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“Escribir es un acto de optimismo”

Mónica Lavín

“Escribir es un acto de optimismo”

Mónica Lavín

Escritora


Creando oportunidades

Mónica Lavín

Mónica Lavín es una escritora mexicana que encontró su verdadera vocación en la literatura tras una carrera inicial en biología. Desde los 13 años, Lavín disfrutaba de escribir historias, pero no fue hasta un encuentro revelador con periodistas científicos en la Reserva de la Biósfera del Bolsón de Mapimí que decidió dedicarse plenamente a la escritura. Renunció a una beca para estudiar en Montpellier y se lanzó al mundo literario, donde ha explorado la relación entre ciencia y literatura, destacando la importancia de la estructura y la observación en su obra.

Lavín ha escrito tanto cuentos como novelas, abordando temas cotidianos y complejos de la condición humana. Su novela "Yo, la peor" sobre Sor Juana Inés de la Cruz, refleja su interés por las figuras históricas y su habilidad para entrelazar la ficción con la realidad. Además, ha incursionado en la literatura infantil, colaborando con su hija ilustradora, lo que le ha permitido explorar nuevas formas de narración.

A lo largo de su carrera, Lavín ha recibido varios premios literarios, pero considera que el verdadero éxito radica en conectar con sus lectores. Su obra "Últimos días de mis padres" es un testimonio personal que ha resonado con muchos, demostrando su capacidad para transformar experiencias íntimas en relatos universales. Lavín continúa escribiendo con la misma curiosidad y pasión que la impulsaron a dejar la biología, siempre buscando nuevas historias que contar.


Transcripción

00:06
Mónica Lavín. Hola, soy Mónica Lavín. ¿Sabían que escribir es tomar decisiones? Hay que saber qué historia quiere contar uno ¿Dónde va a suceder? ¿Cuánto va a abarcar? ¿Quién es el protagonista? ¿Quiénes son los secundarios?¿Con qué lenguaje? ¿Con qué palabras? Decisiones, obstáculos. Pero quizás la decisión más importante con la que se enfrenta alguien que quiere escribir es cuando decides ser escritora, como me pasó a mí. Yo era bióloga, yo había estudiado biología, pero me gustaba escribir desde los 13 años. Yo escribía mis historias, pero eso me parecía un juego.

 

Como me producía tanto placer imaginar mundos y ponerlos en palabras, pues para mí no era un asunto posible. ¿Y cómo se hacía uno escritor? Pero la ciencia también me gustaba y entonces estudié biología. Y ya trabajando como bióloga en un lugar precioso, que es la Reserva de la Biósfera del Bolsón de Mapimí, desierto. Es cerca de la zona del silencio, una zona muy famosa porque no se transmiten las ondas. En un atardecer verdoso, porque en el desierto los colores son distintos y por eso quizás a mí me importa tanto la luz y los colores cuando escribo, resulta que yo tenía que atender a unos periodistas de ciencia.

 

Como yo hablaba inglés, el director del instituto me encargó ser quien les explicara qué se investigaba ahí, qué tipo de trabajo se hacía. Y yo recuerdo muy bien que cuando les estaba hablando de la tortuga del desierto del Bolsón de Mapimí, que estaba en peligro de extinción y entonces se estudiaba su contenido estomacal y yo veía a estos periodistas que eran, me acuerdo, una chica de la India, otro alemán de Estados Unidos, eran cuatro o cinco periodistas de diferentes países y me preguntaban y apuntaban.

 

Y de repente me detuve en seco y les dije, oigan, a mí me gusta escribir también y me gusta la ciencia, porque me di cuenta que a mí me gustaba lo que ellos estaban haciendo. Y les dije, ustedes, yo tenía 20 y tantos años, uno se atreve a decir o hacer esas preguntas a esa edad y les dije, ¿ustedes qué harían? Y me acuerdo que me contestó una de ellas, una que era así con sus blusas de batik de Nueva York, medio hippie, me dijo, ¿de qué te vas a arrepentir cuando tengas 40 años? Y hice tal esfuerzo que cuando se acabó mi sesión con ellos, cuando regresé a México, dije, me voy a arrepentir de no ser escritora. Es ahí donde está mi pasión.

 

Es ahí donde me voy a arriesgar y a aventar. Porque además me gustaba mucho lo que hacían ellos, que era lo que me imaginaba era la vida de esos periodistas. Hoy me estaban preguntando a mí sobre lo que pasaba en la reserva de la biosfera, pero luego se iban a ir con un experto en conducta animal o iban a preguntarle a alguien que trabajaba con los polos o los microorganismos en el bosque. Iban a meter las narices en todos lados. Y yo, como escritora, puedo meter las narices en todos lados. Y me di cuenta que ese espíritu, esa curiosidad que la ciencia también permite ventilar, estaba sobre todo en la escritura. Y que yo incluso podía incorporar a la ciencia en la escritura.

 

Entonces, regresé de ese viaje, renuncié a una beca que ya tenía para irme a hacer una maestría a Montpellier. Yo quería, yo ya tenía mi plan de vida. Nos dicen que tengamos nuestro plan de vida, yo ya tenía la idea de ser experta en la zona entre mareas de la costa de Baja California, estudiando al abulón y erizo, la competencia. Porque el abulón estaba en peligro de extinción. Eso que a mí me había tocado de niña, que era la botanita de abulón que enlataban en cubitos, no había más.Entonces, ese bioma me parecía muy interesante. Y todavía, mientras les hablo, pienso que hay tantas cosas que nos asombran. Ahora le agradezco a las tortugas del desierto del Bolsón de Mapimí, incluso al estudio del contenido estomacal de esas tortugas, que haya tenido la lucidez aquella tarde de desierto en Durango y haya podido tomar y empezar a enfilar el camino que ahora me tiene aquí platicando con ustedes.

05:02
Mildred. Hola. Mi nombre es Mildred y yo te tengo una pregunta. ¿Cuál es el vínculo de la ciencia y la literatura al momento de escribir?

05:12
Mónica Lavín. Gracias, Mildred. Yo me lo he preguntado también. ¿Cuál es el vínculo? Cuando escribes, o quizás cualquier esfera del arte, pero cuando escribes, tienes sed de saber, de explorar algo. La ciencia tiene también esa misma sed o esa misma vocación, explorar, saber, profundizar en algún aspecto. Solo que en lo literario es la condición humana. Queremos saber por qué somos capaces de construir belleza y también de destruir. ¿Por qué nos duelen ciertas cosas?

 

Otras nos alegran. ¿Por qué somos claros y oscuros? Porque en realidad todos tenemos un aspecto multidimensional. Entonces, este espíritu exploratorio creo que está tanto en la escritura y nos pasa lo mismo cuando leemos. Estamos conociendo un mundo y refleja algo de la condición humana, por eso conectamos. Aunque sea ciencia ficción, aunque sea fantástico, no solo el realista. Entonces, hay esta conexión del deseo de saber, la sed de saber, la llamaría yo.

 

Y por otro lado, fíjate, yo creo que a mí la biología o el haber estudiado una carrera científica me dio un método y una estructura. Y una novela no se puede escribir sin una estructura. No crean que uno dice, novela, pum, y le pones play y te sale así. Hay que pensarla, hay que planearla, hay que diseñar un mundo. Entonces, esa manera rigurosa de atender algo, pero codeándote con lo lírico y lo emocional que es la escritura, bueno, tiene un buen pie en una base científica. Escritores como Leñero, como Hernán Lara Zavala vienen de la ingeniería. Otros vienen de la medicina, como Chéjov como Sabato de la física.

 

O sea, hay escritores que vienen de estas bases científicas que no les han estorbado, yo creo que todo lo contrario. También es ejercitar un poder de observación. Cuando yo era bióloga, me acuerdo que había un especialista en cuando estudiaba, estudiaba biología especialista en tierra, en suelos, edafólogo se llama. Y nos íbamos en viajes de trabajo de campo y nos hacía detenernos en ciertos lugares y ver un corte en la montaña. Y nos explicaba cada capa de tierra, luego nos hacía acercarnos, hacía estos cortes que hay en las carreteras y nos hacía probar la tierra, sentirla, tocarla y hasta probarla.Y eso es ejercitar una capacidad de observación.

 

Y la verdad, los que escribimos estamos siempre fisgoneando, pero es la observación la que te va a dar los elementos para construir una atmósfera. Entonces, creo que la ciencia que es y sobre todo la biología, que es estar observando el medioambiente, convivir con pescadores o ir a las zonas pantanosas de Tabasco y sentir cómo es el clima, la luz, las plantas, su textura, los sonidos, alerta todos los sentidos. Y la escritura necesita de los sentidos y necesita de esa alerta. Por lo menos la escritura, A mí me gusta mucho construir atmósferas y leer literatura donde el espacio sea urbano, fantástico, tenga un peso. Me parece que siempre lo tiene.

08:52
Otto. Hola, buenos días. Me llamo Otto Santiago y quería preguntarle con respecto a cómo se enfrenta a la hoja en blanco. Pero no solo en el aspecto de la escritura, sino también en general para el futuro no escrito.

09:06
Mónica Lavín. Muy bien, muy buena pregunta. La hoja en blanco siempre es incluso es como una alusión a una especie de parálisis. ¿Y qué sigue? A mí me parece que es un gran reto de la hoja en blanco.Porque es precisamente creo que tenemos este espíritu de exploradores, los que escribimos, porque no estamos contentos con llegar a un lugar, que es la hoja en blanco. Ahora queremos fundar un mundo, le queremos poner montañas, un río, un personaje. Queremos crear un mundo. Un río, un personaje, queremos de veras fundar algo que esté vivo. Entonces, a mí me parece que es la oportunidad maravillosa de donde no hay nada, poblarlo.

 

Poblarlo y a través de la imaginación y las palabras, ¿qué puede haber más seductor y más con lo mínimo? En realidad, no necesitamos grandes aparatos. La imaginación, la escritura y yo lo que siempre hago es, normalmente no directo, ya usamos pantalla. No empecé con la computadora, empecé a mano. El otro día me encontré mis libretas, donde había escrito una novela a los 13 años. Escribe así, forma francesa, con una letrota Palmer que me enseñaron.

 

Entonces, permitía correr rápido. Pero ahora que yo ya escribo, ya estoy escribiendo la novela o el cuento a la pantalla, pero antes, que sería la hoja en blanco previa, yo tengo mi libreta. Mi libreta donde apunto ideas o donde, por ejemplo, si estoy escribiendo una novela, a veces hasta dibujo a los personajes o les hago árboles genealógicos. Fulano que nació en tal lado, se casó ¿En qué fecha? Porque necesito la congruencia.

 

Una novela tiene que tener una lógica interna para que se mantenga ese mundo que fundamos en una hoja de papel. Quiero equiparar la hoja en blanco con el silencio, una hoja en blanco es como el silencio. ¿Y qué hacemos los escritores? Romper el silencio. Porque usamos palabras. Y las palabras establecen un diálogo.

 

Aunque sea un mundo de ficción, lo que estás es dialogando con el lector. Porque le estás proponiendo que sea tu cómplice, que se ponga de tu lado y se lo crea ese mundo, que esa es la dificultad. Hacer un mundo creíble, primero tú te lo tienes que creer, porque si no te lo crees, se nota.Se nota que no estás metido en el pellejo de tus personajes, en su circunstancia, en sus zapatos. No importa que no se parezcan a ti, esa es la gracia de escribir. Puedes meterte en cualquier lado, detrás de cualquiera y puedes hacer y sospechar cómo están viviendo esa realidad que les toca. Es una oportunidad maravillosa y la hoja en blanco es, rompe ese silencio y di lo que quieres decir.

 

Yo lo hago sobre todo mediante la ficción, aunque también escribo artículos que me permiten opinar directamente de algo. Pero la ficción es construir mundos, entonces, a futuro yo espero que las hojas en blanco de quien quiera escribir en lo privado, quien se quiera volver escritor, se llenen de sentido. Se llenen de las emociones y aquello que permite la escritura. Que es, en cuanto tenemos que escribir, tenemos que organizar, ya no es lo que decimos alocadamente en un momento.

 

Hay que darle claridad, hay que darle esto, materialidad. La palabra escrita se queda, entonces, en cuanto nos ponemos a escribir, estamos organizando, incluso reflexionando de mejor manera. Bueno, a mí me pasa, reflexiono de mejor manera si escribo que si hablo; es decir, esto que les estoy diciendo, si lo escribiera, también tendría que organizarlo con un orden determinado, una claridad y una secuencia en el espacio de la página. Que eso es muy bonito también, la página es un espacio, sea virtual, es un espacio. Entonces, es un territorio que fundas y es un territorio que le puede dar sentido a la vida, lo que me inspira, yo le llamo, ¿Dónde salta la rana? Uno no sabe dónde va a saltar la rana. Ya ven que las ranas están escondidas entre lo verde y, además, se mimetizan, No las ves.

 

La realidad es fascinante, la vida de cada uno, de nuestras familias, de donde venimos. La curiosidad tiene que ser el atizador, pero se tiene que dar esta ecuación, miren, ya les estoy hablando en términos científicos, que la rana salte y que uno la vea. Es decir, que uno tenga la curiosidad y cuando salta la rana de algo que parecía no importante, para ti es importante. Entonces, a veces la rana salta en una conversación.

 

A veces digo, esta anécdota me parece fascinante, me gustan las vidas de todos los días. Soy una escritora que más bien se fija en lo cotidiano, en que nuestras vidas de todos los días, en las relaciones de pareja, el amor y el desamor, en las relaciones de familia, con los padres, de dónde venimos, los espacios en que vivimos, en lo que soñamos. Creo que lo que más me interesa es qué queremos y cómo cada quien lo logra o no lo logra o batalla para ello. Pero la rana, entonces, con esta especie de interés que hay detrás, salta donde menos te lo esperas.

 

Y a veces salta de la historia, de la gran historia, porque yo me acuerdo que puede ser una cosa casual o puede ser algo buscado. En un viaje que hice a Nuevo Laredo, cuando las cosas estaban más tranquilas, y me invitaron a presentar un libro, yo estaba escribiendo la novela sobre Sor Juana, Yo la peor. Y me preguntaron qué hacía y les conté. Me dijeron, pues aquí hubo una mujer que durante la revolución se fue con Carranza y formó un grupo de enfermeras y periodistas.

 

Y yo decía, sí, ya me dieron el dato, pero yo estaba escribiendo sobre Sor Juana. Estaba en el siglo XVII, pero no crean que me interesaba la Sor Juana cotidiana, su familia, de dónde venía, su vida, la vida íntima, la vida. Cuando me contaron de Leonor Villegas de Magnón y acabé aquella novela, dije, ahora quiero averiguar. Porque era como un chisme, ¿no? Dejó a la familia y se fue con Carranza. Una mujer, 1914 por ahí, entonces, averigüé sobre ella. Pero no era algo que yo buscara. Saltó a la rana con aquella información y luego yo la seguí. Porque cuando uno escribe novela histórica, es un trabajo más de se parece al de los detectives, ¿no? Uno está buscando mucha información que permita sospechar la verdad sobre los personajes.

 

Pero a veces, como en mis cuentos, salta en los viajes. A mí me gusta mucho viajar, bueno, creo que luego entendí que había estudiado biología porque me gustaba viajar. Nos llevaban a acampar en islas de pescadores, por ejemplo, en Temazcal, Oaxaca. Y tenernos que despertar al amanecer para ver cómo sacaban a los peces y descubrir la edad de los peces en los anillos que tienen en las escamas, tengo un cuento con eso, claro. Todas esas curiosidades que no sabe uno, porque yo no sabía que eso se iba a volver un cuento muchos años después, que se llama “La Edad de los Peces”. Entonces, a veces, la inspiración tiene que ver con bagaje acumulado en la vida.

 

Los viajes me parece que siempre son una oportunidad de lo extraordinario, de lo otro, de lo que no es tu vida de siempre. Porque vas a ver gente nueva, formas de vida nuevas, un paisaje nuevo. Vas a comer cosas distintas. Vas a probar. Y puede que de ahí, de esos viajes, salga un cuento. Los viajes siempre te dan anécdotas, te descolocan, te sacan de ti, esto hago todos los días, esto que no hago todos los días, me pone con las antenas más afiladas. Y a veces mis amigos dicen, ay, viajas mucho, es que no saben que estoy de cacería. Estoy buscando historias.

18:19
Andrea. Hola, Mónica. Mi nombre es Andrea. Y mi pregunta para ti es, ¿Qué importancia tiene la curiosidad en la literatura y en la vida?

18:26
Mónica Lavín. Pues, como vieron, los viajes es donde planto y puedo dar rienda suelta a la curiosidad, yo creo que tenemos vidas más ricas si somos curiosos, si no perdemos la capacidad de asombro. Creo que la capacidad de asombro es fundamental para estar en la vida, no sé si vieron la película “Días Perfectos”. Es una película, bueno, ganó un Oscar el actor, maravillosa. Pero él se asombraba, el protagonista, con el parpadeo de las hojas, con la luz, uno se queda pensando en una dimensión tan sutil también de la vida.

 

Esta capacidad de asombrarse con cosas pequeñas. Hay una novela de una autora de la India, Arundhati Roy, “El dios de las pequeñas cosas”, que también es poner el acento en alguna parte de la novela en las pequeñas cosas. La curiosidad no solo puede estar en lo grande, ni en los grandes, ni en los espectaculares de los periódicos, ni las grandes cosas. ¿Cuáles son las grandes cosas? A veces en las pequeñas cosas y en los pequeños gestos hay un contenido que nos asombra. Entonces, creo que eso no hay que perderlo, hay que llevarlo puesto como una mochila. Me parecería muy triste si un día perdiera esa curiosidad y capacidad de asombro.

 

Capaz de que ya no escribo, si se me va la deriva eso, no voy a permitir que pase eso. Ahora que soy abuela, y cuando fui madre, luego abuela, pues a mí me gusta susar la curiosidad de los que me rodean y hacerlos ver en algo pequeño, algo que te asombre. Entonces, el asombro me parece que hay que cultivarlo. Creo que todos lo llevamos puesto. O sea, no creo que creo que desde que nacemos y queremos conforme ya podemos empezar a nombrar el mundo, estamos asombrados. Es ponerle palabras.

 

Es descubrir y creo que eso no hay que perderlo, por lo menos no puede haber escritura sin asombro. Y no puede haber quizás una actitud de vida, eso, vital, briosa, energética, si no nos sigue asombrando. Y si no permitimos también que la tristeza sea parte del asombro, las pérdidas, eso ocurre. Un poquito antes de la pandemia, yo había escrito una novela anterior. En 2019 se publicó “Todo sobre nosotras”, que es una celebración de la amistad, donde aparece el sismo del 85, porque es una de las grandes marcas, por lo menos en mi vida, y en la de varios chilangos, defeños, ya no sé cómo llamarlos.

 

Ciudad de México, no sé cómo decirnos. Y resulta que no sabía de qué escribir. O más bien, sí sabía, porque tengo mis libretas donde apunto ideas. Y a veces digo que me dé tiempo o a veces digo, ay, necesito dedicarme a la escritura más horas para que pueda cubrir mis ideas. Pero sin embargo, esas ideas en mi libreta no me hacían tirar, no me hacían tirar. Sin embargo, esas ideas en mi libreta no me hacían tilín. Y un día platicando con un amigo le dije, que no sé por dónde, porque los últimos días de mis padres, y es que mis padres habían muerto recientemente.

 

Yo los tuve larga vida. Pero cuando uno ya no los tiene, la pérdida es la pérdida, uno es huérfano, uno deja de ser hijo, cosa que ni siquiera me la había preguntado. Puede que no decidamos ser padres en la vida, ¿no? Madres y padres. Pero ser hijo es una condición, por eso estamos aquí el amigo me dijo, ¿por qué no escribes de eso? y resulta que eso sí me sentó en un sillón durante el año. La empecé antes de la pandemia. Y llegó la pandemia. Y con más razón, el trabajo de la memoria, de un trabajo introspectivo, de cómo habían sido esos últimos días, porque la muerte es muy caótica. Y yo necesitaba ordenarla. Y escribir es ordenar.

 

Como les decía, esta organización es, oigan, el tiempo corre, pero, oigan, voy a escribir. Yo me puedo ir para atrás. Yo soy dueño del tiempo cuando escribo. Lo manejo. Es mi material plástico. Entonces, yo necesitaba ver esos días que habían sido muy atropellados en el hospital. Un año uno, un año el otro.Uno se descompone. Ojalá todavía no sea experiencia de su vida, pero en algún momento puede que sea. Y fue un trabajo con la memoria, con la memoria reciente. Y la maravilla es que uno cree que ya sabe cómo se escriben novelas, porque has escrito ocho novelas antes. Y este trabajo, este no trabajo. Esta idea, este proyecto de escritura me puso a prueba de otra manera.

 

Porque yo solo sabía que había el día uno al día último de cada uno y que eso era la crónica, pero yo no sabía cómo iba, otra vez, a saltar la memoria de tiempo atrás como una rana. Entonces, si yo tenía que escribir, de repente, estaba escribiendo sobre el deseo de mi padre de que lo pasearan por lo menos, en un momento muy doloroso, por lo menos en silla de ruedas, por los pasillos del hospital. Entonces, lo que venía era la parte feliz, era la parte viva, porque por eso nos duele la muerte, porque hubo una vida. Y entonces venía, ah, cuando mi padre compró aquel coche para regalárselo a mi madre, iba feliz en la carretera de Acapulco y se le atravesó una vaca, pero no le pasó nada a él, por eso era feliz el asunto. Pero yo pensaba en mi padre queriendo sorprender a mi madre y la vaca que desbarata el cofre del coche, que el regalo no existe y pensaba en mi padre joven y en mi padre audaz, pensaba en los regalos.

 

Y entonces, fue una escritura que me llevó a construir, a través de la despedida, quiénes eran ellos y quién había sido yo con ellos. Y no nada más lo bonito. Porque, no, pues, soy escritora, me interesan los personajes, me interesan los claroscuro, la parte luminosa y la parte oscura que tenían mis padres y que yo tengo también y que está ahí en la escritura de “El Últimos Días de Mis Padres”.

 

Y fue un trabajo que me sorprendió mucho, porque a pesar de ser muy personal, lo pude colocar con palabras y palabras que buscaban la palabra exacta. O sea, uno busca la palabra exacta, la emoción precisa, la dignidad de estar vivos. Y pude ya escribir otras novelas pude ya escribir otros cuentos. Gracias a “El Últimos Días de Mis Padres”, que, como les digo, creí que solo me iba a importar a mí, pues eran mis padres. Es mi historia, además, me interesa el origen, mis padres eran migrantes por diferentes razones, en diferentes épocas.

 

Yo era la primera nacida en la Ciudad de México, que no ni lo había pensado y al escribir hay una oportunidad de pensar, este es hasta ahora el único trabajo verdaderamente personal en el sentido de que cuento mi historia.Lo que me sorprendió es que hubiera lectores, que hay lectores, que dicen, es mi historia, se parece a lo que yo viví. Y, bueno, ha sido muy sorprendente porque uno no controla esa parte, que ahora resulta que no es solo mía y eso es lo que me devuelven los lectores.

26:49
Ashley. Hola, Mónica. Mucho gusto. Me llamo Ashley y me encantaría hacerte una pregunta.Al escribir, ¿tienes algún género favorito? ¿Y qué tipo de historias te gusta transmitir?

26:57
Mónica Lavín. Fíjate que empecé como cuentista, porque quizás porque es más matemático el cuento, que no sobre y que no falte. O sea, el cuento es un género muy apretado y solo cuenta un suceso. Entonces, pues, son muchas ranas saltando y cuando yo estaba escribiendo y estaba estudiando biología y había leído a cuentistas que me maravillaron. Por ejemplo, Isaac Asimov y “El Hombre Ilustrado”, lo leí en la secundaria y no me gusta mucho ahora leer ciencia ficción. Pero entonces me pareció maravilloso que en el tatuaje es un hombre que se recuesta, es un campamento y otro hombre le ve la espalda tatuada. Y en cada fragmento de ese tatuaje, durante la noche, así en una especie de penumbra, el que lo ve identifica una historia. Hay una historia en los pedazos de “El Hombre Ilustrado”.

 

Y yo dije, ¿cómo? O sea, en pocas páginas me metí a otro mundo, a estos niños cuyos sueños se proyectan en la pantalla. Y cuando vemos que los leones devoran a los papás, decimos, eso es lo que querían los niños. Me parecía que decían también que desnudaban asuntos de la condición humana y que me metían en cómo lo breve te sacude y te puede meter a un mundo, te da un mundo. Entonces, leía Cortázar, el boom latinoamericano y estaba yo fascinada con Borges, con la inventiva de lo que te da el trozo pequeño.

 

Y probé suerte, ahí es como empecé a probar suerte, porque uno empieza, bueno, quiero hacer un cuento, quiero hacer otro, lo estaría haciendo bien. Entonces, mis primeros libros son cuentos y yo dije, me gusta muchísimo. No dejo de escribir cuentos, yo dije, esto es lo mío, porque me gané un premio que se llama Gilberto Owen cuando había escrito un libro de cuentos alrededor de los Rolling Stones, también me gustan los Rolling Stones. Ven cómo todo cabe en la escritura, entonces, escribí una serie de cuentos que se llama “Ruby Tuesday no ha muerto” y ese era mi cuarto libro de cuentos y gané un premio, entonces, yo dije, este es una especie de abrazo.

 

Me están diciendo, pues, vas bien o qué sé yo, entonces, yo que ya me sentía así como ahorita, sentada en mi silla del cuento. De repente, un día, una historia de un viaje. Dije, regresé del viaje y dije, esto es un cuento y a la hora de quererla escribir como cuento, empezaron más preguntas. Bueno, si a esta pareja, ella que es en un pueblo del norte de México, ella que se casó con un músico y se lo trajo, ella era de la alta sociedad y les dejaron de hablar, les dejaron de hablar.

 

Pues, el grupo social al que pertenecían, mi pregunta era, ¿por qué se quedaron? ¿Por qué se queda uno? El silencio es una forma de la violencia terrible. Porque no te da herramientas para reaccionar, es brutal y eso es lo que me golpeó a mí. O sea, en el sentido de, quiero saber detrás de esta historia, pero ya en la imaginación, no iba yo como reportera, ni a preguntarles, ¿ustedes por qué se quedaron aquí? Eso es lo que hace el cuento, la escritura, quiero develar, quiero yo tener mis sospechas y encontrar una explicación. Otra vez, la pregunta y la respuesta y cuando regresé a México, dije, a ver, pero ¿cómo esta señora conoció al gringo y músico? Si vive en un núcleo social en que son las uvas, la mezclilla, el algodón.

 

¿De dónde va a sacar un músico? Y eran los años 50. ¿Cómo lo conoció? ¿Qué tanto podía ir una mujer sola a la otra? En fin, esas preguntas me llevaron a la novela, por fortuna, me animé. O sea, no se escribe novela porque uno lea un manual de novela, pero sí porque uno ha leído novelas, eso sí. Y uno intenta y encuentra y busca y así escribí “Tonada de un viejo amor”, que afortunadamente se reeditó hace poco, porque esto pasó hace mucho tiempo. Pero esa novela me dio el gusto o la sensación que era muy diferente escribir novela cuento y que me gustaba también. Y entonces, a partir de ahí, como si uno se soltara y dijera, a mí lo que me gusta es contar historias, es la narrativa. Y voy a escribir novela y cuando se me atraviese un cuento, porque saltó otra rana, voy a escribir cuento y eso es lo que hago, los quiero a los dos. No sé si se me va a atravesar otro más adelante, pero poeta, dudo que vaya a ser.

32:10
Martín. Hola, profesora. Soy Martín. Y, bueno, en esta etapa de mi vida, estoy estudiando creación literaria.He sido su alumno. Y no quisiera preguntar si hay esperanza, sino quisiera preguntar cuál sería para usted, a nivel real, el desarrollo y desenlace de nuestra vida.

32:27
Mónica Lavín. Me da mucho gusto verte, Martín. Creo que el ser humano siempre tiene algo positivo y que lo que nos mueve son nuestros sueños y nuestros deseos. Y también la capacidad de crear afectos y de ser generosos, y de recibir y dar amor. Entonces, sí creo en eso, creo, desde luego, en un espíritu en la imaginación, si no, no escribiría; Es más, escribir es un acto de optimismo. Porque escribes pensando en que va a valer la pena lo que escribas, pues ya eres muy optimista, ¿no? Contigo y luego, en que alguien se va a interesar en tus palabras que pusiste en la hoja en blanco. Y que, aparte, se va a conmover, emocionar, hasta apropiar a lo mejor de algún personaje. Y luego decirte tal, o establecer un diálogo, o enojarse, lo que sea. Entonces, eso es un acto optimista, es sembrar y que va a crecer la planta y que, de alguna manera, va a iluminar.

 

Me gusta mucho esta frase de Kundera, dice que la novela, el espíritu de la novela, o lo que debe de hacer la novela, y por eso él pensaba que no podía morir, es porque tiene que iluminar la experiencia humana, iluminarla. Dar asideros, agarraderas, para tener este espíritu aún en el caos, de que hay algo por lo cual estar en el mundo. Y por lo cual, pensar que puede haber un mundo mejor. Lo que pasa es que eso ya sabemos que no es continuo, que hay para acá y para allá. No sé cómo sería mi utopía.

 

Mi utopía personal es poder seguir escribiendo. Porque es una manera de soñar mundos mejores. Mundos mejores, no digo mundos futuristas, sino situaciones que nos hagan ver en lo menudo, que nos hagan ver. En esta idea de iluminar la experiencia humana, dar lentes, lupas para la comprensión de lo humano. Para que aquello que nos hace frágiles, también nos devuelva el lado de nuestra fortaleza, nuestra capacidad creativa, así como nuestra necesidad de arropo, ¿no? de los otros, de lo otro, de la belleza, creo en la belleza.

 

Yo intento con la escritura, no porque pinte mundos bellos, sino porque intente encontrar en la fuerza de cómo me aproximo o digo algo, quizás la belleza de lograrlo. Porque eso me pasa cuando yo leo, leo una frase de alguien que, ¿cómo pudo plasmar esa emoción con esa frase o ese gesto con que describe al personaje, entiendo lo que está pensando y sintiendo? Eso es el mundo que controlo. Y creo que escribimos también por desesperación, porque ese es el mundo que controlamos. Porque todo eso otro que puede gustarnos, no gustarnos, no lo podemos controlar claramente. Creo que quienes toman decisiones en cualquier ámbito del quehacer humano, si fuesen lectores, aceitarían su imaginación. Y la imaginación, y aceitarían su apertura para incluir lo diferente, lo otro, lo diverso.

 

Y ese aceite nos tendría, y eso es en lo que creo, que llevar a construir mundos mejores para todos, los primeros cuentos que yo escribía, todos acababan mal. Sí, tenía una visión de que el cuento tenía que revelar sobre todo lo que no sale bien y es cierto, la literatura más bien se aboca a lo conflictivo que a lo feliz. Pero últimamente, no últimamente, ya desde hace varios años, he encontrado que siempre estamos en una ecuación, librando cómo estar en la vida de la mejor manera y cómo sostener nuestras fragilidades. Sí creo que a veces una realidad perfecta, que parece perfecta, puede sacar la parte oscura o frágil de los personajes, que sería el sentido inverso. Por ejemplo, en mi libro de cuentos “El lado salvaje”, el cuento que abre el libro, es una mujer que se pasa del lado de Tijuana a San Diego.

 

Cuando se han ido a la frontera, ya saben que empieza el orden, hasta las plantitas crecen perfectas, las florecitas. No hay una basura porque los multan, bueno, y esta mujer cree que ha entrado en el mundo ordenado. Y eso le da una tranquilidad y viene de Tijuana que tiene esta bueno, y de México, que ya sabemos cómo es México, hay de todo. Es muy vivo y muy caótico también y maravillosamente anda con todo y todo. Bueno, en una de ve a su hermano, bla, bla, bla. Cree que todo está bien, se va a ir a quedar a casa de una amiga, toma una cosa que se llama el Red Troll y el trolebús rojo y así le puse al cuento.

 

Y este trolebús rojo se descompone en medio de la noche, en medio de la nada, nadie avisa qué pasó, total oscuridad y la gente empieza, esa gente que estaba calladita, empieza a sacar sus demonios, a ponerse violentos, a querer romper las ventanas. Bueno, y en ese cuento, no les quiero contar todo porque a lo mejor lo leen. En ese cuento lo que pasa es que la fragilidad del personaje, sus temores, todo eso que siempre tenemos, sí tenemos miedo, claro. El miedo es parte de lo que también nos hace reaccionar en la vida.

 

Esta mujer, su miedo es lo que sale a la luz, es la parte frágil y la parte vulnerable que llevamos puesta y que a veces escudamos muy bien. Estoy pensando en cuando te hablen de amor, que es una novela sobre tres historias donde se cuestiona de qué sirve la pareja. En la mujer, la chica más joven, ¿para qué me caso? Mis papás están divorciados, no, no tiene sentido, ya no cree.

 

Es decir, estos diferentes generaciones y diferentes estratos y la idea del amor y resulta que triunfa el amor. En estas dudas enormes de la imperfección, es aceptar la imperfección porque no existen estos mundos idílicos y aún en estas relaciones de parejas que hemos querido mantener con una especie de ficción, eso le pasa a la chica joven. Ha pensado que sus abuelos, mira, siguen viejitos y juntos y como que se quieren, pero hay secretos, dificultad, hay la otra cara. Y esa otra cara, que es la imperfección del amor, permite a los personajes reconciliarse con la idea de que vale la pena a lo mejor compartir la mirada del mundo y el peso del mundo y nuestra esencia de seres finitos y mortales con alguien más. Soñar juntos. Por ejemplo, ¿no? Esa es una de las posibilidades de que haya una fortaleza en la comprensión de lo frágil y vulnerable.Porque el amor tiene esas dos caras, nos hace fuertes y capaces de muchas cosas y nos vulnera. Porque estamos poniendo algo nuestro, ¿no? Por ahí.

40:43
Brenda. Hola, profesora. Soy Brenda Vázquez.Bueno, primero que nada, quiero agradecer porque yo también he tenido el privilegio de ser su alumna. Por eso sé que sus historias son muy inspiradoras, son aventureras. Y me gustaría saber sobre su novela de Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Cómo fue para usted adentrarse en la vida de ella? ¿Y qué experiencia o qué aprendizaje le dejó?

41:10
Mónica Lavín. Dices algo muy cierto, la escritura de cada novela nos pone un reto y unos obstáculos diferentes, como les había dicho. Pero además, son aprendizajes, por eso yo siempre digo, de esto no nos vamos a jubilar. Vamos a seguir aprendiendo siempre y queremos, además queremos estos aprietos. Una novela nos pone en aprietos, se me ocurrió porque me encargaron de escribir un prólogo, un estudio, un ensayo para un recetario del convento de San Jerónimo atribuido a Sor Juana.

 

Entonces, una amiga que era experta en gastronomía y que estaba haciendo una colección de cocina novohispana, tenía el recetario, una copia facsimilar. Y les digo atribuido, porque no digo, lo que se sabe es que está un poema de Sor Juana al principio, otro al final, y que pudo haber tenido esa encomienda dentro de las funciones que tenía dentro del convento de San Jerónimo. Pero esta amiga se puso a adaptar las recetas y hacerlas de manera que se puedan cocinar con métodos, medidas, ingredientes, y que entonces tuviéramos los sabores del siglo XVII. A ella la conocí en un viaje a través de Canadá, del Atlántico al Pacífico en tren, donde fui invitada como periodista de gastronomía. A mí me dijeron, ¿A quién recomiendas? Y yo dije, uy, ¿Por qué no me recomiendo a mí misma? Y me recomendé.

 

Y con esa recomendación, me fui a ese viaje por Canadá y ahí conocí a Ana Benítez Muro, que ya murió, y le rendiré siempre un homenaje. Y porque ella me colocó frente a Sor Juana de otra manera, porque al hacer ese estudio, me leí varias cosas. Porque dije, ¿De dónde vienen los sabores que nos gustan? de lo que hacían en nuestra casa y de la comunidad en la que vivíamos o del país en el que vivíamos, de lo que nuestros abuelos, de lo que la cocinera. Y entonces me dio mucha curiosidad la Sor Juana de carne y hueso.

 

¿Qué habría probado ahí en Panoya con sus abuelos que eran andaluces? Pues los conejos, seguro, porque hay conejos de monte. Si uno va todavía por Amecameca, se come conejo, pues conejos. Entonces empecé a imaginar los sabores, o sea, esos sabores que acompañaron su infancia y que la llevaron luego a la Ciudad de México.Que se comía, que en los conventos como que se preparaba porque tenían que vender dulcería para hacerse de fondos o de favores. Y todo eso me colocó frente a un tema que me gusta mucho, que es, porque no quería escribir la vida de Sor Juana, quería saber por qué había escrito “Yo la peor del mundo”, con sangre, al final de su vida. Y ante esa pregunta, tenía que saber yo quién era Sor Juana. ¿Y por qué había escrito eso? ¿De veras pensaba que era la peor del mundo? ¿Qué le había orillado a eso?

 

¿Y quién era? Es decir, me dio curiosidad y me encontré a una curiosa fascinante, porque Sor Juana era curiosa. Ella no, crean que dijo, quiero ser escritora, ella quería estudiar, ella quería saber del mundo. Ese interés en saber de ciencia, esa, bueno, facilidad retórica que tenía, versificación, quería saber del universo con lo que había en esa me conectó con ella.

 

Es decir, dije, ay, no solo es la Sor Juana, que no es menor, no solo es la Sor Juana de la pluma, tiene una inquietud con la música, quiere saber de los cometas. Por eso luego escribí un libreto de una ópera que se llama “La Sed de los Cometas”, una ópera sobre Sor Juana. Porque me encantaba esa Sor Juana científica también, o de espíritu renacentista ¿Qué descubrí? Primero, me costó mucho trabajo atreverme. Pero si no se atreve uno, a nadie le pasa nada si no te atreves. ¿A quién le importa si no te atreves? Y si te atreves, pues haces una diferencia en el sentido de que por lo menos yo escribí esa novela. Me atreví a preguntarme y a saber qué clase de niña eras, qué te gustaba y qué te dolía y entonces en ella descubrí a la gran estratega, pues, política.

 

O sea, ella tenía una habilidad diplomática, seducía a los poderosos de manera que alguien pagó, tuvo un padrino para entrar al convento. No cualquiera entraba al convento y de repente dije, ¿qué estructura? ¿Por dónde? ¿Cómo? Y la respuesta a Sor Filotea me dio la clave, dije, ay, si el propio obispo Fernández de Santa Cruz, para hablarle a Sor Juana y ponerla en orden, porque este es el momento en que ya les está siendo incómoda, esta monja pensante. En esta época sería una líder de opinión, ¿no? Les está poniendo incómoda, la leen en el orbe hispano, gusta y opina porque le encargaron algo y ella, además, dio su opinión. Eso no es propio de las mujeres y entonces la llaman al orden, Fernández de Santa Cruz le escribe la carta y se dirige como en este fingimiento que era del barroco, como si fuera Sor Filotea.

 

Hermana querida o no sé qué y firma, Sor Filotea. Y dije, ah, juego de ficciones, disfrazitos, ok. Me está dando la clave el obispo. Para ver a Sor Juana, voy a verla a través de las mujeres de su época. Las reales, las que sabemos que existieron, la madre, la abuela y las que nunca están en la historia con mayúscula. Las anónimas, las que estaban ahí en el mundo, su esclava sí está en la historia con mayúscula. La esclava, otras esclavas, la cortesana. Y la clave estaba ahí en su propia vida, en la información y cuando encontré eso, dije, ya tengo el modo. Y ya me pude lanzar a escribir. Que descubrí del proceso de escritura que encontrar la forma y el tono es lo que te permite emprender el viaje y pues, resulta que ya terminé la novela hace mucho.

 

Se publicó en 2009, la leen ahora en los bachilleratos, gracias a los maestros. Los maestros son los grandes cómplices que si les gusta algo, contagian el gusto de la lectura y entonces, Sor Juana no me deja en paz. Es decir, si aparece algo de Sor Juana nuevo, tengo curiosidad. Una, porque me vaya a desbarrancar mi novela, pero tengo curiosidad de qué sepamos de ella. De cómo quieren seguir sabiendo de ella y cómo a veces me piden sobre Sor Juana de manera que me pidieron el libreto para una ópera. Que fue una oportunidad más de no solo ver a Sor Juana desde las mujeres, incluido el obispo Fernández de Santa Cruz, que era Sor Filotea. Pude utilizar en esta ópera también a su amigo Sigüenza y Góngora. O sea, pude dar voz a otros, porque escribir una novela es ponerse un tablero de juego. A ver, aquí las restricciones son solo las mujeres, las reales, tres momentos de su vida, entonces, uno se hace su tablero y eso es lo que le da forma y a la arquitectura novelística. Ya me pasé de largo con esta respuesta.

49:05
Annaline. Hola, Mónica. Mi nombre es Annaline. Y, bueno, ya nos has hablado de cómo cultivar la creatividad. Pero, por ejemplo, para alguien que le gusta escribir y no sabe cómo comenzar, ¿cuál sería tu recomendación para comenzar a adentrarse en este mundo de las letras?

49:24
Mónica Lavín. Gracias. Muy importante. Porque, ¿cómo empezamos? ¿Cómo le hacemos si nos gusta escribir? Cuando yo ya tuve la inquietud de la conciencia de la escritura. O sea, yo escribía, pero lírico, pero, ¿cómo logro un buen cuento?¿Qué tengo que saber? Ahora hay licenciaturas, ahora hay muchos espacios donde se enseña la creación literaria. Pero yo aprendí en un taller, me encanta el concepto del taller. Porque el taller es un espacio como imagínense, en el Renacimiento, los que querían aprender a esculpir con Miguel Ángel, estaban ahí en su taller, así físicamente, su taller. Y él les enseñaba, ¿no?

 

Que dibujo y luego la forma, es compartir una experiencia, entonces, yo estuve en un taller. Para mi primer libro de cuentos, salió de un taller, del trabajo en un taller que me permitió tener ojos para saber mi texto. Y además, para otra cosa muy importante, el escritor, que era Mempo Giardinelli, me decía, te tienes que creer escritora. Porque es un compromiso, ¿no?

 

Porque yo era bióloga, pero que le gustaba escribir y cuando invertí los papeles, lo entendí. Ya es cuando te preguntan profesión y cuando ya pones escritora, es que de veras ya estás ahí plantada, ¿no? Cuando uno empieza a escribir y decía, a ustedes les gusta escribir, cuando empiezan a escribir, quieren escribir diálogos. Que es solo lo que está afuera, lo que se oye, lo que se oye, lo que se oye. Y es como si hubiéramos puesto una cámara, un reality show y oímos todo lo que se dicen. Y la verdad, ni es interesante todo, ni revela otra cosa.

 

Lo que se dice debe revelar también lo que no se dice. Y también en la escritura, en las tramas, tiene que haber una parte que no se dice y que es evidente por cómo actúan los personajes. No tenemos que decir, estaba muy triste y lloraba. A ver, haz ver que está triste y que sin que llore. No, no, las lagrimitas, mucha lagrimita. Haz ver que está triste por algo. No porque diga, estoy triste, con un globito aquí, mírenme, estoy triste. Que haga algo, que veamos la manera en que abre un cajón, saca un papel y lo arruga con ¿o qué? Y eso lo tenemos que hacer sentir por escrito, porque en el teatro lo podrían hacer, ¿no? lo no dicho, pero por escrito hacerlo visible.

52:17
Nancy. Hola, Monica. Soy Nancy. Tu libro, “El último día de mis padres”, haces una reflexión interesante sobre la relación de la familia. Mi pregunta sería, ¿Cómo sobrellevamos un duelo y una despedida a través de la lectura?

52:36
Mónica Lavín. Descubrí algo cuando estaba cuando empecé con el deseo de escribir este libro, “El último día de mis padres”, que yo había leído libros de otros escritores que hablaban de la pérdida de los padres. Y que esto es casi una especie de constante, que escribir, como nos permite ordenar y distanciar, o sea, lo que traes adentro, se pone como de manera objetiva y lo ves, de alguna manera ayuda a resolver el duelo, a mirar de otra manera. Creo que es un privilegio, pensé, si esto hacemos los escritores, es porque tenemos el privilegio de hacerlo. Pensé que era en ese momento que era qué bueno que yo escribía, porque me ayudó a mí a comprender, a colocar. Claro, donde me dolía, me volvía a doler en la escritura y en la lectura. Pero el dolor es parte de lo que hay en nuestras vidas. Sin embargo, creo que la escritura, no diría yo que tiene un efecto catártico, porque ese mientras, por ejemplo, pasaba pasaban esos días difíciles, realmente estaban pasando.

 

Yo escribía, siempre tengo libretas tipo diario, no es que sean diario, pero tengo libretas para volcar pensamientos, emociones, pero de forma despotricada. Sin pensar, esto lo va a leer alguien, no, no, no. Y esos sí eran catarsis, para escribir “Los últimos días de mis padres”, no consulté esas notas. Consulté mi memoria, porque mi memoria ya había pasado por el tamiz de cierto tiempo y de cierto grado de aprendizaje. Es que la vida siempre nos está poniendo a prueba. Estamos teniendo que aprender, de alguna manera, obteniendo cierta sabiduría. Y las novelas, a mí me gustan novelas que ofrecen sabiduría, no porque sean de autoayuda los libros, sino porque la historia que cuentan se desprende una especie de reflexión profunda de la vida. Y “Los Últimos días de mis padres” , por lo menos a mí, me dio una revelación fundamental, que lo más importante de la muerte o de la despedida es que hubo una vida.

 

Es que hubo una vida, y otra revelación, que yo esté escribiéndola, es un reflejo de que yo tuve unos padres que siempre apoyaron el sueño que quisieran tener sus hijos adelante. Que tuve unos padres que ya no estaban, pero que seguramente me permitían, o sea, pensando, hablar de ellos, de lo bueno y lo malo. Mirarlos, mirarme, entonces, pues, pude notar que había sido privilegiada en ese apoyo y en esa retroalimentación en mi casa, donde importaban los sueños. Importaba lo que uno quería y cómo lograrlo y el otro aprendizaje es, uno está aquí en el mundo porque fortuitamente, ya hay muchos métodos, pero cuando yo nací, fortuitamente se encontraron un hombre y una mujer. Y ese azar, ese azar del encuentro, me parecía algo que había que honrar. O sea, sucedió, un día se encontraron, se quisieron, fundaron una familia, fundaron. Y aquí estoy yo escribiendo sobre ello. Y es el asombro otra vez.

56:40
Ricardo. Buenos días, Mónica. Soy el terapeuta Ricardo Solares Nos has hablado en grandes aspectos, cómo es que has hecho tu enriquecimiento con relación a tu experiencia previa como biólogo. Y me gustaría saber si has escrito cuentos para niños. ¿Y cuál consideras tú que es la ventaja o por qué es necesario introducir a los niños a la lectura y en dado caso a los libros?

57:04
Mónica Lavín. Lo primero que hice sí fue escribir para niños, en una revista que se llamaba Chispa, de divulgación científica, hice un libro donde ahí sí fusioné mi parte de bióloga, de viajera y de escritora. Un libro dando talleres de ecología con un grupo interdisciplinario, eso es lo que se manejaba entonces. Yendo a diferentes ecosistemas de la república, estuve en el desierto en Sonora, en la zona pantanosa de Tabasco, en la zona pesquera de Oaxaca. Lugares que yo conocía donde con los niños trabajábamos y a través de la relación de los niños con su medio ambiente, hice un libro de cuentos. Entonces, ahí fue mi primera fusión ficción, no ficción. Pero luego abandoné el territorio infantil al que he vuelto, movida sobre todo porque una de mis hijas estudió, se especializó en ilustración. Empezamos a trabajar una historia que yo tenía y al proponerle a una editorial, la va a ilustrar ella, yo la escribí. Pero el trabajo fue fascinante porque otra vez fue una oportunidad de aprendizaje.

 

Si escribes en conjunción con alguien que ilustra en un libro para niños, te quedan ciertas cosas, te las guardas. Permites que el ilustrador, su imaginación también complemente, entonces, en un libro que tenemos que es “La amiga de Carlos”, “Una amiga especial”, “El rey libélula”, etcétera, aprendí yo a guardarme palabras. Porque yo no iba a decir que la blusa, la camisa que traía Carlitos era de tal color que a lo mejor si lo hubiera puesto en un libro no ilustrado, sino que permití que la ilustradora imaginara a mi personaje y yo callara ciertas cosas. Fue maravilloso conocer la parte profesional de mi hija, de una hija. ¿Qué sabe ella? ¿Cuáles son sus habilidades?

 

¿Y cómo se mira desde su óptica? Y ese aprendizaje, bueno, fue otro regalo de la vida en un momento en que uno malamente piensa que no va a aprender. Claro que aprendes y que ahora ella vuela por su lado, yo por mi lado y a veces hacemos libros juntas. Y es un placer, o hago un libro con otro ilustrador y ya sé que cuando trabajas con otro, con un ilustrador, hay un diálogo. ¿Y qué importante es? Pues yo mis lecturas de niña, lo que me leían o lo que yo leía solas, pues me parecía, no lo olvido, está en mi memoria.Está en un placer que aceitaba mi imaginación. Y entonces creo que a los niños hay que leerles en voz alta. Que los niños se familiaricen con el objeto libro, es les estás abriendo un mundo para que tengan una relación muy natural con lo que te pasa con los libros. Y es que te llevan a otro lado, te dan una aventura, te enriquecen y te devuelven con eso añadido a tu experiencia.

1:00:34
Ángel. Hola. Mi nombre es Ángel Tello, soy originario de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. De donde tengo entendido es tierra tienes raíces en esa tierra. Mónica, has vendido miles de libros, has recibido premios. ¿Qué es el éxito para ti?

1:00:55
Mónica Lavín. El éxito es encontrarme un lector, si yo me topo con un lector, alguien que me dice, leí tal, para mí es, ah, hubo, hay alguien al otro lado. Entonces, para mí saber que alguien me ha leído es una sensación muy arropadora. Esos son los premios también, una sensación de que alguien te da un abrazo, te a veces tienen premio económico y resuelves deudas o qué sé yo, ¿no? Compras, me acuerdo que Virginia Woolf decía que tal premio le había servido para, era una novedad el WC, el tener WC en las casas. Y un premio le sirvió para eso, para poner el excusado. Sí, a veces sirven para resolver cosas prácticas. Pero sobre todo son abrazos. Y para mí el éxito es toparme con los lectores, toparme con ellos, ser leída. Sí, saber que lo que yo hago tiene sentido.

 

Y deja una huella. Yo me acuerdo al principio cuando escribí, tengo una novela para adolescentes que se llama “La más Faulera”, que tiene que ver con el básquetbol y con una anécdota que a mí me pasó. Ahí es cuando hablaba de inspiraciones, que esa anécdota que me pasó, que tiene que ver con la violencia, me hizo años después escribir esta novela de “La más Faulera” y entonces, una vez llegué a una escuela primaria, me habían invitado a Mexicali, Baja California y llegué a esa escuela, llegué a dar, era una plática en un lado.

 

Pero una escuela supo que yo iba y me pidieron que fuera, por favor, porque la maestra les daba a leer “La Más Faulera” generación tras generación y yo dije, claro. Bueno, de verdad que el momento en que entré al auditorio y todos me aplaudieron, así chamaquitos, 12, 13 años, me aplaudían. Y subí al escenario, sentí una emoción muy profunda porque sabía que no querían quedar bien conmigo. O sea, los niños, los adolescentes son muy transparentes y claro que le agradecí a la maestra porque hacía que “La más Faulera”, que los personajes de ese libro estuvieran vivos todo el tiempo. Y las preguntas que me hicieron aquellos lectores tan jovencitos fueron fascinantes porque me mostraron que se habían apropiado de Paloma, de Andrea, del vato. O sea, me dieron, me devolvieron mi libro. Los lectores devuelven y le dan vida a los personajes, son los dadores de vida, los levantan del libro que es una cosa quieta. Entonces, para mí ese es el éxito. Y sí, mi padre nació en Tapachula, Chiapas, porque es hijo de migrantes que fueron al Soconusco. Y sí, tengo en muchos lados el corazón en este país, pero claro que Chiapas es importante para mí.

1:04:01
Ivette. Gracias. Mónica, mi nombre es Ivette. Mi pregunta se acerca a la importancia de los silencios. Lo que no se escribe, lo que no se dice.

1:04:16
Mónica Lavín. Muy buena pregunta, porque así como les dije que escribir era romper el silencio, por otro lado, yo siempre sostengo que el cuento, en particular el cuento, es un género de silencios. Es decir, no se dice todo, siempre, esa es la dificultad de la escritura. De todo lo posible por escribir, escojo mi historia, de esa historia, escojo el enfoque. Pero no tengo por qué contar la infancia del personaje si lo voy a poner en determinada situación. Acaba de pasar un túnel y al pasar un túnel, que es un cuento que yo tengo, cambia a otro tiempo de su vida y cuando vuelve a pasar por el deprimido, este paso a desnivel que está en Río Churubusco, pasa a otro momento de su vida. Bueno, ¿cómo opera ahí el silencio? Decido contar lo que tengo que contar.

 

Que ese es este trabajo como de edición, como si trajéramos dentro y lo vamos aprendiendo. Esto se aprende. ¿Qué debo decir y qué no debo decir? ¿Qué hay que contar y qué no hay que contar? Si no viene a cuento para mi anécdota, no tengo por qué decir si sacaba 10 en matemáticas cuando iba a la primaria. Y entonces, en realidad, es una operación mental que uno está haciendo, sin tener incluso conciencia. Cuando luego corriges, te das cuenta de que sobra o que falta, pero normalmente te das cuenta de que sobra. Que el silencio puede ser más poderoso, o sea, lo no dicho vuelve al texto más fuerte. Lo explicativo es tratar a tu lector como si creyeras que no va a entender, que le estás mostrando. Porque escribir es mostrar, escribir ficción, no explicar, estás mostrando.

 

Y a través de ese mostrar, hay un algo que estás diciendo del mundo sin hacerlo explícito. El cuento es mucho un género de silencio, pero también cuando estás escribiendo la novela, incluso el ritmo que le das al texto, hay momentos en que varios tipos de silencios. Los personajes no hablan, entonces, el escritor, narrador, tiene el permiso que no tenemos en la vida. Yo no sé qué están pensando aquí cada uno de ustedes. Pero si yo escribo, yo puedo hacer visible lo invisible. Y decir, mientras la veía, pensaba que bla, bla, bla, bla, bla. Y entonces, ese silencio aparente se rompe visibilizando lo invisible, que son los pensamientos que no nos lo estamos diciendo. No nos estamos diciendo todo. O sea, también se puede hacer evidente lo silencioso, se puede recurrir al silencio para darle densidad al texto. Los silencios también son elocuentes, también dicen, porque se quedan callados los personajes, o porque no se escribe sobre ello.

 

Y entonces, se puede sentir o imaginar, entonces, como la música, la música, el silencio es parte de la partitura y eso provoca o una emoción o una información. En esta idea de aprender, de seguir aprendiendo siempre de la escritura, tuve la oportunidad de estar en una residencia literaria en Canadá. En un lugar que, maravilloso, que tienes pequeñas cabañitas para estudios, les llaman. O para el que está componiendo música, el que está pintando, los que están escribiendo y de repente, resulta que no pagas nada, tienen tu cuarto en otro lado. La comida es en un comedor, no te preocupas de nada, no es lo que querías, no es lo que querías poderte dedicar a escribir.

 

Eso me decía yo a mí misma, pero qué difícil. Cuando tienes todas las condiciones, resulta que es como si te dijeran, eres libre. Corre, haz lo que quieras y uno, al principio me costaba trabajo. Porque estamos acostumbrados a tener cosas que hacer y yo decía, me siento como en un centro de rehabilitación. Tenía una amiga poeta que también coincidió al mismo tiempo y no nos lo creíamos que tuviéramos todas las condiciones para escribir dos meses, pero si además de las condiciones, tú te pones, te disciplinas y escribes o lees, pero solo piensas en tu novela. Bueno, eso es banderazo muy ocasional. Y cuando tienes todas esas facilidades y te disciplinas y lo haces, bueno, resulta que el lugar hasta se borra. Ahí acabé mi novela “Café Cortado”.

 

Fíjense, la novela sucede en un ambiente tropical, en Chiapas, donde crecen los cafetos y yo estaba en un bosque donde nos decían, no salgan sin un cascabel en la mano, porque es temporada de osos. Aprendí que uno en realidad ni siquiera está en el bosque cuando está escribiendo, está en el mundo en el que está escribiendo. Uno se transporta y uno se fabrica el tiempo, el espacio, la historia. Y si no, las cosas no suceden. Entonces, soñar se vale querer tomar camino hay que hacerlo y hay que saber que toma tiempo. Y que ese tiempo que toma tiene que ver también con una disciplina, con una actitud, con un creerse lo que uno está haciendo y ponerse de cuerpo entero en el riesgo de que no salga, no sale a la primera. Incluso puede que no salga como queríamos, pero es un reto constante y un riesgo que nos mantiene vivos. Quizás más vivos que cualquier otra cosa. Gracias.