“Aprendimos a ser padres y madres siendo hijos”
Machy Guerrero
“Aprendimos a ser padres y madres siendo hijos”
Machy Guerrero
Psicóloga
Creando oportunidades
Amor y empatía: el camino hacia una crianza positiva
Machy Guerrero Psicóloga
¿Por qué no funcionan los sermones con tus hijos?
Machy Guerrero Psicóloga
Machy Guerrero
Machy Guerrero es una psicóloga comprometida con la promoción de buenos tratos en la infancia. Su labor se centra en educar a los adultos sobre la importancia de tratar con respeto y cariño a los niños, fomentando una crianza consciente y respetuosa. Además de su carrera profesional, Machy es madre de dos hijos, una experiencia que ha enriquecido su perspectiva sobre la crianza y la ha impulsado a compartir sus aprendizajes con otras familias
A través de sus plataformas, Machy ofrece consejos prácticos y apoyo emocional, ayudando a padres y madres a enfrentar los desafíos de la crianza moderna. Su enfoque se basa en la empatía, la conexión emocional y la importancia de cuidar la salud mental de los adultos para garantizar un entorno seguro y amoroso para los niños. Machy también destaca la relevancia de la reparación de errores en la crianza, promoviendo un ambiente de aprendizaje continuo y compasión.
Transcripción
Porque, a ver, todos sabemos que las embarazadas pueden pasar por náuseas, por antojos, por mareos, pero ¿qué tal cuando te ves al espejo y te ves con un cuerpo distinto? Lleno de estrías, tal vez, el pecho caído, el abdomen grande, el cuerpo más grande. ¿Y quién te acompaña ahí? Y todos sabemos que el parto es doloroso. En las películas vemos que gritan de dolor cuando están pariendo. O sabemos también que cuando tenemos un bebé en casa, pues hay malas noches, ¿no? Pero, ¿alguien se pone aquí de malas cuando tiene sueño? ¿Sí? Yo. Gracias. Bueno. Imagínense malas noches. No son algunas malas noches, son meses de malas noches. ¿Y alguien no es papá aquí, mamá? OK. Bueno, vengo del futuro a decirles algunas cosas que tal vez no se hablan con mucha frecuencia, que son lindas y que son dolorosas a la vez.
Porque cuando no duermes, porque a veces no son meses, son años. O sea, los niños pueden tener cinco años y se siguen pasando a tu cama y tienen pesadillas y tienen miedos y se hicieron pipí y uno ya nada más pone la toalla ahí porque qué flojera cambiar todo. ¿Sí es así o no? Bueno. Entonces, imagínense mal dormir cinco años. Imagínense además con todo lo que describí antes, del parto, del embarazo y también no se habla de cómo cambia la relación de pareja también. De cómo tal vez papá se sienta desplazado, de cómo mamá se siente agotada, de cómo la pareja deja de tener tal vez intimidad, ¿no? Por el agotamiento, porque no hay espacio para eso más que para hacer que esta criatura siga viviendo. ¿Sí? Y eso duele. Desconectarte de tu pareja duele. O qué tal tal vez cuando vives depresión postparto. Entonces, traigo todo este recorrido, no para asustar a los que no han sido papás o mamás, sino porque lo que no se nombra no existe. Y esto existe. Y si algo de esto te pasó o todo te pasó, entonces quiero que sepas que no estás sola, que no estás solo, que somos muchos pasando por eso. Me emociono y veo algunos emocionados también acá.
Porque eso es un poco la crianza, ¿no? A veces vemos tanta información ya en redes sociales, en libros, los leemos y demás. Y ya la vida real es distinta, ¿sí? La práctica es distinta porque puedes aprender alguna recomendación, pero esa recomendación no está considerando que tienes depresión postparto, que te estás divorciando, que hay estrés económico. O sea, todo lo que pasa alrededor de este adulto que está a cargo de este niño o de esta niña es lo que vuelve difícil la crianza. Y entonces, así me encuentro con muchas familias, con muchas mamás, con muchos papás que vienen a consulta conmigo y los escucho desbordados y están buscando ayuda y me dicen, Machy, es que mi hijo está llorando todo el tiempo, está enojado, grita, patea, llora por todo, se pelea con los hermanos. Y yo hago lo que tú dices de agacharme al nivel y decirle que está enojado, ¿no? Y no me funciona y ya no sé qué más hacer.
Ya me leí tantos libros, me tomé tantos discursos y ya no sé qué más hacer. Además, tengo otro bebé y tengo otro hijo más grande. Y entonces ahí hago una pregunta que para mí es una pregunta mágica. Escucho todo eso desborde y le digo, ¿y tú cómo estás? Y esa pregunta normalmente hace que las mamás lloren, lloren, lloren y se desborden porque no sé hace cuánto tiempo nadie les pregunta cómo están. Sí. No sé hace cuánto tiempo ellas mismas no se preguntan, ¿cómo estoy? ¿Qué me pasa?
¿Qué necesito? Y entonces, cuando yo le hago esta pregunta, lo que quiero decirle es, escucho todo lo que me dijiste y me imagino que debe ser muy difícil, muy complejo vivir esto todos los días. Y me preocupas tú. Y me preocupas tú porque tú eres la que está a cargo de esta personita o de estas personitas. Y porque todo el tiempo estamos comunicando nuestros estados emocionales y nuestras hijas, nuestros hijos leen que no estamos bien. Ya. Y cuando le hago esta pregunta del, ¿cómo estás tú? Quiero decirle que la veo.
Quiero decirle que es importante. Quiero decirle que no se descuide. Quiero decirle que primero ella. Y luego le pregunto a su pareja, ¿cómo estás tú? Escuchar esto y muchos están en shock. No se habían dado cuenta que estaba tan cansada, que estaba tan agotado, que estaba pasando por tantas cosas. Y muchos otros lloran en ese momento y dicen, está haciendo demasiado. Está haciendo demasiado porque siento que la pierdo.
Está haciendo demasiado porque ya no sé cómo ayudar. Está siendo demasiado porque yo también salí a trabajar y no puedo ver a mi hijo crecer porque, pues, no sé, la vida laboral nos empieza a exigir cosas, ¿no? Y así, y así es como pasamos la crianza. Y así, así es posible también llevar buenos tratos en nuestras hijas y en nuestros hijos. Entonces, con esto quiero abrir un espacio para preguntas. Veo algunos que están llorando, así que si quieren también tomarse un momentito para respirar conmigo. Yo también me siento agitada por la emoción de estar aquí, pero también porque estoy hablando de lo que he aprendido y de lo que he vivido. Esto que vamos a hacer ahorita de responder algunas de sus preguntas y de invitarlos a respirar es algo que necesito que hagamos en la crianza, pero en nuestra vida, aunque no tengamos hijas e hijos.
Y esto es, tienes que parar. Tienes que parar. Tienes que revisar cómo estás. Tienes que ver dónde se siente. Parar el mundo, o sea, el trabajo va a esperar. No eres indispensable, te lo prometo. Los hijos van a estar creciendo, ¿OK? Y tú eres importante y tienes que parar.
Cuando me siento muy agitada porque algo me estresó, porque tuve una discusión con alguien, yo o regreso a terapia, o simplemente me pongo en el coche y pongo mi canción favorita y ahí puedo llorar, o puedo meditar, o puedo rezar, o puedo, no sé lo que te ayude, pero parar. Parar, porque lo que nos falta es parar. Simplemente estás reactivo y estás en el día a día y es a las 6 de la mañana y hay que despertarse y hacer el lunch y vestirlos y no se visten, no se han lavado los dientes por decima quinta vez y ya se les cayó el jugo y hay que cambiarlos de nuevo y ya los regañaste ahí y cuando llegan a la escuela tienen nueve regaños. ¿No? Es lo mejor que podemos hacer. Y bye. Y luego en la escuela tal vez los regañan también. Y regresas otra vez y estás en el tráfico y todo eso que no nos deja parar nunca.
Entonces, por favor, paremos. Si se sienten agitados alguna vez, paren, respiren, pongan su canción favorita y vuelvan a empezar. Gracias. Machy, un gusto conocerte en persona. Yo me llamo Vanessa Ponce, soy mamá de un pequeño de dos años. Quiero agradecerte por el conocimiento que compartes en las plataformas porque nos has acompañado a muchas como yo en este hermoso camino de la maternidad, pero también complicado. En esta ocasión yo quisiera preguntarte, ¿qué significado tiene la crianza respetuosa y por qué es la mejor forma de educar a nuestros pequeños? Gracias, Vanessa.
Y gracias por seguirme también. Me alegra estar aportando en tu maternidad. La crianza respetuosa la encontramos como crianza consciente, disciplina positiva, disciplina consciente. Tal vez has escuchado esos nombres y dices, ¿cuál es la diferencia? Bueno, en realidad son diferentes formas de llegar a los buenos tratos, son filosofías distintas, pero todas aportan a lo mismo. Y la llamamos crianza respetuosa porque lo que estábamos haciendo antes al educar a las niñas y a los niños no era respetuoso. Y la dificultad que tenemos normalmente es diferenciar los buenos tratos de los malos tratos. Una nalgada no la consideramos maltrato, ¿sí?
O sea, de hecho, escucho con tanta naturalidad decir a los adultos, «ah, sí le tuve que dar su nalgada, su nalgada como si fuera su alimento». ¿No? O sea, no se merece ningún tipo de tocamiento porque la nalgada es un golpe. Dejarles de hablar, la ley del hielo. La ley del hielo es súper doloroso para un niño, para cualquier persona porque somos su figura de cuidado, su vida depende de nosotros. Entonces, hacerlo invisible, ignorarlo, que es algo que además recomiendan con mucha frecuencia, si está siendo berrinche, ignóralo. Ignorarlo es decirle, no existes, es hacerte invisible, es no te veo. Y no hay nada más doloroso que tu mamá, que tu papá no te vea, te deje de ver, te deje de hablar.
Hay adultos que siguen viviendo esto, ¿sí? Que sus papás les siguen dejando de hablar por meses, tal vez por años. Que siguen buscando que ustedes sean los responsables de crear la relación, tú le debes el perdón, ¿no? Y no, la verdad es que cuando somos niños y niñas, estamos en la etapa de recibir. Cuando somos adultos, estamos en la etapa de dar. Es el adulto, es la mamá, es el papá quien crea y quien fomenta la relación. Además, estamos hechos para los buenos tratos. O sea Carmen Aguilar dice que, observen su piel, es que sangra con facilidad.
Con una hoja nos podemos cortar. Nos golpeamos tantito y nos salen moretones. No tenemos garras, no tenemos colmillos, no tenemos estas características que tienen las fieras, ¿sí? Somos delicados. Estamos hechos para los buenos tratos. Entonces, no sé a quién se le ocurrió alguna vez decir que era buena idea agarrar a chancletazos a un niño, agarrar un zapato para voltearlo. Bueno, lo puedo entender porque es apenas hace 35, 36 años, que las niñas y los niños tienen derechos. ¿Sí?
Entonces, antes no eran considerados sujetos de derecho. Cuando hablamos de buenos tratos y de crianza respetuosa, no solamente es porque amémonos todos, familia feliz, sino no es eso. Hay evidencia científica que nos dice que esto es lo que hay que hacer. ¿Cómo lo demostramos? Bueno, se han hecho estudios longitudinales donde han seguido familias que crían con respeto y que crían sin respeto. Y la diferencia de cómo se desarrolla un cerebro y otro es abismal. El cerebro no solamente existe y funciona, que yo pensaba eso antes, como el corazón, ¿no? Pues ahí está, existe, bombea, trabaja, listo.
Y yo pensaba que el cerebro era así. Pues no, amigos. El cerebro se construye. Se construye con las interacciones que viven las niñas y los niños los primeros años de vida. Es cuando se sientan las bases del cableado de cómo va a estar construida esta red neuronal. Entonces, por ejemplo, cada vez que un bebé llora y tiene una necesidad y mamá o papá lo toman en brazos, entonces la neurona se enciende, la neurona se enciende y esas neuronas, dice Daniel Siegel, las neuronas que se encienden al mismo tiempo permanecen juntas. Entonces, rápido el niño entiende que me duele porque tengo hambre, estoy sufriendo, pero tengo un alguien que me ayuda, tengo un alguien que me responde. Y eso habla también de quién soy yo.
Así es como se construye la autoestima, el autoconcepto. Porque cuando tú me tratas bien, yo entiendo que soy valioso. Cuando tú me tratas bien, yo entiendo que soy digno de ser amado. Entonces, lo que hacemos los primeros seis años es la base del cableado neuronal que va a tener esta niña o este niño para toda su vida. Y eso es muy lindo de entender.
¿OK? Que además eso es algo que pasa, por ejemplo, cuando vas por tu bebé con la suegra y te dice, ay, estaba bien el niño hasta que llegó la mamá, hasta que llegó el papá. ¿Cierto? Y uno dice, pero, ¿qué estoy haciendo mal? Porque aquí se porta súper bien, es súper tranquilo, obedece todo y en mi casa tiene esta sobreconfianza que dices, y no me hace caso y demás. Bueno, es porque somos su persona favorita, ¿sí? Somos su figura de apego y eso significa que pueden ser con nosotros quien ellos son. Y eso es muy lindo.
¿OK? Entonces, si un hijo te contesta, si un hijo te propone, te quiere negociar, qué bueno, eso quiere decir que tiene la confianza de decirte que esto no le gusta o que quiere hacerlo distinto. Y esto nos pasa también a nosotros los adultos, no solamente a los bebés. En tu trabajo puedes tener una crisis y no llegas a contarle al jefe, no sabes todo lo que me pasó. No, ni a todos tus compañeros. Pero si tu pareja o tu persona favorita te dice cómo estás, ahí sí te desbordas, ¿no? Entonces, eso es lo que pasa con las niñas y los niños. Pasa también cuando son más grandes.
Pasas por ellos a la escuela y tienen 10 años y, hola, mi amor, buenos días. ¿Qué tiene de buenos, no? Casi, casi. Tú acabas de llegar, o sea, ¿qué pasó? Bueno, entendamos eso. Como lleva muchas horas en la escuela portándose como tal vez no es, ¿no? Regulado, sentado, sin poder moverse, sin tener sus juguetes y demás. Llegas tú y ya pueden ser quienes son.
Entonces, es darles un momentito en el que tal vez fue un mal día o tal vez no es momento de hacerle las preguntas de cómo estás, con quién comiste, qué pasó con el lunch. Nada, solo estar. Veo muchas recomendaciones de esas en redes sociales. Como en vez de preguntarle a tu hijo, ¿cómo te portaste? ¿Cómo estuvo el día? Mejor intenta como, ¿con quién comiste hoy? ¿A qué jugaste hoy? Yo más bien diría, intenta nada.
Intenta estar. Cuando llegan contigo, solo abrázalos, ponle su canción favorita, caminen. Es todo lo que tienes que hacer. Porque además, en ese momento, solo te van a responder con un bien, nada, OK. Pero en la noche cuando ya se quieren dormir, ahí es cuando empiezan a platicar de todo. ¿Sí? Entonces, tú te va a contar en la noche, espérate hasta en la noche que te cuente todo eso. No nos sintamos ansiedad o angustia porque no nos están respondiendo las preguntas.
Más bien, estar. Estar. Y en esto que decías de los límites, también mencionaste algo muy importante. Queremos que estén sentaditos, quietecitos, sin moverse. Pensamos que un niño educado es ese. Cuando ves a un niño sentado, callado, coloreando, que todo dice, sí mamá, sí papá, recoge los juguetes, de inmediato cuando termina de usarlos, tiene su ropa doblada. ¿Alguien aquí tiene un hijo así? Ay, qué bueno.
Ay, qué bueno. Si no, que nos pase la receta porque yo no he conocido un niño así. OK. Las niñas y los niños son inquietos, se mueven, necesitan jugar, necesitan explorar, necesitan rebelarse, necesitan todo ese movimiento que nosotros consideramos como que el que está sentado y callado y dice, sí mamá, es el obediente. Y el que no es, ay, qué niño tan malcriado, tan inquieto, que no se está en paz. Entonces, qué triste es que solamente queremos su obediencia ciega. ¿Cierto? De hecho, repetimos esa palabra, obedece, obedece.
Entonces, yo diría, por favor, quítense esa palabra del obedece y más bien logren su cooperación a través del juego, de la colaboración, de la conexión. ¿Sí? Y que no pensemos que el niño obediente y bien portado y bien educado es el que está sentado y callado, que no estorba, que no me pide, que no me llama, que no existe. Que los niños son ruidosos porque los niños piden, piden, piden, piden que jueguen, que juegues, piden que les atiendas, piden más agua, piden más cuentos, piden más abrazos, piden que estés más– O sea, piden, piden, piden. ¿Sí? Entonces, eso también se va volviendo como un extra a la crianza porque tú tienes tantas cosas por hacer. Hay ropa que lavar, hay llamadas que resolver, hay correos, hay whatsapps del grupo, de la escuela, hay tanto que hacer. Y además tienes una criaturita aquí que te dice, ¿y me das más?
¿Y me das agua? Y ya que lo hiciste, entonces, lo tira, ahora hay que limpiar, ahora hay que lavar más. Entonces, toda esa carga de tareas empiezan a desbordarnos, ¿sí? Porque tenemos muchas cosas que hacer, ¿cierto? Y ahí, entonces, empezamos a hablar de regulación emocional. La regulación emocional para los adultos es súper importante. Les decía al principio, es importante que paremos, es importante que respiremos, que notemos cómo estamos, que tengamos autocuidado, ¿OK? Que podamos tener un momentito de nuestra música, de tu cafecito, de tu té.
¿Saben? El autocuidado no es irte al spa con tus amigas un viernes entero porque dices, ¿con quién dejo mis hijos? No puedo hacer eso nunca. ¿Sí? No, el autocuidado no es eso. El autocuidado es los cinco minutos que te detienes a tomar tu café caliente. El autocuidado es parar, respirar, agradecer. El autocuidado es bailar con esa canción que te encanta.
El autocuidado es buscar a tus personas, pedir ayuda. No quedártelo todo– no podemos solos. No podemos solos. Les hablaba hace un momentito de cómo estamos hechos a los buenos tratos. También estamos hechos y estamos cableados para conectar unos con otros. Si necesitamos sentirnos vistos, sentidos, amados, por favor, no se queden solos, solas, con sus problemas. Busquen a sus personas. No somos la mujer maravilla, el hombre maravilla. No lo somos. Nos necesitamos unos a otros.
¿Sí? Estamos tal vez una mamá deprimida o tal vez un papá siempre en el celular o tal vez estamos llenos de estrés. Entonces, no vamos a tener la disponibilidad para responder como ellos necesitan a pesar de estar accesibles. La sensibilidad y la respuesta tiene que ver con esta capacidad de leer las necesidades que tu hija, que tu hijo tiene. Y para eso usamos una palabra que es muy bonita que se llama mentalizar. Y mentalizar significa tener en mente la mente de mi hijo. Y para poder mentalizar a mi hijo, para poder atribuir aspectos emocionales de su persona, de lo que le está pasando, es responder, ¿qué le está pasando a mi hijo? En vez de, ¿qué hago con esto?
¿Cómo lo castigo? Es, ¿por qué será, con curiosidad, por qué será que reacciona así? Entonces, si vemos la conducta como un iceberg, ¿no? En la punta de la conducta, en la punta del iceberg está la conducta, tal vez que está mal contestando, que está respondiendo de alguna manera y no estamos viendo todo lo que hay debajo. ¿OK? Entonces, poder mentalizar significa ver lo que hay debajo. Y para poder ver lo que hay debajo, las razones de esta conducta, yo tengo que estar regulado. Yo tengo que estar con salud mental.
Yo tengo que estar bien. Si yo estoy bien, si estoy en paz, si puedo ser calma, entonces voy a ser su calma. Cuando yo estoy desregulado, no logro ver, tenía sueño. Solo digo, ya cállate. Ya quiero que pares ya. Cuando estoy en calma y en paz digo, tiene sueño, lo voy a llevar a dormir. ¿Sí? Entonces, es importantísimo cuidar nuestra salud mental, se ha recalcado esto todo este tiempo, de cuidarnos, de revisar cómo estamos, de pedir tal vez ayuda profesional, si es que esto nos está rebasando.
Y de pedir también ayuda de criar en red de apoyo. Eso es muy importante. Hay tantas mamás, hay tantos papás criando en soledad que a lo mejor ya no están en el estado que vivían. Su familia se fue a otros lugares, a otros países. Y están criando en soledad. Y criar en soledad es algo que nadie debería vivir y que lamentablemente muchos están viviendo. ¿Sí? Entonces, yo te diría, si estás criando en soledad, si te haces cargo de todo acerca de tus hijos, por favor, activa tu red de apoyo.
No tengo red de apoyo. Solamente somos mi esposo y yo. Solamente soy yo con mis hijos. Bueno, te pido que observes en la escuela de tus hijas, de tus hijos, algunos papás, mamás, que te medio– veas que caen bien, fomenta esa relación, invítalos a una playdate, a un café, escríbeles por WhatsApp. O sea, empieza a alimentar relaciones de amistad con tus vecinos porque no se puede solos. No podemos solos. Y necesitamos compartir toda la carga de la crianza para que tengas un alguien que le digas, ¿lo puedes ver tantito? Me quiero bañar en pasto.
¿Lo puedes ver tantito? Necesito una llamada de teléfono que es muy importante. O sea, necesitamos un otro alguien que nos ayude en la crianza. Y eso, el tener un alguien, si los niños necesitan a un adulto responsivo, sensible, disponible y accesible, nosotros también. Nosotros también necesitamos de una figura de apego. Ojalá sea tu pareja, ojalá sea tus padres o ojalá sea una amiga, ojalá tengas un alguien. Para eso la doctora Inés Di Bártolo dice algo muy lindo. Imagina que acabas de tener un choque en un auto, ¿OK?
Estuvo muy feo, pero estás bien. ¿A quién le llamas? Quiero que lo piensen. No me digan al seguro porque todavía no vamos allá. Piensa quién, a quién le llamas. ¿OK? A mi mamá, a mi papá, a mi tío, a mi hermana. Esa persona en la que pensaste, ahora quiero que pienses, ¿por qué la elegiste a ella?
Y ahí vas a encontrar, seguramente, que es porque es una persona que normalmente responde al teléfono, ¿sí? Que te va a ayudar, que no te va a regañar, que no te va a sermonear, que no te va a decir, seguramente venías en el celular, ¿verdad? Porque siempre es lo mismo contigo. No, esa persona te va a alterar. Entonces, no le vas a llamar a esa persona porque no necesitas más caos. Necesitas calma, necesitas que te ayuden a solucionar. Necesitas calma, necesitas que te ayuden a solucionar. Piensas en esta persona, esta persona es tu figura de apego.
Entonces, siempre hablamos de la figura de apego con respecto a los niños y las niñas, pero los adultos también necesitamos una figura de apego. Seguimos dependiéndonos de otros, ¿sí? Y esta pregunta normalmente me la hacen de, ¿cómo hago que mi hijo se desapegue? Es que mi hijo está muy apegado a mí. Qué bendición que sea a ti, no al de la basura. O sea, eres la mamá, eres el papá. Qué bendición que cuente contigo, que sepa que estás para él, para ella. ¿Sí?
Así. El apego es necesario, es biológico, es natural en los seres humanos, en los mamíferos. ¿Ya? Y entonces, va a ser muy importante cuidar nuestra salud mental porque, si estoy diciendo que para que el niño se sienta seguro y tenga salud mental, necesita de un adulto con un montón de características, que esté regulado, calmado, que le pueda responder sensiblemente, que– Todas estas cosas. Imagínate, si no eres esta persona, se va a ver reflejado en el comportamiento de tu hijo, ¿sí? Porque no tiene la atención, porque no tiene los límites, porque no tiene la guía, porque no tiene tu presencia, porque no se siente conectado contigo y se va a desregular. Entonces, se vuelve una cadenita. Por eso, ¿se acuerdan que les conté al principio?
Lo primero que hago es decir, ¿cómo estás tú? Porque se empieza por uno mismo. Tal vez conocen esta metáfora del avión, que dice que primero te pones tú la mascarilla, ¿verdad? Y luego le pones la mascarilla al niño o la persona que necesita ayuda. ¿Por qué? Porque necesitamos estar bien primero nosotros. Entonces, la salud mental en la crianza es clave para poder estar criando con respeto. Machy, qué alegría coincidir contigo hoy.
Soy Rubén y reflexionaba el otro día acerca de este cúmulo de crianzas que tenemos y que nos han marcado, que nos han hecho lo que somos. Y me preguntaba, ¿cómo conciliar toda esa carga de crianzas con esta nueva– este nuevo marco de crianza responsable, más saludable y por supuesto, más respetuosa? Siempre decimos que nadie nos enseña a ser padres, nadie nos enseña a ser madres, pero eso es mentira. Aprendimos a ser padres y madres siendo hijos. Entonces, lo dices bien. Tengo un cúmulo de saberes, que es lo que hicieron conmigo cuando yo era niña, cuando yo era niño. Entonces, si me pegaban, si me castigaban, si me ignoraban, es probable que yo repita ese patrón con mis hijas, con mis hijos. Y lo que está pasando en esta generación es maravilloso.
Y por eso está siendo tan complicado criar, porque tengo que sanar lo que me dolió, desaprenderlo, aprender lo nuevo, ponerlo en práctica, regresar a lo anterior, porque es lo que me sale de las venas, reparar y volver a empezar. Y eso es un trabajo intenso. Y eso es un trabajo que despierta mucha culpa, porque ahora lo sabes. Porque ahora lo sabes y no hay marcha atrás. Ahora sabes que castigarlo como lo hiciste, gritarle como lo hiciste, no estuvo bien. Antes los papás decían, es lo que hay, ¿sí? Y se lo merece. Pero ahora sabes que no estuvo bien.
Entonces, viene una serie de culpa, ¿verdad? Porque ahora tienes la información. Decía por ahí en un posteo como, era mejor cuando no sabía, por cuando vivía en la inconsciencia. Pero no era mejor para tu hijo. No era mejor para tu hija. No fue mejor para ti. Y entonces nos encontramos con estas trabas de ahora cómo se hace. Y estamos haciendo una labor titánica por no repetir lo que nos dolió.
Porque además surge la duda. A mí me pegaron o a mí me castigaron o a mí sí me hablaban y me contaban uno, dos, tres, ¿no? Y estoy bien. Y no estoy traumado. Y yo digo, ¿ya fueron al psicólogo? Porque si estamos traumados o no, eso lo tendría que valorar un profesional. No es de criterio propio, ¿no? Y, spoiler, todos estamos traumados.
Todos tenemos algo que nos dolió, algo que nos duele, ¿ya? Y que tenemos que sanar y revisar. Entonces, no estamos tan bien. Y se ve reflejado en nuestra vida actual. ¿Cómo está tu tolerancia a la frustración? ¿Cómo está tu manejo de la ira? ¿Cómo está tu sentido del humor? ¿Cómo está tu insomnio?
¿Cómo está tu ansiedad? ¿Cómo están tus relaciones personales? ¿Te cuesta poner límites? Todo eso. ¿Te cuesta conectar? ¿Huyes de la conexión? Todo eso son señales de que no estamos tan bien. Ojalá dedicáramos tiempo como estos espacios a escuchar, a sanar, a aprender, a desaprender, a reflexionar, para despertar a la conciencia y para hacer de esto un mundo mejor.
Porque tu hija, tu hijo lo merece. Porque el mundo lo merece. Porque tú lo mereces. Porque cada vez que llevas una crianza respetuosa, no solamente le haces un bien a tu hija o a tu hijo, también le haces bien a tu relación. Y tú creces con tu hijo y se disfruta esa relación porque se aman, porque ves que acude a tus brazos cuando algo le duele, porque te llama cuando está asustado, porque confía en ti, porque te cuenta cosas, porque juega contigo, porque disfruta del juego contigo. Entonces, cuando tú ofreces buenos tratos y recibes como recompensa todo este amor a manos llenas que dan las niñas y los niños, que además es eso, no importa lo que hagas, te aman. No importa lo que hagas, eres la mejor mamá, eres el mejor papá. Entonces, cuidar esa vulnerabilidad y ese corazoncito, porque lo que estamos haciendo importa. Gracias.
Entonces, no importa la edad que tengan, tú sigues siendo su mamá. Entonces, hay mucho por hacer todavía. Además, que se puede reparar. Siempre se puede reparar. Y respondiendo a tu pregunta, me gusta porque yo fui maestra 10 años y lo disfruté intensamente. Y conozco el mundo de la docencia, que también es bien complejo. Porque aquí nos estamos quejando de uno o dos hijos, pero allá tienen 35. Y tienen un sistema atrás que los presiona, que no les paga bien, que están explotados y hacen lo mejor que pueden.
Porque esos maestros, esas maestras también tienen una historia. También fueron niñas, también fueron niños, también tuvieron maestros que los agarraban con la regla. Tienen una historia. Y si nosotros como adultos, ejerciendo la parentalidad y la marentalidad, nos es complejo, para ellos también lo es. Entonces, yo quiero pedirles compasión, compasión por los maestros, por las maestras, porque son humanos. Y porque si a mí en la carrera de psicología no me enseñaron nada de buenos tratos ni de crianza respetuosa, a ellos menos. ¿Sí? Esto yo lo aprendí después.
Entonces, uno piensa, como son personas profesionales dedicados a la infancia, deben tener toda la información de cómo se hace con los niños. No la tienen. No la tienen. ¿Qué podemos hacer? En vez de señalarlos, juzgarlos y demás, podemos ofrecer capacitación, pedir capacitación en las escuelas, pedir cita y decirle, mira, con mi hijo funciona esto, que es bien tratante y que le guste y que con esto colabora. Mira, a mí me funciona este cuento. Ofrecerles alternativas más que señalizarlos. Otra vez, buenos tratos para todos, para todas.
Y creo que los docentes tienen una labor clave e importante. Alguien tiene aquí un docente que recuerda con el corazón que haya tocado, que haya marcado su vida. Yo tengo varios. Piensen en ellos. Piensen en ellos. Y estoy segura que si piensas en esta buena maestra, buen maestro, no dices, es que tenía un método para enseñar la raíz cuadrada. No. Fue excelente porque te trataba bien, porque te hacía sentir visto, porque te hacía sentir amado, porque era divertido, porque era interesante, porque hacía que su clase fuera interesante.
Otra vez, los buenos tratos nos conectan, ¿cierto? Y los maestros, las maestras tienen la capacidad de notar lo que tal vez en casa está fallando. Si esta niña o si este niño está con una familia muy punitiva, muy autoritaria, que no le hace caso, que lo tienen todo el día en la pantalla, por ejemplo, descuidado, que duerme a la hora que sea, ¿no? Que los ves incluso en la escuela con un uniforme roto, manchado, que no es de la talla, ¿OK? Ojalá haya algún docente que le regale una experiencia de buenos tratos a esta niña o a este niño. ¿Sí? Recuerdo a uno de mis alumnos, estaba en segundo de primaria, con estas características. Iba con el pantalón de brincacharcos, decimos acá.
Llevaban un individual, un mantel, para comer. Y este chiquito tenía– bueno, todos tenían ya era en primaria, ¿no? De sus personajes favoritos. Y él tenía uno de una cosa muy infantil, de Barney. ¿Se acuerdan de Barney? Este dinosaurio, bueno. Le daba mucha vergüenza y lo que hacía era voltearlo para que fuera todo rojo. Entonces, yo veía eso.
También era el quinto hijo. O sea, yo digo, pobre mamá, tampoco la juzgo, ese pobre papá ya es el quinto hijo. Pero veía que estaba descuidado. Y entonces yo fui y le compré un mantel nuevo, ¿sí? De su personaje favorito. Y estaba pendiente de él. Y le ayudaba con otro lápiz. Y me di cuenta de cuánto podemos impactar los docentes en la vida de los alumnos, ¿sí?
A lo mejor en casa están llenos de gritos, pero contigo conoce lo que es, te veo, te escucho, eres importante, te dolió, aquí estoy para ti. Y a eso le llevamos tutor de resiliencia. Los docentes pueden ser tutores de resiliencia. Eso es tener una persona. Porque hace falta solamente una persona para que te salve de las heridas. Una sola persona que te haya hecho sentir mirado y que te haya hecho vivir una experiencia de buenos tratos, bueno, el docente puede ser eso. ¿Sí? Felipe Lecannelier dice, los maestros pueden cambiarle la vida a las niñas y a los niños por el simple hecho de que pasan mucho tiempo con ellos. Gracias.
Es lógico que le tienes que pedir prestado. Es lógico que tienes que esperar tu turno. Ya no lo saben. No lo saben. Y por eso cuando son muy chiquitos y están jugando con los demás, tenemos que ser muy intencionales en enseñar esas habilidades sociales. Entonces, si mi hijo todo el tiempo está pegando, quitando, no quiere compartir estas cosas, yo no me la paso con la familia y los adultos muy bien, ¿no? Sino que voy a enseñarle a estos chiquitos porque se agarran el chongo, porque se lastiman, porque acaban llorando, porque luego la tía también me ve feo porque yo mordí a su hijo, porque no sé, ¿no? Entonces, sería que los adultos, cuando están muy pequeñitos, y dice que tienes una hija de tres años, ya.
Nos sentemos con los pequeñitos a supervisar ese juego porque por inmadurez cerebral, ¿sí? Todavía no son capaces de gestionar los impulsos y las emociones. El cerebro se desarrolla de atrás para adelante. Eso quiere decir que primero, acá en el tallo cerebral, se encuentran todas las reacciones, todas las opciones de supervivencia, ¿OK? Lo más animal, lo más primitivo. Y lo último que se desarrolla son los lóbulos prefrontales, la cortesia prefrontal que está acá y que esa es la parte del cerebro que nos hace humanos, que ahí están las funciones ejecutivas, ¿no? Entonces, ahí está la gestión de emociones, el control de impulsos, las reglas sociales, ¿OK? Esta parte termina de madurar hasta los 25 o 27 años.
Eso quiere decir que el niño de tres años no va a saber decirle, oye, fíjate que me siento muy molesto porque no me has compartido tu muñeca. ¿Qué te parece que en unos 10 minutos? No lo va a hacer. Tenemos que estar ahí y enseñarle eso, ¿sí? Y para eso hay que traducir en su lenguaje y estar como supervisando sus caritas, ¿no? Como está el juguete ahí solo y los dos lo están volteando a ver y quién va a correr por él. Entonces, tú estás atenta ahí y dices, ey, ¿te acuerdas que tú estás jugando ya con este? Deja que él juegue con este.
Tú querías jugar con ese, ¿cierto? Estoy viendo tu carita. Tu carita me dice que estás enojado. Tu carita me dice que realmente quieres jugar con esa pelota. A veces, antes de que yo estudiara todo esto de crianza, veía algunos posts o algunos libros que decían, hay que validar las emociones de los niños. Y yo decía, ¿qué es eso? ¿Alguien sabe perfectamente qué es validar una emoción? Entonces, yo decía, bueno, hay otras personas que lo explican y decían, tu emoción es válida, no le prestes eso.
O dale eso ya, ¿sí? Está bien que estés enojado, pero dáselo ya. Ya, eso no es validar. ¿OK? Está bien que estés enojado, pero la respuesta es no. Validar es repetir lo que el niño está pidiendo, ¿OK? Con una frase como, lo que quieres es, lo que no te gustó es. ¿OK?
Podemos decir, tú lo que quieres es esa pelota, ¿verdad? Ya lo dijo 80 veces, quiero la pelota, quiero la pelota y él me lo quitó. En vez de decirle, sí, pero es que fíjate que él lo tiene y está más chiquito y entiéndelo. Hay que tener en consideración esto, cuando tu hijo esté emocional, no te pongas racional. No funciona, ni a ti ni a nadie. Los llenamos de razones lógicas, con sermones para convencerlos y sacarlos de esa idea que tienen, ¿no? Y les decimos cosas como, pero tú tienes una más grande, pero él está más chiquito, pero mira, tú entiende, pero, ¿qué te parece si después compramos una azul? No, lo que él necesita es que hablemos de las emociones incómodas que le está pasando en ese momento.
Entonces, le dices algo como, quiero la pelota, quiero la pelota y tú le dices, tú lo que quieres es la pelota, ¿verdad? Ahí lo que dice él es, está, ya me entendió. ¿Sí? Entonces, ¿tú lo que quieres es la pelota? Sí, claro, habla de la pelota. Claro, porque te gusta mucho la pelota, porque tiene muchos colores. Y ya sé que tú tienes muchas en la casa, pero esta está muy bonita, ¿verdad? Sí, ya, ¿sabes qué pasa?
Él la tomó primero. ¿Vieron? Primero conecto, primero valido, primero le digo, tú lo que quieres es eso, lo entiendo y lo entiendo porque te gusta mucho esto, ¿ya? Oye, ¿quieres estar más tiempo en el parque? Es lo que tú quieres. Te escucho, que no te quieres ir. Claro, porque la estás pasando muy bien, porque es muy divertida la resbaladilla, entiendo que es difícil parar de jugar cuando lo estás pasando bien. Ya, ¿sabes qué pasa?
Que está oscureciendo y nos tenemos que ir. Entonces, primero conecto, primero entiendo y le hablo de sus emociones y luego ya le doy las opciones para corregir la conducta. Entonces, cuando hay peleas entre niños, no es castigarlos, no es ponerle la consecuencia de se acabó el helado por estarse peleando. No es decirles, qué feos que se pelean, Santa Claus los está viendo. No lo hagan. Gracias. Eso, ¿no? Como amenazas, no.
Nada de eso funciona. Simplemente va a generar más rebeldía y resentimiento. Lo que hacemos es enseñar la habilidad que le faltó. ¿Qué le faltó? Pedirlo prestado. ¿Qué le faltó? Esperar su turno. ¿Qué le faltó?
Negociar, proponer. Eso es lo que le vas a enseñar. Dile, me lo prestas. Dile, dile que no quieres prestar solo ahora, pero que se lo puedes prestar después. Para que no solo sea, no. Dile que ahorita no, pero que cuando termines de usarlo, se lo vas a prestar para que el otro también se quede tranquilo, ¿no? Entonces, eso que tú harías como adulto si alguien te pide tu vestido que no le quieres prestar, ¿qué le dirías? Eso es lo que hay que enseñarle a las niñas y a los niños, ¿OK?
Habilidades sociales. Pero nada de castigos, nada de consecuencias que sean punitivas. Porque uso la palabra consecuencias, que después la puedo explicar más. Porque a veces confundimos las consecuencias con los castigos. No le puse un castigo, le puse la consecuencia de dejar de ir a la fiesta, de dejar de ver la televisión, es castigo. ¿Cuál es la diferencia? Si no tiene relación con lo que acaba de pasar, es castigo. Si tu intención es molestarlo, incomodarlo, que le duela, es castigo.
Por eso pensamos, ¿dónde le duele? En el iPad. Le quito el iPad. ¿Dónde le duele? En el cuento. No va a haber cuento. ¿Dónde le duele? En el fútbol.
Se cancela la clase de fútbol. ¿OK? Entonces piensa, ¿de qué manera puedo yo acomodar esta conducta que es inadecuada? Esto es enseñándole lo que sí puede hacer. Y no solamente quitándole cosas. Alguna vez en una asesoría, me decían unos papás que sus hijos se la pasan, pues, portándose mal y no sé qué, que ya no saben qué más hacer, pero que les habían comprado unas bicicletas, ¿no? Y el papá le dijo a la mamá, ¿y para qué le compraste las bicicletas si se la viven castigados? ¿No?
O sea, si se la viven castigados, nunca van a poder ir a eso. Entonces, cuidado con los castigos, cuidado con quitarles y quitarles y quitarles, particularmente con los deportes, con las actividades, con la socialización. No quiten a los amigos, no quiten los deportes, no quiten el cuento. Si es tu momento de conexión, tenemos bien poquitos en el día, ¿sí? Mejor digan, hay que reparar. Tiraste eso, recógelo. Lo manchaste, límpialo. Le lastimaste, ofrécele una disculpa.
Ponle una pomadita, ponle un curita, ponle– O sea, es algo que sea relacionado con lo que acaba de pasar y que sea de reparación. De esa manera sabemos que son consecuencias.
No tienen que saber esos detalles. Pero sí le puedes decir porque a veces los adultos no la pasamos bien. Porque me enojé con una persona. Ahorita no estoy lista para hablar de eso. O sea, puedes decirle frases así donde le expliques que lo que está viendo sí es tristeza, que lo que está viendo sí es enojo, que lo que está viendo sí te duele y lo muestras real, sin darle muchos detalles, sino dice Gaby Ruiz, hay que dar una verdad que cuide el corazón de los niños y las niñas. Tampoco se trata de, por cuidar su corazón, mentirles. Porque a veces por no saber manejar sus emociones o tener miedo a sus reacciones, podemos caer en las mentiras. ¿Sí?
No sé, el abuelito está en el hospital grave. Y yo le digo, no, el abuelito está de viaje. Fíjate que está de viaje y todavía no sabemos cuándo va a volver. Y eso puede hacerles daño porque si el abuelito fallece, vamos a pensar, va a ser mucho más doloroso y mucho más difícil de explicar que decirle, ¿te acuerdas que el abuelo se sentía mal, que estuvo en el hospital, sigue en el hospital, lleva varios días, los doctores lo están atendiendo, se está poniendo peor, está teniendo dolor? A decir, y ya terminó de sentir dolor y ahora murió. ¿No? Tu abuelito ya murió. O sea, eso es distinto.
Es una historia distinta a no que estaba de viaje y como que en qué momento se murió. O decirle como el papá no está presente, vamos a pensar. Decidió no ejercer su paternidad. Y tú le dices, está trabajando. Está trabajando, no te llama porque está trabajando. No, también hay que decirles la verdad. No te llama, no está, no sé por qué no está, no sé por qué no viene. Mi amor, aquí estoy yo para ti.
Este es tu papá. ¿Y por qué no está? No lo sé. O cuando, ¿por qué no vino? Pregúntale cuando lo veas que por qué no viene. Él te va a saber dar esa respuesta. Yo solo te sé decir que aquí estoy para ti. ¿OK?
Entonces, es darles una verdad que cuide su corazón. ¿De acuerdo? Siempre va a ser importante mostrar tus emociones. ¿Por qué? Porque ellos están viendo, a ver, carita triste, lágrimas, esto debe ser tristeza. ¿Estás triste, mamá? No. ¿Cómo entonces qué es la tristeza?
¿Cómo se ve la tristeza? Los confundimos. A decir, carita triste, lágrimas, ¿estás triste? Sí, estoy triste. ¿Ya? Y saben que es muy lindo aprender de las niñas y los niños. Cuando ellos te ven triste, ¿qué hacen? No te dicen, ya, mamá, tranquila, tómale aquí.
No. Te abrazan. Se quedan cerquita. Están en silencio. Hay que aprenderles esa hermosura que tienen de don para acompañar las emociones. Ellos no le tienen miedo a las emociones. ¿Ya? Entonces, eso que te abraza y que tú le permites decir, estoy enojada, estoy triste y vamos a estar bien, papá y yo peleamos.
Porque a veces los adultos pelean. Tú también te peleaste con tu primo, ¿te acuerdas? También te peleaste con tu hermana. A veces las personas peleamos. No nos ponemos de acuerdo, pero lo estamos intentando, lo vamos a arreglar. Cómo organizar esto. Siempre va a ser importante organizar su experiencia emocional. Entonces, esto, por ejemplo, le podemos decir, no sé, se salió de control.
Nos gritamos con nuestra pareja. ¿OK? Y no dejarlos por allá y ya ponerte a jugar con ellos, sino decirlo, ponerle palabras. Oye, eso que viste hace rato, papá y yo nos gritamos, ¿cierto? ¿Te asustó? Tal vez te asustaste. No te gustó. No estuvo bien que nos gritáramos.
Las cosas se salieron de control. Y voy a hablar con él y vamos a estar trabajando para que esto no vuelva a pasar. Lo lamento si te asustamos. ¿Sí? En vez de decir, aquí no pasa nada, este, esto. O sea, siempre ponerle palabras a lo que sucede y atender sus emociones.
Para que no lo dejes escalar y pares en ese momento. Y entonces ahí lo nombres, otra vez ponerle palabras y decir, ¿saben qué? Estoy perdiendo la paciencia, estoy cansada del trabajo, necesito que se laven los dientes, necesito su ayuda. ¿Ya? Entonces vean cómo– ¿Ven que dije que no siempre hablo bonito? A veces hablo más así. Es porque estoy hablando firme, estoy siendo honesta con mi propio estado emocional de estoy desregulada, estoy cansada, estoy perdiendo la paciencia y se los digo así. Estoy perdiendo la paciencia, ya, ayúdenme.
¿Sí? Y aunque mi tono es más fuerte, no es tan de blanca nieve, así vamos, queridos amigos. No hay insultos, no hay gritos, bueno, gritos, pero me refiero como de estos que intimidan, ¿no? No hay amenazas, no hay adjetivos. Entonces yo cuando levanto la voz es para expresar cómo me siento y lo que necesito. Necesito que las cosas estén recogidas ya. Estoy perdiendo la paciencia. Ese puede ser un tono, ¿ya?
Si me equivoco de eso o si a lo mejor me usé ese tono en un momento que no iba, ¿por qué yo estaba jugando felices y yo, como dicen en las redes, ni me topan? O sea, era yo la que estaba desregulada. Y les empecé a gritar, aunque sea sin adjetivos y sin etiquetas y sin nada de eso. Lo que hago es después reconocer, ¿no? Acercarme en un momento de calma cuando ya me regule y decirles, oigan, hace rato levanté mucho la voz, ¿verdad? Lo lamento. Lo siento. No fue mi intención.
Saben, a veces estoy muy cansada del trabajo y necesito su ayuda. Entonces voy a poner todo de mi parte para que esto no se vuelva a repetir. ¿OK? Lo lamento, lo siento. El psicólogo, Gaudencio Rodríguez, dice, propone no pedir perdón, no decir ¿me perdonas? Porque cuando decimos ¿me perdonas? es como que le pasamos ahora la responsabilidad ahora al niño. Ya saben, como estas personas que te dicen, yo ya te pedí perdón, ya está en ti.
No, porque no es me perdonas y digo sí o no, sino es el acto de reparación por lo que te lastimé. Entonces va a ser muy importante que nombremos dónde lastimamos. Y que no sea, oye, hijo, lo lamento por lo de hace rato. No, lo de hace rato, ¿qué cosa? ¿Qué parte? ¿No? Lo lamento por haberte levantado la voz, por haberte dicho que me desesperas, que eres insoportable. No, eres insoportable, lo lamento.
No quise decir eso. ¿Sabes qué pasa? Cuando estamos muy enojados, decimos cosas sin sentido. Decimos cosas que no queremos. ¿Te acuerdas cuando estabas muy enojado también y que lanzaste eso? ¿Verdad que no querías hacer eso? Ya, eso nos pasa cuando estamos enojados. Y eso me pasó a mí.
No fue mi intención. ¿Sí? Entonces vean cómo es distinto decir lo siento, lo lamento por esto, estoy poniendo todo de mi parte para que esto no vuelva a pasar. ¿Qué es distinto al, me perdonas? Si te dicen no, ¿qué vas a hacer, no? Ah, pues, qué rencoroso. No, dices, no esperas su perdón, solamente es reconocer que te equivocaste y poner en práctica eso que dañaste, que además nos va a pasar muchas veces. Y siempre les digo a los papás, a las mamás que toman mis talleres, que la reparación siempre llega a tiempo, siempre llega a tiempo.
¿Se imaginan ustedes que a esta edad a la que tienen, hoy su mamá o su papá les dijera, oye, hija, ¿te acuerdas de ese día que te lastimé? Lo siento. Me acuerdo cuando tenías 10 años que te grité así y me recuerdo tu carita y lo siento y lo lamento. ¿Te acuerdas? O sea, como llegaría a tiempo, sería súper sanador para nuestra alma, nuestro corazón, recibirlo sin importar nuestra edad. ¿Cierto? Eso.
Claro, mi hija ya tiene nueve años, puede responder esas preguntas, ¿no? Pues, porque lo quería, ya. ¿Y tú lo tenías antes? Sí. OK. ¿Y qué crees que pudo haber dicho distinto para que no te enojaras? ¿Sabes? Como, hacer todas estas preguntas donde los llevas a las propias respuestas de, ah, pudimos encontrar otra solución.
¿OK? Es un poco como lo que respondían cuando los niños chiquitos se pelean, es estar muy ahí, muy intencional, enseñándoles habilidades sociales. Pero también las peleas entre hermanos tienen mucho que ver con aburrimiento. ¿OK? Si a lo mejor no has estado muy presente, si a lo mejor están muy desconectados, si llevan mucho tiempo en la pantalla, si llevan mucho– O sea, como algo de eso que los desconecta. Entonces, como que, ¿qué aburrición hace? A ver si ahorita nos peleamos, ¿no? Entonces, puede pasar eso.
Entonces, si tú ves que se están peleando ya, es porque tal vez ya están desregulados, ya están intolerantes y es momento de ir al parque, es momento de jugar, es momento de ir al baño, a bañarse con agua y jugar con agua. O sea, como que cuando estén intolerantes uno con el otro, detecta si es porque se están desregulando por alguna necesidad que no se esté cubriendo, ¿OK? O por falta de presencia, que nos pasa a todos, ¿no? Por falta de conexión. Y si alguna vez están peleando por algún juguete en particular que no sabes quién tiene la razón, si sí, si no, si qué, ofrécete. Cuando tú te ofreces, mira, los dos lo quieren tomar. Entonces, tú le dices, mira, déjale la pelota y tú y yo vamos a pintar. O tú y yo te hago unos cosquillas y van a querer– el otro, mira, va a soltar la pelota de inmediato y va a querer venir contigo.
Porque la conexión le gana a las cosas físicas, a las cosas materiales. Entonces, ofrécete. La otra que tengo muy pendiente, porque estudié microanálisis, que eso es que videograbamos a muchas familias y vemos interacciones durante 30 minutos. Y lo que observé, que observábamos todos los que estábamos parte del equipo, era cómo los papás y las mamás tienen mucha preferencia por alguno, ¿sí? Y hay que cuidar eso porque los niños lo detectan con mucha facilidad. Normalmente, favorecemos al pequeño porque está pequeño. Es bebé, no entiende. Tú ya estás grande.
Tú ya puedes ceder. Entonces, hacemos que el grande siempre ceda. El grande siempre tiene que entender. El grande siempre tiene que esperar. ¿Alguien de aquí es el hermano mayor? ¿Verdad que así nos hacían y es bien injusto? Gracias. OK.
Entonces, eso pasa, ¿sí? Cuiden no favorecer siempre al hermano pequeño. Porque no, los dos se sientan, los dos están tranquilos, los dos no gritamos, los dos, los dos, sin ponerle la responsabilidad. Cuidemos este rol de eres el hermano mayor, por eso tú eres el ejemplo. No, tiene cuatro años, ejemplo de qué va a ser, ¿sí? O sea, a veces perdemos de vista que es otro niño o que es un adolescente. O sea, no tiene la madurez cerebral de un adulto. Entonces, sin perder de vista la edad que tienen los dos, por eso no le damos la responsabilidad al grande.
No le decimos, tú eres el ejemplo. Como todo te copia, tú tienes que siempre portarte bien. Entonces, el otro todo reprimido, ¿no? Todo así queriendo ser correcto y perfecto porque toda la responsabilidad cae en él. No se vale eso. Cuidemos este rol del hermano mayor y el rol del hermano menor, donde siempre le damos todo fácil, le resolvemos y lo mimamos porque es el chico. Estas diferencias hacen que ellos compitan, que ellos empiezan a rivalizar. ¿OK?
O fíjense mucho en esto. Si abrazas a uno, por favor, de inmediato, ve a abrazar al otro. Si le compras a uno, cómprale al otro. Si le dices que lo amas, al otro también dile que lo amas. Porque no te dice nada, pero mira, están observando todo absolutamente. ¿Sí? Y al ratito dicen, parece que quieres más a Julieta, solo le haces caso a ella, ¿no? Entonces, a mí en vez de decir, no, no inventes, invalidarlo, le dices, ¿sientes eso?
¿Qué te hace pensar eso? Pues porque solo le abrazas a ella. Cuando le abrace a ella no te gustó, me faltó abrazarte a ti. ¿Verdad? Voy a poner más atención. Ahora también te quiero recordar que con quien cociné, contigo y con ella no, ¿viste? Hay cosas que hacemos distinto unos con otros. ¿Ya?
Entonces, valido su experiencia y escucho lo que me acaba de decir de, no me abrazaste igual que a ella. A la vez, puedo también decirle las cosas que sí hago por él. Hacerle ver que sí pasé tiempo con él, que sí es importante para mí. Esto. Entonces, así podemos empezar a cuidar la relación entre hermanos. Porque la relación entre hermanos depende totalmente de los papás. Totalmente. De con quién es el favoritismo, a quién le dan más la razón, a quién aman más, a quién cuidan más, a quién le regalan más.
Y algo que también hago mucho es procurar que ellos dos se cuiden, se amen, se respeten y se consideren. Por ejemplo, solamente estoy en la tienda con uno y me dice, me compras tal cosita. Y yo sí, ¿qué nos falta? ¿Qué nos falta? Ah, mi hermana. Gracias por pensar en tu hermana. Tienes toda la razón. Oye, qué amable fue de tu parte pensar en tu hermana.
Entonces, refuerzo esa conducta, ¿no? O sea, como alentándola de esta manera. Y después ya solitos ellos dicen como que, falta que Anto esté aquí, ¿no? Falta que le pongas la almohada aquí al otro y se consideran y se cuidan unos a otros. Eso es lo que podemos hacer con los hermanos.
Estoy amamantando, estoy en este caos, yo estoy incómoda con la faja. O sea, ¿por qué me hacen esto? Pero la sociedad empieza como a presionarte. Y de inmediato yo crecí también en una familia donde se valora mucho esto, ¿no? O sea, sí, sí, también en sus familias como de, ¿qué? ¿Enflacaste, no? ¿Subiste de peso, no? Oye, ¿por qué no te arreglas un poquito más?
Oye, ¿por qué? Este tipo de mensajes que recibimos constantemente. Y también lo pienso mucho en las películas que veíamos de niñas, ¿verdad? Como, fíjense, las buenas, las protagonistas, las princesas son siempre delgadas, blancas, nariz respingada. Y las malas, las villanas, son obesas, con facciones toscas, ¿no? Entonces, no tienes que explicarle mucho. Pronto las niñas entienden a lo bonito es bueno y lo malo es desagradable, ¿no? Y yo alguna vez de niña también me pasó eso.
Por entender que las bonitas son buenas y las gorditas son malas, porque así me lo pintaban en las caricaturas, ¿no? Alguna vez en la escuela vi dos maestras. No sabía cuál me iba a tocar. Y estaba la joven, bonita, delgadita. Y estaba una señora mayor, gordita, no tan agraciada físicamente tal vez. Y yo decía, ay, no, con ella no, yo quiero la bonita. Esa seguro que me va a tratar muy bien. Y, oh, sorpresa, la joven y bella era súper gritona y súper mala maestra.
Y la otra era un bombón. Entonces, procuro mucho decirle a los dos, a mi hija y a mi hijo, oye, ¿y será que esta es buena por eso? ¿Ya te diste cuenta que todas las princesas son así, así, así? Y no se habla del cuerpo de las personas. Entonces, oye, ese niño está– No se habla del cuerpo de las personas, ¿no? Ni si está flaquita, ni si está gordita, ni si está absolutamente nada. Porque yo no sé si perdió peso por depresión, por anorexia, o por salud. Yo no sé si subió peso por salud o porque algo le está pasando en su vida mal.
Entonces, no se habla del cuerpo de las personas. Pero también aplico esa regla para mí. Cuando yo me veo al espejo, pues, a lo mejor hay muchas cosas que no me gustan. Pero no lo digo en frente de mis hijos, porque me están escuchando y me están viendo todo el tiempo. Entonces, hay muchos estudios que comprueban esto. La mamá odia las piernas y de inmediato las hijas odian sus piernas también, ¿no? La mamá odia su nariz y entonces las hijas también odian la nariz. O el papá critica a las– de nariz de tal forma y la hija de inmediato dice, ay, no, es que tengo problemas con mi nariz.
Entonces, procuro como hacer esto muy consciente en mi cuerpo, agradecer por lo que tengo, porque estoy fuerte, porque puedo caminar, porque puedo hacer. Esto también les llevo de mensaje a mi hija y a mi hijo, como tienes piernas, tienes brazos, puedes hacer, puedes correr, puedes– estás sano, ¿no? ¿Qué importa si tienes un granito? ¿Qué importa si tienes tal cosa? Eso no importa. Eso no habla de la persona que eres. Y, bueno, y de esta manera reflexiono con ellos porque no quiero que de inmediato cuando sean adolescentes o antes dejen de sentirse bonitas, ¿no? Bonitos o guapos porque alguien lo dice o porque no es el estándar de belleza, sino como que todos tenemos algo bonito. Y eso es lo que les invito a revisar.
Si quieres, cambias a otra disciplina. Que esto considero que no se aplica con preescolares. Porque eso nos pasa mucho. Obviamente, su pensamiento es muy cambiante. Y su estado de ánimo y más bien necesitan otras cosas. Entonces, uno los mete a ballet de 3 años que se ven divinas y todo lo que tú quieras, pero luego no quieren ir. Y entonces veo a las mamás llorando en la entrada de las clases y forzándolas y las niñas de la entrada rogando por su mamá porque ya pagaste el vestuario, la inscripción, el material. La vida adulta cuesta, es difícil.
Pero a tu chiquita de 3 no le importa. O sea, no tiene ni idea cuánto te costó el traje ni le inscripción ni nada de eso. Simplemente ya no quiere ir. Le toca que una maestra muy regañona o no se siente conectada ahí o simplemente tiene otras necesidades. Entonces, yo diría como ojalá las academias y tienen preescolares sean más flexibles con ese tipo de pagos y de cuestiones porque los niños no siempre quieren. Y no pensar, tiene 4 años, dejó el ballet, seguro que cuando esté en la licenciatura va a dejar todas las carreras porque entonces– Y yo ya me imaginé un caos de lo que estoy creando. No. Tiene etapa preescolar y va a ser cambiante en sus decisiones.
Pero si ya es más grande, ya puedes hablar con ella o con él, que tome una decisión, que se comprometa. OK, voy a pagar por la inscripción, por el vestuario, por todo eso. Va a ser un año entero. ¿Listo? No es que faltes cuando tú quieras. ¿OK? Muy bien. Listo.
Entonces, cuando son más grandes, puedes hacer ese compromiso. Ahora, si quieres que sea de alto rendimiento, pues va a depender de su talento. Porque a veces queremos que sean de alto rendimiento y el niño no da una. Entonces, es más bien tu frustración. Y más bien ahí ver y seguirlos. O sea, creo que el respeto está en seguirlos, en alentarlos. Una cosa es, oye, estás cansado, entiendo que hoy no quieras, sí, pero va a ser un momentito, es un compromiso, vamos. Vamos, vamos.
Si de plano es un no quiero y son 7 veces, de las 7 clases seguidas que no quiero, dices algo está pasando aquí. Entonces, sí es alentarlo a que lo vuelva a intentar, aquí estoy contigo, tú puedes, esperamos un poco. OK, hoy no, pero mañana sí. Un poco un baile, ¿no? En el que vas leyendo las necesidades de tu hija o de tu hijo. Entonces, no lo obligas ni lo presionas tanto si es que se siente ya rebasado. Porque también en estas disciplinas donde son de alto rendimiento, los niños pasan por mucho estrés, por mucha ansiedad. Y luego recuperarse de eso es difícil, ¿no?
O sea, necesitan de un espacio personal con un terapeuta o demás. No, no caigamos en obsesionarnos con algo que a lo mejor al niño ya ni le interesa. Entonces, con que cumpla con su rol, qué bueno. Hay niños que se apasionan y que quieren más y más y más, qué bueno. Entonces, impúlsalo más. Entonces, creo que el respeto está en seguir sus necesidades, en seguir sus deseos, a la vez que no solamente ellos son guía, sino que tú estás atrás empujándolos, alentándolos, y averiguando por qué sí y por qué no. Cuando tenemos un hijo que va hacia el otro lado, que no quiere hacer nada, hay que encontrarle la motivación. Por ejemplo, como tener una conversación con ellos y decir, tienes que hacer un deporte y una cosa cultural, artística.
Elige qué. Y a lo mejor a este chiquito, esta chiquita, no la comprometo por un año, pero sí por seis meses. Y que sea algo– ¿Saben qué pasa mucho con las actividades extracurriculares? Hay que cuidar también el horario que elegimos. Porque a veces es, OK, me encanta el ballet, muy bien, pero eso significa que es a las 3. Eso significa que sales a las 2 de la escuela y comes en el coche, casi te estás atragantando la comida, te cambias rapidísimo, llegas a la clase, estás cansado. O sea, como que no hay un espacio. Entonces, para los niños, esa clase de ballet que disfrutan, resulta muy estresante porque no tocan su casa nunca.
O porque es la corredera o porque es– Bueno. Y resulta que cuando hacemos cambios de elegirla a una clase de ballet a las 5 de la tarde, entonces llega a su casa, come en paz, puede ver su libro, su tele un momentito y luego ya recuperarse para su clase, les va mejor. Entonces, a veces no es tanto la clase como el horario o el estrés que representa para mamá o papá que dicen, hoy ya no me quiero meter en eso. A veces es la maestra o el maestro que les toca también. Entonces, con los que les cuesta más la motivación, hay que tener la práctica de decir, tienes que comprometerte aún a un algo. O sea, haz una actividad. O bueno, no quieres ir a la clase de no sé qué, bueno, aquí en la casa, ¿qué vas a hacer? Ponte YouTube yoga, ponte a bailar, sal con tus amigos, los vecinos. O sea, como que hagan un algo más. ¿Ya? Eso. Para no dejarlos tampoco a la deriva de no hagas nada.
¿Qué sí puedes hacer? Mira, porque le dio tres galletas más ocho donas más una leche con chocolate y la tele todo el día, resulta que tu chiquita no pudo dormir y vomitó. ¿OK? Entonces, tú dices, claro, por eso es que yo no hago eso, Jimena, no. Bueno, mi hijita no está acostumbrada a comer esas cosas. Entonces, le hablas a los abuelos y les dices, ¿sabes qué pasó? ¿Qué comió? Ya, mira, lo que pasa es que vomitó, se siente mal.
Entonces, te pido que por favor la próxima vez no alimentemos a esa niña con estas cosas porque se vomita. Y como los abuelos lo que quieren es el bienestar de sus nietos, ¿sí? Los aman con todo su corazón. Los dan las galletas y las ocho donas porque los aman y los quieren consentir, no por llevarte a la contraria ni por absolutamente nada de eso. Entonces, cuando tú le dices, esto le hizo daño de esta manera, no durmió, estuvo muy alterada, vomitó, entienden que les hizo daño. ¿Sí? Otra cosa que puedes hacer. Pensemos que no– o sea, como por un lado puedes decirle, oye, prefiero que no le des azúcar y ojalá tengamos más abuelitas que estén estudiando esto y respeten, ¿no?
Pero si no lo hacen, suéltalo. Si eso te liberó para un momento con tus amigos, tu pareja, suéltalo. OK. Por otro lado, si están criticando y están etiquetando a tu hijo, vamos a pensar, tú le estás diciendo, mi amor, hay que comer porque mira, está tu sopita. Y llega el tío y dice, sí, porque los niños que no comen, Santa Claus no les va a traer nada. O sí, porque los niños que no comen se los lleva el viejo del costal, esas cosas. Tú no le dices, ¿qué no sabes de la crianza, respetuoso? Porque el cerebro de los niños, fíjate, no le llenas de información, sino que hablas, Juan, para que me entiendas, Pedro.
Entonces, le puedes decir algo como, cuéntale a tu tío que nosotros estamos escuchando lo que nuestro cuerpo necesita. Cuéntale que estás esforzándote por comer esta verdura que es nueva y nos cuesta un poquito de trabajo. ¿Ya? Entonces, no le digo, es que fíjate que, sino cuéntale que, ¿sí? Y de esa manera también tu hija aprende a contestarle a esas personas. Como, no, es que fíjate que estoy probando esta nueva verdura, pero me cuesta un poquito de trabajo, pero lo estoy intentando. Le das palabras a tu hija para responderle a esta persona. Sin confrontar al otro adulto, tú puedes tomar las riendas con tu hija.
Tu hijo y tú aquí es, eso que está diciendo no es verdad, solo come, mi amor. Si quieres enfrentarlo, le puedes decir algo de información. Como que depende la relación. ¿OK? A veces puede ser que soltemos, ¿no? Porque nos viene bien que lo cuiden, al costo que sea. Por otro lado, podemos dar información. Mira, este, el azúcar no le hace bien porque, chalalá.
Y por otro lado, podemos poner límites con nuestros hijos. Y por otra situación, puede ser, aquí te explico que eso que está diciendo no está bien, te está condicionando y por eso se siente mal. Por eso te dan ganas de llorar, porque eso que está haciendo tu tío es condicionar y no se siente bien. ¿Ya? Y luego los niños y las niñas aprenden muy rápido esto. Cuando tú le dices, si no haces entonces tal, eso se llama condición, mamá. ¿Sí? Tú se lo enseñaste y qué bueno que lo sepa.
Qué bueno que lo sepa porque mañana lo vas a ver distinguir con sus amistades, ¿no? Entonces, cuidar lo que estamos diciendo, pero no podemos controlar lo que otros adultos dicen. ¿Qué sí puedes hacer también? A ver, si es una persona que constantemente es autoritaria, que no quiere que toque nada, que por todo lo regaña, que– entonces evita estar en esa casa. ¿Ya? Ve poquito tiempo, ve sin tu hijo, vas a ver esa tía Gertrudis y te tomas el café con ella y todo, sin tu hijo. ¿OK? No lo tienes que someter a eso.
O vas poquito tiempo, le llevas su material. O sea, como que hay muchas cosas que podemos hacer para no estar educando a todos los adultos, que eso es muy cansado, peleándote con todos los adultos. No tienes que hacer eso. Es tu hijo y tú, la relación tu hijo y tú. Y en la medida en la que puedas protegerlo, que bueno, con estas recomendaciones que espero que ayude.
No castigas, no sancionas, no dices, eso está prohibido aquí y te vas. No, sino que dices, ¿de dónde lo sacaste? ¿Eso qué te hace sentir? ¿Y cómo es que llegaste a ese pensamiento? Porque cuando haces más preguntas, vas a conocer mejor de qué se trata esta curiosidad o esta nueva forma que está trayendo a casa. ¿Sí? Más preguntas, menos sermones, más tratar de averiguar con curiosidad y sin juicio, ¿qué es lo que lo llevó a hacer eso? Vamos a pensar.
Si tu hijo te dice de repente a los 8 años, 9 años, vamos a pensar, fíjate que mis amigos trajeron alcohol a la escuela o cigarros, ¿no? ¿Y tú vas a poner cara de que no te importa? ¿Y vas a decir, en serio? ¿Y qué pasó? Aunque por dentro te estés muriendo, ¿OK? Y quieras decir, ¿quién hizo eso? Ahorita voy a incendiar todo. No.
Vas a poner cara de que no te importa y vas a decir, ¿en serio? ¿Y cómo pasó eso? Ah, lo que pasa es que fulanito consiguió, lo trajo a escondidas de su papá. Ah, OK. ¿Y cómo se le ocurrió eso a fulanito? ¿Y los demás qué dijeron? ¿Y tú qué hiciste? Y ahí tal vez te enteras que– Y yo les dije que yo no estaba de acuerdo y me fui.
Listo, se salvó de tu regaño. ¿Sí? O a lo mejor te enteras que, y mamá, no te vayas a enojar, no me vas a regañar. No. Probé un poquito. OK, ¿cómo te sentiste? O sea, ganas más cuando preguntas, cuando averiguas qué pasó, cómo se sintió, qué estaba pensando en ese momento, que castigando, sancionando, prohibiendo. Porque además sabemos, cuando te prohíben algo, se vuelve más atractivo.
¿Sí? Es como, ¿quieres ver cómo sí? Entonces, como no queremos que sean prohibidas las cosas, mejor fomentamos el pensamiento crítico, fomentamos el discurso, fomentamos la confianza. Sí, hoy tengo la confianza de decirte, mis amigos trajeron alcohol, vamos a pensar. Y tú respondes con esta forma, preguntándole más que regañando, averiguando lo que piensa y siente más que diciendo, no te vuelves a juntar con esa gente nunca más y me van a escuchar. Entonces, es el primer paso, la primer prueba que pasas para que las próximas cosas que sucedan, porque le van a pasar muchas cosas, ¿sí? Cuando vaya creciendo, pueda levantar el teléfono y decirte, pasó esto, te necesito. ¿OK?
Algo que recomendamos también es tener con nuestros hijos, sobre todo cuando son más grandes, un código. Entonces, dices, oye, vamos a decir que cuando me digas Navidad, quiere decir que tengo que ir por ti. No sé si estuvo bien, mal, si hiciste algo inadecuado, si te metiste en problemas, pero si me dices Navidad, quiere decir que quieres que vaya por ti y que luego me explicas. Y conmigo siempre puedes contar. ¿OK? Entonces, tengan un código con sus pubertos, con sus adolescentes, ¿OK? Para que sepan que ustedes son su persona favorita y que en ustedes puede recaer esa confianza. Porque si no los tienen a ustedes, ¿en quién van a confiar?
En sus amigos, que también tienen 12, ¿sí? O en Google. O sea, no van a obtener las respuestas. Mejor que confían en ti. Y esa confianza normalmente se construye, ¿sí? No es, oye, cuando algo te pase me lo dices, ¿OK? Porque soy tu mamá, soy tu papá y te amo. Sí, pero si todas las veces lo regañaste y lo sermoneaste y lo castigaste, no te va a contar.
Eso se demuestra con las diferentes acciones. ¿Ya? Entonces, ¿qué puedes hacer? Esto, preguntar, preguntar, preguntar, averiguar de dónde, fomentar el pensamiento crítico. Esto cómo te hace sentir, esto qué te aporta, esto de dónde lo sacaste. Y eso lo hemos enseñado acá donde lo viste. Más preguntas que castigos o que cosas punitivas.
Un duelo por dejar la infancia, por dejar de ser la mamá de un infante y ahora convertirme en una mamá de un adolescente. Ella por dejar la infancia y convertirse en adolescente con todos los cambios que eso trae, ¿no? De su cuerpo, de sus emociones, de sus relaciones. Y hay que estar bien cerquita. Mira, Inés Di Bártolo dice, algo muy bonito. Cuando son bebés, uno seduce a los bebés. Cuando les hablas y les dices como, hola, mi amor, ¿cómo estás? Esta voz así como chillona para que te estiren los brazos y vayan contigo, ¿cierto?
Ya. A los adolescentes hay que hacerles algo así. No hablarles con la voz chillona. No, eso no lo hagan. Sino es ir a buscarlos. Los chiquitos te buscan todo el tiempo, no te dejan ir al baño sola, ¿cierto? Pero los adolescentes se meten en sus audífonos, en su cuarto y de repente sientes que los pierdes. Entonces, hay que ir a buscarlos.
Hay que ir a buscarlos y hay que sacarlos de sus amigos proponiéndoles actividades que sean atractivas. Por ejemplo, deportivas, una salida familiar, cultural, algún concierto. Eso que lo traiga a ti para que lo sigas teniendo cerquita. ¿Por qué? A pesar de que te cierran la puerta y te ponen no pasar. A pesar de que ahora sus personas favoritas ya no son mamá y papá, sino ahora los amigos y tú pasas segundo término y qué oso les dan tus besos y qué oso le da que no te sepas los nombres de sus artistas y esas cosas, te siguen necesitando. Nos siguen necesitando. Siguen necesitando de nuestro amor, de nuestra seguridad, de nuestra compañía, de nuestros consejos.
Y para eso tenemos que estar muy abiertos, muy flexibles a escuchar música que no toleras, a escuchar temas que son incómodos, a escuchar nuevas formas de hablarse entre ellos. Tienes que ser muy flexible porque es una nueva persona la que está emergiendo aquí. Tienes que ir por ellos siempre con amor, nunca con castigos otra vez. Siempre desde el diálogo, siempre desde la negociación, desde los acuerdos, desde el decir, oye, necesito que llegues a las 10 de la noche. No, pero es que la fiesta empieza a las 12, pero ¿cómo quieres que llegue a las 10? ¿Cuál es tu propuesta? ¿Sí? Antes cuando eran niños era como, eso es, punto, ya nos vamos del parque.
Pero ahora hay que escuchar. Hay que escuchar, hay que estar abiertos a negociar. Y eso supone para nosotros hacer algunos ajustes para los que a veces no estamos listos. ¿Sí? A veces nada más queremos que se haga como nosotros decimos, porque soy tu mamá, porque soy tu papá y listo. Y si somos así, los vamos a perder. ¿Sí? Si de por sí va a ser normal y esperado que nos reten, que hagan cosas, pues, de 17 años, de 15 años.
¿Sí? A veces los vemos tan altos, casi de nuestro tamaño, que perdemos la noción de que tienen 13, de que tienen 14. Pensamos que por tener esta altura ya son adultos. Y dijimos que el cerebro termina de madurar hasta los 25, 27 años. Entonces, le faltan todavía 10 años, ¿sí? Para terminar de madurar, piénsenlo en ustedes mismos. Seguramente empezaron a tomar mejores decisiones o dejó de importar es el qué dirán a partir de los 25 más o menos. Antes, dependes totalmente de pertenecer a ese grupo, de que no te vieron, de que no te dieron like, de que no– ¿No?
Por eso para ellos es importante los likes y cuantos views y estas cosas. Porque se alientan de pertenecer a sus grupos de amigos. Entonces, hay que estar muy cerquita para seguir desarrollando el pensamiento crítico. Porque además es algo que ponen a prueba constantemente. O sea, es como, ahora ya sé debatir, mamá. Y ahí te va. ¿Por qué tú con mi papá? Fíjate que no sé cuál, ¿no?
Y hay que estar listos para ese debate. Qué bueno. O sea, si empiezan a debatir y a discutir, promuevan eso. Están practicando su discurso, están practicando su diálogo, están practicando su pensamiento crítico. Entonces, la forma de estar con los adolescentes siempre es a partir del diálogo, de la negociación, de la escucha, de la validación, de traerlos, proponerles actividades donde quieran compartir contigo. Y también de acercarte a su mundo, de interesarte por lo que ellos y ellas están haciendo. Lo que les gusta ver, a quienes les gusta escuchar. Si tu hija o tu hijo tiene TikTok, bájate TikTok.
Tienes que ver de qué se trata eso. Si tu hija o tu hijo está jugando tal juego, tal videojuego, tienes que jugarlo con ellos para que te enteres de qué trata y para que no te mareen. Alguna vez mi sobrina, que tiene 13 años, me contaba del chisme de no sé qué artista de TikTok, que no me importan. No, ella le dijo y le gusta el otro y no sé cuál. Y yo, no me importa, pero yo, ¿en serio? Y cada que la veía, cuéntame, ¿qué ha pasado? No me interesa. Pero yo hacía que me interesara porque tengo que seguir ese chisme porque es un momento para conectar con ella.
Entonces, necesitas escuchar la música que escuchan, ver las redes que ven, consumir las redes que consumen, jugar los videojuegos que juegan para estar enterada de dónde están, de qué hacen, de qué trata y tener a lo mejor esa conversación también. Si no, si te están hablando de tal artista y no conoces el nombre, vas a decir, ay, no, no, ya te lo tengo que explicar otra vez. Pero si sabes de quién te están hablando, ¿OK? Va a ser mucho más fácil crear conexión allá. Entonces, el reto es flexibilizarnos, recordar que tienen 14, no 28, aunque los veas muy grandes. Y, bueno, tenerlos cerquita porque nos siguen necesitando. Muchas gracias por haber estado hoy conmigo. Espero que lo hayan disfrutado, que haya aportado un poquito más a su crianza, a sus familias.
Quiero recordarles que el error está garantizado, que solo podemos ser muy buenos para reparar. Y deseo que cada vez sus errores sean menos frecuentes y que la reparación llegue antes, a tiempo, para que sanen esos corazones. Deseo que cuando sus hijas e hijos vayan a terapia, porque es probable que vayan de todas maneras, ojalá tiendan sus emociones, cuenten una infancia feliz, recuerden a una mamá conectada que hizo lo mejor que pudo, que no era una mamá perfecta, que no era un papá perfecto, pero que hizo lo que pudo. Que le regalen compasión, que podamos regalarle a nuestras hijas e hijos el ver el mundo a través de unos lentes amorosos y compasivos. Porque las niñas y los niños conocen el mundo y viven y habitan este mundo con tus lentes, no con el mundo como es. Entonces, si tú crees que el mundo es peligroso, si crees que el mundo es un lugar donde te tienes que defender, que hay que estar atacando a todo mundo y que hay que defenderte, que hay que ganarle a todos, que si puedes ser el primero, hazlo. O más bien le quieres regalar un mundo en el que puedes ser compasivo, comprender la historia de los demás, ser empático con su proceso. A mí me encanta la palabra compasión.
Compasión con mi proceso, porque estoy haciendo lo mejor que puedo con la historia que tuve, con lo que estoy trabajando para sanarle, con lo que te estoy regalando ahora. Compasión contigo porque eres un niño o una niña que está aprendiendo. Compasión con la gente alrededor que tal vez me juzga o que tal vez quiere seguir en su estilo autoritario. Eso me habla más que de qué malo es, me habla de la persona y su historia, lo que vivió. Entre más autoritarios sean los consejos, más dolor hay en esa historia. Entonces, deseo que sigamos construyendo un mundo, unas familias y unos corazones sanos, llenos de empatía y de compasión. Muchas gracias.