COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Cabras en los árboles

Alberto Ruy Sánchez

Cabras en los árboles

Alberto Ruy Sánchez

Escritor


Creando oportunidades

Alberto Ruy Sánchez

desierto y la narración como forma de ordenar el caos de la vida. Formado en México y en el extranjero, su vocación se definió al reconocerse como contador de historias, inspirado tanto por la tradición oral familiar como por experiencias en Marruecos y el desierto de Baja California.

Es autor del ciclo narrativo Quinteto de Mogador, resultado de tres décadas de investigación y diálogo con cientos de mujeres y hombres sobre el deseo, y de libros de poesía y ensayo. Junto a su esposa, la editora Margarita de Orellana, dirige la revista Artes de México, dedicada a revelar aspectos poco visibles de la cultura mexicana.

Su método creativo combina obsesión, acumulación de notas y una búsqueda constante de nuevas formas narrativas, aprendidas de oficios como el tejido. Ha recibido premios como el Xavier Villaurrutia y ha sido traducido a varios idiomas. Su vida y obra están marcadas por la colaboración, la escucha y la reinvención personal y profesional.


Transcripción

00:00
Alberto Ruy Sánchez. Para mí es un enorme privilegio y un enorme placer estar aquí con ustedes. Espero que llegue a serlo para ustedes, ya veremos, al final de esto nos conoceremos un poco mejor. Algunos de ustedes lo saben, otros no, yo soy escritor y soy editor, son mis dos oficios. Y para comenzar, les voy a contar una cosa que me sucedió muy pronto en el momento que yo tenía que definir de qué manera iba yo a ocupar mi lugar en el mundo. Y esto sucedió muy pronto, en un momento en el que yo me había ido a estudiar fuera de México con una beca que me costó muchísimo trabajo conseguir. Y yo me fui siguiendo a una mujer de la que me enamoré. Ella se fue primero, yo conseguí finalmente la beca, estuve con ella en una ciudad muy bella, con universidades muy hermosas, pero sucedió algo que para nosotros era muy nuevo viniendo de México, habiendo viajado poco y es una cosa realmente muy, muy fuerte que los europeos, la gente de otros países conoce mucho, pero por lo menos yo no. Se llama invierno y esto, que para mí fue muy fuerte, no es solamente que haga frío, porque cuando hay frío te tapas, es que a la gente del lugar le va cambiando el gesto de la cara. Se va volviendo de ser una una boca que sonríe, se va volviendo en algo que no sonríe y después se va volviendo un gesto hacia abajo. Y entonces, como remedio ante el invierno, cuando llegaron las primeras vacaciones escolares, buscamos cómo viajar. Como vivíamos en cuartos universitarios, podíamos dejar de pagar la renta del mes y ese dinero usarlo para estar viajando. Y encontramos algo fabuloso que es una invención de la tecnología turística francesa que se llama viajar en cuarta clase. Pues nosotros compramos nuestros boletos de cuarta clase y nos subimos a este barco maravilloso que se llamaba el Agadir, El viaje desde el sur de Francia hasta la ciudad de Tánger, en el norte de Marruecos, sur de España, se hacía en 38 horas. Pues sucedió que a las 2 horas de que habíamos subido al barco nos pidieron que nos pusiéramos en nuestros lugares y esta cuarta clase era un auditorio más plano que este en el que estamos ahora, más o menos con el mismo número de gente y sin asientos de seguridad, porque en el diseño original de aquel barco era como la sala de cine. Y entonces estuvimos ahí y el barco empezó a moverse y empezó a agitarse. Nos dieron unas pastillas contra el mareo. En fin, empezó eso que la gente llama tormenta. Pero cuando uno piensa en tormenta y ha visto películas de los barcos que están agitados, no se parecen nada en la realidad. Para que ustedes entiendan lo que es una tormenta, imagínense que van en un coche y eso a lo mejor a alguno les ha pasado, van en un automóvil y el automóvil choca y ustedes no traen cinturón de seguridad. ¿Qué pasa? Se estrellan contra el vidrio, se estrellan contra el asiento de adelante. En un barco donde hay una tormenta eso sucede cada minuto, cada medio minuto, cuatro veces por minuto, cada tres minutos. Uno está siendo arrojado todo el tiempo por la inercia, y eso imagínense, 36 horas, eran 38, pero dos fueron pacíficas, 36 horas.

03:23
Alberto Ruy Sánchez. ¿Qué es lo que pasaba? Por supuesto que no podíamos dormir. Nos desmayábamos. Y cuando llegamos al puerto de Tánger, en este sótano del barco, entró un rayo de luz, así, nos empezamos medio a despertar y nos dimos cuenta de que al fondo del barco había como un tumulto. Empezamos a tener memoria de lo que había pasado en la noche. Las pastillas que nos dieron para el mareo nadie la detuvo en su cuerpo, por supuesto. Y al día siguiente, entonces empezamos a oír que había algo que sucedía al fondo. Pero no prestamos mucha atención y empieza a oír, en el sonido local empieza a oírse el anuncio típico que dice muchas gracias por haber viajado con nosotros, la gente de primera clase va a descender, y se oyó como una cabalgata. Rápidamente bajaron. Segunda clase, tercera clase, casi bajaron corriendo juntos. Cuarta clase, ya puede desembarcar. Éramos nosotros. Nadie bajaba, nadie hacía nada. Estaban todos al fondo, alrededor de un hombre que estaba hablando. Nosotros dijimos hay un problema, están dando instrucciones para desembarcar, algo pasa aquí. Entonces nos acercamos y lo que había era un contador de historias de una plaza de Marruecos de la ciudad que se llama Marrakech. Es una plaza que se llama Jemaa el-Fna, porque en Marruecos, como en México, tienen culto y hacen fiestas del Día de Muertos. Se llama la Plaza de la Muerte. Y qué sucede en esa plaza que a las 4 de la mañana está vacía, pero a las cinco empieza a llenarse de gente, que hay contadores de historias. Esa plaza es considerada ahora Patrimonio de la Humanidad, no porque haya ninguna construcción ni porque haya sucedido alguna batalla. ¿Qué es lo que sucede en esa plaza para que la UNESCO la considere Patrimonio de la Humanidad? Hay contadores de historias. Y este contador de historias que estaba al fondo ¿de qué creen que estaba hablando? Estaba hablando de lo que habíamos vivido la noche anterior. Estaba hablando de todos nosotros. Entonces hablaba, por ejemplo, de los marroquíes que pertenecían a un grupo religioso. ¿Y qué es lo que hace un religioso cuando un barco se va hundir o cree que se va a hundir? Se pone a rezar. Pero había dos grupos distintos. Entonces unos ponían su tapete hacia La Meca y otros también hacia La Meca, pero unos estaban seguros de que La Meca estaba para allá y otros que La Meca estaba para acá. Entonces estaban. ¿Y qué es lo que pasó? Que al final estaban peleados, ni rezaban ni nada, estaban peleados entre sí. Y por supuesto, hablaba de un par de tipos raros como hippies, que en lugar de dejar que la tormenta los atravesara en su cuerpo y saliera, se quedaban con ella. Y entonces la tormenta se había ido y los mexicanos ahí, con su tormenta adentro todavía. Y entonces, en ese momento, en ese viaje, yo estaba buscando definirme como escritor y estaba con varias búsquedas, pero sobre todo una que tenemos todos los escritores, que es qué tipo de escritor vas a hacer. Yo pertenezco a una generación que empezó a publicar después de García Márquez, lo cual es maravilloso porque puedes leer 100 años de soledad cuando estaba fresquecito.

06:54
Alberto Ruy Sánchez. Pero qué es lo que pasaba con muchos escritores de mi generación, que empezaban a imitar a García Márquez. Y a todo mundo, escribía un cuento y se le aparecía un ángel. Había pescaditos que nadaban. Entonces, yo no quería ser ese tipo de escritor y tenía otro problemita, que hacía tres o cuatro meses que yo empezaba a vivir con una mujer por primera vez. El gran tema es, cómo venzo las limitaciones para poder seguir viviendo con la mujer de la que estoy enamorado. Porque claro, cuando llegamos allá yo empezaba a enamorarme de sus amigas y la vida cotidiana. Bueno, ya se imaginan. Entonces yo tenía estas dos preocupaciones, sobre todo muy, muy, muy adentro. Y cuando empezamos a vivir esta historia del contador de historias, yo recordé que cuando yo era niño y yo soy de una familia emigrada desde el norte de México a la Ciudad de México, primero vinieron los abuelos, luego los tíos y cuando nos reuníamos toda la familia, qué es lo que hacían no solamente las abuelas y los viejos, sino hasta los niños, contábamos lo que habíamos vivido en la semana, contábamos historias. ¿Y qué había en esto que para mí le daba sentido a la vida? El placer inmenso de contar historias y el placer inmenso de escucharlas. Y yo dije en ese momento en el barco yo quiero ser un contador de historias. Yo había hecho estudios universitarios, estaba estudiando una maestría con camino a un doctorado, pero yo no quiero ser un escritor que imite a los anteriores, ni a García Márquez ni a José Agustín, que era pues más joven, pero era también como los escritores de moda. Ni Juan Rulfo, porque Juan Rulfo además es inimitable, pero muchos lo trataban de imitar. Yo quiero ser yo. ¿Y qué quiero ser yo? Antes que nada, un contador de historias. Ahora, algo que aprendí también en ese momento es qué historia estaba él contando, la historia de lo que habíamos vivido, pero habíamos vivido un caos y yo me di cuenta, pues por la pedantería de haber hecho estudios universitarios que él estaba utilizando para ordenar el caos que habíamos vivido, un clásico de la literatura que se llama La nave de los locos, que es un un libro alemán del siglo XVII, de un señor que se llama Brant. Y en este libro de La nave de los locos, cada capítulo es como una especie de personalidad, allá en aquella época lo llamaban caracteres, ahorita diríamos cada loco, cada psicótico. Y entonces hablaba de todos los casos, lo que les digo, las mujeres, los hombres, los religiosos, los más extranjeros, porque éramos extranjeros dentro de los extranjeros. Entonces, esta lección de tomar la vida cotidiana, pero aprender de la cultura clásica, ¿qué? ¿Que los clásicos sirven para qué? No para saber más, no para poder citar los nombres y poder pasar el examen solamente, sino un clásico sirve para ordenar el caos de la vida.

10:01
Alberto Ruy Sánchez. Leer el Quijote nos ayuda a pensar las cosas que vivimos y darles un orden, leer cualquier clásico que ustedes se les ocurra, Shakespeare, por ejemplo. Si ustedes ven las obras de Shakespeare, van a darse cuenta de que todo lo que vemos ahora, como las series de moda en la televisión, tienen un esquema de narración clásico, que si vienen del mundo norteamericano o inglés, lo toman de Shakespeare. Es decir, los clásicos nos ayudan a ordenar la vida, y ahí, en ese momento, yo entendí que yo quería para comenzar, ser un escritor que comparte el enorme placer de contar historias.

11:27
Rodrigo. Hola Alberto, mi nombre es Rodrigo García, mucho gusto. Me gustaría preguntarte sobre el desierto. ¿Qué significa para ti el desierto en tus obras?

11:36
Alberto Ruy Sánchez. Muchas gracias, Rodrigo. Pues fíjate que para mí esa es una pregunta clave en la continuación de la historia que les conté, porque algo que me regaló este zarandeo en el sótano del barco, además de esa lección del contador de historias, es que la verdad, quedé bastante afectado y a partir de salir del barco, todas las cosas que fui viviendo a lo largo de su viaje, y por lo visto aquí te contaré una más, se convirtieron en extrañamente como en mensajes de doble sentido, el desierto fue una meta que nosotros teníamos, nos sentíamos tanto mi esposa como yo, como insectos que van hacia el fuego, como insectos que quieren ir hacia la lámpara o hacia la vela, nosotros así queríamos ir al desierto y empezamos un viaje desde el norte de Marruecos hacia el desierto. Pero cuando llegamos a un lugar que se llama Sagora, que en aquella época era un oasis con una siembra más o menos como de 100 palmeras alrededor de una fuente brotante de agua y ese oasis está en una zona del desierto que se deprimió, es decir, que geológicamente tuvo un accidente, se hundió y en medio surgió una cosa así como la copa de un sombrero charro, ¿no? así. Y cuando nosotros llegamos al desierto por primera vez, llegamos malísimos del estómago, porque creíamos que por haber comido en los mercados de México ya teníamos anticuerpos suficientes para aguantar cualquier infección. Y ahí aprendimos que los bichos de cada país son diferentes y hay que cuidarse de lo que come uno, pero sobre todo lavarse las manos porque viajan en el dinero, en eso. Entonces fue un aprendizaje rudo, pero al llegar ahí, la gente estaba muy excitada y nos dijimos ¿qué pasa? Es que está pasando algo que no había pasado en 12 años y entonces sabíamos que había un conato de guerra entre Marruecos y el país vecino, la frontera estaba a unos cuantos kilómetros que era Argelia, peleándose por una zona del desierto que había abandonado España, que lo llamaban antes el Sahara español, y había guerra. Y entonces dijimos bueno, sí por la guerra, me dijeron que va a haber toque de queda en la noche, y dijo no, guerra, aquí tenemos todo el tiempo, lo que sucedió y no había sucedido en 12 años es que llovió. Y entonces ¿y qué pasa? Ya dejó de llover. Sí, pero ahora vamos a poder disfrutar la evaporación del agua en el desierto. Entonces escalamos la montaña. Y al ver el oasis abajo, veíamos de verdad, casi como nubes densas, pequeñas agrupaciones así de nube que subían y algo maravilloso es que con las nubes subían sonidos. Entonces oíamos pues, unos niños jugando, perros ladrando. O sea, los sonidos de la población alrededor del oasis subían hasta nosotros en una especie de cajas de sonido que eran las nubes. Era algo realmente extraño. Y de pronto, alrededor del oasis había una montón de flores de colores y las flores empezaron a quemarse, en cuanto salió el sol empezaron a quemarse. Y ahí yo sentí algo muy extraño, una especie de inquietud como de ansia, y recordé de golpe eso que llaman memoria involuntaria. Un momento en el que yo era niño y de mi padre nos llevó a vivir al desierto de Baja California, en un lugar que en aquella época se llamaba Villa Constitución, ahora ya tiene semáforo y se llama Ciudad Constitución, que está a 200 kilómetros al norte de La Paz. Y al llegar allá acababa de pasar un ciclón. ¿Y qué es lo que sucedió? Que el desierto se llenó de flores y yo empecé a recordar algo que yo no sabía que había olvidado, que es un diálogo con mi padre, yo tendría, pues entre cuatro y cinco años que me decía no te preocupes, las flores no se están muriendo, están dejando semillas y cuando vuelva a llover, quién sabe cuándo, volverán a nacer multiplicadas. ¿Y entonces qué sucedió en el desierto del Sahara la noche que llegué y el primer día? Que yo recuperé una memoria de México que yo no sabía que había perdido.

16:08
Alberto Ruy Sánchez. Y entonces el desierto se convirtió para mí en algo fundamental. Recordé que mi padre me decía el desierto no es algo vacío, el desierto está lleno de vegetación. El desierto es algo que hay que aprender a leer. Por ejemplo, mi padre me enseñó a leer la caca de los animales que estaba tirada en el desierto. Entonces me decía esta, por ejemplo, es de borrego, esta es de venado, por la forma, esta es de conejo. ¿Pero qué es lo que te está diciendo? Que hay una historia, por aquí pasó un conejo. Había unos nopales y los nopales tenían una parte como más oscura. ¿Por qué? Entonces me decía es que aquí el venado tomó el agua del rocío. No había fuentes de donde tomar agua, pero el rocío cae, entonces los animales beben de la humedad que hay en las plantas. Y yo estaba recordando todo eso involuntariamente. Cuando al fondo vemos un grupo de árboles llenos de manchas negras, con todo mi conocimiento del campo, le dije a mi esposa mira, está lleno de zopilotes. Y entonces ella, que siempre tiene razón hasta cuando se equivoca un poco, me dijo que ciego estás. Le digo ¿por qué? Me dice porque tienen cuatro patas. Y entonces nos fuimos acercando y había un rebaño de cabras arriba de los árboles, un pastor cuidándolas con este palo curvo que sirve para jalarlas que se llama cayado, y en lugar de ver a su rebaño abajo, lo miraba así hacia arriba. Entonces yo le dije al marroquí que estaba a mi lado oye, mira, mira allá. Y entonces me dijo ¿qué pasa allá? Y digo mira. Y entonces me vio como a un loco. Pero ¿por qué te entusiasmas tanto? Es que hay cabras. ¿Y qué tienen? Están en los árboles. Entonces él me vio así como diciendo bueno, las cabras siempre están en los árboles. Y entonces yo, así como tratando de explicar de nuevo con torpeza, le dije bueno, es que se ve que aquí han desarrollado, como no hay nada que comer alrededor, han desarrollado la habilidad para treparse a los árboles. Me dijo no, tal vez a las de ustedes se les atrofió. Entonces, ¿qué es lo que hay ahí? Un principio de relatividad. Todo es relativo. ¿Pero qué había sobre todo? Una lección de nuevo sumando a la lección del barco. ¿Qué tipo de escritor quiero ser? Quiero ser un escritor que descubra las cabras en los árboles donde cree que no están y que no son importantes. Es decir, si yo quiero seguir viviendo con esta mujer, aunque tenga educación de macho mexicano, tengo que descubrir las cabras en los árboles que hay en ella más que en la vecina. Si yo quiero vivir en México, tengo que descubrir las cabras en los árboles que hay en mi país y mucho de lo que hacemos ahora, esa misma mujer que ahora es mi esposa y yo, como editores, es encontrar las cabras en los árboles de México.

19:16
Alberto Ruy Sánchez. Cada número que hacemos de Artes de México, la revista que editamos, trata de encontrar esto que es distinto, que es poético, que es entusiasmante, que es mágico y que ya está en México y la gente no nota, lo señalas con el dedo, ahí hay cabras en los árboles. Encontrar las cabras en los árboles, en el trabajo cotidiano que a veces piensas que es demasiada rutina. Entonces yo aprendí eso, que otra de las cosas que yo quería hacer como escritor, como editor, pues como ser viviente, era tener la capacidad de encontrar las cabras en los árboles. Y eso me lo enseñó el desierto también.

20:32
Miguel. Hola Alberto, Antes que nada, un gusto conocerte. Mi nombre es Miguel Ángel. Nos has platicado de tu padre. ¿Qué piensas cuando piensas en él?

20:41
Alberto Ruy Sánchez. Muchas gracias Miguel Ángel. Yo tuve la suerte de tener un padre que era muy madre y una madre que era muy padre. Es decir, fue una extraña pareja que eran muy cómplices entre ellos y que de alguna manera en mi familia hay una tradición de boicotear la figura patriarcal. Tanto así que fíjate, hay algo curioso, al hijo mayor nunca le ponen el nombre del padre, se lo ponen al segundo. Mi hermano menor se llama Joaquín, como se llamaba mi padre, que era hijo segundo de su padre, que se llamaba Joaquín, que era hijo segundo, es decir, yo no sé porque había esta tradición. Entonces yo le preguntaba a mi abuela ¿por qué hacen esto? Y no se quedaban en silencio. me decían es que por qué tiene que ser el padre siempre el que esté diciendo todo, el que esté mandando. No hay una línea directa, Es decir, ustedes para ser primogénito, se lo tienen que ganar. Entonces, de alguna manera en mi padre había este mensaje de respetar la autoridad que tenía también mi madre y que además tenía que ver con el hecho de que los dos mantenían a la familia, no era solamente mi padre, y que mi madre era una mujer muy libre en el sentido de que ejercía muchísimo este rol que a veces era paterno. Vengo de una familia de abuelas. En la familia materna mi abuelo es un hombre que desapareció, que fue ausente porque tenía muchas mujeres, entonces desapareció, reapareció cuando sus hijos ya tenían posibilidad económica de mantenerlo, etcétera. Y cuando llegó yo tenía unos 15, 16 años, yo no lo estaba conociendo. Llegué y le di un beso, hola abuelo y le di un beso y me dio un manotazo. Me dijo eso no es de hombres. Entonces cuando pienso en mi padre pienso en un hombre que me enseñaba que ser de hombres es mucho más que la superficialidad de afirmarte como macho y de tener la inseguridad de que un nieto te dé un beso. Imagínate, ¿no? Esa es una de las muchas cosas que pienso cuando pienso en mi padre. Otra cosa es que él siempre tenía una posibilidad de tener muchos oficios. Uno de ellos fue dibujando, cada vez que algún experimento que hacía no funcionaba, por ejemplo, el del desierto fue porque él y mi mamá pensaron que una buena solución económica era tener un restaurante en este lugar que se llamaba Villa Constitución, que estaba cerca de una estación despepitadora, que es donde toman la semilla del algodón y la hacen que vuelva a poder ser sembrada de nuevo. ¿Pero qué es lo que era eso? Era un restaurante en el desierto. Entonces su gran negocio fue tener un restaurante en el desierto. No fue muy buen negocio. Entonces él regresaba a ser ilustrador de libros y sobre todo hacía portadas de lo que en España llaman tebeos, nosotros llamamos cómics, que son los libros que cuentan historias y él hacía de todas unas colecciones que los que sean muy jóvenes no las van a conocer, que se llamaban Vidas ejemplares, Historias de santos, en fin.

23:44
Alberto Ruy Sánchez. Y entonces él hacía la portada, una ilustración de lo que tenía el contenido de eso y me contaba la historia. Entonces, por ejemplo, si hacía un momento de la mitología griega y me contaba la historia que él tenía que haber documentado para poder ilustrarla. Y entonces, claro, estaba haciendo portadas todo el tiempo y todo el tiempo me contaba historias. Esa es otra de sus dimensiones. Otra es que le gustaba inventar máquinas. Entonces inventaba máquinas que tampoco eran muy buen negocio, pero eran muy ingeniosas. Y entonces me explicaba como funcionaban. Me enseñó a estudiar un instrumento que antes de todo el mundo cibernético que tenemos ahora se llamaba regla de cálculo. Y entonces era un instrumento muy raro que medía las cosas diferentes y me regaló un instrumento que sí tuvo que ver con lo que después fue mi oficio. Se llamaba tipómetro, que medía muchas medidas técnicas de los periódicos, de los libros, del tamaño de letra, de la distancia entre las líneas en los libros. Entonces mi padre fue para mí increíblemente generoso, un hombre muy afirmativo, sin ser aplastante hacia los demás, hacia mi madre, sobre todo y hacia las mujeres, hacia sus hermanas. En fin, era un modelo en muchas cosas y también era lo contrario en otras, por ejemplo, él fumaba muchísimo y de hecho yo nunca tuve necesidad ni ganas de tener un cigarro, porque él fumaba tanto que no hay una fotografía de él sin un cigarro en la mano. Tocaba el piano, tocaba cualquier instrumento sin haberlo estudiado. Tenía muchas cualidades que yo no tengo. Bueno, es como una gran ausencia ahora que para mí fue una enorme presencia y pienso sobre todo en un momento importante en el que él ya enfermo y todo, daba de comer a los colibríes que tenía en el pequeño jardín de su casa. Y cuando él murió, los colibríes siguieron viniendo y hubo una especie de rebelión de los colibríes que de alguna manera reclamaban su presencia. Y para mí eso fue algo muy fuerte. Fue como si hasta los colibríes extrañan que él esté aquí de alguna manera está presente. Esto que a veces piensa que los mexicanos somos supersticiosos porque en el Día de Muertos piensas que los muertos se aparecen. En realidad cuando tú pones en un altar de muertos algo de la bebida que le gustaba al muerto, estás haciendo un ritual que se llama presencia en la ausencia.

26:44
Alberto Ruy Sánchez. Es decir, no crees que se te va a aparecer ahí, sino que lo estás haciendo presente a través de las cosas que le gustaban y a través de las cosas que practicaba. Y para mí pues eso es una manera de honrar a mi padre, a mi madre, a algunos de los parientes que se me han ido y que yo siento que siguen vivos en mí cuando los pienso, cuando practico las cosas buenas y enriquecedoras que ellos hacían.

27:51
Satyé. Hola, mi nombre es Satyé Ayavit. Antes que nada, es un gusto tenerlo aquí. Y pues sé que uno de sus temas ha sido el desierto, pero el mayor ha sido el deseo. Entonces mi pregunta es ¿cómo el deseo ha cambiado a lo largo de su vida?

28:05
Alberto Ruy Sánchez. Muchísimas gracias. Bueno, cuando a mí me dicen, ¿cómo usted siendo hombre ha escrito sobre el deseo femenino? Yo tengo que decir yo no escribo sobre el deseo femenino. Escribo sobre un hombre que reconoce sus limitaciones y quiere comprender el deseo femenino. Y entonces, para hacer un ciclo de libros que yo hice, que me tardé 30 años, yo pensé que me iba a tardar menos, pero son cinco libros que se llaman ahora Quinteto de Mogador, Mogador es un lugar, y que es una exploración del deseo, pero al mismo tiempo es un compendio de historias sobre el deseo y al mismo tiempo es una filosofía del deseo. Entonces, después de haber hecho eso, cuando la gente me pregunta qué aprendiste del deseo, yo tengo que decir que tengo que seguir aprendiendo, que eso no se quita. Por ejemplo, hay gente que dice no, yo ya soy, tengo más sensibilidad hacia las mujeres. Yo soy feminista. Un hombre no puede ser feminista como si dijera ahora milito en tal partido político. Es una actitud cotidiana en la que tú tienes que vencer limitaciones cotidianas. No es una opinión, es una posición de vida. Y digo seguir escuchando, porque muy pronto yo me di cuenta que si yo quería escribir estos libros sobre el deseo, el primero se llamó Los nombres del aire y fue la primera pregunta sobre el deseo femenino. Para escribir ese libro, yo entrevisté más o menos como a unas 20 mujeres. Cuando terminé el ciclo de cinco libros, 30 años después, había entrevistado a 600 mujeres y a cerca de 300 hombres, y me contaron cosas maravillosas. Para empezar, que no puedes tener sobre el deseo, una conclusión definitiva. Y yo aprendí que te cuentan más cosas si eres extranjero y no tienes nada que ver con ninguna familia y no hay posibilidad. O sea, te cuentan su secreto y tú te lo llevas para siempre. Y aparte, no puedes traicionarlo, no puedes contarlo tal cual, ni contarlo de tal manera que identifiquen quién te lo contó. Entonces es todo un proceso larguísimo. Pero hay métodos para que te cuenten anécdotas muy personales del deseo. Uno me lo enseñó una amiga, una gran escritora, Laura Esquivel. Ella me dijo mira, pones a cinco mujeres que tú conozcas muy bien y les preguntas cuál fue su mejor amante y cuál fue su peor amante. Y para mi sorpresa, el mejor de una era el peor de la otra. Quiere decir que no hay una fórmula para ser buen amante, quiere decir que hay que preguntar cómo es el deseo de cada persona y cómo lo vive cada persona. Por decirte una de las muchísimas principios del deseo que voy organizando en estas historias del libro. Si el primer libro fue sobre el deseo femenino, partió de ver a una mujer en una ventana en una ciudad que se llama Mogador, o Essaouira es el nombre contemporáneo, que veía al horizonte y el segundo día estaba en la ventana viendo al horizonte, y el tercer día ahí estaba esa mujer. Entonces dije voy a preguntarle a los vecinos qué le pasa.

31:05
Alberto Ruy Sánchez. Seguramente o todo el mundo sabe o es un gran secreto. Para mi sorpresa, todo el mundo sabía, pero todo el mundo sabía una cosa distinta. Unos creían que estaba así porque estaba enamorada de alguien, otro que era muy vanidoso y que siempre era muy competitivo, decía no, ella está así porque está enamorada de mí. En fin, el comerciante de al lado decía a mí me late que está así porque el otro día vino y estaba muy sospechosa, yo creo que se robó algo de la tienda. Es decir, cada quien pone sus propias palabras en la boca cerrada de los otros. Los hombres lo ponemos en la boca cerrada de las mujeres y a veces no tan cerrada. Una de las cosas que uno tiene que aprender es cuando tú besas a una mujer y en tu cabeza de hombre piensas que está sucediendo algo, en la cabeza de ella pasa otra cosa completamente distinta. Tienes que partir de eso, ni te imagines que piensan lo mismo. Pero pasa entre todos, entre todos los sexos, entre todos. Y entonces yo me propuse contar esa historia y es la historia que está en mi libro, que se llama Los nombres del aire, porque el aire que entra por la ventana de esta mujer lleva los nombres de la persona de la cual ella está enamorada. Y es un libro que cuenta además la historia del amor de dos mujeres y cuenta la historia de los deseos alrededor de estas dos mujeres. Y es una historia que se desvanece, como sucede en las historias japonesas, donde no hay así como o lo mataron o averiguaste quién fue el asesino, sino cada cosa que va pasando es importante. No es importante la solución del enigma y al final los personajes se van, pues como cuando acabas un libro. Y también algo muy importante que para contar esa historia yo no encontraba una referencia en la literatura ni en la historia de la literatura. Lo que les decía de los clásicos que te ayuden a ordenar el mundo. ¿Y dónde creen que fui a encontrar una manera de contarlo? En los textiles de México, en un textil de Oaxaca que es una tira que tiene personajes y que va contando la historia y que las mujeres se ponen como cinturón, pero a veces se ponen al frente una escena y a veces otra, y tú puedes ver toda la historia según cuál pones enfrente. Entonces yo dije yo voy a contar una historia que sea circular de esa manera, pero que cada quien pueda leerla desde un momento distinto. Es decir, aprendí que yo podía tomar de los otros oficios, del oficio de las tejedoras y no en balde, tejido, textil y texto tienen la misma raíz, y yo podía aprender una técnica de ellos. Eso me ayudó a ordenar todas las historias que junté después de 30 años para hacer el quinteto de Mogador. El deseo es no solamente el deseo del amor o el deseo sexual.

34:10
Alberto Ruy Sánchez. El deseo es también el deseo de convertirte en escritor, por ejemplo. El deseo de hacer algo muy bien hecho. El deseo de convertirte en tejedor, en maestro zelijero, en calígrafo, en cualquier oficio que se te ocurra. El deseo nos marca más que la motivación psicológica. ¿Por qué? Porque el deseo es imaginación y cuerpo.

35:11
Laura. Muchas gracias. Mi nombre es Laura y yo quiero hacerle la pregunta con respecto a Mogador, se me hace que es un lugar mágico y sobre todo donde está la escena que están los amantes debajo de las escaleras y cuando salen, salen 27 años después. Eso a mí se me hizo fascinante, como, no sé, un portal mágico, un lugar increíble. ¿Qué le llevó a inspirarse para escribir esa escena? Gracias.

35:40
Alberto Ruy Sánchez. Muchísimas gracias, Laura. Muchas gracias por leer mi Mogador. La gente piensa que yo inventé todo lo que hay ahí. Y la escena que cuentas, pues parece una escena completamente de imaginación. Pero para mí lo interesante del lugar es que había muchas cosas, como lo de las cabras en los árboles, que la gente puede ver o pensar que son completamente inventadas pero que en realidad suceden porque la gente cree que suceden, como esa escena que tú cuentas. O sea, a mí me contaron esa historia. Este lugar se llama Essaouira, está a la altura de Marrakech, pero sobre el mar. Es una ciudad amurallada. Es una ciudad muy, muy bella a la cual solo te puedes acercar o por tierra o por mar, sorteando muchos arrecifes. Y te voy a contar cómo la descubrí. Veníamos del desierto, pasamos de ver aquella escena de las cabras y decidimos no llegar por tierra a Mogador, sino llegar por mar. Y entonces tomamos una lancha, un bote de 12 pasajeros y nos encaminamos hacia la ciudad. No se veía nada y de pronto del horizonte surge esta muralla. En aquel momento era toda blanca porque estaba cubierta de sal y los rayos del sol, ¿sabes? La sal son cristales, entonces el sol pegaba y casi nos pegaba en los ojos. Y el lanchero o con mucha elegancia, el capitán del barco, el señor que manejaba, apaga el motor. Y yo, viniendo de México, dije ahora sí, ya nos van a asaltar. ¿Qué va a pasar aquí? Y entonces, con esta cosa que tenemos los mexicanos de no decir las cosas directamente, le dije discúlpeme, ¿se le descompuso? Me dijo no, ¿no vio que lo apagué? Lo apagué. Le digo ¿por qué? Entonces me dijo porque mire, esta ciudad es tan bella que los ojos se tienen que acostumbrar a su belleza. Y entonces me vio así como no creyéndole mucho, pero que bonito, era un poema. Y entonces me dijo mire, la ciudad está llena de arrecifes, es decir, piedras sumergidas, y según como sube y baja el mar hay canales para pasar o está muy bajo el mar y por ahí no puedes pasar. Tienes que esperar a que las corrientes que vienen del mar te indiquen por donde puedes pasar. Es decir, hay que apagar el motor y dejar que las corrientes nos indiquen como acercarnos. Yo como venía de todo este contoneo y revoltura del sótano del barco, todo lo que yo vivía se iba convirtiendo en un mensaje para ir dejando de ser el típico macho mexicano. Entonces yo dije aquí está, este es el mensaje. ¿Qué es lo que uno tiene que hacer cuando ve a una mujer hermosa como Mogador? Apagar el motor. Y ver si las corrientes nos invitan a acercarnos. Lección sobre el deseo. Pero al mismo tiempo, parece magia. Parece que fuera que la magia se volviera más dócil cuando esperas un momento, y sí, sí sucede. Entonces la gente dice Mogador no existe, porque lo llevamos dentro. O dicen no, Mogador sí existe porque lo llevamos dentro. Y lo mismo con esa escena que tú cuentas. Todo esto tiene esta doble ambigüedad. Las cosas son porque es una realidad tangible y las cosas son porque las pensamos así.

39:53
Mar. Hola Alberto, es un placer escucharte. La verdad es que eres un contador de historias magistral. Me llamo Mar. Y pues aquí nos pusiste que entrevistaste a muchas mujeres y en tu obra se respira eso, entonces el asunto de la mujer. ¿Nos podrías contar qué mujeres te marcaron?

40:13
Alberto Ruy Sánchez. Sí, bueno, es muy difícil hacer una lista porque además los hombres somos muy presumidos. Entonces crea como una falsa impresión de, por ejemplo, algo que a mí me me molesta y que he aprendido desde siempre y que hay que evitar, es esta idea de conquista. Entonces, para empezar, un hombre que tiene amigas es algo muy difícil y creer que no hay deseo o relación sexual con tus amigas también es una ilusión equívoca. Lo que uno tiene que hacer es saber convivir y eso te lo enseñan mejor las mujeres que los hombres. O sea, tenemos que aprenderlo de las mujeres, entonces yo he aprendido de muchísimas. Para empezar, de la que es mi esposa, que es muchas mujeres, porque si llevamos muchos años juntos hemos sido diferentes personas. Si tú ves las fotos de nosotros de a los veintitantos años, pues éramos unos hippies que ya no nos reconocemos o difícilmente nos reconocemos. Entonces la primera es es ella. Y segundo, es la manera en la que ella ha convivido con mi necesidad de convivir con otras personas, de tener amigas, de enamorarme sin enamorarme, o sea ella tiene unos celos barrocos, te voy a contar con toda la indiscreción. Entonces, por ejemplo, llegamos a una fiesta y al salir estaba enojadísima y ella normalmente no es celosa. Pero me dijo esto si no lo aguanto. Fuimos a esta fiesta, había 20 chicas guapas, coqueteaste con todas menos con una. Ahí hay algo. Entonces ves, los celos son algo mucho más complejo de lo que parece. O sea, esas señoras que no dejan bailar con una mujer a su marido porque la abraza, o sea, eso es completamente superficial, tonto. Entonces la vida es mucho más compleja y somos seres deseantes. Y las mujeres te enseñan qué tipo de relación puedes tener con ellas. Entonces la primera, pues es la mujer con la que quise y quiero seguir viviendo. Lo primero es que, haga lo que yo haga, tiene repercusiones y tiene repercusiones sobre esta relación. Después vienen muchísimas otras lecciones. Ella tiene un desarrollo profesional propio que yo tengo que aprender a escuchar y a apoyar, no como un hombre que apoya, sino como un ayudante. Por ejemplo, estábamos juntos estudiando fuera los dos nuestros doctorados. Yo terminé antes y después me convertí en su ayudante para que ella pudiera terminar. Y después hemos hecho muchos trabajos juntos, editamos juntos una revista, trabajamos juntos editando una revista que no es una revista, es un libro que se llama Artes de México, que hace exploraciones de México. Como les decía, lo de encontrar las cabras en los árboles, estudiando temas que la gente cree que conoce muy bien pero que no conoce tanto y es un trabajo de altísima exigencia, de muchísima calidad, de muchísimas, muy dificultosa solución económica, pero que los dos creemos no solamente que le da sentido a nuestras vidas, sino que tiene sentido que en México exista este punto de vista y la demostración de que se puede hacer algo de calidad primerísima, en la forma y en la reflexión.

43:23
Alberto Ruy Sánchez. Entonces somos cómplices. Ahora, ha habido muchas otras mujeres que obviamente en otro nivel, por ejemplo, entre las mujeres que yo conocí en Marruecos, que son varias, hay sobre todo una que cuando mi esposa la presenta, la presenta como la mujer que me inventó. Se llama Oumama Aouad y ella me enseñó muchísimo sobre lo que significa ser mujer en un país árabe. Hay una que se llama Luce López-Baralt, que es una puertorriqueña especialista en la influencia de lo árabe, en la literatura en español. No solamente de Latinoamérica, sino también de España. Y ella descubrió un kamasutra, un kamasutra español aljamiado. Esta palabra difícil quiere decir que está escrito con letras árabes, pero está escrito en español, pero usando letras árabes. No está escrito en árabe. Entonces ella se pone a estudiar qué tipos de Kamasutra hay y aquí entra otro tema que para mí es muy importante. Hay muchos Kamasutra de todo tipo y en el mundo árabe hay muchos, es decir, manuales del amor. Pero hay como dos grandes modelos. El modelo es uno que se llama El jardín perfumado, de uno que se llama Al-Nafzawi, que en realidad son como recetas para complacer al jeque. Entonces es interesante, pero no es tan interesante como el otro, que para mí es uno de los favoritos, que es del siglo XI que se escribió en lo que ahora es Córdoba y que se llama El collar de la Paloma, y ese lo escribió un señor que se llama Ibn Hazm, que a diferencia del otro, este fue criado con cuatro primas. Entonces él aprendió de las mujeres, aprendió de las mujeres a escuchar. Y este libro en lugar de decir póngase en tal posición para tal, dice, uno de los capítulos se llama De las señas del amor que se hacen con los ojos, por ejemplo. Es decir, hay una filosofía, puedes pensar que también práctica, pero hay un pensamiento, hay una y hay un asombro, hay poesía, hay narración y hay reflexión. Y esto él lo aprendió de las mujeres. Entonces, bueno, yo he tratado de aprender de las mujeres y cada una tiene algo muy distinto que enseñar y algo, que uno tiene que ponerse pues flojito y cooperando, ¿no?

46:42
Connie. Hola Alberto, muchas gracias por esta rica charla. Mi nombre es Connie Alavez. Y bueno, todos tenemos conversaciones o diálogos con otras personas, con nosotros mismos, pero ahora ya habemos muchos que lo hacemos con nuestros animalitos de compañía. De hecho tú tienes un libro muy rico, de diálogo con tus gatos, con los gatos. Y yo quería preguntarte justamente ¿cómo crees tú que las personas dialogamos con los animales?

47:10
Alberto Ruy Sánchez. Muchas gracias, Connie. Pues les contaba que este libro El silencio del gato, pertenece a un ciclo del regreso a casa. En la pandemia, estábamos muy encerrados y estaba con mi esposa. Leímos muchísimo juntos, pero también tenemos un gato, que además es un gato que estaba ahí porque mi hija lo adoptó. Era un gato de un basurero, entonces era bravísimo y nosotros no queríamos tener gato, pero ella se fue y nosotros nos quedamos con el gato. Y el gato ha sido desde el principio, más que otros gatos que yo había tenido tanto de niño como antes, una enorme lección de humildad. Yo creo que los gatos te enseñan, a diferencia de los perros, los gatos son muy ellos mismos. Ellos deciden muchas cosas. Ellos al mismo tiempo son enormemente libres. Los gatos se van, si quieren se pueden escapar. Pueden ser muy bravos o lo contrario. Y cuando empiezas a ver todo lo que se ha escrito sobre gatos es una literatura enorme. Y después de recorrer, después de tomar muchas notas sobre la vida cotidiana con el gato y de recorrer mucho de lo que se ha escrito sobre los gatos, me doy cuenta de varias cosas. Primero, hasta los diccionarios más antiguos definen al gato con una limitación impresionante. Entonces un amigo me decía es que los señores que escriben los diccionarios no tienen gato. Entonces hay que ser un poco gato para entender al gato. Y eso implica saber que no eres el centro del mundo, ese es como una de las primeras enormes lecciones. Otra cosa es que el gato tiene una dimensión ritual, es decir, hace gestos cotidianos que lo hacen salir de sí mismo. Por ejemplo, cuando el gato viene en la madrugada a ronronear en mi pecho, está usando mis pulmones, los está usando de resonancia, de caja de resonancia, pero al mismo tiempo me está mirando a los ojos y entra en un trance, entra como en un estado intermedio que no está ni completamente dormido ni completamente despierto, y me exige que yo esté en el mismo estado. Si yo me despierto completamente, se va. Si yo me duermo, se va. Entonces se comunica conmigo en un estado de trance. Esto es una cosa animal que viene de muy lejano, viene de un instinto selvático, podríamos decir, y que sabe que los humanos tenemos más posibilidades de las que creemos. Mucho de lo importante que nos sucede en la vida, primero sucede por azar. El azar es mucho más fuerte que la vida planeada. Y segundo, hacemos rituales. Los rituales nos ayudan a vivir, nos ayudan a darle sentido a la vida. Y por qué el gato lo sabe y tiene más conciencia de eso que yo, y se comunica conmigo de esta manera. Los gatos toman agua, les gusta el agua que cae porque tienen cualidades en la lengua que transforman, la transforman en un instrumento extrañísimo que puede absorber y levantar el agua y tomarla después de caer. La lengua del gato, además, se transforma en un cepillo que le sirve, por ejemplo, para limpiar la carne de un pescado, pero también para peinarse. O sea, es una lengua lisa y de pronto se vuelve como cepillo y además unas cerdas duras. Entonces todo eso si no nos ponemos en un acto de humildad a ver este ser extraño, de otra manera no lo aprendes.

50:45
Alberto Ruy Sánchez. Y aprenderlo para mí ha sido enorme y maravilloso. Y hay muchísima literatura sobre gatos. Todos los escritores que te imagines han escrito sobre gatos. A mí me conmueve especialmente un escritor mexicano que yo admiro muchísimo y que hablaba 30 lenguas, se llamaba Juan Almela, pero él se puso Deniz, que quiere decir mar en turco. Era un sabio. Él se murió y su yerno estaba de viaje y regresó con la nieta. Entonces cuenta que llegó al lugar del hospital y este hombre cuando vio a la nieta, empezó a maullarle a la nieta, empezó a sentir que se comunicaba con ella mejor a maullidos, este hombre que hablaba 30 lenguas. Y él tiene un poema que se llama Nuestros congéneres, que se refiere a los gatos y cuenta que un día salió en la madrugada y el gato quería salir al balcón, como hacen los gatos que siempre quieren entrar y salir y entrar y salir, y entonces los dos se quedaron contemplando a la luna. Y de pronto él no se aguantó y le dijo al gato ¡miau! Y es todo el poema.

52:44
Adriana. Mi nombre es Adriana Fuentes. Alberto, después de tu vida, que ha sido tan llena de tantos éxitos, ¿qué es lo que más desearías hacer ahora?

52:55
Alberto Ruy Sánchez. Muchísimas gracias, Adriana. Bueno, lo primero es que la misma palabra éxito sirve para desviar la atención sobre las cosas que son importantes en la vida. Entonces, para algunos es, pues tener un reloj de oro, ser muy importante en una cámara de Diputados, en fin, cada quien tiene una manera diferente de de pensar el éxito. Pero yo creo que algo importante para cualquiera que haga un oficio, el oficio que sea, es cuestionar lo que tú recibes como idea del éxito, porque hay cosas que nos ciegan en la vida. Te ciega tener privilegios, te ciega la idea de que por tener éxito puedes pasar por encima de los demás. La idea de de que tienes un compromiso y debes dejar de reflexionar por lograr una meta, ya sea social o individual. Cuando yo me gano un premio o tengo alguna distinción y entonces inmediatamente entra un comentario que, pues no sé cómo lo llamen, un bajón, y que te hace aterrizar. Te voy a decir, por ejemplo, a mí me gusta mucho bailar y a mí me gustaba mucho ir a un lugar que estaba en la Feria de Guadalajara, que se llamaba El Salón Veracruz y en el Salón Veracruz bueno, además pues por mi apariencia pues de gringo desabrido piensan que no bailo nada, entonces tener parejas y todo me costaba mucho trabajo porque si era concurso pues todas decían, no pues con este voy a perder. Y entonces un día gané el concurso y al día siguiente que ya íbamos todos los escritores y todo, al señor que era el jurado que se llamaba el Tirantes, que era un taxista que iba todos los días a bailar, tenía unos tirantes anchos y un sombrero como de tintan, así como de ala ancha y pantalones anchos así sostenidos por sus tirantes con pliegues. Y digo oye, tirantes, cuéntale a mi esposa que sí gané el concurso ayer. Y entonces él dice no, sí, sí ganó. Estuvo flojito. Entonces todo éxito es relativo. Pero por ejemplo, fíjate que cuando yo publiqué mi primer libro, muy pronto yo comencé a trabajar con un gran escritor que ganaba muchos premios, que era Octavio Paz, y entonces hablábamos todos los días por teléfono, mucho del trabajo se hacía por teléfono y él ganó un premio muy importante y, todavía no era el Nobel, pero casi, y entonces yo en el trabajo dije antes que nada, lo felicité y él durante media hora me habló sobre cómo cuando tú ganas un premio, te lo dan por algo que no era lo que tú hiciste, era un equívoco, te lo dieron por otra cosa y entonces es un equívoco y tal, y bueno. Ok. Y al día siguiente me dieron un gran premio por mi primer libro, el premio Javier Villaurrutia. Ese premio lo ganó gente de mi generación 15 años después o más, entonces era como un reconocimiento muy temprano y muy intempestivo y en la llamada con Octavio Paz lo primero que hizo fue felicitarme y eso dije, Octavio. ¿No quedamos en que los premios eran un equívoco y que tal? Y entonces me dijo sí, pero más vale un equívoco feliz que uno infeliz. Entonces el éxito es un equívoco feliz siempre. Algo que hay que aprender es que cuando alguien te reconoce o te da un premio o te hace una distinción importante, como estar aquí invitado a estar con ustedes, es un regalo que la gente te da, es algo que te puede hacer feliz si te pones flojito y cooperando, pero sobre todo es algo que no necesariamente mereces, porque la felicidad la puedes tener sin merecerla.

56:11
Alberto Ruy Sánchez. Hay que ser felices aunque no te lo merezcas. Y entonces el éxito, los reconocimientos son felicidades, regalos, que la gente te da independiente del mérito que tengas. Y luego hay otro tipo de equívocos que son los que cuando eres alguien público que difunde cosas, que vende productos y eso, que es el hecho de cómo es recibido lo que tú publicas. Por ejemplo, en uno de mis libros el personaje es un calígrafo, es alguien que dibuja letras, pero son letras árabes, son como dibujos. Cuando publiqué ese libro y puse que el personaje principal, una mujer, tenía un tatuaje en la ingle y que ese tatuaje era como un secreto entre ella y su amante y todo eso, a la semana empecé a recibir fotografías de mujeres, pero también de hombres que se ponían las caligrafías que aparecen ilustrando mis libros en todo el cuerpo. Y entonces yo, cuando me las mandaban ya por correo, yo les preguntaba por qué te la pusiste. Y algo que me dio mucho gusto es que cada quien se la ponía por una razón distinta que no tenía que ver con lo que yo había escrito. Es decir, se apropiaron del libro, hicieron una especie de edición del libro en su piel. Ningún autor puede planear eso. Es decir, en realidad no te lo mereces, pero que gusto da cuando todavía yo voy a una conferencia y una chica de pronto dice mira, y entonces yo digo y por qué lo hiciste, ¿no? Entonces, con frecuencia, si la foto es publicable, les pido que me cuenten por qué lo hicieron. Entonces tengo un pequeño libro de historias de las cosas que la gente me ha contado. Y eso, pues la gente lo puede llamar éxito, pero es relativo. Yo tengo amigos que son muy competitivos, que sienten que están así como y a ti, ¿cuántas traducciones tienes? ¿Cuántos besos te han dado las fans? Cálmate. O sea, todo eso no es en realidad éxito. Lo que es éxito, quien sabe que sea. Cada quien lo vive distinto. Y qué felicidad das a los demás con tu libro, es decir, ¿cómo ayudas tú? ¿Cómo hago yo que un libro mío, cuando alguien lo tenga en las manos, sea significativo en su vida? Para mí es mucho más exitoso cuando llega un jovencito y me dice en tu libro encontré las palabras para decirle a fulanita o a fulanito porque todas las combinaciones son válidas, en tu libro encontré las palabras para decirle que la quiero o lo quiero. Eso para mí es un éxito mayor. Y también tiene que ver con mi familia, como cómo hago que el hecho de ser público no estorbe a mis hijos. Por ejemplo yo soy muy poco pudoroso. Entonces una época salió una revista que tomaba fotos del escritor desnudo, medio desnudo, no creas que tanto no. Pero claro, llega mi hija de la escuela y me dice papá, por qué me tengo que enterar por la maestra de matemáticas. Entonces sí, hay que tener cuidado. Entonces lo llamas éxito porque te invitaron a salir desnudo en la revista, pues la verdad es como vanidad absurda. Pero no tuve la delicadeza de cómo iba a ser eso.

59:55
Alberto Ruy Sánchez. O sea, tenía que habérselo dicho a mis hijos antes. Entonces hay un gran equívoco y parte de las lecciones que deben tener las personas públicas es no dejarte deslumbrar por los equívocos del éxito.

01:00:44
Beatriz. Hola, Alberto, soy Beatriz. Es un placer estarte escuchando. Yo tengo una pregunta. ¿Tú tienes un método creativo? ¿Sistematizas? ¿Tienes un método o simplemente te dejas llevar por la inspiración?

01:00:59
Alberto Ruy Sánchez. Muchas gracias Beatriz por las pregunta y gracias por tu sonrisa permanente todo el tiempo que estamos aquí, muchas gracias. Bueno, hay que tener método, pero también hay que improvisar. Entonces yo he sido alguien muy poco disciplinado en mi vida. No soy nada disciplinado, pero soy obsesivo. Entonces con mis obsesiones trato de suplir mi falta de disciplina. Entonces yo sería incapaz de decir yo trabajo de 9 a 3 haciendo eso, pero a lo mejor trabajo de 9 a 9, porque tengo la obsesión de terminar algo. Entonces trabajo por obsesiones y las obsesiones son una forma de locura. Entonces yo lo que hago es realmente tener una actitud apasionada por los temas que me interesan y voy coleccionando, que es una palabra inapropiada, pero voy juntando piezas, voy teniendo lecturas, voy teniendo anécdotas, tomo muchas notas y todo el tiempo estoy tomando notas de lo que sucede hoy aquí, me voy a llevar un montón de notas. ¿Cuándo saldrán? ¿En qué libro saldrán? Nunca sabes. Pero con mucha frecuencia lo que yo hago es que cuando tengo el universo de recursos, digamos de cosas que puedo usar para una historia, trato de rodearme de ellas. Entonces, por ejemplo, eso en términos de libros es un desorden. Entonces lo primero que hago cuando voy a escribir algo, me rodeo de muchas cosas, que es casi como una barrera y de muchas historias y muchas anécdotas. Entonces es es un desorden. Y después llega el gran reto de dar a todo eso un orden, que sea compartible, que tenga el placer de ser contado. Y qué modelos, qué técnicas voy a usar para compartirlo. Qué tanto es pertinente esta historia o que tanto no lo es. Y yo soy bastante libre en meter cosas impertinentes en mis textos. De hecho, una de las novelas que tengo se trata de un hombre que pierde la memoria, entonces tiene un caos y luego, gracias a una ayuda, va ordenando todo hasta que logra ordenar todo en un cuarto al final. Ese se llama Los sueños de la serpiente y está históricamente basado en un experimento que hubo de gente que perdiera la memoria para meterlos de espías en países y uno que se les fue, que además fue un mexicano. Bueno, después de ese libro hice otro que tiene el método contrario, que es la síntesis. Entonces lo que hice fue inspirarme en una señora que estaba en un campo de concentración y escribía en hojas de abedul, es decir, de cortezas que le arrancaba los árboles. Tenía que escribir con micro escritura y no podía escribir más de lo que le cupiera en la mano. Entonces dije ahora voy a hacer capítulos breves que sean lo que te cabe en la mano. Y entonces esta narradora hace todo en capítulos muy breves. Ahora, cada capítulo tenía que ser algo más que una idea o un poema, entonces yo traté de que fuera realmente una concentración, como una novela en una página, como puedo contar una novela y luego cómo contar que cada conjunto de diez novelas sea una.

01:03:59
Alberto Ruy Sánchez. Entonces, ese es un método distinto. Para los poemas, por ejemplo, tengo un libro que es sobre la experiencia de despertar con la persona que amas y entonces lo que hice fue anotar diario, a tomar notas y cada semana hacer un video y ese video, subirlo a redes y recibir retroalimentación de gente que hubiera vivido la misma experiencia o la contraria. Y entonces ya después de eso hacer un poema. Ya que junté 150 poemas, lo que hago es ponerlos en una mesa y empiezo a hacer una partitura, como una composición musical con diferentes tonalidades y lo separo por temas y empiezo a hacer. En cada poema cuándo sube la emoción, cuándo baja, cómo voy manejando finalmente las emociones de la lectura, a partir de las emociones de la escritura y de las ideas y de la técnica, también en un poema estás componiendo en música, o sea, las sílabas contadas son música. Y entonces armo un esquema y hago una partitura y después me doy cuenta que aquí está mal, que esto suena de más, lo quito, lo cambio. Cuando vives con unas personas muchos años, pues también el gran misterio es por qué me aguantan. Entonces, por ejemplo, yo ronco, no ronco. Algo que yo hacía era si había un ruidito como ronquido en el semisueño, cuando no estás ni completamente despierto ni completamente dormido, tratar de tener conciencia y luego acordarte de anotarlo. Yo me di cuenta que yo transformo el ronquido en una ola de mar, entonces empiezo como a alucinar en el mar y eso hace que aguantes cualquier ronquido, es decir, te ayuda a vivir, pero es una patología, eso no es normal. Es estar un poco loco. Y entonces, bueno, finalmente un poeta es un anotador de patologías y voy haciéndolo a través de mucho tiempo y siempre estoy como con pendientes libros que quiero sacar. Últimamente he sacado, bueno, aparte de las novelas, ha sacado tres libros de poemas que son muy distintos a lo que hice antes y una amiga que conoce muy bien mi libro, me ha dicho te has pasado 33 años hablando de cosas que suceden en Marruecos, en la India, en Vietnam, en todas partes y ahora estás escribiendo de cosas que pasan en tu casa, cómo despiertas con tu mujer, un libro sobre las jacarandas que es afuera de mi casa, se llama Dicen las jacarandas, y un libro sobre mi gato. Me dijo regresaste a casa, bienvenido. Entonces el método no lo planeé, este regreso no lo planeé. Fue parte de los azares de la vida. La pandemia tuvo que ver con eso, porque con la pandemia ya viajé menos. Pero como método creativo trato de recrearlo y reinventarlo según cada reto. Lo que sí es que siempre tengo muchas libretas, tomo muchas notas, tengo muy mala letra, entonces a veces no me entiendo. Entonces si creo que es algo importante tengo que leerlo, volverlo a leer pronto y volverlo a anotar en letra más legible o pasarlo a la computadora.

01:07:14
Alberto Ruy Sánchez. En fin, es muy variable el método, porque el reto es eso, cada quien tiene que encontrar su método. Escribir es algo que se aprende pero que no se enseña, es decir, un profesor no te va a decir haz esto, las reglas son estas. Sí, te lo puede decir, pero en realidad, en realidad cada uno necesita asumir el reto de enfrentarse a cada obra de una manera distinta y darle una solución y al mismo tiempo aceptar que a veces te equivocas y tienes que no publicarlo y volverlo a sacar. Y hay cosas que que suenan muy bien porque le gustan al público, pero tú sabes que no está exactamente lo que tú quieres expresar o decir, o que podrías hacerlo un poco mejor. Parte del método es tener la cabeza fría después de haberla tenido caliente. O sea, hay que esperarse. Y te voy a contar una historia que pasó cuando yo quería publicar por primera vez y quería tener reconocimiento de los escritores que admiraba, había una revista que para mí era muy emocionante, muy bella, que se llamaba El cuento. La dirigía un escritor que en esa época era el autor de un libro que leíamos mucho en la escuela, se llamaba Edmundo Valadés. Su libro se llamaba, se llama todavía, La muerte tiene permiso, y él era muy amigo y hacía la revista junto con Juan Rulfo y Juan José Arreola, es decir, un trío maravilloso. Y entonces, claro, yo a los 17, 18 años escribí un cuento porque aceptaban que les mandaras cuentos y entonces, claro, lo escribí, lo pulí, me esmeré y fui al correo. Les estoy hablando de una prehistoria en la que no había correo electrónico, o sea, correo de ir, poner tu timbre postal, meterlo al buzón. Entonces fui a la oficina de correos y regresé a mi casa a esperar. Por supuesto que pasaron meses, ocho meses, nueve meses, casi un año. Y entonces ya como a los diez meses volví a leer el cuento y dije ¡Que barbaridad! ¿Pero cómo me atreví haber querido publicar esto? Es un exceso de vanidad y de inmadurez. ¡Que terrible! Y entonces dije ah, que bueno que no lo leyeron, lo han de haber tirado a la basura, que bueno. Y entonces justamente estaba yo pensando eso cuando me llega por correo una carta muy linda con una revista en la que estaba mi cuento. Y la carta era muy emocionante porque me daba palmaditas en la espalda, pero yo sabía que el cuento no era lo mejor que yo podía hacer y los escritores que yo admiraba me estaban dando palmaditas en la espalda. Entonces yo aprendí que tú tienes que dejar que las cosas reposen y hasta que tú creas que pasan la peor prueba del peor crítico que debes ser tú mismo, no los escritores que más admires ni los críticos más famosos, sino tú mismo tienes que ser el peor, tienes que hacerte piel de elefante, como dicen, porque esos escritores que yo admiraba fueron demasiado condescendientes conmigo.

01:10:37
Alberto Ruy Sánchez. Pero aparte, cuando publicaron el cuento estaba lleno de erratas, Es decir, esos que yo admiraba no cuidaron bien la edición, no contrataron un editor porque ellos son muy famosos. Y entonces yo dije yo no vuelvo a publicar nada hasta que yo no esté completamente seguro de que sea lo mejor que yo puedo hacer y no vuelvo a publicar nada si no puedo yo controlar la edición, corregir las pruebas y estar seguro de que va a salir bien. Porque hay errores que dices bueno, no es importante, pero hay cosas que cambian el sentido. Entonces para mí esa fue una lección empezando. Yo me tardé mucho tiempo en publicar mi primer libro, mucho más que toda la gente de mi generación.

01:12:00
Ana. Hola Alberto, soy Ana Posadas y me siento profundamente agradecida y entusiasmada de conocerte. Aún no escribo nada y me cuesta interpretar las obras artísticas. ¿Me darías un consejo para encontrar mi voz y ser más creativa?

01:12:19
Alberto Ruy Sánchez. Muchas gracias Ana, por por tu entusiasmo. Se necesita una enorme obstinación más allá de lo normal. El que diga que le salió facilito, pues no ha terminado de salirle. Y entonces eso tiene que ver con cómo encuentras tú tu manera. O sea, porque si tienes ciertas obligaciones no sé, por ejemplo, cuando yo termine de escribir ese ciclo que les conté, que se llama El Quinteto de Mogador, me di cuenta que todo lo había escrito de madrugada porque pues tenía que ir a trabajar a una oficina y ganarme la vida, y además eran trabajos muy absorbentes. Y entonces pues cómo te daría yo el consejo no duermas, ¿no? No podría. Sin embargo, te voy a contar también como para no dar consejos, un no consejo, que es el que da un escritor que yo admiré mucho, que se llama José Lezama Lima, que cuando le preguntaban qué es lo que más admiraba en un escritor, él decía bueno, es toda una respuesta larguísima, pero yo te digo nada más unos cuantos elementos, dice lo que yo admiro en un escritor es que cuando se despierte sea como recién nacido, pero cuando se duerma sea milenario. ¿Cómo interpretas eso? ¿Cómo interpretas ese consejo? Despertarte fresca y dormirte sintiendo que tienes muchas experiencias y aprendiste lecciones de la vida y estas entusiasmada por seguir viviendo, o aprendiste algo rudo o algo duro, no todo es bello necesariamente. Entonces pero al volver al dormir y al volver a despertar otra vez como recién nacido. Te está dando un consejo de vida. Y dice otra cosa muy importante, que le guste la guayaba que come todos los días y la granada que nunca ha probado, que se acerque a las cosas por apetito y se aleje por repugnancia. Entonces te está diciendo que no hay que tener prejuicios ni en el gusto ni en las opiniones. Bueno, yo sobre todo mi agradecimiento, quiero que sepan que mi agradecimiento es sincero y que para la gente que como yo, escribe cosas que decide publicar, las cosas toman sentido porque toman vida en los cuerpos de quienes las escuchan y quienes las leen, y eso solo produce agradecimiento, con quienes han organizado esto y con ustedes todos. Muchas gracias.