“La ansiedad y el estrés no son una enfermedad“
Carlos Alanís
“La ansiedad y el estrés no son una enfermedad“
Carlos Alanís
Psicoterapeuta
Creando oportunidades
Cómo construir una mentalidad resiliente
Carlos Alanís Psicoterapeuta
Carlos Alanís
Carlos Alanís es un psicólogo y psicoterapeuta que ha dedicado su vida a la salud mental, impulsado por un profundo viaje de autodescubrimiento. Desde joven, Carlos se sintió diferente, enfrentando desafíos de adaptación social que lo llevaron a una vida de excesos hasta que decidió cambiar su rumbo. A los 28 años, conoció a Jorge Estrella, un guía espiritual que lo inspiró a estudiar la mente y a encontrar su verdadera vocación. Abandonó su carrera en ingeniería para enfocarse en la psicología, convirtiéndose en un apasionado del funcionamiento psicológico y en un defensor de la psicoeducación. Carlos ha trabajado en diversas disciplinas para entender mejor la mente humana, ayudando a sus pacientes a través de un enfoque dialéctico que promueve el crecimiento mutuo.
Además, ha utilizado las redes sociales para compartir su conocimiento, a pesar de su inicial reticencia, logrando conectar con una amplia audiencia. Su experiencia personal con la ansiedad y la depresión le ha permitido ofrecer una perspectiva única y empática, convirtiéndose en un referente en el campo de la salud mental.
Transcripción
Hasta los 26, 28 años de edad, yo era muy bueno para tomar. En aquel entonces descubrí que beber mucho causaba insomnio. Yo me iba a acostar, dormía poco y me empecé a dar cuenta que yo era un enemigo del buen sueño. Entonces, yo dije, yo no puedo seguir viviendo así. Empezó la ansiedad. Ya no solo era una ansiedad de lo subjetivo y de la desconexión de los otros, sino una ansiedad física. Despertarte a las 4 de la mañana y sentir que el latido cardíaco pulveriza la placa del pecho y que te levantas y no sabes qué está pasando. Y no lo puedes decir a nadie porque te asustas y te aterra la idea de ir a averiguar con el médico qué es lo que te está pasando. ¿No es cierto? Porque quizás te pueden decir, tú hasta que llegaste, tienes algo mal en el corazón. Y ese tipo de experiencias, aunado a que me desempeñé en trabajos corporativos muchos años, porque tengo una carrera en ingeniería y otros estudios que abandoné, siempre me hicieron ser alguien que no me sentía parte de nada.
Pero ahí, justo en aquel entonces, conocí a un guía espiritual. Se llama Jorge Estrella, es un hombre que ya falleció. Y él me acogió como un discípulo y me enseñó a estudiar la mente. Fue entonces cuando direccioné mis esfuerzos de autodescubrimiento hacia lo que hoy es mi vocación, la salud mental. Soy un apasionado de entender el funcionamiento del aparato psicológico. He tratado de educarme en distintas disciplinas que plantean modelos de cómo funciona la mente, qué le duele y qué necesita para evolucionar. Y fue así que inició mi propio descubrimiento, conociendo, leyendo hasta donde no pude. Y fue la mejor decisión que pude tomar porque hoy hago lo que más amo en la vida, ayudar personas a través de entender su mente y ayudarles a que ellos entiendan a sí mismos, tratando de poner objetivamente espejos en donde puedan ver reflejada su alma. Y es así, a partir de ese autodescubrimiento, que inicia un proceso dialéctico en donde yo me diluyo con el otro.
Y en ese campo de transformación vamos creciendo mis pacientes y yo. Porque cada que viene un paciente a mí es porque voy a aprender algo de él. Si bien una persona que es un autosacrificado, que le ayuda a todo el mundo, porque no sabe poner límites, entonces está ayudando al egoísta que yo he sido. Porque yo antes no ayudaba a nadie. Me doy a entender con esta suma de opuestos, cómo estos antagónicos al fusionarse crean una reparación. Es entonces que inicié un camino, me especialicé en varias áreas, traté de entender la mente desde todos lados. Pero como dice Carl Gustav Jung, al final asegúrate que aunque domines todas las técnicas, al final estás en frente de otra alma. Y bueno, eso he hecho, a eso me he dedicado. Y después un buen amigo, Diego, lo han de conocer por los podcasts, seguramente, él me dice, Carlos, ¿por qué no haces algo en redes sociales? Y yo le dije, no, no, no, qué hueva redes sociales. Yo lo que no quería era usar las redes. Y sin saber, no sé cómo, pero llegué hasta aquí y creo que soy afortunado.
Y tengo que agradecerles porque si no fuera por ustedes, yo no estaría aquí. Hoy he venido a compartir un poquito de lo que yo he aprendido en mi experiencia y un poquito de lo que yo sé. Y si alguno se lleva, aunque sea un pedacito de ese conocimiento y ese saber, esta tarde habrá valido la pena. Así que estoy listo para compartir y responder a sus preguntas.
En términos médicos, les puedo decir que ninguna de las dos es una enfermedad. Hay que tener en claro esta distinción. Epistemológicamente hay que ser cuidadosos. Porque si yo le digo a alguien que tú estás enfermo de ansiedad, su fantasía más erótica sueña con una pastilla mágica que le alivie todo. Pero si en cambio le digo, la ansiedad es un mensajero que vine a advertirte que le bajes a lo que estás haciendo, porque si no te lleva al carajo, entonces me hago cargo y salgo de una postración psicológica a una acción. La diferencia radica principalmente en que el estrés tiene una presencia crónica. Está presente en el tiempo y no se desaparece. Aunque yo me vaya a dormir una noche y he tenido largas jornadas, esto pudiera derivar hasta en un burnout, donde de pronto ya no me puedo ni mover. Pero es lineal, presente, constante. La ansiedad no. La ansiedad es intermitente, de vaivén y no es estacional. Es la gran diferencia.
Además de que la ansiedad es multisistémica. Quiere decir que abarca todos los centros corporales de nuestro ser, incluyendo la mente. Nuestro sistema neurológico activará el nerviosismo. A nivel endocrinológico hará que pueda haber sudoración. No es cierto que pueda haber palpitaciones. El cardio, nuestro eje del sistema circulatorio, va a latir a mayor velocidad. Voy a sentir mareos. El sistema vestibular está comprometido en el cerebro. Como hiperventilamos, nos falta el aire, nos consumimos el dióxido de carbono y siento que me voy. Además de que hay síntomas psicológicos donde creo que estoy enfermo, creo que va a pasar lo peor. Y ando buscando síntomas en internet para asustarme más. Y voy al doctor y me dice, no tienes nada. Entonces, me voy contento y asustado. Y luego me voy a mi casa y digo, ah, no, no tengo nada. Ya chingué. Y dos horas más tarde, pum, otro ataque. La ansiedad es de vaivén, no pregunta, irrumpe. Y creo que esa sería la mejor forma de diferenciarla contra el estrés. Es una cuestión de espacio y
Imaginen que no tuviese esa función ese cerebro y sale a lo estúpido. El mamut pudiera aplastarlo como un insecto. Hoy en día, uno se puede estar recostando en su cama y nos da un ataque de ansiedad. Y yo no veo ningún mamut por ningún lado. ¿Por qué me pasa esto a mí? O, bueno, pues es que este mensajero te está diciendo de forma codificada que hay uno o varios mamuts que no has entendido que están ahí presentes. Porque no estoy educado y porque mi mente no ha estudiado que la ansiedad desequilibrará todos los centros corporales que ya dijimos. Cuando yo estudio esto, entonces cuando viene un episodio a visitarme, voy a negociar con él para ver qué quiere. Pero en cambio, si le tengo miedo, voy perdiendo esa batalla. ¿Cómo distinguirlo de una enfermedad? Nos preguntan. Oh, la pregunta es retadora porque la ansiedad, al ser multisistémica, podrá activar síntomas que se traslapen con condiciones médicas que pueden lanzar cuadros similares, como algún problema cardíaco, algún problema respiratorio, alguna insuficiencia. ¿No es cierto? Algún mareo, alguna persona que padezca de hipertensión, la ansiedad sube, la presión.
Sí es importante distinguirlo de una enfermedad. Y eso nos da una ventaja educativa de dejar de inventarnos una enfermedad. La ansiedad es la versión ligera de un ataque de pánico. Hay que distinguirlos por una característica central, la creencia de muerte. En el ataque de pánico, los síntomas son tan intensos, de tal manera que la taquicardia, que puede estar a pulsaciones de 170, 180, te sube la presión. Eso causa un mareo. Al mismo tiempo, el cerebro, al lanzar la adrenalina con el sistema simpático de alerta, entra en contra, buscando, haciendo un desequilibrio mayor. Y el yo que está ahí atrapado, que es esa agencia pensante, dice, ¿qué está pasando? Estoy en medio de una tormenta y hasta aquí llegué. Y el ataque de pánico produce o una crisis de angustia. Y son síntomas devastadores que pueden durar 20, 30 minutos o horas en ocasiones. Y el ataque de ansiedad es más ligero. No ha llegado al pánico. Sin embargo, lo distinguimos por la intensidad y por esa creencia catastrófica. La ventaja del ataque de pánico, que si sabemos que no voy a morir, ya le llevo un pasito adelante. Y ya que me hacen la pregunta, qué bueno que hablamos de cómo la bola de la ansiedad, si fuese de nieve, devienen ataques de pánico. Cuando los primeros episodios de ansiedad no fueron atendidos oportunamente.

Y esa persona, debido a que no comprende que todo el espectro de signos y síntomas abarcan desde la mente hasta la punta del pie, pues va a interpretar signos que no son correctos. Entonces, cuando estoy educado en la ansiedad, llevo un paso adelante. Porque puedo convivir con ella, coexistir con ella. Cuando viene un episodio, en vez de que mis pensamientos intrusos se encapsulen en un efecto invernadero, porque la persona que no sabe fluir en el episodio, se concentra selectivamente en los propios síntomas, potencializándolos. Y ahí ocurre una interacción muy dañina entre la mente y el cuerpo. Si el cuerpo empieza a sentir taquicardia y nosotros tenemos ya una gran capacidad y una gran sensibilidad hasta para escuchar el corazón en la boca, entonces el pensamiento hace un efecto intrusivo y dice, oh, tú tienes algo en el corazón. Este pensamiento intruso activará ahora al sistema límbico, que va a producir una emoción como preocupación. Se activa otra señal de alerta y lo que hace es intensificar el síntoma existente. Y yo mismo estoy cayendo en una retroalimentación mente y cuerpo negativa. Y yo mismo puedo producir un episodio de ansiedad en algo que era meramente una sensación transitoria.
Pero si estoy educado en la ansiedad, podré entender que los síntomas son cambiantes, que pueden venir en cualquier momento. Y los observo y los acepto. Como decir, pase usted ansiedad. ¿Hoy de qué manera viene a joderme? ¿Es por aquí o por acá? Si logro entender eso, lo que el cuadro físico me va a hacer será más rápido. Obviamente, no es sencillo. Yo les llamo a mis pacientes cintas negras cuando llegan a este estado donde pueden contemplar sus síntomas sin identificarse con ellos. Esto es parte de estar educado en la ansiedad. Tener una mente serena a pesar de que haya una tormenta y que no haya ese efecto invernadero en donde los pensamientos quedan atrapados. Así que en vez de estar observando mis síntomas y ya listo para medirme la presión, me salgo a caminar o sigo haciendo a pesar de. Pero no me acuesto, no me quedo postrado porque me da la posibilidad de estar pensando más en que estoy peor. Pero si sigo haciendo, si me pongo a conversar de forma natural, hay afrontamientos que nos van permitiendo impedir que el pensamiento intrusivo venga como una gota de alcohol sobre el fuego existente.
Yo les recomiendo que toda lectura, que tenga un buen fundamento y que esté dirigida a personas que sufran ansiedad, que sean escritos por psicólogos, psicoterapeutas o incluso psicoanalistas. Es un buen paso. Donde yo tengo un libro, porque esto es como hablar conmigo mismo a diario, como entender qué es lo que me pasa, ser compasivo conmigo mismo, no ser duro conmigo mismo porque no es cierto. A veces tengo ansiedad y yo mismo me reto. Oh, no, hoy voy a salir y no va a pasar nada. Pendejo, no has hecho nada para que no aparezca el síntoma. Simplemente le estás pegando al valiente y luego te ataca el episodio. La educación implica llevar un programa en distintas etapas. Primero, entender todos los síntomas. Después, aceptar que ya llegó y que no se va a ir como espantar moscas.
Después, tengo que estudiar cómo funciona mi mente y cómo mis emociones y mis pensamientos se conectan. Si acaso yo arrastro heridas nucleares de infancia, ciclos no cerrados, duelos de personas que perdimos, tengo que hacerme cargo de eso. Entonces, voy evolucionando. En mi caso, tuve que dejar el alcohol, el cigarro, el desvelo. Tuve que dejar de ir a fiestas. O, tuve que dejar de ver televisión hasta altas horas de la noche. Yo me comía una hamburguesa de un kilogramo una hora antes de dormir. Mi esposa se los puede confirmar. Y se acostaba un globo ahí. Y en la noche me daban ataques. Tuve que hacer una reforma en muchos de mis hábitos. No quiero abrumarlos con todo lo que hay que hacer. Lo que les vengo a decir es que esta transformación es un proceso como si estuviera condenado positivamente a ser un mejor ser humano. De lo contrario, pues, ¿quién creen que va a llegar? Habemos personas más sensibles a ser ansiosas.
Hay personas que pueden llevar un día terrible y se van y se acuestan y caen como piedras. Y ahí está mi esposa. Yo, para dormir bien, tengo que estar así todo el día. Y si su majestad del sueño me visita en la noche, le agradezco mucho. Todos tenemos un talón de Aquiles. Todos ustedes tienen una herida nuclear. Pero esa herida nuclear, paradójicamente, es la base de la transformación hacia algo positivo. Porque a no ser de ese cadillo, no voy a cambiar lo que tengo que cambiar. Y es paradójico. Yo no puedo solo evitar un espacio de luz y darle la espalda a la sombra. Ese es un gran error. Y es el error más común que tiene la gente cuando tiene ansiedad. Oh, yo ya no tengo nada. Llevo dos meses. No has entendido nada. Si crees que porque tienes dos meses sin ansiedad, ya no pasó. Simplemente te ha dejado en paz. Pero es como el síndrome del campeón de boxeo. El campeón de boxeo defiende su corona. Y cada maldita pelea donde defiendes una gran presión por no perder, pero un buen día le rompen la madre y pierde el cinturón. ¿Y qué pasa con esa presión? Se va. Así que cuando la ansiedad regresó y me tumbó, qué bueno. Porque hago mi conciliación con mi sombra. Y porque también me estoy dando cuenta que si vino a visitarme otra vez, es porque trae un mensaje de algo que todavía no he atendido. Claro, también habrá cosas donde se aparezca porque sí, sin explicación. Y, ¿saben qué es lo más difícil? Estar en paz con eso. Cuando he hecho todo lo que yo creo que tenía que hacer. Espero haberla respondido.
En medicina, en lo somático, la enfermedad tiene una espacialización específica en un perímetro determinado, donde un conjunto de órganos interconectados presentan una patología. Y esa patología tiene un pronóstico, un curso y una evolución. ¿No es cierto? Como una cirrosis está estacionada en ese órgano. Entonces, cuando yo digo, enfermedad mental, carajo, ¿y dónde está el objeto enfermo? ¿Acaso puedo delimitar en la mente fragmentos estáticos? ¿Se entiende lo que estoy diciendo? Cuando alguien les llame enfermedad mental, es una clasificación taxonómica de una obstinación psiquiátrica. Y no soy antipsiquiátrica, antipsiquiatra, ni antibiologicista. Pero hay que tener mucho cuidado con la epistemología de los trastornos. Muy diferente de decir, es trastorno depresivo a enfermedad depresivo. Y otra cosa es decir, cura a evolución o trascendencia. Y después de tu pregunta, la depresión es muy complicada de trabajar, más que la ansiedad.
La ansiedad es mucho futuro. La depresión es mucho pasado. ¿No es cierto? La melancolía que nos adhiere a este dolor, que nos retrata y nos hace sentir que aquí está el recuerdo de lo que no puedo procesar. Eso hace la depresión. Y lo más importante para esta alma, después de darle un tanque de oxígeno, es encontrar qué motivos tiene para sobrevivir. Y cómo podemos activarlo en sus conductas para que vaya a la búsqueda de viejos placeres perdidos. Hay tesoros en la antigüedad de esa persona que fueron ignorados. Quizás quiso ser un poeta, quizás quiso ser un cantante. Y tenemos que instarlo a que vaya a la búsqueda de- Y desde luego, entra en paralelo la farmacoterapia, si hablamos de una depresión grave. Y dependiendo del tipo de trastorno depresivo, se sabe qué tipo de petardo farmacológico para reequilibrar su serotonina, básicamente. Y en ese proceso tenemos que involucrar a la familia y crear una red de apoyo. Porque hubo una pérdida. Normalmente la depresión empieza a partir de una pérdida de algo en específico. Pero reconstruir la vida de esa persona es muy difícil si está postrada en una cama y no puede.
Creo que lo más fuerte es el amor que de forma incondicional podamos expresar hacia ese ser humano, más allá de cualquier técnica. Porque tenemos que sacarlo de ese inframundo a donde él quiere ir. Y es muy triste. Porque muchas veces nos queremos ir. Ya cuando se combina con la ansiedad es más difícil. Uno dice, ¿para qué sigo aquí? Yo llegué a pensarlo. Hace un año y medio más o menos yo tuve una secuencia de insomnio severa. Dormía una hora al día. Y estuve cerca de un brote psicótico. ¿Por qué me pasó esto? Porque este tipo no sabe descansar. Porque trabaja en exceso. No dormía, no dormía. Y ahí en ese entorno yo tenía somnofobia, quería llegar a acostarme y me daba miedo. Y me levantaba y me iba a salir desde que no iba a dormir. Y bueno, eso me hizo que yo pensara en la depresión, yo me quiero ir. Y mi esposa me ayudó mucho. Yo me quiero ir de este mundo. Hay que ver en cada mundo qué drivers lo van a mover. Y entre la terapia psicodinámica, cognitiva, realmente no soy un defensor de un estilo puro, aunque tengo mis especialidades. Pero es un reto muy difícil porque el cuerpo se quiere ir. Hay dolor crónico. No se puede nunciar la voz. Si el futuro va a ser muy malo, si va a pasar esto, va a pasar lo peor. Siempre hay un escenario catastrófico y una visión de túnel porque no puedo mirar más allá del espectro. Y es muy lamentable la depresión. Muy difícil sacar a alguien ahí.
Y usualmente la persona que sufre estas depresiones es porque sus resortes primarios, sus ruinas arqueológicas infantiles nunca fueron restauradas. Si tuvimos una familia que te dio todos los nutrientes, amor, guía, afecto, seguridad, derecho a la expresión emocional y que te den un entorno seguro. Si nos dieron ese cóctel completo que es el biberón universal, tendré las mejores subestructuras que en el futuro podrán amortiguar impactos de la vida. Pero si yo o ustedes no tuvimos eso, esos impactos nos van a tumbar más fácil que lo que tumbarían a un ser humano que tiene todos esos pilares. Y veo sus rostros y sé que juntos estamos tocando fibras sensibles. Pero saben una cosa, la salud mental es una obligación individual porque evolucionamos espiritualmente. Cuando uno abraza ese dolor y lo acepto, crezco. Si yo lo niego, me va a someter y será persecutorio y se representará en muchas latitudes de la vida. Pero si acepto ese dolor y sé danzar frágilmente con esa vulnerabilidad, puedo trascenderlo. Ustedes saben que un edificio en una zona sísmica como donde estamos necesita saber bailar. Pero, ¿qué va a pasar si el edificio se hace el duro? No es diferente con nosotros.

Antes de llegar a redes y estas cosas adictivas, fui un privilegiado de poder leer como un animal. Pero hoy los chicos buscan que todo se resuelva de una manera tan instantánea, porque el tener el celular aquí nos da mucho poder. Cada que yo tomo mi teléfono de manera aleatoria, porque lo puedo hacer alrededor de 300, 400 veces al día, tengo pacientes que tienen 11 horas al día. Cada que yo tomo el teléfono es un acto, es una pulsión inconsciente, porque está la posibilidad de que algo puede ocurrir. Puede venir una sorpresa. Y esa posibilidad hace que mi cerebro libere dopamina, que es una sustancia que refuerza el centro del placer en nuestro cerebro. Por si fuera poco, las capacidades de los algoritmos han tenido la potencia de conocer a esa persona mejor de lo que él se conoce a sí mismo. Y se va confinando él hacia una forma de pensar donde yo creo que el mundo tiene que ser así. Y sé que a los 23 años tengo que ser aquello y tengo que ser lo otro.
Pero ha muerto la capacidad intelectual, individual de la creatividad en muchas personas. Entonces, cuando nos damos cuenta que ese centro de poder que me vuelve adicto y yo salgo al mundo y pido un trabajo y resulta que soy uno más y que tengo hambre, oh, lo siento, la vida no es justa. Y se imaginan cuál es la capacidad de resiliencia de esos chicos, que muchos de ellos crecieron pensando que lo tenían todo bajo las manos. No digo todos, no puedo generalizar, porque sé que hay chicos brillantes, hay otros sufrientes, pero sobre todo la mayoría están confundidos. Y este no es un problema actual. Si leemos a los intelectuales de cada época, todos van a decir que los muchachos andaban mal. Todos, todos. Esto no es moderno, es solo una percepción. Simplemente es un pasaje de la edad y los tiempos cambian. Pero nuestra responsabilidad es guiar, nuestra personalidad es instruir y explicar con un ejemplo para guiar a otro ser humano en lo que uno pueda, del corazón al corazón.
Los alimentos que nosotros debemos de comer son a como los arroja la naturaleza. Y aquí les voy a hacer preguntas. Vamos a distinguir entre alimentos de la naturaleza y del ser humano. Una naranja, por ejemplo, ¿qué me dicen? Naturaleza. No escucho. Naturaleza. Ah, me voy a tomar un jugo de naranja. Ser humano. Aparentemente es lo mismo, pero no. ¿Qué pasa si me tomo un jugo en vez de comerme la naranja? ¿Qué pasará? El exceso de fructosa contenido, porque para tomarme un vaso de jugo de naranja requerí cuatro naranjas, que no es lo mismo que haberme comido una. Y ahí hay un error técnico. Así como saltarse comidas. Es simple comer lo que arroja la naturaleza. Un arroz, una papa, un camote, así vienen de la naturaleza. Y eso les va a ayudar muchísimo. Y comer cuatro veces al día o cada tres horas. ¿Se fijan los bebés cada cuánto tiempo comen? Porque su organismo está así. Su metabolismo está en evolución. Su hormona de crecimiento está al mil. Y nosotros andamos con el tanque vacío, como zombies. Con dolor de cabeza, cruda. Y los que comen mal, y aquí debe haber varios, y con sus risas me daré cuenta.
Los que tienen una o dos comidas siempre tienen una percepción de que el tiempo no alcanza. Alguien le ha pasado. Es por eso. Es porque no sabes respetar tu templo y darte esas tres o cuatro comidas. Porque si no puedo hacer eso, no podría hacer muchas otras cosas y sentí que el día voló. Hay una extraña conexión entre la buena nutrición y el manejo del tiempo. Yo les aseguro que si comen tres o cuatro veces al día. Y eso del ayuno intermitente para mí no es para todos, sobre todo cuando padecemos ansiedad. Es para organismos preparados que llevan un proceso de desintoxicación por años y que logran que su cuerpo tenga la energía con pocas colorías. Pero no es para empezar así de pronto. Me llega mucha gente a consulta debido a este tema. Porque se brinca las comidas. Es que me dijeron que si ayunaba. Pues sí, pero ¿qué pasa cuando tenemos ansiedad? Se va a interpretar como peligro. Por si fuera poco. Llega un episodio de ansiedad y yo me encuentro bajo en calorías, ¿con qué energía tengo para enfrentarme a ese demonio? Me va a dejar abatido. Me voy a marear. Me voy a desvanecer. Pero en cambio, si tengo el tanque lleno y la energía disponible y un episodio se le antoja venir, ah, pues se va a encontrar con alguien que tiene más recursos.
La nutrición lo es todo. Porque hay que empezar con la pregunta más básica, ¿cuántas veces comes al día? Hay muchos estudios que demuestran, hechos en atletas profesionales, que ejercicio de alta intensidad, sobre todo en las primeras horas del día, va a liberar endorfina, que es una hormona de bienestar. Mejora nuestra capacidad respiratoria. El corazón es exigido hacia ritmos y frecuencias más intensas que lo van fortaleciendo. De la misma manera que mejora el sueño, el hacer ejercicio mejora el apetito porque hay un gasto calórico. Entonces, el ejercicio es parte de los engranes congruentes que debo de meter a la maquinaria de los buenos hábitos si es que estoy listo para decirle adiós a la ansiedad. El problema es que hay muchas personas ansiosas que sufren de taquicardia apenas y empiezan a correr y asumen que ese corazón acelerado va a devenir en un ataque de pánico. Entonces, se abstienen del ejercicio y se pierden de sus beneficios. Eso es porque la persona no está educada en otras etapas previas. Todo ejercicio hecho en las primeras horas, 7, 8 de la mañana, 40 minutos, algo que active el corazón, que no se haga sudar y es un aliado perfecto porque también te va a poner estructura en tu agenda, te va a impulsar a comer mejor y de ahí vienen otras consecuencias positivas y innegables.

Gracias a esta defensa, puedo sepultar el recuerdo a través de romper esta fotografía y olvidarme. Oh, qué padre. Pero esta chica, que ya no tiene 15, ahora tiene 26, un día va caminando con una amiga y a un lado pasa un sujeto cuya fragancia le remite a la fragancia que tenía el hombre que abusó de ella. ¿Sí me siguen? ¿Qué va a ocurrir con el inconsciente de ella? Se va a sentir amenazada. ¿Pero será que se recuerde el trauma en su origen? Difícilmente, porque dijimos que la fotografía se hizo mil pedazos. Pero entonces, es ella cuando le dice a la amiga, ay, qué feo huele esa loción. Ay, ¿por qué, amiga? Huele bien rico. No, huele horrible. ¿Pero por qué? ¡Por que sí! Y ahí ves cómo el trauma es persecutorio y la persona cree que tiene controlado. Y este ejemplo puede manifestarse en relaciones de pareja, en situaciones que evito, en patrones que estoy constantemente ejecutando, porque el trauma se manifiesta. ¿Y dónde se forman los traumas más importantes?
En los primeros 10 años, cuando ese batido universal de amor, de guía, de educación emocional, de reforzar autoestima, de protección, de cuidado, no se da. Y aparte hay lesiones psicológicas, el trauma se quedará vivo, atrapado y encapsulado en la memoria. Pero nuestro trabajo como personas es superarlo, abrazarlo, drenarlo, porque de lo contrario, seremos una remanifestación viva de ese trauma. Y nosotros estaremos como una especie de títere. ¿Y quién moverá los hilos? El trauma. Espero no ser muy abstracto en mis conceptos, pero lo que les trato de decir es que esa infancia primaria es donde están codificados los núcleos del dolor, pero también son la base de la transformación. Porque sin ello no está el impulso al cambio, también es una energía que quiere transmutar a otra cosa. Espero haber respondido.
¿Por qué no es posible una relación verdadera, sino a través de una transformación radical de mis propias heridas? Porque el encuentro con la otra persona significa que es la última prueba de fuego para mi personalidad. En donde mi pasado con mis carencias y mis heridas vendrán a interferir en el vínculo. Y viceversa. Me relaciono con la persona y con su pasado. Me relaciono con la persona y con sus padres. Y habrá transferencias y contratransferencias de un juego inconsciente en donde los dos pudieran quedar perdidos en una dimensión sin entender cuál es el problema. Yo le decía a mi esposa, ella estaba lavando los trastes. Y yo estaba en la barra que tenemos ahí en la cocina. Y le dije, mi amor, ¿me puedes pasar un tenedor? Espérame que estoy ocupada. Caray, ¿qué pasó aquí? Es entonces cuando yo entendí que las relaciones, cuando se comunican, hay un doble canal de comunicación activo al mismo tiempo. El canal uno es el superficial en donde está el mensaje objetivo y directo de lo que se acaba de decir. Pero el otro canal es la interpretación subjetiva y del pasado de la otra persona. Yo descubrí en el análisis, junto con mi esposa, que su papá le ponía a hacer una cosa y todavía no la terminaba. Y ella le pedía otra cosa. Y si en su inconsciente ella registra que cuando le pides una cosa mientras está ocupada, lo va a tomar como una orden o como un militar. Así que quizás en esa transacción tan simple en la cocina, tal vez era una niña de 10 años que me gritó que no le pidiera cosas en vez de una adulta. Entender esto es muy difícil. Descubrirlo es muy difícil. Tener la fuerza y las ganas para cambiarlo lo es aún más. Por eso no estamos destinados a estar en pareja, al menos que atravesemos este proceso deconstructivo, reconstructivo y que nos relacionamos desde lo desconocido, desde este presente, no desde un pasado condicionante.
Por eso la relación de pareja es lo más difícil del mundo. Y lo digo porque la mayoría de las personas tenemos heridas. Y quienes son muy felices o dicen serlo, no lo sé. Algo debe pasar. Qué bueno. Pero son los menores ejemplos. No es cierto. Pero la bendición de esto es que estamos instados a esta transformación y la relación de pareja es el mejor lugar para evolucionar en lo individual. Porque si no voy a salir corriendo porque me asusta esto, es porque estoy huyendo de mí mismo. Estoy huyendo de mí mismo porque la otra persona me está activando algo que yo no puedo mirar. No olviden el doble canal, no olviden el pasado, el condicionamiento y el inconsciente que se manifiestan los patrones. La ansiedad brota en la relación. Creo que es un aderezo, una consecuencia. Y lo pone peor, ¿no? O mejor. O mejor.

Bueno, no se trata creo de suprimir esta ansiedad así nada más, sino observar la causa de origen. ¿Qué suerte de miedo, qué preocupación, qué creencias están empujando a este nerviosismo? Porque probablemente cuando tu chico sale, está el pensamiento ideando algo malo. No lo sé. Que le pueda ocurrir algo malo. Sí, sí. La inseguridad de la ciudad. Da esa inseguridad. Es difícil responderte porque, por un lado, hay evidencia objetiva que avala preocupaciones de este tipo. Pero, sin embargo, no todos los acontecimientos apuntan a que le va a ocurrir algo malo. Entonces, creo que la manera de mejorar el vínculo es con la comunicación. Que sea lo más abierto contigo y que le demuestres que sabes confiar en él. De lo contrario, él pudiera empezar a esconderse, a ser subversivo o a querer evitarte un disgusto porque te ve preocupada y aprensiva.
Cuando somos hijos de padres preocupones, buscamos la manera de no perturbarlos. Y ahí caemos en la mentira instrumental o no te cuento todo o te digo, no te preocupes, nos vamos a dormir en casa a un amigo cuando anda en una peda. Entonces, si realmente quieres proteger a tu hijo de los peligros objetivos, debes de trabajar esta aprensión que trastoca y se combina con el amor como madre. Pero habrá que revisar en tus profundidades a qué le tememos, qué tan real es, qué tan objetivo es. Y habla con tu hijo y dile que quieres superar esto, que quieres que él crezca libre, para que él sienta que puede confiar en ti y ser transparente. Y que por no preocuparte de más por él, vayas a dañar un vínculo. No sé si lo que te estoy respondiendo sirva de algo.
Totalmente.
Ahora, esta lucha interna puede ser muy diversa. Y tiene que examinarse muy cuidadosamente las fuerzas de los caballos que jalan el carruaje hacia un lado y las fuerzas de los caballos que están jalando en el sentido opuesto. Porque el hilo se va a romper. Cuando ocurren estos antagónicos tan potentes, es porque queremos las dos cosas. Y es porque la decisión que vamos a tomarse, a cual sea, no nos va a dejar 100% satisfechos. Pero hay que aprender a entender que no se puede tener todo. Y hay decisiones que implican sacrificios. Y que la razón debe estar por encima de la emoción. Probablemente estas luchas internas sean porque hay fuerzas contrarias entre emociones, entre ideas, entre escenarios. Pero hay que aceptar la pérdida y abrazar la pérdida. Aceptar el peor escenario que pueda ocurrir a raíz de la decisión menos mala y en un balance decisional, tenemos que elegir. De lo contrario, si siguen jalando ambos carruajes en su sentido contrario, nos van a destruir y nos van a paralizar. No es cierto. Nos paraliza la lucha interna.
Hablando de batallas internas, consejos prácticos para la ansiedad. Hay dos grandes tipos de intervenciones. Las intervenciones intraepisódicas y las preventivas. ¿Cuáles son las intervenciones intraepisódicas? Son toda la gama de técnicas de las cuales yo dispongo para aminorar un episodio durante su acontecimiento. Como por ejemplo, básica la respiración profunda. Si inhalo a todo pulmón, inhalando cuando golpeé en el pecho, retengo cinco segundos y exhalo por la boca. Y repito el procedimiento 10, 15 veces. Esto regula el sistema nervioso simpático. Técnica simple, me distraigo, me voy hacia un objeto externo a fin de observar sus propiedades físicas, su textura, sus aromas, su sabor. Y esto ayuda a hacer un anclaje sensorial que lleve a mi mente hacia otro lugar en vez de abstraerme en los síntomas. Hay quienes sirve también tener una especie de amuleto o alguna pulsera a la cual le atribuya propiedades positivas que le recuerde algún ser querido. Hay quienes sirve también imaginar un lugar seguro. Hay quienes sirve contar números. Hay muchas técnicas, muchas son muy simples. ¿Dan resultado? Depende. Depende la persona y depende cómo ande la ansiedad. Pero estos son apenas mejoralitos. Porque tenemos las intervenciones preventivas que son las más importantes.
Les dije que había dos tipos de acciones. Las que se hacen durante el incendio, pero lo ideal es cerrar la fuga de gas. Y eso es lo más difícil. Y eso explica las preventivas, y es de todo lo que hemos hablado. Aceptar, conocer mis detonantes, hacer un balance integral en cómo como, cómo duermo, cómo manejo mi estrés, cómo conozco los efectos de mis pensamientos, mi análisis personal psicológico y todas esas cosas integrales. Pero respondiendo a la pregunta, espero haber aportado.
Vamos a pensar justo en el momento en donde el chico tenía que reprimir sistemáticamente y aprender a guardar silencio y a resolver su dolor en la soledad. Imaginemos qué sentía él cuando vivía el acontecimiento. ¿Acaso él sentía un nudo en la garganta? ¿Acaso las palabras son síntomas atrapados en los órganos? Diría Jacques Lacan. ¿Qué pasaría si 20 años después, el mismo chico en un acontecimiento cualquiera, sus derechos de voz son sofocados? ¿Pudiera él sentir un nudo en la garganta? ¿Un globo histérico sin base orgánica comprobable? ¿Pudiera él sentir una presión en el pecho? Y esa misma sudoración que cuando niño sentía cuando en soledad tenía que resolverse por su propia cuenta. Son preguntas, no tengo respuestas. La mente barajea y siempre habrá algún grado de subjetividad que no podremos comprender y tendremos que aceptar que por más que las neurociencias progresen, siempre faltará una pieza.
Tuve un paciente que en la consulta tosía de forma sistemática. No tenía nada, no tenía ningún examen de por medio, no había ninguna enfermedad, ni flema. Lo dejé. Dejé que– lo interpreté como un síntoma. Después de análisis de muchas sesiones, nos fuimos dando cuenta que en un entorno de abandono emocional, cuando los padres lo relegaban, él tuvo una infección muy grave en su garganta, en sus oídos. Y mamá le permitió que se quedara en su cuarto. Esto ocurrió en una regresión. Yo practico la regresión. Nunca hablo de eso porque es un poco delicado. Pero bueno, en la regresión, él revivió estando acostado y siendo tapado por mamá y le ponía en el pecho los unguentos. Y lo cuidó. ¿Es su tos en el presente una forma de decir, estoy enfermo? Amenme. ¿Es su tos un reflejo de la memoria emocional a través de un síntoma? Podemos estudiar al inconsciente humano a través de sus expresiones semióticas, de sus signos. ¿Y la ansiedad es una especie de endoscopía para entrarle? Sí, puede ser. ¿Y qué hacer en el momento? Bueno, en el momento, honestamente, no hay mucho que hacer. Pero tienes que estar educado para saber que los síntomas van a pasar.
Y hoy, en este diálogo, me han hecho preguntas muy maravillosas y me han obligado a desempolvar conocimientos y hablarles desde el corazón y desde el intelecto. Y deseo que no sea la primera ni la última vez que nos veamos, que podamos tener algún contacto, porque para mí soy muy privilegiado de que ustedes hayan acudido. Yo estaba muy asustado de que no viniera nadie. Y le decía a mi esposa, ojalá ahí vaya alguien. Y verlos a ustedes me ha conmovido y me ha hecho muy feliz. Y me motiva a seguir compartiendo para que juntos que vamos en este barco, podamos vivir mejor.