Cómo convertir un grupo en un equipo
Alejandro Molina
Cómo convertir un grupo en un equipo
Alejandro Molina
Psicólogo y consultor
Creando oportunidades
“Impulsa tu vida y la de los demás al siguiente nivel“
Alejandro Molina Psicólogo y consultor
Alejandro Molina
Alejandro Molina es un psicólogo con una trayectoria notable en el ámbito del cambio organizacional y el desarrollo humano. Con estudios en Psicología y un doctorado en Cambio Organizacional, se ha definido como un consultor todoterreno. Su experiencia abarca desde trabajar con jóvenes en Apatzingán hasta colaborar con presos en Santa Marta, Catitla, y participar en eventos en el Auditorio Nacional.
Molina ha sido psicólogo de la Selección Mexicana de Fútbol durante la era de Ricardo La Volpe, participando en la Copa Confederaciones y el Mundial, y ha trabajado con varios equipos de la Liga MX. Su enfoque se centra en transformar patrones de poder en patrones de colaboración, buscando siempre obtener lo mejor de las personas. Además, es autor del libro "Factor Conexión", donde explora patrones de poder y colaboración. Su pasión por el cambio y la transformación se refleja en su compromiso con el desarrollo personal y profesional de quienes lo rodean.
Transcripción
Después con la Sub-17 en Nigeria. Y he trabajado con 5 o 6 equipos de Primera División de la Liga MX. Me encanta mi trabajo. Y lo que hago es trabajar en cómo pasar patrones de poder en patrones de colaboración. Trabajo en la certeza de la gente, en cómo obtener lo mejor de ti y de los demás. Mi trabajo, pues, es un trabajo de cambio y de transformación. Me siento muy contento y orgulloso de haber estado invitado a compartir este ratito con todos ustedes.
Y la gente resentida, ¿cuál es? La que o no la apelas y cuando no la apelas, pues, la gente se siente no tomada en cuenta. A veces, cuando voy a dar un evento de transformación en empresa, la gente dice, “¿para qué traen a Molina? Mejor, arréglenos los baños, denos de comer bien, déjenos salir a tiempo.” Yo digo, “estoy de acuerdo”. Cuando dicen, lo más importante para nosotros es el operador y no tienen agua caliente, están en indiferencia. La relación de pareja es igual. Cuando el poder es lo que manda, la gente está resentida. Hoy me ganaste esta, te van a decir, David, pero ya vendrá la mía y ahí te la guardo. Y en un resentimiento no podemos sacar jamás lo mejor de la gente. Y cualquiera que me diga, el poder me ha funcionado.
Sí, pero no has obtenido lo mejor de la gente. Y hoy lo que estamos reflexionando es, ¿cómo voy a obtener lo mejor de la gente y lo mejor de mí? Y no va a ser por la indiferencia, ni va a ser por el poder. Ni en tu pareja, ni con tus hijos, ni con tu equipo de trabajo. Y para dar muestra de esto, pues yo he estado estudiando algunos patrones de poder que los he tomado de la experiencia con la gente. Los acabo de publicar en mi reciente libro, Factor Conexión, el año pasado. Y, bueno, les doy algunos de esos patrones para que los podamos sentir y les pido a todos que traten de vivirlos. Empiezo con el más común, la amenaza extrema. La amenaza extrema es un recurso de influencia que tú aprendiste.
Y dejo claro que aquellos que somos de poder, no somos malas personas. Solo aprendimos estrategias de poder. Así fuimos educados. No te hace una persona negativa. Solo así eres. Eres de poder. ¿Y la amenaza extrema cómo funciona? La amenaza extrema en la pareja, cuando no has logrado relacionarte en la colaboración, de repente un día llegas con tu pareja y le dices, a ver, amor, pues ya te lo dije, ya te lo expliqué, ya te lo dije 10 veces. Y le pido al público que reaccione.
Y si llego y te digo, si te gusta, corazón. Y si no, me largo. ¿Qué me van a decir ustedes? “Vete, lárgate, pero ya te estás tardando. Era para ayer.” Y un problema que era de este tamaño, ahora es de este tamaño. Porque aplicaste la amenaza extrema. Y ahora dices, sí, es que me salí, me puse. Pues sí, porque usaste una pésima estrategia que aprendiste. Llévemoslo con los hijos.
Digo, yo ya tengo 60 años. Estoy en un momento maravilloso de plenitud. Los que son de mis generaciones, aquí veo pocos, pero ¿qué nos decían a nosotros? “Esta es mi casa. Yo la pagué. Si te gusta, bien. Y si no, también.” ¿Y nosotros qué hacíamos? Aguantamos, vara. Es decir, decíamos, “Ya, paz, serénate, hombre. No pasa nada.” Se podía usar la amenaza extrema en otro contexto.
Pero hoy a los jóvenes, hoy a los millennials, a los centennials, pónteles con la amenaza extrema y dime qué va a pasar. Y diles a un millennial, a ver, ya con esto se comprueba. Nadie lo puede hacer. Esta es mi casa. Yo la pagué. Son mis reglas. ¿Qué te va a contestar el joven hoy? Primero se quita los audífonos. Perdón, no escuché nada.
Repítemelo, por favor. Y lo segundo que te dice, ustedes me lo podrían decir. ¿Qué te va a decir? En primer lugar, “Yo no te pedí nacer.” En segundo lugar, esto puede proceder a una demanda. Y en tercer lugar, “Si no te gusta cómo están las cosas, pues salte tú.” Acto seguido, David, tú retomas y dices, “Pues, te lo voy a cumplir.” Se va de la casa así nada más. No. ¿Qué hacen ahora? Se mete a redes sociales y dicen, me están corriendo de la casa. ¿Quién me apoya? No hombre, 20 invitaciones. Una señora que ni te conoce te dice, David, vente, acá te tiendo, mi rey, y te reciben.
Comienza las cadenas de oración para orar por él, a ver si aparece en casa de alguna tía, lo cual es muy poco probable. Y se va de la casa. Dime, ¿qué pasa con la amenaza extrema? El poder. Vamos al ambiente de equipo, de organizaciones. Cuando llega un gerente, busca a David y le dice, “David, quiero hablar contigo y te quiero decir tres cosas. Como tú, tengo afuera 15 personas que por la mitad de lo que ganas–” algunos hacen así, se ve que se los han dicho, ¿verdad? “Que por la mitad de lo que ganas haría tu chamba. Entonces, papá, ponte las pilas.” Ya regreso acá a la oficina con mi asistente, le digo, ¿dónde andaba? Y yo, motivando al personal. ¿Por qué hacen eso? Porque no tienen otro recurso.
Fíjense cómo es un patrón. Y lo que más quiero es que cada quien lo observe en sí mismo. Se dé cuenta, tengo patrones de poder. No es que sea negativo, no es que me quiero vengar, no es que quiero tomar ventaja. Así pienso. Y la forma en que influyo es a través de patrones de poder. Y con eso te lo repito, no vamos a discutir funciona o no. Nunca vas a obtener lo mejor de la gente.
Y así como he planteado la amenaza extrema, está el chantaje. ¿Con quién estás? ¿Con ellos o conmigo? ¿Cuándo me ves? Estar chantajeando a la gente. Otro muy común es el físicamente quererte imponer la revancha. ¿No te atendieron? Ya va la oportunidad. Como dije, ya ganaste esta, me toca la siguiente. Y ahí lo guardo. ¿Y en qué consiste? Cada vez que mandas un mail, con copia al jefe. Con copia al jefe para evidenciar, para ampararte, para hacer ver.
Yo no soy, eres tú. Uso el poder desde una tercera vía. Y con eso es que yo lo uso. Entonces, imaginemos todos estos patrones de poder que he mencionado, que tengo más de 12 reconocidos, ¿qué van a hacer con tus relaciones? Ya te lo dije. Generar resentimiento. Buscar esa revancha, buscar esa intimidación. Y nunca podrás lograr lo mejor del otro si no es vía colaboración así. Y los patrones de colaboración tienen que ver, pues, por supuesto, con la comunicación, con la clarificación de expectativas, con el estar cerca de la gente, con el saber qué quieres tú y qué quiero yo y con poder alinear cómo podemos trabajar juntos.
Más adelante, seguro, hablaremos de los adolescentes y del reto que esto implica. Pero tenemos que aprender que los patrones de poder no desaparecen. Los tendremos que encontrar y que desarrollar nuestras habilidades para nuevos patrones de colaboración. Y de eso se trata parte de la reflexión del día de hoy.
Tenemos que decir en qué y cómo. Oye, ¿cómo lo hago? Tomando un café, tomando un cafecito. Y vas a pensar ahorita en quiénes son las personas clave en tu vida, en tu casa, si fueran tus papás o tus hermanos, o tu esposa, tus hijos, en el ambiente laboral, quiénes son tus personas clave, en donde vives, quizá un vecino, en fin. Y que digas, ¿cómo está mi relación de colaboración con ellos? Y te aseguro que podrías poner de 0 a 10 una calificación con tu jefe, con los peers, con los de abajo, y poner una calificación y decir, ¿con quién me tengo que tomar un café? ¿Y el café para qué es? Para tomarme el café y decirle, Naomi, ¿qué esperas de mí? Quiero decirte qué espero de ti. Y cómo quisiera que colaboráramos y hacer explícito esto que estamos necesitando el uno del otro. Y de ese diálogo deriva lo que yo he llamado un acuerdo de colaboración. ¿Y el acuerdo de colaboración qué es? Ya sabemos qué esperar. Ya sabemos cómo comportarnos.
Cuando tú tienes contrato psicológico con el resto de la gente, ¿qué crees? No requieres del poder, porque tienes esa colaboración. Sabes que le puedes hablar a un compañero de trabajo el domingo y decirle, oye, tengo una pena horrible, tú y yo quedamos. Fíjate que no tengo un archivo y quisiera pedirte si me puedes mandar un mail. Ya sé que estás de la noche con tu familia. ¿Qué te dice el que tiene contrato psicológico? Claro, hombre, ahorita te lo mando, ni me desgastas nada. Aquí lo mando, aquí lo tengo. Guau, tienes una relación de colaboración. Si no tienes relación de colaboración, ¿qué pasa? No sabes ni a dónde hablarle.
Y si le hablas, te dice, ¿ya vieron este tipo? Me habló domingo en la noche pidiendo un archivo. ¿Qué le pasa? No tienes el contrato psicológico. Cuando tú tienes el contrato psicológico en la pareja, lo más importante, vas a combatir la primer disfunción que se ve en terapia familiar. ¿Cuál es? Estar de acuerdo. Cualquiera que tenga hijos aquí sabe que lo primero que tiene que quedar con su pareja es que, amor, tenemos que decidir una cosa, si vamos a ser rudos o técnicos. Y bueno, si yo soy de línea dura, yo voy a decir, yo digo que rudos para poner orden. Y entonces vas con tus hijos y ¿qué les dices? A partir de este momento han cambiado las reglas, no están funcionando, se levantan, lo primero que hacen es tienden su cama, ayudan con el desayuno, se van a la escuela. Regresando ayudan con la comida, tienen una hora libre, después les toca temas de aseo de la casa, después van a estudiar, después se bañan, tienen un ratito libre para ver cualquier cosa que tengan de videos y a las 10 quiero a todos en la cama.
Si tú no tienes, Naomi, contrato psicológico, si yo no lo tengo con mi esposa, en cuanto yo me salga y vayan los hijos a quejarse con mi señora, ¿qué va a decir mi señora? Es una frase que todos están pensando. Casi les pediría que la griten, porque todos dicen lo mismo. No le hagas caso. No le hagas caso. ¿Tu papá? Está loco. Ya la sabemos. Tu papá está loco, hombre. Ya, déjalo.
Hagan lo que quieran. Yo no digo. Naomi, es la disfunción número uno. Estás muy joven, pero llegarás ahí. La disfunción uno en la familia. Los papás no se ponen de acuerdo. Vámonos al fútbol. El fútbol me habla por teléfono por ahí uno de los dueños de equipo y me dice, Molina, urge que vengas.
Llevamos seis fechas sin gol. Yo, ¿cómo seis fechas? Sí, se rompió el vestidor. Cuando alguien me dice se rompió el vestidor, me está diciendo se rompió el contrato psicológico. Ya no hay credibilidad entre los jugadores, ya no creen el técnico, el técnico no cree en ellos, se rompió el contrato psicológico. Y cuando se rompe el contrato psicológico en un equipo de fútbol, los resultados van en pique. ¿Y qué es lo primero que hay que hacer? Ir y decir qué estamos esperando del equipo, qué necesitamos del técnico, cómo nos alineamos y cómo traemos la buena voluntad. Mira, este caso no lo di en la pregunta de David. Chécate esto que te voy a decir.
Cuando en tu equipo está roto el contrato psicológico, fíjate lo que voy a decir. Un equipo deportivo y hay alguien resentido a tal grado de indiferencia que cuando pierden le da gusto. Imagínate tener el enemigo en la casa que digas, sí, no lo merecemos por el técnico que tenemos, qué bueno que perdimos ya para que lo corran. Y así quitan hasta este portero o este delantero. Fíjate lo que es tener en contra a la gente en tu propia casa. Entonces, ese contrato psicológico es ese. Si recuerden que es hacerlo explícito, no darlo por hecho. Si tú vas con un compañero que nunca has ido a platicar y le dices, te quiero invitar a un café y le dices, quiero mejorar la relación y quiero ver qué tenemos que hacer juntos, la gente va a cooperar, la gente quiere hacerlo.
La gente quiere escucharse, hacerse escuchar y quiere escuchar qué otros requieren. Y eso es una habilidad de influencia que cualquiera puede desarrollar. No tiene que pasar nada en ti. Hoy puedes salir y decir, creo que me voy a declarar una persona que toma café o toma té o una limonada y voy a acercarme a la gente y decirle, aquí estoy para servir, qué podemos hacer y cómo podemos fortalecer el contrato psicológico entre tú y yo. Y si no le quieres llamar técnicamente, sí dile, quiero hacer un acuerdo de colaboración, quiero ver cómo le hacemos para poder colaborar de mejor manera. Así que ahí la respuesta, mi querida Naomi. Gracias.
Ahora, hay grados de toxicidad. Yo, por ejemplo, en los equipos a los que voy yo en las empresas, hace algunos años era yo quizá todavía más ilusionado, más soñador, que yo quería cambiar al mundo entero. Pero me he dado cuenta que hay gente tóxica con la que no se puede. Y yo le digo a las empresas, no son centros de terapia familiar. Hacemos una sesión de integración donde activamos la actitud, donde invitamos a la gente a comprometerse, a dar lo mejor de sí, abrir la mente, el corazón, a dar. Salimos de ahí. Hay uno que va en contra de todos. Yo siempre digo, ese tóxico, déjenlo ir.
Ya dejen. Y no lo digo yo. Lo dice Gallup, lo dice Buckingham. Ya tener– oye, es el mejor invento, sí, pero es una gente tóxica en la cultura. No lo queremos en la organización. No tengan gente tóxica. Y si vamos a lo personal, más que identificar, porque se me haría muy claro, que son relaciones difíciles, donde no hay escucha, donde hay una constante desafirmación, donde hay negación, donde todo es difícil. Con las personas tóxicas yo he encontrado dos caminos.
Uno es alejarse. Claro, algunos me dicen, ¿y si es mi mamá? ¿y si es mi marido? ¿y si es mi hermano? ¿Qué voy a hacer? Distancia. Definitivamente, yo la gente tóxica en mi entorno, yo trato de no verla, de no acercarme, de no estar. No tengo mucha, pero trato de no. Con la gente tóxica tenemos que ejercer, si está en nuestro núcleo familiar, con la distancia que podamos, tienes el derecho de ejercer asertividad, que es decirle lo que tú necesitas sin atacar y sin huir. Y habrá que estudiar y trabajar qué es la asertividad, que es defender mis derechos sin atacar y sin huir. Y lo segundo, lo que nos dice la disciplina positiva de Jane Nelson, que es amable y firme. Amable y firme.
Esto quiero, esto necesito, esto te lo permito y esto no. Es decir, que en las relaciones tóxicas hay que tener esa asertividad y esa firmeza para ver cómo me quiero relacionar. Pero si me quieres ir hoy y vamos a ir a terapia a una gente tóxica, yo la voy a arreglar, yo la voy a cambiar, yo te diría “no creo que eso vaya a pasar”. La verdad que mi experiencia es que la gente tóxica pues tendrá que trabajar consigo misma para ver cómo cambia. Pero el yo quererme poner a cambiar al otro que es el tóxico, olvídalo, no está ahí la solución. La solución es personal y por eso mi invitación es busca tu propia toxicidad, cómo la generas y cómo eso te junta con otros que son así. Es una responsabilidad personal. Gracias, Nao.
¿Qué podemos hacer para identificar una persona tóxica? Yo primero te invito a reflexionar en lo opuesto, que sería ser una buena persona, tratar nosotros de ser una buena persona. ¿Y qué es ser una buena persona? Tener una actitud de servicio, ser cordial, sonreír, saludar, pertenecer, interesarme en el otro. Una persona tóxica, uno de los elementos que vamos a identificar es que está centrado en su propio ego. Podremos identificar cosas que vive en la queja, ve siempre o casi siempre ve lo negativo, ve el “pero”. Los tóxicos también a veces caen mucho en el bullying y hay que cuidarnos de la gente que de forma tóxica está pegándoles a otros de manera consistente. Son saboteadores en los procesos de equipo y en los procesos organizacionales. Entonces, ahí es fácil y por eso hablábamos de confrontar y de ser asertivo, porque la gente tóxica va a tener todo eso. No queramos ser los terapeutas de la gente tóxica porque no podemos solucionar eso nosotros. Así que alejémonos y tomemos respeto cuando estemos frente a gente tóxica.
Yo no me quiero parecer a mi papá ni a mi mamá. No me gusta cómo se viste, no me gustan sus chistes, no me gusta cómo baila, no me gusta lo que canta, no me gusta lo que platica, no me gusta nada. Si yo soy el adulto, yo ya sé que eso va a pasar, sí se requiere cierta tolerancia, perseverancia, paciencia y respirar, pero no me voy a enganchar con el adolescente. El problema es que los adultos nos ponemos como el adolescente. Pues a mí tampoco me gusta la tuya. No, no, no, no, no, no, yo soy el adulto y ya sé que soy antipopular, ya sé que yo soy el que nadie se me quiere parecer. Ahora, ¿dónde entra el contrato psicológico? Y les voy a dar un mensaje, yo digo que es de lo más poderoso con los jóvenes. Si tú quieres irte a tomar un cafecito con ese joven, tú tienes que hacer explícito algo que crees que él ya sabe, pero que no está ahí.
Te voy a decir qué es, qué mensaje tan poderoso. No voy a poner ahora en femenino, en mis hijas, que tengo dos. Le vas a decir, “Hijita, quiero que sepas una cosa, ni soy popular, ni te caigo bien, nos estamos peleando todos los días, ya sé que no estoy de acuerdo en cómo estudias tú, no conmigo, ya lo sabemos, pero tienes que saber una cosa. Si tú estás en el antro y tú tienes un problema y piensas que estás en riesgo, al primero que le vas a hablar es a mí. Y aunque estemos de malas, yo voy a ir por ti, porque yo soy quien te ama y quien te acepta en todos esos retos. Y tú vas a entrar en situaciones de riesgo y yo te voy a respaldar en cualquier circunstancia, que sea de abuso del alcohol o de drogas, cualquier cosa que tenga que ver con embarazo, con relaciones con otras personas, con lo que sea, ahí soy el bueno, yo soy el incondicional, yo soy ese y búscame”. Él no te va a decir, “Ay, gracias, yo también soy tu incondicional, qué bueno”. No, no, no, te va a decir nada.
¿Sabes qué te va a decir? “Ññe”. Eso, no te va a contestar, no te va a hacer la segunda, no te va a decir, ay, no van a ser nada más como ustedes que aplauden aquí conmigo. ¡No! Va a decir, “Ok, ya, ya, ya, estás muy intenso, papá, mamá, qué intensidad, ya, ya, ya, ya, muy bien”. Pero, ¿qué crees? En el antro te va a hablar, te vas a sentir realizado. Pero fíjate que tuviste que hacerlo explícito. Yo tengo unos papás que me aman profundamente, todavía tengo la fortuna de tenerlos. Y claro que me aman. Ahora, en mi mente jamás existió hablarles cuando estaba cohete, ni cuando tenía ninguna situación, eran los últimos.
¿Me hubieran respondido? Sí. Pero yo no lo veía ni cuando era joven y no los veía como opción. Pero hoy, como están las cosas, y tú lo sabes, que el reto social y el reto del entorno difícil, tienen que saber que la primera opción es mi mamá, la primera opción es mi papá. Y hay que hacerlo explícito, ¿a poco no está hermoso? Y no esperes aceptación, por eso no esperes el cafecito recíproco, tal vez ni se sirva en el café. Yo te voy a decir a ti que estoy aquí. Que tú sepas como adolescente que cuentas conmigo.
Yo estudié psicología, 84, 88, por allá, y cuando salí de psicología empecé a trabajar y a darme cuenta de la desafirmación del mexicano. En el 86 fui con mi esposa a la final del Mundial y ahí tuve un sueño. Ahí, en el 86, dije, yo un día voy a ser psicólogo de la Selección Mexicana de Fútbol. Ahí en el Azteca fui, ahí estuve, y dije, yo quiero ser un día el psicólogo. Estaba estudiando psicología, estaba como tú en ingeniería, espero que ya empieces a fantasear qué vas a hacer como ingeniero para transformar nuestro país. Y, bueno, 10 años después de ese 86, en el 96 iba yo en un avión, iba yo empezando a pensar qué hacer en estos temas de la desafirmación y empecé a ver un periódico que decía “Urge, el triunfo, México recibe a Jamaica en el Azteca, tenemos que ganar”. Eran las semifinales para ir al Mundial. Ya fui y mi evento era de dos días y de regreso ya había sido el partido, agarro el periódico y veo que ganamos 2-1.
¿Y qué decía el periódico? “¡Tridículo! México solo venció 2-1”. Y empecé a ver los periódicos y empecé a ver que no importa que ganes o pierdas, siempre el equipo de la Selección Mexicana es desafirmado, nunca está bien. Y empecé a tomar como caso de estudio la prensa con la Selección Mexicana. Tengo ya 30 años que cada vez que juega la Selección compro los periódicos y analizo qué hicimos y qué decimos que hicimos. Y tengo algunas que decimos “Oye, se le ganó a Brasil, sí, pero apenas sí pudimos”, ¿no? “Goleamos 7-1 a Panamá, sí, pero fue insuficiente”. O sea, no importa lo que hagas, lo que ganes, lo que logres, nunca es suficiente. Hemos ido mejorando. Y entonces, esta falta de certeza, ¿qué hace? Que te llena de fracasos, que te llena de retos.
Y la certeza, ¿qué es? Saberte capaz, saberte fuerte, creer en ti. Y es algo que tenemos que construir en nuestra cultura. Y es una pasión que yo tengo por México. De ahí viene mi propósito. ¿Cuál es mi propósito? El personal. Ayudar a cambiar a México a partir de sus fortalezas. En eso es en lo que yo trabajo. Y en crear certeza.
Y por eso quise ir con el tema de la Selección. Y solo por contarte un poco más de esa historia, 10 años después que lo soñé, yo ya veía en el periódico y empecé a trabajar en mi propia certeza. Y conseguí porque un alumno mío conocía a un federativo. Y le dije, “Diles que me hablen, yo quiero ser el psicólogo de la Selección”. Y amablemente me invitaron y estuve frente a Bora, Bora Milotinovic. Me dieron ahí con él media hora y dije, “Aquí soy”. No lo convencí, no lo impacté, no lo logré. Pero yo tengo certeza, yo creo en mí.
Yo digo, “Hay que seguirle”. Y tuvieron que pasar 10 años más para tener la oportunidad de estar frente al profe, La Volpe, a quien públicamente le agradezco que me dejó trabajar y que me dio la oportunidad. Le dije, “Dame una plática, una”. Y de ahí empezamos. Y empecé a trabajar con la Selección y duré dos años trabajando con ellos. Un proceso hermoso, que ya lo dije, fue el proceso de Alemania. Y trabajamos mucho el tema de la certeza. ¿Y la certeza qué es? Que tú puedas reconocer lo que está bien en ti.
Y solo les daré una técnica para cambiar hoy, de forma inmediata. Y me gustaría demostrárselo, que la certeza también es un patrón de pensamiento. Por eso digo que mi trabajo es cambiar patrones de pensamiento. ¿Y el patrón cuál es? Que cada vez que tú logras hacer algo, tu mente te pone un pero. Y ahí van a empezar los fracasos. Y les voy a poner el caso de tu pareja, hombre, mujer, de tu mamá, de lo que aplique. Quiero que su mente me digan rápidamente qué pasa. Ya casi se los puedo adivinar.
Tu señora, tu pareja, quien sea, ha estado repitiendo mucho las recetas de cocina. Y tú dices, “Amor, ya cámbialas. Las recetas siempre haces lo mismo”. Y ella o él se da la tarea de cambiar la receta. Te cambia la receta, Franco, llegas ahí y es una nueva receta. Nada más que tú la pruebas y sabe mal. Sin embargo, tú tienes que afirmarla, que reconocerle. ¿Qué le dirías? Te voy a decir las dos preguntas que hay, y esto lo he hecho en toda la República por años.
La primera pregunta se responde, o la primera respuesta, perdón, es la adulación. “Quedó rico, está bueno, me gustó”. Mentir. El mexicano es muy adulador. Y esa adulación nunca va a generar la certeza. ¿Y la segunda cuál es? Se llama la torta psicológica. Apréndanla bien, torta psicológica. ¿Afirmo? Desafirmo.
Jamás afirmo. “Amor, gracias por haber hecho la nueva receta”. “Pero pues no quedó, le faltó sal”. “Gracias por intentarlo, pero pues échale más ganas”. Y con esa torta, jamás te sentirás bien. Franco, te vas a llevar a una cosa espectacular. Vas a hacer lo siguiente, si tú quieres generar certeza en ti y en otros. Cada vez que alguien te diga o que tú quieras decir algo positivo, tu mente, por patrón, te va a decir “pero”, y tú vas a cambiar ese “pero” y vas a decir “punto”.
“Punto”. Y tú vas a ir con tu señora o con tu pareja o quien hizo la receta y te va a decir “mil gracias por haberme tomado en cuenta y haber hecho la nueva receta”. “Punto”. Pero tú tienes que estar corrigiendo todo el tiempo y eso no nos da la posibilidad de atesorar la certeza que tenemos de que tú eres un estudiante de ingeniería de éxito. “Punto”. “No, pero si te con…” No me cuentes, genera la certeza en ti. Y lo ligo a lo que estamos hablando porque la certeza es un estado mental en el que yo creo en mí que va mucho más allá del famoso síndrome del impostor, que no hay cabida para ese síndrome cuando hay certeza. Y yo he llegado a donde he llegado porque sé quién soy y qué puedo lograr, al igual que cada uno de ustedes aquí.
Y cuando hay certeza no existe el fracaso. Así te lo digo. ¿Qué existe? El aprendizaje. Existe una caída, si le quieres llamar. Existe un reto nuevo. Existe algo que no he logrado. Existe algo que está… Yo podría haber dicho cuando Bora no me… “Fue un fracaso, Bora no me aceptó”. ¿Y yo qué dije? “Tal vez me falte estar listo, prepararme más, tener más madurez”. Y sí, andaba yo bien bravo, a los 30 años queriendo ser el psicólogo, pero acabé de salir de la carrera, hacía seis, me faltaba experiencia, me faltaba talento, quizá. Y dije, “Pero sigo”. Seguía levantando la mano. “El que tengo conocido, ¿a quién me acerque? Yo quiero estar ahí”. Y llegué con certeza, bien plantado. Y mi primera plática fue esta sobre certeza con la selección.
Entonces, te invito a trabajar tu certeza. Nunca resignarse al fracaso. Nunca hablar de ese fracaso. Y muchos que son jugadores de élite hoy hablan así, como yo te lo estoy diciendo. En tu vida no hay fracasos, hay aprendizaje, hay retos, hay nuevos obstáculos que superar, hay nuevas situaciones. Tú imagínate esta máxima, nadie la vaya a repetir. Que alguien te diga, “Soy un fracasado”. Te imaginas lo que hay atrás de eso y lo que tiene que transformar.
Así soy un ser humano en formación, con retos, con situaciones que tienen que salir adelante. Y estoy lleno de talento, y estoy de cosas por descubrir, y tengo una mente poderosa, y tengo un corazón bondadoso, y voy a salir adelante. Y así es como quiero que hables de ti. Que te sientas orgulloso del ingeniero que estás por ser. Que lo tomes, que lo respires, que lo sientas en el pecho. Y con esa certeza vas a tener éxito. Y no existen los fracasos, para quien tiene certeza.
¿Y eso qué es? Que la mente, la emoción y el cuerpo, la fisiología, estén totalmente alineados en lo que tiene que pasar, en el aquí y el ahora, en lo que tengo que hacer. Cuando estos tres no están alineados, los jugadores no están en su máximo potencial. Es cuando están enojados, o cuando están tristes, o cuando están distraídos, o cuando les duele el estómago, o cuando vienen deprimidos que algo le pasó. No está la condición psicofisiológica correcta. Y entonces, lo que hacemos en psicología deportiva es lograr que la persona aprenda a ponerse en ese estado, en ese estado psicofisiológico. Y te voy a dar dos o tres elementos para que enfrenten esas situaciones difíciles, porque esto es algo que se entrena. No llega así ya. Por eso ves a los grandes atletas, por ejemplo, en el golf, en el tenis, se repiten.
Siempre son los mismos y no los sacan, y duran años. Y es maravilloso, porque tienen una condición psicofisiológica que no es “hoy me tocó ganar, hoy me tocó perder”. Siempre juegan igual de bien, igual de bien. Y es admirable lo que logran porque tienen estos condicionamientos. Y te daré dos o tres sencillos. El primero, por ejemplo, en la parte mental, es el mantenerte en el aquí y el ahora. Ese es un elemento fundamental. Cuando un jugador, antes de empezar un partido, está hablando para quejarse que sus papás no tienen boletos, pues no está en el aquí y el ahora.
Está resolviendo que sus papás no tienen boletos. Está frustrando. Está donde “no, a ver, estoy aquí, no hay otra cosa, no existe nada más que el partido que vamos a enfrentar, que lo que estoy por tomar ahora, estoy ahí”. ¿Qué más pueden hacer? En la parte fisiológica, tomar su centro. Tu mano, ponla aquí, por favor, en la boca del estómago. Ponla tú ahí, y todos hágalo. En la boca del estómago, no en el pecho, no en la panza. Tomamos nuestro centro, una respiración, respiramos a fondo.
Expiramos por boca, otra vez. Y una más. Cuando tú estás de pie, aquí estás tomando tu centro. ¿Qué es tomar tu centro? Estoy bajo control. Sé lo que tengo que hacer. Soy dueño de mí. Aquí estoy. Yo antes de entrar, hoy aquí, tomé mi centro.
Antes de entrar aquí, tomé mi centro y dije, ¿dónde estoy? Estoy siendo invitado. Aprendemos juntos. Es un momento maravilloso para mí. Quiero trascender aquí. Tomé mi centro y dije, estoy en control. Cuando un jugador entra a la cancha y no está en tu centro, y así en un sub-17 lo puede imaginar, ¿qué le dicen? “¿A quién metemos? No, pues, cállate. Áxel, hola, a la cancha”. “¿Cómo? ¿Qué, a la cancha? Métete”.
“¿Pero dónde me pongo?” O sea, no estás en tu centro. Y entras así corriendo y de repente, te dan la pelota, la devuelves. “No, pues, espérate, estoy agarrando la onda”. Y de repente, “¡calambre, calambre!”. “Sáquenlo, áxel, sáquenlo, sáquenlo, sáquenlo”. “No, no, no ayudó”. “No, mi rey, si tú entras a la cancha, ¿cómo tienes que entrar?” “A ver, tú dímelo. ¿En tu centro? ¿En dónde me voy a poner? ¿A quién le voy a dar doble cobertura? ¿Qué voy a gritar? ¿Cómo voy a alinear al equipo? ¿Cómo voy a levantar al espíritu? ¿Y por qué fue que entré a la cancha?” Y entro con esa certeza y con esa fortaleza en el aquí y el ahora y con mi mente lista.
“Chulada, vas a tener tu mejor desempeño”. Entonces, ahí está la esencia de lo que estamos queriendo trabajar. Ya te di uno en la parte mental, ya te di una herramienta en la parte física, en la parte emocional. El entrar contento también te va a ayudar. Y cuando un jugador entra contento, fíjate, enfocado en su centro, contento, es algo que hay que provocar. ¿Y cómo lo vas a provocar? Con el lenguaje y con las imágenes que hay en tu mente. Y con el lenguaje, hablando positivo, ya hablamos de certeza, hablando de lo que sí, de lo que voy a lograr, de lo que puedo hacer. Ser verbal en ti, cuidando mucho el diálogo interno, de hablar bien contigo, de sentirte bien y de tener esa alegría de estar en la cancha.
Y finalmente, una parte espiritual que tiene que ver con propósito, con sentido. Y ahí es que estás cumpliendo un sueño. “Yo quise ser futbolista, yo quise estar aquí”. ¿En tu caso, músico? En tu caso, músico, qué maravilla, ¿no? El que digas “yo quiero ser músico y estoy aquí, me gusta lo que hago”. ¿Qué instrumento tocas? -Guitarra. -Acústica o eléctrica. -Las dos. -Muy bien.
Entonces, llegar con tu guitarra y disfrutarlo y decir “esto es lo que quise ser y esto es lo que soy y estoy practicando y tomo mi centro y hoy tengo un concierto y voy a entrar con mi mejor lenguaje”. Dejas la guitarra a un ladito, tomas tu centro, contactas con el foro, con el público, entras en el estado psicofisiológico correcto y vas a tener tu mejor concierto. ¿Y qué crees? Lo vas a poder repetir cada vez que quieras. Ahora, si tú no te preparas, si no creas ese estado óptimo, tu desempeño, aunque tenga la guitarra más bonita, no va a darse. Nos queda claro que el que tiene responsabilidad, mía. Y llevado a más, que eso hablaremos más delante, habrá que ver que el equipo entre también en ese condicionamiento y en ese logro del estado óptimo. Ojalá que tus parejas y tus hijos puedas darles estado óptimo para estar bien. Cuando yo llego a mi casa y no puedo estar en estado óptimo porque no fui capaz, porque tuve un día difícil, levanto la mano y digo, “No es personal con nadie, no vengo bien, denme un ratito porque no estoy en mi mejor estado”. Gracias.
¿Por qué? Porque nunca seremos un equipo, y esa es la antidefinición. El antiequipo es esa definición. Y varios de ustedes verán que sus empresas no tienen equipos, tienen grupos de profesionales donde cada quien sabe lo que tiene que hacer. ¿Y eso qué significa, Eduardo? Tú haz lo tuyo, yo hago lo mío. Tú hasta aquí, yo hasta acá. Si no quedó claro, no te metas con mi cucu y todos felices. Cada quien su línea de acción. Y tenemos que romper eso, y luego, más profundo, nuestras familias.
Entonces, ¿cuál es el cambio? Y aquí tengo un término que yo le aprendí a un maestro cuando yo cursaba la preparatoria hace muchos años, que es el término de mística. Y la mística, hay una de las definiciones que es lo más íntimo de la conexión humana. Y yo ahí es donde quiero llegar en los equipos, a lo más íntimo de la conexión humana. Y luego me dicen, “Alex, ¿y cómo le haces para que empiecen con las dinámicas?” Y uno también de los entrenadores ahí me decía, “Alex, es que al jugador”, porque yo hacía mis dinámicas, “al jugador no le gusta hablar”. Yo decía, “pues que aprenda, ¿cómo que no le gusta hablar? Si no van a ser jugadores toda la vida.” Te voy a preguntar a ti lo que le haría a cualquier jugador, no lo tienes que contestar, pero es, la pregunta es al jugador, ¿tú qué traes a este equipo? Por estar aquí, ¿tú qué traes al equipo? Y algunos me van a decir, “no, pues yo juego por sector derecha, yo soy punta”. No, no, no, esa es tu función. No es mi pregunta cuál es tu posición táctica, mi pregunta es, ¿tú qué traes al equipo? ¿Tú crees que todos los jugadores saben qué traen a sus equipos? No todos lo saben. En la selección muchos lo sabían porque son hombres maduros y gente muy profesional, pero la mayoría no lo sabe.
Y cuando tú dices, “¿tú qué traes al equipo?” y a cada quien en lo personal les digo, “¿tú qué traes al equipo en el que estás hoy? ¿Qué es lo que aportas?” Y la mística se crea cuando creamos un clima de generosidad y cuando cada quien aporta su sello personal. ¿Y qué es tu sello personal? Lo único que tú tienes. Y ahí en la veterinaria tendrás que aportar y decir cuál es mi sello personal para crear mística, ¿qué traigo yo al equipo? ¿Qué es lo que yo puedo dar de cualquier naturaleza, de cualquier calidad que aporto yo al equipo? Pero si alguien me dice, “¿y qué aporto de qué?” Hay múltiples formas. ¿Qué aporto? ¿Soy bueno para las porras? ¿Soy bueno para los cantos? ¿Soy bueno para los bailes? ¿Soy bueno escuchando? ¿Soy experto en Excel y voy a darles unas clases de Excel? No, a mí me gusta mucho organizar las juntas y les puedo dar estructura y profundidad y yo voy a proponer y voy a ver cómo lo organizo. Maravilloso, pero ya estamos creando mística. Pero el problema es en los equipos que nadie da nada. Si entras en una crisis personal, si saliendo de aquí te digo, “¿Cuál es tu sello personal? ¿Cuál es tu nombre?” Rubén. Rubén, si no sabes cuál es tu sello personal, te voy a decir una cosa para la próxima junta de trabajo que tengas.
Antes de la junta, Rubén, lleva los tamales. Ya con eso, mi rey, con eso, estás hechísimo. Va a llegar Rubén, muchachos, pues queriéndolos motivar, traje unos tamales. No puede ser cosechando una flor de Rubén, qué maravilla. ¿Qué nos cuesta hacer eso? Esa es la mística. Y voy a agarrar a cada uno y preguntarles qué fue lo último que diste en tu equipo y qué es lo que estás aportando y en qué lo haces diferente. ¿Y por qué? Porque tengo conexión. Y vamos a relacionarlo con la primera pregunta.
Si tú tienes un equipo en el poder y en el resentimiento, ¿puedes crear la mística? No. ¿Sabes qué te dice la gente cuando le dices, “Oigan, hay que echarle ganas y hay que aportar valor”? ¿Sabes qué te dice la gente? ¿Cuánto van a pagar por eso? Qué triste, ¿no? ¿Cuándo la mística qué es? Tener equipos que se quieren divertir y que quieren estar ahí y que quieran aportar valor. Y esa es la forma de crear equipos. ¿Y de qué nos tenemos que cuidar, Eduardo? De un perfil, aquí a nadie se le ve la cara, pero hay un personaje que yo le llamo el matamística. No seamos matamística. Aprendámoslo bien. Cuando voy a las empresas y hablo del matamística, al rato todo el mundo está bromeando, “¡El matamística, la matamística!” Por que los identifican fácil. ¿Por qué es un matamística, jóvenes? Cuando tú llegas después de la pandemia y dices, “Oye, jefe de jefes, hice un pastel, quisiera pedirle de favor, por favor”, pero bueno, hablando así coloquial, “de favor, que nos permita hacer el pastelito del cumpleaños, las mañanitas, nos hace falta, no, nadie va a gastar, yo hice el pastel, solo lo voy a poner aquí”.
¿Y qué te dice el jefe? “A ver, don Eduardo, ¿ya vio sus números? ¿Ya vio cuántas vacas están enfermas? ¿Ya vio los perritos que le trajeron? ¿Ya vio cómo están los caballos que le están apurando? ¿Ya cumplió sus objetivos de negocio?” “No, ¿verdad?” “Entonces, déjese de estupidez con sus pastelitos y póngase a trabajar, carajo, ve la cantidad de animales que están ahí”. Ese es el matamística. Llega otro y dice, “lo que nos falta es espíritu en este grupo, ¿y qué creen?” “Hice una porra, una porra, venga, muchachos, apréndala, vamos a echar una porra a todos”. Y el matamística, “ay, qué emocionado vienes, baboso, cálmate, una porra, ¿dónde crees que estamos? ¿En qué sector estamos? ¿O qué? ¿De qué se trata, güey? No seas ridículo con tu porra, ponla en tu pueblo nada más, por favor”. ¿Quiénes hemos sido aquí matamística? Todos. Si alguien tiene una iniciativa en tu equipo, apóyala. Si alguien tiene una iniciativa, fíjate que lo más triste en la familia. Si alguien tiene una iniciativa en la familia, ¿qué hay que hacer? Celebrarlo, promoverlo y hacerlo.
Primero, ¿quién va a hacer? Cuidado con esto, es muy peligroso el tema de la mística. Algunos salen de aquí, se van contentos, Rubén te pasas por tus tamalitos, primero que nada, llegan a la oficina, ya están ahí y le hablan a su señora, a su marido, “Amor, a todos a las ocho en la casa voy a dar una plática”. ¿Y cómo abres en la casa? “A esta familia le falta mística”. Y empiezas a echar el rollo de la mística aquí, allá. ¿Y tu señora qué va a hacer? Te interrumpo, tu marido, “Sabes qué, aplícatelo tú”. Vienes muy motivado y sabes que le dices, “No, mamacita, no me lo aplico yo”. “Sales en la plática, mi reina, eres la mismísima mata mística, eres tú, sales en la plática”. Le echaste a perder todo.
Ustedes lo pueden derivar, pero hoy toca decirlo. ¿Cómo vas a crear mística en la familia? Hay un único camino y no es hablando. Vas a diseñar una actividad para tu familia, desde donde tú te toques. ¿De qué va a depender? ¿Son niños chiquitos, son adolescentes, son adultos, son lo que sea, roomies? Vas a diseñar una actividad bonita y vas a crearla y vas a llevar todo y vas a hacer una actividad de convivencia y de conexión y de servicio. Donde se diviertan, donde se la pasen bien, lo que les guste. Yo tengo adultos jóvenes, yo trato de convocarlos a mi casa y jugar sus juegos de mesa, no los míos, los de ellos, el Catán, esos juegos que a ustedes les gusta jugar y trato de hacer una cena padre, cuento con mi esposa para hacer un ambiente bonito, poner la música que les gusta, hacer una cosa padre para que acaben y digan, “Pá, qué padre que hiciste esta actividad y cuándo hacemos otra?” Yo quiero que me visiten y quiero que vayan y quiero hacer comunidad, pero yo tengo que diseñar eso. Llévate de tarea, cada uno de ustedes, llévese de tarea que no solo Rubén llevará los tamales, sino que Axel hará lo propio y así cada uno y se llevará algo de qué actividad voy a hacer para crear mística y lo más importante, cuál es mi sello personal y cómo voy a provocar ese sello para tener esos equipos fuera de serie. Y los equipos fuera de serie, y con esto cierro esta pregunta que es de mi pasión como ya lo vieron, y es que con el tiempo esa mística que se genera se convierte en rituales y los rituales, mi estimado Eduardo, es lo que le dan identidad a tu equipo.
¿Y qué te voy a decir en tu equipo? Tú tienes un equipo, ¿cómo celebran? ¿Cómo cantan? ¿Cómo se saludan? Cuando están en crisis, ¿cómo se reúnen? ¿Cómo se dan apoyo? ¿Qué desayunan? ¿Qué le da identidad a tu equipo? ¿Qué lo hace único? Y ahí estarás creando equipos fuera de serie.
Y es que estamos en un momento en donde hay tanta información y donde cualquiera puede agarrar un micrófono y hacerse autoridad. No es que yo sea autoridad, pero ya tengo mis años y comparto lo que yo veo investigando y estudiando y trabajando. Pero, ¿dónde empieza la ingenuidad? Voy al menos a tocar un tema que me preocupa. Y es cuando dices, yo ya lo decreté, yo ya lo decidí, y esto va a pasar y el universo se me va a alinear. No se te va a alinear ningún universo ni te va a llegar nada. Si cambias el lenguaje interno y dices, ya lo decidí y empezaré a trabajar y haré todo esto, de acuerdo, ahorita voy a hablarlo. Pero la ingenuidad es pensar que mi mente y mi energía positiva va a traer el dinero y las soluciones a mi vida y van a llegar porque yo ya estoy diciendo que eso va a ocurrir en mi vida. Y de ahí viene una cantidad de situaciones y de fraudes y de dificultades porque la gente se lo cree, lo repite, ya abrí mi energía a que esto llegue.
Yo te voy a decir dónde se logran las cosas. Y pues he hecho algo de investigación y hay algunos indicadores de gente que dice cómo pueden diferenciar de la gente que tiene éxito de los que no. Esto viene desde los 60. Y el secreto más guardado del mundo, ¿cuál es? ¿Por qué solo el 5% de la gente va a tener éxito en su vida? Y si quieres saber cuál es ese secreto, que no es mío, es que tienen metas. Y cuando tú tienes todo el pensamiento positivo del mundo, pero no tienes metas, no hay manera. Y voy a darle un agregado aquí porque nos estás tocando un punto y tú como actriz sabes que no puedes quedarte nada más en ser bonita, llegar temprano. No, no, no, no, no hay un esfuerzo enorme atrás de los actores y las actrices que es algo fuera de serie. Y yo te voy a dar cuatro elementos muy breves que tienen que ver con esta creación de metas.
Yo me acuñé un término, inventé un término que le llamo metatividad. Y la metatividad es medir en la gente cuántas metas tienes y cuántas logras. No se los voy a hacer, Rubén, ya tranquilo, con los tamales tienes suficiente, no hay necesidad de más. Pero el tema de la metatividad era agarrar y decir, a ver, fulano de tal, y me agarro a alguien así al azar, ¿no? De pie. Dinos aquí, por favor, cuántas metas tienes y cuántas logras, cuántas metas tienes establecidas para el 2025. ¿Sabes qué pasa con la gente que le hago eso? Se para y empiezan, tun, tun, tun, tun, tun, tun, tun, tun, el corazón. Y dice, ¿me puede repetir la pregunta? Sí, tus metas ya listas para el 2025. ¿Sabes qué contesta la gente? Este, pues no avisaron, no avisaron, no avisaron, ¿qué no avisaron? Que había que tener metas, porque la gente no tiene metas.
Y la metatividad es cuántas metas tienes y cuántas logras. ¿Y dónde empieza la ingenuidad? Ahí, en que yo no estoy trabajando por forjar un destino y estoy con mis energías y mis pláticas y mis cosas voladoras y yo aquí me voy a– No, señor. Empieza con una visión clara de hacia dónde quieres ir. Ya sí que aquí los complico. Ay, pero ¿cómo hago la visión? Léalo, búsquelo. Pero es hacia dónde quiero ir. Me equivoco de visión, cambio a otra, cambio a otra, cambio a las que quieras. Pero ¿dónde quiero llegar? Es que no sé ni a dónde quiero llegar.
Bueno, ya hablaremos de esos temas otro día. Vas a tener que trabajar contigo, pero es una visión clara de hacia dónde quiero llegar. Lo segundo, en función de esa visión, traza una línea recta y empiezan las metas. No voy a dar hoy, no voy a invertir el tiempo en hablar de qué tiene que tener la meta corta, medible, operativa, en fin, la meta que tú tienes que lograr, pero te voy a dar un extra para todos ustedes que me escuchan y quiero transmitir algo importante. Hay una variable de la que se habla poco y yo casi no me he hablado de ella, pero tengo pasión por ese tema. Así como la certeza, la certeza va a ser uno. Y el segundo, tome nota de este, el rigor interno. Lo que voy a decir no es ni popular, pero agárrense, que es el rigor interno.
Yo lo propuse así como nombre, pero tiene muchas acepciones. El rigor interno es la fuerza interior para dominar la voluntad. Y para mí es un indicador. Hice estudios en compañías de seguros por años que me mandaban a la gente que iba a fracasar, que decían esto, ya hicieron su certificación, tienen su número, están aquí, ya les invertimos, los tenemos que correr. Hicimos un experimento y dije, mándame 150, salvamos como 70. Pero el factor que ellos descubrieron, como el más importante, era me falta rigor interno, me falta esa disciplina. Oye, es lo mismo que la disciplina, sí, pero yo le quiero llamar rigor interno porque es un movimiento del cuerpo y de la mente, es una conexión entre el mente y el plexo solar. Te lo voy a ejemplificar para que nadie tenga duda.
Solo voy a tomarlo uno y le he llamado, y no es una autoría mía, es ya en el medio está hace muchísimo, el segundo heroico. Y el segundo heroico es el momento preciso en el que ejerces, ejerces el ejercicio del segundo heroico, y es en la mañana, te vas a levantar, estás relajado, pones tu despertador, 6 de la mañana, suena y la mente es complaciente y qué ves? Cinco minutitos y llego. Vuelves a ver lo, que es, me apuro y llego. Lo vuelves a ver y qué es, no me baño y llego. Cinco más, no desayuno y llego. No llevo los tamales y llego. Y luego que dices, ya no llego. Y en ese momento te paras, David, échale, échale, sé que lo has vivido, todos lo sabemos.
Y en ese momento te paras y vas a llegar a tu oficina como un verdadero perdedor y todos te van a decir, en este caso vas a llegar al set, una actriz como tú llega al set, y qué te van a decir, no es que había tráfico, o sea, puras necedades. Te faltó el segundo heroico y eso te va a traer una serie de consecuencias enormes en tu vida. Y ese ejercicio del segundo heroico, que es el ejercicio de la voluntad que está entre la mente y el plexo solar que está aquí, es un ejercicio, es algo físico, fisiológico, que tu mente gobierne y mande. Es cuando dices, mañana cuando suene el despertador me voy a levantar, en ese momento no existe algo más para mí, es lo único que quiero, no tengo otro objetivo en la vida que oír el despertador y levantarme. Te vas a obsesionar con eso y vas a dormir la noche y vas a estar, ya, ya casi suena, pendiente, porque toda tu psicología está ahí. Y en ese momento, ¿qué va a ocurrir? Suena el despertador y tu mente dice, cinco mil, te agarras así, te levantas y dices, lo hice. Y te empiezas a sentir bien contigo mismo. Llegas temprano a la oficina y ¿qué empiezas? ¿Qué pasó, mis losers, por qué no llegan? Traigo los tamales, te bañas, traes la guitarra, papá, cuidado, que ya va a empezar la actuación.
A ver, mi veterinario, ¿te aplicaste o no? Ya estás con todo, porque tienes ese dominio. Y tengo que decirles algo que es muy importante de ese rigor. Quiero ser profundamente respetuoso, voy a aprovechar para mandar un mensaje importante. El rigor es por áreas. No es tienes o no tienes. Miren que lo he trabajado muchísimo. Veinte años después, yo hice mi tesis de maestría sobre metas y ahí ya acuñé ese nombre de metatividad. Veinte años después, Angela Duckworth hizo el libro de Grit, lo recomiendo ampliamente.
Y ella fue la que dijo que la perseverancia y la dedicación valen más que el talento. Y lo estudió en West Point, y estudió a los Cadet, una cosa espectacular. Un estudio posterior mucho más profundo y longevo, pero va con lo mismo, de la perseverancia es mucho más poderosa que el talento. Pero tengo que decir una cosa con mucho respeto y también tirar desde aquí un reto a aquellos que no respetan estas partes de rigor. Porque digo, el ser humano es integral, cada área de tu vida es el rigor, no es o tienes o no tienes. Y aquí aprovecho para mandar un mensaje importante. Por ahí vi un rito una vez de un cuate que decía “Si tú no eres capaz de evitar que una galleta entre en tu ser, eres un perdedor”. Yo lo digo, y ya lo digo ahora como grande, tengo que hacer controversia.
Digo, no tiene ni idea de lo que es el ser humano, ese consultor. Y que descalifica a una persona porque no puede dejar de comer una galleta pensando que ahí está el éxito. No entiende que el rigor es por áreas, no entiende la complejidad del ser humano. Y aquí hago una mención, no a la gordofobia. Es fácil voltear a ver a alguien de cuerpo grande y decir “Ah, no tiene rigor, se tragó todo”. Mi hija trabaja por la gordofobia y yo tengo una hija de cuerpo grande. Y trabaja en un movimiento que le llama cuerpar. ¿Qué es esto? Vamos.
Y es una mujer altamente disciplinada. ¿Por qué lo digo? Por el respeto a cada uno. Tú eres muy puntual, pero a lo mejor tus finanzas no están bien. Oye, soy un deportista, tienes el ‘six’ completamente, todo listo. Sí, pero no puedes manejarte en la fidelidad en tu pareja. O tú tienes grandes ahorros, sí, pero no. O sea, cada quien tiene que encontrar sus retos. Quieren ver esa parte.
Por eso les digo que es el respeto a lo que queremos hacer. Y el respeto es dominar ese rigor en las áreas de conquista. Y tú como actriz lo sabes, que la disciplina en el éxito de ustedes es enorme. Entonces, la ingenuidad en que está, en pensar que con tu energía mental van a pasar cosas en tu vida. Quizás sea el inicio, pero al activar esta fuerza, el tener una meta y el construir tu futuro, con las manos y con tu esfuerzo será lo que hará la diferencia.
Pero sí tenemos que provocar y que ayudarlos a que tengan, primero de niños, me voy a ir antes, que de niños tengan muchas opciones. No es que tengan que ir a todas las clases especiales, pero sí que conozcan diferentes factores de su vida y que descubran para qué son buenos. Y que en esa certeza vayan descubriendo qué les gustaría. Yo ahorita me identifico con varios de los que han participado aquí y tuve algunas confusiones de lo que yo podía hacer y de lo que yo podía lograr. Por ejemplo, a mí me encantan los caballos. Es lo que más me gusta, además de estar hoy aquí, de mi trabajo y mi familia. Los caballos me apasionan. Y desde chico mi abuelo tenía caballos y me encantaban.
Y después él me regaló uno y me puse a trabajar solo para mantenerlo. No tenía yo esposa ni hijos, pero tenía un caballo. Yo trabajaba para eso. Y he seguido en la pasión por los caballos. Y entonces dije, yo voy a ser veterinario. Aquí tenemos un veterinario entre nosotros, Eduardo. Y dije, yo quiero ser veterinario. Luego descubrí, no, no, no, yo lo que quiero es tener un caballo.
Yo no quiero ser veterinario, pero así se puede uno confundir, ¿no? Y dije, yo quiero, no quiero ser veterinario. Yo quiero tener un caballo. Hay que trabajar para tener un caballo. Después soy algo musical. Y imagínate, gané en una pequeña preparatoria, gané el Festival de la Canción. Luego me fui a la universidad y gané el Festival de la Canción. Dije, ah, pues voy a ser músico, como aquí tenemos actrices y tenemos guitarristas profesionales. Dije, no, esa no es mi vocación.
Y mi vocación fue ser psicólogo. Y lo aprendí con los psicólogos que conocí en prepa y acercándome y preguntando y encontrando de qué manera. Entonces, tenemos que precipitar en los jóvenes, eso que ya en todos los espacios que me escuchan, me oyen hablar de la crisis existencial, que es hacer que la gente se cuestione, ¿qué quiero hacer con mi vida? Y la mejor manera de resolverla es con mentores. Que hablen con adultos que admiran, que hablen con gente que le busquen. La peor manera es quedarse en su celular, en la cama diciendo, estoy en crisis, no sé qué hacer con mi vida. No, esa es la peor forma. La mejor manera es salir, habla con un tío, habla con el abogado, habla con el veterinario, habla con el músico, habla con la actriz. Aquí tenemos cinco o seis mentores ya que hemos conocido hoy y que les podemos aprender y que nos digan, ¿qué te llevó a hacer eso? Y ahí vas descartando, pero eso es un proceso activo.
Entonces, sí diría que con los jóvenes el proceso activo. Ellos van a tirar la pasividad. No importa, hay que intentar hacerlo. Y siendo ejemplo también. Siendo ejemplo, esa es otra parte padrísima. Como ves, es un tema de altísima pasión, es un tema amplísimo. Y sin embargo, sí te digo que los jóvenes que encuentren ese llamado, que es la vocación, van a encontrar esa energía dispuesta para crear un proyecto de vida.
¿En qué parte del ciclo de mi vida estoy? Sí hay que identificarlo, porque en cada ciclo es diferente lo que te toca decidir. Y no es lo mismo cuando eres joven y tienes que invertir y sacar adelante a los chamacos, invertir en dinero, y cuáles son tus prioridades cuando estás en un tiempo de cosecha. Sin embargo, puede ser que a muchos de estas personas de mi edad, de 60, de 50, 40, digan, pues, no estoy cosechando porque no me fue tan bien y no lo logré. Y ahí tienen que reinventarse y se puede rehacer la crisis. La crisis no es exclusiva de un adolescente. Y ahí tienen que rediseñar la vida y ahí tienen que tener el coraje de decir, ¿qué quiero hacer? ¿En qué cuarto estoy? Eso sí, porque luego de chavorrucos así que a los 60, quieren ser como de 20, no les va a salir. Eso sí, no les va a salir porque nos quedan menos años. Eso no significa que no puedas hacer todo lo que tú quieras, pero sí ubicarte.
Los que estamos desubicados es que no vas con tu ciclo y proyecto de vida con lo que estás realmente decidiendo. Y ahí un poco esa idea te va a ayudar a decidir, mejor decir, en esta edad, en este momento, con este potencial, con este talento, con esta inversión o no inversión, ¿qué puedo hacer? Y juntarse, una cosa también muy importante para la gente que está en esas etapas más maduras es tener grupos, grupos de apoyo, amigos, compadres. ¿Qué grupos tengo yo? ¿De qué gente me rodeo? Pero no te juntes con esa gente tóxica de la que ya hablamos ni con gente que, “Estela, mi crisis que tú”, no es que les digas, “Ya no quiero verlos”. Necesitas contagiarte de gente de éxito. Y también de mentores. Pero aquí la influencia de las comunidades en las que estamos como adultos hechos, como adultos plenos, van a ser un diferenciador enorme. Y sigue aplicando lo que he dicho, aplica la certeza, aplica la mística, aplica el rigor interno, aplica esa fuerza, pero sobre todo sacudirnos, empezarnos a alimentar con cosas positivas. Gracias, Sara, por tu pregunta.
Definitivamente es un privilegio. Me preparé con mucha alegría, tenía ilusión de venir y cuando recibí la invitación, pues me sentí fascinado con esta oportunidad. Y he querido transmitir en ustedes pues esa pasión por el ser humano, esa capacidad que tú puedes desarrollar y que no depende de nada el que tú generes en ti esa certeza, que trabajes en desarrollar ese rigor interno que te va a mover, el que trabajes la mística en tus equipos de trabajo, que empieces a condicionarte en ese estado óptimo. Vean qué temas tan apasionantes. Son temas que no terminan hoy. Cada uno de ellos te va a hacer mejor y tienes que trabajar y que disciplinarte y que buscarle y que leer y despertar la pasión insaciable de ser una mejor persona, de ser una buena persona. Y eso te regresa un chorro de cosas positivas en tu vida, porque te va a ir mejor como papá, como pareja, como colaborador. En lo que tú seas, como dijo Rollo May, el éxito es la consecución de un propósito digno.
No vamos a comprar aquí historias de ser maravilloso, ser el número uno en todo y ser el millonario. No, realiza tu vida en lo que te tocó, en la condición que tú estés. Y ahí en esa realización de la que habla Rollo May vas a ir encontrando la plenitud y la felicidad. Y lo digo con sencillez. Y si a mí me dicen, Alex, tú eres feliz, claro que soy feliz. Soy feliz y disfruto de mi vida y disfruto este momento. Y doy gracias a esta vida y que tengo salud y que tengo la pareja que tengo y los hijos y mi nieta. Y lo quiero gozar.
Y quiero cerrar con un mensaje más, con algo de lo que no hemos hablado. Y tiene que ver con la gratitud. Y con eso quiero cerrar, con la gratitud. La gratitud te da cosas maravillosas a ti y a los demás. Tengo un compadre en Monterrey que me hizo un halago que me cambió, padrísimo. También es hombre de caballos y nos encanta y nos ayudamos. Y es mi compadre y mi tío. Y un día no sé qué favor le hice, algo me pidió, algo compartí y me dijo, me vio y me dijo, “Compadre, quiero que sepas una cosa, compadre.
Quiero que sepas que no te merezco”. Yo dije, “Ah, caray”. Y dije, “No, hombre, ese sí que es un halago, ¿no?” Me han halagado, pero, “Compadre, te lo digo así, no te merezco”. Yo dije, “Ay, compadre, no me digas eso, por favor. Qué bárbaro”. “Oye, pues gracias”. Y me quedé ahí en el “no te merezco”. Y me lo llevé y, bueno, ya ven, soy psicólogo y dije, “Guau, ¿qué frase más poderosa es el ‘no te merezco’?” Porque libera el ego, libera el ego y nos hace encontrarnos a profundidad.
Y dije, yo quiero usar esa frase. Yo quiero trabajar en esa gratitud a la vida y a todos los que me rodean. Y les voy a poner una tarea maravillosa de cierre, una tarea para hoy también. Van a pensar en su pareja si la tienen o en sus papás, pero idealmente la pareja. Y van a llegar esta noche, se peinan, por favor, llegan a la casa, ves a tu pareja ahí ayudando, trabajando, cooperando y vas a hacer un acto de liberar el ego y de gratitud profunda. Te la vas a quedar bien y le vas a decir, “Corazón, te quiero decir una cosa. Ahorita que te veo ahí con todo lo que estás haciendo por mí, lo que me apoyas, y te quiero decir una cosa, amor. La verdad, no te merezco”.
Y en ese momento, tu pareja te va a ver, David, te va a mirar y va a decir, “Pues ya lo sé, pero échale ganas ahí poco a poco”. Entonces, bueno, nos falta una conciencia para decir “No te merezco” de vuelta y es poder trabajar en la gratitud a la vida y a todo lo que tienes. Todo es un mérito personal que tú has hecho. Yo los invito a soñar y a sumarse al movimiento en el que estamos hoy, que es cambiar a México, que es aprender juntos, que creerte que tú puedes ser un diferenciador y puedes aportar, escuchar las preguntas de tantos jóvenes realizándose. Jóvenes, atrévanse a soñar y a trabajar muy fuerte y a seguir logrando esa visión de vida y esa transformación y ese futuro. Y que ojalá que algunas de estas ideas siembren en su corazón y en su mente una posibilidad de cambio, que es a lo que he venido, a sembrar una posibilidad de cambio. Y agradezco a BBVA esta posibilidad de compartir algo de mi legado y de trascender a través de todos ustedes. Muchas gracias.