Amor a primera vista: ¿qué dice la ciencia?
Helen Fisher
Amor a primera vista: ¿qué dice la ciencia?
Helen Fisher
Neurobióloga y antropóloga
Creando oportunidades
¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos enamoramos?
Helen Fisher Neurobióloga y antropóloga
Helen Fisher
¿Por qué nos enamoramos? ¿Y por qué sentimos atracción por unas personas y no por otras? Poner el amor bajo el microscopio de la ciencia, ese ha sido el objetivo de la neurobióloga y antropóloga Helen Fisher durante casi 30 años. “A lo largo de la historia, los seres humanos han sido capaces de componer canciones por amor, cantar por amor, bailar por amor. De vivir, morir y matar por amor”, explica. ¿Qué es lo que pasa, entonces, en el cerebro humano? Ella es la persona del mundo que más tiempo ha dedicado a estudiarlo.
A finales de los 90, inició sus investigaciones realizando escáneres cerebrales a 49 hombres y mujeres. Algunos de ellos estaban locamente enamorados, otros habían sido rechazados. Poco después, incluyó en la muestra a personas que continuaban enamoradas tras décadas de matrimonio. Según sus conclusiones, el cerebro humano ha desarrollado tres sistemas cerebrales en las relaciones de pareja: el amor romántico, la atracción sexual y el cariño, o apego. “El amor puede comenzar con cualquiera de estos sentimientos, y puede explicarse a través de las conexiones de nuestro cerebro”, asegura Fisher.
A la pregunta de si el amor es ciego, afirma: “Cuando estamos enamorados, el área del cerebro que se relaciona con el miedo y la alerta, se desactiva. Como una locura transitoria". ¿Es entonces una escéptica del amor?: “Para nada, ¡es tan romántico!”, responde con una sonrisa.
Transcripción
Porque, como decía Darwin, si tú tienes cuatro hijos y yo ninguno, tú perduras y yo me extingo. Según su teoría, las personas a las que no se le daba bien aparearse, el sexo, el amor, los vínculos… se extinguían. A las que se les daba bien, perduraban. Y así, evolucionarían los diferentes mecanismos hormonales y genéticos del amor. Así que me dio por pensar: “Voy a empezar a estudiar el amor”. Y la pregunta de mi primer proyecto fue “¿por qué nos casamos?”. Ya sabes, el 97 % de los mamíferos no se emparejan para criar a sus pequeños, pero las personas sí. Tiene que haber algo en nuestra biología, en nuestra historia, que nos empuja a nivel global a enamorarnos y formar un vínculo de pareja.
La mayoría de la gente que me pregunta por el amor se refiere al amor romántico, que tiene unos rasgos muy particulares. Lo primero que pasa cuando nos enamoramos es que todo cobra, como yo digo, “un significado especial”. Todo en esa persona es especial. Su coche es diferente al de los demás en el aparcamiento, la calle en la que vive, la música que escucha… Todo sobre él o ella de repente se vuelve especial. Después, te focalizas en esa persona. Sabes lo que no te gusta, pero lo dejas totalmente a un lado y te centras solo en lo que te gusta. Sientes una energía intensa, puedes pasear toda la noche y hablar hasta el amanecer. Euforia cuando las cosas van bien. Cambios de humor, una desolación horrible cuando las cosas van mal. Y todo tipo de reacciones corporales, como la boca seca. Lo llamas por teléfono o le escribes y se te acelera el corazón, o ves un mensaje y se te empieza a acelerar el corazón. Te flojean las piernas. Sientes mariposas en el estómago. Y tienes una dependencia enorme. Te agobias, no dejas de mirar el teléfono una y otra vez. Y el deseo sexual. Sientes una atracción física muy fuerte. Pero las tres características principales del amor romántico son la obsesión, tienes a alguien todo el día en mente; además, aunque quieres acostarte con esa persona, lo que ansías de verdad es una conexión emocional, quieres que te llame, que te escriba, que te proponga salir, que te diga que te quiere; y por último, aunque no menos importante, es que estás muy motivado para conquistarle. ¡Vaya que sí! Porque estás luchando para ganar el mejor premio de la vida, una pareja para aparearte. Y lo que hace la gente cuando está enamorada, es muy difícil de controlar.
Stendhal, el novelista francés, decía que el amor es como la fiebre, va y viene sin importar nuestra voluntad. Y es cierto. Así que esos son los principales rasgos del amor romántico.
Hay muchos sistemas en el cerebro, pero la mayoría se dedican a que parpadeen los ojos o que lata el corazón, no están relacionados con rasgos de la personalidad. Aun así, encontré cuatro que sí lo están: los sistemas de la dopamina, la serotonina, la testosterona y los estrógenos. Cada uno de estos sistemas está relacionado con una constelación, un conjunto de rasgos de la personalidad. Así que decidí elaborar una encuesta, que están completando más de catorce millones de personas en cuarenta países, e incluí en ella todos esos rasgos. Hice que la gente se sometiera a la encuesta y luego me fijé en quién les atraía de forma natural en un sitio de citas, lo hice con Match.com. Por ejemplo, si tu sistema de dopamina es muy alto, te clasifico como explorador. Son personas que buscan novedades y corren riesgos, son curiosas, creativas, espontáneas, enérgicas, mentalmente flexibles y, como era de esperar, se sienten atraídas por personas como ellas. La gente curiosa y creativa quiere gente como ella. Al segundo tipo de personas, con serotonina alta, las denomino constructoras. Son tradicionales, convencionales, siguen las normas, respetan la autoridad, les encanta planificar, los horarios y rutinas, suelen ser más religiosas y también les atraen personas como ellas. Lo tradicional atrae a lo tradicional. Las dos últimas categorías, con testosterona y estrógenos altos, tienden a su contrario. A la gente con testosterona alta (sobre todo hombres, pero también mujeres), los denomino directores. Suelen ser analíticos, lógicos, directos, decisivos, tenaces, escépticos. Se les dan bien cosas como las matemáticas, la ingeniería o la música.
Se decantan por el tipo con estrógenos altos, que denomino negociadoras. Piensan en contexto, a largo plazo, tienen imaginación, la mayoría son mujeres, se les da muy bien leer la postura, los gestos, el tono de voz, son muy cariñosas, confían más y expresan más sus emociones. Pude colarme en la cocina de la Madre Naturaleza y ver cómo, químicamente, unas personas nos atraen más que otras. Mi pareja y yo somos un buen ejemplo. La mayoría de las encuestas de personalidad te meten en un cubo, pero el cerebro no funciona con cubos. Expresamos todas estas características, pero en diferentes grados. Por ejemplo, tanto mi pareja como yo tenemos la dopamina muy alta. Los dos escribimos, viajamos mucho, nos encantan las nuevas experiencias, corremos riesgos… estamos bien. Él tiene la testosterona alta y yo los estrógenos altos. Eso también funciona bien. Me tiene la casa llena de cacharros tecnológicos, ya ves… Esto también funciona bien. Pero él está un poco más por encima que yo en la escala de la serotonina. Él sigue las normas, yo no tanto, excepto cuando tienen sentido para mí. Él sigue las normas porque son normas. Un ejemplo reciente, íbamos al cine y le pregunté: “Cariño, ¿llevas agua en la mochila?”. Me respondió que sí y le dije que genial, que la podíamos beber en el cine.
Y me dijo que no podíamos, que no se puede llevar comida o bebida al cine, que hay que comprarla en el puesto de comidas. Y le dije: “Oh, ¿en serio?”. Pero lo importante es que los estadounidenses, y seguramente en todo el mundo, estamos saturados de psicología. Todo es un problema de tu infancia. Esto no es un problema de su infancia, es quién es. Cuanto más podamos entender la biología del comportamiento, quién es de verdad la otra persona, no solo su cultura y sus experiencias o su infancia, sino cómo ha sido construida, entonces no tendrás que ir diez años a un psiquiatra para entender por qué no puedes llevar agua al cine. Es quién es. Se puede solucionar y decir: “En ese caso, compramos el agua en el puesto”. Eso es lo que hace la encuesta. Por cierto, también la estoy llevando a los negocios, porque en realidad no se trata del amor, se trata de quién eres como persona y cómo te llevas con la gente. Así que la estoy usando cada vez más en el mundo empresarial, además del personal.
A mí, por ejemplo, nunca se me darán bien las matemáticas. Es un rasgo de testosterona. Nunca se me darán bien las relaciones espaciales. Si me hubiese criado con una madre profesora de matemáticas y un padre arquitecto o ingeniero, se me darían mucho mejor. ¿Podría llegar a ser muy buena? No, nunca. Porque no fui construida para ser así. ¿Puedes hacer que una persona muy curiosa deje de serlo? Puedes pegarle cada vez que hace una pregunta. ¿Podrías convertir a alguien muy tradicional en alguien muy extravagante o hacer que suba corriendo una montaña con sus hijos? Probablemente no. Tenemos parámetros. Tenemos personalidades. Pueden flexibilizarse. Por ejemplo, pasa con algunas personas. Tengo una amiga muy directa. Es muy directa. El otro día me la encontré y fuimos a comer. Me preguntó dónde había comprado el bolso y le dije que lo había comprado en la calle. Me contestó que le parecía cutre. Normalmente soy muy maja con esta chica, pero no me comporté como siempre y me enfadé. En dos minutos, ella ya lo había olvidado. Yo estuve días pensando por qué me había cabreado tanto. ¿Por qué? Porque no estoy cómoda siendo así de directa. Soy directa frente a un atril, vale, es lo esperable. Pero cuando te comportas “sin ser tú”, sufres. Podemos comportarnos así, pero creo que sufrimos.
A medida que crecemos, generamos lo que llamo un mapa inconsciente del amor. Una lista inconsciente y consciente de lo que buscamos en una pareja. Luego, cuando llega el momento, aparece alguien en el supermercado, en un concierto, en un museo, en un restaurante o donde sea. Encaja en tu mapa del amor. Edad, tamaño, forma, entorno adecuados. Se acerca y te sonríe, tontea un poco contigo. Puede activar ese circuito cerebral del amor romántico, y tú puedes enamorarte de forma inmediata.De hecho, realizo un estudio anual con Match.com, el sitio de citas, y cada año encuestamos a más de 5.000 personas. No encuestamos a miembros de Match, sino al público estadounidense, así que es un ejemplo representativo, una muestra científica de estadounidenses, basada en el censo de los Estados Unidos. Casi todos los años pregunto si han vivido alguna vez el amor a primera vista y si creen que existe. Más del 50 % de hombres y mujeres creen que existe y casi el 50 % lo han vivido. Pero tiene que darse el momento adecuado, la cercanía adecuada, la persona tiene que encajar en tu mapa del amor. ¡Y, en mi caso, la iluminación ayudaría! Pero la cuestión es que estamos hechos para enamorarnos. Lo interesante es que los circuitos cerebrales del apego tardan mucho más tiempo en asentarse. Puedes enamorarte locamente de alguien sin sentir apego profundo. El apego lleva su tiempo. Tienes que conocer a la persona. Tienes que saber mucho de alguien.
Lo que descubrimos en nuestros datos, cuando pusimos en el escáner a gente que se acababa de enamorar, es que es fácil ver el circuito cerebral del amor romántico. Sin embargo, la región cerebral relacionada con la sensación de apego, de cariño, no se activaba en absoluto. Solo después de varios meses, normalmente unos diecisiete (que es cuando de verdad conoces a alguien, te transmite seguridad, confías en esa persona, la respetas y te respeta, te hace reír, hacéis cosas juntos), es cuando empiezas a sentir esa conexión cósmica… ahí es cuando crece el vínculo del apego. Así que el amor romántico es fácil de explicar, ¡bum! Se puede activar rápido, como el sistema del miedo o de la ira. Pero el apego va creciendo.
De hecho, antes de meter a las personas en el escáner cerebral, les hago muchas preguntas, porque son máquinas muy caras, se tarda bastante tiempo y tengo que asegurarme de que están enamorados. Y les pregunto: ¿qué es lo que no te gusta de él o de ella? Y saben decir perfectamente qué es lo que no les gusta, pero lo pasan por alto y se centran exclusivamente en lo que les gusta. El amor es ciego, el poeta Chaucer tenía razón.
La única trayectoria posible para las mujeres, incluso hace cincuenta años (y por supuesto hace cien años), era tener un buen matrimonio. En Estados Unidos, ellas se casaban a los veinte y los hombres a los veintidós. Ahora es mucho más tarde, vemos cómo se extiende esa adultez temprana y las mujeres son más exigentes. Yo lo llamo “amor lento”. Lo que vemos es que las mujeres y los hombres intentan anteponer sus carreras. En lugar de casarse a los veinte, en Estados Unidos las mujeres se casan casi a los veintiocho, a los veintisiete. Esa es la media. Hay muchas mujeres que se casan con treinta y pico e incluso con cuarenta y pico. Pasa lo mismo con los hombres. Como he dicho, solían casarse a los veintidós, ahora a los veintinueve, casi a los treinta. Lo que estamos viendo es que hay un periodo de tiempo de precompromiso. Yo lo llamo “sexo rápido-amor lento”. Vemos que en Estados Unidos dos tercios de los jóvenes, tanto hombres como mujeres, viven en casa de sus padres. Así que practican menos sexo, porque viven con sus padres. Ahorran dinero. Construyen sus carreras. Quieren tener su carrera primero, quieren estabilizar eso, estabilizar su economía, antes de casarse. No quieren “pillarse”, como se suele decir, antes de tener su vida personal en orden. Son sofisticadísimos, me impresionan mucho los “millennials”, gente con veintipico o treinta y pico años. Se toman el amor muy en serio. Han inventado el término DTR, “define tu relación”. Hoy en día los jóvenes no salen con alguien más de cuatro meses sin tener esa conversación, sin “definir la relación”.
Y si no va en la dirección que quieren, la dejan. Los jóvenes lo quieren todo y van a esperar para conseguirlo todo. Lo que vemos es que son “solo amigos”, gente que empieza como “solo amigos”, “solo somos amigos”. Entonces pasan lentamente al “amigos con derechos”. En la cama se aprende mucho sobre una persona. No solo cómo hace el amor, sino si tiene paciencia, si es amable, si sabe escuchar, o si tiene sentido del humor… Después, con calma, pasan a decírselo a los amigos y la familia. Y finalmente, tienen su primera cita oficial. Porque hoy en día las primeras citas son muy caras. En mi época no lo eran, pero ahora en una primera cita vas a cenar bien, tomas unas copas, etcétera. Después, lentamente, pasan a mudarse juntos y, por último, se casan. El matrimonio solía ser el principio de una relación, ahora es el colofón. Me puse a pensar que puede que, en estas circunstancias, en este largo periodo de precompromiso, aprendas mucho sobre ti, sobre tu pareja. Cuando llegas al altar, sabes a quién tienes, sabes que quieres a quién tienes y crees que puedes conservar lo que tienes. Hice un estudio con 1.100 parejas casadas y les hice muchas preguntas, pero una de ellas era si se volverían a casar con la misma persona. El 81 % dijo que sí. Luego empecé a observar… He estudiado los anuarios demográficos de las Naciones Unidas desde 1947 hasta 2011 y resulta que cuanto más tarde te cases, más probable es que sigas casado.
Cada vez hay más datos que indican que puede que esta larga fase de precompromiso (ordenar primero tu carrera y tu economía, casarte más tarde) nos esté llevando a relaciones más estables.
Y si te gusta la persona, tienes que mantener el encanto y la alegría de esa vida juntos. Pensé que sería una sugerencia muy razonable. No le gustó a nadie. Somos una especie romántica. Y cuando el cerebro se ve envuelto en ello, no quieres ni pensar en una fecha de caducidad.
Creo que están practicando. Están practicando con el sexo y el amor. Ya sabes, a la gente de la comunidad poliamorosa le gusta mucho mi obra. Les gusta porque mantengo que evolucionamos estos tres sistemas cerebrales claramente diferenciados: deseo sexual, amor romántico y apego. Y los jóvenes dicen: ¿por qué no podemos tener los tres? Dicen que sienten un vínculo profundo con una persona, pero se sienten atraídos románticamente por otra y, ¡vaya!, hay una chica o un chico muy mono en el trabajo, me encantaría acostarme con ella o con él, etcétera. Yo creo que están practicando. Pero en el estudio sobre poliamor, con 5.000 personas estadounidenses, el 68 % lo veían bien, no tenían ningún problema con ello para nada, pero solo el 6 % lo había practicado. Creo que el motivo es que es difícil hacerlo. Cuando estás perdidamente enamorado te vuelves posesivo. Uno de los principales rasgos del amor romántico es ser posesivo o posesiva. No te gusta compartir. Creo que lo que pasa con estas personas es que tienen un vínculo profundo con alguien, están algo aburridas, no es una relación mala, no quieren dejarla, es cómoda, pueden compartir piso, uno tiene algo de dinero, se admiran el uno al otro, creen que el otro es divertido… Pero entonces aparece en la playa un chico o una chica que son muy atractivos y ¡buf!, se pone en marcha el circuito cerebral del amor romántico. Quieren el romance y quieren el vínculo. Quieren la libertad que les da. Lo interesante es que también quieren ser transparentes sobre el tema. Y para eso hay que ser adultos.
He estudiado el adulterio. Hay todo tipo de personas que básicamente practican el “poliamor”. Tienen un marido o una esposa y practican adulterio a escondidas. A lo mejor tienen un romance con una mujer y se acuestan con otras dos, lo que sea. Viven una vida poliamorosa, pero no se lo cuentan a nadie. Lo hacen a escondidas. Y la gran distinción entre el poliamor y alguien adúltero que se acuesta con otra gente es que son transparentes. Se portan como adultos al respecto. Y eso es difícil, porque el animal humano es un animal celoso. Lo que no te cuenta la gente de la comunidad poliamorosa es la enorme cantidad de tiempo que se pasan hablando de ello. Pueden salir de jueves a domingo con varias parejas de aquí para allá, pero tienen reglas. En la comunidad del poliamor hay reglas: “no se queda el viernes por la noche”, “tienes que decirme esto o aquello”. Tienen reglas. Y muchos días de la semana pasan el tiempo hablando de sus sentimientos. En realidad, el poliamor es una vida difícil. Suena a gloria, pero llevan una vida complicada. La inmensa mayoría no son poliamorosos toda su vida. El cerebro no está construido para ello.
Cuando alguien me dice que está “enamorado” de dos o tres personas, creo que no entienden lo que significa “estar enamorado”. Porque algo básico en el sentimiento del amor romántico intenso son los celos. He leído poesía de todo el mundo y en todas partes, en cualquier cultura del mundo… Hay un verso genial de Kabir, K-A-B-I-R, un poeta indio, de la India. Solo recuerdo un verso que decía: “El camino del amor es angosto, solo hay sitio para uno”. Y, en realidad, lo que hace la gente poliamorosa es tener dos o tres vínculos con diferentes personas. Pero si dicen que están perdidamente enamorados de más de una persona, no creo que estén enamorados de ninguna.
También se activa cuando estás feliz y perdidamente enamorado y cuando te rechazan en el amor. Así que el amor romántico es una adicción. Es una adicción absolutamente maravillosa y positiva cuando la cosa va bien, y una adicción absolutamente horrible y negativa cuando la cosa va mal. Así que la tienes que tratar como una adicción. Tira las postales y las cartas. No escribas, no llames, no vayas donde esté esa persona. Lo único que haces es fortalecer ese fantasma. Haces que vuelva el fantasma. Saca esa foto del escritorio, no la mires. Cuando quedes con amigos, no preguntes sobre esa persona. Haz mucho ejercicio, eso activará el sistema de la dopamina y te dará un poco de energía, claridad y motivación. Es un analgésico. Sal con amigos. Haz cosas nuevas. Novedades, novedades, novedades. Hacer cosas nuevas con gente nueva activa el sistema de la dopamina. Que te abracen, que te den un masaje. Eso activa el sistema de la oxitocina. Te tranquiliza. Lo peor que puedes hacer es quedarte tirado y pensar en ello. Bueno, un poco lo tienes que pensar, porque tienes que entender cuál es el problema para poder olvidarlo. Me acuerdo de un hombre que me dejó. Nunca supe por qué. Al final me dije: “Helen, invéntate una razón, una historia”. Por lo menos, cuando tengas la historia bajo control, la puedes tirar y seguir adelante. Hay tres partes en el rechazo amoroso. La primera es la protesta: intentas recuperar a la persona, intentas entenderlo, lo intentas seducir, intentas ser transigente, intentas darle celos… lo que haga falta para recuperar a esa persona. Después de un tiempo, te rindes.
Pierdes toda esperanza. Esa es la segunda fase. Primero protesta y, luego, resignación y desesperación. Entonces intenta tratarlo como una adicción. Tira las postales y las cartas, no escribas, no llames, no vayas. Y como dije antes, haz ejercicio, haz cosas nuevas. Y por fin, llega el día en que empiezas a recuperarte. Te das cuenta de que no has pensado en él en todo el día. “¡Vaya! Llevo toda la noche sin pensar en ella y pude dormir”. Empiezas a recuperarte. El cerebro se quiere recuperar. Estamos construidos para amar. Estamos construidos para superarlo y volver a amar.
En el momento en que lo sienta, que no se tire de cabeza hasta que no lo conozca un poco mejor. Ese es el problema del amor romántico, es como un gato que está durmiendo. Se puede despertar en cualquier momento. Cuando vea algo problemático, que no se acerque. Tampoco hay que entrar en algo que nos aburra. Pero habrá gente con dopamina alta, curiosa, creativa, espontánea y enérgica que sea fiel. Y esa persona puede ser la adecuada.
En Francia tienen lo que llaman PACS, P-A-C-S, y es más fácil casarse y divorciarse. Creo que veremos más cosas así. Creo que veremos más sitios de citas. Quiero decir, soy demasiado mayor para ir a un bar y encontrar al tío adecuado. Por supuesto, la gente mayor lo sabe. ¿Acaso todos conocemos gente mediante amigos, familiares o en el trabajo? Creo que estas webs de citas van a proliferar. No hay nada nuevo en que alguien te ayude a tener una cita. Hace un millón de años tu madre ya lo hacía, tu abuela, tus hermanas y hermanos… Pues hoy todos viven en España, pero tú vives en Nueva York. Para eso están los sitios de citas. Solo es una forma más moderna de hacer lo de siempre. Creo que la forma de ligar siempre cambia con el tiempo. En mi época, me venían a recoger en coche e íbamos a un aparcamiento. En mi época aparecieron de repente las píldoras anticonceptivas y eso cambió las cosas. Hace cien años, venían con su caballo y su calesa y os sentabais en el balancín del porche antes de ir a la comida del domingo. Los patrones de ligoteo cambian con la tecnología, pero es lo de siempre. Las webs de citas ni siquiera son webs de citas, son webs de presentación. El único algoritmo de verdad es el que tiene el cerebro, eso no va a cambiar. Creo que vamos a ver más sitios de citas y cómo aumenta la duración de la vida. Creo que será más fácil casarse y divorciarse.
Creo que puede que avancemos hacia los tipos de relaciones que había hace un millón de años. Durante millones de años, las mujeres iban juntas a trabajar y conseguían frutas y verduras, llegaban a casa con el 60 % o el 80 % de la cena. La familia con ingresos dobles era lo habitual. Las mujeres tenían el mismo poder económico, social y sexual que los hombres. Estamos avanzando hacia el pasado, hacia ese tipo de estilo de vida. Con mujeres con poder, familias con ingresos dobles, mujeres con carreras profesionales que también serán madres… Estás hablando con una persona optimista.