COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

“Una mala carrera no te hace un mal corredor”

Germán Madrazo

“Una mala carrera no te hace un mal corredor”

Germán Madrazo

Esquiador olímpico


Creando oportunidades

Germán Madrazo

Germán Madrazo es un atleta y emprendedor mexicano conocido por su participación en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018 en esquí de fondo, disciplina que comenzó a practicar a los 43 años. Su trayectoria deportiva inició en la natación y el triatlón, donde completó 18 Ironman y logró clasificar al campeonato mundial en Kona, Hawái, tras superar una severa anorexia y depresión.

Originario de Tamaulipas, Madrazo estudió en la universidad antes de dedicarse a la ganadería familiar, empresa que reconstruyó junto a su esposa. La violencia en la región lo llevó a emigrar a McAllen, Texas, donde fundó una tienda para corredores y un club que ha reunido a más de 150 miembros. Su incursión en el esquí de fondo fue motivada por el reto de salir de su zona de confort y el deseo de cumplir una promesa hecha a su abuela.

A pesar de terminar en último lugar en los Juegos Olímpicos, su objetivo fue inspirar a quienes persiguen sueños considerados imposibles. Actualmente, Madrazo es entrenador y ha guiado a atletas mexicanos a competencias olímpicas, promoviendo el valor de compartir y multiplicar los sueños.


Transcripción

00:00
Germán Madrazo. Hay una cosa que tú no puedes elegir en la vida, y eso es tener problemas. Es inevitable. Lo que sí puedes hacer es elegir el tamaño de los problemas que vas a tener. Si tú decides correr una carrera de cinco kilómetros, vas a tener los problemas que tiene alguien que corre carreras de cinco kilómetros. Pero si tú decides correr un maratón vas a tener los problemas que enfrenta un maratonista. Problemas que para el que solo quiere correr cinco kilómetros van a parecer quizás imposibles de sortear. Desde niño mi sueño siempre fue ir a unos Juegos Olímpicos, así es que ya se imaginarán que los retos olímpicos en mi vida a veces parecían imposibles de sortear. Quiero enseñarles mi fotografía favorita de los Juegos Olímpicos de Pyeongchang, en Corea del Sur en el 2018. Esto fue la carrera de 15 kilómetros y una prueba de que los sueños sí se cumplen. Ese que está ahí soy yo. Quizás no lo parezca, pero terminé la carrera en último lugar. La prensa escribió: El último lugar más dramático de la historia. Un mexicano nos arranca las lágrimas, terminando en último lugar. Para mí, este era el momento más feliz de mi vida, porque mi sueño no era ganar una medalla de oro. Mi sueño era inspirar a todos los que, como yo, alguna vez se han atrevido a soñar, alguna vez se han atrevido a tratar de cumplir un sueño que les dijeron que era imposible. En el camino han caído, han fallado o han terminado en último lugar. Aprendí después de haber terminado en último lugar, que nunca vas a fracasar si tu sueño es más grande que el resultado de la carrera. Es por eso que decidí sonreír mientras cruzaba la meta de mis sueños. Porque entendí que lo importante no es el resultado, sino la persona que te conviertes mientras persigues tu sueño. Gracias. Gracias.

02:12
Ramón. Hola German, mucho gusto. Ramón Celaya. Los deportistas olímpicos suelen prepararse para llegar a un momento así desde que son niños. ¿Cómo se te ocurrió a ti que esto era posible a los 43 años?

02:25
Germán Madrazo. Hay un estudio que dice que los deportistas olímpicos empiezan en su deporte a los 15 años de edad. Varios estudios nos muestran que el atleta llega a su pico, a su más alto rendimiento entre los 25 y los 28. Estos son de 10 a 13 años de entrenamiento para llegar a tu mejor momento. Yo quiero decirte que yo entrené durante 13 años para llegar al mejor momento de mi deporte. Antes de hacer el cross-country ski, yo estaba entrenando para hacer triatlones de larga distancia, estaba entrenando para ser ironmans y esos 13 años de entrenamiento, de constancia y estarle dando 16 horas todos los días fueron los que me dieron la fuerza física que necesitaba para darme cuenta que si la fuerza ya la tenía, lo único que tenía que hacer era aprender a esquiar. ¿Qué tan difícil puede ser? ¿No? Yo estaba entrenando para tratar de calificar al campeonato del mundo del Ironman en Kona en Hawaii, una meta que me mantuvo vivo, una meta que me mantuvo con una visión muy clara en la vida. Una mañana no tenía fuerzas para pararme de la cama, resulta que tenía una anemia y una anorexia muy severa, había perdido más de 20 kilos. Unos días antes había leído el libro de Viktor Frankl del hombre en búsqueda de sentido, y me quedaba muy claro que si quería vencer esta enfermedad, necesitaba un propósito, necesitaba algo que me diera esas fuerzas para luchar. Y ese día, ahí tirado en la cama, decidí que mi brillante plan para vencer a la anorexia, para vencer esta enfermedad iba a ser ponerme a entrenar para tratar de calificar al Campeonato del mundo del Ironman en Kona, en Hawaii. Los primeros dos años fueron terribles luchando contra la anorexia, contra la terrible depresión que te causa. Y sobre todo, esta parte en la que después tienes que reconstruir tu vida, en la que tienes que no solamente curarte tú, pero curar a todas las personas que están a tu alrededor que fueron las que te apoyaron durante esos momentos tan difíciles. Después de esos dos años de lucha, pasé otros diez años entrenando como loco, sabiendo que mi vida dependía de cada entrenamiento. Y por fin, después de diez años de no darme por vencido, en octubre del 2017 logré cumplir ese gran sueño, logré cruzar la meta del triatlón más famoso del mundo, la meta del Ironman en Kona, Hawaii. Entonces esta pregunta que me haces es muy importante, porque si bien es cierto que aprendí a esquiar y en menos de 14 meses llegué a los Juegos Olímpicos, para mí el deporte, los sueños, había sido una vida entera y te quiero platicar cómo fue que me enteré que existía el esquí de fondo. Una tarde estábamos los amigos de la preparatoria cenando y uno de ellos me dijo Germán, yo no admito que tú me digas que salga de mi zona de confort, porque tú nunca has salido de tu zona de confort. ¿A ver cuántos Ironman llevas? 18. Esos son 18 veces que has hecho exactamente lo mismo. Eso no es salir de tu zona de confort, es usar eso, es encontrar una zona de confort muy incómoda, pero quedarte en ella todo el tiempo.

05:33
Germán Madrazo. No me vengas a mí a decir que eso es salir de una zona de confort. Alfredo, mi mejor amigo, volteó y me dijo esta sí ya te la ganaron. No hay de otra, pero te voy a mandar mañana un artículo, léelo y dime qué piensas. Al día siguiente recibí un artículo que hablaba del deporte más duro que existe. Entiende que esto era un conflicto para mí porque yo pensaba que yo hacía Ironman, el deporte más duro que existe. Cuando leí este artículo del cross-country ski quedé fascinado y en ese momento dije estoy listo para empezar. Gracias. Gracias.

06:46
Gamaliel. Germán, un gusto estar aquí con un campeón olímpico mexicano sin medalla. Pues mi pregunta, mi nombre es Gamaliel Navarro, me gustaría preguntarte. Queda claro que antes de los Juegos Olímpicos tú tuviste una vida porque muchos ya conocemos tu faceta de campeón. ¿Gustarías compartirla?

07:09
Germán Madrazo. Claro. Muchísimas gracias. Fíjate que yo creo que la vida nos prepara para los momentos importantes. Yo siempre he creído que la vida me estuvo preparando para este momento que todos vimos en los Juegos Olímpicos. Yo quiero platicarte, contestarte esta pregunta desde uno de los momentos más difíciles y más duros que he vivido en mi vida. Después de que salí de la universidad le dije a mi papá que quería irme a manejar un rancho ganadero que tenía la familia, un rancho que había sido de mi abuelo, que había muerto unos años antes. Cuando llegué al rancho, el rancho era un desastre. Apenas tenía 100 vacas moribundas, estaba la verdad todo en ruinas, prácticamente. Mi esposa y yo nos pusimos a trabajar y logramos en ocho años convertir el rancho en una empresa ganadera muy exitosa. Durante esos ocho años fue cuando pasé estos dos años de la anorexia que les acabo de platicar. Cuando todo estaba yendo bien, cuando pensamos que ya la habíamos librado, cuando pensábamos que ya lo habíamos hecho, empezó la violencia en Tamaulipas. Cuando huimos, mi esposa y yo nos fuimos a McAllen literalmente con una mano delante y otra detrás. Abrí una pequeña tienda para corredores, una tienda de tenis. Y hoy para mí es un gran orgullo decirles que después de 15 años la tienda sigue abierta. El grupo que fundamos, que empezó con 12 corredores, hoy ha llegado a tener hasta 150 corredores. Me acuerdo que cuando abrimos la tienda se acercó un amigo, me dijo felicidades, Germán, solamente te quiero dar un consejo, acuérdate que para que tu negocio salga adelante siempre tienes que tener tres meses de capital en el banco, yo me metí la mano a la bolsa y dije tengo para comer tres días, espero que sea suficiente y lo tiene que ser. Estos dos retos le dieron un propósito muy importante a mi vida. El de saber que la vida se acaba, que la vida es la que tienes hoy, en este instante en el que estamos aquí juntos, en el que estamos aquí sentados compartiendo, mañana no lo tienes asegurado. Así es que hoy es el día que tienes que salir a tratar de cumplir tus sueños. Hoy es el único día que tienes para ser quien siempre has soñado ser.

09:53
Mar. Que inspirador escucharte, Germán. Soy Mar. Calificar a los Juegos Olímpicos no basta con soñarlo. ¿Qué es lo que hace falta?

10:00
Germán Madrazo. Ganas. Ganas, Mar. Te puedo decir las horas de entrenamiento, te puedo decir el equipamiento, la verdad, nada de eso importa, nada de eso importa. Lo único que importa es lo que está aquí adentro. Es esas ganas de no rendirte, esas ganas de luchar y para mí, esa energía viene de un lugar muy profundo. Viene de una promesa que le hice a mi abuelita cuando tenía 14 años. Ella se levantaba todos los sábados a las 4 de la mañana para ir a recogerme, llevarme a todas las competencias de natación. Todos los sábados, después de nuestras competencias, mi abuelita me llevaba a desayunar al Sanborns unos molletes, nos pasábamos horas platicando de los Juegos Olímpicos, de la ciudad que íbamos a visitar cuando por fin llegáramos a los Juegos Olímpicos. Pero desgraciadamente esos sábados juntos no duraron mucho tiempo. Unos pocos meses después un día me encontré junto a su cama de hospital, rogándole que no se diera por vencida, rogándole que luchara por su vida. Esa mañana, ahí en el hospital, la agarré de la mano y le dije abuelita, por favor, no te rindas. Por favor, lucha por tu vida. Tenemos que ir a los Juegos Olímpicos. No me dejes solo. Esa mañana la tomé de la mano y le hice una promesa, le dije abuelita, te prometo que si lo logras te voy a llevar a los Juegos Olímpicos y te voy a convertir en una abuela olímpica. Ella no lo logró. Esa tarde perdí a mi mejor amiga. Pero también esa tarde me di cuenta que mi corazón había decidido guardar esa promesa que le hice, y creo que el cumplirla, el saber que no estaba solo, fueron de los motivantes más grandes que me ayudaron a llegar. Otro de los grandes motivantes que tuve en este camino para tratar de llegar a los Juegos Olímpicos fue que mientras iba entrenando iba compitiendo por el mundo, me iba dando cuenta que solo no iba a poder llegar. Una meta tan grande no se puede hacer solo. Y como yo no tenía, bueno México no tenía un equipo nacional mexicano de cross-country ski con el que pudiera entrenar, me empecé a dar cuenta que iba a tener que buscar afuera mientras competían los otros atletas, esa ayuda que necesitaba. Y ahí aprendí una gran lección de vida que aunque representáramos a diferentes naciones, todos compartíamos un sueño y que era más importante aprender a trabajar juntos que estar compitiendo entre nosotros. Y esa unión fue la clave. Así fue como los atletas de Chile, de Tonga y de México unimos fuerzas. Pasamos dos meses compitiendo juntos, entrenando, compartiendo absolutamente todo. Los días que a Yona o a Pita les iba mal ahí estaba yo para darles el ánimo, decirles vamos, vamos, venga hermano, sí se puede. Y los días que yo caía siempre estuvieron ahí Pita y Yona para levantarme. Ese ánimo que nos dábamos y esas palabras que nos decíamos todas las mañanas, eso es, eso es la belleza de poner un sueño que parece imposible de lograr, que después tú lo puedes traer a tu propio sueño y decir yo quería ser emprendedor, yo quería empezar una empresa, yo quería abrir mi propio negocio, yo quería y los traes y te das cuenta que es el mismo sueño, es la misma cosa. Y como les dije hace un instante, es irrelevante si puedes o no puedes, ¿por qué en quién te conviertes cuando estás luchando?

13:32
Germán Madrazo. Te quita el miedo. Gracias.

14:11
Megan. Hola, mucho gusto, Germán. Mi nombre es Megan y es un honor estar aquí el día de hoy. Le quería preguntar, si nos podría hacer un viaje sobre las etapas que experimenta uno mismo al entrenar para una competencia de este nivel.

14:27
Germán Madrazo. Gracias, Megan. Mira, las etapas son obvias. Es lo mismo. Yo te quiero mejor hablar de los retos. Te quiero hablar de los retos y de las lecciones que nos dejan enfrentar estos retos. Porque al final de cuentas, cada vez que tú trates de cumplir un sueño, tú lo vas a vivir de tu forma, es tu sueño, es tu camino. Nadie te puede decir cómo vivirlo. Nadie te puede decir qué hacer. Tú tienes que tomar tus decisiones, hacerlo tuyo, porque eso es lo que te va a hacer que te sientas tan orgullosa y tan feliz de cumplirlo. Al platicarte estos retos quizás te pueda ayudar para darte un poquito de ánimo, para que te des cuenta que hasta de la peor te puedes levantar. Te quiero dividir esta respuesta en tres, tres retos muy importantes que afronté. El primero de ellos es el económico, porque este es el que todo el mundo le gusta hablar. A los 42 años de edad yo no iba a buscar apoyo de nadie. Yo tenía que ser responsable de mi propio sueño. La primera vez que hablé con Andy mi entrenador y le pedí que me entrenara, le conté mi historia, le dije de los triates, me dijo Germán, qué bonita historia de vida tienes, te felicito, pero discúlpame, yo no te puedo entrenar, y me colgó el teléfono. Gracias a Dios me marcó unas semanas más tarde y me dijo oye, te pido primero una disculpa por haberte colgado el teléfono así, pero te quiero ofrecer un trato al que no vas a poder decir que no, ayúdame a manejar desde Traverse City, Michigan hasta Salt Lake City, Utah, y en el camino te enseño esquiar. ¿Qué dices? Colgamos el teléfono y me di cuenta que la cita con Andy era en cinco días, tenía cinco días para llegar a Traverse City para empezar el camino. Y me di cuenta de lo que iba a costar el viaje. Y ahí fue cuando me cayó el 20 de que iba a tener que vender mi bicicleta, la que llevaba diez años armando piececita por piececita con la que soñaba competir en Kona, para pagar este viaje loquísimo a través de los Estados Unidos. Desde McAllen, en donde vivo actualmente hasta la frontera con Canadá y de ahí manejando de este a oeste ida y vuelta, 10.300 kilómetros solamente para aprender a esquiar. Después de pagar este viaje inicial vendiendo la bicicleta y prácticamente todo el equipo de triatlón que tenía, seguí viajando a la nieve para entrenar con Andy, pero muy pronto me di cuenta que eso no me iba, no iba a ser suficiente, que eso no me iba a alcanzar. Y aquí vino la etapa quizás más dura y más difícil de todo el camino. Cuando yo estaba en casa tenía que pasar las horas hablándole por teléfono a todos mis amigos, a todos mis familiares, prácticamente yendo de puerta en puerta a vender mi sueño, tratando de conseguir dinero para poder seguir adelante. Era eso o el sueño se acababa. Y te quiero decir que gracias a la generosidad de mis amigos y de mi familia pude seguir adelante durante 14 meses viajando a más de 14 países en cuatro continentes diferentes para hacer 40 carreras y tratar de calificar. Pero ni toda la generosidad de mis amigos, ni toda la vergüenza que me daba hablarle a la gente para pedirle dinero, me preparó para lo que vivimos el último fin de semana del periodo de calificación. Ya no quedaba nada, decidimos hacer las últimas dos carreras en Islandia. Pita compró su vuelo y me habló del aeropuerto, me dijo oye, ¿ya compraste tu vuelo? Estaba sudando frío. Le dije Pita, ya no tengo dinero para comprar el vuelo. Me dijo pues investiga cómo le vas a hacer.

18:11
Germán Madrazo. Colgamos el teléfono. Y sabes que antes de salir de casa yo le había prometido a Lucía, mi esposa, que no iba a gastar un solo centavo del dinero que necesitábamos para mantener a nuestra familia en este sueño tan loco. Y sin que Lucy lo supiera, ya había llenado una tarjeta a tope. Había fallado mi promesa, le había fallado a mi Lucy y me había fallado a mí mismo. Ahora, cuando regresara a casa, iba a tener que no solamente encontrar la forma de explicarle a Lucy lo de la tarjeta, sino además pagarla. El avión que yo tenía que tomar volaba a Múnich y ahí paraba. Cuando llegué al aeropuerto vi mi teléfono y vi el mensaje de Pita. Decía oye, ¿no se te ha ocurrido checar el boleto solamente de ida? Solamente me quedaba dinero para comprar un boleto de ida y unos minutos antes de que el avión a Reikiavik saliera yo iba corriendo, volando con un boleto sin regreso, con un boleto a mi última oportunidad de calificar a los Juegos Olímpicos. Ese reto económico es muy grande, pero les quiero decir que el dinero nunca va a ser lo que nos detenga. Lo que nos va a detener es el miedo que nos da salir a pedirlo. Pero les quiero decir que para enfrentar ese miedo les tengo un secreto, que sepan que no es el miedo, es el miedo que les da, el miedo que les va a dar. El miedo que te da que lo que te va a pasar cuando te rechacen, pero todavía no te rechazan, todavía no te dicen que no y cuando te das cuenta que ese miedo es infundado es cuando tomas ese valor para afrontar esos retos. El siguiente reto que para mí fue muy grande después del económico, fue el reto familiar. Imagínate, iba a tener que dejar a mis hijos recién nacidos durante 14 meses, no verlos, perderme los días más importantes de sus vidas, el primer día de escuelas, cumpleaños, navidad. Y en una de las carreras, mi hermano, el chileno, me gritó una frase que se quedó conmigo para siempre. Iba esquiando y me dijo ¿qué haces? Esquía con más fuerza. Yo iba dando todo, iba a tope, les juro que iba, o sea, no tenía nada. Me alcanza y me dice imagínate que tu hijo te está viendo. ¿Cómo equiarías si tu hijo estuviera en frente de ti? Saqué una fuerza descomunal, una fuerza que jamás pensé que tuviera.

21:30
Germán Madrazo. Gracias. Gracias. Gracias.

22:12
Luna. Hola, Germán, mucho gusto. Soy Luna y estoy muy contenta de estar aquí contigo. Me gustaría saber cómo podemos sortear los momentos en los que la vida y la mente nos juega malas pasadas.

22:25
Germán Madrazo. Gracias Luna, sabiendo por qué lo estás haciendo. En esa última carrera, bueno, en la penúltima carrera de calificación en Islandia, me pasó algo horrible. Habíamos manejado durante más de diez horas a través de una tormenta, porque cuando llegamos a Reikiavik nos avisaron que el aeropuerto y todos los caminos que llevaban al lugar en donde era la carrera estaban cerrados. Entonces decidimos rentar un cochecito y tratar de manejar para llegar a la carrera. Ya te imaginarás que Pita siendo de Tonga, él de inmediato dijo nosotros manejamos del otro lado, así es que nieve y del otro lado yo paso. El Chileno manejó unas cinco horas y después dijo ya estoy muerto, te toca. Y el último que le quedaba era como el chiste de Pepito, el mexicano. Cinco horas les juro que con las garras así en el volante del nervio que no veía absolutamente nada. Cuando llegamos me dolía la espalda, no me podía bajar del coche, no podía ni bajar la maleta del dolor de espalda. Imagínate si bajarte del coche con tanto dolor era era difícil, a la mañana siguiente, a primera hora, estar listo para competir era imposible. Era tanto el dolor de espalda que en la primera vuelta de la carrera me caí, me salí de la pista y rompí uno de los bastones. Cuando estaba tratando de arreglar el bastón para regresar a la competencia, el chileno me alcanzó, se acercó y pensó que me estaba rindiendo y me empezó a gritar, a gritar que no me rindiera, que qué estaba haciendo a la orilla de la pista, la verdad es que no me estaba rindiendo, estaba tratando de arreglar el bastón. Cuando pasó por donde estaba yo, me empujó para que siguiera, para que regresar a la pista. Esquié con todas mis ganas, ese fue el momento en el que me gritó después de haberme empujado, esquía como si tu hijo te estuviera viendo. Cuando crucé la meta, voltee a ver el reloj y dije con este tiempo voy a obtener los puntos que necesitaba para calificar y estaba a punto de empezar a festejar cuando se acerca un gigante noruego, director técnico y me dice señor debe usted de conocer las reglas de nuestro deporte. Bajo ninguna circunstancia usted puede tocar y muchísimo menos ser tocado por otro competidor. Está usted descalificado. No lo podía creer. Esa noche toqué fondo. Nunca he estado tan triste. Nunca he sentido tanto dolor pensando cómo le iba a hacer para decirle a Lucía que me habían descalificado, pensando que algún día mis hijos iban a llegar y me iban a preguntar papi, verdad que tú ibas a ir a los Juegos Olímpicos y tener que decirles la verdad de que no llegué, porque me descalificaron. Y esa noche, en medio de todo ese dolor y de todo ese sufrimiento que sentía, de toda esa vergüenza, aprendí la lección más grande que la vida me ha dado. Al día siguiente había una segunda carrera en la que podía participar. Al día siguiente, Dios me daba una oportunidad más para vivir, una oportunidad para luchar un día más.

25:36
Germán Madrazo. Para sortear todos esos retos que te enfrentas, quiero que sepas que una mala carrera no te hace un mal corredor. Que un mal examen no te hace un mal estudiante. Y que no importa qué tan mal te haya ido el día de hoy, mañana cuando te levantes, tienes una nueva oportunidad de vivir. Gracias, Luna. Gracias.

26:37
Cynthia. Hola German, mucho gusto. Mi nombre es Cynthia y es un placer estar aquí. Mi pregunta es, ¿por qué decidiste o qué te motivó a volverte entrenador?

26:48
Germán Madrazo. Wow, qué bonita pregunta, Cynthia. Hay algo en la vida que para mí es fundamental y es ser agradecido. Es ser agradecido contigo, ser agradecido con las personas que nos apoyan, inclusive con los que no nos apoyan. Ser agradecido con Dios. Cuando yo regresé de Pionyang, yo tenía la flama viva, que decía yo quiero regresar a vivir esta experiencia de los Juegos Olímpicos, pero estar parado enfrente de mis hijos me hizo saber que yo no quería volver a dejarlos. Yo tenía que estar ahí. Tenía un nuevo compromiso. El compromiso de tratar de ser el mejor padre que pudiera para los niños. Me di cuenta que la única forma en la que iba a poder regresar a los Juegos Olímpicos iba a ser regalando mi sueño. Iba a ser regalándoselo, dándoselo a alguien más. Yo siempre he dicho que un sueño es como una semillita, una semillita fértil. Tú tienes tu sueño y tienes tres cosas que puedes hacer con ese sueño. La primera es guardar tu semillita en una cajita, ponerle una llavecita, ponerla en el cajón para que nadie te robe tu sueño. Desgraciadamente es lo que mucha gente hace. ¿Qué es lo que le va a pasar a esa semilla? Que se va a secar y tu sueño se va a morir en esa cajita. Después tienes la opción de agarrar esa semillita y plantarla en el jardín de tu casa, en el patio de tu casa, regarla y que crezca un árbol muy bonito, un árbol cuyas frutas solamente las personas que vivan en tu casa o que tú dejes entrar a tu casa van a poder disfrutar. Pero hay una tercera opción, tomar esa semillita, salir a una plaza pública y sembrarla en la plaza pública, regarla y cuidarla para que crezca un árbol. Cuando los frutos salgan cualquier persona que camine por debajo de ese árbol va a poder tomar el fruto y comer de él. Y si ellos algún día llegan a plantar una semillita, a tí solamente te va a quedar la satisfacción de saber que esa semillita, que ese sueño nació del sueño que tú plantaste un día. Fue por eso que decidí que quería, que quería regresar, quería entrenar a alguien. Tuve la gran fortuna de que Jon Soto Moreno, el esquiador de Beijing en 2022, me contactó, me dijo Germán, yo quiero ir a los Juegos Olímpicos ¿qué consejo me das? Y dije esta es la oportunidad que estaba esperando. Le dije Jon, si confías en mí, yo te entreno. Me dijo confío. Nos echamos cuatro años trabajando juntos, yo en McAllen, el en Minnesota. Y en el 2022, Jon me hizo uno de los hombres más felices del mundo porque llegó a competir a representar a México en los Juegos Olímpicos. Pero lo más bonito es que yo no fui, por azares del destino, entre el COVID y lo que tú quieras, no me llevaron a mí a los Juegos Olímpicos. Así es que fue una bendición que nadie supiera que yo era el entrenador, porque cuando regalas algo no lo regalas para salir en la foto, no lo regalas para ser tú el protagonista de lo que diste. Una gran lección de humildad que me dio la vida, el estar viendo la televisión llorando de alegría, de emoción, de ver a Jon lograrlo, y de ahí quedó esa semillita. También tuve el privilegio de empezar en el camino con Regina Martínez, la esquiadora mexicana que acaba de calificar a los Juegos Olímpicos y que va a ser la primer mexicana en representarnos en la prueba de cross-country ski en los Juegos Olímpicos de Milán.

30:30
Germán Madrazo. Entonces, no sabes cómo me ha gustado tu pregunta, las cosas que ha movido dentro de mí. De verdad, muchísimas gracias Cynthia.

31:11
Diana. Germán, qué gusto. Diana Castillo. Cuando tomaste la decisión de emprender tu sueño, ¿tu familia te apoyó?

31:23
Germán Madrazo. ¡Uy! Después de haberme emocionado y haber dicho yo quiero llegar a los Juegos Olímpicos, dije chin, y ahora cómo le voy a decir a Lucía. Dije esto sí va a estar difícil. Yo siempre he dicho que tú puedes voltear cualquier situación, por mala que parezca, con creer en ti, creer en tus sueños, la única que no puedes voltear es cuando estás tratando de explicarle a tu esposa que acaba de tener triates que vas a salir corriendo a tratar de cumplir una promesa que le hiciste a tu abuelita hace 30 años. Cuando llegué a hablar con Lucy, le dije Lucy, hay algo muy importante que te quiero decir, creo que puedo calificar los Juegos Olímpicos. ¿Me apoyas? Me dijo. Llevo 20 años esperando que me digas esto. 20 años esperando que me cumplieras esta promesa. Se dio la vuelta, sacó la cajita en la que tenía guardada la carta que le escribí cuando éramos niños y me dijo ahora ve y cumpleme ese sueño y no lo hagas nada más por mí, hazlo por tus hijos. Gracias.

32:44
Mayra. Hola Germán. ¿Qué tal? Mi nombre es Mayra. Es un gusto estar aquí, escuchar tus experiencias de vida y a mí me gustaría preguntarte qué es lo que pasa por la mente de un deportista de élite mientras nadas, mientras corres.

33:02
Germán Madrazo. Gracias. Dale, dale, dale. El dolor es mi mejor amigo. Esto es lo que me hace más feliz. Dale, dale. Ves que pasa alguien o estás pasando a alguien, es dale. No dejar ni un centímetro, ni un milímetro, ni un miligramo de esfuerzo. Es darlo todo. Es una pasión. Es que hay gente que dice es que se tronó porque hizo un gran esfuerzo, no, nunca nos tronamos, ese esfuerzo es de lo que vivimos. Ese esfuerzo es lo que nos mantiene vivos. Para mí, estar en una competencia y estar en ese momento de absoluto dolor, ese momento en el que ya las piernas no responden, ese momento en el que ya lo que te está llevando es solamente las ganas de seguir adelante. Y ahí cuando entra ese segundo aire, que más que un segundo aire es esa voluntad, son esas fuerzas, es el alma, es tu corazón el que empieza a correr, el que empieza a nadar y sí sientes que te falta el aire pero se siente tan hermoso. Es el sentimiento, cualquiera que le guste hacer deporte, cualquiera que le guste escribir, pintar ese cuadro que estás terminando después de dos días sin dormir, en ese último trazo en el que dejaste el alma. Es la vida. Para nosotros como deportistas ese momento en el que el cerebro ya no tiene oxígeno y ya no piensa, en el que los músculos ya no tienen oxígeno y ya no reaccionan y sin embargo tú decides seguir adelante es el momento que define tu vida, el que define quién eres y cómo te presentas ante ti mismo, ante Dios y ante el mundo. Una vez más, ¿cómo les puedo expresar mi agradecimiento a todos ustedes por estar aquí? Estoy aquí platicando con ustedes y me doy cuenta que lo que me hacen feliz son las sonrisas y estas sonrisas que me han regalado el día de hoy se van grabadas en mi mente y en mi corazón por siempre. Gracias, gracias, gracias.