COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Cómo bailar ante trescientas mil personas y sentirse solo

Julio Bocca

Cómo bailar ante trescientas mil personas y sentirse solo

Julio Bocca

Bailarín


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Julio Bocca

Julio Bocca ha sido uno de los máximos exponentes de la danza clásica y ballet de Argentina y del mundo. Su virtuosismo y talento le llevaron a llenar teatros como una estrella de rock y a cumplir su sueño de popularizar y convertir la danza en un arte para el pueblo. La primera vez que el abuelo de Julio Bocca le llevó a ver un partido entre Boca Juniors y River Plate, en la cancha del Boca, sentado sobre sus hombros le preguntó: "Abuelo, ¿por qué aquí no se hace ballet?". —"Bueno, no se hace, pero...". En algún rincón de su memoria quedó aquella pregunta sin respuesta. ¿Y si se pudiera hacer? Julio Bocca, hijo de la maestra de bailarines Nancy Bocca, cumplió su sueño y consiguió que el ballet llenara estadios y calles. Ganador de la Medalla de Oro en el prestigioso Concurso Internacional de Danza de Moscú en 1985 y del Premio Gino Tanni en 1990, año en que fue reconocido como el Mejor Bailarín Estrella Internacional de Danza Clásica por la Asociación Iberoamericana de Danza.
Su talento le llevó a ser el Primer Bailarín del American Ballet Theatre (ABT) durante dos décadas, fundador del Ballet Argentino a comienzos de los 90, director del Ballet Nacional del Sodre en Uruguay en 2010 y creador de la Fundación Julio Bocca, que se dedica a crear espacios y oportunidades de enseñanza, para hacer del arte un patrimonio universal que esté al alcance de todos. Después de su brillante carrera que le llevó a los más exigentes escenarios de todo el mundo, donde destacó por su extraordinaria capacidad técnica, emocional e interpretativa, Bocca se retiró en 2007 ofreciendo un espectáculo multitudinario, ante trescientas mil personas y el Obelisco de la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires (Argentina). Sin embargo, ni la danza salió de su vida, ni él salió de danza: hoy en día Bocca sigue acompañando a grandes compañías como maestro y coach de bailarines, y recientemente ha asumido la dirección artística del Teatro Colón de Buenos Aires, el mismo teatro que le vio crecer dancísticamente y donde continúa transmitiendo su legado.


Transcripción

00:25
Julio Bocca. La verdad, es un placer estar acá. Mi nombre es Julio Bocca. Soy argentino. Nací en la provincia de Buenos Aires. En los años 30, mi abuelo de Italia se fue a Buenos Aires, conoció a mi abuela, se casaron y tuvieron a su única hija, Nancy, que es mi madre. En esa época, no había televisión. Y menos nuestra familia, que venimos de una clase media-baja. Entonces, mi abuelo, con el amor que tiene por el arte, le hizo estudiar piano, violín, dibujo, danza clásica, contemporánea, folclore, tango. Y se recibió de todo eso. En la casa que mis abuelos construyeron, detrás le hicieron un estudio para que ella pudiera dar las clases. Empezar a trabajar como maestra. En ese lugar, es donde yo comencé a estudiar. Empecé a estudiar danza a los cuatro años. Con mi madre. Por supuesto, a los cuatro años, era ir, colgarme de la barra, saltar un poco e irme. Nunca fue algo tan estricto y tampoco tuve a mi madre que me obligaba a estar estudiando. Hasta que, a los siete años, le dije: «Ma, quiero ser bailarín».

01:58

Por supuesto, ella se puso muy contenta porque era lo que ella, realmente, más amaba. Y me anotó en la Escuela Nacional de Danzas. Ahí empecé con expresión corporal, pero esto estaba en la capital. Eso significaba que tenía que viajar en tren, en autobús, metro, y una hora y media de ida, una hora y media de vuelta a casa. También tenía que hacer la escuela. La escuela primaria. Pero ahí tenía suerte porque había una escuela que estaba cerca de casa. ¿Y quién fue mi primera maestra de primer grado? Fue mi madre. Por supuesto, eso tiene cosas a favor y cosas en contra. Sobre todo, con los compañeros. Fue una forma de poder estar un poco más tiempo con ella, ya que ella tenía que trabajar mañana, tarde y noche para poder mantenernos. Mi apellido Bocca es de mi madre. De mi abuelo., ya que mi padre no me reconoció cuando yo nací. Y nací en la casa de mi bisabuela, a una estación de donde vivíamos. Se llamaba Carapachay. Con una partera. Porque, en esa época, también, una madre soltera no estaba bien visto. El barrio generaba problemas. Hasta que mi abuelo se cansó y dijo: «Traemos al nene a casa y no me importa nada lo que la gente diga».

03:38

Empecé yendo a la Escuela Nacional de Danzas y hubo un maestro que era bailarín en el Teatro Colón de Buenos Aires y le dijo a mi madre: «¿Por qué no lo presenta en la escuela del Colón?». El Teatro Colón de Buenos Aires, uno de los grandes teatros del mundo, que tiene su propia escuela. Y me anotaron. Era el único varón, así que no había otra forma de no quedar. Entré a una edad, a los ocho años, cuando se entraba a los diez. Y ahí empecé a hacer la Escuela Nacional de Danzas a la mañana, la escuela primaria a la tarde y la escuela del Teatro Colón a la noche. Hasta los 14 años, que tuve mi primera posibilidad de trabajar. Me contrataron en Caracas, Venezuela, dentro de la compañía, y ese fue otro gran salto en mi carrera, en el cual también tuve que aprender a vivir solo, a pagar cuentas, cobrar un salario, cocinar, limpiar. Pero seguía siendo feliz. Seguía haciendo lo que a mí me gustaba, lo que yo elegí. Hubo un concurso en Osaka, en el cual me presenté. Ya tenía 17 años. Fue al final de mis 17. Y, en la segunda ronda de un concurso, me eliminan, me sacan, y vuelvo a Buenos Aires.

Cómo bailar ante trescientas mil personas y sentirse solo. Julio Bocca
Quote

“Empecé a estudiar danza a los cuatro años. Con mi madre. Era ir, colgarme de la barra, saltar un poco e irme”

Julio Bocca

05:16

Cuando llego a Buenos Aires, se presenta una persona y me dice: «¿No te querés presentar en el concurso de Moscú?». Le dije: «Bueno, ¿por qué no? Creo que va a ser la única vez que voy a pisar el Bolshói. Total, si me sacan en la segunda… En Rusia, en una de las cunas del «ballet», me sacarán en la primera ronda». Me preparé. Hablé con Raquel Rosetti, una de las figuras del Ballet de Buenos Aires. Primera figura también del Ballet de Ginebra. Y nos empezamos a preparar. Había que preparar tres rondas. Tres obras clásicas. Una contemporánea. El vestuario, por supuesto, lo hizo mi abuela, que le fascinaba coser. Era modista. Así que todos los trajes que usé cuando era chico eran de ella. En la primera ronda, elegimos el «ballet» de «Don Quijote». En la segunda, el «ballet» de «El corsario». En la tercera, el «ballet» de «El cascanueces». Dejamos «Cascanueces» para lo último porque era un «ballet» de blanco. Había que salir de blanco y ni ella ni yo nos sentíamos en forma física para salir de blanco. Yo siempre, y ella también, éramos muy explosivos, con mucha energía. Entonces, «Quijote» o «Corsario» daban mucho más el carácter para nosotros. Hicimos «Quijote». Tuvimos la suerte de ver otros participantes y ver como el público se reía de si se cayó una pluma, de si un brazo se le caía o había un problema. Eso también nos puso muy nerviosos.

07:03

Entonces, llega nuestro turno. Mis piernas eran… Temblaba. Ella mucho más tranquila, por experiencia. Salimos a bailar y en una «promenade», como se le llama, ella está sobre la punta del pie con la pierna para acá, con el torso abajo. Yo con las dos agarrando la cintura y tengo que girar alrededor de ella. Estaba tan nervioso que hice el giro, no sé cómo, también en una pierna. El público se empezó a reír. Por supuesto, yo me puse más nervioso. Y hubo un momento en el cual, en esta coreografía, nos separamos de una punta a la otra y empezamos a caminar para juntarnos. Y mi «partenaire», con una gran sonrisa, me dice: «…que te parió». Para mí, fue como un cachetazo de: «Tranquilizate. Relajá». Y fue lo que hice. Y fue lo que fui a hacer. A bailar, a disfrutar. No fui a competir y me había olvidado de eso. Por supuesto, terminamos. Ya la gente no se rio más. Estuvimos no sé cuántos minutos saludando. Pasamos a la segunda ronda. Pasamos a la tercera ronda.

08:39

En el ensayo, con la orquesta… Teníamos solamente uno, así que, en los diez minutos que dura la obra, teníamos ese tiempo. Y, en una esquina, se aparece Vladímir Vasíliev, que es una de las grandes estrellas rusas, que para mí ha sido y es mi ídolo, ayudándonos. Traduciendo. Él trabajó mucho en Buenos Aires con la compañía. Bailó con el Teatro Colón. Entonces, hablaba un poco italiano y con eso podíamos entendernos para traducir al director de orquesta, que hablaba ruso. Yo estaba ya en mis sueños máximos. Hicimos la función. Genial. A las 06:00, llaman por teléfono del embajador y me dice: «Ganaste la medalla de oro de Moscú». Yo: «¿Sí? Okey, gracias». Seguí durmiendo. Mi «partenaire» dice: «¿Qué pasó? ¿Quién te llamó?». «Me dice el embajador que gané medalla de oro». «¿Cómo ganaste medalla de oro? Pero llamá a tu madre». «Okey». Llamo a ma. «Ma, hola, ¿qué tal?». «¿Cómo fue?». «Bien. Todo bien. Gané medalla de oro. Beso. Después te llamo». No podía caer de que había ganado lo más alto en una de las competiciones más importantes del mundo, donde, dentro de la competición, había 12 parejas rusas, donde había 124 participantes de todas partes del mundo y tenía 18 años. Y, bueno, volví. Empecé a hacer funciones. Tuve un primer accidente, que eso fue otro golpe en la vida, pero, en ese mismo momento, viene un llamado de Estados Unidos para que fuera a Nueva York a incorporarme al American Ballet de New York. Fui a Nueva York y, a los 19 años, entré como primera figura del American Ballet de Nueva York. Creo que esto es un poco… Habla un poco de mi historia. Pero la idea es que ustedes hagan preguntas y que me conozcan un poco más. Así que creo que ahora ya me conocen, ya nos relajamos, nos reímos un poquito y podemos seguir. Así que veremos quién hace la primera pregunta.

11:49
Diana. Hola, Julio, bienvenido. Soy Diana y has mencionado en varias ocasiones a tu madre, pero ¿qué realmente ha significado tu madre en tu vida personal y profesional?

12:00
Julio Bocca. Una de las cosas que siempre agradezco a mi madre, no solo a mi madre, también a mi familia, pues cuando hablo de madre es familia, es la libertad que me dio. La libertad que me dio a elegir a ser yo. Tener esa posibilidad de tener familia así a mí me ayudó muchísimo, me ayudó muchísimo no solo tener en confianza que, a los nueve años, uno viajaba solo en el tren a las 06:30, a oscuras en invierno, colgado, sino cuando me fui a Venezuela a vivir solo. Yo sabía que, cualquier cosa, podía llamar por teléfono y no era: «Yo te dije que no fueras». No. «¿Te pasa algo? Está bien. Estamos acá. No te preocupes. Seguí». Yo tuve una situación en Venezuela que estuve un mes enfermo y no quería saber más nada. Quería volverme. Y mi madre era: «No, aguantá. Quedate. Estás haciendo lo que te gusta. Esa es tu vida. Es lo que elegiste». Y son esas cosas que son únicas. Yo siempre digo que tengo una familia… Tenía una familia junta, pero no pegajosa. Porque, a veces, esa cuestión de… Una de las cosas, cuando yo también crecí y empecé a trabajar, por supuesto, más profesional, una de las cosas que hablé con mi madre, digo: «No quiero que trabajes conmigo».

13:53

Porque podía haber sido mi maestra todo el tiempo o trabajar en lugar de acompañarme, de estar relacionada a lo que uno está haciendo. «Porque te quiero seguir teniendo como madre y yo no podría darte órdenes, no podría pelearme contigo por mi trabajo. Por otras cosas nos pelearemos, pero»… Tuve esa suerte de tener una madre así. Aparte, muy divertida. Le gustaba la noche. Todo lo contrario a mí. Yo salí más a mi abuela, que era la que cuidaba todo, las cuentas, ordenada, muy… Y mi madre era la que salía a divertirse, a pasarla bien. Pero bueno. Se lo merecía. Una mujer que trabajaba mañana, tarde y noche para mantenernos. Yo, hasta los 14, que empecé a viajar y a los 17, que me mudé a vivir solo, vivía en la casa con mis abuelos. Mis abuelos fueron los que iniciaron la casa donde vivíamos y yo compartía la cama con mi madre. Nunca tuve una habitación. Había un cariño, un respeto, que lo tuvimos hasta su último día. Y nada, yo, personalmente, sigo hablando con mi familia. Cualquier duda que tengo o cosa… «Bueno, a ver, ¿por dónde voy? ¿Qué hago? Dame fuerzas. Tengo que tomar una decisión». Siempre están. Y, como dije, nunca fuimos pegajosos.

15:57
Manuel. Hola, Julio, me llamo Manuel. ¿Quién no ha visto la película famosa de «Billy Elliot»? ¿Qué consejo le darías a algún niño que quiera estudiar danza?

16:07
Julio Bocca. En la danza, los varones, a veces, seguimos sufriendo. Y, sobre todo, a veces, por la familia. A veces, no tanto por los amigos, sino, a veces, por la familia. Es, a veces, difícil encontrar familias que apoyen, como la tuve yo. Y, a veces, mi consejo sería más para la familia que para el niño. El consejo sería apoyar. Estar presentes. Y, al niño, yo a veces en cuanto a consejos no sirvo mucho, pero porque dentro de lo mío fue bastante fácil. Porque el apoyo que tenía de la familia me ayudaba mucho a cuando quizás mismos dentro de la escuela de danza me hacían «bullying» o me tiraban las zapatillas en el inodoro, en el váter. Entonces, eso me preparaba para poder llegar a ese lugar y seguir luchando. Y, siempre, lo que tiene que estar presente es el amor por lo que hacés. Uno eligió desde niño esta carrera. Y, si hay un niño que quiere estudiar danza, es porque realmente lo siente. Creo que la familia acá es lo más importante. Creo que la familia tiene que saber, tiene que comunicarse, tiene que entender… Te lo digo para un bailarín o para la vida en general. Sobre todo, en esta época, en la cual hay mucha información y donde… Donde los deseos de un niño tienen que ser lo principal. No sé, yo siempre he sido muy fuerte. Y lo que me ayudaba a ser fuerte era la danza. Estar estudiando danza.

Cómo bailar ante trescientas mil personas y sentirse solo. Julio Bocca
18:24
Matilde. Hola, Julio, me llamo Matilde. Todos hemos tenido o tenemos referentes que nos han marcado. Me gustaría saber cuáles han sido los tuyos en la danza y en la vida.

18:39
Julio Bocca. Mis referentes en la danza… Voy a empezar por ahí, que es mi campo más tranquilo. Ha sido Vladímir Vasíliev. Vladímir Vasíliev ha sido un gran artista, ha sido un bailarín técnico. He aprendido muchísimo también de él como «partenaire». Saber manejar a una bailarina cuando uno está bailando. La presentación. He aprendido de él todo. Por supuesto, hay otros grandes referentes, como Nuréyev, Barýshnikov y Michaël Denard. Y, con el tiempo, también uno fue descubriendo y admirando nuevos bailarines. Más bailarines de mi generación, como Manuel Legris o José Carreño. Creo que ellos me han aportado lo que es la importancia de esa disciplina. Mis maestros. Tuve una gran maestra, que fue Gloria Kazda, quien fue quien nos preparó para el concurso. Mi primera maestra, que fue María Luisa Lemos, quien a veces me ayudaba a cruzar la calle cuando tenía ocho años de la Escuela Nacional de Danzas al Teatro Colón. Y mi gran maestro, que fue Wilhelm Burmann, que, por 21 años, acompañó mi carrera, dándome la clase a la mañana, antes de la función, corrigiéndome, dándose sabiduría y cambiando mi forma de pensar de la danza.

20:32

Yo, cuando empecé, era mucho más musculoso y él me enseñó a trabajar de una forma distinta de alargar mi musculatura. Yo no soy una persona alta. Tenía que parecer alto. Aparte, me tocaba a veces bailar con bailarinas mucho más altas que yo. Y me enseñó a poder desarrollar. Ver que la danza puede ser mucho más que, simplemente, lo que siempre trabajamos internamente. Me enseñó a saber que uno se tiene que conocer su cuerpo para que, después, uno pueda seguir trabajando las otras cosas importantes de la danza, que es el arte, la búsqueda de cada personaje. Me enseñó que la danza es normal. Aunque todos piensan que no, que la danza es difícil, que la danza es complicada, no, es normal. Bailamos como caminamos. Cruzados. A veces, los giros… Ustedes dirán: «¿Cómo uno gira?». El giro es muy simple. Giras la cabeza y el cuerpo te sigue girando. Son esas cosas que me fueron… Que uno fue incorporando. Yo, después de varios años de trabajo, de cosas, yo siempre decía… Yo hice un «ballet», que fue «Don Quijote». Más de 1.500 funciones en todo el mundo. Y llegaba un momento que, a veces, me decían de esto y aquello. Y yo decía: «Hago esto, me saco la cabeza y el cuerpo lo va a hacer. No tengo que dar ninguna orden porque la musculatura ya lo sabe».

22:32

Y ese fue un maestro que, hasta el último día, siempre aprendí cada detalle. Y, en la vida, para mí, uno de mis personajes es mi abuelo. Mi abuelo, que fue el hombre de la casa. Fue quien, con su humor, dicho por mi madre, cuando tenía un año, me levantaba en una mano y decía: «Este va a ser conocido». El que me tiró al mar para aprender a nadar. El que me llevó al muelle cuando íbamos de vacaciones a Mar de Ajó, en Buenos Aires, y él trabajaba en el muelle. Me enseñó a pescar con medio mundo. Me obligó a presentarme en un concurso de pesca con 220 niños y salí quinto. Pero era una forma de poder estar con él. Una forma de estar cerca de él. Y me enseñó lo que es el respeto, lo que es el trabajo, lo que es ayudar. Donde vivíamos, en Munro, estaban cerca los estudios Lumiton de grabación de cine. Él iba cuando se filmaban películas y lo que sobraba del «catering» lo juntaba y lo repartía en la calle donde vivíamos. Esas cosas fueron enseñanzas. Y, bueno, para mí es mi ídolo.

24:32
Nicolás. Hola, Julio, un gusto en saludarte. Mi nombre es Nicolás y quería preguntarte por tu fundación. Sé que trabajas con jóvenes que quizás no tienen recursos, pero sí un gran talento para la danza. ¿Hay alguna historia que te haya marcado o conmovido que puedas compartir con nosotros?

24:48
Julio Bocca. La fundación que tengo en Argentina fue hace 26 años que se hizo. Mi idea, en ese momento, era poder hacer una escuela de arte, en la cual el niño pudiera hacer primaria, secundaria y estudiar arte. Estudiar danza, canto, teatro. Y no tener que andar corriendo como uno lo hizo cuando era chico. Y más en las épocas ahora, donde toda la familia trabaja. Entonces, es mucho más difícil. Esa fue la intención de empezar con eso. Lamentablemente, lo que es danza, cultura y arte, a veces, en algunos países no es muy importante. No se tiene el apoyo que se tendría que tener, porque tendría que ser para todos. Yo siempre digo que, ya desde la primaria, desde el más niño tiene que aprender danza, aprender música, aprender teatro, aparte de matemática, historia. Todo lo otro también, pero para también poder conocerse a uno mismo. Y salió la fundación para poder ayudar a estos chicos que quieren estudiar su arte. Se hace danza, se hace comedia musical. El 50 % que sale de ahí sale con trabajo en el extranjero o mismo en Argentina. Trabajamos con personas «down», acúsicos, en lugares de zonas sensibles.

26:34

Tenemos una cantidad de escuelas homologadas, no solo de Argentina, sino de Latinoamérica, en las que mandamos maestros para poder controlar el trabajo que van haciendo y tratar de renovar y de incentivar lo último que se va haciendo en el mundo. Y, bueno, y han pasado millones de cosas increíbles de la fundación, pero hay una que me llamó mucho la atención y que se pudo ayudar. Era una niña que estudiaba danza en el teléfono, por YouTube, en una tribu en medio de Tucumán, de una de las provincias. Y, a veces, el cacique la llevaba 160 kilómetros hacia la capital de Tucumán para que ella estudiara danza y volvía. Con la fundación, por supuesto, le damos una computadora y tratamos, a veces, de llevarla y que pueda quedarse un tiempo en la ciudad para que haga varias clases. Y eso me parece genial. Cuando uno quiere hacer algo, lo puede lograr hacer. Más ahora. Estudiar danza de un aparato, viendo, aprendiendo, y, ahora, ella misma está ayudando a otros en la tribu. Y es increíble. Es algo que me da mucha alegría que esas pequeñas cosas pasen porque eso es lo que uno quiso hacer. Fue eso. Fue ayudar a gente que no puede y seguir el legado de mi abuelo.

Cómo bailar ante trescientas mil personas y sentirse solo. Julio Bocca
28:41
Juan. Hola, Julio, soy Juan. La verdad que es un placer y darte las gracias al mismo tiempo por que compartas este rato con nosotros. Los bailarines de tu generación han bailado en condiciones muy duras. En la actualidad, ¿crees que, para los bailarines, el nivel de exigencia es el mismo?

29:03
Julio Bocca. En mi época, era duro el bailar. A veces, he trabajado, he ensayado una obra, en un garaje de cemento porque no había otro lugar y en la noche teníamos la función. Por supuesto, yo, personalmente, también tuve una carrera bastante loca, en el sentido de que, a veces, tenía 220 funciones al año. Bailaba a la tarde en Londres y a la noche en Italia o a la noche en París. Me tomaba el Concord para ir a Nueva York para bailar al día siguiente. Y no teníamos, quizás, todas las facilidades que hay ahora. Ahora tenés… Uno igual llegó a trabajar en pisos especiales. El tapete de goma. Ahora tienen kinesiólogo, psicólogo, nutricionista, masajistas… A veces, vas a las compañías enormes y tienen salas. En Australia, tienen como cinco camillas de masaje. Tienen un cuidado que está genial. Está genial que pase eso. Era necesario. Que antes no pasaba, por supuesto. En el American, teníamos un kinesiólogo para 80 bailarines. Era otra situación. Ahora tienen mucho más fácil.

30:34

Por supuesto, siempre hablando de lugares grandes. Si vamos a una provincia, a un pequeño estado, siguen teniendo las condiciones que teníamos antes. Pisos de madera. Y quizás no tengan todas las posibilidades de, quizás, cosas importantes, como un nutricionista o un psicólogo. Cosas que uno lo hacía por su lado. Al psicólogo tuve que ir. La primera vez que fui a un psicólogo, me acuerdo que mi mánager… Esto fue apenas después del concurso de Moscú y después que ya estaba bailando y que, de golpe, empezaba a ser famoso en Argentina, donde todo el mundo me conocía. No podía caminar por la calle, ni ir a un restorán ni hacer nada porque era… Estaba Maradona y yo. Y, de golpe, mi mánager me dice: «Toma, esto es un número». Digo: «¿Un número para qué?». «De un psicólogo». Digo: «Ah, okey, ¿para?». Y digo: «Bueno, está». Al mes, lo llamé porque me di cuenta del por qué. Estaba tratando mal a mi madre. Estaba tratando mal a mis amigos, a mi mánager. En el sentido de que: «Tráeme aquello. Vení». Lo que, normalmente, uno cuando tiene la cabeza más grande… Tenía los pies acá y la cabeza allá abajo. Fui para eso. Para poner los pies donde tienen que ir y la cabeza en su lugar.

32:23

Después, volví la segunda vez para aprender a decir que no, porque estuve seis años sin vacaciones por el trabajo. Porque, claro, de golpe, te llaman de la Ópera de París o del Covent Garden, del Bolshói, del Mariinski, de La Scala de Milán… Entonces, vas a decir a todo que sí. Uno lo que quería era bailar. Y a estos lugares, más, sobre todo. Entonces, «sí, sí, sí», seis años sin nada. Hasta que dije: «Me voy a tomar vacaciones». Me pedí un mes de vacaciones. Me fui diez días y extrañé muchísimo. Y volví. Cancelé las vacaciones. Ahí fui al psicólogo porque me costaba decir que no. Aprender a decir que no. Ahora tienen otra facilidad. Tienen todo esto que ayuda al bailarín.

33:15
Beiker. Hola, Julio, soy Beiker. Un placer conocerte. En reiteradas oportunidades, has comentado que la danza fue un escudo para ti, que de cierta forma te protegía. ¿Tú podrías hablarnos de eso?

33:25
Julio Bocca. La danza fue un escudo. Fue un gran escudo, sobre todo en los comienzos. En los comienzos, cuando fui a Venezuela a vivir, de golpe, encontrarte que tenés que ser una persona de 20 años con más experiencia. Era un lugar donde yo me sentía con este escudo. Que ahí yo sabía cómo comunicarme, cómo expresarme, cómo sentir. Con los años, por supuesto, el escudo se fue diluyendo, porque también uno va creciendo, va aprendiendo cosas de la vida. Yo, al comienzo, siempre decía que lo que aprendí de la danza lo fui volcando a la vida. A aprender a vivir. Y, con el tiempo, fue al revés, por suerte. Pude ver que la danza era parte de mi vida y no mi vida. Pero, hasta ese momento, era un escudo genial. Era un lugar donde yo, la danza y el escenario… Me sentía libre. Me ayudó muchísimo. Hasta que, con el tiempo, uno va tomando decisiones. Va aprendiendo. Y, después, la vida me enseñó a llevar lo que uno aprende en la vida a la danza. A incorporar a la danza para, justamente, sea diferente, sea nueva, sea siempre joven.

35:16
Kelly. Hola, Julio, me llamo Kelly y me parece bastante inspirador tu trabajo como director en compañías como el Ballet Nacional del Sodre, en Uruguay. Me encantaría saber cómo fue esa etapa y, sobre todo, qué supone para ti en tu carrera artística.

35:36
Julio Bocca. Dirigir el Ballet Nacional de Uruguay fue un desafío. Fue un desafío porque no solo era estar trabajando para el Estado, sino también tratar de renacer una compañía que ya tenía 80 años de vida y fue tratar de recuperar algo que muchos querían hacerlo. Yo antes había tenido el Ballet Argentino, en el cual, en poco, aprendí a cómo estar delante de bailarines, de cómo programar. Pero lo que me hizo la compañía de Uruguay fue crecer enormemente. Pero, por suerte, tener un apoyo de un personaje increíble, que es Pepe Mujica, que, en ese momento, era el presidente de la República, quien fue quien me ofreció la dirección. Y ver su vida y que, de golpe, te esté diciendo a un bailarín que dirijas danza, donde la mayoría sabemos que siempre son las óperas o la orquesta, y la danza es, dentro de un teatro, siempre lo último, me sorprendió muchísimo. Con ese apoyo y el apoyo de todo el equipo, pudimos hacer algo increíble con ese Ballet. Fue hacer audiciones. Fue hacer una programación. Pasaron de 20, 25 funciones al año a, mi último año, 104. A hacer giras nacionales e internacionales.

37:22

A llevarlo a que sea de la gente. Era como la celeste y el «ballet». La gente, el fin de semana, iba: «Voy a ver fútbol». «Voy a ver “ballet”». «Voy al cine». Se logró eso con esa compañía y, para mí, fue un aprendizaje enorme. Enorme hasta un punto, en el cual estaba tan fuera de mi camino, de mi visión de lo que quería hacer con la compañía, que contrate una «coach» de empresas para que nos ayudara a cómo seguir avanzando. Para mí era algo totalmente fuera de mi estado de control. Pero fue una compañía, la cual me dio la posibilidad de salir al interior, de llevarlo a pueblos donde nunca había estado la compañía y, al mismo tiempo, incorporar cosas que uno ha tenido experiencia. He trabajado en todas las compañías del mundo. He trabajado con el Ballet Nacional de Cuba y he visto a Alicia Alonso. He visto a grandes directores dirigir compañías y yo siempre estoy atento a todo. Y estoy siempre escuchando todo. Y estoy incorporando todo el tiempo cosas nuevas, cosas diferentes. Y, para mí, fue un placer y, por suerte, la compañía sigue estando y trabajando muy lindo, y eso es un orgullo para mí, porque creo que fue un cambio grande en Uruguay, después del renacimiento del «ballet».

Cómo bailar ante trescientas mil personas y sentirse solo. Julio Bocca
39:28
Paula. Hola, Julio, mi nombre es Paula. Muchos dicen que, realmente, la parte más importante del «ballet» es la parte técnica, al realizar saltos y piruetas. Otra mucha gente dice que la parte emocional, la interpretación, es lo más importante. Para ti, realmente, ¿cuál sería la parte más importante del «ballet»? Muchas gracias.

39:52
Julio Bocca. Creo que, en la danza, lo más importante es tu personalidad. La técnica está, por supuesto, pero para eso lo trabajás, lo estudiás, lo ensayás. Pero, cuando sales al escenario, lo más importante es que seas vos mismo interpretando cualquier personaje. El personaje que sea. El amor que tienes… Creo que nosotros tenemos… Somos privilegiados de elegir y poder trabajar de lo que nos gusta. Si en eso no está el amor y nosotros mismos… Es muy aburrido solo quedarse en lo técnico. Por supuesto, es lindo ver un gran salto, es lindo ver un giro, pero también, a veces, se confunde giro solo con dar vueltas. Y no es solo dar vueltas. Es depende de cómo da la vuelta. En la posición que está. La colocación. Hay muchas cosas que se tienen que ver, no simplemente el dar vueltas. Yo a veces siento que eso, a veces, está más presente, últimamente, que en lo que es que el bailarín descubra su propia persona. Yo en esto que estoy viajando ahora… Mi trabajo ahora es viajar por el mundo, trabajar con diferentes compañías del mundo, con bailarines, hacer el «coach» de obras o dar clases en escuelas.

41:38

Trato de eso, de que se conozcan. De que se conozcan y tratar de descubrir ese personaje. ¿Qué es lo que te da? ¿Cómo lo quieres traer? ¿Cómo lo quieres presentar? Y disfrutar. Porque creo que es muy importante el siempre renovar. «Lago de los cisnes» se viene haciendo hace años, pero, si el bailarín no le da una frescura, va a quedar antiguo. Y eso es nuestro trabajo. Yo, como maestro, de que no pase. Y tratar de que descubran cosas. De que sean curiosos. De que se arriesguen. De no quedarse en lo seguro, en la comodidad. Ir más allá. ¿Vas a interpretar un «Romeo y Julieta»? Buscar, tratar de que ese Romeo… Lo estuve trabajando en Estados Unidos y lo decía. Yo, cuando hice mi Romeo, lo hice a mi forma. Sí, pasa en Verona toda la historia, pero yo me acordaba de cuando iba a la plaza con mis amigos a jugar y esa sensación, eso que yo sentía, lo llevaba al parque ahí de Verona, cuando estaba bailando junto a Mercucio y Benvolio, que eran mis amigos de barrio. Y eso creo que le da la diferencia a la obra. Creo que es importante eso. Lo importante es tu personalidad y como tú quieres trasmitir. No copiar. Ahora es muy fácil copiar. Podés copiar, pero ponle un poquito de tu sabor.

43:39
Benja. Hola, Julio, me llamo Benja. Encantado de saludarte. Cuando te retiraste, ofreciste un espectáculo gratuito en la calle donde asistieron miles de personas a despedirte. Como en un concierto de «rock». Quisiera preguntarte: ¿qué se siente al haber popularizado el «ballet» hasta el punto de llegar a mover las masas?

43:56
Julio Bocca. Siento mucha alegría de haber llevado el «ballet» y que sea popular. Al primer partido de Boca-River me llevó mi abuelo cuando yo tenía ocho años y le dije: «Abuelo». Me tenía colgado acá. Le dije: «Abuelo, ¿por qué acá no se hace «ballet»?». En la cancha de Boca. Y me dice: «Bueno, no se hace, pero»… Me quedó. Luego, cuando salí del concurso de Moscú, que gané, y busqué un representante, me senté con el representante. Era un representante, Lino Patalano, que era representante de Facundo Cabral, un cantante, y también de actrices y actores, como Les Luthiers. Y, entonces, le digo: «Necesito un representante». Me dice: «Bueno, probemos tres meses». «No, probemos tres años». «¿Qué querés hacer con la danza?». «Llevarla a una cancha de fútbol». Por supuesto, no entendía nada de danza y menos pensar llevar la danza a una cancha de fútbol. Le gustó la idea. Dice: «Bueno, vamos a hacerlo». Y ahí empezó el trabajo de uno de salir, de hacer giras nacionales por todo el país, de ir a pueblos donde nunca llegaba la danza. No esperar que la gente venga, sino uno ir.

45:33

Es lindo el reconocimiento de la gente. Es algo que estoy muy agradecido y me siento un privilegiado de pertenecer, por decirlo de alguna forma, a ese grupo donde la gente le da su cariño y le da su respeto. Siento que, también, uno lo trabajó. No lo buscó, pero sí trabajó a poder tener ese cariño y ese respeto de la gente, que, al fin y al cabo, es también lo que uno quiere. Que lo que uno hace llegue, sea querido, sea aceptado y sea respetado. En la vida, el respeto ya es algo que se está olvidando y tener eso creo que es muy bonito. Y, como te dije, soy un privilegiado de ser parte y de tener eso. Y, bueno, llegué a la cancha de Boca. Hice una función en la cancha de Boca Juniors. Hice una función dentro de un programa de «rock» en la cancha de River. Eran todos conciertos de «rock» y, en el medio, yo había creado un «ballet» que era «Boca Rock», con todo «rock» nacional. Estábamos nosotros. Por supuesto, siempre abría con «Don Quijote», que era mi caballito de batalla. Algo clásico tenía que haber. Y, después, algo más contemporáneo.

47:25

Y así fue como se fue haciendo popular. Todos sabían qué es la danza. Hasta que llegó la decisión de despedirme. Que fue una decisión con tiempo, también. No fue de un día para otro. Me fui preparando. Me fui despidiendo de cada obra que hice. Me fui despidiendo de Basilio, del personaje de «Quijote», del personaje de «Romeo», del personaje de «Gisselle» de Albrecht. Me fui despidiendo de cada uno para que no sean todos los personajes, todo en una vez. Me había olvidado. Yo hacía temporada en el Luna Park. Luna Park es un estadio de boxeo donde entran 10.000 personas. Hacíamos un escenario y se cortaba a 5.000. Durante un mes, estaba la sala llena en ese lugar. Por eso, cuando hice la última función, quería hacer algo diferente, algo bien masivo. ¿Y qué masivo que la avenida 9 de Julio, que, cuando se ganan los Mundiales, la gente va ahí?

48:47

Ahí mismo hice mi última función, delante de 300.000 personas, viendo «ballet» por dos horas, de pie, y en el cual tuve la suerte de que me acompañaron muchos artistas, desde Mercedes Sosa a la Mona Jiménez, Diego Torres, grandes bailarines como Manuel Legris, Tamara Rojo, Nina Ananiashvili, José Carreño, Maximiliano, Eleonora, Marcos Mundstock de Les Luthiers, que presentaba… Fue algo mágico. Fue algo de agradecimiento de la gente por lo que uno hizo, que eso no me lo voy a olvidar nunca más. Pero, al mismo tiempo, ver 300.000 personas y que todo el mundo te reconociera, y, después, llegar a tu casa y estar solo. Muchas gracias.