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México en la maleta

Valeria Luiselli

México en la maleta

Valeria Luiselli

Escritora


Creando oportunidades

Valeria Luiselli

Valeria Luiselli es escritora y profesora, autora de novelas, ensayos y proyectos experimentales. Su obra abarca temas como la migración, la identidad y la burocracia, y ha sido traducida a más de veinte idiomas. Entre sus libros se encuentran Papeles falsos, La historia de mis dientes, Los niños perdidos y Desierto sonoro (Lost Children Archive), este último finalista del National Book Critics Circle Award y ganador del American Book Award.

Luiselli ha vivido en México, Costa Rica, Corea del Sur, Sudáfrica, India, España y desde hace dos décadas reside en Nueva York, donde también imparte clases de escritura. Su experiencia personal como migrante y su trabajo voluntario con niños migrantes en cortes estadounidenses han nutrido su literatura y activismo.

Ha sido seleccionada para la Future Library de Noruega y participa en litigios por derechos de autor frente al uso de inteligencia artificial. Su obra explora la relación entre literatura, sonido y comunidad, y su trayectoria refleja un compromiso con la justicia social y la experimentación literaria.


Transcripción

00:00
Valeria Luiselli. ¿Qué tal? Soy Valeria Luiselli. Me dedico a escribir, soy escritora, sobre todo de ficción, aunque he escrito algunos ensayos también. Como a los 22 empecé a escribir mi primer libro, hace exactamente 20 años, y les quiero contar mi historia sobre ese libro. Una historia entre burocrática y literaria, o más bien una historia en donde se cruzan la burocracia y la literatura, y la literatura redime a la burocracia de algún modo. Yo empecé a escribir ese libro como les decía a los 22 años, un libro que se llama Papeles falsos y me había ganado la beca del FONCA, jóvenes creadores, así conocen esa beca, pero si son jóvenes escritores pídanla y pídanla todos los años porque un día cae. Y ese año me lo habían dado y con mi primer cheque me compré un vuelo a Venecia porque el libro no trataba sobre, pero tenía que ver con un escritor ruso que me gusta mucho, que siempre me ha gustado, que se llama Joseph Brodsky y yo tenía un amigo en Venecia que conocía a la nieta de otro escritor, Boris Pasternak, que tenía unas cartas entre Brodsky y Pasternak, y me había prometido que me iba a presentar con esta chica, que me iban a enseñar las cartas, y yo estaba entusiasmadísima porque pensé bueno, así voy a empezar mi investigación, así voy a poder empezar este libro. Me subo en avión y me empiezo a sentir muy mal, fiebre, sudores, aterricé cerca de Venecia, tomé un tren. Me estaba quedando yo con las monjas canossianas, Le Suore Canossiane, porque rentaban cuartos a 10 euros la noche, entonces dije bueno, pues voy a un convento ni modo, no es lo que más se me antoja pero venga. Y me empecé a sentir cada vez peor. Yo tengo pasaporte italiano gracias a un abuelo que emigró a México en los años 20, pero hasta ahí, no tengo residencia ni nada en Italia y para ir a un doctor de manera gratuita tienes que tener residencia, no solo la nacionalidad. Bueno, el día siguiente le hablé a un amigo que se llamaba, se llama Américo, y le dije Ame, estoy, vivía entonces él en la isla, en Venecia, y le dije estoy muy enferma, no sé qué me pasa, necesito ayuda, me dijo Luiselli voy por ti. Vino por mí a donde las monjas canossianas, me llevó a su casa, me cuidó un poco y me dijo a ver si quieres ir al doctor al que van los turistas te va a costar más o menos 300 euros. Le dije no, no tengo eso ni soñando. Me dijo, bueno, la única otra manera es ir como veneciana. Y dije bueno, pero ¿cómo hago eso? Me dijo muy fácil, nos casamos mañana y te dan, vamos a la oficina del Registro Civil, nos casamos, luego vamos a la oficina de salud, te dan una tessera sanitaria, una tarjeta de salud pública, vamos a Hacienda, digamos el equivalente a Hacienda y te dan tu código fiscal. Y ya con eso vamos a ir al doctor. Le dije estás loco. Uno, no me quiero casar contigo, pero dos, o sea cómo vamos a hacer todo eso en un día y yo necesito ir al doctor ya. Me dijo no, confía Luiselli, se puede, en esta isla no hay nadie, no hay ciudadanos de la isla, no hay residentes, casi todas las oficinas están vacías. Yo dije bueno, venga. Al día siguiente pues fuimos, nos casamos y efectivamente saqué mi código fiscal y mi tessera sanitaria en una mañana y en la tarde fui al doctor, me diagnosticó, me dieron un antibiótico, todo bien. Así terminó esa historia. Yo ese libro, Papeles falsos, lo empecé a escribir realmente bien ahí, es un libro donde hablo de Venecia, donde hablo de la Ciudad de México. Es un libro sobre esas dos ciudades, Ciudad de México y Venecia. Bueno, vamos 20 años después, ahora. Yo tengo una hija de cuatro años y quería sacarle yo la nacionalidad italiana a mi hija, pero resulta que el gobierno de derechas de Italia acaba de cambiar la ley este año y ya no puedes tú pasarle indefinidamente a tus hijos y a los hijos de tus hijos la nacionalidad.

04:51
Valeria Luiselli. Básicamente quieren que los latinoamericanos dejemos de pedir nacionalidades europeas. Entonces ahora la ley es que tienes que tener un abuelo nacido en Italia para ser italiano y no es el caso de mi hija, porque su abuelo, es decir, mi padre, ya nació en México, es el chilango más chilango que existe. Sus obsesiones son el ratón Macías y Pedro Infante, es el mexicano menos italiano, pero bueno, entonces a mi hija ya no le tocaba. Bueno, resulta, yo había conocido hace unos años a un burócrata maravilloso del consulado italiano en Nueva York, en donde yo vivo, un burócrata que le encanta leer y conocía mis libros muy bien y que ya me había ayudado en el pasado con otros temas burocráticos de Italia. Una vez incluso yo tenía mal mi nombre, no sé qué, y él me dijo bueno, yo voy a firmarte ese papel que no debería firmarte, pero tu firmame este libro, le dije, va, buen trueque y así paso. Bueno este maravilloso burócrata, un señor muy inteligente, muy dulce, ya no era, ya no trabajaba en el consulado de Nueva York donde vivo, sino se había ido a vivir a Alemania, pero le escribí desesperada. Renzo, ¿cómo le hago? Vi que cambiaron la ley, mi hija chiquita ya no puede tener la nacionalidad y yo en Estados Unidos no sé si nos vamos a quedar con la nueva situación, etcétera. Y me dijo déjame ver cómo ayudarte, voy a ir a Nueva York, nos tomamos un café, platiquemos. Vino a Nueva York, nos tomamos un café y platicando y me dijo mira, la única excepción a esta nueva ley que dice que tiene que ser un abuelo nacido es si el padre o la madre de este niño o niña vivió en Italia y tú no has vivido en Italia, ¿no? Y yo dije no, la verdad no. Y se quedó él pensando y él me dijo no, tú debes de tener residencia en Venecia. Yo leí ese ensayo en donde escribiste esta historia sobre haberte casado en Venecia. Debes de tener papeles de residencia. Dije no, no sé, no creo, o sea no puede ser. Me dijo conozco a alguien en la comuna de Venecia, le voy a escribir y le pregunto. Bueno, le escribió a una señora que trabaja en la pequeña comuna de Venecia y resulta que Venecia tiene un certificado que dice que yo viví ahí una cantidad de años, no exacta, pero bueno, mi libro se llama Papeles falsos. Cómo iba a saber yo cuando lo escribí que efectivamente iba a tener yo un papel falso, que gracias a ese papel resulta que mi hija le voy a poder dar la nacionalidad italiana porque en algún momento el gobierno mexicano me dio una beca, me fui a Venecia, me casé con un loco, fui al doctor, saqué una residencia, escribí un libro, un burócrata italiano leyó ese libro, se acordó de eso, me dijo órale, sí vas a poder hacer esto y todo está resuelto. Y hace dos días apenas me escribieron del consulado de Nueva York para decirme todos los papeles de tu hija ya están en la comuna de Venecia. Nada más es cosa de esperar. Así que bueno, la literatura vs. la burocracia. ¿Qué más puede uno decir? ¿No?

08:22
Leslie. Hola Valeria, mucho gusto. Mi nombre es Leslie Villagreno Palacios, vengo de la Escuela de Periodismo Carlos Septiém García y bueno, como tú cuentas, has pasado por muchas experiencias y has vivido en muchos países. Quería preguntarte si a pesar de esto y a pesar de estar viviendo actualmente en Estados Unidos, no has perdido esa esencia mexicana, a pesar de tantas experiencias y tantos lugares visitados.

08:47
Valeria Luiselli. Sí, bueno, yo nací en México y me fui de México muy niña a los dos años en realidad, y viví primero en Costa Rica, luego nos fuimos a Corea del Sur en los 80, hacia finales de los 80. Luego vivimos en Sudáfrica durante todo el periodo de Mandela. Luego yo me fui a un internado en la India a hacer la prepa y luego volví a México a estudiar en la UNAM, soy Puma, y de todo corazón. Y después de estudiar en la UNAM me fui un periodo a España, pero luego volví a la UNAM y luego llevo ahora sí 20 años en Nueva York, que es una ciudad profundamente mexicana, también se le dice Puebla York. Yo me siento muy en casa en Nueva York. Y absolutamente me siento chilanga y profundísimamente chilanga. De hecho sí, cuando vengo a México y a veces, porque si tengo un acentillo ahí medio raro, cuando me han llegado a decir ay que bien habla usted español, me enchilo por no decir de otra manera, o si me preguntan que de dónde soy. Es decir, llevo con mucho orgullo la mexicanidad, que creo que es algo que nos distingue a los mexicanos, somos muy críticos de nuestro país y hay mucho que criticar, pero también somos muy orgullosos porque tenemos un país maravilloso. O sea, es un país con una profundidad y una historia y una cultura y una diversidad y una biodiversidad que realmente pocos lugares en el mundo. Entonces yo me siento profundamente orgullosa de ser mexicana. Llevo 20 años en Estados Unidos peleándome con los gringos, con los estereotipos que se tiene de nosotros, he escrito mucho sobre ese tema en los periódicos. He escrito libros sobre la crueldad de Estados Unidos con la migración mexicana y centroamericana y me siento mucho a medio camino, o sea, estoy allá, pero estoy de acá y mi corazón está acá, pero mi cuerpo está allá y básicamente trato de hacer de eso materia de mi escritura también. Yo creo que la, sí, la mezcla de culturas en la que he vivido ha influenciado mi forma de estar en el mundo, es decir, cuando uno desde niño o desde niña en mi caso, te llevan de un lugar para otro, tienes que, por sobrevivencia, aprender a ser muy buena observadora, porque los códigos de cada lugar son distintos, deja tú los idiomas, pero los códigos intrínsecos de cómo se relaciona la gente, qué cosas son aceptables, cuáles no, todo eso uno lo tiene que aprender observando y yo lo tuve que hacer muchas veces y en culturas realmente muy distintas unas de otras. Me llevaron de la selva costarricense donde yo era prácticamente, se acuerdan del personaje de Mowgli, yo era Mowgli, porque mi padre viajaba mucho de trabajo, trabajaba en una ONG y mi mamá siempre ha sido una mujer muy libre, muy rebelde, muy radical, y en cuanto mi papá se iba de la ciudad me agarraba a mí con otras amigas y niños y nos llevaban a las playas, a las selvas, a pasar días enteros. Y ellas hacían las madres, quien sabe en qué andaban y los niños andábamos solos como salvajes. Y yo recuerdo una pequeña infancia, es decir, entre los tres y los seis muy rica, muy salvaje, no nos peinaban. O sea, no, andamos todos ahí nomás corriendo encuerados y de pronto pasamos de eso que era un poco un paraíso infantil para mí a Corea del Sur, al invierno brutal de Corea del Sur. En ese momento Corea del Sur tenía muchísimos problemas políticos entre los estudiantes y la policía, entonces había que ir a la escuela con máscaras de gas entre la nieve para agarrar un camión en una esquina que era de una escuela a la que nos mandaron a mi hermano y a mí, como de los militares gringos, porque los militares tenían una base militar desde la guerra con Corea y era una escuela no propiamente militar, pero sí de hijos de militares.

13:30
Valeria Luiselli. Y se sentía, se sentía el ambiente, había que cantar el himno gringo, cosa que nunca hice y nunca he hecho en mi vida. Por cierto, ni siquiera cuando ya saqué mi nacionalidad gringa me quedé calladita, ni modo. Para regresar a la pregunta de si me siento mexicana. De hecho una vez me mandaron a la dirección porque le dijeron a mis padres que no cantaba el himno gringo y por suerte me defendieron mis padres y dijeron pues ella es mexicana. Entonces pasamos de eso, de las selvas costarricenses a este mundo muy militar, muy policíaco de Corea del Sur y de ahí a Sudáfrica, un país muy complejo pero en un momento maravilloso de su historia, porque acababa de terminar el apartheid en los gobiernos racistas blancos que habían segregado por completo a la población negra y acababa de ganar Mandela, que es quizás el mayor héroe del siglo XX, yo no creo que haya nadie con la estatura moral de Nelson Mandela. Y así digamos pues entre Corea, Sudáfrica, las realidades eran tan distintas que yo casi siento que he sido muchas distintas personas en la vida. He tenido que cambiar de piel, de acento, de lengua, de formas muchas veces, y eso me ha obligado a ser una observadora muy atenta. Y es ese lugar como de extranjería y de observación, el mismo lugar que yo siento, en el que me habita y en el que yo habito cuando me siento a escribir algo. Así que sí, absolutamente mi manera de escribir viene de esa forma de estar.

15:28
Juan Carlos. Hola Valeria. Juan Carlos, mucho gusto. Sé que de niña viajaste muchísimo y entiendo que tu padre influyó mucho en ti por ser diplomático y has mencionado un poco a tu madre. Pero, podrías decirme cómo influyó ella en ti.

15:44
Valeria Luiselli. Mi madre viene como muchas de las familias mexicanas de una familia mestiza compleja. Su abuela, mi bisabuela, era una mujer otomí, que creció cerca de Pachuca. Toda la vida yo pensé, nos habían dicho, que la había adoptado una familia española a esta bisabuela mía, resulta que no fue adopción, sino una cosa mucho más dura y más trágica y muy propia de nuestro país que era que más bien nació en una especie de hacienda, hija del terrateniente y de una madre indígena. Y esta historia se calló en mi familia, nunca se habla de eso y como mucho en México también cuando preguntábamos sobre nuestra abuela otomí decían algunos tíos sí, sí, sí, era otomí pero se casó con un español, casi como para decir no hay que preocuparse, una cosa muy fea y muy dura de la manera en que contamos nuestras raíces los mexicanos. Pero tanto mi abuela como mi madre se mantuvieron muy ligadas a la vida en el campo, a la parte de la familia que se quedó en el campo, hicieron mucha labor. Mi abuela más a través de la Iglesia, porque era una mujer muy religiosa, entonces el trabajo social y el sentido de la justicia social venía muy atravesado por la relación con la Iglesia. Mi madre no, mi madre es de una generación distinta, más bien atea y demás, pero también ella junto con su madre, tuvieron siempre, mi madre vive todavía, gracias a Dios, una vocación social muy profunda, un sentido de la justicia muy profundas. Y una de las grandes, uno de los grandes rompimientos en mi vida o grietas que se abrieron en mi vida para bien y para mal, fue el momento en que mi padre decidió aceptar el cargo que le dieron como el primer embajador mexicano en Sudáfrica, que era un cargo de mucha responsabilidad, mucho prestigio obviamente, porque no existía una embajada mexicana en Sudáfrica durante el apartheid y era una fundación de una relación entre dos países en un momento muy luminoso. Entonces él aceptó ese cargo después de haber sido observador internacional de las elecciones de Mandela y mi madre dijo yo no me voy. Eran momentos muy convulsos en México, algunos de ustedes no habían nacido, yo creo, pero otros sí, era en 1994. Habían asesinado a Colosio, se había firmado el Tratado de Libre Comercio y sobre todo había empezado en Chiapas el movimiento de insurgencia Zapatista y mi madre se involucró de manera muy profunda con el movimiento zapatista y junto con un colectivo de mujeres, eran solo mujeres, se fueron a vivir a Chiapas, a la realidad. Básicamente, o según cuenta ella, porque cuenta muy poco, pero según ella solamente se dedicaban a la nutrición y el bienestar de los niños y las mujeres zapatistas. Estaban ahí como base de apoyo para las mujeres y los niños y niñas zapatistas. Y yo le preguntaba pero a ver, ¿pero tú agarraste en algún momento una metralleta?

19:25
Valeria Luiselli. No, no hija, cómo crees. Pero un día estábamos viendo una película en un cine en Boston, o sea, cualquier cosa, hace no tanto, y habían una serie de escenas filmadas con infrarrojo y de pronto, de la nada, mi madre dice ah, yo traficaba esos de Estados Unidos a Chiapas. Yo ¿cómo que traficabas eso? Cuéntame más. Ay, no, no, hija, no. Entonces yo no sé mucho de la historia de mi madre y no sé si algún día lo sabré, porque es muy discreta. Pero bueno, ella estuvo muy involucrada en eso y para mí fue una grieta porque yo pues no me llevo con ella a Chiapas, yo me fui a vivir a Sudáfrica con mi padre y fue la primera vez que no tuve a mi madre cerca y lo viví con mucho enojo, como por qué le importa más la política que su hija, ¿no? Y creo que lo entendí años después en una larga charla que tuve con ella donde me explicó, me explicó sus motivos y no solo entendí sus motivos, sino que agradecí mucho que hubiese puesto ese ejemplo. Es decir, ella siempre como mujer había estado a lado de mi padre apoyándolo a él en su carrera, en sus cosas, en sus temas y no había podido en toda su vida ejercer no solo su vocación o su profesión, sino actuar consecuentemente con sus principios y la lección que a la larga entendí que me daba mi madre con esa decisión, pues es una lección que cargo conmigo.

21:12
Daniel. Hola, Valeria. Daniel, mucho gusto. Antes que nada, es un privilegio poder compartir esta conversación con una escritora brillante, desde mi punto de vista. Sin duda alguna, los adultos y los niños viven de manera distinta el fenómeno de la migración. ¿Cuál fue la historia detrás de tu libro Los niños Perdidos?

21:34
Valeria Luiselli. En el 2014 empezó a salir en las noticias que había una crisis migratoria en la frontera. Yo vivía en Nueva York desde el 2007, cuando empecé a darme cuenta del tamaño de la crisis y de lo mal que la estaban cubriendo en los medios. Quise involucrarme. Para darles un poquito de contexto. La crisis concretamente era, o la manera en que se narraba en los medios, era que en ese año a inicios del 14, habían llegado más de 120 mil niños y niñas, la mayoría de ellos centroamericanos, cruzando México, llegando a Estados Unidos solos, sin sus padres, sin sus madres, sin papeles a pedir formas del asilo político, sino asilo, visas de protección a la infancia. Y yo al mismo tiempo emprendí un viaje por tierra, yo en ese momento estaba esperando una green card y llevaba dos, bueno, un año para entonces, pero luego hubo otro año en que no podía salir del país porque estaba en espera de esa green card, en algún momento incluso no tuve papeles en absoluto, me quedé un poco en un limbo migratorio. Y decidí en el verano del 14 hacer un viaje por tierra con mi familia, en el que manejamos desde Nueva York hasta Arizona. Llegamos a la frontera, o sea a ver México realmente, pero sin poder salir porque estábamos en este limbo migratorio y a medida que bajábamos por Estados Unidos seguían las noticias de esta crisis. Y a medida que nos adentrábamos en Estados Unidos, en el Estados Unidos, no de las costas, no ese Estados Unidos más liberal, más aceptador de las diferencias, sino ya les estoy hablando de Oklahoma, partes de Texas, Arizona, por supuesto. Las noticias de la radio, los periodos locales iban cambiando mucho de tono en términos de cómo se anunciaba esa crisis y por supuesto que en los Estados más conservadores y además la crisis se anunciaba como si estuviera invadiendo a Estados Unidos una plaga bíblica y yo me empecé a encabronar más y más. Y cuando volví de Estados Unidos a Nueva York decidí involucrarme de manera más activa y hablé con unas abogadas de migración, en ese momento estaba en contacto con varias por mi propio caso migratorio y les pregunté ¿cómo puedo involucrarme? Y me dijeron vente a la corte, te explicamos cómo está la cosa. Necesitamos voluntarios de hecho ahorita, porque hay muchísimos niños y niñas. Necesitamos gente que pueda traducir sus testimonios o incluso hacerles entrevistas para tener un testimonio en español, traducirlo al inglés y conseguirles abogados que los representen contra esta orden de deportación que tenían todos. De hecho, 95% de los niños que encontraban abogado se podían quedar, era una cuestión legal que había que encontrar abogados a como de lugar. Entonces yo me involucré por ahí traduciendo.

25:04
Valeria Luiselli. Bueno, según esto iba a traducir nada más testimonios, pero como faltaba tanta gente me enseñaron a hacer las entrevistas y más bien yo era una de las personas que hacía “intake questionnaires”, cuestionarios de ingreso, unos cuestionarios muy complejos, muy crueles, muy crueles en el sentido de que reducían la experiencia de los niños a una serie de términos legales aceptables o no aceptables y muy crueles, porque no consideraban que muchísimos de esos niños eran muy chiquitos. Entonces una niña de cinco o seis años no puede contestar la mayoría de las preguntas de un cuestionario así y si no podían producir esa historia, lo más probable era que las deportasen porque no había historia, es decir, no había caso. Entonces eso era muy, muy, muy frustrante. Y una de las cosas que más me impactó que escuché durante esas entrevistas, estaba yo entrevistando a dos hermanitas de cinco y siete años que eran guatemaltecas y el español no era su primera lengua, entonces era difícil hacer la entrevista también y en algún momento tuvimos que traer a la madre, cosa que en general no se permite porque en una entrevista el entrevistador que está preparando el testimonio, tiene que ser cerciorarse de que el niño o la niña esté diciendo realmente todo lo que quiere decir y que una presencia adulta, aunque sea de una madre, porque a veces es una supuesta, no se sabe, cuál es la relación entre esos hijos y sus padres. Entonces la presencia de un padre o una madre puede entorpecer el espacio de la entrevista. Entonces, pero en ese caso tuvimos que hacer una excepción porque las niñas realmente eran muy chiquitas, no podían contar su historia y entonces trajimos a la madre y una de las preguntas que yo le hice a la madre tenía que ver con cómo habían llegado finalmente sus hijas con ella y cómo las habían encontrado, porque eran muy chiquitas. Y me contó que ella se había venido a Estados Unidos muchos años antes, cuando su hija más chiquita tenía meses de nacida y las niñas se habían quedado con su abuelita y cuando la madre reunió suficientes recursos y las condiciones que necesitaba para traer a las niñas finalmente, había contratado a un coyote para traerlas con ella. Pero como eran muy chiquitas las niñas, cada vez que la abuela les trataba de enseñar el número de teléfono de su mamá para que supieran dar un número de teléfono en caso de que se perdiesen, en caso de que se separasen del coyote, las niñas no se lo aprendían. Entonces la abuela, muy inteligentemente había cosido en la parte de adentro del cuello del vestido de las niñas, el número de teléfono de su mamá y la única instrucción que le dio la abuela a las niñas fue nunca se quiten sus vestidos a lo largo de todo el viaje, no importa ni para bañarse, nada, no se lo pueden quitar y en cuanto lleguen a Estados Unidos y se encuentren con el primer oficial, el primer policía, lo único que tienen que hacer es enseñarles el cuello del vestido y así hicieron las niñas y así fue como se habían finalmente reunido con su madre.

28:44
Valeria Luiselli. Yo no sabía cómo escribir sobre el tema, no quería escribir sobre el tema, me abrumaba, estaba más bien enfocada en hacer las entrevistas y ya. Y estaba escribiendo esta novela que después publiqué que se llama, en inglés se llama Lost Children Archive, pero en español se llama Desierto Sonoro y en algún momento paré de escribirla porque me caché a mí misma tratando de ficcionalizar testimonios para la novela y no le estaba haciendo yo un favor ni a la situación ni a la novela. Es decir, no servía de nada ficcionalizar una realidad que tenía delante tan urgente y tampoco le servía nada a la novela tratar de que yo tratase de que se convirtiera en un instrumento político inmediato, las novelas son otra cosa, son animales complejos, no pueden ser utilizados como medio para un fin. Entonces decidí dejar de escribirla y un editor amigo me empezó a decir tienes que escribir sobre la corte, tienes que escribir sobre esta situación. Yo le decía no, yo no puedo. Realmente no sé cómo hacerle. Está muy difícil, no entiendo. No entiendo lo suficiente para escribir sobre el tema. Y como todo buen editor se salió con la suya… el famoso… la famosa técnica del “chinga quedito”, que gana siempre. Todos los días un mail, oye, oye, a ver por qué no, a ver andale, no sé qué. Bueno, finalmente escribí Los niños perdidos, pero lo escribí en inglés primero como un ensayo para una revista y en algún momento ya terminado el ensayo dije ay, yo quiero que esto se lea en español también. Entonces, cuando vine a México en un viaje, se lo di a mis editores de toda la vida y les dije oigan, lean ese ensayo a ver si me ayudan a encontrar una revista, algo, alguien que les interese publicar esto sobre esta crisis migratoria de ahora, consigan un traductor y no sé qué. Me dijeron un traductor, y bueno, les resumo el cuento, tuvimos una reunión que en ese momento de nuestras vidas y además significaba cantina, mezcales y tras esa reunión me convencieron de que primero que nada yo era una traicionera a la patria, la Virgen de Guadalupe y todos, porque había escrito esto en inglés y no en español. Entonces acabé firmando en una servilleta que todo lo que yo escribiese en la lengua del imperio lo volvería yo escribir yo misma en español y nada de traductores. Entonces, bueno, firmé mi servilleta y me dijeron ok, nosotros queremos publicar esto, no una revista, vamos a hacerlo un libro. Las historias de las grandes migraciones se convierten no en grandes tragedias, sino en grandes épicas. Casi siempre se vuelven historias sobre el valor, el coraje, la resistencia, la creatividad, la capacidad de adaptarse, de encontrar maneras de seguir viviendo. Y esas son las historias realmente que yo creo que se tienen que contar, porque cuando alguien decide cruzar desiertos y selvas y demás para irse a otro país, no hay nada más que valor en ello. También, por supuesto, miedo irse de algo espantoso, pero también está la esperanza de seguir la vida en otro lugar, de reencontrarse y el valor de hacerlo.

32:20
Valeria Luiselli. Entonces yo rescataría eso, y lo que también en mis libros he tratado de rescatar es lo que la prensa no suele, que son esas historias.

32:41
Victoria. Hola, Valeria, mucho gusto. Soy Victoria Paredes. Para mí es un placer estar aquí, escucharte hablar, conocer y entender un poco más de tu escritura desde tu voz. Además de ser escritora, ensayista, sé que eres profesora. Esta doble profesión ¿cómo sientes que ha influido en ti?

33:02
Valeria Luiselli. Sí, desde hace muchos años doy clases. Disfruto muchísimo el proceso de enseñarle a alguien el proceso de escritura. A mí lo que más me interesa de la escritura, porque siento que cambia nuestras vidas, es enseñarle a las personas a disfrutar su proceso y a conocerse como escritores y a conocer ese proceso y entender que lo que a veces uno siente que es su caos, en realidad puede convertirse en su método. Todos somos muy distintos en nuestras formas. Nos distraemos, no sé que, a veces la distracción es la mejor cosa que le puedes hacer a la escritura y irte a hacer otras cosas. Cada uno tenemos que entender cómo funciona nuestra cabeza, nuestra imaginación, para entender que no es un caos y encontrar un método en eso que parece un caos. Eso lo disfruto mucho. Y disfruto mucho ver como en el paso de las generaciones van cambiando los discursos, los discursos sobre identidad, los discursos sobre política y siento que al estar siempre en contacto con jóvenes, yo me tengo que reeducar también constantemente. No puedo contentarme con una versión de las cosas, hay que siempre seguir creciendo. Pero mi mejor experiencia como docente fue la experiencia de un taller que armé con mi sobrina, en el año 2019, ya estaba esa cosa espantosa de las separaciones familiares. Para mí esto era todavía invisible, cuando yo escribí Los niños perdidos eran como un sistema, como una especie de hongo que empezaba a crecer debajo de la tierra, pero no se veía con la claridad que ahora ya lo vemos. Entonces me contacté con organizaciones que yo sabía que trabajaban con niños detenidos y armamos un taller de escritura maravilloso, maravilloso pero atropellado. Entonces fallamos varias veces. Primero, la primera idea que yo tenía, que según yo era una gran idea que resultó un absoluto desastre, fue que yo quería enseñarles el Quijote, a que leyéramos el Quijote juntos, todos, juntas, porque éramos puras chicas. Y según yo aprendiendo a leer El Quijote, yo les iba a poder enseñar un lenguaje en código para que ellas pudieran denunciar lo que estaba pasando en el centro de detención pero en código. Entonces íbamos a leer El Quijote y entonces los molinos de viento iban a ser equivalentes a ICE, a los migras, y los burros del capítulo diez iban a ser equivalentes a las disque cuidadoras del centro penitenciario donde estábamos y así, y pensé, bueno si entonces les pasa algo, sufren algún abuso, no sé qué, podemos hacer ejercicios suficientes usando este código para que escriban una denuncia en código. Según yo era una buena idea, pero no, una pésima idea, porque para empezar estábamos rodeados de cámaras, entonces cómo hacerle. Bueno, éramos una mesa así, eran como 16 niñas, mi sobrina y yo. Alrededor de nosotras se sentaban las cuidadoras, que eran como vigilantes realmente. Luego, arriba de las cuidadoras en el techo, cámaras y detrás de las cámaras ve tú a saber quién está, quién está viendo, observando, etcétera. Entonces, claro, yo me di cuenta que si hacíamos eso, poníamos, o sea, nos poníamos en riesgo un poco nosotras, pero sobre todo poniamos en riesgo a las niñas.

36:46
Valeria Luiselli. Entonces bueno, por ahí no. Luego también fracasó porque odiaron el Quijote, les parecía aburridísimo, una historia sobre un viejito español y pues no había manera de que les gustara, entonces tampoco, también por ahí. Pero luego fracasó por una gran razón y esa gran razón es que ya tenían un código obviamente, son adolescentes. Los adolescentes saben escribir en códigos y pasarse notitas y fa fa fe fe fo fo no sé, yo no sé los códigos de ahora, pero antes era agregarle fa y fe, ¿no? Entonces claro, pues ya tenían su código. Entonces abandonamos esa idea. Les habíamos dado cuadernos para escribir sus historias en los cuadernos, otra pésima idea que habíamos tenido, porque un cuaderno es un espacio de entrada como de intimidad, donde es tu cuaderno, tú escribes lo que quieras, pero no existe la intimidad en un centro de detención, no existe la privacidad. Entonces les dimos, sin querer, un arma de doble filo contra ellas, porque por supuesto, en algún momento una vigilante leyó algo que escribió una niña y se metió en problemas la niña y les quitaron el cuaderno a todas y qué sé yo. Así que todo mal. Entonces dijimos bueno, ¿cómo le hacemos? Pues bueno, no vamos a tener cuadernos, vamos a usar papel. Entonces usábamos papel, pero entonces todo se perdía. Entonces los ejercicios no podíamos desarrollarlos porque llegábamos la semana siguiente y los papeles dónde están, ya se perdieron los de la semana anterior. Entonces estábamos desesperados ¿Cómo le hacemos? Entonces mi sobrina, no yo, tuvo una idea brillante y dijo vamos a hacer un fanzine. Un fanzine para quienes no sepan, es una especie de revista casi siempre hecha colectivamente, con mucho collage. Osea que dijimos vamos a hacer un fanzine, vamos a traer papel, pero vamos a agarrar unas cartulinas y ir pegando las cosas así se suponía que no teníamos permiso de llevarnos nada del centro de detención, pero pues eran cartulinas y las cartulinas son como inocuas. Nadie ni siquiera lee lo que la gente escribe en una cartulina. Entonces fue como perfecto, porque una manera de, parecía como trabajo de pues de primaria, de aquí mi cartulina y aquí a mí me gusta el arcoíris y no sé. No podíamos escribir sobre historias de migración, esa era una de las reglas y una muy buena regla, porque cualquier cosa que escribiesen sobre ellas mismas, sobre el proceso migratorio, podría haber sido utilizado en su contra en un caso penal, aún si fuera ficción, entonces la única regla era no podíamos preguntar y escribir sobre eso. Pero escribieron sobre la devastación ecológica en sus comunidades, misma que las obligó a migrar. Sobre las mineras canadienses que llegan a destruir México, Guatemala. Sobre la sororidad, sobre sus cuerpos y la independencia de sus cuerpos, sobre las amistades, escribieron una cosa muy compleja, muy hermosa. Y cuando por fin terminó el taller y terminamos el fanzine, les dijimos bueno, quieren escribir como una introducción, un prólogo, algo que lo vuelva y dijeron sí. Y ahí me sorprendieron muchísimo, porque en vez de escribir una dedicatoria o una cosa, no sé, a sus madres, padres, hermanos, amigos, decidieron escribir esa dedicatoria a niñas futuras que estarían encarceladas en ese mismo lugar cuando ellas ya se hubieran ido. Y ahí entendí algo que yo nunca había entendido antes que es, y en toda la vida de haber escrito, entendí que la escritura no es solo una cosa que uno hace para una comunidad, sino que la escritura es algo que uno hace para formar una comunidad. Y esa es una diferencia enorme, importantísima, porque entonces esas niñas futuras que ellas se imaginaban un día leen eso y la carta era muy hermosa. La dedicatoria decía algo así como, compañeras que estás leyendo esto, nosotros somos las niñas de la casa de Brooks.

41:11
Valeria Luiselli. Nosotras hicimos este trabajo entre todas y queremos recordarles que están aquí siguiendo sus sueños, que están aquí porque son valientes y que van a salir de aquí, confíen en eso. Era una dedicatoria profundamente hermosa, dando ánimos y generando comunidad, diciendo nosotros ya salimos, van a salir ustedes también. Y ahí dije bueno, la escritura tiene todo el sentido del mundo. Si esta es la escritura, pues esto es. O sea, no nos queda más, hay que hacer esto todos.

41:56
Lucía. Hola Valeria, soy Lucía. Me da mucho gusto que estés con nosotros. Mencionaste tu libro Desierto sonoro, un libro que también habla sobre niños migrantes. ¿Nos puedes contar más sobre él?

42:05
Valeria Luiselli. Desierto sonoro es una novela que escribí entre el 2014 y el 2018, más o menos, que empecé a escribir después de un viaje por Estados Unidos en coche y después varios viajes sucesivos por Estados Unidos para hacer investigación más profunda. Es una novela que relata una historia de viaje en coche de una familia, una familia que se está desintegrando, donde los padres, el padre y la madre están ya en las últimas y son ambos documentalistas sonoros. Se dedican a hacer como periodismo, pero también documentación sonora de los espacios, los famosos soundscape, los paisajes sonoros, a documentar paisajes sonoros se dedican. Y van contando historias a sus hijos, que van aburridos en el asiento trasero, o van escuchando la radio donde se habla de una crisis migratoria o van haciendo lo que hacen las familias cuando viajan demasiadas horas en coche, peleándose o lo que sea. Pero los niños empiezan a escuchar historias que cuenta el padre, historias del pasado más remoto de Estados Unidos, historias de la crueldad del gobierno estadounidense y mexicanos contra los apaches, porque México fue igual o peor de duro contra la población apache que el gobierno estadounidense. Y cómo los fueron arrinconando y quitándoles tierras y finalmente expulsándolos de sus tierras. El Padre va contando esas historias y también las historias de los apaches que pelearon contra esos gobiernos, el famoso Gerónimo y Cochise, y el famoso loco que le decían, y Naiche los últimos apaches libres antes de que Estados Unidos terminara de meter a todos los nativo americanos en las llamadas reservaciones, que son como pues campos de concentración de algún modo en tierras muy áridas, tierras difíciles de cultivar, tierras muy calientes. Y los niños escuchan todas estas historias del padre, al mismo tiempo la madre está obsesionada con la reciente crisis migratoria de niños, llegando solos y siendo o deportados o metidos en centros de detención. Y hay una yuxtaposición ahí, es decir, sistémicamente como Estados Unidos siempre ha, o deportado y exiliado, o al interior de su propio territorio, exiliado o aprisionado o aislado a las poblaciones que simplemente no deben, según no sé que ley, formar parte del tejido social. Pero son los niños realmente los que escuchando las historias de la radio y lo de estos niños que están llegando a Estados Unidos y luego las historias del papá que cuenta los apaches, que empiezan a yuxtaponer y a confundir las historias y empiezan ellos como hacen los niños a jugar a la representación, como a actuar las historias y en un momento dado los niños deciden escaparse del viaje de los padres, y no les cuento lo demás para que lean la novela. Pero es una novela muy atenta al sonido y a los sonidos de las cosas, al sonido del desierto, al sonido de las voces, al sonido de la radio, al sonido de las voces de los niños. Es una novela muy sonora, de ahí el nombre Desierto Sonoro.

45:57
Fernanda. Hola Valeria. Fernanda Medina, mucho gusto. Hablando sobre los sonidos y así, yo quisiera saber sobre la música, y yo quisiera saber cómo tú la transmites escribiendo maravillosamente sobre la música.

46:14
Valeria Luiselli. Yo escribo mucho sobre el sonido. O más bien escribo muy atenta al sonido. Si escribo con música, pero solo porque soy medio obsesiva compulsiva, entonces suelo escoger como un disco y a veces lo escucho durante cuatro años en repeat mientras escribo una novela. Desierto sonoro lo escribí escuchando a Philip Glass una y otra vez las metamorfosis una y otra y otra, todos me querían matar en mi casa. Y esta nueva novela que acabo de terminar, que por fin acabo de terminar después de seis años que se llama Principio Medio Fin, también la escribí escuchando música, una cosa rarísima de una señora griega que se llama Eleni Karaindrou, que no tiene mayor consecuencia, pero en realidad más que la escritura con música en esa novela, la escribí muy atenta a los sonidos de la región en donde ocurre. Ocurre en Sicilia, muy particularmente en una zona de Sicilia. Sicilia es un lugar muy interesante en el mundo, esa isla que está, le pertenece a Italia, pero está justamente donde chocan geográfica y metafóricamente, chocan la placa tectónica de África con la placa tectónica de Europa. Ahí donde hacen fricción esos dos mundos, esas dos placas antiguas surgen una serie de volcanes, el Etna, el Stromboli, Lipari, Panarea y la novela sucede ahí. Y recientemente, por ejemplo, el mes pasado, me fui con un equipo, somos un pequeño equipo de grabación, yo llevo trabajando ya mucho en el sonido y ahorita les cuento un poco porqué y de dónde vino eso, pero recientemente fuimos a la isla, ya terminé la novela, pero ahora estamos pensando no en el audiolibro porque no me gusta pensarlo como audiolibro, sino en el libro sonoro. Es decir, cómo realmente pensamos en una experiencia literaria sonora, enriquecedora, donde los sonidos del lugar de donde ocurre el libro no son sonidos de inteligencia artificial, ni stock, ni son sonidos incidentales de, entonces ladró un perro, no, no, por ahí no son ilustrativos, sino cómo hacerle para que los sonidos sean una especie de como de río subterráneo, sobre todo emotivo. Porque los sonidos básicamente disparan emociones en nosotros, tenemos una reacción profundamente emotiva con el sonido. Ciertos sonidos nos pueden generar alerta, alarma, terror, ansiedad, un motor que insiste, a veces ni nos damos cuenta y estamos ansiosísimos y es porque hay un transmisor, que te está ahí royendo el cerebro. Entonces bueno, cómo hacerle para que los sonidos, en particular los sonidos de estas islas, sean como una especie de cama emotiva del texto. Nos fuimos a grabar los elementos en el sentido más clásico, Empédocles, no sé si alguno estudió filosofía, si le importe o no, pero Empédocles se acordarán a pesar de su desafortunado nombre, es un gran filósofo y fue el que teorizó la idea de que el mundo está hecho de cuatro elementos fuego, agua, tierra y aire. Empédocles era de Sicilia, de una ciudad que ahora se llama Agrigento.

50:04
Valeria Luiselli. También hay un volcán llamado Empédocles y es una historia hermosísima este volcán. Este volcán vive debajo del agua y hace unos años, en el siglo XX ya o finales del XIX, creo que fue en el siglo XX, de pronto el Empédocles se asomó, así salió del agua. Los volcanes, como saben, tienen vida intensa, propia, y se mueven y respiran. Entonces salió del agua y de pronto España, Italia, Francia y hasta Alemania se empezaron a pelear por Empédocles diciendo nos pertenece a nosotros, no, nos pertenece a nosotros. Entonces hubo un enorme conflicto que no llegó a conflicto bélico, pero sí a conflicto diplomático para ver quién se quedaba con este volcán y después de cinco meses de que había salido el Empédocles, hizo… y se volvió a meter al mar, ahí se ven. A mí me caen muy bien los volcanes y fuimos fundamentalmente a la isla a grabar los elementos de Empédocles, pero sobre todo a los volcanes. Acabamos de ir a grabar a Stromboli. Stromboli es un volcán increíble porque exhala cada 20 minutos, entonces muy confiable, imagínate un ser humano que exhala cada 20 minutos, nunca se encabrona. O sea, como que respira. No hace erupción completa porque tiene un ciclo regular de, exhala así. Hay que subir mucho, yo me di cuenta que soy muy mala subiendo montañas y quiero aprender a subir bien porque mis compañeros de trabajo iban así como gacelas y yo atrás así. Pero bueno, llegamos hasta donde es posible llegar. Tiene 2000 metros debajo del agua, mil metros encima y puedes llegar como hasta 800 y nos sentamos en absoluto silencio ahí con nuestras cosas de grabación, unos micrófonos muy raros que se llaman binaurales, que los metimos adentro de unas orejas de silicona y que replican el sonido como lo escuchamos nosotros adentro de la cabeza. Tenemos un micrófono que se llama geófono, que entierras en la tierra y captura vibraciones y ruidos subterráneos. Tenemos hidrófonos que en ese caso no usamos porque ni modo de meterlos a la lava. Pero los hidrófonos son para debajo del agua y tenemos varios diferentes micrófonos que capturan de diferentes maneras. Y es un ejercicio hermoso porque tienes que estar en completo silencio para que no se escuchen tus toses y voces y cosas. Y entonces estuvimos seis horas en silencio escuchando las exhalaciones de Stromboli y ya luego bajamos del volcán y entonces eso a mí me ha apasionado en los últimos años. Es decir, cómo escuchamos las cosas del mundo y el ejercicio de escuchar. Somos cada vez peores como escuchas y esta cosa que hacemos que nos está destruyendo el cerebro, yo incluida, nos ha robado la capacidad de atención sostenida y es muy difícil tener emociones profundas, sostenidas, relaciones buenas, si no tenemos una capacidad de atención sostenida y yo creo, lo creo con toda mi alma, que el sonido es el antídoto a esta enfermedad de la falta de atención, porque no puedes scrollear el sonido, o sea, no puedes adelantar, osea la vista sí, la vista es rapidísima, puedes ir como consumiendo con la vista, el sonido no. El sonido te tienes que sentar en el tiempo y estar ahí, aburrirte, volverte a concentrar, vuelves a estar, pero eso, estar en el tiempo, aprender a estar en el tiempo es fundamental, si no nuestra relación con la vida y con el tiempo se va erosionando profundamente.

53:46
Valeria Luiselli. Tenemos que aprender a estar en el tiempo y el sonido a mí me ha dado eso.

53:59
Omara. Hola Valeria, soy Omara Valencia y me gustaría que me contaras un poco más sobre tu libro La historia de mis dientes.

54:06
Valeria Luiselli. La historia de mis dientes es el libro más demente que he escrito. No sé si recomendárselos o no, es una locura, pero fue una locura muy divertida. Yo tenía un tío que era mi tío favorito que se llamaba Pepe, hermano de mi madre. Eran nueve hermanos y Pepe era muy dicharachero, muy carismático, entonces desde que tenía 12 años lo mandaron de merolico a vender ropa interior afuera de una tienda. Entonces él se paraba afuera de la tienda a decir tenemos calzones, no se qué. Y así después se puso a vender coches en la Central de Abasto. Luego tuvo un rato que si jamones, vendía jamones españoles también en la central de abastos, tuvo de todo tipo de negocios, pero siempre pues le iba suficientemente bien y era divertidísimo ser humano. Entonces yo pensaba en él cuando un día me escribieron de una colección de arte para pedirme un libro o un escrito y la colección se llama La colección Jumex y yo nunca le había prestado mucha atención a la colección Jumex, pero me parecía rarísimo que estuviera subsidiada por los jugos que habíamos tomado toda la vida. Qué raro que haya una fábrica de jugos y que esta fábrica produzca dinero y que este dinero lo usen en parte, o sea, una parte de ese dinero para comprar arte contemporáneo raro. Me parecía rarísimo todo el arreglo. Entonces dije no, a mí no me interesa para nada escribir sobre su arte, pero sí me interesa escribir sobre la fábrica o con la fábrica, con la gente, algo así. Entonces primero me dijeron no, no sé qué dije, solo así lo voy a hacer. Entonces dijeron bueno, va. Entonces la dinámica que propuse era la siguiente, yo escribía un capítulo semanal, una entrega semanal, muy difícil por cierto, porque yo nunca he sido rápida, pero me lo puse como tarea, un capítulo semanal. Yo lo mandaba a la fábrica de Jumex y había un grupo de 12 obreros que se habían prestado para ese experimento, que habían voluntariado su tiempo después de una larga jornada de trabajo, además un grupo de lectura y eran 12. Y entonces la idea era, yo mandaba mi capítulo, lo leían en voz alta y grababan sus lecturas y luego criticaban ferozmente mi capítulo siempre, es como el grupo más feroz de críticos que he tenido y sugerían historias alternativas. O puede pasar esto, puede pasar lo otro, o por qué no contó esto, y así íbamos semana en semana. Yo cometí el ignorante error de pensar que como iba a escribir para una fábrica que iban a ser todos hombres, no sé porque tenía eso en la cabeza, como si fuera el siglo XIX todavía. Y entonces decidí escribir en la voz de mi tío Pepe, que me parece una voz muy divertida de habitar. Entonces le dije oye, a ver, Pepe, mándame unas así, unas notas de voz, así como que agarra un poquito la onda no sé qué. Y así empecé a escribir la voz de mi tío. Claro que después de la primera sesión de lectura y escuchando las voces de quienes leían en voz alta el capítulo, eran 90% mujeres, había uno o dos obreros hombres, eran todas mujeres. Pero para entonces yo ya estaba escribiendo en una voz de hombre. Mi seudónimo era Gustavo Sánchez Sánchez Carretera. Yo estaba feliz escribiendo en voz de hombre, escribiendo sobre la experiencia de las erecciones matutinas, yo decía cómo ha de ser tener una experiencia así, despertarse con una erección, pues venga, voy a probar.

57:49
Valeria Luiselli. Hay todo un capítulo sobre las erecciones matutinas y qué hacer con ellas. Y yo estaba feliz habitando el cuerpo y la voz de Gustavo Sánchez Sánchez Carretera y al mismo tiempo, yo no sabía que estaba escribiendo un libro. Resultó ser mi segundo libro, pero fue maravilloso no saber que lo estaba escribiendo, porque famosamente el segundo libro es el más difícil. Si escribiste un primer libro o novela y te fue bien, escribir el segundo, dicen que es imposible, que siempre es un fracaso. Y este no sé si fue un fracaso o no como resultado, pero el proceso fue el proceso, vuelvo al tema del proceso, el más divertido que he tenido, porque fue realmente una conversación, porque tuve que escuchar las historias de los demás, integrarlas, mantenerlos interesados en lo que estaba diciendo y el mero mero final yo les mandé un mensaje de voz agradeciéndoles su tiempo y ya con mi voz de chava y me acuerdo que la reacción fue ¡era vieja! Me dio mucho gusto que les sorprendiera tanto, porque dije bueno, fui un Gustavo muy convincente.

59:05
Karla. Hola Valeria, soy Karla Cadena. Quisiera saber qué opinas sobre la escritura del presente, con esto me refiero con la llegada de la inteligencia artificial.

59:16
Valeria Luiselli. Ay, soy como una viejita cascarrabias en ese tema. O sea, odio la idea de que exista la inteligencia artificial, me rehúso a usar Chat GPT, aunque a veces de pronto mi novio oye qué dice Chat GPT sobre este contrato, no se qué. Hago trampa. Pero la idea de que alguien este, o sea, por ejemplo a mis alumnos y alumnas ni siquiera me molesto por preguntarles si usan AI, IA, lo que sería la inteligencia artificial, porque asumo que si están en una clase de escritura es porque les gusta escribir y definitivamente yo no voy a perder el tiempo siendo policía de nadie, de nadie, viendo si si es o no es, o qué, qué horror. Es como vivir en una paranoia. Y entonces lo que creo en el fondo ahí es que quienes disfrutamos los procesos creativos los vamos a seguir disfrutando y no dejando entrar a un robot que te haga lo que más te gusta hacer, porque pues para qué, si no la vida para qué. O sea, que nos reemplacen a la hora de bailar, a la hora de hacer el amor, a la hora de escribir, a la hora de comer, osea son todas las cosas más ricas de la vida, y la escritura está entre ellas para mí. Entonces jamás dejaría que en mi propia experiencia, en mi vida, una máquina hiciera eso por mí. Y creo que entre más nos expongamos a procesos creativos, placenteros, que nos traigan sentido, que nos hagan sentir, que nos hagan mover las cosas de adentro, no, simplemente no vamos a querer usarlo. Y luego hay otra parte más radical todavía, en realidad que osea, yo si me rehúso a jamás leer un libro escrito por un robotini y así en adelante. O sea, como que no, esa parte de mi vida, la tengo muy clara. Y ahorita soy parte de un enorme juicio, somos muchos escritores y escritoras en Estados Unidos a quienes nos robaron nuestro trabajo sin pagarnos un centavo por eso, para entrenar a un programa a escribir como nosotros, eso me da pavor, porque si alguien un día saca una columna con mi nombre diciendo que yo la escribí y yo no la escribí, eso es muy grave. Y a la hora en que la inteligencia artificial además pueda replicar el sonido de una voz, peor, porque cómo te defiendes de que tú no dijiste eso. Entonces vamos, estamos entrando a un mundo en donde vamos a tener que ser muy cautelosos con lo que creemos y lo que no creemos. Y es un estado muy difícil para vivir, nuestras mentes, o sea, uno no puede vivir en constante duda de si lo real es real o no, es básicamente una psicosis eso. Entonces vamos a tener que manejar con mucho tesón y mucha calma interior lo que nos viene con la inteligencia artificial.

01:02:35
Rodrigo. Hola Valeria, soy Rodrigo. Muchas gracias por todo lo que has compartido con nosotros, ya que da esperanza para el futuro. Y te quiero preguntar justo como ves la escritura en el futuro.

01:02:46
Valeria Luiselli. Uff, mira la escritura ha existido tanto tiempo y antes de eso la narración oral, que no me preocupa su subsistencia. O sea, creo que está ahí con comer y respirar. O sea, es contarnos cosas, contarnos historias es lo que hacemos, es el animal que somos. La escritura es un desarrollo de eso, un desarrollo de contarnos cosas, de contarnos cosas oralmente y va a seguir, va a seguir existiendo, quizás en otras formas, quizás mediada por otras tecnologías, pero va a seguir existiendo lo fundamental que es contarnos historias. Pero yo nunca había tenido que pensar tanto en la escritura y el futuro hasta hace relativamente poco, cuando el año pasado o antepasado me llamaron de Noruega, no Suecia para el Nobel, sino de Noruega para decirme que me habían escogido para un proyecto muy hermoso que se llama La biblioteca del Futuro. Les cuento la idea básica, que es una idea de una artista muy interesante escocesa, junto con un grupo de locos noruegos. Básicamente, agarraron un bosque que estaba muy deforestado en Noruega, cerca de Oslo, y volvieron a plantar árboles. Decidieron que después de 100 años, esos árboles que hubiesen ya crecido los iban a talar para utilizarlos como papel para imprimir libros de ficción, o sea era un bosque intencional, intencionalmente cultivado para eventualmente convertirse en ficción y durante todos los años de aquí a entonces le piden a un escritor o escritora en el mundo entregar un libro que se guarda en una caja fuerte en los Archivos Nacionales de Noruega y nadie puede leer esos libros hasta el año 2114. Entonces yo me puse a hacer cuentas y dije nadie que yo conozca va a leer este libro, salvo quizás mi hija menor que ahorita tiene cuatro y que su padre es somalí, tiene genes longevos, creo que la abuela de su padre vivió hasta los 113, una cosa así, con suerte mi hija vive hasta los 90 y algo y si lo lee, ¿no? Entonces, bueno, eso me dio cierto compás, cierta brújula moral, de decir bueno tal vez mi hija a los 90 y tantos le entregan esto unos noruegos diciéndole tu madre escribió este libro, nadie lo ha leído hasta ahorita, a ver qué te parece. Al principio yo no puedo hablar de ese libro, no tengo permiso de decir una sola palabra sobre el libro mismo, pero lo fui a entregar a Noruega al bosque el año pasado o antepasado, el año pasado. Fue una cosa muy hermosa porque a pesar de llevar toda mi vida escribiendo, publicando libros, no es que no hubiera pensado en los árboles que se transforman en papel, sí lo había pensado, pero como una cosa abstracta. Jamás había conocido al árbol que iba a ser un día un libro mío. Entonces fue muy bonito, pues ir a decirle gracias mano, gracias, perdón, no sé que decirte, pero bueno nos estamos aquí conociendo. Un día vas a ser esta otra cosa como yo ese día voy a hacer polvo en quién sabe dónde.

01:06:37
Valeria Luiselli. Y así las metamorfosis en que vivimos. Así el tiempo que nos define. Entonces bueno, pero fue muy hermoso pensar en el futuro, no tanto en la gente que lo va a leer, pero en los árboles que van a transformarse en ficción.

01:07:02
Daniel. Hola Valeria, me llamo Daniel. ¿Quisiera preguntarte para qué sirven las novelas?

01:07:10
Valeria Luiselli. ¿Para qué sirven las novelas o los libros, además de para ganarle a la burocracia? Yo creo que las novelas son como rebanadas de vida, como si agarraras la vida en toda su complejidad y sus capas, y los divorcios y la muerte de algún ser querido y el momento en que surge el amor entre dos personas y el nacimiento de los hijos. Esa complejidad tremenda que es la vida y que no tiene realmente forma, no tiene, o sea, tiene un principio, un medio, un fin si quieren, pero no hay una forma, no hay capítulo si se quiere. Pero una novela agarra el flujo de la vida como si fuera un río y hace un corte así, un corte como transversal, ni siquiera así. Y es como si congelara eso en el tiempo, nos diera esa rebanada de complejidad en donde no hay moralejas, en donde hay lecciones pero no moralejas últimas. No hay conclusiones. Es nada más una forma de capturar la esencia de la vida, en donde nos podemos ver reflejados, en donde nos damos cuenta además que no estamos solos en el dolor y que todos vivimos las pérdidas, Todos tenemos que lidiar con el duelo, todos tenemos que lidiar con la soledad, todos también tenemos el derecho a la felicidad y a la belleza, tener momentos de encuentro con la belleza y la novela es ese espacio, ese espacio donde podemos estar y encontrarnos con otra mente que escribió eso y ser una misma mente dado que mientras uno lee, uno está pensando en lo que está ahí en la página, es una cosa bastante loca y mágica, si lo piensan. Entonces estás como comunicándote por telepatía y pensando a la vez que alguien más teniendo tus propias reacciones, esas palabras y pensamientos, pero en un acto de profundísima empatía entre dos personas, básicamente dos cerebros mezclándose. No hay forma más profunda de contacto entre dos seres humanos. Pues muchas gracias por su paciencia, por su buena onda, por sus sonrisas, por sus preguntas. Gracias por venir. Me quedo curiosa. Siempre me pasa que cuando doy charlas así veo rostros y luego quiero también escucharlos a ustedes. Pues bueno, nada, gracias por estar aquí y que tengan buenas vidas y escriban o lean y escriban, las dos cosas. Y bueno, desafortunadamente mi email es público, así que me pueden escribir, no, no es cierto. Bueno, hasta luego. Muchas gracias.