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El arte nos enseña a mirar más allá de lo visible

José Gordon

El arte nos enseña a mirar más allá de lo visible

José Gordon

Periodista y escritor


Creando oportunidades

José Gordon

José Gordon es escritor, periodista y divulgador científico, reconocido por su labor en la intersección entre arte, ciencia y literatura. Desde niño, una experiencia frente al mar lo llevó a preguntarse por el misterio de la existencia, inquietud que ha guiado su trayectoria profesional. Ha explorado el conocimiento y la creatividad a través de múltiples expresiones: es autor de libros como “Gato Encerrado” y “El libro del destino”, y creador de proyectos como “Imaginantes”, cápsulas televisivas que acercan la ciencia y el arte a públicos diversos.

Conduce desde hace más de 18 años el programa “La oveja eléctrica” en Canal 22, espacio dedicado al pensamiento científico y humanista. Ha colaborado con ilustradores y científicos, y ha impulsado iniciativas como el “Colisionador de Ideas”, que buscan despertar la curiosidad y la inteligencia colectiva en museos y escuelas. Su trabajo promueve el asombro, la empatía y el diálogo entre disciplinas, convencido de que la creatividad y la imaginación son motores de transformación social.


Transcripción

00:00
José Gordon. Encantado de estar con ustedes para hablar de algo que creo que nos toca a todos y que a veces olvidamos, que es ver de qué manera estamos conectados con el universo que nos rodea, con la gente que nos rodea. Y si de alguna manera podemos entender de qué se trata esta pasión por el conocimiento y por ponernos en la piel de la otra persona, por descubrir lo que está pensando el otro, por descubrir lo que sucede a nuestro alrededor y sobre todo, por la capacidad de transformarlo de una manera creativa. Eso ha sido en mi vida el impulso central que ha llevado a mis diferentes expresiones y trabajos profesionales. Pero para mí, realmente todo esto empieza con una experiencia que tuve cuando tenía siete, ocho años, y estaba frente al mar. Una experiencia que creo que todos hemos tenido. Era la noche y estaba a solas y sentía el oleaje y veía la luz de la luna. Y en esa soledad, de repente hice una pregunta que creo que casi todos nosotros nos hemos hecho, pero que a veces olvidamos. Y la pregunta es ¿por qué existe algo? ¿Por qué existe ese oleaje? ¿Por qué existe lo que está ahí en ese momento, de alguna manera, sacudiéndonos el corazón, cuando pudo no haber existido? ¿Quiénes de ustedes han tenido una experiencia similar? Y lo que pasa es que luego las olvidamos. Boicoteamos esa parte de misterio y asombro que teníamos ante esa pregunta que prácticamente da una especie de mareo cósmico. Es abismal. Y pues la primera pregunta que yo hice de índole científica podría decir, porque anulé el yo. La pregunta narcisista hubiera sido ¿por qué existo yo? La pregunta que tiene que ver más con una índole científica es ¿por qué existe algo en vez de que no exista absolutamente nada? Ese pulso, ese misterio, lo he tratado de sondear, de explorar a través del arte, pero también a través de la ciencia. Y a través del arte se ha dado de una manera muy interesante que hizo eco con esta experiencia, cuando leí un poema de Octavio Paz que se llama Hermandad y que dice, “Soy hombre: duro poco, y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender entiendo: también soy escritura. En este mismo instante alguien me deletrea”. Ese sentido de que hay una inteligencia, un pulso de creatividad que nos está retando a entenderlo, es el que ha marcado de alguna manera mi exploración, tanto desde el mundo del arte como desde el mundo de la ciencia. En el mundo de la ciencia esto se me abrió a partir de una experiencia muy interesante, con un experimento científico que de alguna manera también se estaba preguntando qué es lo que está más allá de las apariencias.

03:06
José Gordon. Y esto tiene que ver con un estudio que se hizo con gatitos que acaban de nacer. Este estudio fue desarrollado por los investigadores Hubel y Wiesel, quienes a la postre ganarían el Premio Nobel, y ellos estaban haciendo investigaciones sobre la percepción visual de los gatos. Porque resulta que cuando los gatos están recién nacidos todavía no tienen las terminaciones de las neuronas y el circuito cerebral que les permite ver. Parafraseando al poeta Antonio Machado, se hace mirada al mirar. Y entonces los días primeros en los que los gatos se están exponiendo precisamente a las primeras formas visuales, son clave para terminar las conexiones que permiten que los gatos puedan ver. Y en este marco, pues hicimos un libro junto con ilustraciones de Sebastián Ilabaca, que se llama Gato Encerrado. Y aquí estamos viendo precisamente cómo estamos con el problema de que en un experimento científico, en esos días críticos se decidió colocar a los gatos en una caja en donde solamente podían ver líneas horizontales. Y ¿qué es lo que ocurre cuando termina el experimento? Que los gatos en esos días, que son clave para terminar la percepción que pueden tener, siempre se tropiezan con las patas de las sillas y de las mesas porque ya no pueden ver lo vertical. Se acostumbraron un mundo en el que solo veían lo horizontal. Y esto me hace preguntarme si nosotros no estamos también en una especie de caja, una especie de caja en la que es tan lujosa, está tan llena de tantas formas, árboles, mares, flores que pensamos que no estamos en ninguna prisión y que no estamos dentro de un lugar que de alguna suerte, también está confinado por lo que nos permiten apreciar nuestros sentidos. Entonces nosotros también podríamos estar precisamente en esta forma atrapados dentro de la caja. Pero realmente lo que es interesante es que tanto la ciencia como el arte tienen la posibilidad de hacer boquetes, una especie de boquetes en las cajas para asomarnos a lo más pequeño de lo pequeño y a lo más grande de lo grande. Y así es como el día de hoy tenemos incluso fotografías de agujeros negros.

06:12
José Gordon. Esto es verdaderamente salir de los límites en que estábamos encerrados. Esto es lo que permite precisamente la ciencia: extender a través de la tecnología nuestros sentidos y llegar a confines del universo que jamás pensamos que podríamos fotografiar. Pero el arte también nos revela algo que a veces no sabemos que podríamos también explorar. Y es que, por ejemplo, tenemos aquí una ilustración que se va a ver acompañada con una imagen de Julio Cortázar, este gran escritor que nos plantea lo siguiente, para saber ver lo que ocurre cuando tenemos la experiencia de un beso. Por lo general, todos pensamos que cuando estamos besando a la persona amada le estamos viendo los dos ojos. Pero Cortázar lo describe así en la novela Rayuela, lo voy a parafrasear, dice, “Toco tu boca con un dedo, toco el borde de tu boca, boca entreabierta, Dibujo tu boca con los ojos cerrados y tus labios coinciden con mis trazos. Me miras de cerca, me miras. Los ojos se agrandan y los cíclopes se miran. Y efectivamente, lo que pasa en el momento del beso es que nos volvemos cíclopes. Vemos tan solo un ojo de la otra persona y esto nos revela cómo el mundo del arte también nos permite ir más allá de las apariencias. De hecho, ustedes pueden hacer hoy el experimento científico con sus parejas para darse cuenta de que en el momento del beso, vamos a ver tan solo un ojo. Y esto es lo que siempre me ha asombrado del arte ver más allá de las apariencias, ver e imaginar lo que está más allá de lo que solemos percibir.

08:55
Kelly. Hola, Pepe. Mi nombre es Kelly. ¿Quería preguntarte para ti qué es la imaginación?

09:00
José Gordon. Gracias Kelly, por esta pregunta. Creo que todos nos hacemos ese tipo de preguntas. ¿Qué es la imaginación? Porque, bueno, estamos frente a algo que se supone que no se puede ver. ¿Y entonces cómo lo podemos ver? ¿Cómo podemos ver lo invisible? Y Gaston Bachelard decía que imaginar es ir más allá de las imágenes primeras. ¿Cuáles son las imágenes primeras de las que hemos hablado en este momento, de las imágenes en las que está encerrado el gato? El gato nada más, ha visto líneas horizontales. Esas son sus imágenes primeras. Entonces, ¿cómo ir más allá de lo que siempre vemos? ¿Cómo salirnos de los conceptos que siempre encontramos? Resulta que para ello tenemos que salirnos de algo que podríamos llamar el sesgo de la confirmación. El sesgo de la confirmación tiene que ver con el mundo que estamos acostumbrados a ver. Por ejemplo, sucede que muchas veces cuando estamos ante noticias falsas, si concuerdan con nuestro mundo, las aceptamos, porque no podemos imaginar otro tipo de pensamientos, otro tipo de mundos. Esto creo que puede ser muy bien ilustrado por un meme. Se ve al papá que está sentado frente a la computadora. La hija de 17 años se acerca por detrás, se asoma a ver lo que está viendo en la computadora su papá. Le dice, “Papá, ¿no te das cuenta que estás viendo puras noticias falsas?” Y entonces él le dice, “Hija, ¿cómo van a ser falsas? ¿Cómo van a ser falsas si piensan exactamente lo mismo que yo?” Y ese es el problema. Nos encerramos en burbujas de prejuicios que nos hacen nada más ver un mundo pequeñito al que ya estamos acostumbrados y no nos podemos imaginar otros mundos. Y esto tiene un efecto terrible en la vida. Carlos Fuentes, un gran novelista mexicano, decía “Destruimos al otro cuando somos incapaces de imaginarlo”. Entonces la pregunta es, ¿cómo imaginar distintas realidades? Y aquí viene algo muy interesante que descubre precisamente la ciencia, que tiene que ver con las neuronas de empatía o las neuronas espejo. Las neuronas de empatía se descubren de una manera muy interesante. La leyenda urbana plantea que Giacomo Rizzolatti, el gran investigador italiano, en la Universidad de Parma en 1996, está haciendo un estudio con monos para tratar de descubrir cuáles son sus neuronas motoras, las que se ponen en acción cuando hay un movimiento en el cuerpo del mono. Y entonces, para hacer este experimento, pues fue algo muy sencillo se pusieron cacahuates y entonces la persona, el mono, agarraba el cacahuate y entonces veían que neurona se encendía en el momento en que se agarraba el cacahuate. Pero resulta que un día –y esto es la leyenda urbana, pero se lo pregunté alguna vez a el mismo científico Giacomo Rizzolatti y el tenor de lo que se está planteando, es real– resulta que se terminó el experimento y el mono todavía estaba con los electroencefalogramas que estaban midiendo su actividad y los instrumentos para hacer registros en sus neuronas motoras.

12:18
José Gordon. Resulta que uno de los investigadores se le olvidó que los cacahuates estaban ahí para el experimento, y en ese momento empezó a comer cacahuate, y el mono vio al investigador que estaba comiendo el cacahuate y se le prendieron las neuronas. Se le empezaron a encender las neuronas porque ver era como hacer. Se descubrieron las neuronas espejo, las neuronas de la empatía, las que nos permiten y imaginar al otro. Y entonces, bueno, esto para mí ha sido uno de los hallazgos más interesantes, porque esto es algo que siempre ha pasado. La literatura no es más que neuronas de empatía en movimiento. Cuando estamos frente a una película estamos sintiendo lo que está sintiendo el otro. Yo les pido que en alguna ocasión hagan el ejercicio de que cuando estén viendo una película y estén en la escena del beso, se volteen, no a ver más que a los espectadores y se van a dar cuenta que en ese momento ver es como hacer, porque las miradas están encendidas, porque estamos sintiendo empatía, estamos imaginando lo que el otro imagina. Y en este marco hemos hecho un proyecto que se llamó Imaginantes. Un proyecto muy interesante en donde en la televisión rasgamos la pantalla, por decirlo así, durante un minuto, para volverla a cerrar, pero que te quedaras con la sensación de que te asomaste a otro mundo, imaginaste otras posibilidades, con historias y relatos que vienen del mundo de la ciencia, pero también del arte, del cine. Porque los ‘imaginantes’ son novelistas, artistas, científicos, creadores, que encienden el foco de la imaginación y nos recuerdan que nuestra especie también se llama, “Imaginantes”, que somos personas que podemos ponernos en la piel del otro para sentir lo que siente el otro. Y eso nos saca de los límites de las cajas perceptuales en donde solemos vivir.

15:13
Itzel. Hola Pepe, un gusto saludarte, soy Itzel. Tradicionalmente la ciencia y el arte han llevado caminos separados, pero has buscado el punto de encuentro entre ambos. ¿Por qué crees que es importante el llevarlos de la mano?

15:27
José Gordon. Gracias Itzel por la pregunta. Porque sí, efectivamente, ciencia y arte son dos ventanas para precisamente ver si podemos encontrar, descubrir lo que está pensando el otro, lo que está sintiendo el otro. En el mundo de la ciencia, recuerdo que el profesor, el doctor José Luis Díaz, un neurocientífico mexicano, planteaba que lo que hace la ciencia son una especie de ‘cerebroscopios’ para tratar de entender lo que está pasando en tu interior. Entonces por eso tienes electroencefalogramas, en fin, que te permiten medir y tratar de asomarte a lo que está pasando por dentro. Pero lo interesante es que el arte también trata de hacer ese mismo proceso, de asomarnos a lo que está pensando el otro, lo que está imaginando el otro. En una novela de Roger Zelazny, que se llama El maestro de los sueños, se cuenta un relato que a mí me parece que ahí estamos viendo los que pueden revelar tanto ciencia y arte sobre lo que estamos sintiendo y pensando. Se supone que no podemos asomarnos a lo que está pensando el otro. Hay un relato de la vida real de el novelista Isaac Bashevis Singer, que cuenta como la primera mujer que amó en su vida, le contó que ella tenía la capacidad de leer los pensamientos de las otras personas. Veía el rostro de una persona y enseguida estaba sintiendo lo que estaba pasando adentro y decía, “No creas que estoy alardeando. De hecho, a veces es muy difícil saber lo que está pensando la otra persona. Por eso Dios nos hizo con un cráneo”. Decía, “para que no pudiéramos hurgar dentro de lo que está pensando el otro, porque a veces nos asustaríamos”. Pero por el otro lado también la gran tentación es no sentirnos aislados y ver si podemos entender lo que está pensando el otro. Y hay un cuento, bueno, más bien un relato dentro de esta novela de Roger Zelazny, que se llama El maestro de los sueños, en donde se habla de un escenario del futuro en donde el psicoanalista, el doctor, el terapeuta, se encuentra con su paciente y estamos en un momento en donde en vez de tratar nada más de entender lo que pasa con el paciente a través de las palabras que nos dice, tenemos una especie de cascos virtuales, –no estamos muy lejos ya de esos escenarios, el arte se anticipa, en mucho a veces, a la ciencia– y entonces, se conectan, se ponen estos cascos y se conectan directamente los cerebros del doctor y del paciente o la paciente. De esta manera entonces, pasan directamente las imágenes del paciente al cerebro del doctor. Y no lo podemos engañar con la palabra, porque está viendo realmente lo que estamos pensando y lo que estamos imaginando. Pero una de las cuestiones más interesantes es que una de las pacientes de este doctor era ciega y se sintió tan inspirada por lo que había descubierto en su proceso terapéutico que le dijo al doctor Yo también quiero utilizar estas técnicas y utilizar estos cascos para conectarnos directamente del cerebro al cerebro.

18:39
José Gordon. Pero el doctor le dijo, “Pero pues tú no puedes porque eres ciega, entonces ¿cómo vamos a poder hacer esto?” Y entonces el doctor vio que ella estaba tan ilusionada en poder explorar aquello que le hizo tanto bien, que entonces le dijo, “Bueno, vamos a tratar de hacer un ejercicio interesante”. Y entonces se conectaron de casco a casco, y como ella no podía ver, lo que él hacía era enseñarle las primeras formas geométricas. Entonces le enseñó cómo era un triángulo, como era un cubo, y luego fue avanzando en este proceso y le empieza a enseñar cómo es, por ejemplo, un jardín, o luego le empieza a enseñar cómo se puede ver un árbol y ella por primera vez está viendo lo que es un árbol a través de los ojos del doctor. Y luego llega un momento en que le empieza a dar cada vez más detalles hasta que le enseña un lago. Y entonces, dentro de este proceso, él hace que ella se asome al lago y ella ve por primera vez su rostro reflejado en el espejo del lago. Eso es lo que hace la ciencia, y eso es lo que hace el arte en su intento de descubrir cómo podemos ver lo que no podemos ver. Hemos hablado de este gran poeta mexicano, Octavio Paz, y él tiene un poema que se llama Olvido, con el que quiero hacer un experimento en este momento con ustedes. Y el experimento consiste en lo siguiente: Les voy a pedir a todos que cierren los ojos por unos momentos. Y sigan con los ojos cerrados mientras les digo estas palabras del poema Olvido. Dicen, “Cierra los ojos y a oscuras piérdete bajo el follaje rojo de tus párpados”. Ahora, por favor, abran los ojos. ¿Quienes vieron el follaje rojo? Estaba siempre ahí. Y el problema es que si no lo sabemos nombrar, no lo reconocemos. Esa es la importancia del lenguaje y del arte. Palabras que nos abren, mundos que nos abren nuevos territorios de experiencia. Y por el otro lado, la ciencia, con la capacidad de explorar de manera rigurosa qué es lo que pasa en nuestras neuronas cuando entendemos algo. ¿Qué es lo que pasa cuando tenemos una experiencia de belleza? ¿Qué es lo que pasa cuando nos asomamos a los confines del cosmos? Entonces estamos hablando de que ciencia y arte son procesos complementarios que nos ayudan a abrir dos ventanas que son esenciales para entender el mundo que nos rodea. La ventana del pensamiento crítico, riguroso, objetivo, y por otro lado, la ventana de la empatía, de la intuición que nos permite imaginar lo que está imaginando el otro.

21:59
José Gordon. Decía, por ejemplo, Elías Canetti, “Solo por los colores ya valdría la pena vivir eternamente”, solo por los colores. Y luego, por otro lado, nos sorprendemos también de que no entendemos ni siquiera el prodigio de que podamos ver a otra persona o que podamos escuchar algo, porque esto tiene que ver con el cerebro y sus procesos, que verdaderamente son asombrosos. Fíjense, hay un autor que es Premio Pulitzer, que se llama Ed Yong, quien dice lo siguiente, “La luz es radiación electromagnética. El sonido solo ondas de presión, el olfato, tan solo moléculas. ¿No es evidente que puedan detectarse, convertirse en señales eléctricas y derivar de ello el espectáculo de un amanecer del sonido, de una voz o del olor a pan recién horneado?”. Entonces estamos ante el asombro que nos trae la ciencia y el asombro que nos trae el arte. Solo por los colores ya valdría la pena vivir eternamente.

23:58
Ángel. Hola, mi nombre es Ángel. Volviendo al contexto de la ciencia y el arte, ¿ha habido casos en los que el arte ha predecido cosas que la ciencia luego ha confirmado?

24:08
José Gordon. Gracias por la pregunta. De hecho, sí. Sí. Ocurre frecuentemente. Mi amigo el novelista Ignacio Solares decía que por donde pasan los hechos pasan antes las palabras. Esto quiere decir que pasa por la imaginación. Y a veces la imaginación. Desde el mundo del arte se anticipa a lo que va a ocurrir en la ciencia. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en el caso de una novela de Julio Verne, publicada en 1865, De la Tierra a la Luna, en donde él ya está describiendo la velocidad inicial que se tiene que dar para que se rompa la fuerza de la gravedad y podamos tener un viaje de esta naturaleza. Y también describe cómo sería el movimiento de los cuerpos en esta situación. Y aún más lejos, cuando está hablando del lugar en donde puede regresar la nave espacial a la Tierra, está describiendo un lugar que no es muy lejano a algunos de los lugares en donde estas naves han aterrizado. Pero no nos debe de extrañar que los científicos leyeron también a Julio Verne. Y entonces, de alguna suerte, ahí empezamos a tener una retroalimentación entre ciencia y ficción. Y llega el momento, entonces, que los científicos también se apropien de esta ficción para hacer sus avances, porque lo que es muy emocionante es que algunas de las grandes imaginaciones de los científicos están nutridas por las imaginaciones de artistas. Muchos científicos se asoman con asombro ante los cuentos y relatos de Jorge Luis Borges. Y entonces, por ejemplo, en ciertas descripciones de los mundos cuánticos, de esos mundos que ocurren al nivel de las partículas subatómicas, se describe algo que es muy interesante. En donde antes de hacer una observación de una partícula, se describe a través de una ficción que se denomina función de onda, que describe todas las posibilidades en donde puede encontrarse la partícula antes de ser observada. Y esto, para que lo entendamos bien, es como una ola en el mar. Una ola que está llegando y bañando la playa y hace un dibujo con todas las posibilidades en donde puede estar llegando la ola. Pero lo interesante es que en el momento de hacer la observación colapsa la función de onda y solamente emerge una posibilidad. Y la pregunta que hicieron algunos científicos es ¿qué les pasó a las otras posibilidades? ¿Nunca existieron? Y bueno, en este marco es muy interesante que una teoría formulada por Everett, Wheeler y Graham, unos físicos que están planteando lo que le llaman la interpretación de los mundos… de los diferentes mundos, de la mecánica cuántica, de esta física de partículas subatómicas. Y lo interesante es que lo que plantean es que es posible… una posibilidad es que todas esas variantes existen simultáneamente, pero en universos paralelos. Esa es la especulación que hicieron estos científicos. No es algo que esté comprobado. Pero lo interesante es que Borges lo imaginó desde un relato que publicó en 1941 que se llama El jardín de senderos que se bifurcan.

27:29
José Gordon. Borges imagina que un personaje, en vez de tomar un camino o tomar otro, puede tomar todos los caminos simultáneamente, como hacer una especie de clonación de sí mismo y tomar este sendero y también el otro sendero y describirlos todos al mismo tiempo. Y a veces uno quisiera tener esa posibilidad de decir Bueno, estoy viendo una película y al mismo tiempo estoy estudiando y al mismo tiempo puedo hacer todas las posibilidades que tiene el mundo que nos rodea. Y eso nos suena muy raro, porque uno dice, “No, no, no, la lógica no… esto no es normal. Uno no puede estar en todas partes al mismo tiempo”. Pero el mundo cuántico, el mundo de partículas subatómicas, tiene estas paradojas, de que puede estar aquí y allá al mismo tiempo. Pero el problema es que siempre, cuando se da la observación, se colapsa la función de onda y solo emerge una posibilidad. Entonces hay físicos como Seth Lloyd, quien en la Universidad Tecnológica de Massachusetts decía al estar estudiando estos temas que él era un masajista de átomos, para que los átomos se mantuvieran en su extraña condición de ola, antes de ser perturbada por la observación. Ocurre en el nivel de partículas subatómicas, pero eso es lo que nos gustaría que ocurriera en el fútbol, por ejemplo, que pudiéramos tirar un penalti y que tuviéramos gol, que la pelota se fuera a los dos lados del ángulo de la portería al mismo tiempo y metiéramos un gol cuántico. Dos cero en vez de uno cero. Esta es nada más una forma de decir que, efectivamente hay momentos en que el arte se adelanta a la ciencia con las posibilidades que imagina. Y alguna vez le preguntaron a Borges, “Oiga, ¿y usted le lee mucho física o lee mucho los artículos científicos?” Y él decía, “No, no, esto no es así. Pero lo que sí les puedo decir es que ciencia y arte se espejean. Y se espejean, tal vez porque salen de un mismo punto común”. Y esto es algo que luego quiero platicar con ustedes, porque me parece que es el tema fundamental que quiero de alguna manera dialogar con ustedes. ¿Qué es lo que nos une? ¿Qué es lo que une nuestros sueños? ¿Qué es lo que une nuestros deseos? ¿Podríamos comunicarnos a través de sueños como algunos personajes de la literatura nos plantean? ¿Qué tanto el mundo de los sueños está presente en nuestras vidas cotidianas? Y vuelvo entonces ahora un cuento de Bashevis Singer, este personaje que me parece fascinante, porque él decía que toda su literatura estaba basada en la observación de la vida cotidiana.

30:32
José Gordon. Entonces él tiene un relato que me parece muy interesante, que aparece en un libro que se llama Un amigo de Kafka. Y dentro de los relatos de ese libro, hay un relato en donde hay un hombre que está soñando todo el tiempo con una mujer, pero no la conoce, no se ha presentado, la ha visto, la ve, pero no se atreve a intercambiar palabra con ella y simple y sencillamente se le está imaginando todo el tiempo y en las noches está pensando en ella, pero nunca ha intercambiado ni ha cruzado una palabra con ella. Un día él está caminando en la calle y sin querer resulta que ella está a su lado y él ni siquiera se voltea para tratar de establecer algún diálogo o algo, porque nunca han intercambiado una palabra. Pero entonces ella gira y le dice, “Oiga, ya deje de soñar conmigo, estoy casada”. Lo que estamos planteando es que a veces leemos más del otro, de lo que nos imaginamos. Y ese es el gran misterio que tenemos que ensanchar en la forma en que nos comunicamos con las gentes, con las personas que nos rodean. ¿Estamos más entrelazados de lo que podríamos imaginar? Eso es algo que empieza a atisbar la ciencia, pero que la literatura de alguna manera también ha planteado. Regreso a este gran poeta mexicano Octavio Paz, quien decía, “Todo se comunica y transfigura. Arco de sangre, puente de latidos, llévame al otro lado de esta noche, a donde yo soy tú, somos nosotros”. Construir ese nosotros, descubrir esa unidad. Ese es uno de los territorios en los que… en donde también se mueve la ciencia, curiosamente. ¿Y cómo aparece el sueño en la literatura? Esto me parece muy interesante porque, ya que estamos hablando de que todo podría estar comunicado, todo podría estar integrado, hay un libro muy interesante de Amos Oz, que se llama Tocar el agua, tocar el viento, y esta es una novela en donde Amos Oz habla de un físico que está tratando de entender todas las fuerzas de la naturaleza y es un físico teórico. Y entonces, con un simple lápiz y con papel, desarrolla unas ecuaciones que dan en la clave para entender que todo el universo está unificado. Y entonces, ¿qué es lo que plantea este físico dentro de una novela? Esto es lo que es interesante, dentro de una novela, dice Amos Oz, que este físico ha descubierto que hay un principio que puede unificar todo lo que nos rodea y ese principio le llama matemúsica. ¿Por qué? Porque las matemáticas permiten entender el orden y la armonía del universo, y la música nos permite sentirla. Y entonces este físico de novela se atreve a ir aún más lejos. Él dice, “Es que si tenemos que unificar todas las fuerzas de la naturaleza, también tendríamos que unificar la fuerza del deseo, la fuerza de la pasión, que esa no la puede investigar la física, no la puede investigar la ciencia”, pero la novela se mete a explorar precisamente esas intensidades que a veces solo la literatura nos puede revelar, en donde nos sentimos unidos con el autor de una novela.

34:02
José Gordon. Porque la literatura es una soledad acompañada. En el momento en que estamos experimentando ese silencio que está experimentándose, que está describiendo un poeta, estamos teniendo una comunicación muy íntima con alguien que incluso pudo ya haber muerto. Estamos teniendo un diálogo con Platón. Nuestras lecturas nos permiten encontrarnos en un nivel de unidad, de respiración e intimidad de la vida, que jamás pensamos que podría ocurrir. Y el milagro del arte y de la poesía es que de repente lo entendemos, lo sentimos y nos volvemos uno con el otro. ¿A quién le ha pasado esta experiencia de que por momentos en una obra de teatro, oyendo un concierto de música, cuando la respiración se hace muy suave, nos sentimos como pegados con lo que estamos viendo en el escenario, nos sentimos como pegados con lo que estamos leyendo? Este es un sueño de unidad que explora el arte. Y una cosa muy interesante que les quiero comentar que me comentó justamente a Amos Oz –tuve la oportunidad de alguna vez de conversar con este gran novelista– y él me dijo, “Mira, el sueño de esta unidad de la vida es un sueño que tuvo Einstein y que por supuesto no lo logró, no lo logró. Pero es un sueño que es muy importante”, dice, “No sé si se va a lograr algún día descubrir el campo unificado. No sé si se va a lograr en los tiempos en que yo he vivido, o más tarde o nunca se logre. Pero nada más quiero decir que la solo idea de que pueda haber algo que nos abrace a todos es una idea muy reconfortante en un tiempo en donde vivimos, con tanta fragmentación, con tanta enajenación”. Y quiero decirles que “Esta idea”, me dijo, “es de carácter religioso, pero es de carácter religioso que no pasa ni por la Iglesia ni por la sinagoga”. Y entonces le dije “Estamos hablando de una espiritualidad laica”. Y me dijo “Sí”. Y esto es lo que es interesante, darnos cuenta que puede existir una espiritualidad, una forma de unirnos e integrarnos, que puede venir por el mundo del conocimiento, que puede venir también desde la perspectiva religiosa. No hay que prejuzgar quién tiene, qué experiencia, dentro de qué capítulo de su vida y de su historia y de su memoria. Pero el hecho de que nos podamos encontrar tanto ateos como religiosos en la religión de los asombrados, me parece que puede hacer la diferencia en este tipo de diálogos que a veces parecen diálogos de sordos.

37:58
Roberto. Hola José, es un honor estar aquí contigo y poder escucharte. Mi nombre es Roberto y estudio Matemáticas Aplicadas en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Y una situación con la que me he enfrentado muchas veces es estar con una gran presión o muchas veces con una gran cantidad de distractores. Por lo que yo quisiera preguntarte a ti ¿cómo es que nosotros podemos potenciar nuestra capacidad mental?

38:26
José Gordon. Gracias Roberto. Es una gran pregunta porque estamos hablando de que… fíjate, me recordaste algo muy interesante que le pasó a Oliver Sacks, este gran neurólogo. Resulta que tenía un paciente que era muy bueno para las matemáticas pero que tenía una migraña espantosa. Entonces, fue con el doctor y le dijeron “Oye, ¿cómo podemos curar la migraña?” Y efectivamente, le curaron las migrañas, pero acabaron con su habilidad extraordinaria de matemáticas. Y esto nos habla de un problema de no ver al otro como una narrativa completa, sino verlo fragmentado y tratar nada más de enfocarnos a una zona para tratar de resolver un problema y no verlo como esa historia completa que se merece conocer. Y por eso creo que hoy, como nunca, es importante que conozcamos dimensiones de la percepción a las que no nos hemos abierto. Hemos pensado que Homo sapiens es igual a Homero Simpson –y conste que me gustan mucho los Simpson– pero existen otras posibilidades de percepción. Existe la posibilidad de la percepción de los poetas. Existe lo que nos llama… lo que nos planteaba William Blake, un gran poeta que decía, “Si limpiábamos las ventanas de la percepción, veríamos la realidad como es infinita”. Y entonces uno se queda pensando, ¿nos está mintiendo. William Blake o no estamos a la altura de la percepción que a veces atisban grandes artistas, grandes creadores, grandes científicos, grandes matemáticos? Grandes matemáticos que de repente también se asombran ante el mareo cósmico del infinito. Porque eso es lo que ocurre ante los hallazgos que de matemáticas, que a veces parecen pre-existir, como si las matemáticas ya estuvieran ahí y nosotros nada más nos estamos asomando para descubrir el Everest de las matemáticas, como si ya existiera un paisaje majestuoso dentro de nuestras propias mentes. Y entonces esto nos habla de la posibilidad de refinar la percepción. Y esto es algo que no estamos acostumbrados porque conocemos los estados degradados de la percepción más fácilmente. Hemos estudiado lo que se llama el delirium tremens, pero no conocemos esos estados que Maslow, Abraham Maslow, el gran psicólogo, planteaba como experiencias cumbre, experiencias pico en donde de repente nos asomamos a paisajes de la condición humana que hasta nos dan esperanza porque nos dan un horizonte más amplio de lo que somos y podemos ser. Y entonces aquí voy a permitirme regresar al problema del cerebro, porque es importantísimo para ver qué es lo que nos puede decir el cerebro de lo que podemos percibir y si hay posibilidades de ver el mundo de maneras menos fragmentadas. Cuando miramos las estrellas y las galaxias, hay galaxias que tienen 100 mil millones de estrellas. Y cuando pensamos en nuestro cerebro, algunos científicos estiman que tenemos 100 mil millones de neuronas.

41:35
José Gordon. Bueno, esto es prácticamente plantear que tenemos una especie de galaxia en el cerebro. Entonces la pregunta es, ¿por qué no la hemos explorado? Conocemos más fácilmente los agujeros negros y tenemos fotografías de los agujeros negros, pero de nuestro universo interior no sabemos mucho. Y creo que aquí, en este marco, y si lo tengo que decir así, Oriente nos tiene mucho que enseñar, porque hemos tenido una cultura que se ha centrado en lo eurocéntrico y el mundo que se conoce como el mundo occidental, que se vuelca más al exterior y no a conocer el interior. Pero desde las tradiciones más antiguas, en cada cultura se abre la necesidad de descubrir lo que ya nos planteaba el oráculo de Delfos: Conócete a ti mismo. Y ese conocernos a nosotros mismos no es nada más en las capas superficiales de la conciencia o de la mente, sino verdaderamente descubrir niveles de silencio que curiosamente pueden ser experiencias reales que nos permiten entonces tener un funcionamiento del cerebro con más sincronía y que también nos permiten tener menos estrés. David Lynch, que fue uno de estos grandes cineastas y creadores que nos invitan a imaginarnos más allá de los límites y fragmentos que tenemos, precisamente estaba también preocupado por este problema de cómo atendemos una parte de nuestra vida, pero al no atendernos como seres totales, como seres complejos, comunicados e intercomunicados en nuestra sociedad, entonces hace que nuestras soluciones siempre sean fragmentarias. De hecho, David Lynch, en un proceso casi análogo al del paciente de Oliver Sacks, resulta que en una ocasión fue con un terapeuta y le dijo, “Oiga, es que tengo tales y tales problemas y quiero resolverlos. Pero mi pregunta es una. ¿Si resuelvo ese problema se me podría quitar mi creatividad?”. Y el terapeuta le dijo de una manera muy honesta, “La verdad sí”. Y entonces David Lynch le dio la mano y le dijo, “Muchas gracias. Ese no puede ser el camino que tengo que seguir para que verdaderamente pueda aliviar mi problema, pero sin bloquear mi creatividad”. Y entonces David Lynch, curiosamente, habla de que hay la posibilidad de experimentar estados más silenciosos de la mente en donde podemos atrapar ideas más poderosas que nos ayudan a transformarnos, que nos ayudan a sufrir menos, porque se experimenta una quietud que se puede medir a través de aparatos que nos dicen qué es lo que está pasando con nuestra respiración, qué es lo que está pasando con nuestra química sanguínea. Y entonces hablaba, por ejemplo, que con experiencias como con la meditación trascendental se podía tener una experiencia de silencio sin que esto tuviera que cruzar por religiones, creencias o alguna cosa, sino simplemente la posibilidad de experimentar quietud. Si nuestra mente está activa, puede estar no activa, pero despierta, profundamente dentro de sí misma. Esto ya lo habían descrito algunas culturas tradicionales.

45:10
José Gordon. San Juan de la Cruz decía, “Entreme donde no supe y quedeme no sabiendo toda ciencia, trascendiendo”. Hay momentos de una serenidad que es descrita por poetas como Wordsworth, que de alguna manera nos invitan a imaginarnos y ver que nuestra fisiología puede tener otros marcos de percepción que podrían hacer que precisamente esa angustia que vivimos cotidianamente, pueda reducirse gracias a los conocimientos que nos trae la ciencia y los conocimientos que nos traiga el arte. La ciencia, porque nos describe que puede haber estados distintos de percepción que pueden ser más refinados. Y el arte, porque nos da el atisbo de lo que han visto los grandes poetas, los grandes artistas, los grandes creadores que de repente nos invitan a descubrir horizontes del paisaje humano y del paisaje de la naturaleza que jamás pensamos que podríamos descubrir. Debemos volver a la curiosidad y al asombro. Y esto creo que lo planteaba muy bien un escritor que se llama Bruno Schulz, quien fue elogiado como, quizás incluso, un escritor más grande que Kafka, y tuvo dos obras fundamentales, no muchas más. Pero en esas obras, como Juan Rulfo, que tampoco fue un autor de muchas novelas, realmente… –y de cuentos– realmente, dio en el blanco al decir algo que a mí me ha marcado siempre. Él decía, “Debemos madurar hacia la infancia”. ¿Y qué quiere decir esto? Madurar hacia la curiosidad y hacia la capacidad de asombro. No quiere decir que no sepamos qué cuerpo tenemos, qué memoria tenemos y qué ventajas ha tenido, también, que haya crecido el cuerpo, que haya crecido el intelecto, que haya crecido la memoria. Pero volver a esa curiosidad, a ese asombro del que tienen los niños, es básico. Y déjenme recordarles algo que me parece muy importante. Esto permite una capacidad crítica para enfrentar el mundo que vivimos, que es maravillosa, porque cuando tenemos abierto este canal de la curiosidad y de la pregunta y del pensamiento crítico, entonces podemos volver a hacer las preguntas que luego no nos hemos vuelto a atrever a hacer. ¿Por qué? Porque pensamos que esa pregunta ya no se debe de hacer, porque pensamos que ya descubrimos que es la vida.

48:10
José Gordon. La vida es un infarto y estamos en eso y estamos nada más en esa posibilidad, encerrados en nuestros sesgos cognitivos y no nos damos cuenta del brillo de los ojos de niñas y niños, que nos recuerdan que se pueden hacer conexiones distintas y que abren además maravillosas formas de entender las cosas. Fíjense, el nieto de un científico de México muy notable, alguna vez, cuando tenía unos seis, siete años, estaba siendo obligado a sentarse por el maestro, y entonces el maestro le decía, “Te sientas”. Y él decía “No me siento”. Le decían, “Te sientas”, “No me siento”. Y están en ese toma y daca hasta que el pobre niño tiene que decir, “Pues sí, ya. Me siento” y se sienta. Pero en ese momento levanta la mano y levanta el dedo y le dice a la autoridad, “Nada más quiero decirle que por dentro sigo de pie”. Y eso es realmente el sentido de volver a apropiarnos de nuestro pensamiento, de nuestra inteligencia, de nuestra creatividad, de nuestra imaginación. Y pasa por el proceso de ir más allá de nuestros prejuicios, de abrirnos al otro, de establecer diálogos. Y les voy a dar una clave para el diálogo que me parece muy importante, que descubrí con un autor que se llama Chouchani, quien fue maestro de Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz. Y este maestro decía que para que haya diálogo tenemos que callarnos por lo menos 30 segundos para escuchar al otro, en vez de estar escuchando el rollo que tenemos por dentro y que no paramos. Entonces, técnicas meditativas, técnicas de atención, el prestar la atención a buena literatura, a buenas compañías, a buenos libros, a buenos maestros, empiezan a crear un círculo virtuoso y de verdad que empiezan a crear un círculo virtuoso. Ustedes creo que han estado en algunos lugares en donde estamos en esa conversación y uno dice pero aquí todo está como si estuviéramos viviendo de nuevo hace 20 años, en obsesivos días circulares, volviendo una y otra vez sobre el mismo tema, sin poder avanzar. Carlos Monsiváis lo decía de una manera muy interesante –Carlos Monsiváis, un autor mexicano que tuvo apuntes muy importantes sobre lo que es nuestra cultura– y él decía, “Pues si no podemos cambiar de país, cambiemos de tema”. Es decir, a veces estamos encerrados en esta idea de que son obsesivos diálogos que no llevan a nada y que, al contrario, hacen que estemos de alguna manera apachurrados.

51:18
José Gordon. Pero por otro lado, también hemos visto maestros, personajes, que cuando estamos con ellos, o con ellas, descubrimos que tienen mapas tan distintos y tan amplios y que es un gozo porque empiezan a recordarnos que cada día puede ser un nuevo día de aprendizaje y que verdaderamente, si pensábamos que ya habíamos dominado el mundo, les tenemos noticias, ¿no es así? Es realmente el encuentro con el misterio, el encuentro con la belleza, que sucede cotidianamente y que verdaderamente cuando ahí se da, no hay vuelta atrás. Les voy a contar una historia que tuve cuando hicimos el proyecto de Imaginantes, este proyecto en donde teníamos episodios de un solo minuto, en donde contábamos historias hermosamente animadas y que nos abrían la posibilidad de descubrir otros mundos. Hablábamos de algunos grandes escritores, de García Márquez, de Jaime Sabines, y recuerdo que en una ocasión, me escribió un correo electrónico una maestra de una escuela secundaria pública que decía lo siguiente, “Yo también soy imaginante”. ¿Por qué? Porque al volver a tener contacto con esa creatividad que surge en el mundo de la literatura, del arte y de la ciencia, volvió a sentir lo que ella sentía cuando era una maestra que quería comerse al mundo y que quería compartir sus mapas con las niñas y niños. Hasta que luego vino el cansancio y todo aquello que de repente hace que uno se vuelva zombie en vida porque ya no hay asombro. Y entonces, cuando empezó a ver estas cápsulas de un minuto, se emocionó tanto que las quiso compartir con sus estudiantes, y el efecto fue muy interesante porque los niños y niñas iban a la biblioteca a buscar los libros referidos en las cápsulas. Y entonces me decía, “De hecho lo que estoy haciendo es que pongo una sábana en mi escuela secundaria y al poner la sábana, con un proyector, les paso unas cápsulas que bajé de internet. Están un poquito pixeladas pero, pues ahí la pueden ver los niños y se emocionan tanto que van a la biblioteca a sacar los libros que están relacionados con estos episodios”. Yo le dije, “Oiga, este, pues me encantaría ver lo que están haciendo en su escuela”, y me invitó. Y su escuela quedaba en una secundaria pública de Iztapalapa, un rumbo que a veces es violento y rudo, y entonces, pues lo que me sorprendió es que al llegar a la escuela fui recibido de una manera tan grata que yo decía, “Pero si no soy futbolista, ¿por qué, este… por qué nos están recibiendo aquí tan cálidamente?”. Y es porque habían visto estos episodios en los que yo presento estos relatos. Y entonces, cuando me estacioné, recuerdo que habían unos muchachos de la secundaria que me decían, “No se preocupe, maestro, estaciónese aquí.

54:27
José Gordon. Nosotros vemos que no le bajen las llantas”. Y entonces entro al salón de clases y de repente descubro lo que hace la imaginación. Estos niños, estas niñas me me hacían representaciones teatrales de esos episodios, compartían lo que les había emocionado. Y me di cuenta de algo que planteaba el poeta español Luis Rius, no podemos vivir como si la belleza no existiera. En el momento que la descubrimos no hay vuelta atrás. Esos niños y esos niños ya lo habían descubierto y les veías el brillo en el ojo y decías, “¡Qué maravilla!” Ahora, ¿cómo esto se puede traducir en un cambio en la vida cotidiana? Porque eso es lo que nos preocupa a todos. ¿Cómo esa percepción se puede traducir con más imaginación en la vida cotidiana? Bueno, pues resulta que empecé a ver cómo me contaban sus historias hasta que hubo un niño que de repente alzó la mano y dijo, “Yo quiero contar una historia, quiero leerles una carta”. La carta tenía que ver con una historia, en Imaginantes, del autor Haruki Murakami, un autor japonés que plantea un relato que me parece precioso o más bien inquietante, al mismo tiempo. Fíjense, lo inquietante y lo precioso pueden coincidir, pueden coexistir. ¿Qué es lo que pasó con este relato de Murakami? Hay dos personas, un hombre y una mujer que se cruzan en la calle y saben que son el uno para el otro. Lo saben Esas cosas que uno dice, “Ya quedé aquí encantado, flechado para siempre”. Y pasó en los dos porque vemos más de lo que pensamos que vemos. Por eso las mujeres luego nos dicen a nosotros, a los hombres “oye”, cuando les decimos, “¿Qué te pasa?, nos dicen, ”No te das cuenta lo que me pasa? ¿Tienes tanta incapacidad de leerme como para no darte cuenta de lo que estoy sintiendo?”. Nosotros, “Sí, pero si no me dices no entiendo” y fingimos, no ver lo que sí estamos viendo, lo que estamos sintiendo, lo que estamos percibiendo. Pero bueno, entonces estos pasan uno al lado del otro y se quedan flechados y piensan se dio un encuentro tan mágico que va a volver a ocurrir entonces que la vida nos traiga de nuevo este encuentro. Y esperan y esperan pacientemente, pero no pasa nada, hasta que unos años después, de repente, de nuevo, pasan uno al lado del otro y se quedan tan sorprendidos de que se vieron uno al otro, que como no tienen palabras que decir, cada quien toma su camino y se vuelven a separar. Y esto es lo que pasa por falta de palabras, por falta de imaginación. Es lo que de alguna manera implica el relato de Murakami. Bueno, pues este niño entonces dice, “pues querida amiga”, dice “voy a escribir una carta, les voy a leer una carta que le escribí a una amiga que ni siquiera me conoce, pero que yo quiero tener un encuentro con ella.

57:46
José Gordon. Querida amiga, tú no me conoces, pero yo la verdad es que quiero conocerte y leí una historia de Imaginantes en donde encontré un relato de Murakami” –que cuenta lo que les acabo de contar– “y yo no quiero que me pase lo mismo que le pasó al de esa historia y por eso te estoy escribiendo”. Se hizo un silencio increíble y entonces le pregunté, “¿Y ya se la mandaste?” Y me dijo, “bueno, todavía no, pero ya le escribí, ¿no?”. Y entonces, cuando terminó todo esto, resulta que yo prometí que… trajimos unas cámaras para registrar todo esta experiencia de ver cómo la imaginación se contagiaba y pasaba de una mente a otra y que va despertando más imaginación. Y entonces les prometí al grupo que de toda esa sesión que había durado dos horas, nos invitaron unos sándwiches. Estuvo preciosa la reunión. Les hice diez minutos… de alguna manera resumí todo lo que había pasado y aparecía el episodio en donde este niño levantó la mano. Muchacho ya, porque era un adolescente. Y entonces cuando vio el episodio, cuando vio el resumen que le habíamos mandado, les habíamos mandado. Se le ocurrió una idea brillante, “¿Y es qué pasa si se lo enseño a ella? Se va a dar cuenta de que yo me atreví a declarar mi amor”. Y pidió permiso a las maestras para que en un recreo pudiera proyectarle a esta niña ese video, y pues, ahí va a quedar todo muy claro. Y entonces las maestras me cuentan que efectivamente el niño pasó con esta muchacha y le proyectó el video y que todas las maestras y los maestros estaban asomados ahí en la pared, tratando de ver y de oír lo que estaba pasando ahí adentro. Y entonces que el niño salió muy… la niña salió muy sacada de onda, porque pues se le había declarado, no lo conocía. ¿Quién era? Era un extraño. Pero en fin, lo que ocurrió es que este muchacho siguió insistiendo y en una ocasión la maestra se dio cuenta que esa niña, que iba en tercero de secundaria y él iba en segundo de secundaria. Y si digo que este dato es importante porque en ese momento es amor imposible. Ya después van a pasar muchas cosas, pero en esas generaciones era amor imposible y él estaba dando un salto mortal. Y entonces la maestra daba clases en tercero de secundaria, en segundo de secundaria, y le daba clases también a la niña del que estaba enamorado este muchacho, que por cierto se llamaba Cornelio. Y entonces, en un momento dado esa niña le ocultó un teléfono celular o el teléfono móvil a una amiga. Y entonces, cuando se descubrió eso, la maestra estaba tan enojada que mandó a llamar a la mamá. Y ustedes saben que en México llamar a la mamá es de cuidado, porque la mamá tiene que a veces asumir el papel de madre y padre y entonces se vuelve una cosa muy estricta.

01:01:02
José Gordon. Y entonces le decía la niña, “Por lo que más quiera por favor, no, no mande llamar a mi mamá, no mande llamar a mi mamá”. Pero la maestra le dijo, “No, no. Tiene que venir”. Y entonces en un momento dado pues está la maestra esperando que venga la mamá y de repente se aparece Cornelio. Y entonces le dice, “¿Qué haces aquí?”. Y le dice, “La mamá no viene, pero estoy yo que soy su novio”. Y entonces, lo que pasa es que él había seguido escribiéndole poemas, había descubierto que había otra forma de relacionarse con las personas. Y entonces, logró que en esos tres meses que faltaba para que terminara la secundaria de ella, y ella ya pasara a otra escuela, logró algo que a veces no logramos por falta de imaginación y por falta de palabras. Y cuando vi eso, me di cuenta del potencial que tienen los relatos, nuestras historias, compartir lo que ensancha la imaginación, y eso es lo que quiero compartir el día de hoy con ustedes. Que sí se pueden dar cambios que van desde los más sutiles, los personales, hasta los interpersonales, hasta los sociales y los colectivos. Pero entonces ello requiere mucha imaginación y ello requiere también imaginación colectiva, inteligencia colectiva. Creo que como nunca, estamos en el tiempo de las inteligencias colectivas, en donde no termina una palabra que ya no me da mi memoria, está otro corazón que puede abrirme esa palabra y se crea un poema colectivo. Y en este marco, hoy en día estamos haciendo un proyecto, junto con mi querido amigo Luis Cabrera, que se llama Colisionador de Ideas. ¿De donde viene este proyecto? Es muy interesante. Ustedes conocen que en Ginebra, Suiza, existe lo que se llama un colisionador de hadrones o colisionador de partículas subatómicas. Esto es muy interesante porque se trata de un anillo de 27 kilómetros en donde… que está situado a 100 metros bajo el suelo, en donde hacen girar partículas desde lugares diametralmente opuestos para que se estalle… para que se encuentren a velocidades increíbles. Fíjense, nada más piensen en esto, le dan 11.245 vueltas por segundo a un anillo de 27 kilómetros, casi a la velocidad de la luz. Cuando se estrellan, cuando chocan las partículas… y esto no tiene muchas probabilidades porque tienen que circular millones de partículas, porque los espacios vacíos entre las partículas, hacen que esto sea equivalente a que lancemos una bala de cañón desde Madrid y otra bala de cañón desde Veracruz y que se encuentren en la mitad del Atlántico.

01:04:06
José Gordon. Esa es la probabilidad de que choquen las partículas. Entonces lanzan lo que llamamos bunches de millones y millones de partículas para que cuando se estrellen nos revelen los niveles más finos de la materia, se descubra lo que se conoce como el bosón de Higgs. Descubrimos los niveles más sutiles del mundo. Y claro, cuando ocurren estos choques hay también expresiones poéticas como las de José Emilio Pacheco, que dice, “briznas de luz entre la noche cósmica”. Se abren niveles de la naturaleza que de otra manera no se podían abrir. Con esa misma idea, entonces, nosotros estamos planteando la posibilidad de hacer colisionadores de ideas, en donde vamos a contar narraciones del mundo del arte y de la ciencia que se encuentran y que de repente sacan chispas, sacan nuevos relatos, sacan nuevas ideas, y realmente lo que hemos hecho son experiencias inmersivas de cinco minutos en las paredes de un lugar. Imagínense este espacio que está rodeado en sus paredes por animaciones muy hermosas, con relatos de ciencia y arte, que hacen burbujear cerebros de niñas y niños para que salgamos de nuestras cajas perceptuales y encontremos otras posibilidades. Que se ensanchen nuestros horizontes. Para que se rían un rato nada más, les voy a decir los nombres de algunos de estos episodios. Bueno, uno –no hay que reírse de ello– es La galaxia en el cerebro. Es maravillosa. La otra es Inteligencia colectiva en la naturaleza. Pero la que les va a hacer reír se llama Romeo y Julieta en un agujero de gusano. Las niñas y niños se abren a estos episodios. Y yo lo que veo en esos ojos me emociona y me fascina. Y entonces ahora estamos haciendo un proyecto para que esto esté en todos los museos, esté en todos los museos en Ciudad de México, pero también en Ciudad Juárez. Ya en Ciudad Juárez, próximamente va a estar. En el Museo Universum de Ciencia, en los Museos de Ciencia de Iztapalapa, en las Utopías de de Iztapalapa, en Medellín, Colombia, en Buenos Aires, en Madrid. De verdad queremos que esto llegue a todas partes, para que encontremos narrativas del siglo XXI que nos abran otras posibilidades creativas y otros horizontes, para que se siga dando el contagio de la imaginación, para que salgamos de nuestras cajitas pequeñitas, abrirnos a pensamientos que de repente uno dice, “ay, esto no lo sabía. Y esto verdaderamente hace que mañana quiera abrir un libro de física o preguntarle a mi maestro o a mi maestra”, porque empieza a despertarse la curiosidad. Y les voy a decir algo que es un buen secreto, que deberíamos empezar a jugar en nuestra sociedad. Así como se dice, “Dinero, llama a dinero”. Vamos a jugar con otra idea. La creatividad llama la creatividad. La imaginación llama la imaginación. Juntémonos con gente, imaginante. Juntémonos con gente creativa, hagamos preguntas y empezaremos a ver cómo empezamos a conectarnos de formas inesperadas. Entonces nuestro más ferviente deseo es que tengamos museos itinerantes con estos episodios del Colisionador de ideas, en donde, por ejemplo, podamos ir a escuelas secundarias públicas –y estamos ya haciendo un proyecto en esta dimensión– para que niñas y niños vean estos episodios en sus escuelas, se apropien del conocimiento y se generen diálogos. Porque una de las cosas que queremos establecer es que después de ver estos episodios haya infografías, haya una especie de mini pabellón, pero para que se apropien de los conocimientos y luego los podamos dialogar y podamos pensar, por ejemplo, si estamos hablando de inteligencia colectiva, cómo podemos utilizarla en nuestros vecindarios, para tratar de ver cómo podemos enfrentar un problema. Porque ustedes saben que la inteligencia colectiva, hoy en día nos llega nada más a la ola en los estadios, y es muy bonito ese trazado cuando estamos ahí en el estadio, “Oh, ahí está la ola”, y sentimos muy hermoso, pero creo que la inteligencia colectiva da más que parar las olas. Y da precisamente para compartir matemáticas, o problemas matemáticos que no se podían resolver y que se ponen en la red y de repente se da esa comunicación brillante. Y un maestro de secundaria y una maestra de la universidad y una ama de casa y un taxista pueden ser matemáticos.

01:09:02
José Gordon. Es que esto es… la gran mentira es que no podemos tener conocimiento por el tipo de lugar en donde nos movemos. No necesitamos ser García Márquez para disfrutar una buena novela. Esa es la buena nueva, que en el momento en que estamos leyendo García Márquez, de alguna manera nos volvemos García Márquez y recreamos dentro de nosotros mismos esa condición de lectura que nos abre toda esa belleza que nos hace acercarnos a García Márquez. Porque la buena noticia es que tenemos algo de García Márquez en nuestro interior, tenemos algo de Cortázar en nuestro interior, tenemos algo de los grandes científicos y matemáticos y cada vez que se descubre la lectura de Darwin volvemos a ser Darwin, con el asombro y el hallazgo de Darwin. Porque se vuelven a recrear las condiciones del Eureka de decir, “Descubrí un trozo más de conocimiento de mi universo, de mi naturaleza, de mi mundo”. Y entonces, pues lo que nos quita el sueño hoy en día es la posibilidad de que todo esto empiece a fluir y darse en lugares que son inesperados, y que nuestras niñas y niños merezcan relatos del siglo XXI, en donde ya no nada más describimos al átomo como se describía en el siglo XIX, como una especie de planeta en donde están… de sol, en donde están girando unos planetas como electrones, sino que tengamos los nuevos mapas, porque esos nuevos mapas van a despertar creatividad para dar soluciones inesperadas a los problemas que vivimos. Y esto implica cambio de paradigmas. Déjenme decirles algo que a mí me parece fascinante en términos de los cambios de paradigmas. Cuando estamos atrapados en nuestra caja, es estar atrapado en un paradigma, en un sesgo de confirmación que nos encierra en una burbuja en donde nada más habitamos ese mundo y no habitamos otros. Creo que queda muy bien ilustrado con una experiencia de la que habló Bernard Shaw. Bernard Shaw en una ocasión recibió una hoja de papel que decía, “Imbécil”. ¿Qué hacemos para responder a eso? ¿Qué hacemos? Si uno dice, “Oiga, señor, yo no soy ningún imbécil”. Ya te encuadraron. Ya te dijeron, “Aquí estás en este marco. Ustedes son unos violentos y es una sociedad que no tiene inteligencia”. “Yo no soy, yo no soy eso”. Pues ya te encuadraron. La respuesta de Bernard Shaw fue genial. Dijo, “Yo he recibido muchas cartas sin firma. Hoy estoy recibiendo una firma sin carta”. Entonces, de manera elegante, rompe el paradigma de quedar atrapado en el prejuicio del otro. Y eso es lo que debemos de hacer, conectar mundos.

01:12:45
Salli. Hola Pepe. Me da mucho gusto estar aquí. Yo soy Salli, y hay un tema que me causa mucha intriga y preocupación, y esa es la libertad. ¿Usted considera que realmente somos libres o si ya tenemos un destino establecido?

01:13:00
José Gordon. Ay, esa es una gran pregunta, porque es la pregunta del camino no elegido, en donde si elegimos un camino y ya no seguimos con ese camino, ya estamos determinados a seguir ese camino todo el tiempo, ¿no? Pero fíjate que a veces existe la experiencia del cruce de caminos. Si pudiéramos regresar al cruce de caminos, se nos abren 360 grados y entonces podemos ir por aquí, por allá, por otros lados. Si nos vamos siempre por una dirección, nos vamos irremediablemente en ella, caminando sobre ella. Pero podemos entonces regresar al cruce de caminos. Y el problema es que nuestras acciones y nuestra… y el mundo de las reacciones que tenemos van creando nuestros caminos y no nos van dejando desviarnos de eso que nosotros mismos hemos generado. Generamos nuestro destino de esa manera. Por eso el poeta, Álvaro Mutis, decía, “Los emisarios que tocan a tus puertas, tú mismo los llamaste y no lo sabes”. Entonces nosotros mismos hemos creado ese destino y hemos estado determinados por lo mismo que nosotros hemos creado. Yo traté este tema en una novela que se llama El libro del Destino, en donde precisamente la gran pregunta es esa. Fíjense que hay algo muy interesante, porque todo es un problema de acción y reacción, como casi una ley de la física. A toda acción hay una reacción correspondiente con la misma intensidad, ¿no? Y en sentido inverso. ¿Y entonces esa ley se puede aplicar en las relaciones humanas? Pues si se aplica, entonces tenemos el problema de que todo está determinado y el problema aquí también, entonces es que eso es lo que estudia la dramaturgia. La dramaturgia –el teatro– es hacernos ver cómo nuestras acciones van repercutiendo una y otra vez en el mundo que nos rodea. Y entonces, es muy interesante saber que la palabra drama viene del griego y significa ‘acción’ y la acción es una palabra neutra. Puede ser una acción positiva que te llevó a una reacción positiva o una acción negativa y los dramas van mostrando precisamente ese juego de tubería de acción y reacción que parece ineludible. Es muy interesante esto, porque la palabra en oriente, para llamar drama, es ‘karma’, y ustedes saben que cuando se habla de karma, entonces uno dice “ah, que karma tienes”. Y uno piensa que el karma es negativo, pero no el karma es como el drama, acción, que si es positiva va a ser karma positivo y de otra manera pues va a ser la consecuencia de la acción que hemos tenido. Y en ese marco, entonces podríamos decir que Oriente también ha explorado lo que podríamos llamar la karmaturgia –no tan solo la dramaturgia, sino la karmaturgia–, la posibilidad de estudiar cuáles son estas respuestas de la acción y la reacción y cómo salirnos de ella. Y la respuesta tiene que ver justamente con el silencio. Porque el silencio es volver al cruce de caminos, en donde se puede abrir por unos segundos una ventana de unos milímetros también, que nos permiten ir por otro cauce. Y ahí a lo mejor está la posibilidad de explorar la libertad. Y la libertad, entonces estaría aunada al conocimiento. Yo tengo una experiencia de una amiga que para mí es como simbólico de lo que estamos platicando.

01:16:29
José Gordon. Esta amiga estaba viajando a los 20 años con su papá, con la familia en el carro. Iba de vacaciones y estaba dormitando en el asiento de atrás y entró en eso que se llama la duermevela, esta cosa que no sabes si estás despierto o si estás dormido, pero empiezan a aparecer como sueños, ¿no? Y entonces, en la duermevela, empezó a ver que del lado de la ventana, del otro lado de la carretera, pasaba un coche de color rojo. Luego pasaba un coche de color blanco y luego pasaba un coche de color azul y luego venía un gran camión y de repente el camión se desviaba, los embestía y se desbarrancaban. Entonces se sintió espantada, pero luego dijo, “Ah, ¡qué fortuna! Fue nada más que un sueño”. Y de repente voltea y ve un coche de color rojo. Luego ve un coche de color blanco, luego ve el coche de color azul y luego ya no sabe si gritar y advertirle a su papá porque viene ese gran camión que los embiste. Pero curiosamente, en vez de desbarrancarse, se quedan en el filo de la carretera y no se desbarranca. Y entonces siempre me he quedado con la inquietud de saber si la anticipación del conocimiento cambia, por un milímetro, la historia. Y creo que en nuestras vidas, precisamente tener más atención y más conciencia, puede hacer que, aunque tenemos márgenes muy acotados porque tenemos un cuerpo y no tenemos otro cuerpo, tenemos unos padres, no tenemos otros padres, tenemos una historia, no tenemos otra, tenemos una memoria, un tipo de amigos –hay mucho que está determinado– pero aquí y allá está ese margen de silencio y de conocimiento que nos puede llevar a la libertad y a darnos cuenta que si después de todo, todo eso ya estaba determinado, pues recuerdo de nuevo a Bashevis Singer, que decía, “Bueno, lo que es… de lo que estamos hablando es que cuando se plantea el problema de ¿existe el libre albedrío o el determinismo?”, él dice, “debemos creer en el libre albedrío porque no hay de otra”. Y cuando dice no hay de otra, estamos hablando de nuevo del determinismo. Pero un determinismo que lleva dentro de sí la libertad.

01:19:54
Jesús. Hola Pepe, ¿qué tal? Soy Jesús Brusco, estudio en la Universidad de TAC de Coacalco, Ciencias de la Comunicación, y bueno, es un gusto para mí estar aquí con usted, en este espacio. Y bueno, mi pregunta va relacionada a un tema que ha tratado usted hace rato. Es acerca de ¿cómo podemos unir el arte con un tema, digamos, complejo de la ciencia, que es la física cuántica?

01:20:17
José Gordon. Gracias Jesús por esta pregunta, porque justamente tiene que ver con la idea de contar la historia de tal suerte que podamos entender el rumbo en el que se está dirigiendo la ciencia. Déjame decirte que esto lo hacen incluso los científicos. Tienen que tener empatía con el conocimiento que están tratando. Para la relatividad, por ejemplo, ¿cómo se vería el mundo si te montas en un rayo de luz? Eso es lo que hizo Einstein. Y hay un premio Nobel que se llama Roald Hoffmann, premio Nobel de Química, que él dice que para tratar de entender cómo funcionan ciertas moléculas, él tenía que volverse molécula. Entonces, hay un juego de empatía que va más allá de la empatía que sentimos que podemos tener, porque uno dice qué extraño método de un científico del rigor de Roald Hoffmann. Pero él decía, “Es que tengo que sentir cómo podría comportarme yo si fuera esa molécula”. Y eso me pareció un punto muy interesante, porque quiere decir que ciencia y arte pueden comunicarse bien si se vuelve algo que lo sentimos por dentro, que tiene que ver con nosotros, que de alguna manera nos permite explicarnos. Voy a dar un ejemplo. Hay un biólogo, George Wald, quien ganó el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. Y este biólogo decía que los físicos, las personas que hacen experimentos en física, son los instrumentos que tienen los átomos, para que los átomos se puedan conocer a sí mismos. Y cuando uno descubre esto, entonces uno dice “Ah, entonces yo le soy útil a los átomos”. Sí, y también los átomos son útiles para ti, porque sin ellos no podrías existir. Y empieza una complicidad que tiene algo de juego. Y yo creo que si introducimos ese elemento de juego y de la sonrisa de la inteligencia, podemos a veces entender mejor ciertos aspectos, aunque no seamos necesariamente científicos. Yo siempre digo que no necesitamos ser novelistas para disfrutar una buena novela y no necesitamos ser físicos para disfrutar del relato que nos está abriendo la física cuántica. Y cuando estamos hablando de física cuántica, estamos hablando de física de partículas subatómicas. Entonces, ¿cómo entender, por ejemplo, un fenómeno muy extraño que se llama entrelazamiento cuántico? ¿Y qué quiere decir esto? Cuando dos partículas han interactuado entre sí y una tiene un giro para arriba y la otra partícula subatómica tiene un giro para abajo, y estoy simplificando, entonces, siempre van a estar haciendo ese baile, esa danza de partículas, de esa manera peculiar. Pero si las separas a miles de kilómetros de distancia y una la pones en Japón y otra la pones en México, resulta que cuando la de Japón va para arriba, la de México va para abajo y viceversa, como si estuvieran entrelazadas y comunicadas más allá de la distancia y el tiempo. Y este es un fenómeno muy extraño. Einstein no lo podía creer.

01:23:42
José Gordon. Él decía que esto era, en inglés lo señalaba así, “Spooky action at a distance”. Una acción fantasmal a la distancia. Fantasmagórico. No se pueden comunicar porque no puede nada, viajar más allá de la velocidad de la luz. Y entonces él planteó lo que, junto con dos colegas, Einstein, Rosen y Podolsky, una paradoja que señalaba que, pues esto podría ocurrir cuando es obvio que no debe de suceder. Y sin embargo, se empezaron a hacer los experimentos y resulta que una y otra vez se descubría que el fenómeno era real, y si existía a nivel de partículas subatómicas. Y digo esto porque hay que aclarar que esto no quiere decir que ya descubrimos los principios de la telepatía, y que por eso funcionamos, a veces, adelantándonos a lo que el otro puede pensar, ¿no? Esto sucede entre partículas subatómicas, no hay que extrapolarlo. Pero no deja de ser inquietante que estemos hechos de esas partículas que están comunicadas tan entrañablemente. Por esto, este fenómeno se conoce también como entrañamiento cuántico. Y recuerdo que, en una ocasión, en el Instituto Weizmann, me encontré con un investigador que estaba haciendo de nuevo este tipo de fenómenos de experimentos y decía, “Lo metemos al estudio y ocurre una y otra vez”. Esto está comprobado científicamente, a pesar de lo que nos reviente en la cabeza, pensar que esto puede ser así. Y entonces recuerdo que yo le dije, “Sabía usted que nosotros tenemos en México una canción para nombrar este fenómeno?”. Y se le empezó a encender… se le empezaron a encender los ojos, y yo le dije mire, la canción dice, “Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esta razón”. Estamos hablando de un bolero cuántico. Nosotros podemos comunicar este fenómeno tan extraño, simple y sencillamente, pensando en un bolero en donde, claro, no ocurre a nivel de partículas subatómicas, pero de repente sentimos que no hay distancia y podríamos tratar de ser, como Roald Hoffmann, sentirnos moléculas, y en este caso sentirnos partículas subatómicas y cantarle desde ese nivel, no desde el nivel que nosotros cantamos aquí, dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esta razón. La sonrisa que se nos abre es la sonrisa del conocimiento y es también al mismo tiempo la sonrisa de la imaginación.

01:27:12
Miranda. Pepe, mi nombre es Miranda, mucho gusto. Estudió Ciencias de la Comunicación y siempre ha habido una duda respecto al rumor de un posible apocalipsis. Hay gente que lo ve muy negativo. ¿Tú qué piensas o cómo nos ves en un futuro?

01:27:28
José Gordon. Sí, Miranda, estamos hablando de los apocalípticos contra los integrados. Esa es una tendencia que detectó Umberto Eco, de una manera muy inteligente, para hablar de que, en este territorio, o somos apocalípticos, o somos integrados. Y los apocalípticos van a decir, “Se va a acabar. Esto no tiene remedio”. Y los integrados siempre dicen, “Pero hay una forma de aprovechar esto”. Cuando surge la televisión como medio masivo de comunicación, cuando surgen otras formas de narrar las historias, pues siempre tenemos la tendencia de los apocalípticos que dicen, “Uy, apareció la novela, ya se acabó la filosofía, ya se acabó el conocimiento”, porque –esto es un dato interesante– las novelas eran considerados como… eran consideradas como algo que era superficial. Y lo que nos damos cuenta es que hay buenas novelas o malas novelas y en la televisión hay buena televisión y hay mala televisión. Y los medios masivos de comunicación puede ser una tragedia, pero también pueden ser una extensión de nuestro conocimiento. Y entonces, realmente aquí el problema creo que estuvo muy bien planteado en términos de este relato de Philip K. Dick, de Blade Runner, que tiene esta imagen muy poderosa de si sueñan los androides con ovejas eléctricas. Si el sueño humano ya se volvió un sueño de un robot y todo esto va a ser destructivo. Esto es algo que, curiosamente, exploramos mucho en un programa de televisión que tenemos en Canal 22 desde hace más de 18 años, que se llama La oveja Eléctrica. Un programa de ciencia y pensamiento que precisamente, se dirige a este tipo de preguntas, a este tipo de reflexiones. ¿Por qué? Porque la televisión puede no ser tan solo la caja idiota que así se le llamaba, sino la caja inteligente, la caja que nos invita a salirnos de la caja, que nos invita a salirnos de la televisión. Hay televisiones públicas que son generosas para, decirte, “Vete a leer un libro. Ahora que ya estuviste, no te quiero enganchado aquí en el sofá, sino quiero que te vayas a un libro porque te desperté una curiosidad, y quiero que platiques con otras personas”. Entonces, bueno, están esas dos tendencias que son muy poderosas. La tendencia a decir que esto ya no tiene remedio o la tendencia a decir, hay otras posibilidades. Y para jóvenes universitarios, esto es especialmente relevante. Yo recuerdo que mi hijo cuando estaba cursando la universidad, me dijo algo que me dejó verdaderamente helado. Me dijo, “Papá, mientras más estudio, más me doy cuenta de que todo está condenado a la destrucción, que no tenemos remedio”. Y entonces uno dice, “Caray, ¿esto es el conocimiento?” ¿Y qué respondernos a nosotros mismos, a nuestros hijos, a nosotros, a nuestros jóvenes? Cuando nos hacen esta pregunta que es tan auténtica, cuando a veces parece que lo que hacemos no tiene nada que ver con la realidad y que no tenemos el mínimo poder de transformarla. Le dije, “Mira, lo que estoy viendo es que hay una lucecita al final del túnel. Hay un camino, es estrecho, pero ahí está la solución. Podremos o no discurrir por ahí.

01:30:42
José Gordon. Eso va a ser un problema de actividad, de actitud y de movilizarnos. Pero está la solución, no está completamente a oscuras”. Y eso es lo que me parece fundamental en tu pregunta. Porque estamos hablando de algo que –y con esto quiero terminar– tiene que ver con lo que podríamos llamar el efecto mariposa. El efecto mariposa nos dice, en meteorología, que el aleteo de una mariposa puede desencadenar una tormenta. Pero si esto es así, entonces el aleteo de un pensamiento creativo también puede desencadenar torrentes creativos. Y por eso creo que podríamos inclinarnos por la idea de que existe el asombro, de que existe la curiosidad, de que hemos podido transformar ciertas situaciones y de que podemos transformarlas aún más si acudimos al poder de la armonía, y al poder de que una pequeña fluctuación tiene repercusiones interesantísimas en nuestro medio ambiente, en nuestra sociedad. Y no son tan solo para mal. En el arte se dice, “nadie puede cortar una flor sin perturbar una estrella”. ¿Qué quiere decir esto? Que tal vez estamos más íntimamente ligados de lo que podríamos imaginar. Roger Penrose, premio Nobel en física, decía que lo que es inalienable es la experiencia de la belleza. La podemos fingir, la podemos simular. Pero la gloria del sistema nervioso humano es que nos permite experimentarla y nos permite tener la comunión. Y la comunión tiene que ver con ese pegamento del que hemos venido hablando, con esa pregunta que tiene que ver con lo que ocurre cuando sentimos el oleaje del mar y sentimos lo que quiere decir la inmensidad del universo y de las estrellas. Y de repente descubrimos que hay algo que nos emociona profundamente, que cuando escuchamos música de Vivaldi, realmente hay algo que nos mueve, nos conmueve, nos transforma, nos permite ser otros, nos permite entrar por un momento en otra vida y salir de esa sensación tan limitada que a veces… en la que a veces, incluso las computadoras nos sumergen. Yo creo que no hay un momento más importante en la vida, en la educación, pero en nuestras relaciones interpersonales, que ese momento invisible pero real en que se enciende el ojo de nuestra pareja, de un estudiante, de un compañero, porque hemos compartido con ella o con él un trozo de belleza, un trozo de imaginación, un trozo de conocimiento.

01:34:22
José Gordon. Gracias, gracias. Muchas, muchas, muchas gracias.