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Ciencia que se transforma en esperanza

Alejandro Madrigal

Ciencia que se transforma en esperanza

Alejandro Madrigal

Médico


Creando oportunidades

Alejandro Madrigal

Alejandro Madrigal es médico, investigador y profesor con una trayectoria internacional en inmunología y hematología. Nacido en México, enfrentó desde joven adversidades económicas y personales, como la muerte temprana de su padre y la dislexia, lo que lo llevó a trabajar desde niño y a buscar oportunidades educativas con esfuerzo propio.

Se graduó con los mejores promedios de su generación en medicina y, tras obtener una beca de la OMS, realizó estudios en Harvard, el Imperial Cancer Research en Londres y Stanford, donde publicó en revistas como Nature y Nature Genetics. Ha sido presidente de la Sociedad Europea de Trasplante de Médula Ósea, director y fundador del Anthony Nolan Institute y profesor en el Cancer Institute de Londres y el Tec de Monterrey.

En 2022 fue nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico y en 2023 recibió el Premio Carlos Slim en Salud. Ha impulsado registros de donantes y bancos de células madre en varios países, y es autor de novelas y ensayos. Su misión es acercar terapias celulares avanzadas a México y motivar a nuevas generaciones a dedicarse a la ciencia y la medicina.


Transcripción

00:00
Alejandro Madrigal. Quiero que se imaginen ustedes un día en el año 2022, es el 20 de marzo de ese año. Imagínense en Londres un día típico, lluvioso, frío, el invierno se termina empastando con la primavera que empieza. Las ventanas llenas todavía de agua. Un departamento pequeño de dos recámaras y ahí me encuentro yo sentado. Estoy ahí, en un sofá y a lado está mi esposa. Y me acerqué a la puerta y vi que había dos cartas ahí, recogí una de ellas y cuando abrí el sobre para mi sorpresa, lo primero que vi es que decía Cabinet Office, Confidencial decía, y decía me es grato comunicarle que la reina Isabel II de Inglaterra, después de un proceso de selección extensa y recomendaciones del primer Ministro, que en ese entonces era Boris Johnson y un comité de evaluación, han decidido nombrarlo Officer of the Most Excellent Order of the British Empire, Oficial de la más excelente orden del Imperio Británico. Y pues lamentablemente ella no fue la que me lo otorgó, fue la princesa Ana. Aunque ella firmó el título, lo tengo firmado por ella. Y ocurrió el 12 de diciembre en Buckingham Palace, donde llegué, tras una caminata larga, bonita, por pasillo y entras y entra uno a la sala del trono, y ahí está ella, muy parada, muy formal. Y entonces entra uno, yo iba de frac. Ya me dio mis espadazos, me puso mi medalla, por suerte era ella y no la reina, porque quizás le fallaba y qué tal me tocaba. Pero de alguna manera pues ese día fue un día muy importante. Pero ahora quiero que se transporten a otro día. Ese otro día es la ciudad de México. Es una noche, es enero, el día exacto no lo tengo grabado, pero es un día que cambió mi vida. Esa noche, una calle vacía, un chico caminando, arrastrando una maleta con una presencia y una marcha que demuestra tristeza, que demuestra ansiedad. Está caminando con la cabeza baja, está lloviendo y trae hambre en el estómago. Ese chico era yo. Ese día yo me había levantado como otros similares en el último año, con la tristeza y quizá hasta hubiera yo llorado, porque mi padre se había muerto un año antes súbitamente, como diría Miguel Hernández, un poeta español, murió de rayo. Nos vació los bolsillos de juguetes y se llenaron de hambre y nos tocó empezar a hacer de todo tipo de actividades. Yo soy disléxico, de hecho, cuando estudié la primaria, en ese entonces nadie sabía que era dislexia, lo que pensaban que era flojera, falta de atención. Además, soy zurdo que eso también se consideraba algo como casi como pecado. El hecho es que yo no encontraba ningún tipo de actividad porque cuando iba a hacer los exámenes pues no, no me aceptaban por tantas faltas, quizás que hacía, de ortografía. Ese día, como digo, me levanté con la tristeza, me fui muy temprano. El de la tienda de la esquina me había permitido hacer un arreglo donde yo repartía en las mañanas huevos y periódicos a los vecinos cercanos. Y luego en la tarde salía yo con una maleta llena de cosas, lo que fuera que iba yo a una oficina, a una casa puerta por puerta, vendiendo casimires, trajes hechos a la… zapatos para hacerlos a la medida, calcetines.

03:20
Alejandro Madrigal. Y entonces, regresando ahí con mi maleta, después de haber tratado de vender algo y con hambre en el estómago, yo decía yo quiero que me pase algo, yo quiero encontrar, yo tengo que estudiar y trabajar. Pero cómo lo voy a lograr si no es posible. O sea, no tenía yo ni manera, casi no teníamos casi ni para alimentarnos. Pero ese día yo sin saberlo, las cosas iban a cambiar y todavía recuerdo ese momento como si lo viviera. De hecho, he pasado varias veces por esta calle y siento la misma sensación. No tenía rostro, pero me estaba llamando, la medicina estaba por mí esperando, ahí estaba, me decía tú vas a ser médico. ¿Cómo iba yo a ser médico? No tenía idea. No teníamos, como les digo, ni para comer y muchas cosas. Pero yo iba a ser médico, ya tenía una ilusión. Esa ilusión me cambió la vida, como les digo. Saludos. Yo soy Alejandro Madrigal, soy médico, soy actualmente profesor de la cátedra de Inmunología y Hematología en el Cancer Institute en Londres, Inglaterra. Soy también profesor de la Cátedra de Excelencia del Tec de Monterrey. Soy también profesor Emeritus del Sistema Nacional de Investigación. En 2023 recibí el Premio Carlos Slim por contribuciones a la Medicina en Latinoamérica. He sido presidente de la Sociedad de Trasplante de Médula Ósea de Europa. He sido director de un instituto que se llama Anthony Nolan y fundador de él, y la verdad es que la misión que he tenido ha sido tratar de que haya mayor pacientes que se puedan beneficiar del trasplante de médula ósea y salvarles la vida. ¿Qué pasó entre ese chico ese día en enero, en el 1992 y toda esa historia? Es la historia que quiero contarles ahora. Muchas gracias.

05:49
Itzel. Hola, soy Itzel Martínez. Soy madre de dos niños y su vida se me hace genial. Quiero ver cómo poder impulsar a mis hijos para llegar tan lejos como usted. Y usted empezó vendiendo de puerta en puerta, incluso llegó al Palacio de Buckingham en Inglaterra. Y quiero saber qué es lo que lo impulsó para llegar hasta donde usted está.

06:10
Alejandro Madrigal. Casi al principio de mi carrera, corría el año de 1993 que yo había sido admitido a la Universidad de Medicina. Mi alegría era enorme, había logrado y todavía me emociono, perdón, entrar a la facultad y a la Universidad. Y entrando ahí, pues yo tenía que trabajar. Como no podía yo estar haciendo guardias y haciendo pasantías en la tarde, los fines de semana yo me las pasaba en el hospital y me encantaba, la verdad es que yo siempre he sido, como dicen, ratón de hospital y soy feliz allí. Este joven llega al hospital con su bata después de haber estado trabajando ese viernes, feliz porque va a llegar a ser guardia, se va a quedar ahí toda la noche y va a ver pacientes y entra a la sala de urgencias y al llegar a esta sala ve a un niño que está todo el mundo alrededor de él y lo están atendiendo y era un niño que habían atropellado. Y ahí voy, es todo un ritual de lavarse, vestirse, que lo había estudiado yo, pero nunca lo había yo hecho así real. Entramos a la cirugía, pobre niño. Yo feliz de la vida, pero el hecho es que fue una cirugía muy larga. Le tuvimos que hacer una laparotomía exploradora, hacer varias cosas, sin entrar en detalles, el niño salió bien y terminamos muy tarde. Terminamos como las 2 de la mañana. Y el médico, el doctor Ruiz, me dijo Alejandro, me invitó, te invito, en ese entonces le llamamos cantina al restaurantito del que nos daban colación en la noche. Entonces me dijo oye Alejandro te veo muy motivado, ¿qué vas a hacer en la vida? Le digo pues yo me quiero ir a la mejor universidad del mundo. Y me dice ah ¿si? y ¿cuál es? No sé. Y me dice Harvard. Le digo ah voy para Harvard. Y se rió y dice Alejandro, no tienes ni para comer, te estoy invitando el único bocado que quizá has comido. Y yo tenía los pies cruzados y me dice traes agujeros en las suelas. Yo le ponía periódico y me dice ¿y te vas para Harvard? Voy para allá. ¿Qué tengo que hacer? Y me dijo pues no sé, yo nunca he estado en Harvard, pero me imagino que sacar los mejores promedios de tu carrera, sacar tu mejor calificación, aprender inglés, porque me imagino que no lo sabes, y era cierto. Pasar los exámenes de Estados Unidos y a ver cómo consigues gente que te acepte por allá. Dije pues si es lo que hay que hacer, es lo que hay que hacer. Saqué el mejor promedio de mi generación, promedio de diez en todas las asignaturas clínicas. El inglés, todavía después de tantos años, no lo hablo tan bien, como dijo un doctor, pero de alguna manera aprendí inglés, aprendí todo y empezó el trabajo de cómo lograr irme para allá. Hice la especialidad de Medicina Interna en el 20 de noviembre y empecé desde el principio a mandar cartas. Tengo cartas que tengo al presidente de la República en ese entonces Miguel de la Madrid, cartas a todos lados, hasta que finalmente me enteré que había una beca de la Organización Mundial de la Salud, pues ahí voy. Competencia y competencia, conseguí esa beca, era una beca pequeña, pero con esa beca me fui a Harvard. Y así les puedo ir contando después que estando ahí en Harvard vi en una revista Nature que había una posición en el Imperial Cancer Research. Mi inglés no era muy bueno, pero después de tres años, cuando llegué a Boston, quiero decirte que no hablaba yo absolutamente casi nada de inglés. O sea, cómo me aceptó, cuando se dio cuenta que yo no hablaba inglés, dice ¿qué hice yo contigo?

09:14
Alejandro Madrigal. Entonces de ahí me dieron otra beca, me fui al Imperial Cancer Research, donde hice mi doctorado. Al término de eso también yo dije pues me voy a ir a Stanford, porque ahí es donde están las mejores gentes que están haciendo en ese momento la genética del trasplante. Una de las maneras que les voy a hablar al rato es que el trasplante juega un papel importante en los pacientes con leucemia. Y ese hombre, era el genio, después también le escribí, me dijo no, mi laboratorio está ocupado, pero me enteré que venía al instituto a visitar el Imperial Cancer Research, a Sir Walter Bodmer, que era mi jefe. Pues yo me hice cómplice de la seguridad del instituto. Les dije no me dejen entrar a nadie al elevador. Cuando entró él, yo entré con todos mis experimentos. Tenía cinco pisos para convencerlo de que me aceptara y yo iba mostrándole y tirando todo al piso y él, al término del quinto piso, me dijo ya, ya, ya, ya, ya. El hecho es que me aceptó. Me fui a Stanford, estuve con él cuatro años y pues por suerte ahí publiqué más de 20 revistas en revistas como Nature, Nature Genetics y otros lugares. Yo tengo una plática que le llamo Resiliencia ante la adversidad. Una de las frustraciones que pasas como médico es que tú vas a ver un paciente y ves con el estetoscopio y al otro día ese paciente está peor y te sientes impotente. Yo tenía que combinar ciencia y medicina, no podía nada más hacer medicina. Me sentía impotente no poder ayudar a muchos pacientes. Además, yo quería hacer, mi pleito como yo digo, de todas las mañanas todavía, es cáncer. Yo todas las mañanas me levanto y digo te voy a vencer, te voy a vencer. Puedo decir que lo he logrado con muchos pacientes, que muchos pacientes están vivos gracias a lo que he hecho.

11:15
Dulce. Hola, doctor Madrigal. Mi nombre es Dulce Madrid. Es un verdadero gusto poder estar aquí con usted. Usted ha recorrido el mundo entero y quisiera saber cuál es el viaje más emblemático que ha tenido y el que más recuerda comúnmente.

11:30
Alejandro Madrigal. Muchas gracias, Dulce. Mi misión ha sido tratar de que haya más registros de donantes en todo el mundo, ampliar el conocimiento, llevar la manera de que, es como si fuera una tienda, que una brunch que le estoy llevando. Cómo hacer un registro, cómo convencer en la India a la gente de que pueden ser donantes, en Nepal, en Latinoamérica, en Rusia. Yo he estado con Gorbachov, por ejemplo, que era el mandatario de Rusia, porque fui a convencer que teníamos que abrir registros en Rusia. He estado en Rumania, he estado en Polonia, he estado en muchos países, como les he mencionado, tratando de que haya registros y con esto poder salvar muchas vidas. Quizá el viaje que podría yo recordar ahorita que me cambió la vida, ocurrió cuando me fui a trabajar a una institución que se llama Anthony Nolan. ¿Quién era Anthony Nolan? Anthony Nolan era un niño que también tuvo una enfermedad de la sangre Wiskott-Aldrich se llama. Su madre le cambiaría la vida a millones y millones de gentes. Ella decidió que tenía que rescatar a Anthony de alguna manera con un trasplante, pero no había registros. No existía ningún registro en el mundo de donantes. Los trasplantes que se hacían eran solamente si un hermano era compatible o no. En una familia de cuatro, quizá uno puede ser compatible. De acuerdo. Hay unas leyes que se llaman de Mendel que empezó con chicharitos y todo esto, pero mostró que la compatibilidad genética de los padres y de las madres tiene la posibilidad de esto. Pero los otros tres, ¿qué pasa? entonces cuando te toca para un paciente que no hay, pues no lo podíamos trasplantar. Ella decidió que no, que tenía que cambiar las cosas. Se fue, ella era inglesa y vivía en Australia. Regresó con el niño. Su historia es fascinante. Cuando nace Anthony prácticamente tiene una hemorragia y se va a morir. Y ella no quiere verlo. Finalmente la enfermera le llama, la convence y va y lo ve. Y se dice ¿cómo es que mi hijo está peleando tanto y yo estoy de cobarde escondiéndome? Y ella empieza y se lleva a su hijo a Inglaterra, se va a los hospitales, a los pubs, a las escuelas, a las iglesias, a todos lados, a convencer de que alguien podía ser un donante para Anthony. Conseguir fondos trabajando la mujer como desesperada, que causó tal caos, que incluso fue detenida por Scotland Yard porque demostraba fuera de la casa del Primer ministro y todo. Los primeros que se volvieron los donantes fueron los policías que la detuvieron. Una mujer extraordinaria con una fuerza de convicción. Esto ocurre en 1974. Crea el primer registro de donantes no relacionados en el mundo con Anthony Nolan. Anthony falleció en 1979 sin encontrar un donante. Pero para entonces el registro ya había salvado tres pacientes. Cuando yo leí sobre eso, yo dije yo quiero ser parte de esa institución. Cuando apliqué esa posición, un doctor que se llamaba John Goldman, una de las gentes más brillantes que he conocido en el mundo, me dijo que me iba a entrevistar y entonces me dice ¿qué tienes que hacer? Y le digo pues yo vine a la entrevista, me regreso hasta mañana en la noche. Me dice vente conmigo. Y me subí, iba a Rhode Island y tenía que ir a un mitin a Rhode Island, de Boston no es muy lejos, es como dos horas el manejo, no me acuerdo la distancia. Y en el auto me fue entrevistando. En el auto, le fui convenciendo de que yo tenía que tomar esa posición, de que yo tenía que ser el líder de este instituto, me dijo él si las cosas funcionan, Alejandro, me dijo ‘The sky is the limit’, el cielo es el límite.

14:48
Alejandro Madrigal. No fue el límite, fue el universo. Me permitió cambiar la vida mía, de cientos de pacientes, de estudiantes y de todo. Ese viaje me cambió la vida.

15:27
Maricela. Hola Alejandro, soy Maricela Vega y gracias por regalarme tu historia que es muy inspiradora. Te has dedicado a investigar enfermedades que nos asustan y nos conmueven. ¿Cómo se puede hablar de leucemia y de cáncer linfático desde la esperanza?

15:45
Alejandro Madrigal. Muy buena pregunta. La verdad es que te lo agradezco porque déjenme decirles, las leucemias son cáncer de la sangre. Es una variedad, pero el problema es que aquí, cuando el cáncer de la sangre afecta, pues imagínese, ustedes tienen así como están sentados ustedes, sus células madres están produciendo millones, es más, están produciendo 200 mil millones de glóbulos rojos como están sentados al día. Aproximadamente 400 mil millones de plaquetas y como 40 mil millones de glóbulos blancos, que son los que nos defienden. Cuando estas células se dividen tan rápido, eso lleva a cambios, que generan algunas veces, anomalías genómicas que generan desafortunadamente células anormales que luego se vuelven las que dominan en la sangre. Cuando uno toma la muestra de un paciente de sangre, una niña o un niño o un paciente adulto que de repente empieza a tener moretones, que empieza a tener infecciones, que tiene sangrados de las encías o de algunas otras partes que llegan por una infección, pues lamentablemente cuando ves ese momento terrible, cuando tú ves esas células grandes que les llamamos blastos, es terrible. El otro día yo estando en Inglaterra, hará unos seis meses, me llegó una niña igual y todavía tengo esta sensación cuando tú ves los exámenes que dices tú, lo que empieza ahora, ¿no? Alguien decía creo que fue Maquiavelo, que uno sabe cuando uno empieza una guerra, pero no cuando uno la va a terminar. Cuando uno ve un paciente con ese momento sabes que eso va a ser una batalla enorme, no nada más para ella, para los familiares, para los amigos, para los pacientes. Y esa incertitud de que aunque además los cures, crees que los curas, pueden recaer. Imagínate que tenemos a un paciente, como les mencioné, que tiene una leucemia. Ese paciente pues lo metemos al hospital, le damos quimioterapia y le eliminamos todas sus células de su sangre. Y entonces se encuentro que este donante fue compatible. Ya lo identifiqué a través de un código de barras que está en un libro como si fuera el yellow page, página del diccionario amarillo. Y ese donante puede estar en Brasil, puede estar en otro lado. Y ese donante, lo que hacemos es, hay dos maneras de extraerlos. Le damos un medicamento que hace que, imagínense como si fueran en la médula ósea, las células están como en arbolitos, las sacude y circulan por la sangre en gran cantidad, un río que está lleno de de manzanas. Estas por densidad las filtramos en una máquina. Entonces el donante le ponemos una maquinita aquí, en una vena aquí y otra aquí, las células circulan por un lado y como son más densas se concentra. Y esto es una bolsita de 500 mililitros que tiene células madre, pero también células de la sangre del mismo donante, y eso se transporta a distancia y eso le salva la vida al paciente. La esperanza existe. Millones de pacientes actualmente con leucemias están vivos y están sanos gracias, mucho, lo que es el altruismo humano. El trasplante es una de las cosas que nos ha permitido salvar vidas y a eso yo me he dedicado. Ustedes son la esperanza.

19:15
Chico. Hola Alejandro, Un gusto estar aquí y escuchar esta gran historia. Personalmente agradezco, te agradezco por todo lo que has impactado de manera positiva en muchas personas. Sé que has dejado demasiada información para que esto continúe y es algo inmenso. Sé que estás muy orgulloso de tu país, al igual que yo. Por favor, permíteme preguntarte una manera como muy mexicana ¿por qué están tan padres, tan chidas las células madre?

19:48
Alejandro Madrigal. Exacto. Son preciosas las células madres. Podríamos hablar de diferentes células madre. O sea, nosotros hablamos de una forma genérica las células madre. La célula madre principalmente hablaríamos las células embrionarias, las que nos dan origen a todos nosotros. A mí no me deja de maravillar todavía que la fusión de un esperma y de un óvulo salga o nazca un individuo. ¿Cómo es posible que la fusión de 23 cromosomas con otros 23 cromosomas que se apareen en una forma alineada lleven a la diferenciación de un proceso nueve meses? Esas son las células multi potenciales o totipotenciales que pueden generar a un individuo. Las otras células madres, por ejemplo, podríamos hablar de las células hematopoyéticas. Las células madres hematopoyéticas les gusta vivir en el tuétano de los huesos, esos que ustedes han comido pollitos, han visto cuándo corta uno el hueso, lo rojito, porque ahí hay una baja concentración de oxígeno. Si yo, por ejemplo, que vengo ahorita de Londres, que está a nivel del mar, he subido a la Ciudad de México, que está a 2 mil y tantos metros, pues mi hemoglobina está más baja. Entonces el mensaje llega de que necesito producir más glóbulos blancos. Si yo me infecto, estas células inmediatamente empiezan a producir. Un individuo normal puede tener aproximadamente en la sangre, si yo agarro una biometría hematica y veo los leucocitos, pues yo veo más o menos, que dio 5 mil, 7 mil linfocitos, 8 mil.. Pero si yo agarró a un paciente con una infección severisima, puede obtener hasta 40 mil, 50 mil linfocitos. La capacidad, la plasticidad y la gran cantidad que tienen las células madre de diferenciarse son importantes. Otra fuente de células madre que usamos y que tuve la fortuna de trabajar mucho en ello son las células de cordón umbilical. El niño, cuando está en formación fetal, normalmente no respira, bueno, no respira porque está en el útero, el oxígeno pasa de otra manera. Entonces la saturación de sangre en el niño es muy baja. Las células madre les gusta circular cuando hay baja circulación de oxígeno, cuando hay hipoxia, lo que llamamos. Cuando el niño nace, el niño inmediatamente respira y su saturación de oxígeno incrementa. Pero hay una gran cantidad de sangre que se queda acumulada en la placenta. Aproximadamente 100 mililitros. Y estas células son células que podemos usar. Por ejemplo, si yo agarro una sangre tuya y tomo un microlito de sangre, voy a encontrar quizá una o dos células madre en eso. Pero si yo agarro unas células del niño fetal, en el feto, voy a encontrar casi 40, 50 células madre por microlito. Actualmente tuve la fortuna yo de trabajar con la primera mujer que hizo el primer trasplante de células madre, la profesora Eliane Gluckman, una francesa. En 1988 ella hizo el primer trasplante para un paciente que no teníamos donante, un paciente con fanconi que recibió el trasplante. Ese niño está vivo gracias a ese trasplante. Después de eso, tuve la fortuna de crear en el mismo instituto Anthony Nolan, el banco de cordón umbilical Anthony Nolan y el Centro de Terapia Celular. Pues he tenido la oportunidad a través de esto de crear fuentes de donantes ya sea de donantes de registros, de donantes de cordón umbilical y también desarrollar técnicas que nos permitan hacer el trasplante más exitoso.

23:15
Celina. Hola, doctor Alejandro. Mucho gusto. Soy la doctora Celina Bernal. Es un honor para mí estar aquí y sobre todo una inspiración. Si bien sabemos lo complicado que suele ser la medicina, a mí me gustaría saber qué fue lo que lo inspiró a ir por el camino de la genética y de la inmunología. Gracias.

23:34
Alejandro Madrigal. Para mí era fundamental entender y sigue siendo fundamental porque todavía es un reto que tenemos, poder manejar al sistema inmune. Porque la pregunta es, fíjate si nuestro sistema inmune está protegiéndonos, qué pasaría, y esa fue una de las cosas a que yo me dediqué a hacer mucho, qué pasaría si yo tengo un paciente, por ejemplo, con leucemia, que lo trasplanto y me desarrolle en el periodo que sus células del sistema inmune del donante empiezan a crecer, me desarrolle una infección por citomegalovirus. Ese paciente se me va a morir porque no tiene manera de reconocer a estas células. Si yo agarro a uno de ustedes y les digo ah, pues tú eres positivo para citomegalovirus, además eres HLA dos, tienes un gen que lo hace compatible con el donante, y si tú me das tus linfocitos, yo se los puedo infundir al paciente y se lo puedo salvar al paciente. Y esto es lo que se llama inmunoterapia o terapia celular. Yo tuve la fortuna cuando llegué al Anthony Nolan, dedicar una parte a entender los aspectos genéticos, que es lo que es la compatibilidad y la otra parte de mi grupo a entender cómo podíamos manipular el sistema inmune del donante o del paciente para que repeleara contra, no nada más contra el cáncer, pero contra infecciones, hongos y todo este tipo de cosas. Si yo pongo el DNA de todos ustedes, así como una línea, nos da tiempo para ir a la luna y regresar miles de veces. Y eso es lo que nos permite ser nosotros. Yo me he dedicado a estudiar de esos dos metros, un milímetro, que es la región que nos permite lograr esa compatibilidad. Es una región que se llama el complejo mayor de histocompatibilidad. Ahí hay 200 genes y esos genes en esa región son los que nos permiten identificarnos y pelear contra el cáncer, esto genera el código de barra. Ese código de barra, es lo que le llamamos HLA. Si yo tomo ustedes ese exudado, busco por esos genes seis vienen del padre, seis de la madre, decimos se heredan codominantemente, quiere decir son 2 A, 2 B, 2 C, 2 de R, 2 de Q y ese es su código de barra, el del padre y el de la madre y es lo que nos permite ser nosotros. Por eso es que yo quiero que sean ustedes donantes, porque la mayoría de ustedes pues son de población mexicana y son los que necesitamos para acá, de esos 45 millones de donantes que les hablo, muchos de ellos son caucásicos. Cuando yo busco para un paciente mexicano o hispánico o algo, no encuentro porque hay menor representación de donantes. Entonces mis estudios de la genética, lograr esa compatibilidad, descifrar la complejidad, es uno de los sistemas más complejos que hay, el sistema mayor de histocompatibilidad. Hemos descubierto más de 35 mil variantes de este sistema, de esta gen, de esta porción y esos 12 genes es como si fuera uno Las Vegas, jalar su número y sale a AA, BBB y encuentro que el donante es lo mismo. Ahí tocábamos una campanita en el instituto, habíamos encontrado un ángel que iba a ser el donante. Entonces, la inmunoterapia y la terapia, la genética han sido y siguen siendo mi fascinación.

26:47
Alejandra. Mi nombre es Alejandra Rojas y bueno, primero que nada me gustaría agradecerle por todos los años de estudio que nos ha regalado y que gracias a ello pues se han salvado millones de vidas. Y mi pregunta es ¿cómo es que una idea que empieza en un laboratorio llega a convertirse en un medicamento?

27:04
Alejandro Madrigal. Es una muy buena pregunta, porque de alguna manera, lo que me haces pensar es, yo tuve la fortuna de alguna manera, como digo, de estudiar medicina y tú dices de todos los años de estudio. Pues la verdad es que cuando terminaba yo Stanford y ya llevaba yo casi 35 años de estudio, mi esposa me dijo ¿y cuándo vas a trabajar? Y fue cuando ya me fui a tomar a Inglaterra. O sea, si cuento todos los estudios que hice, pues fueron muchos años en universidades, en libros. Pero quiero decirte una cosa, todavía sigo estudiando, yo los días o los fines de semana me levanto en la mañana a buscar un New England, si veo un artículo, lo busco, lo leo, aunque sea incluso en las redes, lo busco, lo bajo y lo leo. Mi estudio es continuo y todavía no dejo de aprender. O sea, estoy realmente fascinado de la ciencia. Ojalá tuviera yo su edad, tu edad, Alejandra, porque el mundo está cambiando tanto, el conocimiento está acelerándose tanto, que ojalá yo pudiera empezar esta trayectoria nuevamente con todas las herramientas. Seguro que sí llegaría a la edad que tengo, te diría ojalá yo pudiera empezar otra vez. Cuando yo llegue al Anthony Nolan las técnicas que usábamos eran tomar la muestra de sangre del donante, que iba al médico alguien, les tomaba una muestrita de tubo que no las mandábamos, centrifugabamos esas células, sacábamos estas células que son lo que yo llamo linfocitos que les mencioné y con sueros que habíamos colectado, que eran comerciales incluso, en una placa de leucocitos que ya venía hasta comercial, se llama Terasaki. Teníamos, como quien dice, un patrón de reconocimiento que nos iba a decir si este individuo era HLA, de estas moléculas que yo les digo A2 o sea, descifrar el código de barra. Era con un anticuerpo que reconocía a las proteínas en la superficie de estas células. Esto era como sabíamos tipificar al donante. Esto obviamente nos llevaba a que muchos de los trasplantes que hacíamos fracasaban. Es como si, ustedes se acuerdan cuando empezó Google Map, que empezaba una y podía uno ver ahí la calle una cosa, pues veía uno la sombra donde decía uno aquí está mi calle. Y ahora uno entra y uno puede uno ver la puerta, pueden ver hasta cuando el lechero entra, si está uno vigilando ahí al esposo o al revés. Y me acuerdo ese momento mágico cuando para hacer esto tienes actualmente una maquinita que aprietas el botón, ahora mis estudiantes se la tienen muy tranquilita, nada más aprieta un botón y se salen ya todas las cosas. En ese entonces pues yo extraje las células, las centrifugue y teníamos unos baños marías a diferentes temperaturas, 60, 90 y esto. Y entonces andábamos ahí y esto lo tienes que hacer en 60 ciclos. Agarré mi tubo, lo centrifugué y vi una cosa como lechosa, como si fuera un hilo blanco y teníamos un gel que es sacarosa, como si fuera una gelatina y le pones y esto le pones un colorante azul y lo ves con una luz especial, y ahí estaba el DNA. Estaba yo viendo el principio de la vida, estaba yo viendo el DNA totalmente de un individuo, eso fue un momento que todavía no se me olvida. La historia de cómo hacer innovación son fascinantes. Yo alguna vez, cuando era pequeño, me preguntaban qué quería yo ser, y yo contestaba Presidente de la República, imagínese, algo andaba mal en mi cabeza.

30:08
Alejandro Madrigal. Por suerte me volví médico y por suerte me volví investigador y por suerte pude hacer este tipo de trabajo que creo que ha tenido un impacto a nivel mundial de un laboratorio.

30:48
Marbella. Yo soy Marbella Ramírez y últimamente se ha hablado sobre el trasplante celular avanzado. ¿Este en qué consiste y de qué forma es que se logra programar las células?

31:01
Alejandro Madrigal. Como yo les decía ustedes, su sistema inmune es el que está reconociendo a las células anormales y eliminándolas. ¿Por qué en un paciente falló? ¿Por qué no la reconoció? Esto ha sido un motivo también de estudios de múltiples gentes, y yo también dediqué mucho de mi carrera y trayectoria a entender esto. El reconocimiento entre las células del sistema inmune, los linfocitos y una célula anormal se lleva a través de estas moléculas que les he estado mencionando, HLA, son como banderitas. Imagínense una célula que de repente la infecta un virus. Estas células cuando entra el virus, lleva como una cobertura, es como si fuera una naranja, adentro va el DNA o RNA del virus, de lo que estemos hablando y la cobertura son proteínas. Adentro de la célula hay una maquinaria especializada que agarra estas proteínas de cubierta y las fragmenta en pequeños fragmentitos de péptidos. Estas, a través de diferentes compartimentos en la célula, se van ensamblando con estas moléculas que se llaman HLA, que he estado hablando y estas llegan a la superficie como una banderita llevando el péptido, este fragmento del virus. Entonces esta célula mía que está infectada ahora tiene una manera de ser chismosa, de comunicarle al linfocito que anda ahí, va pasando así, de repente va, se frena y se embona. Entonces a través de un reconocimiento de un receptor, se contacta con estas banderitas, adquiere la información y estos linfocitos ahora son letales, son peor que Rambo. Ustedes se imaginan estas células en el momento en que se activan los linfocitos T que tenemos en nuestro organismo, una vez que se activan, liberan una gran cantidad de sustancias tóxicas, le hacen hoyos a las células anormales, las destruyen y estas células prácticamente, literalmente explotan. Ese reconocimiento es fundamental. ¿Por qué se altera y por qué en algunos pacientes no funciona? Nos ha llevado a muchos trabajos. Por allá del siglo pasado, en Japón se empezaron a hacer estudios, decir bueno, por qué no agarro estas células que fallaron, estos linfocitos y los armo diferentes, les pongo un mecanismo de reconocimiento que no sea el mismo, sino un lethal weapon que tenga la capacidad de reconocer a las células anormales. Y eso fue un reto que también muchos grupos estábamos tratando de hacer. Pero se les ocurrió una idea muy interesante, si este receptor que llega que va a reconocer a las células, esta banderita falla, pero la parte interna de ese receptor es el que activa las células, el detonador, pues agarró la parte interna y afuera le pongo un anticuerpo. El anticuerpo es específico. Nuestros anticuerpos son los que nos permiten protegernos contra COVID, otros virus y todo, están circulando. Pero si lo fusiono y hago como quien dice, una quimera, ahora tengo arriba, imagínense fuera de la superficie un anticuerpo y adentro de la célula el detonador. Cuando este anticuerpo se conecta, se activa el detonador y estas células ahora son capaces de reconocer. Emily Whitehead era una niña que en 2012, a los cinco años de edad, estaba destinada a fallecer. Tenía una leucemia linfoblástica aguda y había fallado a todo tipo de tratamiento. Prácticamente le pidieron a sus papás que se la llevara a, como decimos, a bien morir a su casa. Ellos, como cualquier padre, desesperados, se enteraron de que un grupo en Philadephia, Carl Jung y otras gentes estaban trabajando en un posible ensayo clínico que iba a modificar esto.

34:08
Alejandro Madrigal. La llevaron, convencieron a los clínicos y ellos también les dijeron esto puede ser peligroso porque no sabemos si funciona. A Emily le modificaron sus células y se las llevaron, de regreso, una vez que las expandieron, se las metieron. Emily presentó una reacción muy severa, como los pacientes que presentaban con COVID porque estaban destruyendo todas sus células y había una liberación de lo que le llamamos tormenta de citoquinas. Por suerte, Carl Jung, su hija tenía artritis reumatoide y él estaba familiarizado con un medicamento que bloqueaba una de estas toxinas, interleucina 6, fuera de medicamento y de protocolo pidió permiso, esa noche se lo administraron y Emily estaba bien al otro día. Creo que a la semana o dos semanas, Emily salió. Esto ocurrió en 2012 a los cinco años de ella, Emily está viva actualmente. Una vida normal. Una niña que ya estaba desahuciada. Esto abrió el mundo completamente. Es lo que llamamos actualmente CAR T-cells. Hay siete medicamentos aprobados en Estados Unidos por la FDA Food and Drug Administration. Hay miles y miles de ensayos clínicos que están salvando pacientes. Lamentablemente, ¿cuál es el por qué? estos tratamientos, cuando le saco yo la sangre al paciente en Inglaterra se las mando una compañía, no voy a mencionar cuál, pero estas farmacéuticas que han tomado esto, que han pagado patentes y han pagado muchísimo, no estoy criticándolas, este tratamiento se lo mando, ellas hacen el proceso este que les digo de infección en un laboratorio. Me la regresan con una bolsita, se la doy al paciente, le tengo que pagar casi medio millón de dólares a la compañía. ¿Saben cuántos pacientes en México se han tratado con esto? Cero. Cero. Cuando miles de pacientes se están salvando en el mundo porque este tratamiento está disponible. Yo sé cómo hacer esto por 30 mil o 40 mil dólares. La quimioterapia es más cara. La quimioterapia es enorme. Y mi misión ahora es tratar de traerlo a México. Estoy haciéndolo un poco de todas maneras, por eso casi me retiré, porque dije esto es lo que tengo que hacer, tengo que traer estas terapias nuevas a México. Las leucemias infantiles actualmente, la leucemia linfoblástica aguda, que es la más común en niños, cuando hace 30 años se nos morían prácticamente la mayoría con los trasplantes, con muchas cosas y con la globula, quimioterapia y medicamentos especiales, actualmente en algunos países la sobrevivencia es 90-97%. En México la curva es más baja. Yo acepto que un paciente muera cuando no tengo ningún otro recurso, pero cuando sé que existe una herramienta que puede hacer algo tiene que venir a México. No soy el único. Hay miles de gentes en México y científicos muy serios y el instituto y el Secretario de Salud está trabajando en ello, en tratar de traer estos medicamentos y estas terapias a México.

37:11
Alejandro Madrigal. Yo le estoy haciendo un poco la Robin Hood también, con esto de la Reina, pues puedo tocar puertas que antes no podía yo tocar, pero todavía tenemos un largo camino que recorrer. Entonces las terapias celulares son la maravilla y van a ser más. Por eso es que yo quisiera tener otra vez la edad de ustedes y empezar, porque esto empieza apenas.

38:08
Chica. Después de toda esta larga trayectoria que ha hecho a través de sus 35 años en las mejores universidades y de sus cuatro doctorados, y haber recibido ese reconocimiento de la reina Isabel, ¿usted qué cree que le hace falta por aprender?

38:26
Alejandro Madrigal. Excelente pregunta, porque creo que muchísimo, casi lo que sabe uno del conocimiento de lo que hay, el cuerpo humano, la ciencia. Yo tengo la fortuna de que tengo pasión también por el universo. Tengo un telescopio y me interesa mucho siempre ver las estrellas y entender cosas ahí. Y la historia misma de la ciencia es fascinante, pero lo que estamos aprendiendo en medicina cada día es nuevo. Por ejemplo, yo leía incluso antier que Parkinson, una enfermedad que pensamos que es una enfermedad a nivel del cerebro, parece ser una disfunción a nivel renal, donde ciertas sustancias que no se eliminan de una manera intoxican. La ciencia está avanzando a pasos enormes y yo tengo la fortuna de que siempre, desde chico, he tenido una avidez por aprender. Hay un libro que les recomiendo a ustedes que se llama El Emperador de todos los males, donde describe cómo cientos de gentes a través de la historia han hecho pleitos contra el cáncer. Ese enemigo que yo tengo, que trato de vencerlo todos los días. Hay pacientes que actualmente yo veo, por ejemplo, hay uno que se llama Lloyd Scott. Este chico era un bombero en Inglaterra que una vez entró a salvar a rescatar una niña. Tengo fotos de él y bueno, de la casa donde están, el fuego y todo, él entra, rescata a la niña, pero pues inhaló mucho humo y la gente pensó que era de lo que estaba enfermo. Lo llevaron al hospital y encontraron estas células que le menciono. Este paciente recibió un trasplante de un donante a través del registro en el que yo laboro. Este paciente actualmente está vivo. Ha corrido maratones. Ha estado en el Polo Sur, su name is Scott, el primer conquistador, el que trató de llegar al Polo Sur, era un hombre que se llamaba Scott, entonces él quiso emular la historia. Se ha dedicado a levantar fondos para que otros pacientes vivan. Scott es un paciente que está vivo y conoce a su donante y son amigos. Y Scott es una quimera. Las células que circulan en Scott son de su donante, George. Él le proveyó esas células que ahora están reproduciéndose. Ese es la memoria inmunológica de George, lo que le pasó cuando le dieron vacunas, cuando se infectó con citomegalovirus, se lo transmitió ahora a él y por eso Scott está perfecto. Ese paciente es lo que yo quisiera que ocurriera con todos los pacientes. Una de las cosas que a mí me falta por entender más cómo puedo motivar más a los jóvenes de que la ciencia está ahí, cómo puedo hacer que se dediquen más al bien, cómo podemos hacer que este mundo sea mejor, que también eso. Me falta entender también el mal, me falta entender la violencia, me falta entender cómo puedo hacer para que, entender que así como estamos peleando por salvar vidas, hay alguien que sin pensarlo está eliminándolas. Me falta entender por qué gobiernos invierten tanto dinero en armamentos, cuando podríamos estar invirtiéndolo en ciencia, en medicina, en salvar vidas, en ayudar a cientos de pacientes. Me falta entender cómo podemos lograr una colaboración donde la igualdad de recursos sean accesibles a muchos pacientes. Es tanto lo que me falta entender y lamentablemente la vida se está yendo, uno quisiera prolongarla y prolongarla y prolongarla, pero yo creo que la fortuna que he tenido es hambre por el conocimiento y mi pasión por hacer que algún paciente de alguna manera indirectamente por algún mecanismo que yo haga o simplemente por un consejo que yo dé, se beneficia.

41:44
Alejandro Madrigal. Mi misión es esa, mi misión siempre ha sido desde ese día y perdón, me emociono, desde ese día que iba por esa calle de Comte, que llegó, todavía me viene a buscar todos los días.

42:41
Sherlyn. Hola, mi nombre es Sherlyn. Es un gusto estar aquí presente escuchando su historia de impacto y de inspiración. Mi pregunta es relacionada hacía sus obras. Me gustaría conocer de qué tratan y cómo se da el tiempo de hacer ciencia y arte.

43:00
Alejandro Madrigal. Yo tuve la tristeza de cuando yo empezaba de carrera, ya les conté que no podía yo hacer mis rotaciones normales, entonces yo tenía que andar recorriendo los fines de semana en otros hospitales. Una vez, en uno de los hospitales pequeños del Estado de México, alrededor de México, de repente, al llegar todo el hospital estaba convulsionado, todo el hospital estaba en una locura, no era muy grande, y alguien me dijo, escuché la palabra rabia. Yo dije, qué. Y la verdad es que me dio escalofríos porque yo eso no lo había ni estudiado. Había leído a Pasteur y había leído algunas cosas, como García Márquez, que habla en varios libros, por ejemplo, tiene uno que se llama Del amor y otros demonios, pero rabia, no existía para mí esa palabra. De repente, todo el hospital estaba en esa clínica pequeña, conglomerada en una habitación. El doctor me dijo ven, ponte, y me puso casi como fundas de almohada porque no teníamos los uniformes. Entramos ahí y había una niña, una niña que estaba en la cama amarrada, sacudiendo su cabeza como loca, sudando, gritando, bueno, ya no gritaba, ya tenía sonidos guturales enormes y terribles. Esa niña me marcó, esa niña me sacudió. Me quedé yo como trastornado y no se me quitaba de la cabeza. Y todavía recuerdo esa mujer agitada y niña. Decidí escribirlo, contar esa historia y a través de ello creé una novela que se llama Días de rabia. Déjenme leerles un poquito, si me permiten. Atónito y exhausto me senté en la única silla que había en la habitación, como un espectador que sin darse cuenta, presencia el ritual de lo que se pierde, lo que nunca regresa. De pronto comprendí que no sabía el nombre de la paciente. Sentía pena por ella y ni siquiera conocía su nombre. Alejandra. Un nombre, solo eso. Un apellido, no lo quise leer. Alejandra, qué bonito nombre. Desde el fondo de esa cama, contemplé a la pequeña que yacía inerte. Qué distinta la que encontré al entrar ahí. El tiempo que pasé a solas con ella me parecieron interminables y aún el recuerdo de ese instante hace eco sísmico muy dentro de mí. Me quedé mirándola, esperando algo, quizá verla sonreír, más nada ocurrió, ni un leve movimiento de un párpado, ni un meñique. Cansado de esperar ese milagro, acepté que todo había terminado para ella y para mí, mi primera experiencia de médico que cree que se puede rescatar cada vida. El silencio dominaba ahora la clínica por donde había pasado un huracán. Mirando la inerte en medio de la oscuridad progresiva que invadía la habitación, me pregunté por qué aquella carita no le habían gastado los años. Aquel cuerpo tenía que haberse vestido de arrugas. Aquellas manos tendrían que haberse llenado de manchas. Pero Alejandra se fue así, con la vida intacta. Ojalá pudieran leerla, no porque me interesen los bienes y todo eso, pero quiero comprarme un Ferrari, no, no es cierto. Este es otro libro diferente, es una novela que se llama Nosotros. Es la historia de mi familia. Mi madre era muy buena cuentera, era hija de españoles y no nos contaba sobre Walt Disney y cosas así, nos contaba sobre sus padres, cómo habían llegado de España, cómo se habían conocido. Y entonces cuento cómo mis abuelos desde España llegaron, cómo se conocieron, cómo movieron y todo.

46:07
Alejandro Madrigal. No les voy a leer mucho, nomás un pedacito rápidamente, porque está en relación a lo que estamos hablando. Si al final de la existencia uno tuviera que relatar en detalle los días que más nos agradaron en nuestra vida. ¿Cuántos de ellos podríamos enumerar? ¿Cuántos podríamos evocar? Así mismo, si hubiésemos de narrar aquellos hechos que cambiaron el rumbo de nuestra vida, ¿cuántos podríamos referir? Y si alguien o alguno nos preguntara qué estábamos haciendo hace un año o dos años el día de hoy. Ustedes pueden pensar así, a menos que se hayan casado ese día o hayan tenido un hijo, el novio se les declaró, la novia los dejó, de alguna manera es difícil tener esas cosas. Entonces, ¿cuántos de esos días podríamos vívidamente recordar? La verdad es que muchas jornadas de nuestra vida se van sin que nos demos cuenta. La existencia es tan breve que uno tiene que preguntar, cuánto significa una sola vida en este universo tan vasto y inconmensurable. Uno puede sentirse parte de algo y de alguien, si se pone en el contexto no solo de quiénes somos, sino de quiénes fueron nuestros ancestros, así como quiénes serán nuestros descendientes y de los días que cambiaron nuestra historia. Yo les he contado los días que cambiaron mi existencia, pero estoy seguro que cualquiera de ustedes podría escribir un libro, porque todos tenemos historias que contar. Crean que lo que hacen cada uno de ustedes es capaz de salvar vidas en todas sus acciones. Ténganse la confianza, corran ese maratón y sigan corriendo, porque todavía están por hacer muchas cosas y beneficiar a mucha gente. Gracias por la pregunta.

48:15
Karla. Hola doctor, un gusto estar aquí. Mi nombre es Karla Huerta, me gustaría compartirle que laboro en Cahuic, una asociación civil que apoya a personas con cáncer y en ocasiones me ha tocado que niños me preguntan por qué les da cáncer a sus familiares, que si hicieron algo mal. Entonces toda esa información que nos brinda nos empapa de información para poder transmitirla de manera correcta. Me gustaría preguntarle cuáles son sus próximos proyectos aquí en México, bien dicen que un buen hijo siempre regresa a casa, para poderlo seguir y seguirnos llenando de información y poder seguir transmitiendo la de manera correcta.

48:53
Alejandro Madrigal. Muchas gracias Karla. Muy importante porque es lo que ahora me tiene más emocionado. Yo digo que estoy como volviendo a empezar medicina y iniciarme en mi carrera, porque en 2018 yo decidí que yo ya en el instituto había abierto registros, había educado muchos estudiantes, publicar otro artículo, otro estudiante con otra tesis, pues era bueno, pero que en México quizá podía yo aportar algo, traer algo a mi país que tanto me había brindado en el momento más difícil de mi existencia. Yo he dado, como he mencionado, más de 500 pláticas en diferentes partes de estos países que he estado, pero tenía yo que hacer algo más concreto y con estas nuevas terapias que les comenté de terapia celular avanzadas, sabiendo que la leucemia, como les mencioné en México, todavía en particular pediátricamente hay mucho que hacer, pues empecé a buscar maneras de regresar y hacer más cosas aquí y me nombraron profesor de la Cátedra de Excelencia del Tec de Monterrey. He creado con el doctor José Carlos Crispín, que también es un genio extraordinario de la medicina de la inmunoterapia, se entrenó también en Boston y con el apoyo de todo el Tec, en particular del doctor Luis Alonso, un grupo y incluso tengo la fortuna de que ya mismo he obtenido fondos para nuestro grupo, nuestro proyecto, una fundación que se llama Río Arronte, extraordinaria, un hombre que dejó fondos para la ciencia, para las aguas, para las adicciones. Además, me permite pues hacer el papel de inspiracional con ellos. Por ejemplo, cuando abren su curso de anual, yo voy con los chicos y pues tengo esa fortuna y además pues poder ayudar a otros pacientes, pero mi misión es tratar de traer estas terapias celulares, que se hagan en México, que no las tengamos que importar, que las podamos desarrollar aquí, pues ese es mi papel. Entonces estoy muy contento de que ahora estoy más en México, no tiempo completo, pero la mayoría del tiempo tratando de regresar más aquí. Gracias Karla.

51:04
Marcela. Yo soy Marcela Leyva y soy parte de una fundación, se llama Toca Compartir Es Vivir, en la que apoyamos a mujeres con cáncer de mama y gran parte de lo que les decimos es que la terapia ocupacional y los hobbies y el disfrute de la vida, ayudan muchísimo a mejorar los pronósticos, los diagnósticos y los tratamientos. Entonces mi pregunta es después de casi cuatro décadas entre laboratorios, tubos de ensayo y microscopios, ¿qué haces para no aburrirte? ¿Qué haces para disfrutar la vida?

51:37
Alejandro Madrigal. Yo no me aburro. La medicina para mí, yo alguna vez llegué a decir, pero no se lo dije a mi jefe, que yo trabajaría gratis por lo que hago porque realmente qué más fortuna tengo, hacer medicina con pacientes, enseñar, hacer investigación, sentir que el impacto es global, viajar, conocer colaboradores del mundo. Yo puedo agarrar el teléfono y llamar. Tengo pacientes que de repente me dicen estoy en Brasil, ah pues te puedo decir quién es el mejor médico y pedirle ese favor, que por favor le ayudo. Está viajando en China, me pasó esto, puedo hacerlo. Pero esa red que tenemos todos de colaboración, la medicina es extraordinaria porque es como una hermandad que nos permite colaborar con gentes. Pero si me permites extenderme, pues sí, también yo disfruto mucho, por ejemplo, la fortuna de tener a mi esposa, una tarde con ella, con una buena copa de vino, escuchando Mozart o escuchando Schubert, o escuchando un danzón, un tango a Gardel no tiene comparación. Me gusta pintar, no que diga que soy artista, pero me gusta pintar. Tengo mis… algunas de ellas mi esposa me ha dejado ponerlas en la casa, pero muy poquitas. Otras he tratado de regalarlas, pero nadie las quiere. He agarrado el violín hace cuatro años y solamente puedo tocar cuando mi esposa viene en el invierno para acá y cuando los perros no están ahí ladrando todo el tiempo y hemos tenido que cambiar vidrios de la casa y todo. Pero me entretengo mucho con ello. Con mi telescopio. Me gusta jugar mucho tenis. He tenido la fortuna de correr 3 maratones. El primero por error y eso me enseñó mucho, la verdad. Déjenme contarles porque sí fue una experiencia fantástica. Yo estaba en Boston en ese entonces, fue en 1985. Yo tenía un carro que mi esposa cuando llegamos a Harvard, pues empezamos muy debajo y ella empezó de baby sitter, cuidando niños y la mujer que le tomó mucho cariño le dijo tengo un carro ahí estacionado que no tiene nada y no lo dio por un dólar. No tenía piso, le puse como los picapiedras una madera y tocaba y yo frenaba así, no, no es cierto. Pero de alguna manera sí es cierto, tenía que ponerle una tabla, pero ese carro se volvió el auto para todos los mexicanos que estábamos ahí. Entonces me dijeron llévame a correr el maratón. Y en el camino me dice oye, por qué no corres aunque sea un principio, yo le dije a mi esposo bueno, voy a correr cinco kilómetros a ver si llego. Es una feria. Yo no sé alguno de ustedes ha corrido un maratón, pero el número de gente que entra, bandas, música, niños gritando, pues yo iba como brincando, como loco sin saber lo que iba yo a hacer. Yo llegué al kilómetro cinco y me sentía muy bien y le dije diez. Cuando llegué al 15 yo dije me lo he hecho, ya no voy a parar, me faltaban ocho, son 23 millas. Yo dije lo voy a correr, son 40 y tantos kilómetros. Ya no sabía lo que venía. Iba yo corriendo y llegué a la milla 18. En Boston La milla 18 le llaman ‘The Heartbreak Hill’, y arriba hay una escuela muy famosa de chicas que se visten especiales para todo. Entonces uno, vas así, de repente, llegas a la escuela y empiezas a correr ahí. Ahí ya me dio un dolor muy fuerte. Me metieron a una, bueno,me acerqué yo a una de estas clínicas de atención. Yo no lo creía, o sea, nunca había entrenado yo en mi vida, pero me dijeron pues ya súbete ahí a un autobús, ya me fui con la gente para subir y cuando iba a hacer eso dije no, aunque sea caminando o de rodillas, pero lo termino, esto lo tengo que hacer. Y llegué. No les quiero decir al otro día cómo me sentía, o sea, me vestí con mi mejor traje porque si no hasta me daban monedas cuando iba yo caminando.

54:57
Alejandro Madrigal. Pero de alguna manera eso me enseñó algo extraordinario, lo que somos capaces de hacer, el cuerpo humano y la fantástica capacidad que tenemos, que no la tenemos aquí, todo límite está en la cabeza. Mi maratón y todo lo que yo he hecho nunca lo imaginé. En esa calle de Comte nunca imaginé lo que iba a hacer. Y estaba aquí. Alguien me preguntaba ¿qué haces tú cuando se cierra una puerta? Un estudiante me preguntaba. Y mi madre decía siempre busca una ventana. Y eso es cierto. Yo no me pregunté muchas veces por qué no me voy a ir a Harvard, yo me iba a ir de alguna manera, yo tenía que irme de alguna manera. Esos maratones y otras cosas, me enseñaron en la vida, que todos, todos podemos hacer cosas extraordinarias y que todos podemos simplemente abrir ese cajón, esa puerta que está o esa ventana y ser capaces de hacer maravillas, si no es que milagros. Muy buena pregunta. Gracias y felicidades. ¿Quienes son donantes de sangre? Alcen la mano. ¿Tan poquitos? Cuando hay pacientes que se están muriendo porque no tenemos medio litro de su sangre, nada más con ir al hospital 20 minutos o media hora, le sacan la sangre y pueden salvar un paciente. Lo mismo. ¿Cuántos de ustedes están en registros de donantes no relacionados en México? Ninguno. Ah, una, que bueno. Actualmente tenemos un registro NMDP México. Búsquenlo. Lo único que tienen que hacer es llenar un cuestionario, les van a mandar como si fuera COVID, se hacen ustedes mismos la prueba, toman el DNA, lo meten en un sobrecito, lo mandan y ya están en el directorio de salvavidas. Van a ser ustedes el ángel que un día quizá le toquen a la puerta y les digan tienes la fortuna de salvar un paciente. Yo digo que he tenido la fortuna de cabalgar bajo los hombros de gigantes y la mayoría de ellos fueron mis estudiantes y muchos de ellos ahora son líderes en sus países, haciendo registros. En esta trayectoria que les he contado, he conocido genios, he conocido muchos de ellos premios Nobeles, he conocido también muchos que se creen genios o que se creen lo que no son. Una de las cosas más importantes en la vida es nunca llegar, nunca pensar que uno ya es ese genio. En mi trayectoria pasé con gentes que eran brillantísimas, pero de repente el ego los hacía flotar y no tocaban piso, no caminaban. Lo que más aprendí de estas gentes grandes que me enseñaron más, es la humildad, la sencillez, el tocar piso siempre. Yo creo que en esta vida si alguien me pregunta cuál es mi receta, yo diría son cuatro cosas. Resiliencia, consistencia, porque uno tiene que ser consistente. El tercero es bondad, porque es lo único que tenemos, el único don que tenemos es la capacidad de dar, dar amor, dar cariño, dar afecto, dar enseñanza, dar esperanza, que es lo más importante.

58:17
Alejandro Madrigal. Y el otro pues en cierta forma, tratar de hacer que este mundo sea mejor. Y eso con que todo el mundo pensara en eso, creo que tendríamos un mundo más homogéneo. Tengo en cada uno de ustedes un amigo, un reto. Muchas gracias, es un honor haber estado con ustedes. Les agradezco. He disfrutado mucho. Quiero agradecer las preguntas, han sido extraordinarias, me han conmovido, como ustedes han visto y estoy muy agradecido a ustedes y conversamos juntos. Ha sido un placer. Esto ha sido fantástico. Aprendemos juntos, yo aprendo de ustedes y ustedes han aprendido un poco de mí, creo. Gracias.