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“La historia que me enseñó a confiar en mi intuición“

Gaby Vargas

“La historia que me enseñó a confiar en mi intuición“

Gaby Vargas

Escritora


Creando oportunidades

Gaby Vargas

Gaby Vargas es una escritora y conferencista mexicana que ha dedicado más de 45 años a explorar y compartir sus experiencias de vida. A lo largo de su carrera, ha publicado 17 libros que abordan temas de desarrollo personal, imagen y bienestar, convirtiéndose en una guía para muchos en su búsqueda de significado y propósito. Su enfoque se centra en los viajes internos y externos que todos realizamos, explorando tanto el mundo físico como las profundidades del alma.

Gaby ha enfrentado retos personales significativos, como la pérdida de su esposo Pablo, con quien compartió 50 años de matrimonio.Esta experiencia la llevó a profundizar en su comprensión de la vida y la muerte, y a compartir sus aprendizajes con otros. Además de su labor como escritora, Gaby ha sido una pionera en el campo de la imagen personal en México, asesorando a líderes y ejecutivos. Su capacidad para reinventarse y su compromiso con el crecimiento personal la han convertido en una figura influyente en el ámbito del desarrollo humano.


Transcripción

00:27
Gaby Vargas. Todos en la vida somos viajeros. Todos hacemos viajes. Hacemos viajes en lo horizontal, que podrían ser geográficos, pueden ser en tiempo y espacio. Pero también hacemos viajes en lo vertical, buscando hacia arriba el significado de la divinidad, qué es Dios, cómo es Dios, el universo, la conciencia. Y en lo profundo, buscamos como las profundidades del alma.

 

 

Y esos dos viajes me he dedicado durante 45 años a escribir, a investigar, a explorar mis propios viajes y qué he aprendido de ellos, para poder de esa manera compartir lo que yo he aprendido, para que les sirva a otros, quizá, como guía. Que a veces uno quisiera tener un mapa de la vida. Y, pues, bueno, soy Gaby Vargas y a eso me he dedicado, a ser un estudiante de la vida.

 

 

En esos viajes que hacemos, de pronto la vida nos manda exámenes sorpresa, que no nos esperamos y que nos enfrentan a iniciar una nueva aventura. Joseph Campbell le llama, cuando se termina lo normal, inicia el llamado a la aventura. Hace dos, poquito más de dos años, mi esposo Pablo, el amor de mi vida, 50 años de un matrimonio feliz, de cinco años de novios, fue mi único novio.

 

 

Tuvimos la fortuna de conocer el verdadero amor, que yo creo que eso hace la vida de cualquier persona plena. Y, en verdad, nuestra vida era perfecta. No porque así lo fuera, sino porque así nos parecía, mientras estuviéramos tomados de la mano. Tomados de la mano, no había retos económicos, de salud, de familia, de situaciones políticas, no importaba. Yo me sabía a salvo, porque estaba Pablo y Pablo se sentía más fuerte porque estaba yo.

 

 

Y, de pronto, viene el fin de lo normal. Le diagnostican a Pablo cáncer, un cáncer muy agresivo. Y, además, coincidió con el día en que el mundo entero nos encerramos en pandemia. ¿Se acuerdan? Un marzo por allá. Ese mismo día. O sea, de veras, la vida sí que nos estaba mandando una prueba muy grande. Y cuando oyes la palabra cáncer, primero dices, ay, no, a ver, yo creo que se equivocaron.

 

 

Eso les pasa a otros. Y, de pronto, te vas enfrentando a la realidad. Y cuando salimos de una segunda consulta donde, le dice mi esposo, le preguntó, oye, ¿y cómo cuánto tiempo me queda de vida? El doctor le dijo, pues mira, Pablo, si hacemos los tratamientos y seguimos las medicinas, quimioterapias y todo eso, pues mira, quizás ocho o diez años. Y saliendo de esa consulta, Pablo me dice, qué raro se siente cuando sabes que tu vida es finita. Qué extraño se siente. No sabíamos en ese momento que esos ocho o diez años se convirtieron en dos.

 

 

¿Y por qué les cuento todo esto? Porque Pablo, en esos dos años, hizo el viaje del héroe. Joseph Campbell dice que como no sabemos a qué nos vamos a enfrentar, es igual que al viaje de un héroe. Todas las historias, los cuentos, la mitología, las historias de los grandes héroes, no son más que un reflejo de lo que cada uno de nosotros vivimos en nuestra vida.

 

 

Tenemos un fin de lo normal que puede ser vía positiva, que, por ejemplo, te casas, te gradúas de la universidad creyendo que ya tienes todos los conocimientos para enfrentar tu vida entera y ya eres. Y de pronto te encuentras que nadie te llama, que entras a la selva, donde todo lo que estudiaste quizá no te sirvió tanto y que es otro mundo al que tienes que enfrentarte.

 

 

Quizá de otra manera de la vía positiva sería cuando nace un bebé. Es una belleza, pero es un fin de tu vida normal. Estás de acuerdo. No duermes, en fin. Pero también hay fin de la vida o fin de lo normal vía negativa. Puede ser un divorcio, una separación, una pérdida de un ser querido, una pérdida de trabajo, un cambio de una ciudad, de país, un diagnóstico de una enfermedad.

 

 

Y todos, todos hacemos viajes del héroe constantemente. Y dice Joseph Campbell que a partir de que recorremos ese recorrido, tenemos a lo largo de la vida lo pasamos varias veces. Pero creo que con este último que he tenido en estos dos años con la muerte de mi esposo, ha sido mi fin de lo normal más radical. Pablo siempre me decía él me solucionaba todo. Y decía, le decía, ay, gordo, gracias, mi señor.

 

 

No se te olvide que estás en brazos de un guerrero. Y de veras, yo me sentía en brazos de un guerrero. O sea, todo, no importaba de qué se trataba, Pablo, todo se me solucionaba. Y ahora que se fue, sigo sintiendo su apoyo, sigo sintiendo que estoy en brazos de un guerrero, aunque extraño esa parte física. Pero te das cuenta que también aprendes a otro modo de convivir con él, con un ser querido que se va. Vive en nosotros.

 

 

Vive dentro de nosotros. Nos acompaña todo el tiempo. Yo le platico, le consulto. Le digo, por favor, ayúdame en esto. Y de pronto, de verdad, sigo en brazos de un guerrero. Aparece la solución, aparece una sugerencia, aparece una pista, aparece un mensaje en una canción. O sea, de verdad. Y esos mensajes los escuchamos cuando estamos atentos a ello. Entonces, bueno, en el recorrido propio que he tenido, cuando viene el fin de lo normal y empieza el llamado a la aventura, el llamado a la aventura me doy cuenta que es la vida.

 

 

La vida te grita, ven a disfrutarme, ven a disfrutar el aire, los pájaros, el sol, la lluvia, porque la vida es muy corta. Cuando estamos y somos jóvenes, creemos que la vida es para siempre. Como una sobremesa y lo felices que somos, pensamos que es para siempre. El estar con los abuelos, el estar con los amigos, pensamos que es para siempre.

 

 

Y no, no lo es. Y en ese llamado a la vida también hay un rechazo al llamado. No quiero, no quiero, no quiero, no puedo. No sabes ni cómo te llamas. Y durante cuatro meses decidí no escuchar ese llamado de la vida. Decidí aislarme, decidí no escuchar noticias, no ver redes sociales. Es chistoso porque no quieres ver a nadie, pero al mismo tiempo quieres que te abracen, quieres que te consuelen, pero no quieres ver a nadie.

 

 

Pero no saben lo que me ha servido poder hacer un zoom out a este proceso que he tenido durante dos años y poder ver que son etapas que pasan todas las historias de los héroes. Ese llamado a la aventura, pero de pronto no quiero ir. Y tenemos todo el derecho y la libertad de no aceptar ese llamado. Pero la vida es tan fuerte que a pesar de ese rehusarte a querer salir, a incorporarte a un nuevo mundo, a un mundo totalmente diferente, a como pensabas que era la vida y como decían los Sufis, cuando te mueres no hay una sola hoja de un árbol que se mueva. Todo sigue, en el mundo sigue igual.

 

 

Pero para ti el mundo cambió por completo. Entonces, en ese rehusar a salir a la vida, de pronto viene ayuda natural, la ayuda sobrenatural, la ayuda de tus seres queridos. De pronto sientes el amor de tu familia, el cariño de los amigos, pero también sientes una ayuda sobrenatural que no te explicas de dónde empiezas a sacar una fuerza. Y eso no viene de nosotros, viene de verdad de una ayuda sobrenatural.

 

 

Pero me ha encantado ahora que recientemente he estado estudiando el viaje del héroe, que es parte o sea, eso que yo ya viví y que sé que pasa, es parte del proceso natural en que todos pasamos cuando salimos a lo desconocido, cuando se nos llama una nueva aventura. Entonces, cuando yo decido salir, de pronto pareciera como si la vida te arropara y la fuerza de la vida te ayuda. O sea, tú recibes ayuda sobrenatural cuando hay tres cosas.

 

 

Cuando tu intención es justa, es buena y es honesta. Cuando tienes esas tres intenciones de corazón, la vida te ayuda y te tiende puentes. ¿Se acuerdan de la película de Indiana Jones, cuando él está en una cueva oscura y de pronto tiene que dar el paso y confía en la vida, da el paso y el puente aparece? Bueno, esa es una metáfora de Rumi, un poeta del siglo XII, XIII.

 

 

Y es verdad, cuando das el paso confiando en la vida, el puente aparece. Y ese puente que aparece es la fuerza de la vida, que no podemos explicarlo. El sobrenatural, Dios, nuestros seres queridos que se fueron, un ángel, como cada quien quiera llamarlo, en verdad que viene. Pero después de que viene esa ayuda y ya te sientes con un poco más de fuerza de poder salir al mundo, de pronto viene el cruce del umbral a lo desconocido. Y en el cruce del umbral a lo desconocido, ahí pareciera que tenemos muchas opciones, pero no.

 

 

En realidad, tenemos muy pocas. Porque hay un llamado tan fuerte a lo que es nuestra misión en la vida. Un llamado que se siente como un fuego que te quema, en que tú dices, a ver, es que tengo un llamado hacia acá. Por ejemplo, acabo de platicar hace poquito de la historia de un amigo mío, que él era un muchacho que hablaba francés, lo mandan de una empresa financiera a estudiar a Francia.

 

 

Y su esposa embarazada con su bebito, no, esperando bebé, tenía muy buen puesto, muy buen sueldo en una compañía internacional financiera, muy bien, pero dice que él no se sentía contento. Él lo que quería era ser panadero. Él quería ser pan. Entonces, ese es ese cruce de umbral donde dices, me lanzo.

 

 

Y da el paso, renuncia al puesto, a la empresa financiera, se arriesga con la esposa esperando bebé, compra un localito chiquito en una de las colonias bonitas de París, empieza a ser pan. Y para hacerles el cuento corto, a los cinco años se convierte en, le dan el premio, la Asociación de Panaderos de Francia le da el premio del mejor croissant de Francia.

 

 

El Sur te pana todos los hoteles y vende 1,500 piezas de pan diarios y es exitosísimo y es feliz. Pero a lo que voy es esto. El llamado, ese llamado que el alma te da hacia lo que es tu verdadera vocación, es ese donde no tenemos opción. Creemos que tenemos muchas opciones. No, pareciera como si alguien trazó nuestra vida y te dice, tu misión, tu camino es por aquí.

 

 

Y tú crees que, pues no, mira, me están ofreciendo el trabajo de por acá y me están ofreciendo el trabajo de por acá y te vas. Pero entonces ahí el acto de la obra de teatro se divide en tres actos. Una vez que cruzas el umbral, se divide en tres actos. El primer acto es, voy a hacer mi voluntad. Mi voluntad es, el caso de mi amigo, se fue a la empresa financiera primero porque pensó, le daba un buen sueldo, le daba seguridad. Es como mi voluntad, lo que el mundo, la sociedad, mis papás, todo mundo le conviene. Acto número dos, no te sientes contento.

 

 

¿No te sientes contento? Hay algo que no te gusta, te empiezan a salir del matiz, empiezan a dormir bien, empiezan a quejarte el pelo, empiezas a tener dificultades en tus relaciones, empiezas a sentir que hay algo que no está bien. Y acto número tres, dobla las manos, renuncias y dices, OK, hay que hacer, hagamos tu voluntad y tu voluntad con T mayúscula. Y ese es el camino que tenemos todos trazados.

 

 

Ese es el llamado que es más fuerte y más grande que nosotros, al que obedecemos, al que tarde o temprano, porque puedes desoír ese llamado, pero tarde o temprano tu alma te sigue reclamando. Y no sé si les ha pasado, lo han sentido, que sientes ese llamado. Yo he sentido ese llamado varias veces en mi vida.

 

 

Yo me acuerdo cuando Pablo se me declaró, tendría yo a punto de cumplir 15, tenía todavía yo 14. Se me declaró y tenía yo dos galancitos tras de mí. Uno era Pablo y otro era otro que se llamaba Guillermo. Y Pablo no era mi tipo. El otro era popular, divertido, bailaba bien, era guapo, era chistoso, era simpático, el que todas las niñas querían estar con él. Y claro, a mí me llamaba más la atención estar con él. Y Pablo era serio, no era el más popular, no era- bailaba bien, eso sí, no era el amiguero.

 

 

Pero después de ocho meses en que los dos trataban, yo sentí, se los juro, yo sentí, la mente me decía acá, pero mi corazón me decía es acá. Y yo sabía que si yo tomaba esa decisión de irme por este lado, sabía que era la decisión adecuada. Entonces, ahí es donde me refiero, en que creemos que tenemos opciones, pero no tenemos.

 

 

Es cuestión de escuchar el corazón. Me casé con Pablo sabiendo que era la mejor decisión de mi vida, porque lo sabía y lo supe dentro de mí. No era mi cabeza, era aquí adentro. Y luego, ya una vez casados, mis hijos ya chiquitos, yo no hice una carrera profesional. Yo me casé a los 19 años, a los 25 tenía tres hijos. Y de pronto me empieza este fuego interior, otra vez, ese llamado a volver otra vez a reclamar de, ¿qué estás haciendo con tu vida? O sea, a ver, ya fuiste mamá, OK, muy bien, ya los tres, uno va a la escuela, otro ahí está, el bebé está, cuidado. ¿Y ahora qué vas a hacer? Y empezó ese fuego a llamarme. Y miren, estuve cuatro meses con insomnio, sin dormir, sin dormir cuatro meses, en una época que los tres estás chiquitos y como eres joven, salíamos a fiestas y salíamos con amigos.

 

Entonces, yo veía llegar la noche, de veras, con terror, porque se me aparecía el monstruo y los ojos se me hacían como plato con todo y el cansancio que yo tenía. Cuatro meses. Y un día me acuerdo que fuimos a cenar unos tacos, mi esposo y yo, una taquería en Revolución.

 

 

Le digo, gordo, es que de veras, es un fuego que literalmente me quema, pero no sé por dónde sacarlo, no sé por dónde darle salida. Siento que tengo que hacer algo más en mi vida que ser mamá, pero no sé cómo. Si no hice una carrera, ¿qué puertas tocas cuando no tienes una carrera profesional? Y en eso, de veras, que viene la ayuda.

 

 

De pronto, una tía de esas que quiere de cariño, que no es tía, tía, pero es tía de amiga de mi mamá, me dice, ay, Gabicita, tú que te pintas tan bonito, ¿por qué no pintas a Adriana, mi hija, que se va a casar y no se pinta nada? Ay, sí, tía, cómo no. Voy, la maquillo con mi bolsita de pinturas mía, voy, la maquillo, queda preciosa. Claro, nunca se pintaba, entonces lo que le hubiera puesto se quedaba preciosa.

 

 

Pero en eso sus amigas la vieron tan bonita que empezaron a llamar para ser yo maquillista. Y les juro, cuando dije, OK, soy maquillista, en ese momento ya encontré mi trabajo, ya encontré lo que me gusta, en ese instante el insomnio se fue, pero como por arte de magia. Y empieza mi carrera. Es que así empezó mi carrera.

 

 

La carrera que empezó acá siendo maquillista, ahora estoy acá. O sea, del polo sur al polo norte. Pero como decía Steve Jobs en su conferencia que dio en Stanford a los alumnos, cuando volteas atrás en la vida, puedes conectar los puntos, esos puntos que armaron tu vida. Y mi vida profesional empezó ahí. Pero empezó con un llamado que no lo supe explicar, pero de verdad es algo que te quema. Esa fue la segunda vez que yo lo escuché.

 

 

Y esta tercera, ¿ves? Donde he tenido un cambio de vida radical, ese llamado ha sido a dar clases. Quiero dar clases. Sé que mi vocación He dado clases de inglés, he dado clases de cosas, pero sé que mi vocación, que mi misión es dar clases. Y en estos dos años, ya que crucé el umbral y me encontré con esa negociación en el tercer acto de decir, OK, voy a dar clases, viene la siguiente etapa del viaje del héroe, que de verdad, los vuelvo a decir, cuando lo ves desde afuera dices, ah, pues por eso, es que estoy sin hacer nada. Me explico. Después de que viene el cruce del umbral, entras al vientre de la ballena.

 

 

El vientre de la ballena es una etapa en donde entras a la oscuridad total, en la que dices, te empiezan a venir todos los dragones y cómo vas a empezar y cómo le vas a hacer y quién crees tú que eres para hacer esto y cómo vas a conseguir alumnos. Y entiendes, toda clase de dragones interiores te vienen, además de los dragones exteriores que me encontraré cuando empiece.

 

 

Pero yo pensaba que estos meses de espera eran como procrastinar un proyecto. O sea, estoy procrastinando, estoy dejándolo de un lado y no. Dice Joseph Campbell que cuando te entras al vientre de la ballena y estás en la oscuridad, estás acumulando fuerza, acumulando sabiduría para que la semilla brote en el tiempo que tiene que brotar. Entonces, no es Yo me juzgaba a mí misma como, qué mal que estoy haciendo, no lo estoy haciendo, ya debería yo estar dando clases.

 

 

No. Todo en la naturaleza tiene un ritmo, tiene un tiempo. Y yo estoy y ya sé que para enero lo voy a hacer. Y estoy acumulando a que el tiempo se acomode, yo acabe del duelo y empiece mi nueva etapa. Y en ese vientre de la ballena sucede algo muy chistoso. Como está oscuro, no ves tu auto imagen, no ves no te ves en el espejo, ves tu alma.

 

 

No sé si me explico. Y en ese vientre de la ballena, realmente te encuentras a ti mismo y qué quieres hacer. Y de veras, me queda muy claro cuál es mi llamado. Mi llamado es ir a dar clases. Mis dragones internos los estoy trabajando. Pero, como en la película de Shrek, me estoy haciendo amigo de mi dragón. Cuando se encuentra el burrito y está el monstruo y el otro no tiene nada que hacer, le voy a decir, ay, qué bonitas pestañas tienes.

 

 

Y el dragón se sonríe. Bueno, es la única manera, porque no hay manera de ganarle un dragón. Más vale amigarnos, conocerlos y amigarnos del dragón para que nos acompañe en la vida. Y estoy en esa etapa. Sigue después de la salida y luego ya viene el regreso a una nueva vida en donde ya viene ya más la integración de todo y ya viene más una libertad de vivir. Y ya muy bien, hasta que se nos presente un nuevo fin de lo normal y empecemos el nuevo recorrido. Pero hasta este momento a mí me ha servido muchísimo, y por eso se los comparto, entender que las etapas por las que pasamos después de alguna pérdida, ya sea por la vía positiva o por la vía negativa, en un fin de lo normal, que son normales. Que todas las historias y las vidas de los héroes y los mitología griega y los cuentos desde El Patito Feo, que El Patito Feo no sabía que tenía su belleza escondida y de pronto se encuentra y descubre su belleza escondida.

 

 

Pues eso de veras, cada uno de los cuentos no relatan cuentos, no los veamos como cosa es nuestra propia vida que está siendo reflejada a través del monomito que se llama. Es todo eso, la misma historia. Entonces, se los comparto por si les sirve en su propio viaje saber que son naturales estas etapas.

22:32
Esaú. Estimada Gaby, es un placer estar hoy contigo. Mi nombre es Esaú Figueroa. A lo largo de tus 17 libros nos has demostrado que la vida es un viaje. ¿Cómo debemos prepararnos para ello? ¿Qué es lo que debemos de llevar en nuestra mochila?

22:45
Gaby Vargas. Ay, Esaú Mira, te puedo hablar de mi propia experiencia y que a lo mejor no sirve como padres. A mí me sirvió mucho para mi propio viaje haber pertenecido a una familia amorosa. Creo que si somos padres, el mejor tapete y el mejor ingrediente que puede nuestro hijo llevar en la mochila es una familia amorosa. Yo nunca escuché un grito entre mis papás, entre mis hermanos y éramos siete. Entonces, todos nos peleamos. Pero entre mis papás jamás escuché. Y seguramente se pelearon, pero nunca en frente de nosotros. Y eso se los agradecí enormemente.

 

 

Siempre vi armonía en mi casa. Eso para mí ha sido mi tapete más sólido. Ahora, creo que lo que ponemos en la mochila de niños no lo ponemos nosotros, no los ponen nuestros papás. Los valores, la honestidad. Y ya saben, no tengo que mencionarlos porque todos los conocemos. Y siento que eso es con lo que puedes salir al viaje, porque la vida es, como te digo, te manda exámenes sorpresa. Y no te avisa.

 

 

Y te hace un examen en el martes en la tarde cuando menos te lo esperas. Cuando nosotros nos dieron el diagnóstico, cuando pasó el estudio de tu mamá, un segundo antes era una persona fuerte, normal, sana, bien. Y de pronto el diagnóstico es una guillotina. Entonces, yo creo que también lo que nos sirve es la fe. Nos sirve muchísimo tener una buena fe en esta ayuda superior, llamémosle como queramos llamarle.

 

 

Confianza en que podremos con el reto que se nos presente. Pero es que esa confianza no viene sola. Esa confianza viene de haber tenido una familia amorosa y un entorno amoroso, maestros buenos. Que de niño, ¿cómo controlas eso? Que te toquen o no te toquen. Así que, ¿qué tanto dependerá de nosotros? ¿Qué opinas tú? ¿Qué tanto dependerá de nosotros esa mochila? Llenar esa mochila, ¿no? Más que ahora, siento que como padres tenemos esa obligación. Gracias. Muchas gracias.

25:12
Esaú. Gaby. ¿Y qué pasa cuando la mochila de muchos de nosotros, de muchas familias, tiene hoyitos? Cuando hay familias disfuncionales, cuando hay problemas en casa, ¿cómo llenamos esos huecos? ¿Cómo cerramos la mochila por completo?

25:27
Gaby Vargas. Claro. Sin duda, es un camino con más obstáculos. Y yo creo que en el momento que te llega la conciencia de, es mi propia vida, te vendrá a los 18, más o menos, cuando empiezas a tener conciencia de que ya eres tú el que manejas tu coche. Y yo creo que ahí te sirve para cargar tu mochila, los estudios, estudiar.

 

Porque quizás antes era más fácil hacer la vida como fue mi papá. Mi papá tampoco nunca tuvo una carrera, pero estoy hablando hace muchísimos años. Pero ahora ya no. Ahora sí ya el mundo exige estudios, maestrías. Entonces, una muy buena forma. Pero dos, y creo que más allá de eso, es la congruencia. Si eres congruente en tu vida, entre lo que piensas, haces y dices, vas construyendo una estructura interna de integridad que te da fortaleza para enfrentar los retos que sean. Y si tienes muy claros cuáles son tus principios y eres fiel a esos principios, la vida responde. Sí.

26:43
Carla. Hola, Gaby. Carla Hernández. Hablamos mucho de estar en el presente, de vivir en el aquí y en el ahora. Pero, ¿cómo construimos esta misión de vida clara y mantenerla contundente a lo largo de nuestra vida?

26:56
Gaby Vargas. Es que fíjate que tu misión la escuchas solo en el presente. La mente tiende a irse siempre hacia atrás o hacia el futuro. Y eso te da ansiedad, te da inquietud. Pero cuando estás en el presente es cuando escuchas cuál es ese llamado. Y para estar presente se requiere como crear disciplinas que te ayuden y te recuerden a estar en el presente. Porque vivimos, por lo general, dormidos. Y es muy fácil dormirnos. Vienen los pendientes del día a resolver, que se me fuera apagando fueguitos.

 

 

Y entonces te vas, te sales de ti porque tienes que apagar esos fuegos y te vas. Pero a veces nos quedamos en ese estado. Y me refiero a dormido en el sentido de no estar conectados con uno mismo. Entonces, sí tenemos que llevar a cabo una práctica de conectarte, ya sea en la mañana con una pequeña meditación, contacto con la naturaleza, el silencio, el silencio, pero sin radio, sin teléfono, sin nada. Silencio para entonces poder escuchar esa voz interior, ese llamado y estar pendiente solamente de la hora.

 

 

Como dice Carl Tolley, no existe el futuro. Yo me preocupo de mañana, pero mañana no existe. Porque al estarme preocupando por mañana, estoy dejando de oír a mi hijo que está aquí junto, atender a mi esposa o a mi esposo y dejar porque estoy pensando en lo otro. Y ahí es en donde nos equivocamos. Si estoy presente, como dicen los monjes, cuando estudio, estudio, cuando como, como, y cuando trabajo, trabajo.

 

 

O sea, realmente estar en lo que estamos, la vida se va construyendo de una manera más congruente. Y hay ratitos en los que sí tienes que planear, decir, “Ok, voy a ver, voy a planear qué voy a hacer con esto, con esto, con esto”. Pero entonces tratar de regresar y estar en lo que estamos. Porque una de las cosas que más nos roban la paz es precisamente eso, tratar de estar en un futuro cuando estamos en el presente.

 

 

Es lo que más nos roba la paz. Entonces, el construir tu vida es ahora, es ahora. Y es conectándote con tu ser. Mi papá le llamaba “la ranita”. Mi papá, como les decía, fue un hombre que no tuvo carrera profesional. Su mamá se quedó viuda cuando él nació. Mi papá cursó sexto de primaria, nada más, en la Benito Juárez, una escuela pública. Y ya mi abuela no tenía para pagarle una secundaria. Entonces, un tío le dice, “¿Por qué no te metes a la milicia? Ahí te dan de desayunar, comer y cenar”. Entonces, mi papá dice que se metió por vocación, con B grande, para matar el hambre. Entonces, se metió de soldado. Estuvo seis años o siete años ahí. Y un coronel que le agarró cariño le dijo, “Oye, Joaquín Vargas, esto no es para ti”.

 

 

Salte, le dieron una pequeña compensación. Ponen mi papá a una fábrica de martillos. Era el final de la Segunda Guerra Mundial. En México no había martillos. Entonces, hace una fábrica. Y estando ya, le estaba yendo muy bien, estando ya empezando a tener ganancias, un operario estaba clavando un fierro de metal y le salta una chispa al ojo de mi papá. Y mi papá pierde un ojo. Y entonces, mi papá tenía 21 años, sin ojo, sin estudios y sin un quinto. Y mi papá fue un hombre muy exitoso en la vida. Fue un hombre de negocios que siempre fue exitoso.

 

 

Él desarrolló lo que se llama la inteligencia de la calle. Ya sabes, al no tener estudios, se te desarrolla… Él leía a las personas, tuvo que aprender a leer a las personas. Y un día, cuando tenía yo 14 años, me acuerdo, estábamos en la salita de la casa, y le dije a papá, “¿Cómo lo hiciste?”.

 

 

O sea, ya como que capté cómo había sido mi papá un hombre exitoso en todo lo que emprendió. Y mi papá me dijo, “¿Sabes qué? Mi secreto siempre fue la ranita”. “¿Cómo que la ranita, papá?”. Dijo, “Yo sentía aquí, en el estómago, cuando algo tenía que hacer. Si no me hacía clic la ranita, no contrataba a la persona, o no aceptaba una sociedad, o no emprendía determinado riesgo en negocio. Pero si oía la ranita, jamás dudaba en que me fuera a ir mal”.

 

 

Y ese sexto sentido, ese es el que todos tenemos adentro, y falta solamente ese silencio para conectarnos con esa sabiduría interior que ya viene en el paquete de nacimiento, pero que a veces se mantiene cerrado, porque nunca. Estamos tan pendientes en redes sociales y en escucharlo de afuera que nos olvidamos que tenemos de veras una sabiduría interior que sabe todo lo que ya necesitamos en la vida. La búsqueda no es hacia afuera, es hacia adentro. Entonces, pues, escuchemos la ranita. Gracias.

31:41
Vero. Hola, Gaby, mi nombre es Vero Ortega. Tuve la fortuna de encontrar un libro tuyo hace muchos años, y creo que ahora que hablas de viajes, pues he tenido la fortuna de que me acompañes en el mío. Pero justo creo que de estas cuestiones, cuando la vida te presenta obstáculos, ¿qué pasa cuando perdemos esa brújula? Cuando de plano no sabemos para dónde, y creo que caemos en esa fase de “no quiero, no quiero, no quiero”, y hay cierta negación para seguir adelante. ¿Cómo recuperamos esa brújula para salir adelante?

32:19
Gaby Vargas. Mira, se me vino a la mente ahorita una frase de Sócrates, dice que cuando empiezas un camino sin saber a dónde vas, estás iniciando por un buen camino. Cuando dices “no sé a dónde vas”, no sé, es un buen inicio. Sí, sí, el chiste es simplemente dar un paso frente a otro, dar un paso frente a otro, y la vida se va acomodando de verdad.

 

 

Esa frase que era de Rumi, que la adoptó Indiana Jones, de cuando das el paso, el puente aparece, en verdad es cierto. Si confías en ti, en una ayuda, ¿sabes qué? Si pensamos que hacemos las tareas solos, es cuando nos viene el temor, la inseguridad, los miedos, porque solo el ego solo no puede, no podemos. Necesitamos de hacernos de una ayuda de allá arriba.

 

 

Y cuando invitas a la ayuda de allá arriba como socio y te sientes acompañado y apoyado, llámalo como quieras, la ayuda superior, entonces ya no estás solo, entonces ya tienes la confianza de que vas a salir adelante. Pero tienes, y la ayuda siempre está, nada más que no la llamamos. Llámala a que te acompañe y te ayude paso frente a paso a decidir tu camino.

33:36
Jimena. Hola, Gaby, muchas gracias. Soy Jimena Jiménez. Con base en lo que dices sobre el llamado y estar como en la disyuntiva de si sí o no, ¿qué es mejor, seguir lo que ya tenemos trazado o simplemente, no sé, dejarnos perder y explorar para ir por otro rumbo?

33:52
Gaby Vargas. Piérdete, explora. Sí, sí, sí, no, no, no. Porque además tiene una cosa, la sociedad te traza un camino, esa expectativa de los papás, expectativa de la sociedad que quieren que hagas esto o lo que está de moda hacer o lo que te dicen que te van a pagar mejor o la carrera más fácil para estudiar o transitar o la mejor pagada.

 

 

No, sal, explora, piérdete, esa es parte del viaje. Y todo, incluso los fracasos, son material súper útil para el viaje del héroe, porque eso sí, lo único que es garantía es que la persona que sale al inicio del viaje no es la misma que regresa. Tienes tantos cambios y tantas experiencias que eres otra y todo te enriquece, lo bueno, lo malo, los fracasos, los éxitos, todo te enriquece. Entonces, sal y explora, arriesga y empieza por no sé, que eso es lo normal, eso es la vida.

 

 

Porque realmente, también decía Joseph Campbell, que no busquemos un significado a la vida, la vida no tiene un significado, que lo que buscamos es sentirnos vivos en las experiencias de la vida. Eso es en realidad lo que buscamos.

 

 

Entonces, ¿qué te hace sentir vivo? Y también dice, sigue tu gozo. Para saber cuál es tu camino, sigue tu gozo. ¿Cuál es mi gozo? ¿En dónde me siento que disfruto? ¿En dónde se me pasan las horas rápido? ¿En dónde se me hace así el corazón de entusiasmo de saber que voy a llegar o me siento bueno o buena? En eso que te sientes buena, ese es tu llamado. Entonces, en pocas palabras es, sigue tu gozo. Piérdete y sigue tu gozo.

35:32
Isis. Hola, Gaby. Soy Isis Pulido. Eres una mujer admirable. De verdad, te he seguido por muchos años en Libro, en podcast, Y la verdad es que a mí una de las cosas que más admiro de ti es que tú compartes tu conocimiento, porque todos sabemos que el conocimiento y la información es poder hoy en día. Entonces, lo que a mí me gustaría saber es, ¿qué te ha motivado para compartir este conocimiento y qué resultados has tenido de ello? Gracias, gracias.

36:11
Gaby Vargas. Fíjate que yo empecé en MVS Radio con Pedro Ferriz de Con en la prehistoria. Y empecé hablando sobre imagen, porque yo había estudiado imagen de mujer, maquillaje y todo eso. Y de pronto, en Estados Unidos, me encuentro un maestro de imagen de hombre y empecé a estudiar imagen de hombre. Entonces, me llaman del noticiero de Pedro Ferriz de Con para que dé una nota sobre los hombres. Y el productor del programa me dice, “Gaby, ¿por qué no atacas a todos los políticos de lo mal vestidos que están?”. Me dijo, “eso sería súper bueno, tendríamos muchísimos ratings”. Le dije, “¿Sabes qué? No, no, no, no soy de atacar. Mejor les platico como sí”.

 

 

Y así fue como empezó la idea. O sea, yo no me sentía… “A ver, vamos a verlo, señor, miren qué mal se vistió”. O sea, hay gente que se le da ese tipo de ataques. No es mi estilo de vida ni mi manera de ser. Pero entonces empecé a buscar los sí. Me voy a Estados Unidos, me capacito como asesora de imagen para hombres y mujeres. Y al regreso, me llaman del periódico, empiezo a escribir una columna sobre imagen ejecutiva. Y en eso me buscan de dos editoriales para escribir un libro. Le dije, “en mi vida he escrito un libro, fui la más burra de mi clase, o sea, yo voy a escribir un libro”.

 

 

Y el de la editorial me dijo, “no te preocupes, tú danos todas tus participaciones de la radio y nosotros las acomodamos en un libro”. Entonces fue así como empezó. Entonces empecé a escribir los libros por un llamado de una editorial. Empecé a escribir los libros y dije, “voy a enseñar a la gente, porque te voy a decir una cosa, yo pertenezco a una familia de siete hermanos”.

 

 

Mi mamá nunca tuvo el tiempo ni la paciencia para decirnos desde ni cómo te vistes, ni baja, o sea, de lo que era el protocolo de comer que luego escribí de esos libros. Lo único era baja los codos y no masticas con la boca abierta, lo que todas las mamás nos dicen. Pero de pronto te vas dando cuenta que creces en tu carrera profesional y te empiezas a tener comidas con ejecutivos, comidas con clientes, te invitan comidas con el jefe de no sé quién y te traen cuatro cubiertos de cada lado y dices, “¿y ahora qué hago con esto?”. Entonces me di cuenta que eso que yo estaba padeciendo lo padecía muchísima gente. Entonces me puse a estudiar y lo compartí.

 

 

O sea, realmente es mi propio proceso de aprendizaje que he tenido y que, como sé que otras personas no lo han tenido, como yo no lo tuve, es por eso que decidí compartirlo. Y encuentro que es lo que más feliz me hace. Me hace muy feliz compartir todo lo que he experimentado. Mis 17 libros y tú ves mi propia trayectoria de vida. O sea, crisis existencial cuando caí en el hospital, soy mujer, soy invencible, estoy exhausta.

 

 

Es que de verdad caí en el hospital de tanto estrés, tanto trabajo. Entonces, ¿qué aprendí a partir de eso? Y, en fin, ha sido un deseo de compartir, porque si no, ¿qué sentido tiene? Y siento que además es también parte de mi misión en este mundo. O sea, colaborar, como hice un curso de milagros, hazme un instrumento. O sea, de veras, si yo puedo colaborar a que este mundo sea mejor en este renglocito, que es lo mío, pues qué bueno. Y eso te hace sentir bien también. Entonces, eso fue lo que me motivó. Gracias. Gracias.

39:33
Norma. Hola, ¿qué tal, Gaby? Mi nombre es Norma. Gusto mucho de escucharte. Realmente permite que mi mente viaje cuando te escucho. Podríamos decir que has viajado desde la superficie hasta las profundidades del ser humano. ¿Podrías decirnos qué te ha enseñado ese viaje?

40:04
Gaby Vargas. Mira, me ha enseñado que la vida es muy corta. Me ha enseñado que las cosas se quedan y la gente se va. Me ha enseñado que, como mi papá decía, los momentos buenos hay que disfrutarlos porque los malos llegan solos. Y sí, de pronto, una llamada telefónica, sábado en la noche, viendo la tele con mi esposo, así acurrucados en el sillón, llamada telefónica, mi hermano de 41 años tuvo un accidente de moto y se murió.

 

 

Lo siento. O sea, te das cuenta de que de veras hay que disfrutar cada instante, no dar nada por un hecho. Como les comenté, durante muchos años me dediqué a todo lo superficial, todo lo que era la imagen, hasta que llegó un punto en que llegó una voz de mí diciendo “por favor, no me sientes junto a Gaby Vargas porque me va a checar cómo estoy vestida, va a checar cómo como”. No, no, no, qué horror.

 

 

Y aunado a eso, esa vez que me enteré de esa boda, que me dijeron “por favor, no me sientes con ella”, aunado a eso, yo estaba pasando la crisis de la mitad de la vida en la que te cuestionas “qué estoy haciendo, vale la pena”, aunado a que yo ya llegaba a cualquier reunión y todos me decían “Gaby, ¿cómo está mi pelo? ¿Y cómo están mis zapatos? Oye, y mami?” Yo decía “híjole, sé hablar más de otras cosas”.

 

 

Eso ya me empezó a cansar. Veinte años, veinti tantos años me dediqué a la imagen. Y sí tuve en esa carrera la satisfacción de haber asociado a presidentes y gobernadores y gente de empresas importantes, pero de pronto venía una elección para la alcaldía en la Ciudad de México y estaba en el canal, no me acuerdo, Denise Dresser tenía un programa y tenía a los candidatos. Y me dice “Gaby, ven a criticar a los candidatos, ven a hacerles su asesoría de imagen aquí en la tele para que tú opines”.

 

 

Y en ese momento dije “ya no, ya no”. Dije “Denise, me voy a dedicar a otra cosa, me voy a dedicar más a otra cosa, ya esto no me satisface”. Y me dice “Gaby, ¿cómo puedes tirar tantos años a la basura?”. Le dije “entiendo, te entiendo y te agradezco, pero si no marco un momento de mi vida, le dije “ya no”. Y en eso le digo a mi esposo, le digo a Pablo, que era mi psicólogo, mi psiquiatra, mi todo era Pablo, todo.

 

 

Le dije “gordo, quiero meterme más a explorar lo de adentro”. Pero sentía que me metía a una alberca llena ya de especialistas. Yo no estudié psicología, no soy coach, nada, pero ese era mi llamado. Entonces le dije “no me importa”. Y le digo a la editorial, estábamos publicando libros de imagen, le dije “oye, fíjate que ya no quiero escribir de imagen, ahora quiero escribir más sobre la vida interior”. Me dijo “Gaby, vas a perder la mayoría de tus lectores”.

 

 

Le dije “no, me importa, no me importa. Si me siguen, qué bueno, si no me siguen, también, pero no puedo escribir ya de imagen porque no es congruente con lo que ahorita mi alma está sintiendo”. Cuando caí en el hospital, que después de dos días de análisis, en que mi cuerpo dijo “hasta aquí”, porque trabajaba como loca, viajaba a diario a distinto ciudad de la República a dar conferencias, escribía libros, grababa en el radio, tenía un programa de televisión, mis tres hijos, mi esposo, claro, el cuerpo en un momento en que me dijo “hasta aquí” y caigo en el hospital.

 

 

Y después de dos días de análisis, llega el doctor y me dice “señora Vargas, lo único que usted tiene es estrés”. Entonces dije “esto no es modo de vida”. Y ese fue como un llamado de la vida. Y decido empezar a buscar el interior, aunado con toda la muerte de mi hermano Adrián, las crisis de los 40, como que toda la vida se confabula y se junta para Te vas mandando señales por acá, luego otra señal por acá, luego otra señal por acá de que no estás en el camino adecuado. Yo llena de dermatitis, colitis, no dormía, todo.

 

 

Y en eso, cuando la editorial me dice “Gaby, es que no te van a seguir”, dije “no importa”. Me dediqué… Andrea, mi hermana, me llama a estudiar el eneagrama. “Andrea, ¿qué es eso del eneagrama? Acompáñame, vámonos, me voy a San Francisco con ella”. Estudiamos con una de las gentes más importantes del eneagrama actualmente, que es Helen Palmer, en San Francisco, California. Y me doy cuenta de mi personalidad, me doy cuenta de cómo soy y empieza ahí mi apertura del alma.

 

 

Y es un camino, nada fácil. Te encuentras con tus monstruos. Me acuerdo que después de una semana de estar en ese curso, le digo con Andrea, “Andrea, ¿para qué me invitaste? Yo era más feliz antes”. O sea, antes de conocer todo esto de aquí adentro, porque te enseñan tu lado oscuro en un espejo en que no puedes decir que no. Eres esto, esto, esto y esto. Y no te queda más que decir sí.

 

 

Y me acuerdo que seis meses después de que regresamos de esa semana, me dice Pablo, “oye, vieja, en una comida me dice ‘oye, desde que llegaste al eneagrama te veo apachurrada, te veo como ensimismada, te veo…'” Dije, “hay gordos que me dijeron que era esto y esto y esto, y es horrible”. Me dice, “ya lo sabía, siempre lo he sabido”.

 

 

Me dijo, “pero además quiero decirte que eres esto y esto y esto y esto”. Y fíjate qué bonito, me dijo, “y yo quiero al paquete completo”. No es precioso. Y bueno, esa fue el inicio de mi búsqueda hacia el interior, pero no es fácil, no es agradable, es doloroso. Y es una cueva oscura, pero hay un hilo dorado que tomas a la entrada. Cuando tú dices, “ya quiero dedicarme a buscar mi vida interior”, hay un hilo dorado que una vez que llegas y lo conoces, ya no lo sueltas.

 

 

Y yo lo vi con la muerte de mi hermano Adrián, que también estaba en esa época. Yo tenía una tristeza tremenda y de pronto me acuerdo que estábamos en familia comiendo, me subí a mi recámara a llorar, mi duelo, y en esa profundidad veo, literal, veo, pero de veras, esto fue así, que en esa oscuridad de pronto veo la lucecita de una puerta, la lucecita como si estuviera de una puerta atrás. Y como abro la puerta y me encuentro con una serenidad, una luz y una serenidad dentro de esa profunda tristeza que yo nunca había conocido ese lugar.

 

 

Me llevó el dolor, me jaló, me arrastró a conocer esa parte más profunda que tenemos, que es el alma. Y ahí encontré una dulce tristeza. Me explico, mi tristeza se hacía dulce, mi tristeza se hacía más llevadera. Y a partir de que conocí ese lugar, es que ha sido, te estoy hablando de eso hace 21 años, 22 años, en donde he estado busque y busque y busque y busque ese hilo, ese hilo dorado que ya no lo sueltas porque quieres regresar a ese lugar una y otra vez y buscas libros, cursos, meditaciones, yoga, lo que quieras con tal de regresar a ese lugar.

 

 

Y ahí ya he encontrado la paz, ahí le encuentras el porqué a eso. Bueno, si yo no hubiera tenido esas herramientas que construía a lo largo de 20 años, cuando murió mi esposo, yo creo que no hubiera podido salir adelante como he salido. Damos la vida como si fuera el aire. Pensamos que el aire siempre va a estar.

 

 

Quédate sin aire, quédate sin respirar dos segundos y empiezas a apreciar lo que es el aire. Eso no sucede con toda la vida. Damos por un hecho que los regalos que tenemos de poder ver, poder ser independientes de la cama al baño, de poder caminar, de poder gozar, de poder sentir el aire, de poder tener alimento en la mesa, eso lo damos por un hecho. Y de verdad, si algo sirve en estos cortes que en la vida te hace, es para apreciar más lo que sí tenemos y no volteamos a ver.

 

 

Siempre estamos pendientes de aquello que falta y nos olvidamos de ver de todo aquello que hay por agradecer. O sea, oír pajaritos en la mañana, métete el día que ya no los oigamos. ¿Se acuerdan cuando el eclipse solar que vivimos hace poco? De pronto la oscuridad en el día y decir, “Y damos por un hecho el sol, el sol lo damos por un hecho”. ¿Y qué sería de la vida sin sol? Cosas de esas. Entonces, voltear a ver a la precio de todos los detalles, la regadera. ¿Qué lujo es una regadera? Cuando tuvimos época de sequía nos dimos cuenta del valor del agua.

 

 

Entonces, es esas cositas que de veras le dan sentido a tu vida. Y mira, ahora que mi esposo falleció y que le puse a mi libro “Exhala”, es porque me di cuenta que a pesar de la profundidad del dolor y la oscuridad en el día que estaba, volteabas a ver el cielo y veías unas nubes preciosas y el cielo, y eso, ese es el llamado de la vida que te hace exhalar.

 

 

Ese pequeño “ah”, eso es lo que te ayuda a dar el siguiente paso. Y luego salía yo a caminar o tenía oportunidad de cenar con alguno de mis hijos en un restaurantito fuera del hospital, pedir una copa de vino, esa copa de vino decía “ay, gracias Dios, esto me hace exhalar”. El llamado de una amiga, “¿Cómo estás? ¿Cómo vas? Ah, te hace exhalar”.

 

 

Entonces, esas pequeñas cositas es lo que te va dando fuerza, fortaleza en la vida para salir adelante de cualquier reto. Ya no sé si me fui por otro lado o te contesté. Sí contesté.

49:36
Aira. Hola, Gaby, muchas gracias. Realmente está siendo un placer escucharte. Mi nombre es Aira, y de estos viajes que nos has estado compartiendo, ¿cuáles han sido los mayores retos a los que te has enfrentado y cómo los has logrado superar?

49:46
Gaby Vargas. Pues bueno, yo creo que la primera vez que hablé en público el reto de que una conferencia que iba a ser de una hora la di en 15 minutos, todo lo di rápido. Ese sentir las miradas es un reto siempre, porque las miradas tienen un peso y te hace sentir insegura, te hace sentir y tú quién eres y tú por qué. Ese reto solamente a través de ir pisando, o así como dicen las tablas, es como vas venciendo eso.

 

 

Otro reto es la página en blanco. En los 17 libros que he publicado, cada vez durante veintitantos años escribí una semana, una vez a la semana un artículo en los periódicos. Y cada semana es la página en blanco, literal, en la computadora por donde empiezo. Ese reto es difícil, porque claro, vienen los monstruos, eso a nadie le va a interesar. Y puede ser cada semana, cada semana, cada semana, un tema que fuera para todo mundo, un tema que fuera positivo, porque como ven, no soy de criticar, que aportara, que a mí me sirviera, que fuera profundo, que fuera bien investigado.

 

 

Y no importaba si era Navidad, mi cumpleaños, viaje, enferma, el periódico te pide el artículo, cada día escribí para varios periódicos. Y ese reto de la página en blanco me lo encontré cada semana. Y es, otra vez, como soltar el ego y dejarte llevar. Y empezar a decir, “Bueno, ¿qué cosa noté esta semana que hubiera sido una mirada que noté de mi yerno a mi hija?”. Y de ahí, entonces ya me soltaba. Alguna vez oí a Elizabeth Gilbert describir que como escritor, de pronto, se te aparece la cola de un toro y apenas ves la colita.

 

 

Y es cuestión de ir jalando la colita para que te aparezca el toro, que es el tema completo. Pero de pronto no tienes nada de qué escribir. Y dije, “Qué buena descripción, porque lo siento”. O sea, no tienes idea, pero empiezas por un acontecimiento chiquito y de ahí empiezas y te llega el tema. Pero ese reto, como escritora, lo viví cada semana durante 25 años.

 

 

El reto de la seguridad de ti misma, el reto ahora, el reto de la soledad, el reto de de estar cómoda con mi propia compañía, de sentirme bien, de sentirme segura, sabiendo que sigo en brazos de un guerrero, aunque esté no presente conmigo. Y el reto, eso es en el aspecto profesional y en el aspecto familiar. Como mujer, el reto del balance, el reto de no perder el balance entre la familia y el trabajo, no siempre lo tuve, no siempre lo tuve.

 

 

La caída más grande, que alguna vez ya la he comentado, fue cuando estaba yo en verano, acababa de entregar uno de mis libros, no me conocía, era el 10 o el 9, uno de mis libros, y trabajas muchísimo para un libro, entonces no ves a nadie, estás concentrada en esa meta. Entrego al editorial el libro para que saliera en diciembre, antes de verano, y nos vamos, mi esposo y yo, con mis hijos y mis suegros, a Cancún de vacaciones.

 

 

Estoy con mi esposo en Cancún, viendo la playa en camastros, así, yo así, ya sabes que estás así en calidad de agotada. Me estaba yo con la mano tomada de Pablo, en una tarde, acabamos de comer, y de pronto oigo que Pablo me dice, en un tono lo más pensado, lindo, cariñoso, y me dice, “Vieja, he decidido irme de la casa, o sea, porque me siento el último en tu lista de prioridades”. Y ahí el mar azul de Cancún, que era una belleza, se convirtió en un hoyo negro, en un hoyo negro, todo, mi vida entera se fue por ese hoyo negro, o sea, en ese instante se me vino, ¿de qué sirven los libros?, ¿de qué sirven los éxitos?, ¿de qué sirve si no tengo a Pablo?

 

 

Yo perdí el equilibrio por enfocarme en entregar ese libro, y sí, lo descuidé, y es muy difícil como mujer mantener ese equilibrio, es muy difícil. Y me acuerdo que me lo dijo, aparte me preocupé, porque, precisamente por como me lo dijo, no era el resultado de un pleito, de un portazo, dices “ay, mañana se lo olvida”, como a veces decimos cosas que realmente no sentimos.

 

 

No, conocí a Pablo perfecto y la forma en que me lo dijo estaba totalmente pensada la decisión, de veras vi el abismo, y en eso cuando le iba a decir, “mi vida, perdóname”, no sabía ni por dónde empezar, en eso llegan mis hijos y mis suegros con un barquillo de helado en la mano, “hola, ¿cómo están?”, bueno, mi esposo y yo nos hubiéramos ganado el Oscar de la actuación en ese momento, porque con “El mundo abajo”, los dos, y con el tema más serio de nuestro matrimonio, que en 50 años nunca más volvimos a tener un tema tan fuerte, porque aprendí mi lección, como no se pueden imaginar, yo dije, “para nada”, entonces, mi hijo, ya que actuamos, nos subimos a la recámara y le dije, “o sea, ya sabes, mi vida, perdón”, y me dijo, “mañana hablamos”.

 

 

Creo que no dormí toda la noche, yo creo que él tampoco, y al día siguiente, de veras, ya con el corazón en la mano, le dije, “gordo, perdóname”, sí, la regué, me caí, no valoré y pues ya, me perdonó, me perdonó. Y entonces valoras más su compañía, valoras más estar con él, se nos olvida que de veras, sin la pareja, bueno, en mi caso, sin mi pareja, mi vida carecía de sentido, el papá de mis hijos, mi esposo, mi amigo, mi amante, mi consejero, mi apoyo emocional, físico, mental, en fin, era todo, Pablo, para mí.

 

 

Entonces, realmente, esa fue una vez en que perdí el equilibrio. Yo venía publicando diez libros, publiqué uno por año, uno por año, uno por año, aunado a todo lo que ya les platiqué de chamba. Y a partir de ahí, la avisé a la editora, le dije, “sabes qué, va a ser uno cada dos años”. Entonces, le bajé al ritmo, le dediqué mucho más tiempo y atención a mi marido.

 

 

Cuando llegaba en las noches, me dedicaba a oírlo, escucharlo, a darle cenar, a procurarlo, pero no porque lo quería, porque era lo más importante en mi vida, me explicó, no en otro sentido. Y yo creo que la fuerza viene de la convicción profunda de qué es lo que quieres, de ahí nace la fuerza, rebotas, pero rebotas, ni lo piensas. Y somos humanos, y también ese material, ese material sirvió para mi crecimiento. Ese material que fue un fracaso, ¿me entiendes?, una caída fuerte, se convirtió en composta para nutrir mi matrimonio a partir de ahí.

Belén
57:06. Hola, Gaby, yo soy Belén Ruiz. Primeramente, agradecerte por todo lo que nos has compartido. Me quedo mucho con esta fuerza y la valentía que proyectas, incluso para escuchar tu intuición y no dudar de ti mismo, de lo que quieres. Eres una mujer que ha estudiado mucho el comportamiento humano y, pues bueno, te pregunto, ¿Crees que aún te queda camino por recorrer?

57:41
Gaby Vargas. Muchísimo, muchísimo, muchísimo, muchísimo. Soy un estudiante de la vida, que si vemos la vida, voy en primaria. Me falta mucho, mucho por aprender, mucho. Si bien ahora sé más que lo que sabía cuando tenía 15 años, por supuesto, y esa sabiduría te hace vivir más feliz, de veras que eso te da los años. Tengo 71 años y me encanta decirlo porque me siento plena, me siento mejor que nunca, me siento más sabia. Y la vida te va cambiando, la muerte te cambia, los retos te cambian, pero siempre para bien. Como que la conciencia busca desarrollarse a través de nosotros, de nuestras experiencias.

 

 

La conciencia quiere saber a qué sabe un durazno, qué se siente el abrazo, qué es ayudar a los demás. O sea, quiere experimentarse a través de nosotros, Dios, la conciencia, como quieras. Es la manera en que estamos unidos y como colaboramos a que la conciencia crezca. Y estamos ahorita no solamente en una época de cambios, sino en un cambio de época, y lo podemos sentir. Hablar de estos temas del alma antes hubiera sido tabú.

 

 

Hoy estamos ya abiertos a esto, estamos todos creciendo. ¿Por qué? Porque el que cada uno crezca en su propia experiencia colabora a que la conciencia en general crezca. Y de esa manera enriquecemos la vida de todos. Y, por supuesto, por supuesto, que me queda mucho camino por aprender y llegar a ser eso a lo que aspiro, cada vez más sabia, más feliz, y poder ser un faro de luz para mis hijos, mis nietos, y ser un ejemplo como fueron mi papá, mi mamá, mi esposo para mí en la vida.

 

 

Y el gran ejemplo que mostraron fue que, ante la adversidad más fuerte, mi papá sufrió 25 años Parkinson, nunca lo escuché quejarse. Jamás dijo por qué a mí. Siempre, “¿Cómo estás, papá?”. “Mejorcito”, me dijo. “Mejorcito”, y veías que cada vez estaba peor. Pero esa actitud de mi papá para mí se me tatuó. Mi esposo jamás se quejó. Mi esposo siempre fue, “No, hombre, la vamos a pasar. No pasa nada, la vida como siempre”.

 

 

Y esa actitud echada para adelante lo traigo en los huesos porque lo vi, lo admiré, lo viví. Y eso es lo que yo quiero ser en un futuro para mis hijos y nietos.

1:00:17
Marisol. Hola, Gaby, mucho gusto. Yo soy Marisol. Ha sido un placer escucharte. Me gustaría preguntarte, hay veces que sabemos cuál es el camino, que lo intuimos, pero nos da miedo, nos da miedo dar ese paso. ¿Cuál sería tu consejo?

Gaby Vargas
1:00:35. Es que el temor viene del ego. El ego va a ser lo imposible porque no conozcamos el alma. ¿Por qué? Porque el ego vive aquí adentro y quiere tener una casa cada vez más grande. Y si yo voy conociendo el alma, la casa del ego se va achicando, se va achicando, porque me importan menos las cosas materiales o me importan menos los títulos y ya, cosa que a lo mejor antes, en cierto momento de mi vida, me importaban. Y el ego, cada vez que ve amenazado que se le va a achicar la casa, te mete miedo.

 

 

Entonces, es entender de dónde viene ese miedo. Y a pesar del miedo, dar el paso. O sea, el miedo, ese es el dragón más grande y ese dragón es el que te impide. ¿Te imaginas cuántas cosas haríamos, qué proyectos no harías si no tuviéramos miedo? ¿Te imaginas? Y el miedo es simplemente ese dragón grandote de Shrek que le dices qué bonitas pestañas tiene y se empieza a sonrojar. Entonces, de verdad, no dejemos que el miedo creado por el ego nos impida llegar al camino del alma, que es lo que está previamente trazado para nosotros y es nuestro destino.

 

 

Y el miedo lo hemos sentido, pero es dar el paso a pesar de. Tomar el valor, pedir ayuda sobrenatural, “Ayúdame, guíame por el camino y ayúdame a dar el paso”. Y cerrar los ojos y dar el paso. Tuve también otro alumno que era cirujano, neurocirujano, 10 años de haber sido neurocirujano, operar el cerebro. Y un día dijo “Hice esta carrera porque mis papás me pidieron, pero yo lo que quiero es poner mi restaurante de carnes argentinas”.

 

 

Y ahí anda la cadena de restaurantes de carnes argentinas de este neurocirujano que invirtió 10 años en estudiar, pero no era su llamado. Entonces, poder ir combinando los dos, un trabajo que te permita pagar, pero también ir buscando tener el otro, el otro en donde tu corazón brinca, lo que te da vida, lo que te hace sentir vivo.

 

 

¡Dalo! ¡Dalo! Ni lo pienses. ¡Dalo! Como decía mi papá, o sea, si te hace clic, ni siquiera piensas en el posible fracaso. Porque además, cuando metemos la duda a nuestro camino, la duda es como la humedad, se te mete y te impregna todo. Y empiezas a dudar de ti mismo, a dudar de las personas, a dudar de la situación, y del país, y este presidente, y ya sabes. No permitas la duda. Di, esto es lo que quiero. Buscas ayuda de ahí arriba, te agarras de la mano de ahí arriba, y das el paso. Sin dudarlo. ¡Aviéntate! ¡Lánzate! ¿Ok? Gracias. Gracias a ustedes. Gracias. Gracias. Muchas gracias.