La sabiduría ancestral de los ecosistemas mexicanos
Carlos Galindo Leal
La sabiduría ancestral de los ecosistemas mexicanos
Carlos Galindo Leal
Naturalista
Creando oportunidades
La naturaleza, un libro abierto para todos
Carlos Galindo Leal Naturalista
Carlos Galindo Leal
Carlos Galindo Leal es un ecólogo y comunicador apasionado por la naturaleza de México. Desde su infancia en la Ciudad de México, desarrolló un profundo interés por el mundo natural, inspirado por experiencias tempranas como hojear "Maravillas y misterios del mundo animal". Estudió Biología y continuó su formación en Canadá, donde trabajó en ecología durante una década, explorando ecosistemas como el bosque boreal y enfrentándose a la fauna local, desde zorros hasta osos grizzly.
Galindo Leal ha dedicado su carrera a la investigación y divulgación científica, escribiendo varios libros sobre la fauna mexicana, incluyendo "Mamíferos de la Cuenca de México" y "Mariposa Monarca". Su trabajo en la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, donde propuso la creación de la Dirección de Comunicación de la Ciencia, refleja su compromiso con la educación ambiental.
Además, ha promovido la ciencia ciudadana a través de la plataforma Naturalista, involucrando a miles de personas en la documentación de la biodiversidad. Su enfoque en la conservación y restauración de la naturaleza busca fomentar una relación más íntima y responsable con el entorno natural, destacando la importancia del patrimonio biocultural de México.
Transcripción
Y aquí estoy viendo pues unos paisajes interminables de algo que es bastante diferente de donde yo estoy creciendo. La tercera memoria es estoy en Canadá, en el bosque boreal, en un parque nacional que es más grande que el Estado de México. Todas las mañanas salgo de mi cabaña a caminar una hora para poder estudiar a unos mamíferos que viven en lo alto de las montañas y me lleva una hora subir allá y escucho un ruido en el camino. Y pienso que es una una zorra. Ya había tenido encuentros con zorras rojas, unos animales preciosos con una cola gigantesca. Y en este lugar los animales no conocen a los seres humanos. Entonces las zorras se acercan, te ven, te huelen. Y esa es una experiencia religiosa. No se puede decir de otra manera el tener contacto con un animal silvestre que se te acerca a ver quién eres.
En esta ocasión no sale una zorra sino sale un oso. Un oso grizzly que tiene media tonelada de peso, 500 kilos, se levanta unos dos metros de altura y me huele y no pude hacer nada. Me congelé, no pude hablar, no pude moverme, que es lo que recomiendan. Me quedé congelado y el oso me vio, se dio la vuelta y se fue.
Ese era el tipo de experiencias que tenía yo y que tuve durante muchos años al trabajar en lugares realmente que considero son el paraíso terrenal. La siguiente memoria es Trabajando en la selva de Calakmul, en Campeche. Estoy en una fogata con gente local con chicleros que se dedican a sacar el chicle de los chicozapotes, una tradición milenaria de los mayas –el chicle se inventó aquí en México–, y estamos platicando en la fogata sobre la fauna de este sitio que es impresionante. Hay jaguares, hay tapires, hay monos aulladores, monos araña, hay pavos ocelados. Es una riqueza increíble. Y uno de ellos me pregunta que si hay licaones en México, y yo me quedo, ¿de dónde sacó esta palabra?
Yo la conocía porque una de mis enciclopedias que reuní en la preparatoria era la Enciclopedia Fauna, de Félix Rodríguez de la Fuente, un gran divulgador de la ciencia. Y ahí venían los licaones. Los licaones son perros salvajes de África, viven en manadas. Pero lo que me extrañó, le pregunté “¿Dónde leíste sobre los licaones? ¿En dónde escuchaste?”, y me comentó que precisamente había sido en uno de estos fascículos de Fauna que él había leído. Pero no solo lo leyó, se lo grabó, se lo memorizó y me di cuenta que la gente tiene interés en la naturaleza. La gente en estos lugares, a pesar de no tener educación, tiene mucho interés y estas experiencias que les platico son las que me han llevado a lo que soy el día de hoy, que me considero un ecólogo y un comunicador del conocimiento de la naturaleza de México.
Soy Carlos Galindo Leal, estudié Biología, después hice diez años en ecología en Canadá, en los lugares más sorprendentes que un biólogo puede desear, y pues me he dedicado a hacer investigación en ecología y al mismo tiempo he ido escribiendo mis libros. El primero que hice lo hice antes de irme a estudiar un año después de la carrera. Se llama Mamíferos de la Cuenca de México.
Después hice uno sobre los Venados cola blanca de la Sierra Madre Occidental. Luego hice uno de las ranas y sapos de la península de Yucatán. Luego hice uno de mariposa monarca. Finalmente, después de trabajar para la investigación en universidades, tanto en México como en Estados Unidos y Canadá, después de trabajar para organizaciones de la sociedad civil diez años, se me ocurrió proponer la creación de la Dirección de Comunicación de la Ciencia en la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, en la cual trabajé más de 15 años y pues me ha entrado esta necesidad, esta responsabilidad, de comunicar a la sociedad, a los niños, a la gente de las comunidades, a ustedes, pues que tenemos una relación con la naturaleza que ha sido bastante disfuncional y que todos tenemos un papel para regresar a hacer que esta relación realmente sea una relación íntima, una relación en la que cada uno de nosotros participa en la conservación, en la restauración y antes que nada, en la valoración de la naturaleza.
Sudamérica pasó mucho tiempo al lado de la Antártida y de Australia, y con el tiempo, hace como 3 millones de años –estaba yo muy chiquito, no me acuerdo bien– se crea el Puente del Istmo de Centroamérica y entonces hay un intercambio faunístico muy famoso en donde pues México o lo que es ahora México, está beneficiado por este intercambio. Hubo ganadores y perdedores. Entre los ganadores tenemos a los tlacuaches en México, que son tan conocidos, pero son como más de una docena de especies. No es un tlacuache, hay muchos tlacuaches. Los tlacuaches, ¿por qué son tan diferentes? Porque son marsupiales. Es un grupo de mamíferos más antiguos que nosotros, que somos placentarios y ese grupo está representado pues muy bien en Australia, donde todos conocemos a los canguros y a los wombats, y a otros marsupiales, y a los koalas.

Pero aquí en México también tenemos nuestra fauna marsupial gracias a este intercambio. Y este tenemos armadillos que también vienen del sur. Tenemos hormigueros, dos especies de osos hormigueros o hormigueros, uno chiquito y uno más grande. Todos esos son especies que cruzaron el istmo y que están aquí. Otras del norte bajaron y es una historia muy, muy interesante, pero no es la única razón por la que México tiene tanta riqueza.
Hay otras razones que no nos explican, y son muy obvias, son muy obvias. La primera es nuestra ubicación en el planeta. Estamos en una zona tropical, eso quiere decir que no tenemos extremos como los tiene Canadá o los tiene Argentina, sino que tenemos unos climas estables y eso nos da pues una serie de ecosistemas tropicales que también compartimos con otros países más al sur. Tenemos dos mares, o tres si contamos el Caribe, diferente al Atlántico y tenemos el Pacífico, tenemos uno de los factores más importantes, es el relieve de las montañas, de las montañas y también de las profundidades marinas. Si México estuviera planchado no habría nada. Pero aquí tenemos el Pico de Orizaba de más de 5700 metros de altura y tenemos profundidades de más de 4000 metros de profundidad. Entonces podríamos imaginarnos el Pico de Orizaba con algo que llamábamos antes los hielos perennes ya no son perennes, ya casi no hay hielos ahí arriba.
Luego están los ecosistemas, que son los pastizales alpinos, que son como islas si las ves en un mapa. Son islas en las grandes montañas y tienen sus propias especies únicas de estas islas. Luego bajamos a los bosques de pinos, de oyamel, de cedros, más abajo los bosques de Encino, más abajo las selvas secas, los pastizales, los matorrales, que es uno de los ecosistemas más extendidos en México. Los matorrales son toda la altiplanicie mexicana. Tenemos desiertos en Sonora y Baja California. Los desiertos verdaderos tienen muy poca lluvia. A veces decimos el desierto de Chihuahua, pero realmente ese no es un desierto. El de Sonora, sí. Y llegamos a las selvas húmedas, que son unos de los ecosistemas más diversos, pero de ahí tenemos las costas con manglares, tenemos los arrecifes de coral, tenemos las dunas. Y si bajamos todavía más, bueno, pastos marinos, muchos tipos de arrecifes. Y al final, en lo más profundo tenemos las ventilas hidrotermales, que es un ecosistema que quizás no hayan escuchado. Yo no lo escuché cuando estudié biología. Es un ecosistema que se descubrió como en los años 80 setentas y es un ecosistema que no depende del sol.
Eso realmente a mí me cambió la manera de que aprendemos que todos los seres vivos dependemos de la energía solar, pues no, hay ecosistemas en el fondo del mar que se mantienen con la energía del calor de la tierra y con azufre y con toda una serie de otros elementos y que se han estado investigando. Aquí en México hay gente que los estudia. No es fácil porque uno tiene que bajar 3000, 4000 hasta 5000 metros, pero todos estos factores le dan esa riqueza al país. México es uno de los cinco países en el mundo con más riqueza natural. Pero podemos hablar también de las especies –hablamos de los ecosistemas–. En el mundo, actualmente tenemos registradas con nombre y apellido, 2 millones especies, 2 millones, un poco más.
Se piensa que hay más, sobre todo de las microscópicas, de las más pequeñitas. Se siguen descubriendo muchas especies y México tiene alrededor del 5%. Muchas veces oímos que tenemos el 10% de las especies, pero pues hay que corregir un poco eso. Tenemos el 10% de las especies que mejor conocemos, que son los mamíferos, las aves, los reptiles, los anfibios y las plantas vasculares. De esos grupos si tenemos el 10, 12% de las especies. En México, hay como 800 especies de reptil, hay como 450 especies de anfibios, hay 1100 especies de aves, o sea, realmente son cantidades de una riqueza impresionante. Si comparamos países que no se consideran mega diversos, tenemos que bajar un orden de magnitud. Si aquí tenemos mil especies de aves en países que no son mega diversos, hay 100. Imagínense, el brinco. Es realmente gigantesco. Pero quizás lo más importante de esa riqueza de especies es que la mitad aproximadamente son únicas de este país, son endémicas. Seguramente conocen algunas de las especies endémicas, como la vaquita marina que está en grandes problemas en el Golfo de California, el conejo de los volcanes alrededor de la Ciudad de México es una especie endémica, solamente está en nuestros volcanes.
Y así podríamos ir hablando de las especies endémicas que son muy importantes, porque si esas especies desaparecen, desaparecen de todo el planeta. Entonces ahí hay una responsabilidad muy grande de conocerlas, primero, y después de ver cómo se mantienen. Y finalmente hay otra diversidad que es gigantesca en este país, que tiene que ver con la cultura. El patrimonio biocultural de México es inmenso, se inició hace 20 mil, 30 mil años, que llegaron los primeros pobladores a este continente, el último continente en ser colonizado por el ser humano y de ahí se ha desarrollado esta relación con la naturaleza que ha dado origen al maíz por ejemplo, que es una planta domesticada a través de un proceso de selección que hacen los campesinos, que han hecho por 10 mil años, a partir de una plantita, de un pasto que es el Teocintle. Ahora tenemos 50 o 60 razas de maíces diferentes que utilizamos para diferentes alimentos. Tenemos el chile, tenemos la vainilla, tenemos la calabaza, todos los quelites, que son plantas que están en este proceso de domesticación.
Esa riqueza tan solo en la parte alimenticia es… México le ha dado al mundo, pues muchísimas, muchísimas especies, el girasol, por ejemplo. Y así podríamos pensar en muchos. Pero también existe un conocimiento muy profundo de la herbolaria, de las propiedades medicinales, de las plantas. Deberíamos usar más herbolaria en México, como lo hace India, como lo hace China y sin embargo no le hemos dado la importancia que tiene, porque además esta herbolaria viene de un conocimiento original. Una de las cosas que a mí me sorprende es que la cultura mesoamericana es una de las cinco o seis civilizaciones originarias del mundo. O sea, aquí todo fue original. Los conocimientos que tiene la gente que vive en el campo, la gente de las culturas originarias, es un conocimiento muy profundo. Y la podemos ver, a veces no nos asombramos, pero en nuestros paisajes culturales, en las chinampas de Xochimilco, que son milenarias, en los metepantles, que es otro tipo de cultivo con magueyes y terrazas en los lamabordos de Oaxaca, de la zona mixteca que llevan produciendo maíz 3000 años y que todavía el día de hoy se utilizan como se utilizaban hace 3000 años.
Todo esa es un patrimonio que hemos ido creando y que le da más diversidad todavía. Sobre la diversidad de ecosistemas, la diversidad de especies, tenemos esta diversidad cultural que mantiene rico y que nosotros podemos influir, podemos influir tomando decisiones de conservación. ¿Qué ingredientes realmente son mexicanos? ¿Cuáles vienen de qué comunidades? y con nuestro consumo, que afortunadamente algunos de nosotros nos alimentamos varias veces al día, podemos tener un impacto negativo fuerte o podemos tener un impacto positivo fuerte. Y todo es en qué basamos nuestras decisiones. Uno de los aspectos que me ha interesado de este patrimonio biocultural es el escudo nacional. Para mí lo sorprendente de nuestro escudo nacional es que es el escudo con más elementos biológicos en el mundo. Ya me revisé todas las banderas de todo el mundo y es el que tiene más elementos biológicos.
Y esos elementos biológicos son muy interesantes porque no es nada más que estén ahí el nopal, el águila, la serpiente, los caracoles en el agua, la piedra, el tetl, que es una piedra viva, el encino, el encino y el laurel, sino que hay cosas muy interesantes que son coincidencias. Son coincidencias de la evolución de este símbolo, porque en un principio los elementos más antiguos en nuestro escudo nacional son el nopal y el águila. En las representaciones más antiguas no hay serpiente, pero creo que es muy afortunado que sea un nopal el que está ahí por varias razones. El nopal es un cacto. México es el centro de diversidad en el mundo, bueno, la familia de los cactus solamente es de este continente y México es el centro de diversidad de los cactus. O sea, no hay más cactus en el mundo que en México.
Es la mayor diversidad, si mal no recuerdo, serían como 1500 especies en México. Después el nopal es el grupo –porque tenemos muchos nopales en México– es el grupo de cactáceas más diverso en las cactáceas y es… México es el centro de diversidad del nopal. El nopal es una planta muy muy rara. No tiene hojas, al menos la mayoría y algunos nopales sí tienen hojas, pero la mayoría no tienen. Si no tienen, pues no sé, cladodios, les decimos los biólogos, estos tallos suculentos, y este a mí me parece muy hermoso, pero además es el alimento más antiguo de los pobladores de México. Está documentado que los primeros pobladores consumieron cactáceas, sobre todo cactáceas columnares, como pitayas, como Cardenches varias, varias son como ocho especies de cactáceas que se han encontrado en los residuos de los alimentos de los primeros pobladores, pero el más antiguo y el más constante es el nopal.
Entonces es muy significativo que el nopal esté ahí en el centro. El águila, pues, el águila en ese emblema, representa el sol, representa la guerra. Es netamente un símbolo del norte. Las águilas reales han sido utilizadas en muchos emblemas porque su distribución va no solo en Norteamérica, sino se extiende a Europa y se extiende a Asia y por eso van a encontrar águilas reales en muchos emblemas.
La serpiente es muy interesante, aunque es un elemento añadido un poco más tarde. Ya en unos códices, empieza a aparecer primero, no como serpiente de cascabel, pero poco a poco se transforma en serpiente cascabel. Pero es interesante porque la serpiente cascabel, al igual que el nopal, tiene su centro de diversidad en México. México es el país con más especies, alrededor de unas 50 especies de víboras de cascabel y después la vamos a ver representada en muchos otros lados.

Pero quizás lo que a mí me llama más la atención es el encino y el laurel. El encino y el laurel llegan a México a ser parte del escudo, como en el siglo XVIII quizás, y no son… esas dos especies no son mexicanas, vienen de una tradición europea. A pesar de que México es el país con más número de encinos en el mundo, es el centro de diversidad de los encinos, así como de los pinos, como de las víboras de cascabel y de las cactáceas, ese encino en particular no es mexicano, es un encino del Mediterráneo. Y el laurel, a pesar de que en México hay muchas especies de esa familia, entre ellas el aguacate. Podríamos tener unos aguacates ahí en el escudo. Ese laurel no es de aquí, es introducido. Es una especie exótica que actualmente usamos pues mucho en la cocina, las hojitas de laurel, pero su historia de estos dos árboles es muy interesante porque el encino, la importancia del encino, que es un símbolo de fortaleza, sobre todo en Europa, ha habido mucho simbolismo con los árboles, los encinos son árboles del lento crecimiento con una madera muy fuerte, muy duradera. Pero la historia del encino como símbolo viene del oráculo de Delfos, en los griegos. Estos lugares sagrados donde la gente iba a conocer, pues su pasado y su futuro. La mitología dice que Zeus mandó dos águilas a recorrer la vuelta al mundo, y esas dos águilas llegaron al mismo sitio, que es donde está actualmente el oráculo de Delfos y se pararon en una en una piedra, gran piedra que tiene el nombre de ombligo en griego. Lo cual es muy interesante, ¿no? El ombligo aquí también, nuestro lago de Texcoco, pues era el ombligo de la luna. El laurel viene de otro oráculo en donde una paloma se para arriba, en la punta de laurel. Está esta imagen de un ave arriba de un árbol, y la paloma pide que se haga el oráculo de Dodona en ese lugar, y también es el segundo más famoso. Y entonces estos son árboles cósmicos. Los árboles cósmicos en la cultura y están en entre la cultura Maya.
Están aquí. Nuestro árbol cósmico es el nopal con un ave arriba que es el águila. Son los sitios donde los seres humanos nos podemos comunicar con los dioses. Y es interesante que nuestro emblema nacional tenga tres árboles cósmicos. Si le rascamos un poquito a la historia y toda esta significancia que existe, pues en una imagen con la cual estamos totalmente familiarizados, pero a la cual le podemos ir encontrando cada día, pues diferentes significados.
Conocía el desierto en el norte, conocía las selvas, en el sur. Había andado por muchos, muchos lados. Con la universidad también viajé bastante. Cada 15 días nos íbamos a acampar al Iztaccihuatl. A conocer ese ecosistema tan cercano que tenemos de los bosques de Pino y Encino. Pero después, pues fue una, realmente una oportunidad única que me imagino que no mucha gente ha tenido de que de la Ciudad de México terminara yo en los bosques boreales de Canadá, pasar allá suficiente tiempo como para conocer y convivir con osos, con lobos, con caribúes, con alces, con animales que son fantásticos, realmente.
Y un poco más tarde, bueno, más tarde regresé a México a vivir en la Sierra Madre Occidental, en Durango, desde que estaba yo en la universidad, en un viaje que hice a las Lagunas de Chacahua vi que había una cabañita y me asomé y estaba ahí. Era un desastre. La cabañita tenía unos frijoles secos sobre la estufa, estaba toda desarreglada y me dijeron aquí vive el biólogo. Y yo dije yo quiero vivir ahí, yo quiero una experiencia de tener los frijoles en la olla, etcétera. Y esa experiencia la conseguí al hacer mi doctorado. A pesar de estar en Canadá inscrito, me vine a México a hacer el doctorado y me fui a vivir a la Reserva de la Biosfera, La Michilia en Durango. Ahí viví tres años y este, con un ecosistema increíble, con animales como los Venados cola blanca, como el Puma, como los Pecaris de collar, muchísimas aves.
Más adelante se me ocurrió cómo puedo yo conocer más lugares y la idea que tuve es crear un curso en Latinoamérica, un curso que fuera a diferentes países y que en 16 días, en dos semanas, pudiera la gente aprender, pero en el campo, no en los salones de clase. Primero empecé en Ecuador, en los Andes. De ahí uno de los participantes me dijo “¿Por qué no lo hacemos en Perú, en el Amazonas?”.
Y entonces fuimos y lo hicimos en Perú, en el Amazonas. En Perú vinieron unos cubanos y me dijeron “¿Por qué no lo hacemos en Cuba?”. Lo hicimos en Cuba, lo hicimos en Venezuela, en Los Llanos, en donde tengo una foto con los estudiantes cargando una anaconda de seis metros así de este ancho, unos animales increíbles que nos ayudó a atrapar un ranchero local. Se metió al agua a un lugar inundado, descalzo y así empezó a sentir, a caminar y dijo, “Aquí está. Vénganse, ayúdenme”, y sacamos una anaconda impresionante. De ahí fuimos a Colombia, al Chocó, las selvas del Chocó a hacer el curso. Estuvimos en Panamá, estuvimos en Guatemala, en fin, y ahí fui conociendo desde los ecosistemas, pues más diversos del Amazonas, sobre todo en la parte de las montañas en donde salíamos de noche a escuchar los coros de las ranas que son increíbles, se juntan ranas de diferentes especies y cantan todas al mismo tiempo.
Sabíamos que había cocodrilos también ahí en el agua, pero estás tan ensimismado con ver a estas ranas que al rato ya tienes el agua aquí y ya se te olvidó que estabas también compartiendo con cocodrilos. Conocimos a los Cóndores de los Andes, estos gigantescos, gigantescas aves. Pero también fue una experiencia interesante porque empecé a trabajar en ecosistemas agrícolas, en ecosistemas culturales. Una de las invitaciones fue hacer el curso en los Andes, en el Cañón del Colca, en Perú, un lugar espectacular. Si tienen la oportunidad, búsquenlo. Dicen que es un cañón hecho a mano y que además mantiene la fertilidad de la producción agrícola sin fertilizantes. Es un manejo increíble de la cultura incaica y previas. Después regresé a trabajar a la selva tropical.
Para los que han trabajado ahí, siempre regresas con algún regalo de la naturaleza. Yo he regresado con gusanos con larvas de moscas de Perú. Regresé con algunos en la cabeza, algunos en los brazos, de la selva Lacandona también. No pasa nada, eso es realmente nuestra relación con la naturaleza. Estamos tan alejados que ya vemos eso como si fueran cosas que no son cosas naturales. La gente local las conoce perfectamente. En Perú tuve un guía en el Amazonas, hice una excursión muy interesante a ver unos pozos petroleros en medio del Amazonas. Me llevaron primero en un avioncito, luego en un helicóptero y me dejaron ahí una semana. Y mi guía, que era un guía local de Perú, del Amazonas, lo primero que llegué, pues le pregunté “Oye, aquí hay este unas larvas que se te ponen, se te meten?”. Y me dijo, “Claro que sí. ¿Dónde crees que estás?”. Dice “Tócame en la cabeza”. Entonces le toqué la cabeza y su cabeza tenía como 30 canicas, que eran todas las cicatrices que había tenido de estas larvas. Y yo dije, si a este hombre lo raparan, podría estar en una película de ciencia ficción con esas canicas en la cabeza. Y por supuesto, yo regresé con mis propias canicas. Afortunadamente, mi hermano es un cirujano plástico que me ayudó rápidamente a, con su bisturí y su destreza, a quitarme esas canicas de la cabeza.
Pues es muy difícil. Y estuve seis años trabajando con ellas. Tuve la oportunidad de hacer un viaje del recorrido desde Estados Unidos hasta el centro de México, con un piloto que hizo el viaje en un ultraligero. Yo no lo hice con él todo el tiempo me llevaba a veces ahí un ratito, pero también tuve oportunidad de conocer las mariposas monarca del oeste de Estados Unidos, que es otra migración simultánea. Lo impresionante para mí, lo primero es que es un insecto que tiene… viven las mariposas alrededor de un mes los adultos, pero en la monarca, la generación que va a migrar vive nueve meses y por eso les puse el nombre de Matusalén, la generación Matusalén. Imagínate que tus hijos van a vivir nueve veces más que tú y la siguiente generación vuelve a vivir solo un mes.
Entonces son cuatro o cinco generaciones de un mes y una de nueve meses que le da para volar 50 kilómetros por día, llegar a México en dos meses, estar aquí en una periodo como que de descanso cinco meses y regresar al norte de México. O sea, realmente es un fenómeno muy impresionante. Pero tiene otros fenómenos. Bueno, lo primero es que esto se descubre en 1975, 76 y se considera uno de los descubrimientos del siglo pasado más importantes.
¿Cómo es que no había registro de millones de mariposas? ¿Cómo que no están registradas tampoco, por más que hemos buscado en las culturas locales? Sì hay un registro de 1957, hecho por un botánico, que fue un botánico, pues uno de los mejores botánicos de México, el doctor Jerzy Rzedowski. Él describe la migración en 1957, que es el año en que yo nací, en San Luis Potosí y la publica en una revista de botánica, pues nadie la vio. Nadie de los interesados en insectos nunca vio. Es más, ni yo creo que a la fecha ni conocen ese reporte. La mariposa monarca tiene otra cosa sorprendente, la planta donde pone sus huevos es una planta que es tóxica. Es el algodoncillo y es una de esas plantas que le corta uno la hojita y sale leche blanca. Esa leche tiene glucósidos cardíacos. Tiene unas sustancias que te afectan el corazón, a los mamíferos, particularmente a los herbívoros, y que puede ser hasta letal. Entonces la monarca se come muchísimo, pone el huevo, cambia a ser una oruga. La oruga crece 3000 veces su tamaño alimentándose de esta planta y no le hace daño el glucósido cardíaco, sino que lo incorpora como una protección contra sus depredadores. Entonces, muy pocos depredadores, hay algunos, pero muy pocos, y se han hecho pruebas, se la comen. Si se la comen, la vomitan. Les causa rápidamente un efecto, ¿no? Entonces esa es otra interacción muy, muy, muy bonita de la monarca. Pero también quizás lo más interesante es que todavía no sabemos toda la historia de la monarca.
Sabemos cómo se orienta, por qué vuela hacia el sur, pero no sabemos cómo llega a los mismos sitios cada año, después de cinco generaciones. La mayoría de las migraciones del salmón, de las tortugas, de las ballenas, todas las migraciones son fenómenos extraordinarios. Los hijos regresan al lugar donde nacieron y aquí no son los hijos, aquí son cuatro o cinco generaciones. Después regresan al lugar donde sus ancestros llegaron y eso lo tenemos bien documentado. La incorporación cultural de la monarca a la Noche de Muertos es un fenómeno reciente. Tiene ciertas raíces entre los grupos indígenas regionales que sí consideran a la mariposa monarca como el regreso de los muertos. En ese sentido, si hay algo entre los masaguas, entre los otomíes, quizás porque llegan precisamente en la primera semana de noviembre, son bastante exactas, o por lo menos eran antes del cambio climático, en llegar bastante puntuales. Pero realmente no hay mucha indicación de que estuvieran tan incorporadas como ahora lo estamos haciendo. Lo cual es bonito, pero tampoco necesariamente es muy antiguo. Yo alguna vez vi aquí en la Ciudad de México, un árbol, un oyamel de Navidad lleno de mariposas, monarca de papel y se me hizo una muy buena idea, una idea original mexicana, porque en lugar de tener un árbol con esferitas o con un nevado artificialmente, pues algo más nuestro sería la monarca pasando el invierno en México, ¿no? Ese tipo de cosas, para mí, las cosas que desconocemos y que nos hacen preguntarnos y pensar en cómo podemos llegar a conocer eso, son las que más me asombran de la mariposa monarca.

Nos quedamos dormidos en la milpa y el señor trabajó toda la mañana, regresó a despertarnos para almorzar tortillas y chile y siguió toda la tarde. Y nosotros, jóvenes de 18 años, no podíamos con el paso de este personaje. Entonces empecé a darme cuenta pues de una realidad diferente que he podido, y estoy muy agradecido, conocer. No solo con purépechas, sino con mayas yucatecos, con chinantecos, con zapotecos, con zoques, con huaves, en muchos lugares, con tepehuanes, durante tres años. Me ha tocado trabajar con culturas, con pueblos locales, y no solo en México, también afortunadamente en otros países, en Canadá con los tutchone, en Filipinas, en varios lugares en Colombia, y yo creo que hay dos temas ahí interesantes. Uno es, a veces tiene uno, una noción romántica de que la gente que vive en estas comunidades conoce y maneja muy bien su sistema, y en general no es así. O sea, en general hay poca gente en esa comunidad que conocen mucho y la mayoría no conoce tanto. Los que conocen mucho son las parteras, las que saben la herbolaria, los cazadores, los chamanes.
Ellos saben muchísimo, muchísimo, pero no es compartido con la mayoría. Y yo le preguntaba a veces en Campeche ¿cuántas ranas hay en Calakmul, en esta zona? Y me decían “hay tres hay de esta, este y esta”. Y no, pues había 18, ¿no? Entonces pues dices “no las ven”, o bueno sí las ven, pero a lo mejor las consideran lo mismo, porque muchas de las clasificaciones tradicionales, algunas son muy exactas y muy similares a la clasificación científica. O sea, por ejemplo, los purépechas reconocen el grupo de pinos y las especies de pinos con dos nombres diferentes, igual que los científicos, pero otras lo que hacen es juntan las especies que tienen el mismo uso. Entonces en México tenemos las plantas que se llaman amoles y son como diez familias diferentes desde un maguey, un cierto tipo de maguey es una mole hasta otros.
¿Y por qué se llaman amoles? Porque se utilizan como jabón. Este se utilizan… Entonces las clasificaciones son diferentes. Pero digamos actualmente sí hay gente con un conocimiento muy profundo que deberíamos nosotros de promover, de conocer más. Me tocó estar con los chinantecos en Oaxaca, en donde no podíamos entrar al bosque, al bosque nublado, muy restringido. Es es el ecosistema donde ahora cultivamos el café, el café de altura y donde vive el Quetzal, donde vive el Pavón y los chinantecos hacen una ceremonia antes de entrar y antes de salir al bosque. Tienen un respeto muy muy impresionante y es uno de las cosas que a mí me gustaría aprender más y creo que no hemos valorado tanto en México, al contrario, esa riqueza cultural que tenemos y que no es una riqueza cultural de hoy, que se ha mantenido por miles de años y que a pesar de que la hemos tratado de desaparecer, continúa.
Esa es una de los aspectos que a mí el día de hoy me interesan más, el patrimonio biocultural, el conocimiento de esta gente que se ha mantenido. Ya lo describió Miguel León Portilla en varios libros. La resistencia que ha habido, que a pesar de todo lo que hemos pasado, todavía uno encuentra este conocimiento. Y es algo que realmente nos traería, yo creo que muchas sorpresas, porque lo comparo con algo que me interesa también, que es la cosmovisión hawaiana, se ha recuperado con el tiempo. Se había perdido y se ha recuperado. ¿Por qué se recuperó? Porque unos pocos de hawaianos, pocos, tres, se dieron cuenta de que todavía había gente en el planeta, no en Hawai, sino más bien en Nueva Zelanda, que podían navegar sin instrumentos, de Isla a Isla.
Podían navegar sin un GPS, sin un reloj, sin nada. Y a esos pocos navegantes los reclutaron para que les enseñaran. Y actualmente hay toda una escuela. Muchos jóvenes navegando sin instrumentos, solamente con el conocimiento antiguo de orientarse por las estrellas, orientarse por las aves, orientarse por el cómo se mueve el mar y una de las cosas que a mí me interesó de eso mucho es cómo se orientan por las estrellas, porque los hawaianos viven exactamente como nosotros, a 19 grados de latitud. Las mismas estrellas que ven ellas, ellos las vemos nosotros y ese conocimiento les ayudó a recuperar su orgullo por la cultura. La cultura hawaiana pasó por crisis muy fuertes de alcoholismo, de violencia y el poder recuperar algo tan valioso porque por mucho tiempo se dijo “No, los Polinesios llegaron a Hawai por error. No pudieron haber tenido el conocimiento”.
Actualmente se sabe que tenían el conocimiento para navegar, para darle la vuelta al mundo y lo están haciendo el día de hoy. ¿Qué pasaría si nosotros recuperáramos este conocimiento ancestral y lo valoráramos en México? Quizás no tendríamos otro tipo de orgullo y no estaríamos viendo modelos de otros lados cuando realmente venimos, somos una mezcla, igual que nuestro escudo nacional de una civilización originaria y además con una riqueza pues de otros lugares. Entonces eso es lo que he aprendido muchos años fuera de México.
Me hicieron valorar México. Me hicieron darme cuenta que los sitios arqueológicos no son ruinas. Muy importante la manera en que hablamos, las palabras que escogemos y que cada sitio arqueológico de los cuales soy fanático tiene una historia, tiene un porqué y tiene una inteligencia en muchos de sus aspectos, una inteligencia que apenas estamos descubriendo y que ojalá podamos, no solo conocer más, sino que eso nos sirva para cimentar una sociedad diferente que valora su pasado.
Estoy completamente sorprendido de lo que hemos encontrado en la Ciudad de México y te puedo dar algunos ejemplos. En la Ciudad de México se han registrado más de 10.000 especies de plantas, hongos y animales. Nunca me pasó por la cabeza que pudiéramos llegar a esos números. 10.000. Por supuesto, muchos son organismos que hemos traído como plantas ornamentales, las jacarandas, los eucaliptos. Algunos son nativos, como el liquidámbar o como el colorín. Algunos llegan ocasionalmente a los mercados, pero 10.000 es un nombre gigantesco y vamos a reducirnos de 10.000 a cuántas aves. En México hay 1100 especies de aves. En la Ciudad de México hemos registrado 400, o sea, una tercera parte de las aves que viven en el país las puede uno ver en la Ciudad de México. Algunas no deberíamos estar viendo, algunas son pericos que se escapan de pues de las casas y que se la pasan viviendo, pero no son de aquí. Pero 400 especies es un número impresionante. Lo que sucede muchas veces es que no prestamos atención, no observamos. No muchas veces, sucede todo el tiempo. Lo que nos falta es realmente detenernos a observar.
De hecho, hicimos una canción para los niños que tiene que ver con observar en la ciudad, ¿no? observar a los vecinos. Son nuestros vecinos y no sabemos que convivimos con ellos. Una de las cosas que nos planteamos hace poco, hace unos cinco años, fue hacer un jardín para polinizadores. ¿Qué es un jardín para polinizadores? Pues un lugar donde tienes plantas que producen néctar y que atraen a colibríes, murciélagos, mariposas, abejas, abejorros, avispas. En un jardín pequeñito que hicimos de diez metros, una jardinera larga de diez metros, hemos registrado 270 especies de visitantes. 270 especies. Y eso es en medio de la ciudad. Es más, en el momento en que plantamos la primera pasiflora, que son estas plantas enredaderas que conocemos por los frutos que se llaman maracuyá, A la semana llegaron las mariposas que ponen sus huevos en esa que son preciosas. Son unas mariposas que llamamos pasionaria y pudimos observar toda la metamorfosis.
Pudimos observar las poniendo huevos, poniendo las orugas, creciendo, comiéndose las plantas, se las acabaron –tuve que salir corriendo a comprar más plantas– y los adultos. Y realmente es increíble lo que puedes ver en la Ciudad de México y en cualquier ciudad. Es solamente estar consciente de que tienes que dedicar el tiempo, tienes que pararte, observar. Yo lo veo todos los días, yo veo mariposas todos los días, todos los días les puedo decir los nombres porque además es otro tema.
Si no sabemos los nombres, decimos hay mariposas. Es una pérdida de riqueza en el lenguaje y es una pérdida de percepción de que hay árboles, ¿qué árbol es? ¿Es un ahuehuete, es una ahuejote? ¿Qué árbol es? Entonces sí hay una gran cantidad. De hecho a los biólogos no nos dan muchas prácticas de campo en la ciudad. Deberíamos de tenerlas. Hay mil cosas que investigar en la ciudad. Déjame pensar en algunas. Bueno, actualmente se popularizaron los jardines para polinizadores, por un problema global que es la disminución de los polinizadores por insecticidas, por contaminación. Lo mismo sucede con la mariposa monarca de la que platicamos que ha ido disminuyendo a través de los años por el uso de herbicidas principalmente, que pues básicamente eliminan a su planta en donde pone los huevos y donde se alimentan las larvas.
Entonces además de que podemos observar muchísimas especies, yo tengo registrado en Mixcoac un halcón peregrino, en la Ciudad de México, el ave más veloz del mundo. Tengo registrada la planta más pequeña con flores, en Chapultepec. Nadie la ve porque es más chiquita que la más chiquita que ves. Realmente es increíble lo que podemos encontrar aquí, y está al alcance de todos. Esa es la gran ventaja. Y no solo aprender de observar, sino además contribuir a que otras personas también se den cuenta, sobre todo los jóvenes, los niños, a que desarrollen ese sentido. Y yo les digo mucho que en el estudio de la biología aprendí una cosa que me ha enseñado a descubrir un poco más. Es la visión periférica. La visión periférica, cuando estás en en un bosque o en un lugar, de repente piensas que viste algo, y piensas que viste algo pero no le pones atención. Todas las veces que le he puesto atención a esos momentos que pienso que vi algo, vi algo. Y entonces camino hacia el lugar voy a encontrar algo. Y es importante que en la ciudad nos demos el tiempo de pararnos a ver un árbol, porque es diferente este árbol de aquel porque es diferente, su color de las hojas, su textura, a qué huele. Y les aseguro que van a enriquecer su vida, en el momento en que empiecen a observar a los vecinos que nos acompañan. Es un cambio. Van a ver en tercera dimensión. En lugar de ir caminando así, van a entrar a otra dimensión desconocida y les va a dar una satisfacción espiritual muy grande por dos razones. Primera, por una razón estética que nos llama la atención de que es algo que no hemos visto.
Y la otra, porque eso que no hemos visto nos empieza a generar preguntas y no hay preguntas tontas, no hay preguntas tontas. Es más, a mí me asombra mucho que los científicos se preguntan por qué las flores son de colores. Esa es una pregunta que uno diría “Pues es obvio, ¿no?”. No es obvio, porque los animales las ven de diferente forma que nosotros las vemos. Nuestros sentidos están limitados, no escuchamos lo mismo que escuchan los animales, no vemos lo mismo que ellos escuchan. Los insectos pueden ver pistas de aterrizaje en las flores que nosotros no percibimos. El empezar a observar a una planta, un animal empieza a generar y eso es importante, generar preguntas, generar preguntas, generar, alimentar la curiosidad, como un naturalista.

No necesitan instrumentos. Sería muy bueno si tienen binoculares o una lupa, pero realmente nuestros sentidos son la mejor herramienta, la vista, el oído, el olfato. Somos mamíferos que ya perdimos muchos de nuestro olfato, pero nuestra vista es espectacular, realmente. Dense tiempo de salir, no tienen que irse a la Selva Lacandona ni al Yukón a luchar con osos grizzlies. Pueden irse al parque hundido, pueden irse a Chapultepec, pueden irse al Ajusco y van a ver que es una maravilla. Es realmente una maravilla y además actualmente se ha estudiado que eso beneficia la salud, el tener este contacto con la naturaleza. Beneficia a la inteligencia, beneficia la creatividad y al contrario, si no tenemos esta relación, si no tenemos estas salidas, tenemos un síndrome de que nos hace falta la naturaleza. Entonces pues todo es beneficio ¿no? Solamente es estar consciente, dedicarle tiempo a la observación.
¿Por qué es interesante la aplicación? Bueno, primero es porque es una red social y en estos días pues muchos estamos en redes sociales y es una red social donde vas conociendo a otras personas con tus intereses y puedes preguntarles. Segundo, porque además está basada en el teléfono celular y ¿quién no trae ese teléfono celular? El día de hoy, pues pocos alumnos traen hasta dos. Entonces también eso la hacía muy atractiva porque pues ya sí es estar un poco en la pantalla, pero puedes llevarte esa pantallita al bosque. No es necesario que estés en un escritorio viendo la pantalla. Y finalmente lo que vimos es que esta sería una manera, otra manera, de conectar a la gente, a la naturaleza. Si tú empiezas a tomar fotos, empiezas a observar.
Ojalá dibujáramos. Sigo a un biólogo muy, pues bastante antiguo, Ernest Haeckel. No sé si lo has escuchado decir que él es un alemán de los tiempos de Darwin, que tiene un libro que se llama El arte en la naturaleza, y él se dedicó a hacer unas pinturas increíbles, increíbles, preciosas. Y lo hizo porque a pesar de que él era científico, él decía, “para los que han tenido experiencia con la naturaleza, es fácil entender sus maravillas. Para los que no la han tenido, la pueden empezar a apreciar a través del arte”. El dibujo te ayuda a observar y ojalá fuera una actividad más frecuente. Y no solo poner colores, sino realmente dibujar. Con la cámara puedes acercarte, tomar fotos, observar a los insectos, a las plantas y este experimento que iniciamos hace 12 años se llama naturalista, se convirtió en una red mundial.
Actualmente tenemos 150.000 participantes en México. Ojalá lleguemos a millones. Tenemos 8 millones de fotos de plantas, de animales. Recuerdo que cuando empezamos un amigo veterinario me dijo vas a llenar esto de fotos de palomas y de ratas. Bueno, ahorita tenemos fotos de jaguares, de tapires, de animales que ni pensábamos. De plantas increíbles. Se han descubierto nuevas especies por la gente y eso es lo que llamamos ciencia ciudadana.
La ciencia ciudadana es la participación de la sociedad en las actividades, en el quehacer de la ciencia. ¿Cuál es el quehacer de la ciencia? Es observar, es preguntarse, es obtener datos, es analizar, es comunicar. Y todo eso, la gente puede participar cada vez más, no es algo nuevo. La ciencia ciudadana viene desde hace más de 100 años que hay organizaciones que continúan produciendo información en base a la ciencia ciudadana.
El ejemplo de la mariposa monarca es ciencia ciudadana. ¿Quién descubrió los sitios de hibernación en México? Una pareja, una pareja que leyó un anuncio en el periódico que decía “Estamos buscando unos lugares donde hay millones de mariposas en México”, y esta pareja salió en una motocicleta y fueron los que descubrieron los sitios de hibernación. Eso es ciencia ciudadana.
La mariposa monarca es un ejemplo padrísimo porque el canadiense que se inició en marcar las mariposas con etiquetas cada vez más pequeñas para que pudieran volar, él empezó a promover que la gente fuera a buscar estas etiquetas y empezó a hacer mapas desde Ontario hasta Texas, donde se recuperaban sus etiquetas. Reunió como a 6000 voluntarios. No había redes sociales, no había Facebook, nada de eso. Lo hacía todo por carta, por periódico. Y cuando ya trazó la ruta a Texas se dio cuenta que ahí pues se le acabó. Ya no había más información. Fue cuando su esposa Nora, puso un anuncio en el periódico en México y así fue como se descubrió los sitios de hibernación de la mariposa monarca. El día de hoy, utilizando esta aplicación, estamos trazando la ruta migratoria y hay gente en todo el país tomando fotos a la monarca cuando viaja, y sabemos en dónde se para, en dónde pasa la noche, cuándo, cuál es el siguiente punto. Y entonces la gente como nosotros, los que no son biólogos, generan conocimiento a través de sus fotos. Los científicos usan el conocimiento de nosotros, los que tomamos fotos y hacen ciencia, producen conocimiento.
Pero a mí me preocupaba cómo puedo yo hacer para que el que sube fotos se beneficie, que se entere de para qué están utilizando sus fotos. Entonces lo que hemos hecho es generar un sitio web que se llama Somos Naturalistas y lo más importante ahorita para mí de Somos Naturalistas, es que tiene una sección de descubrimientos que la sociedad está haciendo a través de su participación. Entonces generamos noticias gracias a la participación de la sociedad. No es que tú, que subes una foto, generes la noticia, pero el conjunto, la colaboración en la generación de conocimiento sobre la naturaleza de México la estamos haciendo de manera pues más democrática, la estamos haciendo participativa y todos vamos aprendiendo. Y esto ha abierto un mundo a los mismos biólogos, biólogos que eran muy especialistas en aves, en mamíferos, en insectos, han ido abriéndose a conocer más plantas.
Es difícil, es difícil conocer demasiados grupos. En mi formación, algo que a mí me sucedió es que yo no me especialicé. Yo empecé con mamíferos a estudiar la ecología de los mamíferos. De ahí pasé a las aves, a los reptiles, a los anfibios, a las mariposas, a hacer estudios sobre las selvas de Campeche, siempre acompañado con un experto, nunca solo, siempre acompañado con alguien que sabía del tema. Pero no me especialicé entonces soy un generalista que sabe poco de mucho.
Ahí es donde yo creo que podríamos incidir muy rápidamente. ¿Qué podemos hacer? La dieta mesoamericana, la dieta del frijol, del maíz, de la calabaza, de los quelites ha demostrado ser una de las mejores dietas. Es un invento precisamente de esta civilización originaria, porque hay que quitarle un poquito de grasa y otras cosas ¿no?, pero hay que pensar en cómo consumimos nosotros después cómo desayunamos, cómo… todas estas cosas que hacemos directamente. Hay otras que podemos hacer, que es lo que les platico de empezar a ver qué plantas atraen a los insectos, a los abejorros, a las abejas, a las mariposas y aunque no tengamos un lugar grande, podemos tener una maceta allá afuera este y ayudar a esos polinizadores. Si tienes un espacio más grande podrías hacer un mini humedal. Los humedales son estos ecosistemas con agua donde el agua es el factor principal y los hemos ido secando. Solamente imagínense aquí el lago de Texcoco que tenía el tamaño del Lago de Chapala y ahorita nos queda un fragmento ahí en Xochimilco que estamos, seguimos echando a perder con canchas de fútbol, cuando es el ecosistema agrícola más productivo del mundo.
O sea, ¿cómo podemos hacer eso? Tenemos un pedacito ahí en Zumpango, otro en en Chalco, pero quedan muy pocos. Los humedales son ecosistemas valiosísimos. Podemos empezar a hacer un humedal pequeñito, las plantas de los humedales son preciosas, ¿no? los nenúfares, las ninfas son plantas increíbles. Entonces ir buscando espacios donde puedas generar hábitat para otras especies, para otros animales. No se preocupen de los bichos. En la Ciudad de México las dos especies que hay de alacranes no son de importancia médica, no les va a pasar nada, entonces no anden apachurrando alacranes y arañas. Saquenlas de su casa, conozcanlas, conozcanlas. Hay… se van a sorprender realmente de al ir conociendo y todos los días aprendemos algo, pero lo importante es que esa información ya está disponible o en internet o está disponible en tu celular. Solamente es cuestión de que tú quieras conocer, y todos tenemos ese gusanito adentro. Yo digo mucho, todos tenemos un biólogo adentro.
Entonces, al día siguiente estaba yo en la oficina de este gran amigo, que nos hemos vuelto muy, muy amigos y me senté con él, y le dije “No puedes, no puedes escribir una revista que no tenga una sección de México”. Me dijo, “Bueno, escríbela tú, pero me tienes que traer en dos días el primer artículo porque la revista sale ya en la semana que entra”. Y escogí escribir sobre el maguey. Pero desde ese momento que empecé a escribir, pensé en una idea de decir esto podría llegar a ser un libro. La manera que lo escribí quizás es muy diferente a otros escritores, porque lo que hacía yo es pensar en un grupo de plantas, de animales, de hongos, de bacterias y pensar que se me hace relevante de este grupo, naturalmente y culturalmente.
Entonces, el libro es una mezcla de naturaleza y cultura. Este libro tiene 36 capítulos. Yo escribí más de 100 artículos para esta revista, o sea que todavía hay muchos que no están aquí. Ojalá hubiera la oportunidad de sacar el segundo y el tercer tomo este, pero me gustaría compartirles un poquito de cómo está escrito el libro. ¿Conocen ustedes las leguminosas? Todos los días comemos frijoles, pero hay hay leguminosas muy, muy bonitas. Y este capítulo que escogí entre los 36, trata de las leguminosas y se llama Traficantes de nitrógeno, y dice, desde el humilde frijol hasta el más majestuoso Guanacaste, desde los tolerantes mezquites y huisaches de áridos ambientes hasta las pequeñas sensitivas de selvas húmedas y potreros tropicales, las diversas leguminosas tienen un papel notable en los ecosistemas donde viven, así como en la economía y la cultura de nuestro país.
Las leguminosas son hierbas, arbustos y árboles que viven en una gran diversidad de ambientes en el mundo, pero les encanta el trópico de América, África y Australia. Se caracterizan por sus frutos o semillas que se producen en vainas, las legumbres, y por sus hojas compuestas que se dividen en pinas o foliolos. Los. Se han documentado alrededor de 22.300 especies de leguminosas en el mundo, lo cual las coloca en el tercer lugar de la diversidad de especies del mundo vegetal, después de las margaritas y las orquídeas. En México se han registrado 2400 especies, 11% del total mundial, de las cuales la mitad son endémicas de nuestro país. Una característica menos evidente, pero con grandes repercusiones para las leguminosas es su trascendental papel en el bajo mundo del tráfico del nitrógeno. El nitrógeno, a pesar de constituir el 78% del aire de la atmósfera, no es asimilable directamente por la mayoría de los organismos.
Sin embargo, las leguminosas se las han arreglado coludiéndose con las bacterias fijadores de nitrógeno. Las pequeñas bacterias viven en nódulos de las raíces de las plantas. La planta y el suelo circundante se benefician de esta pequeña y oculta fábrica que transforma el nitrógeno atmosférico no utilizable, directamente en amonio y en varios aminoácidos. Esto hace que las leguminosas sean extremadamente populares en el mundo de los herbívoros, con sus fábricas privadas en producción continua, estas plantas son altamente nutritivas. Ahora viene el otro lado de la moneda. ¿Cómo se protegen las cotizadas, pero indefensas leguminosas de los voraces vegetarianos? Pues de diversas maneras ciertas especies tienen poderosas espinas que le quitan el hambre a algunos. Otras, como la sensitiva, se cierran al ser tocadas. Unas más como el cornezuelo, contratan servicios de seguridad privada y en cada una de sus grandes espinas hospedan a hormigas cosechadoras.
Las hormigas limpian la vegetación cerca del árbol y cada vez que algún osado depredador se atreve a tocar a la planta, salen velozmente al ataque. Su mordida contiene un poderoso veneno derivado de su alimento rico en nitrógeno. En agradecimiento, el cornezuelo alimenta las hormigas con secreciones ricas en glucógeno, grasas y proteínas que se producen en la base de sus hojas.
Creo que estamos en una época de cambios grandes en donde, pues, hay muchas noticias negativas. Podríamos pasarnos aquí platicando de la destrucción de la naturaleza, de la extinción de especies, del cambio climático, de todo eso. Pero estamos convencidos de que la naturaleza no se va a acabar. Los seres humanos nos podemos acabar como se han extinguido muchas especies, pero la naturaleza no se va a acabar, va a cambiar, va a haber ganadores y perdedores.
Pero la naturaleza tiene, su principal característica, es su resiliencia y eso es muy importante. Es muy importante que nosotros sepamos que podemos participar en la restauración de la naturaleza y podemos participar en la Ciudad de México, en nuestra casa hay cosas que podemos hacer para mejorar a la naturaleza. Entonces creo que es la manera en que a mí me ha gustado presentar a la naturaleza, es de una manera positiva, de una manera en donde podemos tener una diferencia, porque la naturaleza es resiliente y puede regresar si le damos la oportunidad. Y me gustaría terminar con una frase de un filósofo francés que se llama Juan Jacobo Rousseau. Es una frase que me acompaña desde hace mucho. Me acompaña con un regalo que me hicieron.
En Canadá, un compañero biólogo que me regaló una pintura de un niño que está viendo a una rana. Y la está viendo, pues asombrado. Y la frase que pongo junto a esta pintura es “Hay un libro abierto siempre para todos. La naturaleza”. Muchas gracias.