“En cada una de mis peleas siempre tuve a México en mis espaldas”
Julio César Chávez
“En cada una de mis peleas siempre tuve a México en mis espaldas”
Julio César Chávez
Exboxeador
Creando oportunidades
El gran campeón que nunca se ha dado por vencido
Julio César Chávez Exboxeador
Julio César Chávez
Julio César Chávez, nacido en Ciudad Obregón, Sonora, y radicado en Culiacán, Sinaloa, es un exboxeador profesional que dejó una huella imborrable en el mundo del boxeo. 90 peleas invicto, seis campeonatos mundiales, y un récord Guinness de 37 peleas de campeonato del mundo, pero su vida no ha estado exenta de desafíos. Tras enfrentar una dura batalla contra la adicción, lleva ya 16 años limpio, convirtiendo esta lucha en su mayor victoria personal.
Hoy, Chávez dedica su tiempo a ayudar a otros a superar problemas de adicción a través de sus clínicas especializadas. Además, comparte su experiencia de vida en pláticas motivacionales, inspirando a muchos con su historia de superación. A pesar de su retiro, el cariño y respeto del público hacia él permanecen intactos, reflejando su impacto tanto dentro como fuera del ring.
Transcripción
Entonces para mí era muy cansado estarlo forzando, forzando, forzando, forzando. Yo le pegaba cinco golpes, él me pegaba diez golpes, porque era más rápido que yo, pero mis golpes eran de más poder. Y la pelea se iba perdiendo, la pelea se iba perdiendo y yo recuerdo perfectamente bien que llego a ese doceavo round sumamente cansado, agotado, desahuciado por el esfuerzo que había hecho sobrehumano y recuerdo que llego a la esquina, me echan agua helada en la cabeza para que reaccionara y me dice muy claramente, vamos Julio, es el último round Julio, todavía lo puedes noquear Julio, hazlo por tu familia Julio, hazlo por México, hazlo por tus hijos. Y me lo quedo viendo y dije, ¿por mí qué cabrón?
Y la verdad sus palabras fueron mágicas, sinceramente si soy honesto, no sabía si lo iba a noquear, pero salí con esa motivación de que me decía Búfalo hazlo por tu familia, hazlo por México y salí con la convicción de terminar el round, pero no sabía, se los juro por Dios si lo iba a noquear, pero fueron unas palabras tan motivadoras que salí con la convicción, bueno es el último round, voy a darlo todo y afortunadamente gracias a Dios faltaban catorce segundos para terminar la pelea, donde yo llevaba como setenta y siete peleas invicto, entre los dos llevamos como cien peleas invictos, pero cuando lo tumbo, se lo juro por Dios que a mí no me importaba perder o ganar, porque yo estaba sumamente cansado, estaba exhausto, y cuando el referee para la pelea yo quería vomitar, quería desmayarme y lógicamente si hubiera vomitado en ese momento, pues realmente no estuviera con ustedes aquí, porque realmente yo creo que me hubiera muerto, me hubiera pegado un derrame cerebral o algo, porque eso es lo que pasa en las peleas cuando son así, cuando te empieza a doler en la cabeza, cuando estás muy exhausto, muy cansado, es cuando vienen los derrames cerebrales, y el caso que termina la pelea y el referee me levanta la mano y recuerdo perfectamente bien que mi hermano Rodolfo se sube y me dice ganamos, ganar, ganamos, si hermano, le digo pero bájame del ring, le dije por favor, quiero desmayarme, quiero vomitar, sí pero ganamos, si ya sé pendejo, le digo pero bájame del ring, le digo porque quiero vomitar y quiero desmayarme, y gracias a Dios gané la pelea, no me desmayé ahí ni nada, me querían llevar al hospital, y le dije no, no, no, espérense, y le dije báñenme con agua helada, le dije, y si no me recupero me llevan al hospital, porque las peleas son en el mismo hotel, entonces me llevan ya al cuarto, me bañan con agua helada, y a la media hora pues todos bien agüitados pero pisteando, y alguien no sé, me dejan un caguamón bien helado, y ya como a la media hora me aliviané, agarré la caguama.
Tuve un problema de adicción que duró muchos años, estuve a punto de quitarme la vida con una pistola, me fui varias veces al hospital y gracias a Dios con un programa de recuperación como les dije, estuve internado, recuerdo cuando fui a una clínica en Guadalajara, les voy a contar esta anécdota porque fue algo para mí muy triste la verdad, recuerdo que cuando estaba yo en el hospital, mi familia fue a verme y a decirme que tenía que internarme, porque me iba a morir, y yo la verdad con todo respeto para que no estuvieran chingando, dije yo bueno voy y me interno en Guadalajara, un mes me hago pendejo y salgo y me sigo drogando, y me dijeron tenga, tenga para que se entretenga cabrón, llego y ya la cancha de fútbol bien bonita, los cuartos acá bonitos y acá un galerón, y entro y me cierran la puerta de fierro, y me dicen “échenle humildad” me dijeron, y como no le puse atención y me asomé, me dije “¿qué dijiste?” “Que le eches humildad”, me dijo. “¿Que le eche qué wey?”, le dije. “Que le eches humildad” dice “porque por hoy te vas a quedar aquí.” “Estas pendejo,” le dije yo, “¿que no sabes quién soy pendejo?” le dije, “soy el gran campeón mexicano” y me dice “no, aquí eres un pinche adicto más, y aquí te vas a quedar.” ahí me agarró a chingazos, me pegaron la chinga más, ni de la Hoya me pegó como ese cabrón, y me amarran y todo, pasé los cuatro meses más amargo de toda mi vida, durmiendo en el suelo, comiendo verduras podridas, con las manos atrás, la vista al frente, fue algo horroroso para mi, increíble la verdad, fue una experiencia que nunca se me va a olvidar, porque yo tenía para pagar una clínica, yo tenía mi casa que era una mansión, yo tenía mis carros alegóricos, o sea, y yo decía “Dios mío, ¿qué hago aquí?”
“Oye cabrones, sáquenme de aquí, cabrones, ¿porqué me tienen aquí?” “Para que valore cabrón”, me decían. “¿Para que valore qué cabrón?” “Para que valore lo que tiene afuera y no lo disfruta.” y en cierta parte tenían razón, entonces fue algo muy triste para mi, fue una experiencia muy dolorosa para mi, pero de nada me sirvió la verdad, porque salí de ahí bien resentido, bien enojado, y después salí y me seguí drogando y todo, y otra vez estuve a punto de morirme, hasta que mi señora tuvo ahora sí los pantalones, y mi hijo Julio, de internarme en una clínica de rehabilitación, pero ya en una clínica donde ahí se me dio tratamiento, donde ya había psicólogos, había psicólogas, había consultores, psiquiatras, doctores, un equipo bien especializado, entonces ahí entendí por qué me drogaba, por qué tomaba, y fueron cinco meses que estuve ahí internado, y gracias a Dios, como les digo, el día de hoy, solo por hoy, tengo 16 años sin alcohol y sin drogas, ahora tengo clínicas en adicciones, donde ayudo a mucha gente que tiene el mismo problema que yo, beco a mucha gente que no tiene para pagar una clínica, porque una clínica pues cuesta, una clínica tenemos doctores, consultores, tenemos un equipo muy especializado, donde ahí desayunan, comen y cenan, ahí viven por espacios de seis meses, un año, entonces a eso me dedico ahora, y yo creo que ese ha sido, la verdad con todo respeto, gané seis campeonatos mundiales, tuve 90 peleas invicto, tuve 15 años sin perder ni una sola pelea, tengo el récord Guinness de más peleas de campeonato del mundo con 37, soy el único en la historia a nivel mundial con 37 peleas de campeonato del mundo, pero definitivamente la batalla más difícil fue abajo del ring.

Mira, siempre se ha dicho que soy el mejor peleador mexicano de todos los tiempos, y yo la verdad se los digo honestamente y con el corazón en la mano, nunca me he creído el mejor peleador mexicano de todos los tiempos. Yo creo que cada peleador en su tiempo ha sido el mejor, y siempre lo voy a decir, si nos vamos al pasado, México ha tenido, qué bárbaro, es increíble los peleadores que México ha dado, es increíble la verdad, y yo creo que por respeto, cada uno en su tiempo ha sido el mejor, el más grande, pero si nos vamos a los récords, ahí sí, pues la verdad, ¿pues qué les digo? Digo, pues, gracias a Dios, como te digo, en cada una de mis peleas, siempre tuve a México a mis espaldas, era increíble cómo Las Vegas, cómo se paralizaba México cuando yo peleaba, eso dicen, a mí no me consta, yo tengo que creerlo, o me lo tengo que creer, pero México, pues es todo para mí, la verdad, ya tengo más de 20 años retirado, sin embargo, el cariño de la gente, el afecto de la gente, lo sigo teniendo a donde quiera que vaya, lo único que recibo son puras bendiciones, lógicamente, una que otra mentada de madre por ahí, porque no soy monedita de oro, ¿me entiendes?
Pero la verdad, es increíble el afecto, el cariño, que recibo todos los días en las calles, en donde quiera que voy, a Estados Unidos, así vaya a China, a Europa, a cualquier parte del mundo, siempre me reconocen, pero a veces es muy cansado, ¿me entiendes? Por ejemplo, en los aeropuertos, ay Dios santo, fotos, autógrafos, fotos, autógrafos, fotos, autógrafos, es el pan de todos los días, ¿me entiendes? Pero yo hice una promesa, cuando yo me coroné campeón del mundo por primera vez, me acuerdo que me pidieron mi primer autógrafo, entonces fue una emoción para mí muy grande, juré ante Dios, no negarle ninguna foto, ni al más pobre, ni al más rico, y eso para mí, es llevar la bandera de México, a donde quiera que yo vaya.

Pero no, pero fíjate una cosa, fue cosa increíble, ¿no? Porque después de esa pelea, yo podría, llegaba a las peleas, y ya todos con la cinta roja, pero era algo bien curioso, llegábamos a las peleas, siempre llega uno a las peleas, a las arenas, dos horas antes porque ese es el reglamento de llegar a la arena, ¿no? ¿Qué dos horas y media? Como tres horas, dos horas y media. Entonces, siempre que llegaba a la arena, Era increíble, ¿no? Porque estaba bromeando y todo, cotorreándola, oyendo música y todo, y cuando me decían, “Julio, ya sigues tú”, me ponía la cinta roja y me transformaba, me transformaba en el sentido de que decía, ya no había bromas, ya no había nada, ¿me entiendes? Todo ya, concentrado en la pelea, y yo me concentraba y decía, “Yo soy mejor que él”, y así subía, y ya la patenté, ¿me entiendes? Digo, no la patenté porque todo el mundo se la pone ahora, pendejo yo la hubiera patentado, ¿me entiendes? Pero se hizo como un ritual para mí, ¿me entiendes? Se hizo como un ritual para mí, ya me ponía la cinta roja, el miedo se me quitaba.

Entonces, tenía que prepararme como dos meses y medio por la altura, porque al principio, las primeras dos semanas, pues, era un agotamiento, porque uno viene del nivel del mar y sube a la altura, los glóbulos rojos se bajan, el aire casi no lo agarras. Entonces, tenía que estar dos meses y medio allá entrenando, aislado, concentrado en la pelea, no desvelarse, no nada, ¿me entiendes? Dormirte a las 7, 8 de la noche, levantarte a las 5 de la mañana a correr, a veces 5 grados bajo cero, porque ya era muy alto en Otomí, entonces, era algo no tan fácil, ¿me entiendes? Era increíble, los doctores se asustaban conmigo, porque cuando me tomaban la presión, me subía a 295, 300, ¿saben lo que es eso? Es para un infarto, ¿me entiendes? Y yo bien, entonces, me tomaban la presión en el gimnasio, ya cuando tenía un mes y medio entrenando, que ya entrenaba 8 o 10 rounds, me tomaban la presión y estaba a 300. Y los doctores decían, “¿Pero cómo, este cabrón, eres de otro planeta o qué?” Porque tengo el corazón más grande de lo normal, tengo el cráneo más grande de lo normal, soy un superdotado. Y decía yo, “¿Qué es, pendejo? ¿Cómo que tengo el cráneo más grande de lo normal? Y el corazón más grande de lo normal”. Sí, lo que pasa es que el corazón se agranda a mayor altura, ¿me entiendes? Entonces, pues sí, era algo sobrenatural, la verdad, los doctores no se creían cómo me llegaba la presión a tanto y sentirme bien.
A mi edad, no lo van a creer, pero todos los días entreno, todos los días hago ejercicio. Y creo que esa disciplina se me quedó pues de lo que era, disciplinado yo, ¿me entiendes? Porque aún así, en mis tiempos malos, recuerdo que tenía tres días amanecidos y me iba a correr una hora, o sea, siempre he tenido ese hábito de entrenar, de hacer ejercicio todos los días. Y es un hábito que se me quedó, es un hábito que se me quedó y… y yo creo que hasta que el cuerpo me aguante voy a seguir haciendo ejercicio, porque a veces ya me duele todo… ay. Pero no dejo de hacer ejercicio todos los días. Creo que esa es mi mayor virtud ahorita que tengo.

Siempre estaba rodeado de muchísima gente. Recuerdo que llegaba a mi cuarto y me sentía triste. Y no le hallaba sentido a la vida. Decía Dios mío, Dios mío, ¿qué me pasa? ¿Qué me pasa? No me quiero sentir así. Porque imagina tener todo a tus pies y sentirte solo y triste. O sea, me faltó alguien que me guiara. Me faltó alguien que estuviera a mi lado, que me supiera guiar, que me supiera manejar mis emociones. Y no pude con eso. O sea, me entró una depresión. ¿Qué fue lo que hice? La cosa más estúpida, pendeja, que puede pasar en el mundo. Agarrarme de la droga y del alcohol. Y eso me fue atrapando. Porque en un principio yo pensé que la podía dominar. Pero no. Ya no me preparaba igual. Ya no entrenaba igual. Ya le empezaba a faltar el respeto a mi esposa, a mis hijos, a mi madre, a la gente que me rodeaba. Me empecé a convertir en un cabrón que no era Julio César Chávez. No era aquel jovencito alegre con toda la gente. ¿Entienden? O sea, no, me empecé a convertir en una persona sin principios.
Entonces, ahí trabajamos en la clínica lo emocional, ¿me entiendes? O sea, porque… Pues todo viene de ahí, ¿me entiendes? Todo viene de ahí, de una alegría, de una tristeza. Tomamos, ¿me entiendes? Entonces, es por eso que se trabajan ahí los 12 pasos. Que si me acuerdo de uno, es el primero. Aceptar no más que uno tiene un problema, aceptar que uno realmente necesita un programa de recuperación. Así es que… Vamos a poder dar muchísima gente.
Muchísimas gracias a todos. La verdad, me siento contento de estar con ustedes. Creo que fue una dinámica diferente a lo que yo doy en mis pláticas. Yo, cuando doy mi experiencia de vida, pues hablo de mis triunfos, de mis fracasos. Pero, sobre todo, hablo de cómo salir adelante en esta vida, cuando uno tiene un problema de adicción. Porque yo creo que, todo el mundo conoce al boxeador. Todo el mundo conoce al campeón, que siempre se jugó la vida arriba del ring. Pero de mi vida privada, pues… Soy un ser humano también que llora, que sufre, que es alegre, ¿entienden? Pero que tengo los pies bien puestos en la tierra. La verdad que gracias por sus… No por sus palabras, sino por las preguntas que me hicieron. Las pude contestar a como yo soy. Sin filtros y sin nada. Así como me ven, así soy. Bueno, antes era más guapo, pero ahora ya… Tanto chingazo, ya quedo uno loco. Y pues muchísimas gracias, campeón, para todos. Dios los bendiga. Gracias. Gracias, gracias, gracias.