«Es muy importante cómo nos contamos nuestra historia»
Juan Miguel Zunzunegui
«Es muy importante cómo nos contamos nuestra historia»
Juan Miguel Zunzunegui
Doctor en humanidades
Creando oportunidades
"Somos hijos de dioses en ambos lados del océano"
Juan Miguel Zunzunegui Doctor en humanidades
Juan Miguel Zunzunegui
Juan Miguel Zunzunegui es un doctor en Humanidades apasionado por la divulgación de la Historia y la Filosofía. Aunque no se considera un historiador formal, su trabajo se centra en la Filosofía de la Historia, un campo en el que ha publicado varios libros. Zunzunegui critica la forma en que la Historia se utiliza para perpetuar conflictos y odios del pasado, proponiendo en cambio una narrativa que permita comprender, perdonar y soltar el pasado para construir un futuro diferente.
A lo largo de su carrera, ha cuestionado las versiones tradicionales de la historia de México, abogando por una reinterpretación que reconozca el mestizaje como una síntesis cultural enriquecedora. Zunzunegui también ha reflexionado sobre el papel del historiador en la era digital, destacando la importancia de un análisis profundo y contextual frente a la superficialidad de la información en redes sociales. Su enfoque busca liberar a las personas de narrativas históricas limitantes, promoviendo una visión más constructiva y unificada de la identidad cultural.
Transcripción
Y por eso decidí dedicarme a la divulgación de la Historia. Es terrible para mí ver cómo se usa la Historia para regenerar conflictos. Y yo lo que sugiero siempre, y seguiré sugiriendo, y es lo que les quiero venir a platicar, es que la Historia se puede contar para meternos en el pasado, comprender el pasado, perdonar el pasado y entonces soltar el pasado, porque sólo desde ahí podremos construir un futuro diferente. La historia que nos contamos de nosotros mismos se convierte en nuestra realidad. Tú a través de una narrativa histórica construyes la realidad en la que habitas. Y cuando tú te cuentas una historia constantemente, pues te la crees.
Y cuando tú te crees la historia que te cuentas, la haces perpetua. Es momento, y eso es lo único que yo propongo en prácticamente toda mi obra literaria, en todas mis pláticas, es momento de que nos contemos otra historia. En el caso de la historia de México, tenemos un discurso histórico de odio terrible contra nosotros mismos. Esto es una cosa que yo descubrí cuando estaba en segundo de primarias. Y como solía ser, por lo menos cuando yo estudié en la década de los 80, primer año de historia de México es esto a lo que le llamamos, equivocadamente, el México prehispánico. Y digo equivocadamente porque el país mestizo que somos empieza a existir como país y como cultura mestiza cuando llegan los españoles y se mezclan con lo que hay acá.
Este es un relato que nos hace muchísimo daño. No sólo porque es falso, es muy peligroso. Esta idea de aquí todo era perfecto antes de que llegaran los españoles. Aquí no había corrupción, aquí no había ni maldad ni malicia, hasta que llegaron los desgraciados de los españoles. Ahí fue cuando conocí a Hernán Cortés y cuando descubrí que un hombre, como lo define Diego Rivera, deforme, jorobado, sifilítico y contrahecho, nos conquistó a todos porque me encanta que usamos el pasado como si fuera el presente. Todos ya estábamos aquí hace 500 años cuando llegó ese barbaján de Cortés.
Por lo tanto, los que sufrimos la conquista fuimos nosotros, nosotros mismos. A mí me encanta cuando te dicen cosas como «es que el mexicano no tiene memoria». Ya no nos acordamos, no sé, no nos acordamos de la conquista, no nos acordamos de la independencia, no nos acordamos de la revolución. Yo he escuchado cosas como esas. No nos acordamos de la conquista y yo «ah, tienes 40 años, la conquista fue en 1521, no te acuerdas de la conquista». Oye, pero la memoria colectiva, la memoria colectiva no es memoria.
La memoria colectiva se llama adoctrinamiento. Cuando todo un pueblo tiene una versión del pasado, no es porque se acuerden, es porque es la versión del pasado que les han dado. Entonces ya sabes, Hernán Cortés, deforme, jorobado, sifilítico y contrahecho, como lo describe Diego Rivera, nos conquistó con 400 barbajanes peores que él, de la peor calaña. Y esa es la historia que te cuentan como si fuera de alguna forma patriótico o nacionalista hablar mal de los españoles. El odio a España no es nacionalismo, es un discurso de odio contra nosotros mismos. Pero entonces nos contamos una versión de la historia donde decimos que nosotros ya existíamos, estábamos aquí, éramos todos los pueblos mesoamericanos, teníamos un futuro prometedor frente a nosotros, lo cual por cierto, no es verdad.
Las culturas mesoamericanas, no nos gusta decirlo, no sé por qué, porque ni siquiera es un insulto, estaban en la Edad de Piedra, excepto el occidente, donde están los purépechas que entraban en una era de metales, pero esto era la Edad de Piedra por condiciones históricas, geográficas, de diferente tipo que hacían que aquí la evolución hubiera sido mucho más despacio. Los pueblos de Mesoamérica están aislados del resto de los pueblos de América y están aislados del resto del mundo, solo por eso vas más despacio. A eso llegaron los castellanos o los extremeños, que lejos de ser el pueblo más atrasado de Europa, a mí me encanta, luego me preguntan siempre en clase, ¿cómo es posible que el país más atrasado lograra todo lo que logró España? Pues es que no es posible, es que nos han mentido. El país y el pueblo que logra atravesar por primera vez un océano, colonizar por primera vez un continente y darle por primera vez la vuelta al planeta, quiere decir que tiene los recursos económicos, tecnológicos, científicos e intelectuales para lograr todo esto. Entonces también hay que contarnos mejor la historia de los que llegaron, porque más los que llegaron son nuestros ancestros, igual que los que estaban.
Pero si yo te cuento la historia donde estábamos destinados a la grandeza y un acontecimiento terrible del pasado, hace 500 años llegó Hernán Cortés y nos arrebató el futuro. Esa es la historia que nos contamos hoy. Y claro, no podemos más que estar muy frustrados, porque además no hay nada que podamos hacer para recuperar ni el futuro, ni la grandeza, ni las oportunidades, porque si la culpa de toda nuestra decadencia y mediocridad está en un acontecimiento de hace 500 años en el pasado, acabamos de entregarle nuestro poder a quien sea que cuenta esa versión de la historia que nosotros nos creemos. Y claro, eso es una desgracia, porque no podemos viajar en el tiempo. Dices, va de nuevo, te metes en esta trampa del hubiera, me dices, el México que tú amas es un producto de tu imaginación. Solo existe un México, este.
Solo hay un México susceptible de ser amado, este. Solo hay un México con el que podemos trabajar para sacarlo adelante, este. Y este único México que existe es producto de que sí pasó todo lo que pasó, es producto de que sí llegaron los españoles. México está lleno de la historia de todo el mundo. Sería bien bonito entender que Teotihuacán es tan nuestro como lo es Roma, que la totelca, yo creo, es tan nuestra como la tradición judeocristiana, que gracias al hermoso proceso de mestizaje que hizo nacer México, toda la cultura del mundo nos pertenece. Y muy importante ubicar que el 13 de agosto de 1521, el día de la conquista, cayó una ciudad.
Lo que es que en México somos centralistas hasta en los mitos, pero cayó una ciudad. Pero nos parece terrible que el 13 de agosto de 1521, todos los pueblos oprimidos de Mesoamérica se liberaran de su opresor mexica, porque de 3 mil años de civilización mesoamericana, los mexica existieron los últimos 200. Los mexica no representan Mesoamérica, no representan la grandeza de la cultura mesoamericana, que sí está representada en Teotihuacán, Teotihuacán, ciudad que cae porque los pueblos nahuas la empiezan a invadir. Los Mexica aparecen en los valles centrales de Mesoamérica por ahí del año 1200, y el año 1200 en términos históricos es la semana pasada. Los mexica, pueblo nómada del norte, invadieron una cultura y una civilización que ya existía, que ya había llegado a su época más dorada y próspera, que ya había desarrollado todo su conocimiento. Ellos simplemente la invadieron y la saquearon.
Claro, si eso lo hacen los mexica está bien, por alguna razón extraña ellos sí pueden hacer lo que quiera. De pronto es «ah, es que los españoles mandaron a la Inquisición, a todo el que no se convertía». Eso no pasó nunca, nunca. En 300 años de virreinato hubo cuatro casos de indígenas que fueron condenados por la Inquisición. Cuatro, en 300 años. Cuatro es un pésimo día para los aztecas.
Los aztecas sacan corazones a diario. ¿En qué momento de la historia decidimos que el bueno del cuento es el que saca corazones? ¿En qué momento de la historia decidimos que el malo del cuento y que el traidor del cuento son todos los pueblos indígenas que se rebelaron contra eso? No importa cuántos discursos nos hagamos, este que se ha puesto mucho de moda, «¿de dónde está el oro que se robaron los desgraciados de los españoles?» Nadie se pregunta por el oro que se robó Pancho Villa. Y Pancho Villa se robó más oro, se los aseguro. Resulta que en 300 años de virreinato, de la presencia directa de España en este territorio, se extrajo tanto oro como el que hoy extrae en Perú una minera canadiense en un día. Es que es bien importante ubicar esos datos, como el tema de que en 500 años de minar oro en este país, desde 1521 hasta el 2021, en 500 años de extraer oro de este país, durante 300 años de virreinato se extrajo el 7% de lo que hemos extraído. ¿Dónde está el oro que se robaron los españoles? Porque además de ese 7% que se extrajo, se iba a España solamente el quinto real.
Y otra vez, no, ¿dónde está el oro que se robaron? Sin importar dónde vivas, ve al centro de tu ciudad, métete a la iglesia, ahí está. Está en forma de catedrales, de colegios, de retablos, de templos y de todas esas cosas. Está en forma de todos los pueblos mágicos que tanto nos gustan. Está en forma de todo lo que amamos de México. Si tú vas por ahí preguntándole a la gente qué le gusta de México, pues siempre es el folclor, la gastronomía, la música, nuestras danzas, nuestros bailes, que son profundamente hispanos.
Nos encanta contarnos el cuento de esto, es 100% indígena. La charrería, pues los charros son de Salamanca. Los mariachis, los purépechas no tocaban la trompeta. El tequila, la destilación es un proceso árabe. Y entonces luego hablamos de que, no sé, pensamos que tal vez salía siguiente de la conquista un montón de españoles estaban flagelando indios para que construyeran catedrales y sacaran oro. Pero eso no pasó nunca.
Una catedral como la nuestra, un templo como el templo de la Compañía en Ecuador, un templo como la catedral en Bolivia de la Paz. A ver, esos retablos, esos acueductos, esos templos, ese arte, esos vitrales, esos frescos en los conventos, eso no lo hace un pueblo conquistado. Castellanos, junto con tlaxcaltecas, texcocanos, zempoaltecas y todos los demás pueblos aliados, comenzaron a construir la cultura mestiza que somos el día de hoy. Negar eso es negarnos a nosotros mismos, lo cual nos lleva a que tenemos un discurso tan terrible que hay personas que incluso desprecian la lengua en la que se expresan. Y si tú desprecias la lengua en la que te expresas, desprecias lo más profundo de tu ser, porque desprecias tu alma. Y si eres ateo, desprecias tu mente, pero desprecias la parte más profunda de ti.
Y hacer narrativas… A ver, la historia no es ni correcta ni incorrecta, estoy convencido que no existe la verdad histórica, por más que hay algunos paladines de la verdad que así lo piensan. Estoy convencido que no existe la verdad histórica y que entonces necesitamos contarnos versiones favorables a nosotros mismos, como hacen casi todos los demás pueblos. A ver, los gringos, nunca los gringos, son los paladines de la justicia, la democracia, la libertad, los superhéroes del planeta, la superpolicía del mundo. Eso no es verdad, pero eso se cuentan a sí mismos, eso le cuentan a todos los niños norteamericanos desde que crecen y se lo creen, más o menos, y son potencia. A ver, Francia, ¿no?
Francia perdió la Segunda Guerra Mundial, pero cada francés piensa que la ganaron. Es una maravilla. O sea, cada francés está convencido de su papel heroico en la Segunda Guerra Mundial cuando se le entregaron a los nazis en tres semanas. Pero si ya vas a contar una versión de la historia de ti, tienes que contar la versión más favorable. Todos los pueblos hacen mitos. Todos los pueblos alteran la historia sobre sí mismos, desde siempre.
Desde la antigua Grecia, porque si leemos la historia de los griegos, los persas siempre son los malos, ¿no? Pero si le preguntas a los persas, los griegos son unos salvajes barbajanes, ¿no? Hasta, por supuesto, las historias nacionalistas del siglo XIX. Si todos los pueblos hacen mitos, y el objetivo de los mitos históricos es lograr que un pueblo se cohesione, se una, tenga identidad y proyectarlo al futuro, tendríamos que preguntarnos por qué en México nos contamos un mito de derrota, un mito caído, un mito de fragmentación, un mito de humillación. No puedes tomar a los niños mexicanos, y así como al niño gringo le cuentas «somos la superpolicía del mundo, saca el país adelante», no podemos pretender tomar a todos los hijos de México durante 100 años y decirles «nos humillaron, nos saquearon, nos conquistaron, nos violaron», pero ve y saca el país adelante. Por favor, si hasta los árbitros están en nuestra contra, si hasta los jueces de las Olimpiadas están en nuestra contra, es que Cortés, es que la Malinche, es que Santana, es que la Globalización, es que Don Porfirio, es que Salinas de Gortari, es que Fox no supo hacer el cambio, es que Mejía Barón no metió a Hugo contra los búlgaros y por su culpa perdimos el mundial, es que no era penal.
Y no hacemos otra cosa más que justificar nuestra mediocridad, mediocridad que no es nuestra de origen. Las culturas mesoamericanas se ven llegadas a un máximo de nivel de desarrollo, Teotihuacán, Monte Albán, Tajín, Tzintzuntzan. Claro que hay una gran civilización en Mesoamérica y claro que hay una gran civilización en España. Insisto, de España nos llega la raíz grecorromana, la raíz judio-cristiana, pero de América tenemos toda la tradición tolteca, toda la cultura mesoamericana. Nosotros tenemos todo de España. Y por cómo fue el proceso, España casi no tiene nada de América.
Nosotros sí tenemos a Roma, España no tiene a Teotihuacán. Nosotros generamos una síntesis gloriosa. Somos hijos de dioses en ambos lados del océano. Lo mejor de Europa atravesó el Atlántico para encontrarse aquí con lo mejor de América. Esa es para mí la síntesis de la historia de México. Lo mejor de un lado del mundo cruzó el océano y se encontró con lo mejor, lo más desarrollado con lo más desarrollado.
Y la gran pregunta, que casi es como de un misterio por resolver, es si lo mejor de Europa se encontró con lo mejor de América, y eso es México, ¿por qué México no es lo mejor del mundo? Porque evidentemente tenemos todo para hacerlo. Y es solamente por la historia que nos contamos de nosotros mismos. Para mí es una gran verdad que lo mejor de Europa se encontró con lo mejor de América, pero nosotros no nos contamos eso. Nosotros nos contamos algo desastroso, nos contamos algo terrible, nos contamos algo terrible, nos contamos la historia de una desgracia. Somos hijos de dioses en ambos lados del océano. Y esa es la historia que nunca me voy a cansar de contar acerca de nosotros mismos.
Hay mitologías individuales, como la historia que tú te cuentas y en la que tú vives, la historia que yo me cuento y en la que yo vivo. Esa historia lo determina todo, de eso tenemos ejemplos a lo largo de toda la civilización humana. Podemos pensar, por ejemplo, en los griegos. Los griegos tienen un concepto muy claro de sí mismos. Tienen que ser fuertes, bellos, hermosos, atléticos, poderosos, dignos de los dioses. Eso es toda la historia que se cuentan.
A los griegos los educaron con la Ilíada y con la Odisea y con las historias de Jasón y de Perseo y de Hércules. Porque, claro, esa es la mitología que entra en tu cabeza y entonces eso es aquello que tú quieres ser, es a lo que tú aspiras. Entonces imagínate esa educación de esos antiguos griegos, que toda tu cultura te dice tienes que ser grande, fuerte, poderoso, bello, atlético. ¡Guau! Es una cultura destinada a sacar un pueblo adelante. Claro, también está destinada a mandarlo a la guerra, porque al final todo eso es si no hay nada más glorioso que morir por la polis. O sea, al final también tienes eso, vive mucho, muere joven y deja un cadáver hermoso.
Al final estás a disposición de la polis y no de ti mismo. Pero eso pasa en todos lados, ¿no? En Roma también los educan con esos poemas griegos y las versiones que hicieron los romanos, de esos poemas griegos, ¿no? Como la Eneida. Y es lo mismo, ¿quieres forjar a un pueblo de guerreros? Cuéntales esas historias.
En Atenas, de manera muy específica, además, toda la cultura está llena de arte y filosofía porque quieren crear artistas y filósofos. En Estados Unidos, hoy en día, se cuentan una versión muy bélica de la historia, convierten en héroe a todo aquel que haya estado en una guerra, porque ellos quieren seguir forjando una sociedad de guerreros. La educación que se le da a un pueblo, al final, se mete en la mente de los pueblos. Y otra vez la gran pregunta es en qué nos queremos convertir nosotros. Y según eso, tendríamos que empezar a contarnos esa historia, ¿no? Para mí el punto de la historia más parecido es Turquía.
Turquía es un país fascinante y siempre es importante recordar a la gente los turcos no son originarios de Turquía. Turquía se llama así porque ahí acabaron llegando los turcos, que en realidad vienen del Asia Central, ¿no? De lo que hoy es Uzbekistán, Turkmenistán y parte de Mongolia. Los turcos tomaron Constantinopla. Imagínate que los turcos del día de hoy se contaran la lamentable historia del terrible día 29 de mayo de 1453, cuando los turcos los conquistaron. Imagínate que los turcos se contaran la terrible historia de que los turcos los conquistaron.
Sería absurdo. Bueno, es lo que hacemos nosotros. Porque mientras contemos en español la historia de la conquista, estamos viviendo en esa negación. Entonces esa mitología determina los arquetipos en tu mente. En el caso de la historia nacional, yo te digo quién es el bueno, quién es el malo, quién es el feo, quién es el traidor, quién es el héroe, quién es el villano, quién es el vendepatrias. Yo con eso determino tu mente, porque con eso te puedo decir, Rubén, no seas como Santana, sé como Juárez.
No seas como Cortés, sé como Miguel Hidalgo. No seas como Iturbide, sé como Miguel Hidalgo. Y cuando te pones a ver los héroes o los personajes que en México hemos convertido en héroes, tienen características terribles. Porque en México convertimos en héroe a todo aquel que sea violento, a todo aquel que se levante en armas, a todo aquel que encabece revoluciones, pero lo más importante, a todo aquel que luche muy fuerte, con la frente en alto, con muchas ganas y pierda. No convertimos en héroe a los que ganan. Convertimos en héroe a Cuauhtémoc, pero no a Cortés.
Convertimos en héroe a Hidalgo, pero no a Iturbide. Convertimos en héroe a Madero, pero no a Don Porfirio. Convertimos en héroes a todos aquellos que han destruido algo. Luego nos preguntamos por qué somos tan violentos. Es justo por eso. Es un hecho que el presente es lo único que existe, con el detalle de que no lo acabo de mencionar y ya se fue.
El pasado solo existe en tu mente, se llama memoria. El futuro solo existe en tu mente, se llama imaginación. Solo tienes el momento presente y se te acaba de ir, con lo cual, en realidad, el momento presente tampoco existe. Ese es el famoso aquí y ahora. ¿no? Si tú no puedes cambiar el pasado, ¿para qué estudiarlo? Y claro, entonces entender que lo que nos trauma y acompleja, lo que nos hace daño en el presente, lo que nos genera dolor psicológico, no son los acontecimientos del pasado, sino la interpretación emocional que hemos hecho de los acontecimientos del pasado.
Entonces claro, si lo que nos determinara fueran los hechos del pasado, estaríamos literal condenados porque no puedes viajar al pasado y cambiar los hechos. Pero ya que lo que te determina es tu interpretación emocional, ahí sí puedes viajar al pasado porque está en tu mente y haces un proceso de resignificar la historia. Y entonces al mismo acontecimiento que ves con dolor, lo puedes perdonar, puedes quitarle las interpretaciones que te hacen verlo con dolor y darle otro significado. Puede ser desde, yo siempre pongo mi caso personal, yo siempre me conté la historia de que el divorcio de mis padres había sido la peor tragedia de mi vida y justifica cualquier cantidad de miserias durante años porque mis padres se habían divorciado. Pero si no se hubieran divorciado, yo sería lo máximo. Es lo mismo con la caída de Tenochtitlán, puedes ver la conquista de México o puedes ver el nacimiento de México.
La labor del historiador pienso que tendría que ser eso, llevarte a entender esta situación y llevarte a hacer resignificaciones históricas que nos ayuden. Hay que usar la historia para eso, para liberarnos.
No digo la verdad, pero una verdad. Y se puede meter al campo de batalla. O sea, el periodista profesional. ¿Cuál es el problema? Que hoy en día el periodismo profesional está muriendo. El periodismo profesional es muy caro. Cuesta mucho hacerlo, cuesta mucho tener corresponsales, tener agencias de noticias y demás.
Y de pronto hoy en día cualquier persona con un teléfono celular es un periodista, o eso piensa esa persona. Y entonces de pronto es, «Ah, no, ¿para qué un periodista? Aquí estoy yo reportando en el lugar de los hechos y yo digo esto». Sí, pero tú no tienes todo el bagaje profesional del periodista, tú no sabes hacer esta labor. Entonces, pero claro, las grandes plataformas de periódicos están cayendo, están quebrando. El periódico impreso ni qué les cuento.
Los portales de noticias están cada vez en más predicamentos porque las personas comunes y corrientes piensan que cualquier pelado con un celular que esté en el lugar de los hechos es un periodista y no lo es. Y lo mismo pasa con cualquier profesión, porque ya saben que las redes sociales tienen este problema. O sea, si hoy se muere el rey de Birmania, mañana todos somos expertos en Birmania y en la monarquía birmana y todos opinamos. Y entonces otra vez, “Oye, que el niño investigue por sí mismo». Sí, pero ¿en dónde? La labor del historiador hoy en día es igual de importante en el sentido de que tienes el bagaje, tienes el contexto, tienes la cultura, tienes el conocimiento de historia, de culturas, de procesos, con lo cual tienes la capacidad de procesar y analizar y darle un servicio a la gente.
Pero si hoy en día cualquier persona que leyó Wikipedia porque se murió el rey de Birmania te puede hacer la historia, el historiador tiene el mismo problema que el periodista, pero también tiene el mismo problema que el ingeniero. «Oye, ¿cuál es el papel del ingeniero profesional hoy en día?» Bueno, pues pregúntale al que construyó el segundo piso de su casa con un tutorial en YouTube, que probablemente ya se le cayó algo del segundo piso de su casa. El problema no es tanto el papel del historiador, del periodista o del ingeniero, el problema es que nos estamos acostumbrando a que la persona que no es nada de eso, deje de apreciar ese conocimiento y deje de apreciar esa labor. Yo creo que el papel del historiador hoy en día, a ver, es muy importante porque al final es una profesión y si a esto te dedicas como yo, pues de esto vives tienes que ver cómo le haces para darte valor como profesional de la historia y la filosofía en un mundo donde todos son filósofos e historiadores. Eso hace que solo se vayan a destacar los que tienen algo que ofrecerle a la gente. Sí le exige más a los profesionales, y eso me parece muy bueno, de cualquier área, porque sí, efectivamente muchos problemas sí los puedes resolver con un tutorial, la pura verdad. Piensen en los abogados, la inteligencia artificial puede hacer un montón de contratos, pero no una estrategia.
Oye, tú no quieres perder tu trabajo como abogado en el mundo de la IA? perfecto, no hagas contratos, haz estrategias, ¿no? Entonces yo creo que cada profesional tiene que aprender a darse valor a sí mismo en esta era de la post-post-postmodernidad y que las personas tienen que de todas maneras apreciar, aprender a apreciar el verdadero conocimiento. ¿Está bien que todo el mundo pueda decir lo que quiera en redes sociales? Sí, pero no caer en este error cuando la gente te dice «mi opinión es tan válida como la de cualquiera». Y dices «no, mira, tienes el mismo derecho que cualquiera a dar tu opinión, eso sí, pero no es tan válida como cualquiera porque estamos preguntando sobre un aeropuerto y tú tienes cuarto de primaria, tu opinión no es tan válida como cualquiera». Oye, estamos hablando sobre cómo construir una torre y tú no eres ingeniero, tu opinión no es tan válida como la de cualquiera.
Yo, Juan Miguel Zunzunegui yo soy doctor en Humanidades, yo tampoco puedo opinar ni de la torre ni del aeropuerto, yo puedo opinar de historia, mi opinión no es tan válida como cualquiera. Tengo derecho a darla, pero no es tan válida como cualquiera. Es bien importante que la gente aprenda eso.
Pero justo ahí está el tema de las narrativas, ¿no? Todo país que ha surgido de una revolución, pues gira una historia en torno a la revolución y a glorificar la revolución. Es como la Revolución Francesa, como la soviética, mientras hubo Unión Soviética, la revolución mexicana, llegamos a este México bien raro, ¿no? Donde odiamos a los españoles por llegar, pero amamos a la virgencita que que nos trajeron los españoles a los que tanto odiamos. Nos metemos en esas contradicciones terribles. Entonces, mira, más que encontrar una verdad, ¿a qué me refiero por que no hay verdad?
O sea, claro que hay hechos, pero si yo te digo que el 13 de agosto de 1521 cayó Tenochtitlán, eso es un hecho. Eso es un hecho contundente. Y no sirve de nada en una narrativa histórica. Si yo le llamo a eso la conquista de México, es una interpretación. Si yo le llamo el nacimiento de México, es una interpretación. El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llegó al Caribe.
Eso es un hecho. Llamarle el descubrimiento de América es una interpretación. Llamarle el encuentro de dos mundos es una interpretación. Y llamarle el genocidio de América es una interpretación. Claro, la del encuentro de dos mundos puede ser muy constructiva. Te hablo de cómo, a pesar, de la violencia implícita en todo proceso humano, hubo un encuentro de civilizaciones que generó lo que somos hoy.
Si yo te digo que es el genocidio de América, te lleno de rabia y de frustración, y hago que tengas el puño izquierdo muy en alto y estés listo para levantarte en armas, esa versión a ti no te sirve. Entonces, las versiones de la historia que buscan alterar tus emociones y que buscan llenarte de ira, de rabia, de frustración y de enojo, no te sirven. Es pelearte con el pasado, y pelearte con el pasado es pelearte con la realidad. Y cuando te peleas con la realidad, pierdes. La otra es, esta es la realidad, ¿qué hacemos con ella? ¿Cómo la perdonamos? ¿Cómo la sanamos? ¿Cómo la integramos? ¿Qué versión es verdad? Aquella que te llena de paz y serenidad, porque esa es la que te conviene a ti.
Y si todos estamos llenos de paz y serenidad, se acabaron los conflictos históricos. Otro factor muy importante, entonces es sacar toda ideología de la historia. La historia siempre se ha usado como herramienta política. Los historiadores acaban trabajando o para políticos o para ideólogos, a veces para universidades, y en general siempre acaban dependiendo también de un político y de un ideólogo. Si la historia tiene ideología, si la historia le conviene a un partido político o a otro, si la historia es la que le sirve a un movimiento para justificarse, es bien interesante cuestionar esa versión de la historia. Es como cuando tú te cuentas a ti la historia de ti mismo.
Si tú siempre estás bien y siempre te das la razón, en serio tienes que cuestionar la historia que te estás contando, porque es muy probable que también te equivoques, ¿no? Entonces, si la versión de de la historia te da la razón, cuestiónala. Si la versión de la historia justifica un movimiento ideológico o partido político, cuestiónalo por completo.
Hay que hacer una historia carente de ideologías, y eso es casi imposible, y por eso hay que estar muy atentos y entender que no es un acto inocente hacer historia, porque con la historia que yo te cuento, determino lo que tú vas a pensar, no como individuo, determino lo que el colectivo va a pensar. Entonces, es bien importante encontrar si las narrativas históricas están generando sometimiento mental. Eso nunca es versión verdadera. Más allá de que es imposible encontrar, según yo, una verdad histórica, me parece que entre más dejes fuera la ideología y la política, más te vas a encontrar con una verdad.
Nadie es el malo de la historia, y es bien importante ubicar eso. Hitler no era el malo de la historia según su versión de la historia. Osama Bin Laden nunca dijo «yo soy el malo». Nadie es el malo de la historia. Todo el mundo justifica lo que está haciendo. De ahí esta versión de que la historia la escriben los vencedores, ¿no?
Me encanta, cuando éramos niños nos decían «los buenos siempre ganan». Eso es mentira. Los que ganan se convierten en buenos. Siempre. Una vez que yo gano no te voy a decir «ganó el mal». No.
Gané yo porque yo soy el bueno. Entonces sí, la historia, pero la historia no la escriben los vencedores. De pronto, a ver, sí, por supuesto, pero los perdedores también En algún punto de uno de mis libros, «Falsificar la Historia», lo digo así, no puedes confiar en la versión de los hechos que te da el que tiene el poder, pero tampoco puedes confiar en la versión de los hechos que te da el que aspira a arrebatar el poder. Porque el que aspira a arrebatar el poder, va a mentir. Los que quieren el poder mienten Porque hay que entender eso, ¿eh? La gente que quiere el poder es ambiciosa y está dispuesta a lo que sea.
Los políticos mienten, los ideólogos mienten y los revolucionarios mienten. Todos Detrás de la Revolución Francesa hay cualquier cantidad de mentiras que no nos cuentan. De pronto, va, es que el rey no le hacía caso a la Asamblea Nacional. Es que al rey se le murió su hijo de seis años, heredero al trono, declaró duelo de un mes y en ese mes de duelo le empezaron la Revolución. Por ejemplo, Nerón quemando Roma. Todos sabemos que Nerón se vistió de blanco, tomó su lira, incendió Roma, tocó durante el incendio y luego culpó a los cristianos.
Pero te pones a ver la historia y resulta que Nerón ni siquiera estaba en Roma el día del incendio. Y que cuando se enteró se fue de inmediato a la ciudad y abrió su palacio para ayudar a los que se quedaron sin casa. Y dices, oye, y entonces, ah, bueno, pues es que Dion Casio y Suetonio y escritores de después y de dinastías enemigas a Nerón contaron esa versión de los hechos. Nerón culpó a los cristianos porque eran sus enemigos. Luego los cristianos se empoderaron en Roma y culparon a Nerón exactamente por lo mismo. Entonces, todos escriben su versión de la historia.
El que logra hacer predominar su versión de la historia va a hacer que predomine la idea de la ética y la moral porque te va a decir quién es el bueno, quién es el malo y quién es el feo. A mí me encanta que los buenos siempre ganan. Habría que asumir que la Segunda Guerra Mundial la ganaron los buenos. Y si los ingleses y los gringos son los buenos, ¡qué miedo! Y no estoy diciendo que los alemanes lo fueran, pero, perdón, los ingleses y los gringos tampoco son los buenos. Hoy en día vivimos el mundo que construyeron los ganadores de la guerra.
Y el mundo no está bien, por lo tanto, los ganadores de la guerra no eran los buenos. En ese sentido, nadie es el malo de la historia, según ellos mismos, pero definitivamente, nadie es el bueno tampoco. Gracias.
Es curioso, la mente humana es muy creadora y muy creativa, pero construimos sobre lo que ya conocemos, construimos sobre el pasado. En ese sentido, no es que la historia sea cíclica. A mí me encanta cuando decimos «es que la historia se repite». Entonces, le echamos la culpa de nuestra estupidez a la historia. No, a ver, no es que nosotros seamos tontos y hayamos vuelto a meter la pata, es que la historia se repite. No.
La mente humana, que no sabe salir de los ciclos, repite la historia. Y por eso es tan importante meter psicología en el estudio de la historia, y de la filosofía, de la geografía, porque todos somos seres humanos con problemas psicológicos, todos, tú y yo, y también Alejandro y Napoleón. Y Alejandro y Napoleón también actúan en consecuencia de sus propios problemas psicológicos. Luego me dicen «oye, Napoleón era un megalómalo». Pues si no, no haces imperio. A ver, Hernán Cortés, uno de mis consentidos, es el arquetipo del hijo único absolutamente mimado.
A ver, convencido de que es un dios que se lo merece todo, igual que Alejandro. Pero es que sin eso no conquistas Persia o no conquistas a los mexicas, ¿no? Pero es como cuando tú dices, o yo digo, o quien sea dice «es que todos los hombres son iguales». Dices «no, lo que pasa es que como tú no has roto tu patrón, sigues eligiendo al mismo tipo de hombres que te permite decir que todos los hombres son iguales». Si lo dices al revés, «ah, todas las mujeres son iguales». No, si tú no has roto tu patrón, vas a elegir siempre al mismo tipo de mujeres que te permitirá culpar a las mujeres en lugar de a ti, a los hombres en lugar de a ti.
Entonces cuando decimos «la historia se repite», estamos culpando a la historia de nuestras tonterías. Nosotros, incapaces de salir de nuestros ciclos psicológicos, hacemos que la historia se repita. Independientemente de eso, creo que la historia tiene una fuerza por sí misma. En mi libro de Hernán Cortés hablo mucho de eso, de la fuerza de la historia. A ver, claro que hay grandes acontecimientos que hacen que las cosas cambien independientemente de nosotros. Para mí, por ejemplo, el nudo más importante de la historia es 29 de mayo de 1453, caída de Constantinopla.
Oye, ¿y por qué tan simple como esto? Sin caída de Constantinopla no existe México. Y uno podría pensar que eso no tiene relación, pero Mehmed II toma Constantinopla, surge el Imperio Otomano, el sultán le cierra los puertos comerciales a los reinos cristianos, que ya no pueden comerciar con el oriente por el Mediterráneo, y entonces Portugal, Aragón y Castilla tienen que salir a buscar otra forma de llegar a las islas de las especies, y le acaban dando la vuelta al mundo, y por eso llegan a América, y por eso llega a Colón, y por eso después llega Cortés, y por eso hablamos español. Y dices, guau, algo que pasó en 1453 me determina hoy. Pero eso de 1453 no hubiera pasado si los turcos no hubieran sido musulmanes, y eso no hubiera pasado si Seljuk, el líder de los turcos del siglo X, no hubiera entrado en el Asia Central, pero nunca se hubieran hecho musulmanes si no hubiera existido el profeta Muhammad, sin el cual, por cierto, los musulmanes no hubieran llegado a la península ibérica, y entonces no hubiera habido guerras de reconquista, y entonces no hubiera habido España, entonces tampoco habría México. Entonces de pronto tienes que decir, sin profeta Muhammad no hay México, sin Seljuk no hay México, sin Mehmed no hay México, y dices, oye, pero ¿cómo?
Le digo, muy fácil, tú tienes dos papás, tienes cuatro abuelos, tienes ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos, arriba tienes 32, 64, 120, 10 generaciones arriba de ti tienes 1094 ancestros que se conocieron en el renacimiento. Tu vida tal y como existe hoy, depende por completo que tú seas tal y como eres y que tú existas en realidad, depende de que 1094 personas se hayan conocido hace 500 años. Oye, ¿cuál de ellas es más importante? Ninguna. Si tú quitas a uno de tus 1094 abuelos, tú no existes. En ese sentido a mí me encanta encontrar lo que yo llamo nudos históricos, como la caída de Constantinopla, como la revolución francesa, como la caída de Roma, que parece que detonan muchas más causas y que de alguna forma cambian el rumbo de la historia.
Parece, pero estoy seguro que no es así. Todo es igual de importante en la historia y entonces no hay un acontecimiento más importante que otro y la historia se repite porque nosotros no hemos ido al psicólogo. Es que en serio tenemos que ir al psicólogo o en serio tenemos que sentarnos a meditar o en serio tenemos que contarnos otras historias. Hace rato lo decía en otra pregunta, ¿no? Tomas al niño gringo y le cuentas una historia, tomas al niño mexicano y le cuentas otra historia y esta es terrible. ¿Qué pasa con los niños hoy en día, con los niños de México? Claro que podemos romper el ciclo, claro que México puede tener otra historia, si no yo no me dedicaría a lo que me dedico, si no pensar a esto.
Pero es un esfuerzo muy grande porque en México seguimos pensando que ya por fin, ojalá que llegue el bueno, que sí va a ser que todo cambie. Y a mí me encanta, ¿no? Oye, ¿y tú en qué vas a cambiar? No, yo en nada, yo estoy bien. Lo que tiene que cambiar es México, es ¡ah, vaya! ¿Y México de qué está formado? Pues de mexicanos.
Vámonos con los mexicanitos, vámonos con los niños, con los nuevos mexicanos. Hay que contarles una historia diferente, hay que hacer un esfuerzo magno porque, ¡híjole! ¿Quién es el primero que le cuenta historias a los niños? Pues los papás, y les cuentan las historias que ya se saben. Por eso es tan difícil romper el ciclo. Lo bueno es que hoy en día hay mucha curiosidad y mucho acceso al conocimiento y que al final todos pueden investigar. Yo creo que a los niños hay que contarles esta historia en la que somos hijos de dioses en los dos lados del océano.
Necesitaríamos un gran proyecto de transformar nuestra narrativa histórica y transformar nuestra educación y hacer que ese proyecto se quede ahí por 25 años porque tenemos que educar a toda una generación de forma distinta. A mí me encantan los niños, a veces le hablo a niños, no dejan de preguntar, son súper preguntones. Pero me encanta porque, ya sabes, el niño te pregunta lo que sea y yo acá, ¡ah, le voy a explicar al niño! ¡Ah, sí, mira! No llevas ni cinco segundos de tu respuesta y el niño ya está preguntando otra cosa. Eso me hizo entender una cosa bien interesante y es que a los niños no les importan mis respuestas, ni tus respuestas, ni las de nadie. Los niños están fascinados porque están descubriendo la capacidad de preguntar.
Están descubriendo que tienen la capacidad de dudar y cuestionar. No les importa la respuesta, quieren preguntar. Cuando tú a los niños de una sociedad les das las respuestas antes de que ellos hagan las preguntas, acabas de aplastar su mente. No sé cómo dejar libres a los niños de hoy, pero es lo que tenemos que hacer en el sentido de no endilgarles ideologías y no inculcarles discursos destructivos y empezar, hombre, desde casa y desde la escuela, pero es que por eso es una reforma de 25 años, a contarles una mejor historia y ante cualquier duda, por supuesto, mandar a los niños a investigar. Hoy en día el educador tendría que ser más un orientador de la investigación que tienen los propios individuos y no alguien que te diga cuál es la verdad. Si logramos hacer ese cambio, cambiar la educación de modo tal que no matemos las preguntas dándoles la respuesta antes de que salga, podremos hacer algo. ¿Se puede hacer algo?
Es difícil, claro que es difícil. Yo sigo convencido que México tiene un gran futuro, insisto, si no, no estaría aquí. Hay que concentrarnos en contarle una historia diferente a los niños.
La ilustración es fundamental, es un movimiento intelectual fuera de serie y es importantísimo en ese proceso histórico en Europa. Pero también empezó ahí el pensamiento que empezó a alejarnos de nosotros mismos. En muchos sentidos, ahí se empezó a promover un individualismo absoluto, ahí empieza la historia del hedonismo total en el que vivimos, donde solo importo yo, solo importa el individuo, pero además solo importa lo que es racional, solo existe lo que es racional, palpable, sensible, solo existe aquello que yo puedo comprender con mi mente racional. La Revolución Francesa y todo su discurso despojó a la civilización occidental de todo su aspecto espiritual. No solamente es el tema de «deja a Dios completamente fuera de la política», que probablemente es correcto, no lo sé, vamos a pensar que es correcto, pero es «y déjalo afuera de tu vida». Eso de la fe y creer en Dios y la espiritualidad es O sea, eres libre, si quieres hazlo, pero en tu casa, que nadie te vea, qué vergüenza eso de creer en estas cosas.
Cuando la dimensión espiritual va de la mano con la emocional y con la religiosidad, espiritualidad, psicología y emocionalidad viene todo junto, empezamos a construir un discurso tan racional que nos despojó por completo de la dimensión emocional, nos despojó por completo de las aspiraciones trascendentes. Es decir, llega un momento en que a nivel narrativa puedes decir «da igual si Dios existe o no, porque eso es cosa de cada quien y es incomprobable para un lado o para el otro». Pero en la palabra Dios como símbolo depositábamos los significados más trascendentes y hermosos de la humanidad. Depositábamos la ética, la moral, la estética, la aspiración a la belleza, a ser buenas personas, a superarnos, a vigilar nuestro interior, nuestro aspecto más espiritual, más emocional. Y creo que cuando empezamos con el discurso de la excesiva y absoluta racionalidad, que para mí empieza en ese proceso que es la Revolución Francesa, nos despojamos de una dimensión bien importante que hoy nos tiene convencidos de que la vida no tiene sentido. Y si tú piensas que la vida no tiene sentido, pues no hay nada que hacer por ti.
Entonces, a ver, hay un montón de lugares, ¿no? A mí por curiosidad, yo preferiría viajar a encontrarme con el Buda, con Zaratustra, con Jesús, con Platón, con Parménides o con Nietzsche. Y que conste que los puse casi en el mismo nivel, pero que yo platique con alguno de ellos seguramente no le servirá nada a la humanidad. Yo creo que sería eso, ubicarnos en ese proceso histórico que va del Renacimiento a la Revolución Francesa y decirnos, sí hay que ser lógicos y racionales, por supuesto, pero nunca debemos despojarnos de nuestra dimensión espiritual. Bueno, pues les agradezco muchísimo. Espero que esta plática les haya resultado interesante.
Me es difícil cerrar una plática de estas porque habrán notado en las preguntas, en las respuestas, que de pronto a veces pareciera que los estoy dejando sin esperanza. Porque en realidad les planteo panoramas que no son del todo favorables. Pero hay una cosa que siempre digo y es con la que me gustaría despedirme hoy. De pronto me preguntan, oye, ¿tú crees que la humanidad tiene remedio? ¿Tú crees que la humanidad tiene salvación? Y siempre les digo, por supuesto que no. Pero esto no se trata de la humanidad, esto se trata de ti.
No se trata de que la humanidad tenga salvación, se trata de que tú tengas salvación. Oye, no se trata de que la humanidad aprenda, se trata de que tú aprendas. Seguramente les pasó, ¿no? Terminó la pandemia, el confinamiento. Todo el mundo escuchó o vio en redes sociales o dijo alguna vez la frase, «Es evidente que la pandemia no le sirvió a la humanidad para nada». A mí me encanta porque el que dice eso se está dirigiendo como el juez que sí aprendió con la pandemia y que es capaz de decirte que nadie más aprendió.
Y cuando yo veía esas cosas que te decían, «Se ve que la humanidad no aprendió nada con el confinamiento», digo, «Sí, pero es que el confinamiento no era para que la humanidad aprendiera algo, era para que aprendieras algo tú. ¿Qué aprendiste tú?» ¿Y a qué voy con todo esto? Urge una revolución en la humanidad, pero la única revolución que esta humanidad necesita está en el interior de tu mente. Tú no puedes cambiar el mundo. Tú no puedes cambiar a México, tú no puedes cambiar a la sociedad. De hecho, si tú pudieras cambiar a tu pareja, a tu familia o a tu sociedad porque tienes el superpoder y lo hicieras, sería un acto profundamente invasivo y violento. Tú no tienes por qué cambiar a los demás.
Cada quien tiene que entender que necesita cambiar y siempre lo necesitas. Siempre tienes que mejorar. La gran revolución que nadie hace, los revolucionarios quieren cambiar al mundo, a la sociedad y a los demás. Nunca a ellos mismos. La gran revolución que tienes que hacer es cambiarte a ti mismo. ¿A qué me refiero con eso? Todos somos un poco agresivos, un poco violentos, un poco neuróticos, un poco maniáticos.
Todos tenemos emociones perturbadas, todos tenemos alguna rencilla. La única transformación que la humanidad necesita es que tú saques eso de tu mente. Que tú logres tú la serenidad, tú, la paz, tú, la iluminación de ser posible, tú, la paz emocional. Y luego me dicen «ah, es que eso es muy egoísta». Todo lo contrario, porque tú vives en un entorno y si tú llenas tu mente de paz, compasión, alegría, ecuanimidad, gratitud, todo tu entorno lo va a notar y todo tu entorno estará contagiado de paz, compasión, alegría, ecuanimidad y gratitud. Es lo único que tienes que hacer.
Todo el mundo, todo el mundo se va a ver beneficiado por tu transformación personal, que la podríamos resumir en una sola cosa. De pronto es un cierre muy extraño para un historiador, para un filósofo, para un escritor, pero también lo dijeron los Beatles «all you need is love». Lo único que necesitas hacer es observar bien tu mente, encontrar sus perturbaciones, encontrar sus odios, encontrar sus problemas. Y, si tú logras hacerte cada día un poquito así más amoroso que el día anterior, estás haciendo la cosa más gloriosa que nadie ha hecho por la humanidad. Porque el problema de la humanidad es que somos violentos, que somos agresivos y que somos egoístas. Si tú llenas tu mente de amor, compasión, alegría, paz, ecuanimidad, gratitud, se lo contagias al mundo.
Es bien difícil hacerlo, tienes tarea para toda una vida, no creas que es algo fácil, no se aprende en libros, es una observación constante, es meditación, es introspección, es trabajo personal. Pero si tú te haces un poquito así más amoroso cada día, estás haciendo la mayor revolución. Tenemos que ser cada día un poquito más amorosos que el día anterior. Así cada día hasta el final de nuestras vidas. Habremos hecho por la humanidad más de lo que nadie ha hecho hasta este momento. Gracias.