COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

“Ser feliç és viure amb el cor despert”

Elsa Punset

“Ser feliç és viure amb el cor despert”

Elsa Punset

Escriptora i filòsofa


Creant oportunitats

Elsa Punset

L’Elsa Punset és escriptora i filòsofa, reconeguda per apropar el coneixement sobre el cervell humà i les emocions al dia a dia de les persones. La seva feina se centra a comprendre com pensem, què ens desconnecta d’allò que ens fa bé i quines eines senzilles poden ajudar-nos a viure amb més calma, propòsit i connexió.

Al llarg de la seva trajectòria ha explorat la relació entre els diferents nivells de felicitat (el plaer immediat, l’alegria que sorgeix del vincle i el propòsit que es construeix amb el temps) per mostrar que una vida plena no depèn de la perfecció, sinó d’una mirada més conscient cap al que ens envolta.

En el seu llibre Alas para volar, aprofundeix en preguntes essencials: què ens ajuda a començar de nou quan la vida es desordena, com prendre decisions difícils sense trair-nos i on trobar senyals fiables quan perdem el rumb. A través d’una història de la seva vida real (la cura inesperada d’un petit ocell que arriba a la seva vida per atzar), reflexiona sobre les ferides de la infantesa, la vulnerabilitat, la resiliència i la importància de protegir l’alegria sense deixar de ser un mateix.


Transcripción

00:00
Elsa Punset. Soy Elsa Punset. Soy escritora y filósofa y también divulgadora, porque aunque mi pasión es primero entender lo que nos ayuda a vivir y a convivir mejor a todos, luego mi segunda pasión es compartirlo con todos ustedes. Así que lo que me gustaría hacer ahora es algo que a los humanos nos da mucha fuerza, que es conectar. Así que no os puedo saludar uno a uno, pero podemos hacerlo de forma, pues un poco creativa si queréis. Cuando cuente tres me decís vuestro nombre, ¿vale? Vamos allá. Uno, dos y tres. Muy bien. ¿No habéis practicado antes? Ahora vamos a volver a hacerlo, ¿pero os acordáis del espíritu que teníais cuando teníais seis o siete años? ¿Os acordáis? Vale, pues con ese espíritu. Uno, dos y tres. Fantástico, ¿no? Es decir: ¿por qué los humanos perdemos esta capacidad para la alegría y para la conexión? ¿Qué nos pasa a lo largo de la vida? ¿No? Es algo que siempre he querido entender. Así que es curioso porque aunque tengas una vida, tengas suerte y tengas una vida relativamente fácil, la vida no es fácil para nadie. La vida entraña, pues, decepciones inevitables, pérdidas inevitables, ¿no?, malos ratos. Así que, realmente, ¿qué podemos hacer para no perder esa alegría que tanto necesitamos a lo largo de nuestra vida? Así que yo estaba en un momento en el que efectivamente estaba pasando, hará un par de años, una serie de cambios personales, de pérdidas, que me tenían necesitada de un tiempo de soledad. Y lo que hice fue refugiarme en una casa que tengo en Galicia y llegué a esa casa para pasar el verano entero. Tomé el verano entero para estar tranquila y pensé: “Este verano no me voy a ocupar de nada ni de nadie.” Y nada más abrir la puerta de casa en el umbral vi un gorrioncillo desplumado que estaba, que se acababa de caer del nido, ¿no? Y fue un momento de: “Bueno, ¿y ahora qué hago?” Pero ya sabéis que dicen que todos los pájaros traen un mensaje, ¿no?, y que cualquiera puede ser un maestro. Y pensé: “Bueno, pues igual está ahí por algo.” Así que lo metí dentro de casa y la verdad es que yo no sabía nada de pájaros. ¿No sé si alguno de vosotros habéis criado algún pajarillo? Pero para mí fue empezar desde cero a intentar entender qué comía, qué necesitaba, qué tenía que aprender, cómo podría yo ayudarle a salir adelante. Y nunca olvido como clavaba sus ojos en los míos y claramente nos mirábamos como diciendo: “De alguna forma tenemos que hacer que esto funcione.” Los dos tenemos que recuperar las alas a lo largo de este verano. Y fue una experiencia muy bonita porque cuando cuidas de una persona de tu misma especie, lo que te pasa es que te es fácil, entiendes lo que quiere el otro, ¿no? Cuando cuidas a un ser de otra especie, de repente ganas una familia entera, te conectas con las formas de vida que te parecían muy distintas a ti.

03:40
Elsa Punset. De repente te das cuenta que todos necesitamos lo mismo: necesitamos comida, cobijo, cariño, ¿no? Eso es lo que todos los seres vivos necesitamos, ¿no? Y además, este pajarillo, porque tenía tantas ganas de vivir y tenía un instinto que me maravilló y fue cuando descubrí que aunque no fuese mi familia directa genéticamente, éramos bastante diferentes, pero nos entendíamos de una forma muy especial. Yo a veces lo cuento, en casa me decían: “Hombre, Elsa, no exageres.” Pero es que nos entendíamos, nos comunicábamos, ¿no? Yo sabía lo que él necesitaba. Es muy bonito como un ser tan diferente a ti de repente te recuerda esa conexión extraordinaria que tenemos todos los seres vivos. Los humanos, yo no sé por qué hemos hecho eso, tiene algo que ver con el cartesianismo, la idea de que somos el centro del mundo, de que los demás seres no son como nosotros, ¿no? Nos hemos creído esa patraña, pero es una patraña. Somos expresiones de distintas formas de vida, pero somos todos muy parecidos, ¿no? Entonces, cuando convives con un pequeño ser así, te das cuenta hasta qué punto eres parecido. Que seas pájaro, o seas humano, por encima de todo, ¿no? Tienes que vivir con lo que tienes, tienes que seguir tu instinto, ¿no?, tienes que no dejar que nadie te aparte de tu camino, aunque te digan que no se pueda, ¿no? Y a mí me decían siempre: “No sobrevivirá. No sobrevivirá.” Pero sí, sobrevivió, sobrevivió y voló. Y fue una experiencia tan especial que quise volcarla en un libro, en un libro que se llama ‘Alas para volar’, que es una metáfora sobre algo que creo que es fundamental, que es nuestra libertad emocional y en ‘Alas para volar’ hablo del peso de nuestra infancia, de nuestras vidas, hablo de la soledad, del miedo a no ser suficiente, de cómo nuestro cuerpo nos habla, de la importancia de la alegría, de los amores averiados. ¿no?, que tanto nos pesan, ¿no?, de todo lo que los humanos, son retos, van a ser retos, recurrentes a lo largo de la vida, ¿no? Y yo quería entender, después de esta experiencia con mi pajarillo valiente: ¿qué podemos hacer los humanos para salir adelante, para retomar el vuelo? Así que eso es la razón por la que hoy estoy aquí con vosotros, si queréis, para que hablemos un poco de todo esto, si os parece bien.

06:51
Vanesa. Hola Elsa, mi nombre es Vanesa, encantada de saludarte. Dices que bueno que va pasando la infancia y va pasando el tiempo y a mí me está pasando que con el paso de los años me voy convirtiendo en un doble de mi madre. Entonces hay muchas cosas que yo criticaba de mi madre o me quejaba de ella y veo que las voy haciendo idénticas. ¿Por qué pasa eso?

07:14
Elsa Punset. Gracias por la pregunta, Vanesa, porque creo que es importantísimo colocarnos primero en esa infancia. Es curioso porque todos, todos los que estamos aquí, llevamos dentro un niño interior, el niño que fuimos, la niña que fuimos, pero olvidamos el peso que tiene ese niño, esa niña en nuestras vidas. Imaginad que ese niño llega a la vida y depende completamente de sus padres, de tu padre y de tu madre. Y que durante muchos años ese niño, esa niña, aprende a construir el mundo, a entender el mundo, aprende cómo amar, aprende cómo pelear, se aprende cómo sobrevivir en base a lo que le dice su entorno, sobre todo sus padres, ¿no? No solo la carga genética, es que realmente te van a enseñar con una serie de hábitos cómo salir al mundo y sentirte seguro. Y te lo vas a creer enteramente. Entonces ninguno, seguro que ninguno aquí hemos tenido padres perfectos. Bueno, si alguien ha tenido un padre o una madre perfecta, que levante la mano. ¿Vale? Y no es un reproche, fíjate. Es que son humanos como nosotros. Ninguno somos padres perfectos. Es así, ¿no? Llegamos a esta labor tan bonita pero tan exigente de ser padres con las herramientas que aprendimos en casa. Entonces repetimos, ¿no? Y todos los grandes psicoterapeutas lo que nos dicen, pues desde Freud, Jung, Erich Fromm, James Hollis, el que queráis, ¿no?, nos dice que esta evolución emocional del humano desde que es pequeño, tiene como tres etapas, ¿no? Entonces en la primera etapa básicamente adoras a tus padres. ¿Por qué? Porque son los que te protegen, los que te dan vida, dependes de ellos completamente. Estás a su merced. En la segunda etapa de la adolescencia que ya necesitas empezar a tomar un poco de distancia, construir tu propia identidad y cortar el cordón umbilical, realmente ahí te atreves a enfrentarte a tus padres, ¿no? Y siempre pienso los que, ¿cuántos aquí tenéis hijos adolescentes? ¿Alguno? Vale. Hay que tener mucha paciencia, ¿verdad?, para con mucho amor dejar que te machaquen un rato. Pero claro, ellos lo hacen con esa sensación de que no les vas a hacer daño, están ejercitando esa asertividad. Es muy importante que dejemos que esos niños se enfrenten a nosotros. Es doloroso para los padres, pero es mucho más importante para ellos poder hacerlo. Y luego está la tercera etapa, que es la etapa en la que los comprendes y los perdonas. Y eso es, es fundamental llegar ahí, ¿no? Y esto es, digamos, una síntesis de este arco de evolución emocional de los humanos. Primero depender completamente y por tanto adorar, luego rebelarte y cortar el cordón umbilical y luego comprender y perdonar. Si tú no logras, y a veces conozco a personas que no han logrado perdonar a sus padres, ¿no?, básicamente estás en guerra contigo mismo porque los llevas dentro y porque si no puedes perdonarles a ellos, no podrás perdonarte a ti por los errores que tú luego cometas, ¿no? Con lo cual creo que es muy importante saber que no vas a poder convertirte en un adulto de verdad hasta que hayas pasado esas tres etapas.

10:52
Jesús. Hola Elsa, ¿qué tal? Mi nombre es Jesús y te he escuchado mencionar en varias ocasiones la importancia que tiene en nuestra vida adulta los primeros años de nuestra vida. Y mi pregunta es, ¿desde tu experiencia qué podemos hacer para poder sanar, curar esas heridas emocionales que surgen en la infancia y que afloran, una vez somos adultos? ¿Qué podemos hacer para volver a volar?

11:20
Elsa Punset. Gracias Jesús por la pregunta. De nuevo, creo que hablar de la infancia es algo que no hacemos suficiente y me encanta poder compartir algunas reflexiones con vosotros, ¿no? Básicamente, imaginaos lo que erais en la infancia, lo que es ese niño, ¿no? Ese niño tiene que sobrevivir en un entorno que le parece al principio muy ajeno y con personas que tienen mucho más poder que él. Así que básicamente este niño se va a intentar acomodar todo lo que pueda. Va a intentar no molestar, se va a culpar si las cosas van mal en casa, va a tender a sentirse responsable, a responsabilizarse mucho, ¿no? Y este niño va a aprender una serie de defensas y con ellas va hacer una especie de coraza con la que luego pueda salir al mundo. Y esas defensas que le ayudan a sobrevivir de pequeño las va a repetir cuando sea adulto. Así que esto es con lo que nos encontramos todos. ¿Qué podemos hacer para ayudar este niño a convertirse en adulto? Ser adulto es ser autónomo, pero no solo autónomo físicamente, que es lo que a veces pensamos, ¿no?, sino ser autónomo emocionalmente. Con lo cual yo creo que a un momento dado tienes que poder mirar a tu niño o a tu niña y, yo diría que agradecerle porque muy a menudo, por lo menos me pasaba a mí, yo a veces me enfadaba con esa niña que fui y decía: “Oye, ¿por qué no protestabas más?” ¿Sabes? ¿Y por qué no decías esto? ¿Y por qué…? Bueno, porque eres un niño. Porque eres muy frágil, ¿no? Entonces yo creo que al contrario, que hay que decirle: “Oye, gracias por haberme acompañado hasta aquí. Gracias. Porque me has protegido. Me has llevado hasta aquí. Pero ahora ya no hace falta que te encargues tú. Me encargo yo. El adulto.” Y ese paso a veces nos cuesta darlo porque no hablamos mucho de ese niño emocional que llevamos dentro, de todas esas defensas, de toda esta forma de relacionarse con los demás, de, también, fijaos ese niño es el niño que vais a llevar a vuestras relaciones de amor afectivas. Así que ese niño, como le dijeron que merecía ser amado, así va a buscar el amor de mayor. Con lo cual, si a lo mejor te dijeron que no merecías mucho amor o que merecías amor solo de forma condicional si hacías lo que los demás querían, pues eso es lo que vas a seguir haciendo a lo largo de toda tu vida. Por eso a un momento dado, siempre hablan de la primera parte de la vida, que es la infancia y la primera parte de la vida, donde realmente lo que hay que hacer, tu trabajo entonces es repetir errores, ensayar, probar, darte cuenta de que uy, esto no me sirve, esa estrategia no me vale, ¿no?, repito, tropiezo siempre en la misma piedra. Así que cuando logras darte cuenta de esto, cuando de repente ya no buscas aprobación, sino que buscas verdad, es cuando puedes entrar en lo que llamamos la segunda parte de la vida. Y a mí me encanta ese concepto. Es un concepto muy bonito. Y es un concepto que no es cronológico. Eso también es muy importante, ¿no? Aquí hay personas de todas las edades. Pues yo he conocido personas de 25 años que están en este momento consciente en el que ellos se hacen cargo de cambiar muchas de las cosas heredadas de su infancia.

14:57
Elsa Punset. Ya no quieren vivir una vida heredada. A lo mejor no rechazan todo lo de su infancia, pero cambian algunas cosas, comprenden y transforman algunas cosas. Están en la segunda parte de su vida, ¿no?, y a lo mejor son muy jóvenes, pero también he conocido personas muy mayores que a lo mejor tienen casi 100 años y que no han llegado claramente a la segunda parte de su vida. Así que es un reto muy bonito el decir: “Tengo que dar ese salto, tengo que entrar en esta forma de vivir consciente.” Y para hacerlo, a mí me encantan algunas de las preguntas que el psicoterapeuta James Hollis sugiere que nos hagamos, ¿no?, para entrar de pleno en esta segunda parte de la vida, ¿no? Él dice que tenemos que preguntarnos pues ¿qué miedos arrastro de mi infancia, no? ¿Estos miedos son reales o son algo heredado, algo que toda la vida me han dicho cuidado con esto, cuidado con lo otro, no? ¿A qué necesito enfrentarme? ¿Dónde necesito fortalecerme para poder realmente vivir esta segunda parte de mi vida, no? ¿Y qué precio voy a pagar si no me atrevo a hacer esto? Hay que ser muy valiente para hacer esto. Así que básicamente yo creo que hay que tomárselo, tanto los errores que cometemos, los tropiezos, como algo que nos ayuda a crecer, forma parte de la evolución del ser humano. Pero es muy importante poder decir: “Esto es mi vida, así es como quiero vivirla, voy a vivirla con el corazón abierto, el corazón despierto y va a ser una vida con muchos matices, con luces, con sombras, pero con mucha conexión y mucho aprendizaje.” ¿No? Yo creo que esa te da la medida que estás en esa segunda parte de la vida.

16:58
José Luis. Hola Elsa, mi nombre es José Luis, tengo dos hijos adolescentes, uno de 14 y otro de 16 años y veo, sí, estoy en un momento desafiante.

17:09
Elsa Punset. ¿Cómo te lo digo?

17:13
José Luis. Y con el más grande me doy cuenta hoy día que tiene un miedo al vacío social.

17:18
Elsa Punset. Sí.

17:18
José Luis. Bueno, cuando tenía su edad recuerdo que también lo viví. Te quería preguntar, ¿cuánto crees tú que las redes sociales hoy día están impactando en este tipo de miedo?

17:31
Elsa Punset. José Luis, es una pregunta súper importante, pero nos podríamos pasar tres días de congreso aquí hablando del tema, ¿no? Porque realmente es lo que necesitamos hacer. Pero bueno, muy rápidamente, ¿no? ¿Qué está pasando con esta generación? Y a lo mejor empiezo por un dato que me parece absolutamente espectacular y que no entiendo que todo el mundo no esté hablando de él en primera plana de todas las noticias. Y es que desde hace décadas hay un grupo de científicos que mide en unos 130 países del mundo cuándo es el momento más feliz de las personas. ¿Cuándo pensáis que es el momento más feliz de las personas? ¿Qué diríais? ¿La infancia? Pues la felicidad es una especie de ‘U’, imaginad que es una ‘U’, siempre la dibujan así. Entonces, hasta ahora era, había dos picos, así que un pico era en torno a los 20 años. Ese es un pico universal prácticamente, ¿vale? Y luego hay otro pico muy curioso. Y lo digo porque sois todos muy jóvenes aquí pero ánimo, porque en torno a los 70 años vuelve a haber un pico, ¿eh? Yo creo, yo tengo una madre maravillosa, con mucha personalidad que el otro día me dice: “Ay Elsa, te va a encantar hacerte viejita.” Ella tiene 85 años y yo nunca la he visto mejor. Y le digo: “Tú crees, mamá? ¿Y por qué?” Y me dice: “Porque nunca habrás sido tan libre.” ¿No? Y es bonito. Yo creo que es algo a tener en cuenta que probablemente hay este segundo pico de felicidad en torno a los 70 porque eres más libre, has criado a tus hijos, a lo mejor el trabajo ya no es tan agobiante, ya no te tienes que preocupar tanto de la casa, del… Así que, y hay un momento muy malo en esta, ‘U’, la parte de abajo que es en torno a los 50 años. Concretamente, si hay alguno aquí, 47 años con dos meses, ¿vale? Esto es… Y nos podemos todos imaginar por qué. Yo siempre me gusta decir que lo que es verdad de un colectivo no lo es del individuo. Es decir, que habrá gente de 47 años híper feliz, ¿vale?, obviamente. Pero son tendencias que estudian. Así que esa tendencia es así. Entonces, ¿qué es lo que ha pasado hace apenas unos días? Que han publicado los resultados de este año del momento más feliz de la vida de la gente. Pues ahora el momento más feliz en la vida de la gente ya no es los 20 años, es todo al revés. Ha habido un vuelco histórico en el que el momento más infeliz de la vida de la gente es precisamente entre los 20 y los 25 años. Y a mí me sorprende mucho que no estemos hablando todos de esto. Es decir, evidentemente podemos intentar arreglarlo a base de medicación y de psicoterapia. Y desde luego es necesario, ¿no?, contar con esos instrumentos. ¿Pero en algún momento habrá que preguntarse: “¿Qué ha pasado? ¿En qué sociedad vivimos para que en un momento en el que naturalmente la gente es feliz porque tienes pocas responsabilidades, ¿no?, porque tienes toda la vida por delante, porque estás vivo, porque estás, eres autónomo por primera vez, qué nos pasa?, ¿no?” Y me sorprende muchísimo que no estemos muy preocupados con este tema, pero lo cierto es que ya llevamos unos años viendo que nuestros adolescentes, que los problemas de salud mental se están agravando en todas las franjas de edad, pero se están adelantando a edades que antes, pues, apenas existían.

21:18
Elsa Punset. Sobre todo, todo lo que tiene que ver con depresiones leves, con ansiedad, muchísima ansiedad, con estrés, ¿no? Esto en las edades de tus hijos están ahí muy prevalentes, ¿no? Y es fundamental que nos preguntemos por qué. Entonces parece, y esto se está estudiando y por ejemplo, un gran científico social que se llama Jonathan Hit, para todos los que os interese entender lo que está pasando con lo que él llama la generación ansiosa, es muy importante, leerle, ¿no? Parece que hay algunos factores que están impactando muchísimo a estos jóvenes. Uno es la inseguridad económica, ¿no?, que evidentemente está ahí, ¿no?, la pandemia, y luego está la falta de propósito en la que vivimos. Por eso os digo que son tantos temas que yo creo que me voy a centrar en uno. Redes sociales. Porque digamos que eso tenemos clarísimo que cuando las redes sociales de alguna forma empiezan a llegar a todos los teléfonos móviles de nuestros chicos y chicas, empiezan a darse problemas de salud mental muy específicos, ¿no? Y yo quiero que recordemos que todos los adultos que estamos aquí somos padres de hijos e hijas que hemos lanzado a un gigantesco experimento social. Les hemos dejado solos, sin ningún tipo de regulación, con unos contenidos que no controlamos. Sabemos cosas que son sobrecogedoras, como que una cantidad no irrelevante de niños de ocho años consumen pornografía, que a los 14 años prácticamente todos lo hacen, ¿no? Que hay una cantidad de violencia, de insultos personales completamente sin regulación. Estos niños están solos en el oeste salvaje y hemos permitido que esto pase porque nos ha pillado tan rápido esta oleada que es que no estamos teniendo tiempo de reaccionar. Pero tenemos que reaccionar, tenemos que protegerlos. Yo creo que ahí los hemos abandonado y eso tiene unas consecuencias enormes. Así que creo que tenemos que sentarnos colectivamente, se está empezando a hacer, ¿eh?, se está empezando a medir, se está empezando a regular el uso de estas redes sociales, pero queda muchísimo todavía por hacer.

24:03
Marián. Hola Elsa, soy Marián. ¿Es cierto que si algo no va bien en nuestra mente, nuestro cuerpo nos puede avisar?

24:09
Elsa Punset. ¡Ah! Sí, hay un capítulo en ‘Alas para volar’ que llamo ‘El cuerpo sabe’ porque para mí fue una revelación. Y de nuevo, los humanos tendemos a vivir mucho en nuestra cabeza. Olvidamos que tenemos un cuerpo muy sabio, ¿no? Así que es verdad que además, durante mucho tiempo pensábamos que el cuerpo iba de un lado, la cabeza iba de otra, ¿no? y ahora realmente somos muy conscientes de que hay una conversación constante entre el sistema inmune, el cerebro, los intestinos, el sistema hormonal… Todo se habla constantemente, ¿no?, incluso las cosas que no oyes. Una cosa curiosísima del humano es que tiene, sabéis que siempre dicen que nuestra mente es como un iceberg, que realmente lo que vemos, la parte consciente, es la puntita del iceberg, pero que debajo del agua, pues es donde está todo el inconsciente, ¿no?, donde acumulamos todas esos hábitos, todas esas estrategias de supervivencia, están todas ahí. Por eso es muy difícil detectarlas. Por eso requiere una vida entera de darte golpes aquí y allá y tropezar y levantarte, ¿no? Y por eso supongo que hay que desarrollar ese optimismo y esa resiliencia que hace que no te quedas tumbado en el suelo, sino que te levantas. Bueno, me estoy, digamos, alejando de tu pregunta, Marián, pero ¿qué papel juega el cuerpo aquí? ¿Por qué es tan importante el cuerpo? Porque el cuerpo sabe, ¿no? Y yo eso si queréis os cuento una anécdota personal. En eso, os contaba al principio de la charla que hace dos años estaba en un momento de cambios personales. Había pasado una pérdida importante y bueno, era difícil para mí, y sin embargo yo quería seguir adelante. Yo soy muy voluntariosa, soy muy optimista y digo: “No pasa nada, saldrá, está…”, ¿no? Y primero empecé a tener insomnios. No dormía. Y eso todavía, bueno, pues no sé, me apañaba durmiendo poco, pero era molesto. Pero es que luego un día empecé a tener enormes urticarias en todo el cuerpo, enormes. Y entonces ya, en ese momento, pues dije: “Vale, me está pasando algo, ¿no? El cuerpo me está diciendo algo.” Y entonces me acuerdo un día, en la consulta de la alergóloga, que la pobre estuvo unos meses intentando encontrar qué me pasaba y yo le dije: “Doctora, ¿usted no cree que esto es un tema psicosomático?” Porque es que no tenía ni, yo soy muy sanota, no tenía ningún tipo de alergia, nada. Y dale con una alergia, una nuez o un no sé qué, nada, nada. Me hice todo tipo de pruebas. Y entonces se me quedó mirando y me dijo: “Hombre, cuando son urticarias tan fuertes suele haber un detonante”, me dice. “Pero me recuerda usted un poco un caso que tuve.” Y eso me dice: “Esto es una señora que estuvo enfermísima y estuvimos meses y meses intentando encontrar la razón de sus urticarias”, dice: “Y al final la encontramos.” Y le digo: “Ah, ¿y qué es? Me dice: ”Era alérgica al vello de su marido.” Claro. Brutal, ¿no? Brutal. Yo me imaginaba, siendo la señora que te dijesen eso, ¿qué cara pones? ¿Cómo se lo explicas a tu marido? ¿No? No te acerques más, ¿no? Es que el cuerpo no te lo puede estar diciendo, cuando decimos que el cuerpo te habla, es brutal, ¿no? Yo a menudo me acuerdo de esta señora. Pienso en ella y digo: ¿qué habrá sido de ella, no?

27:55
Elsa Punset. Pero qué bonito, al mismo tiempo que tienes una guía en esta vida donde tienes una cabeza que te engaña tanto, que auto justificas todo, que siempre buscas razones para no moverte del lugar, ¿no?, porque te da mucho miedo, porque tenemos un cerebro programado para sobrevivir, no para ser feliz, ¿no? Vosotros cuando vais a dormir por la noche, ¿en qué pensáis? ¿Pensáis en las cositas pequeñas, las pequeñas alegrías del día? ¿No? El abrazo de vuestro hijo, no sé, habéis tomado un café con una amiga, hace bueno, luce el sol… ¿O pensáis en las cosas que os preocupan, no? José Luis con su hijo adolescente, ¿no? Es decir, ¿pensáis en las cosas que os preocupan? ¿Quién piensa en las cosas buenas? ¿Hay algún Buda en esta sala? Uno, un Buda hay. Pero en general, el cerebro tiene un sesgo negativo. El cerebro genera muchas más, muchos más pensamientos negativos que positivos. El cerebro recuerda hasta cinco veces más un insulto que una palabra amable, ¿no? Entonces el cerebro está siempre buscando, haciendo ruido. Hay mucho ruido ahí arriba, pero no te suele decir la verdad. No suele ver claro. Tarda. ¿El cuerpo? El cuerpo sabe. Así que yo lo he aprendido. Escúchate. Escúchate, porque el cuerpo sabe antes que la mente. Te habla.

29:20
Yara. Hola, Elsa. Soy Yara. Tus lecturas me salvaron la vida en un momento muy complicado. Gracias. Dicho esto, me gustaría saber, si tuvieras que decirnos alguna herramienta que nos salvara la vida o que fuera súper importante, ¿cuál sería esa herramienta?

29:41
Elsa Punset. Gracias por la pregunta, ¿eh? Es bonita y es importante. Yo creo que es como que ha llegado el momento de que estamos en esta sociedad de la distracción, donde todo es consumo, consumo, distracción, como que nada es esencial, ¿no? Lo comentaba antes con todo este magnífico equipo del Aprendemos Juntos, ¿no? Y comentábamos a un momento dado que realmente estamos metidos en ese baile de estímulos donde da igual una receta de hummus que una guerra, que un niño enfermo, que… Es como que nada es esencial. Pero no es así. Es que hay tantas cosas esenciales que tenemos que recuperar y muy a menudo pienso qué podríamos hacer porque tenemos a los niños en escuelas sentados ahí, cautivos de alguna forma, ¿no?, durante muchos años. ¿Qué podríamos hacer para enseñarles algo que fuese realmente útil para la humanidad, no? ¿Entonces, si me lo permites, voy a utilizar tu pregunta para reflexionar sobre esto, ¿no?, porque ahora lo tengo bastante claro, ¿no? Y yo creo que la labor de los adultos con los niños es enseñarles a elegir entre los dos grandes polos emocionales sobre los que nos asentamos los humanos, que son amor y miedo, ¿vale? Son los dos estos grandes polos emocionales, digamos. Así que, si tú a un niño le enseñases que cada decisión que toma tiene consecuencias, porque las tiene, lo que pasa es que no las miramos, no las miramos, de nuevo, tenemos este cerebro que es buenísimo, auto justificándose, cortando la empatía cuando no le interesa, ¿vale?, entonces nos enfrentamos a esto: a un cerebro muy tramposo que al final puede ser, puede caer muy fácilmente en la pata, digamos, de miedo, de codicia, de mira que se apañen, ¿no? Pero si tú a estos niños les enseñas cada día, cada día, en el colegio, desde que son pequeños: “Oye, esto que llevas, ¿de dónde viene?, ¿qué coste ha tenido para el medio ambiente, para tu familia, para las personas que lo han fabricado, no? ¿Esto que comes contribuye a la cadena de vida o contribuye a la destrucción de nuestro planeta, no? Esto que haces o que dices, ¿qué impacto tiene sobre los demás? Cuando hablas con los demás, ¿hablas para convencerles o hablas realmente para escucharles? Es decir, si les pudiéramos enseñar a darse cuenta y a aceptar y responsabilizarse de que cada palabra, cada gesto, cada decisión que tomamos, sale de un lugar que o ayuda a construir o ayuda a destruir, yo creo que cambiaríamos el mundo, ¿no? Entre otras cosas porque estos niños se convertirían en adultos que seguirían tomando decisiones de esta forma consciente, ¿no? Pienso que en este momento de la historia, por el sistema en el que vivimos, que es un sistema de consumo muy duro, que nunca mira los costes de este crecimiento insostenible en el que estamos, pienso que nos hemos acostumbrado a tomar las decisiones sin pensar de dónde vienen, ¿no? Creo que tenemos que recuperar la capacidad de decidir desde la ternura. Y la ternura es relacionarte con los demás sin hacer daño. Fíjate que sencillo, todas nuestras decisiones deberían estar volcadas hacia eso. Realmente creo que eso nos cambiaría la vida y el mundo a todos.

33:43
Lola. Hola Elsa, soy Lola. Quería hacerte una pregunta que es simple, para mí es fácil de hacer, pero quizás no sea tan fácil de responder. Y es: en tu opinión, ¿cómo se consigue la felicidad?

33:57
Elsa Punset. Einstein, cuando estaba explicando por todo Estados Unidos su teoría de la relatividad, el pobre se pegaba unas palizas enormes con un coche y un chófer. Claro, era época antes de Internet y entonces nadie sabía que cara tenía. Y además tenías que desplazarte pues así, de forma trabajosa, de ciudad en ciudad, explicando a distintas audiencias la teoría de la relatividad, ¿no? Y un día él estaba agotado y entonces su chófer, cuentan que su chófer le dijo: “Mire, como le he oído su discurso tantas veces, tantas veces, no se preocupe, usted va, se sienta al fondo de la sala, me deja que yo me subo aquí al escenario y les cuento la teoría de la relatividad y usted descansa. Hoy descansa. Dice Einstein: “Vale.” Se va al fondo de la sala. El chófer se va al estrado, cuenta la historia y luego llega el turno de las preguntas y entonces levanta la mano alguien y hace una pregunta. El chófer se queda pensando y dice: “Esta pregunta es tan fácil, tan fácil, tan fácil, que hasta mi chófer, que está al fondo de la sala, va a poder contestarla.” Lola, disculpa eh, que he empezado con esta historia porque siempre me enternece pensar en Einstein agotado. Claro, tiene cosas buenas vivir en este siglo. Y el que nuestras ideas puedan dar la vuelta al mundo así en segundos, el que nos podamos comunicar, es maravilloso, ¿no?, el que podamos compartir información. Es absolutamente fantástico. Lo que pasa es que, por desgracia, esa es la parte buena. Y luego hay una parte mala que es una cierta desconexión. Así que aterrizo en tu pregunta sobre la felicidad. Y yo le llevo dando vueltas a esto porque tengo un amigo psiquiatra y le voy a citar porque se lo merece, porque realmente la explicación me la dio él. Y luego yo he hecho mis propias elucubraciones, pero se llama Javier Olivera y es un magnífico psiquiatra de Huesca y es amigo. Y el otro día me decía que tenemos que entender los humanos que hay realmente tres niveles de felicidad en el cerebro, ¿no? Que está el cerebro reptiliano. Habréis oído hablar de él, que es como el más instintivo, ¿no? Luego están todos conectados, ¿vale? Estamos simplificando, pero es para entender un poco los conceptos simplemente, pues está el cerebro reptiliano y ahí está el placer. Pues cuando comemos, el sexo, todos los pequeños gestos que nos dan un placer inmediato, ¿no?, en redes sociales, el subidón de dopamina cuando te dan un me gusta o cuando estás mirando ‘reals’ o lo que sea, ¿no? Es básicamente muy adictivo, así que necesitas cada vez hacer más de esa cosa para sentir el mismo, la misma cantidad de placer, digamos. Pero también es muy frustrante. Como es adictivo, siempre tiene un pico de placer y un pico luego de sufrimiento. Y es lo malo de las adicciones, ¿no? Y luego está otro nivel de felicidad, digamos, que es lo que llamamos la alegría, que es el sistema límbico, es como mucho más emocional. Tiene mucho que ver con la oxitocina, con la dopamina, con todo lo que nos vincula con el mundo: desde un paseo por un bosque, hasta el abrazo de un ser querido, hasta cuidar de las personas. Es cuando estás en cuerpo y mente y cuando realmente disfrutas de una forma mucho más consciente de las cosas. Eso es alegría, ¿vale? Y luego está felicidad. Y la felicidad vive en una parte, más en la corteza prefrontal, que es la parte más racional, ¿no?

37:48
Elsa Punset. Y es bonito también saber esto, porque a veces hay cosas que te dan felicidad, pero a veces son retrospectivas. Por ejemplo, siempre te dicen que los padres están tan agotados criando hijos que a veces sus niveles de felicidad, bup, bup, bup, ¿sabes? Bajan un poquito, ¿no? Pero a medida que pasan los años, cuando miras atrás, esos hijos te dan mucha felicidad el haberlos criado es decir que es como una recompensa que tienes porque eres capaz de reflexionar sobre ello. Es todo lo que tiene que ver con lo que le da propósito a tu vida. Y no siempre tiene que ver con el placer. No es muy placentero, ¿no? Criar hijos es agotador. Dormimos poco, nos preocupamos, ¿no? Pero te da, con un poco de suerte te da felicidad. Así que esos tres, esos tres niveles, me parece que es tan importante que los tengamos en cuenta y en mis reflexiones, cuando Javier me explicó esto, era: “Ah, fíjate que es que esta sociedad vive en un nivel, confunde felicidad con placer todo el día.” Todo el día estamos centrados en algo adictivo, en algo muy rápido, en algo que no es satisfactorio, en algo que no tiene en cuenta el propósito de nuestras vidas. Yo creo que esto es una herida que tiene nuestra sociedad, que estamos viviendo sin propósito, ¿no? Y todo lo que daba propósito la vida, lo que te conectaba con algo más grande que tú en esta sociedad de consumo rápido y adictivo lo hemos perdido. Entonces cuando decimos: “Nuestros jóvenes están muy desmotivados.” Lo están, cuando lo medimos lo están, pero es que ¿por qué se van a motivar? A su alrededor todo lo que hay es consumo, ruido y distracción, ¿no? Así que toda la parte de felicidad que tiene que ver con conexión, la parte límbica, ¿no?, conectar con los demás, con conectar con la naturaleza, con pasar tiempo con la gente que quieres, con el vínculo, con el amor… Eso tenemos poco tiempo, menos tiempo que antes. Cada vez tenemos menos amigos, cada vez nos sentimos más solos. Eso son realidades de la vida, en la que vivimos ahora, ¿no? Y luego todo lo que tiene que ver con esa felicidad racional, digamos, mirar atrás y decir: “Ah, pues mira, esto ha tenido sentido, esto merece la pena, esto es más grande que yo y dedico una parte de mi vida esto, eso también, esta sociedad no nos anima a ello.” Con lo cual yo te diría que hay que intentar vivir en todos esos niveles de felicidad, no solo en el placer. No hay nada malo con el placer. El placer es agradable, el placer cuando se vuelve adictivo y cuando es tu única fuente de felicidad nos dejan machacados, tristes y solos, ¿no? Así que creo que hay que intentar vivir nuestras vidas pensando: “Oye, ser feliz no es que tu vida sea perfecta, que es un poco… a veces la imagen que también nos intenta vender esta sociedad, ¿no?” Es vivir con el corazón despierto, es vivir con el corazón abierto, ¿no? Es asegurarte de que haya propósito y conexión también en tu vida.

41:20
David. Hola Elsa, me llamo David.

41:21
Elsa Punset. A ver que preguntas, David.

41:23
David. Yo le digo que me has dejado un poco asustado porque me acerco al valle de la ‘U’, entonces ya veremos como sobrevivo…

41:28
Elsa Punset. Te acercas no, te falta todavía. Además recuerda lo que es verdad del colectivo, no lo es del individuo. Yo creo que muchas de esas cosas nos pasan porque vivimos en piloto automático, pero tú estás aquí sentado conmigo.

41:40
David. Es verdad.

41:41
Elsa Punset. Tú te puedes acordar de esto, tú puedes hacer de eso, desarrollar, digamos, nuevos hábitos. Hay una cosa importante, si me permites David, el conocimiento no cambia el comportamiento. Es decir, las cosas las oímos, nos suenan a todos. Todos nos suena. ¿Qué problema hay? Que no las incorporamos a nuestra vida en forma de hábitos, con lo cual, realmente tú lo que eres, eres un hábito. Repites. Todos repetimos hábitos físicos, hábitos emocionales, mentales, cognitivos, una y otra vez. Esta es nuestra vida, nuestros hábitos, ¿no? Simplemente, si me lo permitís, para que veáis lo que es un hábito. Os voy a pedir que deis tres palmadas conmigo, ¿vale? Y vais a dejar vuestras manos entrelazadas con la última palmada, así, con los dedos entrelazados, ¿vale? Como queráis. ¿Vale? ¿Estáis listos? Vamos allá: un, dos y tres. Vale. ¿Quién tiene el pulgar derecho encima del izquierdo? Por favor manos arriba. Perfecto. ¿Quién tiene el izquierdo encima del derecho? Manos arriba. Más o menos un 50-50. Es una cosa extraña, ¿no? No sé sabe por qué la naturaleza nos divide equitativamente. Así que vamos a volver a dar las palmadas. Pero vais a cambiar vuestro pulgar de sitio. ¿Vale? Los que tenías el pulgar derecho encima del izquierdo al revés y viceversa. ¿Sí? ¿Entendido? Vamos allá. Uno, dos y tres. ¿Os ha costado, verdad? Bueno, pues esto es un hábito. Eso es un hábito. Y esto es de lo que estamos hechos. Imaginaos si es difícil cambiar un pulgar de sitio, que es una cosa tan absurda, ¿no? Pues imaginaos cambiar la forma de comer, la forma de hacer ejercicio, la forma de hablarnos, la forma de pensar, las palabras que utilizamos… Todo nos cuesta muchísimo. ¿Vale? Así que no sé por qué os he contado esto, pero es que es importante, que es porque el pobre David le he dejado con la pregunta a medias. Ahora retomamos David. Pero es que es muy importante que sepamos que todo va en piloto automático… ¡Ah! por lo de los 47 años con dos meses, vale. Si logras cambiar tus hábitos, escapas de un poco la maldición de hacer lo que hace todo el mundo. ¿Vale? Así que adelante.

43:48
David. Estaba acordándome de cómo decías que en todas las vidas, incluso en las vidas felices, hay pérdidas, hay desafíos. Personalmente, por ejemplo, recuerdo muy claramente momentos tanto personales como profesionales, donde no he sido nada feliz. Cuando he salido de esas situaciones me llama la atención como desde fuera veo un montón de señales que me estaban diciendo claramente que ahí no era. ¿Por qué nos cuesta tanto escapar de lo que nos hace daño?

44:10
Elsa Punset. Ah, sí pues, he hecho muy bien de haceros hacer lo de los hábitos, ¿ves? Esa ha sido… Porque estamos encerrados, David, en nuestros hábitos, ¿no? Y muy a menudo lo que nos hace daño es familiar. Tenemos un cerebro programado para sobrevivir. Entonces a tu cerebro le da igual que llegues a la noche siendo feliz, siendo creativo, siendo amable, siendo lo que quieras. Quiere que llegues vivo. Entonces, tú a lo mejor estás en un lugar donde no eres feliz, pero estás vivo, ¿verdad? A tu cerebro le basta. Y vas a tener que sentirte muy mal para que no le bastes. Cuando el cuerpo empieza a gritar, te salen las urticarias, no duermes, pero ¿sabes?, tienes que estar muy incómodo para realmente tomar la decisión de decir: “Dejo esa situación.” Porque todo en ti está programado para que te quedes quieto y no te arriesgues demasiado mientras estés vivo. Y eso es una voz que llevamos dentro todos silenciosa. No entendemos por qué la seguimos, porque es un instinto muy profundo, muy antiguo. Ten en cuenta que tenemos un cerebro muy antiguo. Es un cerebro que no pertenece a esta época. Es un cerebro que estaba pensado para el paleolítico. La vida era tan corta ahí, que la felicidad no era tan importante. Lo importante era sobrevivir lo suficiente para reproducirte y dejar alguien atrás que pudiese seguir tu labor de humano, ¿no? Entonces, es un cerebro empeñado en cosas que probablemente hoy en día, en el siglo XXI pues, empeñado en que el mundo es más peligroso de lo que es, etcétera, etcétera, ¿no? Así que además derivas mucha identidad de con quién estás, del trabajo que haces… Entonces a lo mejor un trabajo no te hace feliz, o una persona no te hace feliz, pero es tu pareja o es el trabajo para el que has trabajado muchos años. ¿Por qué lo vas a dejar? ¿Para ir a dónde? El cerebro odia la incertidumbre, con lo cual tienes que ser valiente como mi pajarillo, que no se sabe cómo, encerrado en este cuarto de baño, nunca había visto un humano en su vida. De repente, con este humano enorme empeñado en alimentarle y en hacerle volar y en ponerle cantos de pájaros y… El tío se adaptaba, ¿no? y seguía, ¿no? con ese instinto que fue lo que a mí me maravilló. Y ese instinto al final lo tenemos también de que nuestra vida tenga un sentido. Entonces es verdad que al final, con un poco de suerte salimos de esas situaciones, pero se suelen alargar muchísimo más de lo que uno quisiera. Entonces, cuando uno sale y es un poco lo que nos decía David ahora, ¿no?, cuando uno sale, uno dice: “Ay, pero si todo el mundo me lo decía”, ¿no? A veces es como: “Esta persona no es para ti o este trabajo no es para ti o no te veo bien en esta época o ¿por qué estás tan nervioso? ¿por qué es…?” La vida nos habla constantemente. Es como que hay mil espejos que nos rodean. No los vemos, no los vemos por este cerebro programado para sobrevivir, empeñado en no moverse, prefiere malo conocido a bueno por conocer. Pero no es porque la vida no te hable, es porque tú no escuchas. En ese momento prefieres aguantar y en ‘Alas para volar’ hablo de los rastreadores. No sé si habéis oído hablar de esta gente porque son muy interesantes. Son, por ejemplo, los safaris fotográficos, hay unas personas que se dedican a rastrear los grandes animales para que luego pues empiezan al amanecer, ya saben dónde están los animales, ¿no?, en ese territorio donde están y luego puede venir la gente a hacerles fotos.

47:47
Elsa Punset. Vale, pues estos rastreadores dedican un… tienen una costumbre justamente de mirar todo lo que pasa, huelen, oyen los ruidos, ¿no?, saben que a lo mejor un batir de alas significa que la presa ha escapado porque el, no sé, el león pasaba cerca, ven cuando hay determinadas huellas en el suelo, ven cuando hay ramas rotas porque a lo mejor el animal estaba dormido ahí y se ha levantado cuando ha escuchado el rastreador. Es decir, es bonito verles trabajar porque realmente son capaces de ver cosas que todos pasamos por la vida sin ver. Y esas son las señales, ¿no? Los ‘red flags’, las señales rojas. La vida te habla constantemente. Entonces es cuestión de parar y decir: “Como los rastreadores en la selva, yo voy a escuchar. Yo voy a aprender a entender lo que me dice la vida. Voy a escuchar.” Entonces creo y es una de las lecciones para mí de los últimos años, que para una persona como yo, muy voluntarista y que tiende a ver el lado bueno de la vida, es más fácil quedarte atascado en situaciones donde no estás bien. También para las personas serviciales, para las personas generosas, hay una serie de razones. Si eres mujer, ¿eh?, vas a tener una tendencia especial, como te han enseñado que tu vida en principio es para cuidar de los demás y te han entrenado muy bien en esto, pues vas a tender a poner tu felicidad en un segundo plano, ¿no? Y en dejar que pase todo por delante. Así que esas señales efectivamente hay que aprender a leerlas y tenemos pues esa capacidad extraordinaria los humanos al final de salir adelante, no solo de adaptarnos, que también la tenemos, pero a un momento dado el humano necesita soñar, necesita… es como aspiracional, ¿no?, necesita dar lo mejor de sí. Sabemos todos que tenemos algo en nosotros que es especial. Es que somos únicos. Todos los que estamos aquí somos mortales, que es una faena. Yo lo encuentro una faena. Yo no me reconcilio con esa parte, ¿no? Pero claro, a cambio somos únicos, no somos clones, ¿no? Y ese instinto que tenemos de: “He venido a hacer algo especial en esta vida, estoy aquí por algo”, ¿no? Que por cierto, he descubierto con mi gorrioncillo también que los pájaros como nosotros tienen personalidades. El mío era muy desafiante, muy rebelde, sí, como muy chulillo, ¿no? Y me hacía mucha gracia que un pajarito de días pudiese ser así, ¿no? Y los humanos es lo que nos pasa a cada uno, venimos con una canción que cantar, ¿no? Y afortunadamente hay algo en nosotros que nos lleva a querer cantarla y hay que insistir por ahí, ¿no? Hay que ayudarse a uno mismo a no tirar la toalla, no resignarse, a seguir adelante.

51:10
Carmen. Hola, Elsa. Me llamo Carmen.

51:12
Elsa Punset. Hola Carmen.

51:13
Carmen. Y bueno, en relación con esto que contabas, quería preguntarte: esta tendencia tan habitual, además, no quería generalizarla en femenino, pero es verdad, lo acabas de nombrar, de no saber decir que no y siempre estar más disponible para los otros que para uno mismo. Me reconozco y me veo en ese rol en ocasiones. ¿Cómo se puede solucionar esto?

51:36
Elsa Punset. Voy a contestarte a lo mejor con un matiz, ¿no?, porque cuando hablo de este tema a lo mejor puede haber la sensación de que estoy diciendo que solo las mujeres cuidamos. ¡No, por Dios! Conozco tantos hombres que son grandes cuidadores, ¿no? Para empezar, profesiones enteras, ¿no?, dotadas de hombres y mujeres que son cuidadores desde maestros, psicólogos, psiquiatras, médicos, trabajadores sociales… Pero es verdad y es así, ¿no?, que desde hace siglos la mujer ha jugado un papel. Entonces es un papel que ya es una mezcla de biológico, social, educativo… Cuando nacemos nos enseñan sobre todo a agradar y a cuidar. Y esto ha sido un papel que hemos tenido durante muchísimos siglos y del que hemos empezado a poder escapar desde hace relativamente pocas décadas. Así que es normal que tantas mujeres lleven esa responsabilidad de una forma muy marcada, que se sientan ellas muy responsables, que tiendan a poner siempre lo que ellas necesitan en último lugar. Tiene una parte muy bonita, pues porque siempre digo que los hombres tienen mucha suerte con nosotras. Pero puede ser muy duro para nosotras. Nos puede, al final, apagar enormemente. Es muy importante que en una sociedad todo el mundo ayude a cuidar. Que el ser agradables no sea la cualidad número uno de un género. Puede serlo de una persona que decide que para ella o para él es importante, ¿no? Pero que nos den esta libertad de ser, ¿no? Todos llevamos dentro un pequeño hombre y una pequeña mujer. Yo siempre he pensado que, evidentemente, todas estas cualidades están absolutamente mezcladas en las personas, ¿no? Entonces, dejarnos respirar, ¿no? Y una de las formas en las que claramente nos damos cuenta de que estamos como un poco ahogados, constreñidos es cuando no somos capaces de decir que no sin pedir perdón, que esto es muy típico: “No, me hubiese encantado pero, no sabes cómo lo siento.” ¿No? ¿Cuántas veces habéis hecho esto? Entonces, en eso yo creo que hay mucho que aprender. Hay una psicóloga que a mí me encanta, que se llama Martha Beck. Y Martha Beck dice que ella una vez lo estaba pasando tan mal, estaba como David y ella tomó, como es psicóloga, tiene sus estrategias y dijo: “Como no sé lo que me pasa porque ya me miento tanto a mí mismo, me digo que estoy bien cuando no estoy bien, voy a solo decir la verdad durante 365 días.” ¿Os imagináis lo que os pasaría a vosotros si solo dijeseis la verdad absoluta? Claro, es que os reís, ¿no? Porque sería como: la mitad de las relaciones se vendrían abajo, ¿no?, la mitad de las cosas se vendrían abajo. ¿Quieres venir a esto? No. ¿Quieres hacer esto? No. ¿Me quieres? No. ¿Te interesa esto? No. Imaginaros, ¿no? Entonces ella es lo que cuenta que le pasó. Que básicamente le dio la vuelta a su vida así, ¿no? Y que se dio cuenta que no mentía tanto. Lo que mentía sobre todo es cómo se sentía cuando le decían: “¿Cómo te sientes?” Ella aprendió a decir: “Mal, me siento mal.” ¿No? Porque a un momento dado, para volver a entrenarte, acordaros que somos criaturas de hábitos, para volver a entrenar buenos hábitos tenemos que aprender a decir que no. Es la única forma en la que sabemos que estamos cuidando de nosotros mismos. Tú no puedes dar lo que no tienes. Y ahí es donde los grandes cuidadores se equivocan a veces y se agotan. Hombres y mujeres. Se agotan cuidando. Dan, dan, dan y no cuidan de sí mismo. Al final, esto no funciona, ¿no?

56:02
Elsa Punset. Así que la única forma de saber que tienes claros tus límites, tienes claro tus valores es que el mundo necesita que los tengas claros. Si no, te conviertes en un ser que está al servicio de pero que no es capaz de tener una voz. Y necesitamos todos tener una voz, para todos seguir empujando este mundo mejor. Así que aprender a decir que no, sin excusarse, es muy importante y además es liberador.

56:35
Berta. Hola, Elsa. Me llamo Berta. Creo que hay mucha preocupación por el bienestar, también físico, pero también emocional. Y nos gustaría estar bien en todo momento, pero hay veces en las que no somos capaces si estamos tristes o enfadados. Te quería preguntar: ¿cómo podemos gestionar esas emociones negativas?

56:59
Elsa Punset. Vale Berta, es una pregunta muy bonita y muy importante. Y de nuevo volvemos a este cerebro programado para sobrevivir, que no te pone siempre fácil ser feliz, sentir ese bienestar, ¿no? Así que todos los que estamos aquí hemos nacido con unas emociones básicas, con nuestro lenguaje universal. Son los que nos permite ponernos en la piel los unos de los otros, convivir, comprendernos, ¿no? Y estas emociones básicas os las voy a citar y me vais a decir si digo algo raro, si veis algo raro en lo que digo, ¿vale? Así que estaría el asco, el miedo, la tristeza, la ira y la alegría. A mí no me gusta llamarlas positivas y negativas, aunque es como se llaman, ¿eh? A mí me gusta llamarlas útiles o perjudiciales. Porque incluso las emociones negativas tienen un mensaje. Todas las emociones tienen un mensaje, ¿no? Así que la tristeza te dice que hay que reparar, la ira puede ser el germen de la justicia social, el asco te puede proteger la vida, ¿no? Es decir, ¿alguno aquí nunca ha sentido envidia por ejemplo? ¿Nadie? ¿No? ¿Hay alguien que no ha sentido envidia? Por favor, que te vea, que te vea sobrehumano. ¿Qué es la envidia? ¿Por qué es útil la envidia también? Pues porque te está diciendo: “Oye, no te quedes atrás. Esto que tiene este es una forma de la naturaleza.” Nos dota de esos pequeños, digamos, motores de energía para hacer cosas, ¿no? Así que cuando pensamos en las emociones negativas y positivas o útiles y perjudiciales como me gusta llamarlas a mí, tenemos que entender que es un cerebro muy antiguo, un cerebro programado para sobrevivir, que tiene esta sobrecarga de emociones negativas y que, por lo tanto, lo que toca no es decir: “No quiero sentir ni una sola emoción negativa.” No. Es ponerlas en su lugar, es entender que si dejas que te invadan la vida, si utilizas demasiadas palabras que te generan, porque somos química, acordaros que mente y cuerpo al final es lo mismo. Así que si estás generando todo el rato situaciones y emociones digamos que tienen este sesgo duro o negativo, te agotas físicamente. Es muy inflamatorio, es muy desgastante, con lo cual hay que cuidarse, ¿no?, hay que poner las emociones negativas en su lugar, tienen su lugar, hay que saber pasar página, ¿no? Y en esto me acuerdo de Pilar Sordo. Yo no sé cuántos la conocéis, pero es una psicóloga chilena y cuenta una anécdota que me parece muy bonita, ¿no? Y ella dice que cuando vienen sus pacientes lo que hace, lo primero que hace, es tiene la primera sesión y les da un par de hojas de papel y les dice: “Apuntad todas las cosas buenas que os han pasado en las últimas semanas.” Entonces dice que la gente vuelve pues con las cosas escritas, unos más, unos menos, pero que vamos, que nunca le sorprende mucho lo que ve. Y entonces cuenta que un día tuvo un paciente invidente, ciego y este buen hombre volvió con un cuadernillo lleno de cosas, ¿no? Y que ella alucinó porque abrió el cuadernillo y empezó a leer cosas que uno no suele leer, ¿no? Como el roce de las sábanas limpias cuando me voy a dormir, el rayo de sol que me acaricia la cara, el olor de la lavanda cuando salgo al jardín, las chispitas de la bebida gaseosa que me gusta tomar… Había así páginas y páginas, el agua tibia de la ducha que me resbala por la piel… Había montones, montones de cosas.

01:01:00
Elsa Punset. Y ella alucinó y dijo: “Es increíble que este hombre que no ve, ha sido capaz de hacer algo tan importante que es centrarse en toda esta miríada de cosas bellas que nos rodean en este mundo.” ¿Qué pasa? Que el cerebro se centra, Daniel decide ir al neurólogo dice: “El cerebro es como velcro para lo negativo y teflón para lo positivo.” Este hombre había hecho este esfuerzo de abrir los ojos por dentro, vamos, y de fijarse en todas las cosas bellas que le rodeaban. Era una gran lección de vida, ¿no? Y es algo que todos podemos aprender a hacer. Es decir, claro que tenemos esta mochila de emociones negativas, claro que tenemos vidas difíciles, claro que hay muchas decepciones, pérdidas, problemas, pero hay también este conjunto que siempre se está renovando de cosas que te dan alegría, ¿no?, en las que no nos fijamos y que sin embargo nos alimenta en cuerpo y alma, ¿no? Y fijaos que además el cerebro hace otra cosa que es muy pesada. Este cerebro es que tiene su punto, ¿no? Y es algo que llamamos habituación hedonística, ¿no? Y esto es que, yo que sé, ¿os gusta tomaros el café por la mañana? Vale. A todo el mundo, ¿no, le gusta? Pero el cerebro se acostumbra y cada vez le das menos importancia. Entonces los antiguos griegos, que eran muy sabios, esto lo sabían, entonces hacían algo que es que de vez en cuando, aunque tuviesen comida, aunque tuviesen una cama donde dormir, aunque… renunciaban a todo lo que les era confortable y a lo mejor dormían en el suelo durante una semana, comían fatal, algunos hasta se iban a comer a las basuras… Hay todo tipo de anécdotas, ¿no? ¿Y qué hacían? Básicamente limpiaban la mente y volvían a disfrutar de las cosas buenas que tenían porque habían dejado de disfrutarlas durante un tiempo, ¿no? Y a veces es muy útil hacer esto, decir: “Mira, no me voy a tomar mi café que me encanta por la mañana una semana, al octavo día, cuando por fin te vuelves a tomar el café, es una fiesta. Pues esa fiesta habría que intentar vivirla cada día en pequeños gestos. Porque hemos aprendido a cuidarnos en lo físico, a vestirnos, la higiene, a alimentarnos bien, a dormir bien. Todo eso lo hemos aprendido. Pero en lo mental no lo hemos aprendido, ¿no? Todos estos gestos que crean vínculos, en celebrar las cosas, en perseguir nuestros sueños, en estar en la naturaleza, en… Todas las cosas que nos dan esa salud mental, que nos dejan disfrutar, no las trabajamos de forma suficientemente constante. Así que creo que ahí todos podemos, probablemente, mejorar.

01:03:46
Noemí. Hola Elsa, soy Noemí y siento que la vida en una gran ciudad, el ritmo de vida que hay en una ciudad ya de dimensiones grandes, hace que, como que nos ciega un poco, que nos resta claridad. En este sentido, la conexión con la naturaleza o la desconexión, ¿qué importancia le das?

01:04:12
Elsa Punset. ¡Ay, qué pregunta tan bonita, Noemí! Gracias. Porque efectivamente, yo creo que los humanos ahora mismo estamos viviendo una desconexión triple con nosotros mismos por falta de tiempo para escucharnos, ¿no?, con los demás, porque estamos muy vinculados ahora a través de una pantalla y eso es muy complicado para nuestro cerebro y luego con la naturaleza. Porque pensad que hace apenas seis generaciones hemos llegado a las grandes ciudades. Entonces no estamos acostumbrados a vivir en entornos que son completamente artificiales para nosotros. Yo no sé si habéis oído decir alguna vez que estáis hechos del polvo de estrellas. ¿Vale? Yo siempre he pensado, durante muchos años pensé que era pues algo poético, una metáfora, pero no lo es. Es que realmente estamos hechos de las mismas partículas y moléculas que el cosmos. Y por eso Carl Sagan, el gran cosmólogo, decía: “El cosmos no está solo fuera de ti, está dentro de ti”, ¿no? Somos uno. Lo hemos olvidado, hemos aterrizado en estas ciudades, la mayoría pues no sabemos lo que comemos con la comida ultra procesada, no sabemos cuando cosechamos, cuando sembramos, cuando cosechamos, ¿no?, no reconocemos las plantas, no reconocemos el canto de los pájaros, ¿no?, la naturaleza, realmente, hemos entrado en guerra con ella por el sistema que tenemos de producción, ¿no? Creo que esto es algo que tenemos que solucionar. Así que básicamente yo creo que lo podemos hacer adoptando actitudes muy responsables y muy optimistas. Yo os quiero preguntar aquí, ¿no?, para ver cuántos optimistas, con cuántos optimistas cuento, ¿no? Escala del cero al diez, ¿vale? Cero es nada optimista, diez es muy, muy, muy optimista. ¿Quién es un diez de optimismo en esta sala? Muy bien. ¿Un nueve? ¿Un ocho? ¿Un siete? ¿Seises? ¿Cincos? Y no sigo bajando, ¿vale? Así que, ¿por qué es tan importante el optimismo? Porque los humanos hemos tenido retos por delante siempre. Os quiero recordar que en las últimas décadas hemos mejorado en muchísimos ámbitos: alfabetización, vacunación, longevidad, educación, sobre todo educación de niñas, ¿no?, es decir, hay muchísimos ámbitos, tecnología, en los que hemos mejorado mucho gracias al optimismo. Porque, ¿qué hacen los optimistas? ¿Por qué nos dice la ciencia que al optimista le va mejor en todos los sentidos, tiene mejores trabajos, es más resolutivo, tiene más amigos, se gana mejor la vida? ¿Qué hacen los optimistas, ¿no? Así que los optimistas lo que hacen es mirar al futuro con esperanza. Tienen los mismos problemas que los pesimistas, pero donde los pesimistas dicen: “Ah, no puedo hacer nada.

01:07:14
Elsa Punset. ¿Qué le voy a hacer?” El optimista se pone manos a la obra. Intenta cambiar las cosas. Entonces estamos en este momento en el que tenemos esta desconexión con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Es un problema específico de este siglo XXI donde todo ha pasado tan deprisa que no nos ha dado tiempo a ajustar, ¿no? Y necesitamos muchas personas replanteándose cómo podemos solucionar esto, ¿no? Y yo lo que he hecho, por ejemplo, para daros mi ejemplo de optimista convencida, he creado una fundación este año. Una fundación que se llama la Fundación Punset-Terraviva donde básicamente lo que hacemos, lo que estamos empezando a hacer son jardines terapéuticos, sobre todo para servir a comunidades desfavorecidas, pero también en comunidades simplemente que necesitan lugares donde encontrarse, donde trabajar juntos, donde reconectar con la naturaleza, ¿no? Hacemos biodiversidad en las ciudades, humanización de las ciudades, ¿no?, y vamos a empezar los primeros programas en España de prescripción natural y social, que esto es que cuando vas al médico te pueda prescribir, pues ir a una clase de pintura en un jardín terapéutico, ir a una clase de baile, ir a un coro, ir a hacer lo que los humanos necesitamos hacer, que es celebrar y conectar, ¿no? Mucha, gran parte de nuestra salud está ahí, así que esto es, digamos, lo que yo ahora mismo he pensado que podía hacer para mejorar esa situación. Pero todos podemos hacer algo, aunque sea elegir con más conciencia, como decíamos al principio, ¿no? Así que yo diría: “Sí, tenemos este problema de desconexión, pero los humanos desde hace siglos logramos mejorar las cosas cuando nos ponemos a ello, así que necesitamos una epidemia de optimistas ahora mismo, que se lo crean y que nos ayuden a cambiar esto a mejor. Creo que me gustaría compartir con vosotros una anécdota que nos recuerda a lo mejor la dirección en la que tenemos que seguir moviéndonos, ¿no?, el por qué de esa dirección, ¿no? Margaret Mead, que era una gran antropóloga, tenía siempre muchos alumnos y uno de sus alumnos una vez le dijo: “Maestra, ¿cuál es la señal, la primera señal de una civilización? ¿Cómo sabemos que estamos ante una civilización?” Y ella dijo lo que nadie esperaba escuchar. Todo el mundo pensaba que iba a decir: “Pues un gancho o alguna herramienta, cuando empezamos a cocinar o lo que fuera”, ¿no? Y ella dijo: “La primera señal de una civilización es un fémur roto y sanado.” Bueno y le dijeron: “¿Por qué?” Pues porque cuando, pongamos un animal o una persona, se rompe una pierna, ¿no?, básicamente, si está solo no va a poder salvarse, no va a poder sobrevivir, ¿no? Pero si alguien se para a su lado y le ayuda a sanar, eso significa que esa persona ha ido al río a por agua, le ha traído comida, le ha defendido, ¿no?, de los animales salvajes, del entorno, ¿no?, le ha cuidado, le ha importado. Y así es como esta persona ha podido sanar.

01:11:05
Elsa Punset. Esta persona o este animal ha podido sanar, ¿no? Y me parece muy bonito que recordemos esto, ¿no? Cuando os decía antes que hemos olvidado el sentido de la ternura los humanos, que es cuidarnos sin dañarnos, nos hemos, de alguna forma, instrumentalizado mucho, hemos perdido mucha capacidad de empatía, ¿no?, olvidamos todos estos seres vivos que pueblan la tierra, que son extraordinarios, ¿no?, es como que hemos dicho nosotros aquí somos uno, somos islas, los humanos ¿no?, y si nos ayudamos entre nosotros ya vale, ¿no? Y luego está el resto del mundo. Pero no es así. Somos uno. Y me gustaría irme simplemente con esta idea, que recordemos que no estamos solos, que vivimos en un planeta extraordinario y que son sistemas de vida que se retroalimentan unas a otras y dependen unas de otras, y que necesitamos recuperar esta capacidad cotidiana de saber elegir y de decidir si elegimos desde el amor en su sentido más amplio, desde el cuidado del otro, desde la ternura, desde la curiosidad, desde la creatividad, ¿no? O si elegimos desde el miedo. Y tenemos esa tendencia cuando estamos en modo automático por defecto, a ponernos en supervivencia, a ser codiciosos, a perder la esperanza, a no cuidar de los demás, ¿no? Y creo que este es un momento importante, sobre todo con los retos que tenemos por delante ahora mismo para pensar cómo podemos situarnos en ese lugar de escucha y de cuidado. Y ojalá en nuestras vidas veamos en ese sentido que enderezamos un poco el rumbo y mejora al mismo tiempo nuestra salud mental, ¿no?, que yo pienso que está más frágil de lo que debería ahora mismo, porque no estamos del todo donde deberíamos estar, ¿no? Estamos un poco distraídos y tenemos que volver a lo principal. Y lo principal es el vínculo, es esta unidad, es el hecho de que estamos compartiendo esta vida extraordinaria, milagrosa y que realmente el éxito es poder hacerlo todos juntos sin dañarnos. Muchísimas gracias.