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María Teresa Uriarte. Yo creo que la pregunta del ser humano es la muerte. No hay un solo ser humano que no se pregunte qué hay después, qué pasa luego. Si ustedes han tenido la experiencia tristísima de perder a alguien querido, uno quiere darle lo mejor que puede. Ay, pues, cuál es el ataúd más bonito, la persona que se murió ni lo va a ver, pero uno siente que es como un, digamos, como un tributo. Y esto es también histórico y panplanetario, en todas partes del mundo el ser humano se ha preguntado qué pasa y por qué las personas mueren. Y hay ejemplos antiquísimos en el planeta de estas prácticas funerarias. No, yo no creo que hayan cambiado, cambian igual que cambian de estilo. No es lo mismo un funeral budista que un funeral cristiano. No son iguales, cambian, pero el sentimiento es el mismo. Es querer retener esa persona, es querer darle a esa persona lo mejor de sí. Por eso las tumbas tienen tantas ofrendas. Por eso las tumbas están llenas de objetos que son valiosos para las personas que convivieron y muchas veces enterraban a sus compañeritos para que le sirvieran en el otro mundo. Si ustedes van a Oaxaca, lo más importante que van a visitar, sí la arquitectura es maravillosa, sí tienen mucha escultura, pero la pintura, toda la pintura mural es de tumbas y pintaban y re pintaban y re pintaban. Hay tumbas que tienen 10 o 15 capas de estuco y de repintadado y se supone que cada vez que moría una persona de la misma estirpe, de la misma familia, del mismo linaje, era enterrado en esa misma tumba. Y entonces, pues vivían, ¿quién iba a ver esas pinturas? Nos las vemos ahora porque las podemos entrar a ver y las han iluminado. Pero la veía en teoría, la persona que murió. Es una cultura que vive para los muertos. Entonces, yo creo que las prácticas son distintas. En Baja California, por ejemplo, se acostumbraba quemar el lugar en el que vivía la persona, o sea, se murió Chuchito. Bueno, pues Chuchito, su papá, su mamá o su hermana, o su tía, o sus sobrinos o sus hijos ya no querían vivir en la casa donde vivió Chuchito, entonces hay que quemarla y la quemaban, porque pues era muy fácil porque eran de materiales perecederos las casas que había en Baja California. Unos muy bien intencionados alumnos de la Universidad de Baja California les fueron a construir casas a los cucapás que viven en el delta del río Colorado, las casas se quedaron vacías. ¿Por qué? Porque nadie quería vivir en un lugar en donde hubiera muerto otra persona. Yo no sé si esto habrá cambiado porque hace muchos años que yo estudié las costumbres funerarias de Baja California, pero son el reflejo de lo mismo. En la India también creman a sus muertos y aquí seguramente los mexicas también lo hacían. Lo que pasa es que no tengo suficiente información, pero mi querido amigo Leonardo López Luján se ha pasado muchos años tratando de encontrar las tumbas de los gobernantes mexicas y no, cuando encontraron la gran Tlaltecuhtli del Templo Mayor, que vayanla a ver porque vale la pena, pensaban que era la tumba de Ahuízotl o de alguno de los gobernantes mexicas, no, no hubo huesos, pero tampoco en Teotihuacán. Y Linda Manzanilla, también otra querida amiga, gran arqueóloga, se ha pasado su vida tratando de encontrar los huesitos Teotihuacanos y pues no hay huesitos teotihuacanos. ¿Qué hay? Sí hay pintura mural, no en tumbas, pero hay pintura mural en los palacios, que era lo que veían los vivos. Pero sí han encontrado ofrendas muy importantes, porque eso es lo que yo les digo, qué le quiere uno dejar a la persona que quiere, pues lo más valioso y lo más valioso puede ser una escultura extraordinaria de ónix o una vasija de barro pintada como lo que se ha encontrado en tantas tumbas a lo largo de Mesoamérica.