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Elsa Punset. ¡Ah! Sí, hay un capítulo en ‘Alas para volar’ que llamo ‘El cuerpo sabe’ porque para mí fue una revelación. Y de nuevo, los humanos tendemos a vivir mucho en nuestra cabeza. Olvidamos que tenemos un cuerpo muy sabio, ¿no? Así que es verdad que además, durante mucho tiempo pensábamos que el cuerpo iba de un lado, la cabeza iba de otra, ¿no? y ahora realmente somos muy conscientes de que hay una conversación constante entre el sistema inmune, el cerebro, los intestinos, el sistema hormonal… Todo se habla constantemente, ¿no?, incluso las cosas que no oyes. Una cosa curiosísima del humano es que tiene, sabéis que siempre dicen que nuestra mente es como un iceberg, que realmente lo que vemos, la parte consciente, es la puntita del iceberg, pero que debajo del agua, pues es donde está todo el inconsciente, ¿no?, donde acumulamos todas esos hábitos, todas esas estrategias de supervivencia, están todas ahí. Por eso es muy difícil detectarlas. Por eso requiere una vida entera de darte golpes aquí y allá y tropezar y levantarte, ¿no? Y por eso supongo que hay que desarrollar ese optimismo y esa resiliencia que hace que no te quedas tumbado en el suelo, sino que te levantas. Bueno, me estoy, digamos, alejando de tu pregunta, Marián, pero ¿qué papel juega el cuerpo aquí? ¿Por qué es tan importante el cuerpo? Porque el cuerpo sabe, ¿no? Y yo eso si queréis os cuento una anécdota personal. En eso, os contaba al principio de la charla que hace dos años estaba en un momento de cambios personales. Había pasado una pérdida importante y bueno, era difícil para mí, y sin embargo yo quería seguir adelante. Yo soy muy voluntariosa, soy muy optimista y digo: “No pasa nada, saldrá, está…”, ¿no? Y primero empecé a tener insomnios. No dormía. Y eso todavía, bueno, pues no sé, me apañaba durmiendo poco, pero era molesto. Pero es que luego un día empecé a tener enormes urticarias en todo el cuerpo, enormes. Y entonces ya, en ese momento, pues dije: “Vale, me está pasando algo, ¿no? El cuerpo me está diciendo algo.” Y entonces me acuerdo un día, en la consulta de la alergóloga, que la pobre estuvo unos meses intentando encontrar qué me pasaba y yo le dije: “Doctora, ¿usted no cree que esto es un tema psicosomático?” Porque es que no tenía ni, yo soy muy sanota, no tenía ningún tipo de alergia, nada. Y dale con una alergia, una nuez o un no sé qué, nada, nada. Me hice todo tipo de pruebas. Y entonces se me quedó mirando y me dijo: “Hombre, cuando son urticarias tan fuertes suele haber un detonante”, me dice. “Pero me recuerda usted un poco un caso que tuve.” Y eso me dice: “Esto es una señora que estuvo enfermísima y estuvimos meses y meses intentando encontrar la razón de sus urticarias”, dice: “Y al final la encontramos.” Y le digo: “Ah, ¿y qué es? Me dice: ”Era alérgica al vello de su marido.” Claro. Brutal, ¿no? Brutal. Yo me imaginaba, siendo la señora que te dijesen eso, ¿qué cara pones? ¿Cómo se lo explicas a tu marido? ¿No? No te acerques más, ¿no? Es que el cuerpo no te lo puede estar diciendo, cuando decimos que el cuerpo te habla, es brutal, ¿no? Yo a menudo me acuerdo de esta señora. Pienso en ella y digo: ¿qué habrá sido de ella, no?