COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

“¿Cómo ayudar a nuestros hijos a crear relaciones sanas?”

Silvia Congost

“¿Cómo ayudar a nuestros hijos a crear relaciones sanas?”

Silvia Congost

Psicóloga


Creando oportunidades

Silvia Congost

Aprendemos juntos sale de gira mundial para llevar algunas de sus grabaciones en directo a Madrid, Barcelona, Bogotá, Buenos Aires, Lima y Montevideo. Esta entrevista con Silvia Congost corresponde al evento celebrado en Barcelona el 11 de marzo de 2025.

¿Cómo podemos conseguir vínculos más sanos y duraderos? ¿Para qué sirve la educación emocional en las relaciones?, en definitiva, ¿cuál es el secreto de las relaciones? A través de estas y otras cuestiones, Silvia Congost explora nuestra relación con el amor y las relaciones de pareja, y explica la importancia de la educación en este ámbito. Entre otros aspectos, destaca cómo la falta de conocimiento sobre cómo funcionan las relaciones contribuye a que el 70% de ellas fracasen. Sin embargo, señala que tener acceso a herramientas y educación emocional puede cambiar este panorama y ayudarnos a construir vínculos más sólidos y satisfactorios.

Silvia Congost envía un mensaje claro y esperanzador: trabajar en nuestra relación con nosotros mismos y en nuestro crecimiento personal es la clave para establecer relaciones sanas. Siguiendo la premisa de que la calidad de nuestra vida depende en gran medida de la calidad de nuestras relaciones, enfatiza que el autoconocimiento y la gestión emocional nos permiten tomar mejores decisiones y afrontar crisis con mayor claridad. Porque, como indica la psicóloga, solo cuando entendemos quiénes somos y qué necesitamos, podemos elegir correctamente a quién queremos a nuestro lado.

Silvia Congost es psicóloga experta en autoestima y relaciones de pareja, con más de 20 años de experiencia. Autora de 11 libros y fundadora de tres centros de terapia, se dedica a ayudar a las personas a construir relaciones sanas y superar la dependencia emocional. Su enfoque se basa en la educación emocional y el autoconocimiento.


Transcripción

00:08
Silvia Congost. Imagina que te diriges hacia una tienda en la que venden aparatos electrónicos para hacerte con un último modelo de un robot que te han prometido que facilita tu vida al 100 %. Que va a hacer que tu vida, cuando tengas ese robot y lo utilices, mejore absolutamente, mejore de manera radical. Dices: «Bueno, tengo que invertir un dinero considerable, pero quiero hacerlo». Entonces, vas hacia la tienda, se la pides a un empleado y te dice: «Sí, sí, por supuesto, mira, aquí tienes, esta es la caja, pero me has caído bien y quiero que sepas que la realidad, a pesar de que hay una grandísima campaña de marketing con este aparato, la realidad es que falla el 70 % de las veces. Es decir, el 70 % de las veces que alguien lo compra y lo utiliza no funciona como te han prometido. Es más, no solamente no funciona, sino que dificulta tu vida y hace que tengas muchos más problemas de los que tenías antes de adquirirlo». ¿Cuántos valientes de la sala se harían con este robot? No hay ningún valiente, ya lo veo. Ahora bien, ¿qué pasaría si os dicen: «Bueno, hay una pequeña cosa que puedes tener en cuenta. Este robot viene con un manual de instrucciones y, si tú te dedicas un poco a estudiar ese manual, si tú profundizas, si lo lees con atención, entonces podrás entender bien cómo funciona, podrás entender correctamente cuál es la causa de esos problemas y sabrás también cómo hacerlo para solucionarlo. Entonces, ese porcentaje pasará de ser del 30 % a aumentar prácticamente al 60 % y sí que facilitará tu vida y va a hacer que esta sea mucho mejor». Entonces, ¿algún valiente se atrevería, teniendo en cuenta que tiene que dedicarse a estudiar ese manual? ¿Quién lo compraría? Muy bien, me gusta esta respuesta. Pues mirad, las relaciones de pareja, sabemos que fracasan nada más y nada menos que el 70 % de las veces.

02:10

Es decir, el 70 % de las ocasiones en las que uno se compromete en una relación o acaban en divorcio, en ruptura o se tienen que separar definitivamente. Y aun así, dato curioso, seguimos apostando por las relaciones. Seguimos teniendo la esperanza de que vamos a ser de ese 30 % que estaremos tocados y la cosa nos irá bien. Lo cual, quiero remarcarlo, por favor, me parece una grandísima noticia, me parece algo muy alentador y muy positivo. Mi nombre es Silvia Congost, soy psicóloga, estoy especializada en temas de autoestima y de relaciones, pero no, no soy la psicóloga del desamor, no soy la psicóloga que aboga para que aumenten los índices de ruptura y divorcios en el mundo, ni me gusta solamente hablar de conflictos, al contrario, creo absolutamente en las relaciones. Creo que es la esencia de nuestra vida, es lo más importante y me encanta que sigamos creyendo en ellas. De hecho, llevo más de 20 años de experiencia profesional en los que me he dedicado en cuerpo y alma, os lo aseguro, a esta labor, a divulgar y a poder expandir ese mensaje para lograr que todos tengamos más acceso a ese manual de instrucciones que nos ayudaría a entender mejor cómo funcionan las relaciones o nos ayudaría a entender mejor por qué se tuercen, qué es lo que ocurre cuando fallan, cuando no nos aportan ese bienestar que nos habían prometido. A lo largo de estos más ya de 20 años, creo que voy para los 25 o 26, he escrito con esta finalidad 11 libros que pretenden aportar esas herramientas, he creado tres centros de terapia desde los que, junto a un equipo, estamos ayudando a tener relaciones más sanas a personas de todo el mundo. Y os aseguro algo: una y otra vez, año tras año, mes tras mes, paciente tras paciente, confirmamos lo mismo.

04:16

El secreto de las relaciones es uno, es siempre el mismo, en cada país, con cada paciente y en cada rincón del mundo, siempre, el secreto de las relaciones es el mismo. Y os lo voy a decir desde ya, desde este momento: el secreto de las relaciones no es otro que la educación. Educación, educación, educación. Cuanto más acceso, interés, pongamos en esa parte en la que podamos entender qué es lo que nos ocurre, qué ocurre cuando tenemos problemas, si tenemos probabilidad o posibilidades de encauzarlo, de solucionarlo o si no tenemos ninguna probabilidad y estamos haciéndonos daño gratuitamente, todo eso es sin ninguna duda lo que de verdad nos ayudaría. Entonces, está claro que desde la ceguera, el desconocimiento o la desinformación, que una relación funcione es cuestión de suerte. ¿Sí o no? En cambio, cuando nosotros tenemos esa información, cuando nosotros tenemos acceso a esos datos, tenemos la capacidad también, el poder, el potencial, porque la información es poder, de decidir qué queremos hacer ahí, de decidir qué es lo que podemos hacer para que ello vaya un poquito mejor. Y es que, fijaos en otra cosa: por mucho que el 70 % de casos de relaciones acaben en rupturas o acaben en divorcios, hay algo que también desde la psicología tenemos clarísimo y es que la calidad de nuestra vida, es decir, que sintamos que nuestra vida vale la pena, que sintamos que vale la pena levantarnos por la mañana, luchar para superar esas enfermedades, esas dificultades, esas piedras que la vida nos va poniendo en el camino, lo que hace que de verdad valga la pena seguir aquí, no es el dinero, no es el éxito, no son los títulos, no es cuántos seguidores tengamos o la cantidad de gente que nos aplauda, no.

06:15

La calidad de nuestra vida viene determinada, única y exclusivamente, por tener relaciones de calidad. Eso es lo que le da sentido a la vida. Tener personas con las que sintamos que creamos una conexión, con las que sintamos que hay amor, personas a las que les importemos de verdad. Y esa debería ser, sin ninguna duda, nuestra máxima prioridad. No hace falta que sean mil personas, pero debemos tener a alguien que le dé sentido a nuestra vida. No tiene que ser una pareja, por supuesto, pero sí que es verdad que la relación de pareja es la que tiene más peso en la vida de la mayoría, la gran mayoría de los seres humanos. Y por eso creo que poder acudir y convocar este tipo de eventos en los que nos reunimos, cientos de personas, para averiguar esos datos, esa información que tal vez no hemos recibido antes o que nos viene bien que nos recuerden, es algo maravilloso para que la sociedad mejore y para tener más probabilidades de éxito cuando elijamos las siguientes personas o para tener claro si estamos donde realmente queremos estar. Así que estoy enormemente agradecida de poder participar. Y no hay otra forma, para mí, de hacerlo mejor que a través de responder vuestras preguntas. Sé que ya os han estado respondiendo a algunas preguntas cada uno de los ponentes anteriores, así que, en mi caso, me han dicho que habéis seleccionado cuatro preguntas o que han seleccionado cuatro preguntas muy interesantes sobre el secreto de las relaciones. Así que me encantaría, si os parece bien, ir ya a por la primera y así os doy esa información concreta que vosotros queráis recibir. ¿Quién tiene el micrófono para la primera pregunta? Creo que ya os lo han repartido. Muy buenas.

08:02
Isabel. Gracias

08:03
Silvia Congost. ¿Cómo te llamas?

08:04
Isabel. Isabel

08:05
Silvia Congost. Isabel, cuéntanos.

08:06
Isabel. Sí, yo soy madre de tres hijos. Mi hija mayor se acerca estrepitosamente hacia la adolescencia.

08:11
Silvia Congost. ¡Guau!

08:12
Isabel. Sí, nueva etapa. Y mi pregunta es la siguiente. A mí me gustaría preguntarte cómo puedo acompañar a mi hija, porque yo sé que esto va a ser inevitable, en algún momento, pues se va a enamorar, va a iniciar una relación, por mucho que le cueste a su padre que está aquí al lado.

08:28
Silvia Congost. Vienes con el padre.

08:29
Isabel. Sí, con el padre de la criatura. Y mi pregunta es: ¿cómo podemos acompañar, cómo podemos ayudar a nuestra hija a establecer relaciones amorosas sanas?

08:40
Silvia Congost. Pues muchísimas gracias, Isabel, por esta pregunta. Me encanta. Además, quiero reconocerte o reconoceros, porque cada vez que hay un padre o una madre que me hace la pregunta, en cualquier lugar, de «¿cómo puedo hacerlo mejor?», me parece ya que esa es la vía, que probablemente ya lo estáis haciendo mejor que muchos otros que no se hacen esa pregunta. Todo tiene que empezar por hacernos la pregunta. Entonces, enhorabuena por ser de ese grupo de padres conscientes. Y la verdad que la respuesta… Permitidme que vuelva otra vez al secreto de las relaciones. Para que podamos asegurarnos… nunca nos podremos asegurar, pero para poder aportar nuestro granito y que nuestros hijos tengan más probabilidades de crear relaciones sanas, yo creo que la clave está, de nuevo, en la educación. Entonces, ¿cómo? ¿De qué forma? Yo creo que, en realidad, lo que he descubierto a lo largo de estos años es que educamos principalmente de tres maneras. La primera, la más impactante en la vida de nuestros hijos, que es con el ejemplo. Es decir, en vez de mirarla: «¿Cómo puede hacerlo? Porque ella…». No, no: empieza mirándote a ti. ¿Cómo es…? Y encima me va perfecto porque estás aquí con tu pareja, ¿Cómo es nuestra relación de pareja? Es decir, ¿qué es lo que le estamos enseñando a nuestra hija con nuestro ejemplo? ¿Somos una pareja que, cuando tiene un problema, una dificultad, un conflicto, hablamos de ello? ¿Buscamos un espacio para poder dialogar, para poder solucionarlo? ¿Le enseñamos que hay que hablar las cosas? ¿Somos una pareja que cuando vemos que el otro o la otra está mal, queremos saber qué es lo que le está sucediendo? ¿Queremos aportar nuestra parte para que esté mejor? ¿O somos de los que cuando tenemos un conflicto dejamos de hablarnos, nos enfadamos, no sabemos gestionar nuestras emociones?

10:30

Fijaos, la semana pasada estaba en un evento en Sevilla y, en el momento en el que el público me hacía preguntas, una chica de unos 40 años levantó la mano, pidió el micrófono y dijo: «Silvia, yo te quiero compartir que yo tengo una relación muy tóxica con mi pareja. Mi pareja me trata mal, me deja de hablar, muchas veces me falta el respeto, incluso me insulta, desaparece de casa y vuelve a los dos días. Y yo ya sé que eso no es sano, pero soy incapaz de irme. Sigo ahí porque sufro, entiendo, dependencia emocional». Y me decía: «Ahora, estarás orgullosa de mí, Silvia, porque vengo con mi hija adolescente, que la tengo aquí al lado, y, tranquila, porque yo a ella le digo: ‘Tú no hagas nunca lo que hace tu madre'». Y le digo: «Pues vamos mal». Vamos mal porque tú le estás enseñando a través del ejemplo. Entonces, cuando tú le dices a tu hijo: «Tú tienes que valorarte», pero tu hijo ve que tú no te valoras, lo que está aprendiendo es que no hay que valorarse, por mucho que le digamos otra cosa. Lo que más peso tiene es nuestro ejemplo, sin ninguna duda. Entonces, lo que tenemos que mirar es: la relación de pareja que yo tengo, ¿es la que me gustaría que ella reprodujera el día de mañana? Si sentís que sí, es fantástico, porque es de lo que está bebiendo, es de lo que se está nutriendo realmente. Ahora, cuando vemos esos casos de una madre, por ejemplo, que se ha separado y tiene niños o tiene hijos de cualquier edad. Y que es muy enamoradiza y se enamora de un chico y a los tres días ya lo tiene en casa cenando, presentándole a los hijos… Claro, no lo conoce, cuando lo conoce y se da cuenta de que no tiene nada que ver con ella y rompen, pues luego los niños ven la ruptura, la madre hecha polvo… Luego se enamora de otro, lo vuelve a traer a casa… Eso también es una enseñanza que les estamos dando a nuestros hijos a través de nuestro ejemplo. Entonces, lo primero, sin duda, es con el ejemplo.

12:24

La segunda forma de educar, que también es importante, es a través del trato. ¿Cómo tratamos a nuestros hijos? Es decir, yo entiendo que cuando uno tiene un hijo es como que está firmando un contrato de: «Entiendo que estoy condenado a sufrir toda la vida». ¿Verdad? O sea, tienes un hijo, lo siento, vas a sufrir, va con el rol. Pero, aunque sufras, y eso es inevitable, tienes que entender que tienes que demostrarle que confías en él o en ella. ¿No quieres que se equivoque? Lo siento, se va a equivocar. Es humana y todos aprendemos a base de error y ensayo y volver a equivocarnos otra vez. Entonces, ¿qué es lo que tú le transmites? Que confías, le transmites que no quieres que se equivoque, pero que sabes que sabrá encontrar el camino, porque previamente le habéis enseñado, claro, dónde van los límites, que hay límites en determinadas cosas. No poner límites ya sabemos que es un grave error, porque luego, cuando salen al mundo, no saben a qué tienen que decir no. Me estaba acordando ahora de un paciente que tuve hace poco, y él vino porque tenía muchas inseguridades, tenía muchos miedos en sus relaciones. Y cuando indagamos un poco en su historia, él se dio cuenta y me dijo: «Silvia, es que ahora estoy cayendo, ahora me estoy dando cuenta de que, cuando yo era pequeño, mi madre estaba asustada por todo. Me acuerdo de que ni siquiera me dejaba ir de campamento porque me decía: ‘¿Y si te pones enfermo y resulta que no hay cobertura y no me puede llamar nadie? ¿Qué le va a pasar a mi niño?’. O tenía un cumpleaños de un amigo y me decía: ‘No, que yo no te puedo acompañar, imagina que te atragantas, ¿luego qué vamos a hacer contigo?'». O sea, claro, ese niño crecía en una casa en la que lo que aprendía es que el mundo es un lugar hostil, que el mundo es un lugar lleno de peligros. Y depende de cuál sea la sensibilidad de ese niño, puede ser que se haga mayor y tenga esa certeza dentro y tenga miedo a todo.

14:19

Entonces, creo que es muy importante que, aunque nosotros lo pasemos mal y queramos que ellos estén bien, por supuesto, pero que les dejemos ese margen en el que uno le dice: «Bueno, yo confío en que tú ya lo verás. Mi opinión es esa». Si en alguna ocasión veis que está en una relación que no os acaba de encajar o que no acaba de… Vosotros, claro, estáis en otro prisma, veis muchas más cosas de las que ve ella. Entonces, darle la opinión, pero dejar que sea ella la que lo maneje y confiando en que ha aprendido de vosotros y que sabe dónde están los límites. Y luego hay una tercera forma de educar que, por supuesto, es la comunicación, hablar… los datos. Que es sentarnos a hablar las cosas, intentar que en la familia no haya temas tabú, que se pueda hablar de todo y, si nos cuesta, pues aprendemos, pero tratar de resolver sus dudas. Hay familias que… «Es que a mí me cuesta hablar de sexo con mi hija». Bueno, pues si tiene necesidad de saber y tú no le respondes, lo irá a buscar a otra parte, ¡a saber lo que va a encontrar hoy en día! Entonces, es mejor que tú le des respuestas y le enseñes también lo que es sano y a diferenciarlo de lo que no lo es. A mí me encantan esas familias que, por ejemplo, intentan mantener intacto ese momento que puede ser la cena, de: cenamos todos juntos. En casa se cena a las 21:00, y aquí a las 21:00 tenemos que estar todos en esta mesa sentados. Y no se trae el móvil a la mesa, no se enciende la tele a la hora de cenar. Aquí se habla de cómo ha ido el día y si no tenemos nada que decirnos, no hablamos. Pero seguro que algún día, en algún momento, saldrá alguna conversación. Creo que estas tres herramientas nos pueden venir bien para analizar cómo lo estamos haciendo y si tal vez tenemos que modificar algún aspecto. Gracias.

16:17
Dani. Hola, Silvia.

16:18
Silvia Congost. Hola.

16:23
Dani. Hola. Bueno, pues por alusiones…

16:24
Silvia Congost. ¿Tú eres el marido?

16:25
Dani. Sí, efectivamente. Hemos hablado del ejemplo…

16:29
Silvia Congost. ¿Cómo te llamas, perdón?

16:30
Dani. Dani. Hemos hablado del ejemplo con respecto a nuestros hijos, pero yo quiero hacer una pregunta mucho más concreta en relación a la pareja. Porque, claro, estamos hablando del ejemplo. Entonces, ¿qué consejos nos podrías dar a nosotros como pareja para prolongar esta relación entre nosotros? Porque creo que es importante, no solo para nosotros, sino también en el ejemplo que estamos dando a nuestros hijos. O sea, cómo hacerlo para que la relación dure. Dure más, sí. Aunque ya está durando.

16:57
Silvia Congost. Que seáis de ese 30% asegurado. Claro, ¿cuánto tiempo lleváis?

17:02
Dani. 15 años.

17:03
Silvia Congost. Muy bien, me encanta. Me encanta que haya muestras de relaciones sanas y que, además, tengáis interés en cómo hacerlo para que duren 15 y 20 y 30 años más. Oye, un aplauso, porque ver una relación así me encanta. Gracias. Muchas gracias. Pues mira, yo creo que para mostrar el camino de la luz, siempre he creído que va bien, como muchos ya sabéis, analizar la oscuridad. Por qué y cuándo caemos en la oscuridad para así poder tratar de evitarlo. Entonces, vamos a ver, si os parece, para saber qué tenemos que hacer para durar y que nos vaya mejor, vamos a ver qué es lo que hace que las relaciones no duren. Porque hay tantas veces, se da tantas veces en tantas ocasiones que acabamos mal. Hay muchos motivos que hacen que sea el 70 %, nada más y nada menos, las veces que no funcionan las relaciones. Pero os voy a dar algunos que son, yo creo, los que tienen un porcentaje de frecuencia más elevado. El primero, sin duda, es la falta de compromiso. ¿Estáis de acuerdo? Porque yo sé que hay muchas personas aquí, yo creo que sobre todo mujeres, que muchas veces me lo decís: «No, es que hoy en día los chicos no se quieren comprometer, todos quieren tal y a la segunda cita desaparecen». No, no estoy de acuerdo. No es que hoy en día nadie se quiera comprometer. Tampoco estoy de acuerdo con eso de que hoy las relaciones son líquidas y todos esos mensajitos que se comparten. Yo no estoy de acuerdo. Yo creo que hay personas que se quieren comprometer y hay personas que no se quieren comprometer. Aquí la clave está en identificar, primero, qué quieres tú y, segundo, asegurarte de elegir a alguien que quiera lo mismo que tú.

18:52

Entonces, creo que es imprescindible que cuando entramos en una relación haya confianza, es decir, que tú sientas que puedes contar con esa persona, que tú sepas que esa persona no te va a fallar, que esa persona va a estar ahí cuando le necesites, que cuando vuelves a casa y te reúnes con esa persona, que tú sientas que esa persona es hogar, es un espacio de verdad seguro, que puedes ser tú misma al 100 %. Y hay otro ingrediente que es, por supuesto, este, el compromiso. Para mí, el compromiso, comprometerte con alguien, es lo mismo que tomar la decisión de que vas a hacer todo lo que esté en tu mano para que esa relación dure toda la vida. Pero, y remarco eso, hay límites. Y eso no siempre nos lo dicen. Voy a hacer todo lo que pueda porque me he comprometido, pero hay límites. No vale todo en una relación. Si estoy destruyéndome, si lo estoy pasando mal, si yo no estoy obteniendo eso que yo quiero obtener y estoy siendo profundamente infeliz por cómo es la otra persona, por cómo me trata o por cómo se comporta, no tengo por qué mantenerme ahí si me he comprometido. Pero, sin embargo, si yo quiero que esa relación dure, es decir, las relaciones que duran, como la vuestra, son relaciones en las que hay confianza, sin ninguna duda, y en las que también hay compromiso. Luego, otro motivo que hace con mucha frecuencia que se rompan son los conflictos que no somos capaces de resolver. Esas relaciones en las que dices: «Ahora le diría esto, pero ya volveremos a estar otra vez con lo mismo, ya se volverá a enfadar, a ver cómo se lo digo…». Poco a poco vamos dejando de hacer cosas para no tener ese conflicto, para no encontrarnos con ese problema, para que nos enfade. Vamos renunciando a nosotros mismos. Y, alejándonos así de quienes somos, nos vamos sintiendo cada vez más y más infelices.

20:54

También tenemos que identificar qué es lo que está provocando un conflicto. A veces es algo que se puede resolver, pero a veces son cosas demasiado graves y que ya no hay por dónde cogerlas. Y luego, por supuesto, ¿Por qué rompemos? Hay un tema que es El Tema, que me imagino que ya os lo debéis imaginar, la infidelidad. Un tema que ha prevalecido a lo largo de toda la historia y probablemente seguirá existiendo. Pero con el tema de la infidelidad os quiero dar un dato que creo que puede ser bastante útil y ahora entenderéis por qué. Hace un tiempo, se hicieron eco unos científicos de algo, de un descubrimiento muy interesante. Observaron que había unos ratones, que son los ratones de la pradera, que eran especialmente monógamos. Es decir, copulaban con una hembra, tenían crías y se quedaban ahí cuidando a la hembra, siendo cariñosos y no se movían del lado de esa hembra. Y chocaba porque contrastaba mucho con otro tipo de ratones, que eran los ratones del monte, que eran extremadamente promiscuos ellos. Es decir, saltaban de una hembra a otra, tres a la vez, todo ahí… Bueno, una locura. Y decían: «¿Cómo puede ser que sean tan distintos, que sean tan opuestos? ¿Qué diferencia deben tener?». Entonces, analizaron su cerebro y se dieron cuenta de que en el cerebro del ratón de la pradera, los monógamos, tenían el gen receptor de la vasopresina. Y el ratón del monte, en su cerebro, no tenía ese gen. Y dijeron: «Puede ser eso». Entonces, se los llevaron al laboratorio y en el cerebro del ratón del monte, el promiscuo, le metieron ese gen de la vasopresina. Y, sorpresa, se volvió monógamo al instante. La primera hembra con la que estuvo, se quedó ahí clavado, inmóvil como una estatua cuidándola.

22:51

Yo sé que ese murmullo es porque os estáis preguntando: «¿Y el hombre tendrá ese gen? ¿Habrá hombres que no tienen el gen receptor de la vasopresina?». Pues, eso también se investigó. Os lo voy a aclarar enseguida. Que no cunda el pánico: se vio que el hombre sí tiene ese gen. De hecho, el hombre tiene el gen receptor de la vasopresina y ese gen puede tener 17 tamaños distintos. Cuanto más largo es el gen receptor de la vasopresina, con más probabilidades ese hombre será monógamo. Cuanto más corto, con más probabilidades ese hombre no se va a quedar con una sola mujer. Y claro, ahora vosotros diréis: «Bueno, ¿y qué hacemos con esto?». Si existiera un kit como el de embarazo o el del COVID, que tú conozcas a alguien y le digas: «Escupe aquí y vamos a ver… ¡14! Conmigo, ven para acá. ¡Tres! ¡Uh! ¡Fuera, fuera, fuera! Me largo». Claro, no existe. A lo mejor algún día existirá. Pero sí que es verdad que existe una broma entre la comunidad científica que dice que, cuando conoces a un hombre, te tendrías que preocupar antes por el tamaño del gen de la vasopresina que por el tamaño de cualquier otra parte. Y ya sé que diréis: «Vale, muy bien, pero claro, seguimos estando en la misma situación».

24:19

Solo os lo digo porque muchas veces caemos en elegir una persona y decís: «Yo soy una persona que quiero fidelidad. Para mí, la fidelidad es un valor innegociable». La mayoría de personas, y quien no lo sienta así no pasa nada, pero tiene que encontrar a alguien que quiera lo mismo. Pero queremos la fidelidad y en cambio elegimos a alguien que tiene claramente conductas que demuestran que esa persona fiel no es, que es lo típico que desde fuera lo vemos todos, pero uno sigue ahí: «Que seguro que ya se compromete, que va a cambiar con el tiempo», y te vas llevando cada vez un batacazo más grande. Si somos conscientes de eso, que, a veces, el pobre, no depende de él, que ya lo lleva a nivel biológico y que algunas personas pues tienen más tendencia. Preguntémonos de nuevo, volvamos a nosotros mismos, a mirarnos, y preguntémonos: «¿Qué quiero yo para poder definir si esa persona que he elegido encaja con la que yo quiero o no encaja?». Así que espero que analizando esos tres aspectos, que son los que nos llevan a romper con más frecuencia, podamos ver cómo hacerlo también para asegurarnos mayor éxito. Gracias.

25:38
Susi. Pero Silvia…

25:40
Silvia Congost. Buenas, ¿cómo te llamas?

25:41
Susi. Susi. Y te quería preguntar: todas las relaciones, por muy sanas que sean, pasan por momentos difíciles que pueden distanciarnos. ¿Cómo podemos distinguir entre si estamos viviendo una crisis pasajera o si estamos ante el fin de una relación?

25:57
Silvia Congost. Muy interesante también. Muchas gracias, Susi. Es cierto que el ser humano está en constante proceso de cambio, está en constante proceso de evolución, de transformación. Estamos cambiando todos: creciendo, envejeciendo, transformándonos. Claro, yo estoy cambiando, mi pareja también está cambiando, entonces puede ser que a veces nos encontremos en encrucijadas, en puntos en los que no tenemos claro si eso se puede reconducir o no. Desde mi punto de vista, y esa es una clasificación que he hecho yo, existen tres tipos de relaciones de pareja. Están las relaciones en las que hay amor. Y en las relaciones en las que hay amor que es en las que deberíamos mantenernos siempre, son relaciones en las que hay, en primer lugar, bondad. Es decir, esa persona no va a hacer nada con lo que sepa que tú vas a sufrir. Será incapaz, no se tiene ni siquiera que programar, es que no puede. Si tú amas a alguien, no vas a hacerle daño a esa persona. Y pensad en la cantidad de veces que habéis estado en una relación en la que pensabais que había amor y os han hecho daño, sabiéndolo, además. Y os habéis autoconvencido después de que ha sido… nada, que ha tenido un mal día y ya, sin más. Entonces, cuando es una relación en la que hay amor, hay bondad. Cuando es una relación en la que hay amor, hay otro ingrediente clave, que es la compasión. La compasión es que tú ves a tu pareja que está sufriendo y tú no puedes soportar ver que está sufriendo. No puedes soportarlo, su dolor te duele a ti. Y si tú tienes una relación con alguien y ves que tu dolor no le duele, perdóname, pero ahí no hay amor. Por mucho que te grite a los cuatro vientos que te ama como lo que más. No. Cuando tú amas a una persona, sea tu madre, tu hijo, tu pareja, y ves que sufre, su dolor te duele.

27:50

Y además, no solo su dolor te duele, sino que hay algo que te empuja a hacer lo que puedas para evitar que sigas sufriendo. ¿Sí o no? Los que amáis no podéis soportarlo y hacéis lo que sea. No podéis dormir sabiendo que está sufriendo esa persona tan importante. Y yo veo tantas veces casos de personas que vienen y me dicen: «Silvia, es que a veces estoy llorando porque estoy mal realmente, y mi pareja pasa por mi lado y me dice: ‘Deja ya de hacerte la víctima, a ver si paras ya con ese lloriqueo constante'». ¿Eso es compasión? No. Tú no te puedes sentir amado o amada con alguien así. Entonces, cuando es una relación en la que hay amor, hay bondad, hay compasión, y esa persona te demuestra que quiere compartir su vida contigo. Piensa en ti de cara al futuro, piensa en ti, te incluye en sus planes. Y eso es algo que siempre está presente. Ahora bien, a veces nos podemos encontrar en una relación en la que lo que hay ahora mismo es desamor. Es decir, una relación en la que ha habido amor, ha sido una relación como esa que acabamos de mencionar, y puede que haya durado muchos años, pero, sin embargo, ha pasado algo que ha hecho que ahora ya no nos sintamos así. Puede ser que debido a esos cambios que hemos hecho, tengamos dudas, hayamos dejado de sentir lo mismo hacia nuestra pareja, hayamos dejado de admirar esa persona, tengamos ganas de vivir cosas diferentes. O, a veces, puede ser que haya habido una traición, una deslealtad, una infidelidad, un engaño, y que eso ponga en duda si queremos o no continuar al lado de esa persona. Entonces, en estos casos, que son a los que tú te referías, creo que en estos casos, lo que deberíamos hacer es preguntarnos: «Esta relación… ¿qué ha durado?» Vamos a poner 15 años. Vale. «¿Cómo hemos estado la mayor parte del tiempo?»

29:45

Porque si, de 15 años, resulta que hemos estado 12 años muy bien, en los que hemos crecido juntos, nos hemos llevado bien, ha habido complicidad, nos hemos querido, hemos estado bien, muy bien, pues igual vale la pena analizar qué es lo que está fallando, y aquí sí, pedir ayuda y hacer, por ejemplo, terapia de pareja para que desde fuera nos ayuden a ver qué es lo que no está funcionando, para que nos ayuden a acceder a ese manual de instrucciones que nos va a dar la información y la claridad para ver qué está fallando, y, sobre todo, las herramientas que nos permitan reconducirlo siempre que sea posible. Pero eso tiene que ser cuando vemos que hemos estado bien. Claro, hay personas también que me dicen: «Claro, es que esto es lo que digo yo, que al principio estábamos muy bien». Y les digo: «Pero ¿tú cuánto tiempo llevas?», y me dicen: «No, vamos a hacer un año». Y digo: «¿Y de qué principio me hablas?». «No, los primeros tres meses…» Quita, esto no cuenta. Los primeros tres meses estamos enamorados y no los podemos tomar de referencia, porque ahí no nos conocemos. Pero cuando son relaciones largas que han funcionado de verdad y ahora se tuercen por algo, si hay una parte en nosotros que quiere tratar de arreglar ese conflicto, ese problema, o esa oscuridad que de repente nos acecha, creo que es perfecto para pedir ayuda, porque a veces, dentro de nuestra propia burbuja no vemos la salida, no vemos cómo desenmarañar todo eso. En cambio, una tercera persona nos ayuda a verlo desde fuera, y entonces es cuando empezamos a ver el camino. En estos casos sí que creo que es importante tratar de reconducirlo.

31:20

Y luego hay un tercer grupo, que son las relaciones en las que no hay amor. Hemos dicho relaciones con amor, relaciones con desamor, y ahora las relaciones en las que no hay amor, pero que no lo ha habido nunca. Y hay muchas personas, os sorprenderíais, que están durante muchos años, incluso toda la vida, en relaciones en las que no hay amor, ni lo ha habido nunca. Son esas personas que son profundamente infelices, pero están resignadas en relaciones vacías que no les hacen crecer. A lo mejor por miedo, por creencias o por otros motivos. Entonces, son esos casos que a veces te dicen: «Sí, ahora que lo dices, ya me acuerdo que en el viaje que hicimos después de casarnos ya me hizo una, ya me pasó eso, me pasó lo otro, cuando llevábamos un mes ya me trató de esa forma, ya reaccionó de esa otra…». Y entonces ahí te das cuenta de que realmente esa relación no ha funcionado nunca. Pero tenemos que plantearnos si eso nos compensa y si realmente nosotros queremos seguir ahí o queremos elegir otro camino que nos permita desplegar mucho más nuestras alas y ser un poquito más felices. Entonces, creo que identificar en qué tipo de relación estamos, en qué tipo de relación hemos estado y por qué, eso nos ayuda a ver por qué no han funcionado, a lo mejor, algunas de las relaciones anteriores, siempre nos ayuda mucho también. Muchas gracias.

32:56
Almudena. Hola, mi nombre es Almudena. Mi pregunta es en relación a las rupturas. ¿Cómo nos recomponemos de una ruptura de una relación que hemos querido mucho?

33:07
Silvia Congost. Vale. Muchas gracias. Bueno, me gusta porque hemos empezado por cómo educar, cómo hacerlo con los jóvenes, después cómo hacerlo para que la relación se mantenga, cómo superar cuando algo no va bien, cuando tenemos una crisis. Vamos a ver ahora también una experiencia que puede llegar a ser muy frecuente para muchas personas, que es la de cómo enfrentarnos a una ruptura. Ciertamente, la gran mayoría de personas, en un momento u otro de su vida, se van a tener que enfrentar a una experiencia de ruptura y creo, de nuevo, que la clave más importante es saber qué ocurre cuando vivimos una ruptura. Es decir, tener acceso, ir a buscar de forma consciente, voluntaria, premeditada, ese manual de instrucciones que nos indique o nos eduque para entender qué es lo que ocurre. Porque cuanta más información tengamos, os lo aseguro, mucho más llevadero va a ser ese proceso. La ruptura amorosa puede ser una experiencia, y eso está comprobadísimo, que produce incluso dolor físico. Nuestro cuerpo nos duele, de verdad. Podemos sufrir tanto que puede ser una de las experiencias más duras, más incómodas y más destructivas que experimentemos muchas veces. Entonces, entender qué es lo que nos pasa, no os quepa duda de que es algo que siempre nos permite transitarlo de una forma mucho más llevadera. ¿Qué significa?

34:36

Cuando logramos entender qué es lo que nos pasa en una ruptura, por ejemplo, entendemos cosas como que es normal que al principio te niegues en rotundo a aceptar que esa relación acabó. Que tú digas: «No. No puede ser. No pienso creerme que esa relación haya acabado. No, No puede ser. No puede ser que ya no se acuerde de todo lo que hemos compartido. No puede ser que ya no piense en mí. No puede ser que vaya a ser más feliz con ese o con esa que conmigo. No puede ser que lo que me decía hace tres meses se le haya olvidado, que todo eso fuera mentira. No puede ser que nunca más vaya a vivir eso que habíamos compartido e ir a esos sitios. No puede ser. Me niego a creer que eso se haya acabado. No me lo creo». Cuando entiendes lo que es un proceso de duelo, entiendes que la negación siempre está presente al principio, que es normal. Pero, sin embargo, tienes que ir avanzando en ella, tienes que ir transitándola. Cuando entiendes un proceso de duelo, entiendes también que es normal sentir rabia. Sentir una rabia muy profunda que te quema por dentro. Todo el cuerpo. Sentir unas ganas incluso de hacerle daño a tu expareja, de que pague por eso que ha hecho. Claro, la rabia es una emoción que, en realidad, cuando atraviesas una ruptura, tiene una parte positiva, porque es una energía que te pone en movimiento, te pone en marcha la rabia, te empuja a hacer algo. Pero ese algo tiene que ser seguir avanzando en el propio proceso, no ir a hacerle daño a la otra persona. Me acuerdo de una paciente de aquí de Barcelona que se obsesionó, cuando él la dejó por otra, con que quería reventarle las cuatro ruedas del coche.

36:34

Yo me acuerdo que pasé toda una sesión intentando que entendiera que eso no la iba a ayudar a estar mejor, que sería una liberación momentánea, pero que seguiría con la misma situación. Y ella: «No, Silvia, te entiendo perfectamente, pero yo sé lo que necesito: reventarle las cuatro ruedas del coche y que no pueda sacar su coche del parking». Y yo: «Vamos a ver…». Al final lo dejamos ahí, porque vi que no había por dónde reconducirla. Y en la siguiente sesión la vi como distinta. Y le digo: «No me digas que lo has hecho». Y me dice: «Más o menos». Y digo: «¿Qué quieres decir?». Y me dice: «Solo pude reventar una. Porque yo no sabía que hacía tanto ruido. Entonces me asusté y dije: ‘A ver si me van a pillar y va a ser peor el remedio que la enfermedad'». Y le digo: «¿Y cómo estás?». Y dice: «La verdad, hay una parte que tenías razón, sigo… Pero en ese momento me sentí muy liberada cuando pensé que el muy… tal no iba a sacar el coche del parking». Pero, sin duda… No quiero alentar a nadie a reventar ruedas, por favor, que esto quede muy claro. Pero, sin duda, es importante que entendamos que esa rabia es normal, que la rabia forma parte del proceso de duelo, pero que tenemos que intentar canalizarla de una forma mucho más sana. Y que nos ayude a seguir avanzando en ese proceso de una forma mucho más saludable. Por ejemplo, haciendo deporte. Ve a correr, sal a correr, apúntate al gimnasio, dale a un saco de boxeo, lo que sea. Pero intenta canalizarlo por otro lado. Y, por supuesto, nunca jamás, porque eso sí que me saca de mis casillas, nunca jamás decidamos hacerle daño a la expareja para que sufra cuando tenemos hijos. Porque los que sufren son única y exclusivamente nuestros hijos. Y eso jamás deberíamos hacerlo. Y es muy triste porque pasa con mucha frecuencia y a mí es algo que me crispa.

38:32

Entonces deberíamos centrarnos en mirarnos a nosotros y en buscar formas de canalizar y de ir liberando todo ese dolor. Entonces, quien entiende que está atravesando un proceso de duelo también entenderá que hay un momento cuando ya sigues avanzando en el que caes de manera profunda e irremediable en una desgarradora tristeza. Esa tristeza con la que conectas cuando te das cuenta de que nunca más vas a poder sentirte como te sentías con él o ella. Que nunca más vas a ir a ese restaurante al que ibas los viernes con él o ella y pediros ese vino. Que con nadie más vas a poder, eso es lo que crees, sentir esa complicidad que sentías con él o con ella. Y que nada ya va a ser igual en tu vida. Esos «nunca más», «nadie más» y «nada más» te abren en canal. Pero eso es normal. Y cuando entiendes que eso forma parte de un proceso de duelo, entiendes que esto te va a pasar, porque le pasa a todo el mundo y que, si sigues avanzando en ese camino, si sigues avanzando en ese proceso, al final vas a lograr llegar al otro lado. Al lado de la anhelada aceptación. La aceptación es donde siempre tenemos que llegar cuando transitamos una pérdida, un cambio, como puede ser una ruptura. Y la aceptación es la única que nos permitirá soltar ese dolor, soltar esa persona, soltar esa etapa de nuestra vida, esa historia y ser libres de nuevo. Es muy importante que consigamos llegar a ese punto de aceptación. Y fijaos que estamos hablando mucho de relaciones, de la relación de pareja, de cómo hacerlo para llevarnos mejor, para que funcione mejor, siempre mirando fuera, el otro, las crisis, las rupturas que prevalecen…

40:34

Pero, en cambio, creo que no podemos poner de nuestra parte, no podemos invertir nada para que una relación con alguien funcione si antes no hemos analizado y no hemos trabajado profundamente con la relación más importante de nuestra vida, la relación que está en la base, la relación que es de la que parte todo, que es la relación ¿con quién? Con nosotros mismos. Esa es la primera relación a la que debemos poner atención y en la que de verdad debemos centrarnos. Es sin duda la más importante. Y cuando digo centrarnos en esa relación que tenemos con nosotros, estoy refiriéndome a analizar cómo soy, cuál es mi forma de ser, cómo es mi personalidad, cómo actúo, cómo me comporto. ¿Soy una persona, por ejemplo, que tengo un pronto que no sé controlar? Cuando me pongo mal, ¿rompo cosas, insulto, le falto el respeto a mi pareja…? ¿Qué hago? Cuando me siento mal no sé gestionar esas emociones, ni siquiera sé qué es lo que me está pasando, me largo de casa y ya vuelvo cuando me encuentro mejor sin dar ninguna explicación a nadie teniendo en cuenta que esto provoca un malestar, un dolor, una incomodidad en la persona con la que yo convivo. ¿Soy una persona que repito los mismos patrones una y otra vez, que tengo una y otra vez el mismo tipo de relaciones con los demás? ¿Cómo lo estoy haciendo? ¿Cómo funciono? Es muy importante que todos nos dediquemos en algún momento de nuestra vida a hacer ese proceso de análisis: ¿De dónde vengo? ¿Cómo ha sido mi pasado? ¿Cómo es mi historia?

42:23

Y con eso me refiero a analizar, sobre todo, la parte más determinante de nuestra vida, que es la infancia. ¿Cómo ha sido mi infancia? ¿De dónde vengo? ¿Cómo han sido mis padres? ¿Cómo ha sido mi papá? ¿Me ha dado cariño? ¿Me ha dado reconocimiento? ¿Me sentía suficiente para él? ¿Sentía, al contrario, que me comparaba constantemente con mi hermano? ¿Que por mucho que me esforzara, nunca era lo que él esperaba? ¿Cómo se relacionó conmigo mi padre? ¿Qué me hacía sentir? Porque yo he ido incorporando ese autoconcepto y esa autoimagen de quién soy y de cómo soy a través de eso que he recibido por su parte. ¿Cómo ha sido mi madre? ¿Cómo fue? ¿Era un ejemplo de valentía y de superación para mí? ¿O no? ¿O fue una persona sumisa, que lo permitía todo, que no ponía límites? Y eso es lo que me enseñaba, aunque fuera de forma inconsciente y totalmente sin quererlo o sin buscarlo. ¿Me hacía sentir que estaba orgullosa de mí? ¿Que me veía un niño o una niña que llegaría donde me propusiera? ¿Qué es lo que me hacía sentir? ¿Qué es lo que me transmitía? ¿Cómo fue ese entorno en el que yo crecí? Eso es muy importante y debemos tenerlo muy en cuenta porque es lo que nos ayuda de verdad a ver y a entender por qué somos como somos. Decía Carl Jung que mirar hacia afuera es soñar y mirar hacia adentro es despertar. Y creo firmemente que todos, en algún momento, hagamos este viaje de autodescubrimiento. Ese viaje para poder conocernos, entendernos y que todo tenga mucho más sentido es algo absolutamente imprescindible. Porque solamente cuando en algún momento hacemos este viaje es cuando podemos conocer quiénes somos, es cuando podemos entender de dónde venimos y sin duda es cuando podremos elegir correctamente quién queremos que nos acompañe. Muchas gracias.