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El teatro nos enseña que equivocarse no es un drama

Blanca Portillo

El teatro nos enseña que equivocarse no es un drama

Blanca Portillo

Actriz


Creando oportunidades

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Blanca Portillo

Actriz, directora, productora… pero por encima de todo, Blanca Portillo se define como “intérprete”, enamorada de la comunicación y de la conexión con el otro.

“Alguna vez os habrá pasado que habéis sentido una emoción y se lo habéis contado a alguien, y esa persona se ha emocionado con vosotros. Se le han saltado también las lágrimas o también se ha reído. Yo tengo el privilegio de vivir eso cada día de mi vida. Y eso es lo más hermoso que me ha dado esta profesión. Sentir que lo que yo siento es real y llega al que está al otro lado, y lo compartimos”, afirma.

Licenciada por la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza, Blanca Portillo recuerda el aprendizaje que recibió de su maestro Pepe Estruch al terminar los estudios. “¿Y ahora qué?”, preguntó la actriz. “Ahora aguanta”. Y eso hizo.

Su larga trayectoria se asienta en grandes éxitos en cine, teatro y televisión, como el memorable personaje de Carlota en la serie ‘Siete Vidas’, y sus valientes interpretaciones como inquisidor del siglo XVII en la película ‘Alatriste’ o Segismundo en ‘La vida es sueño’ bajo la dirección de Helena Pimienta.

Ha trabajado con grandes referentes del cine y el teatro como Pedro Almodóvar, Miloš Forman, José Luis Gómez, Jorge Lavelli o Tomaz Pandur, y ha recibido entre otros galardones, el Premio Max a la Mejor Dirección de Escena por ‘La Avería’ y el Premio Nacional de Teatro en 2012.


Transcripción

00:21
Blanca Portillo . ¿Qué tal? Encantada de veros por aquí. Es un placer estar con vosotros. Estoy un poco nerviosa, lo digo ya para que lo sepáis. Y me encantaría que pasemos un buen rato juntos conversando. No sé si lo que tengo que contaros os puede ser de interés, pero lo voy a intentar. Mi nombre es Blanca Portillo, también conocida como Rojiblanca Portillo. Soy del Atlético de Madrid de toda la vida. Y me declaro adicta a la interpretación. Es lo que más me gusta en el mundo y a lo que dedico todo mi tiempo, toda mi energía y toda mi pasión. Me encantaría compartir con vosotros cómo empecé en esto y por qué lo amo como lo amo. Primero, porque me cambió la vida. Y segundo, porque es lo que más me ha enseñado en todas las vivencias que he tenido. Ha sido mi guía, lo que me ha abierto las puertas al mundo, lo que ha hecho que me conozca a mí misma mejor, y a los demás.

01:24

Yo soy la cuarta hija de ocho. Somos ocho hermanos de una familia de lo más normal. Más bien tirando a una economía baja. Mi padre falleció cuando yo tenía 18 años. Empecé a estudiar formación profesional al terminar la EGB. Lo que entonces era la EGB. Y estudié formación profesional de Administrativo. Cuando tenía 13 o 14 años no sabía muy bien lo que quería ser en la vida, no tenía ni la más remota idea. Me encantaba la idea de contar historias, porque reconozco que he sido lectora desde muy chiquitita. Porque, probablemente, como no me gustaba mucho la vida que tenía, la mejor manera de escapar era leyendo. Yo me metía dentro de un libro y vivía ese libro, y vivía lo que vivían los personajes y me trasladaba a otros lugares, a otros mundos, a otras ciudades, a otros paraísos, y eso me hacía escaparme de una realidad que, ya os digo, no me gustaba mucho.

02:31

Después de estudiar formación profesional decidí que si quería contar historias o estar en contacto con la gente, que eso me gustaba mucho también, la mejor profesión que podía elegir, no os riais, era azafata de congresos. ¿Por qué? Pues no lo sé. Me parecía interesante estar con gente, poder compartir, y si tenías un congreso, pues seguramente aprendería cosas y podría, bueno, pues crecer, de alguna manera. Empecé a estudiar esto. Hice unos cuantos congresos en los que me aburrí como una ostra. Te ponían un uniforme y lo único que tenías que hacer era decir buenas tardes, pase por aquí, buenas tardes, pase por aquí… Y aquello no era ni contar historias ni estar con la gente. Pero tuve la fortuna de tener un profesor. Un profesor que nos daba Geografía turística. Y él tenía un grupo de teatro. Yo no tenía ninguna relación con el teatro. En mi vida personal… Sé que mi madre y mi abuela eran gente a la que le gustaba ir al teatro y al cine, pero yo no había ido más que una vez en mi vida. No más.

03:43

Entonces, yo me enamoré de ese profesor. Era tan fascinante todo lo que contaba, era tan inteligente, tan maravilloso… Fue un amor muy platónico, no os creáis. Sentarte a escucharle era como leer un libro, viajar a otros lugares. Te abría la cabeza, te hacía analizar las cosas de una manera diferente. Entonces, él iba eligiendo a personas para que entraran en su grupo de teatro, que eran un poco los selectos, el grupo de los exquisitos. Durante el primer año yo no entré, y al segundo año me invitó a participar en el grupo de teatro. Yo por aquel entonces estaba muy obsesionada con Lorca. Siempre me ha gustado desde que era muy jovencita, y toda su historia alrededor, todo lo que le ocurrió. Y ese momento de la historia de España, que me tenía como muy fascinada. Un poeta tan maravilloso que de repente lo perdimos de una manera tan extraña. Y él estaba haciendo una obra sobre Lorca, curiosamente.

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Entonces yo, con tal de estar en ese grupo, dije: «Pues vámonos para allá». Yo tenía un novio con el que me iba a casar. Teníamos un piso ya, teníamos un montón de cosas más o menos hechas. Yo tenía 18 años, era muy joven, pero lo tenía como muy claro, que era, de alguna manera, el hombre de mi vida, y que, por otro lado, estaba mi profesión o mi carrera. Entonces, cuando empezamos a hacer teatro, yo descubrí un mundo completamente extraño que me hacía viajar de verdad, no leyendo, el personaje era yo y la que vivía las cosas era yo. Hubo un día en un ensayo que alguien que estaba viendo ese ensayo se acercó a mí y me dijo: «Me has emocionado mucho». Y aquello ya se convirtió en el colmo de los colmos, pensar que la emoción que yo sentía mientras hacía ese trabajo, o esa investigación, porque ni siquiera era un trabajo, traspasaba mi propio ser y conectaba con otro que estaba enfrente y le producía una emoción, eso ya fue como decir: «No puede ser, esto es magia. O sea, lo que yo siento, puede sentirlo alguien fuera, diciendo cosas y viviendo cosas, no leyéndolas».

06:06

A partir de ese momento decidí que eso era lo que quería hacer. Ahí se aunaban las dos cosas que más me interesaban, que era contar historias y estar con gente, porque gran parte de este trabajo tiene que ver con la idea de equipo. La interpretación no existe como algo en sí mismo, tú contigo mismo, sino que tiene que haber primero un receptor, y después, gente con la que compartes eso. Recuerdo que yo no sabía que esto se estudiaba. Entonces, ese novio que tenía me dijo: «Pues sí, hay un lugar que se llama la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Madrid». «¿Y allí qué se estudia?». «Pues vamos a verlo». Yo me acerqué. Entonces estaba en la plaza de Ópera, donde hoy está el Teatro Real. Me presenté a unas pruebas donde te pedían que interpretaras un texto en verso e hicieras una improvisación y un examen escrito. Y me cogieron, y aprobé.

07:10

Y entonces empecé a estudiar. No volví a subirme a un escenario hasta que no acabé la formación. Y al terminar, había un señor por ahí muy importante que se llamaba José Luis Gómez, que es uno de nuestros grandes actores y directores, y productores, que convocó pruebas para una obra de teatro cuando yo ya estaba en tercero, terminando. La obra era «Bodas de sangre». La vida rimaba, volvía a aparecer Lorca en mi vida. Y yo no quería presentarme a las pruebas porque recuerdo que estaba metida en la escuela tan feliz, metida en aquella placenta ideal, donde estábamos todo el día hablando de teatro, y creando, y salir ahí afuera era enfrentarse a la profesión, que para mí era como un mundo que me producía mucho terror porque no sabía cómo funcionaba eso.

08:04

Y yo me acuerdo que mi maestro, Pepe Estruch, me dijo: «No tengas miedo, preséntate a esa prueba y si te coge, sal de aquí, porque tienes que salir, en algún momento tienes que salir del lugar donde te están educando y poner en práctica lo que has aprendido». Me presenté a las pruebas casi a punta de pistola, porque yo no quería. Y el señor Gómez me cogió. Entonces, eso me impidió hacer el cuarto curso, que era ya solamente un montaje. Entonces, tuve que renunciar al montaje, pero me abrió las puertas al teatro profesional. Nada más terminar, con 21 años.

08:44

Me di cuenta de que lo que había aprendido, yo sentía que no me iba a valer para nada. Porque uno cree, mientras está aprendiendo, que lo que te enseñan… Dices: «¿Y esto para qué?». Y luego resultó que todo lo que había aprendido lo podía volcar en ese trabajo. Y el propio Gómez me dijo que tenía una buena formación, porque era consciente de mi cuerpo en el espacio, sabía manejar mis emociones, la voz estaba colocada en su sitio, era capaz de entender lo que significaba un personaje dentro de la estructura de la función. Quiero decir, empecé a darme cuenta de que todas aquellas asignaturas que a mí me parecía que no eran de teatro, que eran de estudiar, eran superútiles.

09:24

Entonces, bueno, me metí en esa compañía y me fui de gira. Y ahí hubo otro momento crítico en mi vida, porque decidí que eso de casarme y de irme a vivir… No tenía ningún sentido. Que el mundo era inmenso, que la vida estaba llena de retos, llena de lugares por conocer, personas con las que compartir, y que significaba ser dueña de mi vida. Y si me quedaba en mi casa con mi maravilloso novio aquello no iba a funcionar, porque era como incompatible, de alguna manera. Yo quería seguir corriendo y andando. Así que, de alguna manera, eso marca un punto de inflexión en mi existencia, y a partir de ahí tengo la suerte de no haber dejado de trabajar más de seis meses en mi vida.

10:20

Pensad que esto eran 20 o 21 años y tengo 55, con lo cual, no tengo más que un enorme agradecimiento al empujón de mi maestro cuando me dijo: «Preséntate a esas pruebas». Y a ese novio que me dijo: «Existe la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza», sin saber lo que estaba haciendo. Y esto es un poco el origen de por qué me dedico a esto. Nunca he dejado de hacerlo porque siempre es distinto, porque me ha enseñado tanto, aprendo tanto cada día de las personas con las que trabajo, de la gente que se sienta delante a ver una función, he conocido países, maneras de pensar, me ha abierto tanto la cabeza, me ha enseñado tanto, que cada día sigue haciéndolo y por eso creo que no se me quitan las ganas nunca y me sigue produciendo una enorme emoción y un enorme vértigo. Con los años me da cada vez más miedo. Así que si alguien piensa que esto con los años se va quitando, se equivoca.

11:27

El miedo va en aumento, porque a mayor tiempo en esto y a mayor experiencia, mayor responsabilidad. Antes hacías un personaje que salía, decía buenas tardes y se iba. Ahora tienes un monólogo de 50 páginas. Con lo cual, la responsabilidad va siendo cada vez mayor, y el miedo va en aumento. No sabes lo que la gente espera de ti, se espera a veces demasiado, te crea una enorme inseguridad, pero aun así me sigue haciendo tan feliz. Y el día que pierda el miedo, pues lo dejaré, porque si no me da miedo ya no me interesa. Sentiré que ya lo sé todo, y si lo sé todo no merezco estar en esta profesión. Así que, bueno, esta es un poco una introducción. Y a partir de este momento, pues si vosotros queréis preguntarme cualquier cosa, estaré feliz de compartir. Esto es una charla, ¿eh? Estamos conversando unos con otros.

12:26
Shandra. Hola, Blanca, soy Shandra. Soy actriz y soy profesora de teatro en Cuarta Pared. Y, bueno, desde Cuarta damos también actividades extraescolares en los colegios, y no pretendemos que los chavales sean Blanca Portillo o Robert De Niro, pero bueno, lo hacemos porque creemos que es importante para ellos y que les viene muy bien a la hora de relacionarse. Mi pregunta es, desde tu experiencia, ¿qué beneficios crees que tiene el teatro en los niños y en las niñas de nuestro país?

12:58
Blanca Portillo . Uf, muchísimas, estoy segura. De hecho, muchos países lo tienen como asignatura obligatoria. Obligatoria. Yo creo que es una cosa que todo el mundo debería hacer alguna vez en la vida. Todo el mundo, da igual la edad que tengas. Pero en la infancia, con los críos, es un momento difícil porque no tienen herramientas para moverse en la vida. Yo he dado clases a niños y a niñas. Les faltan herramientas. Y hay muchos pudores, es un momento en el que se enfrentan a lo exterior cuando tienen su mundo en casa, más o menos cómodo. El teatro te permite, primero, entrar en contacto con los otros de forma sincera. Esto es una cosa curiosa de matizar. Cuando tú estás en el cole, tú compartes lo que se puede compartir en el colegio. Pero cuando estás haciendo teatro, lo primero que tienes que compartir es miedo, emoción. Vas a trabajar con tus emociones, con tu sentido del ridículo. A perder el sentido del ridículo.

14:04

Todos intentamos ser lo más sensatos y lo más correctos en la vida, hacer las cosas más o menos bien, no caernos cuando vamos andando, no trabucarnos, no hacer… No pasa nada, el derecho al error, las enseñanzas teatrales te lo permiten constantemente. De hecho, la base del teatro es la equivocación. Para aprender hay que equivocarse para poder hacerlo bien, el error, acierto, error, investigar cómo poder hacerlo mejor. Con lo cual, se les abre la cabeza, se les quita el miedo. Yo recuerdo que, dando clases, había un niño que era, digamos el malote del grupo. Siempre hay roles que se van… Había un chavalín que era como el más gallito de todos. Los otros le tenían un cierto miedo. Cuando él soltaba una broma, todos se la reían. Entonces, yo decidí darle el personaje más serio, el más sensible, el que estaba más triste. Y descubrió, dentro de él, que eso no solamente le hacía no perder autoridad dentro de sus compañeros, sino que les mostraba a los demás una faceta que no sabía que tenía, y que hacía que los demás le quisieran de verdad, o le admiraran de verdad. Porque el chaval se lo tomó muy en serio y empezó a trabajar con mucha dedicación. Con lo cual, empezó a ser líder de otra manera, de una manera mucho más honesta, porque lloraba, porque era capaz de llorar delante de sus amigos. Y eso fue como una carambola, eso fue pasando a los demás. Bueno, en aquella ocasión, yo tuve un problema con los profesores porque los niños quisieron dejar de dar todo tipo de clases, de cualquier otra actividad, porque solamente querían dar las clases de teatro y ya los profesores me dijeron: «Se está convirtiendo en un problema porque los papás quieren que estudien otras cosas». En fin, les abre muchísimos caminos, sobre todo en la mente. Y en su forma de relacionarse con los otros, y perder el pudor.

16:07

A veces dicen que los actores somos los grandes mentirosos. Se dice que un actor miente. Y yo creo que es todo lo contrario, somos las personas que menos mentimos. Yo creo que el ciudadano en general, las personas en general, nos construimos personajes que muchas veces no tienen nada de verdad. Nos hacemos los fuertes cuando somos frágiles, nos hacemos los frágiles cuando en realidad todo nos lo resbala, nos construimos un personaje de cara afuera e intentamos ser coherentes con ese personaje a lo largo de toda la vida. Sin embargo, los actores vivimos, precisamente, con la máscara quitada, sacando de nosotros todo lo que a veces no queremos ver que tenemos. Entonces, eso a los niños les ofrece una posibilidad de verse de otra manera.

16:51

Perder el sentido el ridículo. Hacemos muchísimas cosas, o dejamos de hacerlas, porque nos da vergüenza, porque nos da pudor. «Yo no voy a poder hacer esto». ¿Por qué no? Hay siempre un «¿Por qué no?», y eso creo que es sanísimo. Y luego, por otro lado, cuando haces teatro… Y yo esto se lo explicaba a ellos, y eran bien pequeños, ¿eh? Hicimos El sueño de una noche de verano de Shakespeare. Inevitablemente, empiezas a hablar de mitología, a hablar de Shakespeare como autor, no solamente teatral, empiezas a hablar de su época. Con lo cual, empiezan a aprender un montón de cosas colaterales que tienen que ver con la enseñanza general, pero que las ven a través de ellos, a través de su propio cuerpo. Lo que representa Puck en la función, que es una especie de duende, tiene su valor y su sentido dentro de la historia y empiezan a entender. «¿Y esto dónde lo puedo aprender? ¿Y qué libros hay sobre esto?». Y se les despierta la curiosidad de una manera increíble. Y luego empiezan a aprender que, sin el otro, tú no eres nada, y eso también es importante. No se trata de ser el mejor, se trata de ser un buen eslabón fuerte dentro de una cadena fuerte. Y se forma un equipo, se forma un grupo donde todos ayudan a todos, y se eliminan rivalidades. Aunque siempre hay alguien que dice: «¿Y yo por qué tengo menos frases? Yo quiero tener más frases». Todos llevamos un protagonista dentro.

18:20

Pero bueno, cuando se dan cuenta, les vas dando responsabilidades y se dan cuenta de que no hace falta ser el protagonista dentro de la función. Porque luego tienes mucho más trabajo que hacer detrás también. Tú eres el que va a ayudar a este cuando sale, tú te encargas del vestuario, tú le ayudas… La sensación de trabajo en colaboración, todos juntos, que eso es la base del teatro, es que les enseña una barbaridad. Yo, ya te digo, lo que sé es que acabaron diciéndome: «Mira, no vengas más porque no quieren hacer más que esto». E hicieron todo. Hicieron ellos el vestuario, hicieron la música, lo hicieron todo. Y era precioso ver cómo niñas que no se atrevían a decir ni mu acabaron subidas al escenario haciendo personajes maravillosos, y eso es bellísimo verlo.

19:07
Fernando. Hay un aspecto que me parece muy importante, que es el aprender a hablar en público y el saber transmitir las ideas. No sé si alguna vez has tenido ese temor a hablar en público. Pero ¿qué le podrías decir a un niño o a un joven que sí que tenga este temor?

19:28
Blanca Portillo. Bueno, lo de hablar en público es una cosa muy particular. Tened en cuenta que en el 99% de las ocasiones un actor no habla con su propia voz, habla a través de un personaje. Con lo cual, yo sé lo que tengo que decir, ya me lo he aprendido. Y no lo digo yo, lo dice ella o él. Eso te quita la mitad del problema. Yo entiendo hablar en público esto que estamos haciendo ahora. Yo me enfrento a una serie de personas que me están mirando y no tengo un guion escrito, no sé lo que voy a decir, y soy yo hablando. Esta vez soy yo, no es un personaje. A mí esto hoy me ha producido una enorme… excitación y un miedo terrible. Yo estoy muy nerviosa, os lo he dicho. Que es lo primero que creo que uno tiene que asumir cuando va a hablar en público. Pone nervioso, ¿a quién no le pone nervioso? Porque ninguno queremos hacer el ridículo, si es que esto es lo de siempre, ¿no? Cuando en realidad no pasa nada, el ridículo es una cosa muy relativa. Yo lo que intento… Es verdad que hablamos con un texto que no nos pertenece, pero quieras que no, hay 400 personas sentadas, así, esperando a ver qué dices. A quien no le ponga eso nervioso es que es un demente. Hay que ser muy demente para que eso no te ponga nervioso. Y creo que es un problema, no de los chavales, creo que también un profesor… Uno llega a una clase el primer día, me imagino, y tú ves a un número de personas ahí, así. Y dices: «Hola, ¿qué tal?».

21:12

Una cosa es que tengas costumbre de hacerlo y otra cosa es que no dé miedo. Da miedo siempre, y esto es una cosa que a mí me parece que hay que asumir. Cuando alguien tenga que hablar, si tenéis que hacerlo alguna vez: «Hola, tengo miedo». No pasa nada. Por otro lado, es bueno saber que no pasa nada si te equivocas, que no pasa nada si te quedas en blanco. Nadie se va a morir, nadie ahí sentado va a hacer ¡pum! ¿Sabes? No hay un peligro, no hay un riesgo real. El único riesgo es tu propio miedo a hacer el tonto o a hacer el ridículo, el nivel que tú te pones a ti mismo, el listón. Creo que hay una cosa que a veces nos cuesta también pensar cuando hablamos en público, y es que la gente que está ahí está dispuesta a escuchar. En un teatro, porque han pagado. No siempre la gente paga para escucharte. Yo eso a veces lo pienso y es lo que más nerviosa me pone. Han pagado para escuchar. Con lo cual, también tienen una disposición. Y no son una masa de gente, son individuos, son seres humanos con nombre y apellido cada uno de ellos. Eso es otra cosa que a veces se nos olvida. Hablar en público es hablar a una masa de gente.

22:27

Son personitas con sentimientos, con sus nervios también, porque me imagino que hoy vosotros también, quieras que no, hay un algo de: «Bueno, vamos a ver, aquí estoy, a ver qué nos cuenta esta mujer». También tú estás en una situación no cómoda en el salón de tu casa. Con lo cual, cuando uno piensa que el otro está casi en la misma situación que tú, empiezas a perder el miedo, a relajar. Evidentemente, tienes que saber qué quieres contar. Yo ahora mismo no sé, porque voy viendo a ver qué me preguntáis y voy armando un discurso sobre la marcha. Pero bueno, también eso te lo da la vida, y los años, y la experiencia, y tener de verdad ganas de compartir algo. Eso es otra cosa que te quita mucho el miedo, la idea de: «Quiero compartir lo que tengo con vosotros». Estáis aquí para escuchar y yo estoy aquí para daros todo lo que tenga, y me produce bienestar y placer hacerlo. Nuestro trabajo, el trabajo de los actores, sin vosotros, sin el espectador, no existe. El trabajo de un profesor, sin alumnos, no tiene sentido. Cualquiera que dé un discurso tiene un auditorio, tiene gente que le está escuchando, una audiencia que está ahí, pendiente de lo que vaya a decir. Nervios vas a tener, miedo vas a tener, pero eres un ser humano queriendo compartir con otros seres humanos.

23:50

Hay profesores aquí, ¿verdad? ¿Tú eres profesora?

Fátima. Yo sí.

Blanca Portillo . ¿Puedes venir un momento, por favor? Tú estás acostumbrada a estar delante de gente.

Fátima. Sí.

Blanca Portillo . ¿Verdad? Y normalmente… Hombre, un profesor, a veces, quienes les escuchan están obligados. No es que paguen por estar ahí. Pero, en general, están porque tienen que estar y saben que deben hacerlo y quieren. Hay una diferencia, me imagino, y dime tú si me equivoco. Es muy distinto ver una masa y pasar la vista que ir mirándolos uno a uno, ¿verdad?

Fátima. Sí, totalmente.

24:33
Blanca Portillo. Inténtalo, uno por uno, y fíjate en un pequeño detalle de cada uno de ellos. Y todos tienen los ojos puestos en ti. No miran a otro lado, ¿no?

Fátima. No, no.

Blanca Portillo. Esto es interesante.

Fátima. Mucho.

Blanca Portillo. Están por ti.

Fátima. Bueno, por ti.

Blanca Portillo. Bueno, no, ahora te están mirando a ti.

Fátima. Bueno, también.

24:50
Blanca Portillo. Ahora te están mirando a ti. Y te miran. Y él, y el otro, y ella. Y ves que mueve un pie, también está nerviosa, un poco. Vas mirándoles. Y se produce una conexión.

Fátima. Sí.

Blanca Portillo. Tú, cuando das clases, ¿miras la clase entera o les miras individualmente?

Fátima. No. Se mira individualmente.

Blanca Portillo. ¿Verdad? Y eso hace que pierdas un poquito el miedo.

Fátima. Y que estén más contigo.

25:20
Blanca Portillo. Ah, amiga. Ese es uno de los grandes retos de hablar en público: conseguir la atención. Captar. Y la única manera de captar la atención es dar. Dar. Es un acto de generosidad. Y eso se nota mucho en los políticos. ¿No lo habéis notado, cuando un político no habla para nosotros? Hace así, mete la mirada hacia adentro y está hablando para él o para una masa. Cuando alguien deposita en ti la mirada, tú dices: «Ay, es para mí, me está hablando a mí». Entonces, se establece vínculo y hacen los nervios… ¡fum!

Fátima. Sí.

Blanca Portillo. ¿Verdad?

Fátima. Un poquito.

Blanca Portillo. Mira qué mona. Gracias.

Fátima. A ti.

26:14
Blanca Portillo. Es hermoso porque es un acto de generosidad. Hablar en público es un acto de generosidad. «Tengo algo para daros». Y a partir de ese momento, la gente se viene contigo. A no ser que digas una sandez. O una cosa a destiempo. Pero en general… Es más, yo lo he comprobado, si tú le dices a la gente… En el teatro no puedes decirles: «Hola, estoy muy nerviosa». Porque nadie te va a perdonar, ¿no? Nadie te lo va a perdonar. No puedes ponerles en el programa de mano: «Me hubiera gustado ensayar 20 días más». No puedes. Pero hay algo de eso, de comunicar, de comunicación. Es que nos creemos que hablar en público es una cosa de un señor o una señora frente a otros que no existen o que son una masa. No, son individuos, uno y otros unos, y que tienen su interés y su… Si ves que alguien de repente hace… «Ay, se me ha ido uno. Voy a intentarlo, hay algo…». Claro que para hablar delante de 5000 personas, yo que sé, o de 45.000, pero en el fondo… Yo lo he hablado con gente del rock, por ejemplo, con músicos, y es lo mismo. Te dicen: «Yo no veo una masa informe de gente que canta a la vez, yo quiero ir al corazón de cada uno». O por lo menos esa es la intención. Y eso es lo que hace que dejes de pensar en: «¿Estaré hablando bien? ¿Estaré mona? ¿Se me entenderá? ¿He hecho bien tocándome la nariz?». Dejas de pensar en eso y empiezas a comunicarte con el otro, a respirar y a ser un ser humano más que tiene algo que compartir, nada más. Es bonito, ¿eh? Porque si lo ves desde ahí se te quita parte del miedo.

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"Hablar en público es un acto de generosidad"

Blanca Portillo

28:01
Jorge. Hola, Blanca, soy Jorge. Cuando era pequeño, solíamos ir, mi generación, pues al cine, al teatro, compartir distintas actividades culturales. Mi pregunta es, ¿cómo podemos ahora nosotros, a las generaciones que vienen por detrás, inculcarles el amor por el arte y que también se puedan enganchar a estas actividades?

28:24
Blanca Portillo. Pues mira, Jorge, esa pregunta me inquieta profundamente. Porque vivimos tiempos difíciles para la lírica, ¿no? Porque las redes, porque todo se ha hecho mucho más individualista, todo tiene mucho más que ver con tú contigo, e incluso la opinión del otro a través de un artefacto, ni siquiera mirándote a los ojos y diciéndote el «me gusta» en persona, vale con un like, ¿no? Y eso nos preocupa muchísimo.

28:55

Yo creo que todo lo que tiene que ver con el mundo del arte… Imaginad un mundo sin arte. Es inimaginable. ¡Es inimaginable! Imaginad que no existieran museos, que no existieran cines, que no existieran teatros, todo lo que tiene que ver con la cultura. Que no existiera la danza regional, que no existiera la cocina, que no existiera nada de eso. ¿Qué mundo tendríamos? Sería la tristeza más profunda. Aparte, todo lo que tiene que ver con el arte y con la cultura está relacionado directamente con nuestro mundo social, con nuestra historia, con la presente, la pasada y la futura. El arte siempre es la consecuencia de un movimiento social, de un tiempo histórico. Si privamos a los críos o a los adolescentes de todo lo que eso da, de sus referentes, de su pasado, ¿qué futuro van a construir, no?

30:01

Yo entiendo que hay cosas que son muy importantes. Uno tiene que formarse para poder tener un trabajo que le dé de comer, tenemos que construir mundos donde todas nuestras necesidades estén cubiertas, donde todo el mundo tenga una casa y un fuego que le dé calor. Yo entiendo todo eso, pero si no les ofrecemos todo lo que alimenta el alma, todo lo que nos hace entender el mundo, lo que nos da diferentes puntos de vista sobre las cosas, que eso es lo que hace el arte y lo que hace la cultura, ¿en qué se van a convertir? En máquinas de trabajar. Qué aburrimiento, ¿no? Qué dolor. Yo creo que… A veces, incluso obligados… Yo no tengo pudor con eso, yo tengo un sobrino jovencín, muy chiquitillo, no llega aún a adolescente, y no me importa obligarle, le llevo de la oreja si hace falta. Porque luego, cuando viven ciertas experiencias, no se les borran nunca más. Yo creo que es necesario que los críos se olviden del móvil y vivan este tipo de experiencias de las que tú hablabas. No es lo mismo ver una película en tu casa, ni en el ordenador, que verla en la sala de un cine, porque para algo existen.

31:11

No es lo mismo ver una serie de televisión que ver una obra de teatro. No tiene nada que ver. No es lo mismo escuchar una música en Spotify o con unos auriculares que ver un concierto en directo. Entonces, cuando viven todo eso, cuando tú les sientas delante de un cuadro en el Museo del Prado y dicen: «¿Y cuánto tiempo vamos a tener que estar aquí?». Dices: «Bueno, vamos a ver. Vamos a ver». Y a partir de ese momento le empiezas a estimular. Porque, además, no es tan difícil. Es muy fácil, en el fondo. La mente de un crío, de un adolescente, está muy abierta, es muy esponjosa para que entren cosas. Y lo sientas delante de Las meninas y le pides que te cuente la historia de la enana esa, que no la entiendes tú. Que te cuente, que convierta en historia ese personaje. Y su imaginación se empieza a disparar, y empiezan a aparecer cosas. No sé, creo que es necesario y obligatorio que la cultura sea grande y accesible para todo el mundo para que los críos lo tengan lo más fácil posible. Porque si no estamos construyendo una sociedad que a mí no me interesa en absoluto: gente con dinero o no. Y ya está. O tengo dinero, con lo cual tengo trabajo, puedo tener una familia y viajar, y un coche y un no sé qué, o no. Y a mí eso me parece tristísimo. La cultura es el alimento del alma. Claro que hay que tener para comer, pero para existir en felicidad y en comunión con los otros, y con capacidad para percibir lo que pasa a tu alrededor…

32:57

Nos hacemos cada vez más individualistas, somos muy poco empáticos. Y eso lo da la cerrazón, el no mirar. Nos creemos que las cosas tienen que ser o blancas o negras, y cuando te acercas al mundo de la cultura te das cuenta de que nada es blanco o negro, todo tiene millones de matices, te ayuda a entender. Seguramente, viendo Las meninas, acaban diciendo: «Y deja de reírte, no la llames ‘enana'». Seguro. Acabaría diciéndolo. No sé, creo que tenemos que hacer todos un esfuerzo. Porque es algo que no es tan difícil de conseguir. Y, por supuesto, los políticos. Ese es otro tema, ¿no? Porque nosotros podemos tener muchos intereses y muchas intenciones, pero bueno, hay que hacerlo asequible, eso está claro. Y fomentarlo.

33:47
Luz. Hola, Blanca, ¿qué tal? Me llamo Luz, soy madre de un niño de diez años. Y, bueno, a los padres nos preocupan las notas académicas de nuestros hijos, pero también nos preocupa mucho transmitir valores. Mi pregunta es, desde tu punto de vista, ¿qué valores transmiten las artes en general y el teatro en particular?

34:10
Blanca Portillo. Yo creo que por encima de todo, fíjate, y es una palabra que se usa demasiado últimamente: la empatía. O sea, no se trata solamente… La empatía es algo muy especial, es ponerte en el lugar del otro. No es simpatizar con algo, no es entender algo, es ponerte en el lugar del otro. Yo creo que ese es el gran valor que transmite esta profesión y la cultura en general. Cualquier cosa que sucede en la vida, tendemos a juzgarla, ¿no? A decir si es bueno o es malo. Tú pones el telediario y hay noticias que te parecen malas, noticias que te parecen buenas, pero casi nunca te pones en ese lugar. Imaginemos las cosas más terribles. No es lo mismo ver una noticia de una patera llegando a la costa y decir: «Madre mía», que ponerte en el lugar. Hacer el ejercicio de ponerte en el lugar, no de esos señores, sino de ese en concreto, esa madre con ese niño. Que está ahí, en la balsa, con su niño en brazos. Ponerte ahí. Nos abriría la sensibilidad mucho más a las cosas. Quiero decir, la empatía es un ejercicio muy duro de hacer, pero seríamos muchísimo más tolerantes, muchísimo más comprensivos. Y creo que ese es el gran valor, por encima de todos. Mi obligación como actriz es entender a un personaje y empatizar con él, porque si no nunca haría un malo. Solamente haría personajes estupendos, maravillosos y geniales, personas ideales. La historia del teatro, de la literatura y del arte está llena de personajes terribles. Y mi obligación es entenderlos y empatizar con ellos. No justificarlos, insisto. Pero sí entenderlo. Y eso te hace, primero, bajar la guardia. Y segundo, depositar las responsabilidades no solo en una persona, sino entender el mundo que ha creado seres así. Porque parece que no, pero si existe una patera es porque hemos creado un mundo donde eso se da.

36:32

Y ya no es solamente: «Es un emigrante que viene a mi país», sino: «¿De qué manera hemos construido el mundo para que esto ocurra, para que esa mujer con ese niño esté aquí? ¿De qué manera hemos construido un mundo para que existan personas que matan a mujeres sistemáticamente? Hombres que matan a mujeres». No se trata solamente de decir: «No, eso no puede ser». No, espérate, ¿por qué se da? ¿Quién es esa persona? Y eso nos haría entender qué mundo estamos construyendo y nos haría mucho mejores personas, y trabajaríamos por evitar aquello que entendemos que fomenta ese tipo de horrores. Creo que ese es el gran valor. A los niños creo que a veces se les dice: «Esto está mal y esto está bien». Y no todo es «está bien» o «está mal». A veces hacen cosas que están mal hechas pero no entienden por qué las están haciendo. No sé, creo que es un trabajo que te permite, sobre todo, eso, ponerte en el lugar de otros y ver las cosas con matices, no blanco y negro.

37:39
Gonzalo. Hola, Blanca, soy Gonzalo Palmeros. Soy actor también, me declaro adicto a la interpretación. Y rojiblanco también. Quería darte, lo primero, la enhorabuena por toda tu carrera, me parece maravillosa, y hoy un poquito más, oyéndote hablar.

Blanca Portillo. Bueno, qué bien. Muchas gracias.

Gonzalo. Y mi pregunta es, bueno… Como sabes y has dicho tú antes, una parte fundamental en nuestro trabajo es gestionar las emociones. Y no sé si te ha pasado alguna vez que has tenido que ir a grabar, por ejemplo, como Carlota a Siete vidas y te ha pasado algo ajeno a tu profesión, en la vida, y estás triste o algo. ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has salido de ahí, en directo? No sé, cuéntanos algún truquillo.

38:26
Blanca Portillo. Hombre, es verdad que por mucho que diga que la interpretación es mi vida, en la vida pasan cosas que no son la interpretación. Te pueden pasar cosas terribles o cosas absolutamente maravillosas. También puede ocurrir a la inversa, que de repente tengas el día más feliz de tu vida y te toca hacer: «Hola, voy a llorar durante hora y media». Eso también puede pasar. Y no tengo ninguna gana porque estoy superfeliz. Y creo que no me van a salir las lágrimas. Y al revés igual, es cierto. Estás con un día terrorífico y de repente tienes que contar unos chistes y estar muy brillante, y sientes que tienes la gracia en otro sitio, que se ha quedado en casa o algo. Eso yo creo que no hay… Tú, si eres actor, lo sabrás. No hay… No hay truco para eso. En el fondo, la única ventaja que tienes es que lo que tienes que hacer no eres tú. Yo no soy yo cuando salgo al escenario. Esto también puede parecer de mujer loca, pero no lo soy. Bueno, un poco loca sí, pero lo justo. Todos tenemos que tener nuestro pequeño gradito de locura, que no viene mal.

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Yo trabajo… Y para mí esto es real, los personajes no soy yo, es un ser que tiene una voz, que tiene una palabra, y le suceden una serie de cosas y lo único que necesita es un cuerpo, una voz y una inteligencia que le encarne. Es como si fuesen fantasmas, digamos, que no tiene cuerpito y tú se lo prestas. Pero lo que dicen no eres tú. No son tus palabras, son las suyas. Con lo cual, sus sucesos y sus emociones son las suyas. Entonces, eso te alivia a la hora de dejar a un lado cuál es tu estado de ánimo en ese momento. En ese momento. Luego termina la risa y vuelves a estar igual. O, con suerte, te sientes mucho mejor porque te ha limpiado, porque te ha hecho reír. Porque esto está demostrado, cuando uno está muy triste no hay más que reírte un poco y… Los estados de ánimo no se mantienen eternamente. Es imposible mantenerlos. Entonces, en cuanto algo te hace cambiar… Lo habéis oído alguna vez, que en los entierros es donde más se cuentan chistes, ¿no? Porque hay un momento en que el dolor ya no va a más, no puede más y necesita como romperse. Lo mismo que cuando estás: «Ja, ja, ja, ja, ja», no puedes estar así 60 horas, porque sería… Es imposible, ¿no?

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Entonces, hay veces que ese cambio te produce bienestar interior, y hay veces que cuando estás superfeliz y llegas a hacer una tragedia, te hace bajar un poco también y decir: «Bueno, sigue habiendo cosas terribles por las que llorar, y sigue habiendo dolores por los que sufrir». Es un ejercicio de voluntad, tú sabes que es así. En el fondo, nosotros somos atletas, de alguna manera. Suena raro decirlo, pero lo mismo que un atleta físico se prepara, calienta, coloca su musculatura y se pone a correr, o a jugar al fútbol, o a saltar con la pértiga, nosotros, de alguna manera, hacemos lo mismo: haces un ejercicio de limpieza de tu alma, de tu mente, y entras a trabajar. Y eres un atleta que pasa de cero a cien así, ¿no? No queda otra.

41:42

Pero siempre es gratificante, porque cualquier estado de ánimo que tengas lo puedes verter en lo que estás trabajando en ese momento. Sea bueno o sea malo, hay veces que… La comedia dicen que, en el fondo, es una sucesión de dolores inmensos. ¿Qué nos hace reír? Un personaje que lo pasa fatal, que todo lo que le pasa es un desastre. Y venga, y cada vez que lo intenta, peor todavía, y cuanto más sufre el personaje, tú más te ríes. En el fondo, bueno, hay un poco de… Si le metes un poco de tragedia a la comedia es cuando es más divertida. Y a la tragedia, cuando le metes un pelín de comedia, duele más. Es curioso eso.

42:22
Fernando. Hola, Blanca, soy Fernando. A mí me parece que una de las cosas más difíciles para una actriz es hacer un monólogo, porque estás ahí delante del público. Entonces, me gustaría saber cómo haces para aprenderte el texto sin perder el hilo y ser capaz de dar la emoción, no perder el ritmo…

42:56
Blanca Portillo. Mira, yo solamente hecho un monólogo una vez en mi vida. Una vez. Porque, bueno, hice uno en El club de la comedia pero no cuento con ese. Subir a un escenario a hacer un monólogo. Una vez en mi vida y no quiero repetir. Yo no quiero repetir. No digo que no lo vaya a hacer, porque no se puede decir que no en esta vida, no vaya a ser que luego venga la vida y te dé una sorpresa. Pero bueno, por elección, así de primeras, yo no quiero volver a hacer un monólogo. Yo sufrí muchísimo. Lo de aprenderse el texto, esto os lo digo ya para que lo sepáis, eso es lo de menos. O sea, cuando la gente dice: «No sé cómo te cabe todo eso en la cabeza». Pues es muy fácil: estudiando. Eso no tiene mayor intriga, es como el que se sabe la tabla o los ríos de España, me da lo mismo. Memorizar, eso es fácil en el fondo. Son horas de hincar los codos y ponerte a estudiar, y detrás de esta frase va esta, y después esta, esta, y tienes tus reglas nemotécnicas para intentar ordenar y no tiene más. O sea, lo de aprenderse el texto, en el fondo, es lo de menos. Para mí, lo más difícil es no tener a nadie al lado. Yo vivo de la mirada del compañero. Por eso antes os decía, cuando uno habla en público… Yo vivo de los ojos de quienes me escuchan. Yo estoy aquí porque me miráis y porque quiero… Vivo de eso. Si yo no tengo un compañero al que mirar en escena, yo me quiero morir.

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Entonces, eso para mí fue un shock. El proceso de trabajo es lo mismo que cualquier obra de teatro. Empiezas trabajando el texto, analizándolo, estudiándolo, empiezas a ver quién es ese personaje… En este caso, lo que interpretaba era a María, la madre de Jesús. Hola, ¿qué tal? Un texto muy alucinante, el monólogo de la Virgen en sus últimas horas de vida, en sus últimos años de vida. Entonces, el trabajo, en principio, de análisis de texto es el mismo: vas creando el personaje, tal, no sé qué… La escenografía, los movimientos… Y entonces vas de aquí, luego tal… Era una obra en la que yo tenía que dialogar con personas que no estaban en escena, pero cuyas voces las hacía yo también. O sea, yo decía: «¿Dónde quieres llevarte a mi hijo?». Y hacía: «Me lo voy a llevar a no sé dónde». Y decía: «¡No!». O sea, que hacía la voz del otro más este personaje, y tenía que crearlos en escena aunque no estuvieran. O sea, era un trabajo de volverse completamente loca. Y encima eso, no tenía… Es un descanso, un compañero es un descanso siempre. Te hace la mitad del trabajo. No tienes más que mirarle a los ojos, y cuando le toca a él, tú recibir y dar, y ya está. Yo siempre digo que si hago bien un trabajo es porque tengo excelentes compañeros, eso lo tengo claro como el agua.

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Entonces, salir al escenario tú sola… Yo no quiero salir. ¡No quería salir! Tenía claro el esquema de cómo eran los movimientos… Por supuesto que sientes que te vas a equivocar, mucho más que cuando haces una obra normal. Porque cuando estás haciendo obras con otros, los otros tienen su diálogo y si a ti se te va, pues el otro dirá el suyo y yo: «Lo siento». Y el otro te ayuda, y si no te acuerdas tú se acuerda el otro. Pero cuando no hay nadie, yo hasta el último día… Lo hice dos años, ¿eh? Hasta el último día tuve a una persona entre cajas por si acaso. Sentadita en un rincón, por si acaso se me iba el texto. Que el hombre me decía: «Pero llevo dos años aquí, no se te ha ido nunca». «Ya, pero a mí me da tranquilidad».

46:36

Porque todos los miedos se multiplican. Todos. Da todo mucho más terror. No llegar al sitio, no llevar el ritmo… Escuchas mucho más al espectador que cuando estás con compañeros. Es un… Mira, sudo de pensarlo. O sea, disfruté muchísimo haciendo ese trabajo, pero lo pasé también terriblemente mal. Solamente me salvó… Esto yo lo estrené en una antigua capilla desacralizada, una iglesia que está en Barcelona, y lo hice con 250 espectadores. Y luego, en un teatro aquí en Madrid, en una sala con 180. Los veía a la misma distancia que os veo a vosotros y casi con la misma luz. Con lo cual, como yo no tenía compañeros en escena, los tenía en el patio de butacas. Entonces, eso a mí me salvó la vida, poder tener… Yo dialogaba con cada uno de los espectadores. Y esta frase se la decía a esta persona de verdad, y hasta que yo no me daba cuenta de si me había entendido no me iba a otra. Y eso se convirtió en el asidero donde pude salvarme de aquel horror, porque era una cosa terrible. Cuando subía la luz y tú estás ahí sola, dices: «¡Me está mirando todo el mundo!». Y es horrible, ¡horrible! Porque siempre que hay más gente puedes mirar a otros, pero si solo estás tú… Se pasa muy mal, pero también es una experiencia que te exige un nivel de concentración enorme, y de mucha serenidad para no venirte abajo, para no decir: «¡Buf!». Yo tengo compañeros que me han dicho que es lo que más les gusta hacer porque ahí son los dueños absolutos de todo. Para mí, todo lo contrario. Yo ahí no era dueña de nada.

48:28

Y, de hecho, hay otra cosa que puede parecer ridícula, pero insisto en que yo creo que el trabajo del actor es un trabajo de equipo. Sin el resto no vives. Entonces, cuando termina una función y estás tú sola… Y llegas al camerino y estás tú sola, y no tienes con quien comentar lo bien que ha ido o lo mal que ha ido, y te desmaquillas, y te vas a tu casa sola, es una cosa terrorífica. Terrorífica. Entonces, yo hice una piña enorme con iluminación, con vestuario, con todo el mundo. Y yo terminaba mi función y me esperaba a que ellos terminaran, y nos íbamos juntos, porque éramos una compañía de seis, aunque fuera yo sola la que se subía al escenario, pero éramos una compañía importante y grande con la que comentaba. Y eso también hizo que la gente de luces o la gente técnica se volcara mucho más en el espectáculo. Yo les pedía a ellos que me dieran referencia de cómo lo había hecho cada día. Porque necesitas una referencia. Yo no lo hago bien todos los días. Es más, hay días que lo hago muy mal. Entonces, necesitas que alguien desde fuera te diga… Cuando no tienes un compañero que te dice: «¿Qué te ha pasado hoy, que te he visto…?». Cuando no tienes eso, necesitas a alguien. Pues eso, el de la cabina de luces. Pues muy bien, pues fenomenal. Entonces, es un mundo muy particular lo de los monólogos. Yo la experiencia del monólogo no sé si la quiero volver a vivir.

50:02
Marimar. Buenas, Blanca, yo soy Marimar, soy compositora. Y, bueno, me gustaría saber, el día que te decidiste a ser actriz, pues cómo te sentiste. Y luego, además, pues bueno, no sé, ¿qué consejo podrías dar a la gente que, aparte, quiere ser actriz o dedicarse al mundo del arte en general?

50:22
Blanca Portillo. Yo no sé, el día que decidí que me iba a dedicar a esto, lo primero que hice fue ir a mi madre y decirle: «No me vas a pagar nada nunca más, porque voy a hacer una locura». Y ella lo entendió y aceptó el trato. Dicen en mi familia que siempre he sido muy loca pero muy responsable. No sé cómo se come una cosa con la otra. O sea, yo he tomado decisiones aparentemente muy locas, pero las he llevado siempre hasta el final. Y dice mi madre que eso es lo bueno que yo tengo, que cuando me pongo una meta voy a por ella. Hasta que veo que no. Si veo que no, ya la dejo, pero yo lo intento hasta el final. Entonces, yo creo que ese día fue el día más feliz de mi vida. Pasé pánico, terror. Porque no sabía qué era lo que podía pasar. Pero es que nunca sabemos lo que puede pasar, ¿no? Nos dicen: «Estudia tal carrera que esa tiene muchas más salidas». O no. O las que tienen muchas salidas, pues luego no encuentra nada porque como todo el mundo ha dicho: «Vamos a hacer esta, que esta tiene muchas salidas». ¿No? Nunca se sabe lo que va a pasar.

51:31. Hay una pregunta que yo me hago siempre: «¿Y por qué no?». Es un estimulante importante. Cuando dices, de repente: «Mira, qué pereza, porque yo creo que esto es una locura». Si tú misma te dices: «¿Y por qué no? Si a lo mejor sale bien». Vale, hay cosas que son más arriesgadas que otras. Sí, evidentemente, ser actor es un camino complicado. Ahora cada vez más, además. Das una patada y salen cien mil. Y la demanda de actores es mucho menor que la oferta de actores. Pero es una elección de vida. Yo creo que ser coherente con lo que deseas es lo más difícil del mundo. No todo el mundo decide hacer en la vida lo que desea, sino lo que cree conveniente. Entonces, cuando tomas el riesgo de desear algo y llevarlo a cabo, eso es… Da igual el fracaso, lo has intentado. Yo sabía que podía no salirme bien, pero lo iba a intentar, hasta el fin de mis días si hacía falta. Creo que esa es la gran lección. A mí me la dio mi maestro, mi profesor en la escuela de arte dramático, Pepe Estruch. El día aquel que le dije: «Yo no quiero irme de aquí, yo quiero quedarme en la escuela siempre», él me agarró… Era un hombre muy largo, muy alto. Me agarró la cabeza, la puso contra su pecho y me dijo: «Nadie te va a echar de esta profesión si tú aguantas. Aguanta. Esto es una carrera de fondo». Y ahí dije: «Venga, pues la maratón». No hay otra, es la única cosa que se le puede decir a una persona que le gusta esto.

53:23

A mí la gente que dice que le gusta interpretar, tampoco me fío. No es una cosa que te tenga que gustar, te tiene que matar, tienes que morir por ello. Porque es que te dobla a la primera, o sea, te tumba. Como digas: «Me gusta», a la primera que te digan que no, que te lo van a decir así de veces, lo dejarías. Tiene que ser una pasión, tiene que ser un acto de fe, creer en aquello que no se ve, que no hay pruebas de que exista, creer en eso. Si no tienes eso, la profesión te echa a los dos minutos. Entonces, mi maestro, me acuerdo que cuando llegamos en la escuela… Primero tuvimos una profesora en primer curso, y nos la quitaron porque era muy mayor y entró este profesor. Yo sentía un rechazo enorme porque hubiera querido continuar con la primera que teníamos, y a mí ese señor que vino a sustituir me cayó muy mal desde el principio. Niña rebelde tonta perdida. ¿Por qué no? Es un nuevo profesor, a lo mejor… Entonces, cuando él llegó, éramos veintitantos en la clase. Y él dijo… Nos miró a todos, como yo os digo que hay que mirar, uno a uno, y dijo: «Pero ¿de verdad los veintitantos que estáis aquí creéis que sois actores? ¿De verdad? Pensadlo por un momento. ¿De verdad creéis que sois y que vais a llegar a ser actores? Iros a casa, ¿eh? Como mucho y con mucha suerte, uno de veintitantos. Podréis ser gente de la profesión, actor aficionado… ¿Actor o actriz? Uno, con suerte. Así que, por vuestra propia voluntad, id marchándoos». Y yo dije: «Pero este tío es muy cruel. ¡Yo sí quiero!». Él consiguió que acabáramos la clase 35 personas. No solamente no nos fuimos, sino que nos quedamos allí. Ahora, también te digo, de aquel curso quedamos dos. Trabajando a día de hoy. El resto se dedicaron a ser gente de teatro. Hay escenógrafos, hay gente que escribe teatro, vestuaristas, hay de todo, productores… Pero actores somos dos. Entonces, yo lo único que le puedo decir a la gente a la que le gusta esto y quisiera ser actor o actriz es que se pregunte si de verdad está dispuesto o dispuesta a sacrificar tanto como hay que sacrificar. Se dejan muchas cosas en el camino.

56:01

Y tener el aguante para que te digan 25 veces que no y una que sí. Aguante, capacidad de aguante. Formación, indudablemente. Estudio, trabajo, preparación, respeto por tu profesión, mucho respeto. Yo veo poco respeto por esta profesión a veces, y me da mucha pena. Y, de hecho, incluso la gente, el espectador, el receptor, a veces no sabe lo sacrificada y lo dura que es esta profesión. Parece que todo el día estamos de fiesta, que nos lo pasamos superbién, que esto se hace con la gorra. «¿Una película? Pues hija mía, tampoco es para tanto». No, perdona, me levanto a las seis de la mañana, llego a rodar a las siete, me ponen las pestañas desde las siete de la mañana, acabo a las 12 de la noche, llego a mi casa muerta. No sabéis lo que es un rodaje, solamente los que lo han vivido alguna vez lo saben. No sabéis el esfuerzo que es montar una función de teatro. Es una profesión muy muy sacrificada. Y a veces se ven solamente los colorines, el glamur. «Mira qué traje, tal, está en esta fiesta, trabaja con aquel». Lo que han tenido que hacer para poder llegar a trabajar en ciertos sitios. Aguante, amor por esta profesión, porque es un acto de fe.

57:23
Araceli. Hola, Blanca, me llamo Araceli. Hemos disfrutado mucho con tus personajes y nos hemos reído. Pero en tu vida en concreto, ¿qué papel tiene el humor?

57:37
Blanca Portillo. Es fundamental. Yo me río mucho en la vida. Mira que luego hago también personajes de… Superseria y tal, no sé qué. Yo me río muchísimo. Creo que también es así desde pequeña, eso también me lo dice mi madre, que me reía de todo, hasta cuando me echaban la bronca. Creo que el sentido del humor es pura vida. La vida es tan jorobada, vemos tantas cosas tan duras que nos pasan a nosotros y que les pasa a la gente de alrededor, y que pasan en el mundo en general, que si uno no tiene sentido del humor y es capaz de sonreír, dan ganas de irse a otro planeta o irse, en general, no sé. Creo que todo tiene un lado cómico. Por eso decía antes que la gran tragedia siempre tiene algo de comedia y las comedias siempre tienen algo trágico. Para mí, el humor es fundamental. Yo todo lo veo con sentido del humor. Y eso también me hace relajar bastante, porque también… Mis amigos me llaman «Intensa» Portillo, que también eso es un apelativo que a veces pienso que no sé si es muy bueno. Porque todo lo vivo con mucha intensidad, pero lo bueno también, ¡lo bueno es fantástico! ¡Y lo malo es terrible! Y eso… A mí me gusta. Yo tengo una amiga que dice que ella no es de like, que es de corazoncito. Ella no es de «me gusta», ella es de corazoncito. Pues yo soy así, muy apasionada en las cosas. Y creo que el humor es lo que me hace, primero, relativizar, porque si no es que no darías un paso para adelante. Hay cosas que te dejan muy tumbada y muy hecha polvo. Entonces, la risa es lo que te permite limpiar y sanear. Y luego, porque me encanta pasármelo bien. A mí no me gusta llorar. Bueno, no sé si hay gente a la que le encanta, pero a mí, desde luego, reírme me encanta. Me lo paso bien en la vida, soy muy disfrutona. Y sí, a veces me paso de hacer el tonto. Pero bueno, me parece que eso es bueno y sano.

59:48
Araceli. Gracias.

Blanca Portillo. De nada.

59:51
Ali. Hola, Blanca, soy Ali. Y bueno, este curso voy a empezar bachillerato de Artes Escénicas, y mi pregunta es, ¿cuál ha sido el momento más divertido que has tenido sobre un escenario y cuál ha sido el peor?

01:00:04
Blanca Portillo. ¿El más divertido en un escenario? Bueno, yo recuerdo uno que fue antológico. Es entre divertido y terrible. Estábamos haciendo en el teatro de La Latina una función de Jardiel Poncela que se llamaba Madre: El drama padre. Entonces, yo interpretaba a una madre que tenía cuatro hijas que se iban a casar. Entonces, en el día de la boda… Era una comedia delirante. Yo tengo un peligro muy grande por eso de que me río mucho. Cuando me río en escena, ya no puedo parar. Hay actores que se guardan la risa dentro y siguen. Y les ves los ojos haciéndoles chiribitas pero siguen hablando. Yo eso no soy capaz. Una vez que yo hago… ya no puedo parar. Se abrió la veda y ya sigo. Entonces, en las comedias yo tengo que estar superconcentrada porque es que me meo de la risa. Ese es un problemón. Porque, además, también veo el trabajo del compañero y me hace risa. Si lo hace bien, pues me río como se ríe un espectador. Me río. Bueno, pues yo estaba superconcentrada y, en esa escena, las cuatro novias descubrían que eran hermanas de los cuatro novios y se montaba la de Dios es Cristo, ¿no?

01:01:18

Entonces, hubo un momento en que uno de los actores tenía que bajar por unas escaleras gritando: «¡Son hermanos, son hermanos!». Perdonadme, porque lo pienso… Y entonces va bajando: «¡Son hermanos, son hermanos!». Se tropezó y se cayó. Y como cuando vas por la calle y alguien se cae… Es terrible, nos reímos. Es terrible, ¿no? No sé por qué nos reímos pero nos hace gracia ver caerse a alguien. ¿Será posible? Bueno, pues allí en escena más todavía. Se cayó y entonces… Fue una risa también como el dominó, pa pa pa pa, en cadena. Y uno, otro, otro, otro… Yo te digo que una de las chicas, que iba vestida con traje de novia, se la llevan en volandas e iba con el chorro, o sea… Literal, se iba haciendo pipí. O sea, se meaba de la risa. Se produjo una reacción en cadena de «ja, ja, ja, ja, ja» imposible de parar. Y por un lado estábamos muertos de la risa y felices, claro, porque la risa siempre te da felicidad, y por otro, con una vergüenza… Y en ese momento de la escena yo estaba sentada en el suelo apoyada en una mesa baja. Entonces, yo no hacía más que meterme debajo de la mesa, volver a salir y dar un golpe y decir: «¡Vamos a ver!», para ver si aquello se cortaba, porque no había manera de pararlo. Y cuanto más intenté pararlo, peor fue.

01:02:41

Obviamente, la gente se dio cuenta. La gente no es tonta, dice: «Esto no es de la función». Y se produjo también un efecto dominó muy bonito, porque toda la risa que teníamos en escena contagió abajo. Y estuvimos cerca de cinco minutos en ese teatro de La Latina, todo el mundo riéndose: «Ja, ja, ja, ja, ja, ja». Sin parar. Y ya no sabíamos por dónde íbamos. Aquello fue un caos pero maravilloso. Cuando ya la cosa se calmó un poco, yo me puse de pie y dije: «Perdónennos, porque ha sido… ja, ja, ja, ja, ja. Vamos a volver a retomar la escena un poquito más atrás, a ver si podemos continuar». Y tuvimos que repetir, retomar, y la gente lo vivió como una experiencia divertidísima. Luego se contó a otras personas que venían y decían: «Ay, es que me han contado que en una se rieron y en la que yo fui a ver no se rieron». Se fue corriendo la voz como algo divertidísimo de la función. Yo creo que es uno de los momentos más bellos que yo he vivido. Porque aunque lo estábamos pasando muy mal, la gente estaba entregadísima. Y ahí es cuando yo hablo de la comunicación entre el público y el actor. Se crea una comunión hermosa. Y ahí estábamos todos juntos en compañía y fue muy bello.

01:04:04

¿Y el peor momento? Creo que los peores momentos… No me pasa casi nunca, ¿eh? Es quedarse en blanco. ¡Eso es lo peor! Cuando de repente dices… Y no hay nada. ¡Vacío total! Se oye: «Cri, cri, cri». ¡Porque no hay nada! Pero ni una palabra, ni un sonido, ¡nada! ¡Fua! Como un vértigo. Y entonces el tiempo, que normalmente es: «Uno, dos…». El tiempo hace: «Uno… dos…». O sea, el tiempo se estira y tú dices: «¡Esta pausa infinita! ¿Qué digo ahora?». Luego resulta que la gente que lo ha visto desde fuera ni se ha dado cuenta. Porque un blanco suele ser casi un segundo. Y siempre hay alguien, a no ser que hagas un monólogo… Siempre hay alguien que… O viene, o la idea viene. Normalmente se te va cuanto más esfuerzo haces en recordar, es curioso. Como estés diciendo: «Ahora viene la frase de…», se va.

01:05:19

Entonces, recuerdo una… También tiene su lado cómico. Yo estaba haciendo un Lope de Vega, Las bizarrías de Belisa, y ella le decía al galán: «Vos sois galán discreto y entendido, apacible, valiente, bien nacido, modesto, airoso, atento y de buen trato y solo os falta hablar por ser ingrato». Y sale Blanca Portillo y dice: «Vos sois…». ¡Bua! Y una cosa es que se te olvide un texto en una obra en prosa, pero que se te olviden octosílabos… Cuando se te va el verso es muy difícil improvisar. Es muy difícil improvisar en verso. Entonces, yo le dije: «Vos sois… ser ingrato». ¡Porque solo recordaba la musiquita! El «ato-ato, ido-ido». Entonces, hice así… Pero muy… Y no olvidaré nunca la cara de mi compañero, que fue como de: «¿Eh?». Creo que a él se le pasó la vida entera por delante. Y un espectador de la primera fila… Perdonad, pero es que me acuerdo y me muero. Le oigo, eran dos señoras y le dice una a la otra: «¿Qué ha dicho?».

01:07:05

¡Lo pasé fatal! Pero luego, ahora lo pienso y digo: «Mira qué mono, pues la verdad es que fue divertido». Pero cuando se te va el texto lo pasas horrible. Pero lo de la señora me encantó. Tan normal: «¿Qué ha dicho?». Como que era un problema de ella, que no había entendido. Te pueden pasar muchísimas cosas. Muchísimas.

01:07:29
Pablo . Hola, Blanca, ¿qué tal? Soy Pablo Tercero, soy actor. Y bueno, decirte que me emociona mucho escucharte y mirarte, verte los ojos, verte la mirada, cómo hablas de nuestra profesión, y de ese amor que le tenemos a ella. Dicho esto… A lo largo de tu carrera, tú has trabajado con gente muy creativa y talentosa: Almodóvar o Milos Forman, por ejemplo. Casi nada. Entonces, mi pregunta era: ¿Qué es lo más importante o qué es lo que has aprendido de ellos dos? Y luego, aparte… Esta gente es muy talentosa y creativa, entonces… Tú crees que ese talento y esa creatividad, ¿se nace con ella o se hace? Gracias.

01:08:22
Blanca Portillo. Es verdad que yo he tenido mucha suerte trabajando con personas así. Creo que lo mejor que te llevas de ellos son ellos mismos en sí mismos, no sus trabajos. Conocerlos. En mi pasión por las relaciones con la gente, en realidad lo que acabo llevándome es, sobre todo, eso. Yo tengo la suerte de haber conocido a un ser humano que, además, tiene un talento increíble. Cuando digo un ser humano, digo a un montón de seres humanos. Y me quedo siempre con la persona. De hecho, no tengo la necesidad de que me vuelvan a llamar. Es una cosa curiosa. Me gustaría trabajar con ellos y repetir con la gente con la que he trabajado, que es maravillosa, claro que sí, pero me basta, me doy por satisfecha por haberlos conocido y haber tenido la oportunidad de compartir. Que luego vuelven a llamarte, pues mucho mejor. Yo creo que, fíjate, cuando estaba en la escuela… De hecho, mi maestro, Pepe Estruch, decía que no todo el mundo tiene talento para ser actor. Yo nunca he creído en el talento. De hecho, me rebelaba contra eso cuando era jovencita. Yo le decía: «El talento no existe, el talento es una tontería». Y él me decía: «No, todos tenemos un talento. Hay que descubrir para qué».

01:09:49

O sea, para ser actor hay que tener un talento específico. Pero todos tenemos uno, la suerte es descubrir para qué. ¿Talento para qué? Uno puede tener talento para millones de cosas. Hay que tener talento para ser minero. Y no todos los mineros tienen talento para serlo. Lo interesante en la vida es descubrir para qué estás hecha, para qué has nacido. O hecho. ¿Para qué? ¿Cuál es el lugar en el que tú podrías desarrollar con más facilidad que los demás eso que tienes? A veces te empeñas en cosas que no tienen nada que ver con tu talento natural. Y eso es lo que mi maestro decía que produce una profunda frustración y un profundo dolor, incluso. Porque estás haciendo algo para lo que no… Él decía siempre que un actor tiene que formarse, y con formación puedes llegar a ser un buen actor.

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Si tienes talento y no te formas, tu talento desaparece. Y si tienes talento y te formas, eres la bomba. «Puedes llegar a ser la bomba», decía. Entonces, como nunca creí en eso, me dediqué a estudiar como las locas, a hacer todo lo que hubiera que hacer. Y él me dijo un día: «Tienes talento para esto». Y dije: «No, no, no, no, que el talento ya me has dicho… El talento es una cosa que yo no puedo tocar y no me la creo». Luego, con el paso de los años… Que ya son unos cuantos, son mucho más de la mitad de mi vida dedicándome a esto, y cruzándome con personas con talento, con muchísimo talento, me doy cuenta de que sí que existe. Hay gente que tiene un don para hacer lo que hace. Pero puedes tener un don para ser el mejor cocinero o para ser la mejor profesora, o para ser lo que sea. La fortuna es que hay quien lo encuentra y la desgracia es que hay gente que no lo encuentra.

01:11:59

Yo creo que no me equivoqué. Yo no sé si tengo talento para esto, pero sí he visto a gente sufrir para hacer algo que a mí no me costaba mucho. Y nunca lo entendía. «Pero si esto no es tan difícil». «Será para ti». Y dices, bueno… Entonces, con los años sí que me he dado cuenta de eso, de que yo no me he equivocado al elegir. Y creo que eso es una bomba, haber encontrado a la primera. como aquel que dice, menos lo de azafata, aquello para lo que, de alguna manera, vienes dotado de serie. De alguna manera, tienes una disposición natural para algo. Entonces, ahora sí creo, al cruzarme con gente que dices: «Es un talento que tira para atrás». Pero también te das cuenta que en el 99% de los casos hay una parte de trabajo, de currárselo mucho. De estudios, de preparación, de elaboración, de crear equipos, de buscar ayuda… En fin. Almodóvar no es un talento sin más, no es magia potagia. Tiene un talento, indudablemente, pero lo que tiene es un amor por lo que hace, una dedicación de 24 horas al día, 365 días al año. Y entonces ese talento vuela, ¿no? Yo creo ahora en eso, lo que decía mi maestro: «Si tienes talento… Si no lo tienes, trabaja mucho, esfuérzate. Y si lo tienes, esfuérzate también, porque entonces vas a llegar mucho más arriba».

01:13:39
Pablo. Vivimos en un Estado en el cual la cultura la tienen un poco apartada, cuando a mí me parece personalmente que es muy importante para el desarrollo de una sociedad. Dicho esto, si tú tuvieras a un ministro de Cultura de este país, da igual del signo político que sea, ¿qué le dirías para…?

Blanca Portillo. Les he dicho unas cuantas cosas, ¿eh?

Pablo. Sí, sí, sí, pero no sé… Gracias.

01:14:11
Blanca Portillo. Yo siento una profunda decepción cuando va a haber elecciones y se hace campaña, y no hay un solo líder político que hable de cultura. Pero sistemáticamente. Ni uno que diga: «Respecto a la cultura de nuestro país…». Nadie. ¡Nadie! La vida me ha ido demostrando también que los ministros de Cultura casi nunca tienen que ver nada con la cultura. Pueden ser gente que se dedique a algún sector de la cultura, no digo que no, pero el concepto, la idea de cultura y, sobre todo, un programa, una idea de lo que quieres conseguir cuando quieres hacer cultura. Yo he visto que en muchas ocasiones ha sido un ministerio para probarles, a ver qué tal, para luego llevarles a otros. Gente… No hay más que verlo también cuando sales a hacer gira y descubres a los programadores de los teatros. De repente te llega un señor que está programando en un teatro importantísimo y te dice: «Mira, es mi primer año, yo salí de Bibliotecas…». Y dices: «¿Eh?». Cuando no te dicen: «Yo vengo del sistema penitenciario» y dices: «¿Y ahora programas teatro? ¿Cuál es el criterio?».

01:15:26

Yo creo que somos un país muy torpe en eso. No hay nada más importante que un país culto. Lo que pasa es que también un país culto da miedo. Y eso siempre ha ido de la mano, esto lo sabemos, no hay más que echar la vista atrás. Un país culto es un país que elige y que opina, que tiene opinión y que no se deja engañar, y que exige. Entonces, pues no es fácil. Nos creemos que un buen ministro de Cultura es el que va a bajar el IVA. No, no. Un buen ministro de Cultura es alguien que de verdad se preocupe por que esto sea algo tan importante como la sanidad… Y lo digo así. …como la sanidad, como la educación. Estos son bienes básicos. Que tiene que preocuparse del acceso de la gente a la cultura. El acceso absoluto a la cultura. El patrocinio, claro que sí, de la cultura, y de las personas que se dedican a hacerla. ¿Cómo que no? ¿Cómo que vivimos del cuento? ¿Quién ha dicho…? ¿Quién se ha encargado de decir…? ¿Qué ministros de Cultura se han encargado de decir que la cultura vive del cuento? Si hay millones de cosas muchísimo más subvencionadas y muchísimo más protegidas.

01:16:44

Amor por esto, crear criterio en las personas. ¿Yo qué les diría? Que si de verdad quieren ser ministros de Cultura. Sería mi pregunta: ¿De verdad quieres ser ministro de Cultura? ¿Para qué? ¿Para hacer qué? Pero que te lo digan, como el de Economía dice: «Yo quiero subir los impuestos de tal para…». Bueno, ¿y usted qué quiere hacer? «La cultura para todos». ¿Y eso cómo se hace? Qué dinero va a pedir usted cuando se siente en el Consejo de Ministros y diga: «¿Para mi departamento cuánto hay?». «Para el tuyo, el que menos». «Pues me voy». No, que de verdad se peleen por lo que quieren. No se ha conseguido hacer una ley de mecenazgo y seguimos sin ley de mecenazgo. No sé, que de verdad esto se hace en otros países, y que hay pactos por la cultura. Lo mismo que tendría que haber un pacto por la sanidad y por la educación para dejarnos de que cada vez que hay un cambio político todo se nos desestructure, y lo que se consigue hacer y levantar en tres años uno se lo carga en dos meses y ya no hay manera de rehacerlo. Un pacto por la cultura y por la educación, que van de la mano. Por favor, para que sea algo que no dependa de vaivenes y de vientos políticos.

01:18:06

Pero no… Como no hay un criterio tampoco. Como yo no veo al de Ciudadanos pelearse con el del no sé qué por la cultura y decir: «No, no, no, nuestra posición es mucho mejor por esto, por esto…». Yo no los he visto discutir de cultura nunca. ¿Vosotros sí? ¿Dónde? Porque me encantaría ir a verles. ¿Habéis visto alguna vez en el Congreso de los Diputados que se debata sobre la cultura? Pero ni siquiera de los presupuestos de Cultura. Les preguntaría eso: ¿Para qué quieren un Ministerio de Cultura? Si no lo usan. ¡Quítenlo! ¡Anda ya! Es un poco desesperante…

Pablo . Bastante. Gracias.

01:18:54
Alfonso. Hola, Blanca, me llamo Alfonso. Y yo alucino porque eres actriz, productora, directora, profesora, azafata… Y a mí me gustaría saber, de todo lo que tú has aprendido en tu trayectoria vital, así como lección de vida, con qué te quedarías y por qué.

01:19:17
Blanca Portillo. Yo creo que a pesar de todas las cosas que he ido haciendo a lo largo de los años, me encanta dirigir, me encanta producir, creo que me quedo con esto que hablábamos, con esa magia de ese segundo de comunicación con la gente. Yo siento que soy intérprete por encima de todo. Actriz. «Intérprete» es un término que a mí me encanta. Yo interpreto las palabras que ha escrito un autor. Y con las reglas que más o menos marca un director. Interpreto emocionalmente, las convierto en otra cosa, en otro idioma. La comunicación que se establece. Por eso siempre digo que nunca sabría elegir entre cine, teatro o televisión, pero si tuviera que elegir una, nunca… El teatro nunca lo excluiría. Sería lo único a lo que no quisiera renunciar nunca, porque se produce ese efecto que os digo. No tiene precio. Paraos a pensarlo, ¿no?

01:20:24

Alguna vez os habrá pasado que habéis sentido una emoción, y se lo habéis contado a alguien, y esa persona se ha emocionado con vosotros. Se le han saltado también las lágrimas o también se ha reído. Esa comunicación, dices: «Este es un amigo o una amiga, a la que yo puedo decirle lo que siento», y esa persona entra en ti con la empatía de la que hablábamos y se pone en tu lugar y viven lo mismo. Yo tengo el privilegio de vivir eso cada día de mi vida. Y eso es lo más hermoso que me ha dado esta profesión. Sentir que lo que yo siento es real y llega al que está al otro lado, y lo compartimos. Comunicarse. Estamos tan faltos de comunicación, es una pena. Os lo digo en serio. No escuchamos, no vemos, no miramos a los ojos. Vas por la calle y no sabes con quién te cruzas. Yo bendigo cada mañana que voy por la calle y alguien sonríe al pasar. Alguien pasa por tu lado y te sonríe, y dices: «¡Ay!». Gratis, por nada, porque sí. O ves a alguien mal y te entran ganas de decir: «¿Le pasa algo?». Y no lo hacemos. Yo tengo el privilegio de comunicarme cada día de mi vida. Eso es una bomba. Mucho más que montar una función o ganar un buen sueldo. Mucho más importante.

01:21:57

Bueno, pues nada, así mirándoos a los ojos, os doy las gracias porque ha sido realmente agradable estar aquí con vosotros. Gracias por cada una de las preguntas y por compartir esta locura mía. Y os invito, de verdad, a cada uno de vosotros, a que, si tenéis la oportunidad, lo toquéis, toquéis este mundo de alguna manera, os acerquéis a él. Y espero que nos veamos por los teatros del mundo. Os espero, ¿eh? Gracias.