59:59
Guillermo Arriaga. Muchas gracias por tu pregunta. Miren, voy a hablar de los libros que a mí me marcaron y las películas que a mí me marcaron. Yo recuerdo cuando leí El sonido de la furia de William Faulkner. Yo tengo déficit de atención y yo escribía de forma muy desordenada, como sigo escribiendo ahora, y creí que era una persona normal, hasta que leí a William Faulkner, que bueno, William Faulkner escribe una estructura distinta con cada historia que cuenta. Y odié el libro, porque es un libro difícil de leer. Dije, “¿Por qué estoy leyendo esto?”, pero cada que lo leía se me ocurrían historias y mientras más lo leía, más historias se me ocurrían. Y El sonido de la furia es un libro que marcó profundamente mi carrera. Luego, El llano en llamas, de Rulfo. Lo mismo. No sé si han leído a Rulfo, pero los invito a que lean a Rulfo. Y algo que fue muy importante para mí es que cuando yo entré a la escuela secundaria, a los 12 años, la materia de teatro era obligatoria, y me hicieron leer a Esquilo, Sófocles, Eurípides, –no solo leerlos, montarlos– a Shakespeare, a Calderón de la Barca. O sea, tuve que dirigir y hacer teatro y leer estos grandes dramaturgos. Y Shakespeare me pareció que era un monstruo. Las cosas que Macbeth, Hamlet, ¿saben lo que es leer Macbeth, Hamlet a los 13, 14 años? Obviamente, Romeo y Julieta. Todos queríamos ser románticos en esa época, a los 12 años. Enamorarse como locos, como Romeo y Julieta, que por cierto, se lo dije a mi hija a los ocho años, le dije “Hija, en la vida enamórate como loca, te va a doler cabrón. Perdón. Pero te va a doler más no enamorarte”. Y entonces Shakespeare es alguien. Por motivos no solamente la calidad literaria, sino por motivos familiares, Sor Juana Inés de la Cruz. Mi padre, que era una fuerza de la naturaleza, Carlos, compró una huerta Nepantla, que es donde nació Sor Juana Inés de la Cruz, y había un pequeñito museo de la casa de Sor Juana Inés de la Cruz. Y mi padre fue y convenció al gobernador de hacer un centro cultural. Convenció a uno de los arquitectos más importantes de México, Abraham Zabludovsky, que hiciera el Centro cultural. Convenció que fue un centro cultural grande, hizo un centro cultural enorme. Y luego le cambió los nombres de las calles en Nepantla, por nombres de poetas. Y el gobernador dijo, “Pues si fue usted que inventó este centro, dirijalo, ¿no?”. Entonces lo empezó a dirigir mi papá. E hizo congresos sobre Sor Juana, hizo clases de ballet, de pintura, de literatura, hizo bibliotecas campesinas… un tipo brillante. Se le ocurrió a mi papá –y pongo aquí a mi mamá, porque mi papá no pudo haber hecho sus locuras si no contaba también con la locura de mi mamá– que en Nepantla se había formado por una estación de tren, dijo “Hoy voy a traer una locomotora del siglo XIX”.