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Cine, sabor, instinto y honestidad

Óliver Laxe

Cine, sabor, instinto y honestidad

Óliver Laxe

Cineasta


Creando oportunidades

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Óliver Laxe

La obra del director y cineasta Óliver Laxe se caracteriza por una estética y espiritualidad que trasciende las fronteras del cine convencional. A través de sus proyectos combina lo íntimo y lo universal, lo terrenal y lo trascendente, situando al espectador frente a los planos esenciales de la condición humana.

Con O que arde (2019), rodada en la Galicia de sus raíces, dio un paso decisivo en su carrera al retratar la vida en un pequeño pueblo marcado por el fuego y la memoria, fundiendo la crudeza de la realidad con una sensibilidad poética emocionante. Sirat (2025), Premio del Jurado en el Festival de Cannes, reta al espectador a reflexionar sobre la vida y la fragilidad del ser humano.

El cine de Laxe no se limita a contar historias, sino que invita a observar, a escuchar y enfrentarse al misterio de lo cotidiano. Para él, filmar es un acto de atención y de fe: una manera de abrir caminos hacia lo invisible, de tender puentes entre la tradición y la modernidad, entre la herida y la esperanza.


Transcripción

00:03
Óliver Laxe. Me llamo Óliver Laxe y soy cineasta y también dirijo una asociación sin ánimo de lucro en Ancares, que es de donde vengo hoy. Y es una asociación cultural, ambientalista y que tiene por fin el desarrollo rural. Entonces, bueno, pues estoy encantado de estar con vosotros y de hablar de cine, de vida, del campo… De lo que queráis.

00:23
Roxana. Hola Óliver, ¿qué tal estás? Soy Roxana. Se habla mucho de tu película, sobre todo por el premio en Cannes. Te pregunto, ¿cómo animarías a la gente para que vaya a verla?

00:42
Óliver Laxe. Pues le diría que el cine sigue siendo un lugar en el que experimentar emociones fuertes, emociones que muchas veces ya no tenemos en nuestra vida. Creo que la película tiene que sentirse sobre todo y que cada espectador hace su propia película. Y que «Sirat» es una peli de aventuras con lindos paisajes, duros paisajes, muchas curvas, muchas vicisitudes, y al mismo tiempo es un viaje interior. Es un viaje que va a sacudir al espectador, que va a agitar algo, que va a rascar algo dentro del espectador, que lo va a obligar a mirar adentro. Y creo que es benéfico. Y a la hora de hablar de las intenciones de «Sirat», me gusta recordar que en algunas culturas la gente lleva un turbante en la cabeza. Y ese turbante que llevan en la cabeza es su mortaja, es decir, es el tejido en el que su cuerpo será envuelto cuando los entierren. Y esto me parece muy potente, muy fuerte. Es decir, llevan en su cabeza la muerte. Y digamos que es algo que me parece muy interesante, el tener la muerte en la cabeza, el meditar la muerte, que es algo que en nuestras culturas hacíamos, teníamos nuestros ceremoniales para meditar la muerte, para experimentarla, y que han un poco desaparecido, se han convertido un poco en folklore.

03:48
Jessica. Hola, Óliver, gracias por darnos este espacio. Es un placer escucharte. Mi nombre es Jessica y mi pregunta va un poco sobre la visión que tienes un poco del mundo, ya que en «Sirat» hay como un eco de la guerra terrible, inminente, pero no la muestras. Entonces, ¿es así como tú ves el mundo? O sea, ¿como algo que está a punto de petar, pero que no lo vemos?

04:15
Óliver Laxe. Bueno, creo que no es una visión, creo que es una realidad. Es decir, vemos la tele y los periódicos, y el mundo… Bueno, hay muchos escenarios bélicos, y como uno de los personajes de la película dice: «Hace mucho tiempo que es el fin del mundo». Creo que todos en la sociedad olemos esta decadencia o, por lo menos, todos tenemos como las ganas de que cambie. Tenemos como ganas de que haya un reset y, de hecho, bueno, las verdades de la modernidad, que son la economía y la ecología, nos dicen: «Esto no es sostenible». Y yo soy de una generación que desde pequeños sentimos eso. Estamos como ya conectados, es como si nuestro cuerpo tuviera ya una memoria del futuro, y sabemos que nos va a tocar vivir ese reset. Entonces, los personajes de mi peli lo esperan, están ahí esperando a que llegue el momento. Ahora mismo estamos en un momento como de cambio muy fuerte en nuestra sociedad. Va a cambiar todo como muy rápido por la aceleración del cambio climático, la tecnología va a evolucionar mucho… Entonces, en este momento de cambio a veces parece como que volvemos atrás y volvemos un poco a ciertas formas de estar en el mundo, un tipo de sociedad como muy materialista y muy jerarquizada, muy pétrea.

05:43

Sin embargo, soy muy optimista. O sea, soy realista, pero estoy muy contento de vivir en este mundo de cambio en el que estamos. Prefiero vivir este mundo, este momento, que en la narcosis pasada, donde sí había una fe en el mito del progreso. Creo que esto es muy estimulante, lo que estamos viviendo, y creo, y esto lo evoca «Sirat», lo evoca la película, creo que entramos en un mundo, y lo dice mucha gente, en el que la vida nos va a exigir mirar adentro, nos va a empujar a ese abismo, y en ese mirar adentro, creo que los seres humanos nos vamos a agarrar con más fuerza las manos. Los personajes de mi película son muy diferentes, es probable que tengan clases sociales diferentes, culturas diferentes, lenguas diferentes, pero cuando la vida les reta, se agarran las manos con fuerza. Es decir, es como si en la dimensión de la herida todos estuviéramos igual, y en esta comunión de heridas que es la humanidad, pues yo creo que la vida nos va a hacer conectar más con estas heridas, nos va a humildar la vida, nos va a obligar a sentirnos pequeños, a acogernos pequeños, a estar más en nuestra vulnerabilidad, en nuestra fragilidad, y eso me parece que es una primera etapa para que crezcamos como colectivo la humanidad.

07:19
Jessica. Pero también hay como ese deseo de ellos de llegar al desierto, a esa rave, o sea, algo de esperanza sí que tienen de que pueda llegar a suceder esa tierra prometida. Me parece bellísimo todo el viaje y es como que ellos no lo ven, pero lo ven, pero van al desierto, pero saben que no van a alcanzar ese desierto. ¿Crees que estamos como en una época en la que tenemos la esperanza de alcanzar ese desierto, esa rave en comunión, y no llegamos y nos damos cuenta de en la que estamos metidos o…?

08:01
Óliver Laxe. Es curioso. Tal y como lo evocas, Jessica, hablas de la rave como si fuera casi un grial, y me parece muy bonito. Es decir, nosotros estamos buscando ese grial, de la misma manera que el padre busca a su hija. Y fíjate como que al final el grial, o esa fiesta, la encontramos dentro de nosotros. Pero estoy de acuerdo contigo en que no es fácil, no es fácil trascendernos. Yo creo que en el ser humano hay ese anhelo de cielo, de trascendencia, pero también hay como una incapacidad para hacerlo. A día de hoy, 2025, ya casi no tenemos las herramientas y es difícil también la disciplina, es difícil tener una práctica espiritual a día de hoy, y creo que precisamente eso nos hace espirituales, el asumir nuestra incapacidad de trascendernos. Me parece que hay un punto de madurez ahí o, por lo menos, es como la primera etapa para verdaderamente trascenderte, que es asumir tu imperfección, tu fragilidad. Y mira, hay dos frases que me interesaron siempre relacionadas con este proyecto. Una es de Nietzsche, que dice «no creeré en un dios que no baile», y hay otra frase que es de la cultura rave, que es «hundimos nuestras cabezas en los altavoces para no escuchar cómo se desmorona el mundo».

09:35

Me parece interesante que en estos momentos de cambio, en estos momentos en los que parece como que el mundo vuelve atrás, como que vuelven los fantasmas del pasado, ese redoble de tambores de guerra, ese tipo de dirigente político psicópata, vamos a decir, me parece interesante que ellos sigan bailando, que sigamos bailando, que sigamos celebrando. Creo que es nuestra mejor manera de darle equilibrio a este mundo. No caer en el miedo, no caer en esa histeria colectiva. Al contrario, nuestra mejor manera de ayudar, nuestra mejor manera de servir en estos momentos de zozobra es mantenernos firmes, reconocernos, no tener miedo, tener fe, tener esperanza en el mundo, tener esperanza en el ser humano. La vida bastante peso tiene, la frecuencia de la vida ya es bastante baja, no vamos a cargar más peso. Al contrario, vamos a elevarla, vamos a celebrar, vamos a bailar aunque estén cayendo bombas a nuestro alrededor.

10:47
Santi. Hola, Óliver, me llamo Santi. Tengo la impresión de que te preocupas mucho de que en todo lo que ruedas se perciba como la realidad, aunque hay un guión detrás. Y por eso te quería preguntar cómo de importante es para ti la verosimilitud en todas tus películas.

11:06
Óliver Laxe. Hola, Santi. Pues es cierto que el cine es el arte de la mentira, pero nuestra misión es que sean mentiras verdaderas. Hay muchos caminos para llegar a la verdad. Y a mí me gusta la realidad. Fíjate, en árabe es muy interesante, la palabra «verdad» y «realidad» es la misma, «haq», «haqiqa», la realidad. Es muy interesante. Además, fíjate en el sonido de la palabra «haq». O sea, es como el sonido del filo de una espada. Es como «haq». O sea, que la verdad, o la realidad, no es algo intelectual, sino que es algo que sientes. Y como espectadores, tenemos un anhelo de verdad/realidad. Tenemos un anhelo de eso. Yo creo que nos gusta eso, nos reconforta. Y estamos cansados de la mentira, del cine, de la máscara, del maquillaje, del ruido. Soy de los que creen que el ser humano está compuesto de esencia, a lo que muchos le llaman alma, y personalidad. Fíjate, la palabra «personalidad» viene del latín «personare», «para hacer sonar», era el nombre de la máscara. «Máscara» también es una palabra griega que quiere decir «personalidad». Era la máscara que se utilizaba en el teatro romano, también en el etrusco, en el griego, y me imagino que en muchos más… Era la máscara que permitía que el sonido del actor en el teatro llegara hasta el final de la grada.

13:00

Es decir, era una suerte de amplificación del ser, de la máscara, o sea, de la ficción. Es una amplificación del ego, dicho de otra manera. Y fíjate, vivimos una sociedad que venera la personalidad, ¿no? Se dice: «Ah, tiene mucha personalidad». O: «Este artista tiene universo, tiene imaginario». Pero creo que la personalidad que envuelve la esencia, esa personalidad, no permite que se vea la esencia, no permite que el ser humano contacte con la esencia porque esa personalidad está creada de miedos muchas veces. Es el ego, vamos a decir. Y esta membrana que envuelve la esencia como que crece, crece, crece, crece, y cada vez es más difícil que el ser humano recuerde su esencia. Pero, afortunadamente, la vida, en sus mecanismos preciosos, duros, pero benéficos, a través de la crisis, hace que se penetre, que se salte esta membrana o que la atraviese, y que conecte con la esencia. Fíjate, cuando muere alguien, estamos tristes, pero al mismo tiempo hablamos con la vida. O sea, la vida te hace esas preguntas importantes. «¿Quién eres? ¿Estás verdaderamente en el camino en el que tienes que estar o no?» Y yo, como cineasta, tengo que observar, o intento entender, para quién estoy trabajando. ¿Estoy trabajando para mi esencia, para mi verdad, o estoy trabajando para mi personalidad, para mi ego? Y, al final, hay que asumir y hay que aceptar que trabajas para los dos. Es más una cuestión de proporción.

14:51

A mí, como cineasta, me gusta mucho la realidad, me gusta la gente, me gustan todas las texturas de lo real. Cuando filmo bomberos en «O que arde», quiero que haya un rigor, o sea, en ese intercambio, ser justos y honrar a esa gente que me da su intimidad. Con los raveros, igual. Y, al final, porque creo que también estoy filmando a iguales, me gusta la gente sencilla, me gusta la gente que muestra su fragilidad, su vulnerabilidad. Porque somos así, y nos reconocemos y nos gusta. Y para mí es importante que los camiones en «Sirat» tuvieran una verdad, que hablara de ellos, el paisaje… En fin, yo, al final… Esto no es como muy ideológico. Soy un cineasta que se deja llevar por mi instinto y por mi gusto, por el sabor. Hay veces que me viene una imagen o estoy en una localización… Yo localizo todas mis pelis, me encanta ir a los sitios. De repente ese sitio me evoca imágenes, me pide volver para ser filmado. Un rostro, una persona, una fragilidad… No sé, unas líneas blancas de una carretera, como en «Sirat»… Una mujer que mira un pequeño televisor y ve a gente circunvalando la cava… Una vez que esas imágenes me acompañan, entran en mí, o imágenes que sueño, hay un gran sabor en filmarlas, como un deseo de filmarlas. Y eso creo que es honesto.

16:40
Chico1. Hola, Óliver, ¿qué tal? Viendo tu película «Todos vós sodes capitáns» recordé una frase muy famosa de Hitchcock que decía que nunca había que trabajar con animales ni con niños. ¿Cómo fue tu experiencia al rodar con los pequeños?

16:57
Óliver Laxe. Bueno, hay que admitir que me gusta meterme en problemas. Es la manera que tiene la película de trascenderme. Es decir, si el cineasta tiene un control de su obra, si ya sabe el camino, la película, la obra, quedará a su nivel, no lo trascenderá. Creo que es la magia del arte, cuando verdaderamente es capaz de expresar algo a pesar del autor, que somos el principal enemigo. En «Todos vós sodes capitáns», que es mi primer largometraje, es una peli que hago en 2009, viviendo en Tánger… Es una peli que hago con niños que están en estado de exclusión social, justo al lado de donde vivía, en la casba, cerca de la casba, allí había una asociación. Y claro, es que… Muchas veces, las motivaciones que me empujan a hacer películas se desvinculan del éxito o del fracaso. Efectivamente, hacer una peli con niños es muy complejo. Pero yo en ese momento precisamente venía de vivir una pequeña crisis. Sentía peso en mí, sentía como gravedad. Y necesitaba ligereza, necesitaba jugar, necesitaba volver al niño. Y fue lindo, fue lindo. Hacer una peli sin demasiada entelequia, intención, retórica, sino más bien el puro placer de filmar colores, gente, caras… Nos íbamos a filmar a la casba, a la medina, gente… Celebrar la vida, básicamente. Y ser un niño.

18:43

Y en la peli, en «Todos vós sodes capitáns», la verdad es que estoy contento. Es una peli silvestre, loca, diferente… Y me veo en la peli y digo: «Este está jugando». Me reconozco y digo: «Bien, bien. Él es un niño». Y, de hecho, fue una de las cosas que hizo que la peli llegara a Cannes, creo. Que la peli era muy diferente. Era una peli… Una ópera prima. Una ópera prima tiene que ser algo… Un bicho, un bicho raro, un elemento no domesticado, salvaje, diferente, libre… Y yo ahí estaba celebrando a mi niño, que es una suerte de libertad. Recientemente, de hecho, hice una pequeña intervención en el colegio, en uno de los colegios de Os Ancares, que es de donde vivo yo, en San Román de Cervantes. Estuve dándoles a los niños del colegio clases de cine. Hemos hecho un cortometraje al final que se llama «O burro Quijano, o burro da escola», donde Quijano era un alumno más, un burro que acaba de fallecer. Bueno, intentamos desde la Asociación Ser trabajar con los niños. Intentamos volver al niño también. Sobre todo intentamos inculcarles como una cultura la autoestima, que creo que es un poco la tarea pendiente en el campo. Creo que la revolución o el cambio cultural tiene que empezar sobre todo a ese nivel de la autoestima. Y que se reconozcan, que sean orgullosos de ser del campo.

20:35

También vienen mucho a la sede de la asociación. Tenemos una gincana pedagógica allí. Visitan las diferentes casas donde ahora hay gente joven que está viviendo allí, gente con proyectos innovadores, gente creativa… Que vean que en el campo se puede innovar también, se puede vivir. Y gente que ama el sitio donde vive, que tiene un sentimiento de pertenencia fuerte. Fue una experiencia bastante linda. Y, bueno, ahora han crecido estos alumnos y muchos de ellos está bien que viajen, que se formen, pero que vuelvan a la montaña.

21:15
Nicole. Hola, Óliver, soy Nicole. Un placer tenerte aquí.

21:18
Óliver Laxe. Hola, Nicole.

21:18
Nicole. En «Mimosas», «O que arde» y «Sirat», el paisaje juega un papel muy importante, incluso más que las personas, diría. Dicho esto, ¿qué encuentras en la naturaleza que te parece tan importante o percibes interesante?

21:37
Óliver Laxe. Pues mira, muchas veces me pregunto… Mi abuelo, Gumersindo Corocoro, que en paz descanse… Yo estoy viviendo ahora en su casa. Bueno, era más bien la casa de mi abuela, que es donde he filmado «O que arde». Muchas veces me pregunto: «¿Él decía la palabra naturaleza?». Ahora hablamos, por ejemplo, de rural, del campo, del paisaje… No me imagino yo a mi abuelo hablando del paisaje. ¿De qué país eres, Nicole?

22:05
Nicole. Perú.

22:05
Óliver Laxe. Eres de Perú. No me imagino a alguien de Iquitos o de Pucallpa hablando de la naturaleza, porque estás dentro de ella. Y en mi manera de estar en el mundo, como persona y como cineasta, que es un poco lo mismo, la naturaleza o ese espacio no es un sitio bonito, no es simplemente un marco, no es un decorado, no es el «frame» donde yo hago mis películas y simplemente filmo en esa naturaleza porque es bonito. No. Es porque manifiesta, es porque la realidad te habla, es porque la realidad te reta. Es decir, te cuida. Te da quitando. Entonces, claro, como tengo esta visión de la realidad en la que venimos aquí a crecer, venimos aquí a pasar ciertas pruebas, la naturaleza o ese espacio es el marco perfecto para que veamos sus mecanismos, cómo funciona la vida. Y el principal mecanismo que tiene la vida es la muerte. Y lo ves de manera muy clara en la naturaleza. Luego no hay que romantizarla porque a veces ves precisamente un paisaje muy bonito, pero dentro de ese paisaje están sucediendo atrocidades, asesinatos, muertes, torturas… Pero tiene su sentido. Pero tiene su sentido.

23:49

Y eso creo que está un poco en todas mis pelis, o por lo menos está en mi intención, el evocar una naturaleza que tiene reglas, que te pone a prueba, que te susurra cosas, a veces, otras veces te empuja al abismo, pero que siempre lo hace de manera benéfica. Que sí, que a veces se expresa a través del accidente, del pesar, pero que te cuida.

24:18
Chico2. Hola, Óliver. Hay quien hace un análisis muy solemne de tus películas, pero viéndote aquí ahora en persona parece que tienes sentido del humor y que no te lo tomas tan en serio. Y me preguntaba si era así realmente.

24:38
Óliver Laxe. Soy serio en mi falta de seriedad a veces, o todo lo contrario. No sé, tengo la sensación de que vivimos en un mundo tan ligero… Y es normal la ligereza, es normal que nos distraigamos, es normal que busquemos entretenimiento, porque es difícil conectar con el dolor del mundo, es difícil mirar adentro. Pero hay tanta ligereza que me da la sensación de que mi tarea o mi responsabilidad es equilibrar un poco eso, poner un poco de profundidad o de gravedad. Solemnidad la verdad es que no me gusta. Sé que es algo que a veces tengo que corregir de mí, que soy demasiado solemne, pero… No sé, si viviéramos en un mundo grave o demasiado profundo, seguramente estaría trabajando mi lado más ligero. Y a veces pienso en hacer comedias. Curiosamente, recientemente, que he estado un poco triste… Es curioso, cuando uno está triste es cuando necesita crear un contexto más jovial y ligero. Fijaos, Lubitsch, «Ser o no ser», una película que se filma durante la Segunda Guerra Mundial. Fijaos qué manera tiene el artista de hacernos celebrar la vida en un momento de tanta zozobra, de tantos miedos. Es una película sobre el nazismo, sobre la invasión de Polonia.

26:26

Creo que vivimos un tiempo difícil y que nos pide profundizar, mirar adentro. Entonces yo me asumo, asumo mi rol, que tengo que recordar eso, que miremos adentro. Asumo que es difícil, asumo que hay gente que no quiere mirar adentro, que es normal, y que proyecta hacia mí. Y me llama solemne. Últimamente también me dicen mesiánico. Y sí, sí, sí, soy mesiánico, sí. O sea, vivimos… O sea, bueno, en fin. O sea, mesiánico. Creo en los santos, en los profetas, en los magos, en los artistas. Creo en la magia, creo que el mundo está encantado, creo que el mundo es un milagro. Pero sí tengo un lado… Tengo mi lado bastante primitivo, que me gusta. Creo que en «Sirat» hay humor, creo que hay momentos… El humor es la mejor manera de entender la complejidad del mundo. O es una de las mejores maneras para entender el mundo. Perdón, para sentir el mundo.

28:04

Y en muchas prácticas espirituales, y sobre todo en una que conozco muy bien, que es el sufismo, el humor es una manera que tiene el maestro de romper el nivel de percepción lógica del que escucha la historia, el cuento. Es como que te descoloca a veces el humor. Y te invita a utilizar otros niveles de percepción que no es el racional. Y hay una fuerte tradición de cuentos que son muy profundos y muy ligeros al mismo tiempo. Sobre todo hay una figura arquetípica, que es Nasreddin Hodja, que es una suerte como de loco iluminado. Es como un sabio torpe que provoca cosas, que, precisamente, en su torpeza, en su surrealismo, en su humor, te hace de repente entender, sentir cosas de la realidad. Y se dice que esta tradición, que viene de Anatolia, es precisamente la que hizo que aquí, a través del Al Ándalus… Creo que es un arquetipo universal que está en nosotros, pero que sí se dice que «El Quijote» nace de esta tradición. En Italia, en China… Es como una corriente que ha viajado un poco por todo el mundo. Sería el punto ideal, llegar a ese centro de la cruz. La cruz, tenemos el eje horizontal y el eje vertical. Estar en el centro, entre la ligereza y la profundidad.

29:43

Entre la inmanencia, es decir, la conexión con la realidad, y la trascendencia. Y me parece que ese es el rol del artista, precisamente, el de mantener el control en los momentos más difíciles. En los momentos en los que hay miedo en la sociedad, estar ahí firmes, con firmeza, y recordar a la gente quiénes son o qué es ser humano.

30:10
Chica1. Hola, Óliver, un gusto que estés acá con nosotros. Me gustaría saber cómo has decidido trabajar en tus películas con actores que no son profesionales. ¿Qué es lo que te da?

30:23
Óliver Laxe. Bueno, yo en un primer momento trabajé con mis amigos, sobre todo. Gente que me conmovía, por alguna manera. Por eso son nuestros amigos, la gente que tenemos cerca es que nos conmueve. Y como cineasta, tenía ganas de compartirlo. Luego, bueno, pues yo he empezado a hacer películas verdaderamente desde la base. Empecé haciendo pelis… Yo era el cámara, hacía todo, y poco a poco he ido creciendo. Pero era un cine sin medios, hecho en los márgenes. Al mismo tiempo, como decía antes, me gusta la realidad y me gusta la gente. Y ponerle la cámara a un actor que no tiene experiencia, que no está acostumbrado a tener una cámara delante, es muy potente. Es muy potente, la energía que se desprende es muy bonita. Esa fragilidad, esa vulnerabilidad… Hay algo ahí, hay algo precioso. Y que con un actor puede suceder también, lo que pasa es que tiene más… Un actor tiene como más herramientas, zonas de confort… Tiene más seguridad. O tiene más maneras de trascender su propia inseguridad, porque en realidad ser actor es fragilizarte, ponerte en una situación de fragilidad. A mí últimamente me gusta mucho explicar la diferencia de un actor con experiencia de uno que no tiene experiencia pensando en que lo bueno del actor no profesional es esta luz.

32:02

Y lo malo es que para que arranque, para que actúe, es como un coche viejo, a veces, que tienes que salir del coche y que tienes que empujar el coche. Y a veces se cala y tienes que volver a arrancarlo, utilizar las pinzas, buscar una cuesta… O sea, implica mucho trabajo por parte del director y mucha incertidumbre, una incertidumbre que es buena, es dura pero es buena. Porque a veces los actores no profesionales te regalan cosas genuinas, mágicas, accidentales… Un actor profesional, también. Lo bueno del actor profesional es que tú vas sentado de copiloto, el coche es híbrido y estás ahí y, a veces, incluso puedes dormir. Yo ahora con Sergi López, muchas veces yo me dormí en el copiloto. Le dije: «Oye mira, nos vas a llevar, vas a subir esta cuesta, vas a bajar, vas a llorar, vas a sufrir, vas a acabar en el…». Y pam, pam, pam, pam, te las empieza a clavar todas. Y, obviamente, un cineasta que hace este tipo de cine tiene mucho peso, lleva la producción, yo soy también productor, y necesitas aliados. Y esos actores que tienen esas horas de vuelo, que tienen esa experiencia… En este caso, Sergi López ha sido un fuerte aliado desde dentro de la imagen. Él ha estado al servicio de los actores sin experiencia, les ha apoyado, ha sido una generosidad absoluta y un pilar para mí, sí.

33:44
Fran. ¿Qué tal, Óliver? ¿Cómo estás? Quisiera preguntarte lo siguiente. Considerando la repercusión o el éxito que tuvo «Sirat», ¿te has planteado o te gustaría realizar algún tipo de producción más cercana a los estándares de la industria? Es decir, con estrellas poco más reconocidas y un gran presupuesto, en este caso.

34:04
Óliver Laxe. Hola, Fran, ¿cómo estás? Yo tengo la sensación de que eso que estás diciendo lo he hecho. Tienes que entender de dónde vengo yo. Yo vengo de filmar con una vieja cámara de los años 70 y de revelar el negativo en mi cuarto de baño. Soy verdaderamente alguien muy artesanal, de base, me he formado así. He acabado mis estudios universitarios, me compré esta cámara y empecé a entender, preguntarme qué es una imagen, cómo me puedo acercar a un ser humano con una cámara, qué es un ser humano… Empecé a hacer balbuceos muy «underground». Entonces, claro, «Sirat» para mí ha sido un paso adelante muy fuerte, es una película industrial. En cambio, sí que es una pregunta que te haces con cada película. ¿La siguiente va a ser más grande o más pequeña? Depende de cuál ha sido el efecto en el espectador, para mí eso es lo importante. Es cierto que cuando haces una película cada vez más grande puedes llegar a perder un poco de libertad, pero en mi caso, como estoy creciendo de manera tan orgánica y desde tan abajo, creo que mi libertad está como muy protegida, o por lo menos tengo la fuerza suficiente para proteger la fragilidad de mis proyectos, la fragilidad de mis imágenes.

35:33

Soy verdaderamente alguien muy fuerte, además de que soy productor de mis películas. Coproduzco mis películas. Busco la manera «ad hoc» de hacer mis películas, de conseguir esas imágenes. Cómo filmar en incendios. Cómo filmar una rave. Cómo filmar una tala de eucaliptos filmada con dron. Cómo se ilumina… La producción puede ser muy creativa, y, obviamente, no voy a desmerecer todos los productores que me acompañan, sin los cuales no haría mi cine. Pero tengo suerte, me rodeo bien, me rodeo de productores… No son esta gente que salen con un puro en las pelis, no, no, no. Es gente sensible, es gente muy creativa… Es muy ingrato ser productor, es muy difícil, es gente verdaderamente muy vocacional, que les gusta la marcha, que les gusta acompañar a un cineasta. Es duro, y yo la verdad es que felicito a todos los productores independientes porque sin ellos sería muy difícil. Ahora mismo, después de «Sirat», creo que tengo que escuchar lo que me dice la vida, y me dice: «Este es tu camino y te estoy abriendo puertas». Y esas puertas es para que mi cine sea, incluso, efectivamente, más grande, es decir, más presupuesto y más complejidad. Y la verdad es que, al final, como soy un cineasta de la imagen y como me gusta meterme en problemas y mis pelis son aventuras demenciales, va a venir bien tener más presupuesto, verdaderamente, para…

37:24

Básicamente, mis proyectos es construir un edificio, subir a la azotea y lanzarme desde la azotea. Entonces, «Sirat» era un edificio de 50 plantas, me he tirado, la vida me ha dicho: «Eh, ya sabes, tírate, no hay red». Aunque yo sé secretamente que sí hay red, o sea, que el fracaso, la muerte, no existe. O sea, sé que me hará crecer tirarme al abismo. Ahora hemos entendido el mensaje con «Sirat», lo que quiere la gente es libertad, quiere la libertad de alguien que es capaz de tirarse al abismo. Decía Pasolini, la repito mucho últimamente esta frase, decía: «Secretamente lo que el espectador quiere, lo que saborea de manera inconsciente, lo que disfruta de una obra de arte, es la libertad del autor». Sobre todo en un momento de tanto miedo. Entonces, efectivamente, ahora vamos a hacer un edificio muy bonito de 220 plantas y me voy a tirar, me voy a tirar desde ahí arriba. No sé si os acordáis de este tipo que en las Torres Gemelas puso un cable y cruzó, un funambulista, ¿no? Pues eso es el arte. Y es duro, no sabes a dónde vas, te das a tu intuición, te das a la película, te das a la vida. Te conectas con un inconsciente colectivo, te conectas con tu tiempo, con tu gente, pero… Uf. Guau.

39:01

Es como «Sirat», más fino que un cabello. Como… ¡Uy! Haciendo «Sirat» yo he sufrido, he sufrido angustia. Es una película muy temeraria, muy arriesgada, y eso el espectador lo siente. Entonces, bueno, pues… Sí, todo apunta a que la siguiente película será más delirante.

39:30
Luis. Mi nombre es Luis y soy bombero. Entonces, quizá por esto me llamó mucho la atención en la película «O que arde» el realismo de ciertas imágenes de fuego y tenía la curiosidad por saber cómo llegaste a conseguir esas imágenes tan buenas y si en algún momento llegaste a sentir miedo con lo que estabas filmando.

40:00
Óliver Laxe. Hola, Luis, gracias. Me hace mucha ilusión saber que eres bombero. Tengo un inmenso respeto por vuestra profesión. He estado más vinculado con los brigadistas forestales, pero… Guau. Me parecéis unos héroes. Es increíble el sentido de la responsabilidad que tenéis, el sentido del servicio. Fue lo más bonito de hacer «O que arde», de lo más bonito. Convivir con estas brigadas, ver las motivaciones por las que hacían su trabajo, su arrojo, su capacidad de sacrificio… Guau. Sí, yo tenía muchas ganas de filmar el fuego. La aldea en la que vivo, Vilela, donde rodamos la película, en el 99 estuvo a punto de ser quemada. El abandono del rural, el cambio climático… En fin, hay muchos factores, no vamos a entrar en ellos. Pero eso estaba ahí, yo estaba como muy atraído por el propio fuego, y tú lo sabes, el fuego tiene algo. El fuego está vivo. No es simplemente bonito, está habitado el fuego, y te habla y te dice cosas. Y, bueno, con los años, esas primeras imágenes que yo tenía del fuego me hicieron hacer esta peli. Y entonces nos formamos como bomberos. Hicimos las pruebas teóricas y físicas, y poco a poco fuimos metiéndonos en incendios.

41:36

Obviamente, estábamos asegurados por el Estado, teníamos nuestros guías, digamos, bomberos, que poco a poco nos empezaron a acostumbrar a estar en incendios. Empezamos de día, empezamos a buscar maneras de comportarnos en el fuego. Cuando hay mucho humo, cómo respirar, coger el aire abajo, orientarse, también… Pero yo lo que quería era filmar de noche, lo cual añade dificultad y peligrosidad, porque de noche te desorientas con más fuerza y de manera más fácil en el campo. Era bastante increíble porque teníamos a alguien en la emisora provincial, donde venían todas las alarmas que había en la provincia de Orense. Esto se filmó en Orense, más en el sur de Galicia, que hay más proporción de incendios. Y digamos que esta persona de producción nos chivaba, nos decía, dónde era el incendio y nosotros llegábamos allí vestidos de bomberos con nuestros 4×4. Muchas veces éramos los primeros. Imagínate la reacción de los vecinos cuando de repente veían que llegaban los bomberos con cámaras. Y era como: «¿Esto qué es?». Es como: «¿A esos de la Xunta qué les pasa?». Y muchas veces, claro, era un desafío ético para nosotros. Es como: «Hostia, ¿qué hacemos? ¿Ayudamos a los vecinos, ayudamos a los bomberos o nos podemos hacer nuestra peli?». Porque a veces el arte, efectivamente, es la mejor manera de ayudar o de visibilizar algo.

43:21

Y sí, hubo momentos peligrosos. Yo recuerdo un momento que estuvimos… Era una brigada de «concello», era una brigada de ayuntamiento, que son brigadas que se hacen en verano, es gente que no está del todo formada. Y al fuego tienes que irle de cara, lo sabes. No puedes ser conservador, no puedes recular, hay que atacarle. Es difícil hoy en día porque, claro, la tierra es menos húmeda. Hay estos fuegos de sexta generación que tienen una velocidad imparable, que tienen su propio clima dentro del fuego. O sea, es difícil hoy en día. Es difícil ya atacar. En Galicia sí se ataca mucho el fuego desde la cabeza. Ahora, cada vez menos. O sea, más por los costados. Pero en ese momento sí que tuvimos miedo. Hubo un momento en el que vi al jefe de la brigada, al jefe de mi brigada, buscar una salida. Porque el fuego venía hacia nosotros y detrás teníamos muchísimo, muchísimo combustible. Teníamos mucho monte bajo, tiene muchas calorías, es imparable. Y recuerdo a uno de nuestros compañeros buscando una salida. Por si se ponía difícil la cosa. Y, uy, cuando ves que se va un compañero y no sabes si va a volver, y no sabes si verdaderamente hay una salida y ves el fuego venirte encima, guau. Pero, bueno, precisamente son estas experiencias que no tenemos ya en nuestra vida. Experiencias de muerte. Experiencias de sentirnos pequeños. Experiencias donde la naturaleza te dice: «A tu sitio». Y a veces con dulzura te lo dice, también. Pero precisamente te hace humildarte.

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Y nada, como decía antes, me interesa mucho lo real. Y para mí era muy importante que la película representara el gremio. Y que, aunque sois un público pequeño, no sé cuántos bomberos hay en España, pero que por lo menos, que ese público, cuando viera la película, dijera: «Bien, bien, me veo reflejado». Luego nosotros creo que también tuvimos la complicidad vuestra porque os disteis cuenta de que estamos igual de locos que vosotros. O sea, que esta peña en el monte con sus cámaras, estos yonquis de la imagen, que por cualquier imagen harían lo que fuera. O sea, es que había momentos que yo tenía que quitar a mi dire de foto de las llamas. O sea, botas que se estaban como… Yo recuerdo botas que se les iba la suela del calor. Yo creo que fue ahí cuando… Porque estuvimos un primer verano tomando notas con la cámara y tal, y ahí fue cuando dijeron… Al principio había un poco de reticencias por parte del gremio, de «quién es esta peña» y tal. Yo creo que ahí fue cuando tuvimos la complicidad vuestra. Cuando entendisteis que había algo vocacional en nuestro trabajo y que para nosotros era importante. Y que si hay un centímetro en el que podemos hacer mejor nuestro trabajo y que nuestro pan esté más rico, lo vamos a hacer. Cualquiera que sea el sacrificio. Vamos a querer siempre hacer el mejor pan para nuestra gente. Y fue precioso.

46:56
Rebeca. Hola, Óliver, soy Rebeca. Mi pregunta va sobre «Sirat». He visto que en la película la música es muy importante y que te lleva como en medio de un trance. ¿Qué querías expresar con la música en la peli?

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Óliver Laxe. Trance. Hola, Rebeca. Mira, la música es el lenguaje artístico que penetra al ser humano de manera más directa. Y conecta con su alma de manera más directa. Tiene una manera tan directa de conectar con nuestra esencia y de hacernos sentir cosas, emociones tan diversas… La tristeza, la alegría, la soledad, la nostalgia… Y luego, claro, es que la música toca el alma. Es que te recuerda que tienes alma. Y la música electrónica es muy curiosa porque se suele decir que es la música clásica la que trabaja esas áreas más elevadas del ser humano, el alma, el espíritu. Y se suele creer que la música electrónica es como plebeya. Como que es más lúdico festiva y kitsch, rara, con estos sonidos casi como un poco tecnológicos y de videojuegos. Un poco de prejuicios. O incluso hay gente que lo considera frío, porque efectivamente son sonidos que no tienen calidez. Pero, precisamente, la música electrónica tiene una abstracción que se da porque tú no eres consciente del origen de ese sonido. O sea, tú, cuando escuchas un violín, pues escuchas la cuerda, la madera, un tambor, la percusión, el cuerpo, la voz… O sea, como que hay calidez. Y no hay abstracción, sabes de dónde viene ese sonido.

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En cambio, la música electrónica, el sonido electrónico, ¿de dónde viene? Es que es vibración, además. Es que es vibración electrónica, como es el universo. Como es la luna, por ejemplo. Nos envía vibración, nos envía ondas electromagnéticas. No soy físico, pero vibra, el universo vibra como la música electrónica. Entonces, para mí y para Kangding Ray, la música electrónica era perfecta para evocar lo trascendente. Cómo suena el universo. Cómo susurran los ángeles. Es pretencioso hacer eso, pero, bueno, somos pretenciosos los artistas y nuestras metas son muy trascendentales, aunque luego no lleguemos a esa altura. Pero sí que hablábamos así David y yo. Y creo que la peli, de alguna manera, lo consigue. Creo que esos sonidos, en esos zums en los que nos metemos, en esos altavoces tan pétreos, yo creo que sí estamos evocando ese latido original de la creación. Yo creo que hay unos arpegios en el final de la película, que además tienen como luz… Hay algo muy de Vangelis, el… Que es casi como un susurro de un pájaro, de un ángel, y que nos da un poco de paz o de luz en un momento en que la necesitamos en «Sirat».

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Y luego, a mí me gusta mucho bailar, también. Y era una de las intenciones de esta película, que el espectador baile en la sala de cine. Y, bueno, no bailáis, pero sí que movéis el pie, la cabeza, sí que creo que lo hemos conseguido. Hemos conseguido algo muy difícil, que es que la gente te diga: «A mí no me gusta nada la música techno o la música electrónica, pero en tu película me ha gustado. Me ha gustado esa música». Yo creo que hemos quitado algunos prejuicios acerca de esta música. Es como el cine la música electrónica. Es una mezcla de cultura popular, porque está muy vinculada a la música popular tradicional, y alta cultura. Hay algo refinado, hay algo… Hay una excelencia en la música electrónica también.

51:17
Rebeca. Yo creo que el prejuicio básico es que las personas que van a este tipo de fiestas o que escuchan esa música siempre lo hacen bajo efectos de drogas.

51:29
Óliver Laxe. No siempre.

51:30
Rebeca. No siempre, pero que es con lo que se relaciona. Y por eso es que…

51:35
Óliver Laxe. Bueno, los que bailan reggaetón y estas cosas…

51:38
Rebeca. También. Sí, sí.

51:39
Óliver Laxe. También. Todo. O sea, me refiero…

51:40
Rebeca. Todo, sí. O sea, las drogas están en todas partes. Pero sí, como que ese es el prejuicio de la música electrónica, yo creo que es un poco eso. Es como: «Bueno, esa gente no está ni pensando porque está en otro lado». Pero, al mismo tiempo, lo que estás diciendo es literalmente así. Me parece que la música electrónica tiene como muchos matices y que muchas veces es muy profunda y que permite entrar en un trance y sentir profundamente lo que estás viviendo.

52:11
Óliver Laxe. Bailad como si nadie os viera.

52:13
Rebeca. Sí, efectivamente.

52:15
Óliver Laxe. Yo creo que hay algo también en esos sonidos, en esas frecuencias. Creo que le hemos dado a la peli… Hemos trabajado unas capas más mentales, los sonidos son más etéreos, es más armónica, son notas sostenidas… Ahí nos estamos acercando mucho a la música sagrada. Creo que… No me gusta mucho juzgar o generalizar, pero creo que en muchas pistas de baile se reza, inconscientemente, a través de esos sonidos tan trascendentales y que son como notas que te conectan al todo, pam, que penetran, un poco como los Ícaros, los Ícaros, que, cuando hay un agudo que, pam, te propulsa, te abre una puerta, empuja tu cuerpo a fundirte. Mi psicología es temeraria, Rebeca, y me gusta ir a los límites de mí mismo, que es ahí cuando te conoces más. Y por eso mis rodajes son tan extremos a veces. Hemos hablado antes de filmar en llamas, y aquí, en «Sirat», nuestros personajes buscan una fiesta en el desierto. Entonces, el tema era cómo filmar el desierto, cómo filmar en el desierto. Además, que rodamos en junio o julio, son los momentos con más calor, con más calima…

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Desgraciadamente, son los momentos en los que el desierto está más fea la luz, una luz muy dura, muy vertical. Casi no hay estructura en el cielo, no hay nubes, no hay atardeceres, está todo como muy… Y, al mismo tiempo, tenía que ser así y le veo el lado positivo. También le da como más abstracción al sitio, porque a veces también la belleza de Marruecos es peligrosa, porque es demasiado bello, y una imagen bella no es una imagen bella. La belleza es otra cosa. Y está vinculada a esa verdad, realidad, de la que hablábamos antes. Bien, en este caso tuvimos que hacer campamentos en medio del desierto, fue duro a nivel de producción. Aunque, muchas veces, cuando hablamos de dificultad a la hora de hablar de una película, hablamos de dificultades exteriores. Hablamos de dificultades exteriores. Solemos decir: «Bueno, no he tenido el financiamiento necesario, no he tenido las semanas de rodaje necesarias, no he escogido bien los actores o los actores no fueron solidarios». Solemos hablar de cosas exteriores. O: «Mis productores no me entendieron». Pero yo creo que la principal dificultad en una obra de arte es interior, y es, básicamente, el grado de coherencia que va a tener el autor con sus intenciones primeras. Es decir, el verdaderamente sostener su gesto en unas circunstancias en las que es muy difícil sostener ese gesto, porque el cine se filma en muy pocas semanas. Es tan caro mantener a tanta gente, los hoteles, los viajes, la manutención, que lo que se hace es comprimir mucho los tiempos de rodaje. Hablo del cine industrial.

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Y hay una perfecta manera de organizar el tiempo para optimizar recursos, dinero, tiempo, esfuerzos… Entonces, estás filmando cosas muy complejas en muy poco tiempo, en el mínimo de tiempo, y, por lo tanto, es muy complejo, es muy arriesgado. Y estás trabajando bajo circunstancias de mucho estrés, de «tiene que salir». Está todo medidísimo. Una secuencia, esa secuencia, te tiene que llevar tres horas, tiene cuatro planos y cada plano, o este plano, 45 minutos, este, media hora, este, dos horas. ¿Entiendes? Entonces, estás… Y, además, siempre hay problemas de dinero, nunca llega el dinero para filmar lo que quieres filmar, te llames Óliver Laxe o Steven Spielberg. Entonces, antes de rodar y en el propio rodaje, se toman decisiones que muchas veces adulteran ese gesto. Tienes miedo, como autor, tienes miedo a saltar al abismo, a atravesar esa cuerda, ese cabello fino. Entonces, muchas veces, se traiciona. Así que esa es la principal dificultad, es: «¿Voy a saltar al abismo o no?». Con todas las consecuencias. «¿Voy a ser radical o no?»

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Me gusta mucho… También hablo mucho últimamente de la etimología de la palabra «radical», que viene de «radicalis», de «raíz», y esto enlaza con lo que os comentaba al principio. Es decir, la persona es radical, y en este caso vamos a ver si el artista es radical, si verdaderamente tiene la valentía de conectar consigo mismo, con su raíz, si va a saltar para verdaderamente conocerse más, para liberarse más, para ser verdaderamente radical.

57:42
Roberto. Muy buenas, Óliver, encantado de que estés aquí. Pues mira, mi pregunta es: en tus películas hay una mezcla de nacionalidades, de idiomas, de culturas… Me gustaría saber si esto sirve para generar un puente entre culturas.

58:01
Óliver Laxe. Sí. Bueno, a veces dicen que hago cine religioso, y es cierto que me interesa mucho la religión, y también me interesa mucho recordar que la palabra «religión» viene de «religare», de «religar», de tender puentes, de unir. Unir lo que creemos que está separado, pero que en el fondo no lo está, yo creo. Y sí, efectivamente, soy hijo de migrantes, nací en París, de migrantes… Allí éramos considerados españoles, aunque mis padres hablaban en «galego» entre ellos, y me hablaban en francés, y luego volvimos a España, donde éramos «franchutes», y fuimos a vivir a Galicia… Como que siempre fui un extranjero. Aunque el choque cultural no era tan fuerte entre Francia y España y Galicia, pero es una posición de desarraigo, de inadaptación, que en el fondo es la posición del artista. Me parece una posición sana, que es la del viajero, también, es decir, el que no tiene casa. El turista, cuando viaja, está siempre pensando en su casa. De hecho, se desplaza físicamente, pero no se desplaza en la mirada de su casa y en los valores, está siempre en su casa. En cambio, el viajero no tiene casa, insisto, y es lo que le hace ver la realidad y viajar de verdad y empatizar con la otra realidad, con la alteridad.

59:39

Y sí, Roberto, las culturas están hechas de mezclas y de bastardeos, y creo que es algo que hay que recordar. No hay culturas monolíticas, que no son porosas. De hecho, las buenas culturas son las que son porosas a otras. Es cuando una cultura se cierra por miedo a otra cultura o lo que sea… Porque, efectivamente, hay culturas muy agresivas, y es normal que las haya que se defiendan. Cuando una cultura se cierra, aunque esté justificado, las ideas dejan de circular entre dentro y fuera de esa cultura y, por tanto, esa cultura como que se empodrece.

1:00:20
Roberto. A ver, yo soy de padre argentino, madre asturiana, nací en Cantabria, y entiendo esa pérdida de culturas, porque yo aún todavía no he viajado a Argentina. Cuando tú hablas de eso, yo no sé todavía… La cultura más o menos de Argentina la conozco de oídas, de vista, pero no la he vivido.

1:00:41
Óliver Laxe. Es lo que tú crees. Tú llevas a Argentina dentro de ti, está ahí. Las culturas son sutiles, y cómo se mezclan entre ellas y cómo se hibridan. Y, bueno, vivo en la Península Ibérica, que ha sido un sitio de cruces culturales, y es algo riquísimo, y creo que es parte también de… Creo que, en el fondo, estamos tan acostumbrados a los viajeros, a las culturas diferentes que hay, que, en comparación a otros sitios de Europa, tenemos mucho que hacer todavía aquí, hay que saber acoger mucho mejor. La verdad es que nos hemos olvidado, pero, dentro de lo que cabe, somos sencillos y nos gusta acoger, hay sentido de la hospitalidad. Por lo menos, en Galicia creo que lo hay, o se destaca, y creo que en muchas zonas de España, también. No tanto como en otras culturas. Decía un escritor senegalés, de cuyo nombre me he olvidado, que el ser humano civilizado es el que está en la disponibilidad. Es decir, que las sociedades con más grandeza o con mejores valores son las que cultivan esa disponibilidad, esa capacidad de acoger al otro, la hospitalidad.

1:02:10

Y, en ese sentido, las sociedades del primer mundo, no sé cómo llamarlo esto del primer mundo, seríamos los que estamos a la cola, en realidad, porque no acogemos al otro, porque no damos nuestro tiempo, porque no estamos en la disponibilidad. Estamos en el cálculo, el tiempo está compartimentado… A mí me pasa, a veces me viene un vecino y es como: «Hostia, no, ahora no, que tengo que hacer esto, tengo que enviar aquel email y me queda tal». Pues hay gente que es excelente en esa disponibilidad, que es como: «Ah, viene un ser humano a mi camino, ¿por qué? ¿Qué quiere? ¿Qué necesita?». Es así, Alberto, las culturas están hechas de mezcolanza, de procesos de osmosis, de bastardeo… Y fíjate, yo, además, como hijo de migrantes, creo que tengo mi responsabilidad en este mundo en el que estamos, con tantos flujos migratorios, cómo cambia el viento de dirección. Y los que emigrábamos antes ahora somos los que tenemos que acoger. Fíjate, además, la relación que tengo con los países vecinos de España, porque he nacido en Francia, he vivido muchos años en Marruecos y soy gallego, que, de alguna manera, hay un diálogo con Portugal muy fuerte cuando eres «galego». Nuestras lenguas son hermanas y nuestra sensibilidad periférica, también.

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Entonces, creo que tengo ahí un poco mi rol, también, a la hora de hablar de las diferencias entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur, entre el campo y la ciudad. Son temas muy interesantes donde yo creo que tengo mi responsabilidad para que nos entreconozcamos. Es como si nos hubieran hecho de pueblos y culturas diferentes, de pueblos y tribus diferentes, para que nos entreconozcamos. Ese es el sentido esencial de la vida, creo. Pues muchas gracias a todos, ha sido muy bonito. Yo, como artista, muchas veces estoy en mi atalaya, estoy muy separado. Además, vivo allí, en Ancares, que hay cuatro personas y media por kilómetro cuadrado, de media. Somos pocos, pero también, por eso, tan solidarios unos con otros, y es un lujo haberos escuchado. En fin, me he sentido muy cómodo. Espero que vayáis a ver «Sirat» a los cines y que os guste y que os haga mirar un poquito dentro, y ojalá haya un juego de espejos ahí. Un abrazo a cada uno de vosotros.