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Cada rincón de tu colonia guarda una gran historia

Jorge Pedro Uribe

Cada rincón de tu colonia guarda una gran historia

Jorge Pedro Uribe

Cronista


Creando oportunidades

Jorge Pedro Uribe

Jorge Pedro Uribe es cronista, escritor y divulgador cultural especializado en la historia y vida cotidiana de la Ciudad de México. Su trabajo se caracteriza por una mirada profunda y documentada sobre la capital, combinando rigor histórico con sensibilidad hacia los detalles cotidianos y las voces populares. Ha publicado libros como México, un mito de siete siglos, donde narra la caída de Tenochtitlán-Tlatelolco desde una perspectiva contemporánea, y es reconocido por sus recorridos y visitas guiadas por el Centro Histórico, donde relata anécdotas que conectan el pasado con el presente.

Uribe ha investigado y difundido la importancia de los pueblos originarios, la gastronomía urbana y la diversidad cultural de la ciudad, resaltando la relevancia de las crónicas femeninas y de las historias 'infraordinarias'. Además, promueve la escritura como herramienta de memoria colectiva y considera que cualquier persona puede ser cronista de su entorno.


Transcripción

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Jorge Pedro Uribe. Escribió el poeta manchego Bernardo de Balbuena en 1604, “En ti se junta España con la China, Italia, con Japón y finalmente, un mundo entero en trato y disciplina”. Se refería este clérigo a la Ciudad de México, que en aquel entonces se correspondía gruesamente con lo que hoy conocemos como Centro Histórico. La obra se llama Grandeza mexicana y es un poema que inaugura el estilo barroco de la literatura novohispana. Pero también es una crónica. Bernardo de Balbuena tenía tratos con doña Isabel de Tovar y Guzmán, una mujer en Culiacán que queda viuda y entonces se viene a vivir a la Ciudad de México para meterse al convento de San Lorenzo. Pero antes le pregunta a su amigo el clérigo Balbuena, “¿Cómo es la Ciudad de México? Ya que me voy a mudar para allá”. Y Bernardo de Balbuena, ni lento ni perezoso, escribe una carta que es una carta de amor a ella, a la Ciudad de México, también. La grandeza mexicana es un libro que forma parte de los siglos de oro español. Este virreinato de la América Septentrional, que llegaba muy al norte de lo que hoy es Estados Unidos, buena parte de Centroamérica, incluso una parte de Venezuela, las Filipinas, las Antillas, tenía su capital en la Ciudad de México. Como ha escrito Guillermo Tovar, “Primero fue la ciudad y luego fue el virreinato”. La ciudad de México, refundada después de la caída de Tenochtitlán, Tlatelolco, en los primeros años de la década de 1520, empieza a formarse entonces, algunos años antes de que llegara siquiera el primer virrey, Antonio de Mendoza. El virreinato empieza hasta 1535, lo cual me hace pensar en esta historia que quiero compartir con ustedes y que a mí me encanta relatar, sobre todo cuando doy visitas guiadas en el Centro Histórico. Me gusta estar con amigos en la plaza Seminario que ha sido renombrada Plaza Manuel Gamio por el padre de la antropología moderna, el abuelo de nuestra querida Ángeles González Gamio. La Plaza Manuel Gámez que todo mundo conoce como Plaza Seminario, muchos años en los tiempos virreinales se le conoció como la isla de los Perros. Hoy ya nadie la conoce así, pero cuando estamos en esa pequeña plaza seguramente ustedes la tienen ubicada a un costado de la catedral donde comienza la calle de Moneda, el costado oriente del Sagrario Metropolitano. Se le conocía como Isla de los Perros por la siguiente historia. 1629, empieza a llover. Y llueve súper fuerte durante 40 horas. Esto, para colmo ocurre en septiembre, que es el mes de nuestras tragedias mayores en la Ciudad de México. Y no me van a creer ustedes el día, 20 de septiembre. Por poco coincide con el 19. El 20 de septiembre empieza a llover, pues durante 40 horas al día siguiente se celebra el día de San Mateo y entonces se le conoce a este aguacero como el diluvio de San Mateo.

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Jorge Pedro Uribe. El problema no fue que lloviera durante 40 horas. El problema es que la Ciudad de México tenía, siempre ha tenido, y todavía hoy tiene, un problema de desagüe. Entonces todo ese agua que llovió en el diluvio de San Mateo empezó a anegar la ciudad. Vuelvo a decir que la Ciudad de México entera se correspondía con lo que actualmente conocemos como Centro Histórico. Lo que antes había sido Tenochtitlán, una isla en la parte poniente del lago de Texcoco. Imagínense el drama de una inundación ahí en 1629. Esta inundación duró prácticamente cinco años. Cinco años, estuvo toda la ciudad anegada, poco más de dos metros, al grado de que las autoridades virreinales consideran mudar la capitalidad de la Nueva España a otra ciudad. Pero dijeron “No, no vamos a esperar a que esta inundación pase”. Mientras comenzó a llover aquel 20 de septiembre de 1629, todos los perros de la ciudad, los perros callejeros, por ejemplo –siempre se nos olvida que las ciudades no solo están compuestas de seres humanos, también hay animales, y más en aquellos siglos– los perros de la ciudad comenzaron a concentrarse aquí en lo que hoy llamamos Plaza Seminario. ¿Por qué creen ustedes que los perros de la ciudad se concentran en esa plaza y no en la Plaza Mayor o en la plaza de Santo Domingo o en la plaza de Santa Catarina? ¿Alguna idea? Si ustedes fueran un perrito callejero y empieza a inundarse la ciudad, ustedes buscan el sitio más alto, ¿cierto?, por puro instinto. Y entonces los perros, al concentrarse ahí dejaron claro que ahí estaba el punto más alto de la isla. No lo parecía. Todavía hoy no lo parece. Pero esa parte al lado de la catedral es un poco más alta que el resto del Centro Histórico. Ligeramente. Por eso esos animales no murieron ahogados. Por eso a la plaza se le conoció como Isla de los Perros. Dejando esta anécdota aparte, fue un verdadero drama que afectó sobre todo los barrios indígenas, el barrio de Santa Ana, en Tepito. No sé si ustedes conozcan la Avenida Peralvillo, donde está el templo de Santa Ana. Seguramente alguno de ustedes ha estado ahí un domingo al mediodía tomando micheladas. El barrio de Santa Ana, pero también en República de Brasil, la plaza de Santa Catarina, barrios indígenas al norte de la isla, hacia Tlatelolco. Ahí hubo una mortandad bárbara, murieron decenas de miles de personas durante cinco años, no solamente porque murieron ahogados, sino por todas las enfermedades que se suscitaron a partir de entonces.

06:27
Jorge Pedro Uribe. Pero además, una cuarta parte de la población criolla española se fue. Y entonces escribe Guillermo Tovar que ahí comienza el poblamiento de la Nueva España. Primero fue la ciudad, luego fue el virreinato. Ese montón de proto chilangos se van a vivir a Valladolid lo que hoy es Morelia, Puebla, Querétaro, Guadalajara, ciudades que antes habían estado medio vacías, la Ciudad de México, y lo digo con todo respeto, para aquellas ciudades dotó de pobladores y de oficios y de saberes y de títulos nobiliarios a ciudades que hasta entonces habían estado medio vacías. La Ciudad de México es el origen, siempre es el origen. Ustedes saben que hace más de mil años hubo una ciudad de 40 kilómetros cuadrados que se llamaba Teotihuacán. Bueno, no sabemos si realmente se llamaba Teotihuacán, porque la lengua que hablaban aquellos habitantes no la conocemos hoy día. No sabemos qué lengua se hablaba en Teotihuacán, pero los mexicas le llamaban Teotihuacán a aquella ciudad que ya estaba abandonada. Teotihuacán no habría sido Teotihuacán si el Xitle no hubiera hecho erupción al sur de la Ciudad de México, en Coyoacán, obligando a los cuicuilcas a poblar Teotihuacán. Teotihuacán prospera en gran medida por el éxodo cuicuilca. Luego aquellos Teotihuacanos devienen en toltecas. La gran ciudad de Mesoamérica deja de ser Teotihuacán y se convierte en Tula. Y después de Tula, Es Tenochtitlan. Origen y destino de Mesoamérica, este valle de México. En realidad tendríamos que hablar de toda la cuenca, una cuenca verdaderamente amplia, más de 16.000 kilómetros cuadrados que comprende el Valle de México, el valle de Cuautitlán, el Valle de Tizayuca, el Valle de Apan. Es una región grande, una región neo volcánica, una región que ha estado poblada desde hace miles y miles de años. Uno de los restos óseos fosilizados más antiguos de todo América es la mujer del Peñón. ¿Alguien ha ido al Peñón de los Baños, cerca del aeropuerto? Mejor dicho, el aeropuerto está en el Peñón. Más de 2500 años tiene este fósil. Hay gente viviendo en el Peñoncito desde hace más de 2500 años. Algo tiene esta región, la cuenca de México, particularmente el Valle de México, que propicia la fundación, el florecimiento de grandes civilizaciones.

09:36
Jorge Pedro Uribe. Algo ha tenido esta región y algo sigue teniendo la Ciudad de México como Axis Mundi. Volvemos a los versos de Bernardo de Balbuena En ti se junta España con la China, Italia, con Japón. En la Ciudad de México era igualmente fácil conseguir productos que venían de Europa, que aquellos que venían de las Filipinas y más allá de las Filipinas, a través del galeón de Manila, y luego hacia el norte, el camino real de tierra adentro que conectaba –aún conecta– la plaza de Santo Domingo en la Ciudad de México, en el centro, con el barrio tlaxcalteca de Analco –allá dicen “Analco”–, en Santa Fe, Nuevo México. ¿Qué hacía un barrio tlaxcalteca en Santa Fe, Nuevo México? Bueno, pues por la misma razón por la que hay palabras en náhuatl que se hablan en Filipinas y por la misma razón que tenemos influjo filipino en la Ciudad de México y en otras partes del país, si ustedes han estado en Colima, en Puerto Vallarta, habrán visto vendedores de tuba, que es una bebida filipina fermentada de palma, que nos llega desde tiempos del galeón de Manila. Y luego, todo lo que nos llegaba y nos sigue llegando desde las Antillas y más allá, porque ese camino llegaba a Sevilla y más allá, y luego hacia el sur, Centroamérica. ¿Saben ustedes lo que significa Nicaragua? Hay diferentes etimologías, pero una de las más aceptadas es Nikan Anáhuac. Hasta aquí llega el Anáhuac. El Imperio mexica llegaba hasta Nicaragua. La ciudad de México, llámese como se llame Tenochtitlán, ya desde antes, la ciudad española, la ciudad independiente, la ciudad actual siempre ha sido la capital histórica de las Américas. Algún escritor, muy ufano, ha dicho que mientras que en Manhattan los búfalos todavía corrían, en la Ciudad de México ya teníamos la calle de Moneda con la primera universidad, la primera imprenta, el primer Museo de América. Y esto ya no le tocó decirlo, porque esto llegó hasta el siglo XIX, la primera cantina, también. La cantina, El Nivel. Cuando uno recorre la calle de Moneda, uno entiende la grandeza de esta ciudad, pero no es una grandeza Ida, no es una grandeza desaparecida, como cuando caminas por el centro de Viena o por algunos distritos de París.

12:39
Jorge Pedro Uribe. Se nota que aquí hubo grandeza. No, en el caso de la Ciudad de México, esa grandeza se ha mantenido desde los Cuicuilcas, desde hace miles de años. Algo tiene el Valle de México que propicia el florecimiento de grandes civilizaciones. Pues bien, nosotros somos una de esas grandes civilizaciones y siento que a veces no nos la creemos. Nos vemos a nosotros mismos como si fuéramos menos. Nosotros somos más. La grandeza mexicana que describió Bernardo de Balbuena en el siglo XVII, sigue vigente. La grandeza mexicana es algo que hay que entender a profundidad y para eso servimos los cronistas desde siempre. Los primeros cronistas, los llamados cronistas de Indias en el siglo XVI, estaban ahí para reportarle al Rey de España las maravillas que había en esta ciudad, y ni lentos ni perezosos los cronistas de Indias se ponen a ello y el rey está, a lo mejor no prestándole mucha atención a esas crónicas, porque él tenía otros asuntos en el escritorio, pero nosotros, siglos después, leemos esas crónicas del propio Hernán Cortés, de Bernal Díaz del Castillo y otros cronistas de Indias. El propio Francisco Cervantes de Salazar, primer cronista oficial de la Ciudad de México, 1560 y algo, 1550 y algo. Fue rector de la Universidad. Él está escribiendo crónica, ya no tanto para el Rey, sino para los propios habitantes. Oigan, esta ciudad es maravillosa, es la capital del nuevo mundo del hemisferio occidental. Es donde se urbaniza por primera vez un parque público. La Alameda de México existe desde 1590 y algo. Es donde hay una universidad desde 1553. Es una ciudad en la que todos éramos ganadores. No había una diferencia real entre vencidos y vencedores, la primera generación de mestizos o de criollos, ya estaba pensando, “Wow, vivimos en una súper ciudad”. La Ciudad de México en el siglo XVIII llegó a ser una de las ciudades con mayores fundaciones religiosas del mundo, lo cual equivale a decir actualmente una ciudad con todos los corporativos o con todas las empresas de tecnología. Había conventos para donde miraras y los conventos eran centros de cultura. Así pues, esta grandeza no es una grandeza pasada, es una grandeza bien viva que a nosotros nos toca reportar. Seamos cronistas o no, tenemos que creernos que estamos en el centro del mundo y desde siempre la historia está ahí, los datos están ahí. Esto no es posverdad, esto no es una opinión romántica. La Ciudad de México tiene mucho tiempo siendo la cabecera de las Américas y nosotros al habitar en ella tenemos la gran fortuna de poder reportarla, de poder contarle a los demás las maravillas de vivir en esta ciudad que hace tiempo ha dejado de ser una ciudad para convertirse en una región, en una megalópolis, en una mancha urbana, en una ciudad de ciudades.

15:44
Jorge Pedro Uribe. ¿Cómo reportar? ¿Cómo escribir Crónica de una ciudad que no es ciudad, sino algo más? ¿En qué fijarnos? ¿Qué herramientas necesitamos? ¿Cómo podemos fijarnos en aquellos rasgos de identidad que nos dan grandeza actualmente, sin añorar el pasado? De esto y otros asuntos, me imagino, vamos a hablar hoy. Y entonces yo estoy ávido de escuchar las preguntas que ustedes tengan que hacer para que entre todos podamos hacer una reflexión acerca de la crónica de Ciudad, específicamente de la Ciudad de México.

17:22
Claudia. Mi nombre es Claudia. Gracias por estar con nosotros, es maravilloso escucharte. Tu forma tan particular de platicar historias es envolvente y es maravilloso. En este mundo justo que estamos viviendo, donde muchas personas y muchos influencers cuentan historias, ¿qué destaca a un cronista urbano?

17:44
Jorge Pedro Uribe. Es una buena pregunta, porque ciertamente contar historias lo podemos hacer todas las personas y lo tenemos que hacer todas las personas. Todos tenemos una historia que contar de nuestra familia, de nuestra infancia, de nuestros vecinos. Sin embargo, el cronista urbano es alguien que profesionalmente se dedica a contar historias que son pertinentes para la ciudad, no solamente para sus coetáneos, sino para el porvenir. Muchas veces cuando uno está escribiendo una historia uno piensa ojalá me estén leyendo en el siglo XXII. También me interesa que me lean mis contemporáneos, pero en el futuro ojalá haya gente interesada en saber cómo vivíamos la ciudad. Entonces uno tiene esta proyección hacia el futuro. Un cronista es un escritor, profesionalmente hablando. Es una mezcla de literato con periodista y por lo tanto tiene que ser profesional, tiene que tener una cultura general, amplia y profunda que le permita conectar los puntos, atar cabos, poder comparar la Catedral de México con la de Jaén, conocer la lengua náhuatl lo suficiente como para poder interpretar correctamente las toponimia, etcétera, especialmente tratándose de una ciudad tan universal como es la Ciudad de México. El famoso pensar globalmente y actuar localmente. Hay que estar al tanto de todo lo que pasa, tener un buen almacén de cultura general, pero poniendo en el foco lo que está ocurriendo en la propia ciudad, en la propia colonia, en la propia calle, que luego es lo más difícil de describir. Cuéntame cómo es tu calle, cómo es tu cuadra. A mí no me cuentes cómo es la colonia del Porfiriato, que está quién sabe dónde. A mí me interesa que tú me cuentes la historia de tu familia y la de tu calle, porque es lo que tú conoces cotidianamente. Pero para eso hay que tener información que te permita, vuelvo a decir, unir los puntos. También hay que escribir de cosas que a uno le interesen. Escribió Cervantes, en el siglo XVII, “Si se sabe sentir, se sabe decir”. A veces uno cree que tiene que escribir de los grandes temas, pero a veces no están en el corazón de uno. Entonces no va a salir. Si a ti lo que te interesa es el béisbol, o los gatos, o los videojuegos, o las micheladas de Tepito, escribe de eso, porque eso es lo que te va a salir fluidamente. Hay otra frase del cronista catalán Josep Pla, que dice, “Es mucho más difícil de escribir que opinar”. Dar la opinión del ronco pecho, eso lo hace todo mundo. Pero describir lo que está aconteciendo sin juzgar, eso es lo más difícil y no todo el mundo se atreve. Pero también me parece una buena herramienta para el contador de historias profesional –el cronista– tener sentido del humor, ser ameno, estar conectado con lo que está pasando. Lo mismo tienes que conocer la literatura de los Siglos de Oro español que los memes de moda.

20:52
Jorge Pedro Uribe. Tienes que estar al día porque el cronista no vive en el pasado. El pasado es muy importante para el cronista, pero lo más importante es el presente. Pa’ pronto, como una vez me dijo Guillermo Tovar, el pasado no existe. Siempre se ha vivido en un presente continuado. En el pasado la gente no estaba pensando, “Qué padre, que estamos en el pasado. Ojalá un día sea el presente”. No, ellos ya estaban viviendo el presente y nosotros somos el pasado del porvenir. Entonces todo lo que tenemos es el presente. Y si bien nos podemos apoyar en el pasado y en la historia, los cronistas no somos historiadores, somos más bien periodistas de lo que está aconteciendo actualmente. Tenemos que estar conectados con lo que ocurre hoy. Tenemos que ser amenos porque si no, nadie nos va a leer. Y tenemos que ser muy claros con lo que estamos describiendo, porque en el futuro, si tenemos suerte, alguien querrá leernos y esa persona en el futuro va a decir, “Qué bueno que me contó cuánto cuesta una cerveza”, “Qué bueno que me contó de qué color estaban pintados los muros de esa cantina”. “Qué bueno que me describió el olor de esa calle”, porque esos detalles que no están en la historia, si están en la crónica. Y por último, yo diría que el contador de historias profesional, el cronista, el cronista de Ciudad, tiene que atreverse a mirar más allá lo que Georges Perec llamó lo infra ordinario. No solamente los grandes acontecimientos, el accidente, el asesinato, el magnicidio, la política, el poder, lo noticioso. No, nos dice Carlos Monsiváis, “La crónica es la reconstrucción de figuras”, no solamente actos, sino también figuras. Describir cómo es ese lugar, esa cantina, esa fiesta, esa fiesta patronal, ese edificio… a qué huele, a que sabe lo que estoy comiendo, cómo va vestida la gente… Esos detalles, esa reconstrucción de figuras, aporta mucho el porvenir. Entonces yo creo que el cronista tiene que fijarse no solamente en lo que está de moda. Hoy, tú dices “crónica” y muchos en su cabeza piensan “Oh, el narco, las desapariciones forzadas, los feminicidios…”. Claro, son asuntos muy graves, peliagudos, que hay que poner el foco en ellos, pero no solamente en ellos. Y hay mucha gente atendiendo eso y ojalá haya más, pero también tiene que haber gente atendiendo a tu vecina que vive en el 6º piso y que tiene 95 años y que te puede contar todavía cómo era vivir en los años 40 en la Ciudad de México.

23:59
Jorge Pedro Uribe. También podemos fijarnos en cómo viven los perritos callejeros. Yo aprendí mucho de Elena Poniatowska, la virtud de saber escuchar a los que no suelen tener voz. Ustedes conocen la anécdota, la historia de cómo surgió su novela Hasta no verte, Jesús mío. Ella conoció a una mujer en la Candelaria de los patos, que era una mujer común y corriente, como quien dice, pero de común y corriente no tenía nada, porque nadie de nosotros es común y corriente. Ella supo entender que esa mujer podía contarle muchas cosas y cada miércoles durante dos años iba ella en su vochito desde la colonia Juárez. Se estacionaba allá afuera de su casa y prendía la grabadora. “Señora, cuénteme”. Y ella le decía, “Pero ¿yo que te voy a contar? Yo no, no he vivido grandes cosas.” ¿Que no? Ahí está el libro para que ustedes lean todo lo que recogió Elena Poniatowska. Esta mujer estuvo en la Revolución, viajó por todo el país. Si supiéramos escuchar al que está al lado de nosotros… Yo a veces en el metro estoy movido por la tentación de preguntarle al que está delante de mí, “Oiga, señor, se ve que usted tiene una gran historia que contar. ¿Puedo ir a entrevistarlo cada miércoles durante dos años?”. Esta obsesión por el poder, por aplaudirle o por denostarlo, nos lo tenemos que sacudir. El poder lo tienen las personas que comúnmente no atendemos. Escuchar a nuestros vecinos, a las personas mayores, a los niños, a las niñas, entender a los animales, tratar de escuchar y de entender cómo viven. Decía Elena Garro que cuando a un escritor se le acaba la imaginación, siempre puede ir a visitar presos a Lecumberri, porque escuchando a los presos te pueden surgir muchas ideas. La crónica tiene que tener el foco puesto en las personas comunes y corrientes, que de comunes y corrientes no tenemos nada. Todos tenemos una historia que contar y todos podemos ser informantes de un cronista curioso que querrá preguntarte muchas cosas. Los grandes temas están ahí, siendo atendidos, pero lo infra ordinario también merece la pena escucharlo.

27:04
Raciel. Mi nombre es Raciel. Es un placer estar aquí escuchándote. ¿Si tuvieras que definir a la Ciudad de México como una persona, cómo sería?

27:13
Jorge Pedro Uribe. Hay una frase que escribió Ramón López Velarde para describir la patria entera, pero yo creo que aplica para la Ciudad de México, “Castellana y morisca, rayada de Azteca”. Esa frase a mí me gusta. Yo siento que así somos los capitalinos de tocho morocho. ¿Cómo dicen los tamales, que son de mole, de Chile…? ¿Alguien sabe la frase? ¿Cómo? “Chile, mole y pozole, hay una gran variedad”. Al ser el centro del mundo, nos ha llegado influencia de todos lados. Todos aquí tenemos un ancestro, un abuelo, un papá, una mamá, una tía que llegó de otro país o de otra región de México, que esa migración es la que luego no atendemos. Todo el mundo habla del abuelo español, de la bisabuela libanesa, del señor chino que llegó a La Lagunilla, pero que no se nos olvide que todos provenimos de Guerrero, de Puebla, de Baja California, de Tabasco. Todos tenemos esta mezcla orquestada a partir de la Revolución sobre todo, pero ya desde antes. Somos una mezcla deliciosa, somos castellanos y moriscos, rayados de aztecas, pero también de Maya, pero también de Zoque, pero también de Amuzgo, pero también de Kikapú, pero también de muchas otras latitudes. Somos una verdadera metrópoli. ¿Saben en quién pienso cuando pienso en la Ciudad de México? Pienso en la Virgen de Guadalupe. Esa sería la persona, contestando a tu pregunta, a través de la cual yo podría personificar a la Ciudad de México. Es una virgen, cristiana, española, con algo del Medio Oriente, pero es morena, pero es barroca. Así somos los mexicanos y hace rato no conté la historia completa, cuando la Ciudad de México estuvo anegada durante cinco años. Imagínense eso, la mortandad, los emigrados… ¿Qué hicieron los capitalinos? Sacaron las imágenes religiosas. Hoy nos puede dar risa, pero es que en aquel entonces era lo que había. Hay que dar una procesión con la Virgen de los Remedios. Hay que sacar al Cristo del veneno, hay que rezarle a la Virgen Fulana y nada, la inundación no se iba hasta que alguien opinó –me imagino la junta–, el becario dijo, “Oigan, se acuerdan de esa virgen morena que está en el Tepeyac, que es famosa” –pero todavía no tan famosa–? ¿Y si la traemos?” Chicle y pega. Se trajeron a la Guadalupana, la pasearon en procesión por la Lagunilla. Se desaguó la inundación. Se fue. En ese momento la Virgen de Guadalupe se convirtió en la rockstar que todavía es hoy. No es que antes no fuera famosa, ya era célebre, pero estaba como en el top cinco de vírgenes. Le ganaba a la Virgen de los Remedios, la Virgen de la Bala, la Virgen de la Piedad, unas vírgenes que hoy no figuran, que tienen muy pocos followers. Pero a partir de que la Guadalupana logró desaguar la isla, en ese momento la Virgen de Guadalupe dijo, “Con permiso”, y no querían dejarla ir los vecinos de La Lagunilla.

30:22
Jorge Pedro Uribe. Y se quedó un buen tiempo en la parroquia de Santa Catarina, ahí en la calle de Brasil. No querían devolverla al Tepeyac, pero en el Tepeyac dijeron, “Solo se las presentamos un rato, ya les hizo el milagro. Nos pertenece.” Como la Virgen de Guadalupe somos los capitalinos, con esa misma guapura y capacidad de hacer milagros.

31:30
Adriana. Hola Jorge, es un placer estar aquí. Mi nombre es Adriana y mi pregunta para ti es ¿qué nos podrías platicar sobre la conquista de México?

31:38
Jorge Pedro Uribe. Muchas gracias por tu pregunta Adriana. Yo creo que la conquista tuvo o tiene varios escenarios, locaciones. Hablo en presente porque como escribió Carlos Fuentes, “Ningún tiempo mexicano se ha cumplido aún. Están vivos todos los tiempos”. Eso lo quise hacer con el libro anterior a este hablar de la caída de Tenochtitlán desde el presente, porque eso no es un capítulo cerrado. Bueno, pues la caída de Tenochtitlán, claramente todos tenemos en la cabeza Tenochtitlán, pero con todo respeto para los Tenochcas, que yo los quiero mucho, no quiero hablar mal de ellos, la verdad es que los protagonistas son los mexicas Tlatelolcas, que siempre los tenemos olvidados. En Tlatelolco ocurrieron sucesos de gran importancia. Siempre hablamos de la caída de Tenochtitlán, pero debiéramos decir la la caída de Tenochtitlán, Tlatelolco. Eran una sola ciudad, una ciudad doble. Luego Tlatelolco fue denigrado porque ahí se fueron a vivir los vencidos y en Tenochtitlán se quedaron los güeros dentro de la traza. Los españoles nos gobernamos aquí en la isla del Sur y los mexicas vencidos se quedan allá en el norte, en la isla de Tlatelolco. Todavía hoy Tlatelolco tiene mala fama. ¿Saben que Barrio Tlatelolco sigue estando ahí? Tepito. Partes de la colonia Guerrero también. Pero antes de que tuviera esa mala fama, desde el siglo XVI, Tlatelolco era Tlatelolco. El templo mayor de Tlatelolco era más alto que el de Tenochtitlán. Los españoles estaban obsesionados con tomar el gran Cu, el gran templo mayor de Tlatelolco. No es que el de Tenochtitlán no les importara, pero el gran premio mayor era hacerse con el Templo mayor de Tlatelolco. En Tlatelolco había algo que no tenía Tenochtitlán, el gran tianguis, el poder comercial. Les doy este consejo: si ustedes un día quieren conquistar una ciudad, lo que tienen que tomar es el mercado. Conquisten la Central de Abasto, no el Palacio de Gobierno. Hernán Cortés lo tenía muy claro Si me hago de Tlatelolco me hago de la capital mexica. Los hechos de la conquista, pues los podemos ubicar en Tenochtitlán, en el Centro Histórico, las casas del marquesado, que antes fueron el Palacio Real de Tenochtitlán, entre Madero, Monte de Piedad, Isabel la Católica y Tacuba, el templo de Axayácatl, pues ahí estuvo preso Motecuhzoma II, por ejemplo, ahí fue asesinado. Hay tanto que contar, que ocurrió en Tenochtitlán. Pero en Tlatelolco ocurrió lo último, en el barrio, mejor dicho, el paraje de Jaca colgó Avenida Peralvillo, entre González Bocanegra y Matamoros, nuevamente, donde hoy prosperan las micheladas, donde está el templo de Santa Ana. En ese gran paraje resistieron los mexicas hasta el último, mientras que los españoles estaban enfrente, cruzando Reforma Norte, en lo que hoy es la unidad habitacional, Hernán Cortés les decía, “Ríndanse, mándenme a Cuauhtemoczin, para hablar con él y que se rinda.

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Jorge Pedro Uribe. Yo no quiero hacerles la guerra”. Y los mexicas bien bravos, bien valientes, bien enmichelados, llegaban y les decían, “No, no nos vamos a rendir, haznos la guerra si quieres”. “Pero si quedan cuatro gatos, si están muertos de hambre, flacos, muriéndose de hambre, mejor ríndanse”. “Pues no, no nos vamos a rendir”. Desde entonces Tepito existe porque resiste. Ya desde entonces los Tepiteños eran así. Total, que después de tres plantones esto lo cuento en mi nuevo libro México, un mito de siete siglos. Yo comienzo este libro relatando los últimos 15 días de la caída de Tenochtitlán Tlatelolco con lujo de detalle. Después de tres plantones, porque Cuauhtémoc le decía Hernán Cortés, “Sí, voy a reunirme contigo al mediodía”, y no llegaba. Eso es como muy mexicano también, ¿no? No lo sé, a lo mejor es universal, pero si ustedes tienen un enemigo que los quiere sitiar, déjenlo plantado. Eso lo podemos aprender de Cuauhtemoczin. No llegaba, no llegaba. Y la tercera vez Cortés… a Cortés se le quitó lo cortés y dijo, “Pues ahora les voy a hacer la guerra”. Y acabó con ellos. Y pobres mexicas. Pero estos mexicas murieron de pie en el paraje de Yacacolco, entre reforma, Matamoros, Bocanegra y Peralvillo. Yo cuando estoy ahí viendo a los jóvenes bebiendo micheladas, pienso aquí están resistiendo a su modo, están resistiendo ante lo que tienen que resistir, actualmente. Y hace cinco siglos los mexicas valerosamente resistieron aquí. Pero no solo en Tenochtitlan y Tlatelolco, y en ese barrio bisagra llamado Tepito ocurrieron los hechos de la conquista. El cuartel de Hernán Cortés –esto lo cuento aquí– estaba ubicado más o menos en Calzada de Tlalpan y Obrero Mundial. Pero donde tenemos que ir, a donde tenemos que ir es a Coyoacán. Coyohuacan, el lugar de los poseedores de coyotes. ¿Y quiénes eran los poseedores de coyotes? Los españoles que tenían sus perros bravos. En Coyohuacan se establece el real de los españoles cuando cae Tenochtitlan, Tlatelolco, eso queda hecho un desastre. Y entonces en lo que barren, trapea, desescombran y quitan el tufo a muerto –que les tomó como un año– Hernán Cortés dice, “Me voy con los míos a Coyoacán”, lo que hoy es el barrio de la Conchita. ¿Han estado en la Plaza de la Concepción, en Coyoacán? Ahí hay una capilla muy antigua. Ahí se establecieron los españoles, ahí está la llamada Casa de la Malinche, me parece que es la calle de Higuera número diez y algo. Esa casa de la Malinche, era la casa del Cacique Ixtolinque, que recibe a los españoles ahí y dice, “Está bien, yo los recibo aquí en Coyoacán, son mis invitados, quédense aquí un par de años.” –en lo que Rodríguez de Villa Fuerte y otros capitanes desescombran la ciudad– “Esta es su casa”. Los españoles ahí pasan un buen rato. Yo aquí le dedico una crónica larga a la estadía de los españoles en Coyoacán. Ahí hay de todo. El romance de Hernán Cortés con la Malinche. El cazonci de Michoacán, que viene representando a los purépechas para entrevistarse con Cortés y rendirse, o mejor dicho, pactar. Pero lo más bonito que ocurrió fue, ¿ustedes qué harían cuando acaban de vencer a los mexicas, al día siguiente? Pues una fiesta ¿no? Obviamente. Acaban de derrotar la capital de Mesoamérica y está muy padre. Se subieron a las mesas a bailar, las mujeres, los hombres, hicieron, deshicieron, mandan traer puercos que los había, cerdos, carne de puerco que habían traído de Cuba. Y ahí algunos autores han dicho que nacen los tacos de carnitas, porque las tortillas, los tlaxcaltecas, que son los aliados de los mexicas, ponen las tortillas, los españoles ponen la carne de puerco.

39:24
Jorge Pedro Uribe. No estoy tan seguro, pero me gusta pensar que ahí nació el taco de carnitas. Pero además, en Coyoacán ocurre el primer grafiti documentado. Los soldados estaban como un poco suspicaces porque el reparto del botín, como que no salían las cuentas. “Oye, yo me vine desde España, desde Cuba, me compré mis armas, dejé a mi familia. ¿Y me estás dando dos billetes de 20 pesos?”, digo, por decir algo. “Obviamente no costea, no vale la pena y no creo que sea justo este repartición. ¿No será que Hernán Cortés está robando todo?”. Y ese botín dio pie a un motín. Porque entonces los soldados empezaron a pensar, “Para mí que Hernán Cortés nos está ocultando el tesoro de Moctezuma y se lo está quedando él y nosotros que venimos a hacer la guerra, nos está pagando con muy poco”. Y entonces, afuera de la casa de Cortés le dejan un grafiti en verso, le ponen, “Cortés, que se roba el dinero que…” no sé qué, y Hernán Cortés se sale de su casa al día siguiente y dice, “¿Me van a grafitiar mi casa? Pues yo le voy a contestar con otro grafiti”. Esto, lo cuenta Bernal, y le pone “Pared blanca, papel de necios”. Yo así quiero titular un libro. Yo cuando voy ahí a la Plaza de la Conchita, en Coyoacán, veo esa iglesia y pienso en todo eso que ocurrió ahí. Y no solo eso, en Xochimilco casi hacen preso a Cortés. Si no fuera porque Pedro de Alvarado lo salva, y ahí queda medio mocho de un dedo. La historia de la conquista ocurre por todo el Valle de México, el Santuario de los Remedios en el cerro de Otoncalpulco, en Naucalpan. Ahí es donde Hernán Cortés llora la noche triste, o la noche victoriosa, y no en Popotla. Eso es un constructo del siglo XIX. Ahí los otomíes reciben a Cortés, curan sus heridas y ahí Cortés dice, “Volveré, pero esta vez para acabar con ustedes”. Entonces el relato de la conquista está por todos lados, no solamente en Tenochtitlan, Tlatelolco, sino tan lejos como en Naucalpan. Imagínate tú en los pueblos de Xochimilco, la Calzada de México Tacuba, donde encontraron el tejo de oro cuando estaban haciendo la línea dos del metro. Ese tejo de oro ustedes lo pueden ver en la Sala mexica del Museo de Antropología. Es que, ¿cómo no ser cronista con estas historias sobre la mesa?

42:53
Alfredo. Hola, ¿qué tal? Mi nombre es Alfredo y la pregunta es la siguiente. Dicen que para conocer una ciudad debemos conocer su comida. ¿Qué te dice la gastronomía de la Ciudad de México?

43:05
Jorge Pedro Uribe. Si algo hay en la Ciudad de México es comida callejera, ¿cierto? Sales de un metro y vas a encontrar unos buenos tacos. Los tacos de pastor son típicamente capitalinos, pero también los de suadero. ¿A ti cuáles te gustan?

43:20
Alfredo. Los de pastor.

43:21
Jorge Pedro Uribe. ¿Los de pastor con piña? Yo he visto que hay el dilema de si a la pizza se le pone piña o no, pero nunca he visto el debate de si al taco se le pone piña o no, ahí siempre se le pone piña al taco de pastor, aunque algunos remilgosos sí se la quitamos. Es una ciudad que es capaz de complacer gastronómicamente, incluso a los remilgosos. Todavía quedan buenas pulquerías y yo sé que es un lugar común decirlo, pero en las cantinas se come muy bien. Las cantinas están hechas para soltar el cuerpo y para comer rico y para platicar. La pulquería, en cambio, es más introspectiva y melancólica, ¿no? Hay buenas pulquerías en Xochimilco, en Cuautepec, en la puntita norte de Gustavo a Madero. En todas las 16 alcaldías hay buen pulque realmente. Pero también si hablamos de alimentos, yo hablaría de la gastronomía de los pueblos del sur. Milpa Alta tiene 12 pueblos y en los 12 se come maravillosamente. Han sabido resistir, los milpaltenses. En estos 12 pueblos, los propios habitantes no han permitido que entren las grandes cadenas comerciales. No vas a encontrar una tienda de estas, que tienen ustedes en mente. Ahí defienden el consumo local y la economía circular y ahí comen de rechupete, porque entonces estás comiendo nopal hecho ahí mismo, huitlacoche hecho ahí mismo, etcétera y se come muy bien. Y ahí la gente es longeva, esbelta y guapa. Algo tiene la alimentación de los pueblos de Milpa Alta, pero tampoco soy partidario de tanta pureza. Solo vamos a comer alimentos de la milpa. No. Yo, como habitante del centro Histórico, pues más bien tengo el influjo de todo el mundo, prácticamente ¿no? Uno puede encontrar muy buena comida centroamericana y sudamericana, a últimas fechas. A partir de la migración de venezolanos, colombianos, haitianos. Yo vivo en el mero centro de esa migración. Las fondas en la calle de Allende ya empiezan a tener letreros en árabe, porque también llega gente del norte de África. En Ti se junta España con la China, Italia, con Japón. También hay mucha migración china, la calle de Peña y Peña. Nadie le dice Peña y Peña, todo el mundo le dice ya la calle de los chinos y ahí hay buena comida china. Pero en la colonia Viaducto, Piedad, Metro Viaducto, Iztacalco, ahí también hay buenos restaurantes chinos. Es el barrio chino, que no está turístico, a diferencia del de la calle de Dolores, en el centro histórico. Hay buena comida, buenas comidas españolas en el centro. En la calle de López hay una paella muy, muy antigua todavía regenteada por su propietario español, que está ávido por contarte historias. Mientras comes la paella, platicas con él y ahí mismo, en la calle de López está el Café Villarías, en la esquina con Ayuntamiento. Y en contra esquina hay otro café, pero ese café viene de Córdoba, Veracruz. El barrio de San Juan –es que hasta se me hace agua la boca– es una de las razones por las que yo vivo en el centro. Hay muy buenos tacos en la calle de López, flautas de barbacoa, en fin, el centro histórico es para comer y comer y comer, pero toda la ciudad realmente. Ahora, las colonias ya más aburguesada que están de moda, pues ahí hay otro tipo de experiencia gastronómica.

46:52
Jorge Pedro Uribe. No voy mucho por ahí, pero a veces quisiera ir porque también ahí hay buena comida y hay muy buenos restaurantes, con estrellas Michelín y todo esto. Entonces algo me estaré yo perdiendo. Ya desde el siglo XIX se nota la influencia de la gastronomía francesa, estadounidense… Esto no es nuevo. Esto ya estaba pasando desde tiempos de López Velarde, hace un siglo, la calle de Madero, llena de letreros en inglés, así como hoy vas a Álvaro Obregón en la colonia Roma y los letreros están en inglés. Bienvenidos los migrantes estadounidenses. También ellos le aportan culturalmente y gastronómicamente a la ciudad. Pero del mismo modo, bienvenidos también los centroamericanos y los nor africanos y los chinos. Bienvenidos todos. Esta es una metrópoli y eso gastronómicamente, ¿qué les puedo decir? Incluso aquellas migraciones que vienen en mala onda, como la invasión yanki de 1847, trajo consecuencias buenas, porque gracias a eso, los capitalinos tuvieron que idear un lugar para recibir a los estadounidenses que estaban invadiéndonos, y así surgen las cantinas. Es un saloon, pero un poco tasca española, pero un poco pulquería. Y de este híbrido nacen las cantinas. Luego la invasión francesa –la segunda– también trajo un montón de delicias gastronómicas. La migración de los vascos hizo posible que hoy tengamos pan dulce, lo que hoy llamamos pan dulce que consigues en panaderías como la Vasconia en la calle de Tacuba, pues es herencia de toda la migración vasca del siglo XIX. Ese es el superpoder de los capitalinos. Toda influencia que llega de fuera la metemos en aceite, le ponemos salsita y se vuelve mexicana. Y por eso tenemos una gastronomía espectacular. La comida callejera afuera del metro, las cantinas, las influencias de otras partes de la República, no solamente de otras partes del mundo. Como ya decía yo hace rato, las migraciones locales nacionales también aportan mucho. En la colonia Doctores tú puedes encontrar comida de guerrero, comida de Tabasco, comida de Oaxaca, porque está llena de migrantes. Esta es una ciudad de migrantes y por lo tanto esta es una ciudad gastronómicamente universal.

50:16
Johann. Soy Johann Cruz. Primero quiero agradecerte por el tiempo que nos has brindado. Creo que nos has dado una perspectiva muy diferente de nuestra ciudad y puedo decir que me siento aún más orgulloso de pertenecer aquí y más porque soy de Tlatelolco. Bueno, continuando con mi pregunta de todo lo que has caminado y con lo que conoces de nuestro México, ¿qué personaje histórico consideras que merece una reinterpretación desde la crónica contemporánea? Qué padre que seas de Tlatelolco. ¿Originario, tus papás y abuelos?

50:48
Johann. No, vivo ahí desde hace diez años.

50:52
Jorge Pedro Uribe. Bueno, ya eres de ahí. Aquí nadie necesita demostrar un linaje. Donde tú pones un pie, donde tú duermes, donde tú vas al baño, de ahí eres. No necesitas que tus abuelos o padres sean de ahí. Y es lo bonito de las grandes capitales del mundo, entre ellas la Ciudad de México, Tlatelolco. Yo creo que un personaje que merece la pena ser visto de otra manera es López Velarde. Esto puede sorprender porque López Velarde es posiblemente el escritor más atendido de nuestras letras. Es el escritor por el que todo mundo pasa, todo el mundo hemos estudiado a López Velarde, pero por lo mismo sigue habiendo puntos ciegos. Su faceta como cronista no ha sido debidamente estudiada. Lo concebimos como un poeta cuando en realidad fue también un cronista. El último de los cronistas románticos y el primero de los cronistas modernos es el padre de la crónica moderna. Su crónica de la avenida Madero es una delicia. Él escribe, “No hay una hora del día en que Madero no conozca mi pisada”. López Velarde, al estilo Baudelaire camina la ciudad y la va narrando según lo que va pasando en su cabeza y en su corazón. Esto es algo novedoso, es un flaneur que viene de la provincia, es alguien que añora Zacatecas y por lo tanto se mete a Santa María de la Ribera porque le recuerda al terruño. Es alguien que como forastero es capaz de narrar la ciudad, no desde las ínfulas del porfiriato, no desde el Jockey Club, no desde las grandes colonias de principios del siglo XX, sino que es un forastero que llega, se sorprende y la describe. “Una señorita, se agarran de la mano y dicen ‘uno, dos, tres’, para cruzar la calle porque temen morir atropelladas”. Estos detalles hacen que la crónica de López Velarde sea deliciosa. Otra cronista maravillosa que tendríamos que atender más, porque ahora se va a cumplir el centenario de su obra cumbre, es Anita Brenner. Anita Brenner, aguascalentenses, judía, tejana pero capitalina. Ella también llega de fuera y se asombra. Y su libro Ídolos tras los altares Es un libro que hay que leer. “Las calles de México parecen galerías pintadas”, nos cuenta cuando describe las pulquerías. Hay tres mujeres que yo adoro en la crónica de la Ciudad de México, Anita Brenner, Elena Poniatowska y Ángeles González Gamio. La crónica es una palabra femenina, es un ejercicio muy femenino. Las grandes cronistas de esta ciudad han sido mujeres en realidad, y las cronistas mujeres hay que atenderlas mejor porque suelen llevarse el crédito, como siempre, como en todas las áreas, los hombres.

54:17
Jorge Pedro Uribe. Que también los hombres hacen, hemos hecho, lo nuestro. Pero la crónica femenina es algo que tenemos que atender. Y hablando de mujeres, yo creo que doña Luz Jiménez es un personaje que tenemos que atender. Luz Jiménez está últimamente en boca de algunas personas, desde que abrieron el museo vivo del muralismo en el edificio de la SEP. La gente está empezando a entender la importancia de Luz Jiménez, Milpaltense, que posó para los grandes muralistas, pero que además escribió, relató. Enseñó la lengua náhuatl y ayudó a que los intelectuales apreciaran la cultura náhuatl de la Ciudad de México. “Castellana y morisca, rayada de Azteca”. Así es nuestra ciudad. No hay que olvidar esa herencia Azteca, y Luz Jiménez, y en realidad todos los milpaltenses, son poblaciones que hay que atender. Por último, yo diría que en lugar de estar atendiendo a los grandes, tlactoque, a los grandes reyes de Tenochtitlán, que Moctezuma, que Cuauhtémoc, y ponerle sus esculturas de bronce en el Paseo de la Reforma, tendríamos que estar atendiendo a las poblaciones indígenas vivas hoy. ¿De qué sirve glorificar a los grandes mexicas de Tenochtitlán si cuando vemos una población de otomíes que nos está estorbando, hacemos caras o nos quejamos porque hay una festividad patronal donde truenan cohetes? Ellos son la ciudad. Hay que atender a las poblaciones originarias, los mestizos, los criollos… Los urbanitas tenemos mucho que aprender de los pueblos indígenas, de las poblaciones originarias y las tenemos a la vuelta de la esquina. Solo hay que ir a Tláhuac, a Milpa Alta. Esas poblaciones yo creo que el cronista, pero toda la población tenemos que atenderlas.

56:29
Saúl. Hola Jorge, mi nombre es Saúl, mucho gusto, la verdad es un placer platicar con alguien con una trayectoria como la tuya y bueno, mencionaste que la Ciudad de México era el origen, pero el país está lleno de cultura. ¿Qué es lo que has descubierto a través de los pueblos que no esté en la capital?

56:45
Jorge Pedro Uribe. Esta es una pregunta importantísima, sobre todo en un país en donde los grandes acontecimientos ocurren, sobre todo en la Ciudad de México. Tú prendes la televisión, abres el periódico –bueno, si es que todavía alguien abre el periódico– y la mayoría de las noticias importantes ocurren en la Ciudad de México y en tres o cuatro alcaldías, además, no en todas. Este centralismo lo tenemos desde tiempos prehispánicos y es importante que los capitalinos nos sacudamos eso y empecemos a viajar por el interior del país. Y descubramos que a tiro de piedra tenemos la gran región de la Colhuacan. Solo tienes que ir a la TAPO, tomar un camión baratísimo y llegas a Texcoco, y en Texcoco te quedas con la boca abierta. Texcoco es una de las grandes ciudades de la Triple Alianza, Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba. Texcoco es tan importante como Tenochtitlán y hay que entender a Texcoco y a sus pueblos. Y a mí me vuelven locos esos pueblos de la Colhuacan. Allá la estrella no es Cuauhtémoc, allá la estrella es Nezahualcóyotl. Allá también se habla la lengua náhuatl, pero la hablan con otro acento. En la Colhuacan es una constelación de pueblos, milenarios algunos de ellos, que merece la pena mirar. Cuando tú visitas Huexotla, con esa muralla de siete metros y veintitantos de largo, siete metros de altura, te quedas asombrado. Cuando Cortés pasa por Huexotla, esa muralla ya era antigua. Era de origen chichimeca del siglo XII, siglo XIII. Esa muralla en el siglo XXI sigue en pie y uno la puede tocar. Es increíble. Y adentro está el templo en lo alto de una pirámide, como si fuera Cholula, pero más bajo. Ah, ya que hablo de Cholula, esa región es también riquísima. Cholula es una de las ciudades más antiguas de todo América, antigua como ella sola. Y los alrededores de Cholula, Tonantzintla, etcétera, te pueden dar mucha luz sobre lo que es este país. Pero volviendo a la Colhuacan, a mí me encanta ir a Tepetlaoxtoc. ¿Alguien de ustedes ha ido a Tepetlaoxtoc? Yo ahí paso mi cumpleaños. Me gusta ir a Tepetlaoxtoc. Qué pueblo tan maravilloso y por ahí queda Papalotla. No es muy lejos de los volcanes. No es muy lejos de Teotihuacán. La región de Teotihuacán también es riquísima. Tlaxcala, Tlaxcala es un festín, la ciudad, pero también los alrededores. Hay un pueblo que se llama San Vicente, en el municipio de Españita. Españita, ellos fueron los aliados principales de los españoles. Todavía allá se conservan los apellidos nahuas, allá en Tlaxcala, en este pueblo de San Vicente, una vez al año, hacen una fiesta todos los taquero de canasta, porque la mayoría de los taquero de canasta que tú ves en la Ciudad de México vienen de ese pueblo. Y entonces hacen la fiesta del taco de canasta. Hay una conexión entre ese pueblo tlaxcalteca y la Ciudad de México que cotidianamente se mueven estos taqueros para venir a surtirnos de sus deliciosos tacos de canasta.

01:00:07
Jorge Pedro Uribe. Es que la Ciudad de México sigue atrayendo a esta región, esta cuenca, este valle, gente de diferentes partes. Luego si nos vamos al poniente, pues está toda la zona de Toluca y ya hacia allá Michoacán, nos da para hablar durante horas y hacia el norte el Camino Real de Tierra Adentro, bueno, Aguascalientes, las Haciendas de Aguascalientes, la Feria de San Marcos, Zacatecas –es infinito este país–, Veracruz con sus 200 y pico de municipios. Si yo tuviera dinero contrataría un chofer y le diría vámonos a recorrer Veracruz, pero antes me iría a recorrer Morelos. Morelos tiene unas bellezas. Siento que el capitalino no está muy al tanto de lo que ocurre en los pueblos, en el interior de la República. Como decía Chabelo, “nuestros amigos de provincia”, ese lugar que no existe llamado provincia porque en realidad son universos distintos que nosotros queremos meter cruelmente en una sola bolsa, llamándolo provincia. “Ah, eres de provincia, ¿no?” “Espérate, vengo de Michoacán y de una región de Michoacán bien padre. Déjame contarte”, y aquí nosotros tenemos que escuchar a los cronistas locales, regionales, porque ellos tienen mucho que contarle a los capitalinos que nos creemos los muy muy y tenemos razones de sobra. Pero cuando llega alguien de Michoacán, de Durango, de Puebla, de Yucatán, si nos da un par de bofetones y nos dice, “Date cuenta de que nosotros también tenemos nuestro patrimonio y bien especial”. El capitalino tiene que salir más a conocer la República.

01:02:27
Karina. Hola Jorge, mi nombre es Karina Jaimes, un gusto estar aquí. Suponiendo que la Ciudad de México el día de mañana desapareciera, ¿qué sería lo más importante de preservar en la memoria colectiva?

01:02:39
Jorge Pedro Uribe. Yo lo primero que haría es ir a proteger el Peñón de los baños. El Peñónsito sería lo primero que iría a proteger, porque ahí tenemos las aguas medicinales, únicas en México. En México tenemos aguas termales, aguas, azufradas, pero aguas medicinales solo tenemos… solo hay en la Ciudad de México, en el Peñón de los Baños y ahí están desde hace miles de años dando servicio, y a mí me parece algo único. Esto es producto de la actividad volcánica que hay en el subsuelo y son aguas que no son solamente termales, son medicinales, es decir, que son curativas. Y algo tienen estas aguas que abren 365 días del año y no es caro entrar a ellas. Algo tienen estas aguas, que a los habitantes del Peñón los ha vuelto bien resistentes y bien padres. Y ahí comen los tamales de tripa de pollo. Y ahí cada 5 de mayo sacan sus fusiles que eran los mismos que usaban sus abuelos para cazar patos en el lago. Ahora los usan para la representación de la batalla del 5 de Mayo. Los Zacapoaxtlas se pintan la cara de negro y los otros son los Franceses. Y disparan y simulan una guerra. Esto es bellísimo. ¿Qué más ocurre en el Peñón? Pues nada menos que el nacimiento del Sonidero. Por la cercanía con el aeropuerto, empiezan a moverse los discos que traen de Colombia y de otras latitudes latinoamericanas. Y puede decirse, aunque ellos son muy modestos y nunca lo van a reconocer, que el sonidero nace en el Peñón. Fiesta Sonideras, tripas de pollo, aguas medicinales, Batalla del 5 de Mayo. Todo en el mismo pueblo originario llamado El Peñón de los Baños, a tiro de piedra del aeropuerto, o mejor dicho, el aeropuerto está dentro del Peñón. Mira, el Peñón es tan importante que hasta tiene aeropuerto internacional. Pero no solo el Peñón, que además tiene los restos fosilizados más antiguos de México o unos de los más antiguos, más de 12.500 años, ya lo decíamos hace rato. De todo hay en el Peñón, pero no es un caso único. Los pueblos originarios, cerca de 150, o sea, esta ciudad es un cúmulo de pueblos originarios, yo los rescataría a ellos. Por eso somos la ciudad con más carnavales del mundo. El carnaval de Chimalhuacán –no es Ciudad de México, pero es zona metropolitana– es el más largo. Dura como 12 semanas. Al carnaval de Chimalhuacán le vale gorro la Semana Santa. Acaba la Semana Santa y ellos siguen en carnaval todavía semanas más. Estos usos y costumbres, estas tradiciones de los pueblos originarios –acabo de estar en Nextipac, un pueblo de Iztapalapa donde hacen unos tapetes en la fiesta del Santo Jubileo–, cada pueblo originario tiene sus rasgos de identidad y estos pueblos originarios, el Peñón, Nextipac, los pueblos de Milpa Alta, los pueblos de Tláhuac… es que hasta en la Cuauhtémoc tenemos pueblos originarios, en Benito Juárez, Santa Cruz Atoyac, donde todavía danzan los moros y cristianos cada mayo. Estos pueblos originarios son el sístole y diástole de nuestra ciudad y muchas veces el cronista cuando quiere relatar la ciudad cae en el lugar común de la ciudad de los palacios, las mansiones barrocas, el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes y la cantina La Ópera.

01:06:08
Jorge Pedro Uribe. Pero esa es la primera capa, es la epidermis. Si tú vas más profundo, llegas al pueblo originario, al carnaval, a la gastronomía hiperlocal, al sonidero, a las aguas medicinales del Peñón, a las danzas de moros y cristianos, a las fiestas patronales. Eso es lo que yo salvaguardaría de la ciudad. Pero toda la ciudad me interesa, no solamente los pueblos originarios. Cuando cruzas el eje Rayón, vas caminando por República de Brasil, de pronto ya estás en la avenida Peralvillo, y todo es de otro color. Tepito no es un barrio, no es un pueblo. Tepito es un altépetl. Tepito es una resistencia espacio temporal, es una excepción urbana, es como entrar en un pueblo. Una vez estaba yo con un grupo de amigos paseándolos por Tepito, enseñándoles aquellos barrios que componen Tepito, contándoles la historia, la resistencia heroica de los mexicas en Tlatelolco, viendo el patrimonio tangible, pero también notando el intangible y llamábamos mucho la atención. Luego luego se notaba que no éramos de ahí. Y después de un rato se acercaron dos motociclistas, cada uno a un lado. Me cerraron el paso y me dijeron, entre los dos me dijeron, “Oye, te venimos escuchando desde que cruzaste el eje, desde que entraste a Tepito, estamos prestando atención de lo que estás diciendo y nos hemos dado cuenta de que estás hablando bien del barrio y nos da mucho gusto y por eso nosotros te vamos a cuidar y te vamos a escoltar. ¿A dónde quieres ir?” Y yo dije, “Pues ya que me estás ofreciendo esto, vamos a la Unidad habitacional de los Palomares a ver los murales de Manrique”. Ahí entendí que el barrio, el pueblo, la colonia en la que te metes, efectivamente tiene ojos y oídos, y que la actitud que tú le ofreces a la ciudad es la misma que ella te devuelve. El propio barrio te puede abrazar y te puede cuidar. Si tú llegas con buenas intenciones. Me imagino que esto aplica para cualquier pueblo, colonia o barrio.

01:09:12
Karina. Hola Jorge, mi nombre es Karina Arriaga y me gustaría preguntarte ¿qué tiene la Ciudad de México que no tiene ninguna otra en el mundo?

01:09:20
Jorge Pedro Uribe. Yo creo que somos una ciudad, de las grandes capitales de Occidente, que nunca ha tenido bajón, a diferencia de otras ciudades que tuvieron su época de esplendor, luego dejaron de tenerlo y hoy aprovechan turísticamente cuando fueron grandes. A la Ciudad de México no le ha pasado eso nunca. Hace 700 años 600 ya era una gran ciudad, heredera de los toltecas y de Teotihuacán. Ya era la capital de Mesoamérica y su influencia llegaba hasta Nicaragua, hasta Culiacán. Después de la caída de Tenochtitlán, cuando empieza el virreinato, la ciudad se mantuvo siendo el axis mundi, como hemos dicho antes. Durante los siglos de vida independiente que tiene la ciudad ha seguido siendo cabecera de América, y no solo de América Latina, de América. No hay una sola ciudad en este continente que tenga una profundidad histórica como la nuestra. Otro aspecto que es único de la Ciudad de México son los pueblos originarios. Al ser tan grande tenemos muchos, cerca de 150. Eso da para una enciclopedia, no tanto para un libro. Cada uno de estos pueblos originarios –algunos de ellos son milenarios– cada uno de estos pueblos tiene sus costumbres, sus tradiciones, su carnaval, su sonidero. Somos la ciudad con más carnavales del mundo. Y como región, no como ciudad, pero como región somos la antigua… la región más antiguamente poblada de América. Las ciudades más antiguas están en Perú. No podemos soslayar Caral, pero como región, como conjunto de poblamiento. Nadie le gana a la Ciudad de México. Somos uno de los cuatro o cinco lugares del planeta donde surgió la agricultura. Estamos al nivel del valle del Indo, del Creciente fértil en el Medio Oriente, de China. Estamos en el top cuatro o cinco de ciudades de la humanidad. Y no lo hablo desde el chovinismo, desde la opinión. Ahí están los datos para demostrarlo. “Es que ahora la Ciudad de México está de moda”, dicen. ¿Cuándo no ha estado de moda? Nunca ha tenido un siglo triste, en decaimiento. Y vaya que hemos tenido guerras, Invasiones, y aún así la ciudad se mantiene con la frente en alto. Tiene mucho futuro esta ciudad. ¿Por qué? Porque tiene mucho pasado. Y eso, no conozco ninguna otra ciudad del mundo que lo pueda decir. Ni siquiera Roma o Constantinopla. Si acaso Jerusalén. Pero Jerusalén también ha tenido sus altas y bajas. La Ciudad de México ha tenido puras altas. Escribir es la mejor forma de dejar testimonio de lo que está pasando en la ciudad. Yo creo que tenemos un pasado grandioso, pero no podemos quedarnos en él. Tenemos que fijarnos más en el presente, escribió un Víctor Sandoval, “Se nos desmorona el pueblo de tanto recordarlo”. Cuando estamos obsesionados con la nostalgia, olvidamos el presente. Así como cuando te dicen “¿Cuál es el mejor mezcal?” Y la respuesta es, “El que tienes delante”. ¿Cuál es la mejor calle? Aquella en la que vives. ¿Cuál es la mejor colonia? Pues la tuya. ¿Cuál es la mejor familia? Con la que tú vives, porque es la que tú tienes. Si nosotros somos capaces de poner en palabra aquello que tenemos cerca, con lujo de detalle, en el futuro alguien nos lo va a agradecer.

01:13:09
Jorge Pedro Uribe. No fechas, no nombres de personajes, no datos que una inteligencia artificial te puede aportar, no, detalles. ¿A qué huele? ¿Cómo sonríe esa persona? ¿De qué habla la gente? ¿Cómo se apretuja la gente en el vagón del metro? ¿Cómo nos reímos? ¿A qué saben los alimentos? ¿Alguien ha escrito, le ha dedicado dos o tres cuartillas a desmenuzar lo que es una licuachela? Eso en el siglo XXII lo van a agradecer enormemente. Eso hace el cronista. Relatar para los coetáneos, sí, pero sobre todo para el porvenir. ¿Para qué? Para que la memoria no se olvide. Y el cronista no tiene que ser el gran sabio. Aunque hay mucha sabiduría en la crónica. El cronista puede ser cualquiera de nosotros que decide dejar testimonio para la posteridad sobre lo que sabe sentir y sabe decir. Todos podemos ser cronistas de lo que conocemos.