho de preguntar «¿Cómo te sientes?» no garantiza que lo estemos haciendo. Hay dos formas de educación emocional: la curricular y la relacional. La curricular es la que tiene que ver con programas, actividades, preguntas como el «¿Cómo te sientes?», que se formulan en unos momentos determinados. Tiene que ver con colorear emociones, ponerles nombre, poner emoticonos, etc. Es la que se hace con propuestas, dinámicas, maletas didácticas, en unos horarios prefijados y evidentemente de una forma estructurada, intencionada, formal… Luego hay otra educación emocional, que es la relacional, que esta se hace todo el tiempo. Se hace todo el tiempo porque se hace por modelaje, por ósmosis, por contagio emocional de nuestros adultos de referencia… Entonces, nosotros, nuestras generaciones, quizás la tuya, la mía, no hemos recibido educación emocional curricular… Seguro que más de 30 y algo, 40 para arriba, no la hemos recibido. Sin embargo, todos hemos recibido educación emocional o transmisión emocional por parte de la familia y de la escuela. ¿Por qué? Porque la transmisión emocional más poderosa, la más potente, es la que se hace a través de los vínculos, de las relaciones, de la comunicación, de las actitudes y de las emociones que irradiamos y que contagiamos. Por tanto, esto no va de interrogatorios, de preguntas, de actividades, sino que esto va, sobre todo, de hacerles sentir a nuestros hijos que nos importa su sentir, que estamos dispuestos a acompañarlos, a ayudarles y a escucharlos. Y va, por tanto, de presencia amorosa, de presencia serena y de presencia acogedora. Si queremos hacer preguntas, en lugar de un «¿Cómo te sientes?» cada día, pues preguntemos: «¿Seguro que estás bien? ¿Estás bien? ¿Te pasa algo, cariño?» cuando vemos que algo no está en orden. «Recuerda que estoy siempre aquí para ti».

38:47
Tatiana Lara. La tasa de depresión juvenil ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Y a mí me gustaría saber qué crees que ha fallado, a nivel social, para que esto esté ocurriendo.

39:03
Eva Bach. Esta es una pregunta compleja. Te puedo nombrar algunas razones… Creo que son muchas. Por ejemplo, por un lado, ahora se visibilizan más los problemas de salud mental. Antes estaban encerrados en el armario y eran tabú. Y al verlos más, se ponen más claramente de manifiesto. Esto por un lado. Luego hay un antes y un después respecto a la pandemia también. Porque la pandemia… No olvidemos que nos puso delante de la cara el miedo existencial más profundo que existe, que es el miedo a la muerte. Luego, se tapó. Esto se ha vuelto a silenciar, se ha vuelto a ocultar. No siempre se ha elaborado ese miedo profundo que desató. Luego, por otra parte, los adolescentes fueron mucho más perjudicados que otras etapas de crecimiento durante la pandemia, porque a todas las personas se nos interrumpió la vida, nuestra vida cotidiana y normal, pero a ellos, además, se les interrumpió su proceso psicoevolutivo, porque se quedaron sin la interacción social, por las restricciones, que es básica para dicho proceso. Hay un estudio de la Universidad de Washington que dice que se ha observado una maduración cerebral inusualmente acelerada con una reducción del grosor del córtex en los adolescentes después de la pandemia. Aunque hay que ser cautos, porque parece ser que la pandemia no es la única causa. Desde luego, hay otros factores.

40:37
Eva Bach. Tenemos una sociedad que está potenciando mucho más la productividad, los resultados y la competitividad que no lo que estamos hablando: los procesos personales, el bienestar, la humanización… Todo esto va influyendo. Luego hay un aspecto, que a mí personalmente me preocupa y en el que podemos incidir padres, madres, educadoras y educadores, que es la desconexión emocional que, a veces, tenemos nosotros de ellos y ellas y de la vida misma. Porque, a veces… No olvidemos que la adolescencia es el pleno despertar a la vida. Los adolescentes se tendrían que enamorar de la vida y de todo y muchas veces se encuentran con adultos que nos hemos desencantado, que estamos ya de vuelta, que hemos tirado la toalla… Entonces, ¿cómo conectamos ahí? Sus miedos, sus ilusiones se van a quedar encerrados dentro. Con Montse Jiménez, profesora de secundaria, realizamos una investigación con 1.500 chicos y chicas de varias comunidades españolas, entre 12 y 20 años. Una de las preguntas que les hicimos fue: «¿Qué no te gusta de tus personas adultas de referencia?». Eran preguntas abiertas y luego nosotras las categorizamos. Un 33 % nos decía que no les gustaba que nos faltase empatía. Un 26 % nos decía que somos intransigentes, rígidos. Y un 20 % decía, textualmente, porque eso no lo categorizamos, eran palabras suyas, que nos ven rayados, estresados y amargados.

42:14
Eva Bach. Entonces, nosotras decíamos: «¿Qué autoridad, qué fuerza y poder tenemos para educar con cara de rayados, estresados y amargados?». Es como decirles: «Haz lo que yo te diga y así vas a terminar con mi cara». Entonces, a mí esto me sugiere la siguiente reflexión: «Los adolescentes necesitan adultos que sean referentes buenos, de buenos valores, pero también atractivos». ¿Qué quiero decir con esto? Pues que esos valores los encarnemos de una forma bonita, agradable, que enganche, que les despierte interés, pasión… Que lo que nosotros digamos sobre ellos, sobre la vida, lo que les transmita nuestra mirada, nuestras palabras, nuestra propia vida sea algo vitalmente bello y que, como digo, tenga atractivo. Porque si somos referentes buenos, pero no somos atractivos, se van a ir a buscar otros referentes que sean atractivos y que tal vez no van a ser buenos, que puede ocurrir en las redes sociales y, de hecho, ocurre.

43:25
Tatiana Lara. Muchas veces nos recomiendan meditación para mantener, trabajar y mejorar nuestras emociones. ¿Tú recomiendas esto en tu caja de herramientas emocional?

43:39
Eva Bach. Pues sí, en mi caja de herramientas emocional están la meditación y el «mindfulness» como dos poderosísimas e imprescindibles herramientas. De hecho, está demostrado científicamente el poder que tienen para el bienestar emocional y para la salud emocional estas dos herramientas, ya que «mindfulness» también surge a partir de la meditación. Sabemos que son buenas para la introspección, para la conexión con uno mismo, para detener los bucles mentales, para distender, para aumentar la concentración, la atención… Por supuesto, son dos herramientas muy buenas y son más buenas si las utilizamos no como herramientas puntuales, sino como filosofía de vida, como estilo de vida, como actitudes. Sin embargo, no podemos reducir las herramientas emocionales a estas dos, porque no hay una herramienta emocional que sirva para todas las personas, para todas las emociones y para todas las situaciones. Del mismo modo que no hay un medicamento que lo cure todo. Por tanto, ¿qué necesitamos? Conocer y experimentar diversos tipos de herramientas, que hay muchas, y escoger aquellas que vemos que nos funcionan. ¿Cómo vemos que nos funcionan? Pues porque nos alivian, porque nos sacan del bucle mental, porque nos permiten seguir funcionando con normalidad, con empatía, con asertividad…

45:14
Eva Bach. La clave es crear nuestro propio «kit» o caja de herramientas emocional. Y más importante que las herramientas es cómo las utilizamos. Porque podemos tener herramientas muy buenas, muy potentes, como la meditación, y, sin embargo, vivir en una huida de uno mismo, en un autoengaño. Había una compañera que me contó una vez: «Tengo una compañera de trabajo que hace yoga y no se le nota». Entonces, a veces podemos utilizar herramientas tan potentes como el yoga, pero lo hacemos para huir de nosotros. Las herramientas nunca deberían ser analgésicos emocionales, que nos adormecen las emociones, sino que tendrían que ser recursos que nos ayudan a conectar con nosotros, a conectar con nuestras emociones y a conocernos y comprendernos a través de ellas. También tenemos que tener muy presente que las herramientas emocionales, el crecimiento emocional y la educación emocional no nos van a salvar del dolor emocional. Lo vamos a seguir experimentando. De lo que sí pueden salvarnos es del trastorno mental, de que esas emociones deriven en patología, pero no que experimentemos emociones ingratas. Las herramientas emocionales son buenas cuando nos ayudan a transitar por las cuatro fases imprescindibles del proceso de la vivencia emocional, que son… La primera: conectar con nuestras emociones, atenderlas, escucharlas, legitimarlas…

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Eva Bach. La segunda fase: expresar nuestras emociones. Por tanto, identificarlas, reconocerlas, nombrarlas… La tercera fase: calmar nuestras emociones, regularlas, modularlas, contenerlas, aliviarlas… ¿Qué ocurre? Que muchas veces aquí nos quedamos, pensamos que la educación emocional se termina cuando hemos calmado una emoción. Nos perdemos lo más bueno y lo más enriquecedor, que es la cuarta fase, que es la fase en que tratamos de integrar, comprender, descifrar las emociones, conocernos, construirnos a través de ellas, escuchar los mensajes que nos traen, ver qué necesidades nos están diciendo que tenemos que atender y no estamos atendiendo, qué tenemos que comprender que no estamos comprendiendo o qué tenemos que aceptar que no estamos aceptando, porque la aceptación a veces también es una forma de integración o de transformación de la emoción. Voy a poner algunos ejemplos de herramientas emocionales y me voy a centrar básicamente en aquellos que nos podemos autoaplicar o que podemos ayudar de una manera fácil a nuestros hijos, hijas y alumnos a aplicarse. Entonces, por ejemplo, para nombrar otras distintas de las habituales, las verbales son muy comunes y hay muchos tipos, vamos a centrarnos, por ejemplo, en herramientas corporales.

48:29
Eva Bach. Están las herramientas corporales… Hay algunas muy sencillitas, como puede ser un automasaje: un pequeño masaje en una zona del cuerpo que, con unos conocimientos mínimos, podemos dárnoslos o dárselos a nuestros hijos, y que, a veces, deshace o distiende tensiones emocionales que están localizadas en partes muy concretas del cuerpo. Otro tipo de herramientas que tienen que ver con el cuerpo son las que hacen referencia a la expresión y al movimiento corporal. Por ejemplo, a la danza. Para la rabia, nos puede venir muy bien la descarga corporal a través de una danza tribal con percusión, que nos conecta con los instintos, con lo primario, que es de donde surge la rabia, y eso nos puede ayudar a vaciar rabia. Estarían también las herramientas artísticas. Por ejemplo, dibujar el puzle de nuestras emociones en este momento, darles una medida, una forma, unos colores y ver qué composición queda. Nos va a decir algo nuestro. Hacer garabatos para descargar la rabia a un niño o a una niña que sea más pequeño. Y luego, cuando termina, tirar ese papel, desprendiéndose de esa rabia, que ya nos enlaza con los rituales… Los rituales que tendrían que ver con desprenderme de algo que necesito sacar de mí o, a lo mejor, plantar algo que necesito cultivar o crear en mí. Luego estarían también las catarsis, que es expresar una emoción en su forma natural, que también se puede hacer en muchos contextos y en contextos protegidos por supuesto. Pues pegarme un hartón de llorar. Y luego estarían también herramientas muy potentes, como la música. Hay melodías, hay canciones que nos vienen muy bien para la relajación, para calmar la ansiedad. Tenemos que saber escoger las que nos vienen bien. Normalmente, las que funcionan son las que tienen no más de 60 «beats» por minuto, que son las que se asemejan a las ondas alfa del cerebro, que son las que tienen que ver con los estados de relajación. Y luego, no me puedo dejar la respiración, que es la herramienta de las herramientas. Es el elixir de la vida. Y, por ejemplo, podemos comenzar con algo tan sencillo como: cuando inspiro, soy consciente de mi enfado, por ejemplo, y, cuando expiro, suelto un poquito de ese enfado.

51:09
Tatiana Lara. Dices, Eva, que la educación emocional debe centrarse más en la salud que en la felicidad. ¿Podrías contarme esto con algún ejemplo también, porfa?

51:21
Eva Bach. Queremos ser felices y queremos que nuestros hijos sean felices. ¿Quién no? Ya lo dijo Platón. Efectivamente, ¿quién no desea ser feliz? Lo que pasa es que… Cuidado, porque hay felicidades que son insanas, hay felicidades que están desenfocadas, hay felicidades que son utópicas y que nos pueden arrojar a una gran infelicidad. Por eso, me gusta decir que, más que a la felicidad, a mí me gusta orientar la educación, y la educación emocional en particular, a la salud. Porque tenemos que poder seguir encaminándonos hacia la salud cuando la felicidad se pone cuesta arriba o cuando la felicidad se hace añicos, que esto a veces pasa en la vida. Los romanos tenían dos palabras para hablar de felicidad: «felicitas», que se refería a la prosperidad material, y «beatitudo», que se refería a hacer el bien y dar alegría a los otros. Nuestra sociedad a veces quiere fomentar la «felicitas»: los logros, las metas, los éxitos… Cuando la felicidad, desde un punto de vista filosófico, desde un punto de vista incluso etimológico, bien entendida, significa la persona fecunda, que da fruto, que cultiva la virtud y que la pone al servicio de una vida buena para ella y para su entorno.

52:56
Eva Bach. Por lo tanto, relacionado con la educación, tendríamos que fomentar que la persona se construya… Lo que serían los fines inmanentes y, por tanto, de fruto. Y que la persona ponga esto al servicio de la sociedad y del mundo, al servicio de un mundo más humano, que son los fines trascendentes de la educación. Hace unos años, escribí cuál es el propósito que me ha movido al educar a mis hijos y que me sigue moviendo en la educación. Y sería: «No te educo para que poseas, para que alcances, para que llegues a no sé dónde, sino que te educo para que saborees aquello que hagas. No te educo para que te mueva una meta externa, porque tu vida será mucho más bonita si te mueve un fuego interno. No te educo para que busques lo que brilla por fuera, sino lo que te haga brillar por dentro. No te educo para que destaques, para que sobresalgas, te educo para que estés conectado con tu propósito, con tu esencia, para que tengas una vida bonita y puedas hacer algo bello y bonito para la vida y con tu vida».

54:14
Tatiana Lara. Qué bonito. Para terminar, Eva, ¿qué mensaje de acompañamiento y de esperanza darías a todas aquellas personas que se dedican a la enseñanza y a todas esas personas que quieren enseñar y aportar algo más?

54:31
Eva Bach. Pues mira, Tatiana, yo pienso que la esperanza está, existe y creo que se siembra en la infancia y se halla en la mirada amorosa adulta a la infancia. Cada niño y cada niña es una semilla de esperanza, porque es una oportunidad de aprender a cuidar mejor del gran tesoro de la humanidad que son. Y en cada persona adulta, papá, mamá, maestro, maestra, que trata con amor, con ternura, con delicadeza y con sensibilidad a un niño o a una niña, pues florece y renace la esperanza de una sociedad emocionalmente más madura y de un mundo más humano. Nuestro principal cometido, en este tema que hemos estado hablando, es atender y entender nuestro corazón para poder atender y entender el de los niños, niñas y adolescentes. Tenemos que ser, para ellos y para ellas, faro y puerto. Faro significa luz. El faro tiene luz propia, invita sin exigir, está siempre ahí e ilumina las noches oscuras. Nos habla de dónde empiezan determinados límites, confines, nos sitúa, nos da seguridad… Hoy en día, hay instrumentos de navegación mucho más modernos que un faro, pero ninguno tiene su magia.

56:06
Eva Bach. Nosotros debemos ser luz para su luz y tener esa magia. Y puerto… Puerto que es remanso. Tenemos que ser aguas calmas para acogerlos cuando regresan de sus travesías a veces agitadas y que luego puedan prepararse para la próxima travesía, descansar, que encuentren en nosotros cobijo… Y eso solo lo van a encontrar, esa luz y ese remanso, si nosotros emocionalmente estamos más o menos serenos y emprendemos esos procesos de crecimiento. Pero hemos estado hablando de educación, de educación emocional en particular, y, por eso, me gustaría terminar hablando del significado de la palabra «educar» desde el punto de vista etimológico. Educar proviene del latín y tiene dos acepciones: «educare» y «educere». «Educare» significa nutrir, alimentar, hacer crecer… Es, por tanto, un movimiento de fuera hacia adentro. Mientras que «educere» significa hacer salir, sacar a relucir y, por tanto, representa el movimiento inverso: de dentro hacia afuera. Si los juntamos los dos, educar es dar desde fuera… Darles desde fuera, desde nosotros, aquello que necesitan para que emerja, para que florezca, para que resplandezca lo de dentro, su esencia única, maravillosa, singular… Por tanto, si quiero que emerja belleza, lo que doy tiene que ser bello y si quiero educar a personas con corazón, voy a tener que poner corazón en la mirada, en la escucha, en las palabras, en la educación y en la vida.

58:11
Tatiana Lara. Eva, ha sido un placer enorme. Muchísimas gracias por estar aquí, por aportar todo lo que nos has aportado. Hemos aprendido… He aprendido muchísimo. Encantada de haberte conocido y poder hablar contigo un ratito.

58:29
Eva Bach. Tatiana, un gustazo también estar aquí contigo. Me lo has puesto muy fácil y muy bonito y estoy encantadísima yo también. Muchas gracias de corazón.