“La cirugía que cambió mi vida para siempre”
Alfredo Quiñones Hinojosa
“La cirugía que cambió mi vida para siempre”
Alfredo Quiñones Hinojosa
Neurocirujano
Creando oportunidades
La lección de vida más profunda del Doctor Q
Alfredo Quiñones Hinojosa Neurocirujano
Alfredo Quiñones Hinojosa
Alfredo Quiñones Hinojosa, conocido como el Dr. Q, es un neurocirujano de renombre mundial cuya vida es un testimonio de perseverancia y dedicación. Nacido en México, emigró a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, enfrentando desafíos significativos desde una edad temprana. Su trayectoria profesional comenzó en la Universidad de California, Berkeley, donde se destacó en investigación científica, lo que le abrió las puertas a la Facultad de Medicina de Harvard. Allí, se especializó en neurocirugía, desarrollando un interés particular en el tratamiento de tumores cerebrales.
El Dr. Q ha realizado más de 5000 cirugías, muchas de ellas con el paciente despierto, y ha publicado más de 650 artículos científicos. Su compromiso con la investigación y sus pacientes lo ha llevado a ser un líder en su campo, trabajando en instituciones prestigiosas como Johns Hopkins y la Clínica Mayo. Además, fundó Mission Brain, una organización dedicada a llevar atención neuroquirúrgica a comunidades desatendidas en todo el mundo.
A lo largo de su carrera, Quiñones Hinojosa ha mantenido una conexión profunda con sus raíces mexicanas, utilizando su historia personal como inspiración para otros. Su vida y obra han sido objeto de documentales y series, destacando su impacto en la medicina y su capacidad para superar adversidades. Su legado no solo reside en sus logros médicos, sino también en su capacidad para inspirar a futuras generaciones a soñar y alcanzar sus metas.
Transcripción
Es común en nuestro país, en Latinoamérica, pero en Estados Unidos absolutamente no. Cuando recién empecé en la Facultad de Medicina, en el 94, mi nombre me lo ponían Alfredo Q. Hinojosa porque pensaban que Q era… en Estados Unidos es muy común tener dos nombres, dos primeros nombres y nada más un apellido que es el apellido del papá y siempre entonces los tenía que corregir constantemente y al momento de que yo en el 97, ya estaba en mi tercer año la Facultad de Medicina en Estados Unidos, hay escuelas, por ejemplo Phillips, Exeter, que son escuelas donde los jóvenes de todo nivel económico más alto de Estados Unidos van a las escuelas, que es donde viven en las escuelas estas, esos se van a Harvard –Harvard y Yale son las dos escuelas más importantes, al menos de ese grupo– y estoy sentado y estoy rodeando el 80% de estos jóvenes. Los papás eran jefes de compañías o profesores de Harvard y Yale. Y todos sabían ellos esas escuelas. Y de repente me están mirando a mí y me dicen “Oh, felicidades, Ya sé que te vas a ser ciudadano mañana y lo uno de ellos me pregunta ¿y te vas a cambiar el nombre?” Y digo “¿Cambiar el nombre?” y me se me viene esta memoria que Anthony Quin no era Anthony Quin. Antes de mudarse de Chihuahua, de México a Estados Unidos, su nombre original era Antonio Quiñones, un personaje que ganó un Oscar en 1946 por una película que se llamaba La Estrada y me dicen “Tú deberías de ponerte, si quieres tener éxito en Estados Unidos debes de cambiarte tu nombre. En vez de Alfredo debes de ponerte Al, A L y en vez de Quiñones debes de ponerte Quin”.
Ese es el estilo americano. Yo me puse a pensar ese día me fui en la noche le dije a mi esposa y me dice “¿Qué vas a hacer?” Le dije “Es que no, no soy yo”, le dije “pero voy a, voy a dormir, voy a reflexionar”. En la mañana me voy, tomaba el tren y me iba a Boston downtown y me fui. Y ese día decidí que si iba a tener éxito en Estados Unidos tenía que conservar el apellido paterno y materno. Y así fue como mi nombre se origina. Quiñones con el guion Hinojosa, que nada más existe en Estados Unidos, ¿verdad? Y dije que si voy a tener éxito de esa forma va a ser. Pero los americanos son muy astutos y es la razón por la cual nace la letra Q, porque no podían pronunciar mi nombre.
Pero ahí vamos. Yo pensaba que iba empezar con una historia. Una historia de la primera vez que yo mire el cerebro humano abierto, expuesto, cuando estaba en la facultad de medicina en Harvard. Nunca se me olvida. Esto fue en 1997. Ya estaba… Empezaba mi tercer año de la facultad de Medicina y estaba a punto de hacer un año de investigación y estaba a unos meses de hacer un año de investigación con el Howard Hughes, Howard Hughes Medical Institute, que en Estados Unidos es un instituto grandísimo de investigación. Y yo me acuerdo que un día, un viernes en la noche, yo me iba a estudiar a la biblioteca que se llama Conway Library, que en el mundo es la biblioteca médica más grande del mundo. Es una biblioteca con diez pisos y los estudiantes de la Facultad de Medicina tenemos acceso 24 horas al día, siete días a la semana, días festivos a cualquier hora.
Y ahí miras libros originales de los dos, trescientos años que los puedes tocar. Y me encantaba los viernes en la noche todos mis amigos se iban a dar la vuelta y yo, a mí me encantaba irme a leer en la biblioteca. Y un día, un viernes en la noche, iba caminando y estaba un pasillo grandísimo que conecta a El Peter Bent con el Brigham Women’s Hospital, que son dos los hospitales que ahora se llama Peter Bent Brigham Women’s Hospital, que es uno de los hospitales afiliado con la Facultad de Medicina de Harvard. Y yo iba. Estamos hablando de un viernes como a eso de las 11:45, casi medianoche, y yo iba y yo traía una mochilita verde que todavía la tengo, que mi esposa en aquel entonces me la había regalado cuando yo estaba en UC Berkley, como en 1992, 93. Iba con mi mochilita y de repente miro un personaje en sus trajes de cirugía con una bata blanca y yo inmediatamente lo reconocí. Yo sabía exactamente quién era, el doctor Peter Black, que hace como un mes antes había estado en la portada del Harvard Magazine, que es el magazine de la facultad de la universidad, y él me mira y al momento que íbamos caminando éramos los únicos dos en un pasillo que es más o menos casi 3/4 de milla, casi un kilómetro de largo, y él me para y me dice “¿Cuál es tu nombre?” Y le digo mi nombre Alfredo Quiñones Hinojosa. Y luego me dice “Ah, yo soy Peter Black” y yo sabía exactamente quién era.
Y le digo mucho gusto. Y me dice “¿Qué estás haciendo?” Le dije “Voy a la biblioteca a estudiar el libro”. Y me dice, “¿Alguna vez has visto cirugía?” Y le dije “No, jamás he visto neurocirugía”. Y me dice “Quieres mirar una neurocirugía?”. Le dije “Sí, me encantaría”. Pensando, a lo mejor me voy a invitar en un futuro, me dice “Pues vámonos” en ese mismo momento y nos vamos caminando, me lleva al quirófano que estaba un piso más abajo. Me agarra mi traje de lo que le llamamos los pitufos y me lo pongo y entro al quirófano y al momento de entrar al quirófano –es un quirófano grandísimo, más o menos del tamaño de este piso y había unas 25 personas– y al momento en que yo empiezo a caminar, de uno de repente me doy cuenta que el paciente está despierto y al momento de mirarlo así miro la cara del paciente y miro al neuropsicólogo que le está haciendo preguntas, le está enseñando fotos y yo dije “¿A qué hora se empieza la cirugía?” Yo pensaba que le estaban haciendo unos exámenes y sigo caminando. Voy dando la vuelta, voy dando la vuelta y de repente, cuando me voy del otro lado, miro al cerebro.
Moviéndose. Así de esta forma, como si estuviera bailando con el corazón, con un ritmo increíble. En ese momento, te lo juro, que mis rodillas casi se doblaron. Sentí, no sé, como una emoción, una algo que no te lo puedo describir con palabras, pero sentí como que estaba sudando un poco. Mi corazón empezó a latir de una forma muy acelerada, casi las rodillas se me doblan y el doctor me mira y me dice “¿Sabes que? Ponte en contra la pared porque ya ha habido varias personas que han entrado, han visto el cerebro y se desmayan”. Yo no me desmayé, pero casi sentí… fue una emoción increíble de mirar eso y jamás, jamás en la vida me imaginé. En ese momento el doctor estaba sacando un tumor cerebral que se llama un glioma que está infiltrado.
Estaba tratando de mirar qué partes del cerebro tenían función, que no tenían función para poder así sacar el tumor, el cáncer y dejar al paciente intacto de su función del lenguaje, su función motora y todo eso. Y yo jamás me imaginé que un día este iba a ser mi profesión y es lo que hago yo en la actualidad, ahora. Como neurocirujano, me especializo en cirugías de pacientes despiertos, desconecto tumores, casi casi como tratar de sacar una bomba y desconectar los cables sin saber si es el rojo o el verde, cuál es el que va a causar una explosión en un paciente. Y es lo que hago ahora. Y así empezó mi vida en este campo de la neurocirugía.
Es un órgano en el cual guardamos emociones, en el cual guardamos memorias, en el cual entendemos lenguajes, el cual nos hace amar, el cual nos hace hacer cosas buenas, pero a veces nos hace ser cosas malas también. Eso es algo súper complejo, imagínate, es un órgano que tiene más de 100 billones de neuronas constantemente en tu cerebro ahorita que están funcionando y están produciendo entre 600 y 800 trillones de sinapsis. En tu cerebro ahorita, al estarme escuchando tienes más sinapsis activas que hay estrellas en nuestro universo. Imagínate, es algo increíble y la gente me pregunta a veces primero que nada ¿qué es el cerebro?, ¿por qué lo tenemos?, ¿por qué está protegido de esta forma tan sagrada? Es para mí, es algo sagrado y nuestro cráneo lo protege. Al momento de abrir el cráneo, es algo suave. Es algo muy sencillo que lo puedes lastimar rápidamente. ¿Por qué la evolución lo ha hecho así?
Yo creo que se ha creado así por una necesidad que tenemos de proteger, algo que es sagrado de nuestro cuerpo, de proteger algo que tiene un significado que todavía no lo entendemos. Lógicamente que entiendo que hay neuronas, entiendo que hay astrocitos, entiendo que hay oligodendrocitos, entiendo que hay sinapsis, entiendo que hay diferentes regiones, pero lo que no entendemos todavía, Paola, es cómo estas regiones número uno están conectadas, cómo estas regiones están formando nuevas memorias y cómo desde cuándo, por decir así, formamos memorias desde que nacemos o antes de nacer. La semana pasada salió un artículo en Nature Magazine, el cual nos damos cuenta que los niños desde que están en el vientre ya están empezando a aprender y a formar memorias. El cerebro humano es algo increíble, Somos los únicos que nos podemos comunicar. Tenemos habla, tenemos lenguajes, tenemos regiones que son muy importantes y eso es exactamente lo que estamos haciendo cuando mapeamos. ¿Pero qué es el mapear en sí? Es simple, sencillamente de la forma en que lo puedes explicar. Es como encontrar un mapa.
El cerebro tiene montañas, tiene ríos. Es como mirar un país y el tratar de saber dónde está Mexicali, dónde está el Distrito Federal y de un de repente sabemos que tenemos que quitar algo que está cerca de Mexicali, pero no queremos lastimar, por ser así, Calexico, que es la frontera y ahí y empieza a formar fronteras. Entonces te das cuenta que el mapeo es simple y sencillamente la estimulación del cerebro al mismo tiempo que estás monitoreando una función que tiene el paciente. Tenemos ideas, por ejemplo, que en la parte izquierda, en la parte temporal hay partes del cerebro donde se entiende el lenguaje. En la parte un poquito superior hay partes del cerebro donde se produce el lenguaje, entonces ya tenemos ciertas ideas, pero cada paciente, estas regiones están en diferentes lugares, no son exactamente en el mismo lugar en un paciente, puede estar aquí, en el otro paciente, puede estar cinco milímetros arriba, puede estar un centímetro arriba. Entonces no tienes la menor idea. Entonces tienes que saber exactamente en ese paciente dónde está, porque si no lo sabes en un de repente, al tratar de quitar una malformación vascular o un tumor o algo, puedes también quitarles el habla. Puedes quitarles el entendimiento, puedes quitarles la habilidad de recordar algo o recordar su vida, o de no formar memorias.
Entonces tienes que dejar esas partes intactas. En mi profesión, especialmente en el cáncer del cerebro, sabemos que la cirugía es muy importante para tratar de sacar lo máximo, pero sabemos que no hemos curado este cáncer con la cirugía nada más. De la forma en que vamos a encontrar curas en contra del cáncer es después de la cirugía, darle al paciente otros tratamientos. Ahora, en la actualidad utilizamos quimioterapia, radioterapia, a lo mejor en el futuro vamos a utilizar nanopartículas. A lo mejor en futuro vamos a utilizar neuro estimuladores. Todo eso lo estamos experimentando ahora en otros modelos de tumor, de cáncer. En un futuro no muy lejano, yo tengo un sueño de que vamos a encontrar una cura en contra del cáncer, por decir así. Sabemos que en el cáncer, en el cerebro está invadiendo, sigue creciendo y otras enfermedades en las cual las neuronas no crecen, no invaden.
Tenemos que aprender de una enfermedad y utilizarlas en otras enfermedades. ¿Cómo funciona el cerebro? No lo sabemos todavía, pero sí sabemos que es un milagro. Es un órgano que es el órgano más pero más hermoso del universo y lo puedes detener entre tus manos. Así.

La neurocirugía está dividida en diferentes este secciones o diferentes clases de neurocirugía. Por ejemplo, existe la cirugía vascular donde hay que tratar pacientes que tienen aneurismas, que tienen malformaciones vasculares, que tienen este… algún problema con las venas, con las arterias. Hay otra clase de neurocirugía en las cuales te especializas en hacer estimulación del cerebro. Por ejemplo, pacientes que tienen Parkinson’s disease o pacientes que tienen epilepsia, hay otra cirugía. Eso se llama funcional. Hay otra clase de cirugía que los neurocirujanos hacen que, por ejemplo, desde la columna –también nos especializamos en la columna– que es cirugía de la columna y la cuarta parte, la cuarta parte de cirugía es cirugía de tumores cancerosos en el cerebro. Eso es en lo que yo me he especializado. Ahora la gente a veces me pregunta el por qué.
Todo empezó cuando estaba de residente. Recuerdo que estaba yo… porque yo empecé en la Facultad de Medicina en Harvard a estudiar cirugía vascular, por ejemplo, en mi primer artículo que yo publiqué en 1998, que ahora ya tengo más de 650 artículos publicados en PubMed, que es donde los encuentras y más de diez libros acerca del trabajo que yo hago. En aquel entonces, el primer artículo que publiqué fue de… en el campo de cirugía vascular. Estábamos estudiando los embolios en el cerebro y cómo recuperar función cuando un paciente tiene un embolio arterial y cómo recuperar neuronas. Pero al momento de entrar, gradué de la facultad de Medicina en Harvard, me fui a UC San Francisco a la Universidad de California en San Francisco, a hacer mi residencia. Y me acuerdo que en aquel entonces, durante mi segundo año era el único residente mexicano, el único residente que hablaba español, y me acuerdo que un día estaba de guardia y aceptamos un paciente que se transfiere, que era un estudiante de UC Berkley. UC Berkley está en Oakland, en Berkley y UC San Francisco está en San Francisco. Los divide un puente.
Y aceptamos este paciente y está en mi libro, se llama J. O., J. O., que son las iniciales de su nombre. Y este era un jovencito que tenía 20 años que le habían encontrado… se había presentado con una convulsión epileptogénica y desafortunadamente, al momento de hacerle una imagen le habían descubierto un tumor en el cerebro, que era precisamente un tumor canceroso. Y en aquel entonces el jefe del departamento de neurocirugía decidió que yo era la persona más adecuada para cuidar este paciente a la familia. Y durante ese año lo estuve cuidando. Lo aceptamos, le hicimos dos operaciones. El paciente estuvo despierto.
Yo lo estaba haciendo preguntas en español. Empecé a mapear el cerebro. De ahí surge mi segundo artículo que publico yo en una revista en el cual encontramos que los pacientes que adquirían lenguaje entre más tarde adquieres un lenguaje, más separado está en tu cerebro. Entre más temprano adquieras dos lenguajes, más cercano está. Es la plasticidad del cerebro. Fue mi segundo artículo que publiqué en aquel entonces. Pero me acuerdo que el impacto que tuvo este paciente fue muy fuerte porque no nada más lo cuidé a él, sino cuidé a su familia, también. Era una familia, los papás eran emigrantes, trabajaban en el campo, así como mis papás.
Él era la primera persona que iba… tenían esperanza de que él iba a salir adelante. Él quería estudiar medicina también y desafortunadamente, durante ese año lo miré rendirse y la enfermedad lo venció. Era en un cáncer, glioblastoma se llama, que es el cáncer más peligroso que afecta el ser humano. Es el cáncer que mató al senador Kennedy, que mató al senador McCain en Estados Unidos. Que mató al hijo del presidente Biden el año antepasado. También es un cáncer que la sobrevivencia es de entre diez y 12 meses después de que te diagnostican con esta enfermedad. Y fue como nace en mí el deseo de encontrar una cura dentro del cáncer. Y tu pregunta fue ¿cómo hago la cirugía?
¿Cómo funciona todo eso? La mayor parte del tiempo me especializo en esta cirugía y la razón y el origen de especializarme en esta cirugía nace de ese paciente. Y recuerdo que mis jefes del departamento, mis colegas, me decían, “Alfredo, es que esa es una enfermedad muy, pero muy triste. Es una enfermedad para la cual no tenemos cura. Es una enfermedad que te va a llenar de tristeza, que nunca vas a encontrar la forma de navegar, que tus emociones van a ser mixtas constantemente”. Pero yo la verdad es que al mirar esta familia sufrir tanto dije yo, yo tengo que ser parte de la jornada de estos pacientes y ayudarles. Y me empecé a especializar en cómo mantener al paciente no nada más de vez en cuando, sino cómo mantener al paciente despierto la mayor parte del tiempo sin pensar qué clase de tumor tenía que sacar. En la actualidad, más o menos el 97 o 98% de mis cirugías es con el paciente despierto.
Me rodeo de un equipo de más de 25 personas en el quirófano. De la forma que sucede lo siguiente un paciente viene, miro pacientes de 39 a 41 países alrededor del mundo cada año. Pacientes que tienen nada más esta enfermedad. Un tumor en la en la parte del habla, un tumor en la parte donde tienen que mover las manos, los pies o mirar o escuchar o entender el lenguaje o mirar y reconocer caras… Entonces todas estas funciones las mapeo yo antes de que el paciente entra al quirófano con los neuro radiólogos, con los neuropsicólogos y al momento de entrar al quirófano tengo un equipo gigantesco, 25, 30 personas. Como estar dirigiendo una orquesta, es de la mejor forma que lo puedo describir, y tú eres el director de esa orquesta y toda la gente depende de ti, porque si hay algo, si algo pasa y si hay algún problema, todo se puede derrumbar enfrente de ti, puede haber una complicación enorme. Estamos caminando una línea muy finita constantemente en el quirófano entre la vida y la muerte, y los pacientes te dan la confianza, Manuel de pensar en esto, de pensar que vas a llevar un paciente y lo vas a llevar entre esa línea entre la vida y la muerte. Y yo pienso que es una responsabilidad enorme y es una responsabilidad que la tienes que tomar en serio. Entonces entramos al quirófano, el paciente antes de eso ha tenido su resonancia magnética, ha tenido sus estudios con los neuropsicólogos, con los neuro anestesiólogos.
Sabemos exactamente qué clase de medicamentos le podemos dar o no, sabemos si le tenemos que dar medicamentos para que no tenga una convulsión. Y al momento de entrar al quirófano utilizamos todas las herramientas. Hay una herramienta que es muy, pero muy sencilla, muy sencilla, que cuando el paciente, estoy estimulando su cerebro, porque lo estimulo con un electrodo que le estoy haciendo estimulación, lo estamos mapeando para saber por ejemplo si este es un tumor y el resto del cerebro está aquí, quiero saber porque el tumor cuando lo miras, el tumor se mira completamente normal, como si fuera el cerebro, pero en la resonancia magnética se mira como un luz, como una… como un foco que está prendido. Pero cuando lo miras, dices “¿Dónde está?”. Entonces tienes que mapear cuáles son las áreas elocuentes y te das cuenta, todo esto es elocuente. Y de aquí empiezo a desconectar lo que puedo desconectar. Y el paciente estando despierto empiezas a desconectar, lo que te estaba diciendo, esos cablecitos de una bomba, y empieza el paciente a funcionar. Y de repente, si el paciente empieza a fallar en lo que le estás preguntando, por ejemplo preguntas de historia, preguntas de matemáticas o si el paciente toca la guitarra porque hace poco hice un… operé a un paciente que su vida era conciertos y estaba tocando la guitarra al momento de estar haciendo todo esto y de repente empiezo a fallar, me doy cuenta que tengo que hacer menos en esa esquinita o en esa región.
Empiezo de una u otra forma en las siguientes dos o tres horas a desconectar el cerebro. Pero lo más importante que la gente no entiende es que la mayoría del tiempo que alguien viene a mirarme al quirófano se enfoca en nada más en el cirujano. Pero no te das cuenta de que atrás de ti hay un… hay un gran número de superhéroes. Las enfermeras, los técnicos, la persona que se encarga de la resonancia magnética, el neuro anestesiólogo con una o dos enfermeras, el neuropsicólogo que está monitoreando también la función del cerebro y la herramienta número uno que siempre me gusta utilizar a mí, si el paciente empieza a tener una convulsión, es agua fría directamente en el cerebro. Que es lo que baja la posibilidad de que el paciente empiece a convulsionar constantemente. Porque yo tengo una serie de electrodos que están sacando, que estamos monitoreando el cerebro. Nos damos cuenta si un de repente el cerebro empiezan las neuronas a tratar de pasar muchas, muchas, este sinapsis, y eso quiere decir que está anormal y hay que ponerle agua fría inmediatamente. Y al momento de sacar el tumor completa mente mapeamos todo, empezamos a cerrar la parte que cubre el cerebro que es la duramadre.
Empezamos a poner el huesito de regreso con pedacitos de metal que son titanio, titanio, que es lo mismo que es mi anillo, el mismo material. Lo aseguramos todo y luego empezamos a cerrar la piel, también. La piel se cierra en por lo menos en dos partes la parte de abajo de la piel, que es una parte dura, y luego la parte de arriba de la piel, que es donde ponemos a veces puntadas o a veces ponemos grapas también y ya el paciente… Y lo que es increíble para mí es –de lo que yo hago– es que en el cerebro, en si, de vez en cuando estimulas una parte que le dan al paciente la percepción de dolor o de vez en cuando mueves un vaso sanguíneo que le da al paciente la percepción de un poquito de dolor de cabeza. Pero en sí en el cerebro no hay sensación de dolor. La sensación de dolor viene de la piel, viene de quitar el hueso, viene de abrir la duramadre. Son cosas que cuando vas al dentista, de vez en cuando, cuando están haciendo trabajos en los dientes, sientes esa clase de dolor también. Entonces siempre les digo a los pacientes en si, en sí, en el cerebro no va a haber dolor, pero lógicamente tenemos que utilizar todo, todo la técnica para bloquear todos los nervios. Tenemos varios nervios que vienen de atrás, de enfrente y los bloqueamos, así como cuando vas al dentista también para que el paciente no tenga dolor.
La verdad, lo entiendo porque yo voy al quirófano, yo abro el cerebro y abro un espacio de diez centímetros. Yo sé que el tumor está aquí y empiezo a mapear todo y hay oceanos de espacio en el cual no entendemos qué es lo que está pasando, como que están dormidos sus espacios y hay lugarcitos, hay islas pequeñitas donde hay una función increíble. Entonces, lo cual me dice que todos estos océanos tienen una capacidad increíble también de formar, de ser parte de nuestra vida, de formar conexiones, de formar nuevas cosas que no hemos entendido. Yo pienso que la inteligencia artificial, la robótica, todo esto nos va a ayudar a empezar a desatar más de la capacidad que nuestro cerebro tiene para hacer nuevas conexiones, para hacer nuevas… imaginarte nuevas cosas. La razón por la cual yo le digo es… le sigo diciendo a todos aquellos que me rodean que la única… lo único que es imposible en la vida es pensar que algo no es posible. Así de sencillo. ¿Qué es lo que va a pasar en siete, ocho años? Nadie lo sabe, ¿verdad?
Porque ahorita la ciencia está evolucionando muy, pero muy rápidamente. Lo que me hace más ilusión a mí, la verdad ahorita en la actualidad de lo que estamos haciendo, al menos en mi laboratorio, por ejemplo, ahorita estamos utilizando el sistema inmune de nuestro cuerpo, tenemos una capacidad increíble de pelear en contra de enfermedades, por ejemplo, en el cáncer del cerebro, el sistema inmune, desafortunadamente el cáncer hace sentir al sistema inmune completamente inadecuado. El cáncer empieza a formar sus trucos y de repente el sistema inmune no está funcionando. Y lo que hemos hecho en mi laboratorio es, hemos descubierto cómo utilizar las células T, las células B, los macrophages que se llaman en inglés para re educarlos, hacer ingeniería biomédica para que estos del momento de obtenerlos de nuestra sangre o del tumor en sí, porque es lo que hacemos, los llevamos al laboratorio, el tejido o la sangre, de ahí sacamos las células T que están en la sangre o en las células T que están infiltradas, o las células B que están en la sangre, o las células B que están infiltradas en el tumor. Y de una u otra forma utilizamos ingeniería biomédica que hemos patentado y reforzamos esas células y las ponemos de regreso en el cuerpo. Y estamos al menos en animales, en modelos de animales y estamos empezando a curar estos cánceres. Y yo pienso que en lo siguiente 5 a 10 años esta tecnología… yo ya por ejemplo ahorita estamos aplicando para un ensayo en la primera fase del ser humano, que es la fase cero, se llama, que son de lo empiezas a poner y tienes que darte cuenta, tienes que estar con cuidado porque un de repente puedes activar al sistema inmune de una forma que puede matar al paciente. Todos lo estamos haciendo de una forma muy pero muy detenida, muy metódica, al estilo de Estados Unidos, y estamos empezando a planear para finales del 2025 ponerla en un ser humano, en el primer ser humano, esta tecnología.
Y a la mejor en diez años podemos encontrar una cura para ciertos tumores en el cerebro, porque no todos los tumores, no todos los cánceres son los mismos. A pesar de que les decimos cancerosos, hay muchas subdivisiones de ellos. Utilizamos tejido adiposo para para pelear el cáncer y utilizamos el cáncer para pelear en contra del cáncer porque recuerda que esas células B y esas células T que se van adentro del cáncer ya están, son cancerosas, las estamos extrayendo y las estamos re educando. Re engineering que se llama y la estamos poniendo regreso. Entonces estamos utilizando cáncer para pelear en contra del cáncer.
No nada más de noche cuando estamos dormidos. Soñar de día, cuando estamos despiertos. Es algo que no te cuesta absolutamente nada, pero a veces es difícil hacerlo porque a veces, a veces lo confundimos con arrogancia, lo confundimos con el creer que podemos hacer más de lo que podemos, pero en verdad, así tenemos una capacidad increíble en nuestro cerebro con la cantidad de neuronas, con la cantidad de sinapsis que tenemos, tenemos una cantidad increíble. Imagínate si nos podemos unir con otras personas para poder lograr nuestros sueños. El consejo que yo me daría a mí mismo es sueña, sueña y sueña alto, sueña con arrogancia, sueña con pasión, sueña con dedicación, pero no nada más es soñar. Sofía Yo pienso que también el reto que tenemos a veces es que no sabemos qué hacer para que esos sueños se hagan realidad y para que los sueños se hagan realidad, Sofía, tienes que ejecutar esos sueños y a veces piensas uf, quiero, quiero llegar a la montaña Everest. Y no te das cuenta que lo primero que tienes que hacer es subir una montaña a un lado de tu casa, Empezar con algo así de sencillo. Y yo pienso que no nada más es soñar, pero hacer un poco de sacrificio.
Por ejemplo, para mí, cuando recién llegué a Estados Unidos, yo no tenía la menor idea de lo que yo quería ser, pero me acuerdo que un día, hablando con un primo mío, le dije a mi primo, “Primo, yo tengo ganas de estudiar inglés”, estamos hablando de 1987, tenía 19 años, estaba trabajando en el campo, en la agricultura y le dije “Quiero aprender inglés porque me encanta lo que yo hago en el campo”. Yo trabajaba, empecé piscando tomate. En menos de un año ya estaba manejando máquinas que piscan algodón, gigantescas, máquinas que piscan tomate, que se llevan 10, 11 años en tratar de aprender cómo hacer esto. Y en menos de un año y ya estaba haciendo todo esto. Era un niño inquieto, era un niño atrevido, era un niño que cuando yo me describo a mí mismo, que no soy más inteligente que ninguno de ustedes, pero soy como un perro que cuando agarro un hueso no lo suelto. Así de sencillo. Pero mi sueño, le dije a mi primo, era aprender inglés y él me dice a mí me dice, en ese momento “Alfredo” dice “Por qué sueñas así? ¿Porque estás pensando en eso?”.
Es que mira, todas nuestras generaciones, toda nuestra gente salió porque yo salí de una familia muy humilde. Mi familia no tuvo educación, mis padres, mis tíos, incluso de mis primos. Había una prima nada más que había estudiado la la Normal de maestra y un año antes había fallecido en un accidente automovilístico con trauma en el cerebro. Y me dijo mi primo “No, no pienses así”, dice “tu futuro está aquí el trabajar por el resto de tu vida en el campo”. Y yo sentí como si alguien me hubiera encajado una daga en el corazón y lo hubiera hecho así porque me di cuenta que los sueños, si no empiezas a hacer algo para que se hagan realidad, se empiezan a apagar y la gente alrededor de ti también espera menos de ti. Y eso es triste. Y en ese momento, te lo juro, yo me acuerdo que regresé. Yo viví en una trailita pequeñita que pones atrás de pick up trucks y me acuerdo que en la noche yo me dormía y me dormía con lágrimas en mis ojos.
Y ese día en la noche me subí una motocicleta pequeñita, manejé como unas diez kilómetros a un teléfono público y le hablé ya a mis padres. Mi padre y mi madre estaban en Stockton, California. Yo estaba en Fresno, California, que es el Valle de San Joaquín, en la agricultura. Ellos se habían movido de allí a Stockton porque ya no había más trabajo. Y yo era el único, eran dos trabajadores en toda una granja gigantesca que teníamos trabajo todo el año. Así había avanzado tan rápido yo y le hablé a mis padres para que vinieran a recogerme al siguiente día, que así fue como empezó mi vida. Pero yo seguía soñando. Era arrogante con mis sueños.
Sigo arrogante con mis sueños. Tienes que ser arrogante con tus sueños. Y ese es el consejo que le daría la juventud. No lo sabía en aquel entonces. Porque cuando mi primo me dijo que iba a trabajar el resto de mi vida en el campo, me lastimó, la verdad. Y no sabía cómo reaccionar. Pero yo sabía que tenía que hacer algo diferente. Ese es el consejo que yo le daré a los jóvenes.
Sigan soñando, pero ejecuten sus sueños. Tienes que trabajar. Tienes que dedicarte. Si es estudio lo que quieres hacer, tienes que levantarte en la mañana temprano y estudiar, leer, tienes que convivir. Tienes que aprender de aquellos que te rodean. Tienes que ser humilde. No confundas la humildad con el ser… con debilidad. No confundas la humildad con el hecho de que no eres inteligente.
No, la humildad la tienes que mantener porque te mantiene con los pies en tierra firme, te hace sentir que no has logrado todo. Y así me siento yo ahorita en frente de ustedes. Siento que no he logrado nada todavía, siento que tengo mucho que hacer. Tengo sueños que quiero volver realidad. La fundación Mission Brain, que alguno de ustedes me va a preguntar a la mejor en este entonces, tengo sueños de que podemos cambiar el mundo. Y no es que sea arrogante, sino simple y sencillamente que me he dedicado en la mañana a las 03:00 en nuestro tiempo y he estado despierto escribiendo, revisando mis correos electrónicos, trabajando de regreso en la Clínica Mayo y siempre he tenido una disciplina. Tienes que tener una disciplina para que estos sueños se hagan realidad. La segunda parte de la pregunta, la característica más importante que yo tengo es que yo amo a cada persona que yo conozco, cada paciente que yo trato lo miro como si fuera mi hermano, como si fuera mi tío, como si fuera mi papá, mi mamá, mi hijo, mi hija, y yo pienso que esa ha sido, han sido emociones que nunca me ha gustado esconder.
Cuando un paciente, es momento de reír, río con ellos. Cuando un paciente, es momento de llorar, lloro con ellos. Para mí las emociones son súper importantes. Ahora ahí hay dos cosas, hay emociones que te pueden perjudicar el perder el control de una situación. Por ejemplo, cuando estoy en el quirófano y de repente puede pasar algo completamente inesperado. Una vez estaba hace como unos dos meses, estaba en el quirófano y estaba sacando un tumor en la parte posterior de la de la fosa posterior. Era una mujer que es matemática para la NASA y este… tenía un tumor benigno y al momento estarlos sacando y de repente se pare el corazón. Toma una pausa.
Pasan cinco segundos, el corazón empieza a latir otra vez. Sigo haciendo mi cirugía. Todo el mundo se para. Lo último que puedes hacer es perder el control ahí. Sigo. Sigo operando, sacando el tumor A los 15, 17 minutos se para el corazón otra vez. Y esta vez son diez segundos. Lo primero que hago.
Miro a todo el mundo. Todo el mundo está mirando a mí porque yo soy el líder del quirófano. Soy el conductor de la orquesta. La energía que yo les doy a ellos es lo que va a pasar. En este momento sabemos que estamos entre la vida y la muerte. Y si yo pierdo el control emocionalmente en esta situación, te lo juro que mi corazón estaba a 180 latidos al momento en este momento, pero yo tuve control completamente. Estuve mirando todo mundo. Le dije a la enfermera, le dije “Por qué no le hablas al neuro anestesiólogo?” Le dije otra enfermera, “Tráete los aparatos que a lo mejor le vamos a tener que dar un shock al corazón” con el cerebro abierto, lógicamente.
Y todo el mundo se moviliza. Sigo moviendo como el conductor de la orquesta, con una voz tranquila, pero adentro sentía que el mundo se me estaba derrumbando y de repente el corazón empezó a latir. En ese momento paro la cirugía porque acuérdese que no hay que cometer errores más de dos veces la vida. Sabia que el destino y la biología me estaba diciendo que era suficiente y había sacado el 70, 80% del tumor y me quedaba un trocito, nada más. No era un tumor canceroso tampoco, pero yo quería dejarla perfectamente. Pero no, me doy cuenta que a veces la perfección está en la imperfección.

Corre en la otra dirección porque ese cirujano te va a lastimar”. Yo pienso que es muy importante el temor, el miedo es muy importante tenerlo porque eso te permite utilizar esa adrenalina de una forma positiva. Lo que yo si tengo un problema es que el miedo o el temor te paralice y yo pienso que puede pasar, especialmente en mi campo. Imagínate estar en el quirófano y de repente algo pasa. Una hemorragia. El paciente, el corazón se para y el sentirte paralizado por el miedo puede causar, así de sencillo, la muerte de ese paciente. Entonces, para mí el temor es muy importante. Esa adrenalina, ese sentimiento que te hace sentir que tu cuerpo casi de un de repente, antes de entrar al quirófano, cuando me estoy lavando las manos, siento que adentro de mi cuerpo, adentro de mi pecho, mi corazón casi quiere salir –te lo juro– y termino de lavar mi todo, y al momento de caminar hacia el quirófano y cuando esas puertas se abren, en ese momento siento que mi cuerpo, mi alma, mi mente completamente dirigidas a ese paciente y todo ese temor, toda esa adrenalina, se convierte en una concentración nada más para ese paciente en ese momento.
Entonces es importantísimo tener temor y lo siento. Y la gente me dice “Pero has hecho ya más de 5000 cirugías ¿y todavía sigues así?” Así es y es la razón por la cual me mantengo también humilde en tierra firme completamente. Y yo pienso que en el momento en que pierda ese miedo, ese temor, va a ser el momento en que me tengo que retirar de lo que yo hago como neurocirujano.
Y, Pero la verdad es que yo me siento humildemente –y te lo juro– siento que soy el mismo jovencito que sale de México al momento de entrar al quirófano. Lógicamente lo único que cambia es la habilidad de concentrarme, la habilidad de desconectarme física y mentalmente de lo que está pasando alrededor de mi mundo y concentrarme en ese momento en lo que tengo que hacer. Mi mente es muy sencilla en el hecho de que, y es muy simple, en el hecho de que al momento de entrar, lo único que yo miro es a ese ser humano, siento la energía de ese ser humano, siento la la historia de ese ser humano, sé exactamente quién es el esposo y quién es la esposa y quién es el hijo, quiénes son los nietos. Sé algo personal. Siempre les digo a mis residentes y a los estudiantes que trabajan conmigo “Aprende algo de la persona”. A mí se me olvidan, a veces los nombres, se me olvidan la cara del paciente y te lo juro. Y te voy a conectar… a decir una anécdota acerca de eso. Pero nunca, nunca se me olvida la historia de un paciente, algo que sé que los conecta conmigo y eso me hace sentir conectado con el paciente de tal forma que una vez yo iba, me subí a un aeroplano cuando estaba en Johns Hopkins.
Iba volando desde Baltimore a San Francisco y yo me subí al aeroplano y lo primero que hago es subirme al aeroplano. Ya tengo una rutina al subirme al aeroplano, ya sé que vas a tener como unos 30 minutos en que todo el mundo se tiene que subir y todo eso, y lo primero que hago, abro mi computadora y empiezo a trabajar artículos, ciencia, grants… Ya ves que hago todo eso. Y en cuanto dicen “tienes que poner todo hacia afuera”, lo primero que hago lo pongo, le pido al asistente, me pregunta si quiere algo de tomar, si le digo “un café”, pero ya que despierte porque voy a tomar una siesta de 15 minutos, porque el momento que sale el avión son como 15 minutos que no puedes hacer absolutamente nada. En ese momento me quedo completamente dormido y eso fue lo primero que hice. Desperté ya, me dieron mi café, abrí, cinco horas de vuelo y estaba una señora que conmigo salía al baño. Yo seguía trabajando, me movía, la dejaba entrar, salir. Llegamos a San Francisco y me dice “Dr. Q, have a nice day in San Francisco”.
Y la miró y ella se dio cuenta y dice “I’m your patient”, soy tu paciente. Y era mi paciente. Pero yo estaba tan concentrado. Pero de repente, al momento que ella me dijo y escuché su voz, sabía exactamente quién era. Lo primero que me acordé fue su historia. Me acordé de sus nietos, me acordé de su esposo, todo lo que ahí, inmediatamente identifiqué porque iba a San Francisco. Bueno, fue algo increíble. Entonces eso es lo único, la única diferencia que hay entre Alfredo Quiñones y este joven que entra, esta persona, este personaje que entra al quirófano, que hace lo que yo hace, pero en verdad, la verdad es que todo lo demás ha seguido lo mismo.
Mi deseo, mi fascinación con Kaliman, por decir así que es un superhéroe. A lo mejor los joven no saben exactamente quién es Kaliman, pero Kaliman cuando yo crecí era un superhéroe. Kaliman. El único poder que tenía que era así, medio, medio raro, es que puede desconectar su cuerpo. Así el actus mortis decían que conectaba, desconectaba su cuerpo, su alma. Pero todo lo demás utilizaba ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Sabía lenguajes. Era una persona que leía mucho, sabía de religión, respetaba todo mundo.
Quería todo mundo, era bueno con las personas buenas y con los malvados también era bueno. Entonces una persona increíble para mí fue una persona que desde niño, me acuerdo que de pequeñito, salía su revista todos los jueves y la revista costaba un peso y 25 centavos. Yo iba a la escuela. Yo no traía dinero por la escuela porque crecí muy pobre. Mi mamá me mandaba con tres taquitos en mi mochilita. Entonces yo, de repente mi papá, yo trabajaba en la estación de gasolina a los cinco años y me daba 25 centavos. Los guardaba y al fin el jueves iba yo y compraba mi revista de Kaliman y la leía. Entonces Kaliman, hablando de este niño, Paz, este niño inquieto y arrogante.
Un día yo leía Kaliman y lo miraba y yo sabía que era especialista en ciencia, en tecnología, ingeniería y matemáticas. Y decía yo quiero hacer así como Kaliman, tengo que aprender de física, tengo que aprender de eso, tengo que aprender de lo otro. Pero él tenía otro movimiento en nadie aparte del actus mortes, tenía otro movimiento especial en el cual siempre, cuando él peleaba, peleaba contra cuatro personas y había dos en frente y dos atrás, y tenía un movimiento en el cual él brincaba en el aire y golpeaba a dos con el puño y a dos con los pies simultáneamente, y luego caía de regreso en el suelo. No había nada y yo tenía siete años un día y estaba con mi hermano Gabriel, que tenía cinco con mi primo Eduardo, Arturo y Antonio, que yo apenas tenía como siete años. Pero les dije a mi hermano y a mis primos “¿Saben qué? Tengo que practicar el golpe de Kaliman” y mis primos dicen, mi hermano dice, “No, no puedes hacerlo, nos vas a lastimar”. Así creía en mì, y también ellos, así los había hecho yo, creer en mi. Lo más importante en la vida es que tienes que hacer que otras personas crean en ti también.
Y me dicen “No, tranquilos, yo voy a practicarlo y nada más los voy a tocar, no los voy a golpear, no voy a tocar, los pongo aquí, dos en frente y dos atrás”. Salimos y lógicamente hago el salto, no, caigo de estómago completamente sofocado. Volteo y los miro y los cuatro están así, mirándome, sonriendo, riéndose, riéndose. Y yo me paro como Jaguar y me voy corriendo a mi casa. Mi mamá tiene 27 años nada más. En ese entonces yo tenía siete y me mira llorando. Ahí está el niño arrogante. Y me mira, me mira llorando y me dice “Mijo, por qué estás llorando?”, “Mamá, ahora me di cuenta que Kaliman no existe, por qué…” le digo “es que si yo no puedo hacer el golpe de Kaliman, es imposible que él lo pueda hacer”.
También es el niño arrogante y así. Yo pienso que eso ha caracterizado mi vida. Entonces no cambia nada al momento. Cada vez que yo entro al quirófano estoy cruzando esa línea entre la confianza en mí mismo y la arrogancia de pensar que puedo hacer algo para ayudar a ese paciente. Yo pienso, no es arrogancia en sí, pero es un… es el creer en ti mismo. Es la razón por la cual lo pongo de regreso, es que no nada más creo en mí, sino creo en todo aquel equipo que me rodea, que es el mejor del mundo.

Tenía una habilidad increíble de mirar el mundo, de darme energía. Y yo no era ni el primero ni el último nieto. Era uno de 54 nietos que él tenía. Pero mi característica personal, y a lo mejor la razón por la cual él me tomó abajo de sus brazos o me levantó de una u otra forma… tenía dos características, es que de todos mis primos y primas era el más feo y el más travieso. Así de sencillo. Así. Y no tengo temor en aceptarlo, te lo juro. Entonces, de una u otra forma, ese niño inquieto, mi abuelito, me dejaba explorar y su esposa, que era mi nana María, era la persona más estricta, estricta del mundo.
Y como te darás cuenta, mi personalidad, está entre esos dos mundos. La gente me mira como ustedes me miran ahorita, está bonachón y todo, pero hay otra parte mía que es una parte muy estricta. Físicamente, tengo ciertos características de mi tata, de mi abuelito, mi abuelito Juan y otras características, ya hazte cuenta que entre más estoy envejeciendo, me miro y estoy mirando a mi nana María completamente también. También su carácter fuerte también. Y mi nana María, ella ponía ciertos restricciones en mi vida de niño y yo pienso que era el yin y el yang que me permitían. Entonces esos dos personajes, a través de los años, aprendí a admirarlos muchísimo al recordar las enseñanzas que me dieron. Nunca se me olvida. Por ejemplo, mi nana María era curandera y partera.
Te lo juro que hasta la fecha yo recibo cartas de personas en donde ella trabajaba, que me reconocen a veces, me miran en la televisión, saben donde trabajo, me mandan cartas de que mi nana María había… los había ayudado médicamente o había dado a luz o había ayudado a ellos a dar a luz a muchos, a muchos seres humanos. Pero en aquel entonces no lo entendía todavía muy bien, pero en la actualidad lo empecé a entender. Me acuerdo cuando de niño una vez yo estaba jugando y estaba aprendiendo cómo tirar piedras. Quebré dos ventanas. Lógicamente mi abuelito, mi tata Juan, decía “Déjalo, déjalo”. Y mi nana, María estaba súper furiosa y de repente en esa discusión estaban, cuando llegan dos jóvenes con un niño y traen una bolsita. Venían a pagarle a mi abuelita por el hecho de que ella los había ayudado y habían dado a luz a ese bebé. Y me acuerdo que la miraban a ella con tanta admiración y la abrazaron, hablaron con ella y miré una ternura que ella les demostró a esa pareja con ese niño.
Y yo decía “¿Pero cómo va a ser posible si mi abuelita a mí me está regañando todo el tiempo?” porque tenía un carácter fuerte, pero es algo que me inspiró y se quedó grabado en mi mente, ¿verdad? Pasaron los años. Al momento de antes de salir de México me di cuenta del sacrificio de que mis padres, mi padre y mi madre habían hecho por mí también porque ellos fueron gente muy, pero muy humilde. Tuvieron un papel muy importante en mi vida. Te das cuenta que los personajes, la gente que admiras, va evolucionando y va cambiando. Al momento de llegar a Estados Unidos, lógicamente me rodeé de… la primera persona que creyó en mí fue un profesor. Yo no hablaba ni siquiera inglés y un día me mira y me dice “Oye, ¿por qué no te vienes a ser parte de un grupo de estudiantes que trabajen en un equipo de debate? Y necesito alguien que haga toda la investigación de los casos de ciencia, de de leyes y todo eso”, y me toma también y me empieza a enseñar del sistema americano de educación.
Pasa el tiempo. Estoy en UC Berkeley, tengo otro mentor que se llama Joe Martínez, que hizo lo mismo. Creyó en mí. Me dio la primera oportunidad, David, de trabajar en un laboratorio, ahí donde publico mi primer artículo de ciencia. Eso hace que yo entré a la Facultad de Medicina en Harvard. Ahí en Harvard, otro personaje súper súper importante es Kravitz, que fue el personaje más joven de la historia de Harvard, que lo habían hecho Full Professor, lo que se llama Tenure Professor, catedrático, y él también creyó en mí y me dio la oportunidad de trabajar en su laboratorio e hice descubrimientos fascinantes también del rol de ciertas esteroides, ciertas hormonas en el comportamiento agresivo. Y eso me permite salir de Harvard y entrar al mejor departamento de neurocirugía, hasta la fecha, de Estados Unidos que es UC SF. Y así fue.
Al momento de estar en UC SF. Agarro otro mentor, Michael Lawton, que es la persona que hizo la fundación conmigo de Misión Brain y ahora en la actualidad me rodeo, también… agarro, mis mentores son mis hijos, mi esposa y mis pacientes y ha habido una evolución, son las gentes que yo admiro. Ayer en la noche estaba con más de 60 personas que vinieron a mirarme, hubo una cena que mis pacientes organizaron para mí, y empezaron –yo quería que hablaran de Misión Brain de la Fundación, porque de eso se trataba– y terminaron toda la noche, cada uno pasando el micrófono y hablando de mí. Yo estaba súper avergonzado. Te lo juro. Y así fue como terminó la noche. De verdad. Pero eso es algo que me llena de emoción, me llena de esperanza y los admiro mucho porque ellos están constantemente peleando entre la vida y la muerte y no se dan por vencido.
Te das cuenta de que hay gente que pelea en contra de enfermedades que a pesar de que el mundo esté en contra de su enfermedad o de ellos, ellos siguen soñando, siguen teniendo una energía positiva y eso es lo que me da energía a mí también de ser positivo, a pesar de que a veces el mundo parece como que se está acabando. Escuchas en las noticias… ahora, en la actualidad si prendan las noticias, todo es obscuro. Yo casi la verdad es que ni las escucho, nada más escucho un poquito para saber qué es lo que está pasando y me doy cuenta que agarro más energía positiva de mis pacientes que del resto del mundo.
Ahora, ¿qué es lo que podemos hacer como seres humanos para poder cambiar esta tristeza, esta necesidad enorme? Lo que yo decidí al momento de graduarme, toda la gente me decía “¿Cómo que quieres hacer servicio altruista con neurocirugía? Es una cirugía muy compleja. Es algo muy, pero muy complejo. Necesitas todos los servicios, necesitas el hospital, necesitas los neurocirujanos, necesitas herramientas”. Bueno, todo el mundo te va a decir el por qué no. Otro consejo para la juventud. Cuando el mundo te dice el por qué no, tú lo único que tienes que hacer es encontrar una sola razón del por qué si.
Así de sencillo. Y usar esa herramienta para poder cambiar el mundo. Yo dije en aquel entonces, cuando recién gradué de UC San Francisco, lo que voy a hacer es voy a regresar a México a hacer mi primer jornada altruista en la cual voy a ir a un hospital donde ya conocía yo cirujanos y les voy a ayudar. Voy a limpiar… lo que me dejen hacer, porque la gente a veces está fascinada de que porque soy neurocirujano trabajo en la Clínica Mayo y le digo “No te dejes impresionar. Acuérdate que la mayor parte, el 98% de mi trabajo estoy haciendo cosas, estoy limpiando, estoy saturando, estoy irrigando, estoy quitando sangre, estoy haciendo cosas que la verdad no son elegantes”. Pero tienes que doblarte las mangas de la camisa y empezar a trabajar. Y eso es lo que yo siempre… Así es la forma en que dirijo mi vida. Siempre me enfoco en lo que puedo hacer. Una cosa sencilla. Y así es como nace la fundación Mission Brain. Empecé con un regalo, con una beca que me habían dado una asociación de médicos de Estados Unidos, me habían dado un premio. Me acuerdo que en aquel entonces mi esposa y yo, ya estamos hablando del 2010, ya tenía cinco años trabajando yo en Johns Hopkins. Estamos hablando del hospital número uno por 30 años en el mundo ya era yo jefe del departamento, ya era profesor, catedrático. En cinco años había avanzado en mi carrera y me acuerdo que una revista The Readers Digest había hecho una entrevista conmigo y el entrevistador, Dennis, me acuerdo que había escrito, dice “Por ser una persona tan famosa dice vas a su casa, es una casa muy sencilla, no tiene muebles”. Y es que no sabía que mi esposa y yo estábamos pagando todas mis deudas de mi educación y no tenía ningún mueble. Y me acuerdo que en ese entonces me dan un premio de 15.000 $.
En Estados Unidos. Cuando agarras un premio así, el gobierno inmediatamente te va a quitar la mitad de impuestos. Pero le dije a mi esposa “Si yo pongo todo ese dinero en Johns Hopkins”, que es un not for profit, Johns Hopkins es una institución privada, pero no es de lucro. Todo el lucro se va de regreso a crear más trabajos y todos le dije “si la pongo ahí, podemos utilizar ese dinero para yo hacer misiones altruistas alrededor del mundo”. Y mi esposa, te lo juro, son los héroes. La heroína. Dijo, “Está bien”. Todavía no teníamos ni muebles en la casa.
Y así fue como empezamos a salir. Salgo tres o cuatro veces al año porque acuerdan que estoy jefe del decano de investigación. Tengo mi departamento, tengo mi práctica, mi laboratorio con 30 científicos. Yo soy el el investigador principal y yo estoy dando una plática en Harvard en que sería más o menos en abril de 2021. Y estaba hablando de un síndrome del impostor porque a pesar de que ustedes me miran aquí, yo siento que todavía no pertenezco. ¿Qué les dije al principio? Me siento como que no he logrado absolutamente nada. Tengo mucho que lograr todavía.
Siempre me he sentido como un impostor. El estar aquí en frente de ustedes todavía es… ¿Y qué les puedo decir? ¿De qué forma puedo darles… decirles algo que no sepan ustedes? Siempre me he sentido así y estoy dando esta plática en Harvard y uno de los estudiantes me dice así en el Direct Messaging, en los mensajes directos de Zoom, soy doctor y mira, lo que está haciendo con Mission Brain, me encantaría hablar con usted. Tengo una idea. Hans Russell, Se llama. Y así de esa forma, me dice “He estado pensando que me encantaría ser un capítulo de aquí de los estudiantes de Harvard y hacer empezar a ser trabajo en la comunidad, a gentes, áreas también que necesitan mucha ayuda”. Y ahí nacen los capítulos alrededor del mundo.
El segundo capítulo se forma en Guadalajara. El tercer capítulo se forma en la UNAM. Y es increíble de la forma, ahora, en la actualidad estamos en 30 países, más de 100 capítulos y tuvimos que ponerlos frenos. El año antepasado tuve que contratar el primer Chief Executive Officer porque yo lo estaba haciendo de mi oficina en mi casa, todo esto, y puros voluntarios. Nada más pagamos un sueldo, con todo el dinero que recaudamos alrededor del mundo. Pero yo pienso, y estaba hablando precisamente de eso ayer en la noche. Me preguntaste cómo le podemos hacer para cambiar el mundo. Yo dije “Yo voy a aportar mi granito de arena, yo voy a ir, voy a hacer mis cirugías” sin jamás imaginar que lo que iba empezar a hacer es crear multiplicadores, hacer que otra gente que cuando me mira hacer lo que yo hago, ellos como quien de repente prendes, como que les das un poquito de gasolina y prendes esa mechita y empieza, empiezan a pensar que también ellos lo pueden lograr.
Entonces hemos estado creando multiplicadores de tal forma que como te dije, el año pasado, más de 23.000 seres humanos se beneficiaron de todo el trabajo que están haciendo los voluntarios alrededor del mundo a través de nuestra fundación de Mission Brain. Y empezó con un granito de arena al salir yo de Estados Unidos de regresar a México, de hacer algo en un hospital pequeñito, algo tan sencillo como ayudar. Y yo venía a limpiar el suelo, lo que me dijeran, lo que me dejaron hacer en el quirófano. Lógicamente, yo ya estaba de profesor en Johns Hopkins. Había escrito dos libros antes de graduarme de residencia y todo eso me ayudó. Siempre yo he pensado –una vez más de los sueños– para poder lograr tus sueños tienes que dedicarte, tienes que encontrar la punta del hilo primero que nada y agarre ese hilo y no dejarlo. Y así fue como empezó mi vida en esto. Lo que pueden hacer ustedes, yo pienso, es decidir qué es ese granito en el que puedes tú aportar.
No sé, de vez en cuando es ser voluntario una vez al año, por ejemplo, en algún lugar donde hay gente… siempre va a haber gente que necesita más de lo que nosotros necesitamos, ¿verdad? Y eso yo pienso que algo siempre se me ha quedado pegado en mi vida, que siempre ha de haber alguien más que necesita más, de lo que nosotros tenemos en el presente.

Entonces de repente se presentan a un neurocirujano. Lo primero que yo hago en mi disciplina siempre ha sido es que al momento de conocer a un paciente el historial médico generalmente yo lo conozco. Las imágenes, las he visto y te lo juro que yo ya sé exactamente qué es lo que tendría que hacer técnicamente para cuidar ese paciente. Al entrar yo al cuarto con el paciente, si entras una experiencia como la que yo tengo y estás tratando de decidir qué es lo que vas a hacer para el paciente, yo pienso que ya estás atrás de lo de donde deberías de estar. Ya estás perdiendo el tiempo, no nada más para ese paciente, sino para su familia también. Lo que yo entro al cuarto es el tratar de entender quién es ese paciente como ser humano, el tratar de entender cuáles son sus necesidades, cuáles son sus virtudes, cuáles son sus temores, qué es lo que quieren hacer. Porque a pesar de que yo a veces quiera decirles que sí necesitamos sacar ese tumor, a lo mejor el paciente no lo quiere hacer. A lo mejor el paciente tiene temor a la radioterapia porque tiene una experiencia, un ser querido, un hijo, una hija, un esposo, una esposa… tuvieron una una complicación.
A la mejor tiene una complicación con neurocirugía. Es el momento de entrar al quirófano. Mi objetivo principal es conectarme con ese paciente, porque a la mejor están a punto de poner su vida en las manos mías y en las manos de nuestro equipo. Y yo pienso que para mí esa conexión, esa capacidad de sentirte parte de ellos, esa capacidad de dejarlos que ellos sean parte de ti, te hace ser más que un cirujano, más que un doctor. Te hace ser un ser humano. Y para mí, antes de cuidar un paciente, si no tienes empatía, si no tienes la habilidad de conectarte con ese paciente, yo pienso que es muy difícil y la verdad, y es la razón por la cual les platiqué de un principio cuando le dije a mis dos amigos, Rubén en Wells, que los acabo de mirar este verano en Chicago estuvimos juntos por primera vez ya más de 25 años que graduamos en la Facultad de Medicina. Les dije que en aquel entonces me dijo que los cirujanos eran súper arrogantes, eran fríos. Pero yo cuando miré Peter Black, lo miré como él trataba al paciente, me di cuenta que puede ser un buen ser humano y aún así puede ser un buen neurocirujano técnicamente.
Y yo pienso que es algo muy, pero muy importante. Y yo pienso que es algo que se me quedó grabado desde una edad pequeña, también de mirar a mi abuelita, a mi nana María, una persona estricta de carácter, pero cuando ella cuidaba a los pacientes, cuando ella… yo miraba como la apapachaban, como la querían, como la abrazaban, yo sentía que su corazón como que se empezaba a derretir. Ella encontraba una belleza que encuentras al momento de conectarte con un paciente que la verdad no hay ninguna otra profesión que te lo pueda hacer y esa conexión para mí me hace sentido, me hace seguir adelante, me hace sentir mis pies en tierra firme. Y yo pienso que esa conexión que tienes con el ser humano te hace sentir humano al final del día y cuando te sientes humano te sientes parte de este universo.
Me gustó mucho porque la verdad es que por primera vez alguien había captado un poquito más a fondo lo que significa el día de los muertos, la celebración de la vida y lo que significa el hecho de celebrar no nada más la vida, sino también la muerte, porque es parte de nuestra vida. Para mí, la muerte, la primera vez que la empecé a entender eran los tres años. Cuando mi hermanita Marisela fallece. Yo me recuerdo todavía nunca se me olvida. Era hermanita gemela de mi hermana Rosa, que está viva. Y ahora hablamos mucho acerca de eso. Hablo con mi mamá acerca de eso. Mi papá sufrió mucho emocionalmente.
Entró en un estado de depresión por muchos años. Ahora lo entiendo. En aquel entonces no lo entendíamos porque no encontrábamos, no buscábamos psiquiatría, no buscábamos psicología, no buscábamos terapia. Mi papá, de la única forma que sabía curarse es tratar de olvidarse, y tomaba, lloraba en la noche. Y yo me acuerdo que el niño miraba esto y mi mamá jamás habló hasta ahora. Hace como dos años, por primera vez, ella habló conmigo de que cuando mi hermanita falleció, siempre cuando se despierta la mira a ella y por primera vez me dijo, a los 79 años me dijo ella que la sigue mirando, que nunca se le olvidó. Y es algo que te llena el corazón de tristeza, el saber que ella se tuvo que mantener fuerte para mantener nuestra familia unida porque fue la matriarca de la familia. Pero me recuerdo de niño yo estaba tratando de entender, nunca se me olvida.
Vivíamos en una casita con dos cuartitos. En este cuartito era la recámara, era una cama y mi mamá le estaba dando de comer. Estaba dando pecho a mi hermanita, mi hermanita rosa, y estaba mi hermanito Gabriel a un lado de ella llorando y yo estaba en la puerta y aquí está una cajita de madera y estaba unas sillas amarillas y era un día helado en un día frío y estaban todos muy tristes. Y yo le pregunté a mi mamá que sí dónde estaba mi hermanita y mamá. Mi mamá me dice que estaba en el cielo y yo decía ¿cómo va a ser posible si supuestamente cuando te vas al cielo es felicidad? Pero ahí había mucha tristeza de verdad. Y fue cuando este niño a los tres años empieza a tratar de entender lo que es la vida y la muerte y eso todavía cuando hablo de, eso me llena de emoción también. Y he hecho más de 5000 cirugías y te lo juro que tengo como diez pacientes que han tenido un impacto en mi vida, que me han dejado completamente destrozado hasta el punto que hace tres años tuve un paciente que perdió su vida y que yo sentí que había cometido un error en el quirófano, que a través de eso tuve que buscar refugio y tuve que buscar a una persona que me ayudara emocionalmente, un terapista que me ha estado ayudando a reflexionar, porque acuérdate que tengo equipos que estamos trabajando un nivel entre la vida y la muerte constantemente, con personas que vienen de todo el mundo, personas que tienen un impacto que si algo les pasa van a tener un impacto en muchas miles de personas, muchas veces también.
Entonces todo eso pone mucha presión, no nada más para mí, sino para mi equipo también. Y esos diez pacientes, te lo juro, que está en mis sueños, completamente, constantemente, ¿verdad? Y esos me han hecho reflexionar también entre mi propia mortalidad. Me han hecho reflexionar, también en la muerte de mi hermanita me han hecho recordar. Es la razón por la cual escribo mucho. Tengo dos libros también que están saliendo el año entrante acerca de eso, del liderazgo en el quirófano, del impacto que tiene el nivel mundial y otro de lo que es ser… ¿Qué es lo que pasa cuando la vida no va a ser lo mismo? ¿Cuando una persona tiene una enfermedad que es incurable, cómo vas a lidiar con eso también? Y como yo lidio también, como ser humano.
Estaba en el quirófano hace como unos tres años y este, estaba operando en un paciente que yo ya lo había operado dos veces, que vino desde muy lejos, 5000 millas de distancia desde otra parte del mundo y ya lo había operado varias veces. Su familia había puesto la vida de este ser querido, un papá joven con dos hijos estudiando en otras partes del mundo. Y lo estaba operando yo y estaba… todo estaba saliendo bien, ya estaba listo. Estaba a dos minutos de terminar el caso, de decir ya hemos terminado. Cuando un de repente miro que el cerebro se empieza a expandir en frente de mí, en frente de mis ojos, yo sé que algo malo está pasando. El anestesiólogo me empieza a decir que los signos vitales están cambiando. El corazón empieza a bajar, la respiración está alterada, todos los signos vitales se empiezan a alterar. Yo sé que estamos lidiando entre la vida y la muerte en este paciente.
Para no ser la historia larga, ese ese caso. Y empecé a las 07:30. Eran como las 19:00 de la tarde. Estaba a punto de terminar. Esa noche tenía una cena como a las 21:00 de la noche. No salí del quirófano hasta el siguiente día, entre las 5, 6, 7 de la mañana. Le logramos salvar la vida. Eventualmente, al mes lo tuve que dejar salir de este mundo con la familia.
Y ese día me acuerdo que los hijos estaban ahí. Uno tocaba el tambor, otro tocaba la guitarra y ese día, con sus dos hijos tocando música, yo personalmente desconecté al paciente porque ha sido siempre mi religión y es algo muy fuerte, pero yo se los debo a ellos, se los debo a la familia. ¿Por qué? Porque ellos han puesto la vida de sus seres queridos… y esa vez fue la primera vez que yo me pregunté a mí mismo ¿Por qué tengo que seguir haciendo esto? Tengo otros, tengo mis compañías, tengo mi laboratorio, tengo la fundación. Puedo hacer otras cosas, cosas alrededor del mundo. Cuando llegaron a la semana, recibí una nota de la esposa del paciente agradeciéndome por haber sido parte de su vida y por haber dado más años de vida a ese ser humano y eso me dio la fuerza para regresar otra vez al cuadrilátero, para regresar otra vez al ring a seguir luchando por mis pacientes. Pero cada vez que me pasa esto me pregunto a mi mismo ¿vale la pena seguir o no?
Porque en este punto de mi vida la verdad es que puedo hacer muchas otras cosas que financieramente a la mejor me dan mucho más también. Si en eso estuviera yo interesado, pero mi interés nunca ha sido financiero, mi interés ha sido siempre tocar al ser humano y que el ser humano me toque de regreso. Y si son momentos felices, disfrutarlos a lo máximo. Y si son momentos tristes, también encontrar belleza en esa tristeza que ha sido muy importante en mi vida.
De vez en cuando nos quedamos paralizados por la cuestión política, por la cuestión económica, por cuestiones del destino. Y la única forma que miramos a veces, como tú lo dijiste, es de salir, de buscar, de buscar otras nuevas oportunidades. Así salí, pero jamás dejé de ser mexicano. México me hizo ser quien soy. Ha sido algo muy importante. Me ha hecho sentir muy orgulloso de saber que mis raíces son humildes. Cuando recién llegué a Estados Unidos pensaba que el haber sido pobre, el haber sido humilde, era algo que nunca lo iba a superar. No entendía que en sí era la razón por la cual Estados Unidos ha tenido una fascinación enorme con mi historia, de tal forma que Brad Pitt, con su compañía Plan B, han planeado hacer una película.
Han hecho varios guiones. La razón por la cual Netflix ganó un BAFTA, un Emmy con nuestra serie y la razón por la cual la serie de Johns Hopkins en 2009 ganó un Peabody Award. Y esas son series en las cuales yo he estado prominentemente, en estas series. Hay una fascinación enorme, pero si te das cuenta que cada vez que estoy en estas series siempre me han celebrado por haber sido mexicano, nunca he dejado de ser mexicano. Nuestras raíces, nuestra gente, es muy importante. Conté las historias de mi hermanita, de mi papá, de mi mamá, de mis tíos, cuando salieron ellos de braceros y regresaban a traernos comida. Cuando pasamos por situaciones económicas muy difíciles, se planta la semillita de salir a buscar oportunidades. Y ahora en la actualidad tengo sueños todavía, Javier, tengo sueños de cambiar el mundo.
Todos los días me levanto en la mañana, me miro al espejo, miro ese niño que sale de México a los 19 años, miro ese niño que sale a los 14 años por primera vez y se esconde detrás de una troca y se cubre con mantas para pasar la frontera y buscar trabajo. 14 años, Javier, a los primeros 14 años. Y nunca ha cambiado. Ese niño inquieto, ese niño travieso, ese niño soñador, ese niño con energía. Y la verdad es que han sido cosas que me han mantenido hasta la fecha humilde, que me han mantenido enfocado en lo que quiero yo hacer. Y eso sale de México, porque decíamos cuando yo crecí lo que se ha hecho en México es buen hecho.
Tenías que subirte a una velocidad enorme y de una u otra forma el golpe, el movimiento de Kalimán y brincar y caer del otro lado y caías con cortadas, atrapado ahí en el alambre de púas. Entonces yo empecé a practicar porque yo sabía que iba a cruzar esa frontera. Y me recuerdo el día que decidí. La primera vez que la crucé yo tenía… yo me acuerdo que estaba primero que nada tenía temor del lado mexicano, porque si te agarraban los policías te metían en la cárcel y esa tenía su peligro también ahí. Segundo, tenía miedo el no poder cruzar esta barrera y allá arriba quedarme atrapado en los alambres de púa, cortarme, lastimarme, romperme la pierna al caer del otro lado. Y me acuerdo que esa noche que decidí hacer el salto, cuando iba corriendo a toda velocidad, mi corazón sentía un miedo enorme. Pero al momento de empezar a correr, empecé. Porque lo más difícil cuando tienes miedo es empezar.
Tienes que darte ese coraje. La gente piensa que la persona que tiene más valor es aquella que no tiene miedo. No, al contrario. La persona que tiene más valor es aquella que tiene miedo y que lo supera. Entonces tienes que sentir que tienes valor y al momento de empezar a correr, correr, correr, crucé. Y llegué del otro lado y empecé a correr. Era un niño. Eso fue, no fue a los 14, eso más tarde, cuando ya tenía 19, me agarra la migra y me agarró.
Me atrapó. Me atraparon esa noche. Me ponen ahí, me detienen, me mandan de regreso. Y al siguiente día muy pocas personas tienen el valor de hacerlo otra vez. Pero acuérdate que no nada más el valor. Tienes que aprender de tus errores. Lo que no me di cuenta es que al momento de cruzar el tiempo no era adecuado. Lo que pasa es que la segunda noche me acuerdo que en la segunda noche me fui.
Me acosté en la en la frontera a un lado del cerco y había unas ramas que estaba escondido yo, y empecé a mirar el tiempo en que el emigrante estaba pasando. Era un minuto, dos minutos, tres… Depende del tiempo, ¿no? Entonces yo ya sabía. Tenían un ritmo, siguen un horario. Y cuando yo sabía que tenía una ventana fue cuando crucé la segunda vez. Y esta vez salí triunfante y llegué eventualmente al Valle de San Joaquín a trabajar en el campo. Yo pienso que el miedo es algo muy importante en nuestra vida y mi consejo es siempre tienes que hacer el primer movimiento. Así de sencillo.
Entonces si tú te sientes a veces que tu temor te paraliza, debes decir “¿Qué tal si tomo el primer pasito?” Así de sencillo. Y de repente ya empiezas a caminar y de repente empiezas a correr y ese miedo lo vences. Yo sé que lo vences, ¿verdad? Tienes que platicar con aquellos que te rodean, que te conocen, también. Es muy importante saber que no estás solo, que no es el único que tiene miedo. Todos tenemos miedo, pero a veces no lo manifestamos o nos tratamos de hacer como que somos muy valientes, pero en verdad adentro sentimos que nuestro cuerpo se está destrozando.
Yo pienso que… no sé, para mí tiene un significado en el cual quieres aparentar que eres fuerte, ¿verdad? Y la verdad es que la fortaleza a veces viene de demostrar debilidad, también. De demostrarte ser humano, de demostrar que pues que te sientes débil o que te sientes, no sé si la palabra culpable es la adecuada, o que te sientes que no hicistes lo máximo para ese paciente. Te sientes inadecuado y eso es ser humano. Yo pienso que lo que el paciente, lo que yo he vivido en mi vida, es que todos los pacientes que me han visto, esos seres humanos, siempre yo, lógicamente vienen de muchos países, saben quién soy, al momento de estar ahí conmigo, ya saben quién soy, saben lo que yo hago, creen en lo que yo hago. Pero ahora lo que están buscando ellos también, es esa conexión personal. Y a veces esa conexión personal se demuestra en esas debilidades que tenemos al reconocer “Sabes que no estoy seguro. Yo pienso que me preocupa lo que hice aquí”.
Siempre soy honesto con mis pacientes y con los seres queridos también, les digo esto fue lo que pasó en el quirófano. Nunca me gusta ocultar nada porque no vale la pena ocultar absolutamente nada. Siempre me gusta dejarles saber exactamente. Y esto viene de una historia de cuando yo estaba de residente, mire a uno de mis profesores, hacer exactamente esto. De ahí aprendí dos lecciones. Número uno, ser honesto con el paciente. Y número dos, el éxito, cuando todo sale bien es un deporte de equipo en el cual tienes que compartir ese premio con todo el mundo y con el resto del equipo. El fracaso es un deporte personal, el cual lo tienes que absorber tú como líder, personalmente y decirle al resto del equipo que esa fue tu responsabilidad y que estás completamente satisfecho con lo que cada elemento de ese equipo ha hecho, aunque no haya sido así.
Esa es la forma en que un buen líder se tiene que comportar y eso lo he aprendido a través de los años. Acuérdate que un buen líder te hace creer que el líder en sí puede hacer cualquier cosa. Un líder que trasciende te hace sentir que tú puedes hacer cualquier cosa para cambiar el mundo. Y yo he estado en esa jornada de tratar de ser no nada más un buen líder, sino de trascender a ser un líder de impacto, de crear multiplicadores. Y esa vez yo estaba operando y hice un movimiento técnico el cual casi, casi saqué el ojo de un paciente y estaba en mi segunda cirugía. Y el neurocirujano, el adscrito estaba ahí conmigo, pero él me había dicho de hacer algo con un aparato que está funcionando a una revolución muy alta, dando vueltas, y agarré un pedazo de hilo y el hilo iba tan rápido que se hizo como un bisturí y casi corté el ojo. Al último, no cortó el ojo, pero cortó músculos y cosas por el estilo y lo tuvimos que reparar. Pero al momento de salir a hablar en la familia fue cuando descubrí que él, en vez de decirles que yo lo había hecho, él dijo “Yo estaba haciendo esto” y todo, porque él al final del día él era el responsable de eso también.
Pero lo dijo de una forma tan honesta y demostró esa vulnerabilidad y lo reconoció con la familia. Y me acuerdo que en una edad muy temprana aprendí que lo mejor que puedes hacer en la vida es a veces lógicamente estar con el paciente y con sus familiares, pero de reconocer tus fallas, reconocerlo, a lo mejor reflexionar en lo que pudieras haber hecho mejor. Y a veces la fuerza viene de demostrarle al paciente que sí, tienes interés, sí quieres que salgan ellos, adelante, sí quieres que todo salga bien. Pero a veces, a pesar de eso, las cosas no van a salir bien y es todo lo que el paciente va a preguntar de ti. Muchísimas gracias a todos ustedes, de verdad se los agradezco mucho. Todas esas preguntas me inspiran. Te lo juro que no las preparo, todos tienen espontáneas, vienen del corazón. No me gusta prepararlas.
Me gusta que me sorprenda la gente. Me gusta que me reten. Y a mí, a mí mismo, me gusta retarme también. Lo único que no les he dicho yo, es que no nada más he fallado muchas más veces de las que he ganado en el quirófano, pero también como hijo, como esposo, como padre. He pasado muy poco tiempo con la familia. Eso es lo que le llamo el precio del triunfo. En mi primer libro tenía un capítulo que se llama precisamente eso, el precio del triunfo, y la gente no lo reconoce. Ayer en la noche he estado escuchando yo, no sé si se dieron cuenta, por ejemplo, Alexander Acha está hablando con Emanuel de lo que su papá que no estuvo en sus cumpleaños y todo eso.
Fue algo increíble. Es un momento muy emocional. Está en social media, y la verdad es que así es el triunfo, académicamente, todos esos libros que he escrito, es tiempo que pasé escribiendo y que no lo pasé en casa, que no lo pasé con mis hijos, que no miré sus juegos, sus partidos de fútbol, sus conferencias en la escuela, sus obras de teatro, cosas así por el estilo, ¿verdad? Y yo fue… Yo pienso que fue algo que era, ahora lo miro de regreso y sí tengo cierto remordimiento. Tengo cierto sentido de culpa también. Los últimos años he reflexionado, y he tratado de rectificar aquellos errores que cometí también. Y lógicamente, tratar de pasar tiempo con la familia, pasar tiempo con mis papás. Tú sabes, por ejemplo, hace como un mes mi hermano menor tuvo un… tuvo un embolio muy fuerte, a los 50 años.
Tuvo un embolio muy pero muy fuerte que casi fallece y yo iba saliendo de mi casa a las 05:15 de la mañana. De un de repente recibo una llamada de mi mamá y yo sé que son las 2:15, el tiempo de California y contesto y me dice mi mamá que mi hermano está en el hospital. Tuvo un embolio. Está entre la vida y la muerte. Yo voy al quirófano, al hospital, a hacer no una, no dos, tres cirugías de tres pacientes que tienen cáncer y los tres pacientes eran de tres países diferentes. Uno del Medio Oeste, otro de Sudamérica y otro de Europa. Habían venido muy lejos con sus familias y ahí no hay nadie más que pueda hacer esta cirugía, nada más yo. Y tengo todo el equipo y entro al quirófano, hacer las cirugías ese día y al siguiente en la mañana le digo a todo el mundo me voy hacia California.
La primera vez en más de 35 años que yo salí de México, que paso cuatro días enteros con mis padres y con mis hermanos. Así, así de sencillo. O sea, ese sacrificio es el precio del triunfo. Lógicamente me ha causado últimamente reflexionar un poco más y es la razón por la cual dejé todo. Le dije a todo el mundo tranquilos, voy a estar allá con mi familia. Pasé cuatro días con mis padres, ayudé al último, terminé arreglando la casa. Bueno, soy mecánico. Al final del día, estas manos nada más son el vehículo.
Soy mecánico del cerebro, nada más. Y así como soy mecánico del cerebro, arreglo cosas, también en vehículos y en la casa y todo eso. Aunque mi esposa es mucho mejor para todo eso. Gracias. Muy bien.