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México, un país asombroso, colorido y vivo

Laura García Arroyo

México, un país asombroso, colorido y vivo

Laura García Arroyo

Lexicógrafa


Creando oportunidades

Laura García Arroyo

Laura García Arroyo es una apasionada de las palabras y la comunicación. Aunque su formación inicial fue en ciencias, su camino la llevó a estudiar Traducción e Interpretación, lo que la acercó al mundo de la lexicografía. Su trabajo como redactora de diccionarios la vio llegar a México, donde descubrió la riqueza y diversidad del español en América. Desde entonces, se ha dedicado a explorar, definir y divulgar el valor de las palabras, tanto en medios de comunicación como en libros y conferencias.

Es autora de libros como “Funderelele”, donde rescata términos poco conocidos y promueve la curiosidad lingüística. Laura ha trabajado más de dos décadas en televisión, acercando el lenguaje al público de manera lúdica y reflexiva. Defiende la importancia de ampliar el vocabulario para comprender y expresar mejor la realidad, y promueve el uso consciente del lenguaje como herramienta de inclusión y empatía.


Transcripción

00:00
Laura García Arroyo. Me llamo Laura García Arroyo. Soy amante de las letras y aunque yo siempre estudié cosas de ciencias y me gustaba la arquitectura y las matemáticas y el dibujo técnico. De repente en mi camino se cruzaron las palabras y estudié una cosa que en ese momento se llamaba traducción e interpretación. Y sin quererlo ni saberlo, pues me llevó a sitios muy variopintos. Eso me llevó a ser redactora de diccionarios y me mandaron a México, a un país que aparentemente era el mismo idioma y que poco a poco me fui dando cuenta de que no, de que no hablamos el mismo idioma, aunque nos comunicamos con las mismas palabras. Y ahí fue donde me fui enamorando de las palabras. Luego me fui haciendo lexicógrafa, que es una palabra así muy sofisticada y rimbombante, para decir simplemente que uno hace diccionarios y se dedica a definir las palabras y ponerlas por escrito. Y eso que es un trabajo que puede sonar muy tedioso y muy minucioso, que lo es. En realidad te permite establecer una relación con las palabras. Te das cuenta de que todas tienen un nacimiento, todas tienen una familia, todas tienen una historia, algunas se van por otros caminos. Unas deciden viajar, volver. Una se duerme mucho tiempo, reaparecen. Y esa manera de desmenuzar cada palabra, con cada historia que había ahí detrás, a mí me permitió acercarme a ellas, verlas de otra forma. Cada día se pueden aprender palabras nuevas. Quiero también que salgan de acá pensando en que aprender palabras nos abre puertas y nos permite ir un escalón más arriba. Sea lo que sea a lo que se dediquen. Siempre necesitamos palabras para comunicarnos, para saber quiénes somos, para transmitir lo que vamos descubriendo por el mundo y para convivir con el resto, ya sea por escrito o oralmente, pero poder estar como conscientes de que las palabras están ahí nada más, hay que prestarles atención. Así que bueno, espero pasar un buen rato aquí con todos y pues estoy dispuesta a escucharlos, a platicar con ustedes y a ver qué sale de esta conversación.

02:23
Ana. Mi nombre es Ana Martínez y me gustaría, bueno, primero mencionarte que me gusta mucho tu trabajo en televisión, pero también me gustaría que nos compartieras un poco sobre, ¿tú cómo crees que influye el lenguaje en nuestro conocimiento del mundo?

02:38
Laura García Arroyo. Hay una tradición yucateca que cuenta que los ancianos de los poblados indígenas hacen un paseo, se meten en la selva con las generaciones más jóvenes cuando ya tienen cierta edad y se adentran en la selva para ir señalando las cosas y darles los nombres de cómo se llaman las cosas de la selva, de su entorno. Pasan varios días y los chavos pues salen con un vocabulario nuevo. Pero más allá de las palabras que hayan aprendido, han aprendido a observar, a percatarse, a notar la existencia de las cosas. Cuando nosotros nombramos algo, lo que hacemos es reconocerlo, ponerlo en presencia, en el presente. Entonces, el hecho de nombrar las cosas me permite fijarme en ellas, porque de alguna forma hemos aprendido a hablar con comodines, pásame eso, yo no sé cómo le haces, pero me lo traes y si no es eso, digo, no lo otro, pero te lo señalo de alguna forma y hay una comunicación como ya muy aprendida que hace que tú sepas a qué me estoy refiriendo, porque a lo mejor lo que estoy buscando es como una silla, entonces, ¿me traes eso? Entonces tú ya sabes lo que estoy haciendo. Pero cuando uno está en otro escenario que no es a lo mejor la ciudad o que no es algo cotidiano donde nos estamos viendo todo el rato. Sí hay una necesidad de nombrar las cosas, porque el no nombrar las cosas también tiene una consecuencia. Lo que se omite en una conversación no es que se borre, es que tú lo estás dejando de lado. Cuando uno no nombra cosas en un texto, en una noticia, en una narrativa, estás dejando de lado cosas. Yo por eso defiendo mucho el que amplíen el vocabulario. No nos quedemos con las palabras que todo el mundo más o menos, hay estadísticas que dicen que con 300 palabras al día, todos más o menos sobrevivimos. Y a mí me parece que el vocabulario no funciona como un examen que ustedes tengan mañana de geografía y se aprenden todo esta noche y mañana lo hacen y sacarán la nota que sea. El vocabulario ustedes no pueden hoy abrir el diccionario y aprenderse todas las palabras de memoria y mañana, mañana no se van a acordar de nada. Mañana no, no va a haber una fluidez, se van a bloquear. No funciona así. A mí me gusta pensar en que todos llevamos una mochila invisible en la espalda, que no pesa, que no se ve, que se puede combinar con cualquier ropa. Y cada vez que te encuentres una palabra en algún lado. En el subtítulo de una serie, en la consulta del doctor, en un cartel, en la publicidad, en la conversación que escuchas en el pesero, guárdenla, guarden esa palabra y si pueden, en ese momento, todos tenemos celular, todos podemos consultar los diccionarios virtuales, vean qué significa, qué posibilidades tiene, de dónde viene, con quién se lleva, con quién no se lleva, si puedo ofender, si no puedo ofender, se la guardan en la bolsa y ahí va a estar para que en el momento que sea necesario usarla, ahí va a estar pendiente y lista. Si ustedes no tienen esa predisposición a tener ese vocabulario, se van a ir con las 300 palabras que me van a impedir a mí saber más de ustedes. Necesito hablar con ustedes, necesito que ustedes me cuenten quiénes son y para eso necesito palabras, porque no es lo mismo decir estoy triste, que estoy afligido, acongojado, desamparado, desconsolado, arrepentido, preocupado, angustiado.

05:39
Laura García Arroyo. Tenemos una cantidad de palabras que a veces usamos como sinónimos y no lo son, porque todas tienen matices, todas aportan algo más, todas me dan una información de ustedes con las que yo puedo decir, ¿te puedo ayudar?, ¿hay algo que yo puedo hacer para hacerte sentir menos todas esas cosas? y eso me da información. Las palabras sí tienen poder, las palabras sí provocan sensaciones y en el momento que tú estableces una relación, una afectividad con una palabra, para bien o para mal. A mí me pasó, tuve un hijo. ¿Y cómo le vas a nombrar? Hago listas. De repente dices, se va a llamar fulanito, no, ese me caía mal en la escuela. El nombre puede ser precioso, pero tú ya tienes una carga afectiva, emocional con una palabra y a lo mejor ese fulanito ni se acuerda de ti. Nunca pasó nada, has conocido tres mil fulanitos después de eso y sin embargo no quieres llamar a tu hijo de esa manera por esa persona y te pasa con otra persona que te cae muy bien, pues automáticamente te llamas Mariana, Ana. Yo conozco una Ana, ay, es que Ana me cae tan bien. Entonces automáticamente le sonríes porque ya tienes como una predisposición a partir de una palabra. Entonces la próxima vez que les pregunten cómo están, por favor agarren el diccionario y empiecen a ver esos adjetivos que puedan explicar con mayor precisión y exactitud cómo se sienten. Porque aunque faltan muchas palabras, existen muchas. Entonces no las dejen de lado ahí arrinconadas para que parezca que se van a morir. Las palabras no mueren, las palabras nada más se quedan dormidas, arrinconadas, olvidadas en un baúl, en nuestra memoria. A veces las desconocemos, pero si una palabra no ha sido usada durante 200 años y tú hoy, por lo que sea, decides pronunciarla, vuelve a tener vida, vuelve a estar presente. Y así ha pasado incluso con arroba, que ahora nos parece una palabra de lo más común. La arroba era una unidad de medida en la Edad Media que como se dejó de medir de esa manera con las arrobas y ahora utilizamos kilos y litros y metros, pues entonces dejó. Y a la hora de la tecnología, necesitaba un símbolo para poder establecer una diferencia entre el usuario y el servidor en un correo electrónico, pues se dieron cuenta de que en los teclados había ahí un simbolito, que esto quién lo conoce, esto para qué sirve, no sabemos. Investigaron. Ah, ya nadie usa esto, vamos a usar la arroba y ahora la arroba siglos después, está más presente que nunca en nuestra vida con otro significado, con vida. Tienen un superpoder. Las palabras están siempre vivas. Basta que nosotros las pronunciemos para traerlas otra vez al presente. Y eso me parece que no hay muchas cosas que lo consigan. Entonces, sí, mi mundo también se expande a partir de las palabras que voy reconociendo, que voy añadiendo a mi vocabulario y que voy compartiendo, porque ustedes se llevan una imagen de mí diferente según yo hable. Y eso me parece que es muy bonito.

09:24
Andrea. Hola Laura, un placer conocerte. Me llamo Andrea Castro y mi pregunta será un poquito curiosa, pero quisiera saber cómo se inventan las palabras.

09:32
Laura García Arroyo. Se inventan por necesidad, se inventan porque necesitamos comunicarnos. Hay un registro de cuándo nació y cómo la escritura. Eso lo tenemos mucho más claro. La oralidad no tanto, porque yo creo que desde que el ser humano, es ser humano, incluso desde sus antecedentes animales, ha necesitado decir cosas por necesidad, tengo hambre, me duele aquí, necesito esto. Y el lenguaje empezó por una cuestión de señalización, como los bebés. Cuando los bebés quieren algo, lo señalan, como dame eso. No necesitas saber qué es eso, pero yo te lo estoy señalando. Entonces, hay una necesidad de yo transmitirte algo, pero al principio yo no te podría decir que estoy afligido si no tengo esa palabra. Los niños aprenden a hablar por imitación. Les repetimos muchas cosas, papá, mamá, agua, necesidades básicas. Pero cuando lloran la ansiedad que te da como mamá que un niño llore, que no te sepa decir qué tiene, es porque no lo saben transmitir con palabras. Entonces tú no sabes si le duele, porque tiene fiebre, porque tiene miedo, porque le está haciendo daño algo que le pusiste mal. Necesitas palabras y ellos empiezan a imitarte. Por eso luego surgen estas palabras tan raras que tienen los niños, porque no tienen todavía la capacidad de pensar en esas palabras como letras que se juntan. Por ejemplo, mi hijo tenía esta canción de estrellita dónde estás, quiero verte titilar. Él se llama Santi y él al principio no podía retener dos sílabas, entonces lo que hacía era agarrar la última sílaba y la repetía. Entonces él era Santi, era Titi. Si tú te llamas Nico, te llamaba Coco, Eso es lo que hacía él. Entonces, cuando escuchó por primera vez la palabra titilar, sintió que se refería a él. Entonces él lo que hizo, que me pareció una cosa fascinante, es repetir eso y ponerle un lar. Entonces, si él era titilar, yo era mamálar. Entonces dije, wow, que deducción tan maravillosa para un niño pequeño, pero tenía toda la lógica. Chicos, aquí todos somos chilangos, ¿sí? Cuando el Distrito Federal pasó de ser un Distrito Federal a ser una entidad federativa más, es decir, un estado más, ya no se llamaba Distrito Federal. Y la gran pregunta, en pleno siglo XXI es, ¿cómo nos queremos llamar? Y entonces, pues todos dijimos, ay que ilusión tener que inventar una palabra más que nos defina de una manera tan bonita y tan personal. La Academia Mexicana de la Lengua terminó diciendo que mexiqueño, porque mexicano ya existía para el país, mexiquense ya existía para el Estado, ya había muchos Méxicos, ¿no? Y además tenemos una Ciudad de México, entonces era como de, chicos están llevando esto muy al límite. Entonces ellos dijeron bueno, pues una de las construcciones de los gentilicios es a partir de el sufijo eño, vamos a decir mexiqueño. No le gustó a nadie. Es horrorosa. No, nadie se identifica con esa palabra. Es como de, oigan pero nosotros somos chilangos. ¿Por qué nos lo cambiaron? Chilango como empezó siendo algo peyorativo, pues parecía algo que no nos gustaría. Y entonces descubrimos ahí que chilango no solamente nos gustaba, sino que era una reivindicación de lo que éramos, era una reivindicación de este ánimo resistente, este ánimo de sobrevivir a la Ciudad de México todos los días.

12:50
Laura García Arroyo. Y chilango nos hacía sentir poderosos. Tú llámame chilango, no me voy a ofender en absoluto. Yo te digo que con el tiempo mexiqueño no sé si seguirá o no seguirá en el diccionario, pero el gentilicio va a ser chilango. No sé de qué manera oficial va a llegar, pero terminaremos viendo chilango como el gentilicio que se refiere a todos los que vivimos en esta ciudad y eso me parece un fenómeno bastante interesante porque significa que los hablantes sí recibimos estas sugerencias, como dice la Academia, estas instrucciones, estas normas. Pero luego, si a nosotros no nos seduce, no nos resulta útil, ni siquiera conveniente. No lo vamos a usar, por más que me digas que se dice mexiqueño, no lo voy a usar porque no me gusta. No conozco a nadie que diga yo soy mexiqueño, ¿y de dónde serás? entonces, no, yo soy chilango. Se hizo una serie de no sé, de propuestas, de investigaciones, de oye, pero somos capitalinos, sí, pero capitalinos también son los de Washington y los de Lima. Eso no, no me da una particularidad. Somos del Valle de México. Sí, pero Ciudad de México no es el Valle de México, el Valle de México es otra geografía. Entonces como que me gustó mucho que hubo una preocupación, un interés, incluso unas discusiones bien bonitas para decir qué le pondrías tú. Y si estás de acuerdo o no está de acuerdo con lo que se decidió. Y luego tú tienes la libertad de usar la que tú quieras. La cuestión académica se ha convertido más en una cuestión normativa que va a definir ese uso. Es mucho más rápido, porque antes una generación lingüística tenía como 7 u 8 años. Los diccionarios había que revisarlos, sobre todo los de uso, no los normativos, que llevan otros criterios, los de uso, que son las palabras que se que se emplean en el día a día. Emo, hubo que meterla en el diccionario cuando hubo estas tribus urbanas que de repente, emos, ¿quiénes son los emos? Había que definirlo. Se metió. Los diccionarios normativos no, los diccionarios normativos esperan otros criterios, una serie de tiempo, que aparezca en un registro literario, que tenga una cierta extensión dentro de la población. Llevan otro ritmo, pero los de uso, ahora ya ni siquiera esperan ocho años a que sea una generación lingüística. Ahora, ¿por qué? Porque tenemos un arma muy poderosa para comunicarnos entre todos ahora que es inmediata y que nos permite estar en contacto con tanta gente en tiempo real, en tiempo presente, que nos exige otra… la necesidad es mucho más rápida, más veloz, cuando uno dice y los anglicismos, bueno, las palabras siempre se han nutrido mucho de las lenguas extranjeras. Todos los pueblos que han ido a otros territorios y han impuesto su lengua, evidentemente ese contacto tiene que producir un cambio lingüístico a fuerza.

15:50
Laura García Arroyo. Y hay una mezcla, hay un mestizaje lingüístico. Entonces están todas estas palabras que han nacido de ese contacto. Las fronteras, evidentemente es mucho más real, pero ahora con internet como que todo se diluye porque esas fronteras ya no existen, ahora ya puedo estar en contacto con muchas más palabras. Hay fenómenos interesantes como el de tiza y gis. Gis es una palabra que en algún momento llegó en algún barco hasta América y les debió gustar mucho porque la palabra que viene del náhuatl, tiza, ya no se usa en México y sin embargo regresó, caminó de regreso por todo el Atlántico y llegó hasta España. Y en España se utiliza tiza no gis. Entonces es un fenómeno raro porque es una palabra que se hizo en Europa y que se utiliza en América y la palabra americana se utiliza en Europa. Entonces hay esos fenómenos maravillosos que tú dices, ¿y por qué?, y ¿por qué no? Porque el hablante se sintió más a gusto con ciertos términos y eso no solamente es incontrolable, sino que además es la evolución de la lengua. Nosotros hablamos una lengua derivada del mal hablar de un idioma como el latín que utilizaba el imperio romano, pero el latín culto era tan poco usado porque había tan poca gente que supiera leer y escribir que había una deformación en la calle, en el día a día, de gente que más o menos decía pues esto se hablará así, pero yo creo que suena así. Cuántas palabras en México no se usan de una manera en la que los españoles entendieron, como decían los indígenas, que se pronunciaba algo y ellos como que lo adaptaron a su fonética y sin embargo ahora utilizamos esa palabra mucho más que el anterior. Entonces me parece ahí que la evolución del idioma sigue siendo de los hablantes, de las necesidades, de cómo se acomoda y luego se deja. Hay una historia muy divertida, muy interesante, de un idioma que se llama nüshu que se habla en China. Se hablaba en el siglo X, XIII, más o menos fue su esplendor y es un idioma que inventaron las mujeres y que solo hablaban las mujeres. Las mujeres estaban muy relegadas de la sociedad, no tenían participación en la vida más allá de lo doméstico, y ellas sintieron la necesidad de poder inventar un idioma que les permitiera comunicarse sin que los hombres las entendieran. Entonces empezaron a hablar de quejas matrimoniales, de consejos domésticos, de lo que les hacía sentir, de la salud de la mujer. O sea, si ahora no está investigado el cuerpo de la mujer, que les digo del siglo X. Ellas tenían la necesidad de comunicarse en un código que nadie más entendiera y entonces inventaron este idioma llamado nüshu, la lengua de las mujeres, que no tenía nada escrito, aunque empezaron a bordarlo. Entonces ellas con su poco conocimiento académico, lograron que esas palabras traducirlas en algo por escrito y lo bordaban en bufandas, en sus faldas y ahí aparecían estas reivindicaciones femeninas que solo entendían ellas. Eso fue un secreto hasta hace bien poco, hasta el siglo XX, en el que alguien dijo oye, y este idioma, ¿alguien se ha dado cuenta de que está aquí, alguien lo entiende?

19:11
Laura García Arroyo. Y ahora ya hay un museo y hay talleres y hay cursos. Ya lo conocen, el que quiera conocerlo. Pero hay una mayor accesibilidad a ese idioma. Durante siglos fue un idioma que inventaron unas mujeres por necesidad, para poder ellas comunicarse de una forma secreta. Y eso, eso me parece fascinante porque creo que es una demostración de que cuando uno tiene una necesidad surgen las palabras. Entonces me parece que la invención de palabras es una cosa que siempre está vigente. Siempre vamos a necesitar palabras. Siguen sin haber palabras suficientes para todos los sentimientos y objetos que tenemos alrededor. Y me seduce mucho la idea de que todos podamos ser inventores de palabras y que ahora se haya democratizado tanto el lenguaje, no solamente en el uso, sino también en la creación. Y eso me parece que todos nos da también una posibilidad, que llévenselo de tarea si quieren.

20:55
Hannia. Hola, ¿qué tal? La verdad mucho gusto. Yo soy Hannia. Un placer conocerte. Y bueno, ya nos hablaste ahorita un poquito de esto, pero me gustaría profundizar más en ello. Se ha dicho que con el crecimiento del internet y de las redes sociales se ha empobrecido el habla. Entonces a mí me gustaría saber, ¿tú qué opinas de esto?

21:11
Laura García Arroyo. Internet es una herramienta que evidentemente ha revolucionado toda la comunicación y que nos ha permitido leer y escribir más que nunca a todos. Antes solo leíamos a unos pocos, a los que tenían acceso a las publicaciones, a los que tenían ese conocimiento, esa capacidad, esos contactos para poder publicar. Y nosotros leíamos lo que había a la mano. Si se fijan ahora ahí yo creo que ha crecido. Pero bueno, la última cifra que yo leí de, creo que era de la UNESCO, se están publicando 2 millones de títulos diferentes al año en el mundo y eso es muchísimo para leer. Entonces uno tiene que elegir, o sea, lo que tenemos ahora es un reto para poder discernir mejor o más eficientemente entre el que está bueno y lo que no me interesa. Y eso es un reto que tienen los jóvenes. El problema ahora es que todos los jóvenes, todos, hemos tenido un código diferente para hablar. Nos ha gustado siempre diferenciarnos de las generaciones anteriores y utilizar otras palabras para que no nos entendieran, para tener nuestro. Pero qué pasaba, que antes nosotros nos reuníamos en la escuela, en el patio, en la calle, en la cancha. Ahora nos comunicamos por escrito y nos comunicamos en una plataforma donde todo el mundo ve eso. Entonces, eso nos permite a los adultos no solamente enterarnos, sino opinar. Y eso tiene sus pros y sus contras. Entonces se está empobreciendo. Yo creo que no. Está alcanzando otras posibilidades que antes no veíamos y algunas son buenas y algunas no tan buenas. Te puedo decir que me permito mis licencias a la hora de usar WhatsApp porque es muy curioso esto, pero escuché en algún momento decir esta definición que me pareció fascinante. Es que tuitear, wasapear, todas estas maneras de comunicarnos con mensajería inmediata y efímera era una manera de hablar con los dedos. Entonces, lo que está pasando ahora con la mensajería inmediata es que no estamos todavía bien definidos en qué significa, qué criterio sigue. Porque no sé si todo lo que tú dices me está llegando a mí de la misma manera que tú lo quieras emitir. Porque muchas veces el omitir letras, palabras, saltarse signos de puntuación, hace que yo tenga que complementar toda esa información. Entonces me estás dejando mucha chamba a mí y no siempre va a ser lo que tú quieras, va a ser más lo que yo quiera y a veces te puedo malinterpretar y eso no te conviene ni a ti ni a mí. Entonces, yo lo que les digo siempre a los adultos que están muy preocupados con cómo escriben los jóvenes, es, déjenlos en sus códigos. Ellos tienen sus códigos, como nosotros tuvimos los nuestros. Y ahí es donde yo digo, esa es tu responsabilidad, saber qué códigos van aquí y qué códigos van aquí. Y saber cuándo usar estos y cuándo usar estos, para que la gente no te malinterprete, para que no tengas problemas de comunicación, para que el día de mañana tú puedas saber. Tú no hablas igual con tu abuela, con tu jefe, con tu profesora, con tu cuate, con tu novio, con tu mamá. No tienes las mismas palabras para referirte a todos. Entonces tampoco uses las mismas maneras de escribir en un ensayo, en un libro, en un WhatsApp, en la lista de la compra, en la carta de amor que le quieras hacer a alguien.

24:12
Laura García Arroyo. Entonces empobrecer el idioma, no. Para mí se está jugando más con el idioma que nunca y eso yo lo celebro muchísimo. No se está empobreciendo.

24:53
Michelle. Hola Laura. Mi nombre es Michelle Silva y bueno, es un placer estar aquí. En tus libros mencionas, y nos enseñas una variedad de palabras curiosas. ¿Hay algo que no está nombrado y que tú consideres que debería hacerlo?

25:06
Laura García Arroyo. ¿Palabras que no existen? Ajá. ¡Uh! Muchísimas. Y además es un tema que me fascina. Yo quiero hacer un libro sobre eso, pero no sé cómo hacerlo. Quiero invitar a la gente a que me diga que palabras hacen falta. Yo siento que hay muchas palabras que me faltan y por ejemplo, de esta necesidad de nombrar a la persona que ha perdido a sus hijos, me hace falta. Hay mucha gente que se siente con un dolor muy especial, muy determinado, y no es un dolor, sí es un dolor, pero el dolor es, otra vez volvemos a los genéricos, y yo que me gusta como hablar con precisión, me hace falta esa palabra. Hay palabras que voy descubriendo. Hace poquito fui a preguntar para comprarme un sillón y estaba viendo todo ahí, arriba para abajo. Entonces me agaché y dije, es que hay polvo, así como de hace cuánto no limpian en esta tienda y el dependiente de esa tienda me dijo que se llamaba tamo, esa pelusita que se forma debajo de los muebles donde no has pasado la escoba en un rato. O a lo mejor poco tiempo, pero a lo mejor vives cerca de un sitio donde hay mucha contaminación o dejas siempre la ventana abierta. O sea, sí, es falta de limpieza, pero no es suciedad en sí, es polvo, pero es un poquito más, una pelusa. Todos ubicamos esa pelusa, tamo, tamo, maravillosa y me lo enseñó un señor que estaba vendiendo sillones y me pareció fantástica. Pero yo tengo un libro también, “Funderelele”, que trata un poco de reivindicar la existencia de esas palabras que sí existen pero que no usamos por desconocimiento. “Funderelele”, ¿saben lo que es funderelele? ¡Ay, qué ilusión me hace este momento! Es la cuchara con la que se sirve helado. Es la cuchara, esta más cóncava con la que se hace la forma de bola y se le pone así a un cono, un vasito. Funderelele. Nunca más digan cuchara, por favor. Funderelele. Además tiene música funderelele. A mí me hace bailar. No sé de dónde viene, no sé si es de fundir. A mí me gusta mucho hacer siempre esta invitación. La próxima vez que vayan a comer un helado, a comprar un helado, vayan con el heladero y le dicen tiene usted limpio el funderelele y se callan. Dejen unos segundos un silencio muy incómodo. Midan hasta dónde quieren torturar a la otra persona. Pero les aseguro que van a lograr que esa persona llegue a su casa esa noche, diga, hoy llegó una mocosa a mi tienda y me enseñó cómo se llama esto que uso todos los días, a todas horas, durante años he usado esto y no sabía cómo se llamaba. La gente le llama la cuchara del helado y todos lo entendemos, ojo, ¿tienes cuchara de los helados? Porque uno puede servirlo con una cuchara, se dobla a veces y esas cosas, pero el funderelele es para eso, existe para ese momento y para esa acción. Y tiene un nombre. Y yo no lo conocía y cuando lo conocí, lo busqué en el diccionario. No está en el diccionario. Entonces, por favor, ayúdenme, porque si una palabra llega a los diccionarios por extensión, yo me dedico a decirle a todo el mundo, buenos días, funderelele. Algo que me sale así, natural. Yo quiero que la palabra funderelele la vayamos haciendo de boca en boca para que llegue a ser una palabra que usemos en el vocabulario, que llegue al diccionario gracias a que los hablantes nos gustó, la necesitamos, la usamos y está ahí.

28:21
Laura García Arroyo. Hay un libro que se llama “Lost in translation”, que hizo Ella Frances. Es una chica que iba de mochilera por el mundo y escribía una especie como de diario de lo que a ella le parecía diferente en todos esos países que iba visitando. Y un apartado muy importante se convirtió en ese diario, en el vocabulario, todas esas palabras que ella iba aprendiendo y que no encontraba correspondencia en su propio idioma. Ella era inglesa, entonces claro que están hechas a partir del inglés, o sea, las palabras que ella no encontraba en inglés como traducidas y no siempre corresponden al español. En español encontró una que es “sobremesa”. “Sobremesa” aparece en ese libro como esa actividad que tenemos los hispanoparlantes. Yo digo que todo el mundo. Pero bueno, nosotros le ponemos un nombre a la sobremesa que tiene unas características especiales y ella la incluyó, pero tiene palabras hermosísimas, el reflejo de la luna en el mar, no sé si me voy a acordar ahora de todas, pero muchas tienen que ver con sentimientos y “tsundoku” por ejemplo, que es esta tendencia, este impulso de comprar libros porque los quieres leer todos esperando tener siete años sabáticos que nunca llegan y tú los vas amontonando, los vas amontonando así en tu mesita de noche, en tu librero, porque sientes que los quieres leer. Tienes esa ilusión, pero nunca los vas a leer porque no te da la vida. Y sin embargo tú sigues comprando libros. Eso en japonés se llama, “tsundoku”. Me parece fantástico. Japón tienen palabras muy chistosas, tiene una para la mujer que se ve atractiva de frente y no tan atractiva por detrás o al revés. ¿Por qué? No me pregunten. Me parece de mal gusto, pero tú ves a una persona por detrás, y dices, ‘uhm’ y te das la vuelta y dices ‘no’. Los japoneses tienen una palabra y en español no existe. Entonces me parece que es muy divertido pensar en qué palabras le pondríamos algo así, si es que lo queremos nombrar, claro, porque también eso dice mucho de la cultura, a la hora de por qué tienes que expresar eso. Bueno, yo encontré una justo en este libro que les cuento del “Funderelele”: “samuelear”. ¿Hay alguien aquí que se llama Samuel? Que bueno, no se me ofendan. “Samuelear” está definido como mirar furtivamente un hombre las partes sexuales de una mujer. Ah, ¿verdad? Y yo dije, que injusto, nosotros también lo hacemos. Porqué no hay un verbo para la mujer que furtivamente mira las partes sexuales de un hombre. Y no lo hay. Entonces siento que hay muchas palabras que nos falta todavía por determinar, por definir, que podemos expresar con definiciones, con muchas palabras.

31:32
Laura García Arroyo. Pero si estamos tan preocupados por la economía del lenguaje y por no tener que escribir tanto con el pulgar, pues no escribas cuchara para los helados, escribe funderelele que tiene menos letras. Entonces me parece que es una manera también de juguetear y demostrar que la lengua está viva. Y eso me parece que todos, creo que de aquí, podemos pensar en un objeto, en una acción, en un sentimiento que nos falte definir.

32:22
Dana. Hola Laura, mucho gusto, es un placer estar aquí. Mi nombre es Dana. Me gustaría saber si crees que es importante el sentido del humor para divulgar la cultura.

32:31
Laura García Arroyo. En México tenemos los albures, que les voy a contar yo del humor. El albur es un pez, que vive en aguas del Mediterráneo. Famoso por ser muy torpe, porque salta mucho y entonces es muy fácil pescarlo. Se queda como mucho tiempo ahí, en la superficie y entonces, en lugar de esconderse para que no lo cachen, es muy fácil de cazar. Entonces el albur es cuando tú quieres, pues no hacer quedar como tonto a alguien, pero si hay un humor en el que tú te estás burlando de alguien, de ahí viene un poco. Ojo, para alburear hay que ser muy listo. Yo con todo lo que amo este país, y el lenguaje de este país y las razones por las que me he quedado en este país, que una de ellas es el lenguaje. No me atrevo a alburear porque siento que soy malísima. O sea, es como no, esto son palabras mayores, esto hay que ser muy experto y muy agudo. Pero me parece fascinante que haya una manera de encontrarle doble sentido a todo, hasta lo que no tiene. Yo hubo una época que me obsesionaba con el albur y pensaba que, buenos días y me quedaba así como, que quería decir. Y digo, no, relájate. No todo tiene doble sentido, pero me parece me parece muy divertido, me parece una manera de jugar con el lenguaje en la que hay un pimponeo. El albur y el juego y la diversión se acaba en cuanto tú no sabes seguir, por mucho que yo te haya ganado, yo quiero que tú sigas, porque es más divertido. Si tú eres buena, a mí me obligas a ser mejor. Es como en el fútbol, como en cualquier cosa. Si yo tengo un contrincante bueno, me estás obligando a ser mejor. Si te meto 15 a 0, sí soy mejor, ¿y? No ha habido diversión. La diversión entra cuando tú eres capaz de ser ingeniosa con el lenguaje, de encontrar una inteligencia en los chistes y no irte al lugar común, al chiste fácil, al trillado, ¡no! Yo quiero que tú me exijas más y para eso tú tienes que ser buena. Entonces el albur me parece una cosa tremendamente inteligente, porque son dos personas que sin decir nada, están diciendolo todo, sin decir lo que dicen, están entendiendo al otro en un doble sentido y es como, estas competencias que hacen de albures que me encantan y es como, yo ya me perdí en la tercera frase y puede estar media hora así y así como en un partido de tenis diciendo ya, ya no sé de que están hablando, estoy viendo cosas donde no hay, no estoy entendiendo cosas que sí hay. Eso es una de las riquezas del lenguaje. Y no es un doble sentido, es un albur. Y luego tenemos un montón de ejemplos en los medios de comunicación donde juegan con el lenguaje. Tenemos desde un Andrés Bustamante donde a lo mejor no da una disertación y una cátedra lingüística de explicando nada, pero tú te ríes y eres capaz de reproducir sus palabras. Cantinflas. Nadie le entendía y sin embargo hacía películas de dos horas. Quién escribió este guión, porque no sé cómo capturar esto en letra. Y era él hablando y haciendo su propio guión. Tan es así que en el diccionario existe un verbo que se llama “cantinflear”, ya registrado por la Academia y que significa lo que todos sabemos que significa. Esta manera como de envolver y de marear y no decir nada y decirlo todo. Pero me río. Y yo siento que en el caso de las palabras, en el caso de la cultura, en el caso de la promoción de lectura, que es mucho a lo que yo me dedico, si lo haces con historias, con emociones y con sentimientos, es más fácil que me escuches, que me recuerdes y que te convenza.

36:22
Alfredo. Hola Lau, mi nombre es Alfredo y te quiero preguntar que si tuvieras que describir a México en tres palabras, ¿cuáles serían y por qué?

36:29
Laura García Arroyo. Mira, mi corazón te diría las tres razones por las que yo me quedé en México: jacaranda, cumbia y tequila. Pero como me imagino que eso no es lo que preguntas, te voy a decir otras. Voy a utilizar adjetivos. El primero te podría decir “asombroso”, México es asombroso. “Asombroso” tiene varias acepciones en el diccionario porque viene de sombra y es como acercarse. O sea, acercar algo que estaba en la sombra y ponerlo sobre la luz. Eso es asombrar. Y a veces la oscuridad da miedo, por eso asombroso puede ser algo que da miedo, pero asombroso también puede ser algo que te sorprenda por desconocido. Y para mí México fue un descubrimiento por desconocido y por todas las cosas asombrosas, maravillosas, surrealistas que es una palabra que se relaciona mucho con México y donde además lo ves cada día. No hace falta que tengas una vida interesante, salir de tu casa ya es todo intenso. México me parece tantos Méxicos que definir México en una sola palabra es imposible. Pero está el ocre del desierto, está el azul del mar, está el verde de la selva, está el gris del concreto, está el rojo de esa arquitectura colonial, está el naranja de sus frutas, es colorido. México tiene color, es bonito por colorido. Es variopinto por colorido. Luego descubrí con el tiempo que en México es ese, el creador de dos colores, el rojo mexicano y el azul de México, que es un azul maya que viene de una arcilla que se llama atapulgita, puede ser, que mezclada con índigo y eso, cuando los españoles llegaron a México y vieron las pinturas, o sea, en la época colonial cuando ustedes se fijan en esos cuadros que hay, hay un azul que no se podía recrear en Europa. Todo el barroco, todos estos pintores, Miguel Ángel, no sé qué, tenían un azul mucho más apagado, porque el azul que se utilizaba en pintura en el arte lo traían de unas minas de Afganistán, de lapislázuli, que era muy caro. Entonces estaba reservado para obras que tuvieran que ver con la realeza, con cuestiones religiosas muy arriba. Pero la gente común se lo pensaba mucho porque era muy caro y además era el único que no se deslavaba. Los demás se deslavaban, se iba por el sol. Cuando llegaron a México y vieron esas pinturas que había aquí con ese azul fuerte, chillón y vivo, dijeron, ¿qué es esto? Y entonces se dieron cuenta de que había una manera de mezclar esa arcilla y que no solamente era un color mucho más vivo, sino que duraba más. Y eso lo dio México, en ese Pantone del que México debe ser muy protagonista, tiene esos dos colores que son tan característicos, mucho más allá del verde, blanco y rojo, me parece que el rosa mexicano y el azul de México, azul maya, es maravilloso, entonces es colorido, tiene color.

39:29
Laura García Arroyo. Eso me pasa con México. Y la tercera, yo diría: “vivo”. Hay una manera de sentirse vivo en este país que yo no he encontrado en otros lugares. La viveza que tienen en el lenguaje, cómo usan el lenguaje en México es una cosa que me enamoró y dije no, yo me tengo que quedar en este país porque seis meses no empezaron ni el 1% de lo que yo quiero aprender. Y si yo me quiero fijar en las palabras y soy tan amante de las palabras, este es el sitio. No solamente como ver todos los modismos y los regionalismos, sino cómo juegan, cómo está vivo siempre. Esta manera en la que tienen en México, digo tienen, porque aunque yo me considero mexicana, no la he dominado, aunque ya he dado un pasito más adelante, de dan rodeos, dan rodeos, dan rodeos, dan rodeos y tú así, como de tengo que decir algo y ni siquiera sé de qué estamos hablando. Y si tú observas una conversación, el otre te va… o sea, hay un dominio de los silencios y de las pausas que es como de algo quiere decir esto que no sé, yo no lo sé, pero los mexicanos sí lo saben y lo dominan y son capaces de llegar a un acuerdo con esos silencios. Y uno se siente perdido. Y eso me parece que es un privilegio y un lujo que ustedes tienen, porque es una manera de apartar a los demás de no, no, no, no, si no sabes hablar este idioma ni te metas. Y esa riqueza, esa viveza que tiene el lenguaje aquí… A mí me seduce mucho y me atrae mucho, es muy adictivo y la manera que tienen de festejar, la manera que tiene de saludarse, la manera que tienen de acoger a todo el mundo a su casa y es como, no, ven, come. Te invito a año nuevo aunque no te conozca de nada. Me parece que es una manera de celebrar la vida diario. Que a veces es un poco agotador, pero es muy fácil entrarle a eso. Es muy, yo quiero, yo quiero ser parte de eso. Entonces yo diría que vivo con todas las connotaciones que pueda tener esa palabra, ese adjetivo tendría que estar en esa lista de tres y me la pusiste muy difícil porque te seguiría diciendo 27 más, pero creo que me quedo con esas tres y con jacaranda, tequila y cumbia.

42:26
José Luis. Hola Laura. Encantado de conocerte. Mi nombre es José Luis y mi pregunta sería, ¿por qué hay ocasiones en que incluso hablando el mismo idioma no logramos entendernos?

42:36
Laura García Arroyo. Una vez, al poquito tiempo de estar yo aquí iba yo en un taxi y me dijo, usted no es de aquí, ¿verdad? No, no soy de aquí y dije, ah, ¿por qué lo notó? No, pues por su acento. Ah, sí, soy española. Ah, si, ¿le puedo decir algo? Adelante. Si usted se esfuerza, puede evitar ese pequeño defecto que usted tiene al hablar. Me llamó floja, incorrecta de una. Y yo me reí. Y me quedé pensando en qué significaba eso. Esta obsesión que tenemos por encontrar un acento neutro, el español correcto. Se hacen hasta competencias, dónde se habla el mejor español, según quién y qué. ¿Por qué tu español es más, o menos correcto que el mío o que el de Chile o el que se habla en Mérida? ¿Quién determina eso? Si a ti te sirve para comunicarte, para entenderte. Y yo aplaudo mucho esa variedad de acentos, porque aunque te haga dudar mucho de tus palabras en determinados momentos, también me permite mucho viajar por muchas partes del mundo, pero por muchísimas partes del mundo y ser entendida. Y eso me parece una fortuna. Pero lo que hay que ser es muy conscientes de que no siempre nuestras palabras las entiende todo el mundo como nosotros las conocemos. Entonces, sí hay que tener también mucha prudencia a la hora de hablar y decir. Hay cosas tan absurdas como sartén, que aquí es el sartén, en España es la sartén. ¿En qué momento cambió de género? Venga Dios y lo vea. Que fantástico que podamos entendernos, Incluso yo teniendo que adivinar tus palabras o completándolas, si hemos estudiado los dos el mismo idioma. Yo llevo 23 años trabajando en un programa de televisión que se dedica a hablar de cómo habla la gente, a ver el origen de las palabras o la evolución de las palabras o las posibilidades de las palabras. Y me he dado cuenta, con el paso del tiempo, de que todo el mundo, sea lo que sea, de donde haya nacido, a qué se dedique, la edad que tenga, cómo sea su familia, lo que sea. Todos estamos como genuinamente preocupados en cómo hablamos, incluso en cómo mejorar la manera que tenemos de hablar. No me pregunten por qué, pero todos dicen, oye, ¿qué leo? Esta palabra ¿de dónde viene? O sea, hay realmente un interés. Eso me da trabajo, afortunadamente. Pero además me hace celebrar mucho que la gente tenga tan presente que el lenguaje y la manera de expresarse es una característica más de nuestra persona y de nuestra identidad y de lo que el otro piensa de nosotros. Y el hecho de que haya muchos acentos me parece que también es algo, en este mundo globalizado donde estamos defendiendo siempre la diversidad y el respeto a la singularidad. Que uno sea único. Y respeta como mi individualidad y lo que soy, diferente a los demás. Y sin embargo, en el idioma queremos ser todos iguales.

45:40
Laura García Arroyo. Porqué tratamos de globalizar un idioma y hablar todos igual cuando es tan lindo pensar en cómo se dice alberca o pileta o piscina y que es una manera de entender cómo ves el mundo tú a través de las palabras. Cuando uno dice se extinguen muchas lenguas a lo largo, incluso del año, cuando se muere un hablante, se muere una manera de decir te quiero en el mundo y eso es una desgracia. Celebro la diversidad de todo tipo de acentos, de palabras, de significados. Porqué el pozole no se hace igual aquí que en Guadalajara, no sé, no sé hace pozole entonces no les puedo decir. Me estoy dando cuenta ahora que digo pozole, porque yo me descubrí que yo seseo estando en México. Es decir, las palabras que yo he aprendido en México las digo como las aprendí, que digo Tepoztlán, no digo Tepoztlán. Me suena raro, digo todas las palabras y las seseo porque las aprendí aquí. Me pasa lo mismo con las groserías. Soy bien grosera, porque celebro todo el idioma, pero porque yo aprendí las groserías mexicanas siendo adulta y entonces nadie, ningún adulto, me dijo, eso no se dice Laura, eso no está bien decirlo aquí, no tenía ni a mi papá, ni a mi mamá, ni a ningún maestro que me corrigiera. Eso, eso no. Yo las aprendí así, en la vida, en la calle. Entonces me parecía que tenían todos una energía, una sonoridad, se me llenaba la boca. Era una manera de desahogarme, de decir tantas cosas con una sola palabra que lo más seguro es que yo las utilice mal. Me encantaba la palabra “guácala” porque es esdrújula y a mí me gusta mucho las esdrújulas, porque tiene una sonoridad, porque no sé, creo que es muy expresiva y yo sé que significa que asco, pero para mí era tan bonita que quería darle un significado diferente. Entonces yo la empecé a usar como de, que asombroso. ¡Wow, qué maravilla! Entonces yo recuerdo una vez que me pusieron en un restaurante un platillo con una carne, un corte de carne que yo dije, ¡guácala! el pobre mesero, ¿se lo quito, señorita? No, es mío. Ahí entendí que yo estaba usando la palabra de otra forma a como ellos lo estaban, bueno, a como todo el resto del mundo las usa. Y sin embargo, para mí “guácala” era tan bonita que necesitaba darle una acepción bonita. Por supuesto, me quedé sola en este intento. Ahora las uso con un poquito más de mesura, pero, ¿por qué no hacer eso? ¿Por qué no permitirse también estas licencias con estos significados que nada que ver? Cortázar lo hizo en un capítulo entero. Se inventó un montón de palabras que nadie entendía y todos entendíamos y sentíamos la sensualidad que hay en ese capítulo. Y son todo palabras inventadas, ninguna existe. Y sin embargo, tú estás viendo ahí una escena erótica sí o sí. Y ese es un triunfo de las palabras, un triunfo de Cortázar en este caso. Pero ha logrado transmitirme cosas, aunque yo no sea capaz ahora de reproducirlo. Pero, ¡viva los acentos, viva la riqueza del lenguaje! Y cerciórate de que la gente está entendiendo las cosas y tú no estés lastimando a nadie involuntariamente.

49:07
Laura García Arroyo. Si lo quieres hacer voluntariamente, ya sabes. Pero por lo menos evitar un poquito de la fricción innecesaria.

49:53
Isaac. Hola Lau, ¿qué tal? Me llamo Isaac. Mucho gusto. No sé porque tengo la sospecha de que te gustan mucho las palabras, pero, ¿hay alguna palabra que no te guste y prefieras no usar por lo que signifique o por como suene?

50:07
Laura García Arroyo. Hay una expresión que no me gusta nada. Claro que sí la habré usado, pero no me gusta ni lo que significa ni lo que provoca: echarle ganas. Estás enfermo, échale ganas. No, me encanta estar enfermo. No encuentras trabajo. Échale ganas. Es una manera como también de culparte. Como si dependiera de ti. O sea, si evidentemente está mucho en ti el salir de una situación adversa o el ver las cosas con mejor cara. Pero caray, si uno está deprimido, échale ganas. Se me hace muy invasiva, muy violenta, aunque no lo sea, porque entiendo cuál es la intención de eso, es como de anda, que si te va a ir bien. Venga, inténtalo de nuevo, esfuérzate. Lo vamos a hacer juntos. Para mí no es el mejor recurso para decirlo y no me gusta ni usarla. Y cuando la escuchó es como de, sí, le va a echar ganas,. Claro, hay errores. No me gusta corregir a la gente porque me convertiría en una persona bastante insoportable. Pero hay errores que sí me chirrían mucho. “Habemos” no puedo con ella. Habemos 50 personas en esta sala. ¿Por qué dices eso? Me disgusta mucho la connotación y el giro que se le está dando por ejemplo, a la palabra “feminismo”. Si uno va al diccionario y busca feminismo va a encontrar que es una ideología que considera a la mujer igual que al hombre o por qué es malo eso. Entonces como que se ha tomado, porque me imagino que en contraposición con machismo, que el machismo sí es una sumisión de la mujer frente al hombre, una supremacía del hombre frente a la mujer. O sea, si hay una desigualdad. Feminismo se toma mucho como antónimo de machismo y no lo es. En realidad es una respuesta a, no, todos somos iguales, todos tenemos derechos, todos queremos mejoras para nuestra vida y eso es lo que promulga el feminismo. Bueno, me molesta, pero yo siempre invito a que vayan al diccionario donde están todas las respuestas. Y no lo digo yo, lo dice el diccionario. Y sí, sí me molesta y seguramente haya más, pero en general me llevo bastante bien con las palabras porque no las veo tanto por su significado, sino por su sonoridad y me fijo mucho en cómo suenan. Entonces hay palabras que me gustan, que son feas en contenido y en significado, pero son fascinantes en su escritura, en su ortografía, en su historia, en su etimología. Entonces me hace quererlas. No, no me molestan. Pero esas que te he mencionado.

53:07
Karina. Hola Laura, mi nombre es Karina Fátima Sánchez Pérez. Quiero decirte que es un gran honor estar aquí hoy contigo y pues quiero aprovechar para preguntarte, de las palabras que en la actualidad utilizamos, ¿cuál crees que va a sonar ridícula en unos 50 años?

53:23
Laura García Arroyo. Mira, suenan ridículas expresiones como colgar el teléfono, porque ya no lo colgamos. Suena ridícula, no sé, expresiones que tienen que ver con acciones que ya no hacemos. Caer el 20, ya no me cae el 20. La seguimos usando y no suenan ridículas, suenan, ni siquiera suenan obsoletas. Porque aunque son expresiones que tienen que ver con cosas que hacíamos antes, a mí me gusta mucho, como traer al presente esa historia, de dónde vienen, qué hacíamos antes y tener esa conciencia de el paso del tiempo y cómo se ha reflejado en el vocabulario. Me gustaría que desaparecieran o que sonaran ridículas las que tienen que ver con discriminación. Todas las que ahora nos hacen un poco brincar. Porque estamos en pleno cambio, en plenas propuestas. Cuando uno intenta decir oye, no es que el lenguaje sexista me gustaría que se hablara así. A lo mejor no es la mejor propuesta, a lo mejor no es algo que sea viable. Yo hay muchas cosas que cuestiono del lenguaje incluyente y sin embargo defiende mucho el lenguaje consciente, porque me parece que el incluyente, entiendo cuál es su premisa y su intención. Lo aplaudo, le veo muchos resquicios que no sé cómo resolver, pero aplaudo mucho a la gente que está intentando dar propuestas para intentar cambiar, no sé si la realidad, pero sí por lo menos la manera de reflejar esa realidad en las palabras. Porque a veces le echamos la culpa al lenguaje, es que el lenguaje es machista, es que el lenguaje es discriminador. No, los hablantes somos los discriminadores que usamos esas palabras así, los hacemos sonar de esa manera. Yo por eso defiendo mucho el lenguaje consciente y es como hazte responsable de tus palabras, hazte responsable de el impacto que puede tener en el otro, de cómo las va a recibir, si vas a insultar, si vas a ofender, si vas a lastimar, ten en cuenta quién te está escuchando y si es una persona a la que no le gusta que le hables de determinada manera, evítalo. ¿Qué te cuesta? Si estás en un público grande donde no sabes como piensa cada uno, pues a lo mejor es más difícil tener a cada uno. Pero me parece que es simplemente ser consciente de quién te está escuchando y ser responsable del uso que le das a tus palabras. Ser responsable de conocer el significado de esas palabras para saber lo que pueden provocar. Y más allá de que suenen ridículas o no, intentar que esas intenciones que tú tienes a la hora de hablar, pues seas consciente. Yo decía, yo no tengo nada en contra de que tú quieras insultar, si eso es lo que te sale y el otro se lo merece, bueno, pues algo habrá hecho o tú te sentirás mal por lo que sea. Pero hay muchas veces en las que tú puedes provocar esa herida sin darte cuenta. Entonces yo pongo así en una marquesina: lenguaje consciente. Sé responsable de tus palabras porque dice mucho de ti y a mí me vas a dar un mensaje a partir de lo que tú, de lo que sale de tu boca. Gracias a todos por su tiempo, por interesarse en venir hoy aquí. Me encantaría que salieran y vieran las palabras de otra manera, que las vieran vivas, que les sonrieran, que les dijeran cosas. Que fueran capaces de llenar esa mochila invisible con alguna palabrita de vez en cuando, para que el día que tengamos que escucharlos decir algo importante, algo que les importe a ustedes, pues tengan todas esas palabras a la mano, en la boca y en el corazón. Y gracias, sobre todo eso. Que ojalá les guste mucho encontrar todas esas emociones de ustedes mismos, esas versiones de ustedes mismos en los libros y que estén atentos a las palabras que nos rodean y regalen palabras y utilicen “funderelele”.