Necesitamos mujeres en la ciencia
Julieta Fierro
Necesitamos mujeres en la ciencia
Julieta Fierro
Astrónoma
Creando oportunidades
La ciencia nos demuestra que no tenemos la verdad
Julieta Fierro Astrónoma
Los retos complicados nos producen felicidad
Julieta Fierro Astrónoma
Julieta Fierro
Julieta Fierro es una eminente astrónoma y divulgadora científica mexicana, reconocida internacionalmente por su incansable labor en la promoción de la ciencia. Investigadora en el Instituto de Astronomía de la UNAM, ha ocupado cargos destacados en diversas instituciones científicas, tanto en México como a nivel internacional. Fue presidenta de la Comisión de Divulgación de la Unión Astronómica Internacional y miembro del Consejo Ciudadano del Canal Once, además de colaborar activamente con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).
A lo largo de su carrera, Julieta Fierro ha recibido numerosos premios y distinciones, entre ellos el Premio Kalinga de la UNESCO, uno de los galardones más prestigiosos en el ámbito de la divulgación científica, y la Medalla al Mérito Ciudadano del Congreso de la Ciudad de México. Es autora de más de 40 libros y cientos de artículos científicos y de divulgación, y ha sido una figura clave en proyectos educativos y museográficos en Latinoamérica.
Su labor se enfoca en hacer la ciencia accesible para el público general, inspirando a nuevas generaciones, especialmente a mujeres, a involucrarse en la ciencia. Con su enfoque innovador y entusiasmo por la enseñanza, ha transformado la percepción de la astronomía y la ciencia en general en México y Latinoamérica.
Transcripción
También quería ser mamá de 12 hijos, ya se imaginarán. Tenía mis peluches y yo quería que fueran bebés ya de veras. Quería tener una niña así bonita como Emma, por ejemplo. Y pues también quería trabajar en un circo y tener un elefante. Y todas las Navidades lloraba porque no llegaba el elefante. Cuando me invitaron a la India, dije «Ay, finalmente, voy a subir a un elefante». Bueno, me encontró el primer ministro, ya se imaginan las ceremonias maravillosas, pero en la parte de la India donde no había elefantes. No cumplí ninguno de mis objetivos infantiles. No soy mamá de 12 hijos, no tengo varita mágica, pero desde niñita sabía que iba a ser científica. Tengo dislexia y, aparte, pues mi lengua materna era el inglés y pues hablaba español, obviamente, porque vivo en México y soy mexicana, pero fui a un colegio francés.
Yo no podía leer. Me costaba mucho el trabajo. Aprendí a leer cuando tenía como 11 o 12 años, pero sacaba 10 en matemáticas, siempre. Yo creo que por eso pasaba de año, porque en esa época pues mandaban los exámenes a Francia a calificar, en barcos, se imaginan. Tardaba uno tres meses en saber si había pasado de año o no. Además, en mi casa había libros súper bonitos de ciencia con imágenes extraordinarias. Y pues ahí yo dije «Esto es la maravilla». Ya cuando aprendí a leer, pues más maravilla todavía. Pero cuando se murió mi mamá, yo tenía 13 años. Tenía una hermana mayor, un poquito más, y tenía dos hermanitos chiquitos, uno de dos años y uno de 11 meses.
Y Miguel, el más pequeño, tenía síndrome de Down. Y yo quería que aprendiera todo. Quería que aprendiera a escribir y a hablar y ciencia, por supuesto. Y él fue el que me enseñó a enseñar ciencia fácil. Entonces, mi mejor profesor de toda la vida fue mi hermano Miguel. Las cosas eran muy difíciles en la casa, eran otros tiempos. Las niñas se dedicaban al hogar y más si tenías hermanos chiquitos. Pero mi hermana y yo pensamos que teníamos que estudiar, que era nuestra salida en la vida. Y mi hermana, la grande, que tenía 15 años, que era la mamá, me dijo «No, tú eres tontita. Mejor estudia física».
Y yo dije «Ya, estaba mal. Para hacer carrera de astrónomo hay que hacer un posgrado». Pero ese semestre solo tomé dos materias optativas, una en la mañana y otra en la noche, para poder trabajar. En el día era yo intérprete simultánea. Una vez fui a una prepa a pedir trabajo y me dijeron que no. Yo creo que hasta la fecha se arrepienten. Y entonces, bueno, pues finalmente llegó el movimiento estudiantil del 68, era la época del amor y la paz, los hippies. Y entonces, pues, me fui de mi casa. Y yo dije «No, yo voy a estudiar y voy a ser científica». Bueno, pues aquí estoy ahora.
Esas dos materias que tomé en la facultad de ciencias, con Manuel Peimbert, que es uno de los grandes científicos mexicanos, y con Eduardo Schmitter, que después se fue a catequizar al África. Su clase en la noche, éramos tres alumnos, era la prehistoria de la física, éramos pocos estudiantes. Y tenía tarántulas vivas en la oficina, sueltas. Entonces estábamos tomando clase y pasaba la nena, así se llamaba una, así por el techo. Y bueno, pretendíamos que estábamos buscando a las estrellas, pero en realidad era el pánico de la nena. Eduardo sigue en África, en un lugar muy pobre. Y cuando yo era funcionaria de la Unión Astronómica Internacional, conseguí un telescopio fantástico. Y le escribí, le dije, «Eduardo, te voy a mandar un telescopio para tu comunidad». Me dijo, «No, pues no puedo, porque si alguien ve que llegan cajas, se las van a robar. Van a pensar que es algo muy valioso».
Y todavía estoy en el Consejo Ciudadano del Canal 11. Y así, luego lo invitaron a escribir un libro. Y me dijo, «Escríbelo tú». Y me siguen invitando a escribir libros. Así es que Manuel, aunque está muy desilusionado de mí, es el que me dio el regalo de hacer divulgación. Bueno, pues esa es Julieta Fierro. Ah, bueno, tengo dos hijos nada más. Un perriñeto y un nieto. Y cuando empezó la pandemia, a él todavía no cumplía ni tres años. Entonces, a mi hijo se le ocurrió que yo le diera clase todos los días, por internet.
Y entonces me pasaba el día pensando cómo le enseño yo a este niño a leer, a escribir, matemáticas, ciencia. Compré libros de magia y veía cosas de experimentos. En fin, se me pasó un poco la mano, como con mis pobres hijos. Porque yo quería que él aprendiera. Como mi mamá se murió cuando uno de mis hermanos tenía dos años y su mamá se murió cuando ella tenía dos años, yo pensé, «Yo me voy a morir cuando mis hijos sean chiquitos». Entonces, yo les enseñé inglés y a leer y a escribir y matemáticas desde que eran bien chiquitos, pobres. Pero bueno, uno las riega a veces como mamá, sin querer. Entonces, a mi nieto le apliqué la misma técnica de educación universal por internet. Y él también me enseñó mucho a cómo usar las redes sociales para explicar la ciencia. Y escribí un libro.
O sea, cada día que le daba clase, escribía un capítulo de hoy hicimos esto para la clase de matemáticas. Lo que sea, multiplicar, recortar de estos muñequitos, que recortas uno, se hace en muchos, por ejemplo, pues puras cosas así, súper simples. Crecimiento exponencial. Bueno, es un barco de papel con una hoja, con media hoja de un cuarto de hoja, un octavo de hoja. Entonces estaban dos barquitos cada vez más chiquitos. Y así, entonces, pues le enseñé muchas, muchas cosas. Hace poco, en la escuela le pidieron, tiene siete años, les dijeron a todos los niñitos que tenían que llevar cien cosas y explicar cien cosas. Y alguien llevó cien clips, y alguien llevó cien dulces, y así. Y llegó mi nieto y dijo «Aquí están». Y no había nada. Entonces, el maestro dijo «¿Pero dónde están tus cosas?». «O sea, aquí, aquí hay átomos». Se me pasó la mano.
Se tienen que poner aquí, muy cerquita de mí. Vengan, los tres. Pasen, pasen, suban. No les va a pasar nada, no se los va a comer un dragón. A ver, tú ponte aquí, tienes que estar muy muy cerquita de mí. Y tú aquí, que se me vea la cara aquí entre las dos, y tú aquí, para que te dé la luz. ¿Se ven los tres? Sí. ¿Sí? Ok, entonces van a cerrar los ojitos y yo les voy a dar una cosita, ponen las manos en la espalda.
Entonces yo les voy a dar a cada quien una cosa. La pueden tocar, no la pueden ver. Pueden abrir los ojos, pero no vean la cosa. Entonces aquí yo me voy a asomar entre ellas. Tienen que decir qué es, para qué sirve, de qué color es, a qué huele, para qué lo van a usar. Pues, bueno, lo que pregunta la ciencia, ¿no? Queremos saber. Entonces vamos a ver. ¿Tú qué tienes ahí? Yo voy a responder lo que ella diga para que se escuche.
Una esponja. ¿Qué? Una esponja. Una esponja, muy bien. ¿De qué color? Blanca. Blanca, una esponja blanca. Perfecto. ¿Y tú qué tienes? Unos plumones.
Unos plumones, perfecto. ¿Color, sabor, olor? De diferentes colores. De diferentes colores. Plumones de diferentes colores. ¿Y tú qué tienes? Como unas letras. Unas letras, muy bien. Algo de plástico. Algunas letras de plástico.
Es decir, eso me gusta de la ciencia, que siempre se renueva. Siempre hay cosas nuevas que inventar. Y a diferencia de la vida diaria que te critican y te sientes fatal, en la ciencia es al revés. Si te equivocas, pues avanzas. Si vas a un congreso y te dicen que está mal, en lugar de sentarte a llorar en la noche. Bueno, lo haces, pero finges que no. Te permite avanzar. La ciencia se evalúa todo el tiempo. Nuestros alumnos, nuestros colegas, cuando mandas un artículo a revisión, en fin, en los congresos, las universidades te evalúan, el CONACYT te evalúa. Pero eso le da fortaleza a la ciencia.
Entonces, a mí lo que me fascina de la ciencia es su libertad y su diversidad. Además, ¿sabes qué, Brenda? Que la ciencia es una fuente inagotable de felicidad. Y para demostrar eso va a pasar el galán que está a tu lado, y usted que está ahí tan seriecito, y usted, por favor, la señora de los aretes bonitos. O ellas, tú ya pasaste, Brenda. ¿Qué pasó? ¿Se pueden poner de pie aquí los tres? Y me traen mi bolsa de sorpresas, por favor. Muy bien. Bueno, entonces, ¿por qué hacer ciencia?
Bueno, porque todos buscamos la felicidad, ¿verdad? Todos. ¿Qué características tiene la felicidad? Pasa. Yo estoy feliz de estar aquí, y me aplauden y todo el mundo me trata muy bien, pero al rato, qué sé yo, hay un embotellamiento, y ya no voy a mi casa, y se inunda el coche, y bueno, ya pasó la felicidad, ¿verdad? A ti te consta qué pasa. Otra cosa que pasa es que la felicidad es relativa. Depende con quién nos compare. Vamos a suponer que a ti te doy este chocolate, y dices, «Claro, se dio cuenta que soy lo máximo”, pero ¿qué tal si a ti te doy dos chocolates? entonces tu nivel de felicidad ya bajó, ¿verdad?
Pero ¿saben qué también produce felicidad? La familia, sobre todo después de la pandemia. Los amigos, los amigos, hay que tener amigos. Por eso muchos viejitos nos deprimimos porque se van muriendo nuestros amigos. Hay que buscar nuevos siempre. Pero algo que siempre produce felicidad son los retos. No los retos triviales, no los retos inalcanzables, sino los retos complicados. Que es lo que nos ofrece la ciencia. Nos empuja a retos complejos todo el tiempo. Yo soy la peor cocinera del mundo.
Si no me lo creen, mis dos hijos se casaron con chefs. ¿Cómo estaría la cosa? Si me piden que haga una quesadilla, a veces me salen. No siempre, pero bueno. O sea, eso no es un reto para mí. Pero ¿qué tal si tú me invitas? Se ve que sabes cocinar. Y me explicas. Entonces para mí sería un reto muy difícil, pero si logro que me ayudes a hacer un guiso, pues voy a estar feliz. Pues la ciencia tiene eso.
Todo el tiempo nos confronta con retos. Todo el tiempo. No retos triviales, o sea, no es hacer suma. No retos imposibles, no es que yo quiera llegar a la luna, ¿verdad? Pero sí retos difíciles. Y esto produce felicidad. Y es algo inacabable. Es decir, ser científico hace que te despiertes con curiosidad, con ganas. Y te duermes cansado, pero contento. Así es que esa es una cualidad maravillosa de la ciencia. Es una fuente de felicidad.
Y me parece tan interesante que haya tantos campos diversos de las matemáticas y que cada una de ellas sea deslumbrante. Fíjate que cuando estoy triste y digo «Tengo que salir de esta depresión», lo que hago es buscar un libro de matemáticas, de estas matemáticas recreativas, pero interesantes, y se me quita la depresión. Porque pienso, habiendo mentes tan extraordinarias, ¿cómo es posible que esté yo triste? Así es que las matemáticas han sido mi medicina toda la vida. Qué bueno que te dedicas a eso. Bueno, para mí es tristísimo cómo se enseñan las matemáticas en las escuelas, empezando por los quebrados. Yo les pregunto a ustedes por aquí, ¿cuántos de ustedes han usado los quebrados en la vida diaria? La división de quebrados. No, ¿verdad? Y en la escuela no lo enseñan de manera lógica.
O sea, los quebrados los invitaron los babilonios, los egipcios, para poder dividir, bueno, no cuadritos de papel, sino tortillas, sus panes redondos. Es más fácil dividir una cosa en cuatro o en ocho que en cinco o diez. Y contaban de doce en doce, porque tenemos tres falanjas en cada dedo y podían multiplicar. Y la base de numeración era 60, porque diez solo se puede dividir entre, bueno, tú sabes mejor que yo, entre uno, dos, cinco y diez. En cambio, 60 se puede dividir entre dos, tres, un montón de números. Y entonces era más fácil usar fracciones. Por eso nuestros relojes tienen 12 horas y divididos en 60 minutos y 60 segundos. Y la circunferencia tiene 360 grados, que es más o menos el tiempo que al sol se tarda dar una se tarda en dar una vuelta la Tierra. Y solo en cinco días quedan de fiesta o de encerrarse, dependiendo de la cultura. Es decir, no nos enseñan matemáticas de manera lógica.
Si nos regalaron un cuadrito de papel, vamos a dividirlo en cuartos. ¿Cuántos pedacitos necesitamos para que a cada quien le toque igual número de cuartos? Entenderíamos porque queremos multiplicar fracciones. Si somos cinco personas en lugar de cuatro. Es decir, así los niños verían la lógica de los quebrados. No tenían que memorizar nada. Entonces a mí me duele, supongo que como a ti, que se enseñen las matemáticas de manera memorística. Las tablas de multiplicar de memoria. Así es que sí, yo cambiaría el sistema educativo. Y si nos empecinamos en enseñar fracciones, pues que sea de manera que se entienda. Gracias. Y que disfrutes mucho.
El problema son los entornos sociales, lo que tú decías al principio. Es decir, las mujeres tienen varios mitos que las anteceden. Vivimos sumergidos en una historia. Si me dan una bolsa les puedo platicar a qué me refiero. Gracias. Todos hemos leído la historia de Adán y Eva. ¿Y qué es lo que dice? Bueno, que nosotras somos las culpables de todo y nuestros hijos también, y sus hijos, y sus hijos, porque las mujeres fuimos malas. O sea, ya tenemos taches de entrada. Y además no tenemos derecho al árbol del conocimiento.
Tú sí. Entonces, sin querer, vivimos sumergidos en esta historia, que es un mito, pero sin querer pensamos en eso. Nosotras no podemos. Hay otros mitos más complejos. Estaba una diosa en el Templo Mayor y llegó una plumita y la embarazó. Casualmente. En varias religiones también casualmente se embaraza la mujer. ¿Y qué hizo su hermano? La destazó, la aventó por las escalinatas del Templo Mayor y de ahí salieron las estrellas. ¿Qué nos dice ese mito?
Que las mujeres tenemos que sufrir para dar la luz. Entonces vivimos en esta cultura del sacrificio, pero son mitos. Entonces ese es un problema que tenemos sin querer por las tradiciones. Y eso hace que las mujeres en general no sepamos pedir ayuda. Además, mi generación trató de que las mujeres que estudiamos física destacáramos. Teníamos que ser unas buenazas, porque si no, no nos iban a hacer caso. Teníamos que recibir premios, reconocimientos. Silvia Torres, por ejemplo, fue la presidenta de la Unión Astronómica Internacional, ella es un poco mayor que yo. Es decir, ella tuvo que demostrar que podía. Entonces las mujeres que ahora se meten a estudiar ciencia creen que tienen que ser muy buenas.
Sí los puse a remojar. No pasa nada. Es decir, ese mito de la mujer perfecta no es necesario. Podemos ser investigadores comunes y aportar muchísimo a la ciencia. Ese es un problema. Pero el problema más grave es el siguiente, que no hay condiciones para que las mujeres sean científicas. Entran a la licenciatura, están felices y resulta que tienen que hacer un posgrado. Y entonces tienen que hacer un posgrado de preferencia en otro país y después una estancia postdoctoral y después conseguir un puesto de trabajo. ¿Y cuándo van a tener a los hijitos, a los 50 años? No pueden.
Ni tienen la fuerza física, ni pueden. Y no hay condiciones para que las mujeres mexicanas puedan hacer posgrados y al mismo tiempo tener hijos. No se prolongan las becas de posgrados si te embarazas. En México no hay guarderías en las universidades. En los hospitales norteamericanos, esos grandísimos, hay guarderías. Y todas las enfermeras, los afanadoras, los médicos y los pacientes pueden tener a su niño en la guardería. Entonces el ambiente es más tranquilo. Aquí debería haber guarderías desde la prepa, porque muchas niñas abandonan la escuela cuando se embarazan de jóvenes. Tiene que haber guarderías en las universidades, en los centros de investigación, como hay en los países adelantados. Y en México, además de quitarse las guarderías, se quitaron las escuelas de tiempo completo.
Entonces las mujeres estamos muy desfavorecidas. Necesitamos las condiciones para que las mujeres puedan ser científicas. Y son necesarias, por supuesto. No sé si algunas de ustedes son muy jóvenes, pero les han hecho la pruebita del cáncer de mama. Es un apachurramiento que ni se imagina. ¿Ustedes qué creen, de hacer a los señores les apachurraran así sus partes, no hubieran inventado algo mejor? La mitad de las mujeres jóvenes del mundo sufren de problemas menstruales. Todas las mujeres adultas pasamos por la menopausia. ¿Y qué pasa? No, las mujeres están en sus días.
Es tan rara. Pues cambió la hormona. No, estamos sufriendo. ¿Qué tal los cinturones de seguridad de los coches? ¿Qué tal que no hay chalecos antibalas para las mujeres? Necesitamos mujeres en la ciencia. Pero para eso necesitamos cambiar las condiciones sociales para que puedan prolongar sus estancias y puedan tener los hijos y además poder ser investigadoras. Tenemos que lograrlo. Muchísimas gracias por tu pregunta.
Así que mi sugerencia es que si les cuesta algo el trabajo, bueno, pues traten de pasar esa materia, aunque sea con dificultades, y la que les guste más, pues se dediquen más a ella. Yo siempre sacaba 10 en matemáticas, como les dije. Y una vez en la facultad de ciencias, no saqué 10 en matemáticas. Yo nunca estudiaba, me parecían evidentes las matemáticas. Y entonces fui con el profesor y le dije, «Oye, ¿cómo que me reprobaste?” No cabía en mi mente. Y me dijo, «Pues sí, mira». Y desde entonces me di cuenta que no sabía. Entonces empecé a estudiar la clase. Antes de ir a la clase, no faltaba clase y estudiaba después de la clase. Y desde entonces todos los días estudio un rato, lo que sea.
Pero estudio cada día. Y yo soy de la opinión que así tiene que ser. Existe un proyecto de la UNESCO que se llama la educación de por vida como derecho humano. Se creó hace poco, yo soy parte de los asesores. Y la idea es que todos sepamos que podemos aprender. Aunque nos sentamos negados, que yo siento que soy negada a la cocina, pero bueno, sé que tal vez podría aprender si alguien me ayudara mucho. Por ejemplo, trato de tocar el piano, soy malísima, pero digo, bueno, si yo tengo que poder tocar el piano. También se trata de que la educación básica puede ser híbrida. Es decir, si estamos tomando una materia y no la entendemos, que podemos tomar la misma clase con otro docente. Porque cada persona piensa y entiende las cosas de manera diferente.
No importa que tenga algún tipo de discapacidad. Mi hermano Miguel inventó su propio idioma. Bueno, él hablaba diferente y todos aprendimos, bueno regular, a entender lo que nos decía. Después, la idea es que aprendamos todos a actualizarnos. Es decir, que sepamos que nuestras habilidades van a tener que cambiar. Y más ahora, con todas estas herramientas nuevas, con tanta tecnología, pues dentro de 20 años ya no va a ser la misma. Y después que algunos de nosotros nos tengamos que reinventar, porque la oferta de trabajo va a cambiar. Entonces, este instituto lo que quiere es que la educación sea de por vida y que todos podamos aprender cuando queramos, lo que queramos. Y además, que sea un derecho universal. Y que incluya a la cultura.
Y por eso estoy yo ahí, para tratar de que la ciencia también sea parte del acervo cultural al alcance de todos. Va a ser difícil porque hay muchísimas lenguas en el planeta y culturas distintas. Y tener suficientes materiales gratuitos masivos a distancia para todos va a costar mucho trabajo, pero hay que empezar.
"A mi nieto le apliqué la misma técnica de educación universal por internet."
La luz, la luz. ¡Ay, pobres! Acabo de aniquilar a varios ponentes. Bueno, si no, repártanselo. Ahí está. Bueno, entonces, ¿cómo pueden saber que ustedes son tan creativos como cualquier científico de la humanidad? Cada semana, el mismo día, a la misma hora, van a inventar algo con su clip. A ver, inventen algo Inventen algo Muy bien, ¿qué inventaste? Un corazón. Un corazón, ¡bravo! Una base para celular. ¡Guau! Una base.
Un tripié. Muy bien. Y una pulsera. ¡Una pulsera! Rapidísimo, además. ¡Qué habilidad manual! Entonces, vean, todos ustedes, en menos de un minuto, inventaron hacer algo nuevo con el clip. Entonces, cada semana, el mismo día, a la misma hora, inventen algo nuevo. Van a ver que dentro de seis meses van a decir, «No se me ha ocurrido nada, ya llega el día nefasto, ¿qué voy a hacer?” Les va a entrar una ansiedad loca. Pero su cerebro va a estar entrenado para hacer innovación. Y van a ver que el día que se levanten, van a despertarse con la solución de qué van a hacer con el clip ese día. Y se van a dar cuenta que son capaces de inventar, de innovar, todos.
Así es que no hay que ser genio para poder hacer innovación, descubrir cosas nuevas en la ciencia. Es cosa de entrenar su cerebro a pensar, y ustedes lo van a hacer con un clip.
¿Pero qué pasó? Se perfeccionaron los posicionadores globales, y por eso ahora tienes Waze, Google Maps, todas estas innovaciones. Pero por eso los países más adelantados invierten tanto en ciencia básica, en esta ciencia que parece que no sirve para nada, porque crea tecnología y productos de innovación que nos favorecen a todos. Los astronautas, por ejemplo, ¿por qué tienen todos ustedes tenis más cómodos? Porque los hicieron para los astronautas. ¿Por qué tenemos la cosita para abrir el paquete de papas fritas, esa muesquita? Es porque les mandaban comida a los astronautas y no podían abrir la bolsa. Entonces, se inventó lo de la muesquita. Hasta en las cosas más triviales está muchas veces la ciencia básica. Hay veces que es innecesaria.
La NASA hizo una pluma atómica para los astronautas y los rusos mejor usaron un lápiz. Y el desarrollo de la plumita costó millones de dólares. A mí me emociona una cosa en particular. Como seguramente sabes, la astronomía se ha hecho usando la luz y la radiación en general, ondas de radio, etcétera. Es decir, lo que llega de las fuentes de luz del universo. Y hemos estudiado objetos que tienen edades de 13 mil millones de años. Y lo más antiguo que podemos ver del universo es de cuando el universo tenía 380 mil años de existencia. ¿Por qué sabemos eso? Porque los astrónomos siempre vemos hacia el pasado. Vamos a suponer que la luz de ella tardara 10 años en llegar hasta donde yo estoy.
Ahora las mujeres si hacen ultrasonido ya saben cómo estaba el bebé chiquitito, su corazoncito ahí latiendo. Bueno, pues los astrónomos no sabemos qué pasó antes de 13.800 millones de años. ¿Y por qué no sabemos? Porque la luz más antigua que nos llega es cuando el universo se hizo opaco. El sol es una esfera de gas, no es transparente. Entonces, lo que pasa dentro del sol no lo vemos. No vemos a las partículas de luz allá dentro del sol. Lo vemos cuando el sol se hace transparente y pueda pasar la luz. Es como desde la estación espacial, donde hay nubes no se ven los continentes. Y ahí están, pero no se pueden ver.
Por eso en las fotos de la NASA siempre se ve México, porque es donde está despejado. Si ven las fotos de África o México, porque es donde no hay nubes. Entonces, el sol es opaco y el universo temprano era opaco también. Pero ahora se han descubierto unas partículas, bueno, se descubrieron hace tiempo, que se llaman neutrinos. Y estas sí pueden atravesar todo. Las que se forman en el interior del sol atravesan y llegan a la Tierra y aquí las podemos estudiar. Entonces, podemos saber qué sucede en el interior del sol. Y con estas partículas podemos, esperamos poder estudiar la orilla de los hoyos negros. Y cuando ya llega la materia, ingresa ya para nunca poder salir jamás, pero también vamos a poder estudiar el universo cuando tenía 10 segundos de vida. Entonces, a mí eso es lo que me emociona.
La física más contemporánea, más compleja de todas, y que la podemos estudiar ahora el universo de otra manera. Es como si yo te regalara otro sentido. Tú puedes ver, escuchar, oler, tocar al ser amado. Pero ¿qué tal si te diera otro sentido de repente? Para explorarlo, ¿te imaginas qué maravilla? Pues eso nos ha regalado la ciencia en tiempos recientes. Nos regaló las ondas gravitacionales, esto que platicaba de los celulares. Ahora nos está regalando los neutrinos. Y muchas otras herramientas modernas. Y eso es lo que me maravilla, ver al universo de otra manera.
Por ejemplo, para explicar cómo encontramos la distancia de las estrellas. A ver, pon tu dedo aquí cerca de tu cara. Y vélo con un ojo y con otro. Ve un ojo y después… Todos háganlo, por favor. Para que sean astrónomos de bolsillo saliendo de aquí. Entonces, ¿qué le pasa al dedo? Respecto del fondo, brinca, ¿verdad? Voy a ponerlo lo más lejos que pueda. Lo más lejos.
Ahora, vuélvelo a hacer en lo más cerca. ¿Cuándo brinco más? Cuando está cerca. Entonces, ¿cómo hacemos los astrónomos para saber la distancia de las estrellas? Pues lo mismo, ¿verdad? Vemos a las estrellas desde dos puntos de vista de la órbita terrestre. Y por eso sabemos si están lejos o cerca. Es la técnica del brinco del dedo. Entonces, lo que yo trato es de explicar las cosas así. De manera fácil.
Y también trato de que la ciencia sea divertida. O sea, por ejemplo, ahora ya se sabe que los extraterrestres podrían no ser verdes. ¿Y por qué lo sabemos? Porque se han descubierto planetas extrasolares que vienen vestidos como tú. Son morados. A ver, ponte en plan «soy un planeta». Muy bien. ¿Por qué? Están buscando planetas con estructura verde, como tus pantalones. Pero no se encontraron, ni se encontraron los morados.
Y resulta que hay unas bacterias en la Tierra que no usan fotosíntesis con el sol, sino que utilizan radiación infrarroja, la del calor. Y no usan oxígeno para su fotosíntesis. Usan compuestos azufrados y nitrogenados. Entonces, ahora se piensa que es posible que haya planetas donde no evolucionan las plantas tipo clorofila, sino este tipo de organismos que son morados. Así es que ahora los extraterrestres son morados. Eso me gusta de la ciencia. Que se entienda por qué es así. ¿Por qué podemos saber estas cosas? Yo los invito a que se acerquen a la ciencia. Aunque sea por el gusto o por curiosidad, igual que nos puede gustar una canción o tomar clases de mambo o lo que sea, por el gusto, por el gusto de descubrir las mentes humanas.
¡No sabemos! Entonces si se presenta un extraterrestre, pues hay que ir averiguando cómo le platican, ¿no? Entonces incluso los lingüistas se pueden acercar a la ciencia. Las ciencias modernas son multidisciplinas, son divertidas. Y se siente uno feliz cuando se acerca a ellas. Y bueno, si se dedica uno a la ciencia, pues aquí tenemos una matemática que sonríe ante a la ciencia. ¿Sí? ¿Me traes mi libro, por favor? Además, la ciencia tiene una cosa muy importante, que es que permite la libertad. Muchas gracias por estar aquí. Gracias por sus preguntas.