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“Los mitos explican más sobre ti de lo que crees”

José Luis Díaz

“Los mitos explican más sobre ti de lo que crees”

José Luis Díaz

Médico y neurocientífico


Creando oportunidades

José Luis Díaz

José Luis Díaz Gómez es médico, investigador y profesor emérito de la UNAM, especializado en neurociencias. Su interés por la relación mente-cerebro surgió desde su primer año de medicina, inspirado por una clase sobre el cerebro y la conciencia. A lo largo de su carrera, ha explorado la neuroquímica, la psicofarmacología, el comportamiento animal y la neurofisiología, buscando comprender cómo el cerebro produce la mente y la conciencia.

Ha publicado libros y artículos sobre autoconciencia, emociones y memoria, y ha desarrollado la “teoría de la parvada” para explicar la integración cerebral de la conciencia. Díaz ha sido pionero en la divulgación científica en México, abordando temas como la empatía, la agresión y la influencia de los mitos en la mente humana. Además, ha investigado la neurobiología de la música y el arte, y ha promovido el diálogo entre ciencia, filosofía y cultura. Su trabajo ha influido en generaciones de estudiantes y profesionales interesados en la mente humana y su sustrato biológico.


Transcripción

00:00
José Luis Díaz. Me llamo José Luis Díaz Gómez. Soy médico investigador de la UNAM y se me ocurre presentarme quizás con una anécdota de mi juventud. Imagínense ustedes en la Universidad Nacional, en la Ciudad Universitaria de la UNAM, casi recién formada. Yo estaba entrando como estudiante al primero, al primer año de medicina y me tocaba la materia, que es el coco de los médicos, que es la anatomía. La anatomía nos llevaba todo el año. Era un curso de 7 de la mañana y había que estudiar muchísimo. Había que aprenderse los nombres de todas las arterias y de todos los huesos y de todos los músculos y todo eso. Y el coco de la anatomía era la anatomía del sistema nervioso del cerebro. Y esa nos la daba por invitación un profesor que era el doctor Dionisio Nieto, y él era un refugiado de la Guerra Civil española, que era psiquiatra y era neuropatólogo, hacía las dos cosas y nos dio la primera clase sobre el cerebro y me marcó para toda la vida. Habló del cerebro, habló de las investigaciones que se hacían sobre él y sobre todo, habló de que el misterio del cerebro es cómo produce y cómo alberga la conciencia humana. Y esta relación entre la mente y el cerebro me marcó desde entonces hasta este momento que estoy sentado en esta silla. O sea, ha sido, ha sido el tema de mi vida y el tema de la relación entre la mente y el cuerpo, entre la conciencia y el cerebro y demás. Me he dedicado a la investigación científica y me he metido a cosas como la neuroquímica, la psicofarmacología, el comportamiento animal. Temas de la conciencia, temas de neurofisiología. Y he andando picando por todos lados, buscando la mente en el cerebro y pues aquí estamos para platicar sobre eso. Creo que tienen ustedes algunas preguntas al respecto.

02:10
Bitia. Mi nombre es Bitia y para quienes no estamos familiarizados con este tipo de temas, nos cuesta trabajo distinguir la diferencia entre la mente y el cerebro. ¿Podrías decirnos en qué se diferencian ambos?

02:26
José Luis Díaz. Así, muy rápido se puede decir que el cerebro es el órgano y la mente es la función de ese órgano. La función no es nada más el producto de, fisiológico, de un órgano del cuerpo si no es su actividad intrínseca. Qué es, cómo metaboliza, cómo maneja, en el caso del cerebro, cómo maneja las señales eléctricas y demás. Pero de entrada hay que decir que no sabemos exactamente qué pasa. No sabemos exactamente íntimamente por qué si unas neuronas de esta parte del cerebro se prenden, vemos un color, se prenden otras que están muy cerca, bastante parecidas a estas, olemos una cebolla. Si se prenden otras más, sentimos el afecto de la envidia, cosas que son totalmente distintas. El mundo de la mente es un mundo amplísimo y el misterio es cómo este órgano, a pesar de que es muy complicado, de hecho, es el sistema natural más complicado del universo, conocido. Cómo un órgano, a pesar de toda su complejidad que habla un lenguaje tan sencillo de potenciales eléctricos que se comunican a través de una neurona a la otra. Por medio de esta conexión que llamamos sinapsis. Cómo esas sinapsis dan lugar al afecto de la envidia, al color rojo de la manzana y a toda la variedad de creencias y demás que tenemos los seres humanos. Esto no lo conocemos. Pero bueno, quedémonos por el momento con esta idea de que el cerebro es el órgano, la mente es la función del órgano, la función íntima de este órgano. Pero hay que decir un poco más sobre eso. Desde la más remota antigüedad la gente se ha preocupado por este tema, no precisamente por el cerebro, porque la información del cerebro es relativamente reciente en la historia, pero se ha preocupado por la relación al principio de los tiempos entre el espíritu y la materia. Esto interesaba a los antiguos. Que es la misma pregunta, nada más que en grande. Después se fue concretando, a la relación entre mente y materia, mente y cuerpo, luego mente y cerebro, luego conciencia y cerebro. Ha sido una evolución de 2500 años y ha habido varias tesis que están vigentes y simplemente quiero mencionar para ustedes las más importantes. La primera o las primeras fue la idea de que el mundo es uno solo. No hay dos cosas en el mundo que sea, una que sea mente y otra materia. Hay un solo mundo y ese mundo puede ser de dos cosas muy diferentes o es un mundo material, como pensaron por ejemplo los pensadores que se llaman presocráticos. Los pensadores griegos antes de Sócrates. Todos eran materialistas, en cierto sentido. Pensaron que el fundamento del cosmos del mundo era el agua, o el fuego o el aire. Eran materia. Y había que explicar entonces cómo en esa materia se daba la mente. El que estuvo más cerca de una respuesta fue Heráclito, que pensaba que la base del mundo era el fuego y el fuego, como que se nos antoja que tiene la energía necesaria como para producir eventos mentales. Bueno, ese es el el monismo, le llamamos técnicamente, monismo de uno solo, una unidad. El cosmos es uno y está hecho a base de qué, a base de materia. Esa es una tesis desde entonces hasta el materialismo contemporáneo de la física. Pero hay otra tesis opuesta completamente a la anterior, también de una sola cosa, pero de orden espiritual El mundo es ideal, el mundo es espíritu puro.

06:01
José Luis Díaz. Los Upanishads, la literatura clásica de la India, opta por esta oposición que a veces nos parece un poco extraña. Cómo es que todo es mente si estamos tocando y sintiendo y sintiendo el cuerpo y demás. Bueno, todo eso dicen los hindúes clásicos. Que es la ilusión, es el velo de maya, todo es mente. Bueno, ustedes pueden pensar que esta tesis ya no puede mantenerse porque hay demasiada evidencia de la materia. Pero resulta que los mayores proponentes del idealismo, el idealismo absoluto, son los físicos del siglo XX, algunos de ellos que pensaron que de alguna manera todo está en la mente. La física la estudian con aparatos y con máquinas y con instrumentos complicadísimos, pero finalmente lo que hacen es abstraer ese universo y atribuirle unas características de tal y tal manera. Los físicos, entonces, son extraordinariamente sensibles a la noción que es la mente la que crea el mundo. Entonces, bueno, tenemos dos monismos, pura materia o puro espíritu. Pero llega Platón y Platón considera que hay una dualidad, que hay un mundo de las ideas, un mundo ideal y un mundo material. Y este es el origen del dualismo. Su discípulo Aristóteles, también era dualista. También pensó que había dos cosas en el mundo. Pero el dualismo de Aristóteles a mí me encanta, porque él decía la dualidad del mundo es la dualidad que hay entre la forma y la materia. Y esta es una dualidad muy interesante que tiene mucho que ver con el tema que nos ocupa. Uno reconoce un árbol por su forma, o una flor o lo que sea, reconoce las hojas, las flores. Se clasifican a las especies de los seres vivos debido a la forma fundamentalmente, y en el caso de los árboles, el ejemplo desde Aristóteles mismo, en el caso de la materia del árbol es la misma en todos los árboles, es la madera. Interesante, ¿no? La relación entre las dos palabras, entre materia y madera. Entonces la madera y la forma del árbol son dos cosas diferentes y la forma es predominante para Aristóteles, la madera es lo común a todos los árboles. La forma es lo que los diferencia. Aquí nos pasa lo mismo. Ustedes, 50 o 60 personas, todos estamos formados de más o menos el mismo cuerpo, los mismos órganos, etcétera, pero tenemos diferentes rostros, tenemos diferentes formas. Esta dualidad forma-materia es muy interesante. Se podría pensar también que es una posible solución al problema de la mente y el cuerpo. Entonces quédense por ahora con esta idea. Las opciones son, o una sola cosa material o espiritual, o dos cosas. Cuando son dos cosas, hay que averiguar cómo se conectan, porque claramente está conectada la mente y el cuerpo y el que fabrica la respuesta que seguimos manejando en la actualidad es el gran filósofo de la Edad Moderna, René Descartes o Descartes.

09:25
José Luis Díaz. Descartes era dualista, era cristiano. Él consideraba que había un mundo de espíritus, un mundo de Dios, los ángeles, los santos, un mundo espiritual, el mundo de las, prácticamente de las ideas platónicas. Para él era innegable. Recuerdan lo que dijo Descartes, ¿no? Pienso, luego existo. Allí está el dualismo. O sea, pienso, no me cabe duda que algo, puedo dudar de todo menos que estoy dudando. Entonces pienso y por lo tanto existo. Entonces la existencia es el cuerpo, el pienso es el cogito y la mente, son dos cosas. Pero Descartes era un genio, un genio extraordinario de la historia, tiene una figura en una de sus láminas, que es maravillosa porque se hace la pregunta más simple que puede uno pensar. Una pregunta que puede hacer un niño, cuando yo tengo un objeto delante de mí, ¿cómo es que puedo señalarlo con la mano? Se pone a disecar el asunto y dice bueno, hay un objeto en el mundo. Lo recibimos con los ojos. En aquella época no se conocía mucho de neuroanatomía. Lo recibimos con los ojos. Allí tiene que pasar una transformación, el objeto material y la luz se transforma en algo que es capaz de moverse dentro del cerebro y producir la imagen, la percepción de ese objeto. Este vaso, ahí está, yo si soy realista, considero que ahí hay un vaso, seguro que hay un vaso o un objeto, ahí hay un objeto, pero lo represento en mi percepción, lo capto con los ojos y lo represento en mi percepción. Una vez que, tiene que haber una transformación, entonces ahí se equivocó Descartes, con todo y su genio, pensó que era una glándula que está en el centro del cerebro la encargada de transformar esa energía física de la luz en una percepción del objeto. Y esa glándula se llama la pineal. Hoy sabemos que no es así. Definitivamente no es la pineal, pero después tiene que pasar lo contrario. Una vez que tiene uno, la percepción del objeto tiene que mandar el cerebro información a los músculos para que muevan el dedo y señalen el objeto. Esa lámina es el principio de la neurofisiología. O sea, a pesar de que este hombre era un dualista, la mayor parte de los neurocientíficos contemporáneos somos monistas, porque para estar de acuerdo con el resto de la ciencia, pero somos dualistas en el sentido de que una cosa realmente es una percepción y otra cosa son las neuronas que lo manejan. Es decir, hay una dualidad de manifestaciones.

12:50
José Luis Díaz. Una unidad del cosmos y una dualidad de manifestaciones. Bueno, el problema contemporáneo, el problema mente-cuerpo en su manifestación actual, es el problema de la conciencia. La percepción, la acción, la memoria, de la que podemos hablar en otro momento, las emociones, son fenómenos mentales que se estudian profusamente en la ciencia contemporánea a muchos niveles, particularmente la neurociencia. Pero hay un problema con la conciencia. ¿Por qué hay un problema con la conciencia? Vamos a escoger un tema, un tema de un fenómeno consciente que todos conocemos por desdicha, el dolor. El dolor es consciente o no es. Si un dolor no es consciente, no es, no existe. Lo que nos duele es que somos conscientes de tener un dolor, de tener una lesión y esto es aversivo. Y nos da congoja y nos da angustia y queremos resolverlo y queremos quitarlo. Bueno, el dolor es un ejemplo exacto, prístino de lo que es un fenómeno consciente. La pregunta es, ¿qué es el dolor desde el punto de vista de el cerebro? Y hay gente especialista en esto. Tengo amigos en México que son algólogos, son especialistas en dolor y saben todo de las vías nerviosas que conducen las sensaciones dolorosas desde el dedo que se pincha con una aguja, por dónde pasa la información, dónde llega la médula espinal, cómo asciende hasta una parte del cerebro que se llama tálamo. Cómo de ahí se dirige a una parte de la corteza cerebral, que es la parte somatosensorial, la parte donde está el mapa del cuerpo sensorial y demás. Podemos trazar todo esto y podemos definir todo lo que pasa, sin necesidad de hablar de la conciencia. Hay algo raro aquí. Cómo hacemos una neurofisiología completa del dolor sin resolver el problema de por qué y cómo se siente. Por qué esas neuronas que están disparando, conocemos ya cuáles son más o menos, hay una neuromatriz del dolor en el cerebro bien conocida. Por qué esas neuronas en particular, cuando están activas, uno siente dolor y cuando son unas neuronas que están juntito, uno siente envidia o ve una flecha o el vaso. Entonces el problema de la conciencia es el problema crucial de la relación mente-cuerpo en este momento.

15:52
Leonardo. Hola José Luis, mucho gusto, soy Leonardo Salazar. Fíjate que hace unos días veía una foto mía de hace 25 años, estaba recién casado y dije bueno, claro, soy yo. Y aunque físicamente he cambiado, podría decir que ya no soy la misma persona, por otra parte, ¿no? Y me quedé pensando, con el paso de los años ¿qué es lo que cambia y qué es lo que permanece en nuestra identidad?

16:24
José Luis Díaz. ¿Estás seguro que eras tú el de la foto? Claro que sí. Si, este es un tema muy interesante. Así como cambia el cuerpo. Los que creemos que hay una relación estrecha, íntima, entre lo mental y lo corporal, podemos poner el ejemplo del cuerpo. Así como cambia el cuerpo, cambia también la identidad a través del tiempo. Algo permanece, permanece una conciencia de uno mismo. Esto sí, tiene uno la seguridad de ver no solamente una foto de, en tu caso, de tu boda, sino una foto mía. Me encuentro con una foto, mi primera foto, tengo un año de edad y tengo un chinito en la cabeza. Y digo yo, con toda certeza, ese soy yo. ¿Por qué tenemos esta seguridad? Hay algo en la fisiología corporal, sobre todo en la fisiología cerebral que no nos deja lugar a dudas que somos la misma persona a través del tiempo. Esto tiene un nombre que es difícil de traducir. Un nombre en inglés que es self. El self, el yo mismo. Hay algo en la fisiología cerebral que no nos deja lugar a dudas. Es algo que es preconsciente. No es, no es que sea, la conciencia, es el resultado de una operación fisiológica que nos da identidad a través de todos los cambios. Pero al mismo tiempo también es cierto, cambiamos mucho y hay gente que cambia profundamente. Hay gente que tiene conversiones religiosas o que tiene divorcios y se vuelve a casar, o que cambia de profesión, o que cambia de nombre. Que es una de las identidades más fuertes que tenemos. Hay entonces una sensación fundamental, básica, de que somos la misma persona en toda nuestra vida, pero nuestra construcción, nuestra autoconciencia, esa cambia con el tiempo. ¿Y por qué cambia? Porque es una construcción. El yo, ese cuando se señala uno. Esas, todos estos gestos que uno hace en relación a la conciencia de sí mismo son muy fuertes. Bueno, pues ese yo, es una construcción, una construcción que uno hace de su persona. La autoconciencia, entonces, es la representación que tiene una persona de sí misma. Pero esa autorrepresentación que me ha interesado mucho en los últimos años es algo sumamente complicado. Tengo un libro en donde la divido en diez funciones diferentes, la más elemental es la que estamos diciendo. Esta sensación intrínseca básica de ser uno mismo a través del tiempo, el self, el yo mismo, ese no tiene duda. Pero después hay una base fisiológica también. Sin necesidad de movernos y de mirar. En este momento ustedes pueden saber en qué postura están sus pies, en qué postura está su cuerpo. Eso se llama propiocepción, una palabra preciosa que inventó un neurofisiólogo, Premio Nobel de Gran Bretaña llamado Sherrington en los años 20. Propiocepción. Percepción propia. Percepción de uno mismo. Uno siente en todo momento su postura, sus movimientos. No necesita abrir los ojos, yo los cierro y me muevo, y sé exactamente, siento exactamente esos movimientos. Esa es mi propiocepción. Eso nos da una sensación muy fuerte de estar arraigados en nuestro propio cuerpo. Pero además tenemos interocepción, sentimos nuestras vísceras, sentimos el corazón, sentimos movimientos intestinales, sentimos muchas cosas en el interior de nuestro cuerpo.

19:57
José Luis Díaz. Esto también es muy fuerte, a pesar de que no es tan patente como la propiocepción de los músculos. También nos da una sensación muy fuerte de tener un cuerpo, un cuerpo por fuera y por dentro. Pero además hay otras cosas. Está la introspección. Propiocepción, interocepción y introspección. ¿Qué es la introspección? La capacidad de presenciar y observar nuestros propios estados mentales. Una capacidad muy de los seres humanos. Sabemos. De repente tenemos una emoción y la emoción, nos posee, nos ataca, nos invade. Pero podemos tener, tomar como una extraña distancia y decir las palabras “estoy triste”, “estoy enojado”. Esto implica que tomo distancia de mi propia emoción y soy capaz de observar lo que acontece en mi mente. Esta capacidad es introspección. También nos da una sensación básica muy fuerte de identidad, pero no nos quedamos ahí. Resulta que yo tengo la capacidad de moverme cuando yo quiera. Esta capacidad de moverme cuando yo quiera, que se llama técnicamente “agencia”, en la psicología. Somos agentes, tomamos decisiones, decidimos nuestros movimientos, decidimos nuestro curso de acción. Esta acción implica también una identidad, un yo, que es capaz de ordenar movimientos al cuerpo para que vayan y vengan, para que vaya y venga el cuerpo. Esto del cuerpo como si no fuera yo, ¿verdad? Yo tengo un cuerpo, soy mi cuerpo. Se los dejo todo esto como pequeñas tareitas, para que les vayan dando vueltas en su cabeza. Pero hay otras cosas. O sea, son una serie de funciones, todas juntas, muy diferentes aparentemente, trabajan todas en conjunto y ese conjunto es muy fuerte. O sea, si se juntan las propiocepción, la interocepción, la capacidad de observar nuestros propios estados mentales, la capacidad de moverse con libertad. Todo esto junto, incluso la alteridad. Uno no tiene la sensación de ser uno mismo. La autoconciencia depende de que uno ve a los demás y sabe que esos demás son otros yo. Otros como yo, tienen su propio, su propio sentido de sí mismos. Esta es la base de la empatía y de la vida social. Entonces, todos estas capacidades realmente notables, si se ponen ustedes a pensar, son nuestra autoconciencia. Cada una de ellas tiene una raíz filogenética, quiere decir, en la evolución de la vida sobre el planeta, una larga raíz. Muchos animales tienen estas capacidades también. No me cabe la menor duda que sienten dolor, que sienten su cuerpo, no sé si tengan introspección, eso está difícil porque es algo muy subjetivo, pero tienen muchas de sus capacidades y se han ido madurando a través de la evolución biológica.

23:15
José Luis Díaz. Entonces, quedemos entonces con que la autoconciencia, la conciencia de uno mismo, es este fenómeno que nos da una inmensa seguridad de ser uno mismo a través del tiempo, pero también es un constructo. Yo me invento a mí mismo a través del tiempo y es un constructo que es cambiable y algo que puede suceder con algunas personas diagnosticadas con psicosis, esquizofrenia, psicosis maníaco depresiva, etcétera, es que tengan despersonalización. A pesar de ser un síntoma grave, es al mismo tiempo un síntoma que nos muestra cómo está estructurado el aparato mental y como falla, para, en el caso, en particular de la idea de uno mismo.

24:40
Elizabeth. Mucho gusto, doctor. Mi nombre es Elizabeth García. Soy estudiante de fisioterapia. Doctor, a muchas personas, incluyéndome, nos cuesta trabajo admitir, que todos nuestros sentimientos se reduzcan a procesos químicos. Mi pregunta es: ¿cuál es la verdadera base física de nuestras emociones?

25:01
José Luis Díaz. Bueno, yo también, me cuesta trabajo pensar que nos podemos reducir a sustancias químicas. Bueno, voy a empezar por ahí porque es muy interesante. Esta idea de reducir. Reducir, ¿qué significa? Este es un procedimiento muy común en la ciencia en general y es un ideal de la ciencia. ¿Cuál es ese ideal? entender un sistema por el análisis de sus partes, explicar cómo se comporta un organismo o un sistema o una máquina, haciendo una disección de cuáles son sus partes y cómo se ensamblan, cómo trabajan juntas. Eso se llama técnicamente una reducción en ciencia y es un procedimiento común y es un ideal de la ciencia. Pero resulta que cuando se reduce, algo se gana y algo se pierde y algo que se pierde es precisamente la propiedad que se llama técnicamente “propiedades emergentes”, que no se dan en los elementos, sino que se dan en la totalidad. Eso sucede en el agua. Ser transparente o ser fluido. Insabora, inodora e insípida. Viene por la conjunto de las moléculas de agua que se juntan y forman un sistema que tiene esas propiedades fenomenológicas. Las moléculas particulares no la tienen. No podemos entender las propiedades fenomenológicas del agua a nivel de las moléculas de agua por separado. Algo parecido pasa aquí. Una emoción no es nada más una reacción química. Se basa en reacciones químicas que suceden muy en la base del aparato neuro mental, vamos a ponerle. Pero hay varios niveles intermedios de organización del sistema que finalmente se manifiestan como una emoción. Parte de la relación mente-cuerpo es la relación que tiene la emoción con sus sustratos neurofisiológicos y neuroquímicos. Les voy a contar una historia que ilustra esto muy bien. En los años 60 había, los psiquiatras tenían realmente unos cuantos medicamentos que podían utilizar porque no había mucha, no se conocía mucho de la psicofarmacología como se conoce ahora, y dos de los medicamentos que se usaron, se usaron por lo que se llama en ciencia, “serendipia”, una palabra que me encanta. Serendipia quiere decir, por casualidad. Encontraron los efectos por casualidad y les voy a platicar de dos de ellos que tiene que ver con las emociones. Uno de ellos es, hay una planta en la India que se utiliza en la medicina ayurvédica, en la medicina milenaria para tratar las enfermedades mentales. Esta planta es la rauvolfia serpentina, así se llama. Y se importó y se estudió en laboratorios en, a mediados del siglo pasado y se aisló un alcaloide de esta planta que se llama reserpina. Y resulta que la reserpina tiene efectos muy potentes para bajar la presión arterial. Y entonces se empezó a recetarse como un antihipertensivo, pero muy rápido se dejó de usar. ¿Por qué? Porque los pacientes se deprimían terriblemente con reserpina. Tomaban la reserpina, se les bajaba la presión, pero se les bajaba el ánimo hasta el suelo. Eran incapaces de levantarse, les daba una depresión tremenda.

28:15
José Luis Díaz. ¡Qué interesante! Un alcaloide que produce un fenómeno mental como la depresión. Fue un hallazgo y inmediatamente los neuroquímicos vieron que la reserpina baja los niveles de varios neurotransmisores fundamentales del funcionamiento cerebral que se llaman serotonina, norepinefrina y dopamina. Estos tres neurotransmisores, la reserpina los tumba. Entonces tenemos aquí un fenómeno químico que produce un fenómeno mental. Al mismo tiempo, en los mismos años se estaban tratando a los enfermos tuberculosos con una serie de medicamentos, aparte de los antibióticos. Uno de ellos era una cosa que se llamaba isoniazida, pero también se dejó de usar porque los enfermos se agitaban, se ponían, se ponían ansiosos, se ponían a corretear, se ponían a hablar todo el tiempo y demás. De nuevo los neuroquímicos vieron qué pasaba con los cerebros al darles isoniazida y resulta que era exactamente lo opuesto de la reserpina. La isoniazida tiene un efecto sobre una enzima del cerebro que destruye a la dopamina, a la serotonina y a la norepinefrina y al inhibir esa enzima que se llama monoamino oxidasa, se elevan los neurotransmisores. Entonces esa fue la primera hipótesis neuroquímica de un fenómeno emocional. Tenemos un fármaco que produce depresión de caída de los neurotransmisores y produce depresión clínica. Tenemos otro fármaco que aumenta el nivel de esos transmisores y produce agitación. Por lo tanto, se sigue que esas emociones se basan en esas sustancias químicas. Ya esta conclusión es arriesgada. Evidentemente algo pasa. No cabe duda de que hay una base neuroquímica del talante emocional, pero no podemos concluir en la ciencia de que esos neurotransmisores son los causantes de las emociones que están siendo afectadas. Para estudiar a las emociones, que es un poco también lo que está detrás de esa pregunta. ¿Qué es realmente una emoción? Hay que estudiar al sistema afectivo como tal, como se presenta, las emociones, como se presentan y necesitamos hacer un modelo o una teoría de cómo está estructurado el sistema afectivo humano. Y hay varias teorías, pero rápidamente les voy a platicar una de ellas. Es interesante ver que todas las emociones son, tienen cuando menos dos componentes. Algunas son agradables y otras son desagradables. Eso ya lo sabía Aristóteles. Imagínense entonces, ustedes una flecha donde está el agrado acá y el desagrado acá y la eutimia, para usar una palabrota, eutimia, donde no hay ni agrado ni desagrado en el medio. Una flecha, un eje. Pero tenemos además que las emociones pueden ser también en otro eje, pueden ser o tranquilizantes o activantes.

31:29
José Luis Díaz. Entonces tenemos ya dos ejes, agrado, desagrado, activación, desactivación. Y ahí en ese mapa, podemos poner a muchas de las emociones básicas, de las cuales también vale la pena hablar un momentito. En unos estudios muy interesantes de los años 60 del siglo pasado, unos especialistas llamados etólogos humanos, los etólogos son los científicos que estudian el comportamiento animal, usualmente en su medio natural, no en un zoológico ni en un laboratorio. Cómo se comportan los animales en su medio natural. Se desarrolló mucho la etología. Recibió un premio Nobel Konrad Lorenz y otros más en el 73. Y resulta que tenemos. Se descubrió que tenemos seis expresiones faciales de emociones todos los seres humanos en cualquier parte del mundo. Estas seis caras, seis rostros de la emoción, son consideradas entonces emociones universales, dotaciones de la especie, porque las presentan los bantúes, los esquimales, nosotros y hasta los franceses. Todos. Todo el mundo tiene expresiones faciales y las reconocemos inmediatamente. Son alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco. Esas seis tienen caras que no nos equivocamos cuando las vemos. Esas seis emociones se pueden mapear en ese mapa que acabamos de trazar. Agrado o desagrado. La alegría es evidentemente agradable, la tristeza es evidentemente desagradable, etcétera. Podemos trazar y a poner puntitos en este mapa. Estamos trabajando entonces realmente con las emociones. Esa es la forma. Digamos que la ciencia cognitiva o la psicología cognitiva trabaja hoy en día con las emociones a través de hacer un modelo, hacer un mapa, con base empírica, con base en observaciones, con base en los rostros humanos, por ejemplo. Son temas fascinantes. Hace unos días estábamos en un partido. Un amigo se cayó, se golpeó la cabeza y saliendo nos dijo de broma que no se acordaba de algunas cosas. Entonces mi pregunta va encaminada hacia si nos puedes explicar algo sobre la memoria, si los recuerdos realmente existen o los mismos recuerdos nos mienten. Bueno, es un tema grande, como todos estos, ¿verdad?

34:29
José Luis Díaz. Son temas grandes. Se me ocurre empezar a contestar esa pregunta. Están todos muy jóvenes, pero, ¿cuántos han visto la película Casablanca? Bueno, unos cuantos. Los mayorcitos somos ya los que hemos visto Casablanca. Casablanca es un clásico del cine y utiliza un recurso cinematográfico que se usaba en aquella época mucho. Es una película de 1941, 1942. El recurso se llama Flashback y fue inventado en el cine para ilustrar lo que es la memoria humana. ¿Qué es un flashback? En la película Casablanca hay una pareja que tiene un romance apasionado. Se pierden durante la guerra, más bien ella como que lo abandona a él. Él es Humphrey Bogart, ella es Ingrid Bergman y se encuentran en Casablanca, el pueblo de África, años después. Siguen enamorados, pero ella está casada, etcétera. Pero él, cuando oye una melodía, la melodía de “As time goes by” You must remember this. A kiss is just a kiss, y todo eso. Él tiene un flashback. Es interesante la memoria. Tienes un estímulo. A todos nos pasa, ¿verdad? No me toquen esa canción, por favor. Porque nos regresa quién sabe a dónde. Tenemos un estímulo que nos hace recuperar un recuerdo. Y la técnica cinematográfica del flashback implica que en ese momento Humphrey Bogart se queda pensando y la cámara, o sea, la película, se va a unos años atrás al romance que tuvo con Ingrid Bergman en París, un romance tórrido, apasionado y vemos toda la historia. Y se supone que así trabaja la memoria y es una película maravillosa. La he visto muchas veces y que bueno que existe el flashback, pero el flashback no es cierto. Así no trabaja la memoria. Cuando recordamos algo no es como si tuviéramos una grabadora que le hacemos rewind. Y pasamos otra vez y tenemos el recuerdo tal y como pasó, con la misma circunstancia y demás. Todos sabemos que no es así, pero de alguna manera creemos que la memoria debe comportarse de esa manera. Nos debe regresar al pasado. El pasado no se regresa. Los físicos lo saben muy bien, se llama flecha del tiempo. La flecha del tiempo es irreversible. Estamos en tiempo presente y no hay manera de regresar atrás ni con la memoria ni con ninguna otra forma. Pero creemos que sí, creemos que recuperamos, recuperamos el pasado recordando cosas que pasaron hace tiempo. Si nos ponemos a examinar y esta es una tarea de una rama de la filosofía primero, y ahora de la psicología que se llama fenomenología, cómo trabaja exactamente la mente, qué es lo que pasa cuando yo recuerdo algo y lo que pasa no es como si yo hiciera un rewind en la máquina de la memoria y tuviera una recuperación de la memoria tal y como pasó, es imposible que pase, porque la memoria implica que uno está en el lugar, que uno está en las circunstancias, que uno está con su cuerpo en ese momento. Lo que uno recuerda es unas cuantas sensaciones vagas, algunas imágenes, a lo mejor algo de las voces y demás. Entonces el recuerdo no es copia fiel del pasado ¿Qué es el recuerdo? Es una simulación en el presente, es una simulación parcial, de algo que pasó. Es más, cada vez que recordamos, recordamos el pasado de una manera un poquito diferente.

37:48
José Luis Díaz. Es más, lo editamos, le quitamos esto que no me gusta. No lo hacemos conscientemente, No, eso no lo quiero recordar. Y ya lo puse ahí detrás de bambalinas y eso no lo quiero recordar. Y esto si lo quiero recordar, es más, lo voy a embellecer. Entonces yo aparezco como más guapo y ella aparece como más linda y aparece que nos llevamos muy bien. El recuerdo entonces empieza a resultar un flashback cinematográfico de a de veras, o sea, una falsedad. La memoria entonces no trabaja así. La memoria es un recurso poderosísimo de la mente, en donde uno utiliza el pasado para utilizarlo en el presente, para utilizarlo, para pensar, para decidir, para actuar, para entender el presente y planear el futuro.

39:16
Ariel. Mi nombre es Ariel Bazan y mi pregunta va un poquito más encaminada hacia lo que es mitología. Estaba pensando que hay creencias y tradiciones que tenemos muy arraigadas dentro de nosotros y estas influyen mucho dentro de nuestra conciencia y nuestra cosmovisión. ¿Cómo influyen estos mitos en nosotros? O, ¿a qué nos llevan?

39:43
José Luis Díaz. Aquí. Para empezar, hay que despejar un uso común de la palabra mito, que yo siento que es falso, fundamentalmente. El mito como falsedad, en lenguaje corriente decimos mitos y realidades. El mito es lo falso, la realidad es lo verdadero. Esta noción de mito vamos a dejarla de lado por ahora. Los mitos son estas narraciones ancestrales de culturas tradicionales que generan una especie de narrativa donde hay héroes, dioses. Una narrativa que explica de alguna manera cómo es el mundo y cómo somos los seres humanos en ese mundo. Uno de los discípulos de Freud, Carl Jung, fue un experto sobre la mitología. Y la noción fundamental es que los mitos no son falsedades. Esos mitos de los que estamos hablando no son falsedades, son narrativas extraordinarias que nos siguen atrayendo. Uno va a cualquier librería hoy día y encuentra libros de mitología por todos lados, mitología griega, romana, nórdica, escandinava, mitología mesoamericana. ¿Por qué nos atrae tanto la mitología? Pues algunos de los analistas de esto, como Joseph Campbell, uno que me parece particularmente erudito y claro, dice porque nos hablan a todos los seres humanos de lo que es ser humano, de las tareas a las que nos enfrentamos, no porque todos nos sintamos Hércules o Ulises, sino porque nos habla en un lenguaje de parábolas, de metáforas y demás, en un lenguaje que no es particularmente racional, que Jung comparaba un poco a los sueños, a veces ilógicos y demás, pero nos habla en un lenguaje universal de lo que es el, pues el ser humano, su enfrentamiento con el mundo, las necesidades y sobre todo es un vehículo, dice Campbell, para transmitir la sabiduría. La sabiduría, una forma como de conocimiento de cómo vivir, de saber cómo comportarse. Bueno, el propio Freud utilizó los mitos griegos para clasificar varias de sus mecanismos psíquicos. El complejo de Edipo, típicamente. Es decir, estamos utilizando, o se utilizan los mitos como señas, como señales, como información relevante a nuestra vida, así los leamos como si fuera un cuento de hadas. A pesar de que no es, estrictamente hablando, neurociencia, obviamente. No sabemos casi nada o nada les puedo decir yo, de qué pasa en el cerebro cuando leemos un mito. Pero me ha parecido muy interesante porque una de las funciones básicas de la conciencia humana y es básica para casi todas las formas de comunicación que tenemos, es el simbolismo. Es decir, el símbolo está en la base fundamental de la comunicación humana y los mitos hablan directamente de símbolos. Es como qué nos simboliza Edipo, qué nos simboliza Orestes, qué nos simboliza Quetzalcóatl.

42:51
José Luis Díaz. Quetzalcóatl es la serpiente emplumada. Es un bicho raro. Hay curiosamente en Asia dragones, dragones que vuelan. Y este podría ser una especie de dragón mesoamericano. Un reptil que en vez de escamas tiene plumas. ¿Qué simbolismo hay ahí? El águila nos eleva a las alturas. Asciende. Es una visión ideal, extraordinaria, que eleva nuestra sensación de ser uno mismo a las máximas alturas. Pero del otro lado está el polo opuesto. Está la serpiente, símbolo en muchísimas culturas del mal, repta por el suelo, es incapaz de despegarse del suelo y demás. Imagínense ustedes la creatividad de un símbolo que mezcla a dos especies completamente antagónicas desde el punto de vista, más que simbólico, desde el punto de vista incluso terrestre. El águila que vuela y la serpiente que repta. Tenemos entonces una serpiente que vuela. ¿Qué significa esto? Significa que la interpretación que yo le di en ese momento. El ser humano, entonces, tenemos un yo. Volvemos al yo otra vez. Tenemos un yo, que usualmente idealizamos. Nuestra autoconciencia es usualmente muy permisiva con nosotros mismos. Nos vemos en muy buena luz. Somos muy buenos para manejar, somos muy buenos para las matemáticas o muy buenos para esto. Estamos como ensalzados, tenemos una visión, una visión muy positiva de nosotros mismos en general. Los demás, se llama, está estudiado en la psicología, se llama sensación sobre el promedio. Si a una gente le preguntan y eso, hay estudios muy bien hechos sobre esto. Si a una gente le preguntan ¿usted maneja? Sí, yo manejo coches. ¿Usted considera que es un manejador promedio, superior al promedio o inferior al promedio? 80% de la gente dice yo soy superior al promedio. Es imposible, ¿verdad? No checa, matemáticamente no checa. Pero todos nos sentimos mejor de lo que somos. El águila. Pero por otra parte, allá en el trasfondo, detrás de bambalinas, anda la serpiente. O sea, todos sabemos de alguna parte, lo queramos o no, que tenemos lados oscuros, que tenemos una sombra, que tenemos cosas negativas, que hemos hecho cosas que no nos gustan y de las que nos arrepentimos. Procuramos no verlas, están un poco ocultas. Entonces el símbolo tiene las dos, vivimos un poco en el águila, pero en realidad somos la serpiente que anda arrastrándose por el suelo.

45:55
José Luis Díaz. Otra faceta del mito de Quetzalcóatl es la vida del rey Topiltzin Ce Ácatl, el último rey de Tula. Él se llamaba Quetzalcóatl, era un sacerdote. Era el sacerdote de Quetzalcóatl y vivió en su vida, exactamente eso. Fue un sacerdote que siguió el camino de la purificación, de la ascesis, de ser con lo más perfecto posible y demás. Y llegó un momento en que asumió esa visión sacerdotal magnífica de sí mismo. Pero resulta que Tezcatlipoca, su enemigo taimado, le da a beber pulque, lo emborracha y cuando se emborracha, Topiltzin se destrampa. Tiene una relación incestuosa con su hermana. Cositas no particularmente favorables. Y cuando se despierta dice estoy hecho de tierra. La serpiente apareció cuando menos lo esperaba y considera que es un engaño que su sacerdocio y su magnífica presencia y demás era falsa y que en realidad es un ser despreciable y demás. Tira sus adornos, renuncia a la corona o renuncia a ser el rey de Tula, se va en peregrinaje hacia el Oriente, termina en el Golfo. Termina incinerándose, termina en una pira en Coatzacoalcos, por ahí, que esa palabra tiene que ver con Quetzalcóatl, por ahí por Coatzacoalcos se prende fuego y su corazón se eleva y se convierte en Venus, la estrella de la mañana. Bueno, es es un mito verdaderamente impresionante. O sea, nada más de contarlo me da carne de gallina. ¿Por qué? Porque está hablando de algo que nos es absolutamente íntimo. Absolutamente familiar. Los mitos nos hablan cuando, cuando tenemos oídos para escucharlos y nos abrimos a ellos y los incorporamos, nos hablan de cosas fundamentales de nosotros mismos.

49:00
Maximiliano. Hola doctor, mucho gusto, soy Maximiliano Rangel. Mi pregunta va más encaminada a una emoción en particular que nos caracteriza como seres humanos, que es la empatía. ¿Usted cree que es algo innato o es algo ya aprendido?

49:13
José Luis Díaz. La empatía es una emoción, pero no es una emoción básica. No hay una cara de empatía como hay cara de tristeza o alegría o rabia. Es una emoción que se llama moral, una emoción social, moral. ¿Qué son las emociones morales realmente? son emociones sociales. Se desatan por las convenciones que aprendimos. Pero hay un elemento innato. Me gustaría a lo mejor dejarles este mensaje ya desde ahorita, todo en el ser humano, casi todas las características de las que estamos hablando son innatas y son aprendidas. Son las dos cosas. Si no, no hay. Tiene que haber un sustrato, tiene que haber un sustrato que nos permita aprender, que nos permita llevar a cabo lo que hacemos en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Y tiene que haber un aprendizaje que lo entrene. Tenemos unas manos. Las manos vienen dadas por la evolución. Es algo innato, o sea, de esta forma y demás, que está seleccionada a través de millones de años en hasta los primates y hasta nosotros. Esta forma de oposición del pulgar y demás, la tenemos todos, es algo innato. Pero lo que es aprendido son las manualidades, las artes, tocar un instrumento, operar un apéndice, manejar una nave espacial. Son cosas que hacen las manos, pero esas no son innatas, evidentemente. Entonces quédense con esta imagen. Todo, entonces lo importante es algo innato. La empatía y las emociones morales tienen un componente innato. Actualmente, en los últimos 20 años sobre todo, ha habido mucha investigación en animales. Los etólogos han empezado a estudiar ya desde hace tiempo los antecedentes de emociones morales en los animales, altruismo, cuidado de los otros, etcétera. O sea, hay una raíz, una raíz biológica. ¿Por qué tenemos empatía? Porque tenemos una cosa que se llama, técnicamente en nuestro campo, teoría de la mente. Teoría de la mente, suena, es una palabrota, quiere decir que la teoría de la mente no la tienen los científicos. La tenemos todos. ¿Qué es una teoría de la mente? Cuando vemos a otra persona en una situación cualquiera. Sabemos que tiene una mente, y lo sabemos porque vemos cómo reacciona, porque oímos lo que dice, porque sabemos por nuestra historia cómo se siente estar en esa situación. Yo sé, sé lo que tú sientes, dice uno cuando tiene empatía con el otro porque ha estado ahí y por lo tanto está sintiendo lo mismo que yo he sentido o que incluso si no lo he sentido, si no lo he vivido, puedo de alguna manera inferirlo. Eso es teoría de la mente, Los demás son otros yo. Los demás tienen emociones, tienen creencias, tienen pensamientos de todo tipo y debido a eso tenemos empatía. No tenemos empatía para un robot. Si uno no cree, esto es muy interesante, si uno no cree que los animales por ejemplo, sienten auténtico dolor, y esto, debo decirlo, es uno de los problemas graves para mi gusto con el gran Descartes, Descartes, que era dualista, consideraba que nada más los seres humanos tenemos realmente conciencia. Los budistas la tienen, y creo todos los seres vivos, les llaman, son seres sintientes. No pueden aplastar a una hormiguita, porque es un ser sintiente. ¿Por qué? Porque camina y corre y si lo trato de fastidiar, se va corriendo. Si se va corriendo quiere decir que no quiere que la fastidie, por lo tanto tiene alguna sensibilidad.

52:44
José Luis Díaz. Por lo tanto yo no puedo matarla. O sea, es interesante, ¿no? Una creencia, una creencia arraigada, en este caso, hace que ocurra o no ocurra una emoción moral como la empatía. Y esa es una parte fundamental. Gracias a eso somos seres humanos. Se me ocurre mencionarles. Un opositor a Darwin, curiosamente no era un opositor en el sentido de que no creyera en la evolución, el príncipe Piotr Kropotkin de Rusia, contemporáneo de, bueno era un geógrafo, escribía a principios del siglo XX, era anarquista y era un convencido de la evolución de las especies, pero no estaba convencido del mecanismo fundamental que pensó Darwin, que operaba en la evolución y que es la competencia, la competencia, la sobrevivencia del más apto, el más fuerte, el más adaptable. Él estaba convencido de la evolución, pero dijo el mecanismo fundamental en los seres humanos no es la competencia, es la cooperación. Es la teoría de la mente. Gracias a que los humanos primitivos, los humanoides primitivos, se reunieron en grupo y trabajaron en grupo y tuvieron empatía entre ellos, fue que se dio la evolución humana en sus últimas. Es muy interesante, esta diferencia entre una posición, entonces una posición ideológica nos puede hacer tener o dejar de tener una emoción moral. Muy interesante.

55:04
Renata. Mi nombre es Renata. Y hay personas que dicen que las guerras son inevitables porque los humanos somos personas violentas por naturaleza. ¿Qué opina usted de eso?

55:19
José Luis Díaz. Una pregunta como esta me hace pensar en esta dicotomía que tenemos tan arraigada cuando decimos, por naturaleza. Quiere decir de nuevo que estamos pensando que es algo innato y no adquirido, o viceversa. Los que piensan que no es por naturaleza que somos, que hacemos la guerra, es puramente aprendido. De nuevo, el mensaje fundamental, todo tiene un componente innato y todo tiene un componente aprendido. Todo lo humano. Pero aquí sí es importante hacer una distinción. Hay que hacer la distinción entre agresión y violencia. La violencia, sin duda alguna, es agresión, pero agresión la vemos en el mundo animal todo el tiempo. Los animales pelean, se agreden mutuamente, ponen las caras que estudió Darwin. Fue el primero que estudió las caras, las caras de la emoción en los animales, en sus perros. Tiene dibujos en un libro que se llama Las emociones en los animales y en el hombre,, tiene un dibujo de su perro atacando furiosamente a otro, pelando los dientes y demás, y se pregunta, era un genio, qué relación tiene esa cara con la nuestra. Y dice también nosotros pelamos los dientes y abrimos la boca y enseñamos los dientes y demás. Y entonces habla de una evolución del rostro, de la emoción. Fue el primero, todo lo humano que hubo. Pasaron 100 años. Este tipo de gente se adelanta a su época de una manera tremenda. Pasaron 100 años, antes de que se retomara el tema en 1970 y tantos, de las emociones humanas. Volvemos a la agresión. Entonces, la agresión es una dotación claramente biológica, que además es muy importante subrayar que el Premio Nobel en Etología en 1973 le fue concedido a Konrad Lorenz y a otros dos, pero a Konrad Lorenz, que tiene un libro muy interesante que se llama La agresión: el pretendido mal. Se los recomiendo porque lo que hace ahí él, es decir que tenemos la noción de que la agresión es mala por definición, hay que evitarla. Tenemos que combatir la agresión en todos sus aspectos. Y Lorenz dice no, la agresión en el mundo animal tiene un lugar y un papel sumamente importante, no solamente para conseguir recursos, etcétera, o para combatir enemigos o combatir, pero también para defenderse. Entonces la agresión tiene esa base etológica de todas las especies. Es como todas las emociones básicas, una emoción primaria que se presenta a nuestro pesar, no nos gusta, lo que sí podemos hacer es, qué hacer con la agresión, qué hacer con, eso sí aprendemos a hacerlo. Al principio no, al principio reaccionamos directamente ante el estímulo. Pero parte de la madurez, espero, consiste en poder tomar distancia, sentir tengo rabia, pero ¿qué hago con la rabia? La manifiesto, contraataco, me espero, hago otra estrategia, trato de entender al otro, etcétera. Lo que hacemos con la rabia, entonces ya es otra cosa. ¿Cuál es la diferencia entre agresión y violencia? Distinguimos agresión de violencia porque la violencia, su nombre lo indica, la violencia viola reglas, viola estatutos, viola costumbres, viola expectativas. Hay un elemento, entonces en donde la pregunta muy interesante sería, si esta es la definición, hay violencia en los animales, ¿sí o no?

58:37
José Luis Díaz. Les platico otra historia muy interesante al respecto. La famosísima etóloga de los chimpancés de África, Jane Goodall, conocida, de los científicos más conocidos en el mundo, Vive, tiene 90 y tantos años, estudió durante mucho tiempo a los chimpancés en su medio natural. Es una etóloga, primatóloga de chimpancés. Estudió a los chimpancés en Gombe, en un lugar donde viven naturalmente durante muchísimo tiempo. Y parecía que estaba ante el humano feliz de Rousseau. O sea, los chimpancés tienen una vida muy cómoda. Bueno, muy, muy natural, digamos. Buscar alimento, copular, criar a las crías, etcétera. Y parecía que todo funcionaba muy bien hasta que de repente, sin que ella se diera cuenta por qué, se armó una guerra civil, literalmente. Ella incluso usa esa palabra. En la misma tropa de chimpancés, 30 o 40 individuos. Hubo un enfrentamiento entre varios de ellos y se empezaron a dar conductas que nunca había visto antes. Después de 30 años de estar observando chimpancés, de repente se dieron agresiones sin que se inhibieran, cuando el individuo atacado daba muestras de sumisión. Esto es natural en casi todas las especies, hay una agresión, hay un enfrentamiento entre dos animales, uno de ellos, usualmente los perros lo hacen, lo hemos visto todos, muestra la barriga o mete el rabo entre las piernas y se van. Dan muestras de sumisión. Ese estímulo es poderosísimo para inhibir la agresión del agresor. Momento en que hay una muestra de sumisión, se inhibe la agresión. En este caso no pasaba eso. Los animales daban muestras, los animales atacados daban muestras de sumisión y los atacantes seguían atacándolos hasta producirles incluso amputaciones de dedos y de manos y demás. Entonces se pregunta uno bueno, son chimpancés, son animales, son animales muy evolucionados, son nuestros parientes más cercanos sobre la faz de la tierra y tienen estos episodios que parece que sí son violencia, cumplen con los requisitos que estamos diciendo, violación a convenciones, etcétera. Bueno, la forma extrema de violencia es la guerra. La pregunta entonces que me haces es si la guerra tiene una especie de es inevitable porque los humanos somos violentos por naturaleza. La respuesta de inmediato es no. En el año de 1986 tuve la oportunidad de participar, fue una suerte, en un congreso en Sevilla que dio lugar a un manifiesto que se llama El Manifiesto de Sevilla. Nos reunimos ahí varios especialistas en conducta, en cosas de psicobiología, en comportamiento y demás, para decir, hacer un manifiesto de seis puntos que los seis empezaban de la misma manera.

01:01:44
José Luis Díaz. Es científicamente incorrecto decir que los hombres o seres humanos somos violentos por naturaleza o por instinto, o que tenemos un cerebro violento, o que tenemos la violencia en los genes. Todo eso es incorrecto. Evidentemente los genes, el cerebro, el cuerpo y lo demás existen, ahí están. Pero la violencia es un hecho fundamentalmente social, de causas fundamentalmente económico, sociales y demás, las guerras, que no podemos atribuirles ni a los genes, ni al cerebro, ni al la fisiología. Entonces hay que quitarse la idea de que somos violentos por naturaleza. Eso de por naturaleza, la sociedad es naturaleza. La sociedad humana es naturaleza. ¿Por qué la de los chimpancés si es y la nuestra no? Que hay un artificio muy grande. Sí, pero ese artificio es parte de la naturaleza. No está fuera de ella.

01:03:29
Alessandro. Hola, doctor, mucho gusto. Mi nombre es Alessandro, soy estudiante de la carrera de psicología y hace un momento nos platicabas acerca de los mitos. Hay uno que se ha popularizado a lo largo de los años, que va relacionado a que solo ocupamos una parte de nuestro cerebro. ¿Qué tan cierto es esto? Y si es así, ¿se conocen cuáles son nuestros límites?

01:03:49
José Luis Díaz. Bueno, para empezar a responder esa pregunta, ya habrán notado que soy aficionado del cine. Hay una película por ahí que se llama Lucy. Ya no sé si la vieron. Esa si la vieron casi todos, bueno. Donde la protagonista, Scarlett Johansson, algo le pasa que supuestamente en vez del 10% de su cerebro, que es el que se usa normalmente, empieza a aumentar y aparece en la pantalla 20%, 30% y hace cosas cada vez más extraordinarias hasta tener superpoderes. Y más, más que superpoderes, se vuelve con una especie de, prácticamente, una deidad computacional. Bueno, para empezar, esto del 10% es falso. No usamos el 10% del cerebro, usamos todo el cerebro. De dónde salió esa idea, a veces me he preguntado, del 10%. Sería una barrabasada evolutiva fabricar un cerebro tan grande para no usar más que el 10%. Es costosísimo en las especies fabricar órganos, es costosísimo en el sentido estricto de energía, o sea, la inversión que se lleva el cerebro humano energéticamente es económicamente muy costosa. ¿Saben por qué sabemos esto? A ver les digo, el cerebro humano utiliza el 25% de los recursos energéticos del cuerpo, o sea, el 25% del azúcar, de la glucosa se va para el cerebro, que es su fuente fundamental de energía. El resto del cuerpo se lleva, se lleva el resto. ¿Cuanto se lleva un chimpancé que es nuestro pariente más cercano? El 8%. Fascinante. O sea, aquí sí hay una diferencia. Hay una diferencia también en el tamaño del cerebro y en otras cosas. Pero la diferencia fundamental que tiene que ver con la mente evidentemente, está en la función. ¿Cuánto cuesta nuestra actividad cerebral? El 25% de la actividad corporal. ¿Cuánto le cuesta un chimpancé? El 8%. Esa diferencia tan grande, ¿a dónde se va? ¿Para qué? Pues porque tenemos recursos cognitivos y de otro tipo muy costosos. Lóbulo frontal muy grande, etcétera. Bueno, entonces este. Este costo energético, la naturaleza no lo invierte así de por sí. Si le está costando demasiado, la especie se elimina. Y hay, la mayor parte de las especies que se han producido a través de la evolución en la Tierra han desaparecido ya. No, no dieron el ancho. Fueron energéticamente muy costosas y no sobrevivieron. Entonces olvídense del 10%. ¿De dónde salió? Yo tengo la impresión de que es por lo siguiente. Una de las técnicas de la neurociencia contemporánea más espectaculares que tenemos es lo que se llaman imágenes cerebrales. Las imágenes cerebrales que se produjeron alrededor de una serie de investigaciones por los años 80 y 90, miden precisamente la energía que hace el cerebro, cuánta glucosa se está consumiendo, cuánta energía se está empleando y demás. Y lo que hacen es que mediante un aparato o varios, resonancia magnética funcional o tomografía de emisión de positrones y otros más, desde afuera del cráneo se puede ver qué partes del cerebro están siendo, se están involucrando en una tarea que el sujeto está haciendo. Por eso se ha avanzado tanto en neurociencia cognitiva, se llama ahora. ¿Por qué? Porque le podemos dar al sujeto una tarea. Por ejemplo, les digo una muy interesante, una tarea de que el sujeto tiene que imaginar un cubo o una serie de cubos que están armados para ver si son iguales a otra serie de cubos que están al lado.

01:07:24
José Luis Díaz. Uno lo puede hacer con las manos, pero lo puede hacer también con la imaginación. Mientras está haciendo eso se toma una imagen cerebral. Cuáles zonas del cerebro están siendo enganchadas, involucradas, se están activando para que el sujeto haga la tarea. Y les digo el resultado porque ya que estamos en eso, es muy interesante. Se activan exactamente las mismas áreas que se usan cuando uno ve con los ojos, las zonas primarias, visuales. Eso fue una sorpresa. Uno no pensaba que la imaginación tuviera la misma base fisiológica que la visión, pues la tiene. Pero si uno ve la fotografía del cerebro en el momento que está imaginando, es nada más con el 10% de las zonas cerebrales las que están involucradas. Pero es en ese momento, si uno hace otra fotografía un segundo después, ya es diferente. Otras áreas están involucrando y finalmente todo el cerebro se involucra para cualquiera de estas, de estas facultades de las que estamos hablando, entonces el 10% es una falsedad. Hay otra película que es un poco al mismo, que está un poco de moda esa idea, una con Bradley Cooper, que se llama algo así como Sin límites. No sé si la vieron. Este es un fármaco, un fármaco que se toma Bradley Cooper y aumenta su capacidad cerebral. Bueno, la capacidad anatómica no, pero aumenta su funcionalidad cerebral exponencialmente y pasa de ser un cuate común y corriente a ser el súper magnate de Wall Street. Porque se vuelve muy inteligente muy rápido. Esa es otra barbaridad. Como ciencia ficción puede pasar y demás, pero podemos pensar que pronto vamos a tener la píldora de la súper inteligencia. Yo no creo, ya no voy a vivir para verlo si es que sucede, pero dudo mucho que se pueda presentar un fármaco que pueda, aumentar de una manera exponencial las funciones cognitivas. Impulsarlas un poco, sí. Entonces olvídense del 10%. 100% del cerebro. Y esto tiene que ver con una de las preguntas anteriores que tiene que ver con la memoria. A ver, un pequeño ejercicio que también me gusta hacer. Recuerden ustedes en este momento a su abuelo o abuela favorito. Siempre pienso en mi abuelo favorito que se llamaba Papá Juanito. Bueno, si ustedes tienen a su papá o a mamá Juanita. ¿Qué pasa? Pasa algo fascinante. Fascinante. Tienen ustedes una imagen visual. Recuerdan probablemente el sonido de su voz sin mayor problema. Recuerdan a lo mejor la última vez que lo vieron. Memoria episódica. Las circunstancias, la compañía, el lugar, etcétera. Pero aparte de los recuerdos, de nuevo los recuerdos actualizados empiezan a tomar posesión del pensamiento actual. Empiezan a reflexionar cuánto lo extraño, debería irlo a ver, voy mañana, voy mañana a la tumba, voy en un mes.

01:10:39
José Luis Díaz. Juicios, intenciones, creencias, voluntades, etcétera. Culpa ¿Por qué no lo vi más? ¿Por qué no voy más? ¡Qué barbaridad! Lo tengo descuidado. Le tengo que llevar flores a la tumba. Culpas. Fíjense ustedes. Imágenes, percepciones, recuerdos visuales, intenciones, reflexiones, pensamientos. 100% del cerebro otra vez, no es el 10%. Todo, en una cosa tan sencilla como este ejercicio, estamos echando mano de todo. Y una pregunta fundamental para la neurociencia cognitiva actual para quien busca lo que llamamos técnicamente el correlato neural de la conciencia, es decir, cuál es la base fisiológica del cerebro, tiene que responder a esta capacidad y uno de los autores de nuestro campo más prominentes, le dice, le llama disponibilidad global. Es decir, el cerebro tiene que tener un mecanismo de que puede echar mano de recuerdos, imágenes visuales, imágenes auditivas, intenciones, reflexiones, autoconciencia, zonas que sabemos que el cerebro es muy modular y cada módulo más o menos tiene unas cuantas funciones. Pero si algo tiene la conciencia tan sencilla como este recuerdo es tener disponibilidad global. Todo, puedo echar mano del recuerdo, puedo echar mano de la reflexión, puedo echar mano de mi autoconciencia, de la culpa, de las emociones. Todo está disponible para la conciencia. Entonces, esa disponibilidad global, cualquier teoría de cómo funciona la conciencia en el cerebro, o qué función cerebral es la que subyace la capacidad de conciencia tiene que explicar esto, entre otras cosas. Yo tengo la mía. Hay muchas teorías de la conciencia actualmente en debate. La mía, y les cuento otra vez una anécdota. Se me ocurrió de la manera más inusitada. Estaba yo en aquella época en el Instituto de Neurobiología en Querétaro, de la UNAM, en el Campus Juriquilla de Querétaro, y venía manejando. Querétaro es un desierto, era tarde, estaba atardeciendo y de repente veo en el cielo un fenómeno verdaderamente extraordinario, una bandada de pájaros de esas que se arman de repente en el atardecer, poco antes de que se vayan acostar los estorninos o los pájaros. Una unidad de miles y miles de pájaros que forman, que se mueven al unísono. Me acuerdo que me paré, me bajé del coche y me puse a ver eso un rato largo y se me vino un pensamiento muy curioso porque no lo pensé deliberadamente. Me vino el siguiente pensamiento a la cabeza, hablando de conciencia, esto tiene que ver con la conciencia. Me vino el pensamiento así. Y el segundo pensamiento fue ya enloqueciste. Ya se te barrió por completo ahora si. Pero me lo tomé en serio. Dije ¿por qué se me ocurrió a mí que una bandada de pájaros tiene que ver con la conciencia?

01:14:17
José Luis Díaz. Con el tiempo, ya les digo la, porque eso pasó hace 30 años, hice una teoría que se llama La teoría de la parvada. La teoría de la parvada es para cumplir con el requisito de la disponibilidad global. ¿Qué pasa con la conciencia? Es una capacidad que incluye, que trae, que conjuga, que coordina todas las funciones cerebrales y lo hace como una bandada de pájaros. De repente, cuando recordamos a su abuelo, de repente predominaba la imagen y de repente la bandada se va para otra parte y es una imagen auditiva y de repente se va para la otra y es una emoción, de lo que sea, cariño, de culpa. Es decir, la bandada se mueve acá, no se mueven las neuronas. ¿Qué es la bandada entonces? Es actividad, actividad neuronal, interneuronal, que se está moviendo todo el tiempo y hay ya evidencias con imágenes cerebrales ya no fijas, sino cinematográficas. Hay que tomar una película del cerebro en acción para ver la bandada. Y sí, cuando uno ve cómo se comporta el cerebro, la corteza cerebral, qué es lo que podemos ver con esas técnicas, se ve, yo veo la bandada porque estoy casado con mi hipótesis. Hay que tener cuidado también con eso, pero es una hipótesis. Hay varias, probablemente varias mejores. Quizás la mía no sea la buena, no lo sabemos, pero mi hipótesis o la de cualquiera de los colegas que tienen hipótesis sobre el correlato neural les falta lo más importante. Sigue, por eso, sigue siendo el problema, mente-cuerpo sigue, sigue siendo. Alguien me puede preguntar, muy bien, muy bonito, que bonito suena lo de la bandada y todo lo demás. Pero por qué y cómo esa actividad neuronal da lugar a la conciencia. Y yo ahí no puedo decir nada. Nada, cero. Me tengo que callar. Callado. Gracias.

01:16:55
Cristian. Hola, doctor. Soy Cristian Fentanes. Hay sentimientos que es más fácil expresarlos con el arte. ¿Me podría explicar cómo reacciona el cerebro ante una obra de arte, ante un cuadro?

01:17:08
José Luis Díaz. Bueno, ya hay una disciplina que se llama neuroestética. La inventó un, curiosamente, un neurofisiólogo turco, de experto en la visión, obviamente y la inventó alrededor de qué es lo que sucede en el cerebro humano ante una obra de arte que es visual, ante las artes visuales. Obviamente, la zona visual del cerebro está involucrada en eso y él usa como estímulos a cuadros famosos de museos y demás. Curiosamente, no se puede decir demasiado más. Cuando yo veo este vaso que tiene una cierta estética y demás, pero no es “Las Meninas” de Velázquez, cuál es la diferencia en mi actividad cerebral, cuando veo un objeto que no es artístico o que no evoca emociones estéticas, y cuando veo uno que si lo evoca, bueno, pues resulta que aparte de la zona visual que obviamente se involucra los dos casos, ver un objeto neutro y ver un cuadro, “Las Meninas” de Velázquez, se involucran los dos, la zona visual igual. Pero con “Las Meninas” de Velázquez se involucran muchas más cosas, obviamente. Fundamentalmente, sobre todo, una zona del cerebro que conocemos como la zona de la recompensa se llama. Esa zona de la recompensa se activa cuando el sujeto tiene una intensa emoción, por ejemplo, de alegría o de gusto, etcétera. Hay un crítico de arte, ayer estaba leyendo sobre él, muy conocedor. Su museo favorito es El Prado de Madrid y cuando llega ante algunos cuadros, porque no todos le producen esa reacción, cuando llega ante algunos cuadros del Museo del Prado que son particularmente extraordinarios, se hinca y abre de brazos. Hay una foto de él ante uno de Durero, hincado, como si estuviera ante una imagen de la Virgen de Guadalupe. Qué pasa con el cerebro de ese señor. Bueno, seguramente su zona de la recompensa está particularmente activa. Le produce un placer inmenso. A mí hay cosas de arte que me conmueven, francamente, sin lugar a dudas. Me ha pasado, de estar francamente conmovido ante una pieza musical y demás. Verdaderamente me pone la carne de gallina. Hablando de carne de gallina, muy importante la carne de gallina. ¿Por qué? Porque cuando vemos una obra estética de un gran nivel, sentimos carne de gallina. Oímos nuestra música favorita. Nosotros hicimos en una época, en los años, la primera década del siglo, en un grupo de la UNAM, estudiamos las emociones musicales y dábamos estímulos que se sabe que son muy agradables, pero también estímulos que se sabe que son desagradables. Música estridente, desagradable y demás. Y comparábamos el cerebro en una y otra situación que es muy interesante esa parte. Les digo rápidamente el resultado general, la música agradable activaba las zonas fundamentalmente del lenguaje del hemisferio dominante izquierdo, y la música desagradable activaba las zonas que no son lingüísticas del lado derecho. ¿Por qué? Porque cuando oímos algo, una música que nos es muy agradable, la reconocemos como si fuera nuestro lenguaje, la podemos interpretar, la podemos sentir.

01:20:19
José Luis Díaz. La música se siente. No se entiende de otra manera más que con sentimientos. Vamos a dejar ese. Pero resulta que al mismo tiempo que aparecieron esos estudios, apareció uno que cuando apareció dije híjole, lo hubiera hecho yo, estaba mejor que el nuestro. Lo hizo Robert Zatorre en un instituto de la Universidad de Toronto, no, de la Universidad McGill de Montreal, que se llama algo así como Brams, Brain Research Institute, Brams. El instituto Brams estudia la neurobiología de la música, el cerebro bajo los efectos de la música. Pero a Zatorre se le ocurrió un experimento mejor que el mío, que tiene que ver con la carne de gallina. En vez de ponerles a los sujetos música supuestamente agradable y supuestamente desagradable, les preguntó ¿cuál música te pone la carne de gallina? Entonces esa música estudió Zatorre. Les dio ese estímulo en particular y entonces encontró que la zona, precisamente la zona de la recompensa del cerebro, se prende más que si tuviera cocaína o heroína. La música y otros fenómenos del arte son capaces de evocar sentimientos tan intensos o más que muchos estímulos naturales. Y aquí sí, la diferencia entre natural y artificial viene a cuento. La pregunta que se hace, bueno, que me hago yo porque me interesan estas cosas teóricas y demás, es, estamos en un concierto y sentimos emociones de todo tipo. Es más, pagamos por sentir emociones tristes. Eso es muy, muy curioso, ¿no? O sea, hay música triste y la música triste nos conmueve, pero no es particularmente agradable sentir ese tipo de emociones. Pero vamos y compramos un boleto en la Nezahualcóyotl para ir a escuchar a Astor Piazzolla, que toca unos tangos que me desgarran. Pero pago y voy y pago, mucho, por ver a Astor Piazzolla. ¿Por qué paga uno por sufrir? Buena pregunta. El arte me pone en una situación de simulacro, que es como la realidad, pero es un sustituto y no estoy diciendo nada nuevo. Creo que Aristóteles ya se había referido a la mímesis, le llama. El arte mimetiza. No solamente el arte mimetiza la realidad, sino el arte provoca en los seres humanos una mímesis de las emociones. Yo estoy sentado en la seguridad de mi butaca, en la sala Nezahualcóyotl y sé que no me va a pasar nada y puedo llorar a gusto, porque me conmueve Astor Piazzolla.

01:23:44
Laura Elena. Hola, mucho gusto. Soy Laura Elena y mi pregunta es la siguiente. Últimamente está como muy de moda el autoconocimiento y mi pregunta es: ¿realmente es posible auto conocernos, más como con todo este ruido del que estamos rodeados?

01:23:57
José Luis Díaz. Seis siglos antes de Cristo, se inscribió en el templo de Apolo, en Delfos, en Grecia, una frase que dice “Conócete a ti mismo”. ¿Qué significa esto de conocerse a sí mismo? En varias de las respuestas hemos hablado de la autoconciencia. ¿Es lo mismo autoconciencia y autoconocimiento?. Bueno, necesariamente hay una relación, pero la autoconciencia, como la definimos hace rato, con todas estas funciones, como la propiocepción o la interocepción, o la capacidad de agencia, el aprender los usos de la primera persona, yo, mi, mío, en lenguaje natural. Todo eso tiene que ver con la autoconciencia. Es la base, la base de la autoconciencia. ¿La gente que está ejerciendo esas funciones está ejerciendo autoconocimiento? Creo que no, porque el autoconocimiento implica algo más que, implica una capacidad como de desdoblarse, de no solamente estar consciente de uno mismo, utilizar pronombres en primera persona, pensar sobre lo que uno quiere hacer. Todas estas cosas que involucran a la propia persona. Involucra el tomar un paso atrás y el examinar todo esto de una manera crítica. Ese sería el punto fundamental, examinarlo de manera crítica, o sea, criticar nuestros rasgos de personalidad, conocerlos para empezar, esto es autoconciencia. Yo, más o menos uno tiene una noción cuando dice uno, es que yo soy, yo soy de tal, ya me conoces, ese tipo de frases, ya me conoces, ya sabes cómo soy. Eso implica que yo me conozco, o sea, tengo idea de cómo soy. Pero el conocimiento es tomar este rasgo de personalidad que ya conozco, que ya sé que soy irascible o que soy flojo, etcétera. Y ponerlo a la mira, ponerlo en la palestra, examinarlo, criticarlo y demás. Este, es otro paso muy distinto, es un paso crítico. Yo creo que Kant, en este título tan espantoso de un libro clásico, fundamental de la filosofía moderna, La crítica de la razón pura, piensa uno, razón pura, etcétera. Pero la clave se me hace, es la palabra crítica. La noción que yo creo que enfatizó mucho Kant, es la idea de que uno requiere tener una función deliberada, de colocar la atención deliberadamente sobre algo, para poderlo juzgar, para poderlo evaluar, para poderlo afinar, desechar o tomar y demás. Esta crítica sí es parte del autoconocimiento, o sea, sobre todo cuando se refiere a uno mismo, a rasgos que tienen que ver con uno mismo. Y esto no solamente es posible sino se da en las psicoterapias. Finalmente, aquí hay varios, varios se identificaron como estudiantes de psicología. A lo mejor quieran hacer psicología clínica. La psicoterapia es una forma de autoconocimiento, se basa en eso. Más difícil es pensar si gracias a esa revelación del autoconocimiento se va a poder dar el siguiente paso, que es modificarse o sea, yo ya vi que soy flojo, que soy tal, que hago mal las cosas, que maltrato a tal o cual, pero ya lo vi, está mal, viene de acá, viene de allá.

01:27:18
José Luis Díaz. A lo mejor viene de la infancia. Ya tengo el panorama, pero la pregunta importante para la psicoterapia es la siguiente ¿Puedo cambiarlo? ¿Puedo modificar esto? Pero para hacerlo hay que tener el autoconocimiento. Bueno, esa es una forma de hacerlo. La psicoterapia, el psicoanálisis tiene un poco esa misión, que el sujeto se conozca a sí mismo, que pueda juzgar sus propios actos, etcétera. Pero resulta que hay técnicas que últimamente ya son bastante conocidas. No lo eran hace tiempo. Yo tuve oportunidad de hacer algo de meditación budista en los años 80, prácticamente. No era tan popular, pero la meditación tiene, es una técnica muy interesante porque también es una técnica de autoconocimiento, pero que no enfatiza esto que enfatiza la psicoterapia, que es hablar de uno mismo, hablar y hablar. O sea, se refiere uno a sus sueños, a su pasado, a cómo se siente y por qué, va buscándole ahí. En la meditación la técnica es totalmente diferente. Uno se sienta y usualmente le dan a uno una tarea sumamente simple de propiocepción. Usualmente sentir la propia respiración, sentir el cuerpo, varias partes de su cuerpo. Curiosamente hay neurociencia de la meditación, se ha puesto de moda últimamente. Hay una enorme cantidad de información sobre qué pasa con el cerebro de los meditadores o qué pasa con las capacidades de gente que tiene muchos años de vuelo, digo yo, como los pilotos que llevan, digamos, 20 mil horas de meditación. Son meditadores, digamos, muy expertos. Bueno, se han encontrado diferencias anatómicas en el cerebro de meditadores de muchísimo tiempo. No es de extrañarse. También se han encontrado diferencias en los cerebros de los taxistas londinenses. Los taxistas londinenses, sobre todo los que tienen mucho tiempo de manejar, tienen una zona del cerebro que tiene que ver con el mapa del mundo. Se llama el hipocampo. La tienen más grande. Los meditadores tienen otras zonas del cerebro que tienen que ver con la autoconciencia más gruesa que los que no meditan. Total. Aquí hay una plasticidad cerebral. Hablando de plasticidad. Quizás como corolario de todo esto, el corolario es, tiene que ver con mi santo patrono. Yo tengo un santo patrono. El santo patrono se llama San-tiago Ramón y Cajal. Santiago Ramón y Cajal fue un científico español que es el padre de la neurociencia moderna, cualquier neurociencia de cualquier parte del mundo. ¿Por qué? Porque descubrió la sinapsis. No solamente era un gran artista, dibujaba todo el tiempo, veía el microscopio, el tejido cerebral y se ponía a dibujar.

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José Luis Díaz. Hay cientos de dibujos de Cajal, cada uno de ellos una obra de arte. Hablando de relación entre arte y ciencia, los dibujos de Cajal. Pero descubrió que las dendritas, que son las prolongaciones que tienen las neuronas. El árbol dendrítico está lleno de puntitos. Les llamó él espinas porque le recordaban a los rosales, los rosales que tienen espinitas y además que era un genio increíble este hombre. Se dio cuenta de que esas espinitas eran los contactos entre las neuronas. Nada más de verlas en la, imaginense el poder de inferencia, nada más de verlas al microscopio, dijo estas son los contactos entre las neuronas y con eso cambió la historia de la neurociencia. Bueno, no se llamaba ni siquiera neurociencia en esa época. Cambió la historia del sistema nervioso, porque hasta ese momento, momento en que Cajal vio las espinas, se consideraba que ya se habían descubierto las neuronas, pero que las neuronas estaban todas juntas, como una red, pero no como una red de contactos, como una red auténtica de, no había separación entre las neuronas. Cajal descubre en ese dibujo que le merecía un segundo premio Nobel, le dieron, obviamente uno, yo le hubiera dado dos, creo que le hubiera dado cuatro. Descubre que esas espinas son los contactos entre las neuronas y hoy lo que sabemos, todo lo que sabemos del sistema nervioso y todo lo que inferimos es sobre los contactos sinápticos. Hay 86 mil millones de neuronas en el cerebro, casi tantas como estrellas hay en nuestra galaxia. Pero es mucho más, mucho más complicado nuestro cerebro que la galaxia que la Vía Láctea. ¿Por qué? Porque esos 86 mil millones de neuronas tienen entre mil y 10 mil contactos cada una de ellas con las demás. Estamos hablando entonces de 10 a la 15 o 10 a la 16. Capacidad, información, información al cerebro. Eso se lo debemos a don Santiago Ramón y Cajal. Pues muchas gracias por su atención.