51:37
Alejandro Madrigal. Yo no me aburro. La medicina para mí, yo alguna vez llegué a decir, pero no se lo dije a mi jefe, que yo trabajaría gratis por lo que hago porque realmente qué más fortuna tengo, hacer medicina con pacientes, enseñar, hacer investigación, sentir que el impacto es global, viajar, conocer colaboradores del mundo. Yo puedo agarrar el teléfono y llamar. Tengo pacientes que de repente me dicen estoy en Brasil, ah pues te puedo decir quién es el mejor médico y pedirle ese favor, que por favor le ayudo. Está viajando en China, me pasó esto, puedo hacerlo. Pero esa red que tenemos todos de colaboración, la medicina es extraordinaria porque es como una hermandad que nos permite colaborar con gentes. Pero si me permites extenderme, pues sí, también yo disfruto mucho, por ejemplo, la fortuna de tener a mi esposa, una tarde con ella, con una buena copa de vino, escuchando Mozart o escuchando Schubert, o escuchando un danzón, un tango a Gardel no tiene comparación. Me gusta pintar, no que diga que soy artista, pero me gusta pintar. Tengo mis… algunas de ellas mi esposa me ha dejado ponerlas en la casa, pero muy poquitas. Otras he tratado de regalarlas, pero nadie las quiere. He agarrado el violín hace cuatro años y solamente puedo tocar cuando mi esposa viene en el invierno para acá y cuando los perros no están ahí ladrando todo el tiempo y hemos tenido que cambiar vidrios de la casa y todo. Pero me entretengo mucho con ello. Con mi telescopio. Me gusta jugar mucho tenis. He tenido la fortuna de correr 3 maratones. El primero por error y eso me enseñó mucho, la verdad. Déjenme contarles porque sí fue una experiencia fantástica. Yo estaba en Boston en ese entonces, fue en 1985. Yo tenía un carro que mi esposa cuando llegamos a Harvard, pues empezamos muy debajo y ella empezó de baby sitter, cuidando niños y la mujer que le tomó mucho cariño le dijo tengo un carro ahí estacionado que no tiene nada y no lo dio por un dólar. No tenía piso, le puse como los picapiedras una madera y tocaba y yo frenaba así, no, no es cierto. Pero de alguna manera sí es cierto, tenía que ponerle una tabla, pero ese carro se volvió el auto para todos los mexicanos que estábamos ahí. Entonces me dijeron llévame a correr el maratón. Y en el camino me dice oye, por qué no corres aunque sea un principio, yo le dije a mi esposo bueno, voy a correr cinco kilómetros a ver si llego. Es una feria. Yo no sé alguno de ustedes ha corrido un maratón, pero el número de gente que entra, bandas, música, niños gritando, pues yo iba como brincando, como loco sin saber lo que iba yo a hacer. Yo llegué al kilómetro cinco y me sentía muy bien y le dije diez. Cuando llegué al 15 yo dije me lo he hecho, ya no voy a parar, me faltaban ocho, son 23 millas. Yo dije lo voy a correr, son 40 y tantos kilómetros. Ya no sabía lo que venía. Iba yo corriendo y llegué a la milla 18. En Boston La milla 18 le llaman ‘The Heartbreak Hill’, y arriba hay una escuela muy famosa de chicas que se visten especiales para todo. Entonces uno, vas así, de repente, llegas a la escuela y empiezas a correr ahí. Ahí ya me dio un dolor muy fuerte. Me metieron a una, bueno,me acerqué yo a una de estas clínicas de atención. Yo no lo creía, o sea, nunca había entrenado yo en mi vida, pero me dijeron pues ya súbete ahí a un autobús, ya me fui con la gente para subir y cuando iba a hacer eso dije no, aunque sea caminando o de rodillas, pero lo termino, esto lo tengo que hacer. Y llegué. No les quiero decir al otro día cómo me sentía, o sea, me vestí con mi mejor traje porque si no hasta me daban monedas cuando iba yo caminando.