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La curiosa relación entre la ópera y el mariachi

Gerardo Kleinburg

La curiosa relación entre la ópera y el mariachi

Gerardo Kleinburg

Divulgador cultural


Creando oportunidades

Gerardo Kleinburg

Gerardo Kleinburg es promotor cultural y experto en música clásica y ópera. Desde una infancia marcada por la ausencia paterna, Kleinburg encontró en la música un refugio y una forma de expresión. Estudió piano desde los cuatro años y más tarde se formó como ingeniero bioquímico, aunque su verdadera pasión siempre fue la música. Fue director de la Ópera de Bellas Artes y del Festival Internacional Cervantino, donde impulsó la divulgación de la ópera y la música clásica.

Además, ha sido reconocido por su labor como crítico musical, ganando el Premio de Crítica del Festival de Salzburgo. Kleinburg ha llevado la ópera a lugares inesperados, como cárceles y comunidades de bajos recursos, demostrando su compromiso con la accesibilidad cultural. Su enfoque único combina la narrativa y la música, buscando conectar emocionalmente con su audiencia y desmitificar la ópera como un arte elitista.


Transcripción

00:10
Gerardo Kleinburg. Gracias. Bueno, aquí estamos. Bienvenidas y bienvenidos. Chicas, chicos. Creo que sería una buena idea tratar de empezar preguntándome qué hago aquí. Si vengo a platicar con ustedes. Pero tratar de entender por qué estoy aquí. Y creo que la manera en la que uno puede entender qué hace en un lugar. Y en la que puede hacer entender qué está haciendo en un lugar, está explicando quién es. Y yo creo que yo soy un niño solito. Y creo que ahí nos podemos identificar. Un niño que estuvo muy solo. Un niño sin papá. Un niño que no conoció a su papá. Que lo vio 15, 20 minutos en toda su vida. Y creo que eso determinó, de una manera muy poderosa, quién soy. Para bien y para menos bien. Creo que en ese sentido, todas y todos nos podemos identificar con esa historia. Todos somos unos niños solos. En el fondo, unas niñas solas y todos lo sabemos. Y todos sabemos que desde ahí nos podemos explicar.

 

Pero lo que yo les quiero contar es cómo aprendí a explicarme. Y aprendí a entender quién soy. Y aprendí a entender que podía ser de otra manera. Y esa forma fue contándome cuentos, porque todos nos contamos cuentos y todos contamos cuentos. No creo que hayan pasado más de siete, diez, 15 días sin que ustedes hayan recordado algún sueño. Ese sueño es un sueño o es un cuento que se contaron. Muchas veces en ese cuento están ustedes, ¿cierto? Muchas veces el cuento les gusta muchas veces no les gusta, muchas veces les dice algo que no sabían de ustedes, muchas veces los avergüenza, muchas veces los enorgullece. Ese niño que yo era. Trataba de entender por qué su cuento era diferente. Por qué en su cuento faltaba un personaje que todos los demás cuentos tenían. El personaje de un papá. Y a partir de esa falta del personaje, yo empecé a entender que la ficción que mentir, que inventar con un propósito que no sea perverso o que no sea el de engañar a alguien puede servirnos muchísimo. Eso tuvo otro camino paralelo en donde también había cuentos, pero eran cuentos mucho más encriptados porque no había palabras. Porque nosotros siempre creemos que un cuento solo se puede contar con palabras. Pero hay una rama del arte que nos cuenta historias sin usar una sola palabra. Y esa es la música. La música no vocal.

 

Si estamos oyendo una canción de Juan Gabriel, si estamos oyendo una canción de Pink Floyd, por supuesto que nos están contando un cuento. Pero si nosotros oímos una sonata de Mozart o un preludio de Bach, o una sinfonía de Beethoven, entonces ¿dónde está el cuento? Sin embargo, nosotros empezamos a sentir cosas, nos empiezan a pasar cosas. De alguna manera nosotros somos un cuento. Somos el cuento que nos estamos contando. Me queda muy claro que en esta serie de charlas maravillosas debe haber habido ya varias personas que aborden el tema de la conciencia. ¿Qué es la conciencia? Y seguramente hay muchas maneras de expresarla a través de procesos cognitivos, neuroquímicos, etcétera. Pero yo les propongo una definición más simple de la conciencia. La conciencia es el cuento que nos contamos de nosotros, es el cuento que nos contamos del mundo y nosotros podemos contarnos nuestro cuento y el cuento del mundo.

 

De muchas maneras, la literatura, la ficción, nos puede enseñar qué cuentos nos gustan y qué cuentos no nos gustan, qué personaje queremos ser y qué personaje no queremos ser. Muchas veces dicen que la gente que se refugia en la ficción se está evadiendo. Es exactamente al revés. Mientras más cerca estés de la ficción, más cerca estás de la realidad. Es un engaño. Mientras tú consumas ficción, buena ficción, la aprehendas con hache, la hagas tuya, estarás cambiándote y tendrás una posibilidad de cambiar el mundo. Después podemos hablar de que estudié piano, que estudié bioquímica, que fui director de la Ópera de Bellas Artes, que fui director del Festival Cervantino, que escribo literatura, que tengo un proyecto amplio, grande, de divulgación de la ópera y de la música clásica. Pero en el fondo lo único que trato de seguir haciendo es contando cuentos y contándome un mejor cuento de mí mismo. Así es que con esto dicho, ¿que les parece si nos ponemos a contar cuentos y empiezan disparando alguna pregunta? Bienvenidas sus preguntas. Estoy a sus órdenes.

05:40
Alexis. Hola Gerardo, mucho gusto. Mi nombre es Alexis. Mencionabas tu pasión por contar cuentos y uno de ellos la labor que has hecho con la ópera. Y en esas. En ese sentido, preguntarte. Al igual que en la ciencia se tiene cierto sesgo, como en la ópera, que es exclusiva solamente para cierto grupo. ¿Tú qué opinas respecto a ello?

06:00
Gerardo Kleinburg. Es una buena pregunta y yo estoy convencido de que cada vez que uno dice que la pregunta es buena, la respuesta suele ser menos buena que la pregunta. La ópera elitista, La ópera solo para conocedores. Esa es una noción muy difundida, pero que es una noción o una idea que en el fondo han difundido o hemos difundido. Los que nos vinculamos con la ópera no tanto los que hacen la ópera. Un cantante que está parado en un escenario, una soprano que está parada en un escenario desnuda, desnuda entre comillas, ante 2000 personas dispuestas a bombardearla con sus abucheos si algo sale mal. No está pensando así. ¿Eso es elitista o para conocedores? ¿Pero qué pasa con los que están en el público, con los que gozan o gozamos de ese género? De pronto son ellos, Hemos sido ellos, los que queremos sentirnos superiores, los que queremos decir “A mí me gusta la ópera porque soy muy inteligente.” “A mí me gusta la ópera porque soy muy culto.” “A mí me gusta la ópera porque hablo cinco idiomas.” Esa es una tontería y eso le ha hecho mucho daño a la ópera.

 

Afortunadamente las cosas han ido cambiando porque también ese público utilizaba la ópera como un espacio social. Empezó en algún momento a ir a la ópera, hablo de otras épocas, tal vez en el siglo XVIII, más que para ver o en el siglo XIX, incluso para que lo vieran. Fíjense ustedes, cuando hay un palco en un teatro, un palco es un lugar donde puedes ver mejor y oír mejor. Puede que sí, pero si se fijan es un lugar donde te ven. Tú te volteas desde tu asiento modesto y volteas a mirar y está en el palco y se levanta y ves a las señoras y los señores con sus joyas en el palco. Se están exhibiendo en un palco. No quiere decir que eso sea malo, pero esto es un poco para explicar de dónde viene esta idea de que es elitista y para conocedores. Un punto que resultó importante para que la ópera de pronto tuviera ciertas barreras es el idioma. ¿Cómo voy a entender eso si no hablo el idioma? Pero piensen un poquito cuando ustedes oyen por primera vez una canción de rock de su grupo favorito en español, le entienden a la primera, a que a veces no le entienden. A veces las plataformas de streaming incluso ponen la música, la letra. ¿Por qué? ¿Si hablas español, para qué quieres la letra? Porque no le estás entendiendo. Entonces eso no es solo de la ópera. Eso ha pasado en toda la historia. Pero la ópera en un principio se hacía con luces encendidas. Cuando no había luz eléctrica, no hacían los llamados ‘black outs’. Entonces la gente tenía el texto y podía ir leyendo el texto que se cantaba y una traducción a su idioma. Cuando nace la luz eléctrica, se apagan las luces del teatro y entonces la gente ya no puede leer. Durante una parte del siglo XX se dejó de entender la ópera porque no se podía leer. Ahora ya hay súper titular y tú puedes ver en una pantalla que se está diciendo todo esto para decir que la ópera per se no es elitista. La ópera per se no es para un grupo selecto de gente que entiende algo.

 

Solo hay un punto en el que la ópera sí es elitista ¿y sabes cuál es? emocionalmente. Ahí sí porque la ópera sí restringe la entrada, no a quien no tenga grandes emociones, sino a quien no esté dispuesto a ponerse en contacto con sus emociones. Y ahí viene la barrera a la ópera. Si tú estás dispuesto a sentir los celos, atroz de Otelo y el femicidio o feminicidio que comete, o lo que le pasa a don José en Carmen y lo que hace al final, si sientes por el contrario, la nobleza y el heroísmo de un Radhamés en Aída, si sientes el humor del barbero de Sevilla en Rossini, si tú estás dispuesto a ponerte en contacto con esas emociones y con tus emociones, la ópera es para ti. Si tus emociones y las emociones de los demás te incomodan. La ópera no es para ti. No te acerques a ella. Dicho esto, la ópera es tan accesible como tú quieras.

10:50
Nereida. Hola Gerardo, mi nombre es Nereida Balmaceda y quiero preguntarte ¿quiénes son tus músicos preferidos y por qué?

10:57
Gerardo Kleinburg. Esa es la pregunta más difícil que te pueden hacer y hay varias maneras de responderla. Pero yo primero te respondo diciendo quiénes son mis músicos favoritos en este momento. El primero que me viene a la mente es Mozart. No solamente te voy a decir quién es, sino por qué. Me parece que eso es lo que lo puede hacer interesante Mozart, a quien todos asociamos con este prodigio increíble, que lo es, con alguien que hace y pudo hacer algo de una manera estratosféricamente buena desde que nació. Que pudiera escribir, porque es un dato, a los seis, siete años, su primer concierto para clavecín y orquesta a los ocho años, su primera sinfonía, a los nueve, 11 años, su primera ópera. Primero que nada, lo increíble es que es real. Insisto, no lo podemos explicar. Pero lo que verdaderamente resulta atractivo, en mi opinión de Mozart, es que desde esa temprana edad pudiera escribir música con esa emotividad. Música que nos provoca esas emociones, que nos cuenta, esos cuentos que cuando escribe una ópera a los 11, 12, 13, 15 años y a los 15 años con Mitridate, re di Ponto, es su explosión como gran compositor de ópera, ¿Cómo puede entender el dolor humano, la envidia, la traición, el duelo por el amor perdido? ¿Cómo lo puede entender emocionalmente? Eso a mí me sorprende inmensamente y durante toda mi infancia y primera adolescencia detestaba a Mozart. Me parecía horroroso porque era muy fácil de tocar, porque no había que tocar fuerte y rápido y aparatoso y así porque me parecía como muy soso, tonto de mí, me empecé a dar cuenta de que la grandeza de ese hombre es la economía de medios.

 

Cómo se puede decir todo de esa manera, con ese lenguaje y con esa transparencia. Mozart, en mi opinión, es el primer gran pintor sonoro, retratista musical de la condición humana. Voy a decir tres o cuatro. Beethoven. Obviamente, Beethoven se quedó sordo. Pobrecito, un milagro increíble. Eso es lo que menos admiro de Beethoven. Que se haya quedado sordo. Beethoven es uno de los primeros grandes compositores que escribe música Porque si. Mozart ya fue el primer freelancer de la historia de la música, famoso hay otros, pero el primero, famosísimo. Beethoven, sigue con esa tradición de ser un trabajador independiente. Y ahí te va lo que yo admiro de Beethoven, que la música de Beethoven se empieza a tratar de algo aunque no tenga palabras. Solo escribió una ópera que no es muy buena Fidelio, pero hablo de toda esa música que no tiene palabras, pero que de alguna manera cuenta historias, como dije al principio. ¿Y de qué historias habla Beethoven? ¿De que qué cuento cuenta el suyo? Beethoven solo habla de él. Es autoreferencial. Es, si se quiere, egocéntrico. Y eso diría uno, bueno, pero eso lo hace un narciso, ¿no? Seguramente un tipo con personalidad narcisista. ¿Y eso cómo es posible que eso sea lo que admiras? Porque he estado siempre convencido de que mientras más íntimo sea lo que cuentes, más universal es. Si tú me platicas tu historia, la tuya, estoy seguro de que me estás contando algo de la mía.

 

Siempre todas nuestras historias se parecen en lo esencial y a veces no solo en lo esencial. Y Beethoven nos habla de él y al hablarnos de él nos habla del dolor, nos habla del abuso infantil del que fue víctima, nos habla del despecho permanente, nos habla de su dificultad para respetar el principio de autoridad, nos habla de la resiliencia, nos habla de la reinvención, nos habla de todo eso. Beethoven es, siempre lo he dicho, un autor que nos enseña con su música a que nosotros somos los únicos que podemos ser los héroes de nuestra propia vida. Beethoven fue el héroe de su vida y todos los que estamos aquí somos los seres de nuestra vida. Aunque no lo percibamos. Lo vamos a usar, un compositor menos conocido para no pasar solamente por los pops de la música clásica, compositor ruso del siglo XIX, uno de mis compositores favoritos, Modest Mussorgsky, que escribió poca música, entre ella una ópera maestra que se llama Boris Godunov, la historia de un zar de Rusia y que escribió, entre otras de sus pocas obras, una partitura que se llama Cuadros de una exposición, que incluso un grupo de rock, Emerson, la convirtió en una gloriosa rola de rock. ¿Y saben por qué me interesa ese compositor? Porque ese compositor es, en mi opinión, el que más de toda la historia se fue por la libre. Autodidacta, nunca estudió música, nunca aprendió las reglas de la música y escribió música absolutamente extraordinaria, alabando mucho el nacionalismo ruso, uno de los primeros grandes autores nacionalistas rusos que quiere hacer música rusa al estilo ruso. Pero imagínense un músico que no estudió. Eso nos lo podemos imaginar para escribir una balada sencilla. Pero si yo les digo que un tipo escribió una ópera y no tomó una sola clase de música, está un poco más raro. Eso me parece genial. Por lo tanto, su música es atípica.

 

Es una música que en su tiempo y muchos de sus amigos vieron equivocada. Estaba mal escrita. Pobrecito Mussorgsky, era un genio, pero su música era mala porque no estudió. Y todavía después de muerto, Mussorgsky muere muy joven. Era epiléptico, era alcohólico. Muere muy joven, en una situación desastrosa. Sus amigos dicen vamos a arreglar su música porque estaba bien padre, pero no era muy buena porque no tenía conocimientos musicales y muchos que ya habían estudiado música, compositores rusos la arreglan y durante muchísimas décadas se conoce la música de Mussorgsky arreglada por sus amigos, en particular por Nikolai Rimsky Korsakov y de pronto, por ahí de los años 70 del siglo pasado, alguien dice oigan, y por qué no nos asomamos a la música como la escribió este cuate? Y se dan cuenta de que era un genio, de que esa música “mal escrita”, de que esa música de un autodidacta era música genial. Y regresan las versiones originales, en particular de su ópera Boris Godunov. Ese es uno de mis compositores absolutamente favoritos. Y para cerrar este no tan breve recuento de algunos compositores que me encantan, yo creo que mencionaría en México, a Silvestre Revueltas. Silvestre Revueltas es por mucho mi compositor mexicano favorito, un hombre que entendió que el nacionalismo mexicano, y lo digo con cuidado, no era solamente escribir un huapango como el de Moncayo, que está increíble y que está padrísima, orquestado, sino que podías tomar elementos de la música mexicana, pero incorporarlos a un lenguaje sonoro contemporáneo. Voy a hacer un ejemplo para que se entienda.

 

Es como si me dices voy a hacer un cuadro cubista, pero voy a utilizar un elemento profunda e identificablemente mexicano pero hecho cubista. Imagínenselo en la música, por ejemplo, en música de feria, uno de sus cuartetos de cuerdas. Tú empiezas a oír que es música mexicana, que es música como de pueblo, pero de pronto se te empieza a distorsionar, se te empieza a fraccionar, se te empieza a hacer otra cosa, se te empieza a hacer –estoy jugando– cubista. Ese es uno de los grandes compositores mexicanos. La noche de los mayas, Sensemaya, un autor que escribió poco y que curiosamente yo asocio con Mussorgsky, un compositor que también fue víctima de su adicción alcohólica y que tuvo una muerte prematura y nada más. Porque no lo quiero, No la quiero dejar de mencionar una compositora mexicana que en este momento, como se diría, la está rompiendo en el mundo. Gabriela Ortiz, una compositora mexicana que se ha convertido ya en una de las figuras estelares del mundo de la, llamémosle, música clásica. Siempre es difícil hablar de ese mundo, porque música clásica es un pésimo término, pero yo me dedico a hablar de ella, de este tipo de música y sigo sin saber cómo decirle. No he aprendido como se le llama. Así es música clásica, no me gusta música de concierto, pues toda la música es de concierto, música culta, toda la música es cultura entonces. ¿Pero saben a qué música me refiero? Gaby Gabriela Ortiz tiene también esta característica de la incisividad rítmica de estos ritmos, de estas percusiones, muchas veces asociadas también con lo latino, con lo latinoamericano, con una capacidad de orquestación increíble. Y para no ir más lejos, la señora acaba de ganar el Grammy de la música clásica, que es de alguna manera una forma de consagrarse internacionalmente. Con este no corto recuento te respondo un poco a tu pregunta.

20:44
Karen. Hola Gerardo, mi nombre es Karen Mirador y bueno, a mí me gustaría saber qué sentiste la primera vez que descubriste tu pasión por la música y en qué momento supiste que debías hacerla tu profesión.

20:59
Gerardo Kleinburg. Es muy difícil que te responda a la primera parte de la pregunta, porque si soy sincero contigo no me acuerdo. Es decir, no tengo ningún recuerdo de mi vida en el que no esté ya la música. La música me gusta desde que tengo memoria y por lo que me dicen, me gusta desde que tenía tres o cuatro años. A los cuatro años empecé a estudiar piano y como les comentaba al principio, empecé a entender que la música me ayudaba. Empecé a entender que la música me respondía y lo digo bien en serio, no es un juego de palabras. Me respondía a preguntas que ni siquiera sabía plantear. La música me decía algo que yo no sabía que le estaba preguntando. Me hacía sentir bien, me hacía sentir mal, me hacía sentir triste, me hacía sentir contento. Yo no entendía por qué, pero sabía que la música respondía y que la música acompañaba. Y empecé a acompañarme de la música. Ahora bien, esto no suelo decirlo en público y creo que es la primera vez que lo voy a hacer. Yo tenía bastante talento pianística y musical, pero tenía una aproximación muy impura hacia la música. Y te voy a decir por qué. Como yo me sentía menos por mi contexto familiar, por no tener papá y todo esto, de alguna manera eso era lo que también me hacía diferente y de pronto yo prefería ser diferente porque era el que tocaba el piano a ser diferente por lo otro que me hacía sentir mal. Entonces empecé a usar la música como una especie de arma para defenderme, para ser mejor que los demás, para rechazar un poco el ‘bulleo’ por la otra parte. Y eso pervirtió mucho mi aproximación a la música, tanto así como para que no terminara la carrera de piano. Me quedé a un tris de terminarla. Tengo la formación musical completa, pero no la terminé porque realmente fue mucho más fuerte la tensión que me generaba esto que te cuento, que mi capacidad para tocar el piano.

 

Por otro lado, desde que yo era muy pequeño me gustaba hablar, contar historias, leer y escribir historias y de alguna manera mi frustración por no haber podido ser el pianista que quería ser. Por lo que te estoy comentando, creo que esa es la razón, me digo “Bueno, ¿y si empiezo a escribir también de música?” Y empecé a hacer crítica musical y tuve suerte, me empezaron a publicar en periódicos mexicanos, tuve la suerte de asistir al Festival de Salzburgo y de ganar el Premio de Crítica del Festival de Salzburgo. Y a partir de ahí se me nombra cuando fui muy chavo a los 27 años. Director de la Compañía de Ópera de Bellas Artes, de la Ópera de Bellas Artes. Y ahí empiezo a entender que puedo dedicarme a la música de otra manera. Uno de mis músicos favoritos de toda la historia es un pianista canadiense que se llamó Glenn Gould, absolutamente loco y genial que en el en la cima del estrellato decidió no volver a dar un concierto público porque le parecía un show barato el concierto, hacer un concierto, y solo se dedicó a grabar. Y él dijo alguna vez que se podía hacer mejor música tecleando bien una máquina de escribir que tecleando mal un piano. Y ahí entendí. Esa se convirtió en si lo quieres ver, mi misión. Qué tal si me dedico a hacer música, a acercar la música y acercar la ópera a la gente, no desde la música, sino desde esta parte, desde la divulgación, desde contar una historia, desde contarles un cuento que lleve la información que se necesita. Y, por supuesto, olvidé decirlo. He estado hablando de mi acercamiento a la música, pero no he hablado de mi acercamiento a la ópera.

 

La ópera se convirtió también en esa suerte de terreno en el que confluían las dos cosas, en el que la música que me decía cosas sin palabras y la ópera que me contaba literalmente, me contaba un cuento, la literatura, se unían la literatura y la música se unían y se formaba la ópera. Y un día que estaba solito y que no había nadie en la casa, nunca había nadie, pero que no había nadie en la casa. Y dije bueno, vamos a poner uno de estos cosos de que dice ópera. Entonces empecé a buscar y dije claro, escogí el disco, el álbum que tenía a la muchacha más guapa, a la chica más guapa en la portada está bien guapa, se llama Renata Tebaldi y decía Ay, la Boheme, la bohemia, decía Puccini. Luego entendí que era Puccini, Puccini, La Boheme, La Boheme de Puccini. Dije “pues nadie me va a ver, la voy a poner.” Y estaba el texto en el libreto, en el disco, en los discos grandotes, lo puse, en el estereofónico. Eso debe haber sido en mil novecientos… igual como en 1975, 76, y empiezo a oír La Boheme y a leer lo que decía. Terminé hecho un mar de lágrimas y ahí, como digo, me infecté, me infecté de ópera. La ópera es una infección, no es un gusto, no es una pasión, te infecta, no hay antibiótico, no hay antiviral que te cure, no es mortal, pero te la llevas hasta que te mueres. Entonces, de alguna manera de todo esto, Con todo esto te explico que no entiendo cómo nace mi gusto por la música y un poco cómo llego a hacer lo que hago hoy.

27:07
Oscar. Hola Gerardo, mi nombre Oscar Torres. En tus entrevistas has mencionado que te apasiona el estudio del cerebro. Quería preguntarte ¿qué pasa con nuestro cerebro cuando escuchamos música?

27:18
Gerardo Kleinburg. Es una pregunta que tengo que responder con mesura y con responsabilidad. Estudié bioquímica, eso no lo mencioné también cuando de cuando me di cuenta de que no iba a ser el pianista que yo quería, cuando me di cuenta de que no iba a tocar los estudios de Chopin a la velocidad y con la perfección de que Maurizio Pollini, entre en una crisis total, decidí que eso no era para mí. Mi ego quedó destrozado y me fui a estudiar bioquímica y me recibí de ingeniero bioquímico. Entonces ahí entendí que la ciencia es otra de mis inmensas pasiones. A la par del arte, a la par del fútbol también estaría la ciencia y que el cerebro era, es y seguirá siendo uno de los grandes enigmas de del cosmos, si no es que es el cosmos mismo, el cerebro, como también se ha llegado a decir. Y pasé de esto que les conté, de esta parte empírica de saber qué sentía al escuchar música que me pasaba, –todos lo sabemos– a empezar a tratar de entender qué sucedía aquí, no porque esta sea la explicación única, total y definitiva, pero sí que es un elemento que nos ayuda a entender que sucede. Tengo que responderte de dos maneras la música no vocal y la música vocal, porque la música vocal tiene palabras que nos están diciendo cosas que se convierten también en un estímulo independiente del solamente sonoro musical. Mientras que la música instrumental sola de alguna manera es la que más o de manera más interesante nos puede hacer pensar que sucede.

 

Hoy sabemos, digámoslo nada más, desde dos áreas en qué zonas pasan cosas y qué sustancias se producen. Sabemos que el lóbulo, el cortex prefrontal, la zona prefrontal de nuestro cerebro, se activa fuertemente con la música. Ahí están la voluntad, ahí está la iniciativa, ahí está la creatividad. Ergo, evidentemente, al estar estimulada esa zona, estos atributos se pueden despertar. Ojo, cuidado también acá cuando esto se sale de control, la zona frontal, está la violencia. ¿Recuerdan ustedes Naranja Mecánica? ¿Recuerdan ustedes cómo este chico particularmente violento parece estar nutriendo su violencia con Beethoven? ¿Y con todo esto? Me parece que ahí también también podemos tener un costado menos positivo pero elocuente de lo que la música puede hacer. Por supuesto, sabemos también que actúa sobre el hipocampo. ¿Qué pasa en el hipocampo? En el hipocampo, insisto, no estoy respondiendo como un neurólogo ni como un neurocientífico. Puedo decir alguna barbaridad. Musicalmente creo que voy a decir pocas barbaridades en términos neurológicos, hay que ser respetuoso porque hay gente que dedica su vida entera a estudiar eso y simplemente estoy hablando desde la música con mi embarradita de formación como licenciado en Ingeniería Bioquímica.

 

En el hipocampo está esta parte de nuestro cerebro que participa directamente en la memoria, en hacer la memoria, en cerrar, sellar la memoria. A mí me parece que esto sucede muchísimo más en la música vocal, porque les voy a decir algo ¿cuántas canciones se saben de memoria? Muchísimas. ¿Cuántas canciones que no les gustan también se saben? ¿Nunca se han puesto a pensar por qué me sé esta canción que no me gusta? ¿Es interesante, no? ¿Cuántos poemas se saben de memoria? Muchos menos. Qué fácil es aprendernos algo cuando tiene música. ¿Se han fijado qué hacen los famosos jingles comerciales? Es decir, estos pequeños cancioncitas o pequeños fragmentos musicales asociados con una marca, con un producto, con un servicio. Ahí está la demostración, porque lleva música y la música hace y genera ese pegamento en esa zona del hipocampo. Además de los patrones musicales que se repiten y que son de alguna manera ya muy asimilados, al menos en Occidente. Ese es otro. Son el cerebelo, el cerebelo, que está más vinculado con la movilidad. Y todo esto está muy activado durante la audición de la música. Y todos sabemos que con la música pop, en particular con el rock, pero también con la música clásica, porque de pronto mi esposa y mis dos hijas se burlan de mí, de que yo bailo y reacciono a la música clásica como si estuviera en un concierto de rock. ¿Y digo por qué no? ¿O sea, por qué con la música clásica no te vas a mover? ¿Por qué no te podrías parar a bailar una sinfonía de Beethoven? ¿O sea, como Por qué no? Sí, sí. Esa parte de mi cerebro está también activada. Esa parte de movilidad. Entonces yo si me puedo parar a bailar una sinfonía de Beethoven. Afortunadamente, nadie me ha visto. Eso es en cuanto algunas zonas que se activan Ahora, ¿qué se produce en el cerebro?

 

Muchas de estas sustancias o estos neurotransmisores maravillosos que terminan en ina, serotonina, oxitocina, dopamina y cada uno de estas cosas hace cosas increíbles y sobre todo, conforman un cóctel emocional que va cambiando minuto a minuto. Otra zona que se activa es la amígdala, no la amígdala. No está sino la amígdala, la chiquita que está ahí, en el centro de la azotea, que es uno de los gatillos principales para detonar emociones. Una de las que más con las que más se asocia es con la de la ansiedad, el peligro, la angustia. Cada vez que nos mal viajamos, que estamos ansiosos, estamos mal viajados. La amígdala está así pero encendida. La música puede ayudar a bajar y apagar. La amígdala puede hacer que la amígdala, la amígdala, se relaje un poco. Nos dicen que la música amansa a las bestias. Bueno, y nosotros como buenas bestias que somos, nos vemos muchas veces amansados por la música. Y eso finalmente se liga también con el cortisol. También disminuye en alguna medida la producción de cortisol. Entonces, dicho someramente, creo que estos son algunos de los atributos de la música a través de su lectura cerebral.

34:16
Saúl. Hola Gerardo, mi nombre es Saúl Alejandro Rodríguez Gómez y pues tal vez mi pregunta pues parece un poco tonta ¿no? Pero, ¿es posible hacer una comparación entre la música pop o rock y la ópera?

34:31
Gerardo Kleinburg. Empiezo dejando que te responda alguien que sabía mucho más de música que yo. Un compositor estadounidense de la música clásica, llamémosle. Así, que se llamó Aaron Copland. Y ese señor dijo algo muy sabio. Dijo No se confundan, no discutan, no piensen tanto. Solo hay dos tipos de música la buena y la mala. Y eso me parece que es la primera parte de la respuesta. La música clásica buena y el rock –hablemos del rock más bueno– claro que se pueden parecer la música clásica mala, que la hay y el rock malo que lo hay, o la música pop mala, que la hay, eh, tal vez se parecen menos. A ver, sería interesante sin echar toda una clase de historia, contar un poquito cómo surgen los rockstars. Los rockstars los inventaron la ópera y no se necesita más que tantito pensarle para saberlo. Cuando la ópera sale a la venta, a la tienda, al teatro de ópera, la fecha está bastante clara. 1639 en la ciudad de Venecia, un teatro chiquito que se llamaba Teatro San Casiano. Ahí empieza a hacerse ópera en público. Es decir, no hay plataformas de streaming, no hay cines, no hay videos, no hay nada, no hay otro, otra no hay, no hay, no hay nada de eso. Cuando eso sale a la calle se vuelve la gran diversión, el gran acontecimiento. ¿O sea, dónde vamos? Pues a la ópera. Pues no hay otra opción. Nada más. O sea. Y hay teatros ricos, pobres, para todos. ¿A dónde? ¿Qué show vamos a ver? Nada más.

 

Entonces, las personas que participan en esas óperas naturalmente se empiezan a convertir en las estrellas del mundo del espectáculo. Y los primeros rockstars de la historia son los castrados, estos pobres hombres a los que de una manera salvaje les cortan los testículos antes del cambio de voz para poder mantener esa voz infantilizada o femenina, pero con la potencia de un adulto nunca sabremos a que sonaban. Aunque hay una grabación. Si quieren lleguen a la casa al rato y busquen en YouTube. Antonio Mores… Antonio no. Moreschi es el apellido, Moreschi, el único castrado que grabó. Claro, tenía como 80 años las grabaciones como de 1904. Entonces, oye, y al fondo una vocecita. Pero nos da una muy vaga idea. Esos como como Farinelli, famoso castrado, de verdad, se vuelven las estrellas de locura de Europa, en particular de Italia y también de otros lugares, también de Inglaterra, también de otros lugares. Entonces el rock y la ópera tienen en común esta… este encumbramiento de la figura que sale a cantar en aquella época eran los primo huomi, el primer hombre o la prima donna la primera mujer. Y aquí son los rockstars. Son ricos, ricas, poderosas, a veces abusivos, con vidas trágicas cuya vida personal se quiere conocer, etcétera, etcétera Entonces eso está ahí.

 

Dos. Me parece que también el rock y la ópera tienen en común un elemento de teatralidad y también el pop. Hoy sobre todo lo podemos ver. Yo te lo puedo decir sin la menor duda. A pesar de que la gente que me sigue por la música clásica y la ópera pudiera desilusionarse. Uno de los espectáculos más increíbles que yo he visto en mi vida de teatro musical fue el concierto Confessions de Madonna. Yo, yo dije Esto es increíble. O sea, la ópera tiene que aprender de esto. De alguna manera el rock y el pop mismo hoy te tratan de mostrar una teatralidad nueva, una teatralidad nueva. Tratan de ser personajes. Madonna, Freddie Mercury. No eran Madonna y Freddie Mercury o no son Madonna. Y no era Freddie Mercury, eran estos. Ahora sí, estos hombres y mujeres que se convertían en personajes en el escenario, como en la ópera. El rock tiene distintas facetas y el rock progresivo, el rock metálico. No voy a entrar en más detalles porque voy a empezar a resbalarme por eso parece que voy muy encarrilado con mi conocimiento de rock, que no es tan grande, ¿eh? Y la ópera tiene también estas variantes. El rock ha evolucionado, la ópera, la música evoluciona, evolucionó. Hablé hace un rato de Emerson, Lake and Palmer. Hay varios músicos rockeros, sobre todo del pasado, que claramente son músicos de conservatorio. Es evidente. No, no, no hay más que oír lo que están haciendo. Emerson Palmer, que fueron tres musicazos bárbaros que se dedicaron a hacer rock. Entonces creo que hay muchísimos vasos comunicantes.

 

Y finalmente tomo la pregunta anterior para terminar de responder ¿Sabes qué es lo que los hace estar tan cerca? Nosotros, nuestro cerebro ¿o qué? Al escuchar Shine Crazy Diamond, Pulse de Pink Floyd. ¿Tú crees que no se mueven zonas similares a las que se pueden mover escuchando un área de Puccini o un área de Wagner? Absolutamente, sí. Entonces creo que finalmente toda música es un acto humano. Es una experiencia humana y es exactamente la misma. Termino con el principio. Solo habrá una diferencia. Hay buena y hay mala. Nada más.

40:44
Diego. Me llamo Diego. Y este. He leído que una de tus funciones como divulgador de la música ópera es llevarla a las cárceles y a los jóvenes de bajos recursos económicos. Y me gusta que nos platicaras más de… pues de ese tema.

41:02
Gerardo Kleinburg. Puedo decirte que es y ha sido por mucho… Han sido los momentos escasos después de la pandemia. Es una actividad que antes de la pandemia estaba llevando a cabo con más asiduidad que hoy. Quiero recuperarla en la medida en que se daba. Ha sido una de las actividades más estimulantes, de esas en las que de verdad sientes que puedes estar siendo útil. Todo esto empezó de alguna manera como una ocurrencia cuando fui invitado por el área de Cultura del Gobierno de Nuevo León a dar unos cursos de acercamiento a la ópera allá. Y así de plano se me ocurrió decir ¿por qué no vamos a uno de los centros de readaptación Social femenil, masculino, de menores? ¿Hacer esto en México? ¿No estás seguro? Y yo dije que estado inseguro sin tener idea propiamente de lo que estaba diciendo. Y empecé en uno de los penales más peligrosos en ese momento, un penal que hoy ya no existe. El penal de Topo Chico en Monterrey. Todos estaban sorprendidos, yo el primero, porque tampoco estaba seguro de que lo que estaba haciendo no es como que yo llevaba desarrollando un plan específico para ir a ese lugar.

 

Dije vamos a ver qué hago. Pero tenía y tengo una charla que a mí me gusta de acercamiento a la ópera, que se llama El poder y la magia de la voz humana, que está hecha justamente para cualquier persona y en particular, de preferencia para alguien que no sepa nada de ópera. Y todavía más específicamente, para alguien que deteste la ópera. Eso es. Es el público ideal para esa charla porque es el reto. Y así llegué al penal de Topo Chico y en el penal de Topo Chico. Cuando entré me empecé a dar cuenta de en lo que me había metido, pero no en no desde el miedo, ni desde la incomodidad, ni desde el arrepentimiento, sino de entender algo. Y es que la gente que está ahí adentro es exactamente igual que nosotros, solo que tuvo menos suerte. La única diferencia entre los que estamos afuera y los que están adentro en el sentido más puro. No me refiero a que nosotros delincan si tenemos suerte y que por eso no estemos ahí. Me refiero, lo digo de una manera mucho más profunda. Es gente cuyo cuya historia fue menos afortunada que la nuestra. Y me di cuenta de que de la misma manera en la que la música y la ópera le habían ayudado tanto a ese niño solo vulnerable, que se sentía desafortunado y que era yo, de alguna manera me pareció entender que esos lugares estaban llenos de niños tristes y de niños desafortunados y de niñas desafortunadas. Me conecté desde ahí y fue muy sorprendente porque me di cuenta que es un público con una apertura mucho mayor de la que uno pudiera imaginar. Un público ávido de que alguien vaya de afuera a ocuparse de ellos, que no estén simplemente metidos en ese cajón donde, entre comillas, merecen estar y que los de afuera están bien y los de adentro están mal. Y traté de llegar con una actitud, ni de generosidad ni de conmiseración, sino de absoluta naturalidad.

 

Fue muy impresionante y ha sido muy impresionante la reacción de todos ellos, porque además tengo una herramienta que no falla la música, la ópera, o sea, la… O sea, caigo en blandito vayas a donde vayas, si les cuentas un cuento adecuado a ese contexto y lo y lo apuntalas con la música y con la ópera, va a funcionar. Tuve la oportunidad, después de estar en un en un centro penitenciario de mujeres y mi sorpresa fue todavía más grande en èl. Me tocó hacer esa charla en un salón muy pequeño donde habían mujeres, todas involucradas con el delito de privación ilegal de la libertad. Lo prefiero decir. Así que con la palabra que se usa. Y lo que me sorprendió más de todo ello fue que varias, no varias, una. Una de ellas estaba en la charla con su bebé en brazos. Eso tampoco lo vi venir. Fue por mucho lo más fuerte que he vivido. En una de esas experiencias. Yo ni siquiera sabía que podían estar con ellos. Y empezó la charla El niño, El bebé estaba muy intranquilo y para hacerte el cuento corto terminamos. Termine con el bebé yo en brazos porque dije que era bueno con los bebés. En efecto, se calmó y terminé mi charla a esas mujeres hablándoles de ópera con el bebé de una de ellas en los brazos. Eso es fuerte, pero lo más fuerte de todo, nunca lo vi venir. Y lo más difícil fue el Consejo Tutelar de Menores. Eso sí fue difícil. Era un público, chavos muy reticentes a lo que estaba haciendo, muy sin ponerme atención y me empecé a enojar, me empecé a molestar, me empecé a desesperar porque yo llevaba mi guión y tenía que respetar mi guión, y no estaba funcionando. No me estaban haciendo caso. Estaba, era francamente hostil el ambiente. Y dije pues creo que tengo dos opciones me voy o trato de hacer otra cosa. Traté de conectarme contándoles mi historia, contándoles que también había gente afuera que podía tener cierto nivel de infortunio y ciertas situaciones complicadas.

 

Les platiqué de mi infancia, de este niño solitario sin la figura paterna y todo esto, y ahí empezó a ver un poco de atención. Ahí me di cuenta de que algo pasaba, ahí entendí ahí ese día entendí en ese momento que cuando hablas de ti íntima y honestamente, estás hablando de todos. Ahí empezó la conexión y fue sobrecogedor lo que sucedió, porque yo uso el tema del rap para hablar de la ópera. Todos mis cursos de historia de la ópera empiezan con Eminem. ¿Por qué? Porque el rap es una forma de recitativo. La ópera se inventa con este recitativo medio hablado, medio cantado, que es exactamente análogo al rap idéntico. Y entonces les dije que si no había ahí alguien, les platiqué y les dije, seguro que aquí hay alguien, hay algún rapero Y me gritaron Hay muchos rateros, pero ningún rapero. Y dije está bien, pero dije bueno, algún rapero con ‘p’, y sí, señalaron a uno y le dije pues ven, vente a rapear que no sé qué. Y lo convencí de que pasara a rapear y me dijo te voy a rapear, pero pues tú que estás hablando tanto del tema del papá y que no sé qué, no sé cuánto te voy a cantar un rap que le compuse a mi papá para cuando salga de aquí. Es difícil escucharlo hablando este chavo de que su papá era el superhéroe de su vida, esto estaba cantándome un chavo en el reclusorio y que lo único que le faltaba a su papá para terminar de ser superhéroe era una capa, la capa de superhéroe y que el día que él saliera de la cárcel lo primero que iba a hacer era ir a buscar, conseguir una capa para regalársela a su papá y que pudiera terminar de ser el superhéroe que siempre había sido. Entonces, esas han sido tres de mis historias en las cárceles y comprenderás que yo les acerqué un poco a la ópera y la música, pero la clase me la dieron ellos, no yo. A ellos.

48:56
Maite. Hola, mi nombre es Maite y bueno, quería hacerte una pregunta. Sabemos que nuestro país tiene muchísima riqueza folclórica, pero para usted, ¿qué nombres son imprescindibles para representar la música popular de nuestro país?

49:14
Gerardo Kleinburg. Siempre en estas listas y en estos momentos son peligrosas porque siempre hay omisiones. Es raro que uno ponga a alguien que no debe estar, pero es invariable que uno no mencione a alguien que debe estar. Entonces empiezo excusándome. Pero además de responder a tu pregunta, yo la dividiría en los creadores de música popular, los intérpretes de música popular, y terminaría diciendo por qué me parece que además la música popular ha sido decisiva, crucial en el desarrollo de la ópera mexicana, de los cantantes operístico mexicanos. Creo que eso además, puede ser incluso también interesante. Claudio Monteverdi, uno de los considerados padres de la ópera que escribe La primera gran ópera, la primera obra maestra operística en 1607 en la corte de Mantua para el conde Gonzaga, y escribe una ópera que se llama La favola de Orfeo, la fábula de Orfeo. Ya había habido antecedentes muy recientes de las primeras óperas que tratan de– una se llama Eurídice. Es decir, están hablando del mito de Orfeo. Orfeo, para decirlo muy rápidamente, es este mito en el que el primer cantautor célebre de la historia era Orfeo. Es este personaje mítico griego que toca su lira y canta, pero Orfeo se dedica a cantarle al desamor, a cantarle al despecho, a cantarle, a la tristeza de perder por alguna razón al ser amado. Pero esta idea del cantautor cantándole al despecho, a la pérdida de la mujer amada, a la pérdida del amor, es algo que permeó toda la historia universal de la canción a los juglares en la Edad Media, a los Minnesänger alemanes también en la Edad Media, etcétera, etcétera, y cuya línea se prolonga directamente hasta grandes figuras de la música popular mexicana, como un José Alfredo Jiménez que es un digno heredero de Orfeo. No lo estoy exagerando en donde habla del despecho de la pérdida del ser amado. Creo que ahí está esta gran línea de canto al amor, a la pérdida del amor que un José Alfredo Jiménez, que me parece una de las máximas figuras de la música popular mexicana, cultivó.

 

Por supuesto que también tendríamos que poner a Consuelo Velázquez. Por supuesto que estaría María Grever. Pues por supuesto que hay otros compositores fundamentales, como pueden ser dentro de la música popular, compositores. Juan Gabriel es absolutamente innegable. Armando Manzanero Absolutamente innegable también. Roberto Cantoral ahí está. Me parece que hay una pléyade interminable de grandes figuras de la canción, de la composición vernácula. Me estoy refiriendo a eso, porque también podríamos hablar de la música popular, podríamos hablar de los sones, podríamos hablar de toda esta música verdaderamente le llaman etnomusicología o un análisis etno musicólogo, pero me parece que es más interesante en este momento hablar de esta parte. Y luego están los grandes intérpretes de la música mexicana, en donde tienes a figuras absolutamente emblemáticas. ¿No nos podemos ir en qué orden? Pero a ver Jorge Negrete, Pedro Infante, Hugo Avendaño, el propio Juan Gabriel, el propio Armando Manzanero, figuras como José José, gloriosos cantantes como Luis Miguel, un cantante fuera de serie. O sea, si a ti te gusta el canto y entiendes de canto, tienes que respetar y admirar a esas personas. Un Vicente Fernández, Faltan mujeres, una Lola Beltrán, por decir algunos. Es decir, de nuevo es como con la música, no es que este canta ópera y este no canta ópera. Unos cantan bien y otros cantan mal. Cantes lo que estés cantando. Y México ha tenido grandes cantantes y ahora voy a aterrizar en algo que me parece tu pregunta me da pie a ello y que termina siendo más importante incluso que lo que acabo de decir. México es una potencia planetaria de cantantes de ópera. Ya quisieran tener ese nivel de jugadores de fútbol que tanto presumimos. Ya quisiéramos estar cerca de eso.

 

Grandes estrellas mundiales de la ópera han sido, son y van a seguir siendo mexicanos y mexicanas. ¿Pero por qué? ¿Por qué hay tantos cantantes mexicanos que son increíbles y que los contratan en todo el mundo en las…? ¿Qué raro, no? ¿O sea, por qué? Se los he preguntado a todos. En todas. Una serie en mi proyecto. Hablemos de ópera. He sostenido charlas con ellos, se convirtió en un libro, etcétera A todos les pregunté un poco tu pregunta. ¿Cuál es tu cantante popular mexicano favorito? Me dijeron en activo, consenso absoluto, Luis Miguel. Todos los grandes cantantes de ópera se cuadran ante Luis Miguel, mexicanos. Algo quiere decir nada más por si hay detractores de Luis Miguel aquí, para que sepamos que estamos hablando de un grandísimo, grandísimo cantante, más allá de su vida privada, que realmente nos interesa menos y ya vimos de dónde viene este rockstar o esta estrella es también derivado de la de la de la tradición operística. Pero entonces yo también les he preguntado ¿y por qué? ¿O sea, a qué lo atribuyen ustedes? Y claramente he terminado de entender que se debe a la canción popular, la canción popular mexicana, la canción ranchera, la canción que se canta con mariachi no está fácil de cantar, complicado, O sea, no es ahí de que cantas un bolero y te haces tonto y te la llevas suavecita, le tienes que meter, tiene agudos. ¿Y qué pasa al mariachi? que no nació con trompetas.

 

Alguien tuvo la idea de meterle las trompetas y le metieron las trompetas antes de que todo fuera amplificado. Porque ahora en una fiesta cualquiera se para con el mariachi, agarra el micrófono y canta y las trompetas le hacen los mandados, ¿no? ¿Cómo le hacías cuando pasaba eso? Y no había micrófono y había trompetas. ¿Cómo le hacías? Había que cantar. ¿Y cómo podías cantar para que te escucharan? Había que impostar. Había que apoyar tu voz en el diafragma. Había que hacer un canto con una técnica bastante operística. Es precisamente ahí, en ese momento y en ese acto que es la canción popular mexicana sin micrófono, con un mariachi, con trompetas que en mi opinión se sientan las bases de esta gran tradición vocal mexicana. Creo que podemos terminar esta charla que yo agradezco. De verdad. Agradezco no solamente su presencia, no solamente sus preguntas, sino su atención, porque cuando uno está frente a un grupo de personas platicando es muy fácil percibir cuando están con uno y cuando no están con uno. Y lo que más les agradezco es esa sensación de proximidad, de cercanía, de involucramiento con lo que estamos haciendo.

 

Me gustaría terminar siempre, me parece, en la música, por ejemplo, muy elegante, muy correcto, cuando una obra musical termina, por ejemplo, como empieza esta sensación de que se cierra un círculo, esa sensación de algo cíclico. Y me gustaría terminar como empecé. Me parece que lo que hemos estado haciendo aquí es contar historias, contar cuentos. Hemos contado cuentos sobre música, cuentos sobre literatura, cuentos sobre ópera, cuentos sobre el cerebro, cuentos sobre nosotros mismos. Quiero creer, como les dije, que al estarles contando mi historia en mi ficción, en mi cuento, en alguna medida le estoy contando a cada una y a cada uno el suyo. Estoy convencido de que debe haber algunos capítulos de esta novela con los que puedan identificarse y ojalá, también lo deseo sinceramente, que lo que platicamos acerca de la música y la ópera los pueda, las pueda acercar a ella. Siempre he dicho que es muy difícil convencer a alguien de que le guste la ópera o la música clásica. Es mucho más fácil convencerlos o hacerles ver que la música clásica y la ópera ya les gustaba o ya les gusta. Y acaso no se han dado cuenta.

 

Acérquense a la música clásica y a la ópera, sin prejuicios y sin expectativas. Es música. Podrá gustarles, Podrá no gustarles. Podrán considerarla buena o mala, pero estoy absolutamente seguro de que algo de ella les va a decir mucho sobre ustedes. Y como a ese niño que fui yo y que sigo siendo, porque yo aquí solamente veo a un grupo de niños y de niñas interiores sentadas y sentados frente a mí. Estoy seguro de que la música, si se acercan más a la música llamada clásica y a la ópera, van a encontrar muchas respuestas a esas preguntas que ni siquiera saben plantear. Insisto, ahí en la música está todo eso que estamos buscando sin siquiera saberlo. Muchísimas gracias.