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De Clinton a Led Zeppelin, historias inolvidables

Alberto Lati

De Clinton a Led Zeppelin, historias inolvidables

Alberto Lati

Periodista, escritor y conferencista


Creando oportunidades

Alberto Lati

Alberto Lati es periodista, escritor y políglota mexicano, conocido por su enfoque global y su capacidad para narrar historias más allá del deporte. Ha vivido en ocho países fuera de México, lo que le ha permitido comprender la diversidad cultural y la importancia de la adaptación.

Su carrera periodística se ha forjado en coberturas internacionales, especialmente en eventos deportivos como Copas del Mundo y Juegos Olímpicos, entrevistando a figuras influyentes como el Dalai Lama, Bill Clinton, Lech Wałęsa y Madonna. Lati es autor de varios libros, entre ellos "Latitudes: Crónica, viaje y balón", donde el fútbol es pretexto para explorar contextos sociales, históricos y políticos.

Defiende la rigurosidad y la credibilidad en el periodismo, priorizando la confirmación sobre la inmediatez y la profundidad sobre la estridencia. Considera el aprendizaje constante y la autocrítica como motores de evolución personal y profesional. Su pasión por los idiomas le ha permitido acceder a realidades diversas y contar historias con legitimidad y empatía.


Transcripción

00:00
Alberto Lati. Soy Alberto Lati, periodista y escritor. Y muy contento porque el concepto que nos reúne aquí hilvana dos de las ideas que más me interesan, aprender y juntos. Porque primero que nada, la vida es aprendizaje y para que haya aprendizaje tiene que haber mucho fracaso y mucha caída y poca casualidad. Y segundo, porque esto tiene que ser socialmente. A mí me encanta cuando me piden que compare a los grandes deportistas de la historia que me dicen, “Simone Biles es más que Nadia Comaneci”, y que sale “Messi y Cristiano por encima de Pelé y Maradona”. La palabra juntos remite a la carga social y la carga social establece una cadena. No podría existir el de hoy sin el de ayer, ni el de ayer sin el de anteayer. Y así nos vamos yendo. Es una cadena en la que vamos aprendiendo y vamos definiendo todos juntos hasta llegar en principio a algo mejor. Pero más allá de las presentaciones, me va a encantar escucharlos y conversar, así que adelante, por favor.

01:24
Chica. Hola Alberto, mi pregunta es la siguiente, en este tiempo de redes sociales, ¿cuál crees tú que sea la labor de un periodista?

01:32
Alberto Lati. La primera, sustraerse. Ser periodista no implica la obligación de tener la primera nota, sino tener la primera confirmación. Si nos perdemos en el frenesí de la inmediatez, nos vamos a quedar ahí. Es difícil porque de pronto los periodistas que tenemos una voz muy hegemónica o incluso monopólica, era un monólogo solamente nosotros hablábamos hace 20 años, o los medios de comunicación tradicionales, de repente nos damos cuenta de que ya todos tienen voz, pero no todos tienen una confirmación o una obligación de tener confirmación, porque el que está poniendo su mensaje desde cualquier bar, café, casa, oficina, no está haciendo un trabajo. Y yo prefiero perder la nota que perder la credibilidad. Eso es lo primero. Segundo, no podemos ceder a la tentación de la estridencia. Tengo muy claro que el camino al conocimiento puede ser más o menos corto, con atajos que la gente te conozca. El camino al reconocimiento no tiene atajos. No es lo mismo ser conocido que ser reconocido. Si apelas a un enfoque, pues, disruptivo, que no tiene que ser malo, pero disruptivo en términos de ofensa, de ataque, de descalificación, de clamar para que la gente escuche lo que tú crees que quiere escuchar, es posible que te conozcan, pero no necesariamente que te reconozcan. Y ese es un punto que a mí me intriga mucho. Los periodistas no tendríamos por qué ceder a esa tentación, aunque a menudo vamos cediendo y al mismo tiempo la certeza de que te debes a tu medio de comunicación. Y veo muchos periodistas que priorizan más el incrementar en la dictadura del like, “Ay, me dieron 85 likes, 3000 likes o 80.000 likes” que al que te debes, que es tu medio de comunicación. Y el problema no es de los que lo hacen, el problema es para los que lo consumen. Se van mezclando los géneros y cuando la información ya va cargada de opinión es muy peligroso. ¿Que me estás informando o estás diciéndome lo que piensas? Antiguamente los periodistas teníamos que responder a las preguntas ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? En ningún momento las preguntas incluían ¿y qué crees? o ¿y qué te parece? o ¿qué piensas? Y esto se agrava por una razón. Porque el algoritmo está empeñado en perseguirnos con los contenidos que reafirman lo que yo ya pienso. Y lo ideal para el ser humano no es reafirmar, es discernir, es debatir, es diferir. Yo estoy en redes sociales, no para que la gente me aplauda y me diga, “Qué bien”, también para que me digan, “No estoy de acuerdo por esto y esto y esto”. No para ser insultado, aunque a menudo suceda, por mucho que soy más o menos bien tratado, pero a menudo sucede. Pero me parece que el algoritmo nos va persiguiendo con esa necesidad de que pensemos de una manera muy cerrada y creo que no nos hace ningún favor.

04:44
José Carlos. Mi nombre es José Carlos, y mi pregunta para ti es la siguiente. Tú que has vivido y viajado diferentes partes del mundo, ¿qué has aprendido acerca de la diversidad humana y de sus culturas?

04:56
Alberto Lati. En el fondo, por diversidad que tengamos, todos queremos lo mismo. Basta con ver a un papá dándole un beso a su hija. Basta con ver una mamá preocupada por el medicamento de su hijo. Basta con ver una comunidad priorizando a sus ancianos. Todos queremos lo mismo. Ya después, sí el camino a eso, pues tiene cargas culturales y tiene diferenciación, que a mí me parece que te nutren muchísimo, porque muchos de estos procesos, además, no solamente hay una carga ritual, también una carga mística y también hay una carga de sabiduría y de conceptos y de cosas que uno puede llegar a aprender de haber estado yo en puntos de África muy remotos, que apenas habían topado con personas occidentales. O lo mismo en el Amazonas, en mi cobertura en Brasil hace ya unos años, o en Asia en países que en ese momento salían de una situación muy aislada y han regresado, está este caso Myanmar, la antigua Birmania o Burma. Eso es un gran aprendizaje, ¿no? Me llama mucho la atención que de pronto pensamos que las cosas siempre tienden a ser igual. Y la realidad es que no. No son iguales. Hay muchas maneras de enfrentarlas. Revisaba yo hace un tiempo unas fotos, unas coberturas que hice con tribus masai, la frontera entre quien y Tanzania, en África del sureste. Y me sorprendió ver algo que en el momento no noté, que en las fotos que me sacaba salían las personas tapándose la nariz. La realidad es que yo no me había dado cuenta, pero con todo, y te prometo que me estaba bañando a diario en ese momento, para ellos yo tenía un un hedor diferente y que no necesariamente sea por una falta de higiene, es simplemente lo que comemos o cómo estamos acostumbrados a a vivir. Esto, por darte un ejemplo. Creo que la diversidad nos hace mucho mejores. Sí lo creo. Creo que la diversidad nos permite entender quiénes somos y a dónde vamos y no necesariamente nos tiene que cambiar, que es parte del problema. Siempre, la paranoia es que nos van a cambiar, dejaremos de ser los que somos. No si estamos convencidos de lo que queremos. Si no estábamos convencidos, el problema estaba en otro lado, no en la diversidad. Estaba en nosotros. Cuando tenía 23 años me fui a vivir a Tokio. En ese momento yo no estaba entendiendo el favor que me hacía, pero tenía que pasar por un proceso para llegar a la conclusión básica –y que no hace falta ir a Japón para entenderla–, Japón no se iba a adaptar a mí. Yo me tenía que adaptar a Japón. Y es el planteamiento medular que tengo en el inicio de mi primer libro de Latitudes: Crónica, viaje y balón. Esa reflexión… Cambiemos la palabra ‘Japón’, los estudiantes por ‘el profesor’. El profesor no se va a adaptar a mí, yo me tengo que adaptar. Cambiémoslo a un nivel corporativo, ‘el cliente’. El cliente no se va a adaptar a mí. Yo me tengo que adaptar. Cambiémoslo a la turbulencia mundial, no se va a adaptar a mí. Básicamente, hay que entender que al mundo le valemos sombrilla, y no es fatalismo, no es victimismo, todo lo contrario, es pragmatismo. Cada persona va tan cargada de sus problemas cuando va caminando, al transporte público, a la fila del banco, a cualquier actividad, que no necesariamente está pensando en cómo nos va a molestar, más bien está pensando en todo menos en nosotros. Nosotros si queremos tener una capacidad para acercarnos, para generar algo diferente, somos los que tenemos que pensar diferente si nos interesa, por cuestión académica, por cuestión existencial, por cuestión de aprendizaje, por cuestión comercial, por cuestión profesional, lo que me digan. Pero nada se va a adaptar a nosotros. Para mí este planteamiento es básico y es curioso porque uno lo aprende. Y dejo Japón y regreso a otros países. Viví en ocho países al margen de México, y una y otra vez regresaba el mismo paradigma de esperar que el país se adaptara a mí y decir, “No”.

08:36
Alberto Lati. Cuando me fui a vivir a Alemania yo había sido muy feliz en Grecia en 2004, aquel año que viví ahí, me fui a vivir a Alemania. Cuando abrí mi equipaje vi que llevaba puras camisas de manga corta, porque yo quería viajar a Grecia y no importa lo que empaques, el lugar es el que es. Hay un libro que me encanta de un académico británico, Timothy Garton Ash, cuyo título es una lección: Los hechos son subversivos. Ya puedes tú querer que sean así. Ya puedes tú querer que sean de otra manera. Los hechos son los que son. “Es que yo hubiera querido…”. Hombre, pues yo también hubiera querido. Y ya ves, es lo que hay. Te adaptas o no te adaptas. Eso para mí es es la pregunta o la reflexión clave.

09:47
Santiago. Hola Alberto, ¿qué tal? Soy Santiago, un placer conocerte. Hoy escuchando que has estado en diferentes partes del mundo, parecería fácil, pero ¿cómo se transforma tu percepción del deporte, viviéndolo desde tantas culturas distintas?

09:59
Alberto Lati. A ver, tu percepción del deporte y todo lo demás se transforma. Y no necesariamente tiene que ser un acto de desdeñar todo lo que tienes. También vivir fuera me permitió terminar de valorar lo que representa este país y esta cultura, con todos sus problemas. Y decir eso no es romantizar. No, no significa querer maquillar los muchos problemas o áreas de oportunidad –por decir lo bonito con eufemismo– que tenemos. Tuve una ocasión en Alemania que me permitió entender por qué hay tanto que aprender también de acá. Estamos hablando de año 2005, 2006. No es que me podían lanzar por Skype o por Zoom, no existía. Me mandaban a donde yo vivía, una antena enorme, la colocaba en la casa, me capacitaron para operarla, y yo mandaba la señal vía satélite, para enlazar en vivo, en un balcón muy cómodo, que se veía el centro de Múnich y el Allianz Arena, el estadio, perfectamente. Cuando los alemanes se enteran de esto, los alemanes que tienen otra manera de trabajar, dicen, “Tenemos que grabar lo que haces”. Sí. llegan y se topan con dos personas, mi camarógrafo y yo, haciendo todo. Iluminación, escenografía, audio, entregar la señal, absolutamente todo. No lo veíamos como algo titánico o algo de superhéroes. Era nuestra chamba, era nuestro trabajo y ya está. Y estoy seguro que si cada uno me contara cosas que hacen su día a día también en una cultura germánica en la que hay otra aproximación, dirían, “No puedo creerlo”. Así somos en México, así somos los latinos. Cuando antes de entrar al aire en el corte, me escuchan poniéndome de acuerdo con el conductor, el director de cámaras en México, el productor, “¿Qué vamos a hacer?” Los veo así, hasta me voltea a ver, dije “¿Se apagó la luz o algo?”, están espantados. Y terminando me dijeron, “Son unos genios. Para hacer un enlace así aquí en Alemania hubiéramos hecho un ensayo, hubiéramos medido tiempos, hubiéramos mandado aprobación, hubiéramos repetido bien. Ustedes lo improvisaron, ¿cómo lo improvisaron?”. Le dije, “Es que somos mexicanos, ya te puedo decir yo todo lo que yo tendría que aprender de lo que hacen ustedes”. Y ciertamente sería ideal poder compaginar la gran fuerza de planificación y de estructura que tienen ellos, pero con la capacidad de flexibilidad para decir, “No, no, voy al aire y como sea voy al aire y la luz, pues mueven hasta que la cara quede bien”. Y quedó bien. Esa es la realidad. Sí, hay mucho que podemos enseñar acá, sobre todo con esa fuerza de improvisación, que es parte del ser mexicano, en todo sentido. Pero en términos del deporte, sí puedes ver lo rezagados que estamos, lo puedes ver con el nivel de detección de talento, lo puedes ver con el nivel de desarrollo, pero lo puedes ver también con temas que se mezclan acá, que son más relevantes que el deporte, salud pública y educación. Eso vale mucho más. De hecho, en paralímpicos ya empiezas a ver esa curva. Que los países en los que hay una mayor inclusión de las personas con discapacidad ya no son los que mandan en el medallero. ¿Y por qué razón? Es porque hay muchos caminos para estas personas con alguna discapacidad en la sociedad, sea en la academia, sea en una empresa, sea lo que tú me digas. Hay otros países en los que todavía no hay ese nivel de acceso, de inclusión y por eso se mantiene en el deporte. Pues yo preferiría no tener ya medallas y que de verdad tuvieran tantas alternativas. Decir, “Bueno, me puedo desarrollar como me quiera desarrollar”, pero regreso a nuestra problemática del deporte. Tenemos que aprender un tema que es un problema en México, más allá del deporte, cómo está todo centralizado. No sé cuántos acá vengan del interior de la República.

13:19
Alberto Lati. Pueden entender como en el interior no hay demasiado de lo que sí hay en la capital y por eso somos tantos millones aquí aplastados, aunque ya no haya lugar para todos. Lo mismo pasa en el deporte. Está muy centralizado. Pongo un ejemplo sin el sistema o esquema de futbol que lanzó Alemania en los primeros 2006, Toni Kroos no hubiera sido detectado. Era de una pequeña localidad en la extinta Alemania Oriental y solo por la cuadrícula perfecta del mapa que hicieron para llevar el programa a cada punto del país, pudieron detectarlo. Es un caso menor y puedes decir, “Bueno, sí, Alemania…”. En el Caribe, en el proyecto de la velocidad de Jamaica, lo han instaurado. Aquí, cuando llegamos a un gran talento, solemos llegar tarde y para colmo llegamos mal. No estamos terminando de entender en México, cuánto podríamos resolver con una política de verdad a gran escala social del deporte. Y no es de ahora y no es de ayer, es de años y es de décadas. Los índices que tenemos de sobrepeso infantil, de diabetes infantil, el abandono escolar o la desatención totalmente a la escuela, todo eso va de la mano, ¿no? Una población y una juventud mucho más sana. El deporte te aleja de otras cosas. Creo que son muchas respuestas que se pueden encontrar en ese lugar y ojalá algún día podamos atender. Si como consecuencia llegan goles y medallas, maravilloso. Pero más gol y más medalla que el otro que te comenté no puede haber. Estaremos de acuerdo.

15:29
Karina. Hola Alberto, mi nombre es Karina, un gusto. Mi pregunta es la siguiente. A veces de las derrotas se aprende más que de las victorias. ¿Tú qué opinas? ¿Hay historias del deporte que en las que nos pudieras compartir, en donde la derrota es un motivo de aprendizaje?

15:44
Alberto Lati. Un placer saludarte, Karina. Y más allá del deporte. El año pasado que pude entrevistar al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, se sorprendió que yo me quise ir, algo que nadie le pregunta. La gente le pregunta a sus años con el poder. Yo me quise ir a un punto que me llamó la atención de su vida, que como a los 30 años, 29 me parece, no fue reelecto gobernador de Arkansas, un estado pequeñito, que dirías, “Y ¿porque a alguien que mandó tanto le preguntas de eso?”. Y su respuesta fue perfecta. “Si no hubiera fracasado en esa reelección no hubiera sido presidente años después”. Sí, necesitamos todos un momento en el que regresemos a lo que nos llevó a cierto punto. Evaluemos. Ser autocríticos. Ser autocríticos no significa dejar de abrazar lo que hemos hecho. Lo que pasa es que estamos en un momento tan extremo que eres autocrítico, ya no te quieres. No hombre, porque te quieres, tienes que ser autocrítico. Yo te acabo de entenderlo de esta manera. El cambio… el cambio cuando algo te salió mal, no es mérito, es supervivencia. No te quedó de otra. El cambio cuando las cosas van saliendo bien, ese es el mérito, no dejar de analizar qué hacemos. Y claro, esto también tiene que llegar algo mucho más importante que nuestro trabajo. Tiene que llegar a nuestras relaciones, al ser papá, al ser mamá, al ser hermano, al… y los etcéteras que queramos colocar. Pero el cambio lo tenemos que estar haciendo permanentemente, el análisis, el aprendizaje permanentemente y ya después en el deporte es un tema muy recurrente. Cuando tú ves a alguien que de verdad logró entender tocando cierto tipo de fondo o no tan fondo, que tenía que hacer las cosas distintas, o porque no le quedó de otra, porque dijeron, “Si no corrijo esto que estoy haciendo, simplemente no se va a poder”. Sea en las rutinas, sea en las horas de sueño, sea en la alimentación, sea en el alejarse de malas compañías o compañías que generaban distorsión sobre el deporte. Hay muchos casos. El deportista aprende constantemente o no evoluciona, como el ser humano. Esa es la realidad. Hay casos en los que la vida le dijo que no a alguien. A mí me encanta la historia de Yelena Isinbáyeva, la mejor saltadora con pértiga que ha existido –la rusa– porque ella quería ser gimnasta. El común de los niños, así le pasa a mis hijos, se emocionan cuando ganan centímetros. “Mira, ya está en tres, subí dos, subí cinco centímetros…”. Ella no, porque ella quería ser gimnasta y saben perfectamente que el biotipo, el genotipo perseguido para la gimnasia, pues son chicas mucho más bajitas, hasta que la dieron de baja del equipo de gimnasia, porque pues ella no iba a poder colocar un freno a su crecimiento. Y entonces encontró el salto con pértiga y la expresión que ella me dijo me parece que es una gran lección, “Seguía haciendo gimnasia, pero lo hizo volando”. Sí, finalmente eso es aprendizaje, eso es adaptarte a lo que tienes y no quedarte atorado en lo que no dependió de ti.

18:52
Jesús. Hola Alberto, ¿qué tal? Mucho gusto. Mi nombre es Jesús. Mi pregunta es la siguiente. Hablabas acerca de los idiomas de los países donde has vivido y de las historias que nos puedes platicar. ¿Cómo puedes relacionar el idioma o los idiomas que has aprendido para poder contar historias a nosotros?

19:12
Alberto Lati. Un gusto, Jesús. Para mí el camino es la palabra, y por eso yo estoy tan empeñado en hablar idiomas. Porque jugar a las señas o al Búfalo Tatanka, rememorando aquella película, Danza con lobos de hace tantos años, de Kevin Costner, no llegaremos a un intercambio verdaderamente, que genere una empatía, un entendimiento, un intercambio. Sí, llegaremos con la palabra. Por eso para mí los idiomas son medulares cuando quiero hacer una cobertura y entrar a compartir lo que yo encuentro en una cultura. Porque hablar un idioma no es solamente aprender unas palabras o lograr pedir la comida que querías o salir de apuros para una entrevista. También es ver otras maneras de estructurar, también es ver otras maneras de contar. Por un lado está la parte semántica, que hay mucha sabiduría escondida en las palabras. A mí me encanta el caso en mandarín, el mismo pictograma que puede leerse como oportunidad se puede leer como debilidad y cada quien que saque las conclusiones que quiera. Sí, donde tú pensabas que tienes un problema, más bien tienes una oportunidad. Pero otro lado también es el lado fonético, y eso yo lo disfruto mucho, porque entrar a un idioma tiene una carga de mimetizarte, de imitación. No se hablan todos los idiomas de la misma manera. Hay unos que son con ciertos músculos faciales, otros con otros. Los mexicanos tenemos la suerte que no nos va tan mal hablando idiomas porque el español tiene rangos muy variados. Tú de repente ves a un angloparlante hablar francés y sientes como que está hirviendo agua. O sea, no fluye, evidentemente. Si tú dices una palabrita o dos palabritas en japonés, la gente puede pensar que lo hablas, porque la pronunciación te va a quedar demasiado bien. O en griego también funcionaría de alguna manera. Para mí los idiomas fueron el camino para encontrarme con el mundo. Para mí los idiomas fueron el camino también, para yo sentir que estaba logrando entender mejor una realidad, y considerar que estaba más legítimo para poder explicarla. Eso de que por default, o porque sí, o porque me mandó un medio muy poderoso a un sitio, yo soy el encargado de contarlo, me parece que no tiene sentido. Tengo que ganarme ese privilegio de contarlo, y el camino a poderlo platicar es hablando su idioma y entendiendo su cultura con profunda humildad, porque por muchas ganas o esfuerzo que hagas, sabes que sigues estando en la corteza o en la superficie. No es fácil terminar de entrar. La humildad es medular para aprender idiomas, porque estás aprendiendo el idioma, porque sabes que algo te falta. Entonces ya empezaste desde ese punto. Estás admitiéndolo. Muy diferente al que va por el mundo –le pasa más a las culturas angloparlantes– asumiendo que tienen que hablar su idioma. Yo me encontraba una gran diferencia en los países en los que vivía, entre preguntar, “¿Speak English?”, o preguntarlo en el idioma, en grecia, “Miláte angliká?”. En Japón, “Eigo ga hanasemasu ka?”. Sabes, es una tontería, pero preguntarle a alguien “¿Hablas inglés?” en tu idioma, genera ya algo diferente y al menos hay un esfuerzo distinto por acercarse hacia ti. Un punto muy importante para mí en relación con los idiomas, pero también en relación con cuando les dije que yo creo que hay que corregir cuando te va bien, y no cuando te fue mal, se dio en la Eurocopa 2000. Fue mi primer gran cobertura. Yo tenía 21 años y básicamente yo viajaba entendiendo que si no triunfaba tajantemente, mi carrera terminaba. No iba a haber otra oportunidad. Y en una semifinal, Francia, Portugal, salió Zinedine Zidane a encontrarse con los medios. Todavía no jugaba en el Real Madrid, así que no hablaba español. Y yo, contrario a lo que la gente piensa, yo no hablaba idiomas.

22:32
Alberto Lati. Lo quisieron entrevistar los ingleses, no hablaba inglés. Lo quisieron hacer los españoles, no hablaba español. Los chinos seguían, y ya no le dijeron nada, y me tocaba a mí. Y yo tenía que haber hecho lo mismo que los chinos. Pero decidí fingir que hablaba italiano. Y me entendió. Yo no lo entendía a él. Todo lo que me preguntó, yo no me enteré. Fueron todos los medios. Todos grababan la esta, y él quería que yo siguiera preguntando. La realidad es que yo ya no quería preguntarle, porque ya no tenía palabras para comunicarme con él. Terminó la entrevista y lejos de salir festejando, cuando me aclamaban, –todos en México decían, “Tienes exclusiva con Zidane”– yo dije, “tengo que aprender idiomas”. Estoy en esta sala con periodistas. Si están en una Eurocopa es porque se parte de la idea de que son de lo mejorcito que tiene cada medio de comunicación y cada país. Si yo quiero ser competitivo con ellos, yo tengo que llegar con una ventaja mejor armado que ellos. Y si veo que nadie habla idiomas, es el punto inicial. Sí es muy importante saber entrevistar y tener información y poder desarrollar una entrevista con un personaje de este tipo. Pero la primera piedra del edificio es hablar su idioma. Ese fue el momento en el que yo entendí que tenía que aprender idiomas. Diez años después, Zidane era comentarista de Televisa para el Mundial de Sudáfrica y tenemos una relación –afortunadamente me dio ese privilegio– relativamente cercana, y un día me invitó a jugar fútbol con unos niños sudafricanos y me vio hablando en zulú, o isiZulu, con los niños, en el idioma que yo hablaba, y me dijo, “Por qué hablas esto?” Le dije, “Por tu culpa”, porque el camino evidentemente empezó con él, que entendí que tenía ahí una gran área de aprendizaje. Muchas gracias. Gracias.

25:01
Luis Alberto. Hola, ¿qué tal? Mucho gusto. Mi nombre es Luis Alberto. Alberto, sabemos del amor que tienes al deporte y de la gran pasión que tienes por las letras. ¿En qué momento decidiste convertirte en escritor?

25:14
Alberto Lati. Un gusto, Luis Alberto. Yo idolatraba tanto los libros, que pude entender, o terminar de entender, por qué no escribía libros, cuando me topé con una frase de un gran escritor centroeuropeo de inicios de siglo XX, de Hermann Broch, que él decía, “Cuando los periodistas quieren hacer libros es como si un insecto menor quisiera convertirse en la gran cucaracha”. Tanto los admiras, tanto los idolatras que dices, “No hombre. ¿Yo, cómo? Osea yo… Lo mío es efímero. Sí, yo escribo para el periódico. Sí, yo escribo mi cápsula radiofónica. Sí, yo para la televisión, pero lo otro son palabras mayores.” Y lo pospuse, y lo pospuse hasta que la presión de mi esposa fue importantísima de decirme, “Tienes que escribir un libro, no pasa nada. Te gusta escribir, vives escribiendo, haces dos columnas al día”. Y finalmente me lancé a la aventura. Y el primero me tardé mucho tiempo. Me tardé tres años. Y me tardé, sobre todo porque el mundo de los libros no te ofrece una ventaja que tienen los medios de comunicación. No hay fecha límite. A manera que con la tele, no importa cuánto lo querías pulir, vas al aire y se presenta. Con la radio, lo mismo. Con el periódico, es la hora límite. Más, hace unos años que estamos en una dinámica completamente impresa. Hoy por hoy, la dinámica se ha invertido hacia lo digital. Pero como sea, hay una fecha límite. Con un libro no. Y tiene que haber un punto en el que digas, “Sé que podría quedar mejor” o “Sé que cada día voy a entender cosas que tenían que ser distintas, pero aquí quedó y aquí se entrega”. Y por eso me cuesta releer mis libros. O sea, así como Rosa Montero, la gran periodista escritora española, dice, “A veces escribo mejor de lo que sé”. O Svetlana Alexievich, la gran escritora y periodista bielorrusa, ganadora del Nobel de Literatura, decía, “Nunca hubiera vuelto a preguntar lo mismo. Otro día hubiera escrito algo distinto”. No son palabras exactas, no es textual. Pero es decir, no siempre escribirás con las mismas palabras. ¿Estamos de acuerdo? Como no siempre que hables con tu pareja, con tu vecino, con tu amigo, vas a decir las mismas palabras. Lo mismo pasa cuando escribes. Los libros te persiguen. La condición para que te persigan es leer. ¿No? el que no lee, pues está muy complicado que te persigan. Las frases, te persiguen. Hay un magnetismo muy especial y que no me interesa entrar a si somos escépticos o místicos o qué, o por qué esa frase llegó cuando tenía que llegar. Pero pasa muy seguido. Dices, “Esta frase está definiendo lo que yo estoy sintiendo esta semana. Esta frase me está respondiendo. Esto que tanto tiempo me ha estado preguntando”. Y en libros que ni siquiera tenían su interés y que cayeron en tus manos, ni sabes por qué. Es parte de lo que tienen los libros, y al mismo tiempo terminas por desarrollar a partir de leer, una capacidad para escribir. Y de tu capacidad para escribir, termina por saltar a tu capacidad para hablar, porque terminamos hablando como escribimos. Eso es una realidad. Si escribimos muy seguido, si no, pues hay un hay un cortocircuito en ese sentido. Y sin darme cuenta, estoy por publicar ya mi octavo libro, y ya planeando el noveno. mi primer libro Latitudes: Crónica, viaje y balón, la realidad es que es el balón como brújula, para viajar a los países y hablar de todo menos de deporte. Sí, el balón fue lo que me llevó, fue lo que me encontró.

28:22
Alberto Lati. Pero se habla de todo. Es un libro que lo mismo incluye el conflicto de Chipre, que lo mismo incluye el Irak de los primeros 2000, con los ataques de Estados Unidos, que lo mismo va incluyendo lo que me encuentro en Chile en una Copa América, regresando al golpe de Estado contra Allende, a la etapa de Pinochet, al Chile actual, a la mina de Copiapó que sacaron milagrosamente a los mineros. Es un libro que trata de todos los temas. Pero ya después viene mi novela en la que, en definitiva, hago allí un divorcio completo del deporte, que es el libro que más trabajo me ha costado, y que yo lo quise narrar una manera muy compleja y lo disfruté mucho, como quedó Aquí, Borya. y mis siguientes libros, que son en principio demasiado deportivos. Yo estoy convencido que si en Genios del balón, que si en Dioses del Olimpo, que si en Glorias de México, por decir estos tres, hermanos de la misma colección, fueron del deporte en principio, pero terminaron siendo de la vida. Porque hablan de tenacidad, porque hablan de supervivencia, porque hablan de crecimiento, porque hablan de obstáculos. Entonces sí, fue la tenacidad para terminar por triunfar en determinado deporte. Pero lo relevante aquí es la lección que nos dejan de perseverancia y de subsistencia. Resiliencia.

30:06
Jonathan. Hola Alberto, soy Jonathan Jara, un placer. Tú has tenido la fortuna de poder entrevistar a la gente más influyente del planeta. ¿Qué dirías que tiene de diferencia esos personajes de la gente común como nosotros?

30:17
Alberto Lati. Jonathan, un placer. Y es algo que me pregunto a menudo. Sí hay una diferencia. Yo creo que casi todo es muscular. Y lo mismo lo diría con los idiomas. Dejo de hablar un idioma, es como si dejas de ir al gimnasio, haces un poquito y te duele el pecho, te duele el brazo, quieres correr un poco y te asfixias. Con los idiomas me pasa lo mismo, es muscular, es repetición. Y estas personas, creo que tuvieron una capacidad muy pronto de cultivar un acto de lanzarse por una meta, incombustible, y de repetir y de repetir y de repetir. Y de ahí deriva que sí he conocido mentes con un nivel de agilidad que no puedes creer. No logras comprender la capacidad que tienen. Te quedas completamente perplejo con esa capacidad. Pero al mismo tiempo son personas, y esto yo me lo respondí cuando fui a entrevistar al Nobel de la Paz y expresidente de Polonia, Lech Wałęsa, el hombre que terminó con la Guerra Fría de alguna manera, y desde sus demandas en un sindicato en el puerto de Gdansk, logró cambiar completamente y acabar con el comunismo, no solo en Polonia, en Europa. Llegué a la cita a la entrevista. Entro al edificio, pregunto abajo como puedo preguntar, y me dicen, “No, piso dos”. Subimos al piso dos. Y yo, que hubiera pensado, un detector de metales, cuatro personas a revisarnos y pasen por acá y esperen por allá y a la antesala…, abro la puerta del elevador ,y lo veo al señor, sentado escribiendo en una máquina de escribir de las viejas, en las que tenías que hacer fuerza para cada tecla. Yo no podía creer la sencillez. Solamente giró y dijo, “Buenos días”, y siguió escribiendo. Si tú ves ese nivel de sencillez en una persona que cambió todo, podemos entender entonces, que a veces hacemos más complicadas las cosas que no tienen por qué serlo. Pero también esto tiene que ver con los sueños o con los proyectos. Cambio completamente de campo, estaba en un campo político. Cuando entrevisté a John Paul Jones –el legendario bajista de LED Zeppelin– lo mejor que me dijo no fue la entrevista, sino antes de la entrevista, “Disculpa, ¿se puede que no hablemos tanto de Zeppelin?” “¿Por qué?” “Estuvo muy bien, pero fue hace mucho tiempo. A mí me gusta hablar de lo que hago hoy”. Es una lección para todos, porque es muy cómodo vivir atorados en lo que hicimos. Es muy cómodo seguir cacareando el huevo de hace ocho temporadas. Es hoy. Nadie te quita lo que hiciste, nadie lo borra, y muy bien, y ya te aplaudimos. Y si quieres te volvemos a aplaudir. Pero es hoy. Con todos grandes personajes, con todos, sin excepción, revisando las entrevistas note preguntas qué tenía que haber hecho distinto, o momentos en los que no tenía que haber hablado. Hay veces que estás hablando y hay cierto silencio en la persona de enfrente y el silencio genera incomodidad y es como que el periodista lo rellene preguntando. Hay que dejarlo ser. A veces el silencio te está llevando a otra cosa. Y me di cuenta después de… Híjole, estaba desarrollando algo y ya no lo dejé y ya no voy a saber qué era. A lo mejor me iba a decir que estuvo muy bueno su desayuno o a lo mejor algo mucho más relevante. Entonces preguntas que me hayan faltado, siempre. Sea porque el tiempo no era demasiado –normalmente en entrevistas con estos personajes es con un tiempo muy limitado– o sea, porque no tuve la capacidad o intuición para para hacerlo. Lo mismo puedo decir con Madonna cuando la pude entrevistar. Lo mismo puedo decir con Bill Clinton cuando lo pude entrevistar, o con tantos personajes, tantos personajes más. Con el Dalai Lama en específico, fue muy curioso porque lo fui a ver a Madison, Wisconsin.

33:37
Alberto Lati. Estaba él haciendo una serie de seminarios, evidentemente de budismo tibetano. Las dos horas que lo esperaba, yo estaba escuchando los cantos tibetanos, y te va generando un ambiente y ves cómo está el centro y ves la devoción que se le tiene. Finalmente, la creencia al budismo tibetano es que el alma de los Dalai Lama ha ido pasando de uno en otro hasta llegar al actual, que es el número 14. Lo explico una manera muy simple, es evidentemente más complejo y ni yo lo entiendo. Pero el asunto es que te vas metiendo tú en una ansiedad porque aparte tenía diez minutos, reloj en mano, para hablar con él y había sido muy complicado conseguir la entrevista con él. Me costó mucho trabajo para que hablara de deportes y de los Olímpicos en Beijing, Olímpicos, cuya antorcha fue protestado por gente que pedía por los derechos en el Tíbet. Así que cuando llegué con él, yo sí estaba nervioso, por decir lo menos. Y en cuanto el señor llegó con una carcajada muy notable, tuvo una capacidad para relajar el ambiente y meterme a mí en otra manera que yo no puedo olvidar lo tranquilo que me sentí, lo convencido que me sentí, porque él también generaba eso. Ya la parte curiosa es que mi camarógrafo, el Chinito Bretón, le llega a colocar el lavalier, el micrófono, y está habituado a colocarlo en vestidos, en camisas, en sacos, no en túnicas, y no encontraba por donde agarrarlo. Y después de dos veces, pues con el personaje y sabiendo que la entrevista dura diez minutos, el pulso empieza a temblar. El Dalai Lama le sostuvo el cuello, la cara en la mejilla, le dijo, “Beautiful, Mexican face”. Lo tranquilizó. Sí, seguimos con el chiste ya para siempre. Le veía, “¿Qué pasó, mi Mexican face?”, “Mi beautiful Mexican face”, y nos reíamos muchísimo. Pero aquí lo que quiero compartir es cómo se generó ese… esa tranquilidad para hacer la entrevista. Y me habló de deporte y me habló de Olímpicos y me habló de hooliganismo, y me habló de dopaje y de temas que no ha vuelto a hablar.

36:11
Mar. Alberto, que gusto estar aquí aprendiendo juntos. Soy Mar. Desde tu punto de vista, ¿quiénes son los mejores deportistas mexicanos?

36:18
Alberto Lati. Un gusto Mar. Históricamente, tuvimos nacidos en muy poco tiempo la Trinidad, a Valenzuela, a Julio César y a Hugo, pero a esos tres tenemos que añadir otros nombres indispensables. Lorena Ochoa, llegar a ser la mejor golfista del mundo. María del Rosario Espinoza, cosechar medalla en tres Olímpicos consecutivos. Creo que tienen que… tienen méritos para meterse sin duda a esa conversación. Ya después, es muy de resaltarse lo de Paola Longoria. No solamente es la mejor, es la mejor de la historia en lo que hace, y entonces ya podemos entrar a ver quiénes podrían llegar a integrarse a esto. Para mí lo de Checo Pérez, ser subcampeón mundial de Fórmula 1, dice muchísimo. Si hubiéramos tenido un piloto que se subiera a diez podios de Fórmula 1, ya sería tremendo. Ser subcampeón mundial de Fórmula 1, creo que también lo aterriza en esa conversación. México tiene algo especial en términos de lo que es para el deportista representarlo, y que no lo ves en otros países. Puede entenderse quizá que México, con todo y que queramos en redes sociales discutir o separarnos, es una masa muy bien cohesionada para como yo lo entiendo, si lo comparamos con muchos países de países, valga la expresión que podemos encontrar, en África, en Europa, incluso en Asia. México tiene eso y además es una afición que se siente y que apoya y que suena y que está, de una manera sumamente especial. Hay que ver los fenómenos en Juegos Olímpicos como el chico de surf, Alan Cleland, la manera en la que de la noche a la mañana, la gente ya está opinando de surf por la pasión que generaba verlo en Tahití, en las en las olas. Eso tiene México. Pero al mismo tiempo también hay que entender lo que México no termina de darle a sus deportistas y que termina por constatar algo que yo tengo claro. Los que triunfan en nuestro deporte, en su mayoría, no todos, en su mayoría, son pese al sistema y no por el sistema. Hay una gran voluntad de llegar, hay ganas de cumplir con algo y no darte por vencido y la historia de cada uno de ellos nos lo va demostrando. Sea con Valenzuela, sea con Lorena… Lorena, mucho mundo… mucha gente puede pensar que bueno, el golf es un deporte elitista. La familia de Lorena tuvo momentos en los que no les alcanzaba para nada, para que Lorena pudiera seguir jugando golf y solo siguió jugando en los horarios en los que en el club le permitían jugar porque no podía pagar su cuota. Lorena tuvo que pelear. María del Rosario, desplazándose de La Brecha hasta Guasave para poder seguir sus entrenamientos. Tuvo que hacer esfuerzos tremendos su familia –una familia además de pescadores– para que ella pudiera seguir con este camino. Checo Pérez yéndose a vivir a Europa y viviendo o malviviendo como se podía para poder cumplir con su sueño. La mayor parte o todos, tuvieron en común el aferrarse a un sueño y decir, “No es porque no lo cumplo, es que lo cumplo”. Y lo cumplieron.

39:38
Vianney. Hola Alberto. Vianney Flores. Un placer. Mi pregunta es, muchos jóvenes te vemos como un referente. ¿Qué piensas de aquellos que se quieren dedicar al periodismo?

39:49
Alberto Lati. Un placer. Vianney. Los que me ven como un referente, les agradezco profundamente y es un compromiso enorme. Los que se quieren dedicar al periodismo, que estén listos para entender que no es un trabajo fácil. No hay uno que sí lo sea, pero el periodista normalmente tiene que vivir sin hora, con el teléfono en una mano y el pasaporte a la otra, listos para la cobertura que venga, y que el móvil tiene que ser contar historias, no contar lo que pienso. Contar historias. No hacerme famoso. Lo de que los periodistas han de ser buenas personas viene de Ryszard Kapuściński, que insiste con esta noción. Fue un gran periodista, escritor polaco que no ganó el Nobel de Literatura, no entiendo por qué. Pero que para mí es la mayor influencia que pude encontrar, porque él nos plantea lo que es viajar contando el mundo, apegado a los libros, a la academia, a la historia, a la reflexión, pero también constatándolo con tu vista en el lugar, con la textura, con lo que vas sintiendo. Tiene que haber una empatía, tiene que haber una suerte de entendimiento, tiene que haber un momento en el que te sales de tu propio eje. No eres lo más relevante tú, de hecho, tú eres irrelevante. Tú solo tienes que contar lo que estás viendo y a partir de eso compartirlo. A mí me intriga mucho ver de nuevas generaciones –y no generalizo– ciertas personas en nuevas generaciones, que los veo sus primeras coberturas, más preocupados por ver la foto que postean y cuántos likes tienen. No, no estoy en contra de que suban fotos y lo disfruten y compartan con una comunidad o con unos amigos, los sueños que van cumpliendo. Está maravilloso. Pero me parece que la prioridad no tiene que ser esa. Y ya después algo más conceptual. Suelo repetir mucho que desconfío un tanto de los reporteros que tienen los zapatos muy bien voleados, muy bien lustrados, o zapatos italianos muy incómodos, porque digo este no está caminando. Un periodista tiene que caminar, te tienes que ensuciar los pies, tienes que terminar con dos ampollas. Bueno, de preferencia que no termines así y que logres ponerte una curita, pero tienes que hacer calle y escuchar y no considerar que la voz del lugar al que fuiste fue la del taxista que te llevó del aeropuerto al hotel, o la del voluntario que te llevó al palco de prensa. Decir, “Los alemanes piensan…”, es demasiado complicado. ¿Con cuántos hablaste? ¿De qué capas? ¿Con qué diferencia? Eso es muy distinto y creo que implica un compromiso de poder diversificar mucho más. Y ese intercambio entre lo que lees y lo que ves es muy curioso, porque muchas veces lees a gente prestigiadísima y dices, “Oye, qué curioso que cuando tal persona estuvo acá, escribió esto. Yo no lo veo así. O ya cambió o podemos pensar distinto”. Antes dije que en el periodismo tenemos que responder preguntas, no opinar. Las preguntas medulares antes eran ¿Qué? y ¿Quién? Hoy por hoy, el celular ya nos la respondió. Entonces el periodista tiene que entrar a responder ¿Cómo? y ¿Por qué? Y eso implica otro tipo de profundidad y disposición, de exprimir hasta encontrar lo que necesitas para realmente decir cómo pasó y por qué pasó. Porque decir qué pasó o quién hizo, ya lo tenemos. O sea, si yo salgo nada más a decir un lunes, quién ganó, pues ya la gente lleva mucho tiempo. Entendamos que hace unos años suena el paleolítico, pero solo pasaron 30 o 25. La gente si no veía el resumen de goles el domingo en la tarde o el domingo en la noche, llegaba el lunes a tomar el periódico diciendo, “¿Qué pasó con las Chivas?” O lo mismo lo extrapolamos a un plano político. La gente, si no veía el noticiero, no se enteraba, o lo que pudo escuchar en el café, y ya está. Hoy por hoy estamos mucho más informados, y mal informados, en ocasiones, por eso los contextos, el cómo y el por qué son tan relevantes.

44:08
Berenice. Hola Alberto, soy Berenice, mucho gusto. Tú que has estado en los mejores eventos del mundo, ¿qué te falta por conocer, por cubrir, que tú desees hacerlo?

44:18
Alberto Lati. Un placer, Berenice. La realidad es que he sido… He sido muy suertudo. Olímpicos de Invierno, no he cubierto, porque coinciden en año con Copas del Mundo. Entonces cuando vienen ya estamos a tres meses del Mundial y ya mis proyectos están muy basados en el Mundial de fútbol. Me encantaría por ahí. Pero más que cubrir un evento o cubrir otro, para mí, lo importante es tener la capacidad de contar las historias que logren tener, la llegada o la entrada. Estamos ante una audiencia que nunca pudimos imaginar que iba a ser tan diversa o tan dispersa, más bien, tan dispersa. ¿A qué me refiero? Antes de que yo naciera eran cuatro canales en el televisor y para colmo te tenías que parar para cambiarla, así que el común no le cambiaba. Después empezamos con sistemas de cable que ya eran unos 25. Luego con televisiones satelitales que ya eran unos cientos. Hoy por hoy, ya no son solamente los canales. La competencia por la atención del que te va a ver, lo mismo el que te va a leer o escuchar, está en tres redes sociales diferentes que van mandando mensajitos constantemente porque su intención es que estés ahí clavado. Está en mensajes que llegan por diversas vías, y casi todos ya con contenidos audiovisuales. Antes no. Entonces, realmente compites contra mucho. ¿Cómo vamos a contar esa historia ante personas que pueden dispersarse o distraerse o que puedes perder su atención tan rápido? La estructura de una historia tiene mucho que ver con las bases del cuento. Si el planteamiento, si el desarrollo, si el nudo, clímax y el desenlace, sí, pero a mí nadie me obliga a que el cuento lo contemos igual. Grandes cineastas empiezan por el final. Grandes cineastas empiezan con un flashback, grandes cineastas empiezan por el clímax. Hay muchas maneras de contar, hay muchas maneras de atrapar. Tiene que haber un matrimonio perfecto de imagen y de audio. No necesariamente tienen que ser lo mismo. No necesariamente si camina la persona, escuchas pasos. Tendrás tú que entender cómo estás contando una historia. El uso de la palabra es un privilegio y yo sí soy de los que cree que una palabra tiene más poder que una imagen. Hay muchas historias que sueño con contar, muchas de países en los que estuve y no me explico cómo tanto tiempo no llegué a tener la posibilidad. Vean ustedes que de Rusia termine contando unas 70 historias y hay muchas que no, no se terminó por dar que las pudiera narrar. Otras más, porque en el momento no tenía la información de esta historia. Realmente de cada país creo que me encontraría con varias. Y ha sido curioso que, por la hegemonía que han tenido los Astros de Houston, he ido a Houston mucho. Año con año, muchos dirían, “¿Qué tanto tienes para contar historias de Houston?”. Más que yo no voy a contar historias de béisbol, sino historias de todo menos de deporte. E increíblemente sigue habiendo historias que contar, porque creo que, mientras busques, habrá algo muy bueno que decir. Y cuando no sea tan buena la historia, ahí tendrá que entrar tu capacidad como relator o como contador de historias, para hacerlo bueno. No dije, mentir. No dije transformar medias verdades. Para nada. Saber contar la historia es lo que la hace buena.

47:40
Paola. Hola, ¿qué tal, Alberto? Un gusto. Paola López. Si tuvieras tú la oportunidad de sentarte con algún personaje de historia universal, ¿quién sería y qué le preguntarías?

47:49
Alberto Lati. Muchas gracias, Paola. De México no tendría duda. Serían dos, el tlatoani Cuauhtémoc y Emiliano Zapata. No tendría duda. Digo, ya después como saldrá la entrevista, no te sé decir. Y de personajes históricos me cuesta un poco más trabajo decirte, pero me dolió mucho no llegar a entrevistar a Nelson Mandela, cuando fui corresponsal en Sudáfrica. Llevé el ‘No’ al límite y más allá, y entendí que ya no era posible, con la edad que tenía en ese momento, Mandela. Él ‘No’ es parte de la vida y el ‘No’ nos hace mejores, pero yo estoy convencido que hay de ‘No’s a ‘No’s. Y puesto a recibir una negativa, que se a mi manera. O sea, si voy a capitular y al sacar la banderita blanca, que sea hasta donde yo considere. Y yo a esto lo llamo llevar el ‘No’ al límite. ¿Con qué ‘No’ te vas a conformar? ¿Si a la primera vez que te dijeron que no o si después de que verdaderamente intentaste hasta el máximo? Y cuando me preguntan, cuando sé en dónde está el límite, yo tengo la respuesta muy clara. Cuando puedes dormir tranquilo. Yo no puedo decirles a ustedes con un proyecto personal, una situación personal, que digan, “Oye, pero es que ¿como sé que hasta ahí?”. Yo no tengo la información, yo no tengo la capacidad. Pero si llegaste en la noche y dijiste, “No salió ni hablar, pero de verdad jalé la cuerda hasta donde se podía”, vale, a lo que sigue y aprende para que la siguiente puedas ir más, más armado. Sobre todo me interesa mucho buscar a la persona detrás del símbolo o detrás de la estatua que hemos generado de ellos. Y por eso muchas veces he recurrido a hijos de grandes figuras que murieron muy pronto. Pienso en Jackie Robinson, el primer afroamericano en Grandes Ligas, cuando entrevisté a su hijo, o el hijo de Martin Luther King, por pensar en coberturas en Estados Unidos. O la familia de Salvador Allende, cuando estuve en Chile para una Copa América. Tratar de encontrar a la persona de carne y hueso, que no es un santo porque no hay santos. Aquí no estamos narrando los Salmos o la Biblia. No hay santos, son seres humanos de carne y hueso, con sus claroscuros, con sus momentos arriba y sus momentos abajo, con sus contradicciones, porque los humanos las tenemos. Lo mismo hice con la hermana de Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la historia, para buscar encontrar la persona detrás de lo que hemos colocado ahí. Y eso para mí es la misión más importante que tengo en estas entrevistas. Ha sido un placer estar con todos ustedes. Ha sido un placer poder tener estos diálogos, poder responder estas preguntas en las que, es chistoso, porque a veces cuando te preguntan algo, lo entiendes mejor también tú. De repente respondes y vas hablando y dices, “Oye, sí, fíjate que sí, fue un poco más así de lo que yo me acordaba”, pero es un gran ejercicio y regreso al concepto inicial de aprender, y de rendir ese culto al aprendizaje y al hacernos mejores, y al poder hacerlo además en sociedad, muy digno de la vieja mayéutica helena, ¿no? de poder explicarle las cosas más complicadas a partir de un rebotar constantemente, un hablar constantemente. Muchas gracias. Ha sido un privilegio.

51:02
Alberto Lati. Gracias.