Victor. Tú sabes que me pones en un aprieto, por supuesto que sí. Además, lo sabes al hacer la pregunta. Aquí lo importante es qué dicen los expertos, qué dicen aquellos psicólogos que están en el ámbito de la psicología positiva. Porque la psicología positiva es una ciencia muy simple, es muy básica, son cosas del sentido común, pero detrás es la misma metodología que tienen el resto de ciencias. Aquí hay estudios empíricos, hay tesis doctorales, hay gente que está estudiando si efectivamente uno nace o se hace, y, sin ninguna duda, se aprende, claro que se aprende. Es decir, uno no nace cenizo. Cuando nacimos los que estamos en esta sala, a nuestros padres les dijeron: «Pues mira, ha sido niño, pesa dos kilos ochocientos y lástima, pinta cenizo». No, uno se ha ido haciendo, la vida, los problemas, las circunstancias nos han ido haciendo cenizos. Aquí hay muchas personas que somos de una generación que hemos escuchado aquello de que tu actitud, tu manera de ser, tu carácter se formaba de los cero a los cinco años, de los cero a los siete años, y luego habías pringado, pues no. Hoy se sabes que no, porque hace veinte años no existía la neurociencia. Hace cinco años, tú buscabas documentos sobre la neuroplasticidad del cerebro y costaba encontrar alguno, hoy hay mucha gente investigando, estudiando, y se sabe que tu actitud, que tu manera de ser la puedes trabajar, la puedes mejorar, la puedes desarrollar tengas cinco, veinticinco o ciento veinticinco años, lo que pasa que no es fácil, por supuesto que no es fácil, pero no es fácil porque todos estamos en entorno que por cada alegría que tenemos son 27 disgustos. Todos tenemos cinco momentos al día, todos, absolutamente todos, que lo mandaríamos todo a tomar por saco, todos. Porque es la sociedad en la que nos ha tocado vivir, hay muchos problemas, es complicada, todo es estresante, hay mucha gente que está hasta las narices, hay mucha gente está harta, hay mucha gente que tiene tantos problemas que ya no tiene que luchar, pobrecita, pero cuando uno deja de luchar tiene que tener en cuenta que en su vida solamente quedan dos palabras: amargura y malhumor. Hay muchas personas que viven amargadas y de malhumor y no se lo merecen, y vivir así es asqueroso, sobre todo, sabiendo que hay otra alternativa, porque existe otra alternativa. La otra alternativa es la de luchar contracorriente para vivir con ilusión, con alegría, que, por supuesto, es mucho más difícil. Es mucho más difícil es ser optimista que pesimista, mucho más, pero es un esfuerzo, es una lucha que vale mucho la pena, es una lucha titánica, minuto a minuto. ¿Cómo se consigue ser más alegre? ¿Cómo se consigue ser más optimista?, que es la pregunta hacía Sergio. Primero, siendo consciente de que es una elección. Ser alegre no es una consecuencia, ser alegre es una elección, y hay personas que están comprometidas, que tiene ganas de vivir con alegría, y fallan una vez y siguen, fallan una vez y se vuelven a levantar, fallan una tercera vez… pero hay gente que lucha para vivir con alegría, y después esfuerzo, esfuerzo y mucho esfuerzo. Pero cuando uno desarrolla el esfuerzo de vivir con alegría, al principio cuesta, al segundo intento cuesta, pero al tercero es más fácil, al cuarto es más fácil y al final cambia tu carácter, cambia tu manera de ser. La psicología positiva lo que aporta son muchas maneras simples y sencillas para vivir con alegría. Hago este paréntesis: parece que todo sea muy simple, que todo sea sencillo, que todo sea fácil, y no es verdad, no lo es, una cosa es simple y otra cosa es fácil. El tenis es simple, pase la pelota por encima de la red y tiene que entrar en una línea, eso es simple de entender, ahora, fácil no es, ahora ponte, porque fácil no… No es fácil pero vale la pena y se puede hacer, y todos conocemos ejemplos de personas que viven así. Ahora no sé si tengo tiempo de explicarte un ejemplo, pero voy a explicarte un ejemplo. Yo volaba de Barcelona a Asturias o a Cantabria, al norte. A mí me gusta dormir en mi casa siempre que puedo, entonces yo soy muy habitual de a las seis de la mañana, avión o tren, y aquel día el cliente me mandó un billete de avión a las seis y veinticinco de la mañana con el asiento 2C. Es un asiento que te permite entrar antes al avión, salir antes, y ahora que los aviones son muy modernos te permite tener un enchufe, que es muy práctico, en las primeras filas sueles encontrar un enchufe. Ahora, el asiento 2C tiene otra ventaja. Sabéis que hay un momento en que las azafatas o los azafatos explican las puertas de emergencia: «Hay ocho puertas de emergencia, cuatro a la derecha…», sabéis aquel momento mítico, que todos hemos vivido. Empieza explicar las puertas de emergencia, y lo bueno del asiento 2C, aparte de las ventajas que ya os he dicho, es que aunque seas miope, a la azafata o al azafato lo puedes ver aquí en vivo y en directo, casi lo puedes tocar, empieza a explicar y le pregunto: «Perdona, ¿te mira alguien?», porque es muy triste, están ahí explicando las puertas de emergencia, y si tú miras al resto del avión, la mitad del avión está durmiendo y la otra mitad está leyendo el periódico, y digo: «¿Te mira alguien?», y me dice: «Pues con usted he contado hoy cinco caras», digo: «Pues me extraña, porque lo que explicas es importantísimo, además, es un espectáculo explicando, estoy aquí por sacar la libreta, empezar a tomar notas, y hacer esquemas». Se gira y me dice: «Menos bromas, caballero, menos bromas, que le veo a usted muy suelto. Usted atento y escuche, porque un día pasará lo que tiene que pasar por estadística, simple estadística, que el avión entrará en una tormenta que no tocaba y habrá un aterrizaje complejo». Claro, yo la miraba así y pensaba: «¿Como de complejo?», y me dice: «Hoy no, no se preocupe, que no hay ni una nube. ¿Usted viaja mucho? Pues le tocará, es una cuestión de tiempo, solo de tiempo. ¿Qué ocurrirá ese día?, pues lo que ocurre en este país, que somos un país de última hora, y todos estos que van aquí tranquilamente, durmiendo a pierna suelta, cuando noten que la cosa se complica, empezarán a espabilar, y veremos a alguien preocupado: «oiga, perdone, que el chaleco me va estrecho, ¿no hay una XL?», «¿a mí qué puerta me tocaba?, que no me he enterado», pues oiga, ahora estamos para el sálvese quien pueda, no estamos para explicar el rollo, no me da tiempo», todo esto a las seis de la mañana, una chica de Canarias que no me olvidaré, divertidísima. Sigue con su rollo y cuando está con las mascarillas me dice: «Perdone, perdone, he perdido a tres. Me queda usted y otro, usted aguante, ya que ha llegado hasta aquí es tontería perderse final, aguante». Se fue a sentar a su asiento y yo la miraba y pensaba: «¿Pero a ti qué te han dado para desayunar? Yo quiero lo mismo que tú, lo mismo que tú», porque si tienes un poco de empatía, las azafatas son como nosotros, Sergio, tienen los mismos problemas que tenemos los demás, también les gusta dormir a las seis de la mañana, son humanos, tienen sueño, también tienen un problema con su banco, tienen una madre que está enferma, otra tiene un jefe que es un melón, la mayoría no son ni mileuristas, es un trabajo que es físicamente cansado, pasan muchas noches fuera de casa. Es un trabajo que tiene un componente rutinario importante, no nos engañemos, explicar las puertas de emergencia ocho horas al día, ochenta y ocho años de tu vida, pues muy emocionante y creativo tampoco es. Pues hay personas que, pese a todas esas circunstancias, siguen siendo un espectáculo. Hay personas que, pese a todos los problemas personales y profesionales, siguen sonriendo, siguen trabajando con alegría, siguen trasmitiendo ilusión, y a las seis de la mañana. ¿Qué hacen esas personas?, porque si lo hacen algunas, lo podemos hacer todos. Pero es un problema, uno, de decidir, de compromiso y, la segunda, de esfuerzo, mucho esfuerzo, porque es una lucha titánica contracorriente, porque el entorno no ayuda a ir con alegría.