No dejes que el ruido oculte tu camino
Marco Antonio Regil
No dejes que el ruido oculte tu camino
Marco Antonio Regil
Comunicador
Creando oportunidades
El universo premia la acción
Marco Antonio Regil Comunicador
Marco Antonio Regil
Marco Antonio Regil es un comunicador y presentador mexicano que ha inspirado a miles con su mensaje de conciencia, bienestar y desarrollo personal. Desde muy joven mostró un talento innato para conectar con la audiencia. Comenzó su carrera como locutor de radio, pero pronto dio el salto a la televisión, donde se convirtió en un rostro querido y familiar al conducir programas icónicos como 100 Mexicanos Dijeron y Atínale al Precio. Sin embargo, más allá del éxito televisivo, Regil ha encontrado su verdadera vocación en el camino del crecimiento espiritual y la motivación.
Tras la pérdida de su madre, Marco Antonio emprendió un viaje de transformación personal que lo llevó a profundizar en el autoconocimiento y la meditación. Hoy, su vida y su mensaje están dedicados a ayudar a otros a encontrar paz y propósito en un mundo cada vez más caótico. Con una calidez genuina, comparte enseñanzas sobre cómo manejar el estrés, cultivar la gratitud y vivir en armonía con uno mismo y los demás. A través de conferencias, su podcast, y contenido digital, Marco Antonio Regil ha trascendido las pantallas inspirando a miles de personas a conectar consigo mismos, cultivar gratitud, vivir con equilibrio y buscar una vida con sentido.
Transcripción
Recuerdo tener tres, cuatro años de edad, cuando ya tenía claro qué quería hacer. En ese México de principios de los años 70 había un cantante muy conocido que se llamaba Francisco Gabilondo Soler Cri Cri, que obviamente las nuevas generaciones no tienen ni idea de lo que estoy hablando. Pero si eras un niño en esa época, pues era la música de niños.
Entonces tenía un montón de canciones. “El Caminito de la Escuela”, “La Patita”, “El Chorrito” y había una canción que se llamaba “Los Tres Cochinitos”. Y esa canción me capturó porque hablaba de tres cochinitos y nosotros éramos tres hermanos.
Entonces decía que el más grande soñaba con viajar y conocer el mundo, el segundo creo que soñaba que era rey y que vivía en un castillo. Y la canción decía: “y el tercer cochinito, el más pequeño de los tres -decía- un cochinito lindo y cortés, ese soñaba con trabajar para ayudar a su pobre mamá”. Yo me acuerdo que yo oía esa canción y dije: yo soy el tercer cochinito.
Esa es mi misión, porque lo que más me dolía era el dolor de mi mamá. Y yo le decía a mi mamá: “mamá, yo soy el tercer cochinito, yo te voy a sacar adelante cuando crezca”. Y se reía, decía: “mijito, qué lindo, mi amor”.
“No, no, no, no te rías de mí, es en serio, es en serio”. Porque aparte yo era el rebelde, el que contestaba, el indisciplinado, el que quería siempre salirse de la cajita y romper el formato y que lo cuestionaba todo. Mis hermanos eran así como que sí, le daban por su lado a mi mamá y luego hacían lo que querían, pero no discutían con ella.
Y yo sí, yo era el confrontativo, yo era un niño inquieto y problemático, no era nada fácil, pero tenía esas inquietudes. Y yo le decía a mi mamá: “yo así como me ves de rebelde y que te quejas y que a veces me regañas porque no soy como mis hermanos y no te obedezco y cuestiono todo. Yo te voy a sacar adelante, vas a ver”.
Y mi mamá se reía con mucha ternura, pero… pues el sueño se me hizo realidad o lo hice realidad. Empecé a trabajar a los 14, 15 años (antes quise trabajar, pero nadie me daba trabajo) en una estación de radio. Mis tíos y mucha gente en la familia me decía que estaba loco, que por qué no me ponía a vender carros. Tenía un tío que tenía un lote de autos usados ahí en Tijuana. Y me decía: “vente acá, yo te enseño a vender carros y vas a ganar dólares”.
Y yo: “no, cállate, yo quiero radio y televisión”. Y mi mamá, la verdad, como era entrenadora de ventas y era profesional en eso, tenía miles de señoras a su cargo y se dedicaba a eso, a enseñarlas a vender, a motivarlas y enseñarlas a vender. Entonces, pues mi mamá siempre creyó en mis sueños y cuando yo le decía esas cosas, me decía: “sí, va, vas a hacer lo que quieras -me decía- mijito, pero todos en la vida tienen sueños, pero pocas personas están dispuestas a alcanzar, a pagar el precio de alcanzar sus sueños. ¿Estás dispuesto a pagarlo?”. Y yo: “sí”. “Bueno, entonces no vas a salir a jugar con tus amigos toda la tarde, vamos a dedicarle unas horas, dos horas al día”, me dijo. Era su plan de desarrollo.
Era un niño chiquito, 6, 7 años. Y decía: “vamos a pedirle a Santa Claus lo que necesitas”. Le escribí una carta a Santa Claus, le pedí un micrófono con una bocina, le pedí un tocadiscos, que ahora están de regreso, le pedí una grabadora de cassette.
Todos los días practicaba mínimo dos horas, desde que tenía 6, 7 años. Entonces me encerraba en mi cuarto, ponía la bocina afuera, le pedía a mi abuelito, a la abuelita, a la nana, a la víctima que pudiera encontrar que se sentara ahí afuera a oír mi estación de radio. Me acuerdo que tenía un cuaderno, que tenía un tigre de bengala en la primaria.
Y dije: “ah, yo soy el tigre de bengala”. Y le puse así a mi estación de radio El tigre de bengala. Y hablaba, y hablaba, y hablaba, y oía la radio, y repetía lo que oía en la radio.
Y pues así aprendí. Y entonces el sueño poco a poco se fue haciendo realidad. A los 14 años por fin logré entrar a una estación de radio real, a trabajar.
El sueño se hizo realidad, el tercer cochinito cumplió su misión. Y al final del día es de lo que más orgulloso me siento. Siento que cumplí, siento que seguí a mi corazón, siento que tuve una maravillosa madre que fue una entrenadora y que al mismo tiempo fue mi gran dolor y mi inspiración.
Y me siento muy afortunado porque hasta la fecha vivo haciendo lo que amo, y ese tercer cochinito sigue vivo en mi corazón, me sigue motivando. Y a veces me da mucha tristeza ver que lo que mi mamá me decía cuando yo tenía tres, cuatro años, es verdad. Y siento que a mucha gente se le va la vida sin alcanzar sus sueños porque no estuvo dispuesta a pagar ese precio.
Claro, hay gente que vive en la injusticia social, no estoy hablando de eso. Hay gente que vive en la pobreza extrema o con gobiernos opresores. No estoy hablando de esa gente. Estoy hablando de la gente que estamos en un país con libertades y que tiene posibilidades.
No es fácil, pero tiene posibilidades. Y no alcanza los sueños porque están esperando que se les aparezca la Rosa de Guadalupe y les haga el milagro. Y toda la gente que escucho que tiene gran éxito siempre, o casi siempre, es gente que tuvo un gran dolor, una gran necesidad, que tenía hambre, que tenía sed de cambio, y que dijo va, va, y no tomó el no como una respuesta.
Y que cuando las cosas se les ponían difíciles más ganas echaba, más estudiaba, más se preparaba, más trabajaba, más se transformaba. Y es gente que de verdad se comprometió, que hizo un compromiso personal, que no aceptó el no como una respuesta y que trabajó, trabajó, trabajó hasta que lo logró. Y a veces en el trabajó, trabajó, trabajó encuentras algo distinto a lo que estabas buscando.
No es el sueño exacto como lo habías planeado, pero la esencia del sueño sí es la misma. Todos conocemos a un montón de gente que le han matado sus sueños. Y no te los matan con malas intenciones, siempre son ganas de proteger, pero eso para mí fue un privilegio.
Una mamá que nunca dudara, o sea, no dudó. O sea, yo se lo dije… dense cuenta de que no le dije, qué sé yo, quiero ser arquitecto, que es algo muy común. Cuando trabajar en radio y televisión pues no es algo tan común, o sea, ya es difícil lograrlo, hay muy poquita gente que lo logra.
Entonces eso fue un privilegio y eso me marcó. O sea, mi mamá no se concentró en evaluar mi sueño, en juzgar mi sueño, en ver si valía la pena, si iba yo a ganar buen dinero o mal dinero. Ella dijo: “va, ¿pagamos el precio? Sí, ok, va. Hagámoslo”.
Pero eso fue lo que me marcó. Entonces, como adultos, pues sabemos que haber tenido o no un papá o una mamá que creyera en nuestro sueño, sabes, la abuelita o el abuelito, pues no está bajo nuestro control, pero lo que sí podemos hacer hoy es creer en nuestros sueños. Al final del día, como adultos, somos nuestro coach.
Todo lo que aprendemos afuera de desarrollo personal está maravilloso, pero lo que no queremos es depender de nadie para que nos motive. O sea, cualquier persona que te haga adicta o te haga creer que lo necesitas o la necesitas, no es un buen coach, porque un verdadero coach es alguien que te enseña a ser independiente, a entender que el poder, la fuerza, las posibilidades infinitas viven dentro de ti. Y hay retos.
Entonces, la vocecita en la mente, que siempre hablo de la vocecita en la mente, que es tu diálogo interno, te puede estar diciendo: “ya estás muy vieja, o estás muy joven”, es que así es la vocecita. Estás muy joven, te dice: “ay, estás muy joven”. Estás muy viejo, te dice: “estás muy viejo”. “O eres mujer, o eres hombre, o en este país no se puede, o tú no tienes dinero, o tú no tienes las conexiones”. Entonces, hay que ganar esa batalla. Y eso es lo que podemos activar con mucha conciencia: cuál es mi diálogo interno.
Porque mi diálogo interno es el que me está y te está marcando todos los días de tu vida. ¿Qué historia te estás contando? ¿Qué te estás repitiendo todos los días? Si permites que tu mente te cuente el suficiente número de veces una historia, te la vas a creer. Cuando algo parece imposible, pues no vas a encontrarle la manera.
Y si no se puede todo, pues qué es lo que sí se puede. Entonces, eso fue lo que me marcó. Pero la forma en que mi mamá me educó no fue: “Marco Antonio, depende de mí para que tengas éxito”.
Ella no educaba así a sus vendedoras. O sea, les hacía, y la verdad, bastante adelantada a sus tiempos, estamos hablando del México de los 70, principios de los 70. Las enseñaba a que creyeran en ellas mismas.
Es cuando me acuerdo, las señoras decían: “ay doña Irma, ay es que mi marido, ay es que no puedo, ay es que no…”. Le agarraba así las manitas, me parece que la estoy viendo en este momento, le agarraba las manitas, se les pegaba y decía: “mi hijita, venme a los ojos, mi amor, venme a los ojos”. Perdón si yo, porque me acuerdo. Le dice: “venme a los ojos, no me digas que no puedes. No me digas que no puedes porque te la vas a creer. Ese es el problema. Venme a los ojos y dime que sí puedes”. “Sí, sí, doña Irma”. Era gente humilde. Y luego ya las veías ahí, ganándose viajes, autos, o sea, disfrutando la vida. “¿No, que no podías?”. “Ay sí, señora, claro que sí”. Entonces yo creo que es lo más valioso que podemos regalarle a otro ser humano.
Pero para regalárselo a otro ser humano, tenemos que creerlo nosotros. Sí se puede. No va a ser exactamente como probablemente lo imaginamos, pero empezamos ese caminito y a lo mejor descubres otro camino que ni siquiera hubieras sospechado. Como el mío.
Yo empecé por un lado y acabé en otro. Y el tema es que hay que intentarlo y el universo, Dios, la vida, Pachamama, quien quieras creer, te va a presentar posibilidades, un menú. Entonces eso fue lo que me marcó.
¿Qué pasa cuando entre tanto ruido no veo el camino? ¿Alguien le ha pasado? Levante la mano.
Ok, estamos en el mismo club. A todos nos pasa cuando hay ruido, cuando hay confusiones, sobre todo cuando, ruido es la palabra clave, cuando te enfocas en el ruido, el ruido está afuera, ¿no? Cuando te enfocas en el ruido, es muy importante perder el camino, porque el camino no está fuera, el camino está adentro. Entonces esa es la gran maravilla de la introspección, del autoconocimiento.
Entonces si quieres no distraerte, paso número uno, date cuenta que ya estás distraído o distraída, ¿no? Paso número uno, digo, guau, qué interesante, ya perdí la brújula, no encuentro el camino. Y la vocecita en mi mente me está diciendo que para mí no hay camino, nos dicen camino, soy el apestado de la creación, yo no tengo camino, ¿qué me está pasando? Ese es el ruido. Ese es el ruido y ahí es donde das cuenta que ahí no está el camino.
Entonces respiras, la respiración es maravillosa, el mindfulness que está comprobado científicamente es maravilloso, porque simplemente regresar a tu centro, regresar a tu respiración y decir, mira, qué interesante, mi mente me está diciendo que no tengo talento o que yo no tengo un camino o que no vale la pena o que ya es muy tarde y todo. Qué interesante que mi mente me está diciendo esto, notarlo. Qué interesante que mi mente me lo repite.
Y yo sé que cuando oigo mucho algo, me la empiezo a creer. Y entonces puedes empezar a buscar tu camino de la nada. Ahí está la entrada.
¿Dónde empiezo? ¿Dónde empieza mi camino? Ahí. “Es que lo tengo que encontrar, se tiene que abrir como en las películas”. No, ahí, en la confusión, ahí se abre la puerta de tu camino, porque la confusión, la desesperación, la frustración te está diciendo: “aquí está la puerta”. Ahora no se ve así bonita y adornada, pero esa es la puerta, porque entonces puedes preguntarte: “guau, ¿qué pensamientos estoy teniendo?”.
A ver, voy a tomar nota, ¿qué estoy pensando? Puedes escribirlo, puedes simplemente anotarlo, puedes ir a terapia, por favor, a terapia para que un profesional de la salud o una profesional de la salud te ayude y te lleve de la mano para que veas sus pensamientos. Pues yo sé que no toda la gente tiene dinero para ir a terapia o muchos no quieren ir a terapia, está bien, cada quien. Pero lo puedes escribir y puedes decir, mira, noto que estoy pensando esto y puedo hacerme la pregunta: ¿este pensamiento qué provoca? ¿Cómo me siento cuando pienso esto? ¿Me conviene? ¿No me conviene? ¿Cómo se siente mi cuerpo? ¿Cómo se siente mi respiración? Por eso es más fácil ir con un profesional, porque hay que tener entrenamiento, pero si no, pues lee libros, ¿no? Ahí está Byron Katie, que tiene un libro muy bueno, donde te habla justamente de las preguntas que te puedes hacer, un libro básico de desarrollo personal.
Como te digo, Miguel Ruiz, que es una de las lecturas más sencillas, te puedes poner más sofisticado y leer Joe Dispenza. Cada quien tiene su puerta, ¿no? Puedes seguir viendo, escuchando este podcast, o el mío, pero el tema es que ahí está el camino. Si no hay camino, ahí está el camino.
Ahora, algo que aprendí con mis maestros Ron y Mary Hulnick, doctores en psicología en la Universidad de Santa Mónica, en Estados Unidos. Ellos hablaban mucho de ponerte en acción. Y esto que les voy a decir, no sé si es de ellos o ellos lo repitieron de otros maestros, porque creo que nada le pertenece a nadie, ¿no? Es como sabiduría universal. Pero ellos hablaban mucho de, decían, el universo recompensa, no es facilita, acompáñenme en el camino porque no es una reflexión muy sencilla.
Dicen: el universo premia la acción, el universo premia la acción. La premia en forma de retroalimentación. La ausencia de retroalimentación es la retroalimentación. Ahí va. El universo, Diosito, Pachamama, la Virgencita, quien tú quieras. El universo premia la acción. Es decir, esta pregunta, no veo mi camino, no sé quién soy, no sé para dónde voy, ¿qué voy a hacer? Eso no es acción. Y el universo premia la acción.
¿Cómo la premia? Como retroalimentación. O sea, Diosito o la Virgencita te está diciendo: “chiquito hermoso de mi corazón, ¿quieres saber cuál es tu camino? Haz algo para que yo te dé la retroalimentación”. Pero sentado en la parálisis del análisis, no estás en acción.
El universo premia la acción. ¿Cómo la premia? Con retroalimentación. Si no hay retroalimentación, esa es la retroalimentación.
O sea, el universo o Diosito te dice: “chiquita, chiquito hermoso, ¿cómo te voy a decir desde adentro de ti, cómo te voy a mostrar resultados o una sensación o lo que te dice tu equipo o la gente? ¿Cómo te voy a hablar si no estás haciendo nada?”. Entonces, tristemente, muchas veces la gente se queda en la parálisis del análisis, sentados, sin probar nada. Entonces, no tienes vocación. Es que no le encuentro sentido a mi vida.
Es que no sé qué hacer. Haz algo, algo. Es que no sé qué me gusta. Haz algo para que te enteres si te gusta. Cuando sientes que hay ruido y no encuentras tu camino, ponte en acción, porque el universo recompensa la acción. ¿Cómo la recompensa? Con retroalimentación. Y cuando no hay retroalimentación, esa es la retroalimentación. Es el universo gritándote: “haz algo, muévete”.
“Es que no sé si quiero vivir en México o en el extranjero”. Pues, pues vete al extranjero. Vete y haz algo. Si no te gusta, te regresas. Y si no te gusta ese país, puedes ir a otro. “No sé si quiero estar solo o estar en pareja”. Ponte en pareja. Si no te gusta, te regresas. Haz algo. “Es que no sé si quiero correr o quiero nadar”. Haz algo. Métete a la alberca. “No me gusta el agua”. Perfecto, ya te diste cuenta. Tú ya sabes que los deportes de natación, no. Agarra una bicicleta. “No es que me duele acá”, como dicen los españoles, allá atrás. Pues ya sabes. Le vas buscando. Agarra una raqueta. “Ya le encontré al ping-pong”. Perfecto. Haz algo. Pensar en el ruido, no ayuda.
Yo lo que siento es que no es que el dolor se vaya, el dolor es el dolor. Los budistas hablan mucho de eso, del dolor que es y que no se puede ir. Por eso cuando la gente luego dice que el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional y está delicada la frase, porque depende de qué sufrimiento estemos hablando.
Dile a una persona que sufrió un accidente que el sufrimiento es opcional. No es opcional, hay sufrimiento que te toca. Entonces los budistas le llaman el dolor del dolor.
Entender que hay dolor que nos toca y ese no desaparece. Pierdes dinero, te traiciona tu mejor amigo y te roba dinero, se muere tu papá o tu mamá, te divorcias, tienes una enfermedad. Entonces el dolor o el sufrimiento opcional es el extra que podemos alimentar con el diálogo interno en nuestra cabecita.
Entonces, ese sí es evitable. Es ir a terapia, es meditar, es hacer Tai Chi, Kung Chi, Ping Chi, lo que sea, algo que te funcione para calmar la cabeza, la loca de la casa que le decía Santa Teresita del niño Jesús. Venir al momento presente, respirar, o sea hay un montón de técnicas. Ahora, el otro dolor, que es el interesante, porque es el inevitable, que es parte de la vida, no es que se transforme o se vaya. Simplemente le puedes añadir cosas o le puedes encontrar un sentido a las cosas, como la gratitud. La gratitud no hace que el dolor desaparezca, pero en vez de tomarte un batido de dolor, le añades gratitud y la gratitud al mezclarse te ayuda a encontrar un sentido a las cosas, porque la gratitud es una actitud, es un estilo de vida.
Entonces, por ejemplo, pues yo no puedo agradecer que mi mamá se encontró mi papá, que era alcohólico y la golpeó. No puedo agradecer eso, pero sí puedo agradecer que de alguna manera, a pesar de ese dolor, tuve esa inspiración. Porque en las maravillas de la vida espiritual, que no podemos ni siquiera alcanzar a más o menos querer entender, lo que sí podemos ver es cómo, con la actitud correcta, de un gran dolor puede salir algo hermoso. He conocido a través de hacer teletones aquí en México desde el 97, cómo un montón de gente, a partir de haber tenido un niño o una niña con discapacidad que incluso falleció, fundaron una organización para rehabilitar niños, o una persona que vive con cáncer, o falleció el papá o la mamá de cáncer, o sobrevivió al cáncer, crean una fundación para ayudar a personas con cáncer. Entonces no es que el dolor se vaya, no sé qué tanto se transforme, pero la gratitud y el encontrar el por qué, te ayuda a que el batido, el smoothie, el licuado, como le quieras llamar, sepa diferente.
De otra forma, sin la gratitud, sin buscarle el sentido, sin pensar que esta es una escuela y que de alguna forma a lo mejor estoy aquí para aprender, y todos vinimos aquí para aprender, sin esas historias, porque todas son historias en la mente, me haría más difícil la vida. Porque entonces, imagínate, por qué a mí me tocó el papá alcohólico, por qué mi mamá, de toda la familia, fue la divorciada y fuimos los parientes pobres, por qué Diosito, por qué a nosotros nos castigaste, es un Dios injusto y por qué Dios permite la guerra. Y me voy en ese camino, que tengo muchos amigos queridos que se van por ese camino y digo guau, no me gustan los resultados que veo que les dan, porque se enojan.
De los mejores libros que he leído y que cualquier ser humano puede leer, “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl, judío, él y su familia, en el campo de concentración. Imagínate que te quiten tu casa, que te quiten todo, todo, todo. Y él, como psiquiatra, dice: “voy a escribir un libro a escondidas, en medio del campo de concentración, y voy a tomar todo esto…”. Él era científico, entonces la forma en que él le dio sentido fue viendo todo aquello como un experimento científico, y dice, su libro que es una maravilla, dice “voy a sobrevivir esto y voy a contar la historia y el estudio de cómo se comportó mi mente durante el holocausto”. O sea, él planeó que iba a sobrevivir para publicar un libro, y lo publicó, y usó todo, la muerte de su familia, la tortura… le dio un sentido. No es que ese dolor de haber sido víctima del terrible racismo y de los nazis se vaya, estoy seguro de que el hombre vivió con dolor toda su vida, a pesar de ser psiquiatra, pero le dio un sentido a las cosas. Entonces los budistas también lo dicen, haz con el veneno medicina. No es que me guste, no puedo agradecer las cosas tristes, pero puedo agradecer las lecciones que se desprendieron de esas cosas duras y tristes: enfermedad, falta de dinero, traiciones, abandonos, muertes, pérdidas, al final del día todo eso son pérdidas, algo debe estar bien en ese camino, porque el único otro camino que conozco es enojarme, y reclamar, y resentirme, y enojarme con la gente que creo que le va mejor, y verlos como privilegiados. Y eso crea resentimiento, y aparte no te hace más inteligente. Yo nunca he conocido a alguien que diga: “oye, esta organización que creaste, o este proyecto que creaste, este museo, esta misión, ¿cómo la lograste?. Y que me digan: “no, pues la logré, enojado con la vida y con Dios, y reclamando, y viendo cómo los demás tenían lo que yo no tenía, y lamentándome de lo que me pasó, así lo logré Marco Antonio, encabronado”. No, o sea, entonces pues uno sabe de quién aprende. Igual estoy mal, pero me vi un caminito que me conviene más que el otro, y a mí me funciona, y pues es lo único que puedo recomendar, mismo que recomiende lo que no me funciona, y nada más.
Yo a mis 54 años ya me siento como en mi tercera reencarnación, porque he cambiado por lo menos drásticamente un par de veces. Y lo que hoy al Marco Antonio de 54 años le hace feliz, no es lo que le hacía feliz al Marco Antonio de 27 o 28 años, cuando logré mi primer programa de televisión nacional, concursos, y dábamos autos en la tele. Esas prioridades no son las de hoy. Para mí soy otra persona completamente distinta. Y si me voy al niño, chiquito, tampoco, menos. Entonces literalmente yo veo hacia atrás y veo fotos o llego a encontrar algo que escribí y digo: “guau, ¿quién es esta persona?” Algunas cosas me encanta leerlas y otras digo: “guau, andaba yo perdido”.
Para mí en este momento mi felicidad es mi paz interior, eso es lo más lujoso que puedo tener, paz interior, y no estoy dispuesto a intercambiarla, no vale la pena.
Entonces yo comparto lo que me ha funcionado. Y si alguien me dice: “no, eso no sirve”, está bien. Antes me estresaba: un invitado en el podcast o decíamos algo y lo criticaban, ya no, o sea, que lo critiquen, no pasa nada, no pasa nada. Entonces tener la razón está sobrevaluado. Aparte, vemos cómo tener la razón, querer tener la razón, es lo que divide a la gente. Para mí, mi felicidad es disfrutar de la gente que amo y que admiro. Y ya entendí que no podemos ser iguales, ya entendí que lo que yo digo es simplemente mi “veldad”, como decía Niurka, pero no, la verdad. No existe la verdad, existe mi verdad, y que la gente a la que amo no tiene que ser como yo.
Mucha gente me pregunta, llevo 15 años sin comer animales, y me dice: “¿y todos tus amigos son veganos?” No, claro que no, la inmensa mayoría de mis amigos comen carne, y la comen delante de mí, comen tocino y jamón, que es de lo que hablamos pestes en mi programa, pero tengo mi lugar de conductor de programa, de podcast o de radio, mis conferencias, todo, y cuando voy a comer con mis amigos o cuando voy a comer con mi familia, no estoy en el rol de Marco el podcastero, estoy en Marco el hermano, Marco el amigo. Y Marco el amigo no va a decirles lo que deben de hacer y cómo deben de vivir, que antes sí lo hacía. Para mí la felicidad es haber encontrado, haberme quitado la obligación de andarle diciendo al mundo cómo hay que vivir, porque eso me lastimaba a mí, y lastimaba a mis amistades, y a la gente a mi alrededor, y además me aislaba, y yo no sé si me voy a morir mañana, o pasado mañana, o ese amigo al que estoy juzgando, al que juzgaba por comportarse de cierta forma, o haber votado de cierta forma, yo no sé si es la última vez que lo voy a ver. O sea, cuando ya empiezas a cumplir más añitos, de repente, gente a la que amas desaparece de tu vida, de un día a otro. Y dices, ¿para qué desperdicié el tiempo peleando? ¿Para qué?
Entonces, para mí eso es la felicidad, no vivir peleando y descalificando a la gente que no es como yo, no piensa como yo, ni por política, ni por religión, ni por forma de comer, ni por la forma en que va el planeta, o los animales. Es como abandonar la postura de yo tengo la verdad, y el que no está, no piensa conmigo, está en mi contra. Eso se oye mucho en la política, y eso nos hace un daño enorme, y pasa en Brasil, pasa en Argentina, pasa en México, pasa en España, pasa en Estados Unidos. No tenemos el privilegio exclusivo los mexicanos de estar divididos entre pobres y ricos, izquierda y derecha, entonces.
¿Por qué la flexibilidad? Otra vez, sabiduría milenaria, todas las corrientes espirituales del planeta y de la historia nos dicen que la flexibilidad es la clave, podemos pensar diferente, eso no nos hace enemigos. Y desde ahí pues se es más feliz, entonces. Ahora, esa es mi felicidad, ¿cuál es tu felicidad? Pues solamente tú sabes, y ese es el camino, y ahí es donde encuentras tu empoderamiento.
Pero fuera de esas áreas muy específicas, en la vida en general, incluso el militar o el médico, fuera de esas áreas donde el piloto aviador, los científicos, que tienen que ser muy precisos, en general no nos ayuda pensar que no nos podemos equivocar. O sea, necesitas equivocarte. En mis cursos y talleres, siempre platico mucho de que tuve el privilegio de tener como maestro, como mentor, a Robert Kiyosaki, el autor de “Padre Rico, Padre Pobre”, a Blair Senior, autor de “Vendedores perros”, de los sistemas de manejo de la vocecita y otros libros, y ellos hablaban mucho de eso. Robert es militar, o sea, fue marine. Mi papá fue militar, fue coronel del ejército mexicano, piloto aviador y todo.
El problema es que nos den una educación militar a quienes no queremos ser militares. Si piensas que no te debes de equivocar, que esa es la educación militar, no te puedes equivocar, y repito, ahí está bien, ahí no te puedes equivocar, pero en la vida te tienes que equivocar. Entonces si quieres ser emprendedor, te tienes que equivocar, quieres ser podcastero (antes el sueño era salir en la tele, ahora el sueño es salir en YouTube), bueno, está bien, entonces te tienes que equivocar. Te tienes que equivocar, para lo que sea que necesites éxito, en lo que quieras tener éxito, te tienes que equivocar. No más hay que equivocarte lo más rapidito posible y aprender de los errores. Estar repitiendo el mismo error, el mismo error, el mismo error… pues tropecé de nuevo y con la misma piedra… no, por lo menos que es una piedra diferente. Más chiquita, más grande, piedra de río versus la del desierto, roja versus gris, no sé.
“Marco dijo que hay que hay que equivocarnos”. No. Dije que es necesario equivocarte. Entonces el fracaso es una palabrita que yo no uso mucho, más bien son lecciones de aprendizaje. Y el tema siempre es decir: a ver, esto no salió como yo quería, pues no le pongas la etiqueta de fracaso. Dentro del no salió como yo quería, que es al final del día lo que yo esperaba, pues lo puedes dividir y decir, a ver, qué sucedió (pero así como hechos, facts), qué sucedió, a ver. Luego, esto fue lo que sucedió, luego, qué sí funcionó, porque siempre arranqué un negocio y fue un fracaso, pues no, dentro del fracaso, entre comillas, siempre hay algo que sí funcionó. Entonces, qué sucedió, qué sí funcionó, qué no funcionó, qué aprendí. Esa es la formulita, no es mía, es muy vieja.
Te puedo decir algo, por ejemplo, nosotros en el podcast somos invitados que nos cuentan historias de éxitos sobre el cáncer, sobrevivientes de cáncer, y tú pensarías que al público de un podcast como éste, de BBVA o el nuestro, pues le gustaría escuchar la historia de alguien que sobrevivió al cáncer. Pues te tengo noticias: la gente le tiene miedo a oír hablar de cáncer. Entonces hemos sacado episodios maravillosos que nos hacen llorar y, de repente, los números son terribles, es un fracaso. Qué sucedió: trajimos a una persona que sobrevivió al cáncer, nos contó su historia, trajimos un médico que dio consejos, hicimos todo lo posible. Qué sí funcionó, pues que era una historia maravillosa, que nos tocó las fibras sentimentales, que había un médico que nos dio la parte tradicional y la parte holística, habló de psicología, habló de estilo de vida, no nada más de quimioterapia y medicinas, también funcionó. El episodio a lo mejor no le fue bien, pero tuvo una buena invitada, la historia estuvo bien contada, las preguntas que me prepararon estaban buenas, yo me adapté, las hice bien, nos conmovimos, conectamos, todo eso funcionó. Qué no funcionó: la gente no oyó o vio el programa, no es que lo vio y no le gustó, es que cuando le pones a un título la palabra cáncer, a la gente no le interesa porque le tienen miedo. Incluso aunque hayan tenido un familiar con cáncer o no quieran que les dé cáncer, hay una resistencia. Qué no funcionó: es que usamos la palabra cáncer en el título, enfocamos todo alrededor del cáncer y cómo lo sabemos, porque ya lo hicimos como tres o cuatro veces y las cuatro veces no funcionó ¿Qué hacemos hoy? Pues hoy cuando hablamos con un sobreviviente de cáncer, no hablamos de cáncer. Hoy en la mañana lo tuvimos en el programa de Radio Fórmula. Tuvimos a dos sobrevivientes de cáncer, una comediante y una psicóloga, pero el tema no fue el cáncer, el tema fue la gratitud, porque a la gente sí le gusta oír hablar de gratitud. Envolvemos el paquete, el mensaje que queremos dar, que es nuestra esencia, en una envoltura de gratitud.
Entonces mi propósito es eso, es dejar las cosas un poquito mejor de lo que las encontré y si puedo ahorrar el camino a alguien que está en el mismo camino o puedo inspirar o puedo ayudar a que alguien despierte como yo desperté, pues ese es mi propósito. Cuando voy al parque a pasear a mi perro hago muchos corajes: veo bolsas de papitas tiradas, veo botellas de cerveza rotas en el parque, veo gente que no levante el popó… Tengo dos opciones: enojarme, juzgar, “por qué somos así, qué incivilizados”, o cuando recojo el popó de mi perro, recojo el popó de otros dos, tres perros. No me tocaba, no es de mi perro, pero tengo bolsitas, ya está, qué me cuesta: o me enojo o lo limpio. Si lo limpio, me siento mejor; si me enojo, me siento peor.
Entonces, así estamos en el mundo. Hay un montón de injusticias, montón, montón, montón, montón de injusticias. Qué voy a hacer, qué hacemos tú y yo, qué hacemos con eso: limpiamos algo o hacemos corajes. Ese es mi propósito, pero es un propósito mío, no tiene que ser el tuyo. El mío es de activista, pues soy activista, entonces la gente activista, se activa ante lo que no le gusta. Hay gente que no se activa y critica lo que no le gusta, está bien, tiene un lugar; pero hay gente que dice: “voy a hacer algo al respecto”. Entonces ese es mi propósito, ahora yo creo que todos podemos ser activistas en algo, todos podemos tener una causa, cuál causa es más importante, pues ninguna, la que para ti sea más importante.
Eso que te molesta, te molesta, te molesta, que me imagino que haya algo que te molesta mucho. O que te pone triste o te irrita, te desespera, pues a lo mejor ese podría sumarlo a tus propósitos. No tiene que ser el único, puede ser uno. Voy a ser activista por la gente de la tercera edad, voy a ser activista por los animales, por el planeta, por la gente gay, por los niños, qué sé yo, cada quien tiene su activismo. Ahora, si todos hiciéramos algo de activismo estaríamos en otro planeta. Pero la mayor parte de la gente no le entra. “Ojalá que alguien arregle eso, ay ojalá que alguien, ojalá que alguien”. Y si yo te pregunto: “¿y si ese alguien eres tú?”. No en todo, pero en eso que a ti te hace ruido. Entonces el propósito lo vas encontrando y, como la pregunta de la felicidad, pues cada quien su propósito, su felicidad, es la versión que a ti particularmente te haga feliz. Ahí está el propósito, ¿cuál es el propósito?, pues cada quien, “no lo encuentro”, el universo premia la acción.
Una pieza fundamental para mí es el mindfulness, es estar en el presente. El mindfulness es una maravilla porque no tengo que hacer… puedo contar números y hay un montón de técnicas, pero no tengo que hacer nada. Puedo hacer mindfulness cuando estoy lavando los trastes, puedo hacer mindfulness cuando me estoy bañando, es la atención plena, la conciencia plena, estar en el aquí y ahora. Porque el estrés viene como una consecuencia, estar rumbeando un pensamiento. Me estoy anticipando al futuro, me da ansiedad, porque la ansiedad dicen los psicólogos que es exceso de futuro, la depresión es exceso de pasado. ¿Cómo le hago?, pues vengo al presente, ¿cómo le hago?, mi respiración que está siempre conmigo, los trastes a veces están, a veces no, mi perro a veces está, a veces no. Hay muchas cosas con las que puedo hacer conciencia plena, pero mi respiración siempre está conmigo.
Entonces ahorita puedo estar escuchando, puedo estar hablando y puedo estar consciente de mi respiración y de mis brazos y de mi tensión. Entonces venir al presente, esa es una forma de practicar la atención plena: cantas, bailas, andas en bicicleta, juegas pádel, haces algo que te haga levantarte y decir guau, voy a hacer esto que me desconecta. ¿Tienes contacto con la naturaleza?, es medicina de estilo de vida; ¿te vas a la montaña, a la playa, no al bar en la playa, sino a la playa, a sentir el mar o abrazar un arbolito, un pino, a que te corretea, un oso negro?, no sé, ¿tienes contacto con la naturaleza?, ¿lees?, todo eso es medicina de estilo de vida.
Ahora, esto no es en lugar de la medicina tradicional, si no es además de. Una emergencia, haz lo que tengas que hacer para salvarte. Pero además de la pastilla para quitarme el síntoma, ¿qué originó esto? Sigo mi tratamiento médico y veo si puedo encontrar el origen de eso, porque a lo mejor puedo encontrar el origen y desaparece el problema. Y a lo mejor no, a lo mejor es una condición médica con la que vas a tener que vivir toda la vida, ¿me explico?
Entonces eso es tema de estilo de vida y es lo que promovemos, porque es lo que practico. Un extremo es soy negligente con mi estilo de vida, negligente y me estoy traicionando a mí mismo, porque duermo mal, como mal, no tengo contacto social, mi vida con la familia y con mi pareja es un desastre, odio mi trabajo, odio a mi jefe, como el pitufo Gruñon, “odio, odio mi jefe, odio el trabajo, odio todo, critico todo, todo es un complot, el mundo entero es una porquería”. Y te empastillas, solita, ni siquiera te las manda el médico. Ese es un extremo, ¿verdad? El otro extremo es “no, yo soy vegano, la naturaleza, abrazo un árbol y me curo, duermo bien, pero no, los laboratorios son el diablo”. Equilibrio entre, con conciencia, elige, elige qué haces. Para mí es lo que trato de practicar, hay momentos en que me empiezo a desequilibrar y regreso y así es, estar haciendo un balance.
Entonces me acuerdo que empezaba yo a empujar y propuse muchas cosas. Y tenía yo ciertas críticas sobre ciertas cosas que sentía que se podían hacer mejor. Y me acuerdo que un día, metiéndome en lo que no me importaba, porque andaba yo de husmeador ahí, queriendo hacer cosas distintas, un ejecutivo al que quiero mucho de hecho, lo quiero mucho, un día se enojó conmigo. Porque me regañaron varias veces, porque en programas de concursos de repente aprovechaba yo para echarme mi mensajito activista. Me acuerdo que me empezaron a regañar, “Marco no diga eso, Marco párate, es un programa de concursos”… tenían razón, yo traía otras inquietudes y me regañaban. Hasta que un buen día me llamaron y me pegaron una gritada fuerte y fea, y me dijeron: “Marco dedícate a hacer reír a la gente, eso es lo que te sale bien, no te metas en lo que no, tú sabes hacer reír a la gente, dedícate a eso, y ya”.
Me acuerdo que me sentí feo, porque me lo dijo alguien a quien quiero mucho, lo quiero todavía mucho, es un gran amigo. Y me acuerdo que me fui a dormir muy mal, porque dije, guau, es la forma en que me ven, o sea creen que lo único que puedo hacer es reír y entretener, creen que no tengo algo más en mi cabeza o en mi corazón, eso es lo que esperan de mí. Me sentí castrado, pero lo agradezco, porque ese momento se acabó la luna de miel. Y dije: “no sé si quiero estar en un lugar donde me ven solamente como una persona que entretiene”, porque para otros estaba perfecto, pero a mí esa no era mi vocación. Entonces ahí empezaron mis inquietudes y empecé a cambiar y empecé a buscar otras cosas y seguí proponiendo programas distintos, contenidos distintos. Me decían que sí, pero no me decían cuándo. Porque me decían: “¿a quién le vendo esto?, tú quieres hablar de esas cosas, ¿qué patrocinador va a querer esto?
Entonces empecé a honrarme, y recordé mucho la voz de mi madre que decía: “todos tenemos sueños, pocos estamos dispuestos a pagar el precio de alcanzar nuestros sueños”. Entonces pues renuncié a muchos ingresos, porque dejé de ganar. Porque si yo quisiera maximizar mis ingresos, lo único que tendría que hacer es anunciar todo lo que se anuncia en la tele, y seguiría ahí haciendo concursos y haciendo grandes campañas. Me podría haber aventado años y años, décadas de carrera haciendo eso.
Me costó mucho trabajo, hoy en día, hoy en día gracias a las redes, a los medios digitales, hoy en día ya no soy el único que habla de eso. Hoy en día ya hay una corriente, ya los médicos, nutriólogos y muchos otros, ya vemos muchos que hablamos de eso. Pero cuando yo empecé, nadie estaba en eso, nadie, y me costó, me costó contratos, me costó dinero, pero me sentí muy feliz. Y mucha gente decía: “qué tonto eres, qué idiota eres, cómo te vas a poner con Sansón a las pedradas”. Y yo decía, bueno pero es que yo no quiero participar en eso, no quiero ser parte de. Pero curiosamente, a pesar de que los ingresos cayeron, algo dentro de mí creció, y me sentí más cerca de mí, y de mi esencia que nunca. Y entonces mi vida empezó a cambiar, y así fue que hice la transición poco a poco a lo digital. Porque yo dije: “es que no me gusta cómo me tratan, no me gusta lo que quieren que anuncie, no quiero participar en eso”, entonces empecé a buscar otras alternativas. Y sin saberlo, yo no sabía que el futuro iba a ser digital, pues me adelanté, porque renuncié a un contrato de exclusividad, y en esos tiempos no te permitían hacer nada digital.
Entonces yo por mucho me adelanté, y así fue como empezamos a hacer el podcast, y empezamos a hacer talleres y conferencias y muchas cosas. Al alinearme con mi nueva misión, o con el nuevo yo, pues me ayudó, sin querer queriendo, como decía el Chavo del Ocho. Y así pasó, y así fue que empezamos mi podcast hace doce años, cuando la gente ni siquiera sabía qué era un podcast, y ahora todo el mundo tiene un podcast, qué bueno, pero así empezamos. Entonces el tema es recurrente, siempre sigue a tu corazón, siempre haz caso a tu instinto, siempre hónrate, no te vendas. Si te tienes que vender temporalmente porque estás en una emergencia, que sea eso, una emergencia y que sea temporal, no digo que no, todos alguna vez nos vendimos, hicimos algo que no nos gustaba o en lo que no creíamos, porque teníamos una obligación, una mamá, un hijo, algo, una emergencia por salir adelante. Está bien, hazlo, pero que sea temporal.
Todos podemos renacer y reinventarnos. Y escúchate, porque mucha gente dice: “sí, pues no me gusta, pero es lo que tengo que hacer”. No, eso es mentira, no lo tienes que hacer, esa es tu sentencia, si tú crees que tienes que hacer algo. Está el caso de Phil Borges, fue dentista hasta los 42 años de edad. Odiaba ser dentista, pero el papá fue dentista, estudió para ser dentista, con eso sacó adelante su familia, se casó, tuvo hijos. Y a los 40, 42 años, él cuenta, tuve el gusto de conocerlo en persona, ahorita la historia va a llegar a quién es él, nos platicaba cómo a los 42 años dijo: “soy miserable, soy un buen dentista, gano muy buen dinero, pero soy miserable, porque mi sueño es tomar fotografías”. Y le dijo a la mujer, los hijos ya estaban grandecitos, ya habían crecido, se lo dijo tiempo atrás, entonces planearon, dijeron: mira, deja que los niños cumplan 18 años, para que los mandemos a volar estilo Estados Unidos y dejas de ser dentista. Hizo un plan con su mujer. Los niños crecieron y a los 42, 43 dejó de ser dentista. Se mudaron a un lugar donde no tuviera licencia de dentista, para no volver a caer en la tentación de ser dentista, y empezó a tomar fotografías activistas por las cuales no le pagaban nada. Historia larga corta, es uno de los fotógrafos más reconocidos, National Geographic, Time, las revistas más grandes del mundo. Hizo un reportaje en especial, se metió a un lugar en Asia, bueno, se fue al Tibet, y le tomó fotografías a los monjes tibetanos que habían sido torturados por el gobierno chino. Fue el primer fotógrafo que publicó la tortura a los monjes tibetanos. Empezó a los 42, a los 42 levantó la cámara.
Nunca es tarde para empezar, pero si tú permites que tu mente diga, no, pues sí, yo quería ser fotógrafo, pero tenía yo… ya soy dentista, y ya, pues ni modo que… Obvio, lo hizo con cuidado, fue responsable, se esperó a que sus hijos crecieran, planeó, ahorró, financieramente tenía recursos, dijo “vamos a hacer esto”. Me explicó, no es algo bruto, pues ahí voy como el Borras, a ver cómo le hago, no, no, no, no se trata de eso. Pero con cuidado. Entonces, nunca es tarde para escuchar a tu corazón. Hay un montón de ideas en el mundo exitosas, que cuando empezaron le dijeron a esa persona, esa mujer o ese hombre, estás loco, eso no se puede.
El éxito y la felicidad… pues es que la felicidad no es un lugar a donde llegas, la felicidad es un estilo de vida, es una decisión diaria. Y el éxito es lo mismo. Entonces a lo mejor el éxito lo relacionamos más con lo económico, con el trabajo, con el reconocimiento público. Y la felicidad algo que viene de adentro. Pero podemos convertir a nuestra felicidad en nuestro éxito, esa sería una forma de verlo interesante, porque de qué te sirve tener todo lo que afuera se reconoce, si al final del día adentro no eres feliz. Ya hubo una novela “Los ricos también lloran”. Cuando no tienes dinero, el dinero te hace feliz, claro que sí, cuando estás en la pobreza extrema o en la pobreza y no tienes las cosas básicas, por supuesto que el dinero te da felicidad, por supuesto. Pero una vez que pasas lo básico, están los estudios internacionales que se han realizado, que ya mientras más dinero, menos felicidad. Entonces si alguien gana muy mal, y por hablar en dólares, porque es un mercado internacional con este programa, si alguien gana muy mal o no gana lo suficiente, de repente le garantizan que va a ganar 100 mil dólares al año, pero por supuesto que es la felicidad. Pero si a esa misma persona el siguiente año le das otros 100 mil dólares y vas a ganar ya 200 mil al año, ya no es la misma felicidad, sería menos de la mitad. Y si el siguiente año le aumentas otros 100 mil, si ya la subes de 100 mil a 200 mil, a 500 mil, a un millón, a dos, a cinco, tiene un punto en que ya no hay más felicidad.
Entonces, mientras tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas, obvio que es importante, lo que te va haciendo más feliz es tu paz interior, el cumplir tus sueños, el regresarle al mundo lo que te ha dado, el ayudar a alguien que lo necesita, el innovar, el cambiar una tecnología, hacerle la vida más fácil a alguien, etcétera, etcétera. Entonces ahí es donde es muy interesante, por eso al principio cuando estamos en supervivencia, en una emergencia, pues tenemos que hacer lo que sea necesario… legalmente, que sea legal y ético, para salir adelante. Pero una vez que ya logras cubrir tus necesidades básicas, seguir pensando en el dinero y el éxito, o sea el reconocimiento, dinero, éxito, todo eso que conocemos como éxito a nivel popular, no es el camino. Por eso Jim Carrey, no sé si lo han escuchado, que dice que toda la gente debería tener fama y fortuna, que él quisiera que todos tuvieran fama y fortuna, para que todos nos diéramos cuenta de que esa no es la felicidad. Porque cuando no lo has tenido, parece que sí es, a veces, sobre todo quienes hemos vivido pobreza económica, pobreza psicológica, o cualquier tipo de pobreza, y logramos salir, sacar la cabecita del hoyo, ya no estamos en esa emergencia, seguimos viviendo como que estuviéramos en emergencia, por eso no alcanzamos la felicidad. El esfuerzo que Marco Antonio hizo de chiquito, el tercer cochinito en su adolescencia para sacar adelante a su mamita y hacer ese sueño realidad, esa fórmula no me daría felicidad hoy, porque ya no estoy en una emergencia, ya no soy ese niño o ese adolescente, mi mamita ya se fue, esa misión ya la cumplí.
Pero si no voy a terapia, si no trabajo hacia adentro, si no me exploro, si no leo, si no escucho a las fuentes adecuadas, puedo seguir toda la vida como si estuviera en la misma emergencia y no desecho el programa que me llevó al éxito, y el programa que me llevó al éxito en el pasado puede ser un programa que me lleve a la enfermedad, al estrés, ahora sí al fracaso, porque es un camino completamente equivocado, me puede llevar a la enfermedad, a la carencia, al creerme que nunca seré suficiente. Pero no valgo mis inversiones o mi ausencia de inversiones, no valgo mi puesto, no valgo mi pareja o la ausencia de mi pareja, no valgo mi casa, no soy mi casa, no soy mi auto, no soy mi pareja, no soy mi sueldo, no soy mis inversiones, no soy mi cuerpo físico, no soy mi edad, no soy mi color de piel, no soy nada de eso. Cuando estás en supervivencia no sabemos nada de eso, no sabes nada de eso y piensas que sí, es más, ni siquiera tienes tiempo de pensar y filosofar, porque estás en emergencia, es cómo pago la renta este mes, cómo salgo con los gastos este mes, eso es lo único que piensas.
Pero cuando ya no estás ahí, tienes que también hacer un switch mental, un cambio de estilo de vida. Si ya no estoy ahí, creas una deuda. Cuando trabajas como loco para obtener el éxito, salir de la emergencia a tener cierto nivel de necesidades básicas garantizadas, es como una ambulancia, estás en emergencia, te estás sobretrabajando, un carro le estás metiendo todo y no te importa si dañas el motor, lo que sea, estás a marchas forzadas. Está bien, a veces es necesario, pero si ya no estás ahí y sigues a marchas forzadas, te vas a matar, te vas a enfermar. A mí es lo que me ha pasado, por eso me dio a mis 28 años, yo tenía gastritis, colitis y esofagitis, nivel tres. Me dijo mi gastroenterólogo, el doctor José Luis Ibarrola, me dijo “Marco Antonio, tienes un cuerpo de 28 años con enfermedades de un hombre de 40 o de 50. Has trabajado tanto estos años de tu vida, has trabajado tanto, te va a dar un cáncer si no cambias tu estilo de vida, te cuesta tanto trabajo lograr algo que tienes pánico a perder lo que lograste, sufriste tanta pobreza que cuando tienes la abundancia, ahora te estresa tener la abundancia porque tienes miedo a regresar a la pobreza”.
Entonces a lo mejor en su momento, cuando tenía yo 14, 15 años, de los 14 a los 27, 28, pues tenía que trabajar así para salir adelante, porque era o yo lo hacía o alguien me lo ganaba y la única forma de meterte es a codazos, como me acuerdo en Tijuana cuando vivía y tenía que agarrar dos camiones para ir a la escuela, imagino que todavía es igual, hace rato que no me subo un camión o el metro. Pero en esos tiempos en el camión en Tijuana el camión estaba lleno, si me esperaba uno vacío no me podía subir, me tenía que prender de afuera y la gente se daba codazos para bajarte y te peleabas a codazos para el lugar del camión. Bueno pues así fue mi vida, pero cuando ya tienes un camión y ya hay un lugar apartado con tu nombre, porque ya te lo ganaste, tú sigues dando codazos, pero te los das a ti. Entonces ahí está, éxito o felicidad, pues el éxito es ser feliz, el éxito, por eso hay que ir a terapia, por eso hay que decir, en inglés dicen “enough is enough”, “suficiente es suficiente”.
Si sigues viviendo como que no has llegado toda la vida, pues nunca vas a llegar, nunca vas a llegar, nunca va a ser suficiente. Y si tengo que elegir entre la felicidad y lo que el mundo le llama éxito, pues elijo la felicidad. Y a veces tengo que hacer cosas que no parecen exitosas… ¿y? diría Lucerito… ¿y? Alaska y Dinarama dirían “a quién le importa”, a ti, es tu felicidad, es tu versión de la felicidad, es tu salud. Yo que perdí a mi mamá con Alzheimer, o sea ver a esa mujer que daba conferencias, que manejaba literalmente a miles de mujeres y ver cómo pasó de eso al Alzheimer. Y luego enterarme que fue básicamente su estrés, que fue tomarse una pastilla para dormir y después ver estudios que dicen que esa pastilla que ella tomaba para dormir por el estrés, porque nunca trabajó en su higiene del sueño, nadie se lo dijo, no había esta información, la empastillaban para dormir y esa pastilla científicamente está comprobado que provoca Alzheimer. Esa es la que mi mamá tomaba. Entonces entre su estrés, entre la pastilla del sueño, entre que nunca sintió que era suficiente, nunca se tomaba vacaciones, nunca… ¿le hubiera dado con estilo de vida más saludable?, no lo sé, a lo mejor también le hubiera dado. Pero altamente probable, según lo que he investigado y lo que escucho, que no. Entonces ver a una mujer que pasó de esa plenitud a no saber ni en dónde estaba, de no reconocerme a mí, ver cómo se deterioró y cayó, no vale la pena, no vale la pena, no vale la pena…
Tu salud, es más si lo quieres ver espiritualmente, o sea tu cuerpo, es tu vehículo que Dios, la vida, te dio para que experimentaras esta vida con el propósito de aprender y de crecer… y lo que tú quieras pensar que es el propósito. Pues sería la forma de honrar a eso que le llamamos Dios. Me diste este vehículo, que además mientras más escucho a los médicos hablar y todo, la tecnología con la que estamos hechos y cómo está todo interconectado y cómo funciona y se complementa, es un milagro, es una maravilla lo que ha creado la naturaleza. ¿No honrarlo y destruirlo? ¿Pagar las consecuencias? Entonces para mí eso es el verdadero éxito, es estar sano, el verdadero éxito es tener tiempo con tu familia, el verdadero éxito… y claro, obviamente, ser responsable financieramente. La gente que es irresponsable financieramente por falta de educación o por lo que tú quieras, va a sufrir. La irresponsabilidad financiera, guardar el dinero bajo del colchón, no multiplicar tu dinero y ganarle a la inflación, no aprender a invertir tu dinero, cuesta caro. Porque eso provoca mucho estrés, pero tampoco es vivir matándote por el dinero. Ese es el equilibrio, es todo un arte. Pero para mí esa es la felicidad: poder estar sano, poder tener tiempo libre, hacer lo que amo, poder seguir aprendiendo. Porque eso sí la tengo clara: el día que uno cree que lo sabe todo y deja de aprender, ahí sí te haces viejo, ahí sí te haces viejo. Tienes que estar leyendo o escuchando algo que cuestione lo que sabes y sientas que tu cabecita hace “grrrrr espérate, cómo no entiendo”… perfecto… si no estás viviendo con un grado de incomodidad, ya te estás haciendo viejo, Tienes que hacer algo que te rete y cuestionar constantemente lo que sabes. Para mí esa es la felicidad, pero cada quien tiene su versión de la felicidad.
El mensaje final que me gustaría dejarles es que honres quien eres. Hay decisiones que honran tu esencia y hay decisiones que deshonran tu esencia. Para saber cuáles son, pues hay que saber cuál es tu esencia. Entonces la felicidad está hacia adentro, la salida del problema está hacia adentro. Yo lo que te invito a hacer, lo que a mí me ha funcionado: ir a terapia. Ir a terapia, leer, meditar, buscar herramientas, rodearte de la gente correcta, intentar conscientemente estar con la gente correcta, en el lugar correcto, a la hora correcta. Sí se puede elegir, sí se puede elegir, es un estilo de vida. Si estás con la gente incorrecta, a la hora incorrecta, en el lugar incorrecto, pues todo va a salir mal y vas a sentir que Dios la trae contra ti. No es así, en mi experiencia no es así. Cuando me ha ido muy mal es porque he tenido las ideas correctas, en el momento incorrecto, tomando decisiones incorrectas, rodeado de las influencias incorrectas, escuchando discursos incorrectos.
¿A qué me refiero con incorrectos? Que no están alineados con mi esencia y con mi felicidad. Entonces todos podemos ser esa migración, todos podemos cambiarnos, todos podemos mudarnos, no es de un día para otro, pero es poquito a poco, poquito a poco, constante, pero poquito a poco, cambios paulatinos, para que descubras cuál es tu esencia. Una vez que descubras cuál es tu esencia, lo que va contigo, lo que no va contigo, a veces… ¿Cuál es mi esencia? pues no sé, pero sí puedes saber cuál no es tu esencia, puedes saber claramente lo que no va contigo. Ah bueno, por proceso de eliminación puedes descubrir quién sí eres, y una vez que descubres quién eres realmente, puedes decidir honrar quién eres.
Yo tengo un compromiso conmigo, quiero estar saludable, quiero vivir saludable. No sé cuántos años voy a vivir, pero quiero vivir saludable. Por ejemplo, yo sé que con el ritmo de trabajo que tengo, yo no puedo hacer todo lo que hago y además tomar alcohol, irme de fiesta, reventarme, desvelarme, no puedo, tronaría. Entonces cuando digo que no a algo, estoy honrando mi esencia, es una decisión que honra a quien soy. Y como quiero durar muchos años haciendo lo que amo, y quiero estar sano, y quiero disfrutar mi vida, y quiero seguir jugando padel, entonces tomo la mayoría… no sé, obvio, no estoy en la perfección ni mucho menos, pero la mayoría de mis decisiones, 80 o 90% de las decisiones que tomo, honran mi esencia. Qué como, cómo duermo, con quién hablo, a dónde voy, a dónde acepto una invitación, a dónde no la acepto, con quién hago negocios, con quién no hago negocios, qué hago con el dinero una vez que me lo gano, etcétera, etcétera.
Conoce cuál es tu esencia y honra tu esencia. Y cuando alguien te diga “ay qué malo, no, ay, ¿por qué no haces esto, por qué no aceptas?”. Y te quieren forzar a decir un sí, algo que no se siente bien dentro de ti, no se lo tienes que decir, pero te lo puedes decir a tú mismo, a ti misma o a ti mismo. Esta es una decisión que honra mi esencia, quiero honrar mis sueños, quiero honrar a mi familia, quiero honrar a mi país, quiero honrar mi ética, quiero honrar mi misión, quiero honrar mi intención, quiero honrar a Dios o al universo, quiero honrar a mis hijos, quiero honrar a mis ancestros, quiero honrar mi vida en este mundo. Y para honrarlos tengo que tomar decisiones que están alineadas con esto, con mi esencia, con quien soy. Y para decirte un sí, tienes que decir muchísimos nos, muchos nos, que no te dé vergüenza decir que no. Y si te da vergüenza decir que no, aunque sabes que por dentro no quieres hacerlo y no va contigo, pues entonces ve a terapia, porque probablemente traes, como yo las tuve, o todavía las tengo, si lo sigo trabajando, heridas de tu infancia, donde a lo mejor tienes miedo a que te rechacen, o miedo a que te expulsen, o miedo a que no te acepten, bla bla bla bla.
Entonces si te descubres diciendo “guau, no quiero hacer esto, pero no me atrevo a decir que no, porque tengo miedo a que me critiquen, miedo a no pertenecer, miedo a que no me acepten, miedo a perder lo que tengo, estoy diciendo sí a cosas que me hacen sentir mal”, es una bandera roja pero bonita. Imagínate a uno de los minions ahí, con su banderita, que te dice “aquí está la oportunidad, ven, aquí está, aquí está el tesoro, ven a trabajar aquí, aquí está”.
Eso que duele es tu gran oportunidad, y eso que duele puede ser tu superpoder, porque justamente de ahí te puedes agarrar para transformar tu vida. Y la frase o la lección que les comparto, que la aprendí también de mis maestros Ron y Mary Hulnick, doctores en psicología, hace muchos años, es algo que a mí me marcó mucho la vida, y es: mi experiencia externa es un reflejo de mi realidad interna. Piensa eso: tu experiencia externa, o sea lo que vives y lo que ves y lo que experimentas allá afuera, es un reflejo de lo que hay dentro de ti. La vida es un espejo, tu familia es un espejo, tus amigos son un espejo, tu trabajo es un espejo, la forma de interpretar todo lo que está pasando afuera es un espejo de lo que está adentro.
No me hagas caso, por favor no me creas. Duda de lo que te estoy diciendo, duda de lo que te dicen todos, pero hazle como Gandhi. Gandhi siempre decía, él era abogado, no andaba “ay, tengo fe, voy a creer”, no, no, no… decía: “voy a hacer la prueba”. Y hacía experimentos con la verdad. Su biografía es muy interesante, es un tabique de este tamaño, no es un libro muy divertido, porque es un abogado, es que es un libro, no es una novela. Pero si algún día la quieres leer, léela, si no te ahorro el libro, la lección más importante para mí del libro es: haz experimentos con la verdad. Te cuentan algo, te llama la atención, experiméntalo, a ver qué tal. Por eso te digo: no me creas. Lo que yo te propongo es eso, experimenta si el mundo afuera cambia cuando tú cambias; no me creas, experiméntalo. Te podrías llevar una muy importante sorpresa. A lo mejor estoy mintiendo, a lo mejor estoy mal, pero cómo vas a saber si no lo intentas. El universo premia la acción. Gracias.