COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

¿Cómo condicionas a tu hijo?

Beatriz Cazurro

¿Cómo condicionas a tu hijo?

Beatriz Cazurro

Psicóloga infantil


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Beatriz Cazurro

“Tomar conciencia de nuestra infancia es acercarnos a nuestra historia y empezar a conocernos en un nivel más profundo”, reflexiona la psicóloga Beatriz Cazurro. Para la autora de ‘Los niños que fuimos, los padres que somos’, viajar a nuestra infancia nos permite reconocer miedos y carencias, liberarnos de falsas culpas y conectar mejor con las personas que forman parte de nuestra vida. Por ello, insiste en que entender cómo fuimos educados es clave para reconocer que eso tiene una serie de consecuencias y evitar que condicione nuestra conducta.

La experta sostiene la importancia de comprender que cada cual ha tomado las decisiones lo mejor que ha podido, y de la misma manera, tiene el derecho y la capacidad de tomar nuevas decisiones desde la libertad de su poder personal: "Reconocer nuestros miedos o carencias no es hacer una quema de brujas a nuestros padres ni a las personas que nos han cuidado. Sino, más bien, un reconocimiento” desde el agradecimiento y la toma de responsabilidad. Su terapia se apoya en técnicas de enfoque corporal como el Focusing y en recientes descubrimientos de la neurociencia que integran cabeza, cuerpo y corazón, tratando de aumentar la sensibilidad hacia la infancia y visibilizando la violencia sutil y los estereotipos que nos condicionan.

Beatriz Cazurro es psicóloga especializada en psicoterapia humanista con perspectiva de trauma, lleva más de 15 años trabajando con niños, adolescentes y adultos y ha comprobado que los síntomas que nos hacen sufrir a las personas son un lenguaje que, sabiéndolo traducir y escuchar, puede acercarnos a nosotros mismos y a aquello que necesitamos para mejorar nuestra salud mental.


Transcripción

00:20
Beatriz Cazurro. Hola a todos y a todas. Encantada de estar aquí. Me llamo Beatriz Cazurro, soy psicológica, psicoterapeuta. Llevo trabajando ya más de quince años con niños, con adolescentes y con sus familias y con adultos y adultas. Y puedo decir que tengo la suerte de trabajar en aquello en lo que siempre quise trabajar que, además, es un trabajo que me fascina y que disfruto cada día. Estudié Psicología pensando que, sobre todo, quería aprender a entender cómo funcionan las personas, cómo llegan a ser quienes son, por qué les pasa lo que les pasa y los síntomas que tienen. Y después de varios años de terapia, me di cuenta de que también, para mí, era importante entenderme a mí, que esa era una de las motivaciones principales por las cuales estudié psicología. Y, a lo largo de los años, eso ha hecho también que vaya cambiando un poco mi forma de trabajar y de ver las cosas. Cuando estudiaba, creía que lo importante eran las técnicas y que iba a aparecer una persona, un niño, una niña, un adolescente, un adulto y se iba a poner delante de mí y yo le iba a explicar lo que tenía que hacer para estar bien, como si yo fuera una fuente de sabiduría que ellos y ellas no tienen. Y con el tiempo he ido aprendiendo que no es tanto así, y que es bastante más importante la relación que se genera con los niños, las relaciones en las que crecen, las relaciones, también, como terapeutas, educadores, padres y madres con ellos a la hora de intentar ayudarles que las técnicas o los conocimientos que tengamos, muchas veces. Y quizá uno de los aprendizajes más importantes que he hecho a lo largo de los años es que los diagnósticos no definen quiénes somos, que simplemente son una colección de síntomas que nos dan un mapa, a veces, para acercarnos a las personas, pero que no dicen nada de quiénes somos, ni dicen que estemos enfermos. Simplemente explican esto, que nos hemos adaptado a entornos complicados y que esos síntomas son como la señal de que quizá necesitemos a alguien que nos escuche de una manera diferente.

02:19

Ese es el enfoque con el que trabajo ahora mismo. Una experiencia que me marcó mucho, justo después de terminar la carrera, fue que me fui a trabajar a Letonia, un país del que no tenía ni idea del idioma. Y empecé a ver cómo había niños y niñas que no compartían lenguaje conmigo y que resulta que intentaban comunicarse más conmigo que con algunas personas que sí hablaban el idioma. Y a partir de ahí es donde se empezó a sembrar una semilla que he ido estudiando y que he ido desarrollando y que he ido comprobando a lo largo de los años en la que he visto, efectivamente, que las relaciones son muy importantes, que los comportamientos de los niños y de las niñas que a veces queremos cambiar no son más que una manera de explicarnos el contexto en el que están viviendo y algún malestar que a veces ellos están teniendo. Y ahora me enfoco, sobre todo, en trabajar con apego, con trauma, con relaciones y a ayudar a niños y adultos a valorar la forma en que han tenido que adaptarse a sus vidas, a entender los síntomas que tienen, o los comportamientos que a veces queremos cambiar, como una señal de que se han adaptado de manera muy valiosa a un entorno que, quizá, no era el mejor, en el que quizá no había suficiente conexión. Y eso es lo que me gustaría transmitiros hoy aquí, también. Aumentar un poco esa sensibilidad hacia la infancia y poder ayudar, como adultos, de la mejor manera posible, a que ellos estén en equilibrio.

03:44
Mónica. Hola, Beatriz. Mi nombre es Mónica, tengo 19 años y estoy estudiando para ser educadora infantil y te quería preguntar sobre tu libro. En él dices que los adultos y los padres o madres que seremos en el futuro dependen de la infancia que tenemos. ¿A qué te refieres con eso?

04:02
Beatriz Cazurro. Fíjate, yo creo que hay una parte bastante evidente para casi todos los que sean padres o madres. Seguramente se hayan encontrado en la situación de decir: «Estoy hablando exactamente igual que mi madre», incluso en situaciones en las que quizá no nos gustaba lo que estaban haciendo. Como que tenemos consciencia de que hay cosas que nos gustaría hacer diferentes y no nos sale. Esto tiene un sentido, porque aprendemos a ser padres siendo hijos. Tenemos un modelo todo el rato de lo que es ser un padre o ser una madre o unas figuras de cuidado, dependiendo de quién nos haya cuidado. Pero bueno, hablando en general, voy a hablar de madres y padres. Y eso es lo que hemos normalizado. Si nos trataban con cariño, nos va a salir con mucha más facilidad tratar con cariño. Si nos gritaban, nos va a ser mucho más fácil que nos salga gritar. Esto, muchas veces, genera mucho sufrimiento porque hay madres, padres o profes que dicen: «Yo no quiero hacer esto, y aun así lo hago. Yo no quiero gritar, y aun así me salen gritos. No sé qué me pasa». Y aquí sí que me parece importante poder explicar que la forma en que nos tratan desde pequeños nuestras figuras de referencia durante los primeros años, lo que hacen es que configuran un poco la arquitectura de nuestro cerebro y de nuestro sistema nervioso. Que el cerebro viene determinado genéticamente cómo se va a desarrollar, pero el ambiente afecta a cómo se desarrolla. Y el ambiente más directo son las relaciones con nuestros padres y nuestras madres. Entonces diferentes áreas del cerebro, la sustancia gris… hay más o menos sustancia gris en diferentes áreas del cerebro, depende de cómo nos traten. Si las necesidades de los niños y las niñas no son atendidas, la conectividad entre diferentes áreas puede ser diferente, puede haber áreas que estén hiperconectadas o áreas que estén hipoconectadas.

05:46

El sistema nervioso autónomo va a tener un funcionamiento automático para poder protegernos y adaptarnos a las situaciones que vivimos y eso, evidentemente, luego lo llevamos en nuestra vida, en nuestras relaciones también cuando somos padres, madres o educadores o educadoras. Entonces, dependiendo de estas relaciones, nuestro cerebro se va a configurar de una manera, vamos a ver el mundo de una manera determinada, nos vamos a relacionar con el mundo de una manera determinada, y eso va a ocurrir, también, con los niños. Por eso digo que no es solo el modelo que tenemos, sino toda una configuración neurofisiológica que se ha ido creando a raíz de las relaciones que tenemos, y que nos va a afectar en nuestra manera de procesar la información, de creer en nosotros, en el mundo, en los demás… Afecta en muchísimos niveles.

06:23
Ángela. Hola, Beatriz. Yo soy Ángela, tengo 20 años y estoy estudiando para Magisterio de primaria. Te he escuchado hablar sobre que tenemos que volver a nuestra infancia para entender cómo somos y reconstruirnos y quería saber cómo lo podemos hacer sin distorsionar ese recuerdo.

06:32
Beatriz Cazurro. Yo creo que es importante que entendamos que nosotros no elegimos distorsionar los recuerdos porque sí. A ver si me explico: generalmente, cuando hablamos de recuerdos, hablamos de memoria episódica. O sea, estos recuerdos que son como escenas de series de televisión: el día que fui a la playa y me caí y lloré y me comprasteis un helado. Estos recuerdos que tenemos más claros. Pero ese tipo de memoria no empieza a aparecer hasta, aproximadamente, los tres años, también con la aparición del lenguaje. Y eso no significa que antes de los tres años no recordemos nada, lo que pasa es que lo que recordamos es a nivel corporal. Tenemos una memoria corporal. Entonces, tenemos diferentes sistemas de memoria que van codificando lo que nos va pasando de forma paralela, y que muchas veces, dependiendo del entorno en el que vivamos, van a su bola, como que no se comunican. Entonces nos encontramos con personas que dicen que han tenido una infancia muy feliz, y lo que recupera la memoria episódica son palizas. O tenemos personas que dicen que tienen muy buena relación con sus padres y la memoria corporal lo que siente es mucho rechazo. Hay muchos casos de madres y padres que tienen niños y en cuanto tienen un bebé dicen: «Yo me llevaba muy bien con mi madre, y ahora mi madre viene a casa y no la soporto y no sé qué pasa. Pero si teníamos muy buena relación, ¿qué es lo que ha ocurrido?». Entonces, cuando nadie nos ayuda a que estas diferentes memorias se integren, ayudar a comunicarlas cuando nadie nos escucha a esos diferentes niveles, cuando nadie nombra todas estas sensaciones corporales, nos ayuda a narrar nuestros recuerdos en orden, cuando nadie nos ayuda a poner conciencia sobre cómo vamos funcionando, estos sistemas de memoria hacen lo que pueden. Y a veces van descoordinados.

08:41

Mi trabajo, por ejemplo, cuando estoy con padres o con madres o con maestros, que no saben muy bien qué les pasa con los niños y con las niñas, se trata de ver esto: qué ha codificado tu memoria episódica, qué ha codificado tu memoria sensorial, qué ha codificado tu memoria procedimental en tu manera de funcionar, de relacionarte con los demás, a qué reaccionas, qué es lo que te da miedo… todo ese tipo de cosas, y coger esas piezas y hacer un puzle a medida de la persona que está enfrente, sobre todo para poder integrar la historia que tenemos, poder saber un poco lo que nos ha pasado y poder separarlo de las necesidades de los niños. Si yo tengo una sensación de rechazo muy grande, como el ejemplo que decía antes, cuando un niño está llorando, y yo sé con la cabeza que no tiene nada de malo que esté llorando, si no entiendo muy bien por qué me pasa eso, muchas veces empieza la culpa, empieza la vergüenza, y: «¿Tengo algo malo», y: «¿Por qué reacciono así?». Y cuando entendemos un poco de dónde viene y lo podemos integrar y podemos expresar el impacto que tuvo para nosotros que nos rechazaran, por ejemplo, que nos rechazaran el llanto, podemos separar nuestra historia de la de los niños y los podemos ver por quienes son y les podemos tratar de la manera que necesitan. Entonces, no se trata de no distorsionar los recuerdos, los recuerdos se han codificado como se han podido codificar, sino de coger las diferentes piezas del puzle y hacer el puzle de la vida que verdaderamente hemos vivido y poder encajar y ver las incoherencias, las codificaciones que a veces han sido opuestas y poder cuestionarlas con apertura para poder hacer el puzle y poder expresar las cosas que se han quedado sin expresar, muchas veces.

10:21
Nuria. Hola, Beatriz, mi nombre es Nuria. Verás, yo creo que, en los últimos años, sobre todo, tenemos una visión muy idílica de las familias. Todo son alegrías, todo son sonrisas, diversión, salen juguetes educativos por todos lados… ¿Qué podemos hacer las familias de a pie para no sentir esa presión de «la familia perfecta»?

10:41
Beatriz Cazurro. Yo creo que, para empezar, la información siempre es poder. Y poder conocer un poco más sobre desarrollo de los niños y niñas normal ayuda: entender que los niños se mueven, ensucian, saltan, desordenan y que eso es una parte natural de la infancia. Además, hablabas de las redes sociales. En las redes sociales se suele mostrar la parte más bonita, pero la maternidad y la paternidad no solo vienen con cosas bonitas. Yo creo que cada vez empezamos a hablar con un poco más de naturalidad de lo que significa ser madre y ser padre, pero hace falta hablar más, yo creo, aún, de las partes que son muy difíciles. Tener niños a cargo supone tener a una persona que nace absolutamente dependiente de nosotros y que esa dependencia dura muchos años, va cambiando de forma, pero dura muchos años y con una demanda brutal, constante y una responsabilidad muy grande. Entonces, el mero hecho de tener niños es tal responsabilidad que viene con cosas que no son agradables y que son difíciles. Y viene con muchas dudas, viene con muchos miedos, viene con todo esto que hablábamos, de sensaciones que se despiertan que ni siquiera sabemos por qué se despiertan, nos pone en un espejo que a veces reaccionamos de forma que no nos gusta. Todo eso también es parte de la maternidad y de la paternidad, y creo que es importante que empecemos a normalizarlo y a hablar de ello con naturalidad, y que la respuesta del exterior a quien se lo contemos no sea: «Bueno, tú te lo has buscado, no haber tenido hijos», que a veces es la respuesta que llega y no es justa, porque puede ser una decisión consciente de la que se esté absolutamente convencido y aun así viene con todas esas cosas tan complicadas. Por otro lado, creo que es importante desligarnos de esta idea de madre perfecta. E iba a decir de padre perfecto, pero creo que es más de madre perfecta que de padre perfecto.

12:37

Aun así, entiendo que hay muchos hombres que también sienten esta presión, o que ahora están mucho más involucrados que hace años. Pero la perfección no existe. Ni siquiera es necesaria. Si supiéramos verdaderamente lo que es una relación segura y pudiéramos haber vivido relaciones seguras en la infancia, creo que tendríamos todos clarísimo que no eran perfectas. Las relaciones seguras no son perfectas. Si tú tienes una pareja que va todos los días a casa y te lleva flores, y te habla siempre con cariño, y siempre hace los planes maravillosos, y un día descubres que lo hace todo porque lo ponía en un libro, no te sientes segura. Dices: «¿Quién es esta persona?». Entonces, las relaciones seguras son con seres humanos reales, con limitaciones reales, con imperfecciones reales y con capacidad de reflexión, de conexión y de reparación, y de pedir perdón. Creo que eso también es importante, hablar de que todos tenemos limitaciones y no pasa nada. Es así, y está bien. Y para los niños no es problema que sus madres o padres no sean perfectos. A veces se habla de ser madre o ser padre como si fuera una actividad aislada del resto de la vida, y los niños llegan dentro de una vida que ya teníamos de pareja, de amigos, laboral… Y, de repente, todo eso se tiene que volver a encajar de alguna manera. Entonces, yo creo que es importante dejar de presionar porque la vida de pareja siga siendo la misma, que nos cuidemos muchísimo, que sigamos haciendo ejercicio, comer sano… Son tantísimas cosas las que se nos piden que es imposible alcanzarlo. Y es una fuente de frustración brutal, porque encajar la maternidad con el cansancio, con las crisis de pareja que supone, con las crisis con la familia de origen que supone, muchas veces, con el mundo y cómo funciona, la falta de conciliación laboral, la falta de apoyos, la falta de sostén para padres y madres… No se trata de demonizar, tampoco, lo que es ser padre o madre.

14:33

Pero sí poder nombrar la realidad, la bonita y la no tan bonita. Sobre todo, porque una vez que le damos el espacio que tiene y sabemos qué terreno estamos pisando, también es más fácil ver cuál es el siguiente paso que queremos dar para estar un poco mejor o para vivirlo de la mejor manera que podamos. Si estamos todo el rato aquí, pero queremos llegar a una meta inalcanzable vamos a estar todo el rato frustrados y las partes que sí se pueden disfrutar van a estar teñidas de una exigencia imposible que no nos lo van a permitir.

¿Cómo condicionas a tu hijo? Beatriz Cazurro
15:06
Noa. Hola, Beatriz. Mi nombre es Noa. Muchas veces, a lo largo del día, nos sentimos culpables por no poder llegar a todo y nos sentimos culpables, también, con nosotros mismos. Entonces, mi pregunta es: ¿qué podemos hacer para sobrellevar esos sentimientos?

15:23
Beatriz Cazurro. Hay algo que yo me veo repitiendo muchas veces en las sesiones de terapia, que es que no podemos no sentir lo que sentimos. Muchas veces la petición es: «¿Cómo no me siento culpable? ¿Cómo hago para no sentir la culpa?». Y yo creo que eso es otra exigencia imposible. Se trata más casi de ser conscientes de que estamos sintiendo culpa y de entender un poco lo que nos quiere decir y qué tipo de culpa, de alguna manera, estamos sintiendo. En los últimos años, además, la culpa tiene muy mala prensa. Entiendo por qué, porque, es verdad que, hablo mucho de las mujeres, pero es que creo que, en temas de maternidad, las mujeres tenemos un papel un poco diferente o unas exigencias un poco diferentes y se nos ha enseñado a sentirnos culpables prácticamente por todo. ¿No? Las madres… Es facilísimo escuchar: «Es que me voy a duchar yo sola diez minutos y me siento culpable porque el bebé no se quiere quedar conmigo». O: «Es que quiero quedar con una amiga, pero me siento culpable, pero si no voy con mi amiga me siento culpable porque estoy todo el día en casa y también quiero salir. Y si tengo relaciones sexuales, me siento culpable porque no me apetece, pero si no las tengo, también, porque mi marido se enfada». Todo eso está todo el rato, y yo creo que es importante que empecemos a cuestionar toda esta culpa que es muy pegajosa y que todo el rato es machacona, que nos está diciendo que todo el rato estamos haciendo algo mal, que somos malas madres, malos profesionales, malas parejas, malos amigos. Y no se trata de dejar de sentirla, sino de ponerla en un contexto, entender verdaderamente que hay cosas que no hacen daño y que, al contrario, son buenas para nuestro bienestar, incluso para el bienestar de nuestros hijos, y poder hacer las cosas, sentir la culpa, hacerle un huequito y decir, aun así: «Creo que me viene bien salir a dar un paseo hoy y desconectar para luego volver, estar yo bien y que también todos los demás puedan estar bien».

17:18

Pero hay otra culpa, que, para mí, es una culpa sana, que es la que nos… Es como una especie de guía de las relaciones. Si yo trasgredo tus límites, si yo te insulto, si yo te hablo mal, es normal que yo sienta un malestar. Y es normal que si yo reconozco el daño que te he hecho, yo me sienta culpable. No para machacarme, no para estar todo el día diciéndome lo horrible que he sido, sino para poder hacerme cargo. Y si yo no siento esa culpa, no me doy cuenta de que te he hecho daño, no puedo repararlo y no puedo pedirte perdón, o no puedo reflexionar para la próxima vez qué es lo que me ha pasado. Entonces, esta culpa, para mí, es muy valiosa con respecto a los niños y a las niñas, porque los adultos muchas veces les tratamos de forma desajustada, muchas veces no vemos sus necesidades. Muchas veces les tratamos mal porque, efectivamente, no llegamos a todo: queremos llegar a todo y, como no llegamos a todo, acabamos explotando con ellos. Entonces, si no somos conscientes, si no podemos notarla, no nos podemos hacer cargo. Las relaciones seguras pasan por ser relaciones en las que somos conscientes de cuando hemos hecho algo que no tocaba. Y podemos empezar, por lo menos, a tomar el camino para poder repararlo. Entonces, la culpa, creo que la vamos a sentir, otra cosa es qué tipo de culpa, qué información me está dando, y qué tipo de pasos doy yo una vez que la escucho, cómo hago para poder digerirla y seguir adelante.

18:56
Ángela. Hola, Beatriz. Soy Ángela. Nuestros hijos sacan a la luz todos nuestros miedos y nuestras necesidades de control. ¿Qué podemos hacer para no condicionarles?

19:08
Beatriz Cazurro. Creo que, primero, aceptar que les vamos a condicionar a veces, que esto nos cuesta mucho. Es otra vez la exigencia esta de no condicionarles nunca, no ponerles nada nuestro encima y no sé cuánto de fácil es. A lo mejor hay gente que puede, pero creo que lo habitual no es eso. Entonces, para empezar, aceptar esta imperfección y que a veces sí les condicionamos o a veces sí les intentamos condicionar. Al final, el control es una forma de intentar sentir lo más parecido a una seguridad interna que no tenemos. Muchas veces lo que hacemos es intentar controlar a los niños y a las niñas para nosotros quedarnos tranquilos con una serie de miedos que a veces ni siquiera sabemos que tenemos. Si yo tengo un niño pequeñito y quiere trepar un tobogán muy pequeño en el que no hay mucho peligro, pero a mí me da mucho miedo que se caiga, lo voy a agarrar y voy a intentar controlar el movimiento porque no quiero que se caiga. Ahora, es muy diferente que me dé miedo que se caiga porque yo me caí y me hice mucho daño y se me despierta todo ese miedo, porque me da vergüenza lo que puedan pensar de mí si mi hijo se cae, porque no confío en él, porque no quiero que explore y no quiero que se separe de mí y quiero que siga en mis brazos… O sea, hay diferentes miedos que pueden estar debajo de una misma forma de reaccionar. Lo que está claro es que hay un niño, en este caso, que quiere trepar, y estoy yo, que tengo mucho miedo y no le estoy dejando. Y eso le va a suponer frustración y le va a suponer la imposibilidad de enfrentarse a una situación en la que podía sentir, por ejemplo, mucha eficacia, o conocer su cuerpo, cómo funciona, y es una pérdida para ese niño. Lo suyo es poder conocer cuáles son nuestros miedos, poder separarlos.

20:53

Y, en este ejemplo concreto, incluso no es no tener miedo, es poder decir a este niño: «Mira, tú quieres trepar y yo tengo miedo. ¿Cómo gestionamos esto? Tú tienes estas necesidades, a mí me está pasando esto, tu madre tiene miedo ahora mismo. No puedo no tenerlo y a lo mejor me pongo aquí, muy cerca, ¿vale?». Y el resto, respiro. Pero para eso, para poder conocer nuestros miedos y para poder sostener nuestros miedos hay un proceso personal, que no es fácil, de poder aprender a regularnos. Y de poder aprender a tener sensaciones grandes sin actuarlas. Eso es lo que llamamos “sostener” muchas veces los adultos: notar que tengo un miedo en el cuerpo y poder respirar, y estar con él y poder gestionarlo de una manera que no sea yendo a controlar a mi hijo para yo quedarme tranquilo. Hay un proceso de conseguir seguridad interna, confianza interna, de aprender a regular nuestro sistema nervioso y eso, cuando no lo hemos tenido de pequeños, muchas veces requiere de otra persona. En mi caso, en mi trabajo, es el psicoterapeuta, pero también hay relaciones de amigos, hay relaciones de pareja, hay relaciones muy bonitas que no tienen por qué ser con un profesional que pueden ayudar a hacer esto. Cuando nosotros podemos aprender a regularnos y empezamos a poner nombre a mi miedo al abandono, mi miedo a la soledad, mi miedo a verle llorar, podemos empezar a sostenerlo y a ver qué es lo que necesita mi hijo, por un lado, que es lo que necesito yo, por otro lado, y cómo, con esto, busco una estrategia que, de alguna manera, nos esté cuidando a los dos. Si os dais cuenta es un poco como adoptar un poco nuestra infancia: voy a cuidar esto que no está cuidado de la manera que yo hubiera necesitado para poder también atender a este niño que está aquí y que tiene necesidad de separarse, de explorar, de hacer su vida y que yo, por miedo, tengo un impulso de pararlo y de controlarlo.

22:54

Y esto de volver a la infancia y de reconocer miedos o carencias no se trata de hacer una quema de brujas a nuestros padres ni a las personas que nos han cuidado. Es, más bien, un reconocimiento. Es muy tabú hablar de lo que nos pasó. Parece que es una traición a nuestros padres hablar de las cosas que no nos han sabido o que no han podido, por el motivo que sea, darnos. Y, al final, somos adultos y nos acabamos quedando solos con nuestras heridas sin poder reconocerlas por el miedo a traicionarles, a serles desleal. Entonces partimos de la base de que tanto nosotros con nuestros hijos, como ellos con nosotros han hecho lo que han podido. Esa es la base de la que partimos. Pero podemos nombrar eso y a la vez nombrar lo que nos ha pasado y la experiencia que hemos tenido nosotros, sobre todo para poder hacernos cargo y no seguir perpetuando daños que igual pueden parar. Y que podemos hacernos cargo y podemos dejar de pasar a las siguientes generaciones. Entonces creo que la respuesta, verdaderamente, es conocernos, nombrar los miedos con todas sus palabras: si es un miedo al abandono, es un miedo al abandono; y poder ser muy honestos y reconocer: «Me da tanto miedo que mi hijo crezca que no le quiero dejar crecer». Y esto suena muy feo, pero está pasando. Entonces, poder reconocerlo y poder hablarlo, y que tengamos entornos seguros donde poder decirlo y que no se nos juzgue y nos ayuden a tejer otras maneras de poder gestionar este miedo, otras relaciones que nos sostengan, que no sean las de nuestros niños para que sean ellos los que nos cuiden. Y a partir de ahí, vamos a evitar mecanismos de control, que pueden ser violencia física, puede ser abuso emocional, puede ser luz de gas… Hay muchos tipos de violencia que podemos utilizar para intentar controlar. Y la violencia siempre es dañina. Entonces, si queremos no hacer daño, la mejor forma es empezar por nosotros y hacernos cargo de lo que nos pasa al ritmo que podamos, con los apoyos que podamos ir consiguiendo.

24:55
Gabriela . Hola, Beatriz. Sabemos que la crianza no es fácil, pero ¿qué recomendarías a las familias monoparentales o a las familias que no están de acuerdo en cuanto a la educación de sus hijos?

25:07
Beatriz Cazurro. Bueno, hay una parte que yo creo que es importante, también, que hablábamos en diferentes cosas, de poder normalizar. Poder normalizar que hay diversos tipos de familia, que muchas veces se siente mucha culpa por ser una familia monoparental, o por ser una familia separada, o por ver que no se encuentran acuerdos con las parejas, que hay conflictos. Entonces, para empezar, yo creo que poder normalizar que esto existe, que esto ocurre y que es como una configuración de familia más, que es posible y que no tiene por qué ser un problema en sí mismo, hablando de las separaciones o de las familias monoparentales, porque hace unos años era un estigma, casi, ser hijo de padres separados, por ejemplo, o tener una madre soltera era estigmatizante y ahora, yo creo que ya no lo es, o no lo es tanto, es mucho más normal. Hay una parte que nos corresponde a nosotros como adultos que, por supuesto, pasa por reconocer los apoyos que tenemos, ver cuáles son las dificultades que tenemos a la hora de pedir ayuda, muchas veces, reconocer las limitaciones, ajustar lo que podemos hacer a la realidad que tenemos… Porque cuando uno se hace cargo solo de un niño, cuando es una madre soltera o dos padres separados, que están tiempo separado con un niño, los apoyos disminuyen, es una persona con los niños, y eso, a veces, es mucho más estresante. Entonces, a veces toca ajustar un poco la realidad y las expectativas de lo que podemos hacer y lo que podemos dar.

26:56

Pero creo que también hay una parte que corresponde a la sociedad y a poder entender las necesidades de estas familias y que temas como la conciliación, o las bajas, o la economía son estreses añadidos que muchas veces no tienen que ver con nuestra historia personal y lo difícil que es estar con los niños y las niñas, sino que hay familias que se separan y no pueden llegar fin de mes. Y así es muy difícil estar tranquilo para poder cuidar a los niños y a las niñas. Entonces, hay una parte estructural, yo creo, que es importante, de que las políticas se empiecen a generar entendiendo la importancia, de verdad, de cuidar a la infancia y todo lo que eso supone, que yo creo que atraviesa todas las capas, que hay que tomar medidas y que atraviesan a capas muy diferentes. Y con respecto a las familias que no se ponen de acuerdo… Hay familias en las que hay dinámicas de violencia y hay maneras diferentes de atajar esto. Porque cuando hay dinámicas de violencia de género, por ejemplo, no se trata de acuerdos, es que hay una dinámica de poder y ahí hay una persona que necesita una protección y que, a lo mejor está intentando llegar a acuerdos, pero es imposible porque la dinámica lo que trata es, justamente, de ejercer violencia contra esa mujer. Pero en las familias en las que eso no está ocurriendo y en las que no se está llegando a acuerdos, muchas veces también se trata de aceptar a la persona con la que estamos haciendo equipo y dejar de exigir mucho más de lo que pueden hacer. Es partir de la realidad en la que estamos. Entender también por qué hemos elegido a esa persona como pareja de padre, o madre, o en parejas homosexuales, da lo mismo, para criar a nuestro hijo y poder apoyar, de manera equitativa, que muchas veces no está de manera equitativa, para poder seguir caminando en un objetivo común. Entonces, yo creo que es importante poner objetivos comunes.

28:54

¿Qué queremos, el bienestar de nuestro hijo? ¿Qué queremos, que se sienta seguro? ¿Qué queremos, que aprenda equis, que sea autónomo con esto? Pues ¿qué se te da bien a ti? ¿Qué se me da mal a mí? ¿Qué apoyos necesito? ¿Qué no me sirve cuando estoy intentándolo? Cuando me pones la puntilla a esto que he hecho no perfecto, pero he hecho mejor, me saca de mis casillas y entonces me enfado y ya no lo vuelvo a intentar… Todo eso es como remar a favor y entender que el equipo de padres tampoco tiene que ser perfecto. A veces es mucho más valioso que esté de acuerdo y que lleguen a un acuerdo con un objetivo común que que cada uno vaya por su lado, creyendo lo que está bien, incluso si uno lo hace muy de libro. Porque los niños lo que viven es mucha confusión cuando no está claro el mensaje por un lado y por el otro y eso les obliga a elegir un preferido. Y esa es una experiencia muy difícil.

29:48
Inma. Hola, Beatriz. En tu libro nos planteas, como padres, ejercicios para poder educar de manera consciente. Y, aprovechando que te tenemos aquí, ¿nos puedes dar algún consejo de cómo llevarlos a cabo?

30:01
Beatriz Cazurro. Es un poco difícil, y te explico por qué. En el libro, lo que propongo son algunos ejercicios de acercamiento a nosotros, a nuestra infancia, a lo que nos ha ocurrido… Algunas preguntas para ver si recordamos cómo han sido algunos episodios o, en situaciones concretas, cómo hemos vivido determinadas cosas. Pero, por eso digo esto, hay una advertencia también, en el libro, que habla de si estos ejercicios te activan demasiado, si son demasiado difíciles, si empiezas a sentir cosas que no sabes muy bien lo que son, quizá necesites de una compañía con quien te sientas seguro para poder llevarlos a cabo porque, como os decía antes, de verdad, hay muchas sensaciones de las que no somos conscientes que a veces, cuando empezamos a indagar en nuestras infancias, empiezan a despertar y se empieza a remover y luego, hay gente a la que la deja muy removida y con mucho malestar sin saber qué hacer con eso. «Me despiertas esta sensación ¿y ahora qué hago con ella?».

30:58

Entonces, no creo que haya pautas para todo el mundo. Pero como me preguntas, para no dejarlo así en vacío, creo que una buena manera para empezar a acercarnos puede ser empezar a tomar conciencia, por ejemplo, de las etiquetas que nos ponían. Hacer un pequeño recorrido y ver un poco las etiquetas que nos ponían: si éramos malos, buenos, vagos, pesados… las etiquetas más positivas y las más negativas. Porque a veces las positivas se viven como una presión también: ser la buena, la obediente, muchas veces es una presión que deja de lado el poder ser mala y enfadarse y no hacer algo y ser rebelde y decir que no a cosas. Entonces, si empezamos a generar muy despacito, al ritmo que cada uno pueda, una presencia con nosotros mismos en la que empecemos a ver qué etiquetas nos ponían; empezar a escuchar el diálogo que tenemos dentro cuando nos hablamos, cuando tenemos un problema, cuando fallamos, cuando nos equivocamos con nuestros hijos; empezar a ver ante qué cosas reaccionamos, ante qué cosas pierdo los nervios.

32:07

Todo eso son maneras de acercarnos a nuestra historia y de empezar a conocernos en un nivel más profundo. Porque generalmente tenemos una narrativa de lo que nos pasa es: «Mira, yo soy pesada y entonces te insisto porque soy pesada», y es: «Mira, a veces insisto porque estoy muy insegura, porque tengo mucho miedo y tú no me lo dejas claro…». Entonces, si podemos empezar a describir, debajo de esas etiquetas, lo que nos pasa, lo que nos pasaba, y empezamos a hacer una narrativa de quiénes somos, con esos matices un poco diferentes, con una intención más benevolente, con una mirada un poco más compasiva, ya estamos haciendo muchísimo trabajo. Pero me gusta recalcar esto: a veces eso no es fácil, a veces ni siquiera tenemos palabras para ser amables con nosotros porque ha habido tanta crítica que no nos sale y todo lo que nos sale es: «Soy una pesada», «soy una ridícula…», todo este tipo de etiquetas. O si podemos hacerlo, la tristeza que nos inunda muchas veces por las etiquetas que nos han puesto, cuando vemos que no eran reales o vemos lo que nos han limitado o el daño que nos han hecho, necesitan del acompañamiento de alguien que sea importante para nosotros y que nos pueda sostener.

33:16
Magdalena. ¿Qué tal, Beatriz? Como madre, quería hacerte una pregunta, porque cuando nuestros hijos son pequeños, sobre todo, somos su referente, su centro. Entonces, ¿cómo crees que actuar ante ellos para transmitirles en un futuro, cuando son adultos, esa confianza e independencia que necesitan?

33:34
Beatriz Cazurro. La confianza es importantísima y es algo relacional. No es tanto una cosa que comuniquemos, digamos: «Yo creo que tú puedes», sino que es un permiso invisible que ofrecemos a los niños de que ellos van a poder ir creciendo de alguna manera. Por una parte, creo que para que los niños puedan ser autónomos, hay algo de lo que quizá no se hable tanto, que es que les permitamos primero ser dependientes. Tenemos, en general, mucha prisa porque los niños crezcan (hablo a nivel social), de que vayan cumpliendo hitos muy rápido, y nos olvidamos de que para poder explorar primero han tenido que interiorizar una seguridad y tener una base segura a la que volver cuando exploren y se equivoquen. Entonces, cuando la primera seguridad está cubierta, los niños empiezan a explorar y se empiezan a separar. Y empiezan a tener la necesidad real de empezar a irse un poquito más lejos. Y se ve muy fácil con niños de un año cuando empiezan a andar, que se van un poco y miran hacia atrás, diciendo: «¿Dónde estás?», y si se caen vienen corriendo adonde estás y, si se alejan mucho, se acercan un poco. Tienen una distancia hasta donde pueden explorar y, cuando eso es demasiado, vuelven. Entonces, poder permitir este baile entre autonomía y dependencia me parece que es muy importante, porque muchas veces se habla de autonomía como si fuera algo lineal: empiezan a ser autónomos y ya es «autonomía, autonomía, autonomía» hasta que ya crezcan y se vayan y tengan su vida y yo creo que no es así, sino que se van separando, se van acercando, se van un poco más lejos, vuelven a volver, les cuesta un poco, vuelven a ir… Y ese baile está ocurriendo y muchas veces a los padres y a las madres veo que les da mucho miedo cuando vuelven, por si están yendo hacia atrás, por si eso significa que ya no están creciendo, si tendrían que empujarles para que pudieran volver a salir al mundo… Y cuando estamos conectados, ese baile se va dando de forma más o menos orgánica.

¿Cómo condicionas a tu hijo? Beatriz Cazurro
35:30

Y también esto que te decía: la confianza es algo a veces invisible, es un permiso, es, verdaderamente, poder verlos y creer con todo el cuerpo que son capaces de algo, de dar un paso concreto. Entonces, volvemos un poco a nosotros mismos. Si yo estoy diciendo: «Venga, que tú puedes», pero mi cuerpo está diciendo: «Me muero del miedo», los niños a lo que atienden sin mucha consciencia es a cómo estamos nosotros, a cómo estamos sus figuras de referencia: «Si mi mamá me dice que yo puedo, o mi papá, pero está muerta de miedo, no es verdad, no puedo de verdad». Entonces, volvemos un poco a esto de lo que hablaba de poder ser conscientes de nuestros miedos, poder ser coherentes en la comunicación que estamos dando, poder hacernos cargo y poder experimentar en primera persona cómo es esto de sentir seguridad y cómo es esto de sentir confianza en nosotros mismos. Porque cuando lo hemos podido experimentar tenemos una referencia interna real del ritmo al que se van consiguiendo las cosas, que a veces es muy lento pero muy firme. O podemos confiar en que hay veces que no estamos preparados y no significa que no vayamos a estar preparados nunca y que si nos damos el permiso para decir «ahora no», igual el año que viene sí.

36:53

Cuando ese permiso y esa confianza interna están establecidos, se traspasa de manera mucho más fácil a los niños, porque verdaderamente confiamos en que ellos tienen la información y la sabiduría por dentro para poder ir decidiendo muchas de las cosas para las que están preparados y preparadas. Si les ayudamos a poner nombre a las sensaciones que van teniendo, y esas sensaciones están ajustadas, si les vamos ayudando a entender un poco las estrategias que van teniendo. Es: «Mira, te da mucho miedo y entonces te estás acercando». En los bebés se ve más pequeño, es: «Te da miedo y entonces te acercas solo hasta aquí. Y ahora ya no te quieres acercar más y te vas, y luego vuelves a probar». Como les vamos narrando todo esto y se van apropiando de sus procesos y de sus ritmos, ellos ya, con el tiempo, nos van diciendo: «Mira, hasta aquí», «hasta aquí no», «esto creo que sí, pero me da miedo», y empiezan a tener una narrativa para explicarnos cuánto necesitan depender todavía y cuánto necesitan separarse de nosotros. Entonces, creo que hay una parte muy importante que trata de nosotros, de nuestra confianza. Y luego, el poder transmitiros que cuando tenemos nuestra historia más o menos integrada, cuando nos hacemos cargo de nuestra vida, cuando sabemos lo que nos corresponde a nosotros y nos hacemos cargo, se genera una especie de caja de resonancia con nuestros hijos. Y a veces es cuestión de verlos y decir: «Es que yo creo de verdad que es el momento para equis. Y a lo mejor no me lo ha dicho, pero voy a ofrecerle esa oportunidad, porque creo que puede».

38:29

También es ensayo y error. A veces nos equivocamos. Pero cuando somos sensibles con nosotros y con nuestro cuerpo, esa sensibilidad sale casi sola con los niños y niñas. Por eso soy tan insistente con el tema de trabajar en nosotros, porque todo lo que nosotros hayamos experimentado en nosotros mismos lo vamos a entender con muchísima más facilidad y vamos a ser mucho más comprensivos y mucho más pacientes con los niños y niñas que tengamos a cargo.

39:00
Andrea. Hola, Beatriz, soy Andrea. Hay una cuestión que me parece muy importante, a la cual creo que no se le da la suficiente visibilidad: ¿podrías hablarnos un poco de la violencia en la infancia?

39:10
Beatriz Cazurro. Pues estoy de acuerdo contigo en que no se le da la suficiente visibilidad y en que es un tema importantísimo por esto que os explicaba al principio del todo: los niños se adaptan de la mejor manera que pueden. Nos hemos adaptado todos de la mejor manera que hemos podido al entorno en el que hemos crecido. Muchas veces crecemos, o crecen los niños, y empezamos a ver comportamientos que no nos gustan o que nos llaman la atención como algo que quizá no sea bueno o no sea positivo. Pero no lo ponemos en un contexto real en el que el trato que tenemos los adultos con los niños y niñas muchas veces está muy desajustado y lleno de violencia. Y creo que esto es bastante tabú. Empezamos a nombrar violencias con mucha claridad, como los cachetes, y aun así se sigue defendiendo mucho que «un cachete de vez en cuando no pasa nada», que «no importa», que «es educativo»… que no lo es, no es necesario. Pero no solo eso, sino que permitimos, incluso hacemos con ellos cosas en nombre de la educación y la autoridad que no permitimos en otro tipo de relaciones. Las relaciones de adultos con niños están llenas de chantajes, de amenazas, de castigos, de invalidaciones, les hacemos luz de gas diciendo que lo que han sentido no lo han sentido, de autoritarismo. Y no solo de violencia más explícita o visible, sino de muchas violencias invisibles, de mucha negligencia a nivel emocional. No somos conscientes, creo, mucho adultos, de la responsabilidad que tenemos con los niños con respecto a cómo ayudarles a conocer lo que les está pasando, a nombrar lo que les ocurre en el cuerpo, sus emociones, a ser los reguladores emocionales de lo que les pasa para que su sistema nervioso pueda aprender a hacerlo solo cuando vayan creciendo… Y eso es una negligencia que yo creo que muchos de nosotros hemos vivido por desconocimiento, por falta de conciencia, por lo que sea. Hay abuso emocional, hay muchísimo control, hay sobreprotección…

41:15

Y todo esto, generalmente, se justifica con un «bueno, es que somos sus padres y lo hacemos por su bien». Si ponemos esto en un contexto de relación de pareja, por ejemplo, y un hombre amenaza, chantajea, pega, invalida, ignora a una mujer cada vez que se siente mal, entendemos que no es por el bien de la mujer, que es una relación de violencia. Y es una relación en la que son dos adultos y en teoría es de igual a igual (aunque, por supuesto, hay dinámicas de poder), pero cuando hablamos de niños, los niños son dependientes de nosotros y no pueden irse de casa, no pueden defenderse. Entonces, la sensación de indefensión que viven muchas veces cuando las figuras de las que dependen están ejerciendo violencia diariamente contra ellos es muy grande. Creo que es muy importante, como adultos, que le pongamos nombre y que, con toda la humildad del mundo, podamos reconocerlo y que podamos decir: «Pues mira, es verdad, te he gritado» o «mira, es verdad, te he amenazado». Y cuando los niños y niñas tienen nombre para estas cosas y tienen el espacio, lo dicen: «Me has hecho un chantaje y no me ha gustado y me he sentido presionado». Ahí es donde puede empezar a haber un diálogo. Por eso digo que no se trata de ser perfectos, sino de reconocer que somos imperfectos, yo creo. Pero sí hay que poder empezar a reconocer que ejercemos mucha violencia como sociedad contra los niños.

42:31

Y como he dicho anteriormente también, no solo ponerlo a nivel individual en nosotros como padres, madres, educadores, sino en políticas; en las dinámicas que hay en escuelas; en la exigencia, por ejemplo, de que los niños consigan cosas que no pueden con tres años en algunas escuelas; en informaciones desajustadas que llegan desde consultas de pediatría… Creo que estamos muy lejos de reconocer la cantidad de violencia que se ejerce contra la infancia y que si no le empezamos a poner nombre, al final lo que hacemos es ponerles etiquetas, ponerles diagnósticos, y no entender que esos diagnósticos no son más que una manera de decir: «Aquí hay un entorno que no me ha estado tratando como yo necesitaba».

43:28
Lucía. Hola, Beatriz. Hay frases típicas como la que has mencionado antes de «un cachete a tiempo arregla las cosas» o «es por tu bien» o, por ejemplo, «me duele más a mí que a ti» que están todavía muy arraigadas. ¿Cómo podríamos desmontarlas?

43:44
Beatriz Cazurro. Hay una parte de información, de esto que estamos haciendo aquí, que yo creo que trata justamente de eso. Lo que os decía al principio, el cómo intentar aumentar la sensibilidad hacia lo que les está pasando a los niños y a las niñas y lo que nos pasó a nosotros también como niños y niñas; la información; el nombrar las violencias; poder hablar del efecto de normalizar este tipo de frases, de la carta blanca que da para que estas violencias se sigan ejerciendo y todo el impacto que eso tiene en nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestra forma de relacionarnos… Incluso nuestra salud física, se ha visto que cuando las necesidades de los niños y las niñas no son atendidas de la forma adecuada, la probabilidad de síntomas psiquiátricos, riesgo de suicidio, trastornos de la conducta alimentaria, enfermedades cardiovasculares, problemas endocrinos… aumenta. Esa probabilidad aumenta teniendo en cuenta el trato que recibimos. Este tipo de frases, lo que hacen es sostener en la base la posibilidad de que sigamos tratando a los niños como se ha hecho hasta ahora, normalizando todo este tipo de violencias de las que estábamos hablando. Entonces, la parte de la información creo que es importante. Pero también creo que es importante que entendamos que cuando estas frases se dicen como reacción a la información… Yo me encuentro muchas veces en la labor de divulgación, cuando hablo de los niños y sus necesidades, con: «Pues a mí me han pegado y no ha sido para tanto», «si los niños no se enteran», «es que sin un cachete, ¿cómo van a aprender?», desde un lugar casi a la defensiva, como si yo estuviera atacando a esa persona en concreto.

45:21

Que podamos entender que hay personas que cuando escuchan estas frases (no sé si habéis jugado a la jenga alguna vez, este juego de piezas) es como si hubieran construido su identidad y su historia en una torre que está muy inestable y escuchar estas frases es como quitar una pieza y que la torre se caiga y es: «¿Qué hago con todas estas piezas ahora?». Entonces, han construido un muro muy grande para que ninguna pieza se caiga, para mantenerse en el mayor equilibrio posible. Entonces, pelear con personas que se están defendiendo por intentar mantener su torre lo más estable posible yo creo que no tiene sentido. Si esas personas están ejerciendo algún tipo de violencia, tocará asumir las consecuencias que sean, porque, evidentemente, la violencia hacia la infancia es un delito, o los apoyos de servicios sociales que puedan tener, o los apoyos que se hablen desde las escuelas y los colegios… lo que se pueda hacer para poner un límite a ese comportamiento en concreto. Pero convencer a las personas que piensan así con muchísima vehemencia quizá no tenga sentido. Es más para las personas como las que estáis aquí, que estáis estudiando, para personas que están en un momento de una cierta apertura o de cuestionamiento, que lo pueden escuchar, pueden empezar a debatir y pueden empezar a enraizar otras creencias diferentes, como que los niños sí se enteran, que la violencia no es necesaria… todo este tipo de cosas. Hay que poder empezar a hablarlo, reflexionarlo y entenderlo, y también poder ver que cuando empezamos a tratar a los niños en base a otro tipo de premisas, no pasa nada.

46:55

Que parece que «si no les pegamos, se van a torcer», este tipo de cosas, y no es así. Cuando se les trata con respeto, al contrario, crecen con la autoestima sin dañar, con capacidad de desenvolverse en diferentes entornos, con resiliencia, confianza, etcétera. Y con riesgo de muchas menos cosas, como había dicho. Entonces, creo que eso es importante. Y también, por último, cabe erradicar todo este tipo de frases de entornos académicos, de entornos profesionales, de manera que las personas que crean en eso con toda su fuerza y no puedan escuchar otra cosa con lo que se encuentran en el mundo sea con un límite en el que en el que eso no se permite. No es tanto tratar de convencerles, sino de: «Mira, es que aquí hay un mundo en el que esto no se permite porque es violento, no aporta». Y que, en la propia experiencia, puedan ver gente a la que quieren que esté pensando de esa manera, que vean el trato directo con niños a los que no les pasa nada cuando no les pegan un cachete. Creo que hay que actuar a diferentes niveles para acabar con todo este tipo de creencias y poner la energía verdaderamente en quien ahora mismo sí lo puede escuchar. Y quien no lo pueda escuchar, ver un poco cómo podemos limitar los comportamientos inadecuados que puedan tener y respetar que se están defendiendo de algo que sienten muy frágil por dentro y que no podemos obligarles a cambiar de forma de pensar.

48:36
Edith. Hola, Beatriz, te quería preguntar sobre el tema de la antigua crianza. Nuestros abuelos y nuestros padres nos criaban de una manera que se consideraba normal y quizá hoy en día esa manera educativa ya no sirve. Entonces, ¿cuáles son esas creencias educativas antiguas y erróneas y cómo podemos deshacernos de ellas?

48:55
Beatriz Cazurro. Para empezar, creo que es importante poder decir que han hecho lo que han podido. Partir de verdad desde esa base de que tanto abuelos como padres han hecho lo que han podido y que, verdaderamente, muchas veces la intención ha sido hacerlo bien y que lo que nos han intentado dar es lo que creían que nos podía ayudar y poder separar la intención que tenían de cómo nos ha caído eso que han hecho y cómo nos ha hecho sentir eso que han hecho. Creo que es importante poder separarlo para poder atenderlo. Yo creo que hasta ahora todavía se sigue, pero yo creo que está habiendo un cambio, dando mucha importancia a la obediencia. Había una visión de los padres y las madres como autoridades a las que había que hacer caso pasara lo que pasara y: «Tienes que hacer lo que yo diga cuando yo diga de la manera que yo diga y sin rechistar. Y si no, utilizaré todos los mecanismos que haya en mi mano para que lo hagas». Entonces… eso genera mucha impotencia, porque cuando se empieza a conocer sobre el desarrollo de los niños y niñas, la obediencia a la primera no es el mayor de sus fuertes ni tiene que serlo. Están aprendiendo y están explorando, están también viendo dónde están los límites del mundo, nuestros límites. Todo ese foco en la obediencia yo creo que está empezando a cambiar y, además, es importante que cambie porque tenemos o teníamos asociado obediencia con bienestar emocional.

50:22

Que un niño o una niña obedientes era un niño que estaba bien, y no siempre es así. La obediencia ciega lleva debajo mucho miedo muchísimas veces: el miedo a las represalias, la desconexión de uno mismo y lo que queremos de verdad, el no saber cuáles son nuestros intereses, incluso, imaginaos, cuando nos obligaban a comer. Es la desconexión de sensaciones corporales, de no saber dónde está mi límite, el ignorar nuestros límites. Todo eso son secuelas, muchas veces, de la obediencia. Nos encontramos con adultos con muchísima ansiedad, con incapacidad para decir que no, con mucha dificultad a la hora de poner sus límites, de saber lo que quieren, de dejar de trabajar. De no hacer todo lo que los demás quieren, muy complacientes… y eso genera mucho malestar muchas veces. Yo creo que es importante desligar obediencia de bienestar o de salud mental, y rebeldía de falta de salud mental. Hay niños que están diciendo que no con mucha vehemencia y lo están diciendo de forma sanísima en un entorno que, efectivamente, no está funcionando como ellos necesitan. Hay que, desde mi punto de vista complejizar esta visión de la educación, de que «si hacemos lo que nos dicen, estamos bien, hemos salido bien y si no hacemos lo que nos dicen, no hemos salido bien» y empezar a complejizarlo y a darle un poco más de profundidad. Yo entiendo, yendo a los abuelos, por ejemplo, que es perfectamente comprensible con la lógica que una familia que ha vivido falta de alimentos en la posguerra no deje que alguien deje una miga en el plato. Yo entiendo desde dónde se puede hacer eso y a la vez creo que es importante que nombremos eso: la impotencia del niño que tiene que comer una cosa cuando no tiene hambre, la lucha de poder, lo desagradable de las horas de la comida, por ejemplo, cuando eso se convierte en: «Te lo comes y, si no, te quedas aquí hasta la cena», en cosas que han sido muy comunes y que sigan ocurriendo y poder empezar a nombrarlas. Podemos entender desde dónde han hecho nuestros padres lo que han hecho, pero también podemos empezar a ver que eso tiene una serie de secuelas y de consecuencias y valorar si queremos que eso siga siendo así con las generaciones que vienen o no.

52:43
Jorge. Buenas, Beatriz. Yo estudio para ser educador infantil y te quería preguntar cómo afectan los estereotipos de género a los niños y niñas.

52:51
Beatriz Cazurro. Vivimos en una sociedad patriarcal, y yo creo que es muy importante que lo nombres y que podamos hablar de ello, porque los estereotipos de género existen, están y, además, nos atraviesan a todos y a todas por diferentes capas. Los tenemos por todos sitios: en la publicidad, en las películas, en las relaciones cercanas, en la educación que hemos tenido… Está ahí. Los estereotipos son moldes en los que, en teoría, tenemos que encajar y eso supone que las niñas, en teoría, tienen que encajar en un molde de, generalmente, bondad, dulzura, cuidados, tranquilidad, que nos gusten las princesas, que no se nos den bien las ciencias… todo ese tipo de cosas. Y el molde que se os trata de imponer, de alguna manera, a los chicos tiene que ver más con la valentía, con ser intrépido, no tener miedo, no llorar, que os gusten las cosas de contacto, la energía… Son dos cosas muy diferentes. Y lo que ocurre con los moldes es que, para encajar, o nos apretamos mucho o nos dejamos partes fuera o nos corta una parte de nosotros. Las necesidades de los niños y niñas, independientemente del sexo, son las mismas y son aceptación incondicional de quienes somos y son una sensibilidad y una empatía y una conexión con lo que sentimos. Da igual si soy niño o niña: si siento miedo, necesito a alguien que lo nombre y que esté conmigo y que me ayude a regularlo o afrontarlo o a sentirme seguro de la manera que sea. No tiene nada que ver con si somos niños o niñas. Entonces, para encajar en esos moldes tenemos que asumir rechazar ciertas partes de nosotros y eso es una pérdida para todos y todas. La sociedad patriarcal, al final, se trata de que hay una jerarquía de poder, de alguna manera, y de privilegios de los hombres sobre las mujeres y la base está en esto. Si los hombres tenéis que ser fuertes y valientes y dominar, y las mujeres tenemos que ser sumisas y cuidadoras, pues esa es la base para que luego todas estas relaciones de desigualdad se vayan generando.

55:06

Pero es que, además de eso, los niños y niñas lo ven en las relaciones de sus padres o en el rol que tienen sus profesores, en: ¿cómo es un profesor chico? ¿Puede ser cuidador? ¿No puede ser cuidador? ¿Puede ser amable? ¿Puede ser cariñoso? ¿O solo son las mujeres las que me cuidan, pero los chicos me sacan a jugar al fútbol y a hacer cosas de contacto? Eso lo están viendo todo el rato, en cómo nosotros nos presentamos, cómo nosotros aceptamos también de nosotros mismos todo lo que no encaja en ese molde de lo que supuestamente es la feminidad y la masculinidad. Y, además, en las dinámicas de relación, creo que esta parte es importante. No solo en los gustos que esperamos que tengan y el rechazo a los contrarios, sino en cómo ellos ven en casa quién manda. «Si papá está enfadado, ¿entonces mamá se calla o mamá puede responder y decir “esto no me gusta”?». ¿Quién se encarga de según qué cosas? ¿Hay violencia? ¿Qué tipo de violencia y de quién hacia quién? Todo eso son maneras en las que ellos van captando como antenas cuáles son los roles de género, cuáles son los estereotipos de género y los van interiorizando. Entonces, cuanto más conscientes seamos nosotros de cómo nos ha atravesado eso y más podamos… desligarnos de ellos de alguna forma y elegir con mayor consciencia o podamos conocer todas las partes de nosotros y aceptar, aunque no tengan que ver con el estereotipo en el que supuestamente tendríamos que encajar, más permiso les estamos dando a ellos y a ellas para que sean como consideren.

56:43

Y, una vez más, no es solo poder decir: «Mira, puedes jugar a princesas si eres niño», sino que juegue a princesas y el papá se pueda sentar a jugar con él sin que se lo lleven los demonios. Porque cuando se han tenido experiencias de: «Dios mío, a mí mi padre me pegaba porque jugaba con muñecas y veo a mi hijo jugar con muñecas», es muy fácil que empiece a surgir una sensación de peligro, de: «¿Y si lo rechazan?», «¿Y si esto está mal?», «Esto no debería…» y volvemos a hacer lo mismo. Entonces, si podemos abrazar un poco las partes de nosotros que nos han dicho que están mal por ser de un sexo o de otro o que no deberíamos tener, el permiso les llega y ellos pueden elegir con más libertad cómo quieren expresarse y cómo quieren ser.

57:26
Laura. Hola, Beatriz. Yo sé que además de ser psicóloga eres ilustradora y has creado varias campañas virales sensibilizando sobre diferentes causas. ¿Nos podrías hablar un poquito más de ello?

57:36
Beatriz Cazurro. Bueno, escuchar decir que soy ilustradora me cuesta un poco, porque hago dibujines y hago viñetas y me desahogo con dibujos. Y, además, como anécdota personal, en mi familia son mis hermanos los que siempre han dibujado muy bien, entonces, para mí, es como una especie de conquista personal el poder exponerme a hacer monigotillos y poder publicarlos y expresarme desde ahí y que además funcionen y ver que hay gente a quien les sirven. Pero voy a cogerlo y voy a decir: «Sí, soy ilustradora», me lo voy a creer. Tanto las viñetas que hago en redes sociales como las campañas que he hecho por sensibilizar por los buenos tratos y poder empezar a cuestionar todas estas cosas de las que hemos hablado aquí, surgen de una necesidad mía de poder expresarme, de sentir mucha impotencia y mucha indefensión escuchando historias todos los días o siendo testigo de historias muy difíciles de niños, de niñas o de niños que fuimos, y que se me quede muy corto el uno a uno de las sesiones. Es la necesidad de que la idea pueda llegar a más gente y que cada vez podamos ser más reflexionando juntos. Ni siquiera voy a decir cambiando el mundo, así, de manera muy idílica, pero empezando a reflexionar juntos para empezar a caminar en una dirección diferente. Sí es verdad que me satisface mucho ver que funciona, de alguna manera, y que llega al otro lado y que hay mucha gente que me sigue y me escribe y: «Me sirve mucho esta viñeta» y: «Me ha ayudado lo que pones» y: «Ahora entiendo por fin por qué me pasaba esto». Poder conectar con gente que ni siquiera conozco.

¿Cómo condicionas a tu hijo? Beatriz Cazurro
59:11

Y la verdad es que yo tengo la suerte de que he encontrado en las redes sociales un refugio bastante bonito, lejos de perfecciones y cuentas en las que todo sea maravilloso, al contrario, hablo de cosas muy duras. Y me encuentro con mucha conexión con gente que no conozco con mucho respeto por el otro lado. Hay muy poca gente, por lo menos, en mis redes sociales que venga con un tono desagradable, al contrario. Creo que también para mí ha sido muy útil ver que las redes sociales pueden utilizarse de una manera diferente para expresarnos, para mostrar cosas que a veces no son idílicas, pero que son reales y que muchos estamos también queriendo otro tipo de contenido que no hable solo de cosas bonitas y de cosas perfectas, sino del día a día, de la vida, incluso del sufrimiento, y que se puede generar, incluso, un espacio seguro virtual, que yo era un poco escéptica, y para mí, desde luego, mis redes sociales y la comunidad que hay lo son. Os quería agradecer todas vuestras preguntas y la escucha y el tiempo que habéis dedicado a escucharme hablar sobre esto, porque de verdad creo que es un tema importantísimo que cualquier reflexión que hagamos en esta dirección nueva o cualquier cambio que hagamos, aunque parezca muy pequeño, es una semilla que puede tener consecuencias beneficiosísimas y muy importantes para los niños, para nosotros y para la sociedad en general. De verdad, muchas gracias. Espero que os haya servido, que os haya resultado interesante y, sobre todo, para todas las personas jóvenes que estáis aquí, que estáis estudiando para poder tratar con niños y niñas, ojalá podáis empezar este camino de una manera diferente y os ayude a tratar a los niños de otra manera y a disfrutar de vuestro trabajo de una manera satisfactoria y vivirlo de una manera satisfactoria.