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Mi primer encuentro con el gran tiburón blanco

Gerardo del Villar

Mi primer encuentro con el gran tiburón blanco

Gerardo del Villar

Fotógrafo de tiburones


Creando oportunidades

Gerardo del Villar

Gerardo del Villar (Ciudad de México, 1972) es fotógrafo, documentalista y autor especializado en grandes depredadores marinos. Su trayectoria se ha centrado en la desmitificación y conservación de especies como los tiburones, a quienes ha documentado en proyectos como “El Proyecto Tiburón” y el documental “Tiburones de México”, posicionando a México como uno de los principales santuarios de tiburones a nivel internacional.

Del Villar ha buceado y fotografiado sin jaula a los considerados tiburones más peligrosos del mundo, con el objetivo de cambiar la percepción pública y fomentar su protección. Su trabajo abarca expediciones en diversos ecosistemas, desde la Isla Guadalupe hasta los fiordos de Noruega, donde ha interactuado con orcas y osos polares, documentando la adaptación de estas especies al cambio climático.

A nivel personal, su vínculo con la naturaleza surgió en la infancia tras la pérdida de su madre, encontrando en los animales y el mar un propósito vital. Del Villar promueve la paciencia, la tolerancia a la frustración y el manejo del miedo como herramientas fundamentales tanto en la fotografía de vida salvaje como en la vida cotidiana.


Transcripción

00:00
Gerardo del Villar. Sabían que cuando algo nos apasiona demasiado, cuando algo nos crea esa ilusión que nos hace sentir mariposas en el estómago, es mucho más fácil dominar nuestros miedos y hacer nuestros sueños realidad. En el 2011, como parte de un proyecto que realicé, que se llamó El proyecto Tiburón, este proyecto tenía como objetivo bucear y fotografiar, yo le digo, a los supuestos diez tiburones más peligrosos del mundo sin el uso de jaula, con el propósito de lograr desmitificarlos y así lograr su conservación. Una de las especies que fotografié en este proyecto pues es ese tiburón que a mucha gente le ha causado pesadillas sin ni siquiera conocer el mar, el tiburón blanco. Recuerdo que estábamos en Ensenada tomando una embarcación, listos para viajar a la isla de Guadalupe en el Océano Pacífico, que se encuentra a aproximadamente a unas 19 horas de navegación de la isla. Me recibió la embarcación un buzo de cola de caballo con una piel tostada, los labios ya saben un poco así, quebraditos de tanta sal. Su nombre era Tony y Tony me dijo Gerardo, pues bienvenido. ¿Estás listo para dar este paso en tu proyecto? Sé que has buceado con muchas de las especies que forman parte de este proyecto, tiburón tigre, tiburón toro, el gran tiburón martillo. Y le dije pues creo que estoy listo. Me dice pues Gerardo, te comparto que el buceo con este gran tiburón sin jaula no tiene nada que ver con ninguna de las especies de tiburones que has fotografiado. Se hizo el silencio. Y mi nervio se incrementaba. Nos subieron al barco. Me acuerdo al subir al barco porque lo primero que veo dentro del barco es una fotografía de una zodiac. Las zodiacs son estas embarcaciones inflables y la zodiac tenía una mordida. Una mordida que perfectamente yo me podía meter en esa mordida. Y abajo de la zodiac, de la fotografía de esta zodiac, había un pedazo de plástico más o menos de este tamaño. Y le digo oye, y ¿eso qué? Ah, no, pues es que estaban filmando para una de estas cadenas internacionales y estaba un conductor hablando y pues llegó el tiburón blanco como si nada y mordió la zodiac, le arrancó el pedazo.

03:18
Gerardo del Villar. Y ahí pues me dije oye, y pues capaz que el tiburón blanco, en lugar de documentarlo fuera de la jaula, le tomó la foto dentro de la jaula y pues mi nervio seguía creciendo y creciendo y creciendo. De pronto ya, a mera navegación, me dice Tony oye a ver Gerardo, vamos a sentarnos, te voy a platicar cómo vamos a hacer el buceo con este tiburón. Hijo, nada más de recordarlo hasta se me pone la piel chinita. Me dice a ver, vamos a bajar en una jaula. Y cuando estemos aproximadamente a 15 metros, que son 45 pies, el buceo se maneja mucho en pies aquí en México, se va a abrir una puerta, y ahí vamos a salir. No hay referencia porque en ese lugar no se ve el fondo, o sea, el mar es para abajo azul, azul, azul, azul. Es una bóveda impresionante. Y luego vamos a estar afuera. Yo voy a llevar este palo de escoba para marcarle al tiburón hasta donde puede llegar. Y yo ¿estás bromeando, no? O sea, porque literalmente agarró el palo de escoba de la cocina del barco y sacó el palo de escoba y me dijo no, con este. Y yo pues, oye no hay un arpón o algo que realmente nos haga, que nos pueda servir para defendernos o algo. Y me dice no, Gerardo, tú no te preocupes, yo con este palo de escoba le hago así al tiburón blanco y el tiburón sabe que se tiene que dar la vuelta e irse. Le dije bueno, ok, voy a confiar en el palo de escoba. Algo que he aprendido en el buceo con tiburones, que me han enseñado desde que empecé a bucear con tiburones, es que el tiburón peligroso no es el que ves, si no el que no ves. Y eso aplica también en la vida. Y cuando buceamos con tiburones hay que tener siempre un contacto muy directo con los ojos del tiburón y que el tiburón no te sienta una presa. Sobre todo estos tiburones que son considerados los más peligrosos. Y con el tiburón tigre tú bajabas si estabas quieto. Se acercaba el tiburón, se acercaba tu cámara, se daba la vuelta, pero estabas en el fondo. Y aquí, con el tiburón blanco, la técnica era muy diferente. Me dice Mira, Gerardo, cuando tú empieces a ver al tiburón que se acerca y presente curiosidad ante nosotros y yo, ¿cómo va a presentar? ¿Pero porqué presenta curiosidad ante nosotros? Pues porque es un depredador Gerardo, quiere saber qué somos, quiere saber si formamos parte o no de su cadena alimenticia, quiere acercarse a vernos y no nos tiene miedo porque es un tiburón muy grande. Estamos hablando que ese tiburón pues puede llegar a medir seis metros, pesar dos toneladas, proporciones más, proporciones menos.

06:29
Gerardo del Villar. Lo de una camioneta Suburban redondeadita. Entonces, cuando el tiburón se empieza a acercar, lo que nosotros tenemos que hacer en ese momento es ir hacia el tiburón. O sea, ¿cómo? Sí, cuando el tiburón empieza a acercarse, tú vas hacia él. Tú debes demostrarle a ese animal que pesa capaz 1900 más kilos que tú, que estás seguro de ti mismo y que le estás marcando el territorio también. Y que no eres una presa. Cuando el tiburón se acerque, va a llegar, nos va a ver y se va a dar la vuelta. ¿Nada más así? Sí. Me fui a mi camarote, y empecé a reflexionar. ¿Realmente vale la pena dominar ese miedo para lograr el propósito de desmitificar a los tiburones y lograr su conservación? Por fin comienza a amanecer. Yo estaba en la proa del barco, que es la parte delantera del barco, sentado y a lo largo se asoma la isla Guadalupe. Una cordillera impresionante, unas rocas, unos acantilados impresionantes. En ese momento el viento hacía una especie de cascada de nubes que bajaban al mar de la isla, bajaban. El mar azul, azul, azul, azul y tranquilo como una laguna. Llegamos, nos dieron el briefing, que es la explicación de cómo vamos a usar las jaulas para el buceo. Estuvimos durante dos días. Estuve yo buceando con los tiburones dentro de la jaula, tomándoles algunas fotografías, viendo su comportamiento que curiosamente era un comportamiento muy diferente al que yo esperaba. Yo esperaba ese tiburón de la película y no, era un tiburón sereno, era un tiburón que estaba buscando su comida, que no ponía ni media tensión en nosotros. Eso me ayudó a tener un poco más de confianza. Cuando llega el momento. Me acuerdo. Me empecé a poner mi traje, abro mi tanque, reviso que tenga el aire correcto, le hecho anti empañante a mi máscara de buceo para que no se me empañe. Reviso que mi cámara esté bien cerrada para que no le entre agua y no se eche a perder la cámara, que eso pasa muy constantemente, algunos fotógrafos, bueno, en el mundo de la fotografía submarina. Empiezo a bajar unas escaleras a la jaula. De pronto, rompo el espejo del agua, y se hace un silencio total. Lo único que escucho es mi respiración.

10:18
Gerardo del Villar. La jaula comienza a descender. La presión nos empieza a apretar en los oídos. Tenemos que ecualizar para compensar los oídos y todos los espacios aéreos, como los senos paranasales, la máscara. Y llegamos al nivel, 15 metros de profundidad. Todo es azul. Todo es hermoso. Hay una paz increíble. De pronto, nada más escucho el fuerte sonido del aluminio de la jaula hacer ‘guuuuu’ y se abre. Te paras y es como dar un brinco al precipicio. El azul para abajo es inmenso. Con la diferencia que bajo el agua si podemos volar. Doy ese paso decisivo y todos esos supuestos que me había hecho en mi cabeza, todos esos miedos que me venían acechando durante meses para la planeación de este encuentro, desaparecen y desaparecen por una sola razón, porque mis seis sentidos, y digo seis porque para mí el corazón y el alma también sienten. Mis seis sentidos están al 100%, 110% metidos en el presente, metidos en cada respiración que doy, metidos en cada momento que estoy viviendo. Y eso no deja, no da pie a tener miedo. Estás ahí presente en ese momento. De pronto, a lo lejos. Se ve una silueta negra. Tony me toca el hombro y me pregunta ¿estás bien, Gerardo? No con voz, con señas, le contesto estoy bien. La silueta se acerca, pero a lo lejos se da la vuelta y se va. Sí, los tiburones son cautelosos, también.

13:18
Gerardo del Villar. Vuelve a dar una vuelta muy grande y de repente, por otro lado, vuelve a aparecer la silueta del tiburón. En esta ocasión la silueta toma forma y la podemos ver más de cerca, pero el tiburón vuelve a darse la vuelta y se vuelve ahí. ¿Será que esos monstruos marinos realmente son esos asesinos despiadados que nos han dicho toda la vida? El tiburón hizo este patrón cuatro o cinco veces antes de llegar al encuentro buscado. Empieza a acercarse más en el momento deseado. Y mi corazón empieza pum-pum, pum-pum, pum-pum. Siento que se me salía. Porque una cosa es que estés listo, pero cuando ves ese animal que tiene muchos dientes, que perfectamente cabes así para dentro de su mandíbula y lo ves viniendo hacia ti con esa serenidad, como un submarino. Pues si, se me salía el corazón. Y llegó el momento decisivo de lo que me había platicado Tony la noche anterior. Yo, estaba petrificado, en shock. Y nada más siento que me tocan el hombro y me hacen así, fuerte, o sea, con decisión me tocan el hombro, volteo y nada más veo una mano así, que me decía para adelante, es el momento. En ese momento no puedes dudar. O eres uno de ellos o eres una presa y no quieres ser una presa con estos animales. Respiré. Y contra mi voluntad y más por sobrevivencia, porque sabía que si yo iba para el otro lado podían estar peor las cosas. Comencé a nadar hacia el encuentro. Yo traía mi cámara. La cual relativamente me podría servir de escudo si se pudiera decir de alguna manera. Empecé a nada, a patalear, a patalear. Y yo veía que esa silueta y esa forma de tiburón cada vez se hacía más grande, más grande, más grande. Y volví a dudar. Y en el momento que dudé, nada más, sentí la mano otra vez en mi hombro, para adelante, para adelante. Majestuoso. Enfrente de mí lo tenía.

16:22
Gerardo del Villar. Habrán sido dos, tres segundos que para mí fueron una eternidad. Cuando estaba a escasos metros míos, capaz dos, tres metros, el tiburón hace lo que me había dicho Tony la noche anterior, se da la vuelta. Respiré. Sentí, por un lado, un alivio. Pero por otro lado generé un compromiso de por vida y me di cuenta que cuando realmente lo que hacemos nos apasiona. Cuando lo que hacemos nos enamora, no hay miedo que no podamos dominar, inclusive el mismo miedo a perder la vida. Yo los quiero invitar a reflexionar, en los tiburones que enfrentamos día a día cada uno en nuestras vidas, porque hay muchos tiburones que tenemos que enfrentar. ¿Realmente todos tienen un propósito que nos apasione? ¿Tenemos que decir sí a todos esos tiburones, o podemos escoger unos pocos? Que nos lleven. Y que nos apasione tanto que podamos dominar nuestros miedos y podamos estar al lado de ellos y hacer nuestros sueños realidad. Soy Gerardo del Villar, fotógrafo de grandes depredadores, documentalista y autor. La verdad que para mí estar en este espacio el día de hoy es como el encuentro de ese día con el tiburón blanco. Vengo con la misma ilusión. Y aunque no me lo crean, con bastante nervio, pero muy pero muy, muy emocionado de escuchar todas las preguntas que tienen para mí.

19:13
Paola. Hola Gerardo, es un gusto el día de hoy estar aquí contigo. Mi nombre es Paola y soy fan de tu trabajo, en especial de las fotografías que realizas a especies marinas. El día de hoy me gustaría preguntarte: ¿qué mitos sobre el tiburón te gustaría que todos dejáramos de creer? Gracias.

19:30
Gerardo del Villar. Se conmemoran 50 años de la película Tiburón. Aquella película que hizo Steven Spielberg, que híjole, a muchos nos alejó por mucho tiempo de la tina. O sea, yo cuando vi esa película de joven, de verdad me daba miedo, y no podía meterme ni a la tina. En esta película para los que no sepan, pues es un tiburón que llega a un pueblo y empieza a comerse a todo mundo y acaba, se come a los veleros y se come a los niños y se come a la novia y se come a todo mundo el tiburón. Y esa película pues generó muchísimo, pero muchísimo daño, hizo mucho daño a los tiburones. ¿Por qué? Porque los mitificó y les puso la etiqueta de asesinos despiadados. Y ha generado tanto daño esa película que varias de las especies de tiburones que están ya hoy en día en peligro de extinción tienen que ver con el prejuicio que esa película nos hizo de los tiburones. Para que nos demos una idea, hay aproximadamente 530 especies de tiburones en el mundo. En México tenemos 110 especies de tiburones y el 30% están en peligro de extinción. ¿Pero qué tiene que ver esta película? Lo que tiene que ver esta película es que al mal mitificar a los tiburones como asesinos despiadados, muy pocas personas levantamos la mano y abogamos por ellos. Si hablamos de las ballenas y los delfines, hay millones de manos levantadas. Si hablamos de los tiburones, cada día hay más. Pero sigue habiendo muy pocas manos que se levanten y defiendan a los tiburones. Los tiburones no son esos asesinos despiadados. Son depredadores fascinantes. Llevan más de 400 millones de años en el mundo, imagínense. Han soportado cinco extinciones masivas. Y no solo eso, los tiburones están en el planeta desde antes que los dinosaurios. Y hoy están enfrentando una situación complicadísima, debido a muchos mitos. Yo con gusto te voy a contestar algunos mitos. El principal mito que suena y que todo mundo me pregunta siempre que va al mar, me dice oye, y si me corto y sangro, ¿me va a atacar un tiburón?

22:37
Gerardo del Villar. En el 2011 comenzamos otro proyecto que ha sido uno los proyectos más bonitos de mi vida y no digo se llamó, porque se sigue llamando y se llama el documental Tiburones de México. Tiburones de México tuvo el objetivo de plantar a México a nivel internacional como uno de los santuarios de tiburones más grandes del mundo, para interactuar con tiburones, para conservar a los tiburones y para que científicos, asociaciones civiles pusieran los ojos para cuidar nuestros mares. Durante la filmación tuvimos la fortuna de viajar a muchos lugares en México, Playa del Carmen con los Tiburones Toro, Isla Mujeres con el Tiburón ballena, El Mar de Cortés, las Islas Revillagigedo, la isla Guadalupe. Estuvimos en varios estados y en varios lugares buceando y nos faltaba un tiburón de documentar y es precisamente el que tengo a mis espaldas. Este es el tiburón azul. Es un tiburón precioso. Sus colores son súper eléctricos, brilla, tiene una nariz muy prolongada, sus ojos son grandotes, es un buen cazador y fuimos a buscar documentarlo, en esta parte de este proyecto que duró tres años y medio, fuimos a buscar documentarlo al Mar de Cortés. Para encontrar tiburones hay varios factores que se tienen que dar. Uno de ellos es que se tiene que haber choque de corrientes. ¿Qué es el choque de corrientes? Por un lado tienes agua caliente, por el otro lado tienes agua fría, donde se juntan las dos corrientes se genera vida y entonces empiezan los pececitos chiquitos, van ahí y los pececitos más grandes y se empieza a generar y se hace una escalera hasta que llega el depredador grande a comer. Pero aún así es muy difícil que el tiburón se presente por sí solo. Entonces lo que nosotros hacemos para atraer este tiburón, hacemos una mezcla que bueno, no tiene nombre en español. En inglés se le llama chomp. Imagínense en un bote grandote de esos, como esos botes azules grandototes de plástico, agarras y le echas todo lo que sobra de la pescadería. Cabezas de pescado, tripas, sangre también, todo, todo, es un mezcolanza impresionante. Y estás vertiendo todo eso al mar por una salida más o menos de unos, de una pulgada, dos centímetros de una manguera. Y entonces creas la línea de chomp que se llama. Esta línea de chomp se va porque tiene grasa, tiene sangre, tiene todo y se va por muchos kilómetros. Y entonces el tiburón que es un gran olfateado, lo que hace, detecta y va de la menor concentración a la mayor concentración y la mayor concentración está donde estamos nosotros. ¿Pero pues qué creen? La primera expedición que hicimos para documentar este tiburón estuvimos cinco días. Yo creo que vertimos en el océano por día aproximadamente 50, 60 litros de esta mezcla.

25:42
Gerardo del Villar. Pasaron cinco días. ¿Y saben cuántos tiburones vimos? Cero. Cero tiburones. Volvimos a regresar. Y al primer día, a la primera cubetada y a la primera carnaza, aparecieron tres tiburones. Digo yo con esto lo que les quiero compartir. Que el mito de la sangre es realmente un mito. Sí, el tiburón tiene la capacidad de oler una gota de sangre entre miles de kilómetros. Pero no es cierto que si nos cortamos va a llegar un tiburón, que si estamos en nuestros periodo como mujeres va a llegar un tiburón. Se tienen que dar muchísimos factores más. Hay una página que te voy a recomendar que me gusta muchísimo. Es una página de la Universidad de Miami y se llama el International Shark Attack File. El archivo internacional de ataques de tiburones. El promedio de ataques que están en esa página en los últimos 30 años anual, no supera los 70 ataques en el mundo, de los cuales el 10% resulta mortal. No más de diez personas han muerto por ataque de tiburones en los últimos 30 años. No más de diez personas. ¿Saben cuántas personas se mueren porque les cae un coco en la playa? Muchas más. Los cocodrilos matan mil personas al año en el mundo. Los mosquitos 750.000 personas al año en el mundo. Los tiburones no son los malos de la película. Los tiburones tienen una función importantísima en los océanos. Bueno, en realidad tienen dos funciones muy importantes. Vamos a a reducir la pirámide alimenticia en los océanos en cuatro escalones. Hasta arriba, digo, es mucho más compleja y mucho más tal, pero vamos a reducirlo en cuatro escalones para dar un ejemplo. En la parte de hasta arriba tenemos a los grandes depredadores, hoy vamos a llamarle tiburones. En el siguiente escalón, en el mar, tenemos a los peces carnívoros, que puede ser un atún, puede ser un jurel, una barracuda. En el siguiente escalón tenemos a los peces herbívoros. Y abajo tenemos toda la flora, las algas que están en el coral. Y también tenemos a los corales. ¿Qué es lo que hace? El tiburón que está hasta arriba regula la población de los peces carnívoros. Cuando los peces carnívoros crecen mucho, ¿qué hace el tiburón? Se alimenta de ellos. Los peces carnívoros regulan las poblaciones de los peces herbívoros, se los comen. Los peces herbívoros llegan y podan el arrecife, todas las algas que tiene el arrecife evitando que las algas crezcan y matan el arrecife. Si yo desaparezco al monstruo este de la película.

29:15
Gerardo del Villar. ¿Qué va a pasar? Los peces carnívoros van a crecer. Los peces herbívoros van a decrecer, las algas van a crecer y van a matar el coral. Un colapso total. La otra función que tiene el tiburón, es la de ser carroñero. ¿Qué hace un carroñero? ¿Qué hace una hiena? ¿Qué hace un buitre? Los cuerpos en putrefacción llegan y se lo comen y lo limpian. El tiburón hace lo mismo, de una ballena muerta, llega, se la come. ¿Y qué evita? Pues que se propaguen epidemias o que haya bacterias que puedan infectar el ecosistema. Vuelvo a lo mismo. Hagámonos un propio juicio. Hoy en día tenemos muchas herramientas con las cuales podemos hacer los propios juicios de los miedos que nos acechan y de los mitos que se cuentan alrededor de nosotros.

31:01
Gabriela. Hola, mi nombre es Gabriela Montiel. Es asombroso tu amor por los animales y nos podrías contar cuándo fue tu primer acercamiento con la naturaleza.

31:09
Gerardo del Villar. Yo nací en la Ciudad de México en 1972. Recién nacido, mi papá Eduardo y mi mamá Luz, me llevaron a vivir en un pueblo muy pequeñito pero muy, muy pequeñito. No vivían más de 200 personas en ese pueblo, en el estado de Hidalgo, que se llama Huapalcalco. Y ahí, nos llevaron a mi hermano Eduardo, a mi hermana Ale, a mi hermana Paty y a mí a vivir. La razón por la que nos fuimos a vivir ahí fue porque mi papá era ingeniero agrónomo y nos llevó a un rancho lechero a vivir. A la edad de un año, a mi madre, le da un derrame cerebral y pues se va de este mundo. Yo a esa edad pues era muy pequeño para darme cuenta lo que pasaba. Pero conforme iba creciendo, pues veía a mis primos, a mis amigos, cómo cuando estaban tristes, cuando estaban enojados, cuando estaban contentos, sus mamás siempre estaban ahí para ellos. Para mí, esa etapa, cuando empecé a tener uso de razón, fue muy complicado. Me moría de pavor. Me daba muchísimo miedo el pensar, el imaginarme y el hacerme supuestos de qué iba a ser de mi vida sin una mamá. Mis hermanos, cuando muere mi mamá se vienen a vivir a México con mis abuelos y yo me quedo solo con mi papá en el rancho. Entonces no tenía tampoco a mis hermanos para, pues para encontrar ese momento de reflexión, ese momento con quién llorar, a quién abrazar, a quién gritarle, quién enojarme. Y digo que inconscientemente me comencé a acercar a los animales. Y conforme pasaba el tiempo me daba cuenta que cuando estaba con una vaca, las becerritas chiquitas, cuando estaba con los borregos, los perros, pues me sentía a gusto. Me sentía relajado. Me sentía apapachado, me sentía abrazado por estos animales. Yo digo que de ahí nace mi amor por la interacción con los animales. Conforme empiezo a crecer, le digo a mi papá oye, pues preséntame mi mamá, ¿no? Nunca mi papá me platicaba mucho de mi mamá. Siempre me decía ay te quería mucho tu mamá. Tu mamá era muy bonita. Pero nunca hacía una presentación, o sea, realmente. Y yo creo que pues por obvias razones, cómo le dices a tu hijo, cómo platicas con tu hijo de un gran dolor que tienes y que sabes que tu hijo lo trae, lo que quieres es evitar platicar de eso.

34:29
Gerardo del Villar. Entonces recuerdo y digo pa’ platicame de mi mamá, y me decía viejo, me lo recuerdo, me decía viejo, ven. Me sienta en sus piernas, yo tendría cuatro o cinco años, en su oficina y papá, al igual que a mí, le gustaba mucho la fotografía y me empieza a sacar varios álbum de fotografías. Y me empieza a enseñar fotos de pues de cuando yo nací, cuando estaba con mi mamá, fotos de mis hermanos, con los abuelos, pues fotos de esas bonitas que a todos nos encanta recordar, de cuando somos pequeños. Y de repente llegamos a una fotografía que tenemos aquí en la pantalla, en la cual a mi papá y a mi mamá, me comparte que uno de sus gustos y que también era de mi abuelo, era el buceo. Pero imagínense, estamos en 1978, yo vivía en un rancho que había una televisión en blanco y negro que era más grande que esta mesa y que esto, se prendía con bulbos, ¿qué son los bulbos? Eran como unos foquitos que hasta que el foquito no se calentaba no se prendía la televisión y era en blanco y negro. Entonces yo la única referencia que tenía de cosas con mangueras como esta, pues eran los astronautas, porque en ese entonces pues estaba lo del Discovery que iba a la luna y bueno y que estaban estos, no recuerdo el nombre este de las naves que las primeras que subían en el cohete, las naves que eran como aviones y aterrizaban, y le dije oye papá, pero bueno, a ver, mi primera reacción fue oye, pero ¿qué ustedes eran astronautas o qué? No, no, mira viejo, con estos equipos, tu mamá y yo nos gustaba bucear, entonces y tenía su equipo y me acuerdo, me lo empieza a enseñar, el tanque, pesadísimo. Eran unos tanques de acero, hoy son de aluminio, pesan mucho menos. Y me enseña y las mangueras y me empieza a platicar unas historias increíbles y me llama mucho la atención el hecho de que pues podían estar bajo el agua por largos periodos de tiempo sin tener que salir a respirar y luego me empieza a platicar sus aventuras. No, no, y es que aparte bueno, mi papá era al contrario de lo que soy hoy en día. Antes se hablaba de los tiburones, antes la generación de mi papá, todo era matar. Mataban y cazaban todo. Entonces mi papá me enseñó su arpón y entonces me empieza a platicar que en Acapulco un día con el buzo Arnold, que estaban arponeando, entonces que bajó el buzo Arnold y le dio un arponazo a un mero grande, que es un pez como de este tamaño, y el mero se metió a una cueva y de repente mi papá estaba ahí y que ve que le pasa un tiburón por atrás y yo así con mi papá, pero y ¿qué pasó? Y entonces que pasa el tiburón y que el papá saca su cuchillo y le empieza a tocar en el tanque al buzo. Porque el tiburón obviamente se atrae por la sangre del mero.

37:41
Gerardo del Villar. Y que mi papá tocaba el tanque y jalaba al buzo, pero que el buzo no quería dejar que se le fuera la presa y no mano, entonces me empezó a platicar historias así increíbles y yo sin darme cuenta, esa platica, lo que te decía Gaby, muchas veces de una tragedia puede nacer un propósito de vida, de la tragedia, de la muerte de mi madre nació mi pasión por el buceo. Cuando mi papá me empieza a platicar de esas aventuras, mi estado pasó de una tristeza total a una emoción total, a una pasión. Y le encontré un resignificado a mi vida. Le encontré un resignificado a mi tragedia. Si tenemos la capacidad de resignificar nuestras tragedias, pueden pasar cosas muy bonitas. Pues yo ese día decidí que iba a ser buzo. Cómo no. Tenía cinco años de edad, vivía en un rancho, donde el mar más cercano me quedaba a siete horas y era en Tuxpan en Veracruz, porque no había ni media carretera como las que hay hoy en día. Convenzó a mi papá que nos lleve, mi papá se vuelve a casar, que nos lleve a Conchis, que es su esposa, que ella vive aún, mi papá ya no vive y a mis dos hermanos, medios hermanos que para mí son mis hermanos, Jerónimo y Mauricio, que nos lleven a Tuxpan a conocer el mar. Y yo iba, pero emocionadísimo. Cuando me dicen que vamos a Tuxpan, pues lo primero que hago, me meto a buscar en las cosas de mi papá y le encuentro un visor viejo y digo yo me voy a poner, me voy a comenzar a preparar de buzo, pero en un campo, en un rancho, dónde vas a bucear. Pues lo único que había eran unos canales de tierra donde corría el agua que iba a regar los campos. A mí me valió gorro. Yo me puse mi traje de baño, me ponía mi visor y ahí andaba en los canales de riego y me metía. Y yo me sentía mi papá y mi mamá. Yo ya estaba listo. Entonces nos vamos a Tuxpan, yo agarro mi visor, digo yo voy con mi visor a Tuxpan, yo me voy a meter al mar. Llego al mar y llegamos y había una tormenta. El mar estaba bravísimo, ya saben las olas así y rompían, ya saben como cuando llegan al mar y se oye ‘guuuuuuuuuuh’ así impresionante. Entonces rompían las olas, tal. Yo me acuerdo, llegué con mi visor, doy un paso para adelante y nada más siento que me agarran de la cintura, me dicen ¿a dónde vas? aquí no te puedes meter, pero ni a la espumita. Entonces no me dejan meterme a la espuma, pero bueno. Y pasó algo bien curioso ahí. De pronto, a lo lejos, se ve la silueta de un hombre con una carretilla, que se empieza a acercar, se acerca y era un viejo pescador y traía, a lo que le llaman mucho en Veracruz, un cazón, que es una especie de tiburón enano.

40:43
Gerardo del Villar. Y yo vi el tiburón, ¡Papá! Así eran como los que veías, no sé qué. Sí, sí, sí, tal. Y papá, a ver que en cuánto me vende el cazón. Entonces nos compra el cazón, no para comérnolos. O sea, como a ver, como para que jueguen los niños con él. Y yo me imaginaba ahí buceando y tal. Regreso de mi vacación de Tuxpan. ¿Y qué hacemos los niños cuando vamos a la escuela? Pues le platicamos a toda la escuela lo que hacíamos, ¿no? Y llego, nombre ¿qué creen? Yo voy a ser buzo de grande y ahorita estuve con un tiburón en Tuxpan. Les presumía mis amigos. Hasta que sale Carmelo, Carmelo, ya saben, el típico niño bully de la escuela. En ese entonces, pues no se cuidaba el bullying como se cuida hoy en día. Y entonces me empieza a molestar. Nombre Gerardo, tú qué vas a ser, buzo, güey. Si va a ser buzo pues seguro nada más ahí en el rancho. Y que vas a haber visto un tiburón. Puras mentiras. Si llegas a ser buzo, seguro hasta te va a comer un tiburón. Y fíjense que yo ahí tuve un aprendizaje bien padre porque cuando realmente algo nos apasiona, pues no importa que nos molesten, que nos tiren, que nos digan lo que nos digan, siempre que tenemos claro un sueño, vamos por él. No importa qué tan difícil sea el camino, qué tantos obstáculos obtengamos, si realmente lo que hacemos o queremos ser, nos apasiona para hacer tus sueños realidad y para encontrar una pasión como la que yo he encontrado con estos animales. Gracias.

42:57
René. Hola Gerardo, mi nombre es René Castañeda. Muchas felicidades por toda la pasión que pones en todo esto y quisiera preguntarte ¿cómo te preparas? ¿Cómo se prepara un fotógrafo, física y mentalmente, previo a enfrentarse a estos depredadores? Muchas gracias.

43:12
Gerardo del Villar. Gracias René por tu pregunta. Mucho gusto. Y pues sí, definitivamente la fotografía de vida salvaje, la fotografía subacuática, pues conlleva varios retos, tanto físicos como mentales. Físicamente te digo que me preparo, no más allá de un atleta normal, no hago un deporte de alto rendimiento, más si cuido mucho mi salud, en cuanto a alimentación. No me gusta tomar. También me gusta hacer ejercicio constantemente para tener una buena condición física, para cuando los retos de estar 12 horas en Alaska caminando lo pueda, le pueda hacer al frente, o estar haciendo cinco buceos en un día en las islas Galápagos puedas estar con la condición que requieres para estar. Pero fíjate que yo creo que si tenemos que poner un porcentaje entre qué tan importante es la preparación física contra la preparación mental, yo te diría que la preparación física, pues más o menos vale un 30% y un 70% la mental. Hay una clave importantísima que todos los fotógrafos de vida salvaje, ya sean grandes depredadores o pequeños especies, tienen que tener y es una gran tolerancia a la frustración. Yo digo que siempre en la vida encontramos grandes maestros en todos lados y en parte del proyecto Tiburón fui a fotografiar, a buscar fotografiar al tiburón mako. El tiburón Mako es el pez más rápido del océano. Se han registrado velocidades de hasta 126 kilómetros por hora. Yo que soy un abuelo manejando en la carretera, siempre me rebasa. Para que me entiendan, el tiburón mako cazan los peces vela, que el pez vela, creo que nada aproximadamente a 110 kilómetros por hora. Es un pez rapidísimo y es un pez de mar abierto. Y este tiburón pues es un tiburón que es muy difícil de fotografiar por lo mismo. Ya platicamos un poco de la tolerancia que tienes que tener y la constancia cuando estás fotografiando estos animales y lo que te tardas a veces en lograrlos fotografiar. Pero en esta ocasión venía, en esta expedición, venía una fotógrafa, Amanda Cotton. Amanda Cotton es una fotógrafa reconocídisima a nivel mundial. Y estuvimos por cinco días navegando en esas aguas, en Isla Catalina, en Estados Unidos, en California. Y ahí fuimos a buscar este tiburón. Salíamos en un barquito que era amarillo, me acuerdo, y el capitán le llamó “the yellow submarine” así como la canción de los beatles. Estuvimos por varios días ahí y no aparecía el tiburón y no aparecía el tiburón. Y yo empecé a ver un patrón en Amanda. Amanda llegaba todo el tiempo, preparaba su cámara, la ponía en un lugar muy especial, se ponía su traje completo, sus aletas acomodadas, mentalmente, siempre volteando a ver y concentrada en la imagen que quería lograr. ¿La iba a lograr? No lo sabemos porque la naturaleza, pues no sabemos si vamos a vivir mañana. Y los demás buzos, pues esos se echaban unas siestas, se relajaban, se bajaban el traje, se ponían la ropa calientita, se metían a donde no hacía frío. Y estuvimos así aproximadamente, pues qué habrá sido, unos cuatro días. Vimos algunas otras especies, las tuvimos fotografiar, vimos una mola mola, una tortuga, unos delfines risso, vimos otras especies pero no encontrábamos el tiburón mako. Y el día final ya eran aproximadamente las cinco de la tarde, nos quedaba como media hora de luz. Ya todos habían guardado sus cámaras, ya todos se habían, se habían quitado el traje, ya todos habían tirado la toalla y Amanda seguía, con su cámara puesta, sus aletas en donde tenían que estar, su visor, su traje puesto y sentadita, esperando a que se diera la oportunidad.

47:11
Gerardo del Villar. Yo este comportamiento de Amanda lo noté desde el primer día y yo lo que hice simplemente fue replicar su comportamiento. Me pareció una mujer profesional en lo que hacía y preparada, y yo replique su comportamiento. De pronto, como te decía, ya estamos en el último día, ya se iba a acabar la expedición y Eli Martínez, que es un gran buzo de tiburones, que fue el que organizó esa expedición, estaba subido en la parte de arriba del barco y nada más escucho que grita ¡shark, shark, shark! Volteamos, veo la aleta viniendo hacia acá, cuando estaba viendo la aleta Amanda no estaba viendo la aleta, se está poniendo sus aletas, estaba agarrando su cámara y su visor, se aventó. Yo la copié, hice exactamente lo mismo que ella y entré al agua. Y yo me acuerdo, aparte me caí en el agua, no pude ni entrar bien y ya nada más abrí los ojos bajo el agua. Esto era, no era con buceo, era con snorkel en superficie y nada más vi que se venía un tiburón rapidísimo, aparte la luz ya no era muy buena. Y nada más veo que llega un tiburón y me pasa, me da una vuelta, me da otra vuelta. Yo agarraba mi cámara y como ametralladora le disparaba al tiburón. Yo daba dos, tres vueltas. Los buzos que estaban en la lancha, se empiezan a querer preparar, entran, el tiburón se va, entran al agua y los otros buzos oye, ¿la alcanzaste? No, pues medio lo vi a lo lejitos, tal, tal. Entonces subimos a la lancha y me acuerdo muy bien porque estaban todos los buzos, todos éramos fotógrafos. Y es chistoso porque siempre los fotógrafos ahí estamos compitiendo a ver quién tiene la mejor foto. Decimos que no, pero es la verdad, somos bien competitivos. Entonces ahí estábamos viendo las fotos y, a ver, tú ve la foto y a ver. Y empiezan, ¿la tienes? Hay una colita ahí, no, no la tengo. Y otro, a ver ¿la tienes?, no, no salió. Otro, uy, fuera de foco. Le toca el turno a Amanda y no la enseña, le pregunto ¿la tienes?, y nada más me hace así, me cierra el ojito. Veo mi viewfinder de mi cámara y me encuentro esta foto que tengo atrás. Y yo lo que te quiero decir aquí, René, es que muchas veces la preparación mental, la preparación física, el estar listo en todo momento, es lo que nos hace que logremos capturar esos momentos que creemos que no podemos capturar. El creer que lo merecemos. Y si esto lo aplicamos en nuestras vidas y estamos en todo momento trabajando física y mentalmente con una gran tolerancia a la frustración, con paciencia, con constancia y sabiendo que ese momento que estamos buscando, algún día se va a presentar.

50:16
Gerardo del Villar. El día que se presente vamos a estar listos, como Amanda me enseñó a mí, para que podamos hacer la fotografía de nuestras vidas. Gracias.

51:27
Hannia. Mucho gusto, Gerardo. Mi nombre es Hannia Moreno. Cantante, apasionada del mar. Mi pregunta es, en tu experiencia, ¿cuál es la especie marina más sorprendente que te has encontrado?

51:41
Gerardo del Villar. Las orcas, desde mi punto de vista, es el animal más inteligente, más sorprendente y más fascinante que he conocido. Tuve la oportunidad en el 2016 de hacer un viaje a Noruega, donde es conocido que las orcas en los meses de octubre y noviembre entran en los fiordos. Los fiordos son, imagínense, unas montañas que rodean y hacen como unos dedos de mar que entran en las montañas y ahí entran millones, millones, millones, muchísimos arenques. El arenque es un pez más o menos de este tamaño, de unos 30, 40 centímetros y los arenques llegan a esa zona. ¿Quiénes llegan también? Pues llegan las ballenas jorobadas y llegan las orcas que los quieren cazar. Y ahí tuvimos la oportunidad de estar interactuando y fotografiando a las orcas. La verdad que es una expedición única, una expedición muy retadora porque llegas en pleno invierno, solo tienes cuatro horas de día y la temperatura del agua es de 4°C. La luz, como hay muy poco, muy poca ventana de día, la luz para fotografiar es muy mala. Entonces el mar es muy oscuro, pero es un gran lugar para poder tener encuentros con estos animales hermosos, con estos mamíferos que son increíbles. Ahí tuvimos la oportunidad de conocer a Pierre, Pierre Robert de Latour. Pierre es un francés que tiene miles de nados con las orcas en este lugar. Lleva más de 15 años guiando y, año tras año, guiando grupos para que naden con las orcas en este lugar. Hicimos una preparación previa a la expedición para poder estar en esas temperaturas de agua, acoplarnos lo mayormente posible porque no lo sientes. O sea, ¿qué es lo que haces? Estás en un barco, te subes a una embarcación más pequeña y en el momento que ya te subiste a la embarcación más pequeña, ya no sientes las manos, con todo y guantes, ya no sientes la cara, está congelado todo y esta embarcación pequeña lo que hace es que va a buscar dónde las orcas están cazando o acompañando al arenque. Y lo que hacen las orcas… está navegando, tú vas en la embarcación y te arrojan al lado de las orcas. Cuando entras al agua, la orca va nadando, imagínense a unos tres, cuatro metros, y tú lo que tienes que hacer es empezar a nadar paralelamente con ella, que nadar paralelamente con ella es súper complicado porque traes un traje que es como un traje de astronauta, que no es el típico traje de neopreno que te pones para bucear porque tiene ciertas capas para el frío, entonces pesa muchísimo en el agua, tienes que ir nadando, nadando, nadando, nadando, nadando, nadando, nadando, con un esfuerzo inmenso. Y una vez que la orca llega a hacer un contacto contigo, tienes que voltearte de pancita y mostrarle cierta respeto, vulnerabilidad. Y si la orca siente contigo esta conexión se acerca. Si no conecta contigo, se va. En el momento que haces eso y la orca te deja fotografiarla y te ve, porque el tiburón nada más te ve. La orca te observa, te escanea y logras ese momento.

55:06
Gerardo del Villar. La verdad es espectacular. Tuvimos varios encuentros como este que fueron muy pero muy bonitos. Tuvimos. Las vimos cazar, las vimos comer, estar en la bola de carnada a escasos metros de las orcas. Fueron interacciones bien, pero bien bonitas. Y en la noche, Pierre, como todos los guías con los que trabajamos, pues nos dejó muchas enseñanzas y nos compartió cosas interesantísimas como esta que la manada en la familia de las orcas, la orca es, la orca hembra, es la que guía la manada. Hay una matriarca. Muere la matriarca, las hijas toman y cada una hace su manada. ¿Qué pasa con los machos? Los machos siempre están bajo el cuidado de su madre. Para aparearse, lo que hacen, bueno, los machos hacen una práctica que se llama sex games, que lo podemos ver aquí en la pantalla de atrás. Son dos machos que se acercan y se rozan un poco los cuerpos y practican para que cuando se junten con otra manada, los machos de una manada se cruzan a la otra familia y el otro a la otra familia, se aparean y los machos que se cruzaron regresan a su manada. Así de integrada es esa comunidad de las orcas. Las orcas, otro dato interesantísimo, las orcas tienen un cerebro que pesa cuatro kilogramos. Nuestro cerebro pesa aproximadamente un kilogramo y medio y osadamente yo me atreví a preguntarle por qué si el cerebro de las orcas es más grande que el nuestro, los seres humanos somos más inteligentes que ellas. No, no, no. ¿Por qué los seres humanos somos más inteligentes que las orcas? Y su respuesta fue: Gerardo, ¿tú crees que los seres humanos son más inteligentes que las orcas porque tienen manos, porque pueden construir edificios, porque pueden construir ciudades, porque pueden acabar con ecosistemas completos. O la orca es más inteligente, porque se adapta al ecosistema, porque vive en comunidad, porque cuida a su familia y porque se mantiene siendo la reina de los océanos? La verdad me hizo recapacitar mucho. He tenido oportunidad de ver orcas en México, en Argentina, en Alaska, en Noruega y algo que he visto de las orcas que es fascinante, dependiendo el lugar en el que vivan, sus técnicas de cacería siempre son diferentes. En Argentina se salen totalmente del agua, agarran un lobo marino, se meten y se alimentan.

58:39
Gerardo del Villar. En Noruega, ya lo platicamos, se comen el arenque. ¿Cómo comen el arenque? Rodean a una bola de arenque, que la separan y 30 orcas están dándole vueltas y hacen como una red de burbujas, que suben al arenque a la superficie. Llegan, le pegan con la cola y ya que está atontado el arenque, se lo comen. En en el Ártico hay videos impresionantes de cómo las orcas llegan y bajan a los lobos marinos, de los témpanos de hielo, con una ola que crean para comérselo. Pero no solo se lo comen, lo bajan y luego lo suben otra vez para que las orcas jóvenes practiquen. Un dato curioso no hay ningún ataque registrado en mar abierto a seres humanos, solo en acuarios. Regresando a tu pregunta, pues sí, definitivamente yo creo que la orca, aunque mi animal favorito del mar, es el tiburón, pero yo creo que la orca es el animal más inteligente que existe y es un animal que tenemos mucho que aprender. Muchas gracias.

01:00:38
Moisés. Hola, mucho gusto Gerardo, me llamo Moisés. Quería preguntarte respecto a el miedo que tuviste al mar y cómo fue afrontarlo por primera vez y después, ¿cómo relacionarías el afrontar este miedo con tu vida diaria?

01:00:51
Gerardo del Villar. Si te tengo que decir qué es el miedo para mí, en una palabra, te digo que es un aliado, mucho más que un enemigo. A mí, cuando vi la película Tiburón, mi pasión ha sido la que siempre me ha podido ayudar a dominar mis miedos. Pero mis más grandes miedos, aunque no me lo creas, no han estado relacionado con los tiburones. Cuando recién empecé a bucear, fui a un lugar que se llama La Isla Lobos. Esta isla está abajo de Tuxpan, Veracruz, digamos, en el Golfo de México, hacia Tampico, muy cerca de Tamiahua. Es una isla súper, pero súper bonita. Es una isla muy pequeña que tiene un faro, tiene un barquito hundido afuera, tiene unos arrecifes muy bonitos y, no sé si actualmente se pueda, pero en ese entonces, es una isla que pertenece al gobierno, entonces nos permitían acampar. Entonces acampas, te levantas con el olor a mar, ves el amanecer, ves al atardecer, escuchas las aves, las olas. Es un lugar bien bonito paradisíaco. Y en esa ocasión todavía yo no era el instructor, todavía no empezaba a bucear con tiburones, pero en esa ocasión recuerdo pues comíamos lo que pescábamos, o sea, llevábamos cañas, pescábamos y nos lo comíamos, era prácticamente lo que comíamos. Bueno, más dos que tres cosas que llevábamos en el campamento. Y estábamos haciendo, íbamos un grupo aproximadamente de ocho buzos, y estábamos haciendo varios buceos. Hacíamos tres por día, te decía barco hundido. Luego había otro lugar muy bonito que eran como unos arrecifes que ibas como en un laberinto, así, veías peces de muchos colores. La visibilidad era increíble. Los peces perico a mí me encantan porque son verdes, verdes y luego tienen unos naranjas. Veías también las barracudas, que son, tienen como unas rayas así y son plateadas. La verdad que la variedad de colores que ves bajo el mar es espectacular. Dicen que hay mucho más vida en un arrecife que en un bosque. Llegamos. El segundo día de buceo, íbamos por tres días, llegamos y se da la oportunidad de realizar un buceo nocturno. Todos estábamos felices, traíamos nuestras lámparas y llevamos una hawaiana. Una hawaiana es una especie de arpón con 3 puntas y pues teníamos que pescar nuestra cena. Y en la noche, ¿qué es lo que pasa? en el arrecife muchas especies que en el día se esconden dentro del arrecife, en la noche salen del arrecife, salen a cazar o los depredadores que las cazan están dormidos, por muchas razones salen y yo le dije a José Antonio, que me acuerdo que fue con los que empecé a bucear, le dije oye, ¿qué te parece? Ellos van a cenar pescado, pues por qué tú y yo no cenamos langosta, ¿te late? Pues va, vamos a echarnos nuestra langosta en la noche. Entonces hicimos nuestro plan de buceo y nuestro plan de buceo era que íbamos a bajar con todo el grupo y el grupo se iban a ir para un lado del arrecife, los otros seis buzos más el guía siete, y él y yo nos íbamos a ir para el otro lado del arrecife a buscar nuestras langostas. Hicimos un buceo bien largo, normalmente los buceos que estábamos haciendo eran de 40 minutos, nos echamos un buceo de una hora. Encontramos varias langostas. No cazamos todas las langostas, simplemente cazamos dos que eran las que nos íbamos a cenar. Y las langostas las guardamos en una bolsa de malla que teníamos, que nos poníamos aquí en la cintura. Perfecto, terminamos. Las señales, bueno, bajo el agua nos comunicamos con señales. Yo siempre digo que la comunicación bajo el agua es mejor que en la superficie, con tan solo 20 señales.

01:04:46
Gerardo del Villar. ¿Estás bien? Subimos. Bajamos. Tiburón. Tortuga. Tengo poco aire. Estoy más o menos. ¿Y por qué digo que es mejor? Por dos simples razones. Primero, porque se establecen muy bien las señales con las que te vas a comunicar, que son los parámetros de comunicación. Y siempre la comunicación tiene que ir de ida y vuelta. Muchas veces aquí en la superficie decimos algo y pensamos que nos comunicamos y ni siquiera lo escucharon. Pero bueno, ahí estábamos bajo el agua con nuestras lámparas. Las señales cambian un poco, íbamos felices de la vida. Hacíamos señales, sí, ya tenemos nuestra langosta, vamos a comer y hablábamos, los demás no van a comer langosta, nosotros sí, estabámos felices. Subimos ya. ¿Cuánto aire tienes? Esta es la señal de cuánto aire tienes. No, pues yo tengo 500 libras, de 3000 libras que trae el tanque. No, pues yo traigo 400. No, pues ya tienes que subir a los 700. Nos habíamos pasado por un poquito. Perfecto. Subimos, hacemos nuestra parada de seguridad a los cinco metros. Esa parada sirve para liberar nitrógeno que estás alojando, por el aire que respiras, en tu cuerpo para seguridad. Perfecto. Subimos, salimos y volteamos a ver el cielo. Impresionante. Casi casi se veía la Vía Láctea. No había luna, una noche obscura, obscura, estrellas por todos lados. Me acuerdo, nos recargamos así. Una gozadera de aquellas. Volteamos, a lo lejos, vemos el faro de la isla y empezamos con nuestras lámparas a hacer señales. Ahorita nos encuentra Aurelio, que era el capitán. Ahorita viene por nosotros. No, güey, vamos a cenar delicioso. ¿Cómo vas a cocinar tu langosta? Pues creo que alguien trae mantequilla, la cocinamos a la mantequilla, pero si no hay mantequilla, ¿cómo, no? Pues igual con sal y a las brasas en la fogata. Empezamos a platicar. Sí, pero están de buen tamaño, ¿verdad? Sí, que rico, se van a morir de envidia todos los demás porque somos los que vamos a cenar delicioso. Y ya sabes, estabámos así, platicando, disfrutando, babeabamos de lo rico que íbamos a cenar. Y de repente cinco minutos y seguíamos en la oscuridad total. Volteamos y el faro se veía a lo lejos. Ay, seguro está recogiendo a los otros buzos, Aurelio ahorita pasa por nosotros. Cinco minutos más y seguía sin venir por nosotros.

01:07:54
Gerardo del Villar. Volteamos a ver a la isla y la corriente cada vez nos alejaba más. Pasa media hora y seguíamos flotando en superficie. Y ahí viene el juego mental más difícil que nos podemos hacer, cuando de manejo de miedo se trata. Empiezan aparecer los supuestos. ¿Y si no nos recogen? ¿Y si el mar en lugar de llevarnos a la costa, nos aleja más? ¿Y si mejor nadamos hacia la isla? ¿Y si? ¿Y si? ¿Y si? No, tranquilos, tranquilos. Ahorita llegan por nosotros. Pasa una hora, y el faro que medio nos iluminaba a lo lejos ya se veía la luz chiquita. Y siguen los supuestos. Pero los supuestos empezaban a cambiar. Y le empezábamos a poner el nombre de la fotografía que tengo en mis espaldas. Las langostas. Tiramos las langostas. Echaban algo de sangre y empezamos a caer en una espiral de miedo impresionante. Una espiral de miedo que no nos dejaba ver con claridad cómo reaccionar. Si en lugar de a los 45 minutos habernos hecho supuestos, hubiéramos tomado la decisión de comenzar a nadar a la isla, capaz ya estaríamos en la isla. Pero no, ocupamos nuestra cabeza con supuestos, supuestos, supuestos, supuestos, supuestos. Empezó a fallar una de las lámparas. Entonces, ¿cómo nos ubicaban? Pues por la luz. Nos peleamos. Cabrón, te dije que nos separáramos. Tú y tus ideas de cenar langosta. Y de pronto, más o menos, o sea llevábamos como una hora 40, a lo lejos vemos una lucecita. Ah, Aurelio, lámpara. Empezamos a gritar. Se empezó a acercar y era la lancha que venía por nosotros. Nos suben a la lancha. Todos en la lancha, no enojados, enojadísimo con nosotros. Y Aurelio, el capitán, se voltea conmigo porque yo había organizado ese viaje. Me dice Gerardo, te voy a decir una cosa si yo tengo que perder seis buzos o perder dos, voy a perder a dos.

01:11:06
Gerardo del Villar. Una gran lección. Regresando al manejo de miedos. Digo, yo creo que durante la hora y media que estuvimos, tuvimos un pésimo manejo de los miedos. Hicimos supuestos que no nos dejaron planear hacia dónde ir. Nos enfocamos en el problema en lugar de las soluciones. Afortunadamente no pasó a mayores, pero yo sí les digo que para manejar los miedos, una de las mejores herramientas que a mí me ha funcionado en la vida es no hacerme supuestos de lo que va a pasar. Simplemente ejecutar la regla más importante del buceo, cuando enfrentas situaciones. Número uno, parar. Número dos, pensar y número tres actuar. Cuando enfrentamos una situación con esta secuencia de pasos, sin hacernos supuestos, es mucho, mucho más fácil manejar nuestros miedos. Y para concluir esta pregunta, les quiero dejar esta reflexión. ¿Qué es el miedo para ustedes? ¿Qué significa el miedo para ustedes? ¿Es un aliado? ¿Es un enemigo? ¿Es alguien que queremos abrazar y comprender o es alguien que queremos alejar? En mis conferencias siempre me preguntan ¿cuándo voy a dejar de tener miedo? Y yo les respondo que jamás. El miedo estará presente en nuestras vidas desde que tenemos uso de razón hasta que nos vayamos de este mundo o dejemos de tener uso de razón. El miedo no es algo ajeno a nosotros, es algo con quien tenemos que vivir, a quien tenemos que conocer y sí lo podemos ver como un aliado, por un lado nos puede alejar de situaciones muy peligrosas y por otro lado nos puede impulsar a lograr cosas muy bonitas. Y también lo que yo les quiero dejar es que, si algo de verdad nos genera mucho miedo y mucho pánico, no vayamos por ese camino, porque no es algo que nos apasione lo suficiente para poder dominar ese miedo. Muchas gracias.

01:14:29
Sofía. Hola Gerardo, mi nombre es Sofía Gorbea. Después de ver alguna de tus increíbles fotografías, quisiera saber qué papel juega la paciencia para lograr capturar esas tomas.

01:14:38
Gerardo del Villar. Hola Sofía, muchas gracias por tu pregunta. ¿Te gusta el deporte de alto rendimiento? A mí me encanta. Mis hijos lo practican todo el tiempo, son futbolistas a más no poder y los dos lo practican a un nivel de alto rendimiento. Y fíjate que yo como papá de deportistas, pues he seguido a muchos deportistas a lo largo de la vida de mis hijos y me he dado cuenta que muchas veces el deportista que llega a ser estrella no necesariamente es el deportista talentoso, sino el deportista que más trabaja. ¿Qué te quiero decir con esto? La paciencia no es un talento, es como un músculo. Si queremos ser pacientes la tenemos que trabajar tal y como trabajamos un músculo. A mí la fotografía de naturaleza, la fotografía de grandes depredadores me ha puesto a prueba muchísimas veces. He tenido que ser paciente en varias ocasiones y en muchas ocasiones mi paciencia no se apremia. En otras tantas sí. Por ponerles un promedio, cuando vamos buscando fotografiar algún suceso, como la corrida de sardinas en Sudáfrica, el promedio de fotógrafos que van ahí al año pues serán unos 500 en todo el mundo. Y de esos 500 aproximadamente, solo el 10% logra fotografiar ese suceso. Lo que yo les quiero decir es que los fotógrafos de naturaleza muchas veces fallamos. A veces vemos la fotografía, pero no sabemos el trabajo y la paciencia que hay detrás. La tolerancia a la frustración. En una ocasión tuvimos la oportunidad de ir a un lugar que se llama Port Saint Johns, esto es en Sudáfrica, en la Costa Salvaje. ¿Qué íbamos buscando ahí? En ese lugar hay una migración de sardinas que es la más grande del mundo. Las corrientes frías del Atlántico entran en la Costa Salvaje, al Índico y la corriente caliente del Índico aprieta el agua fría, generando una especie de canal de agua fría. A los tiburones y grandes depredadores y a la sardina les gusta mucho más el agua fría que el agua caliente. Entonces, al momento que el agua caliente está empujando, se crea este canal. Y ahí, en los meses de octubre, de invierno, que es invierno allá, que son los meses de aproximadamente junio y julio, está esta corrida de sardinas que es impresionante. Millones, millones. Se ven unas manchas aéreas, pero muchísimas sardinas. ¿Y pues quién va ahí? Pues todos los depredadores que quieren ser parte de ese banquete. Muchas especies de tiburones, aves, delfines, ballenas. Todo mundo llega al banquete. Pero para lograr fotografiar este suceso. ¿Qué es lo que hacen? Bueno, primero, los delfines, que son inteligentísimos, al igual que las orcas, ya platicamos, van siguiendo toda la manada, trabajando en comunidad. Se sumergen y crean estas redes de burbujas abajo de las sardinas. Y al crear esta red de burbuja y hacer estos ruidos fascinantes que hacen, estos cánticos y su lenguaje, que están comunicando, suben a las sardinas a la superficie, suben bolas de sardina, se llaman bay balls.

01:17:53
Gerardo del Villar. Entonces estas bolas de sardinas están en superficie. Una vez que llegan a superficie, están los delfines rodeandolas, conteniendolas. Por aire empiezan a caer las aves a comer también del banquete. Por abajo empiezan a llegar los tiburones. Imagínense, tiburones y delfines trabajando juntos y cazando juntos. Fascinante. Y también las ballenas llegan a aprovecharse de las bolas grandes, abriendo sus mandíbulas impresionantes y agarrando las bolas de sardinas. Esto pasa en una franja aproximadamente de 40 kilómetros de largo de costa, por, vamos a hablar unos cinco kilómetros de la costa, de la playa hacia adentro. Y ahí nosotros tenemos que estar en una lanchita con un frío espantoso, mal comiendo sin sombrita, porque si tiene sombra la lancha, la lancha no puede navegar rápido si se da el suceso. Con olas gigantes. Entrar al mar ahí, las olas son de cuatro o cinco metros, y te agarras y de repente están, ahí está la bola de sardinas, le manda por radio y le meten a los motores a todo y ahí vas agarrado y botando. Y si no te agarras bien, te caes de la lancha. Entonces estuvimos ahí por nueve días. Pero imagínate que estás buscando en una franja de 30 kilómetros, perdón, y dos o tres kilómetros, que ya estás afuera, estás buscando una mancha, una bola de sardinas que si es muy grande llega a medir 15 metros de diámetro y que están todos comiendo. Pero si no llegas a tiempo, pues ya se le acabaron, se acaban el banquete. Entonces no logras fotografiar este suceso. Y ahí pues bueno, en esta ocasión vuelvo a lo mismo. Hay veces que la naturaleza te premia así, pero hay veces que te la hace cansada y entonces la paciencia es importantísima porque tienes que mantenerte en foco, tienes que mantenerte, volvemos a la salud, hablamos de la parte física, tienes que estar físicamente bien y tener una gran tolerancia a la frustración. Pero sobre todo tienes que tener tres cosas, que les voy a decir, cuando estamos fotografiando estas especies, que obviamente una es la paciencia. Pero les voy a compartir tres cosas más que son sumamente importantes. Una, tener claridad de lo que quieres, para que ejecutes ese plan en base a tu claridad. Dos, saber qué propósito vas a cumplir o cuál es el propósito de lo que quieres lograr, para qué lo quieres lograr. Y tercera, que es a mí la que más me fascina. Siempre tener una gran actitud de gratitud, siempre estar abiertos, agradecer lo que la expedición te está regalando. Si la expedición te regaló un amanecer, da las gracias. Si la expedición te regaló un té caliente en la lancha, da las gracias. Cuando somos agradecidos, cuando tenemos claridad, cuando tenemos un propósito claro de lo que estamos haciendo, ser pacientes es relativamente fácil. Siguiendo con la expedición, salimos el primer día, el segundo día, el tercer día. Fuimos muy pacientes por siete días. Todo mi grupo traía una actitud increíble, todos de agradecimiento, todos disfrutando y si se daba, bien, y si no se daba, también. Bueno, también no tan bien, pero queríamos que se diera. Y llegamos al día ocho, Y nos dice Brooke, this is the bay balls of the season. O sea, vimos una mancha de sardinas impresionante. Se veían las ballenas salir de la superficie, las aves caían, todos los, se veían los tiburones así abajo. Pero había muchas lanchas buscando fotografiar ese suceso. Y nos dice vamos a esperar porque pocas bolas así de carnada he visto en mi vida, el guía que va diario ahí, bueno, que vive ahí, que hace muchas expediciones ahí. Y yo como líder de expedición no quise tomar la decisión yo solo y le pregunté a todos los que íbamos oigan, ¿están de acuerdo que esperemos a que salgan los que están en el agua y ya nos toca el bay ball para nosotros solos? Y todos dijeron sí, sí, estamos de acuerdo.

01:22:52
Gerardo del Villar. De repente sale un buzo y dice the bay ball run away. La bola de sardinas salió corriendo. El peor día de mi vida como líder de expedición. ¿Cómo fue posible que permitiera que mi ego por buscar algo mejor no hubiera aprovechado el momento? De verdad no podía. Tuvimos la paciencia por ocho días. Viajamos hasta África. Planeamos dos años de expedición. Y el ego de querer tener un mejor momento que los demás hizo que ser paciente no fuera suficiente. En la noche, me acuerdo, llegamos a cenar a la finca. Yo no cené, me fui a encerrar a mi cuarto. Nos quedaba un día por delante y tenía pesadillas. O sea, me levantaba, porque aparte alguien en el Instagram había subido un video que había grabado y lo veía y lo veía y lo veía, y yo decía, platiqué con mi grupo, mi grupo, me dijeron Gerardo, la decisión las tomamos todos, pero creo que yo como líder tuve que haber tomado la decisión de entrar al agua en ese momento. Y sí, la paciencia por sí sola no sirve, hay que aprovechar las oportunidades cuando la vida no nos las da. No sabemos si mañana vamos a estar aquí, no sabemos si va a ser mejor la oportunidad del día siguiente o simplemente ya no va a estar. A veces no nos sentimos lo suficientemente preparados cuando la oportunidad se presenta, pero esa oportunidad hay que tomarla en el momento que se presente. Porque si somos lo suficientemente pacientes pero no tomamos acción, en el momento que la oportunidad se da, no la podemos perder. Afortunadamente, al día siguiente, el mar recompensó nuestra paciencia, perdonó nuestro error y nos regaló el suceso que ven en la imagen que tengo atrás de mí. Seamos pacientes. Tengamos claridad, siempre con un propósito. Seamos constantes y sobre todo, pensemos que somos merecedores de hacer la fotografía que estamos buscando. Muchas gracias.

01:26:27
Hannah. Hola Gerardo, mi nombre es Hannah, mucho gusto. Yo te quiero preguntar sobre ¿qué especie crees que está más amenazada y necesita más visibilidad?

01:26:40
Gerardo del Villar. Hola Hannah, mucho gusto. Híjole, una pregunta muy difícil porque desafortunadamente no es solo una especie que está amenazada y que necesita más visibilidad. Son miles de especies, tanto de flora y fauna, que están amenazadas por el cambio climático. Pero si tenemos que escoger una, platiquemos el día de hoy de los osos polares. Churchill, Canadá es un pueblo muy pequeñito en el cual no viven más de 800 personas, imagínense. Y el censo de osos polares en esa zona es de 900. Hay más de un oso por persona, cada quien tiene su oso ahí para, por si quieren apapacharse en la noche con él. Y este lugar es conocido como la capital de osos del mundo. La verdad que es un lugar fascinante para ir a fotografiar osos polares. Yo tuve la oportunidad de ir ahí por primera vez terminando la pandemia. Y para mí, ver este animal majestuoso, fue algo increíble. Fue algo fenomenal. Lo disfruté muchísimo. Este lugar está en un lugar muy inhóspito, o sea, el frío ahí de verdad es muy, muy fuerte y es todo lleno de rocas. Los árboles no crecen. Los pinos cerca de la costa solo tienen ramas de un lado, porque sopla tan fuerte el frío que las ramas de los pinos, no crecen hacia al lado del mar, solo crecen hacia el lado de tierra. Y hay varias especies, hay zorros, hay alces, hay muchísimos animales, pero está este animal que es el oso polar y que está muy afectado principalmente por el deshielo de la bahía Hudson. La Bahía Hudson, es pues una bahía muy grande, es como un golfo de México, imagínense. Un poco más pequeño. Donde el mar se congela y todos los osos que viven en esa zona se meten a vivir al mar por siete meses, a caminar en el hielo y es donde cazan a sus principales presas, que son las focas. ¿Por qué está considerado el oso polar un mamífero marino? Es precisamente por esa razón, porque los osos pasan más tiempo en el mar, contemplando el tiempo que pasan cuando está congelado todo el mar, que en la tierra. El calentamiento global ha hecho que el mar primero se congele más tarde y se descongele más rápido. Entonces, esto ¿qué está provocando? Que los osos entren a a donde viven durante siete meses, a su hábitat, entren más tarde y se tenga que quedar más tiempo en tierra y que cuando regresan a tierra tengan que nadar muchos kilómetros que antes no nadaban porque al descongelarse les queda lejos de tierra. Y a mí lo que me fascina de estos animales y lo que me fascina de este lugar, es que el oso, a pesar de estar viviendo una situación muy complicada con el calentamiento global, es una especie que busca adaptarse. Cuando yo llegué le pregunté a Remi, que era nuestro guía. Le pregunté oye, platícame un poco del calentamiento global, cómo están los osos.

01:30:06
Gerardo del Villar. Porque llevaba esta idea que vemos a nivel mundial todos, esta foto del oso todo flaco que es muy triste y pues si, si están viviendo. Pero me dice mira Gerardo, el oso, si bien ya no está pudiendo cazar tanto en mar abierto, está empezando a cazar en tierra, se está adaptando. Y yo, pues cómo que se está adaptando. Sí, al ya no tener presas, las sorpresas que tiene en el hielo, porque no sé si han visto estos videos que cazan en los hoyos donde está la foca, se está adaptando y está empezando a cazar alces, está empezando a cazar gansos, imagínense, conejos. Está empezando a cazar otras presas que antes no cazaban y también están cazando a las beluga que llegan a esa zona también. Y yo creo que es bien importante que al igual que el oso polar se está adaptando, pues nosotros busquemos cómo podemos adaptarnos. Hay una frase del Dalai Lama que me encanta. Y que dice si crees que eres muy pequeño para hacer la diferencia, trata de dormir con un mosquito en un cuarto. No tenemos que bucear con tiburones, no tenemos que hacer una campaña y marchar al Palacio Nacional con doscientas mil gentes con pancartas de protejamos a los osos polares, aunque no los tengamos en México. Pero o sea, no tenemos que hacer grandes esfuerzos. Hay muchas acciones pequeñitas que podemos hacer día a día, que nos ayuden a cuidar esta situación que estamos viviendo del calentamiento global y también a cuidar a las especies que viven en el planeta. Por ponerle algunos ejemplos. Porque una vez fui a Madrid, tuve la oportunidad de ir a Madrid, iba caminando ahí por la plaza del Sol y me encontré una coladera que decía, que alguien le puso como una especie de grafiti, no era grafiti, porque estaba bien escrito, el mar comienza aquí. Entonces tengamos conciencia que toda la basura que arrojamos en la ciudad eventualmente va a acabar en el mar. El 80% de nuestra basura acaba en los océanos. Y algo que… del que yo los quiero invitar a reflexionar, fíjense que es muy triste, ¿no? Porque muchos colegas míos. Y a mí me da coraje, me enoja mucho. Cuando hablan de esta situación que estamos viviendo, hablan como si fuera el final. No, cuando yo buceaba hace 20 años los ecosistemas eran diferentes. Ya nos acabamos el mundo, ya no hay vuelta atrás. Y a mí me da mucho coraje y me enoja porque para mí, mientras siga habiendo un oso polar, mientras siga habiendo un tiburón, mientras siga habiendo una vaquita marina.

01:33:14
Gerardo del Villar. Lo digo en sentido metafórico, porque se necesitan dos, una hembra y un macho. Pero bueno, mientras siga habiendo una especie, hay esperanza. Mientras siga existiendo ese árbol que algunas gentes les gusta abrazar, hay esperanza. Mientras siga habiendo más seres vivos en el mundo, hay esperanza. Muchas gracias.

01:34:20
Atzinnahui. Hola, Gerardo, Un placer conocerte. Mi nombre es Atzinnahui. El día de hoy quisiera preguntar ¿qué relación encuentras entre el nado con tiburones que se pueda llevar a la vida cotidiana?

01:34:30
Gerardo del Villar. Hola Atzinnahui. ¿Cómo estás? Gracias por tu pregunta. Que los tiburones también tienen miedo. Hace dos años, tuve la oportunidad de ir a una isla que se le llama La Roca Viviente. Es eso. Es una roca. Esta roca se encuentra en el Pacífico colombiano. Aproximadamente a unas 36 horas de navegación del puerto de Buenaventura. Esta isla es conocida en el mundo del buceo y el buceo con tiburones como el Everest del buceo. Debido a las complicaciones para el buceo en esa zona. Lo peligroso no son los tiburones, son las corrientes, como ya lo platicamos anteriormente. En esa isla varios buzos que han ido, se han perdido porque las corrientes submarinas son tan pero tan fuertes que en cuestión de minutos alejan a los buzos del lugar, cinco o seis kilómetros. Y encontrar una cabeza en mar abierto es como, es mucho más difícil, que encontrar una aguja en un pajar. Cuando yo fui a la isla, estaba viviendo una situación complicada en mi vida. Como muchos vivimos. Pero iba muy reflexivo, iba muy reflexivo, iba muy sentimental y iba, sobre todo, muy vulnerable. Llegamos a la isla y estuvimos haciendo varios buceos. Los dos primeros días de buceo fueron dificilísimos. Nos teníamos muchas veces que colgar de las piedras, la corriente era durísima. De repente ya estábamos subiendo, y las corrientes nos volvían a bajar y no nos dejaban salir a la superficie. El agua era verde, no había visibilidad. Estaba durísima la situación. El tercer día nos levantamos y el mar estaba tranquilo. Nuestro guía J, que lo quiero mucho, al cual le mando un abrazote con mucho cariño, nos dice Gerardo, vamos a ir a la cara del fantasma. Las condiciones están buenas para que tengamos un buen buceo ahí. La cara del fantasma se le dice así porque literalmente en la roca, antes de, arriba del agua, no bajo el agua, hay una, está como una cara como una máscara de un fantasma, como el fantasma de la ópera. Y coincidentemente, cuando entras ese buceo en el agua, hay una especie de anfiteatro. Como si fuera el teatro donde actúa el fantasma de la ópera. Formado por rocas naturales y hasta el fondo en la profundidad, que son más o menos 30 metros, entre 30 y 35 metros hay un fondo arenoso. Y es lo que yo le decía y lo comparto en mi libro, digo que eso es como es el anfiteatro del fantasma de la ópera.

01:37:46
Gerardo del Villar. Donde el show. Entonces todos los buzos que íbamos escogimos nuestra butaca, que era una piedra, no era más que una piedra. Y bueno, cuando agarras la piedra tienes que tener cuidado, porque luego hay peces que, escorpión o te pueden picar. Escogimos nuestra butaca. A diferencia de los días anteriores, de repente empiezan a aparecer sombras, muchas sombras así. Se empiezan a acercar las sombras, y eran tiburones martillo. El tiburón martillo, que es una especie muy cautelosa a interactuar con nosotros los seres humanos, lo cual lo hace muy difícil de fotografiar. Pero ese día había nubes de tiburones martillo, explosiones llegaban, se acercaban a nosotros, pasaban por arriba, por un lado, por todos lados, a escasos metros. Y fascinante, porque los tiburones entraban a la roca y se limpiaban. ¿Cómo se limpian? Hay unos peces pequeñitos que se llaman los peces mariposas, que llega el tiburón martillo, se pone de pancita y los pececitos les limpian los parásitos. Y cuando están limpiando los parásitos, los tiburones van súper tranquilos. Entonces te deja tomarles fotos espectaculares. Yo siempre como fotógrafo he sido un atascado. Me gusta tomar fotos y más fotos y más fotos. Y siempre hay una foto más que tomar. Y disfruto mis buceos y disfruto mis encuentros por medio del lente de mi cámara. Pero ese día, a la mitad del buceo, me acordé lo que estaba viviendo, y me puse simplemente a observar, simplemente a apreciar. ¿Y qué me di cuenta? De algo que venía viendo toda mi carrera como fotógrafo de tiburones. Y que es que los tiburones también tienen miedo. Y ahí fue donde me di cuenta que todos estos grandes animales y pequeños animales con los que llego a trabajar son grandes maestros. ¿Por qué? Porque el tiburón me enseñó que a pesar de tener miedo es el líder de su ecosistema. A pesar de tener miedo, mantiene el balance en su ecosistema. Y fue ahí donde dije si los tiburones también tienen miedo, ¿por qué yo no puedo tener miedo por lo que estoy viviendo? ¿Por qué yo no puedo abrazar el miedo y aprovecharlo de la misma manera que ellos?

01:40:49
Gerardo del Villar. Regresando de la isla, me puse a escribir y empecé a sacar varios aprendizajes que mis grandes maestros me han dado. Las orcas, su manera de vivir en comunidad, de comunicarse. Los osos polares, ya lo hablamos, su manera de adaptarse. Los cocodrilos, su manera de vivir en el presente. No hay que inventar el hilo negro. Todo está en la naturaleza. Para mí, estos animales son unos grandes maestros que me han enseñado y me han dado grandes lecciones de vida. Si tenemos como seres humanos la humildad de reconocer nuestras debilidades. Y aprovechar las fortalezas de estos animales y de otras personas, vamos a llegar muy, pero muy lejos. Muchas gracias.

01:42:33
Valentina. Hola, mi nombre es Valentina, soy estudiante de biología marina y antes de hacer mi pregunta te quiero agradecer y mostrar mi respeto a tu trabajo. Definitivamente la divulgación, sobre todo a través de la fotografía de fauna salvaje, es de suma importancia para fomentar la conservación ambiental. Bueno, mi pregunta es ¿qué has aprendido del océano y de qué manera lo has integrado a tu vida?

01:42:59
Gerardo del Villar. Gracias, Valentina. Claro que sí. Tengo un gran amigo, de mis mejores amigos. Uno que quiero mucho, que se llama Jorge Font y lleva aproximadamente 35 años en una silla de ruedas. Jorge escribió un libro muy bonito. Él es un atleta de esquí acuático. Tiene varios campeonatos en esquí paralímpico, pero su libro me gusta mucho porque su libro se llama Ensanchar la vida. Y Jorge, por resumirles muy brevemente su libro, lo que dice es que la vida no se trata de alargarla, se trata de ensancharla. Regresando a todos los aprendizajes y cosas que me ha dejado el mar, pues me ha dejado cosas fantásticas. Me ha dejado momentos increíbles. Y como lo dice Jorge, me ha dejado sobre todo la facilidad de buscar aprovechar cada momento de la vida. Cuando estamos allá afuera en el mar, somos muy pequeñitos, somos muy vulnerables. Pero si tenemos la capacidad de apreciar cada momento, de agradecer cada momento de respetar al océano, de respetar a la naturaleza, de respetar a las especies que viven en él, no solo vamos a ensanchar nuestra vida, sino la vida de los demás. Algo que es muy importante para mí es que mis hijos tengan la oportunidad de platicarle a sus hijos todo lo que yo he vivido. Y no me refiero a mis historias, sino a lo que he visto. Y que ellos lo vean y que tengan la oportunidad de seguirlo viendo. El mar también me ha enseñado que si lo cuidas se puede recuperar. El mar me ha enseñado que si nos adaptamos podemos coexistir. El mar me ha enseñado que si sabemos manejar nuestros miedos de la manera correcta, podemos disfrutar más de nuestra vida. Cuando estás allá afuera y no escuchas más que el sonido del viento, como se mece la lancha y te das cuenta que sí se puede. Te das cuenta de lo afortunados que somos. Aparece la paz, el agradecimiento y la plenitud. El mar, como todos los elementos y todo lo que hay en nuestro planeta, son grandes maestros de vida. Solo hay que tener la suficiente humildad para reconocer que no sabemos todo y poder aprovechar todo ese conocimiento.

01:46:12
Gerardo del Villar. Muchas gracias.