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La historia real detrás de ‘Nadie me verá llorar’

Cristina Rivera Garza

La historia real detrás de ‘Nadie me verá llorar’

Cristina Rivera Garza

Escritora


Creando oportunidades

Cristina Rivera Garza

Cristina Rivera Garza es una escritora y académica nacida en Matamoros, Tamaulipas, en la frontera entre México y Estados Unidos. Su obra literaria se caracteriza por la exploración de temas como la migración, la memoria y la identidad, reflejando su experiencia personal en la frontera.

Además de su carrera como escritora, es profesora en el doctorado de escritura creativa en español en la Universidad de Houston, el primer programa de su tipo en Estados Unidos. Rivera Garza ha abordado la complejidad de las experiencias migrantes a través de historias familiares, como en su libro "Autobiografía del algodón", donde investiga las vivencias de sus abuelos.

Su enfoque literario desafía las convenciones de género, buscando una narrativa que permita una conexión más profunda y crítica con el lector. En "El invencible verano de Liliana", aborda el feminicidio de su hermana, utilizando la escritura como un medio para compartir experiencias y cuestionar estructuras de poder. Su obra no solo busca dar voz, sino escuchar y amplificar las voces ya existentes, creando un espacio de atención y reflexión.


Transcripción

00:03
Cristina Rivera Garza. Yo soy Cristina Rivera Garza. Soy de una ciudad mexicana del norte de México y más específicamente de la frontera entre México y Estados Unidos. Nací del lado mexicano de esa frontera. En una ciudad no muy grande que es no muy bonita tampoco –solo yo lo puedo decir. Ustedes no– que se llama Matamoros en el estado de Tamaulipas. Además de escribir, soy profesora, es un oficio que me gusta mucho. Doy clases en un doctorado de escritura creativa en español en la Universidad de Houston. Es el primer programa que existe en Estados Unidos a este nivel. Y bueno, algunos de ustedes deben de saber, Estados Unidos es el segundo país más grande de habla hispana en el mundo. A veces me preguntan de dónde vengo y digo eso. Vengo del segundo país más grande de habla hispana en el mundo y la gente se queda, ¿será México, será Colombia? ¿Será este…? Es Estados Unidos. Y formo parte de una comunidad migrante con muchísima tradición, como saben, una comunidad migrante de mucho trabajo, con una historia larga, importante, con raíces importantes en Estados Unidos. De hecho, una pequeña anécdota. Yo creo que la primera vez que yo dije públicamente que era un escritora fue cruzando la frontera. Saben que en la frontera les hacen preguntas que parecen sencillas y que son a veces muy complicadas. ¿No? ¿Quién eres? ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? Y en una de esas, yo estaba organizando en esa época una especie de programa que combinamos con presencia tanto en México como en Estados Unidos, entre San Diego y Tijuana, México. Y cruzaba con unos participantes del programa y a los oficiales de inmigración se les ocurrió detenernos por más tiempo del usual. Y me preguntaron “¿Usted quién es?”. Dije mi nombre, después me dijeron “¿Y usted qué hace?” Y en ese momento no esperaba yo la pregunta y fue la primera vez que dije “Soy escritora” y yo creo que a ellos también les resultó bastante extraña la revelación, porque después de eso no me preguntaron nada y me dejaron seguir. Yo ya tenía varios libros publicados, pero es siempre difícil, siempre lo ha sido para mí en todo caso, el asumir en toda su amplitud qué es esto que hace uno cuando está escribiendo. Y ahora, bueno, pues son muchas cosas, son largas de enumerar, pero tal vez en su nivel más básico tenga que ver con mirar al mundo, con observar al mundo en gran detalle, con hacerlo críticamente e invitando a la imaginación a eso, a estar construyendo un mundo distinto al que vivimos. Un mundo tal vez, no sé si mejor o peor, pero más cercano, más vibrante, más completo, tal vez.

03:27
Quiref. Cristina, pues primero que nada, muchas gracias por estar hoy aquí con nosotros. Yo soy Quiref y quería preguntarte, en tu libro Autobiografía del algodón hablas mucho del tema sobre la memoria, quería saber ¿tu qué opinas sobre la frase quien no conoce su historia está condenado a repetirla?

03:44
Cristina Rivera Garza. Yo soy escritora y de profesión y mi entrenamiento académico viene de la historia. Entonces estoy muy acostumbrada a andar en archivos, andar investigando en papeles viejos, andar en estos pasillos de instituciones que no mucha gente visita, tratando de descubrir documentos que no hayan sido visto antes, que no hayan sido leídos de la misma manera en la que yo planeo hacerlo. Mi interés tiene que ver con el presente. Creo que toda pregunta que nos dirige al pasado, si es verdadera, parte de una necesidad, de una urgencia de hoy. Y sí me parece que muchas veces para explicarnos en su debida complejidad, con toda su profundidad y a veces con sus contradicciones, qué es lo que ocurre hoy, hay que recurrir, hay que ver, hay que voltear hacia atrás, no a ver cualquier cosa, sino a tratar de ubicar esos momentos que se van a convertir o que se convertirían en significativos para la pregunta que yo me estoy haciendo desde el presente. Y sí lo creo, creo que una vez, cuando hay esta interés en lo que se ha dicho antes, en documentos guardados en archivos familiares o institucionales, da lo mismo, lo que me parece que pasa ahí es que hay una especie como de energía, ¿no? que se ha quedado en suspenso, si quieres tú dormitando y cuando vamos y los movemos, ¿no? cuando los sacas, los desempolvas un poco, los testereas, lo que yo me voy haciendo es reactivándolos, volviéndolos a ser significativos, pero ahora, en el presente. Por eso a mí no me gusta cuando me dicen que mis libros son novelas históricas. Porque usualmente la novela histórica es algo que te obliga a ver hacia atrás. Y a mí lo que me gustaría más pensar es en términos de ficciones documentales que pueden recurrir al pasado o incluso al futuro, ¿no?, pero cuyo centro de acción es fundamentalmente el presente. Porque esas energías que han sido, que están suspendidas o que han sido, digamos, violentadas, cortadas muchas veces, no quiere decir que desaparezcan del mundo. Siguen ahí. Si las invocamos, si las traemos de nueva cuenta a colación a la conversación pública, me parece que estamos haciendo algo que no es nada más significativo al nivel personal mío como escritora, sino en general de todos los que compartimos a través de la lectura, este acto que es de muchos, que es muy plural, que es escribir y leer, ¿no? Entonces, claro, sabiendo, entendiendo cómo se han combinado fuerzas a favor y en contra, autoridades y resistencias, me parece que será más plausible entender por qué estamos viviendo lo que estamos viviendo hoy. Y en ese sentido será más plausible también decidir qué queremos vivir en el futuro.

06:53
Cristina Rivera Garza. Una vez más, tal vez de manera individual, que es como vamos haciendo nuestras decisiones, pero también de manera colectiva. ¿Qué es lo que no queremos de lo que estamos viviendo?, ¿qué es lo que no queremos de nuestras sociedades o nuestras comunidades? y ¿cuáles son las fuerzas que necesitamos invocar para ver más allá? Para ver hacia ese futuro que ojalá nos toque todavía vivir.

07:22
Andrés. Hola Cristina, mi nombre es Andrés. Has vivido y has nacido alrededor de la frontera entre Estados Unidos y México. ¿Cómo ha marcado tu escritura el tema de la migración?

07:31
Cristina Rivera Garza. Muy bien. Gracias por tu pregunta, Andrés. Fíjate que es… pareciera ser como una pregunta muy obvia después de mi introducción diciendo que nací entre México y Estados Unidos y mi vida se ha llevado a cabo entre esos dos países. Dirás bueno, “esta mujer ha escrito sobre todo, sobre migración” y lo cierto es que no necesariamente. No de una manera directa y no como un tema único. Creo, sin embargo, que la frontera me ha marcado de muchísimas maneras. Nací en la frontera entre, les decía, entre Matamoros y Brownsville, que es la ciudad en Texas. Pero después, por decisión propia, decidí vivir entre San Diego y Tijuana. Di clases muchos años en la Universidad de California, en San Diego, pero tenía muchos amigos, por supuesto, y una vida cultural muy intensa en Tijuana, que es del otro lado de la frontera. Y ahí sí no, fui… Ahí no me llevaron, ¿no? Eso sí fue una decisión propia. Hay una especie como de recurrencia a la frontera y si lo quieres ver así, incluso una adicción a la frontera, ¿no? Son ciudades muy, muy distintas, San Diego y Tijuana. Yo tenía mi vida laboral en un lado y mi vida, digamos, más social, artística, cultural en el otro. Con el tiempo me fui dando cuenta de que necesitaba los dos. No había veces que decía “Hay demasiado orden aquí. Esto es demasiado conocido, hay que… necesito la intensidad de este lugar tremendamente fuerte, vibrante que es Tijuana”. Pero había otros días en que decías “Es suficiente. Yo creo que necesito regresarme a descansar”. Entonces, bueno, eso por una parte, y el hecho de traer en los bolsillos, monedas de un lado y de otro lado. No sé, hay una sensación, o para mí, la vi en todo caso, de una libertad de poder reinventarme de un lado y del otro también. Y en términos de mi trabajo, yo creo que eso tiene mucho que ver con esta interrogación constante que he hecho de los géneros literarios. Cuando uno empieza a escribir te dicen y te preguntan “¿Y qué escribes? ¿Cuento, novela, poesía, ensayo?”. Y conforme han pasado los años digo “bueno, todo eso, pero no revueltos”, ¿no? Todo eso, pero interrogándose con mucho cuidado los unos a los otros, en términos del género literario. Yo creo que el género, visto así, es como los países ¿no? Te los entregan. Hay una tradición, ¿no? que dicen estos son géneros reconocidos, se dan clases en las universidades, etcétera. Pero mi labor como escritor, haciendo una labor crítica, es también poner en cuestión esos géneros. Y si esos géneros como los conozco o como se conocen, no me ayudan a mí a contar una historia, al contrario, me estorban para contar una historia, entonces entro por el proceso, que es pasar esos bordes que son, después de todo, muy porosos, ¿no? Y hacer preguntas que le corresponden a un género respecto al otro. Una especie de mantenerlos activos y de subvertirlos también.

10:49
Cristina Rivera Garza. Que creo que es lo que hace la migración. Poner en cuestión las fronteras como algo que no es ni natural ni eterno y que nos hace preguntas acerca de ¿qué es?, ¿qué somos?, ¿de qué lado? y ¿qué tan válido, qué tan válido es la autoridad? que está detrás, que está detrás y que es la fuerza precisamente de esa obstrucción. Entonces, a un nivel más digamos teórico, a un nivel más que tiene que ver con la forma, la frontera ha estado continuamente en mi trabajo desde el primer cuento que escribí yo creo. Pero más recientemente he abordado la frontera, no como una situación abstracta, sino con historias familiares muy concretas en la Autobiografía del Algodón, que la mencionabas hace un momento, yo hice una exploración crítica de la experiencia migrante de mis abuelos paternos y maternos. Te voy a hacer una historia muy compleja, pero la voy a hacer, o tratar de hacer así, chiquita. Mis abuelos paternos, que eran miembros de comunidades indígenas en el centro de México, en el altiplano, a inicios del siglo XX, se convirtieron en lo que ahora llamaríamos unos refugiados climáticos. Pasaron unas sequías muy fuertes en el país, huyeron de sus comunidades, los expulsaron de sus comunidades, caminaron todo el trayecto desde el centro de México hasta hacia el norte, cerca de la frontera, en una zona de minas de carbón donde encontraron un trabajo y ya después pudieron aprovechar un programa que con su reforma agraria hizo posible que personas como mis abuelos, que nunca habían poseído tierras, que lo único que tenían era su fuerza de trabajo, pudieran finalmente participar en un proyecto de producción algodonera, ahí. La historia de mis abuelos maternos es un poco distinta. Ellos se habían ido, los habían llevado más bien como niños, habían cruzado la frontera y después vivieron mucho tiempo como trabajadores en ranchos de Texas, con frecuencia piscando algodón. Durante los treintas, después del crash del 29, –se acordarán de esta tremenda crisis económica– mi familia tuvo… se vio forzada a regresar a México a la misma área, por cierto, donde habían llegado los familiares de mi papá. Bueno, entonces yo estaba haciendo esa historia. Me interesaba sobre todo una vez más, volviendo al presente, contar esta historia muy concreta, no en toda la frontera, sino en este lugar de la frontera. No todos los migrantes, sino estos migrantes que me tocaban de una manera muy personal. Ahora no la decidí contar porque supiera más de ellos que los demás. Tuve que hacer muchísima investigación, investigación de archivo, investigación de campo, entrevistas y demás, para honrar una experiencia que sigue siendo compleja y que es estructural, fundamental para el mundo en el que vivimos hoy.

14:03
Yadira. Hola, ¿qué tal Cristina? Mi nombre es Yadira y hay quien dice que para ser escritora se debe tener un talento innato que se tiene o no. ¿Tú qué opinas al respecto?

14:17
Cristina Rivera Garza. Ay Yadira, me haces una pregunta que me ha hecho despotricar tanto, tantas veces y en público aparte. ¿Sabes que cuando yo empecé a pensar en la posibilidad de ser una escritora tenía todo en contra, no? Para empezar, no vivía en una gran capital, no vivía en la Ciudad de México, vivía en las afueras de las afueras, en la frontera, en lugares donde había muy pocas bibliotecas, menos librerías. No formaba parte de una clase acomodada que pudiera dedicar su tiempo por generaciones a leer libros, ¿no? por ejemplo, y era mujer. Entonces, si yo hubiera creído que escribir es una cuestión que se hereda y se trae, un don inexplicable. Iba a tener muchas complicaciones, iba a ser como si me estuviera dando de balazos en el pie, ¿no? Entonces tenía que encontrar otra manera de explicar por qué… primero por qué me gustaba la idea. Por qué… por qué pensaba que era posible. Y por qué quería pues poner un esfuerzo para lograrlo. Yo sigo pensando, sí, que se requiere leer y leer mucho. Ese es el trabajo de lo que me veo a mí haciendo como escritora. Pero creo que hay mucho de… hay una serie, hay unas condiciones sociales de producción, ¿no? que ayudan a explicarse por qué algunos y algunas terminan escribiendo y por qué muchos tantos y tantas no. Entonces, estas ideas del talento innato y del don inexplicable muchas veces han servido para cerrarle la puerta a personas que no vienen ni de la misma clase social, ni son del mismo género, ¿no? dominante, en distintos momentos de la historia. Y para abrir esa puerta yo creo que tenemos que generar otro tipo de explicaciones y otro tipo de narrativas. Con mucha frecuencia se cree que no se aprende a escribir y a mí esa explicación es como si te dijeran que nacemos sabiendo caminar, o respirar, o hablar o cualquier cosa. Todo eso lo aprendemos a hacer y lo aprendemos a hacer como usualmente se hacen las cosas, intentándolo, equivocándonos, regresando, aprendiendo de otros, ¿no? formando parte de una conversación más amplia que nosotros mismos. Yo creo mucho en eso, en que para escribir realmente lo que necesitamos, bueno, además de leer que ya lo dije y ahí sí soy la profesora hablando desde la posición profesoral de que si todos sabemos leer, pero también necesitamos ser muy activos en términos de crear comunidades donde esta actividad se vea bien, sea cool, y sea posible, ¿no?

17:22
Cristina Rivera Garza. Vivimos en sociedades, ustedes lo saben muy bien, sociedades que con mucha frecuencia lo que premian es las actividades inmediatas, lo que se consigue de inmediato. Y escribir es algo que lleva mucho tiempo y lleva muchas revisiones y los resultados no los vemos de manera inmediata casi nunca. Si nos hacemos de una comunidad de personas que disfruten, que tengan la curiosidad y que puedan tener el tiempo también, ojo, y una infraestructura que facilite esta conversación continua, yo creo que habrá más oportunidad de ver a más escritores, a más escritoras en el mundo. Me acuerdo mucho de una anécdota cuando empezó todo esto de bueno, ahora sí voy a parecer súper viejita, pero ni modo, cuando empezó todo lo del Twitter y las redes sociales y demás, ustedes se ven muy jóvenes. No creo que fueran parte de esa discusión, aunque a lo mejor sí, quién sabe. Se decía, sobre todo entre la entre la vieja guardia, ¿no? “Ahora todo puede pasar”, ¿no? “Ahora cualquier persona va a creer que puede escribir”. Y recuerdo mucho una declaración. No me acuerdo quién la hizo, pero la declaración se me hizo muy fuerte. Decía “Es que ahora estamos viviendo un momento en que hasta una niña de 12 años piensa que puede ser escritora, piensa que puede escribir”. Y mi respuesta fue algo así como ¿Y el problema con eso es cuál? ¿No? Me parece mucho mejor vivir en un mundo en el que una niña de 12 años, a partir de su esfuerzo, a partir de sus contactos cercanos con su comunidad, con profesores, con amigos, con otros lectores, en bibliotecas usualmente públicas, que pueda pensar que puede escribir. Ese es un mundo que me gusta mucho más que este otro, en el que te dicen que si no naciste con el don, pues ya no puedes hacer nada. Y para nacer con el don, fíjense que que tramposo, tienes que ser hombre, vivir en una ciudad y ser de la clase media alta. Es así como ese don me parece que está muy mal distribuido y me parece sospechoso.

19:41
Sandy. Hola Cristina, yo me llamo Sandy. Uno de los grandes temas de tu obra es el amor. ¿Para ti el amor es lo que mueve el mundo –como en alguna canción de Maná– o es una jaula que nos limita?

19:56
Cristina Rivera Garza. Ay, vienen filosos con sus preguntas el día de hoy. Parecen preguntas sencillas. Y realmente no lo son. Mira, yo acabo de publicar hace un par de años un libro que se llama El invencible verano de Liliana, donde exploro el feminicidio del que fue víctima mi hermana menor, Liliana Rivera Garza, el 16 de julio de 1990. Como ustedes saben, el feminicidio es un crimen, está definido así en el Código Penal Mexicano que se comete contra las mujeres por razones de género. Una de las razones, una de las causas por las cuales es tan difícil identificar, es que el lenguaje del amor y especialmente del amor romántico, se confunde, se trenza, está muy cerca orgánicamente también de este lenguaje de la violencia. Pero si me quedo ahí, creo que sería un punto de vista también limitado y hasta injusto con el amor, para empezar, y con nuestra sociedad también. Liliana, mi hermana en el libro, yo incluyo muchos de sus o algunas selecciones de sus escritos y cartas. Fue una chica maravillosa, una chica como lo es alguien de 20 años, con deseos de comerse el mundo, con deseos de transformarlo todo y con una visión también muy particular del amor. Era, para ella el amor era una fuerza no solo vital, sino también una apuesta de libertad y de autonomía. Creía en un amor que la ayudaría a ser más, a ser más no solo dentro de ella misma, sino con otros. Y yo creo que hay una noción libertaria radical del amor que vale la pena ser defendida y ser defendida con pasión, y todos los días. El tener este otro concepto del amor y el defender este otro concepto del amor, no como una cárcel, no como un deber ser, sino todo lo contrario, no con una… con su gran capacidad, poliforme de búsqueda, me parece que es algo que nos merecemos y es algo que en sus momentos más felices, no solo nos hace que nos podamos levantar en la mañana con ganas de hacer cosas o de irnos a la cama en la noche sabiendo que hemos hecho algo bien, ¿no? pero también algo que nos… una fuerza y una energía que nos invita a hacer preguntas complejas, preguntas profundas, preguntas que nos ponen, como decimos en el norte, que nos ponen en el asador, ¿no? Las dos cosas me parecen importantes mantenerlas en su debido nivel y dentro de sus debidas conversaciones también. Pero sí, que viva, que viva el amor.

22:58
Cristina Rivera Garza. ¿Por qué no? Claro que sí.

23:08
Claudia. Hola Cristina. Me da mucho gusto conocerte y escucharte en persona. Mi nombre es Claudia Bernardi y mi pregunta es, muchos de tus libros juegas mucho con la ficción, digamos, y la realidad, el texto documental, pero también historias inventadas. ¿En qué momento podrías decir que juega más una que otra o que existe el límite entre una y otra?

23:35
Cristina Rivera Garza. Es es otra pregunta importante. Fíjate que yo creo que todo depende de lo complejo que sea el enigma que estás tratando de tocar, ¿no? Yo funciono mucho así en términos de escritura. Soy menos de las personas que tiene un plan y tiene punto número uno, punto número 2, punto número tres. O que tiene ya una una idea preconcebida de cómo va a ir avanzando la historia, o el libro, si en caso de que no sea una historia como tal. Y para mí el reto usualmente radica en seguirlo lo más cerca posible a mis materiales. Y por materiales me refiero, como decía hace rato, a documentos de archivo. Pero también pueden ser recuerdos propios, pueden ser conversaciones, no necesariamente entrevistas, también conversaciones, puede ser investigación de campo, tratar de aproximarse a eso, para mí es el el meollo de la escritura. Si supiera de qué se tratan mis libros antes de escribirlos, sería aburridísimo escribirlos, para empezar. Imagínate eso, ¿no? El hecho de ir avanzando a tientas e ir descubriendo poco a poco de qué va el libro, ¿qué son los materiales? ¿cómo me puedo aproximar? Eso para mí es lo que lo hace no solo interesante, sino emocionante también. ¿Qué es lo que sucede? Todo empieza… yo empiezo con una pregunta que no puedo normalizar y que no me puedo contestar, que sigue ahí dando vueltas, una y otra vez. ¿Pero por qué? ¿Y después que puede pasar? ¿Cómo va a ocurrir esto? Pasa el tiempo, tienes que investigar. Para mí la cuestión de la investigación es indispensable. Y una vez más, no quiero decir nada más investigación académica, las investigaciones de las que hablaba antes. Y eso te ayuda a poner en juego muchos de los elementos con los que estás lidiando, Incluso en historias tan personales como la de Liliana, mi hermana o como la de mis abuelos. A veces nos dicen de manera equivocada que los escritores deberían escribir de lo que saben, como si uno supiera mucho de sus familias, ¿no? O como si uno supiera mucho de uno mismo. Si algo nos ha enseñado el psicoanálisis o nos ha enseñado psicoanálisis a lo largo del siglo XX, es que sabemos muy poco de nosotros mismos. Y eso también requiere investigación, requiere lecturas, requiere caminatas, requiere aromas, requiere todos estos elementos concretos, detalles concretos que son los que apelan a nuestros sentidos. Que es lo que la escritura le ofrece a la conversación pública. Ese énfasis en lo concreto. ¿Pero cómo llegamos a lo concreto y cómo hacemos que eso concreto pueda enganchar la atención de alguien más? Muchas veces, algunos optan por utilizar a la anécdota o la trama, ¿no? como parte de este momento de llevar a nuestro lector o nuestros lectores con nosotros mismos.

26:46
Cristina Rivera Garza. Yo creo que eso a veces es muy fácil, y a veces puede ser una trampa. Y en todo caso, lo que me toca investigar, lo que me toca descubrir en el proceso de la escritura es qué es de este trabajo en particular lo que va a ser que alguien que no conozco pueda estar conmigo en una jornada de días y de más tiempo.

27:11
Cristina Rivera Garza. Lo que he descubierto en varios de mis proyectos es que usualmente para llegar a eso, para acercarme a mis materiales, para encontrar maneras de invitar a alguien más en mi trayecto de mi jornada, los géneros así establecidos más que ayudar a veces entorpecen el proceso y entonces hay que saltárselos, hay que pasar, hay que atravesarlos. Hay que encontrar formas en que cada uno de ellos pueda proveer, ofrecer lo que es significativo e importante dentro de una criatura que seguramente tendrá conexiones con todos estos géneros, pero que es otra cosa distinta por sí misma. Esa es una manera muy larga de decirte que toda esta transgresión de géneros literarios tiene para mí menos que ver con una cuestión meramente formal. Y en muchos sentidos, ¿sabes? creo que se trata más de obedecer que de dictar. Es decir, yo finalmente voy a donde me digan mis documentos y mis materiales que tengo que ir. Y si para ir ahí necesito transgredir reglas, inventar nuevas, hacer uso de lo que sé, de lo que no sé, de lo que creo que sé, eso es lo que voy a hacer, porque esa relación orgánica fundamental para la escritura implica la incertidumbre, ¿no? esa tolerancia por lo incierto, pero también este ir dejando de lado la ansiedad del control.

28:53
Cristina Rivera Garza. Hay cosas sobre las que tengo que tener control cuando estoy escribiendo y tienen que ver con cosas bien sencillas que todos aprendemos en la escuela, la gramática, las oraciones, los puntos, la puntuación. Es decir, hay una serie de herramientas de las que me sirvo para poder hacer esa cercanía posible con los materiales. Y sobre eso tengo que tener control. Pero todo lo demás, todo lo que ocurre en un libro, eso lo hacen ustedes, lo hacen los lectores también. Y yo creo que abrir ese espacio de vulnerabilidad es lo que permite una verdadera cercanía. Pero para crear ese espacio de vulnerabilidad, entonces ahí sí, lo incierto y el dejar ir esta ansiedad, anhelo o ilusión del control son fundamentales. En mi propia experiencia eso me ha llevado a andar así, entre este… cruzando fronteras establecidas entre los géneros, que por cierto, yo siempre creo que es mejor saber bien nuestra historia, conocer bien nuestras herramientas para que de ese conocimiento y de esa cercanía pueda surgir la posibilidad de este mundo en común, de este lugar en común, de lo vulnerable donde realmente sí puede ocurrir un contacto, si puede ocurrir algo que nos nos motive, nos transforme, no nos saque de nosotros mismos, también. Eso.

30:23
Chico. Cristina, es un verdadero placer escucharte. Mi pregunta es sobre Nadie me verá llorar. Me parece a mí una de las grandes obras literarias latinoamericanas. Quería saber un poco cómo había sido tu proceso creativo para llegar hasta ella.

30:51
Cristina Rivera Garza. Era yo una joven estudiante del doctorado en Historia y tenía una beca por un año para regresar a México, a un archivo y escribir mi disertación. Y yo sabía que quería hacer algo que tenía que ver con… no con el aspecto militar de la Revolución Mexicana, un movimiento que inicia México en 1910, en noviembre de 1910 y que dura décadas en la fase armada, unos diez años, pero dura décadas en dirimirse. Yo quería saber cómo las personas de a pie, personas como yo, cómo lo habían vivido, ¿qué es una revolución para alguien que está viviendo una revolución? Y bueno, en este caso no solo se habla de una revolución sino de varias revoluciones, ¿no? Entonces ¿qué es? ¿Qué es vivir en la Ciudad de México y que te digan de repente que tu país está pasando por varias revoluciones? ¿Qué es lo que haces? ¿Cómo es tu vida cotidiana? ¿Cómo te levantas? ¿Puedes ir a un restorán, puedes caminar en la calle, te proteges, no sales en la noche, qué haces? Un poco, era una pregunta muy amplia. Yo fui, como suele ser el caso, con jóvenes historiadores que quieren escribir su disertación, fui al Archivo General de la Nación, que es una institución verdaderamente impresionante que se encuentra en lo que solía ser… fue en su momento una cárcel y está diseñada como una cárcel. Es decir, el panóptico, está alguien ahí en el centro puede ver todo lo que esté ocurriendo, y lo que antes eran las crujías ahora son este pues salas, donde hay distintos tipos de documentos, etcétera. Fíjate que yo estuve ahí días y no encontraba nada que me interesara, y aparte el lugar, la verdad se me hacía medio creepy. Estaba así como que no encuentro nada, se me está acabando la beca y tengo que caminar toda esta calle y este lugar está muy frío. Bueno, un día llegué a la oficina de un hombre a decirle con la arrogancia que solo puede tener una joven estudiante del doctorado que cree que el mundo tiene que funcionar para que pueda escribir su disertación, entonces fui a decirle pues que estaba teniendo problemas, que no encontraba la información que buscaba, que tampoco sabía ciertamente cuál era, pero que ahí estaba, que en general estaba pidiendo que arreglara mi vida, ¿no? Y el buen hombre, me dijo algo que fue que cambió mi vida completamente. No sé si él lo sabe. Ojalá que alguien se lo diga, pero me dijo “¿Sabes qué? Acaba de llegar al Archivo Histórico de Salud…”, que se encuentra en Donceles, en el mero centro de la Ciudad de México, una área de la Ciudad de México, que aparte yo quiero mucho, “…acaban de llegar 75.000 expedientes del archivo de un manicomio, del manicomio La Castañeda”, que de hecho se había inaugurado en 1910.

34:02
Cristina Rivera Garza. “Es un montón de documentos”. Guardó silencio, me mira y después me dice, “Y eso a ti se ve que te va a interesar mucho”. Y yo todavía te cuento la historia porque así pasó de verdad. Yo todavía me quedé así como “Wow, no sé cómo tomar el comentario. O sea, voy a tomarlo como que es un halago”.

34:27
Cristina Rivera Garza. Y salí de ahí muy emocionada. Fui al Archivo Histórico de salud y en efecto se sigue encontrando justo ahora sobre la calle de Donceles. Es una calle, por cierto, donde hay muchas librerías de viejo. Es precioso. Y lo que me topé ahí fueron primero unos archivistas muy amables, en un lugar con mucho sol, un lugar muy invitante, mucho apoyo. Y sacaron una caja de los expedientes de los que no se llamaban entonces pacientes, sino internos, del manicomio de La Castañeda. Y yo saqué de ahí el folder más grueso, el más gordo, porque dije “Aquí es donde va a haber más chisme. Aquí es donde puedo tal vez encontrar algo que me interesa”. Era el expediente de quien en nadie me viera llorar, se llamó por muchos años Matilde Burgos y que ahora en su nueva reedición que apenas sacamos el año pasado, ya puedo nombrar con su nombre verdadero que es Modesta Burgos. Y lo puedo hacer porque cambiaron las leyes de Del Archivo. Eso me dicen en 2012. Claro, yo no sabía entonces cuando empecé a leer este documento que iba a tener una conversación tan larga con Modesta Burgos y mi primer encuentro con ella debió haber sido a finales del siglo XX. Se oye terrible que les diga esto, ¿no? Digo, yo soy una viejita completa y total. Pero me llamó la atención que había muchas cosas, el cuestionario médico, resultados de pruebas que le habían hecho, las cosas que ustedes esperarían en un expediente y contenía también 22 páginas manuscritas con la letra manuscrita de ella, hablándonos de un mundo, que para mí era, fue de repente inimaginable y después inconcebible y después familiar. Eran notas, una especie de diario, en la que ella repetía constantemente las cosas que no le gustaban, que eran todas. No le gustaba nada. Se quejaba del manicomio, se quejaba de la ciudad, detestaba a los de guantes blancos, ¿no? como a la clase poderosa y demás, pero también a lo que ella decía a los de guantes rojos, estos bolcheviques y anarquistas y detestaba a los burócratas. Bueno, detestaba todo. Yo decía “Wow, esta energía”. Y era una cuestión así, repetitiva, obsesiva, tipo Thomas Bernhard, si lo quieren ver así, ¿no? que inmediatamente me fascinó. Yo estaba escribiendo mi tesis y tenía que hacerlo, o sea, no iba a dejar de escribir la tesis, pero mi proceso de investigación, que por cierto, no había Wikipedia entonces, tuve que hacer investigación de a pie, de a de veras, ir a todas las bibliotecas, a todos los archivos, todo lo que está en el libro lo pueden ustedes si quisieran consultar, están ahí las notas y todo esto. Tuve muchísima información de la ciudad, de la vida cotidiana. Sabía cuánto había costado un elevador, cuánto te costaba comer en tal restaurant, qué había en tal esquina.

37:46
Cristina Rivera Garza. Era una cosa así para mí muy, muy, muy gozosa también, ¿no? Cuando ya terminé la disertación me di cuenta –ya saben cómo son los historiadores. Ojalá que no haya muchos historiadores aquí. Mejor no– había cosas que me sirvieron para mi tesis, pero había muchas que no cabían en la tesis y todas esas que no cabían en la tesis tenían que ver con ese mundo de detalles concretos de los que les hablaba antes, a qué olían las cosas, qué sensación había de una pared que estaba aquí y no allá, las piedras… en fin, todo este mundo fue lo que me ayudó a ir construyendo la Ciudad de México alrededor de esta fuerza tremenda, desbocada, rabiosa, que era Modesta Burgos, ¿no? Recientemente para la edición que que sacamos el año pasado con Random House, el libro había tenido una portada por muchos años y siempre es difícil cambiar la identidad de un libro, ya tan entrados en el juego y en el partido. Y estamos pensando “¿qué hacemos para esta transición?”. Y yo me acordé de algo que había hecho para entender o tratar de entender a Modesta Burgos, que fue transcribir sus notas, esas 22, míticas 22 páginas que ella dejó con su letra manuscrita. Entonces lo que pensé que podíamos hacer para el nuevo libro era volver al proceso –porque quién sabe dónde había dejado esos papeles, por cierto– entonces, volver a hacerlo utilizando lo que creo que fue el mismo lápiz, el mismo tinta lápiz que ella utilizó en hojas de papel cebolla, muy parecidas a las que ella tuvo acceso mientras estuvo en el manicomio. Lo que me puse a hacer fue a transcribirlas una tras otra. Para mí era importante para entender, para acercarme a una experiencia tan ajena a la mía, como la de Modesto Burgos, una mujer de entre siglos, pobre, inmigrante en la Ciudad de México, que había tenido una experiencia como prostituta en la ciudad y bueno, y después como interna en un manicomio, yo decía “Bueno, cómo puedo acercarme a una experiencia así?” Es de hecho hasta irresponsable en cierto momento. Lo que decidí fue eso, un poco, meterme en su mundo, hacer toda la investigación tan exhaustiva como pudiera. Y finalmente fue escribir justo como ella. Tratar de emular, tratar de vivir, de habitarla, de habitar sus letras, de poner mi cuerpo ahí donde su cuerpo había estado. Y ahí voy a otra parte importante. Yo creo que escribir es menos una cuestión de contar historias y más una cuestión de compartir experiencias. Son cosas muy distintas. Todos contamos historias. Para vivir, todos los días contamos historias y para sobrevivir muchas veces contamos historias ficticias. ¿Cierto? Pero cuando te pones a escribir, yo creo que mucho tiene que ver con utilizar estos elementos de la lengua, de nuestro lenguaje, para hacer que un cuerpo, que no eres tú, un cuerpo que no conoces, un cuerpo que no vas a ver, muchas veces pueda experimentar, como decimos, en carne propia, una experiencia que incluso tú no has tenido tampoco en carne propia, ¿no?

41:22
Cristina Rivera Garza. Entonces ahí esta esta comunicación, de carne a carne, una conexión profundamente carnal que se logra a través de este cortocircuito que es el lenguaje. O sea, meterse en eso, me parece que eso es escribir. A veces nos ayuda tener una historia, a veces nos ayuda tener una trama. No estoy en contra de eso completamente, pero el gran reto es cómo ponemos a varios cuerpos en juego aquí en este lugar y cómo hacemos que ese cuerpo que está allá pase por una experiencia y sienta frío y sienta calor, y llore, o se ría o vea que su mundo puede ser otro y se puede transformar. Todo eso es lo que me parece que es fundamental en el acto de escribir. Y de alguna manera, la transcripción que es este habitar, ¿no? este tratar de habitar las decisiones que otro cuerpo tomo respecto a sus materiales, un papel y un lápiz, ¿no? estar ahí, creo que le añade este elemento táctil al proceso de escribir. Yo todo esto no lo sabía cuando estaba escribiendo Nadie me verá llorar. Tampoco estaba así como que “Hoy voy a hablar, voy a hacer una experimentación táctil con con mi historia”. Realmente no lo sabía. Estaba avanzando también un poco a tientas. Me doy cuenta ahora, después de tanto tiempo, que eso que a mí me resultó casi natural, obligatorio para poder acercarme a su experiencia, era ya parte de una estética más amplia, ¿no? Y eran decisiones formales que también eran decisiones políticas y decisiones éticas al mismo tiempo. Y quisiera decirte yo, todo eso ya lo concebía y claro que pensaba en esas cosas, y seguramente sí, pero no en estos términos, ¿no? Eso ha sido también parte de regresar, de ver, de entender también lo que yo hice y ahora que lo repetimos para la nueva edición me quedó muy claro. Yo dije “Sí, por supuesto”. Por eso voy a un lugar donde estoy tocando materiales que han sido tocados por otras manos. Aquí hay una relación táctil, lo quieras o no, estoy leyendo una letra que produjo un cuerpo entero, con ciertas posiciones en ciertos lugares, y estoy tratando de meterme ahí en todo el proceso y de hacerlo de una manera material, ¿no? También con mi propio cuerpo. Creo que si no hubiera hecho eso, Nadie me verá llorar, no sería la novela que es. Creo que esta sensación de cercanía, de estar ahí como de esta Burgos, de sentir que la conoces, no solo se debe a que su carácter, claro es… nos resulta un poco familiar en la época actual, ¿no? Todos hemos visto marchas feministas en la calle. Todos sabemos lo justificado que esa rabia es en el mundo en el que estamos. Es decir, en ese sentido Modesta es muy contemporánea, es nuestra contemporánea. Pero yo creo que la cercanía no nada más es por eso, que se debe a este proceso, digamos, estructural en la mera raíz, que tiene que ver con el cuerpo y el lenguaje. Y creo que me fui por otro lado, pero eso es lo que te quería decir.

44:55
Chico. Hola Cristina. En este mundo en el que parece que todo vale lo que dice el mercado, ¿qué valor tiene la literatura? ¿Podría cambiar la historia?

45:05
Cristina Rivera Garza. Qué cosas. Ay, ay, ay, sabes que últimamente cada que empiezo a responder preguntas similares a estas, tengo que contextualizar. Si tuviera estos estos estados en Facebook, ¿se acuerdan? que si está en relación con esto, o está en relación con otro, o es complicado… Yo diría que mi relación con la ficción está en un estado de ‘es complicado’, ¿no? Con muchas cosas, estoy hablando en especial de la ficción, pero a lo mejor eso es un argumento que podría ser más amplio para la escritura. No sé. Vamos a ver cómo sale esto. Ciertamente vivimos en un mundo en el que la realidad y la ficción, o lo que llamamos realidad y ficción, están cada vez más trenzados. La idea de que por un lado está la realidad y por otro lado está la ficción, o por un lado está la realidad y por otro, la literatura, cada vez es más difícil de sostener. Mucho de lo que hacemos en nuestra vida cotidiana tiene que ver con la ficción, ¿no? “En un mundo así”, decía un autor noruego, bueno, lo ha dicho mucha gente, pero me encantó, como lo dijo este autor noruego, Knausgård, decía “En un mundo así el valor de la ficción es nulo. La ficción que fue revolucionaria, que nos hizo sentir que podíamos estar en los zapatos de otros, que nos hizo pensar que podíamos transformarnos y cambiar un mundo, tal vez cuando la realidad y la ficción en algún momento estuvieron completamente separados, a lo mejor eso habría funcionado bien ahí. Pero en lo que nosotros estamos haciendo, no”. Y cuando yo leí eso tenía una sonrisa media cínica y media de cómplices, porque me parecía que eso era la relación complicada que yo he tenido con la ficción. Claro, me gustaría pensar que a esto a lo que me dedico todos los días o gran parte de mis días, tiene la capacidad de como les decía al inicio, de fomentar un pensamiento crítico y que con fortuna, en sus momentos más felices, este pensamiento crítico se puede convertir en una práctica crítica. Y quiero decir algo muy simple no estoy hablando de grandes transformaciones abstractas. O sea, a lo mejor un día leímos un libro y no sabíamos que amar podía ser también de otra manera, o no sabíamos que esto que habíamos sentido antes y que era difícil de poner en palabras, se trataba de este concepto o de esta experiencia. Y salimos transformados, ¿no? ¿Y cómo empiezan las grandes revoluciones en el mundo si no es con pequeños actos cotidianos que nos transforman? Y en ese sentido yo sigo pensando que esto que hago y esto a lo que nos tenemos el gran privilegio de dedicarnos algunos, todavía conserva esa capacidad. Pero después está el otro, el diablito del otro lado, que dice, “Come on, pero todo lo que hacemos –es cierto– están las fuerzas del mercado”, están las fuerzas también de la academia, ¿no?

48:12
Cristina Rivera Garza. Algunas veces yo he escuchado a escritores jóvenes o no tan jóvenes, quejarse amargamente de lo cerrado, de lo estricto, de lo no divertido que es la Academia, ¿no? De la falta de libertad de la academia. Y cada vez que me dicen eso volteó y les digo “Sí, porque el mercado es súper flexible y es amable y puedes hacer todo lo que quieras, ¿verdad?”. Es decir, me parece que hay fuerzas enormes que están tratando de capturar esto, que pueden ser una amalgama de libertad y de autonomía y están tratando siempre de capturarla para seguir reproduciendo el mundo en el que estamos. Y ahí es donde viene la pregunta ¿Pero entonces qué hacemos? ¿Dejar de escribir? ¿Pues no, verdad? Llevar la delantera y tratar de estar siempre derrotando no a este obstáculo que sabemos que va a existir ahí. Entonces No sé. Todo tiene su peligro, ¿no? todo tiene… todo me parece que estamos siempre en el abismo con la posibilidad inminente de caer. En todo caso, el mantenerse muy alerta, y lo digo en términos formales, ¿no? Hay personas que están escribiendo como si nadie lo hubiera hecho. Es como si estuvieran descubriendo el agua tibia y el hilo negro. Dicen. Y eso, pues nada más, falta de conocimiento. O hay otros que siguen creyendo que todo lo que se dice desde un libro tendrá esa capacidad mágica de cambiar a los que atiendan a ese libro. Y no es necesariamente el caso. ¿No? Pero sí creo que tenemos que seguir intentándolo. Si hay algo que me ha llevado a los lugares más insospechados, por un lado creo que es la distracción más que la atención, que la distracción tiene esta gran capacidad de ponerte en lugares donde evidentemente no estabas poniendo atención y no sabes cuáles son. Y por otro parte, la testarudez, ¿no? en seguir insistiendo. Tengo una relación complicada con el lenguaje. Tengo una relación complicada con la escritura y con la ficción, pero sí creo que tengo esta manía o posibilidad ¿no? de seguir insistiendo. Porque debe haber un camino por ahí. Lo ha habido antes, ha habido grietas, ha habido momentos en que logramos abrir algo, una ventana, una posibilidad. Ha habido antes y nada me dice que eso no puede existir después. ¿Cómo? Pues esa es nuestra tarea, ¿no? De eso se trata empezar con cada nuevo proyecto y ver si es posible que ese proyecto se confabule con algo más, con otra energía, para poder seguir abriendo esas grietas por donde con suerte podremos pasar alguna vez.

51:19
Jorge. Hola Cristina, un placer conocerte. Soy Jorge Urdiales de Perú y bueno, sé que tienes una obra literaria que explora la figura de Juan Rulfo. ¿Qué representa para ti este escritor?

51:34
Cristina Rivera Garza. Fíjense, bueno, yo creo que cualquier persona que escriba en México y no se refiera a Juan Rulfo, de alguna manera… sería casi una imposibilidad, ¿no? una contradicción en términos. Con una obra relativamente corta que no solo se limita al libro, sino a la fotografía y al cine, ¿no? yo creo que logró poner en fuego y subvertir muchas de las tradiciones fundamentales más prominentes y hegemónicas de la literatura mexicana. En Había mucha neblina o humo o no sé qué, que es el libro que le dediqué a Rulfo, yo hice algo que en lugar de acercarme al Rulfo, ya como un escritor hecho, o en lugar de nada más dedicarme a ver sus fotografías o de explorar de alguna u otra manera su trabajo como como guionista de cine, a mí me interesaba sobre todo un Rulfo que había caminado mucho por México en momentos en los cuales esos trayectos no eran muy comunes. Me interesaba el Rulfo, que en alguna entrevista le habían dicho “Y usted ¿por qué escribe de esta manera tan bella, fenomenal, increíble…?” y él le había respondido algo que a mí se me quedó muy grabado y dije “Wow, eso tiene muchas consecuencias”. Dijo él, “Bueno, lo que pasa es que yo trabajo.” Y “lo que pasa es que yo trabajo” quería decir pues que no nada más se dedicaba a leer y escribir. Era un joven padre de familia y como todos pues tenemos que pagar la luz, tenemos que comprar platos, en fin, hacer lo que todo ser humano necesita hacer para sobrevivir. Y yo decía, aquí hay una relación que Rulfo nos está proponiendo, que es fundamental, ¿no? Que finalmente muchas de las decisiones formales que tomamos o incluso sobre tópicos que tocamos, están relacionadas a lo que hacemos todos los días. Y Ricardo Piglia, otro escritor que me ha interesado mucho, sobre todo como ensayista alguna vez declaró otra cosa que me pareció también muy sugestiva, que decía “La verdadera historia de la literatura está, no en las biografías de los autores, sino en las historias de trabajo de sus autores, lo que han podido hacer o no hacer”.

54:02
Cristina Rivera Garza. Yo dije “Sí. Ahí está”. Es una historia de las condiciones de producción. Que tiene que ver con lo que me preguntaban antes, ¿no? de ¿cómo te imaginaste que podía ser escritora o no? Es decir, bueno, mucho tiene que ver, es ¿voy a poder tener acceso a libros? ¿tendré una silla?, ¿tendré una mesa?, tendré un lugar más o menos cómodo o interesante para poder escribir? Todo eso tiene que ver con condiciones de producción. Entonces dije “Bueno, ¿cómo es que Rulfo se convirtió en este figura paradigmática de la literatura mexicana?”. Yo creo que Rulfo es nuestro gran experimentalista, por ejemplo. En este libro estoy argumentando eso, que no solo se trata de un excelente escritor, sino un escritor que está experimentando y que está transgrediendo géneros literarios y que está metiéndose con ideas de la cronología, el tiempo y la trama. Para empezar. Y ya decir eso es bastante irreverente. Después me sucede que ya les he dicho que me gusta mucho andar en archivos. Entonces cuando yo llego a algún lugar y me dicen “tal archivo o tal archivo es interesante”, ahí voy. Como si me dijeran “tal bar no te lo puedes perder”, ese es el “tal archivo”, ahí voy, ¿no? Y fui al Archivo Histórico del Agua en la Ciudad de México, donde están unos papeles de Rulfo y de su experiencia en Oaxaca, que tuvo que ver con la construcción de una presa, la presa Miguel Alemán, que es una obra de infraestructura paradigmática de la modernización mexicana. Para que esta presa se llevara a cabo tuvieron que desalojar a comunidades indígenas del área. Y dice “¿Cómo no hemos oído hablar de esta historia?” Pues esa historia es increíble, esa historia es profunda. Esto va a… yo pensando como lectora, decía “Por eso Pedro Páramo es tan compleja, por eso Pedro Páramo no está ni con unos ni con otros.” Está complejizando esa relación siempre. Porque aquí vemos a Rulfo, el hombre que tenía que trabajar. Lo contrató esta comisión, se llamó la Comisión del Papaloapan. ¿Y saben de dónde vienen todas esas fotografías maravillosas que ahora nos muestran en museos distintos de México y del extranjero? De su trabajo como parte de esta comisión que tenía que documentar las condiciones que el régimen modernizador prometía cambiar. Entonces, claro, se necesita tener práctica en la fotografía, el conocimiento de tus instrumentos para que esas fotografías fueran lo que son. Sí, no creo que cualquier gente que hubiera contratado la Comisión iba a poder tomar esas fotos. Pero realmente esas fotos vienen de… están en otro circuito. Están creadas para hacer otra cosa. Y sin embargo, cuando las sacas de ahí y las pones en un muro blanco y las muestras como esta otra actividad de este gran escritor mexicano, para mí todo hizo ahí cortocircuito. Y dije “Yo tengo que trabajar en esta historia”, porque me parece contradictoria, me parece paradójica y me parece que va al corazón de todo lo que hace que la obra de Rulfo sea tan palpitante y tan significativa para nuestro mundo de hoy. ¿No?

57:36
Cristina Rivera Garza. Y tengo que decirle a la familia de Juan Rulfo no le gustó, porque nunca… tienen muchas razones. Ellos se los explicarán después, si tienen tiempo y ganas. Pero la cuestión ahí fue que yo recurrí a archivos y documentos, que si ustedes los quieren ir a ver pueden ir a verlos, son archivos públicos, que necesita permiso de nadie se puede llevar mi credencial, mi identificación, explicar qué es lo que quería hacer, pero eso está ahí, eso está ahí afuera y esa es una versión, como yo decía, muy personal. Es mi Rulfo, mío, de mi. Y yo creo que a los escritores que queremos no los tenemos que endiosar, ¿no? Yo sigo admirando profundamente la obra de Juan Rulfo y el conocer estos vericuetos me ha hecho incluso quererla más, entender su complejidad más de cerca. Y yo creo que a nuestros autores también tenemos que hacerle esas preguntas difíciles como las que ustedes están haciendo aquí, y cosas que digan bueno, “¿donde te pones en riesgo?”. ¿No? ¿Dónde está ese abismo personal del que puedes caer? Con suerte no, con suerte igual sí, pero creo que en todo caso me interesaba ese momento y en términos digamos, más amplios, literariamente era como entrar a Rulfo, a la obra de Rulfo, a su vida, como desde la puerta trasera. No desde esta entrada rimbombante de gran escritor mexicano. Aunque les digo yo, lo sigo considerando como un eje fundamental. pero era entrar por otro… por su día a día. Juan Rulfo estuvo trabajando, fue trabajador de una compañía de llantas en Euskadi y fue por eso que tuvo oportunidad de viajar por carretera, por lugares desde el norte en Tijuana hasta Oaxaca, es decir, por la carretera Panamericana. En fin, son muchísimos datos, si yo me meto en todos esos detalles, ya no voy a acabar nunca, pero eso, hablar de tú a tú con nuestros escritores favoritos, yo creo que sigue siendo importante.

59:55
Eva. Hola Cristina, yo soy Eva y mi pregunta es, revisando tus libros ¿se podría decir que tu obra es para darle voz a las personas que no la tienen?

1:00:09
Cristina Rivera Garza. Esa es una declaración muy delicada. Yo diría que es todo lo contrario. Creo que muchas de las historias, expresiones de las personas que no terminan, por ejemplo, en archivos o en la memoria colectiva, no quiere decir que no existan. Esas voces están ahí, se han suprimido, se han guardado, se han hecho olvidadizas. Pero esa experiencia, esa expresión y esas palabras están ahí. Yo creo que más que dar voz, es oír bien las voces que están ahí, que es prestar atención a lo que está ahí. El problema con una declaración como esta de dar voz, claro, es que hay una especie de condescendencia, ¿no? Hay gente que no sabe hablar o hay gente que no pueda dar a conocer sus historias. Pero no es que no sepan hablar, o no es que no quieran dar a conocer sus historias, ¿no? Es como cuando queremos tener una historia, por ejemplo, como la gente que terminó en el manicomio La Castañeda. Eran los más pobres de entre los más pobres de México. Y me refiero a todo el país. Una de las pocas maneras de llegar a sus historias es leer lo que los médicos psiquiatras escribieron sobre ellos. Pero los médicos psiquiatras, para poder escribir sobre ellos, tenían que preguntarles cosas a ellos y los tenían que citar en esos expedientes. Entonces ahí, en mi caso, yo tuve que poner mucha atención a esa relación, que es una relación muy dinámica para detectar donde está la voz, donde está el paciente o el interno, diciendo lo que tenía que decir – iba a decir “su verdad”, pero después suena a… “su verdad”, suena a otra cosa. Pero bueno, cuando están poniendo en lenguaje su experiencia. Yo creo que por eso lo que he llegado a concebir de la literatura y de la escritura en general, es la posibilidad de crear un espacio de escucha, un espacio de atención donde no solo yo como autora, sino también los y las lectoras pueden tener esa cercanía con esas experiencias que, insisto, están ahí. Claro, uno es el trabajo con la imaginación, los que trabajan solo con ficción o con una mezcla entre la ficción y la no ficción, etcétera. Pero un poco es como en el libro en El invencible verano de Liliana, les decía hace rato que en este libro yo cito incluyo partes amplias de las cartas de Liliana, de su experiencia, de su perspectiva, de cómo veía las cosas. No le estoy dando voz. La voz de Liliana está ahí. Estoy construyendo un artefacto para que esa voz pueda reverberar y pueda alcanzar a otros. En el mejor de los casos –y por eso lo he dicho– estoy escribiendo con ella, no sobre ella. La idea es un poco poner en cuestión esta relación vertical, ¿no? Cuando decimos darle voz a otros, estamos sosteniendo esa relación vertical.

1:03:35
Cristina Rivera Garza. Estamos asumiendo que hay quien no tiene voz y que el escritor o la escritora es quien tiene esa voz. Yo creo que eso es parte del problema. Tenemos que cuestionar precisamente esa fórmula. Y entonces lo que yo veo como mi tarea es producir esas estructuras literarias, gramaticales, donde una cierta forma de horizontalidad sea posible, donde escribir con otros sea posible, sea deseable. Y entonces no damos voz, entonces nos damos atención unos a los otros. Y sí, bien mirado, si lo vemos bien, escribir en muchos sentidos, en su nivel más básico es eso, es poner atención, prestar atención de una forma obsesiva, constante, cuidadosa. Se consiguen muchas cosas nada más haciendo eso realmente, es más difícil de lo que parece, a veces.

1:04:38
Catalina. Hola Cristina, mi nombre es Catalina. Te agradezco mucho todos los conocimientos y experiencias que nos has compartido. Has vivido mucho tiempo fuera de México y sin embargo tu literatura es profundamente mexicana. ¿Qué representa México para ti?

1:04:58
Cristina Rivera Garza. ¡Uf! A ver. Es interesante. ¿Saben? Hace rato les decía que vivo en el segundo país más grande de habla hispana del mundo y los mapas antiguos, los mapas antes de 1848, que es cuando se establece el Tratado de Guadalupe, por el cual México pierde más de la mitad de su territorio. En esos mapas, todos los lugares donde yo he vivido en Estados Unidos o en México ¿no? San Diego, ahorita estoy viviendo en Houston y toda mi familia, de hecho, puedes decir que ha vivido siempre en México, entonces yo creo que depende del mapa que estés viendo, ¿no? Porque con ese otro mapa pues yo nunca he salido de mi país, ¿no? Lo cual no quiere decir que muchas de estas zonas de las que estoy hablando hayan sido mexicanizadas y remexicanizadas a lo largo de la historia. Es una forma muy larga de decirte no sé qué tan fuera del país haya vivido, ¿no? Ciertamente, el vivir todos estos años allá me ha hecho muy… ha creado una familiaridad, por ejemplo, con el inglés, y yo les contaba, no aquí, en otro lado, como El invencible verano de Liliana, es el primero de mis libros que escribí de manera original, tanto en español como en inglés. De alguna manera fue el salir del closet del inglés este con este libro, porque bueno, he trabajado, he vivido, he amado en inglés también por todos estos años y sin embargo yo había decidido estar escribiendo libros desde Estados Unidos, pero sobre todo en español. La escritura de El invencible de verano de Liliana, en inglés, me dejó muchas enseñanzas. A ver. Y tiene que ver con tu pregunta, no creas que le estoy sacando la vuelta. Se trataba, por supuesto, de crímenes, de actos profundamente personales y dolorosos que me fui dando cuenta conforme seguía la escritura del libro, que me era a veces, mucho más difícil narrar en español, que narrarlo en una lengua en el que no los había vivido. Y ahí el inglés, que podemos decir que es una lengua que tiene sus relaciones de poder con muchas otras lenguas, pero también especialmente con el español, es interesante que contando esta historia, que para contar esta historia, para escribir este libro, el inglés se convirtió también en mi refugio, en una lengua que me protegía emocionalmente para poder continuar con una tarea que a veces se me presentaba como imposible de llevar a cabo. Mi país es esta amalgama de lenguas y de experiencias y sigue siendo –yo creo que en la frontera, sobre todo– con todo lo que esto implica. Yo les he contado historias en que estoy cruzando tranquilamente y a veces de manera gozosa, a veces también complicada, entre por ejemplo San Diego y Tijuana, que fue la primera historia que les conté el día de hoy.

1:08:21
Cristina Rivera Garza. Sabemos, evidentemente que ese no es el caso para todo mundo y sabemos que ahí también es un territorio de una crueldad exacerbada. Eso también es mi país y ser una escritora de ese país, de ese momento crítico, una vez más, insisto, es el momento, es la urgencia de poner todas estas herramientas al servicio de una imaginación crítica. Necesitamos más que nunca imaginar un mundo distinto al que estamos. Un mundo radicalmente distinto al que nos están proponiendo los distintos poderes que se concentran de manera, digamos, crucial ahorita en esta área del mundo, ¿no? Pienso en eso. Qué interesante. ¿No? pienso sobre todo en eso. Pienso en migrantes, pienso en mi lengua. Eso es México para mí también. No hay nadie en México –yo no conozco mucha gente en México– que no tenga parientes, conocidos, ligas con este México más grande, ¿no? Que le llaman el México de afuera, pero yo creo que también es el México de adentro. Esa gran amalgama es parte de lo que me interesa explorar. Es lo que ha marcado de múltiples formas mi trabajo y es lo que lo que me permite, hace rato les hablaba de la terquedad, ¿no? de la testarudez y de insistir una y otra vez, incluso, y sobre todo en las condiciones más desesperadas que son las que estamos viviendo. Me ha dado mucho gusto platicar con ustedes el día de hoy. Gracias por estar aquí y ojalá nos encontremos después.